Long-fic Scientific love [Terminado]

Tema en 'Fanfics sobre Videojuegos y Visual Novels' iniciado por AJSkye, 15 Marzo 2015.

  1.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
    Mensajes:
    28
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    7560
    CAPITULO 21: El hombre de sus sueños

    La lluvia golpeaba la ventana con fuerza mientras Ema yacía acostada en su cama observando el techo de su habitación. Las palabras de Klavier aun resonaban en su cabeza como si él continuara a su lado, calentándole sus frías manos con la calidez de las suyas y mirándola a los ojos. “Lo que tú ves hoy en mí, es lo mismo que yo vi en ti hace nueve años”, aquella frase se repetía una y otra vez atormentándola y quitándole el sueño. ¿A qué se refería Klavier? ¿Acaso se habían conocido en el pasado? Eso no era posible, ella lo recordaría ¿o no? Además ella había viajado a Europa y, aunque él se encontraba en Alemania, jamás se habían cruzado en el viejo continente. Ema había oído hablar de Klavier por primera vez cuando se hizo famoso por su banda de rock, y no fue hasta hacia unos pocos meses que había tenido el “honor” de conocerlo personalmente. Entonces, ¿de qué estaba hablando al decir que había visto lo mismo en ella hacia nueve años? Esa pregunta le carcomía el cerebro y la curiosidad la mataba por dentro. El fiscal había tocado su punto débil y él lo sabía muy bien. Maldito imbécil, pensó ocultando su cara bajo la almohada. Se había aprovechado de su momento de debilidad, de su bondad y preocupación. Se había aprovechado de su curiosidad, y si no hubiera sido por su dignidad tal vez hubiera aceptado el ofrecimiento para esa misma noche. Necesitaba saber lo que Klavier tenía para decirle, aunque temía que fuera un vil truco del fiscal para enredarla como acostumbraba a hacer. Si bien moría por saber aquello, no estaba muy segura de ir. Estaría completamente vulnerable en su casa, en su territorio, justo donde él quería tenerla. Un relámpago iluminó la habitación seguido de un potente trueno que hizo temblar los vidrios y sus pensamientos. Tenía miedo de Klavier pero más miedo tenia de sus propios sentimientos. No podía negar que algo en el fiscal la atraía, pero no podía sucumbir a sus encantos, no después de todo lo que había sufrido en la universidad. Klavier Gavin era un seductor, un galán empedernido, el típico hombre usaba a las mujeres, el típico hombre que ella detestaba, que ella temía. Ya había usado trucos para confundirla y nada le impedía que remover el pasado fuera uno de ellos, sin embargo algo en su mirada le decía que no estaba mintiendo. La miraba con dulzura, con ternura, pero a su vez su mirada le transmitía temor, ¿temor de que? Él mismo le confesó que le había ocultado algo en un principio por orgullo y luego por miedo, pero ¿a qué le podía temer Klavier Gavin? Para Ema era algo imposible de imaginar. Siempre vio a Klavier como un hombre seguro de sí mismo, que sabía qué hacer y que decir en cada momento y que nunca perdía la compostura. Sin embargo el día anterior lo había visto tan endeble, tan vulnerable. Era evidente de que estaba sufriendo, podía notarlo en sus tristes ojos claramente. No mentía al decir que prefería al cretino pomposo, ya que aquel Klavier pesaroso le encogía el corazón. Deseaba ver esa sonrisa encantadoramente sincera y espontanea que el fiscal le había mostrado en contadas ocasiones, y esa mirada dulce y tierna que ponía su corazón a galopar. Si, definitivamente iría, pensó cerrando los ojos. No solo para averiguar aquello que Klavier tenía para decirle, sino también para devolverle aquella hermosa sonrisa y el brillo en sus ojos. Finalmente, con la imagen de la sonrisa de Klavier, Ema se quedó profundamente dormida.

    Cientos de papeles caían frente a sus ojos en cámara lenta, y una silueta masculina podía observarse detrás de éstos.
    —¡Demonios! Lo… Lo siento, ¿estás bien? —dijo una voz familiar.
    —¡Ay! ¡Menudo choque! ¿Estabas huyendo del FBI o algo así? —se escuchó a si misma responder–. Sí, estoy bien, solo fue un susto.
    —Déjame ayudarte, de verdad lo siento, yo…
    Esos ojos color cielo volvieron a mirarla con sorpresa y una sonrisa cautivadora se formó en los labios de aquel joven que la observaba tras la lluvia de papeles.
    —¡Oye! No te vayas sin tus gafas —gritó divertido el joven.
    —¡Oh! Gracias, no me había percatado. Son un regalo de mi hermana, si las extraviara sería algo lamentable para mí.
    De repente el escenario cambió, se encontraba en un pasillo oscuro y familiar a la vez. Había visitado aquel lugar recientemente pero no podía descifrar donde se encontraba. Escuchó una voz a sus espaldas, una voz que hacia saltar su saltar su corazón y poner sus rodillas a temblar.
    —Sería una lástima que las perdiera. Son muy bonitas —al darse vuelta se encontró cara a cara con Klavier Gavin quien la observaba con sus gafas en sus manos.
    —Lo son, ¿verd…
    La vista se le nubló y todo comenzó a moverse en círculos.
    —¿Ema? ¿Ema, estás bien? —escuchó la voz lejana del fiscal.
    Todo se tornó oscuro y una luz tenue apareció para iluminar un escenario distinto: su oficina. Una vez más volvió a oír aquella voz.
    —¡Demonios! —lo oyó maldecir mientras encendía la lámpara del escritorio—. ¿Se encuentra bien Inspectora Skye? Disculpe no quise asust…
    Ema levantó la mirada para observarlo y en sus ojos vio sorpresa. ¿A qué se debía? Por escasos segundos pareció quedarse sin habla, completamente confundido.
    —¿Está bien? —continuó mientras alzaba su mano para rozar su mejilla—. No quise que se asustara, lo siento.
    La joven sintió un cosquilleo, casi como un chispazo, que se extendía desde su mejilla hacia el resto de su cuerpo. Los ojos del fiscal estaban clavados en los suyos, regalándole una mirada tierna y dulce que ponía su corazón a correr. El mareo se apoderó de ella nuevamente, haciendo girar todo a su alrededor.
    —Vaya, vaya, ¿Quién lo diría? —se oyó decir. Se encontraba en el sillón de su departamento—. El soltero más codiciado del momento, el galán indomable, estuvo enamorado. ¿Y lograste olvidar?
    —Creía que si pero hace poco me di cuenta de que nunca fue así —dijo Klavier quien se encontraba a su lado mirando al vacío—. Logre ocultarlo en lo más profundo, sin embargo siempre estuvo allí.
    —Entonces, ¿seguirás intentándolo?
    —¿Olvidar? No —respondió serio luego de pensar unos segundos—. Comprendí que no se puede huir del pasado, a veces es mejor enfrentarlo.
    Todo aquello era como una película. Los recuerdos se agolpaban unos tras otros rápidamente sin darle tiempo a nada. Podía revivir con claridad los olores y sensaciones de aquellos encuentros.
    —Son dos semanas con muchos espacios en blanco —su voz sonó una vez más—. Antes me molestaba mucho no poder recordar, pero luego lo acepté. No podía vivir del pasado. Sin embargo a veces sueño cosas bastante confusas relacionadas a eso. Pesadillas o recuerdos borrosos que no logro descifrar. Hacía tiempo que no las tenía, ni siquiera pensaba en ello, pero últimamente esos sueños han vuelto, desde que...
    —¿Desde cuándo? —preguntó el fiscal con curiosidad.
    —Desde que apareciste...
    Nuevamente todo se oscureció. Con la respiración agitada caminó con prisa escuchando sus pasos resonar por todo el lugar. Sentía un nudo en la garganta y una sensación de amargura, de enfado. El estacionamiento de los Tribunales se alzó ante sus ojos y observó con dureza a Klavier quien se encontraba frente a ella.
    —¡Que seas fiscal y una maldita estrella de rock no te da derecho a reírte en mis narices y hacerme quedar en ridículo frente a todos los presentes del tribunal! —su voz sonaba enfadada. Klavier acortó la distancia entre ambos. La furia ardía en sus ojos—. No eres más que un imbécil, un maldito cretino, engreído y pomp…
    Ema sabía muy bien que iba a suceder, lo recordaba con total nitidez, sin embargo no podía hacer nada para cambiar aquello, y tampoco deseaba hacerlo. Klavier tomó con fuerza sus hombros y antes de que pudiera reaccionar, estampó sus labios contra los suyos. Su boca se apoderó de la de ella casi con violencia, demandante, quitándole la respiración y dejándola completamente paralizada. Jamás hubiera imaginado que Klavier Gavin la besaría, y menos en aquellas circunstancias. Ella solo quería discutir con él, reprocharle semejante humillación, pero el fiscal la había hecho callar con un beso. Con un dulce y delicioso beso. Klavier separó sus labios escasos milímetros y luego volvió a besarla con ternura. Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho, y apenas podía mantenerse en pie. El joven se separó otra vez, dedicándole una mirada confundida y temerosa. Sin decir nada, dio media vuelta y se alejó de ella.
    —Seguramente nos volveremos a ver por aquí —la voz de aquella adolescente que había sido resonó en su cabeza.
    —Seguramente así será —el rostro de un Klavier distinto al que conocía apareció fugazmente sonriéndole.

    Un trueno sonó con fuerza dentro de la habitación de Ema, haciéndola saltar de su cama totalmente exaltada. Todo había sido un sueño, se tranquilizó. No sabía que significaba, pero solo había sido un simple sueño. La luz entraba por la ventana indicándole que ya era de día, debió haberse quedado dormida mientras pensaba en Klavier y en lo que le había dicho. Un poco somnolienta buscó el reloj en su mesa de luz, eran las diez de la mañana. Se sentía cansada ya que había dormido mal, y le era demasiado tentador quedarse en la cama unas cuantas horas más, sin embargo tenía un largo día por delante y no podía darse aquel lujo. Se preguntó que ropa debería ponerse aquella noche. ¿Era una cita? Por supuesto que no, pensó intentando expulsar aquella estúpida idea de su cabeza negando efusivamente. Se levantó de su cama y se dirigió al armario para observar su ropa. Era demasiado temprano para pensar en ello, pero ¿qué demonios debía ponerse? ¿Un vestido? Demasiado formal, además hacia frio, no quería enfermarse. ¿Debería maquillarse? No era de las que se maquillaban demasiado, pero tampoco le gustaba andar a cara lavada. ¿Si se maquillaba le enviaría un mensaje erróneo a Klavier? Todo el asunto de la cena comenzaba a inquietarla y aun le quedaban muchas horas por delante. Ofuscada, cerró de un portazo el armario y fue a bañarse.

    Klavier no había podido dormir bien en toda la noche. A diferencia de la noche anterior donde las pesadillas habían sido las principales protagonistas, esta vez la ansiedad lo estaba matando y dormitaba de a ratos. Cuando finalmente se resignó y aceptó que no podría volver a dormirse, se levantó de su cama para darle inicio a aquel prometedor día. Nueve años había anhelado reencontrarse con Ema, y cuando lo había hecho, ella no lo recordaba. Cuatro meses después de aquel reencuentro la relación entre ellos había cambiado, pero ella aún se mostraba distante. Los ojos fríos que le habían calado los huesos una vez en el parque People, el día anterior lo miraron con calidez y preocupación. Ema por primera vez se había preocupado por sus sentimientos. Había caminado bajo la lluvia solo para encontrarlo y ver como se encontraba después del terremoto de emociones que había vivido durante aquel juicio. Eso era un avance ¿no? Klavier había decidido contarle toda la verdad, sobre su pasado, sobre sus sentimientos. A medida que las horas pasaban y el momento se acercaba se ponía más y más nervioso. Ni en su primer concierto con The Gavinners se había puesto tan inquieto como en aquella ocasión. Al fiscal le gustaba tener su casa en perfecto estado siempre, por lo que contaba con un servicio de limpieza que se encargaba de ello, y aunque todo se encontraba en óptimas condiciones, la ansiedad provocaba que revisara los detalles una y otra vez. Se dio un baño de inmersión para relajarse, y luego se preparó para la cena que cada vez estaba más cerca. Se perfumó de manera discreta ya que no quería impregnar el olor por toda la casa, y se vistió de manera semi-formal como acostumbraba hacer, con una camisa negra y un jean oscuro a juego. Sencillo pero con estilo. El sol se estaba escondiendo y la lluvia había cesado. Las nubes comenzaban a dispersarse y las primeras estrellas aparecían para adornar aquel cielo azulado. Ema llegaría dentro de poco, por lo que decidió comenzar con la comida. Le gustaba cocinar pero la mayoría de las veces no tenía tiempo para hacerlo y terminaba comiendo afuera, o llamando a su cocinera. Ahora cocinaría para Ema y todo tenía que salir perfecto. No le había preguntado qué le gustaba, así que se decidió por un pollo marsala, un plato italiano que había aprendido a hacer en una de sus giras. Antes que nada preparó la mesa donde cenarían junto a un enorme ventanal con vista al lago. Pensó en colocar unas velas pero le pareció demasiado ya que no quería espantar a Ema, así que optó por bajar un poco la intensidad de las luces. Puso un poco de música para ambientar y se dirigió a la cocina para empezar a preparar la cena. Estaba en la mitad de los preparativos cuando escuchó el timbre sonar. Se lavó las manos rápidamente, y echando un vistazo rápido a su reflejo en la ventana, fue a abrir la puerta. No era necesario ver a través de la mirilla para saber de quien se trataba, pero se maldijo así mismo por no haberlo hecho ya que así hubiera evitado quedar con la boca abierta al verla. Sólo había visto dos veces a Ema Skye sin la ropa que acostumbraba a utilizar cuando trabajaba. Una de ellas había sido en la cena de gala, donde Ema lucía un hermoso vestido azul, y la otra fue en su casa, cuando se encontraba enferma y en piyama. Ahora Ema vestía de una manera discreta pero sumamente hermosa. Unos leggins negros se ceñían a sus piernas en toda su extensión remarcando cada curva de su cuerpo. Unos borcegos marrones cubrían sus pies, y una remera blanca oculta tras una chaqueta negra completaban el atuendo de la inspectora. Una pequeña capa de maquillaje cubría su rostro, resaltando sus finos y hermosos rasgos. Estaba preciosa, pensó Klavier.
    —¿Me vas a dejar pasar o me vas a dejar aquí congelándome? —preguntó Ema sacándolo de su hechizo.
    —D-disculpa, adelante pasa —respondió un poco avergonzado mientras se hacía a un lado haciéndola entrar.
    —¿Más lejos no querías comprar tu casa? Con lo que pagué de taxi tal vez podría irme de vacaciones al Caribe.
    —Bueno, ya te expliqué que el objetivo era alejarme del bullicio de la ciudad. Podría haberte ido a recoger.
    —Si seguías alejándote ibas a llegar a la siguiente, y no, gracias, pero hace demasiado frio como para dar un paseo en tu motocicleta.
    —Fräulein, mi motocicleta no es el único vehículo que poseo —dijo guiñándole un ojo—. La próxima vez puedo ir a buscarte en uno de mis autos.
    —¿”Uno de mis autos”? —dijo ignorando la nueva invitación—. A veces olvido que eres una estrella de rock. ¡Wow, tu casa es enorme!
    —Gracias y bienvenida a mi hogar, Inspectora Skye —en un movimiento fugaz se inclinó y le depositó un beso en su mejilla—. Permíteme tu chaqueta.
    Ema se paralizó ante aquel movimiento y su corazón se sobresaltó al sentir aquel roce de sus labios. Un poco mareada le entregó su chaqueta y continuó admirando la majestuosidad de aquel lugar. Nunca había estado en una casa tan grande y tan hermosa. Había imaginado aquella casa cientos de veces, pero jamás pensó que fuera así. Supuso que se encontraría con la casa de una estrella de rock como las que había visto en la televisión, llena de mal gusto y ostentación. Sin embargo, si bien Klavier era un poco ostentoso, aquel lugar era elegante y confortable. Hermosos cuadros adornaban las paredes, y finas esculturas decoraban la habitación. Todo relucía en aquella casa, ni un gramo de polvo se observaba en el lugar. Se sorprendió al observar que entre los cuadros de prestigiosos artistas, se encontraba una pequeña caricatura de Klavier con la firma de Vera Misham, algo que la hizo sonreír.
    —Estaba preparando la cena —la interrumpió el fiscal—. Si quieres puedes esperarme aquí, tardaré solo un momento.
    —Está bien, te acompañaré a la cocina si no te molesta.
    —Como gustes, por aquí. Ah, ¿Fräulein? —dijo dándose vuelta para mirarla.
    —¿Si?
    —Estás preciosa.
    El calor subió por sus mejillas mientras Klavier continuaba su camino a la cocina. Se sentía como una estúpida adolescente cada vez que el fiscal la hacía sonrojar, pero no podía evitarlo. Lo siguió en silencio hacia la cocina donde un delicioso aroma reinaba.
    —¿Qué estas cocinando?
    —Pollo marsala, una receta italiana. Olvide preguntarte que te gustaba, así que me decidí por esta comida. ¿Te gusta el pollo?
    —Sí, nunca lo probé así, pero al menos huele delicioso.
    —Menos mal —respondió con una sonrisa—. Temía que no te gustara o fueras alérgica. ¿Quieres una copa de vino? ¿Cerveza?
    —Normalmente te pediría una cerveza, pero esta vez optaré por el vino.
    —¡Hecho! —dijo mientras servía una copa para ella y otra para él—. Un Pinot Grigio para acompañar la cena.
    —¿Quién lo diría? Jamás imagine a Klavier Gavin en este papel. Estas cosas no salen en las revistas.
    —¿Lees revistas sobre mí? —una sonrisa divertida se formó en sus labios.
    —¡No! Quiero decir… tu sabes… ¡Apareces en todas las revistas!
    —¡Excusas! ¡Acabas de confesar que compras revistas por mí!
    —¡Claro que no! Y-yo… —el color de su rostro comenzó a tornarse rojo y Klavier no pudo contener la risa—. ¿De qué te ríes? Eres un imbécil.
    —No te enojes, era solo una broma. Es fácil ponerte nerviosa, solo me divertía, relájate —le dijo sonriéndole—. Esto ya casi está, ¿quieres llevar el vino a la mesa?
    —Claro. ¿A dónde lo llevo?
    —En el salón, junto a la ventana, la mesa está preparada allí. Ponte cómoda, enseguida te alcanzo.
    Ema se dirigió hacia allí y se acomodó en su silla mientras observaba la vista que el gran ventanal le ofrecía. Las estrellas brillaban en el cielo como si ninguna nube las hubiera tapado, y la luna alumbraba con todo su esplendor. La joven no podía creer donde se encontraba y en qué circunstancias. Estaba a punto de tener una especie de cena romántica (o no) con Klavier Gavin. ¿Cuántas mujeres habrían fantaseado con ello? A decir verdad, ella no lo había hecho. Nunca lo había visto como algo posible, ni cuando era una adolescente y lo veía por televisión, ni ahora que lidiaba con él en la fiscalía. Cuando lo había conocido la primera vez le pareció un tipo pedante y desagradable, pero luego Klavier le mostró un lado más afable e interesante, y cada día lo encontraba más y más atractivo. Sin embargo ella estaba allí por otro asunto más importante, necesitaba saber la verdad. Moría por preguntarle pero no deseaba presionarlo, no quería que Klavier notara su desesperación y tuviera el control de la situación. Mientras tanto, nada le impedía disfrutar de aquella velada.
    —Bonita vista, ¿no crees? —la voz de Klavier interrumpió sus pensamientos. Podía ver su reflejo en el vidrio.
    —Así es. Debe ser muy lindo observar esto cada día —dijo sin volver la vista.
    —Deberías ver los atardeceres —depositó los platos en la mesa—. Aquí tienes. Pollo marsala para la señorita Skye.
    —Oh, muchas gracias. Tiene buena pinta.
    —Bueno, la pinta no lo es todo. Adelante, pruébalo —dijo mientras se sentaba al frente de ella con su plato.
    Alentada por él, Ema tomó su tenedor y probó el primer bocado.
    —¡Klavier, esto está delicioso! —dijo sorprendida.
    —Es un alivio escuchar eso, tenía miedo que no te gustara. Danke, Fräulein.
    —¿Bromeas? Eres todo un chef gourmet.
    —Me vas a hacer sonrojar. Me complace que te guste.
    —¿Y si no me gustaba? ¿Cuál era tu plan B?
    —Tengo una gran cantidad de imanes con números de excelentes pizzerías pegados en la heladera —respondió con una sonrisa divertida.
    —Un buen plan, debo admitir —dijo probando otro bocado—. Hoy estás mejor, al menos sonríes de manera sincera.
    —Eso es porque estás aquí conmigo.
    —Sí, claro —dijo de manera irónica—. ¿Pero estas bien?
    —Siempre lo estuve, Ema. No tienes de que preocuparte.
    —¿Vas a insistir en mentirme? Ya te dije que a mí no se me escapa nada.
    —¿Por qué te importa tanto?
    —Deja de evadir mis preguntas.
    —Tu estas evadiendo las mías.
    —Pero no estamos hablando de mí.
    —¿En qué momento empezamos a hablar de mi?
    —En el momento en el que te hice la pregunta. ¿Por qué no te gusta hablar de ti?
    —A ti tampoco te gusta.
    —Pero si mal no recuerdo, no hace mucho te aprovechaste de mi grave enfermedad y me sacaste información privada y confidencial. —dijo señalándolo con el tenedor y con mirada desafiante.
    —Está bien, está bien. ¿Qué quieres saber?
    —Quiero saber cómo estas, como te encuentras, que sientes detrás de esa sonrisa pedante. Y no me mientas porque se cuándo lo haces.
    —Oye, mi sonrisa no es pedante. A las chicas le gusta —dijo guiñándole un ojo.
    —Klavier… —dijo con impaciencia.
    —Que poco sentido del humor Inspectora Skye —exclamó suspirando—. No sé qué quieres saber en realidad. ¿Qué siento? Me siento contrariado, furioso, desilusionado y un poco triste tal vez ¿Por qué? Porque veo que todo se derrumba a mi alrededor y estoy realmente solo.
    —Tú no estás solo.
    —¿No? ¿Ves a alguien más aquí?
    —Bueno, a menos que sea como en esa película donde al final el protagonista se entera que era un fantasma, yo estoy aquí.
    —Lo sé, y no tienes idea cuanto lo aprecio. Pero las dos personas que creía mi familia, terminaron siendo seres completamente perversos.
    —¿Dos personas?
    —Así es —dijo sorbiendo un trago de vino—. Daryan, quien era como un hermano para mí, mi amigo, mi compañero, con quien fundé The Gavinners, resultó ser un contrabandista asesino. Y Kristoph… qué decir de él. Un homicida ególatra, capaz de cometer asesinatos a sangre fría con tal de conseguir sus propósitos. Y ni siquiera mostró una pizca de arrepentimiento. Ellos eran las dos únicas personas con las que contaba.
    —Pero ahora me tienes a mí —instintivamente estiró la mano para sujetar la suya—. Puedes contar conmigo. Yo pasé por algo similar en mi adolescencia, no es lo mismo, pero se cómo te sientes.
    —Gracias —dijo sujetando su mano—. Al menos tu historia tuvo un final feliz. Lana fue declarada culpable de un delito menor. Y todo lo que hizo lo hizo para protegerte a ti. En cambio Kristoph… sólo lo hizo por su propio ego. Él era la persona que más admiraba ¿sabes? Crecí junto a él, viéndolo como un modelo a seguir. Quería ser como él, pero desde el otro bando. Era quizás, la persona más importante para mí. Pero resultó ser un psicópata. Arruinó la vida de Vera, de Phoenix y de la pequeña Trucy. Y yo no pude ser capaz de detenerlo.
    —¿Te culpas por ello?
    —¿Cómo no hacerlo? Veinticuatro años creciendo junto a él y no pude darme cuenta de quién era realmente. Me siento culpable porque tal vez podría haberlo evitado.
    —Klavier… De nada sirve mirar hacia atrás y lamentarte por lo que no fue. No puedes vivir de posibilidades, ¿podrías haberlo evitado? Tal vez si, tal vez no. Nunca lo sabrás realmente. ¿Podría yo haber evitado que Damon Gant asesine a Neil Marshall y que suceda todo lo que sucedió? Nunca lo sabré. Sólo queda dar vuelta la página y seguir adelante.
    —No es tan fácil como crees.
    —No lo creo. Mi adolescencia se basó en buscar respuestas que jamás encontraré. Solo queda aceptar que lo hecho, hecho está y no podrás hacer nada para cambiarlo. Trucy se encuentra perfectamente, acompañada de Phoenix y Apollo. Phoenix seguramente recuperará su distintivo de abogado en algún momento, estoy convencida de ello. Y Vera se está recuperando .No me cabe ninguna duda de que podrá salir adelante. No te culpes Klavier, levanta la cabeza y sigue adelante. Lo sucedido puede hasta inspirarte a escribir nuevos éxitos para tu banda —le dijo con una cálida sonrisa. Sus manos aún continuaban sujetadas.
    —Bueno… en realidad… He decidido dejar The Gavinners…
    —¿¡Qué qué!?
    —Si. Con todo el alboroto que se generó con el encarcelamiento de Daryan y ahora con lo de Kristoph, no es muy buena publicidad. Por eso hemos decidido separarnos.
    —Vaya… cuando tu música comenzaba a gustarme.
    —¿De verdad?
    —En realidad pasó de ser insoportable, a ligeramente soportable.
    —Bueno, algo es algo. Entonces cantaré solo para ti. Gracias, Ema.
    —¿Por qué?
    —Tu misma lo dijiste, por estar aquí conmigo en un momento como este —dijo mirándola a los ojos dulcemente.
    —Ah, no es nada —Ema se dio cuenta de que sus manos aún permanecían sujetadas y las retiró un poco incómoda—. Esto estaba delicioso, ya no me entra más. Muchas gracias por la cena.
    —¿No tienes lugar para el postre?
    —¿Postre? ¿Hiciste postre? —preguntó sorprendida.
    —¡Claro! ¿Qué es una cena sin un postre? ¿Te gusta la mousse de chocolate?
    —¿Es que acaso estás bromeando? ¡Amo el chocolate!
    —Permíteme tu plato. Enseguida traigo el postre, ¿más vino?
    —Por favor.
    Comieron el postre de charlando de manera animada sobre trabajo, aficiones y otras cosas sin importancia. Ema se encontraba más relajada que cuando había llegado y a decir verdad la estaba pasando de maravilla. Klavier se sentía mucho mejor, estar con ella lo hacía realmente feliz. Había soñado con aquella cena durante mucho tiempo, y ahora por fin se había cumplido. Podía apreciar su belleza y su sentido del humor desde el otro lado de la mesa. Podía conversar con ella sobre temas triviales y observar sus ojos brillar cada vez que hablaba sobre algún aspecto científico. No cambiaria aquel momento ni por el mejor de los conciertos, deseaba estar así por siempre.
    —¿Quién diría que Klavier Gavin le tenía miedo a la oscuridad? —dijo Ema riendo.
    —¡Oye! ¡No te burles! Es un miedo superado, pero en la oscuridad se esconden la suma de todos tus miedos —respondió con voz tenebrosa.
    —Deja de justificarte, eres un bebé llorón y punto —dijo sacándole la lengua—. Permíteme tu plato, los lavaré yo.
    —¿Qué? ¡Por supuesto que no! No permitiré eso. Es mi casa y yo debo lavar los platos.
    —No dijiste eso cuando usurpaste mi cocina.
    —Son situaciones distintas.
    —Sí, claro que sí. ¿Pero sabes qué? No me interesa. Voy a lavar los platos sin importar lo que me digas.
    —Ema espera —dijo siguiéndola a toda prisa hacia la cocina—. Eres mi invitada maldita sea, no tienes que lavar.
    —¿Sabes lo que oigo? “Bla, bla, bla, bla”. ¿Terminaste? Ahora pásame las cosas que utilizaste para cocinar y déjame lavar tranquila.
    —Está bien, tú ganas. Pero ni creas que lo harás sola. Por suerte hay espacio para que los dos lavemos.
    —Me parece justo —dijo victoriosa.
    Pasaron los siguientes minutos lavando los platos en silencio, disfrutando la compañía del otro. De vez en cuando sus miradas se encontraban en el reflejo de la ventana haciendo a Ema sonrojar. Se sentía demasiado bien junto a Klavier, pero no podía bajar la guardia. Sabía muy bien que estaba jugando con fuego, pero era demasiado tentador. Cuando finalmente acabaron ambos se miraron frente a frente, y una sonrisa divertida asomó en los labios del fiscal.
    —¿De qué te ríes? —preguntó Ema curiosa.
    —Tienes espuma en la mejilla —dijo riendo. Ema se pasó la mano avergonzada—. En esa no, en la otra. Permíteme.
    Klavier estiró su mano y, con delicadeza, le limpió la mejilla. Sin embargo, cuando terminó, no retiro su mano sino más bien continuó acariciándola con ternura. Ema se puso tensa con aquel contacto, pero más aun con la mirada abrasadora con la que Klavier la observaba. Sus cuerpos estaban muy cerca, y la respiración se le agitó levemente, algo que el fiscal pudo notar, así como también el miedo en sus ojos.
    —¿Por qué me temes? —preguntó casi en un susurro.
    —Somos muy diferentes —respondió sin pensar—. Tú eres todo esto, y yo… no soy nada.
    —No digas eso…
    —Tú quieres, tú necesitas olvidar, Klavier —continuó—. Tú mismo me lo dijiste, y yo no soy la mujer indicada para que lo consigas. No merezco eso.
    —Fräulein… Estas equivocada, yo no quiero utilizarte. Jamás te haría algo así. Dame la oportunidad de demostrártelo, déjame hacerlo.
    Sin mover la mano de lugar, Klavier se acercó lentamente al rostro de Ema. Sus ojos permanecían incrustados en los de ella que lo observaban con temor. La boca de Ema se secó, y el corazón parecía querer salir corriendo de aquel lugar. No podía caer, no…
    —Y-yo… Lo siento, Klavier —dijo alejando su rostro—. Esto es un error, todo esto fue un error. Debo irme.
    —Ema, espera… —dijo siguiéndola hacia la salida—. No te vayas.
    —Dijiste que tenías algo para decirme, pero ahora me doy cuenta que solo fue un truco, y no te culpo.
    —¿Qué? —preguntó confundido.
    —No querías hablar de ti, de lo que sentías, así que dijiste eso para desviar mi atención —explicó mientras se ponía el abrigo. Klavier la observaba estupefacto unos metros detrás de ella—. Está bien, no estoy enojada, no te preocupes. Pero nada de esto fue una buena idea. Lo siento…
    —Fue un 14 de Febrero… —comenzó cuando Ema abrió la puerta—. Irónico, ¿verdad? Era San Valentín…
    —¿Qué? —preguntó Ema dándose vuelta para enfrentarlo.
    —Yo quería irme a casa. Hacía mucho frio, estaba cansado, y a decir verdad quería salir para ver si podía seducir alguna chica que estuviera deprimida por su soltería en un día así —dijo esbozando una triste sonrisa—. Tenía mucho trabajo, quería terminarlo cuanto antes para poder irme. No almorcé, por lo que estaba realmente hambriento, así que decidí ir rápido por un café y algunos donuts. Cuanto menos me demorara, más rápido podría volver a terminar con mi trabajo. Salí de la oficina y camine a lo largo de aquel pasillo. Nunca me pareció tan largo como en aquel momento, así que apuré el paso y casi corrí hacia los ascensores. Solo me quedaba doblar en la esquina y los ascensores me estarían esperando, pero al doblar… —la voz parecía temblarle mientras Ema lo observaba completamente confundida—. Choque con algo que me hizo caer. Gran cantidad de papeles caían por doquier, sin embargo al levantar la vista, me encontré con los ojos más hermosos que jamás había visto. Unos ojos de un azul intenso, que me invitaban a perderme en aquel inmenso mar sin fin. Unos ojos que me miraban divertidos, pero ocultaban una profunda tristeza. Tus ojos, Fräulein.
    Ema sintió un dolor punzante en su cabeza y notó como le bajaba la presión. El pasillo, el choque, los papeles… Klavier. ¿Cómo sabia aquello? ¿Cómo sabia del sueño que la atormentaba desde hacía tantos años? No, no podía ser posible. Las piernas comenzaron a temblarle y apenas podía mantenerse en pie.
    —¿Ema? —preguntó Klavier preocupado al ver su palidez— ¿Ema, estas bien?
    —S-solo necesito sentarme.
    Antes de que pudiera reaccionar, Klavier cerró la puerta y tomándola de la cintura la escoltó a los sillones de la sala. Le quitó el abrigo y lo colgó nuevamente donde estaba. Luego fue por un vaso de agua para ella. Los sillones eran enormes y sumamente cómodos pensó Ema mientras apoyaba la cabeza en el respaldar. La música sonaba de fondo como la banda sonora de una película. El dolor punzante había cesado pero el mareo aún no. Todo parecía dar vueltas en aquel lugar. Klavier volvió con el vaso de agua y lo depositó en la mesa ratona al frente de ella. Si bien en el sillón había lugar suficiente para los dos, Klavier decidió sentarse en el sillón individual para darle su espacio a la inspectora, algo que ella agradeció en silencio.
    —¿Te encuentras mejor?
    —Sí, estoy bien, no te preocupes —respondió sorbiendo un trago de agua—. ¿Puedes continuar por favor?
    —¿Estas segura?
    —Por supuesto.
    —Bien… Tus ojos me hipnotizaron desde el primer momento en el que te vi. Me maravilló el azul intenso, me acongojó la tristeza en ellos. Quedé completamente paralizado y sin palabras. Tú me hablabas y yo solo podía articular frases cortas. Debo haber quedado como un idiota. Te ayudé a levantar todos tus papeles, pero no podía dejar de mirarte. Tú te reías de toda aquella situación, me regañabas, bromeabas conmigo, y yo estaba completamente embobado. Cuando finalmente te despediste de mí tus lentes quedaron en el piso y yo te los alcancé. En ese momento mientras me contabas que habían sido un regalo de tu hermana, un nuevo atisbo de tristeza asomó en tu mirada encogiendo por completo mi corazón. Mientras estaba en la cafetería no podía dejar de pensar en ti y en tus ojos tristes. No sabía quién eras, no sabía cómo te llamabas, me sentía un imbécil por no habértelo preguntado. Cuando volví a la oficina, pasé por la de Lana y oí tu voz. Sé que era incorrecto, pero no pude evitar escuchar la conversación que tenías con ella. Te oías enfadada mientras discutías con tu hermana porque no volvería a cenar contigo. Ahí escuché tu nombre por primera vez… Ema… —dijo con la mirada pérdida mientras rememoraba todo aquello—. Discutieron un poco más y luego saliste de allí, más que enfadada, estabas triste. Intentaste sonreírme pero esa sonrisa nunca llegó a tus ojos, y te fuiste rápidamente sin decir nada. En aquel momento comprendí un poco a que se debía tu tristeza.
    —Y-yo… Lana estaba distante, por todo lo que había ocurrido años atrás con Joe Darke. Asumo que sabias de todo aquello.
    —Mientras te ibas llegó Kristoph y le pregunté por ti. Él me conto quien eras, y todo lo que había sucedido en aquel entonces. Esa noche al final no salí, me quedé en mi casa tocando mi guitarra y pensando en ti —dijo esbozando una triste sonrisa—. Al día siguiente esperaba volver a encontrarte, hasta había pensado en invitarte a cenar si Lana no accedía, sin embargo no apareciste por allí. Los días pasaban, tú no ibas y yo no podía dejar de pensar en ti. Estaba enojado conmigo mismo, por dejarme deslumbrar, por no poder sacarte de mi mente. Finalmente llegó el viernes. Yo volvía a mi casa cuando escuche tu voz llamarme a mis espaldas. Allí estabas tú, con tu hermosa sonrisa y tus ojos observándome divertidos. La emoción me invadió y quería hablar contigo, pero justo en ese momento apareció Lana detrás de ti. Iban a cenar juntas. Estabas tan feliz que no pude hacer más que sonreír. Te despediste de mí y me dijiste “Seguramente nos volveremos a ver por aquí”, a lo que yo te respondí…
    —“Seguramente así será” —agregó Ema con la mirada perdida.
    Una oleada de esperanza golpeó a Klavier con fuerza haciéndolo sonreír. Ema comenzaba a recordar. Se encontraba un poco pálida y temblorosa debido al shock emocional, pero no quería parar. Necesitaba saber más sobre su pasado, aquel que había quedado sepultado en su memoria.
    —Así es —convino Klavier—, y realmente deseaba que así fuera. Quería saber todo de ti, desde tu color favorito hasta cuales eran tus más grandes sueños. Pero esa fue la última vez que supe de ti. La semana siguiente tuve que viajar a Alemania para ultimar detalles, ya que pronto iría a estudiar allí. Cuando volví, esperaba encontrarte, sin embargo en esa semana todo había cambiado.
    —Sucedió lo del juicio de Lana y luego… me fui a Europa —dijo mirándolo por primera vez.
    —Cuando me enteré lo que había sucedido quise ir a buscarte, estaba dispuesto a recorrer la ciudad entera para encontrarte. Necesitaba saber cómo estabas, pero Kristoph me dijo que te habías ido a Europa. Quedé devastado, no volvería a verte nunca más. Durante todos estos años no pude dejar de pensar en ti, de preguntarme como estabas, que hacías… Me preguntaba… si tú también pensabas en mí —dijo un poco avergonzado—. Luego The Gavinners saltó a la fama, y durante mis giras te busque en cada rostro, en cada mirada del público. Solía salir a caminar por las calles europeas para buscarte, pero sin éxito alguno.
    —¿P-por qué…? ¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó con la voz temblorosa.
    —En el Parque People, cuando me encontré cara a cara contigo, la emoción embargó mi cuerpo. Quería gritar, abrazarte, ponerme a bailar quizás, sin embargo caí en la cuenta de algo que no solo hizo quedarme paralizado, sino que también me hizo enfadar.
    —¿Qué cosa?
    —Tú no me recordabas —respondió serenamente—. Me mirabas con tu mirada fría y malhumorada. Me reconociste como fiscal, como la estrella de rock quizás, pero no por el joven que había sido.
    —¡P-per…!
    —Sí, sé que no podías recordarme, pero en ese momento no lo sabía. Me sentí un estúpido, tantos años pensando en ti, recordándote y tú simplemente no sabías quien era. Para alguien como yo, ese golpe duro destrozó mi ego.
    —Es por eso que noté ese cambio en tu mirada. De la sorpresa pasaste al enojo y reaccionaste así —dijo Ema mientras recordaba aquel encuentro—. Tenía ganas de golpearte.
    —Lo sé —dijo riendo—. Sabía que estaba mal tratarte así, pero no podía evitarlo, estaba furioso contigo, pero más conmigo mismo. Por ilusionarme, por pensar que tu sentías lo mismo que yo, que me recordabas.
    —Pero luego te conté lo que me había sucedido. Que no recordaba la semana del accidente ni la anterior, ¿Por qué no me lo dijiste entonces?
    —Fräulein… Tú desconfías de mí, me temes. Si yo te lo decía en aquel momento, seguro pensarías que quería aprovecharme de ti.
    —¡No es ciert…!
    —¿De verdad no lo es? Tú piensas que estoy jugando contigo, que quiero divertirme y luego echarte a la basura. Si te contaba aquello pensarías que era un truco para enredarte —Ema se quedó callada pensativa—. ¿Lo ves? Es por eso que preferí guardar silencio. Quería ganarme tu confianza por mí mismo. Además…
    —¿Además que?
    —Temía… Temía que si te lo contaba me rechazaras, que te fuera indiferente. No quería sentirme humillado al darme cuenta que solo yo había pensado en ti todos estos años, de que solo yo… sentía esto.
    —Klavier… —dijo Ema con un dejo de tristeza.
    —Espera un segundo —dijo el fiscal al recordar algo—. Tengo que buscar algo, espérame aquí.
    Klavier desapareció escaleras arriba dejando a Ema sentada sola con sus pensamientos. Se sentía abrumada, sofocada por toda la información que el fiscal le había brindado. La cabeza le daba vueltas, y las manos le temblaban, pero finalmente sabía la verdad. Había pasado tantos años intentando recordar, sin embargo ahora los recuerdos se agolpaban en su mente uno tras otro. El joven de sonrisa encantadora, de ojos color cielo… aquel joven…
    —¡Aquí estoy! Disculpa la demora. Toma, para ti —dijo extendiéndole un pequeño paquete.
    —¿P-para mí? —preguntó Ema confundida mientras lo recibía.
    —¡Adelante, ábrelo! —exclamó expectante.
    Ema observó el paquete que tenía en sus manos preguntándose qué seria aquello. Temblorosa, comenzó a rasgar el papel que cubría aquel objeto misterioso. Poco a poco lo fue abriendo hasta que una bola de cristal apareció ante sus ojos. En ella se encontraba la Puerta de Brandeburgo cubierta de nieve. Inconscientemente la agitó para ver como el manto blanco caía sobre ella. Era preciosa. La giró y notó una pequeña inscripción en la base de ésta, “Para Ema. Así estaremos cerca a pesar de la distancia. Con cariño, Klavier 28/02/2017”.
    —¿Qué es esto? —preguntó desconcertada.
    —Un regalo que compré para ti —respondió Klavier sonriendo—. Hace nueve años. ¿Te gusta?
    —¿Hace nueve años?
    —Así es, cuando viajé a Alemania lo vi y pensé que podría gustarte. Pero jamás pude dártelo.
    —¿De verdad? —dijo observando la bola de cristal.
    —Sí, Fräulein. La he guardado durante todos estos años con la esperanza de poder entregártelo algún día.
    La nieve caía lentamente sobre la Puerta de Brandeburgo mientras Ema intentaba digerir todo aquello. Klavier Gavin, el fiscal estrella, el líder de la banda de rock más importante de los últimos tiempos, el joven de sonrisa cautivadora y ojos claros como el agua. Klavier había pensado en ella durante todos esos años, la había buscado. Nueve años habían pasado hasta su reencuentro y ella simplemente no lo había recordado. Se sentía avergonzada y culpable a la vez. Lo había tratado con dureza y frialdad, procurando mantenerse alejada de aquel hombre que aún conservaba un regalo que había comprado para ella nueve años atrás. Los ojos de Klavier la miraban ansiosos e intrigados a la vez.
    —Y-yo… Es mucha información para digerir. Ha pasado tanto tiempo… No sé qué decir ni que hacer… Es decir… L-lo siento.
    —Yo sí sé que puedes hacer.
    —¿Qué? —preguntó Ema desorientada.
    —Baila conmigo —respondió Klavier incorporándose y extendiéndole la mano.
    —¿Qué? —preguntó una vez más riendo. Aquello parecía una broma.
    —Baila conmigo, Fräulein. La última vez nos interrumpieron, permíteme completar ese baile, por favor.
    La joven observó su mano dubitativa, no podía creer que Klavier quisiera bailar en una situación como esa, pero sus ojos la miraban suplicantes. Alzó la suya lentamente, y sujetándose del fiscal se incorporó aceptando aquella extraña petición. Klavier la guió al medio del salón y sujetando su cintura la atrajo a sí. Apoyó su cabeza delicadamente en la de ella, y comenzó a balancearse al son de la música. Ema colocó su mano libre en su espalda y apoyó la cabeza en su hombro, saboreando el delicioso perfume que emanaba del cuello del fiscal. Se dejó guiar por él, disfrutando aquel momento íntimo, como lo había hecho meses atrás a la luz de la luna. Ninguno de los dos hablaba mientras sus cuerpos pegados se movían siguiendo el ritmo de aquella lenta melodía que llegaba a sus oídos en un susurro. Klavier cerró los ojos mientras aspiraba el dulce aroma de su cabello y acariciaba su espalda, gozando de aquel acercamiento. Ema ya sabía la verdad, incluso parecía que comenzaba a recordar, pensó Klavier esbozando una sonrisa.
    —Creo que no es necesario aclarar a quien he intentado olvidar todos estos años —dijo susurrando en su oído.
    Ema, quien también había cerrado los ojos para saborear el momento, los abrió sorprendida al escuchar aquellas palabras. En ningún momento durante el relato de Klavier había relacionado la adolescente que había sido con la mujer a la que Klavier había querido olvidar. Siempre que había pensado en aquella mujer que conquistó el corazón indomable de Klavier Gavin, figuró que sería una mujer hermosa como una flor, una modelo o actriz tal vez que había conocido en una de sus giras, pero ella, una adolescente desgarbada, fanática de la ciencia…
    “—Vaya, vaya, ¿Quién lo diría? El soltero más codiciado del momento, el galán indomable, estuvo enamorado. ¿Y lograste olvidar?
    —Creía que si pero hace poco me di cuenta de que nunca fue así. Logre ocultarlo en lo más profundo, sin embargo siempre estuvo allí.
    —Entonces, ¿seguirás intentándolo?
    —¿Olvidar? No. Comprendí que no se puede huir del pasado, a veces es mejor enfrentarlo.”

