[Segundo juicio] Asesino de Michael Stengel

Escuché lo que Rin me decía, y respondí en un susurro que solo podíamos escuchar nosotros dos. Le sonreí...

 

Al escuchar lo último que me dijo Alex, respondí — Está bien, amigo... — Fué lo unico que pude decir, acto seguido le devolvi la sonrisa y traté de interpretar lo que me había dicho.

 

Miré de reojo a Rin y Alex, era extraño que hablaran entre ellos estando todos delante. Fruncí el ceño y aparté la mirada cuando pararon de hablar para mirar fijamente la pared, de brazos cruzados.

--Veamos como nos va en esta clase del juicio...

 

¿Con que murmurando secretitos, huh?

—Espero que comience pronto.

 

—Los demás se demoran mucho—Me queje infantil.

 

—Si, demasiado diria yo. —suspiré con pesadez y me levanté del suelo para mirar a una pequeña cámara que se encontraba en una esquina del ascensor. —¿Podrias bajarnos ya, Monokuma? Empezamos a perder la paciencia.

 

Entré corriendo al ascensor, iba a comenzar otro de esos juicios, otra vez.

—Lamento la demora —me disculpé al entrar y ver hallé a varios esperando.

 

Conté a los presentes tras la entrada de Ren.

—Somos ocho... de catorce que somos en total. Supongo que con suerte vendrán Brooke y Natalie. El resto pareciese que está desaparecido, hace mucho que no se dejan ver.

 

—Monokuma, bajanos ya, esto es aburrido—Le dije a la cámara.

 

Llegué con algo de prisa al elevador para encontrarme ya con varias personas, al menos no fui la última.

—Menos mal, llegué a tiempo. —suspiré y entré dentro para quedarme en un rincón a esperar que Monokuma nos bajara.

 

La gente comenzaba a desesperarse; yo, por mi parte, sólo me concentraba en aquellos gogles que tenía Alexander en la cabeza. Lo mejor era que volteara la vista hacía otra cosa o no podría dejar de verlos en toda la clase.

—Al menos no fui el último en llegar. —Reí al ver a la joven entrar, discimulando así que ni de lejos sabía el nombre de aquella chica.

 

Bostecé tapándome la boca y volví a sentarme en el suelo de nuevo apoyada en la pared. Llevábamos como una hora esperando y nada y ya éramos 9, más que suficientes como para dar una clase del Juicio en condiciones, o al menos a mi parecer. Saqué de mi bolsillo una barrita de cereales ya que no había desayunado y al venir aquí de paso la tomé de la cocina y comencé a comer en silencio, con esperanzas de que algún dia bajaríamos al fin.

 

Mis ojos se clavaron inmediátamente en aquella barra de cereal, pues no había desayunado.

—"Dame la barra, dame la barra, dame la barra..." —Le decía a Evangelin en mi mente, mientras que los demás sólamente observaban como la estaba viendo obsesivamente sin decir nada.

 

Mientras comia con tranquilidad, pude observar con algo de incomodidad cómo Ren me miraba demasiado, pero al fijarme bien noté que lo que miraba era mi barra. Acabé de comérmela e hice una bola con el envoltorio para mirarlo con una sonrisa divertida.

—¿Pasa algo Ren? ¿Qué miras tanto?

 

—Nada, nada —respondí irónico—, pero si amaneces con la cabeza degollada y sin un brazo, no será mi culpa. —finalicé, con una risotada.

 

Aquello fue un poco sádico a decir verdad y no pude evitar mirarlo con mala cara, ¿acaso la academia estaba trastornando al chico o qué?

—En fin, si asesinarme te hace ilusión, adelante, pero todos los presentes están de testigo. —le respondí con suma tranquilidad y desviando mi mirada al techo.

 

—Meh, no lo sabremos hasta que llegue el momento... —Honestamente ni yo mismo lo sabía: ¿La mataría?, ¿No la mataría? ¡Realmente quería aquella barra! (?)

 

No me tomé muy a pecho el comentario del chico y lo ignoré.
Llevé mis manos a los bolsillos de mi chaqueta y noté que había algo dentro; una segunda barra, genial, la otra no me llenó mucho. Me acurruqué a un lado tapando la barra pues sabía que Ren estaría de nuevo intentando conseguirla y empecé a abrirla procurando hacer el menor ruido posible.

 

Mi paciencia estaba llegando a un límite.

—¿Cuándo demonios bajará esto? —Monokuma estaba dando en uno de mis puntos débiles: la paciencia.

 

—"Genial" —pensé irónico—, "ahora está llorando". —Honestamente era lo más probable; después de lo que había pasado últimamente una amenaza de muerte (incluso por un cereal) es tomada más enserio, así que supongo que eso le afectó de más y ahora se ha acurrucado para que no la veamos llorar.

—Vamos —dije, tratado de disculparme—, no lo decía enserio, sólo era una broma. Ya sabes que yo no sería capaz de.... ¡Oye, deja de ignorarme! —me quejé al ver que no volteaba, así que le arrojé una de las cartas de Darius y entonces lo noté: ¡Ella tenía otra barra! Sin perder tiempo la tomé y comencé a devorarla antes de que me la quitara. Nada más en el mundo tenía importancia.