Separación

Es la primera noche que la joven pareja no duerme en la misma casa desde que nació el bebé. Alice, la esposa, decidió pasar la noche en casa de su madre, para que esta última pudiera pasar más tiempo con su pequeño nieto. Magnus, el esposo, no quiso interponerse y prefirió quedarse en casa, especialmente por el rencor que su suegra parece tenerle, pero que no exterioriza con palabras. Pero si las miradas fueran cuchillos, él estaría hecho jirones.


Magnus se pasó la noche jugando videjuegos en línea, hasta que finalmente cayó dormido casi a las dos de la mañana. Hacía mucho tiempo que él no lograba jugar tanto sin tener que detenerse cada quince o treinta minutos para revisar a su hijo.


Alice y su madre conversan en el cuarto que sirve tanto como comedor, cocina y sala de estar. La casa de la madre de la joven no es muy espaciosa, con tan solo tres habitaciones, cuatro si se cuenta el baño como una. El bebé es arrullado por su abuela.

—Tú sabes que solo quiero lo mejor para ti —dice la madre de Alice. Es muy similar a su hija en apariencia, pero algo mayor.

—Lo sé, mamá, pero, Magnus es bueno. No sería capaz de dejarme así como así —niega la joven, peinándose su largo cabello negro, el cual se nota está recién lavado.

—Yo sé lo que te digo. Los hombres como él son todos iguales. Solo porque tienen dinero creen que pueden tratar a las mujeres como basura. En cualquier momento te dejará botada con el pequeño Angus.

—No creo, no sería capaz.

—Te apuesto a que en este momento está en cama con su amante. Cómo si no conociera a los de su clase —escupe, paseándose por la estancia.

—¡Magnus es incapaz de algo como eso! —El grito asusta al bebé, quien comienza a llorar a todo pulmón.

—No me levantes la voz —reprende la mujer.

—Perdona, mamá... —se disculpa Alice, bajando la mirada.

—Lo mejor será que lleves al bebé a dormir. —Le pasa al bebé con mucho cuidado, luego lo besa en la frente —. Y piensa en lo que te dije, porque todos los hombres de dinero son unos perros descarados.


Más tarde esa noche, Alice, mientras le da palmaditas al bebé en el pecho, para dormirlo, piensa en lo que le dijo su madre.

—No creo que papi sea capaz de hacernos eso, ¿cierto, mi lindo Angus? —le susurra al pequeño, que está comenzando a quedarse dormido — ¿O sí?

—Ya duérmete de una vez —reclama Mana, su prima, la cual duerme en el suelo —. Ya es bastante malo que me quites el cuarto para meter al apestoso como para que ahora no me dejes dormir.

—¿Crees que Magnus podría engañarme?

—Yo qué sé. Solo déjame dormir en paz.


Alice no duerme en toda la noche, pensando en si su esposo la estará engañando en este momento y con quién podría estarlo haciendo.


Al siguiente día, en cuanto amanece, la puerta de la casa de la pareja se abre de golpe, sorprendiendo a Magnus, el cual acababa de despertar hace apenas unos diez minutos. Va de inmediato hacia la puerta, donde encuentra a Alice y Mana, con la primera completamente furiosa y la segunda preocupada.

—¡No puedo creer que me estés engañando! —grita Alice.

—¿De qué estás hablando? —cuestiona él, completamente confundido.

—¡Ya lo sabes bien. Llego y te encuentro recién levantado. Y lo peor es que estás con mi propia prima!

—No, no, Ali, yo venía contigo, ¿te acuerdas? —se apresura a corregir Mana, pensando que su prima comienza a perder la razón sin motivo alguno.

—Es verdad. Te perdono por esta vez, pero no me vuelvas a confundir de esa forma.

—Alice, ¿se puede saber de qué se trata todo este escándalo? —cuestiona Magnus, completamente sorprendido.

—Tú lo sabes bien. Me eres infiel.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—No te hagas el inocente. Lo sé todo.

—Explícamelo, porque yo no sé nada.

—¡Deja de hacerte el inocente!

—Alice, amor. No tengo una aventura. Sabes bien que nunca haría eso. Tenemos un hermoso bebé juntos y te amo con toda mi alma. Además, no tendría el tiempo tampoco. Estoy en casa casi todo el tiempo, contigo. Con suerte voy a la oficina unas diez veces al mes, literalmente soy la persona que menos trabaja en toda la ciudad.

—Y también eres la persona que más dinero gana en toda la ciudad —murmura Mana.

—¡No te metas, Mana! —regaña a su prima.

—Perdona...

—Alice, hablemos bien esto…

—¡No te quiero volver a ver en toda mi vida, maldito adúltero! —grita, antes de salir corriendo de la casa, con lágrimas en los ojos.

—No entiendo qué ocurrió —dice Magnus, esperando que todo sea una terrible pesadilla de la que pueda a despertar en cualquier momento.

—Tía habló con Ali, le dijo que seguramente tienes una amante, y Ali se pasó la noche entera dándole vueltas al asunto, y parece que se convenció sola de que es cierto —explica Mana.

—Qué problema… ¿Dónde está el bebé?

—Con tía, apestando todo el lugar. ¿Qué vas a hacer ahora?


Magnus suspira, preguntándose exactamente lo mismo.