    “A veces es mejor enfrentarlo”. Las palabras resonaron en su memoria mientras se separaba de Klavier para mirarlo a los ojos. Una pequeña y dulce sonrisa asomaba en su boca, y sus ojos la observaban con una ternura que pocas veces había visto, mientras ella lo miraba desorientada. Klavier soltó su mano, y con delicadeza le corrió un pequeño mechón de pelo que asomaba en su rostro. Acarició su mejilla suavemente sin quitarle los ojos de encima, y casi pidiéndole permiso con la mirada acercó su rostro lentamente al suyo. Sus labios rozaron los de Ema en un tierno y delicado beso, provocando que sus corazones retumbaran casi al unísono en sus pechos. El cuerpo de la inspectora tembló una vez más, pero esta vez no lo hizo por nervios ni por miedo. No tenía nada que temer, ya no. Dejándose llevar por aquel momento, por primera vez se rindió a él, a ella misma. Alzó sus brazos rodeando su cuello, invitándolo a continuar. Klavier percibió aquel cambio, y abriendo su boca, profundizó aquel beso hundiéndose en ella mientras acariciaba su pelo, saboreando aquel momento. Su rendición fue tan dulce como inesperada, brindándole un placer inigualable. La música sonaba de fondo, pero ellos no eran capaces de escucharla. Estaban sumergidos en su propio mundo donde sólo los dos se encontraban, unidos por aquel beso apasionado que demoró nueve años en llegar. Con un gemido de placer, hizo que su lengua jugara con la de ella, saboreándola, degustándola a medida que sus respiraciones se volvían más y más agitadas. Ema hundió sus dedos en el cabello del fiscal, tomando lo que él le ofrecía, saciando los deseos ocultos que había tenido desde aquel encuentro en el Parque People. Klavier era literalmente el hombre de sus sueños, con quien había soñado día tras día durante todos esos años. Aquel borroso rostro que la observaba con sus ojos color cielo y la sonrisa más encantadora que jamás había visto, la sonrisa espontánea de Klavier. En ese momento le hacía olvidar que una vez le habían roto el corazón, y le hacía olvidar que no quería volver a correr el riesgo. Ya nada importaba en ese momento, solo quedaba disfrutar. Se dejó arrastrar por aquel beso húmedo y ardiente, sumergiéndose en tan deliciosa oleada de placer.
    —Eres tú, Ema —alcanzó a decir Klavier mientras apenas separaba sus labios—. Siempre has sido tú.
     
  2.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

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    15 Marzo 2015
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    Título:
    Scientific love [Terminado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    28
     
    Palabras:
    4737
    CAPITULO 22: Dulce dolor

    Sentados en el sillón, Ema descansaba entre los brazos de Klavier, apoyando su cabeza sobre el pecho del fiscal mientras éste acariciaba su cabello. Una oleada de emociones la invadía, pero allí, entre sus brazos, se sentía protegida y completamente a salvo. Pensó en todo que había cambiado en tan poco tiempo. Apenas unas horas atrás se había prometido a sí misma no dejarse enredar por Klavier Gavin, a quien consideraba alguien peligroso para sus sentimientos. Sin embargo, mientras oía los suaves latidos de su corazón, y sentía como su pecho subía y bajaba en cada respiración, pensó que definitivamente no le molestaría quedarse allí por unas horas. Ahora que la puerta de su memoria se había abierto, los recuerdos no dejaban de agolparse de manera aleatoria en su mente. Recordó con claridad el accidentado encuentro que tuvo con Klavier la primera vez que lo vio, al igual que lo atraída que se había sentido hacia aquel joven de cabello platinado, el cual imaginó que jamás se fijaría en alguien como ella. La desilusión que experimentaba cada vez que acudía a la oficina del fiscal y no lo veía también vino a su mente. Fue durante la semana que Klavier viajó a Alemania, la semana del juicio de Lana. Así como los buenos recuerdos iban apareciendo uno a uno, también lo hacían los malos. Pudo sentir el temor y la incertidumbre que la invadieron aquellos días después del asesinato del inspector Goodman, así como también la tristeza y el dolor que le provocaba el hasta entonces inentendible alejamiento de su hermana. La mirada fría y distante que Lana le dedicó cuando ella y Phoenix acudieron al centro de detención antes del juicio pasó de manera fugaz por su mente provocándole un escalofrío. Lana se negaba rotundamente a ser defendida por Wright, ni por ningún otro abogado. Ella simplemente estaba dispuesta a hacerse cargo de un crimen que no había cometido para proteger a Ema. Fue una semana dura, pensó mientras el corazón se le encogía al rememorar la desilusión y tristeza que sintió al percatarse de que nunca más vería a su joven de ojos claros como el agua y sonrisa encantadora. Su mente le había jugado una pasada para evitarle todo aquel dolor que comenzaba a aflorar dentro de ella, pero esta vez no se encontraba sola.
    —¿En qué piensas Fräulein? —preguntó Klavier interrumpiendo sus pensamientos a la vez que le depositaba un beso en la coronilla.
    —¿Eh? Oh, en nada…
    —No me mientas, casi puedo ver el humo saliendo de tu cabeza.
    —Nada importante, solo pensaba en todo lo que ha cambiado en las últimas horas. Es decir, jamás imaginé que estaría así, entre tus brazos, descansando en tu pecho.
    —¿Y eso es bueno o malo?
    Ema levantó la cabeza para encontrarse con la mirada inquieta de Klavier.
    —¿Tu qué piensas? —preguntó dedicándole una sonrisa.
    —Contigo es difícil saberlo, pero prefiero creer que es algo bueno —dijo dándole un cálido y fugaz beso en los labios.
    —¿A qué te refieres con que es difícil saberlo?
    —Bueno… tienes cambios de humor constantes. En un momento estas bien, luego te enojas, me tratas bien, luego me insultas, y así.
    —¡Eso es una vil mentira! —exclamó molesta.
    —¿Lo ves? Ya te has enojado.
    —No estoy enojada —dijo secamente—. Y tú eres quien me provocas.
    —Oh, claro que si lo estas. Y me gusta hacerte enojar, es fácil y divertido —una sonrisa burlona se formó en sus labios.
    —Lo será para ti. Además, yo no soy la única persona cambiante aquí.
    —¿Ah, sí? Adelante Inspectora Skye, fundamente su afirmación.
    —Si mal no recuerdo hace unos meses en el estacionamiento de Tribunales, me dedicaste la mirada más furiosa que jamás haya visto, me besaste inesperadamente y luego te fuiste de allí sin decir absolutamente nada. Sin mencionar que semanas después apareciste en mi departamento como si nada hubiera sucedido.
    —Bueno… yo…
    —¡Ja! ¡Chúpate esa, Gavin! —dijo victoriosa—. ¿Por qué lo hiciste?
    —¿Hacer qué? ¿Besarte? Ya me lo has preguntado antes.
    —No, ¿Por qué te fuis…? ¿Cómo que ya te pregunté antes? —preguntó confundida.
    —El día que estabas enferma, estábamos viendo una de tus series favoritas y comenzaste a quedarte dormida. Entonces me preguntaste porque te había besado, pero te dormiste antes de oír la respuesta.
    —¿Y qué respondiste?
    —La verdad. Que me gustabas. Que me gustas —se rectificó—. Ese día me quedé un largo rato observándote dormir, te veías tan hermosa y relajada. Moría por volver a besarte, pero tuve que hacer un gran esfuerzo por contenerme.
    —¿Por qué fuiste? ¿Por qué me dejaste sola en aquel estacionamiento?
    —Besarte fue algo completamente impulsivo. No lo planeé. Cuando reaccioné, mis labios ya estaban sobre los tuyos, ya era tarde para arrepentirme. Cuando me separé de ti entré en pánico. Tenía muchas cosas en mi cabeza. Darme cuenta de que Daryan era un maldito asesino fue un golpe duro, por lo que necesitaba salir de allí aun antes de encontrarme contigo. No podía concebir que tú me rechaces y me insultes o golpees por haberte besado, por hacer lo que más deseaba en este mundo. Ya tenía suficientes golpes duros, no quería ninguno más. No soporté aquella idea así que simplemente huí como un cobarde.
    —¿Y cómo sabias que iba a rechazarte?
    —¿Es que acaso no lo hubieras hecho? Estabas completamente furiosa, y yo te besé. Quedaste paralizada, tensa. No podía esperar nada favorable.
    —Bueno, debo admitir que me tomaste por sorpresa, pero aun así…
    —¿Aun así, qué?
    —No importa…
    —No, ahora dime. ¿Aun así, qué?
    —Es que no se… Me confundías, me confundes —dijo mirándolo con el ceño fruncido—. En un momento me dirigías tu mirada más tierna y tu sonrisa tan encantadora… y al instante te burlabas de mí, te mostrabas distante, o simplemente desaparecías. Era como si jugaras conmigo.
    —Para mí nunca fue un juego.
    —Ese día por ejemplo —continuó—, me besaste y te fuiste de allí sin decirme nada. Luego desapareciste por semanas. Después irrumpiste en mi departamento como si nada hubiese ocurrido, pasaste todo el día allí cuidándome, pero luego te volviste a esfumar. Sentía que te divertía ver cómo me enredabas con tus jueguitos de seducción.
    —¿”Jueguitos de seducción”? —sonrió divertido.
    —¡No estoy bromeando, Klavier!
    —Lo sé, lo siento. Pero es divertido oír eso. Fräulein, yo nunca he jugado contigo —dijo alzándole barbilla y poniéndose serio—. Me divertía provocándote, sí, pero mis sentimientos hacia ti fueron claros desde el primer día. Yo… necesitaba provocarte para ver como reaccionabas, para comprobar si sentías algo por mí.
    —¿Y por qué demonios desaparecías al comprobarlo?
    —Podía notar la duda en tus ojos, tu lucha interna. Necesitaba que tu dieras el siguiente paso, que vencieras tus miedos, que me buscaras por ti misma. Es por eso que después de besarte no volví a buscarte. Espere por ti. Ya no me importaba que me gritaras o insultaras por haberlo hecho, simplemente deseaba verte yendo tras de mí. Sin embargo al ver que no aparecías, perdí la paciencia y decidí ir en tu encuentro. Fui a la estación de Policía, pero me dijeron que estabas enferma. El resto ya lo sabes.
    —Después de aquel momento, esperé por ti cada día. Deseaba… anhelaba que volvieras a aparecer en mi puerta —dijo un poco avergonzada. Aun le costaba admitir aquello, y más aún, admitírselo a Klavier—. Te buscaba en el trabajo y cada vez que oía una motocicleta esperaba encontrarte al voltearme. Pero aquello no sucedió.
    —Yo también deseaba verte. Al día siguiente volví, ¿sabes?
    —¿Volviste? —preguntó confundida.
    —Así es. Estaba decidido a contarte la verdad, a contarte absolutamente todo. Tomé mi motocicleta y me dirigí hacia allí de nuevo.
    —P-pero… nunca llegaste.
    —Llegué. Estacioné a mi pequeña y caminé hacia tu edificio, sin embargo te vi.
    —¿Me viste?
    —Sonreías de una manera especial, tu sonrisa emanaba una luz que nunca antes había visto. Estabas más hermosa que nunca. Y luego lo vi a él.
    —¿A él…? Phoenix… —dijo abriendo los ojos, sorprendida.
    —Te veías tan relajada y divertida con él. Te veías feliz. Bromearon unos minutos y luego se despidieron con un afectuoso abrazo.
    —¡P-pero entre él y yo n…!
    —Lo sé. Siempre lo supe. Sin embargo no pude evitar sentir envidia y celos hacia aquel hombre que podía provocar semejante brillo en ti —dijo acariciando su rostro—. Mi rencor hacia él también se remontaba a la época en la que te conocí. Estaba enojado con él por haberte ayudado. No me malinterpretes, en realidad estaba enojado con mi mismo por no haber estado contigo en un momento tan difícil.
    —Klavier…
    —Odiarlo a él era más fácil que aceptar el hecho de que había fallado. No nos conocíamos, habíamos intercambiado pocas palabras, pero yo lo sentía así. Cuando me reencontré contigo pude ver el profundo afecto y admiración que sentías por él, y sentí celos. Yo deseaba que me mirases como lo mirabas a él, con el mismo brillo en tus ojos, con la misma sonrisa deslumbrante, con el mismo cariño. En vez de reconocer que era mi culpa por comportarme como un imbécil contigo, preferí enfadarme y alejarme de allí, de ti. Huir como un cobarde, otra vez.
    —Vaya… no tenía idea —dijo Ema luego de unos segundos, un poco pasmada—. Estoy muy agradecida con lo que Phoenix hizo por mí, tengo un gran afecto hacia él y lo admiro en demasía, pero el que tú no hayas estado allí no tiene nada que ver con ello. Klavier, ni tú, ni yo, ni absolutamente nadie sabía lo que iba a ocurrir durante esa semana. El destino lo quiso así y así fue. Deja de culparte por ello, deja de culparte por todo.
    —Es que…
    —Ya basta, Klavier —dijo incorporándose y mirándolo fijamente—. Deja de ser un ególatra, no eres el centro del mundo.
    —Tampoco me interesa serlo. Me conformo con formar parte de uno solo. El tuyo Fräulein.
    La atrajo hacia él hasta que Ema sintió sus labios acariciándole el rostro con la suavidad de una pluma. Klavier avanzó hasta su cuello para besarlo lentamente, deteniéndose para aspirar el dulce aroma que éste emanaba. Ema podía sentir la humedad en sus labios al rozar su piel, por lo que cerró sus ojos solazándose en aquellas caricias emitiendo un leve gemido de placer. El fiscal continuó besando sus mejillas y su frente, para luego descender y besar sus ojos. Recorrió la línea de su mandíbula, demorando unos segundos aquel beso que Ema comenzaba a ansiar con locura, hasta finalmente encontrarse con la delicadez de sus labios. La acercó aún más mientras la rodeaba con sus brazos, y abriendo levemente la boca sintió su lengua contra la suya. Ema se entregó a aquel beso ardiente una vez más, tomándose atrevimientos que antes no se había tomado, aventurándose, experimentando, gozando. Sus dedos recorrieron su espalda hasta hundirse en su cabello, atrayéndolo, exigiéndole más y más. La boca de Klavier no se quedaba atrás, y se adueñaba de la suya, apropiándose de ella como si siempre le hubiera pertenecido. Paladeó su sabor y aspiró su aliento, mientras percibía la firmeza de aquellos labios que le entregaban todo. Él quería formar parte de su mundo, sin embargo no solo lo era hacía tiempo, sino que también formaba parte de sus sueños. Sus respiraciones se volvieron agitadas, pero ninguno quería interrumpir aquel beso apasionado del que eran prisioneros. Devoraban sus bocas intentando saciar el hambre incontrolable que se había apoderado de ellos, sin embargo cada contacto alimentaba más aquel fuego que quemaba pero no dolía. Él sabía exactamente donde tocarla y acariciarla para hacerla temblar de placer. Cuando mordió su labio inferior pensó que un simple beso no podía excitarla tanto como lo estaba haciendo en aquel momento. Klavier soltó su boca, solo para degustar su cuello una vez más. Mientras sentía el caliente aliento del fiscal erizar toda su piel, Ema aprovechó para llenar sus pulmones de aire. Podía sentir la lengua de Klavier saborear su cuello de arriba abajo, sin pudor alguno. Un gemido emergió desde su garganta, llenando los oídos del fiscal e invitándolo a continuar. Allí, en el sillón de su sala, entre sus brazos y rehén de aquel torbellino de pasión, Ema pensó que no había otro lugar en el mundo en el que quisiera estar. Nuevamente sintió los labios de Klavier apoderarse de los suyos en un arrebatador y profundo beso, que poco a poco fue amainando hasta convertirse en uno suave y dulce. Cuando finalmente se separó, Ema emitió un leve suspiro provocando que Klavier apoyara delicadamente sus labios una vez más.
    —Wow… eso estuvo… bien —dijo Ema intentando controlar su respiración. El corazón golpeaba su pecho con fuerza.
    —¿Bien? —una sonrisa se formó en sus labios mientras rozaba su nariz con la suya—. No me molestaría repetirlo.
    —Teniendo en cuenta que durante un beso se movilizan 34 músculos faciales, además de otros 134 músculos extras que configuran la postura en el resto del cuerpo, creo que he hecho suficiente ejercicio por ahora. Y posiblemente necesite un tubo de oxígeno.
    —Tus labios son mi perdición, Fräulein —confesó mientras acariciaba su boca hinchada con su dedo—. He esperado tanto por esto. No tienes idea de cuánto he anhelado este momento.
    —¿Es verdad que no has podido olvidarme durante todos estos años? ¿No mentías al decir que era yo aquella mujer a la que intentaste olvidar sin éxito?
    —Jamás te mentiría en algo así, Ema. Por supuesto que fuiste tú, siempre lo fuiste. Desde el primer momento que te vi no pude sacarte de mi mente. Cuando creía que por fin te había olvidado, me descubría a mí mismo pensando en ti. Me preguntaba cómo estabas, cómo te sentías. Me preguntaba si tú también pensabas en mí. Es por eso que me enojé tanto contigo, pero más conmigo mismo, cuando me di cuenta que tu ni siquiera me recordabas.
    —Yo… si te recordaba.
    —¿Cómo? —preguntó Klavier con el desconcierto surcando su rostro.
    —Bueno… No sabía que eras tú. No podía ver tu rostro.
    —¿De qué hablas?
    —He soñado contigo todo este tiempo —dijo clavando su mirada en los ojos del fiscal—. Mi mente recreaba nuestro primer encuentro día tras día. Sin embargo solo podía ver tus ojos y tu sonrisa. El resto era una mancha borrosa que se negaba a dejarse ver. A veces pasaba semanas enteras soñando lo mismo, otras veces los sueños desaparecían durante meses, pero siempre era lo mismo. El pasillo, el choque, los papeles, tus ojos. Era frustrante no poder descubrir que había detrás de esa mancha borrosa, no saber quién eras —su ceño se fruncía a medida que iba hablando—. Sabía que tenías algo que ver con aquellos recuerdos que mi memoria había sepultado, pero poco a poco los sueños se fueron espaciando hasta pasar meses e incluso años sin soñarte. Pensaba que aquellos sueños habían quedado en el olvido, sin embargo cuando te conocí de nuevo… ellos volvieron. El pasillo, el choque, los papeles, tu sonrisa, todo estaba allí, pero hubo un cambio inesperado en uno de ellos. El rostro borroso comenzó a esclarecerse y de pronto tú estabas allí observándome con tu sonrisa arrogante. No sabía que podía significar aquello. Lo atribuía a la confusión constante que provocabas en mí, pero nunca relacioné que tú podías ser ese joven de sonrisa encantadora.
    —O tal vez te negabas a creerlo —agregó divertido.
    —Es probable. Aunque hubo muchas cosas que lograron confundirme con respecto a eso.
    —¿A qué cosas te refieres?
    —La más clara sucedió el día del concierto, cuando chocaste conmigo tras bastidores. Fue como revivir nuestro primer encuentro. Cuando me alcanzaste los lentes mi cabeza entró en cortocircuito provocándome una jaqueca insoportable.
    —Lo recuerdo muy bien.
    —Solo una vez me había sucedido eso y fue… cuando te vi por primera vez por televisión —recordó sorprendida—. En ese momento llevabas el cabello más corto, y te parecías más al joven de mis sueños. Pero pensé que la jaqueca era producto de la música horrible que tocabas —Klavier levantó las cejas divertido, mientras Ema dibujaba una amplia sonrisa—. ¿Qué? Eso es lo que yo pensaba.
    —Me halaga que hables en pasado.
    —No te ilusiones, te dije que tu música había pasado de ser insoportable a ligeramente soportable.
    —No puedo quejarme —dijo satisfecho—. ¿Y por qué crees que tu mente borró mi recuerdo?
    —El shock emocional que viví provocó que mi mente reprimiera aquellos recuerdos dolorosos que pudieran causarme un mayor daño. Fue un mecanismo de defensa que utilizó para protegerme.
    —Lo sé. Entiendo que haya borrado lo del juicio de Lana, ya que sufriste mucho aquellos días. Pero ¿Por qué a mí? ¿Qué daño te hice? Apenas pude hablar contigo.
    —Bueno…yo… —dijo dubitativa—. Cuando todo acabó, cuando tuve que partir hacia Europa, caí en la cuenta de que jamás volvería a verte. Solo te había visto dos veces, pero aun así sufrí demasiado al percatarme de ello. Mi mayor deseo era volver a verte en los pasillos de la fiscalía, saber quién eras, sin embargo eso ya no sería posible. Tal vez simplemente mi mente decidió cortar todo el dolor de raíz.
    Ema esbozó una sonrisa triste que jamás llegó a sus ojos, encogiéndole a Klavier el corazón. La joven y dulce Ema había sentido lo mismo que él. La ansiedad por volver a verlo, la intriga de saber de quien se trataba, y también la decepción y amargura al creer que nunca más volverían a encontrarse. A pesar de todo ella no lo había olvidado. Había soñado con él, con el joven que una vez fue, día tras día durante todos aquellos años. Como él sospechaba, su recuerdo había permanecido en lo más profundo de su memoria. Klavier había significado algo para ella, así como Ema había significado todo para él, sin embargo le dolía saber que había sufrido por su causa. Su tierna Ema, con sus ojos hermosos y tristes, sufriendo por él. Instintivamente la rodeó fuertemente con sus brazos, intentando borrar todo aquel dolor y sufrimiento que sentía. Mientras Ema apoyaba la cabeza en su pecho, Klavier comprendió que sin duda alguna la inspectora era la mujer de su vida. Había intentando olvidarla incontables de veces a lo largo de nueve años sin éxito alguno. Decenas de mujeres habían desfilado por su vida sin lograr conquistar su corazón, sin lograr quitar a Ema de él. Sin embargo, mientras le besaba la coronilla y aspiraba el suave perfume de su cuerpo, agradeció no haberlo logrado. La espera había valido la pena.
    Ema cerró sus ojos y se dejó consolar por aquel abrazo cálido que Klavier le brindaba. Por primera vez podía apreciar el calor reconfortante que un hombre podía ofrecerle. En los pocos meses que había compartido con Drake, si bien fingía estar atento a sus necesidades, jamás la había abrazado de aquella forma. Ahora podía notar la diferencia. En los brazos de Klavier se sentía segura, completamente a salvo. Sus besos y caricias la hacían sentir especial, y por momentos podía olvidar el dolor que se había liberado en su interior. Podía oír con claridad los suaves latidos de su corazón, los cuales le transmitían una paz y tranquilidad como nunca antes había experimentado. Allí, entre sus fuertes brazos, era el lugar en el que quería estar.
    —Si pudiera borrar todo el dolor que sientes sin dudar lo haría en un segundo, Fräulein —dijo Klavier mientras la acariciaba.
    —Mi mente ya lo hizo una vez, pero no quiero que vuelva a repetirse. Ese dolor es parte de mi vida, de mi historia. Ese dolor me recuerda que todo aquello fue real, que tú lo fuiste —respondió alzando su cabeza para mirarlo.
    —Así es, pero ya no sufras más. Aquí estoy y aquí estás. El destino quiso que nos volviéramos a encontrar y esta vez no pienso separarme de ti.
    Apoyó los labios en los suyos de manera tierna pero firme a la vez para sellar aquella promesa. Con aquel beso quería absorber todo el dolor que Ema sufría, quería transmitirle todo lo que sentía en ese momento, y todo lo que había sentido desde que la había conocido. Saboreó con dulzura aquellos labios suaves que lo volvían loco, delicadamente como si se trataran de algo frágil que pudiera romperse. Beso sus mejillas, su nariz y sus ojos con la misma ternura, prometiéndole en silencio que él seguiría a su lado siempre y la amaría de manera incondicional como lo había hecho durante todos aquellos años. Ema, por su parte, recibía sus muestras de cariño completamente entregada y con los sentidos concentrados en no perderse ningún olor, sonido, sabor o contacto mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar hasta el paraíso.
    Cuando Klavier apartó sus labios, ella lo rodeó con sus brazos y hundió la cara en su cuello, aspirando el dulce aroma que éste emanaba.
    —¿Klavier? ¿Puedo preguntarte algo?
    —Por supuesto que sí, amor mío.
    —¿En qué momento te volviste un cretino, pomposo engreído? —Klavier no pudo contener la risa.
    —¡Oye! A las chicas les gusta mi personalidad. Según mis fans, me hace irresistible.
    —Para mí te hace un idiota —dijo encogiéndose de hombros.
    —Bueno, a decir verdad es la única opinión que me importa. Y tiene sentido ya que me he comportado como un perfecto idiota contigo.
    —Me alegra que lo reconozcas. Pero aun así, cuando nos conocimos en la fiscalía, no recuerdo haber visto eso en ti. Parecías tan amable y encantador, completamente lo opuesto a lo que vi en el Parque People.
    —El tiempo a veces cambia a las personas, Fräulein.
    —Lo sé, sin embargo ahora volviste a ser el mismo de antes. ¿Qué provocó ese cambió en ti?
    —Tú lo provocaste —Ema le dirigió una mirada confundida—. Cuando te fuiste, no volví a mirar una chica en meses. Era imposible no compararlas contigo, con tus ojos, con tu hermosa sonrisa. Me costó demasiado aceptar que no había nadie como tú. Verte sólo dos veces me bastó para darme cuenta de lo especial que eras Ema, y simplemente no podía sacarte de mi cabeza.
    —Pero, ¿y eso que tiene que ver con tu cambio de personalidad?
    —Eso es fácil. Cuando comprendí que tenía que seguir adelante, fue justo cuando The Gavinners saltó a la fama, y conocí a muchas mujeres. Ser un cretino y pomposo, como tú me llamas, era la barrera que ponía entre ellas y yo. Para evitar que pidieran más de lo que podía darles.
    —Pero jugabas con ellas.
    —Ya te expliqué que no era así. Yo necesitaba olvidar, y ellas simplemente querían estar conmigo. Sabían que no podía darles lo que ellas querían y aceptaban las condiciones de igual manera.
    —Nunca se te conoció una relación.
    —Sabes mucho de mí, Fräulein —una sonrisa divertida se formó en sus labios—. Nunca etiqueté mis relaciones y mucho menos las hice públicas.
    —¿Por qué? —preguntó levantándose del sillón.
    —Tenía entendido que las mujeres cuestionaban a los hombres por sus relaciones anteriores y no por no tenerlas —dijo levantando las cejas al tiempo que reía.
    —Es que necesito saberlo.
    —¿Por qué?
    —Porque necesito saber a lo que me enfrento —dijo retorciéndose el pelo, nerviosa.
    —¿A lo que te enfrentas? ¿Conmigo? ¿Aun desconfías de mí?
    —No es eso, pero ¿en nueve años no has salido con nadie de manera formal?
    —No. Salí con muchas mujeres, con algunas incluso salí durante meses, sin embargo nunca tuve una relación seria. Pero no te confundas, jamás lo hice por afición a jugar con ellas.
    —¿Entonces por qué? —puso los brazos en jarras.
    —Porque no quería involucrarme con ellas. No quería volver a enamorarme y sufrir de nuevo.
    —¿E-enamorarte?
    —Así es. ¿Eso responde tu pregunta? —preguntó al tiempo que se ponía de pie para acercarse a ella—. Deja de preocuparte, tú eres todo lo que he esperado, no voy a dejarte ir tan fácil. ¿No confías en mí?
    —Es que todo esto es demasiado bueno para ser verdad.
    —Tú eres demasiado buena para ser verdad —dijo alzándole la barbilla y rozando sus labios—. ¿Quieres más vino?
    —¿Quieres emborracharme para llevarme a tu cama?
    —Tal vez —una pícara sonrisa apareció en su rostro.
    —Lástima, este no será tu día de suerte. Ya es tarde, debería irme, ¿me llamas un taxi?
    —¿Qué? ¿No piensas quedarte?
    —Ha sido un día demasiado agotador tanto a nivel físico como mental. Necesito pensar en todo esto. Fue demasiada información en tan poco tiempo.
    —Está bien, entonces te llevo.
    —Klavier… por favor.
    —Pero…
    —No te molestes, no es necesario —dijo acariciándole la mejilla.
    —¿Pero no querías viajar al Caribe?
    —Tengo unos ahorros guardados —dijo guiñándole el ojo.
    —Entonces guárdalos, yo te pagaré el taxi.
    —Klav…
    —Shh, sin chistar. Lo haré y punto.
    —Cretino engreído.
    —A las chicas les gusta —besó su frente y se separó de ella—. Voy a llamar el taxi, aguarda un momento.
    Mientras Klavier salía de la habitación, Ema se dirigió al otro lado a observar de cerca una serie de fotografías que yacían en un lujoso mueble. En ellas, Klavier mostraba su destreza en distintos escenarios, o posaba junto a celebridades del espectáculo. La joven se sorprendió al encontrar la foto de ellos dos que había visto en su oficina en medio de aquellas que debían significar mucho para él, sin embargo una foto en particular llamó su atención. En ella un Klavier adolescente posaba con una guitarra sonriéndole a la cámara. El Klavier de sus sueños, el Klavier de sus recuerdos, pensó mientras la tomaba y recorría sus facciones con los dedos.
    —¿Qué foto miras? —preguntó el fiscal a escasos pasos de ella.
    —La tuya con la guitarra.
    —Esa fue durante la navidad antes de conocerte. Fue un regalo de Kristoph, había pertenecido a mi padre.
    —Si hubiera visto esta foto antes, te hubiera recordado con mayor facilidad. Luces exactamente como en mis sueños. Al menos los ojos y la sonrisa.
    —Si hubiera sabido la hubiera puesto en mi oficina —dijo sonriendo.
    —¿Por qué trajiste nuestra fotografía aquí?
    —Después de que encarcelaran a Daryan y yo me tomara un receso, la traje ya que aquí pasaba la mayor parte del tiempo. Pero después decidí hacer una copia para tenerla en la oficina también.
    —Es una bonita foto.
    —Tú la haces bonita.
    —Gracias —dijo sonrojándose de repente.
    —¿Aun guardas la revista donde salió?
    —Sí, la tengo debajo del sillón —Klavier soltó una carcajada.
    —Vaya… Entonces te regalaré una copia así la colocas en tu mesa de luz.
    —Me parece una estupenda idea. Pero creo que la dejaré en el baño.
    Sonriendo y rodeándola con sus brazos, la atrajo a si mirándola fijamente a los ojos.
    —Por favor, dime que no te arrepentirás de esto —dijo con voz suplicante.
    —Klavier…
    Tomó su rostro en sus manos y por primera vez lo besó. Al fiscal le sorprendió que ella tomara la iniciativa, sin embargo la abrazó con fuerza como si de ello dependiera que Ema se quedara con él para siempre.
    —Klavier, yo… —susurró junto a sus labios.
    Una bocina sonó fuera, anunciando la llegada del taxi e interrumpiéndolos.
    —Al parecer ser Klavier Gavin provoca que los taxis vengan rápido —dijo sarcástico rozando su nariz con la suya—. Por favor, dilo.
    —No lo haré —prometió más para ella misma que para él.
    Besó sus labios una vez más y luego se separó para ir en busca de sus cosas. Klavier la ayudó a ponerse el abrigo y la acompañó hasta el taxi. Allí, le dio suficiente dinero para el viaje, la despidió con un romántico y prolongado beso, y se quedó afuera observando cómo se alejaba hasta que el taxi se perdió de vista.
    Tan pronto como Ema llegó a su casa se metió en su cama completamente abrumada por todo lo que había sucedido aquella noche, y por primera vez en mucho tiempo lloró. Lloró por la Ema adolescente que tanto había sufrido y que tanto había olvidado. Lloró por el dolor que aquellos nuevos recuerdos le provocaban y lloró de alivio por haber recordado una parte tan importante de su vida. También lloró por Klavier, por su mirada de sorpresa y luego de furia al reencontrarse con ella en el parque People. Por el sufrimiento que le había producido al no recordar al hombre que no había podido sacarla de su mente durante tantos años e inconscientemente la había esperado. Lloró por los besos que se había perdido y por su propia inseguridad que no le permitía amarlo como su corazón le imploraba. Lloró, hasta quedarse profundamente dormida.
     
  3.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    5851
    CAPITULO 23: Visita sorpresa

    El sol se colaba por su ventana cuando un ruido estrepitoso en la cocina la despertó de su profundo sueño. Con el corazón acelerado y los músculos en tensión se levantó de un salto en la cama. Inmediatamente buscó su pistola, sin embargo recordó que la había dejado en un mueble de la sala. «Muy inteligente, inspectora Skye» pensó mientras buscaba algo que pudiera utilizar como arma. El intruso continuaba haciendo ruidos en su cocina, como si estuviera buscando algo, como si no hubiera nadie más allí. Ema tomó su paraguas con el que tenía planeado defenderse hasta alcanzar su arma, si es que el desconocido visitante no la había encontrado primero. Sigilosa y concentrada en los sonidos que oía, salió de su habitación para atacar al delincuente por sorpresa. Pegada a la pared, recorrió el corto pasillo silenciosamente hasta llegar a la cocina, donde el movimiento era más notorio. Inspiró profundo y con un grito de guerra salió de su escondite para enfrentar al malhechor.
    —¡Dios mío, Ema! ¿¡Qué demonios te sucede!? ¡Me vas a matar del susto!
    —¿¡L-Lana!? ¡Lana!
    Soltó el paraguas y rápidamente fue al encuentro de su hermana, a quien abrazó efusivamente mientras gritaba emocionada.
    —¿Qué haces aquí? ¿Cómo estás? ¿Por qué no me avisaste? ¿Cuándo llegaste? —preguntó sin casi respirar.
    —Yo también me alegro de verte, hermanita —dijo sarcástica mientras le acomodaba un mechón de pelo detrás de su oreja.
    —No me regañes, es que me sorprende verte aquí. Me asustaste, podría haberte atacado pensando que eras un ladrón.
    —¿Con un… paraguas?
    —Es lo que tenía a mano —respondió encogiéndose de hombros.
    —¿Y tu arma?
    —En aquel mueble —se retorció el pelo, nerviosa.
    —Por Dios, eres incorregible. Disculpa, no quise despertarte y mucho menos asustarte. Te quería sorprender preparándote el almuerzo pero ¿Dónde demonios tienes una sartén?
    —¿Almuerzo? ¿Qué hora es? —dijo mientras rebuscaba en su mueble—. Aquí tienes.
    —Son las doce y media, ¿por qué duermes tanto? ¿Es que acaso no trabajas?
    —Anoche me dormí tarde —respondió intentando no ponerse nerviosa—. Me han dado el fin de semana libre por el éxito en la resolución de un caso.
    —¿Cuál caso? ¿El de Kristoph Gavin?
    —Vaya, te has enterado.
    —¿Cómo no hacerlo? Salió en todas las noticias y diarios. Un caso difícil, ¿eh?
    —Ni me lo recuerdes. Por suerte con la ayuda de Phoenix, su pupilo Apollo pudo enviar a Kristoph Gavin a la cárcel.
    —No quiero imaginar cómo debe estar su hermano, el fiscal.
    —S-si… yo tampoco. Oye, ¿que estas por cocinar? —dijo cambiando de tema nerviosa.
    —Oh, unos huevos revueltos con filetes. Recién empiezo, ve a bañarte mientras cocino. Luces fatal, pareciera que has estado llorando.
    —No digas tonterías. He tenido días en los que no he dormido mucho.
    —No te juzgo, adelante ve. La comida estará lista cuando termines.
    Ema se dio una ducha rápida mientras Lana cocinaba. No podía creer que su hermana estuviera de regreso. Había llegado en el momento menos oportuno, o quizás en el más, dependiendo desde donde se lo mirara. Ema nunca había sido muy abierta con sus sentimientos y mucho menos con su hermana. La distancia que Lana había tomado cuando Ema era una adolescente, había abierto un gran abismo entre ellas que poco a poco se fue cerrando y sanando las heridas provocadas. A pesar de que su hermana se encontraba en la cárcel y ella en Europa, intercambiaban correo seguido, contándose las novedades y reparando aquel vinculo. Le había contado sobre Drake en su momento, aunque lo hizo cuando ya había pasado bastante tiempo, sin embargo no se sentía preparada para hablarle de Klavier. Todo aquello era muy reciente, ni siquiera había tenido tiempo de pensar y analizar lo que había sucedido la noche anterior. La cabeza aun le daba vueltas de solo recordarlo. Parada frente al espejo, observó su rostro ojeroso y se tocó los labios, rememorando la ansiedad con la que Klavier los había devorado. Desvió su mirada hacia la mesa de luz, donde reposaba la bola de cristal, aquel regalo que tantos años había esperado para ser entregado. Lo tomó en sus manos, y agitándolo suavemente observó la nieve caer en ella mientras una sonrisa se formaba en sus labios. Lo dio vuelta y volvió a leer la pequeña inscripción: “Para Ema. Así estaremos cerca a pesar de la distancia. Con cariño, Klavier 28/02/2017”. Los ojos se le llenaron de lágrimas, mientras depositaba la bola de cristal suavemente en su lugar. No sabía cómo afrontar lo que se avecinaba, había abierto una puerta sin saber exactamente lo que había del otro lado. Klavier le había pedido que no se arrepintiera, casi como una súplica, y su propio corazón también se lo imploraba, sin embargo su cabeza le pedía a gritos que huyera en dirección contraria.
    —¡Ema! ¡Apúrate! —gritó Lana sacándola de la profundidad de sus pensamientos.
    —¡Un segundo!
    Se echó un último vistazo en el espejo, cerciorándose de que no quedara ningún rastro de su pesar, y fue al encuentro de su hermana. Al entrar en la sala, Lana ya estaba sentada en la pequeña mesa con la comida servida, ojeando una revista.
    —Vaya, vaya. No me habías contado que salías con Klavier Gavin —dijo sin levantar la vista mientras Ema se sentaba.
    —¿¡Q-que yo qué!? —preguntó alarmada.
    —Bueno, aquí no dice eso, pero se los ve muy juntos y sonrientes.
    —¿De qué demonios estás hablando?
    —De esta revista. La encontré mientras acomodaba un poco el desorden de este lugar.
    —Dame eso —dijo quitándosela—. Sólo fue una maldita foto en una cena de la policía, no digas tonterías.
    —¿Segura que fue sólo eso? —preguntó levantando la ceja.
    —¿A qué te refieres? —dijo mandándose un bocado, procurando no perder la calma.
    — A que si hubiera sido “sólo una maldita foto” no te hubieras puesto tan nerviosa.
    —Deja de fantasear Lana, el viaje por Europa te hizo mal.
    —Si tú dices… —dijo sonriendo mientras comenzaba a comer.
    —¿Cómo te ha ido en tu viaje?
    —Oh, todo ha sido espectacular. He disfrutado cada segundo de libertad. Dicen que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, y puedo decir que es completamente cierto.
    —¿Y por qué has regresado?
    —¿Tanto te molesta que esté aquí? —preguntó sonriéndole.
    —¡No quise decir eso! —dijo rápidamente—. Es que me sorprendió verte, no te esperaba.
    —Lo sé, solo bromeaba. Volví porque era momento de regresar. Mi corazón así me lo pedía. Este es mi lugar, además también extrañaba a mi pequeña hermana.
    —Yo también te extrañé mucho, pero quería que siguieras disfrutando.
    —Ya disfrute demasiado, ya es tiempo de retomar mi vida.
    —¿Vas a quedarte aquí?
    —Si no es molestia, sí. Si no, puedo irme a un hotel.
    —¡Claro que no lo es!
    —Pronto se desocupará nuestro anterior departamento e iré hacia allí. También debo ponerme a buscar trabajo. No te preocupes, procuraré no molestarte.
    —Ya déjate de tonterías, no eres una molestia. Tomate el tiempo que quieras, mi casa es tu casa —dijo dedicándole una amplia sonrisa.
    —Gracias Ema.
    —¿Vas a volver a la fiscalía?
    —No creo que eso sea posible, considerando que fui encarcelada por falsificación de pruebas. Pero aun así tengo buenas referencias y muchos contactos, tal vez pueda encontrar algo del rubro —dijo encogiéndose de hombros.
    —Seguramente así será, y sabes que puedes contar conmigo para lo que sea —afirmó mientras tomaba su mano a través de la mesa.
    —Lo sé, y te lo agradezco. Cambiando de tema… ¿Tu sillón es lo suficientemente cómodo?
    —¿A qué te refieres?
    —Para dormir en él.
    —Bueno, me he dormido mis buenas siest… ¿Dormir en él? ¡Ni hablar! Dormirás en mi cama.
    —P-per…
    —Eres mi invitada de honor, así que no discutas. Dormirás en mi habitación y punto.
    —Pero ¿y tú?
    —En el sillón.
    —¡No puedo permitir eso!
    —¡Oye! ¡No desprestigies mi sillón! ¡Puede oírte! Es muy cómodo.
    —Si Ema, pero ésta es tu casa, me resulta incómodo que tú tengas que dormir ahí mientras yo duermo en tu cama.
    —Ya deja de quejarte y acéptalo.
    —Está bien, pero tu cama es lo suficientemente grande para que entremos las dos. A menos que tengas a alguien más para dormir —dijo Lana guiñándole el ojo.
    —¡Uf! ¡Ni te imaginas! —exclamó revoleando los ojos—. Uno distinto cada semana.
    —Espero que al menos tengas la decencia de cambiar las sabanas.
    —Lo averiguarás esta noche.
    —¡Iug! ¡Ema!
    —¿Qué? Tú empezaste —sonrió divertida.
    —Pero hay cosas que son innecesarias. Ahora por chistosa, te toca a ti lavar los platos, hermanita.
    —Eres perversa —Ema la miró entrecerrando los ojos.
    —Es lo menos que puedes hacer después de que te cocinara este delicioso almuerzo.
    —Odio cuando tienes razón.
    —Siempre la tengo —dijo sonriendo—. Bueno, yo desarmaré mis maletas. ¿Dónde puedo dejar mi ropa?
    —Oh, espera un momento. Ya te haré un lugar en mi armario y te ayudaré a desempacar.
    Luego de lavar los platos, Ema acomodó su habitación para el confort de su hermana. Era lo menos que podía hacer después de haberla extrañado tanto. Cambió las sabanas por las dudas su hermana se hubiera creído su pequeña broma, y guardó la bola de cristal para que no preguntara por ella. Aun no se sentía preparada para hablarle de Klavier, era mejor que no lo supiera, al menos de momento. ¿Qué le diría? ¿Que se había encontrado con el joven del cual se había enamorado en su adolescencia y que aún seguía enamorada de él? Ema sabía muy bien que era algo mucho más complejo que eso y que ella misma aun no podía asimilarlo. No sabía cómo afrontar lo que se venía, y su estómago se encogía cada vez que pensaba en ello, pero ese no era momento de amargarse. Estaba con su hermana después de tanto tiempo, y estaba decidida a disfrutar cada segundo con ella.
    Pasaron la tarde acomodando el departamento y poniéndose al día. Lana le contaba cosas de su viaje, y Ema le contaba sobre los casos difíciles que le habían tocado y como Apollo junto a Trucy la habían ayudado. Le contó como Phoenix le había pedido ayuda y como habían desenmascarado a Kristoph Gavin juntos. Klavier conocía aquel detalle, al menos aún, sin embargo Ema no sabía si era conveniente contárselo. Sentía algo de culpa por ello, pero aunque al momento de ayudar Phoenix no sabía que se trataba de Kristoph, sabía muy bien que lo hubiera ayudado de igual manera. ¿Se enfadaría Klavier si le contara? ¿Debería decírselo? Era algo que se preguntaba desde el día del juicio, cuando Kristoph fue encontrado culpable. Había pensado en contárselo, pero luego todo había cambiado. Ahora una parte de ella temía que Klavier se alejara al enterarse que con su ayuda, su hermano había sido declarado culpable una vez más.
    Luego de ver las fotos que Lana había sacado durante su viaje, ésta última decidió ir a darse un baño para refrescarse un poco después de tantas horas de vuelo. Mientras se bañaba, Ema fue a su habitación por su celular que había dejado en silencio sobre su mesa de luz. Después de prepararse un té, se puso a revisar sus mensajes. El corazón le dio un salto al comprobar que tenía numerosas llamadas perdidas y mensajes de texto de “Cretino pomposo”. El primer mensaje era de las 10 de la mañana: “Buenos días Fräulein, espero que tengas un hermoso día. ¿Cómo te encuentras?”. Dos horas más tarde había enviado el segundo: “Vaya que te gusta dormir. Espero que estés soñando conmigo. Anoche te noté cansada, debes estar agotada así que avísame cuando te despiertes”. Una sonrisa se formó en los labios de la inspectora quien continuó abriendo los mensajes mientras oía a Lana salir de la ducha. El tercer mensaje había llegado unas horas después, con un tono distinto: “¿Ema? ¿Te encuentras bien?”. “¿Por qué no contestas el teléfono? ¿Ha pasado algo?”, decía el cuarto. Cambiando el semblante de su rostro, la joven abrió los dos siguientes: “¿Te has arrepentido, verdad? Dime por favor que no te has arrepentido”, “Ema por favor, atiende el teléfono. Tenemos que hablar”. El ultimo era de hacia una hora, y tenía gran cantidad de llamadas perdidas. Klavier debía estar desesperado. Estaba por devolverle la llamada cuando Lana le pidió que le alcanzara un bolso que había quedado en la cocina. Lo tomó y mientras se dirigía a la habitación alguien llamó a la puerta. Al abrirla, el corazón le dio un vuelco.
    —¿¡Klav…!?
    Antes de que pudiera reaccionar, el fiscal irrumpió en su departamento, y rodeando su cintura la levantó para plantarle un apasionado beso. Con los pies colgando y los ojos abiertos como platos, intentó separarse en vano, ya que sus brazos la sostenían con fuerza y sus labios la besaban con una furia desenfrenada. El bolso de Lana cayó al piso liberando sus manos, las cuales utilizó para empujar a Klavier, sin éxito alguno.
    —Kla… vier… Es…per…a —logró apenas decir mientras luchaba contra él.
    —He esperado nueve malditos años, ya no más —respondió separándose escasos milímetros y arremetiendo una vez más con su boca.
    —Ejem…
    El fiscal abrió los ojos confundido, encontrándose con la mirada exaltada de Ema, quien en silencio levantó su mano para señalar hacia un costado. Siguiendo la dirección que ésta le indicaba, separó su boca y con horror observó a Lana, que se encontraba en la puerta de la habitación apreciando aquel espectáculo.
    —¡S-señorita Skye! D-disculpe, no sabía que Ema tenia compañía —dijo excusándose al tiempo que depositaba lentamente a la inspectora en el suelo.
    —¿”Sólo una maldita foto”? —preguntó a Ema levantando las cejas, divertida.
    —¡N-no es lo que tú piensas! —respondió mientras movía las manos negativamente desesperada.
    —¿Entonces es el que toca esta semana?
    —¡Lana! —exclamó mientras el rubor se apoderaba de su rostro.
    —Permítame presentarme —interrumpió Klavier al tiempo que daba un paso adelante y extendía su mano—. Klavier Gavin.
    —Lana Skye. Debo admitir que eres más guapo personalmente que en televisión, buena elección hermanita —dijo guiñándole el ojo.
    —N-no es lo que parece —respondió Ema aun avergonzada.
    —A decir verdad, no me sorprende. Te deslumbró cuando era un adolescente, ¿Por qué no lo haría ahora?
    —¿¡Qué!? —preguntaron los dos al unísono.
    —¿Tú lo conoces?
    —¡Claro! Una vez me preguntaste por él, y cuando noté tu desilusión al comprobar que yo no sabía quién era, decidí averiguarlo. Trabajabas como ayudante en la oficina del fiscal, ¿no es así, Klavier?
    —Y-yo… si, así es.
    —¿Lo ves?
    —¿Y por qué no me lo dijiste?
    —Bueno, en ese momento sucedió todo lo de Goodman y Gant, lo olvidé por completo.
    —¿Y ahora? ¿Por qué no me dijiste que se trataba del mismo?
    —¿No lo sabias?
    —¡No! Perdí la memoria, ¿recuerdas?
    —Vaya detalle, sin embargo una vez intenté preguntártelo cuando te llamé por teléfono. Pero creo que en ese momento llamaron a tu puerta y no pude hacerlo. Has crecido mucho y te has convertido en un gran fiscal —dijo observando a Klavier—, te felicito.
    —Muchas gracias señorita Skye.
    —Por favor, dime Lana, ya que somos prácticamente de la familia.
    —¡Lana! —exclamó Ema en tono de reproche.
    —¿Qué? ¿Acaso no es así?
    Klavier se giró y la observó levantando sus cejas, divertido, esperando su respuesta.
    —Y-yo… yo… ¡Demonios! ¡Dejen de confundirme, maldita sea!
    —Tú te confundes sola. En fin, dame mi bolso, voy a ir a comprar mercadería ya que en este lugar no hay nada más que bocaditos. ¿Te quedas a cenar Klavier?
    —¿A c-cenar? —preguntó dirigiendo su mirada hacia Ema quien lo observaba alterada—. ¡Claro, me encantaría!
    —¡Muy bien! —dijo Lana satisfecha— Entonces volveré en unos minutos, ¿necesitas algo del almacén, Ema?
    —Un whisky, del más fuerte.
    —Muy graciosa. Bueno, ya vuelvo —dijo saliendo por la puerta—. Ah, por cierto, Ema…
    —¿Si?
    —Recuerda que acabamos de cambiar las sabanas.
    —¡Vete de una maldita vez!
    Roja como un tomate, la empujó cerrando la puerta, mientras oía la risa de su hermana detrás de ésta. Klavier la observaba divertido dar pequeños golpes con su cabeza en la abertura.
    —¿Te encuentras bien?
    —¿Me puedes explicar… —dio media vuelta para mirarlo con su mirada fría— que demonios estás haciendo aquí?
    —También me alegro de verte, Fräulein.
    —¡Hablo en serio! ¿Tienes idea de lo que tendré que soportar ahora que Lana fue testigo de tu ataque de pasión desenfrenada?
    —Eso no hubiera sucedido si hubieras respondido alguno de los cientos de mensajes que te envié, o devolverme las llamadas.
    —Dejé el maldito celular en mi habitación y no lo oí. Estaba a punto de llamarte cuando irrumpiste en mi puerta, señor Gavin.
    —¿Ah, sí? Pues demasiado tarde, señorita Skye.
    —¡Lana vino de sorpresa! ¿Qué demonios querías que hiciera?
    —Lo siento, mis poderes mágicos no funcionan los fines de semana —respondió sarcástico.
    —No deberías haber venido.
    —Discúlpame por entrar en pánico al no saber nada de ti.
    —Eres un paranoico.
    —Tengo miedo de volver a perderte —estiró su mano para acariciarle el rostro. La mirada de Ema aún era fría—. Siento haber venido así tan atropelladamente, pero anoche cuando te fuiste te noté un poco confundida y temí… temí que te arrepintieras de lo que sucedió.
    —Klavier yo… —bajó la mirada intentando encontrar las palabras—. No me arrepiento de lo que sucedió anoche, pero aun así, no sé cómo afrontar lo que sigue. Ni siquiera sé qué es lo que sigue.
    —Ema…
    —Déjame terminar. Somos muy distintos. Tú eres tan… Klavier, y yo soy tan… Ema. Ya no somos los mismos jóvenes de hace nueve años. Ambos crecimos y vivimos distintas experiencias que nos fueron marcando a lo largo del tiempo. No soy la misma Ema que tu conociste, y quizás no sea lo que tu esperas.
    —Fräulein… —dijo alzando su barbilla para encontrar su mirada—. Mírame a los ojos y dime que no sientes absolutamente nada por mí.
    —K-Klav…
    —Sólo hazlo. Si lo haces, me iré por esa puerta y no volveré a molestarte nunca más. Pero si, por el contrario no lo dices, lucharé por ti cada día de mi vida, y te haré saber lo importante que eres para mí.
    —Yo…
    —Dilo —susurró.
    —Yo… no puedo hacerlo —bajó la mirada, apenada.
    —Es todo lo que esperaba oír.
    Klavier tomó el rostro de Ema con sus manos, acariciado sus mejillas con los pulgares. La miró a los ojos dedicándole una dulce sonrisa y lentamente acercó su rostro hasta rozar sus labios. La besó con la delicadeza de una pluma, procurando transmitirle todo el amor que sentía por ella. Con una mano rodeó su cintura y la atrajo hacia su cuerpo, profundizando más el beso. La cabeza de Ema daba vueltas mientras su cuerpo tensionado se relajaba y cedía ante aquella ola de pasión. Se permitió gozar de la humedad de sus labios y su suavidad, que le erizaban cada centímetro de su piel. Allí estaba atrapada una vez más en aquel torbellino, allí estaban las pulsaciones alteradas, la respiración agitada y el temblor en las piernas. Klavier avanzó arrinconándola contra la pared, ahogándola con su cuerpo, con sus brazos, con su pecho y también con su perfume. Deseaba complacerla, pero más aún anhelaba su aprobación. Necesitaba que Ema dejara atrás todos sus miedos y la desconfianza que por él sentía. El temor de perderla de nuevo se apoderó de su cuerpo, acelerando su pasión y desesperación al besarla. La punta de los pies de Ema apenas rozaban el piso con el cuerpo de Klavier sosteniéndola contra la pared. Su lengua jugueteaba con la de ella, seduciéndola, y Ema solo podía dejarse llevar. ¿En qué lio se estaba metiendo? Porque sin duda cada vez se precipitaba más hacia un lio que no podía manejar. Toda su vida había analizado los pros y los contras de sus acciones antes de tomar una decisión, pero allí, con la firmeza de la pared en su espalda, sentía que había perdido el control. Sin embargo en aquel momento no le importaba. Deseaba tomar todo lo que Klavier le ofrecía, sin medir consecuencia alguna. Acarició su espalda y enredó sus dedos en su cabello dorado, mientras el fiscal se hundía más en ella. Lo que había comenzado como un beso tierno era ahora un desbocado terremoto de lujuria. Klavier recorrió el cuerpo de Ema con sus manos, descendiendo hasta sus piernas donde, con un rápido movimiento, las alzó rodeando su cintura. Sintió el cuerpo de la inspectora temblar, y deseó que fuera de placer. La joven se asió a sus caderas con fuerza, al tiempo que Klavier la aprisionaba más contra la pared. Había miles de razones para frenar aquella locura, sin embargo a Ema no se le ocurrió ninguna. Podía percibir el corazón de Klavier golpear con fuerza en su pecho, al igual que lo hacia el suyo. Sus pulmones imploraban por una pausa para retomar el aire que habían perdido, pero ninguno de los dos quería parar. Klavier había besado muchas bocas en su pasado, pero sin dudas la de Ema era, por lejos, la más dulce que había probado.
    Estaban tan perdidos el uno en el otro que los pasos que se oían por el pasillo del edificio casi los toman por sorpresa.
    —¡La…na! —alcanzó a decir entre los labios del fiscal.
    Muy a su pesar Klavier la depositó en el suelo separándose de ella a medida que los pasos se acercaban.
    —Eres mi perdición, Fräulein. Me vuelves loco —susurró junto a su boca para luego depositarle un tierno beso.
    Se separó de ella al tiempo que la llave era introducida en la cerradura. Ema se pasó la mano por el pelo intentando disimular lo que había sucedido. No temía que Lana la reprendiera por ello, ya que era una mujer adulta responsable de sus actos, pero aun así no podría soportar las preguntas que ésta le haría. Preguntas que ni ella misma sabia responder.
    Lana ingresó con gran cantidad de bolsas y observó con curiosidad a su hermana y a Klavier quienes estaban en silencio separados uno del otro. Como buena fiscal que había sido, notó los labios hinchados de Ema y los cabellos revueltos del fiscal que observaba con fingido interés los libros de la biblioteca.
    —¡Vaya que son rápidos! —exclamó sonriendo—. Espero que al menos no haya sido en la cama.
    —¡Demonios Lana, basta ya! —dijo golpeándola suavemente en el hombro al tiempo que se sonrojaba.
    Lana rio divertida contagiando a Klavier quien soltó una risotada cuyo sonido hizo saltar el corazón de Ema, como si hubiera vibrado dentro de su pecho. Klavier la ayudó con las bolsas de mercadería y luego la ayudó con la cocina, por recomendación de Ema quien los observaba a un costado y de vez en cuando intervenía en la animada charla que mantenían. Estudió el perfil de Klavier, con su nariz recta y sus pómulos apenas marcados. Observó su piel bronceada, y sus labios suaves y carnosos. Esos labios que la hacían temblar de placer. Miles, o millones quizás, de mujeres deseaban y anhelaban a aquel hombre que charlaba animadamente en su cocina, sin embargo él decía solo quererla a ella, algo casi imposible de creer, pensó. Cuando Klavier le daba la espalda, Lana se las ingeniaba para observar a Ema con una mirada cómplice, guiñándole el ojo, provocando que ésta se incomodara y bajara la mirada. Aun así, le sorprendía la soltura con la cual Lana y Klavier conversaban, como si fueran amigos de toda la vida. No había ni un atisbo de la arrogancia que ella tanto conocía, sino todo lo contrario, el fiscal se comportaba de manera agradable y respetuosa. No era algo fingido ni planeado, podía notar que Klavier estaba totalmente relajado y actuando con naturalidad. Se sentía cómodo con Lana y viceversa. Ambos habían congeniado a la perfección, pero ¿por qué se sentía tan nerviosa al respecto? Era como si su cabeza hubiera esperado todo lo contrario para así tener una excusa a la cual aferrarse, una vía de escape, aunque su corazón se sentía muy a gusto con aquella situación.
    Cenaron en la pequeña mesa, compartiendo una armoniosa velada. Hacía tiempo que Ema no cenaba con compañía y la pasaba tan bien como en ese momento, sin contar la noche anterior por supuesto. Se había acostumbrado a la soledad desde que se había ido a Europa, o incluso antes, ya que Lana siempre estaba ocupada como para cenar con ella. Había aprendido a disfrutarla, cenando en la cama o en su sillón mientras veía sus series favoritas o leía un buen libro, sin embargo cenar acompañada por su hermana y Klavier le estaba resultando bastante agradable. Si bien prefería no intervenir en la conversación, disfrutaba ver el intercambio de ideas y posturas entre Lana y el fiscal. Ambos tenían en común la pasión por la fiscalía y por la justicia, y aunque Lana ya no ejerciera, podía notar el brillo en sus ojos al hablar sobre el tema. Ante sus preguntas, Klavier le contó los cambios que hubo en la fiscalía después de que fuera encarcelada. Le habló sobre los antiguos empleados que aun trabajaban allí y sobre los nuevos. Era muy respetuoso y cuidadoso al tocar el tema de su encarcelamiento, pero a Lana no parecía molestarle. Ella le contó detalladamente lo que había sucedido en aquel entonces, conversación en la que Ema participó ya que le servía para seguir rellenando los huecos de su memoria. Klavier escuchaba atentamente cada cosa que Lana decía, esperando pacientemente para hacer preguntas u opinar al respecto. De vez en cuando, cuando notaba la tensión en Ema, deslizaba su mano bajo la mesa para entrelazar sus dedos con delicadeza, gesto que ésta agradecía dándole suave apretón.
    —Debe haber sido muy duro para ti dejar la fiscalía —dijo Klavier cuando Lana terminó su relato.
    —Si que lo fue, pero fue más duro tener que separarme de mi hermana.
    —Sí, puedo imaginarlo —una triste y fugaz sonrisa apareció en su rostro.
    —Siento mucho lo de tu hermano. Sé que debe haber sido duro para ti, así como también lo fue para Ema en su momento.
    —¡Lana! —dijo Ema entre dientes mientras le daba una suave patada bajo la mesa.
    —Está bien, Ema. No tienes de que preocuparte. Es difícil, pero aun así me consuela saber que un asesino tan despiadado se encuentre tras las rejas. Contigo fue diferente porque no cometiste ningún asesinato, y todo lo que hiciste fue para proteger a tu hermana. Pero Kristoph no. Actuó por sí mismo, por su orgullo y por su ego. Me resulta difícil el hecho de no haber podido prever todo esto. Ver la filmación que Wright consiguió donde prácticamente Kristoph confesó sus crímenes fue un golpe muy duro —Ema apretó los puños nerviosa—, sin embargo mi mayor consuelo es saber que no podrá hacerle más daño a nadie.
    —Es una manera muy madura de verlo. No te conocí cuando eras un adolescente, pero puedo observar que te has convertido en un gran fiscal, pero sobre todo en un gran hombre.
    —Muchas gracias, Lana. Como fiscal, es un honor que alguien como tú lo diga —sonrió.
    —Oh, no hay de qué. Pero ahora dime, ¿Qué intenciones tienes con mi pequeña hermana?
    Ema, quien estaba tomando un trago de refresco, se sorprendió tanto que acabó ahogándose y tosiendo convulsivamente.
    —Mis intenciones son nobles, señorita Skye —respondió sonriendo mientras golpeaba la espalda de una sonrojada y ahogada Ema—. Nueve años pasaron sin que pudiera sacarla de mi mente. Imaginarás mi sorpresa cuando me crucé con su fría mirada en una escena del crimen hace unos meses. Y ahora que la he encontrado voy a luchar incansablemente para obtener lo que siempre he anhelado: su amor —sus ojos se posaron en los de la inspectora, los cuales se encontraban llorosos producto del ahogamiento.
    —Oh mira, se ha emocionado, que tierna —sonrió divertida—. Puedo ver la sinceridad en tus ojos, me tranquiliza saber que está en buenas manos.
    —¡Dios mío, dejen de hablar de mi como si tuviera cinco años! —exclamó Ema con la garganta reseca.
    —No te preocupes, todos sabemos que tienes ocho —Lana le guiñó el ojo a Klavier mientras Ema le lanzaba una mirada furiosa.
    —Bueno, creo que ya es hora de irme. Es tarde y seguramente ustedes querrán descansar —dijo el fiscal palmeándole la rodilla a Ema—. La he pasado de maravilla, muchas gracias por invitarme. Fue un gusto conocerte Lana, otra vez.
    —El gusto es mío. Espero verte seguido por aquí.
    —Yo espero lo mismo —sonrió mientras se ponía de pie—. Pronto las invitaré a mi casa.
    —Iremos gustosas, ¿verdad Ema? Acompáñalo abajo, yo recojo esto.
    —Buenas noches Lana.
    —Buenas noches Klavier —dijo estrechando su mano.
    Ema lo acompañó en silencio hasta afuera, donde la imponente motocicleta lo esperaba.
    —La Lana que conocí en la oficina del fiscal era muy distinta a la que vi hoy —dijo Klavier—. Se la ve más suelta y no tan seria como lo era en aquella época.
    —Sí, es verdad. Todo lo que vivió la hizo ver la vida desde otra perspectiva.
    —Me gusta más esta Lana.
    —A mí no tanto —respondió cruzándose de brazos, provocando una sonrisa en el fiscal.
    —Porque eres una malhumorada —Ema le sacó la lengua divertida, sin embargo su semblante se puso serio, de repente—. ¿Sucede algo, Fräulein?
    —T-tengo que decirte algo.
    —No hagas que me preocupe, dime.
    —Entenderé si cuando te lo diga te enfadas y no quieres volver a verme, pero necesito hacerlo —la voz de Ema comenzó a temblar.
    —¿De qué estás hablando? ¿Qué pasa? —Klavier la miró con preocupación.
    —Y-yo… Yo ayude a Phoenix a conseguir la filmación de Kristoph.
    —Fräulein…
    —Y-yo le di la cámara oculta, y le expliqué como utilizarla —continuó—. Ese día que tú me viste con él… Ese día vino a pedirme ayuda y le di esa idea, pero no sabía que era para atrapar a Kristoph… yo no lo sabía. Lo siento.
    —Si hubieras sabido que se trataba de Kristoph, ¿lo habrías ayudado de igual manera?
    —Si —dijo agachando la mirada, apenada—. Puedes gritarme si quieres, no te lo reprocharé.
    —No puedo sentirme más orgulloso de ti.
    —¿Q-qué? —lo miró completamente confundida.
    —Hiciste lo correcto Ema. Un asesino despiadado está en la cárcel, y todo gracias a ti.
    —P-pero…
    —No importa que sea mi hermano. Actuaste como toda una profesional y eso es lo que importa —le recogió un mechón de pelo detrás de la oreja—. Me complace saber que no hubieras cambiado de parecer si hubieras tenido conocimiento de que se trataba de él.
    —¿No estás enojado?
    —¿Por qué hiciste tu trabajo y ayudaste a encarcelar a una persona peligrosa? ¿En serio?
    —Yo creí…
    —No busques excusas para apartarte de mí, porque ¿sabes qué? No me iré.
    —Deberé esforzarme más la próxima vez. Quizás te raye la moto o algo —dijo provocándole una risotada al fiscal.
    La temperatura había bajado lo suficiente como para hacerla tiritar, algo que Klavier notó al instante.
    —Vete adentro, te vas a enfermar —dijo frotándole el brazo cariñosamente—. Llámame mañana, sé que tienes que trabajar, pero al menos escríbeme para saber que estás bien.
    —Lo haré.
    —¿Lo prometes?
    Ella sonrió y acercándose, lo abrazó por la cintura y lo besó con suavidad en los labios para luego apoyar la cabeza en su pecho.
    —Lo prometo —susurró.
    Klavier besó su coronilla, aspirando el dulce perfume de su cabello mientras le acariciaba la espalda. Se sintió protegida por aquellos magníficos brazos que la rodeaban, y se dejó llenar por los suaves latidos de su corazón. El calor reconfortante la hacía desear quedarse allí para siempre, disfrutando la seguridad que le brindaba su abrazo mientras el resto del mundo seguía girando a su alrededor. Levantó la cabeza y con la mirada buscó ansiosa la boca de Klavier, quien se la brindó al instante besándola con dulzura. Podía sentir la calidez de su respiración, así como también la humedad de su boca. Todo en él era increíble e irreal, todo en él le pertenecía, y eso la aterraba. Se besaron durante un largo rato, perdidos en su propio mundo, donde nada más existía. Estaban tan sumidos en aquel beso que no se percataron del auto estacionado justo en frente, del cual una cámara tomaba una serie de fotografías.
    Cuando regresó al departamento, Lana ya estaba acostada leyendo un libro, esperándola. Ema se lavó los dientes para luego acostarse a su lado.
    —¿Y bien? —preguntó curiosa.
    —¿Y bien, qué?
    Claro que sabía que era lo que Lana quería saber, pero aún no se sentía lista para contárselo, aunque era consciente que aquello era inminente.
    —¿Me vas a contar qué es lo que acaba de suceder?
    —Ahora no, estoy muy cansada —dijo acostándose.
    —¡Ah no! No me dejaras con la intriga. Habla ya.
    —No seas tan pesada. No sé qué quieres saber, no hay mucho más aparte de lo que ya viste.
    —¿Están saliendo?
    —Es… complicado.
    —¿Solo se acuestan? ¡Oh Dios mío! —Lana se tapó la boca horrorizada—. ¡Vino a acostarse contigo y yo lo arruiné! Debe estar odiándome.
    —¡Basta ya! No nos acostamos. No me he acostado nunca con él.
    —¿Entonces? ¿Es más serio que eso?
    —No sé qué demonios es esto. La olla se ha destapado apenas ayer y la cabeza no para de darme vueltas al pensarlo. No lo recordaba, pero él sí. Me ha esperado durante todos estos años, y yo no sé qué hacer con respecto a todo esto.
    —¿Tú lo quieres?
    —Si… —respondió luego de unos segundos—. Y eso me aterra.
    —¿Por qué?
    —Tú no lo entenderías.
    —Yo creo que tienes miedo de volver a sufrir y te equivocas. El amor puede ser muy destructivo, pero a la vez si encuentras al indicado puede ser lo más maravilloso del mundo.
    —El amor no es una emoción, sino un impulso, una necesidad fisiológica para el ser humano. Yo no tengo esa necesidad, y prefiero seguir así. Además las probabilidades de encontrar “al indicado” son una en diez mil.
    —No puedes ver todo en la vida desde un aspecto científico y lo sabes. El amor es mucho más que eso, y creo que tú has encontrado al indicado pero tienes miedo de aceptarlo.
    —¿Cómo sabes que lo es? ¿Cómo sabes que no me hará daño?
    —Porque lo noto en la forma en que te mira.
    —¿La… forma en que me mira? —preguntó confundida.
    —Así es, y me sorprende que alguien como tú que está siempre en los detalles no lo haya notado.
    —Déjate ya de boberías —dijo dándole la espalda preparándose para dormir.
    —Está bien, pero no descansaré hasta hacerte abrir los ojos. Tienes que aceptar el hecho de que estas enamorada de Klavier Gavin y que él también lo está de ti.
    —No sabes lo que estás diciendo —los ojos se le llenaron de lágrimas y se tapó aún más con las colchas para ocultarse de su hermana.
    —Solo quiero tu felicidad, Ema —dijo acariciándole el cabello—. He cometido muchos errores en mi pasado, pero lo que más deseo en este mundo es que tú seas feliz. No dejes pasar esta oportunidad. Hasta mañana —Lana besó su cabeza como solía hacer cuando eran niñas—. Te quiero Ema.
    —Te quiero Lana.
    Y antes de que pudiera darse cuenta, se durmió.
     
  4.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
    Mensajes:
    28
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    6700
    CAPITULO 24: El mensaje

    La despertó el dulce y cálido aroma del café recién preparado por la mañana. Lana, recordó. Su hermana había vuelto de su largo y renovador viaje por Europa, y ahora estaba conviviendo con ella. Le iba a costar acostumbrarse luego de estar tanto tiempo sola, pero mientras el estómago le rugía y se le hacía agua la boca por aquel delicioso olor, pensó que no sería tan malo después de todo. Luego de desperezarse unos segundos en la cama, se levantó para darse una ducha rápida para eliminar cualquier vestigio de somnolencia y así arrancar una nueva semana laboral con el pie derecho. Su cabeza era aún un hervidero de problemas y dilemas existenciales, pero mientras trabajara la tendría ocupada y se evitaría pensar en ello. Le había prometido a Klavier llamarlo o al menos mandarle un mensaje, sin embargo ya se estaba arrepintiendo de aquella promesa. ¿Qué le pondría? ¿“Buen día, que tengas un excelente comienzo de semana”? ¿Qué clase de mensaje era ese? Además no había especificado en que momento del día se lo enviaría, ¿quedaría muy desesperada si se lo enviaba en ese momento? Quizás Klavier aun estaría durmiendo, ella al menos lo estaría si no tuviera que trabajar. ¿Debía ponerle que lo extrañaba? ¿Lo extrañaba? Lo había visto el día anterior, y el anterior al anterior, en realidad lo había visto casi toda la semana, no había tenido tiempo de extrañarlo a decir verdad, pero muy en el fondo sabía que tenía ganas de volver a verlo aunque no era conveniente decírselo, pensó. ¿Por qué le había prometido esa estupidez? Hubiera sido más fácil decirle a él que le escribiera, así tal vez solo tendría que responderle un simple “gracias, igual para ti”, y alguna carita feliz o algo por el estilo. Ya se sentía demasiado frustrada cuando terminó de arreglarse, por lo que decidió aplazar aquel dilema. El día recién comenzaba como para pensar en ello, ya se le ocurriría qué escribir.
    En la sala Lana levantó la vista al ver a entrar a Ema, mientras tomaba su café y comía unos hotcakes.
    —Buenos días Ema —saludó.
    —Buenos días Lan… ¡Oh Dios mío, has hecho hotcakes!
    —Así es —dijo complacida al ver su reacción—. Como en las viejas épocas.
    —Eres un ángel —tan pronto como se sentó comió un bocado—. ¡Esto está delicioso! ¡Dios te bendiga!
    —Estas muy religiosa esta mañana —sonrió—. Allí tienes café recién hecho. Pensé que sería bueno que comenzaras la mañana con un buen desayuno, y así al menos te devuelvo el favor de darme hospedaje en tu casa.
    —Deja de decir tonterías —dijo hablando con la boca llena—. No voy a negarte el hecho de que esté disfrutando este delicioso desayuno al igual que el almuerzo y cena de ayer. Pero no es necesario que hagas esto por mí. Eres mi hermana y lo menos que puedo hacer por ti después de tanto tiempo es darte un techo donde recomenzar tu vida. Me devuelves el favor con el simple hecho de estar aquí conmigo —sonrió.
    —Eres muy tierna, gracias. ¿Hoy te verás con tu fiscal sexy?
    —¿Qué? ¿Mi fiscal sexy? Está claro que Klavier es fiscal, y que es… sexy —admitió—. Pero sin dudas mío no es.
    —¿Ah, no? Pues yo diría que está completamente entregado, pero tú no quieres aceptarlo.
    —No hay nada que aceptar.
    —¿A qué le temes?
    —¿Podemos dejar de hablar de esto? No me hagas poner de mal humor, aún es temprano.
    —En algún momento lo hablaremos y no podrás evitarlo —Lana le guiñó un ojo bromeando—. Bueno, pero ¿lo verás?
    —Es bastante improbable teniendo en cuenta todo el trabajo que tengo por delante. Realmente dudo verlo hoy, incluso en la semana.
    —¿O sea que tienes planeado verlo el fin de semana?
    —Yo no he dicho eso.
    —Pero lo has insinuado…
    —Yo no… ¡Basta ya Lana! —exclamó al ver que ésta reía—. No es gracioso.
    —Oh, sí que lo es. ¿Vendrás a cenar?
    —Supongo que sí, te avisaré si no es así. ¿Tú que harás durante el día?
    —Tal vez de una vuelta por ahí, tú no te preocupes por mí. Oye, ¿no se te hace tarde para ir a trabajar?
    —¿Qué? ¿Qué hora e…? ¡Oh, demonios! ¡Debo irme ya! —apuró el último trago de café y tomó su bolso—. Si no quieres lavar, déjalo, ya lavaré cuando vuelva. Si necesitas algo llámame, ¿sí?
    —Si espero a que tu laves seguramente viviremos con una colonia de hongos. No te preocupes, ve y haz tu trabajo.
    —Adiós Lana.
    Había sido un día bastante más agitado de lo que esperaba. Temprano se había reunido con los integrantes de su banda para así, en una conferencia de prensa, anunciar su separación. Si bien podían contratar otro guitarrista, la encarcelación de Daryan había repercutido muy fuerte tanto en los medios como en sus fans, por lo que era mejor dejar que las cosas se enfriaran al menos por un tiempo. Klavier no iba a impedir a los integrantes de su banda continuar con sus carreras musicales, pero The Gavinners había terminado y esa era la realidad. Aunque era consciente de que era lo mejor para todos, había sido una decisión difícil para él. La música significaba mucho en la vida de Klavier. Era lo que más lo apasionaba después de la fiscalía, por eso iba a ser demasiado duro alejarse de ella, sin embargo sólo podía hacer una cosa: sonreír a las cámaras y anunciar la separación de manera despreocupada. El revuelo que provocó aquella noticia fue tal que tuvo que esperar que los periodistas se calmaran y que algunas fans que se habían colado pararan de gritar para continuar. Declaró que la separación se debía a que él quería enfocarse en su carrera como fiscal, ya que no creyó conveniente admitir que tan duro había sido el golpe de lo sucedido con Daryan. Luego respondió unas cuantas preguntas sobre la decisión que habían tomado, y algunos periodistas se desviaban del tema queriendo hacer preguntas sobre el ultimo juicio, sin embargo una pregunta en concreto lo tomó por sorpresa: “¿Qué puede decirnos de su vida sentimental?”. No esperaba una pregunta de esa índole y mucho menos en el contexto en el cual se estaba desarrollando la conferencia de prensa. La imagen de Ema se cruzó por su cabeza. No podía hablar de ella, por supuesto que no. Todo era muy reciente, eso seguro acabaría por espantarla. No era momento para darlo a conocer, por más que muriera de ganas porque el mundo supiera de su amor por la inspectora. Además no sabía cómo esa noticia caería en el departamento de policía. De manera cortés pero a la vez tajante, adujo que su vida sentimental no era relevante en ese momento, y continuó con unas preguntas más antes de retirarse junto a su ahora ex banda. El anuncio no tardó demasiado en difundirse y convertirse en la noticia del día. Las fans enloquecieron y hasta se decía que los pañuelos se habían agotado de las tiendas, pero ya no había marcha atrás, The Gavinners se había separado.
    Al salir de allí lo primero que hizo fue chequear su celular, como había hecho durante casi todo el día. Ema había prometido enviarle un mensaje o llamarlo, sin embargo aún no había obtenido noticias de ella. El día prácticamente recién comenzaba y sabía que la inspectora debía de estar ocupada en su trabajo, pero no podía evitar sentirse ansioso al respecto. Se sentía como un adolescente, y eso lo hacía sonreír. En ese momento todo parecía derrumbarse a su alrededor, pero saber que Ema estaba allí, le permitía mantenerse en pie. La ansiedad lo mataba pero no podía hacer más que esperar. Incontables de veces pensó en llamarla, pero tenía que darle su espacio sin presionarla. Tarde o temprano Ema le escribiría, y si no lo hacía podría hacerle una nueva visita sorpresa, pensó con una sonrisa.
    A pesar de que el último lugar en el que quería estar era su oficina, tuvo que volver allí para acabar con el papeleo del juicio de Vera, ya que la vez anterior había sido interrumpido por Ema. Después de acabar con ello pensaba descansar un tiempo de la fiscalía. Habían sucedido demasiadas cosas en muy poco tiempo. En solo seis meses Kristoph había sido encarcelado por dos crímenes distintos, Daryan había sido declarado culpable de homicidio y contrabando, y su banda se había separado. Era mucho más de lo que un simple mortal podía soportar, pero sin duda su reencuentro con Ema había sido su salvavidas. Sin ella tal vez no hubiera podido afrontar todo aquello y hubiera sucumbido. Al llegar a la oficina del fiscal, apuró el paso hacia su despacho, ya que no deseaba hablar con nadie. Le preguntarían por Kristoph y por la banda, y realmente no tenía ánimos de responder ninguna pregunta. Se encerró en su oficina y se sumergió en el mundo de los archivos y papeles, dejando su celular junto a éstos por si llegaba algún mensaje. No había pasado mucho tiempo cuando sintió un tímido golpeteo en la puerta. Un poco ofuscado se preguntó quién sería, y con cara de pocos amigos se dirigió a abrir la puerta.
    —¿Trucy? ¿Señor Frente? —preguntó sorprendido al verlos.
    —¡Señor Gavin! —exclamó la niña— ¡Qué alegría verlo!
    —Buenas tardes señor Gavin —Apollo era más reservado que la joven maga—, esperamos no molestarlo.
    —Oh, no es molestia. Adelante, pasen. ¿Desean algo para tomar?
    —No, no se moleste —respondió el abogado—. Estamos bien.
    —Solo pasábamos a ver como se encuentra —agregó Trucy con una sonrisa.
    —¿C-cómo me encuentro? —Klavier abrió los ojos extrañado.
    —Así es, ya sabe… por todo lo que ocurrió durante el último juicio.
    —¡Menudo juicio! —respondió sonriendo— ¡Mucho más vibrante que uno de nuestros conciertos! Por eso, The Gavinners hemos decidido separarnos. La noticia ha hecho que se agoten los pañuelos en los supermercados. ¡Tú eres la estrella! ¡No me perderé tu próxima exhibición!
    —¿¡Qué The Gavinners qué!? —preguntaron al unísono.
    —¿No han visto las noticias? Lo hemos anunciado esta mañana.
    —Trucy quería ver un programa de magia.
    —¡No es cierto! Bueno, si… pero no viene al caso. ¿Por qué se separan, señor Gavin? Justo cuando acabo de aprenderme todas sus canciones —dijo apenada.
    —Tranquila preciosa, las cantaré solo para ti si quieres —respondió guiñándole el ojo—. Voy a enfocarme más en la fiscalía, por eso hemos decidido separarnos. Aunque a decir verdad también voy a alejarme un poco de todo esto.
    —¿Va a alejarse de la fiscalía? —preguntó Apollo.
    —Así es, pero solo por un tiempo hasta que este terremoto de Kristoph pase. Simplemente necesito un pequeño descanso.
    —¿Le afectó mucho lo que sucedió con su hermano? —Trucy parecía estar preocupada.
    —Más o menos —mintió—. No todos los días acusan a tu hermano de homicidio, pero estoy bien. Gracias por preguntar.
    —Oh no es nada, si lo necesita puedo hacerle un show con el señor Sombrero.
    —Cuenta con ello bonita —Klavier le sonrió dulcemente y la hizo sonrojar— Fue un buen juicio, Justice. Hiciste un excelente trabajo en el juzgado.
    —Y-yo… no lo hubiera logrado sin su ayuda, señor Gavin. Debe haber sido muy difícil para usted tener que encerrar a su hermano.
    —Tú y yo no somos muy diferentes, señor Frente. Si mal no recuerdo, en tu primer juicio te volviste en contra de tu propio mentor, en contra de Kristoph, para hacer justicia. Al final de cuentas, descubrir la verdad es lo único que importa.
    —Sí, pero me quedé sin mentor en ese momento —Apollo se encontraba un poco incómodo.
    —Bueno, es verdad, pero conseguiste uno mejor. Estas en buenas manos con Wright.
    —¡Así es! ¡Papá es el mejor! —dijo Trucy triunfante—. Oh, señor Gavin, me olvidé de decirle que le envía saludos. Dijo que algún día lo invitaremos a comer hamburguesas.
    —Iré con gusto, envíale saludos de mi parte.
    —¡Serán dados!
    —En cuanto a ti Apollo, déjame decirte que eres un gran abogado. Nunca me ha tocado enfrentarme a alguien como tú en un tribunal. Bueno, excepto Wright por supuesto. Pero aun así, tienes un gran potencial, llegarás lejos.
    —Muchas gracias, señor Gavin. Usted también es un excelente fiscal y es una pena que deje la fiscalía por un tiempo.
    —No te preocupes, volveré pronto y la próxima vez te ganaré en un juicio. Aunque espero que tu cliente sea culpable porque, ya sabes, no me gusta enviar personas inocentes a la cárcel —sonrió animadamente.
    —Bueno, debo decir que yo no espero lo mismo —respondió Apollo un poco avergonzado.
    —¡Oye Polly mira! —Trucy se había acercado al escritorio de Klavier y sostenía una fotografía en sus manos—. ¡Son el señor Gavin y Ema!
    —Así es, esa foto fue en una cena de la policía hace unos meses —respondió el fiscal mientras se acercaba a ella.
    —¡Si! Aún tengo la revista donde salió, ¿verdad Polly? Debería haberla traído así me la autografiaba —su rostro mostraba desilusión—. Hacen una pareja muy bonita.
    —¡Trucy! —la reprendió el abogado.
    —¿De verdad lo crees? Pues te diré un secreto, algo entre tú y yo… y bueno, Apollo. Yo también lo creo así.
    —¿De verdad? —los ojos de Trucy brillaban de emoción—. ¿Desde cuándo? ¿Y ella lo sabe?
    —¡Pareces de la prensa! —rio el fiscal—. La conocí hace casi diez años, pero el destino nos separó… hasta ahora. Y si, ella lo sabe.
    —¡Es como una de esas películas románticas! ¡Me encanta! ¿Y su amor es correspondido?
    —¡Trucy! ¡Deja de atosigar al señor Gavin con preguntas!
    —Es que me interesa saber… —respondió apenada.
    —Está bien, no me molesta. Eso es algo que no puedo responderte ahora, pero no te preocupes que estoy trabajando en ello, preciosa —respondió Klavier guiñándole un ojo.
    —Oh, ya veo. Si hubiera sabido le podría haber dicho algo al respecto hoy cuando la vimos.
    —¿La vieron?
    —Así es, fuimos al Coliseo Sunshine y allí estaba ella trabajando, ¿verdad Polly?
    —Sí, fuimos a saludarla, y habló con nosotros sobre hacer bocaditos In Vitro o algo así. Decía que podrían ser más crujientes.
    —También estaba preocupada porque debía enviar un mensaje o algo así —agregó la niña.
    —¿De verdad? —sonrió animado.
    —Sí, la verdad no se a que se refería —Apollo parecía pensativo—. Bueno señor Gavin, no lo molestamos más, veo que tiene trabajo.
    —No son molestia, pueden volver cuando quieran. Aunque a decir verdad no sé si estaré.
    —¿Y cómo lo invitaremos a comer hamburguesas? —preguntó la joven maga preocupada.
    —Bueno, aquí tienes mi tarjeta. Cualquier cosa me llamas, ¿sí?
    —¡Guau! ¡Tengo el numero de un famoso!
    —Así es, procura que nadie más se entere.
    —¡Cuente con ello! ¡Gracias por su tiempo! Adiós señor Gavin, mucha suerte con Ema.
    —Muchas gracias, saludos a Phoenix. Cuídense.
    —Adiós señor Gavin —saludó Apollo.
    Una vez que se fueron, Klavier continuó con su arduo trabajo. La pausa le había venido bien, además siempre era bueno contagiarse de la alegría que irradiaba la pequeña Trucy. Revisó su celular una vez más, el cual estaba lleno de llamadas perdidas y mensajes de la prensa, pero ninguno de Ema. Ahora que sabía que estaba preocupada por mandar ese mensaje, se encontraba más ansioso que antes. Se preguntaba que le escribiría, si es que lo hacía, ya que no le sorprendería que se echara atrás. Pero aun así, con saber que pensaba en él le bastaba. Retomó su trabajo con la esperanza de acabar rápido, ya no deseaba estar allí. La cabeza le daba vueltas y se sentía abrumado, pero la fiscalía más que su trabajo era su pasión, y no podía dejar las cosas a medias ya que eran su responsabilidad. En una situación normal, se iría de viaje. Iría a alguna playa exótica a descansar bajo el sol, o tal vez podría visitar a su amada Alemania. Pero ahora todo era diferente, las cosas habían cambiado. Ahora la tenía a Ema, y simplemente no podría volver a separarse de ella ni aunque quisiera. La necesitaba y estaba seguro de que ella podría brindarle mayor consuelo que cualquier playa del mundo. Si bien podía viajar con ella, Ema tenía su trabajo y seguramente se negaría a tomarse unas vacaciones, sobre todo estando Lana en la ciudad. Sin embargo ya nada de eso le importaba. Sólo deseaba volver a verla.
    Después de unas horas, finalmente acabó con su trabajo. Estirándose en su silla, observó de reojo una de sus guitarras que yacía a un costado. Seducido por su encanto, la tomó en sus manos haciendo sonar unos pocos acordes. Iba a extrañar su banda, pensó con melancolía. Aquella con la que tanto había soñado en su niñez y adolescencia, aquella que fue un éxito de la noche a la mañana, aquella con la que había recorrido el mundo entero haciendo delirar a millones de fanáticos, ya no estaba. Recordó el primer éxito, el primer recital, el primer disco, y recordó la primera canción que había compuesto, la canción que nunca vio la luz pero que significó un cambio rotundo en su vida. Unos suaves golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos haciéndolo molestar una vez más. Al menos ya había terminado de trabajar, pensó resignado mientras se levantaba.
    —¿Lana? —preguntó pasmado.
    —Buenas tardes fiscal Gavin —respondió con una sonrisa.
    —¿Qué haces aquí?
    —Bueno, decidí darme una vuelta por mi antiguo trabajo, saludar viejos colegas, ya sabes.
    —Vaya, es una sorpresa verte por mi oficina.
    —Pensé que podía pasar a saludarte a ti también. ¿Vas a dejarme pasar o qué?
    —Oh, lo siento. Adelante pasa —Klavier se hizo a un lado haciendo un ademán con la mano invitándola a entrar.
    —Gracias. ¡Wow! ¡Menuda oficina! —Lana miró con atención a su alrededor maravillada—. Entre la tuya, y la de Edgeworth hacen que la mía se vea aburrida. Bueno… mi ex oficina.
    —Uno tiene que estar cómodo en su lugar de trabajo, por lo que decidí darle un toque especial a la mía para hacerla confortable.
    —Creo que se te fue un poco la mano.
    —Tal vez —sonrió.
    —¡Tienes una foto con Ema en tu escritorio! Eres todo un romántico.
    —Es la primera y única foto que tenemos juntos. Fue durante la cena de la policía, pedí especialmente que me enviaran una copia. Ema estaba realmente hermosa esa noche. Bueno… siempre lo está.
    —Tienes razón —rio—. Es una mujer muy bonita, pero cuando se arregla es deslumbrante. La he animado a que lo haga más seguido pero no me hace caso. Es demasiado discreta.
    —Me gusta así. Sencilla y reservada, con un factor sorpresa que te quite el aliento. Siéntate, ponte cómoda. ¿Deseas un café o algo?
    —Estoy bien, gracias. Sólo voy a demorarte unos minutos, necesito hablar contigo. ¿Estás muy ocupado? Puedo entretenerme hasta que te desocupes.
    —No, ya he terminado con todo el papeleo. De hecho estaba por irme, pero no tengo prisa alguna. ¿Sucede algo malo? —preguntó preocupado al tiempo que se sentaba a su lado.
    —No te preocupes, no es nada malo. Sólo quiero hablarte sobre Ema.
    —¿Sobre Ema? ¿Le pasó algo?
    —Ya deja de ser tan dramático. No le sucedió nada, de hecho ni siquiera sabe que estoy aquí y espero que eso siga igual ¿sí?
    —¿Me estas pidiendo que le mienta? —preguntó divertido.
    —No precisamente, sino más bien que obvies el detalle de mi visita y posterior charla. Si se entera, tal vez se enfade… con ambos.
    —¿Por qué conmigo?
    —Porque Ema es así, y lo sabes —sonrió victoriosa al ver el gesto contrariado de Klavier.
    —Tú ganas —alzó las manos resignado—. ¿Qué quieres decirme?
    —Primero que nada déjame decirte que siento mucho lo de tu banda y su separación. Debe haber sido duro para ti haber tomado esa decisión.
    —Lo fue, pero era lo mejor para todos. Era algo necesario.
    —¿Estás bien con eso?
    —Podría estar peor —sonrió—. No tienes de que preocuparte, estoy bien.
    —Si tú lo dices… En fin, volviendo al tema que me trajo hasta aquí… No bromeaba al preguntarte que intenciones tienes con Ema.
    —Y yo no bromeaba al decirte que mis intenciones son nobles. El mundo se me vino abajo cuando se fue a Europa pensando que nunca más volvería a verla. He intentado olvidarla inútilmente durante mucho tiempo y casi diez años después, cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba, vuelvo a encontrarla. Créeme si te digo que no tengo ninguna intención de jugar con ella.
    —La quieres, ¿verdad?
    —Si te digo que sí, siento que estoy minimizando todo lo que realmente siento por ella. Es mucho más que eso, es algo que no puedo definir con simples palabras.
    —Eres un verdadero poeta —sonrió—. Debo admitir que es algo que ya sabía, ya que se nota en la cara de embobado que pones al mirarla, pero quería asegurarme.
    —No pongo cara de embobado —el fiscal frunció el ceño.
    —Oh, claro que sí y me encanta. Aun así Klavier, debo advertirte que cuides de ella. Puede ser malhumorada y alguien un poco difícil de tratar, pero bajo todo ese escudo de frialdad se encuentra alguien delicado y sensible. Ema ha sufrido demasiado ¿sabes? Y todo lo que tú ves no es más que una máscara que usa para protegerse y así evitar volver a sufrir. ¿Te ha hablado sobre Drake?
    —Sí, me ha contado lo suficiente como para querer romperle la cara.
    —Es lo mínimo que podrías hacer. Aunque no fue más que un engaño amoroso que podría sufrir cualquier adolescente, Ema se encontraba en un estado de vulnerabilidad total y el cretino se aprovechó de ello. Después de todo lo que ella había pasado aquí conmigo, simplemente necesitaba alguien que le brindara cariño y afecto, por eso se aferró tanto a Drake como si fuera un salvavidas. Y el imbécil no hizo más que hundirla aún más, destruyendo su autoestima por completo.
    —¿Por eso me teme?
    —Simplemente tiene miedo de volver a pasar por lo mismo, Klavier.
    —¡Pero yo no soy como ese idiota!
    —Lo sé, y sé que ella también es consciente de ello. Pero desconfía de ti así como desconfiaría de cualquier hombre. No es algo personal —explicó mientras le palmeaba la rodilla—. Ella te quiere. Cuando es capaz de bajar la guardia, veo en sus ojos lo mismo que vi cuando era una adolescente y acababa de conocerte.
    —¿De verdad?
    —¡Claro! Conozco muy bien a mi hermana. Aunque ella se niegue a aceptarlo, siente algo por ti.
    —¿Y qué puedo hacer para que confié en mí? Para que no me tema…
    —Simplemente no te rindas, lucha por ella. Su baja autoestima no solo le provoca desconfianza, sino que también piensa que no es lo suficiente buena para ti. Ella no sabe lo maravillosa que es. Teme que te canses de ella rápidamente y la dejes botada con el corazón destrozado.
    —Ella es todo lo que he soñado, todo lo que he esperado… Jamás podría hacerle daño.
    —Tienes un trabajo difícil Klavier Gavin. Pero sé que tú eres el indicado para ella, por eso sólo te pido que tengas paciencia. Ema puede ser sumamente testaruda, y créeme que no te lo pondrá fácil, pero es una joven dulce y sensible que solo necesita a alguien como tú a su lado.
    —Estoy luchando por ella desde que la volví a ver en el parque People hace unos meses —Klavier le sonrió dulcemente—. Imagínate, ni siquiera se acordaba de mí, por lo que todo me costó el doble.
    —¡Es cierto! Su memoria… Debe haber sido duro para ti, después de tanto tiempo.
    —Lo fue, no voy a mentirte.
    —Pero ella no supo quién eras tú hasta hace unos días, ¿no? ¿Por qué no se lo dijiste?
    —En resumen podría decirte que porque soy un idiota, pero a decir verdad fue un golpe duro a mi ego que ella no me recordara. Me sentí un idiota luego de haber pensado en Ema durante tantos años y que ella simplemente no supiera quién demonios era yo. Es decir, sabía que era Klavier Gavin el fiscal y el músico, pero no el joven que había soñado con ella desde la adolescencia. Así que hice lo más sensato y maduro que podía hacer en un momento así: enojarme.
    —¿Enojarte? —Lana no pudo contener la risa.
    —¡Claro! Decidí no decirle nada. Era humillante para mi toda aquella situación, no quería hundirme más, así que simplemente quise ponerle punto final a aquel intento de idilio.
    —Pero no pudiste…
    —No me tomó mucho tiempo recordar por qué me había enamorado de ella. Caí a sus pies, completamente rendido, pero aun así me comporté como un idiota con ella. Mi orgullo me hacía comportar de manera arrogante y estúpida, pero eso solo hacía que Ema se alejara de mí.
    —Creo que te ha llamado “cretino, pomposo, engreído”.
    —Así es —rio—. Me ha hecho saber cada cosa que pensaba sobre mí, excepto las buenas claro. Ha sido muy reservada en ese aspecto, sin embargo con el paso del tiempo pude notar cambios cuando se dirigía a mí. Ya no me trataba de manera fría y era más amable, pero aún mantenía las distancias. Y si bien no me recordaba, yo estaba seguro que muy en el fondo de su memoria estaba el joven que había sido.
    —¿Y por qué no le contaste cuando se fue tu enojo? ¿O acaso se fue hace tres días?
    —El enojo no duró mucho, luego comprendí que no me importaba que ella no supiera quien era yo. Pero cuando me contó que su falta de memoria se debía al stress post traumático, no creí que fuera conveniente contárselo ya que seguramente, con su desconfianza, pensaría que yo quería aprovecharme de ella.
    —Vaya, que complicado todo —dijo Lana rascándose la cabeza—. ¿Y qué te hizo cambiar de opinión?
    —Digamos que fueron muchas cosas. Comprendí que no ganaba nada perdiendo el tiempo por mi estúpido orgullo, necesitaba que supiera la verdad.
    —¿Cómo reaccionó cuando se lo dijiste? No me ha contado nada —dijo un poco ofuscada—. Es demasiado terca.
    —No me sorprende —sonrió—. Fue una noticia shockeante para ella, demasiada información de golpe. Pero poco a poco fue recordando y haciendo preguntas. Me dijo que todo este tiempo había soñado con nuestro primer encuentro, sin saber que era yo por supuesto.
    —¿Su primer encuentro fue aquí verdad?
    —Así es, fue un accidentado encuentro. Chocamos al doblar en un pasillo. Allí me encontré con los ojos más hermosos y tristes que vi en mi vida.
    —Mi relación con Ema en ese momento no era la mejor, yo… le fallé. Y siempre me voy a recriminar por haberle hecho tanto daño. Todo habría sido muy diferente si yo hubiera tomado las decisiones correctas.
    —Tu hiciste lo que creíste que era lo mejor en ese momento pensando en su bien. Fuiste una víctima más de todo lo que sucedió en aquel entonces, no debes culparte.
    —Lo sé, pero cuando pienso en todo el dolor que podría haberle evitado…
    —No vale la pena culparte por ello. Ema te quiere y está orgullosa de ti, no tengas dudas. No puedes recuperar el tiempo perdido, pero puedes aprovechar el presente. Si continuas sintiéndote culpable y reprochándote por el pasado, no serás capaz de disfrutar el ahora.
    —Palabras muy sabias, fiscal Gavin. Tienes razón, pero aun así cuando veo a Ema tan contrariada como ahora, no puedo evitar pensar en cómo serían las cosas si hubiera actuado diferente.
    —Ema es una mujer fuerte y puede valerse por sí misma —Klavier estiró su brazo y apretó con suavidad el hombro de Lana para reconfortarla—. Ya no es la niña que era hace diez años.
    —A veces me cuesta asimilarlo. Sé que puede valerse ella sola, pero es bueno tener en quien apoyarse, y creo que tú eres la persona adecuada para ello. Cuando te conoció… noté un cambio en ella, ¿sabes?
    —¿Qué clase de cambio?
    —Como dije, no estábamos en nuestro mejor momento. Ema estaba siempre un poco triste y cabizbaja por mí culpa. Pero después de conocerte su actitud cambió. Tenía un brillo especial en los ojos, y podía verla sonreír más seguido. Me di cuenta que era por ti cuando te cruzamos en la fiscalía y me preguntó si sabía quién eras.
    —Pero tú no sabías quien era yo.
    —En ese momento no lo sabía, pero si provocabas ese brillo en los ojos de mi hermana debías de ser alguien importante así que averigüé que hacías allí. Sin embargo luego sucedió lo de Goodman y jamás pude decírselo a Ema. Además tengo entendido que tú desapareciste de repente.
    —Tuve que viajar a Alemania. Faltaba poco para mudarme ya que iba a prepararme para ser fiscal allí y tuve que viajar para ultimar detalles. Cuando volví todo había cambiado y Ema se había ido.
    —Pero ahora ha vuelto y tienes una nueva oportunidad —lo animó—. Bueno, ya es tiempo de irme. No te molestaré por más tiempo.
    —Tú no me molestas, puedes verme cuando quieras. Aunque no aquí ya que no sé cuándo volveré.
    —¿Te tomarás unas vacaciones?
    —Algo así, necesito alejarme de la fiscalía por un tiempo. Fueron unos meses intensos.
    —Comprendo, pero la corte necesita más fiscales como tú, así que no te alejes por mucho tiempo ¿sí?
    —Lo intentaré —sonrió—. ¿Quieres que te lleve? Yo también me voy de aquí, si quieres te acerco a tu casa.
    —No, está bien. Aun me quedan personas por saludar, tú ve tranquilo. Ema debe estar trabajando aun, así que no vale la pena que vayas hasta nuestro departamento. No te rindas con ella Klavier, tú eres el único que puede sanar su corazón. Además, creo que serias un cuñado fantástico.
    —No te preocupes que no me rendiré. Soñé con ella por demasiado tiempo como para rendirme ahora. Lucharé por más que no me queden fuerzas.
    —Me alegra oír eso —dijo incorporándose—. Ah, ¿Klavier? Confió en ti pero aun así debo advertirte: si le haces daño quiero que sepas que no me importaría pasar una temporada más en la cárcel ¿comprendes?
    —Fuerte y claro señorita Skye. Espero que eso nunca suceda y todos gocemos de una prospera vida en total libertad.
    —Así me gusta. Gracias por tu tiempo, espero que volvamos a vernos pronto.
    —Me halaga haber sobrevivido a “la charla” y obtener tu aprobación.
    —Eres un buen hombre pero te estaré observando, así que cuidado.
    —Tú eres una buena hermana, Ema está en buenas manos. Si no funcionan las cosas con ella, puedo intentar algo contigo, después de todo tienen los mismos genes —Klavier le guiñó el ojo al tiempo que Lana largaba una carcajada.
    —Eres todo un galán. Adiós Klavier, ve a visitarnos pronto.
    —Así será. Que andes bien Lana.
    Una vez que Lana se fue, Klavier juntó sus cosas para retirarse de aquel lugar. Era la primera vez que dejaría la fiscalía sin tener una gira de por medio. The Gavinners era lo único por lo que se había alejado de tribunales durante un tiempo, sin embargo ahora se había quedado sin nada. Recogió sus cosas, y antes de apagar la luz, revisó su celular una vez más. Su rostro se iluminó al ver el mensaje de Ema: “¡Hola! Disculpa la demora en escribir, tuve un día bastante agitado y ocupado. He visto la noticia de la separación de The Gavinners y espero que estés bien. Si necesitas algo házmelo saber. Saludos”. Una sonrisa se expandió por su rostro a medida que leía el mensaje. Él necesitaba algo, y se lo haría saber cuanto antes.
    Ema se encontraba en su oficina realizando unos informes en su computadora. Había sido un día agitado y molesto por una serie de robos en el Coliseo Sunshine. Pisar aquel lugar por la investigación de un robo le había provocado un deja vu, que por suerte solo había quedado en un delito menor. Se había tratado de unos niños que no tenían nada mejor que hacer que causar problemas, y en ello se le había ido toda la tarde. Al menos había recibido la agradable y pequeña visita de Apollo y Trucy, y verlos había esfumado su mal humor por unos instantes. Siempre era bueno verlos, a menos que se entrometieran en su investigación, aunque a decir verdad siempre la habían ayudado mucho más de lo que podía esperar. Con el misterio resuelto, y los niños apresados hasta que vinieran sus padres a reclamarlos ya que eran menores de edad, a Ema solo le quedaba terminar los informes e irse a casa. Deseaba llegar a su casa cuanto antes, ponerse el piyama y disfrutar de una deliciosa cena que seguro Lana le prepararía. Resultaba muy favorable contar con su compañía, sobre todo cuando llegaba a su casa demasiado cansada como para cocinar. Se estiró en su sillón, crujiendo su cuello contracturado y emitiendo un bostezo liberador. Revisó su celular pero no tenía ningún mensaje o llamada nueva. Ninguno. Maldito Klavier Gavin, pensó ofuscada mientras retomaba su trabajo. Le había hecho prometerle enviarle un maldito mensaje, y ni siquiera había sido capaz de responderle un mísero “gracias” o un “púdrete Ema”. Cualquier cosa era mejor que ignorarla de aquella forma. Si bien podría ser que Klavier no hubiera leído el mensaje, Ema descartaba aquella posibilidad. El fiscal era un cretino y punto. Con todo lo que le había costado escribir aquel mensaje, lo menos que merecía era una pequeña respuesta. Bien, si Klavier Gavin prefería el silencio así sería. Después de todo, aquello le simplificaba las cosas. Seguramente él se tomaría unas vacaciones lejos de allí y se olvidaría de sus caprichos, dándole un descanso a ella y dejándola en paz. Si, definitivamente era algo bueno pensó al tiempo que continuaba tecleando en su computadora. Cuando golpearon la puerta, su mal humor se acentuó. Seguramente algún oficial había olvidado llevarle algún papel importante, como solía suceder atrasando su partida a casa.
    —¡Adelante! —exclamó sin levantar la cabeza. La puerta se abrió y alguien se abrió paso por su oficina—. ¿Qué necesita?
    —A ti…
    Las palabras entraron por sus oídos provocando una descarga eléctrica que recorrió todo su cuerpo. El corazón se le disparó mientras subía lentamente la mirada hasta encontrarse con sus hermosos ojos que la observaban con dulzura.
    —¿Q-qué haces aquí? —preguntó temblorosa incorporándose de su asiento y rodeando su escritorio.
    —Me dijiste que te haga saber si necesitaba algo y aquí estoy —Klavier alzó su mano y la deslizó por el rostro de Ema—. Te necesito a ti.
    Rodeó su cintura y la atrajo hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros. Ema sonrió y alzando sus brazos lo sujeto por la nuca y eliminó la pequeña distancia dándole un delicado beso. Klavier la abrazó con fuerza y se hundió en su boca perdiendo el control. Ella era todo lo que necesitaba, tanto en ese momento como en cualquier otro. Ema se dejó llevar por sus caricias, saboreando sus labios y enterrando sus dedos en el cabello dorado del fiscal. Aunque le costara aceptarlo había fantaseado con ese momento durante todo el día, pero a decir verdad, la realidad sabía mejor que la fantasía. Calmó sus ansias con aquellos besos, y olvidó por completo que hacía apenas unos minutos deseaba que Klavier se fuera lejos y la dejara en paz. Cuando finalmente se separaron, Klavier besó su nariz y acarició su rostro con delicadeza.
    —¿Por qué no me avisaste que venias? —preguntó Ema cerrando los ojos, disfrutando de aquel contacto.
    —¿Y darte la oportunidad de inventar alguna excusa? Ni hablar. Era mejor sorprenderte.
    —Pero no puedes estar aquí —abrió los ojos y clavo la mirada en sus ojos—. Alguien puede vernos, y no es conveniente. Menos aquí.
    —Relájate, soy fiscal. Es normal que me vean por aquí, no sospecharan nada. Además me moría por verte —Klavier la besó de manera fugaz.
    —¿Estás bien?
    —Ha sido un día dificil, pero estaré bien.
    —Luces cansado.
    —Lo estoy, pero ya habrá tiempo para descansar.
    —¿Te irás? —preguntó intentando disimular su preocupación. No deseaba que se fuera, lo necesitaba allí con ella.
    —¿Si viajaré? La única forma de que me vaya es si vienes conmigo, pero no creo que eso sea probable así que me quedaré aquí.
    —Tienes razón, no puedo irme. Tengo mucho trabajo, además Lana… Pero si necesitas irte, vete. No te quedes aquí por mí.
    —Fräulein… No puedo alejarme de ti, ya no. Además estoy bien, no necesito irme. Gracias por preocuparte.
    —¿Por qué no respondiste mi mensaje?
    —Porque estaba saliendo de mi oficina y decidí venir hasta aquí. ¿Para qué iba a responderte si en poco tiempo estaría aquí diciéndote todo lo que pensaba escribirte?
    —Bueno… por cortesía.
    —¿Acaso te ha molestado que no te respondiera?
    —Tal vez… un poco. Es decir, tú sabes, pensé que me estabas ignorando.
    —Jamás haría eso. Estuve esperando tu mensaje todo el día, ¿sabes? Y más sabiendo que tú estabas preocupada por enviarlo.
    —¿Cómo…? ¡Apollo! —exclamó separándose de Klavier—. No puedo creer que te haya contado eso. ¡Ni siquiera se lo dije a él!
    —En realidad fue Trucy, pero no puedes culparla, ni siquiera sabía a qué te referías. Así que… ¿te preocupaba enviarme un mensaje?
    —¡Si! ¡No! Y-yo… No sabía que escribir, y te lo había prometido… ¡Ya deja de reírte como imbécil!
    —Lo siento, no puedo evitarlo. Al menos logré que pensaras todo el día en mí.
    —No todo lo que brilla es oro, galán. No creas que pensé cosas buenas —Ema frunció el ceño malhumorada—, así que quita esa sonrisa estúpida de tu rostro.
    —No importa, al menos lo hiciste. Eso es lo que cuenta —le guiñó el ojo mientras la acercaba de nuevo a su cuerpo—. ¿Ya te vas a tu casa? Puedo llevarte.
    —Ni sueñes que me volveré a subir en tu motocicleta. Además todavía tengo trabajo que hacer me demoraré un rato más.
    —Ya veo… ¿Estarás muy ocupada esta semana?
    —Seguramente. Nunca se sabe que puede surgir, ¿por qué lo preguntas?
    —Para invitarte a cenar, pero si estás muy ocupada puedo invitarte un café. ¿Qué dices? El viernes, conozco un bar que sirve el mejor.
    —¿Un bar? ¿Qué pasó con lo del asedio de la prensa?
    —No puedo vivir prisionero por ello, pero es un bar tranquilo. Voy allí cuando necesito relajarme.
    —Pensaré lo del café, pero no te hagas ilusiones.
    —Lo tomaré como un sí. ¿Sabes? Siempre he tenido una fantasía con los escritorios ¿Tú no? —Klavier la empujó suavemente hasta que se vio acorralada entre su cuerpo y el mueble.
    —¿Q-qué estás haciendo? —preguntó nerviosa mientras sentía los labios del fiscal recorrer su cuello— Alguien puede entrar, ¿acaso estás loco?
    —Claro que si, por ti.
    En un movimiento fugaz, tomó su boca en un beso arrebatador y deslizó sus manos por todo su cuerpo. La respiración de Ema se agitó al instante, al igual que las pulsaciones de su corazón. A pesar de que era consciente de que todo aquello era un error, su cuerpo le pedía a gritos que continuara. La lengua de Klavier jugaba con la suya, despertando un sentimiento de lujuria que Ema era incapaz de controlar. Era prisionera de aquellos besos y de sus propios sentimientos, pero no le importaba. Deseaba con ansias todo lo que el fiscal le ofrecía en aquella oficina.
    Un suave golpeteo en la puerta hizo saltar todas las alarmas de la inspectora que abrió los ojos atónita mientras intentaba apartar a Klavier quien parecía no haber escuchado nada.
    —Inspectora Skye… —sonó la voz de un oficial al tiempo que se abría la puerta lentamente.
    Ema empujó con fuerza al fiscal y se apartó de él con la rapidez de una flecha. Klavier, que finalmente pudo reaccionar, tomó unos papeles al azar intentando disimular toda aquella situación.
    —Oh disculpe señor Gavin, no sabía que usted estaba aquí —dijo el oficial sorprendido.
    —No se preocupe oficial. Estaba terminando de revisar unas cosas con la Inspectora, ya me iba.
    —S-sí, así es. El señor Gavin estaba a punto de marcharse. Adelante oficial.
    —Gracias por su tiempo Inspectora. El viernes vendré por esos papeles que le pedí. Como a las cinco pasaré a retirarlos —de espaldas al oficial, Klavier le guiñó el ojo—. Adiós señorita.
    —A-adiós señor Gavin.
    Con el corazón golpeándole con fuerza en el pecho y el calor en sus mejillas, observó con alivio y un poco de melancolía como Klavier se perdía detrás de la puerta.
     
  5.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
    Mensajes:
    28
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    7257
    CAPITULO 25: Tormenta de pasión

    Había sido una larga semana para Klavier Gavin. Tener demasiado tiempo libre no era para él. Normalmente cuando no estaba enfrascado preparando un juicio, se encontraba componiendo nuevas canciones o ensayando con la banda. Ahora no tenía nada de eso. En su periodo de vacaciones normalmente se iba a alguna playa paradisiaca, pero ahora no pensaba irse a ningún lado, sólo le quedaba disfrutar la tranquilidad de su hogar. Había comprado aquella casa justamente para sus momentos de relax, pero a decir verdad casi nunca se encontraba en ella. De todas maneras, era agradable estar en casa. Se dedicaba a dar paseos por su amplio terreno, leyendo un libro a la sombra de algún árbol, o simplemente tomando un café admirando la hermosa vista que tenía ante sus ojos. Sin dudas haber comprado aquella casa había sido una gran elección, y por primera vez, se sentía completamente relajado y capaz de disfrutar del calor de su hogar. Sin embargo eso no impedía que los días se le hicieran eternos, aunque mucho tenía que ver el hecho de tendría una especie de cita con la señorita Skye. Habían quedado en tomar un café el viernes, y cuatro días de espera para Klavier eran una eternidad. Se había propuesto no interrumpir a Ema en sus labores, por lo que tuvo que luchar con sus irrefrenables deseos de verla, pero al menos había calmado un poco sus ansias intercambiando algunos mensajes con ella. La inspectora le respondía cuando tenía algún hueco en su ocupada jornada laboral, y le resultaba interesante como sus cambios de humor se notaban aun detrás de la pantalla. Ema Skye era una mujer complicada, sin embargo era justamente eso lo que la hacía más especial. Le encantaba hacerla enojar, y a decir verdad, no era algo muy complicado de lograr. Se sentía un idiota sonriéndole a un celular, y se preguntaba si ella también sonreía detrás de la pantalla. Jamás se había sentido así. Feliz. Parecía un adolescente, aunque ni en su adolescencia se había sentido de aquella manera… excepto cuando se descubría a si mismo pensando en Ema. Ahora, todo lo que había soñado se estaba cumpliendo de a poco, pero todavía le quedaba un largo camino por recorrer. Ema había sido lastimada de manera profunda y él se encargaría de sanarla.
    El día comenzó con su rutina diaria de ejercicios. Aunque no era un aficionado de la actividad física, hacer ejercicios lo ayudaba a liberar tensiones y a mantenerse ocupado, además debía mantener su estado físico. Si el día lo apremiaba salía a correr por los jardines de su hogar, bordeando el enorme lago, sino, podía hacer una rutina rápida en su pequeño gimnasio privado. Ese día estaba particularmente lindo, pensó mientras trotaba observando aquel anaranjado paisaje de otoño. Estaba un poco caluroso para estar a mediados de octubre pero, según el servicio meteorológico, el tiempo cambiaría esa tarde con una intensa tormenta. Mal día para tener una cita con Ema, pero ni el peor de los diluvios lo detendría a la hora de verla y esperaba que a ella tampoco. Luego de darse una ducha para relajar sus músculos, se dispuso a almorzar en soledad. Estaba hambriento. Se imaginó comiendo con Ema como había hecho una semana atrás, cocinándole algún plato delicioso, agasajándola. Miró de reojo el reloj de pared, y emitió un suspiro de exasperación. Aún faltaban muchas horas para verla. Era mejor buscar algo con que entretenerse hasta ese momento.
    Ema se encontraba de mal humor. Estaba agotada después de una semana intensa en el trabajo, y ni siquiera había podido usar sus juguetes científicos. Eso le fastidiaba de sobremanera. Miró el reloj de soslayo, aún faltaba un rato para que Klavier viniera a recogerla. ¿Sería puntal? Se preguntó, mientras tamborileaba los dedos en su escritorio. Ya había despachado todo el papeleo que tenía por hacer y al parecer sería un viernes tranquilo, por lo que no le parecía mal irse antes de la oficina. Ya había comunicado que saldría, pero aun así mantendría su celular encendido por si surgía alguna complicación. Durante esa semana, se había arrepentido centenares de veces de haber aceptado ir a tomar un café con Klavier. Ir a un lugar público le resultaba un poco… perturbador. La prensa estaba tras de él por todo el asunto de Kristoph y The Gavinners, ¿qué sucedería si los pescan tomando un café juntos? Por más que no tenía pensado besarlo en público y dudaba ser de esas mujeres que regalaban sonrisitas enamoradizas y pestañeos incesantes, temía que los periodistas los descubrieran. Podía imaginar con facilidad la tapa de alguna revista cuyo título “Estrella de rock enamora a una vulgar inspectora” aparecería en letras enormes junto a una foto de ambos, atrayendo la atención de cualquier transeúnte. No podía permitir eso. ¿Qué dirían los del departamento de policía? Cuando notó sus manos húmedas, inspiró profundamente procurando mantener la calma. Debía de confiar en Klavier. Él había dicho que era un bar tranquilo, así que no tenía por qué preocuparse, era sólo un café. Aunque, ahora que lo analizaba mejor, un bar era mejor que ir a su casa. Allí estaría en su terreno, solos, y era incapaz de predecir qué sucedería en esa situación. Cuando él la besaba ella simplemente dejaba de razonar. Era como si cayera en un hechizo profundo, que turbaba todos sus pensamientos cegándola por completo. Ya lo había comprobado muchas veces, recordó observando su escritorio con las mejillas sonrojadas. Ese cretino, pensó con una media sonrisa formándose en su rostro. Era capaz de sacar tanto lo mejor como lo peor de ella. En un segundo la hacía poner de mal humor, y al siguiente le sacaba la más sincera de las sonrisas. Se sentía una idiota sonriéndole a un maldito celular, pero no podía evitarlo. ¿Quién diría que luego de tantos meses intentando evitarlo, ahora estaría ansiosa por verlo aparecer detrás de la puerta? Quizás la Ema adolescente, o tal vez Lana. Su hermana parecía estar más deslumbrada que ella misma con el fiscal. No perdía oportunidad para preguntarle por él, y había lanzado un grito de emoción al enterarse que Ema lo vería ese día. Era incorregible, pensó mientras sonreía. Oyó unos nudillos golpear con suavidad la puerta de su oficina y sus pulsaciones se dispararon. Sólo podía ser él. Se pasó la mano por el cabello, cómo si pudiera hacer algo él, mientras aclaraba la garganta.
    —Adelante —dijo con tono suave pero lo suficientemente alto como para que la escucharan y se acomodó en su silla procurando relajarse.
    La puerta se abrió despacio y la figura imponente de Klavier se alzó ante ella. Su mirada hechizante se clavó en la suya atrapándola y embelesándola. Al verlo, cayó en la cuenta de lo mucho que había anhelado verlo entrar por la puerta durante aquella semana. Si bien habían quedado para ese día, Ema mantenía la secreta esperanza de que Klavier apareciera de manera inoportuna y sorpresiva por allí. Desvió su mirada, observándolo detalladamente. No podía creer que ese hombre tan atractivo fuera en su búsqueda. De repente, algo en la mano de Klavier captó su atención provocando que el pánico cerrara su garganta.
    —¿¡Me has traído flores!? —se puso de pie chillando de ofuscación con los ojos saliéndosele de orbita.
    —¿Alguna vez me recibirás con una sonrisa, sin hacerme preguntas agresivas? —respondió Klavier levantando las cejas, un poco confundido.
    —¿¡Es que acaso no te das cuenta de lo que pensaran todos en la estación al verte llegar con flores!?
    —Tranquila, las traje en una bolsa de papel que tiré antes de entrar aquí. Nadie me vio.
    —Klavier, todos aquí son policías. Es obvio que notarán que al llegar traías una bolsa y al salir no la llevabas contigo —Ema refregó su rostro intentando recobrar la compostura—. Sumándole el hecho que de la nada apareció un bonito ramo en mi oficina.
    —No creo que me hayan hecho caso —dijo encogiéndose de hombros.
    —Eres Klavier Gavin, todo el mundo se debe haber fijado en ti. No eres un tipo muy discreto que digamos.
    —Bueno, si preguntan, diré que te compré una bolsa de bocaditos por un favor de índole laboral que me hiciste, y si te preguntan por las flores dirás que una familia a la que ayudaste en algún caso te las mandó en agradecimiento.
    —Pareces tener una respuesta para todo —respondió relajando los hombros, un poco más tranquila.
    —Por eso me ha ido bastante bien con las chicas.
    Una enorme y hermosa sonrisa conciliadora se abrió paso en el rostro de Klavier, acompañando la dulzura con la que la miraba. Ahí estaba su sonrisa encantadora que tanto le gustaba, cautivándola una vez más. Parecía un niño pidiendo una golosina. Sin poder resistirse a tal encanto contagioso, sonrió a la par de él, observándolo divertida. ¡Cuánto lo había extrañado!
    —¿Me vas a saludar o seguirás reprendiéndome? —preguntó el fiscal enarcando una ceja divertido.
    Ema ensanchó su sonrisa y, rodeando su escritorio, se acercó mientras lo observaba fijamente. Se plantó frente a él, y con su mano le acarició el rostro con delicadeza.
    —Hola —susurró—. ¿Ahora puedo seguir reprendiéndote?
    Klavier soltó una carcajada, y rodeándole la cintura la atrajo a su cuerpo.
    —Primero déjame saludarte.
    Con su mano libre, tomó su nuca acariciando su cuello suavemente. Cerró los ojos aspirando el dulce perfume de jazmín que llevaba mientras rozaba su nariz con la suya, embriagándose. Luego acercó sus labios y delicadamente rozó los suyos, sintiendo como un chispazo recorría todo su cuerpo. Aumentó la intensidad del beso y ella respondió enseguida. Su boca se acopló a la suya, saboreándolo, explorándolo, con la misma pasión con la que él la besaba. Desde la garganta de Ema, surgió un delicado gemido de placer que recorrió todo el cuerpo del fiscal prendiéndolo fuego por completo. Estaba perdiendo el control, y aquello era peligroso. Ya los habían interrumpido una vez, nada impedía que lo hicieran de nuevo.
    —Es…pera —dijo apartándose despacio con la respiración agitada—. Estoy perdiendo el control, y estoy a un paso de tirar todo de tu escritorio. Alguien puede vernos.
    Ema lo observó aturdida, con las mejillas sonrojadas por aquel arrebato de pasión. Klavier tenía razón, pensó avergonzada. Sentía en su cuello el fuerte latir de su corazón, y su pecho subía y bajaba por su respiración agitada. El fiscal sabía cómo hacerla perder los estribos.
    —T-tienes razón. L-lo siento.
    —¿Por tener los labios más dulces del mundo? Me vuelves loco Fräulein. Hola —Klavier sonrió y le deposito un pequeño beso en la punta de su nariz.
    —Hola —respondió con una sonrisa tímida sin apartar sus ojos de los de él—. Me has traído flores.
    —Así es. ¿No te gustan? —preguntó preocupado mientras se las enseñaba.
    —Claro que sí, son preciosas. Gracias.
    —No sabía cuales podrían gustarte, así que le pedí ayuda a la de la florería.
    —Son unos tulipanes muy lindos. Me gusta que hayas comprado de varios colores, es un ramo hermoso —dijo acercándolo a su nariz para olerlo—. Debes tener mucha experiencia comprando flores.
    —Te equivocas. Jamás compre flores.
    —¿Jamás? —preguntó sorprendida.
    —No, nunca antes. No es mi forma de ser.
    —¿Y qué te hizo cambiar?
    —Tú —alzó su mano y le acaricio el labio con suavidad, mientras observaba como sus mejillas se sonrojaban—. Eres única Fräulein.
    —Dicen que los tulipanes en general representan fidelidad y respeto. Si son de color amarrillo representan un amor desesperado, si son rojas simbolizan una pequeña declaración de amor y dicen “mi amor es sincero” —explicó mientras acariciaba cada una de las flores.
    —Vaya, no estaba al tanto de esa información. Pero aun así estoy de acuerdo con cada una de sus representaciones.
    —¿Las pongo en agua y nos vamos? —preguntó un poco incomoda mientras se alejaba lentamente de él.
    —Claro.
    El fiscal la siguió con la mirada mientras buscaba agua y colocaba las flores en un bonito jarrón. Observó cada movimiento detalladamente. Sentía que cada vez que la veía estaba más hermosa, como si aquello fuera posible. Había dejado su bata de laboratorio colgada, y vestía una camisa leñadora desprendida con una remera blanca debajo. Llevaba puestos unos borcegos, quizás eran los mismos que había usado para ir a su casa, no recordaba con exactitud, y unos jeans que se ceñían a lo largo de sus sensuales piernas. Estaba preciosa. Cuando terminó de acomodar las flores, Ema volteó y lo observó extrañada.
    —¿Qué miras?
    —Lo hermosa que eres —respondió y las mejillas de la inspectora se tiñeron de rosa —. ¿Tienes mucho trabajo?
    —No, lo he terminado todo. Dejaré mi celular encendido por si surge algo, pero el día ha estado bastante tranquilo.
    —¿Y en la semana? ¿Qué tal te ha ido?
    —Despacio fiscal, deja alguna pregunta para el café, sino no tendremos de que hablar —sonrió divertida.
    —¿Para qué hablar si podemos hacer otras cosas? —su mirada se incendió con una chispa de deseo.
    —¿Nos vamos? —aquello la incomodaba—. Oh, espera… ¿Has venido en moto?
    —Sí, tengo mi Ducati deportiva esperándonos.
    —¿T-tu Du…cati? —su rostro palideció provocando una sonora carcajada en Klavier— ¿Te estas burlando de mí? Eres un imbécil.
    —Perdón Fräulein, pero tu cara fue impagable —sonrió—. He venido en auto, porque a ti no te gusta andar en moto pero sobre todo porque habrá un cambio climático y se pondrá frio. No quiero que te enfermes.
    —Vaya… que preventivo.
    —Más vale prevenir que lamentar —se encogió de hombros—. De hecho prendí la chimenea de mi casa para que cuando vuelva no esté tan fría. Una casa tan grande sin calefacción puede ser una heladera.
    —Piensas en todo, ¿Quién lo diría?
    —¿Te burlas de mí?
    —Tal vez… —Ema sonrió divertida—. ¿Vamos?
    —Vamos, antes de que continúes burlándote de mí.
    Luego de coger su abrigo y su bolso salieron juntos de la oficina en dirección a la calle donde el coche de Klavier aguardaba. Ema se encontraba completamente tensa, temiendo que alguien sospechara la clase de relación que tenía con el fiscal. ¿Pero qué clase de relación era al fin y al cabo? Porque ni ella sabía qué tipo de relación tenían exactamente, y obviamente, bajo ningún punto de vista, se lo preguntaría él. ¿Eran… novios? No, ellos no hacían esas cosas típicas de pareja. Tampoco eran amigos con derecho ya que nunca se habían acostado… al menos aun. ¿Entonces qué demonios eran? No le importaba tanto realmente, pero le molestaba mucho no poder definir aquella situación. Miró a Klavier de soslayo, quien caminaba completamente relajado. Parecía que a él no le importaba si alguien los descubría, no se tomaba en serio todo lo que ello implicaría. Llegar a ser Inspectora había sido difícil, sobre todo siendo mujer. En los pasillos del Departamento de Policía circulaba el rumor que había conseguido aquel puesto por ser hermana de la ex fiscal jefe, Lana Skye. A pesar de que aquel no era el puesto que deseaba realmente, ser inspectora era fruto de sus grandes esfuerzos. Nadie le había regalado nada. Y ahora, si su relación con Klavier Gavin salía a la luz, debería luchar contra aquellos prejuicios una vez más. En el corto trayecto, se cruzaron con varios compañeros de ella que los saludaron cordialmente, a lo que el fiscal explicaba bromeando que les robaba a la inspectora para revisar unos informes. Muy inteligente fiscal Gavin, pensó Ema con un poco de alivio.
    Una vez afuera, Klavier la guió hasta su auto que yacía estacionado justo al frente.
    —Lindo auto —dijo Ema cuando subió.
    —Gracias, es un BMW X6. Normalmente uso el deportivo, pero es muy llamativo y no es lo que necesitamos en este momento —sonrió.
    —Muy precavido señor Gavin, como siempre.
    —A su disposición, Fräulein Skye. ¿Lista?
    —Lista.
    Arrancando el auto, Klavier emprendió camino hacia el bar que había elegido para aquella especie de cita. En el trayecto charlaron de temas triviales como el clima y el trabajo, mientras Ema observaba por la ventana como se alejaban del ajetreo del centro de la ciudad. El fiscal de vez en cuando la miraba de reojo preguntándose qué estaría pensando, entretanto la música sonaba llenando aquel pequeño espacio. Cuando llegaron, Ema sintió como su estómago se hacía un nudo pero al voltear se encontró con la dulce sonrisa de Klavier quien la observaba atentamente. Tomó su mano, y con delicadeza besó sus dedos tranquilizándola. Se bajaron juntos, y entraron al pequeño bar que Klavier había elegido. Era un lugar tranquilo y confortable, observó Ema al entrar. No era muy grande, pero aun así resultaba ser un ambiente cálido y familiar. Mientras era guiada a través de las mesas, notó que ninguna de las personas que ocupaban las distintas mesas se había volteado a verlos. Eso la tranquilizaba. Klavier saludó con una sonrisa y un movimiento de cabeza al dueño que atendía tras el mostrador, y se sentaron en un rincón alejados de las ventanas. Una mesera vino rápidamente a tomarles el pedido, y ordenaron una taza de café con un muffin para el fiscal y una taza de té con una porción de torta de chocolate para Ema. No había almorzado y estaba hambrienta.
    —Es un lugar acogedor —dijo Ema cuando se fue la mesera.
    —Lo es, ¿te gusta? Vengo aquí desde adolescente.
    —Es muy tranquilo, nadie se ha volteado a mirarte cuando llegamos.
    —No es como los bares del centro. Es un bar más… familiar por llamarlo de alguna manera —explicó—. La mayoría de las personas que vienen aquí, son habituales. No les causa ninguna sorpresa verme.
    —¿Este es tu lugar alejado de los flashes? —sonrió.
    —Algo así —Klavier le devolvió la sonrisa—. Cuando quiero tomar un café tranquilo, o traer una chica bonita, vengo aquí.
    —Debes haber traído muchas —el ceño de Ema se frunció de manera involuntaria.
    —Mmm… a decir verdad, no —respondió pensativo—. Si no me equivoco, eres la primera a la que traigo aquí.
    —Si, como no… —dijo incrédula poniendo los ojos en blanco—. ¿La prensa te acosa demasiado?
    —Se han calmado con el paso de los años. Pero al principio todo era una locura, aunque a esa edad debo decir que me gustaba.
    —A veces olvido que eras un adolescente cuando The Gavinners saltó al éxito.
    —Así es, The Gavinners saltó al éxito de la noche a la mañana. Casi no tuve tiempo de asimilarlo, pero fue grandioso.
    —¿Qué te llevo a formar la banda?
    —La música siempre formó parte de mi vida. The Gavinners siempre estuvo en mi mente, soñaba con aquella banda. Cuando fui a Alemania, conocí a Daryan quien también soñaba con formar una, pero todo quedaba en ensayos y en la nada. No fue hasta que en un día inspirador, compuse mi primera canción. Ahí caí en la cuenta de que podía escribir grandes canciones, que luego fueron un éxito alrededor del mundo.
    La mesera trajo el pedido y luego se retiró dejándolos reanudar aquella conversación.
    —Toda una revelación imagino. A la primera canción que escribiste, me refiero.
    —Sí que lo fue, se podría decir que esa canción cambio toda mi vida. Hubo un antes y un después.
    —¿Esa fue la canción que los catapultó a la fama?
    —¿”Condenados a 13 años por amor”? No, ese fue nuestro primer éxito, pero no fue la primera que escribí.
    —¿Cómo? —bebió un sorbo de té con el gesto contrariado.
    —La primera canción nunca salió a la luz. La compuse pero nunca la toqué para nadie, mucho menos la grabé.
    —¿Por qué? ¿Temías que no fuera un éxito?
    —No, claro que no. Estoy completamente seguro que hubiera sido un gran éxito. Pero aun así, era una canción demasiado personal. Quería que fuera mía y nada más. Sé que suena tonto, pero así yo lo veía.
    —No suena tonto, me parece… lindo —sonrió—. ¿Y de que hablaba?
    —Es usted una persona muy curiosa, Inspectora Skye…
    —No puedo luchar contra mi naturaleza.
    —Me he dado cuenta, aunque siento que estamos hablando mucho de mí, ¿no crees? Háblame de ti. ¿Cómo llevas el asunto de vivir con Lana? —preguntó cambiando de tema.
    —No me resulta tan difícil como esperaba, ya que prácticamente no estoy en todo el día. Pero los momentos que compartimos son agradables, excepto cuando se pone pesada preguntándome sobre ti.
    —¿Sobre mí?
    —Así es, parece que la has hechizado. Me aventuraría a decir que le caes mejor que yo —Klavier soltó una carcajada—. Es cierto, se emocionó tanto cuando supo que te veía hoy que hasta pensé que querría venir en mi lugar. Tenía más ganas de verte que yo ¿Qué le has hecho Gavin?
    —No puedo ocultar mis encantos con las mujeres… —se lamentó de manera dramática—. ¿Más ganas que tú? ¿Acaso no querías verme?
    —¡Claro que sí! —exclamó alarmada—. Es decir… no quise decir… Tú me entiendes…
    —Lo sé —un brillo de esperanza iluminó su rostro—. ¿Y dónde duermes? ¿En el sillón?
    —No —negó con la cabeza mientras cogía un pedazo de torta—. Duermo con ella en mi cama, hay espacio para las dos.
    —¿Si? Vaya… Dos hermosas hermanas durmiendo en la misma cama, la fantasía de todo hombre.
    —¿La tuya también? —Ema levantó sus cejas con gesto desafiante.
    —¡N-no! Quiero decir… por supuesto que son hermosas, pero no tengo fantasías con ustedes.
    —¿No tienes fantasías conmigo? —dijo en tono provocativo mientras lo observaba con malicia.
    —Oh Fräulein, no tienes ni idea.
    —Demasiado tarde galán, ya has dicho que fantaseas con mi hermana, pervertido—fingió estar ofendida.
    —Bueno, si tú no me quieres tal vez podría intentarlo con ella.
    —Te reto a hacerlo. Ella puede ser aún más complicada que yo.
    —Eso no es necesario, yo te quiero a ti.
    Klavier deslizó su mano lentamente sobre la mesa para tomar la suya, incomodándola un poco. Ema miró hacia los lados un poco alarmada, pero nadie parecía estar viéndolos. Observó con detenimiento la gente que había allí. Otras parejas, amigos que se juntaban a tomar un café, y hombres solitarios como el que había junto a una ventana leyendo un periódico, asistían para pasar una agradable tarde. Klavier tenía razón, a nadie allí le importaba lo que ellos hicieran pensó más tranquila. Se dejó envolver en el manto de aquella pequeña pero significativa caricia mientras se perdía en sus hermosos ojos cristalinos y le dedicaba una sonrisa.
    —Tienes la sonrisa más bonita que jamás he visto Fräulein —el rostro de Ema se sonrojó por completo mientras Klavier besaba sus nudillos—. Me gusta cuando te sonrojas, pero ¿por qué lo haces?
    —Y-yo… no estoy acostumbrada a tantos halagos —respondió tímida agachando la mirada.
    —Pues vete acostumbrando, porque no me cansaré de recordarte lo hermosa que eres —besó su mano una vez más—. Ya vuelvo, necesito ir al baño. Tardaré un segundo.
    —Asegúrate de lavarte bien las manos. No me obligues a usar uno de mis juguetes científicos para comprobarlo.
    Klavier soltó una risotada y se perdió tras las puertas que conducían a los baños. Ema se acabó lo poco que quedaba de torta y pensó en la tarde que estaba viviendo. La estaba pasando realmente bien y no quería que acabase. Internamente esperaba que Klavier le propusiera ir a cenar, ya que no tenía más trabajo que hacer. Tal vez cuando la llevara a su casa podría invitarlo a pasar, aunque allí estaría Lana y realmente deseaba estar a solas con él. La preocupación y el miedo que la invadían parecían haberse ido por completo, se sentía cómoda y tranquila con él. ¿Podría ser feliz a su lado? A pesar de que era algo apresurado pensar de esa forma cuando aquella relación apenas comenzaba, una luz de esperanza se avistaba en el horizonte. Oyó sus pasos acercarse y sonrió para sí misma. Si, podría ser feliz a su lado.
    —¿Te has lavad…? —levantó la vista para reencontrarse con sus ojos, sin embargo su mirada se encontró con algo mucho peor. Su rostro palideció adoptando un color ceniciento y el estómago se le cerró en un doloroso nudo de pánico.
    —Vaya, vaya... Que sorpresa. Debo admitir que tú eres la última persona que esperaba encontrarme en este lugar.
    —¿¡D-Drake!? —preguntó con un hilo de voz. Los ojos parecían salírsele de orbitas. Él estaba ahí, ¿por qué?
    —Hola Ema. Antes de que me preguntes que demonios hago aquí, te lo resumiré. Luego que frustraras por completo mi tesis, demoré dos años más en obtener mi título. Mi familia estaba muy feliz, como podrás imaginar. Qué mal, ¿no crees? Y todo gracias a ti —dijo sarcásticamente.
    —Y-yo… l-lo siento —agachó la mirada sin saber qué hacer. No podía mirar a los ojos a quien tanto daño le había hecho, se sentía intimidada.
    —En fin, vine a probar suerte aquí y conseguí trabajo. Me está yendo bastante bien por suerte, pero aun así necesito escalar posiciones para ocupar el puesto que realmente merezco. Pensé que después de que Kristoph Gavin fuera encarcelado, sería perfecto una nota que mostrara como se sentía la gran estrella de rock, Klavier Gavin, con respecto a eso. A la gente le encantan ese tipo de notas ¿sabes? Así que lo seguí para tomarle fotos y captar esos momentos, pero me topé con algo muchísimo mejor, algo que realmente no esperaba. Klavier Gavin besándose con alguien en la calle.
    Ema abrió los ojos totalmente conmocionada cuando comprendió a lo que se refería. La puerta de su edificio, cuando despidió a Klavier. Todo comenzó a darle vueltas, se sentía mareada.
    —¿Q-qué? —logró articular.
    —No pude ver el rostro de aquella misteriosa mujer porque estaba oscuro, por lo que continué vigilándolo. Era inútil espiar el edificio de la mujer en cuestión ya que podrían vivir cientos de ellas allí. Al día siguiente volví a seguirlo. Estuvo mucho tiempo en su oficina y luego se dirigió a la estación de policía, pero en ese momento no vi nada fuera de lo normal. La semana continuó tranquila hasta que hoy volvió a la estación, no sin antes pasar a comprar flores, lo cual me resultó sospechoso. Y luego te vi salir a ti, con él, y dirigirse a este antro pensando que podrían ocultarse. Aunque debo admitir que no fue hasta que te tomó la mano y vi sus miraditas nauseabundas, que comprendí que tú eras esa mujer.
    —¡No es lo qu…!
    —¿No es lo que pienso? ¿Piensas que soy estúpido? Claro que lo es, y puedo notarlo en tu mirada colmada de pánico. ¿Quién diría que alguien como tú captaría la atención del soltero más codiciado? —dijo burlándose. Drake parecía escupir las palabras.
    —Por favor, Drake. No lo publiques —imploró Ema con un hilo de voz.
    —¿Y perderme la oportunidad de triunfar en mi carrera? Debes estar bromeando. Ya me arruinaste una vez, no lo harás dos veces. Aunque tal vez deba apurarme. Me pregunto cuánto tardará el fiscal en darse cuenta lo inútil que eres. Seguramente se cansará pronto de ti, al menos espero que en eso sea más inteligente que yo.
    —Por favor… —sus ojos se llenaron de lágrimas.
    —Aun no entiendo como pude perder el tiempo con alguien como tú. ¡Mírate! Ni siquiera eres bonita.
    Ema se sentía realmente humillada, no podía permitir que aquello continuara por lo poco de amor propio que le quedaba. Levantó su mirada, decidida a enfrentarlo, pero al hacerlo palideció una vez más.
    —No eres más que una inútil e inservible mujerz…
    Drake sintió como su cuerpo giraba bruscamente impidiéndole completar la frase. Sus ojos se encontraron con unos completamente llenos de una furia abrasadora. Los ojos de Klavier Gavin. Antes de que pudiera reaccionar, un puño golpeó su mandíbula con fuerza haciéndolo volar hacia atrás, cayendo estrepitosamente en el suelo. El bar quedó en completo silencio observando aquella escena. Ema sentía que estaba por desmayarse.
    —Aquí el único inservible eres tu —Klavier parecía peligrosamente calmado. Ema podía notar la contención de su furia—. No hay insulto en el mundo que pueda describir con exactitud el asco que me produces. Denigrar a una mujer así solo demuestra lo cobarde y poco hombre que eres. Hasta me da vergüenza haberte golpeado. Agradece que estemos aquí sino créeme que recibirías mucho más que ese simple golpe. Te advierto que si llego a cruzarte de nuevo en mi camino, o me entero que volviste a aparecer frente a Ema, esa hinchazón en tu mandíbula será lo más bonito que tendrás en tu rostro. Vámonos Ema.
    —K-Klav…
    —¡Vámonos!
    Ema recogió rápidamente sus cosas, mientras Klavier dejaba dinero suficiente para pagar tres meriendas como las que habían consumido. Se sentía turbada y asfixiada por toda aquella situación, no podía pensar con claridad. El fiscal la tomó del brazo y la guió hasta la salida, ante la mirada conmocionada de Drake quien continuaba en el suelo. Le abrió la puerta del acompañante, y luego arrancó el auto dejando todo lo sucedido atrás. Se preguntó a donde la llevaría. Temía que la llevara a su departamento, ya que realmente no deseaba ir allí. Le tendría que dar explicaciones a Lana y no quería enfrentarse a ello. Cuando vio que se alejaban de la ciudad, comprendió que la llevaba a su casa. A pesar de todo eso la tranquilizaba. Miró por la ventana y vio como la tormenta se acercaba de a poco, arrasando con aquel cielo celeste que hacía poco le sonreía. Era una perfecta metáfora de cómo se sentía en ese momento. En el auto reinaba un silencio sepulcral, Klavier estaba demasiado callado. Aquello debía ser la calma que antecede al huracán, pensó intranquila. Lo observó de reojo y aun las llamas salían de su mirada que estaba clavada en la carretera. Sus nudillos estaban blancos por la presión con la que sostenía el volante. Su furia era notable, y no se animaba a articular palabra, aunque tampoco deseaba hacerlo. Necesitaba aquel silencio para ordenar sus pensamientos. Drake Sellers había vuelto a su vida y de la peor manera. Estaba decidido a publicar la noticia de su romance con Klavier, algo que sin dudas la perjudicaría solo a ella. Seguía siendo aquel joven apuesto de mirada penetrante, que seguramente haría suspirar a más de una mujer. Pero la había humillado. Una vez más. ¿Cuánto habría escuchado Klavier? Aquello era vergonzoso, ojala él no hubiera estado ahí. ¿Qué pensaría de ella? Ni siquiera había sido capaz de defenderse a sí misma. El sol comenzaba a bajar cuando llegaron a la casa de Klavier. El auto atravesó lentamente la enorme propiedad, hasta detenerse frente a su casa. El corazón de Ema se alteró, no estaba lista para enfrentar a Klavier quien aún se en encontraba furioso. El fiscal rodeó el auto, y tomó del brazo a Ema quien acababa de descender, guiándola en dirección contraria a la casa.
    —¿A-a donde me llevas? —preguntó confundida y nerviosa.
    —Vamos a caminar —respondió Klavier secamente.
    La soltó y dejo que caminara a su lado a través del terreno, ambos necesitaban relajarse. Caminaron callados, oyendo los cantos de los pájaros que volvían a sus nidos y los susurros del viento fresco que comenzaba a soplar. El sol caía en el oeste, mientras las nubes amenazantes avanzaban desde el norte. Ema agradeció aquel silencio que Klavier le proporcionaba, su compañía la reconfortaba aunque su semblante era el de un hombre dispuesto a matar. Jamás lo había visto de aquella manera, y aunque sabía que él era incapaz de hacerle daño, se sentía completamente intimidada. Recordó el pánico que había sentido cuando lo vio aparecer detrás de Drake, completamente fuera de sí. Y lo había golpeado. ¡Demonios! No había pensado en ello. Drake podría demandarlo si así lo quisiera, y Klavier siendo fiscal… Podría arruinar su vida también. Sintió el roce de la mano de Klavier en la suya, y como éste la tomaba entrecruzando sus dedos en un intento de reconfortarla. La guió hasta un tronco caído, donde se sentaron a contemplar el atardecer que se alzaba ante sus ojos, antes de que la tormenta llegara. Ninguno de los dos dijo ninguna palabra, mientras apreciaban aquel hermoso espectáculo de la naturaleza con sus manos entrecruzadas. Ema inclinó su cabeza y la apoyó en su hombro intentando consolarse, mientras él observaba el horizonte con el semblante aun serio. Aquello no podía continuar, terminaría perjudicándolo a él.
    —¿Estás enojado conmigo? —preguntó temerosa.
    —No —respondió fríamente—. ¿Por qué debería estarlo?
    —Porque soy una idiota —Ema agachó la mirada, triste.
    Sintió como el cuerpo de Klavier se tensionaba a su lado, y a continuación se ponía de pie mientras se pasaba la mano por su rostro procurando tranquilizarse. Ema miró atentamente sus movimientos, alarmada por su reacción.
    —No eres una idiota —dijo finalmente entre dientes—. No puedes creerte todo lo que dice ese imbécil.
    —¿Cuánto escuchaste de aquella conversación?
    —Eso no fue una conversación. Fue el monólogo inútil de un cobarde. Escuché lo suficiente como para querer destrozarlo con mis manos. Si no hubieras estado tú ahí…
    —Pero… lo nuestro saldrá a la luz. ¿Qué dirán todos? Los del departamento de p…
    —¿Eso te preocupa? ¿El tipo acaba de defenestrarte, y a ti te preocupa el qué dirán?
    —¡No es eso! —exclamó poniéndose de pie—. Tú no entiendes… Puede perjudicarte, por mi culpa. ¡Es periodista, maldita sea! ¿Quién sabrá lo que dice sobre ti?
    —¿Crees que acaso me importa lo que tenga para decir?
    —¡Puede denunciarte! ¿Sabes el escándalo que provocaría eso? Hasta puedes ir preso.
    —Todos los que estaban allí me conocen hace años. Ninguno testificaría en mi contra, jamás. Va a resultarle muy difícil llevar a cabo esa denuncia.
    —No es tan simple, Klavier por Dios. Eres un fiscal, y una estrella de rock. Los medios se harán un banquete con una historia como esa… y como la nuestra —bajó la mirada triste—. No puedo permitir que eso suceda… Esto… Esto no puede continuar Klavier.
    —¿Qué? —el fiscal preguntó confundido—. ¿Todo por lo que la prensa pueda decir?
    —No es sólo por eso Klavier. Esto es un error, siempre lo fue y siempre lo supe…
    —¿Por q…?
    —Y-yo estoy… rota —una triste sonrisa se formó en sus labios, casi imperceptible—. No soy lo suficientemente buena para ti. No puedo darte lo que tú quieres, lo que mereces.
    —Ema…
    —Déjame terminar, por favor… No soy la niña con sueños y anhelos que conociste en el pasado. Soy… esto —alzó sus manos señalándose—. Una simple inspectora frustrada que compra juguetes científicos por internet. No soy para ti. No estoy a tu altura, no soy una bella modelo con la que te puedas lucir bajos los flashes. Te cansarás de mí rápidamente, y continuaras con tu vida como si nada mientras yo quedo destrozada… otra vez. No puedo continuar con esta fantasía adolescente… yo… no… —sus ojos se llenaron de lágrimas.
    —Sé que no somos los mismos adolescentes que fuimos hace casi diez años —comenzó Klavier de forma serena mientras un trueno resonaba cerca—. Ambos hemos cambiado mucho con el transcurso de los años. Yo me he convertido en un cretino arrogante, ¿no?
    —No…
    —Yo te escuché a ti, ahora tú escúchame a mí. ¿Sabes? Después del juicio de Vera, cuando apareciste en mi oficina y me dijiste que fingía mis sonrisas arrogantes, era verdad. Es un acto reflejo que me acostumbré a hacer a lo largo de mis años de fama. Cámara, sonrisa, flash, siguiente cámara, sonrisa, flash y así sucesivamente durante todo este tiempo sin importar como me sentía por dentro. Prácticamente había olvidado lo que era sonreír de verdad, lo que era una sonrisa sincera y espontánea. Hasta que apareciste Fräulein. Hasta que volviste a mi vida repentinamente. En estos, ¿cuántos? Cuatro meses he reído mucho más de lo que lo he hecho en diez años. Y todo por ti —Ema lo observaba atentamente, aun con lágrimas en los ojos—. Me has hecho feliz, me has hecho soñar. He tocado fondo con todo lo que ha sucedido, pero tú estuviste ahí para sujetar mi mano y no dejarme caer. Has cambiado, pero yo jamás esperé nada específico de ti. Lo único que quiero es que me des la oportunidad de hacerte tan feliz como tú me haces a mí. Has cambiado, hemos cambiado, pero te amé durante todos estos años y te amo ahora aún más. Sé que tienes muchas dudas, y a pesar de todo las comprendo, sin embargo no hay respuestas para todas tus preguntas. Quisiera tenerlas para poder tranquilizarte, quisiera poder decirte que seremos felices, pero no veo el futuro. Solo queda intentar responder todas esas preguntas juntos. No puedo prometerte que jamás tendremos una pelea, pero de eso tratan las relaciones, ¿no? —sonrió—. Yo también tengo mis dudas y mis miedos, pero si de algo estoy seguro es que estoy perdidamente enamorado de ti Ema. Y no espero que tu sientas lo mismo por mí, sino que al menos lo intentes.
    Una lágrima rodó por la mejilla de Ema, mientras los últimos rayos de sol se colaban entre las nubes que ya casi cubrían la totalidad del cielo. Klavier alzo su mano y se la limpió con delicadeza. Luego tomó sus manos entre las suyas y se las llevó a su pecho al tiempo que apoyaba su frente en la de ella.
    —Por favor inténtalo —susurró en una súplica—. Jamás podría cansarme de ti. Te he esperado por tanto tiempo… Por favor…
    —D-de acuerdo… —la voz de Ema era apenas audible.
    —¿Qué? —preguntó Klavier sorprendido, apartándose para mirarla.
    —Q-quiero intentarlo —dijo con la voz temblorosa—. Quiero ser feliz a tu lado…
    —Ema…
    La rodeó con sus brazos y se fundió con ella en un abrazo desesperado y liberador. Hundió su nariz en el cabello de la inspectora, procurando embeberse de su dulce y delicioso aroma, mientras le susurraba palabras de agradecimiento. Ema hizo lo propio en su cuello, dejándose consolar por aquel abrazo que le trasmitía la seguridad que ella tanto necesitaba. Él había dicho que la amaba. Lo había dicho de verdad. Levantó la cabeza buscando su mirada para confirmarlo, y ahí estaba él con su sonrisa encantadora, y sus dulces ojos que la cautivaban como siempre. Una gota cayó en su mejilla, seguida de tantas otras que impactaban contra el piso en una enorme cortina de agua. La tormenta había llegado. Ema levantó su rostro, cerró los ojos, y se dejó llenar de esa frescura que le proporcionaba la lluvia. Una enorme sonrisa se abrió paso en su rostro, y miró a Klavier quien la observaba atento y maravillado.
    —¡El último que llega a la casa tiene cola de perro!
    —¿Q-qué?
    Antes de que el fiscal pudiera reaccionar, Ema salió disparada en dirección a la casa. Klavier sonrió y acto seguido corrió tras ella. El sonido de su risa infantil e inocente llegaba a sus oídos movilizando por completo su alma. Podía alcanzarla con facilidad, sin embargo prefirió mantener una corta distancia para observarla mejor. Aquel era un espectáculo digno de contemplar. Ema era todo lo que había soñado, todo lo que había esperado. Su corazón había caído rendido a sus pies en el mismo instante en el que sus ojos oscuros se toparon con los suyos en aquel pasillo hacía nueve años. Estaba completamente seguro de que ella era la única mujer a la que había amado, y a la que seguiría amando por el resto de su vida. Amaba la Ema que había sido, y a la mujer en la cual se había convertido. La amaba, de todas las formas posibles, con cada célula de su cuerpo y su alma.
    A pocos metros de la casa, Klavier la sujetó del brazo y con un suave tirón, hizo que se detuviera atrayéndola a sí. Tomó su rostro entre sus manos, y dedicándole una tierna sonrisa, apoyó sus labios suavemente en los suyos. Se besaron, primero con suavidad, saboreándose mutuamente, y luego de manera apasionada, como si intentaran liberar toda la ansiedad y tensión que habían resguardado en sus seres durante la última hora. La lluvia caía sobre ellos torrencialmente, empapándolos por completo, sin embargo, nada de eso les importaba. El agua se escurría en sus rostros, mezclándose con aquel beso ardiente del que eran prisioneros. Ema lo rodeó con sus brazos, plenamente consciente del amor que sentía por él, y que ya era demasiado tarde para negarlo. Cuando finalmente se separaron, una sonrisa de satisfacción asomo en sus labios casi en perfecta sintonía. Klavier tomó su ya helada mano y la guio hasta la casa para resguardarse del frio. Una vez adentro se dirigieron a la chimenea para entrar en calor, el fiscal no quería que Ema se enfermara. Fue por una manta y un poco de su ropa para que se cambiara la suya mojada, y aprovechó para enviarle un mensaje a Lana, avisándole que Ema se quedaría con él. Cuando volvió la encontró sentada frente al fuego, pensativa. Su rostro brillaba bajo la luz anaranjada dándole un aspecto tan bello e inocente. El corazón de Klavier dio un vuelco, sintiendo que no le podía caber tanto amor en su pecho. Se arrodilló a su lado, y con su mano, corrió un mechón de pelo mojado de su rostro. Acarició su mejilla, y con sus dedos siguió la línea de su mandíbula hasta llegar a su barbilla donde la sujetó suavemente y le acarició el labio. Ema lo miró a los ojos y notó que estaban oscurecidos por el deseo. El corazón le palpitó con fuerza porque sabía que aquello era inevitable, porque ella también lo deseaba con locura. Él se incorporó y extendió su mano, invitándola a pararse. Ema tragó saliva, y se sujetó a ella irguiéndose a su lado. Klavier se inclinó y la besó suavemente en la frente, pasando por sus ojos y sus mejillas. Recorrió con sus labios la línea de su mandíbula y mordió con suavidad el lóbulo de su oreja, haciéndola gemir de placer. Con cautela, le retiró la camisa mojada deslizándola por sus brazos y dejándola caer en el suelo, mientras observaba maravillado como la remera húmeda se ceñía a sus pechos. Buscó su mirada como pidiéndole permiso y ésta, completamente extasiada, alzó sus brazos facilitándole el trabajo de quitarle la prenda. La respiración de Klavier se cortó al ver su hermosa piel de porcelana aparecer ante sus ojos. Sin poder resistir la tentación, estiró la mano para acariciarla. Era como acariciar un pétalo. Ema tembló ante sus caricias, y él la besó con fuerza. Ella abrió los labios, permitiéndole ingresar a la calidez y humedad de su boca. Un nuevo y suave gemido emergió de su garganta recorriendo el cuerpo de Klavier como si se tratara de una corriente eléctrica mientras rozaba con la punta de los dedos su espalda. Ema suspiró cuando le besó desde la base de la oreja hasta el hueco del cuello, continuando hasta su hombro y descendiendo hasta su vientre. Le sacó los borcegos, desprendió sus vaqueros y los deslizó por sus largas y sensuales piernas, depositándole besos en el camino. Era perfecta. Ema hizo lo propio desvistiéndolo de a poco, explorando cada rincón de su cuerpo con sus manos, besando delicadamente aquello que ahora le pertenecía. Sus cuerpos, que estaban fríos por la lluvia, ahora emanaban un calor intenso producto de la lujuria que los invadía. Hicieron el amor lentamente, explorándose y conociéndose, deseando que aquella sensación no acabara nunca. Klavier podía sentir como aquel cuerpo femenino que tanto había deseado, temblaba de placer una y otra vez. Afuera, la lluvia caía a cántaros mientras que dentro se desataba una tempestuosa tormenta de pasión donde el fuego era el único testigo. ¿Qué importaba si el mundo se caía a pedazos? Refugiados bajo techo, deleitándose en aquel torbellino de sentimientos, eran conscientes de que lo enfrentarían juntos.
     
  6.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    28
     
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    6744
    CAPITULO 26: Preludio del fin

    El fuego bailaba al son de una danza sensual y hechizante que la hipnotizaba por completo. Ema observaba atentamente como las llamas ascendían y descendían, invitándola a participar de aquel tan hermoso como peligroso ritual. Así se sentía en ese momento luego de haber sido seducida por aquella pasión descontrolada, aunque no se había quemado. Había ardido por completo, pero no se había quemado. Acostada en el piso, con el peso casi muerto de Klavier encima, piel con piel, por primera vez se sentía plena. Con sus respiraciones acompasadas, podía sentir como el pecho del fiscal se inflaba y desinflaba con cada aliento, así como también el retumbar de sus latidos. Aunque se encontraba completamente inmovilizada por el aplastamiento que le producía el cuerpo inerte del fiscal, estaba cómoda y satisfecha, y no se imaginaba un lugar mejor. La lluvia aún golpeaba con fuerza en las ventanas sin intenciones de parar, y unos truenos sonaban amenazantes, pero allí se sentía protegida y acogida. No tenía nada de que arrepentirse, pensó. Ella merecía ser feliz después todo lo que había pasado durante esos años, y estaba segura que con Klavier lo seria, o al menos eso deseaba. Observó sus dedos entrelazados y sonrió. Lo deseaba con todas sus fuerzas. Alzó su mano libre y recorrió su columna con suavidad, provocando que el fiscal tiritara. Éste se removió sobre ella, y hundió la nariz en su cuello dando un profundo suspiro.
    —Hola —susurró plantándole un beso en la garganta.
    —Hola… ¿estás cómodo? Porque estoy comenzando a no sentir mis piernas.
    —Oh… Lo siento —Klavier se deslizó hacia un costado y la atrajo hacia su cuerpo, rodeándola con sus brazos y acariciándola—. ¿Así está mejor?
    —Si —respondió satisfecha apoyando la cabeza sobre su pecho.
    —¿Cómo te sientes?
    —Rara…
    —¿Rara? —preguntó confundido—. ¿En el buen sentido?
    —Sigo aquí, ¿no?
    —Es verdad, aunque dudo que salieras huyendo con esta lluvia… y sin ropa.
    —Es una buena observación, fiscal Gavin. Pero si, en el buen sentido. Nunca me sentí tan… plena —explicó.
    —¿Y por qué eso es raro?
    —Porque siempre analizo los pros y contras de todas mis decisiones. Sin embargo ahora, con tantas cosas aquejándome, no me importa ninguna. No hay otro sitio en el que quiera estar, en tus brazos me siento feliz. Ni siquiera pienso en mi casa, ni en… ¡Oh Dios mío! ¡Lana! —exclamó incorporándose de repente—. Debe estar preocupada, le dije que volvería a cenar. ¿Qué le diré? ¿Dónde están mis cosas?
    —Tranquilízate —Klavier acarició su espalda calmándola—. Cuando fui a buscar la manta y ropa, aproveché y le mandé un mensaje avisándole que te quedarías conmigo.
    —¿¡Le escribiste!? ¿Acaso le dijiste que planeabas acostarte conmigo?
    —No estaba en mis planes hacerlo, aunque no lo creas —dijo sonriendo—. Si se presentaba la oportunidad, no me negaría, pero aun así pensaba persuadirte para que durmieras literalmente conmigo.
    —¿Dormir?
    —Sí, ya sabes… Dormir en la misma cama, abrazados. Es algo con lo que fantaseo desde que te observé dormir cuando estuviste enferma.
    —Eres demasiado cursi —sonrió a la par de él—. Pero de igual manera, Lana debe haberlo imaginado. Se pondrá insoportable.
    —Bueno, me respondió con caritas guiñando el ojo y con la palabra “Cuídense” en mayúsculas y con muchos signos de admir… Oh, rayos… Perfecto, no nos hemos cuidado —dijo tapándose el rostro preocupado.
    —Por suerte, entre nosotros hay un ser pensante que si tomó precauciones porque si fuera por ti ya estaría embarazada de trillizos.
    —¿Precauciones?
    —Tomo pastillas, sino ni creas que me hubieras tocado sin protección.
    —¿Tomas pastillas? —una sonrisa divertida se formó en sus labios.
    —Borra esa estúpida sonrisa y ni se te ocurra pensar que esto fue premeditado. Las tomo porque tengo fuertes dolores… menstruales. Ni siquiera sé por qué te estoy contando esto —dijo incómoda—. Pero el asunto es, que no puedo creer que ni siquiera hayas pensado en cuidarte ¿lo haces a menudo? ¿Cuántos hijos tienes por el mundo?
    —¡Claro que no! Es la primera vez que no lo hago, siempre soy precavido en ese asunto, pero esta vez… No lo sé, es tu culpa por hacerme perder la cabeza —sonrió.
    —¿Mi culpa? Si de algo tengo la culpa es de no haberte preguntado si tenías alguna enfermedad. ¿No las tienes, verdad?
    —Estoy perfectamente sano. Sólo tengo una o dos venéreas.
    —¿¡Qué!? —preguntó horrorizada mientras Klavier reía con fuerza—. ¡Eres un idiota! ¡Con esas cosas no se bromea!
    —L-lo siento —se disculpó entre risas—. Pero igual ha sido gracioso. Ven aquí.
    Klavier la atrajo una vez más al suelo, donde se volvieron a recostar. Ema descansó la cabeza en su pecho, oyendo los suaves latidos de su corazón. Aquello le resultaba placentero y relajante.
    —¿Dónde está la manta? —preguntó la inspectora.
    —¿Por qué? ¿Tienes frio?
    —No, pero me incomoda estar tan… expuesta.
    —¿Qué? —rio burlándose—. Pero si tienes un cuerpo maravilloso.
    —Soy pudorosa —dijo avergonzada—. Dame la maldita manta.
    —Oh —se lamentó el fiscal alcanzándosela—. Quería continuar apreciándolo, eres una aguafiestas.
    —Deja de comportarte como un niño, ya has visto demasiado. Encima mi ropa esta empapada, no puedo volver a ponérmela.
    —Ya la pondré en la lavadora, para mañana se secará. Y créeme, que hasta entonces no la necesitarás.
    —Oh, lo siento señor Semental, no tenía idea con quién estaba lidiando —Ema revoleó los ojos, sarcástica—. ¿No tienes hambre? Ya es tarde.
    —Si —respondió Klavier con fuego en los ojos—. Y de comida también, pero eso puede esperar.
    Acto seguido, se abalanzó sobre ella y la besó con dureza, explorando con la lengua su boca, reclamándola. El cuerpo de Ema se arqueó en respuesta, devolviéndole el beso con el mismo ímpetu y enredando los dedos en su cabello. Hicieron el amor por segunda vez, más seguros, más confiados, donde las caricias fueron las principales protagonistas. Una vez satisfechos continuaron tendidos en el suelo, bromeando y charlando entre ellos bajo el confort que les brindaba el calor de la chimenea. Cuando el hambre fue insostenible, se levantaron y mientras Ema preparaba unos sándwiches, Klavier colocó sus ropas mojadas en la lavadora. Comieron directamente en la cocina acompañados con un buen vino y una agradable charla. Luego, se dirigieron a la habitación del fiscal donde finalmente se acostaron. Ema quedó dormida al instante. Klavier se tendió a su lado y observó hipnotizado el subir y bajar de su pecho en cada respiración. Examinó cada centímetro de su adorable rostro completamente relajado. Su sensual boca estaba apenas abierta dejando escapar pequeñas exhalaciones, y de vez cuando mascullaba susurros incomprensibles. Era hermosa. Había tenido un día difícil, sin embargo allí estaba, en su cama, durmiendo totalmente distendida. Klavier sabía muy bien que tarde o temprano sus preocupaciones volverían, y él tenía que ayudarla, debía protegerla. Recordar el rostro humillado de Ema en el bar mientras aquel idiota la denigraba le tensionaba hasta el último musculo de su cuerpo. Deseaba destrozarlo con sus propias manos. Pero ese no era el momento de pensar en ello, sólo quería disfrutar de su compañía. En un movimiento inconsciente, Ema se acurrucó a su lado resguardándose en el calor de su cuerpo, provocando que el corazón se le alborotara. La rodeó con sus brazos y besó su cabello con dulzura, inhalando aquel perfume que tanto le gustaba hasta dormirse.
    Aún era de noche cuando despertó. Le tomó medio segundo percatarse que estaba solo en la cama. El pánico comenzó a cernirse sobre él hasta que la pequeña silueta de la inspectora junto a la ventana llamó su atención. Ema observaba la lluvia que no cesaba con mirada pensativa. Llevaba puesta una camisa de Klavier que dejaba a la vista sus largas y delicadas piernas. Tenía un aspecto tan precioso como vulnerable. El fiscal se levantó lentamente de la cama, y caminó hacia ella de manera incierta y cautelosa. No estaba seguro si Ema deseaba estar sola. Al llegar a su lado, la rodeo suavemente con sus brazos y le depositó un beso en la nuca. Ema se exaltó ante aquel contacto que la tomó por sorpresa, pero rápidamente se tranquilizó y tomó sus manos.
    —Me desperté y no podía volver a dormirme —explicó—. No quise despertarte. ¿Lo hice?
    —No, pero me asusté al no verte a mi lado. Pensé que te habías ido.
    —Eres tan dramático —rio animada—. No te preocupes, no soy de las que huyen por la puerta de atrás.
    —Me tranquiliza saberlo. ¿Estás bien?
    —Sí, sólo estaba pensando.
    —¿Te arrepientes de lo que ha pasado entre nosotros?
    —No —giró entre sus brazos hasta encontrarse con su mirada preocupada—, claro que no. A pesar de que eres un cretino pomposo y engreído, debo admitir que eres lo mejor que me ha sucedido en los últimos años. A tu lado me siento… feliz, y eso es algo que no he sido capaz de decir en no sé, quince años tal vez cuando era sólo una niña sin problemas. Tú me haces sentir diferente, me haces sentir especial.
    —Porque lo eres —sonrió—. Pero a pesar de todo, aún desconfías de mí.
    —No es que desconfíe de ti. Siempre fui muy metódica en cada aspecto de mi vida. Sin embargo cuando apareciste tú, pusiste todo mi mundo patas arriba, y eso es algo que me confunde ya que siento que estoy perdiendo el control.
    —No siempre puedes tener el control de tus sentimientos.
    —Lo sé, y eso es algo que me aterra.
    —¿Por qué?
    —Porque he tenido una experiencia bastante mala ¿recuerdas? No es que quiera compararte con… ya sabes —Ema sintió como el cuerpo de Klavier se tensionaba al instante—. Sé que no eres ni por asomo como él, pero mi inseguridad no me permite estar tranquila. Hay miles de razones por las que mi cabeza me pide a gritos que me aleje de ti, pero a mi corazón no le importa ninguna.
    —No quiero una modelo bonita con quien lucirme bajo los flashes —Klavier citó sus palabras—. Ya las tuve, sin embargo había un pequeño problema… ninguna era tú. Yo te quiero sólo a ti, siempre te he querido. Ema, esto es un sueño para mí. No te das una idea de lo mucho que he anhelado tenerte a mi lado, así que créeme cuando te digo que no voy a cansarme de ti, y mucho menos hacerte daño. Venceré a cada una de las razones por las que tu cabeza terca aún no me acepta —sonrió y le dio un fugaz beso en la frente.
    —Perdón por ser tan complicada —Ema se abrazó a él, apoyando la cabeza en su pecho—. Y aún falta afrontar lo que se viene. No sé de qué será capaz Drake. Me pregunto cuántas mentiras dirá.
    —¿Tanto te preocupa que lo nuestro salga a la luz?
    —No pienses que me avergüenzo de ti porque no es así. Es sólo que… No lo entenderías.
    —¿Por qué?
    —Porque no sabes el sacrificio que me costó llegar a donde estoy. A pesar de que ser inspectora no es lo que siempre quise, me he esforzado por ese puesto. Pero aun así, hay gente que cree que yo estoy allí por ser hermana de Lana Skye. Imagínate lo que dirían si supieran que tengo algo contigo. Además —buscó su mirada sonriendo—, a ti nunca se te conoció una relación, piensa en el caos que producirá esa noticia.
    —Si por mí fuera, gritaría a los cuatro vientos que estoy loco por ti —sonrió mientras apoyaba la frente en la suya—. Pero entiendo tu preocupación, y haría cualquier cosa para evitarte ese mal trago, sin embargo quiero que sepas que no estás sola. Afrontaremos lo que sea, juntos.
    Ema le dedicó una tierna sonrisa al tiempo que se alzaba para plantarle un beso en los labios. Acto seguido, hundió la cara en su cuello buscando el resguardo y tranquilidad que éste le proveía. Los relámpagos iluminaban la habitación, seguidos de potentes truenos que hacían vibrar las ventanas. Klavier acariciaba su espalda de arriba abajo, recorriendo su columna, sintiendo su delgado cuerpo a través de su fina camisa. Parecía tan endeble en sus brazos, casi como una niña. Permanecieron en silencio, brindándose consuelo mutuamente mientras la tormenta desataba toda su furia en el exterior.
    —Aún no puedo creer que Lana no me haya dicho quien eras tú realmente —dijo Ema después de unos segundos.
    —También me tomó por sorpresa que me recordara, pero debo admitir que para mí fue un alivio que no te lo dijera.
    —¿Por qué?
    —Porque hubiera sido algo difícil para mí que un tercero lo hiciera. Si bien me tomé mi tiempo, creo que era mejor que te lo diga yo y no Lana o Wright.
    —¿P-Phoenix? —preguntó apartando su rostro, observándolo pasmada.
    —Ups… —Klavier comprendió que había metido la pata—. Si, él lo sabía también, me lo dijo cuando terminó el juicio de Vera.
    —¿¡Es que acaso todo el mundo lo sabía excepto yo!? —exclamó levantando un poco la voz.
    —Bueno, al parecer solicitabas mucho mi presencia en aquel entonces y se lo hacías a saber a todos los que te cruzabas.
    —Eso no es cierto —se sonrojó.
    —Oh claro que sí. Wright me contó que cada vez que acudían a la oficina del fiscal me buscabas con la mirada. Al parecer te había deslumbrado —Klavier le dedicó un guiño.
    —Ese Phoenix… ¿Es que acaso no debería meterse en sus propios asuntos? ¿Por qué demonios no me lo dijo?
    —Según lo que me contó, él pensó que tú me recordarías o que yo te lo diría. Luego se dio cuenta de que no era así, y tú le contaste de tu amnesia pero aun así prefirió no meterse.
    —Ahora entiendo porque se sorprendió cuando le comenté que te había visto por primera vez en el Parque People… —dijo pensativa.
    —Él fue quien hizo que me diera cuenta de que estaba perdiendo el tiempo al no contártelo, él me alentó a dar el gran paso por así decirlo. Me alegra que no te hayan dicho nada, sino me hubiera perdido la cena aquí con el baile y el beso incluidos.
    —¿Quién dice que te los hubieras perdido? —sonrió con complicidad.
    —Es usted toda una listilla inspectora Skye. Ven, vamos a la cama.
    —¿A dormir?
    —No —respondió con una pícara sonrisa.
    La luz que ingresaba por la ventana despertó a Ema. Demoró sólo un momento en recordar donde se encontraba: la habitación de Klavier. Se sonrojó al recordar lo sucedido la noche anterior, así como también sonrió de satisfacción. La lluvia había cesado, pero aún estaba nublado. Los pájaros cantaban anunciando un nuevo día, felices de que la tormenta hubiera acabado. Lo peor había pasado, pensó sonriendo. No tenía idea de que hora seria, pero calculó que serían cerca de las 10 de la mañana. Giró la cabeza y se encontró con el rostro relajado de Klavier Gavin completamente dormido. Hacía mucho que no se dedicaba a observarlo con detenimiento, a decir verdad no recordaba haberlo hecho anteriormente. Su mirada abrasadora la intimidaba por lo que la mayoría de las veces evitaba mirarlo directamente, pero ahora estaba profundamente dormido y podía tomarse la libertad de mirarlo sin avergonzarse. Recordó aquella vez que durmió en su sillón, luego de cuidarla cuando se había enfermado. Esa había sido la primera vez que lo había visto relajado, pareciendo una persona casi normal. Recordó la revolución que había generado en su interior, y como sus sentimientos comenzaron a cambiar a partir de aquel día. Aunque a decir verdad, más que un cambio había sido una aceptación porque aquellos sentimientos existían hacía tiempo. Había intentado odiarlo porque aquella siempre era la salida fácil, pero ¿cómo podría odiar al hombre del cual se había enamorado dos veces? Volvió a rememorar aquel primer encuentro, donde sus cuerpos chocaron con la fuerza de dos planetas marcando su destino. Esa había sido la primera vez, cuando sus ojos cristalinos se clavaron en los suyos y aquella hermosa sonrisa iluminó su alma. Pero, ¿cuándo había sido la segunda? ¿Cuándo se había producido el quiebre? Se le ocurrían muchos momentos en los cuales Klavier había alborotado sus sentimientos, pero no podía definir cuándo se había enamorado. Tal vez porque había intentado negarlo durante mucho tiempo, pensó. Observó su rostro sereno, con algunos mechones de cabello dorado cayendo sobre él. Ema se preguntó que estaría soñando, y deseó que fuera con ella. Pensó en la vez que había bailado a la luz de la luna con él, cuando sintió por primera vez la calidez de su cuerpo y el suave aroma de su perfume. Cuando vio la dulzura en su mirada, aquella que apenas recordaba del joven de sus sueños. Tal vez en aquel momento se había vuelto a enamorar. Si bien era consciente de lo que sentía por el fiscal, aún le costaba aceptarlo. La oscuridad amenazaba con cernirse sobre ella, producto de la inseguridad que ya formaba parte de su vida. No podía dejar que ganara, necesitaba luchar contra aquella desconfianza que le impedía ser feliz. Klavier giró su cuerpo entre quejas y palabras inteligibles dejando al descubierto su torso desnudo. Ema observó con atención como su pecho subía y bajaba acompañando su lenta y rítmica respiración. Se apoyó sobre su codo y contempló minuciosamente cada detalle de su cuerpo. Evocó el viaje en motocicleta hasta su casa, a pocos días de conocerlo, otra vez, en donde se había aferrado a su pecho para no caerse. En aquel momento, había notado la rigidez de sus músculos y hasta había fantaseado, muy a su pesar, preguntándose cómo serian. Miró la firmeza de sus pectorales, así como también la perfección de sus abdominales. Drake tenía un cuerpo fuerte y atlético, pero al lado de la excelencia de Klavier no era más que un simple mortal. Sin poder contenerse, alzó su mano para acariciarlo. Si bien la noche anterior se había deleitado con su cuerpo, lo había hecho de manera inconsciente dejándose llevar por su instinto. Ahora tenía la oportunidad de acariciar minuciosamente cada centímetro de su piel aprovechando que dormía. Deslizó sus dedos sobre sus pectorales con cautela procurando no despertarlo. Además de estar perfectamente bronceada, tenía la piel suave y tensa. Klavier sí que sabía cómo lucir bien, aunque siempre había sido un hombre apuesto, incluso antes de ser la estrella de rock que era. Rozó los surcos entre cada abdominal completamente maravillada, y continuó su camino hasta debajo del ombligo.
    —Si sigues bajando te meterás en problemas —dijo Klavier con la voz ronca.
    Sus palabras tomaron por sorpresa a Ema, quien retiró su mano alarmada y avergonzada. El fiscal sonrió y la tomó acercándola a sus labios para darle un beso y luego depositarla en su pecho entrelazando sus dedos.
    —Buenos días, Fräulein…
    —L-lo siento, no quise despertarte —explicó avergonzada—. Y-yo sólo…
    —¿Por qué te avergüenzas tanto? Estas roja como un tomate. Me gusta que me acaricies —sonrió mientras rozaba su mano con el pulgar—, es… tranquilizador y excitante a la vez. ¿No me darás un beso de buenos días?
    Ema rio y se incorporó para posar los labios en los suyos en un prolongado saludo.
    —Buenos días —susurró la inspectora.
    —Así está mejor… ¿Cómo has dormido?
    —Bien. Al menos lo poco que pude dormir, porque roncas como un hipopótamo —sonrió con maldad.
    —¿De verdad? —preguntó Klavier alarmado.
    —¡Te lo has creído! —Ema soltó una risotada—. ¡Deberías haber visto tu cara!
    —Si no fuera porque me encanta tu risa, ya me estaría vengando —dijo picándola con un dedo reprendiéndola mientras sonreía divertido—. ¿Has dormido bien?
    —Si —besó su pecho y se acurrucó junto a él abrazándolo—. Mejor de lo que he dormido en mucho tiempo.
    —¿Lo dices por Lana?
    —No, lo digo por todo. Si no eran pesadillas las que me despertaban, era la soledad. Nunca me importó el hecho de estar sola, incluso prefería que fuera así. Pero ahora lo veo distinto, ahora pude comprobar las ventajas que tiene el dormir con un hombre sumamente guapo.
    —Me pregunto quién será el afortunado —rio—. Puedes quedarte más tiempo si quieres, de hecho me encantaría que lo hagas…
    —¿Acabamos de pasar nuestra primera noche y ya me estas proponiendo que nos mudemos juntos? Que atrevido fiscal Gavin…
    —Bueno, depende del punto de vista que lo veas. Además Lana y tú tendrían más privacidad.
    —Klavier, han sido demasiados cambios en muy poco tiempo. No creo que mi cabeza pueda resistir mucho más, pero aun así puedo venir y quedarme algunos días entre semana, o los fines de semana si así lo prefieres.
    —Me encantaría —sonrió como un niño—. ¿Vamos a desayunar? Tu ropa ya se debe haber secado.
    —Primero quisiera bañarme.
    —Está bien, podemos bañarnos en el baño de aquí.
    —¿”Podemos bañarnos”? ¿Es que acaso no tienes como veinte baños? ¿Por qué no te bañas en otro?
    —Son diecinueve —bromeó— y no, porque en ninguno de los otros dieciocho estas tú. Deja de quejarte, vamos.
    Ema refunfuñó un poco pero siguió encantada a Klavier, quien la guió hacia su baño. Se bañaron juntos, disfrutando de su compañía y divirtiéndose en la ducha. Hicieron el amor una vez más con sus cuerpos enjabonados, y desatando un completo frenesí. Fue una experiencia tan nueva como placentera para Ema, quien disfrutó cada segundo aferrándose al cuerpo mojado de Klavier. Sin dudas estaba pasándolo a lo grande con él. Cuando acabaron, Klavier se puso ropa cómoda y bajó a preparar el desayuno mientras ella se arreglaba tranquila con su ropa ya seca. Ema se unió a él en pocos minutos, y juntos desayunaron observando el paisaje post tormenta que se alzaba ante ellos. Charlaron animados, bromeando entre ellos y bastante relajados en comparación al día anterior. Klavier se sentía dichoso con esa situación, era mucho más de lo que siempre había soñado. Eran dos personas solitarias que se habían esperado mutuamente de manera inconsciente, y que el destino había vuelto a reunir.
    —Ojalá todas mis mañanas fueran así —dijo el fiscal mientras lavaban lo que habían ensuciado.
    —¿Así como? ¿Lavando platos?
    —Contigo.
    —Ah… —Ema se ruborizó—. Si crees que me tendrás de esclava lavando platos cada mañana, pues te equivocas.
    —Acabas de frustrar mis planes —rio—. Tienes espuma en la cara, ¿es que acaso no sabes lavar sin mancharte? Permíteme.
    Klavier estiró su mano y limpio su mejilla con delicadeza, como había hecho la primera vez que Ema fue a su casa. Acarició su rostro y la miró a los ojos perdiéndose en la profundidad de aquel océano.
    —Te amo Ema.
    La mirada de la inspectora se llenó de pánico, algo que Klavier notó al instante, así como también el pulso acelerado bajo sus dedos.
    —Y-yo…
    —No —la interrumpió—. No es necesario que lo digas, y mucho menos que lo correspondas. Quiero que cuando esas palabras salgan de tus labios, sea porque realmente lo sientes, y sobre todo que lo aceptes.
    —Lo siento Klavier —respondió agachando la mirada, totalmente apenada—. En este momento mi cabeza es un desastre. La estoy pasando de maravilla aquí contigo, de verdad. Pero no puedo evitar pensar en los problemas que me esperan allí afuera. No quiero ni prender la televisión para ver nuestros rostros en los noticieros de espectáculos. De solo imaginar las mentiras que dirán, se me revuelve el estómago.
    —No dirán nada.
    —Sé que intentas tranquilizarme, pero n…
    —No, de verdad. No dirán nada —continuó—. Esta mañana desperté, y luego de observarte dormir durante varios minutos tan relajada y tranquila, me di cuenta de que haría cualquier cosa para que sigas así, sin ese ceño fruncido y preocupado —sonrió mientras le tocaba la arruga de su frente—. Así que me levanté procurando no despertarte, y fui a hacer unas llamadas.
    —¿De qué estás hablando?
    —Ser Klavier Gavin tiene sus ventajas —guiñó su ojo—. Conozco a cada uno de los medios de aquí, sólo reclamé un par de favores, y prometí entrevistas para hablar de… Kristoph, a cambio de que esas fotos no salgan a la luz. No fue difícil ubicar dónde trabaja el imbécil de Drake, por lo que aseguré que allí no se publiquen y que ningún otro medio las acepte. Además claro, de que lo despidieran por meterse contigo.
    —¿Q-qué?
    —Ya no tienes de qué preocuparte, Fräulein —sujetó sus hombros para reconfortarla—. Nuestro secreto está a salvo.
    —¿Por qué hiciste eso? —preguntó sorprendida—. Ahora tendrás que dar esas entrevistas hablando sobre lo que sucedió con Kristoph…
    —No quiero ser reiterativo, pero lo hice porque te amo profundamente y quiero que seas feliz siempre. No me importa hablar de Kristoph, si eso alivia tus problemas.
    —Tú me haces feliz, no necesito más.
    Con una enorme sonrisa en su rostro, tomó a Klavier de su remera y lo besó con fuerza, sorprendiéndolo e incluso haciéndolo tambalear. Abrió su boca, y exploró la suya con una pasión desmedida, motorizada por el alivio y felicidad que sentía en su interior. Sujetó su rostro, para atraerlo aún más, mientras sentía las manos de Klavier reaccionar y subir lentamente por su espalda. Se besaron hasta quedarse sin aire, hasta que sus cuerpos reclamaron más. Se sonrieron con cariño y Ema lo abrazó con fuerzas besándole el cuello, allí donde el pulso de Klavier latía con fuerza.
    —Gracias —susurró.
    —Haría cualquier cosa por ti.
    —Eres el mejor nov… —se separó de él para mirarlo a los ojos y Klavier notó la confusión en ellos—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
    —¿Qué sucede?
    —Pero prométeme que no te burlarás…
    —¿Qu…?
    —Promételo —repitió con el ceño fruncido.
    —Está bien, lo prometo —Klavier revoleó los ojos sacándole una sonrisa a la inspectora.
    —¿Q-qué somos? —preguntó dubitativa.
    —¿Qué… somos?
    —Sí, ya sabes… qué tipo de relación tenemos y eso —dijo avergonzada evitando su mirada confundida.
    —Ah, eso… Bueno, me encantaría que seamos pareja, pero si no quieres etiquetas por mi bien. Siempre y cuando te tenga a mi lado —sonrió—. ¿Tú que deseas?
    —Me agrada como suena. “Pareja” —dijo para sí misma—. Pero aun así, me incomodaría decirte “mi novio”, suena demasiado adolescente —frunció el ceño una vez más—. Me gusta que sea sin etiquetas.
    —Como tú quieras, Fräulein —Klavier le dio un rápido beso en los labios—. Ven, quiero mostrarte algo.
    Tomó su mano y la guió hasta la sala donde le pidió que se sentara en el sillón y lo esperara. Ema se preguntó que se traería entre manos ahora. Aquel hombre no dejaba de sorprenderla, para bien. Klavier se dirigió a su estudio donde buscó su caja fuerte detrás de su biblioteca, y luego de encontrar lo que buscaba volvió a la sala donde la inspectora lo esperaba intentando ocultar su ansiedad.
    Ema observó desorientada el folio que Klavier le extendía con una pequeña hoja dentro. En ella se podía ver una especie de poema o canción escrito a mano, con algunos tachones y correcciones. No tenía título, sólo era una serie de estrofas hechas con una letra desprolija, hasta podría decir que quien la escribió lo hizo de manera apurada, como si su cabeza fuera más rápido que su mano.
    —¿Qué es esto? —preguntó sin lograr entender.
    —Léela —Klavier sonreía como un niño que le mostraba un dibujo a su madre.
    Ema dirigió su mirada hacia el papel y comenzó a leer con atención.

    Dime por favor donde estás.
    Mándame algún mensaje o una señal,
    Que no importa cómo, yo te encontraré
    Sin importar donde estés.


    Dime por favor donde están,
    Aquellos hermosos ojos con su inmensidad.
    Que cautivaron todo mi ser
    Y ahora su ausencia desgarra mi piel.


    ¿Dónde quedó tu sonrisa que una vez
    Supo deshacerme entero, hacerme perder?
    ¿Dónde quedó tu triste mirada
    Que supo provocar que mi alma se incendiara?


    Déjame conocerte, déjame saber de ti.
    Desde que te fuiste yo no dejo de sufrir.
    Tu sonrisa sueño con volver a ver
    Iluminando tu bello rostro como aquella primera vez.


    Dime por favor donde están,
    Aquellos sueños que en tus ojos veía brillar
    Necesito volverte a ver
    Sino siento que voy a enloquecer


    Dime por favor como subsistir
    A una vida entera sin verte sonreír
    Solo quiero verte una vez más
    Para que mi alma pueda estar en paz.


    ¿Dónde quedaron mis ojos de cielo azul?
    ¿Aquellos océanos profundos llenos de luz?
    ¿Dónde están tus besos con los que tanto soñé?
    Pase lo que pase no te olvidaré.


    Déjame conocerte, déjame saber de ti.
    Desde que te fuiste yo no dejo de sufrir.
    Tu sonrisa sueño con volver a ver
    Iluminando tu bello rostro como aquella primera vez.


    No sufras más hermosa mía
    Deja que la tristeza se vaya a otro lugar
    Déjame cantarte mil canciones en un día
    Con melodías que te invitan a soñar.


    Déjame conocerte, déjame saber de ti.
    Desde que te fuiste yo no dejo de sufrir.
    Tu sonrisa sueño con volver a ver
    Iluminando tu bello rostro como aquella primera vez.


    Yo solo quiero volverte a ver…


    Al terminar de leer, Ema levantó la vista y se encontró con la mirada expectante de Klavier. Lo notaba ansioso y a la vez nervioso, como si temiera su desaprobación, ¿por qué? Aquella era una hermosa canción sin dudas, ¿acaso…?
    —¿Esta es…?
    —Si. Es la primera canción que escribí.
    —Es hermosa —sonrió—. No me extraña que alcanzaras la fama, aunque esta canción nunca vio la luz, ¿verdad?
    —Así es, jamás se la mostré a nadie.
    —¿Y por qué ahora me la muestras a mí? Me haces sentir honrada —le guiñó un ojo.
    —Porque es tuya.
    —¿M-mía? ¿De qué estás hablando?
    —La escribí para ti —Klavier le sonrió dulcemente—. Cuando te fuiste, no pude sacarte de mi cabeza por un largo tiempo. Pasaba las noches enteras pensando en ti. Y un día, la inspiración llegó a mí. Sentí la necesidad de escribir, y las palabras llegaron una tras otra intentando explicar lo que sentía por dentro. Con mi guitarra acompañando con notas cada frase, la escribí en una noche. Al final salió esto —dijo señalando el papel que Ema aún sostenía—. Tal vez no sea la mejor de mis obras, pero sin dudas es mi favorita.
    —Cántala para mí —pidió Ema—. Por favor.
    —Lo que tú quieras, Fräulein.
    Klavier buscó una de sus guitarras y se sentó al lado de Ema, bajo su mirada ansiosa. La acomodó sobre su regazo y luego de hacer sonar las cuerdas de manera aleatoria, las primeras notas de la canción sonaron con fuerza. Hacía mucho tiempo que no tocaba aquella canción, un par de meses tal vez, pero ninguna de las veces anteriores había sido tan especial como ésta. La había escrito para ella y finalmente, después de tantos años, podía tocársela tal como había soñado.
    Ema lo observaba con atención, si bien había tenido la oportunidad de verlo tocar en su concierto, aquello no se podía comparar. Contempló su rostro concentrado, y la ligereza con la cual sus dedos se movían haciendo sonar cada acorde, embelesándola por completo. Escuchó con atención la triste melodía que el fiscal tocaba y la reconoció al instante. La voz suave de Klavier inundó la habitación provocando un cimbronazo dentro de su cuerpo, erizándole la piel y llenándole el alma. Se mantuvo en silencio durante el tiempo que duró aquella bella canción, observándolo maravillada. Cuando Klavier acabó, levantó su mirada y se encontró con unas lágrimas fugitivas surcando el hermoso rostro de Ema.
    —¿Por qué lloras? —preguntó alarmado—. ¿Tan mal canto?
    —No —negó con la cabeza emitiendo una triste sonrisa—. Es lo más hermoso que alguien ha hecho por mí.
    Klavier sonrió, dejó la guitarra a un lado y estiró su mano para secarle las lágrimas. Ema se dejó consolar por aquella suave caricia, y se incorporó para sentarse en su regazo. Lo besó delicadamente y luego descansó la cabeza en su hombro mientras Klavier la rodeaba con sus brazos.
    —Gracias —susurró Ema—. Esa canción… ¿la tocaste el día que nos reencontramos verdad? En tu oficina, antes de que te llevara las fotos.
    —¿Cómo lo sabes? —Klavier se apartó para mirarla, sorprendido.
    —Te escuché detrás de la puerta —una pícara sonrisa se formó en sus labios.
    —Vaya, vaya... La inspectora Skye resultó ser una completa chismosa… Pero ¿cómo sabes que es la misma canción?
    —Porque jamás podría olvidar tan hermosa melodía. Recuerdo que en ese momento me pregunté cómo era posible que alguien tan cretino y arrogante podía tocar algo tan bonito.
    —¡Oye!
    —No me mires así, tú fuiste el que se comportó como un idiota la primera vez… La segunda primera vez —se corrigió— que nos conocimos. En fin, ese día… cuando te oí, recuerdo haber sentido la melancolía que sentía cuando pensaba en el pasado.
    —En ese momento no pensé en tocar la canción, simplemente me senté a relajarme como acostumbraba a hacer. Mis pensamientos me llevaron a ti, a ese encuentro, a esa confusión que sentí al volver a verte después de todos estos años, y mis dedos se movieron para acompañarlos —sonrió—. Que suerte la tuya, tuviste dos micro recitales privados.
    —Qué suerte la mía, te tengo a ti.
    Rodeó su cuello con los brazos y lo atrajo para besarlo. Besó sus labios una y otra vez, jugando con ellos, mordisqueándolos, excitándolos, hasta impacientarlos. Klavier la sujetó con fuerza y profundizó aquel beso, sumergiéndose en el húmedo interior de su boca. Se hundieron el uno en el otro durante un largo rato en completo silencio, deleitándose con el calor y el cariño que se brindaban.
    Cocinaron el almuerzo juntos, divirtiéndose y disfrutando de su mutua compañía, para después salir a dar un paseo bajo los rayos de sol que se colaban entre las nubes. La tormenta que la noche anterior los había empapado por completo, ahora seguía su rumbo, alejándose de ellos. Ema pasó todo el fin de semana junto al fiscal completamente relajada, como si se tratara de unas vacaciones en las que sólo importaban ellos dos.
    Así transcurrieron los siguientes días. Durante la semana, Klavier solía visitar a Ema tanto en el trabajo como en su departamento donde se quedaba a cenar junto a ella y Lana, mientras que los fines de semana, la inspectora se trasladaba a su mansión. Por primera vez en su vida, Ema se sentía plena. Luego de pasar tantos años en soledad, finalmente contaba con la compañía de su hermana quien se encontraba retomando las riendas su vida, y tenía al lado un hombre maravilloso que la quería. No, no la quería, la amaba. Si bien aquello aún la aterraba y la inseguridad continuaba invadiéndola, había aprendido a lidiar con ello y a aceptar que era feliz y que merecía serlo.
    Las semanas pasaron y su relación con Klavier seguía en secreto, ningún medio había insinuado nada al respecto. Klavier había mantenido su palabra, y había brindado algunas entrevistas, lo cual Ema agradecía profundamente. De vez en cuando solían salir a lugares poco concurridos a cenar, y continuaban frecuentando “el bar de Klavier” como a Ema le gustaba llamarlo. Poco a poco sentía que la adolescente que había sido, renacía dentro de ella. Sus sueños y anhelos comenzaban a reavivar la llama que se había apagado hacía ya tiempo y finalmente sentía que todo en su vida se encaminaba.
    Cuando Trucy llamó a Klavier para invitarlos a cenar, fueron encantados. Tanto él como Ema, pasaron una noche sumamente agradable en compañía de la niña, Apollo y Phoenix, comiendo las hamburguesas que el ex abogado había prometido. Luego de la cena, Klavier se enfrascó en una conversación sobre leyes con Phoenix mientras Trucy y Apollo aprendían emocionados todo sobre la investigación científica de la mano de Ema. Al finalizar la velada la joven maga los deleitó con algunos trucos, y finalmente se despidieron con la promesa de volver pronto.
    —Fue una agradable noche —comentó Ema mientras se dirigían al auto—. Es una pena que Lana no haya podido venir.
    —Sí, no hace mucho que comenzó a trabajar y ya tiene demasiadas cosas que hacer.
    —Y todo gracias a ti —se aferró a su brazo con fuerza—. Gracias por hacerla volver a la fiscalía.
    —No fue nada, aunque no pude más que conseguirle un puesto de ayudante de fiscal —dijo contrariado.
    —Y es lo más sensato teniendo en cuenta todo lo que sucedió en el pasado, pero aun así gracias, ella está muy feliz. Eres el héroe más guapo de todo —Ema se paró en puntas de pie y depositó un beso en su mejilla.
    —Mmm, me gusta cómo suena, y el premio también —sonrió.
    —Oye, ¿por aquí no es el Parque People?
    —Sí, es en la otra cuadra, ¿por qué?
    —Vamos a dar una vuelta —sonrió emocionada.
    —¿Ahora? Pero es tarde.
    —Oh, no seas un bebé llorón. Aún es temprano y hace una noche preciosa de otoño. Falta poco para que llegue el invierno, así que aprovechemos noches como esta, ven —dijo tomando su mano y guiándolo hacia al parque.
    Las calles estaban desiertas y una suave brisa levantaba algunas hojas secas que yacían sobre el asfalto. Noviembre llegaba a su fin, y el frio comenzaba a hacerse notar, pero aquello a Ema le encantaba. Le encantaba el frio golpeando sus mejillas, así como también la soledad en las calles en aquellas horas. Eso le brindaba un toque de privacidad con Klavier permitiéndole disfrutar de la calidez de su mano aferrando la suya mientras se dirigían al parque lentamente. Necesitaba que lo suyo siguiera en secreto, aunque a veces se preguntaba por qué. No podría ocultarlo por siempre, además no tenía sentido hacerlo. Tarde o temprano su relación saldría a la luz, sin embargo cada día que pasaba le importaba menos. Lo amaba, de eso ya no tenía ninguna duda. ¿Qué más daba que el mundo lo supiera si él seguiría a su lado? Pensó mirándolo de reojo, aferrándose más fuerte a su mano.
    —Está muy desierto el parque —dijo Klavier distraído una vez que llegaron.
    —Mejor, así puedo hacer esto —Ema lo rodeó con sus brazos para plantarle un sonoro beso en los labios.
    —Creo que debería pedirle a alguien que clausure este parque —sonrió divertido mientras le devolvía el beso.
    —Me parece una muy buena idea. Aquí nos volvimos a encontrar, después de tanto tiempo.
    —Si —Klavier miró a su alrededor recordando aquel encuentro—. Después de observar con la frialdad con la que me mirabas, ¿quién diría que estaríamos aquí de nuevo, como estamos ahora?
    —Jamás lo hubiera imaginado… —sonrió—. Klavier, yo…
    —¡Demonios! —exclamó palpando sus bolsillos—. Disculpa, olvidé mi celular en lo de Wright. ¿Qué me estabas por decir?
    —No importa —negó con la cabeza—. Ve a buscarlo, antes de que se vayan a dormir.
    —¿Qué vaya? ¿No vienes conmigo?
    —No, voy a esperarte aquí mientras tomo un poco de aire fresco.
    —¿Aquí? ¿Sola? No voy a dejarte sola.
    —Está hablando con una inspectora de policía, señor Gavin —dijo fingiendo una voz profesional—. Tú ve tranquilo, estaré bien. Cuanto más rápido vayas, menos tiempo estaré aquí sola.
    —Está bien —accedió de mala gana—. Ten cuidado, y guarda lo que me ibas a decir antes de que te interrumpiera, no me dejes con la intriga.
    —Lo haré, no te preocupes. Aquí te estaré esperando.
    Klavier le dio un fugaz beso antes de salir trotando hacia la casa de Phoenix, ante la tierna mirada de Ema. Si, lo amaba, pensó la inspectora con el corazón hinchado de amor. Una vez que el fiscal se perdió de vista, se acercó al rio a observarlo. El agua fluía de manera tranquila, sin prisa alguna. Recordó la última vez que había estado allí, resolviendo un crimen, lidiando con Apollo y Trucy, peleando con Klavier. Pensó en todo lo que había cambiado en su vida a partir de aquel momento en el que averiguaba como el doctor Meraktis había sido asesinado. El destino a veces podía ser muy caprichoso, concluyó con una sonrisa. Se encontraba completamente relajada, observando la tranquilidad del rio cuando de repente un grito entre los arboles la alertó.
    —¡Auxilio! ¡Alguien ayúdeme por favor! —una voz masculina imploraba ayuda no muy lejos de donde estaba Ema.
    Rápidamente, la inspectora corrió en dirección a los gritos que no cesaban, adentrándose en los árboles. Se guió por el sonido que poco a poco se fue apagando hasta encontrar un claro donde una mochila yacía en el suelo con parte de su interior desparramado sobre el pasto. Un asalto, pensó mientras se acercaba a inspeccionar la mochila de cerca.
    —Volvemos a encontrarnos, Ema.
    La voz a sus espaldas la penetró con fuerza dejándola completamente paralizada. Antes de que pudiera darse vuelta, algo impactó contra su cráneo tumbándola en el suelo y de repente, todo se volvió oscuridad.
     
  7.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    15 Marzo 2015
    Mensajes:
    28
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    28
     
    Palabras:
    6295
    CAPITULO 27: Dulces sueños

    Oscuridad. Parecía mentira que hubiera pasado demasiado tiempo desde la última vez que pensó en ella. Su cabeza voló hacia su adolescencia, hacia la parte más oscura de su memoria donde se había iniciado todo. Un ataque, un desmayo, un crimen. Aquella oscuridad había durado mucho más que el lapsus en el cual había estado inconsciente. La había absorbido por completo durante muchos años reviviendo aquel crimen que había cambiado su vida por completo. Su hermana se había alejado de ella dejándola sola, y luego, como una bola de nieve que crece arrasando todo a su paso, un nuevo crimen se cometió comprometiendo la inocencia y bondad de Lana. Oscuridad. Un periodo sombrío en el que se había sentido perdida y sin consuelo, en el que inesperadamente una luz había aparecido al final del camino para guiarla de nuevo hacia la superficie. Klavier. Con sus ojos cristalinos y su sonrisa encantadora le había dado esperanzas, le había hecho creer. Sin embargo, como una burla del destino la historia parecía repetirse, aunque esta vez no sería cualquier crimen el que la sumiría en esa oscuridad permanente, sería el de ella. No, no podía morir, así no. Haciendo un esfuerzo sobrehumano abrió los ojos, pero todo allí se veía borroso. Un dolor punzante e insoportable recorrió su cabeza, ocasionando que Ema ahogara un grito. Inspiró profundo y removiéndose en el césped intento incorporarse poco a poco al tiempo que intentaba enfocar la vista. Todo allí le daba vueltas y sentía unas ganas irrefrenables de vomitar, pero no podía permitirse sucumbir. Logró hincarse en el suelo con mayor dificultad de la que hubiera deseado y levantó la cabeza en busca de su agresor.
    —No tienes idea de lo satisfactorio que me resulta verte de rodillas ante mí —una sonrisa burlona se formó en el rostro de aquel hombre.
    —D-Drake… —respondió Ema entre dientes—. ¿Q-qué demonios crees que estás haciendo?
    Lo observó con dureza, algo que no parecía importarle al joven que la contemplaba divertido a pocos pasos de donde se encontraba ella. Estaba completamente erguido, con actitud dominante y la furia en sus ojos era notoria a pesar de su sonrisa burlona. Sus dedos se ceñían con fuerza a una enorme roca con la que Ema asumía que la había golpeado, y su otra mano estaba cerrada en un puño. Sus nudillos estaban blancos. La inspectora intentó ponerse de pie, sin embargo terminó cayendo nuevamente sobre sus rodillas y manos temblorosas.
    —Oh, sólo fue un pequeño golpe. Pensé que eras más fuerte, querida Ema. Deja de comportarte como una niña porque, créeme, esto recién empieza.
    De dos zancadas se acercó a ella y le propinó una fuerte patada en las costillas. Ema lanzó un enérgico grito de dolor y rodó por el césped conmocionada por aquel golpe.
    —¡Levántate! —exigió Drake cambiando el tono burlón a uno más colérico—. Quiero verte implorar.
    —¿P-por qué haces esto?
    —¿Por qué? ¿En serio lo preguntas? No me tomes el pelo. Porque arruinaste mi vida, tú y la estrellita de rock.
    —N-no…
    —¡Cállate! Me despidieron por culpa de ustedes, y ningún otro medio me ha contratado. ¿Qué demonios crees que piensa mi familia ahora de mí? ¡Para ellos no soy más que un fracaso! No te bastó con sabotear mi graduación, ¿verdad? Ahora arruinaron mi carrera, arruinaron mi reputación ¡arruinaron mi vida! —exclamó al tiempo que le propinaba otro golpe—. Y ahora me las pagarán.
    —¿Q-qué vas a hacer Drake? —preguntó con temor. El sabor metálico de la sangre comenzó a abrirse paso por su boca mientras todo le daba vueltas.
    —Es curioso que lo preguntes —dijo sonriendo nuevamente—. Tenía muchos planes, ¿sabes? Los cuales tenían el mismo fin: matarlos a los dos.
    —¡No…!
    —Cierra tu maldita boca porque aún no he terminado. Hace unas semanas comencé a trazar un plan minucioso y me dediqué enteramente a seguirlos para saber su rutina, sus pasos —Ema lo observó sorprendida—. ¿Por qué me miras así? ¿No lo notaste, verdad? Al parecer también eres inútil como inspectora, debo admitir que lo suponía. No se puede esperar nada bueno de ti, ¿no es así? ¡Mírame! —Drake enredó los dedos en su cabello y tiró con fuerza haciéndola gritar de dolor y obligándola a mirarlo—. ¿Te das cuenta la basura que eres? ¿Eh? ¿Te das cuenta? ¡Responde!
    —¡Si! —gritó al borde de las lágrimas—. Si me doy cuenta…
    —Maldita inservible —la empujó fuertemente contra el piso—. En fin, decidí que hoy sería el día en el que daría el golpe final. Los abordaría cuando la estrellita de rock fuera a llevarte a tu hogar, y estuvieran despidiéndose de aquella forma tan melosa como acostumbran hacer —en su voz podía notarse la repugnancia—. Pero vaya sorpresa que me llevé cuando los vi enfilar hacia aquí, a este lugar tan sombrío y deshabitado en esta época del año. Ni hablar cuando vi que el niño bonito te dejaba aquí completamente sola. Casi suelto una carcajada de satisfacción al ver lo fácil que me lo ponías querida Ema. ¿Sabes? Dicen que las personas no cambian, y puedo decir que estoy completamente de acuerdo. Tú sigues siendo la misma estúpida que conocí en la universidad.
    Golpeó su rostro y Ema gritó una vez más. Sintió la sangre deslizándose por su mejilla y un sollozo emergió de su garganta. Intentó dar batalla, sin embargo al tratar de incorporarse sus rodillas se doblaron provocando que se desplomara una vez más. Escuchó una sonora carcajada que provenía de su agresor y se sintió aún más humillada.
    —Por favor… —susurró.
    —Oh no, espera, aun no es tiempo de los ruegos. Recién comenzamos, no te adelantes —sonrió—. Cuando vi que tu noviecito te dejaba sola en este oscuro y peligroso lugar, se me ocurrió una excelente idea: ¿Qué mejor que sea él quien te encuentre sin vida, brutalmente golpeada? ¡Es fantástico! ¡Esa imagen lo atormentará por el resto de su vida! Y todo te lo debo a ti, gracias Ema —dijo sujetándola del cabello una vez más—. Pero antes de acabar contigo, creo que me divertiré un rato.
    La tomó por el cuello de su abrigo y a continuación la arrojó contra un árbol. Ema oyó el sonido de su propia cabeza impactar contra el tronco seguido de un dolor insoportable recorriendo todo su cuerpo como una corriente eléctrica. Pensó en su arma que se encontraba dentro de su bolso, el mismo que yacía en el césped a varios metros de ella. ¿Algún día aprendería a llevar el arma consigo? Normalmente le incomodaba tenerla enganchada en su cinturón, algo que ahora le parecía insignificante. Pero ya no importaba, era demasiado tarde para lamentarse. Un nuevo golpe, un nuevo dolor, una nueva carcajada de parte de Drake. Aquello no parecía acabar nunca. Ema se acercó a la inconsciencia, y casi que la deseaba, cualquier cosa con tal de evitar todo aquel dolor que sentía. Un alarido tras otro se agolpaban en su garganta, sin embargo era en vano, ya que en aquel lugar nadie la oiría. Pensó en la trampa mortal en la que había caído por un simple capricho. Si no hubiera querido ir al parque esa noche, si no hubiera decidido quedarse sola allí… No, si no fuera por ello quizás los hubiera matado a los dos como había dicho. Klavier la encontraría muerta, pero al menos él viviría. Sólo esperaba que no se sintiera culpable por ello. Ella había sido la idiota que había deseado que su relación con Klavier se mantuviera en secreto como si de eso dependiera su vida, provocando la ira de Drake. Había sido una egoísta que sólo había pensado en sus propios intereses, y el fiscal no tenía la culpa de eso. Klavier. Su cretino pomposo y engreído, el hombre que había iluminado su vida dos veces, animándola a volver a soñar, a volver a ser feliz. Y ahora moriría sin poder ver la dulzura en su mirada, ni aquella sonrisa encantadora que le llenaba el alma, una vez más. Pero lo que más lamentaba, era el hecho de no haber podido decirle lo mucho que lo amaba ni lo importante que era en su vida.
    Cuando las manos de Drake se cerraron en su cuello, su cuerpo finalmente reaccionó. Sus piernas pegaron patadas y empujaron al tiempo que sus pulmones imploraban un poco de aire. Forcejeó lo más que pudo, y cuando la presión en su cuello disminuyó, jadeó y respiró con desesperación intentando inhalar todo el oxígeno que le había faltado. Se odió a si misma por sus sollozos que cada vez eran más audibles y por sus ruegos que sólo causaban la burla de Drake Sellers.
    —Ya me cansé de tus lloriqueos, creo que es mejor acabar con esto antes de que tu galán llegue. Estás lo suficiente maltrecha como para causar una enorme conmoción en él, ahora solo falta la frutilla del postre, el toque final —con horror, Ema observó cómo Drake sacaba un arma y la apuntaba mientras una enorme sonrisa se formaba en su cara. Era el fin—. Adiós, querida Ema.
    —Te amo Klavier —susurró la joven mientras cerraba los ojos resignada.
    Un disparo resonó en el solitario parque, retumbando en cada rincón. El corazón de Ema pareció detenerse por un segundo a la espera del impacto, pero éste nunca llegó. Abrió los ojos temerosa, aturdida aún por el estallido y fue entonces cuando lo vio. Klavier sujetaba con fuerza la mano de Drake, desviando la dirección del arma.
    —¡Ema corre! —gritó con desesperación.
    Horrorizada observó cómo forcejeaban entre ellos con la furia de dos animales salvajes. Klavier no debía estar allí, él debía estar a salvo, lejos de aquel peligro. Siendo incapaz de moverse debido a la conmoción que le provocaba toda aquella situación, se quedó paralizada contemplando la feroz lucha que se desataba ante sus ojos. Klavier logró arrebatarle la pistola, la cual cayó a escasos pasos de ellos. Drake intentó recuperarla sin embargo el fiscal lo evitó golpeándolo en la mandíbula. Puños y patadas se intercambiaban sin cesar, algunos acertaban y otros no tanto. Klavier parecía tener mayor agilidad, pero su fuerza era inferior a la de Drake cuyos golpes lograban desestabilizarlo mucho más. Los impactos cada vez se hacían notar más mediante contusiones visibles en los rostros de los dos jóvenes. La sangre ensuciaba sus respectivas prendas, y la hinchazón comenzaba a notarse en sus caras. Los nudillos lastimados de Klavier comenzaron a dolerle pero no podía parar, no con Ema aún tendida en el suelo.
    El hecho de no encontrarla al volver al parque había disparado todas sus alarmas, pero cuando escuchó sus gritos entre los arboles el corazón se le detuvo, y la adrenalina recorrió su cuerpo con la velocidad de un rayo. Al llegar al lugar del que provenían los gritos el panorama no era el más esperanzador. Una Ema brutalmente golpeada yacía en el piso sollozando, y un desquiciado Drake Sellers le apuntaba con un arma con una sonrisa en su rostro. No había tiempo para pensar, tenía que actuar rápido sino Ema moriría. Ir al parque había sido una estupidez, pero dejarla sola en aquel solitario lugar rozaba la demencia. ¿Cómo podía haber descuidado de aquella forma lo que más amaba? ¿Cómo había permitido que sucediera todo aquello? Tenía que salvarla, así le costara la vida tenía que hacerlo, sino no se lo perdonaría nunca.
    Un golpe certero dio en la nariz de Drake, cuyo tabique crujió bajo los nudillos de Klavier. Éste cayó al suelo gritando de dolor dándole un pequeño respiro al fiscal quien observó que Ema aún continuaba conmocionada.
    —¡Vete! —gritó una vez más.
    El grito la golpeó con fuerza sacándola del trance en el cual se encontraba. Estaba malherida y shockeada después de lo sucedido, por lo que no podría huir muy lejos. Además, por más que pudiera, no iba a dejar a Klavier sólo. Acoplando fuerzas y haciendo su máximo esfuerzo, Ema se arrastró hacia su bolso en busca de su arma. Era la única salida. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y le dolía cada centímetro de su cuerpo pero no le importaba, tenía que llegar hasta allí.
    Klavier la observaba mientras los gritos y maldiciones de Drake se oían por todo el parque. Apenas pudo atisbar un ligero y rápido movimiento, y no tuvo tiempo de reaccionar, mucho menos defenderse antes de que Drake se abalanzara sobre él una vez más. Sintió el dolor al mismo tiempo que la enorme roca que el agresor sostenía golpeaba con fuerza su cabeza. La visión de Klavier se tiñó de rojo y cayó al suelo completamente turbado mientras Drake recogía su arma y lo apuntaba.
    —Iba a dejarte vivo, ¿sabes? —un desencajado Drake habló mientras Klavier se ponía de pie trabajosamente y lo miraba con furia—. ¡Pero tuviste que hacerte el héroe y venir a interrumpir mi objetivo! Ahora acabaré con los dos, pero primero, llevaré a cabo mi plan inicial. ¡Tú la verás morir!
    —¡NO! —gritó Klavier al ver que Drake dirigía su arma hacia Ema.
    Un nuevo disparó sonó en cada rincón del parque y de su alma. Con horror, contempló como el cuerpo de Klavier se interponía en la trayectoria de aquella bala que significaría su muerte. Todo sucedió demasiado rápido, pero lo suficientemente lento para que las imágenes se grabaran en su retina para siempre. La bala impactó en el pecho del fiscal, quien cayó abatido de rodillas y luego se desplomó quedando inconsciente.
    —¡KLAVIER! —un grito desesperado y desgarrador salió de su garganta.
    Las lágrimas surcaban su rostro mientras sentía como su corazón se hacía pedazos en un segundo. Drake observaba el cuerpo inmóvil sin no poder creer lo que había sucedido, completamente paralizado y sorprendido. Cuando reaccionó, Ema ya sostenía su arma en sus manos y lo apuntaba con furia. Pudo observar la determinación, así como también el dolor y sufrimiento en su mirada. Ema accionó el gatillo, y todo se sumió en las sombras.

    Murmullos y pasos se oían a lo lejos, apagados a través de un manto de niebla. Sus ojos le pesaban y no podía abrirlos, allí todo estaba oscuro. No podía moverse, más bien, no tenía la fuerza suficiente para hacerlo ni intentarlo. Su estado iba de la conciencia a la inconsciencia en solo segundos, y no era capaz de calcular cuánto tiempo pasaba dormida. De vez en cuando oía pequeños sollozos a su lado y se preguntaba de quién serían, pero rápidamente volvía a sumirse en un sueño profundo y se olvidaba del asunto. En uno de sus momentos de conciencia, sintió el calor de una mano aferrarse a la suya con suavidad, y oyó una súplica en un susurro. No entendió con claridad las palabras, pero reconoció esa voz al instante. Lana. Con gran esfuerzo, abrió lentamente los ojos y allí la vio, sentada al lado de su cama con la mirada baja y algunas lágrimas fugitivas rodando por sus mejillas. Ema se preguntó qué le sucedía y por qué lloraba, pero cuando quiso hablar sintió su garganta reseca. Presionó delicadamente la mano de Lana y automáticamente ésta levanto la vista asombrada y esperanzada.
    —¿Ema? ¡Oh, Ema! ¡Por fin! —sollozó al tiempo que abrazaba dulcemente procurando no hacerle daño—. Creí… yo creí…
    —A-gua —pidió Ema en un suave susurro.
    —C-claro, toma aquí tienes.
    Lana tomó una botella de agua de su cartera, y la apoyó en los labios de su hermana para que bebiera de a poco. Ema sintió la frescura abrirse paso por su garganta y aquello le sabio a gloria. Luego de beber unos pocos sorbos, miró con confusión a Lana quien no dejaba de observarla.
    —¿D-dónde… dónde estamos?
    —Estamos en el hospital, Ema. Deja que llame una enfermera para que te vea.
    —¡Espera! ¿En el hospital? ¿Enfermera? ¿De qué hablas?
    —Sí, estás bien, no te preocupes. Sólo tienes contusiones.
    —¿Contusiones? ¿Qué sucedió?
    —¿No lo recuerdas?
    —¿Qué…?
    Un aluvión de recuerdos se agolparon en su cabeza uno tras otro, golpeándola con fuerza. Phoenix, el parque, Drake… Klavier.
    —¡Oh Dios mío! ¡Klavier! —exclamó incorporándose de repente. Un dolor intenso se apoderó de ella provocándole un gemido y tumbándola nuevamente en la cama.
    —¡Ema! ¡Tranquilízate, vas a hacerte daño!
    —¡Klavier! ¡Por favor Lana! ¿Dónde está Klavier? —preguntó con desesperación—. Él… ¡No! ¡No me digas que…!
    —¡Tranquilízate Ema! ¡Klavier está bien! —Lana le acariciaba el rostro procurando calmarla—. Recibió un impacto de bala en el pecho, pero afortunadamente no tocó nada vital. Él está bien, aún no ha despertado pero lo hará.
    —Necesito verlo, por favor —imploró con lágrimas en los ojos.
    —Apenas puedes moverte, tienes que descansar —dijo con una mirada comprensiva—. Prometo que apenas te repongas te llevaré a verlo, está a pocas habitaciones de aquí, pero ahora necesito que te relajes y descanses.
    —Lana…
    —Tuviste una noche difícil Ema, los dos la tuvieron. Ahora solo tienes que recuperarte para salir de aquí cuanto antes —sonrió—. Yo te cuidaré y me aseguraré de cuidar de Klavier también, aunque debo decir que las enfermeras aquí lo tienen bien atendido —le guiñó un ojo—. Hasta dormido rompe corazones. Sólo tranquilízate, ¿sí? Ahora voy a llamar a la enfermera. ¿Cómo te sientes?
    —Como si un camión me hubiera pasado por encima —Ema hizo un gesto de dolor.
    —Es normal. Lo bueno es que no tienes ningún hueso roto. Espérame un segundo.
    Después de unos minutos Lana volvió con una enfermera y un médico quienes inspeccionaron a Ema con cuidado y le proveyeron algunos calmantes para el dolor. Respondió algunas preguntas e hizo las propias sobre el estado de Klavier, a lo que la tranquilizaron explicándole que se encontraba delicado pero fuera de peligro.
    —Mañana vendrán a tomarte declaración, ¿lo sabes no? —preguntó Lana una vez que las dejaron solas.
    —Si… —respondió resignada.
    —Si no te sientes lista o estás muy cansada puedo hacer algo por postergarlo.
    —No, está bien. Tarde o temprano tendré que hacerlo, cuanto antes mejor.
    —¿Qué sucedió Ema?
    —No lo sé, en este momento todo es tan confuso en mi cabeza. Cenamos con Phoenix y luego le dije a Klavier que fuéramos a dar un paseo al parque. Cuando llegamos él notó que había olvidado su celular y yo insistí para que me dejara sola esperándolo. Luego no sé qué sucedió, Drake apareció y me golpeó en la cabeza. Hablaba y gritaba mientras me daba una golpiza y yo simplemente no podía defenderme —cerró los puños con impotencia—. Cuando iba a dispararme y poner fin a aquel calvario, apareció Klavier y luchó con él. Me gritaba que huyera de allí, pero mi cuerpo no respondía, sólo atiné a buscar el arma que estaba en mi bolso y luego… luego… —las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos—. Drake me disparó y Klavier se interpuso.
    —Shh, ya pasó —la tranquilizó Lana mientras la abrazaba con cariño—. Todo acabó…
    —¿C-cómo... cómo nos encontraron? Lo último que recuerdo es… Drake… Le disparé a Drake, y luego me desmayé. ¿Él está…? Oh Dios, nunca había matado a nadie… Oh, Dios…
    Anticipándose, Lana tomó una pequeña bacinilla y la sostuvo bajo el rostro de Ema mientras ésta vomitaba.
    —L-lo siento —se disculpó avergonzada una vez que terminó.
    —No tienes de que avergonzarte, respira tranquila. Drake no murió. Le diste en el estómago y por la gran pérdida de sangre también se desmayó. Su estado es más grave que el de Klavier, y en este momento está en otro hospital y con una fuerte custodia policial. Créeme que si sale vivo de ésta, se pudrirá en la cárcel.
    —La verdad no sé si lo prefiero vivo o muerto…
    —Ya no corres peligro, Ema —Lana sujetó su mano para confortarla—. No tienes por qué temer.
    —Lo sé, pero es difícil —sostuvo contrariada—. ¿Cómo nos encontraron? Es decir, después de dispararle a Drake desperté a aquí, ¿qué sucedió?
    —Afortunadamente un estudiante pasaba por allí, un tal Wesley Stickler. Escuchó los gritos y disparos. Él llamo a la policía y finalmente los encontraron en el parque.
    —Vaya suerte la nuestra…
    —¿Por qué hizo eso?
    —Supongo que es lo que haría cualquier ciudadano coherente. Si oyes gritos y disparos, lo mínimo que debes hacer es llamar a la policía.
    —Él no —respondió Lana revoleando los ojos—. Drake, ¿por qué los atacó así, a sangre fría?
    —No lo sé. Quiero decir, jamás lo imaginé capaz de hacer algo así. Cuando lo encontramos hace unas semanas…
    —¿Cuándo lo encontraron? —preguntó confundida.
    —Sí, no te lo dije para no amargarte. Estaba trabajando para algún medio, y descubrió mi historia con Klavier. Me insultó y humilló, pero Klavier oyó todo y lo golpeó. Luego se comunicó con los medios para asegurarse de que la noticia no saliera en ningún lado e hizo que lo despidieran.
    —Ese chico sí que tiene poder…
    —Aparentemente eso fue lo que desató su ira y así terminó todo… Esto es mi culpa —se lamentó—. Si yo no…
    —Para ya —la interrumpió tajante—. No es tu culpa que hayas caído en manos de semejante psicópata.
    —Pero…
    —Nada de peros Ema. Mira cómo te dejó, tú no eres más que una víctima de todo esto.
    —¿Tan mal luzco?
    —Si —dijo Lana acariciando sus moretones—. Se ensañó mucho contigo.
    —¿Tienes un espejo?
    —Oh cariño, no creo que sea apropiado que te veas aún. Espera que se deshinche un poco, ¿sí?
    —Está bien —respondió desilusionada—. Aun así no puedo dejar de culparme por lo que sucedió, por mi culpa Klavier está…
    —Déjate de boberías y piensa en tu recuperación. Es tarde y tu cuerpo necesita descansar, duerme un poco. Klavier estará bien y cuando despierte seguramente no quieres que te vea en este estado —le guiñó el ojo.
    —Odio cuando te pones en plan de hermana mayor —se quejó la inspectora.
    —Es lo que mejor me sale —sonrió—. Anda, duerme un poco.
    —Vete a casa, yo estaré bien.
    —Ni de broma, me quedaré contigo lo que sea necesario.
    —Eres una pesada.
    —Y tú una quejosa.
    Ema le sacó la lengua y luego le sonrió dulcemente.
    —Gracias Lana.
    —Descansa mi pequeña.

    Despertó exaltada durante la madrugada. Su mente había decidido que era buena idea rememorar una y otra vez el accidente de la noche anterior. Ni hablar del momento en el que Klavier era abatido de un disparo. Esa imagen se repetía en su cabeza aun despierta. Miró a un costado y allí estaba Lana, recostada en el pequeño sillón durmiendo incomoda seguramente. Sin embargo seguía a su lado, pensó con dulzura. A pesar de que había dormido casi todo el día, su cuerpo adolorido aún le exigía descansar, pero sabía que las pesadillas volverían por ella una vez que cerrara los ojos. Se preguntó cómo estaría Klavier y si ya habría despertado, algo que no creyó probable sino le hubieran avisado. Necesitaba verlo. Los médicos habían insistido en que se encontraba bien, pero necesitaba comprobarlo con sus propios ojos. Haciendo gestos de dolor y ahogando gemidos, se bajó de su cama de manera dificultosa procurando no despertar a Lana. Le dolía cada musculo de su maltratado cuerpo, pero tenía que verlo. Tomó el suero que colgaba desde el atril, y arrastrando los pies salió de la habitación muy despacio. Se asomó al enorme pasillo del hospital, y observó que allí no había nadie. Perfecto. Si se cruzaba alguna enfermera seguramente la harían volver a su habitación. Caminó cautelosamente, un poco para no hacer ruido y otro poco porque su cuerpo maltrecho no le permitía ir más rápido. Lana había dicho que Klavier estaba a pocas habitaciones de allí, lo cual era una suerte ya que si tenía que bajar o subir pisos, sería un gran problema para ella. Recorrió aquel largo pasillo apoyándose en las paredes y espiando en las habitaciones, muchas de las cuales estaban vacías y otras contenían pacientes con distintas dolencias. Las piernas comenzaban a flaquearle cuando finalmente lo encontró. Sintió como su corazón se paraba por un segundo sólo para tomar fuerzas y retumbar con potencia en su pecho. La vista se le nubló por un momento, y tuvo que aferrarse al marco de la puerta para no perder el equilibrio debido al mareo, sin embargo tomó aire y arrastró sus pies hasta el lado de su cama. Ema suspiró aliviada al ver que no usaba respirador ni todos esos cables y tubos que imaginó que tendría y que, por el contrario, Klavier parecía dormido, completamente rejalado y sereno como había apreciado ya incontables de veces. Tenía varias magulladuras y golpes en el rostro producto de la feroz pelea que había tenido con Drake, pero aun así seguía tan apuesto como siempre. Se acercó despacio pretendiendo no hacer ruido, como si el simple sonido de un paso apresurado fuera a despertarlo, como si eso no fuera lo que ella más deseaba. Con gran esfuerzo se sentó a su lado en la cama y se dedicó a observarlo por varios segundos. Contempló el gran vendaje que cubría su pecho y un enorme nudo se formó en su garganta.
    —¿Qué hace aquí? Usted no pued… ¡Oh! Señorita Skye… —Ema volvió la vista asustada, encontrándose con su enfermera quien la observaba desde la puerta—. No puede estar aquí señorita, tiene que descansar.
    —Sólo un minuto más por favor —susurró.
    —Pero…
    —Por favor… —imploró con lágrimas en los ojos.
    —Señorita Skye… —la enfermera sacudió la cabeza resignada comprendiendo finalmente lo que allí sucedía—. Mire, tengo que ir a llevar estas planillas a la planta baja. Me demoraré unos minutos, pero cuando vuelva la acompañaré a su habitación, ¿entendido?
    —E-entendido —asintió—. Gracias.
    Cuando los dejó solos Ema volvió a centrar su atención en el fiscal. Todo estaba en silencio a excepción del electrocardiógrafo que indicaba sus suaves latidos. Alzó su mano y le acarició con cariño el cabello y luego descendió para rozar con cuidado su rostro magullado. Una lágrima escurridiza rodó rápidamente por su mejilla cayendo sobre el brazo de Klavier. Con cuidado se la secó y luego le tomó la mano, besó suavemente sus dedos y la apoyó en su mejilla. Cerró los ojos por algunos segundos disfrutando de aquel contacto.
    —Lo siento tanto Klavier —dijo con la voz quebrada—. Perdón por causarte todo esto… Nunca fue mi intención que esto sucediera. Por favor despierta. No me dejes, yo… yo… —dudó—. Vuelve a mí, por favor.
    Lloró en silencio a su lado acariciándolo y observando minuciosamente si notaba algún cambio en él. Sin embargo Klavier parecía sumido en un sueño profundo del que no tenía intenciones de despertar. Minutos más tarde cuando la enfermera volvió a buscarla, Ema se inclinó y le depositó un suave beso en los labios.
    —Nos vemos mañana —susurró—. Descansa amor mío.
    La enfermera le sonrió con complicidad cuando Ema fue a su lado y la guió hasta su habitación a paso lento y sosteniéndola.
    —Él estará bien, no creo que demore mucho en despertar —la animó.
    —Eso espero… ¿Podré verlo mañana?
    —No creo que sea conveniente porque usted también necesita descansar, pero si evoluciona bien durante el día, prometo acompañarla para que lo vea unos minutos —sonrió.
    —Oh, muchas gracias. Descansaré todo lo necesario —Ema se mostró más animada—. Por favor, no le diga a Lana que salí de la habitación, se fastidiará conmigo si se entera.
    —No se preocupe, pero debe hacerle caso a su hermana. Ella la cuidará bien.
    —Lo sé —sonrió.
    La mujer ayudó a Ema a acostarse, y luego de acomodarle el suero la dejó sola donde Ema no demoró demasiado en caer rendida.

    El día siguiente tuvo demasiado ajetreo para su gusto. Temprano vinieron sus compañeros a tomarle declaración para proceder con la investigación y el procesamiento de Drake Sellers. Le contaron que la prensa estaba como loca intentando saber que había sucedido con la gran estrella Klavier Gavin, pero que, para preservarla, decidieron no mencionar que ella también se encontraba en el lugar de los hechos. Por suerte no preguntaron sobre su relación con Klavier, sin embargo Ema intuía que ellos ya lo suponían. Después de todo eran detectives, aunque ya no le importaba lo que pudieran decir. Ella solo deseaba que el fiscal despertara. Lana la ayudó a bañarse ya que se sentía sumamente incomoda con el hecho de que una enfermera lo hiciera, pero aun así le resultaba humillante tener que depender de su hermana para algo tan simple como la higiene personal. Tenía todos los músculos entumecidos y golpeados, lo que le dificultaba moverse con total libertad y aquello la fastidiaba y a la vez agotaba. Phoenix acudió junto a Apollo y Trucy para ver cómo se encontraba, compañía de la cual disfrutó mucho ya que la pequeña intentaba animarla a toda costa con sus incansables trucos de magia. Le apenaba mucho que tuvieran que verla en aquel estado calamitoso. Aún no sabía que tan magullado estaba su rostro, pero la expresión indisimulable de sorpresa de la joven maga y la mirada esquiva de Apollo le advirtieron de que su cara estaba lo suficientemente maltrecha. A pesar de que durmió bastante, siempre con la compañía incondicional de Lana a su lado, al llegar la noche se sentía completamente fatigada y adolorida. La enfermera había prometido que la llevaría con Klavier si se encontraba bien, por lo que no podía permitir que la viese agotada. Cuando ésta llegó los ojos le pesaban pero disimuló muy bien su estado de cansancio. La mujer convenció a Lana de que se marchara a casa para descansar bien, ya que aquel sillón donde dormía era sumamente incómodo. Lana refunfuñó pero finalmente aceptó aquella sugerencia, sólo con la condición de que cuidaran mucho a su hermana durante su ausencia. Se despidió de Ema afectuosamente y una vez que se fue, la enfermera volvió en su búsqueda para escoltarla hasta la habitación de Klavier. Al llegar la dejó sola con la promesa de que volvería en unos minutos, a lo que la inspectora asintió y sin perder tiempo se acercó a la cama donde yacía el fiscal. A decir verdad no había cambiado mucho con respecto al día anterior. Tenía la cara un poco menos hinchada, pero sus cardenales estaban más morados. Ella debía estar peor, asumió. Besó su frente a modo de saludo y le acarició el pelo con ternura mientras lo observaba con detenimiento. Su atractivo rostro se encontraba sereno e imperturbable, y su pecho subía y bajaba de manera rítmica en cada respiración. Se sentó a su lado como la noche anterior, y decidió contarle lo que había hecho durante el día. Le contó sobre la visita de los detectives y su decisión de preservarla, así como también de la visita de Phoenix y los muchachos. Le habló sobre Trucy y su nuevo repertorio de trucos y de la complicidad que tenía con la enfermera que le permitía estar allí en aquel momento. Contempló con atención cada parte de su cuerpo inmóvil en busca de alguna señal o reacción, sin embargo nada parecía cambiar.
    —Klavier, por favor, despierta. Te necesito aquí conmigo. Necesito a mi cretino pomposo y engreído —imploró con la voz quebrada. El rostro de Klavier continuaba impasible—. “Dime por favor donde estás. Mándame algún mensaje o una señal, que no importa cómo yo te encontraré, sin importar donde estés.” —canturreó en voz baja—. “Déjame conocerte, déjame saber de ti. Desde que te fuiste yo no dejo de pensar en ti”… No, así no era… “Déjame conocerte, déjame saber de ti. Desde que te fuiste yo no dejo… yo no dejo…” ¡Maldición! Deberías haberme entregado una copia… —ofuscada se frotó los ojos intentando de pensar con claridad.
    —Como cantante, eres una excelente inspectora —una voz rasposa sonó en la habitación sacudiéndola por completo.
    —¿Klav…? ¡Oh, Klavier!
    Con lágrimas en los ojos se abalanzó sobre el fiscal, abrazándolo con fuerza mientras profería palabras inentendibles.
    —Fräulein, a mí también me alegra verte pero me duele el pecho.
    —¡Oh! L-lo siento, —se disculpó mientras se apartaba— ¿estás bien? ¿Te hice daño? Voy a llamar a la enfermera.
    —No, espera. Quédate conmigo unos minutos más —sonrió—. Gracias por cantar para mí, sin dudas tendré que darte una copia de la letra.
    —¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo?
    —Sólo tu compañía, Fräulein.
    Sin poder contenerlas más, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas acompañadas de pequeños sollozos. Klavier levantó el brazo débilmente y la atrajo a si, en un intento de consolarla. Ema apoyó suavemente la cabeza en su hombro y lloró en silencio liberando todo el dolor y angustia que sentía. Descargó todo lo que había guardado en esos dos días procurando ser fuerte ante esa situación, pero allí en sus brazos no pudo contenerse más. Lloró por el dolor físico que sentía, por la pena que llevaba por dentro, pero más aún por el alivio que el despertar de Klavier le había causado. Él sólo se limitaba a acunarla y besarle suavemente la coronilla, consciente de todo el dolor y preocupación que había provocado en ella. Ema temblaba bajo sus brazos en cada sollozo, y podía sentir la humedad de sus lágrimas en el hombro, sin embargo no la soltó ni un segundo mientras duró aquella tormenta. Cuando las sacudidas pararon, y las lágrimas cesaron, Klavier le rozó la frente herida con los labios.
    —¿Te sientes mejor? —preguntó.
    —Un poco —respondió la joven con voz temblorosa—. ¿Tú cómo te sientes?
    —Bien, un poco mareado y tal vez sediento, pero es comprensible después de haber dormido… ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
    —Dos días.
    —Vaya… —dijo pensativo—. Y a pesar de eso aún me siento cansado. Soñé contigo, ¿sabes?
    —¿Si? ¿Qué soñaste?
    —Muchas cosas. Reviví recuerdos bonitos junto a ti, ya sabes, nuestros primeros encuentros, nuestro primer beso. Algunos sueños lindos, y otros… no tanto —dijo tensionando la mandíbula y acariciando el rostro maltratado de la inspectora.
    —¿Recuerdas lo que sucedió?
    —Sí, pero hay cosas que me gustaría olvidar, Fräulein… —Ema podía observar en sus ojos el dolor que sentía—. No tienes idea del sufrimiento que me causa verte así. Revivir aquel momento en el que te encontré salvajemente golpeada y a punto de morir… Si yo no te hubiera dejado sola, si yo…
    —Hubiéramos muerto los dos, Klavier. Su plan inicial era aniquilarnos a los dos esa misma noche, ya sea en el parque, en mi casa, en la tuya. El lugar no importaba. Además, todo comenzó conmigo. Fueron una serie de sucesos que acabaron en esto, y todo culpa mía.
    —Em…
    —Shh… Acabas de despertar, no es momento para que discutamos sobre esto. Déjame disfrutarte un segundo sin peleas, ¿sí?
    —Tú ganas —sonrió—. ¿Tu cómo te encuentras?
    —Bueno… tengo contusiones en las costillas, conmoción ligera, el labio partido, la mandíbula hinchada y el ojo morado.
    —Te ves terrible.
    —Tú no estás mucho mejor que yo.
    —¿No tienes quebrado ningún hueso?
    —No, puedo caminar y moverme libremente —dijo incorporándose para demostrarle—. ¡Au! Bueno, no tan libremente, aún me duele todo el cuerpo. Pero quizás mañana me den el alta.
    —¿Me abandonarás?
    —Me escaparé de las garras protectoras de Lana y vendré a visitarte todos los días —sonrió—. A menos que no quieras, claro.
    —Mmm, creo que me lo pensaré —Ema frunció el ceño y Klavier rio mientras le acariciaba el rostro—. Por supuesto que quiero verte, pero no quiero que te esfuerces. Tú también tienes que descansar.
    —Lo sé, pero verte me da más fuerzas para recuperarme.
    —Te amo, Fräulein.
    —Yo t…
    —¡Señor Gavin! —exclamó la enfermera que los observaba desde la puerta—. ¡Ha despertado!
    —Así parece —sonrió el fiscal—. Si sabía que iba a estar rodeado de mujeres tan bonitas me despertaba antes.
    —¡Klavier! —lo regañó Ema.
    —¿Qué? ¿Acaso de pones celosa?
    —¿Qu…? Y-yo… ¡N-no, por supuesto que no! —respondió rápidamente la inspectora y Klavier soltó una risotada—. ¡Deja de molestarme!
    —Ay señor Gavin, ¿recién despierta y ya está molestando a la señorita Skye? ¿Cómo se encuentra?
    —De maravilla. Un poco cansado y adolorido, pero estoy bien.
    —Deje que vaya a buscar al doctor así lo revisa. Señorita Skye, me temo que tiene que volver a su habitación. La acompañaré.
    —Sólo deme un minuto más así me despido, espéreme en la puerta por favor.
    —Está bien, allí la esperaré señorita Skye. Señor Gavin, vuelvo en unos minutos.
    —¿Para qué quieres un minuto? —preguntó Klavier una vez que la enfermera salió.
    —Para hacer esto.
    Ema se inclinó y, tomándolo suavemente del rostro, lo besó con delicadeza. El cuerpo de Klavier reaccionó al instante ante aquel contacto y respondió con mayor fuerza. Su labio partido bramó ante la intensidad con la que el fiscal la besaba, sin embargo ella lo necesitaba con la misma urgencia. Después del susto, Klavier había vuelto a su lado.
    —Te veré mañana —susurró Ema junto a sus labios cuando finalmente se separaron—. Haz todo lo que diga el médico, ¿sí? Y deja de flirtear con las enfermeras.
    —No puedo ir en contra de mi naturaleza, Fräulein —sonrió—. Te esperaré mañana, que descanses.
    —Adiós —se despidió Ema con un fugaz beso.
    La enfermera acompañó a la joven a su cama, y acto seguido buscó al médico de guardia para que hiciera el control correspondiente a Klavier, quien los esperaba en su habitación. Después de una rápida revisión y unas cuantas preguntas todo parecía indicar que se encontraba bien. Su collar había desviado la bala, la cual había dado a escasos centímetros del corazón, lo que era una suerte ya que si no hubiera muerto en el acto. Vaya afortunado, pensó Klavier mientras oía su parte médico. Lo mejor sería obviar ciertos detalles cuando hablara con Ema para evitar preocuparla. Lo cierto era que estaba vivo de milagro. Aún tenía algunos huecos en su mente, había cosas que no podía recordar con claridad. No sabía cómo había terminado allí, ni que había pasado con Drake. Tenía muchas cosas que preguntar sin embargo estaba agotado. Ya habría tiempo suficiente para ello, pensó mientras el sueño se apoderaba de él.
     
  8.  
    AJSkye

    AJSkye Iniciado

    Sagitario
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    15 Marzo 2015
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    Escritora
    Título:
    Scientific love [Terminado]
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
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    28
     
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    9348
    CAPITULO 28: Para siempre

    El día comenzó demasiado temprano para Klavier. Los recuerdos y pesadillas hicieron que sus ojos se abrieran cuando el sol apenas comenzaba a filtrarse por la ventana. Con sumo esfuerzo se levantó de su cama y se asomó a través de las persianas. Una enorme guardia periodística esperaba paciente en la entrada del hospital por noticias. Debía haberlo imaginado, pensó con amargura. La noticia de su accidente seguramente había corrido como reguero de pólvora inundando cada uno de los noticieros. ¿Qué habrían dicho? ¿Habrían develado su relación con Ema? Si bien había llegado a un acuerdo con la mayoría de los medios a veces la información se hacía incontenible y la verdad salía a la luz, sin embargo no había visto a Ema preocupada por ello. ¿Acaso sabia sobre la guardia periodística? Deseaba preguntarle pero no quería alarmarla, aunque tarde o temprano se enteraría.
    —¡Señor Gavin! ¿Qué hace despierto tan temprano? ¡Y fuera de su cama! —exclamó la enfermera.
    —Oh, creo que ya he dormido demasiado —sonrió—. ¿Molestan mucho? —preguntó mirando de nuevo por la ventana.
    —¿Quiénes? ¿Los periodistas? Lo normal supongo. Todos quieren saber sobre su estado, están como locos. Ni hablar cuando se enteraron que despertó.
    —Vaya… disculpen las molestias.
    —Está bien señor Gavin, no es su culpa.
    —¿Q-qué… qué dijeron exactamente en las noticias? —preguntó dubitativo.
    —Que se vio involucrado en un hecho confuso, en el cual recibió un balazo en el pecho.
    —Bastante certero… ¿y qué dijeron sobre Em… La señorita Skye?
    —La policía se mantuvo muy hermética en ese sentido y decidieron no mencionar que la inspectora participó de ese hecho.
    —Esa es una buena noticia, supongo —sonrió—. Al menos a ella no la molestarán.
    —Sí, no se preocupe por eso. Su relación está a salvo —la enfermera le guiñó el ojo con complicidad.
    —Oh, ¿se dio cuenta? —Klavier se avergonzó.
    —Sería difícil no hacerlo con la señorita Skye tan preocupada por usted y escapándose a mitad de la noche para verlo —sonrió.
    —¿Que Ema qué?
    —Tal como lo oye señor Gavin. La señorita Skye preguntaba a toda hora por usted, estaba más preocupada por su salud que por la de ella misma y la primera noche la sorprendí sentada aquí a su lado —explicó—. Por lo que tuve que hacer un trato con ella: si descansaba y se reponía lo suficiente en el día, yo misma la traería a verlo durante la noche. Y eso es lo que sucedió ayer.
    —Vaya… jamás lo hubiera imaginado —sonrió satisfecho—. Ema es una mujer terca y a veces un poco fría, por un lado me agrada que se haya preocupado por mí pero por el otro, no me gusta haberla hecho pasar por esta angustia.
    —El amor es así señor Gavin…
    —Y dígame, ¿cómo está ella? Me dijo que tenía algunas contusiones, pero ¿estará bien?
    —Sí, seguramente por la tarde le demos el alta. Tiene muchos golpes, pero nada grave. Se sentirá adolorida por algunas semanas seguramente, sin embargo quedará perfecta.
    —Qué alivio escuchar eso… Si yo no la hubiera dejado sola… ¿en qué demonios estaba pensando? —se recriminó.
    —Señor Gavin, no quisiera entrometerme en sus asuntos, pero déjeme decirle que usted le salvó la vida y no hay nada más importante que eso. Usted podría haber muerto allí, sin embargo no le importó. Prácticamente dio la vida por ella.
    —Sí, pero…
    —Pero nada. Ahora recuéstese porque tiene que descansar y ponerse fuerte para salir de aquí cuanto antes y reunirse de nuevo con la señorita Skye —la mujer sonrió cariñosamente.
    —¡Lo que usted diga! —respondió exagerando la obediencia—. Oh, ¿y que sabe acerca de quién me disparó?
    —¿Drake Sellers? —Preguntó mientras le acomodaba la almohada—. Recibió un disparo en el abdomen, y se encuentra internado en estado delicado bajo custodia.
    —Ya veo… —dijo Klavier pensativo. Ema debía de haberle disparado segundos después de haberse desmayado.
    —Seguramente en el transcurso en la mañana vendrán a interrogarlo. Como ya despertó, le tomarán declaración como ya hicieron con la señorita Skye. Intente dormir un poco más, señor Gavin. Lo vendré a ver más tarde.
    —Está bien, muchas gracias.
    Tal como había previsto la enfermera, los detectives llegaron horas más tarde. Klavier había despertado de su siesta apenas minutos antes de que llegaran, por lo que los recibió de buen humor y dispuesto a colaborar. Todo sea para encerrar a Drake Sellers tras las rejas de por vida, si es que sobrevivía. Aportó toda la información que pudo y aquellos detalles que podrían haber faltado en la declaración de Ema. Contó la escena que encontró al volver al parque, y lo que tuvo que vivir al enfrentarse con el agresor. Aprovechando la buena relación que tenía con los detectives debido a que habían trabajado en numerosos casos juntos, preguntó cómo iba la investigación y qué noticias había sobre la salud de Drake. Agradeció el hermetismo que había alrededor de Ema y los despidió con la promesa de que le comunicarían cómo avanzaba la investigación.
    El resto del día transcurrió con suma tranquilidad para Klavier. Quizás más de lo que realmente deseaba. Él no era el tipo de persona que disfrutaba holgazanear en la cama sin hacer nada. Le gustaba estar activo, ya sea caminando, andando en su motocicleta o simplemente haciendo sonar unas cuantas notas en su guitarra. La realidad era que allí, en la cama del hospital, se aburría. Se pasaba más tiempo observando la puerta de la habitación a la espera de alguien que mirando la televisión donde los programas eran todos iguales. A decir verdad, a la única persona que esperaba con mayores ansias era a Ema. Cada vez que alguna enfermera venía a ver como estaba preguntaba por ella, sin embargo simplemente le comentaban que se encontraba bien. Intentó en vano ir a su habitación, pero no lo dejaron alegando que tenía que descansar. Aquello apestaba.
    —Knock, Knock… —Lana asomó su cabeza a través del umbral cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte—. ¿Estás decente?
    —No sé si decente, pero estoy vestido al menos… en realidad tapado por estas sábanas —sonrió divertido. Por fin veía un rostro agradable y familiar.
    —Bueno, no puedo quejarme. Perdón por no venir antes, no es fácil lidiar con Ema, tú sabes. Antes de que me lo preguntes, está despidiéndose de la enfermera que la atendió estos días. ¿Y tú? ¿Cómo está mi héroe favorito? —Lana se acercó a su cama y lo abrazó con fuerza pero procurando no hacerle daño—. Gracias por salvar a Ema, Klavier. Las palabras no son suficientes para expresar la gratitud que siento por ti. Te debo todo, sin ti ella hubiera muerto… Gracias de verdad.
    —No tienes nada que agradecer, Lana —respondió frotándole la espalda con cariño mientras sentía como algunas lágrimas mojaban su hombro—. Si no hubiera llegado a tiempo, yo simplemente hubiera muerto con ella. Hay tantas cosas dándome vueltas en mi cabeza en estos momentos. Todos los “y si…” pasan a través de mi mente, figurando mil y un posibilidades de lo que podría haber ocurrido si yo no llegaba a tiempo o simplemente si yo no la hubiera dejado sola. Hay cosas que no puedo perdonarme tan fácil.
    —Tú no tienes la culpa de que ese desquiciado se haya cruzado en su camino Klavier —le reprochó Lana mientras se incorporaba y se secaba las lágrimas—. Si no hubiera sido en el parque, podría haber sido en cualquier otro lado. Tuvieron que vivir ese momento horrible, sin embargo los dos salieron con vida. Si sucedía en otro lado, sólo Dios sabe que hubiera ocurrido.
    Ema, quien estaba por ingresar a la habitación escuchó el tono de reproche de hermana mayor que Lana utilizaba con Klavier. Se preguntó si alguna vez alguien había utilizado ese tono con él. Aquello podía llegar a ser divertido por lo que se quedó a un lado de la puerta escuchando con atención. Klavier podía llegar a ser un tipo difícil, pero en ese momento con Lana, se encontraba bastante sumiso.
    —Lo sé, aunque...
    —Klavier, paraste una bala con tu cuerpo para protegerla y ¿aún te sientes culpable?
    —Yo…
    —¡Ni siquiera dudaste en hacerlo! Salvaste su vida dos veces aquella noche por lo que tengo entendido, así que no te reproches nada o me obligarás a golpearte —su tono era amenazante pero una sonrisa divertida se formó en sus labios—. Mira cómo estás Klavier, todo magullado y con un agujero de bala en tu pecho ¿Qué más quieres? Podrías haber muerto, sin embargo no te importó. Te lanzaste igual, y por suerte la bala no se dirigió a tu corazón.
    —Iba hacia él, ¿sabes? Directo hacia mi corazón —su voz sonaba distante—. Sin embargo en el camino se cruzó con mi collar, y se desvió unos pocos milímetros o centímetros, ¿quién sabe? Pero mi muerte estaba prácticamente asegurada. Estar vivo es realmente un milagro.
    Ema palideció tras la puerta. Un sudor frio emergió de sus poros, helando cada célula de su cuerpo. Era consciente del peligro que había corrido, sin embargo nunca imaginó que estuviera tan cerca de morir. Klavier muriendo por ella… era algo que no podía concebir en su mente.
    —¡Wow! —respondió Lana sorprendida—. Sabía que había dado a pocos centímetros de tu corazón, pero no sabía que había sido de pura suerte. Con más razón Klavier, no tienes por qué sentirte culpable. Ema está aquí, respirando, sonriendo, viviendo, gracias a ti.
    —Lo sé —aún no estaba convencido del todo, pero accedió—. Por favor no le digas eso a Ema. Ya suficientes tragos amargos ha tenido, no quiero que siga preocupándose. No es necesario que sepa que tan cerca de la muerte estuve.
    —Tienes razón. Cuenta con ello, no le diré nada —sonrió—. ¿Cómo te sientes?
    —Muy bien a decir verdad, pero todos aquí me tratan como si estuviera inválido. El cuerpo me duele un poco, pero no me impide moverme. Espero que se den cuenta pronto de ello y me dejen ir a casa.
    —No es conveniente que estés solo cuando salgas de aquí. Seguramente necesitarás ayuda. Te llevaría a nuestro departamento pero es muy pequeño y necesitas estar cómodo, por lo que procuraré visitarte todos los días para ayudarte en lo que sea.
    —No me molesta que lo hagas, pero no es necesario Lana. Tú debes tener mucho trabajo. Puedo cuidarme solo —sonrió animado—, al menos eso creo.
    —¿Estás intentando seducir a Klavier? —Ema entró en la habitación intentando parecer animada. Lo cierto era que aún estaba aturdida por lo que acababa de oír—. Jamás esperé algo así de mi propia hermana.
    —No pude resistirme a sus encantos —respondió Lana divertida mientras se incorporaba para darle un ruidoso beso al fiscal en la mejilla.
    —Vaya, dos hermosas hermanas disputándose mi amor. Esto debe ser el cielo. Buenas tardes, Fräulein.
    —Tu cállate maldito cretino engreído —sonrió—. Buenas tardes, señor Gavin.
    Klavier la observó con detenimiento mientras se acercaba. Los moretones de su rostro comenzaban a adoptar el tono purpura por el tiempo transcurrido desde que se habían originado, pero su cara estaba más deshinchada que la noche anterior. Caminaba mejor, y ya no hacia demasiados gestos de dolor al hacerlo. Sin dudas estaba mejorando bastante rápido, pero aun así algo llamó su atención. En sus ojos podía ver un atisbo de angustia y dolor, que nada tenían que ver con lo físico, y en su sonrisa podía observarse una tristeza que Ema intentaba ocultar. Cuando se encontró a su lado, lo tomó suavemente por el rostro y plantó un dulce pero intenso beso en sus labios. Klavier se sorprendió por aquella intensidad, pero respondió con la misma fuerza.
    —¡A eso llamo yo marcar territorio! —exclamó Lana cuando se separaron, provocando que Ema se sonrojase—. Está bien, tú ganas por esta vez pero no me rendiré. En fin, me alegra mucho que estés mejor Klavier, de verdad. Ahora los dejaré solos, tengo papeles por firmar.
    —Gracias Lana, siempre es un gusto verte —saludó Klavier.
    —Ah, casi lo olvido. Phoenix y los muchachos te envían muchos saludos. Hoy no pudieron venir, pero prometieron hacerlo pronto.
    —Envíales mis agradecimientos.
    —Así será. Te esperaré abajo Ema. Adiós Klavier.
    —Adiós.
    Una vez que Lana desapareció tras la puerta, el fiscal volvió su mirada hacia Ema, quien aún continuaba con la mirada vacía. Extendió su mano y acarició su mejilla golpeada suavemente para llamar su atención.
    —¿Te encuentras bien, Fräulein?
    —S-sí, ¿por qué lo dices?
    —Tienes los ojos tristes.
    —Oh… no es nada. Es sólo que… me apena irme de aquí —mintió—. Ya sabes… dejarte solo en este lugar… Además, creo que extrañaré a la enfermera.
    —¿A la enfermera?
    —Sí, me daba bocaditos a escondidas y me traía a verte durante la noche. Nos hemos hecho cómplices —guiñó el ojo.
    —¿Y a mí no me extrañarás?
    —Mmm, no sé, a lo mejor —sonrió mientras acariciaba la mano de Klavier que aún continuaba en su mejilla—. ¿Cómo estás? ¿Te duele algo?
    —Todo… pero estoy bien, mejor de lo que creen los médicos. No me dejan levantarme para nada —se quejó—. Por mí, me iría a casa hoy mismo.
    —¿Has estudiado medicina alguna vez?
    —¿Qué? No…
    —Entonces deja de quejarte y haz caso —lo reprendió sonriéndole animada— ¿Qué tal… la herida?
    —Hoy la revisaron y me dijeron que estaba bien, que está cicatrizando de a poco. Prometieron que no quedaría una gran cicatriz, casi no se notará, por lo que podré salir desnudo en las revistas sin problemas.
    —Iug… —respondió fingiendo estar asqueada.
    Klavier rio divertido y tomó su mano para besarla y posarla sobre su pecho. Ema podía sentir sus potentesy vigorosos latidos bajo la yema de sus dedos. Su corazón retumbaba con rapidez, con un ritmo constante. Estaba lleno de vida, sin embargo podría haber dejado de latir de un segundo a otro después de que la bala impactara contra él. Rápidamente apartó ese pensamiento de su cabeza. Aquel corazón latía armoniosamente, una y otra vez, indicando que estaba vivo.
    Klavier notó por un segundo el pánico en su mirada y se preguntó qué cosas cruzarían por la mente de Ema en aquel momento. La notaba frágil y vulnerable, como cuando la había conocido, con la misma tristeza en sus ojos.
    —¿Segura que estas bien, Fräulein? ¿Hay algo que quieras decirme?
    —N-no, ¿por qué? —preguntó esquivando su mirada inquisitiva.
    —Te noto preocupada y a la vez triste. Me recuerdas a la Ema de dieciséis años.
    —Sólo estoy cansada, no te preocupes. Estoy bien y feliz de verte bien a ti—en su rostro apenas se asomó una sonrisa.
    —Sé que algo me ocultas, aunque también soy consciente del cansancio que tienes así que no voy a presionarte. Pero no te creas que te libraras tan fácil Ema Skye —Klavier le dedicó una dulce sonrisa mientras apretaba su mano intentando animarla—. No sé qué te preocupa, pero sabes que cuentas conmigo siempre, Fräulein.
    —Estaré bien —sonrió mientras extendía su mano libre para acariciar su rostro—. No quiero preocuparte, simplemente de a poco voy cayendo en lo que sucedió y me abruma un poco toparme con esa realidad. Pero estoy aquí, y estas aquí junto a mí. Eso es todo lo que realmente importa.
    —Ya todo pasó, Ema. Estás a salvo, ya no tienes que temer.
    —Gracias por salvarme la vida Klavier —un doloroso nudo se formó en garganta impidiéndole hablar con claridad—. C-creo que no te lo he agradecido aún, pero no me alcanzará la vida para hacerlo. Gracias…
    —No llores Fräulein —dijo alarmado al ver lágrimas en sus ojos—. Eres lo más importante que tengo, lo más valioso. Lo haría una y otra vez sin dudarlo, pero ya todo acabó, no hay nada más de que preocuparnos. Así que no llores más por favor, superaremos esto juntos. Ven aquí.
    Ema se incorporó para luego recostarse a su lado y resguardarse entre sus brazos. Klavier besaba su cabello, aspirando su dulce aroma y susurrándole declaraciones de amor que la reconfortaban. En sus brazos se sentía segura, sin embargo no podía olvidar con facilidad que por su culpa casi había perdido la vida.
    —¿Vendrás a visitarme mañana? —preguntó el fiscal mientras le acariciaba la espalda.
    —Cuenta con ello, galán —Ema sonrió. Él la hacía sentir mejor.
    —¿Te sientes aliviada porque la prensa no sabe que estuviste en el parque?
    —A decir verdad, ya no me importa lo que puedan decir. Sólo deseo que te recuperes lo más pronto posible.
    Ema observó sus ojos cristalinos fijamente. En ellos podía contemplar la dulzura y el amor con los cuales Klavier la miraba. Levantó su mano y acaricio su cabello, continuando con cada uno de los cardenales de su mandíbula. Rozó sus labios con la yema de sus dedos, y casi sin poder contenerse lo besó. Fue un beso suave y delicado, en el que Ema jugueteó con su boca disfrutando de aquel contacto. Mordisqueó y tiró de ella, provocando a un extasiado Klavier. Cuando profundizó el beso aventurándose con su lengua, sintió como el cuerpo del fiscal temblaba de placer. Sus cuerpos se necesitaban con desesperación, y la intensidad de aquel beso era la prueba de ello. Ema entrelazó sus dedos en su cabello y se hundió aún más en él. Al momento de separarse, sus respiraciones agitadas les impedían hablar por lo que sólo se dedicaron a mirarse en silencio con una sonrisa en sus rostros.
    —Si continuas así… —Klavier habló después de unos segundos, intentando recuperar el aire en sus pulmones—. Alertaremos a las enfermeras y vendrán a ver por qué el electrocardiógrafo perdió el control. Me vuelves loco.
    —Suelo causar ese efecto en los hombres —dijo divertida depositándole un beso en la nariz—. Creo que ya es hora de irme, Lana me está esperando abajo.
    —Está bien —dijo robándole un beso—. Te dejaré ir sólo si prometes volver mañana.
    —Palabra de Scout.
    —Pero tú no eres Scout…
    —Me atrapaste —sonrió—. Palabra de Skye, vale más que la de un Scout.
    —Mmm, tengo mis serias dudas pero por ahora me conformo. Sin embargo te advierto, cuando salga de aquí no te dejaré ir tan fácil.
    —No quiero que lo hagas —susurró—. Hasta mañana, Klavier.
    —Hasta mañana, Fräulein.
    Ema volvió a besarlo de manera prolongada a modo de despedida y luego se retiró de allí dejándolo solo, con la promesa de que al otro día volvería, y eso era simplemente lo que necesitaba para sonreír.
    Los días siguientes días transcurrieron de manera normal. Klavier mejoraba su estado a pasos agigantados, motivado por su deseo de volver a casa y poder descansar en la comodidad de su hogar. A ese ritmo no demorarían en darle el alta, pensaba esperanzado. Ema había cumplido su promesa e iba a visitarlo cada día, haciéndole compañía y alivianando su estadía allí. La notaba mejor, ya sea a nivel físico como emocional, sin embargo sabía muy bien que las heridas internas de Ema demorarían en sanar. De eso se iban a encargar juntos. Phoenix también lo visitaba de vez en cuando junto a los muchachos. Klavier realmente disfrutaba de la compañía de la pequeña Trucy que, como Ema le había comentado, tenía todo un repertorio nuevo de trucos. Las horas se hacían más amenas cuando ellos estaban allí.
    Ema nunca se sintió tan consentida. Lana cumplía cada uno de sus caprichos, y cuidaba de ella como si fuera una niña. La hacia recordar aquella época cuando sus padres murieron y Lana tuvo que hacerse cargo de su hermana pequeña. Nunca estuvieron tan unidas como en aquel momento, antes de que todo repentinamente cambiara, pero ahora parecía que esos lazos volvían a formarse. Sin embargo, no todo era color de rosas para Ema. Las pesadillas volvieron a frecuentar, perturbando sus sueños y despertándola a mitad de la noche. Su mente se empeñaba en revivir aquella trágica noche que había experimentado junto a Klavier. Algunos sueños tenían más detalles que otros, sin embargo todos tenían el mismo final: la muerte de Klavier. Allí no había nada que desviara la bala ni un milímetro por lo que acababa impactando directo en su corazón. Aquella era una imagen que su cabeza no podía olvidar ni siquiera despierta, la atormentaba día y noche. Era por ello que cada vez que visitaba a Klavier necesitaba ver que la herida se encontraba a un costado del corazón, como si el hecho de verlo respirar no le bastara, como si sus pesadillas pudieran hacerse realidad. A veces pensaba que se estaba volviendo loca sin embargo, cuando Lana la acunaba después de cada pesadilla o cuando se encontraba en los brazos de Klavier, sentía que recuperaba la cordura. Klavier estaba a salvo, o al menos eso quería creer.
    La despertó el sonido del teléfono que Lana atendió en pocos segundos. No sabía muy bien qué hora era, pero los ojos aún le pesaban. Había tenido una noche complicada. Sentía el olor a café recién hecho en el ambiente y la voz de su hermana, en la cual notó preocupación y tal vez un poco de enfado. ¿Debería preocuparse ella también? ¿O sólo serían asuntos de trabajo? ¿Habría sucedido algo con Klavier? Una pregunta tras otra se amontonaban en su cabeza y cada vez sus suposiciones eran peores. Oyó a Lana colgar y decidió levantarse. Tenía que saber que había sucedido antes de que su mente se metiera en rincones aún más oscuros. Se colocó su bata y sus pantuflas, y salió fingiendo despreocupación. Encontró a Lana tomándose el puente de la nariz, pensativa. Al oír sus pasos, ésta levantó la vista y Ema pudo ver por una milésima de segundo el temor en su mirada.
    —¡E-Ema! ¿Qué haces despierta? Con la noche que tuviste pensé que dormirías hasta más tarde. Oh, cariño, ¿tuviste otra pesadilla? —preguntó con la preocupación en su rostro.
    —No, no te preocupes. Sólo desperté y no pude volver a dormir. ¿Está todo bien?
    —¿P-por qué lo preguntas?
    —Porque te noto preocupada, ¿Quién llamó por teléfono?
    —Oh… del trabajo, no es nada.
    —Lana… —dijo con tono de advertencia.
    —¿Qué?
    —Te conozco, sé que me estas ocultando algo. ¿Sucedió algo?
    —N-no…
    —¿Pasó algo con Klavier? —preguntó sin poder ocultar su preocupación.
    —¡No! Él está perfecto, con suerte en dos días saldrá del hospital.
    —¿Entonces? ¿Qué pasó?
    —Nad…
    —Lana…
    —¡Dios! ¡Eres tan terca! —dijo pasándose la mano por el rostro, buscando las palabras adecuadas—. Ven, siéntate aquí cariño.
    —Me asustas.
    —No tienes nada que temer —la acarició para reconfortarla—. Ema… me llamó uno de los detectives del caso para informarme que… Para informarme que… Drake despertó.
    —¿¡Q-qué!? —Ema sentía como toda la sangre huía de su rostro, palideciendo por completo.
    —Así es. Despertó ayer, aún continua recuperándose en el hospital.
    —Pero… ¿Eso no es lo único que te preocupa verdad? —conocía muy bien a su hermana como para saber que algo le ocultaba.
    —¿A qué te refieres?
    —Te noto un poco alterada y tal vez un poco enojada, pero no creo que solo sea porque Drake despertó. Habla… por favor.
    —Ay Ema… ¿Qué voy a hacer contigo? No caben dudas de que eres inspectora —dijo resignada—. No debería decirte esto, pero por favor no te alteres, todo estará bien. Drake… juró vengarse de ti, pase lo que pase —un sudor frio comenzó a formarse en la nuca de Ema, y Lana pudo notar el pánico en su mirada—. Pero no tienes de que preocuparte, ese maldito se pudrirá en la cárcel.
    Drake juró vengarse, pensó Ema con la mirada perdida. A decir verdad, no esperaba menos de él, sin embargo no podía evitar que el terror se cerniera sobre ella. Iba a pudrirse en la cárcel, sí, pero ¿y si algún día escapaba? ¿Y si tenía algún contacto fuera que cumpliera con su deber? Si así fuera, Klavier… La imagen de él siendo abatido en sus pesadillas se instaló en su mente una vez más, sin embargo esta vez ni el consuelo de Lana, ni los brazos de Klavier podrían tranquilizarla. Porque lo que hasta el día anterior había sido sólo un sueño, ahora se había convertido en una posibilidad. Una gran posibilidad. Drake Sellers era capaz de cualquier cosa, ya lo había demostrado, y sabía muy bien que no descansaría hasta acabar con ellos. A los ojos de él, Ema había arruinado su vida y sin dudas, buscaría arruinar la suya. Drake sabía muy bien cuál era su punto débil y no dudaría en atacarlo. Klavier. No podía permitir que eso sucediera, ya había puesto su vida en peligro una vez. No volvería a repetirse, no…
    —Tengo que irme —dijo Ema de repente.
    —¿Qué? ¿A dónde?
    —Lejos de aquí, lejos de ti y de Klavier, no puedo ponerlos en peligro.
    —¿De qué estás hablando? Ema…
    —Drake buscará vengarse Lana, y por más que esté en la cárcel sé que buscará la forma de hacerlo. Me quiere a mí, pero sabe muy bien cuál es mi punto débil. No puedo permitir que le haga daño, no puedo —su voz comenzaba a quebrarse—. Ya lo puse en peligro una vez y estuvo a punto de morir, no puedo dejar que vuelva a ocurrir.
    —Ema, eso no sucederá, no tomes decisiones apresuradas. Los dos están a salvo.
    —No puedes asegurarlo, tú no has visto la furia y determinación en su mirada. Drake es capaz de todo.
    —Em…
    —¿Alguna vez te has enamorado Lana?
    —¿Qué?
    —¿Alguna vez has amado a alguien hasta sentir que tu corazón está a punto de explotar? —no le gustaba hablar acerca de sus sentimientos, era la primera vez que los admitía frente a alguien.
    —Y-yo…
    —¿Lo has hecho?
    —Si… —admitió muy a su pesar—. Sólo he amado a un hombre en mi vida…
    —¿Si? ¿A quién? —preguntó sorprendida.
    —A Neil… Neil Marshall.
    —¿A-al fiscal Marshall? —ese era un dato que desconocía.
    —Sí, ese mismo. Pero tú sabes… como terminaron las cosas.
    —Eso explica por qué te afecto tanto su muerte, y por qué… te distanciaste de mí…
    —Y-yo… l-lo siento Ema —dijo apenada—. Fue algo que no pude manejar, me superó por completo. Me dejé manipular por Gant, y tú pagaste por ello, sé que no fue justo y cada día de mi vida me lo reprocho.
    —Está bien Lana, eso ya es parte del pasado —dijo reconfortándola—. Ahora entiendo muchas cosas que antes no, sin embargo, quería que te enfoques en otra cosa. Si pudieras volver el tiempo atrás ¿harías lo que fuera para evitar su muerte?
    —¡Claro!
    —¿Lo dejarías y te irías de la ciudad para salvar su vida?
    —Ema…
    —Tú y yo sabemos la respuesta, Lana. Así que por favor, déjame ir, no lo hagas más complicado de lo que es.
    —Pero tú no sabes si eso sucederá, te estás apresurando a los hechos.
    —¿Vale la pena arriesgarse?
    —Klavier lo vale.
    —Pero no cuando su vida está en juego.
    —Pienso que estás cometiendo un error. ¿A dónde irás? ¿Qué harás?
    —Volveré a Europa, quizás vuelva a intentar convertirme en investigadora, todavía no lo sé.
    —Ema por favor piénsalo.
    —Ya está decidido, Lana. No puedo permitir que suceda ninguna tragedia —tomó la mano de su hermana y le dio un suave apretón para tranquilizarla—. Es lo que tengo que hacer si quiero que Klavier continúe a salvo. Si Drake sabe que me fui del país y dejé a Klavier, no intentará nada contra él. Sino ¿quién sabe si tiene algún conocido psicópata como él capaz de cualquier cosa?
    —Pero… ¿te despedirás de Klavier?
    —No puedo hacer eso. Si lo veo una vez más, no podré alejarme de él. Me convencerá de quedarme.
    —Así que huirás como una cobarde.
    —No tengo otra salida.

    Klavier se abrochaba su camisa frente al espejo. Era la primera vez que observaba su imagen después de tantos días de internación. No se había atrevido a hacerlo. No estaba tan mal, pensó mientras se miraba. Los cardenales de su mandíbula se estaban tornando de un color verdoso y pronto desaparecerían, y los cortes que tenía en el rostro ya habían sanado por completo. Contempló la herida en su pecho, y tocó suavemente el vendaje que la cubría. Había sido una larga espera, pero finalmente podría volver a casa, volver con Ema. Los últimos dos días, ni ella ni su hermana habían ido a verlo lo que le resultaba extraño. Sin embargo sabía que Lana debía de estar ocupada y Ema también necesitaba de ciertos cuidados. Ya las llamaría cuando llegara a casa. Haciendo un gesto de dolor, pasó la mano por la manga del saco y se contempló una vez más frente al espejo. Resultaba muy satisfactorio vestir ropa limpia y no la del hospital. Estaba harto de aquel lugar a pesar de lo bien que lo habían tratado, necesitaba la comodidad de su hogar. Inspiró hondo mentalizándose para afrontar la horda de periodistas y algunos fans que lo esperaban afuera. La noticia de su alta se propagó con rapidez entre los medios que ahora se apostaban en la puerta del hospital. Al menos después de eso ya no molestarían a los enfermos que acudían allí. Echó un último vistazo a su imagen del espejo y dio media vuelta para salir de la habitación. Se sorprendió ver la imagen de Lana en el umbral de la puerta. Sonrió ante la sorpresa, sin embargo la triste sonrisa que recibió a cambio le hizo saber que no todo estaba bien para ella. Tenía los ojos cansados, y unas oscuras ojeras bajo éstos le indicaban que no había dormido bien la noche anterior. Quizás se debía al trabajo, pensó.
    —Hay una multitud de gente afuera esperándote. Casi no puedo entrar.
    —No creo que el problema sea entrar, sino salir. No sé cómo voy a hacer —sonrió.
    —Menos mal que no soy la famosa…
    —Oh, pero saldrás conmigo —le guiñó un ojo—. No quiero ser el único que tenga que aguantar esto.
    —Tal vez huya por la puerta de atrás.
    —¿Puedo acompañarte? —Lana rió—. Estaba por llamarte cuando llegara a casa, no pensé que fueras a venir.
    —Oh, es que… —dijo nerviosa.
    —¿Y Ema? ¿Cómo está?
    —Ella…
    —¿Está bien?
    —Sí, sólo que… —no podía creer que su hermana menor le hubiera encomendado una tarea tan difícil como aquella. Inspiró hondo antes de continuar—. Klavier… Ema… ella… ella se ha ido.
    —¿Se ha ido? ¿Cómo que se ha ido? ¿A dónde?
    —Se fue a Europa.
    —¿A Europ…? ¿Pero por qué no me ha dicho nada? Podría haberla acompañado, ¿Cuándo volverá?
    —No, Klavier… —Lana negó con la cabeza apenada—. Ema se fue, para siempre.
    —¿¡Qué!? —Klavier no lograba entender lo que la joven quería decirle.
    —Fue decidida a convertirse en una Investigadora Científica, pero no volverá. Intenté detenerla, pero no pude. Lo siento tanto…
    —P-pero… ¿Por qué? ¿Por qué se fue así?
    —Ella me dejó esto para ti —dijo rebuscando en su bolso y tendiéndole un sobre—. Supongo que allí te explicará todo.
    Klavier tomó la carta que Lana le entregaba y, procurando mantener el control, la abrió para leerla.

    “Klavier:
    Sé que esto no es lo que realmente esperabas, pero es algo que no he podido evitar. Como ya te habrá dicho Lana, he decidido irme a Europa a convertirme en Investigadora Científica, a saldar mi deuda pendiente conmigo misma. Imaginarás que esa no es la principal razón por la que me fui, y te pido perdón por irme así sin despedirme, pero si volvía a verte no iba a tener el coraje de hacerlo. Tal vez no lo entiendas y en este momento te estés haciendo muchas preguntas, sin embargo estoy segura de que esto es lo mejor para los dos. He puesto tu vida en peligro y eso es algo imperdonable para mí, por lo que irme es la única manera que tengo para mantenerte a salvo. Drake es capaz de todo, sin dudas buscará la forma de vengarse de mí, y no puedo permitir que tu pagues por ello. Me voy para alejarme de ti, y para alejarte a ti del peligro. Parece tonto, pero no lo es. A mi lado corres el riesgo de ser atacado por él ya que eres mi punto débil, Klavier. Eres lo más importante que tengo, de hecho, podría decir que tú y Lana son lo único que tengo. Este último mes que he pasado a tu lado, sin dudas ha sido el más importante y feliz de mi vida. Tú me devolviste las ganas de sonreír, de vivir, de soñar. A tu lado viví los momentos más felices, y voy a estar eternamente agradecida por ello. Eres lo más valioso que tengo Klavier. Es por ello que no puedo ponerte en peligro y tengo que irme lejos. Sé que estuviste a punto de morir por mí, y sé que darías tu vida sin dudarlo para salvarme otra vez, pero no puedo permitirlo. Por eso necesito pedirte que no me busques. Le he dicho a Lana que no te diga donde estoy, sin embargo soy consciente de tus encantos y así como también de su debilidad, pero por favor no me busques. Por el amor que sientes por mí, no lo hagas. Jamás podría perdonarme si te pasa algo. Eres mi cretino pomposo engreído. El destino quiso que nos volviéramos a juntar, y nos diéramos esa oportunidad que quedó pendiente tantos años atrás, pero lamentablemente no pudo ser. Y no tienes idea de cuánto deseaba que funcionara. Gracias por permitirme volver a soñar, por hacerme sonreír a cada segundo, gracias por amarme mucho más de lo que merezco. Perdón por no ser lo suficiente buena para ti, sé que pronto encontrarás a alguien que te haga tan feliz como tú a mí. Cuida de Lana por favor. Hasta siempre señor Gavin.


    Con cariño, Ema Skye. “

    Klavier terminó de leer y la confusión era visible en su rostro. Ema se había ido, una vez más. Pero a diferencia de la vez anterior, esta había sido su elección. Después de todo lo que habían vivido en el último tiempo, ella había elegido irse. Lana se acercó con sigilo y pasó la mano por su hombro intentando darle algún tipo consuelo, sin embargo no había nada que pudiera hacer al respecto.
    —L-lo siento Klavier —habló después de unos segundos—. Intenté convencerla, pero fue inútil. ¡A veces es tan terca!
    —Y-yo… Está bien, fue su decisión.
    —Sé que una vez te pedí que le tuvieras paciencia y que lucharas por ella, pero no puedo insistirte. Sé muy bien lo que sientes por Ema, sin embargo no quiero que salgas lastimado. Toma —dijo tendiéndole un pequeño papel—, no debería hacerlo pero realmente no me importa. Ahí tienes los datos de donde está ella, pero tú sabes lo que harás con eso. Si quieres ir a buscarla, adelante, pero si no, lo entenderé perfectamente.
    —No puedo obligarla a permanecer a mi lado, Lana —dijo apretando el papel con su mano—. Créeme que me encantaría, pero no puedo hacerlo. Hay cosas que escapan de mis posibilidades, y esta es una de ellas. Hice todo lo que estaba a mi alcance para hacerla feliz, sin embargo ella ya tomó su decisión.
    —Klavier… —dijo Lana apenada.
    —No te preocupes, Lana. Estaré bien, gracias por tu apoyo —agradeció palmeándole el hombro—. ¿Nos vamos?
    Poniéndose su máscara de rockstar, Klavier enfiló hacia la salida listo para afrontar el asedio de la prensa dejando sus sentimientos ocultos detrás de su sonrisa arrogante una vez más.

    20 de diciembre del 2026
    Ema caminaba por las frías calles de Londres. La temperatura había bajado considerablemente anunciando la pronta llegada del invierno y, como hacía tiempo no veía, pequeños copos de nieve comenzaban a caer desde el cielo completamente nublado. El frio allí siempre era considerable debido a las latitudes, sin embargo al ser un clima tan húmedo a veces llegaba a calarle los huesos. El aire exhalado se convertía en vapor en cada respiración y casi no sentía las orejas, pero a Ema le gustaba el frio y, por supuesto, le gustaba la nieve. Londres era una ciudad con múltiples encantos, aunque estar allí no le resultaba del todo satisfactorio. Una cantidad de malos recuerdos se agolpaban en su mente a cada segundo rememorando la última vez que había estado allí, sin embargo, era consciente de que debía luchar contra los fantasmas de su pasado y salir victoriosa para seguir adelante. Ya había perdido demasiado por ellos, no podía dejarse vencer tan fácilmente. Detuvo su marcha a mitad del puente Westminster y contempló el rio Támesis que se alzaba ante sus ojos. Con la nieve cayendo era una hermosa postal. Navidad se acercaba y, como casi toda su vida, pasaría las fiestas completamente sola. Había sido inútil pensar que ese año sería diferente. Con Lana de vuelta en su vida y con la presencia de Klavier había imaginado que disfrutaría de su compañía y que, por primera vez en años, tendría algo que festejar. Pero todos sus planes se habían ido al demonio en una fracción de segundo. No culpaba a nadie, de hecho no tenía a quien culpar salvo a sí misma. Había sido una decisión de ella alejarse, Lana había intentado detenerla pero no hubo caso. Ema había decidido cerrar aquella puerta.
    De soslayo observó una silueta ubicarse a unos metros para observar también la vista. No era la única que paraba unos minutos a contemplar la belleza de la ciudad, pensó. Por unos segundos, recordó aquella vez en la que miraba la ciudad alzarse a lo lejos desde el balcón en la cena de la policía, y la silueta de un hombre se acercó sigilosa a ella. La silueta de Klavier Gavin. Había intentado ignorarlo, pero su presencia no era tan fácil de ignorar. Aquella noche fue el primer acercamiento genuino que había tenido con el fiscal, y aquella noche sus sentimientos habían comenzado a cambiar. Habían bailado por primera vez con la luna llena como único testigo. Klavier Gavin. Se le hizo un nudo en el estómago de sólo recordarlo. Habían pasado apenas dos semanas desde que se había alejado de él y sin dudas habían sido días muy difíciles. Lo extrañaba y mucho. ¿Había sido una decisión estúpida irse? Seguramente. Tomar decisiones estúpidas era típico en ella, pero al menos él estaba a salvo. Klavier había sido el único hombre que había amado, porque así era realmente. Al haberse reencontrado con él después de tanto tiempo, había despertado sentimientos en ella que jamás había experimentado. Así pudo comprobar que su historia con Drake fue simplemente producto de una obnubilación. Con Klavier había sido diferente. Él se había entregado a ella sin esperar nada a cambio, con la esperanza de que algún día Ema correspondiera su amor. Como si ella no lo hubiera amado desde el principio, pensó con una triste sonrisa. Pero ahora Klavier nunca sabría acerca de sus verdaderos sentimientos. Él merecía algo mejor, alguien que por lo menos fuera capaz de expresarse y hacerle saber lo que sentía por él. Alguien que se entregara sin temor y que lo amara de la misma manera. Ema no había causado más que dolor en su vida, incluso casi le había causado la muerte. Dos largas semanas habían pasado desde que había huido de su lado y Klavier no la había buscado. Era un alivio pero a la vez le causaba un profundo desconsuelo haber cumplido con su cometido. Deseaba tanto volver a verlo, sin embargo ya era demasiado tarde, lo había arruinado todo. Cuando finalmente había encontrado la felicidad la había rechazado.
    La nieve comenzaba a caer con más fuerza sobre la ciudad y ésta de a poco comenzaba a paralizarse. La gente volvía a sus casas a resguardarse del frio y las luces comenzaban a prenderse en los hogares para combatir la oscuridad que comenzaba a cernirse sobre aquella hermosa ciudad. El panorama le recordaba la bola de cristal que Klavier le había regalado. Aquel objeto tan valioso para ella yacía en su mesa de luz y cada noche antes de dormir, la agitaba para ver la nieve caer sobre la Puerta de Brandemburgo. Podría comprar una con el Palacio Westminster y el Big Ben para él, pensó animada, sin embargo descartó esa idea, aunque no lo suficientemente rápido como para que no le doliera. Aquello ya no era posible. Con lágrimas en los ojos comprobó que, por primera vez en mucho tiempo, la soledad le producía sufrimiento.
    —Creí que no eras de las que huían por la puerta de atrás.
    El sonido de su voz cortó el aire con el filo de un cuchillo, penetrando por completo en su alma. Por una fracción de segundo pensó que estaba alucinando, pero al voltear en la dirección de la cual provenía aquella voz finalmente lo vio. Allí estaba Klavier, parado a escasos metros de ella, completamente erguido con la mano en los bolsillos. Tenía el semblante serio y la mirada perdida en el paisaje que les brindaba el rio Támesis. No se movió ni un centímetro después haber hablado, y el silencio se apoderó de ellos. Un silencio que dolía más que las palabras. Se quedó observándolo atónita, no podía creer que él estuviera ahí.
    —¿Q-qué haces aquí? —preguntó Ema después de segundos que le parecieron años.
    —Creo que nos debemos una charla.
    Finalmente se giró y la miró por primera vez. Ema pudo ver en sus ojos el cansancio y el dolor, lo que provocó que su estómago se encogiera por completo. Tuvo que resistir el impulso de correr a sus brazos e implorarle que la perdonara. Pero no podía hacer eso, no si lo quería a salvo.
    —Pensé que me había expresado lo suficientemente bien en la carta que te dejé —dijo lo más fría que pudo.
    —Tal vez tu sí, pero yo no —Klavier se acercó despacio, pero aún manteniendo la distancia—. Es tiempo de que hable yo.
    —¿Por qué viniste? Pasaron dos semanas desde que me fui, ¿por qué no lo dejaste así?
    —Pensé en hacerlo —confesó—. Pensé en dejarte ir.
    —¿Y por qué no lo hiciste?
    —Intenté convencerme a mí mismo de que era tu decisión, de que no podía obligarte a que te quedaras a mi lado. Pero no podía quedarme con las palabras escritas en una carta, necesitaba verte y que me lo dijeras en la cara. ¿Quieres saber por qué vine? Porque cada día que pasaba sentía que me moría un poco más. Porque desde que te fuiste no he dejado de pensar en ti un solo día. Porque te necesito a mi lado sin importar el riesgo que implique. Porque te dejé ir una vez, Ema, y no estoy dispuesto a volver a hacerlo.
    —¡Casi mueres, Klavier! A mi lado estás en peligro, y no puedo permitir que arriesgues tu vida.
    —Creo que merezco tomar mis propias decisiones, ¿no crees? Me interpondría en el camino de una bala las veces que fueran necesarias para salvar tu vida, Fräulein.
    —No quiero que mueras por mi culpa…
    —¿Quién dice que esto es vida? —exclamó alzando los brazos—. He estado muerto por nueve años Ema. Y no me había dado cuenta hasta que te encontré ese día en el Parque People.
    —Klavier…
    —Tú eres mi vida Ema. Sin ti nada tiene sentido. Tú eres mi luz de esperanza, mi razón para seguir. Sé que hay riesgos, pero los correremos juntos. El mundo es un lugar horrible si no estás conmigo, Fräulein.
    —No puedo Klavier…
    —Prefiero morir por ti antes que vivir sin ti. Creeme que he intentado en vano vivir sin ti a mi lado. Por favor, no cometas esta estupidez —despacio, eliminó la distancia que había entre ellos—. ¿Por qué te empeñas en alejarte de mí? ¿Tanto me odias, Fräulein? —una triste sonrisa se formó en su rostro.
    —¿Cómo puedo odiarte…? —dijo Ema con la voz acongojada y la mirada gacha—. ¿Si me he enamorado de ti en dos oportunidades? ¿Cómo puedo odiarte, si tu vida me importa más que mi propia felicidad? ¿Cómo demonios puedo odiarte, si estoy luchando con todas mis fuerzas para no saltar a tus brazos?
    Cauteloso, Klavier tomó su barbilla y la levantó en busca de su mirada.
    —Entonces deja de huir de mí, Fräulein. Porque, como te dije en el hospital, no te dejaré ir tan fácil.
    Una lágrima rodó por la mejilla de Ema mientras observaba cautivada al hombre que amaba. Klavier la secó con su pulgar, acariciando su mejilla helada sin quitarle los ojos de encima. Lentamente, acercó su rostro y besó sus ojos con suavidad. Sintió como el cuerpo tenso de Ema se relajaba bajo su mano, por lo que continuó besando su nariz y sus mejillas. Cuando finalmente besó sus labios, Ema tembló por completo. La besó con dulzura y con cuidado, rozando apenas sus fríos labios. Aquel contacto tan cercano derribó por completo las pocas defensas que a Ema le quedaban, entregándola por completo al calor que Klavier le brindaba. El fiscal la sujetó por la cintura con su mano libre para atraerla más a su cuerpo, y ella acabó rodeándolo con sus brazos aferrándose a él e intensificando aquel beso. Abrió su boca y sintió la humedad de su lengua abrirse paso, saboreándola. Una vez más, en sus brazos encontraba el consuelo que tanto había anhelado. Se besaron un largo rato, con paciencia y sin prisa, reconstruyendo lo que creían haber perdido. La nieve caía sobre ellos, y la luz del día comenzaba a desaparecer para dar paso a las artificiales de la ciudad. El palacio Westminster encendió sus luces reflejándose en el rio, y el Big Ben comenzó a dar campanadas anunciando una nueva hora. Todo allí era tan irreal, tan perfecto, pensó Ema aferrándose con más fuerza. Klavier era todo lo que necesitaba, todo lo que deseaba. Él sabía perfectamente cómo hacerla sentir querida, sentir segura. La hacia olvidar de sus más grandes preocupaciones y sobre todo, la hacía sentir que cualquier cosa que se avecinara, la afrontarían juntos. Klavier se separó de su boca, besó con suavidad su frente y la abrazó con fuerza. Ema se hundió en su cuello y aspiró el dulce aroma de su perfume, con las últimas lágrimas brotando de sus ojos. La temperatura descendía poco a poco, sin embargo sus cuerpos se mantenían cálidos bajo el calor de aquel abrazo.
    —¿Klavier? —dijo Ema después de varios segundos.
    —¿Si, Fräulein? —besó su coronilla y la joven lo miró a los ojos.
    —Te amo.
    Klavier sintió como su pecho se hinchaba de tanto amor y por una milésima de segundo pensó que podía explotar. En sus ojos aún llorosos pudo observar la sinceridad de sus palabras así como también la determinación y la seguridad de dar aquel paso. Esa simple frase era todo lo que había anhelado oír desde que la conocía y ahora había recorrido su cuerpo entero provocando un cimbronazo en todo su ser. El corazón le retumbaba en su pecho con frenesí, producto de la felicidad que lo invadía en ese momento. Le tomó el rostro con ambas manos, observó sus ojos azules aún llorosos, y se perdió una vez más en lo profundo de aquel océano. Ema lo miraba expectante, con una mirada tan inocente y tensa a la vez. Klavier sonrió con dulzura ante la impaciencia que demostraba la inspectora por una respuesta.
    —Yo también te amo, Ema —aseguró sin quitarle la vista de encima—. Y no sabes cuánto.
    Acercó su cara y posó sus labios suavemente en los suyos en un acto para reafirmar sus palabras. El alivio se apoderó de Ema al saber que la seguía amando a pesar de todo, y que su amor era igual de intenso. Sintió sus palabras fluir a través de aquel beso hasta llegar a su corazón, llenando su alma.
    —Gracias —susurró la joven junto a sus labios.
    —¿Por qué?
    —Por amarme después de todo lo que te hice. Perdóname por todo Klavier, yo sólo quiero lo mejor para ti.
    —Tú eres lo mejor para mí, Fräulein y te amaré hasta que mi corazón deje de latir. No tengo nada que perdonarte, soy feliz de saber que sigues a mi lado.
    —Pero…
    —¿Pero? —preguntó extrañado.
    —No puedo volver contigo ahora Klavier —dijo temerosa—. Tengo que terminar mis estudios, tengo que lograr convertirme en Investigadora Científica.
    —Lo sé, pero jamás podría pedirte que renuncies a tus sueños —respondió acariciándola para tranquilizarla.
    —¿Entonces? —el miedo comenzaba a apoderarse de ella, no quería perderlo, ya no— ¿M-me esperarás?
    —Para siempre.

    EPÍLOGO

    Klavier caminaba de un lado a otro nervioso e impaciente en aquel largo pasillo. Un enorme reloj de pared señalaba la hora, y el sonido del segundero lo inquietaba aún más. Miraba su reloj ansioso cada pocos segundos, pensando que el de la pared iba demasiado lento, y se preguntaba cuánto tiempo más debería esperar. No le gustaba esperar, nunca le había gustado y mucho menos en aquel momento. Las manos le sudaban e intentaba secarlas en su ropa de manera disimulada, procurando que nadie más lo notara. Ni siquiera durante un juicio se había sentido de aquella manera, pero no podía controlarlo. Si fumara, pensó, en se momento ya se habría fumado varios atados de cigarrillos sin duda. Levantó la vista y miró a su alrededor. Otras personas también esperaban sumergidas en su mundo, sin casi notar la presencia del importante fiscal y ex estrella de rock. Menos mal, suspiró aliviado, en aquellos momentos lo menos que deseaba eran fans o curiosos que le indagaran. No tenía ánimos de soportar a nadie, la espera lo estaba matando. Parecía que habían pasado años desde que había llegado a aquel lugar, sin embargo sólo habían pasado pocos minutos. Sacó su celular en busca de nuevos mensajes o algo que lo distrajera, pero allí no había nada que pudiera calmar su ansiedad. Exhaló de manera abrupta, y continuó caminando en círculos por aquel pasillo.
    —Vas a dejar un surco si continúas así —dijo Lana quien se encontraba sentada intentando controlar su propia ansiedad.
    —Pagaré los arreglos —bufó un poco malhumorado—. Tú te quedarás sin dedos si continuas comiéndote las uñas.
    —¡No es ciert…! Bueno, sí, un poco. Pero tú moviéndote de un lado al otro logras impacientarme más.
    —¿Cuánto más van a demorar? Ya ha pasado mucho tiempo, ¿no crees?
    —Pasaron diez minutos Klavier…
    —¿Die…? ¡Oh vamos! ¡Tiene que haber pasado más tiempo, no puede ser que hayan pasado sólo diez malditos minutos!
    —No —Lana negó con la cabeza igual de desilusionada—. Sólo diez minutos…
    —¿Y cuánto crees que demorarán?
    —La verdad que no tengo idea, espero que no mucho más. Siento que me estoy muriendo de la ansiedad.
    —¿Y crees que saldrá todo bien? —necesitaba cualquier tipo de consuelo que amainara la zozobra que comenzaba a apoderarse de él.
    —Confío de que si —dijo sonriéndole, sin embargo no podía controlar su propia inquietud.
    Klavier se sentó a su lado de mala gana observando el reloj de pared que estaba frente a ellos. No podía ser que el tiempo pasara tan lento. Pensó en ir a comprarse un refresco para entretenerse pero no quería moverse de allí, no sabiendo que la espera acabaría de un momento a otro. Quería estar allí presente cuando eso sucediera.
    Los minutos pasaban, y no había noticias. De vez en cuando miraba de reojo a Lana que movía su rodilla enérgicamente, producto de la inquietud que la invadía. Quería iniciar una conversación con ella para distraerse, pero en esos momentos no se le ocurría de qué podrían hablar. Nada podría distraerlos lo suficiente como para calmarlos. El segundero no paraba de hacer ruido alterándolo, y los minutos transcurrían sin cambios en aquel pasillo. Estaba tomando mucho más tiempo del que realmente esperaba, ¿eso era algo bueno? ¿Cómo saberlo? Pensó exasperado. Necesitaba que la tortuosa espera acabara de una vez.
    Ya habían pasado más de veinte minutos, y Klavier estaba a punto de protestar cuando sintieron el sonido de la puerta abrirse de a poco. Los dos se incorporaron casi al mismo tiempo de un salto mientras miraban la figura de Ema aparecer detrás de ésta. Tenía la mirada gacha y ambos pudieron observar como una pequeña lágrima bajaba a toda velocidad por su mejilla. Klavier sintió como su corazón se atenazaba en su pecho y quedo completamente paralizado al tiempo que Lana se adelantaba con la preocupación en su rostro.
    —Oh, cariño. ¿Qué ha sucedido? —dijo Lana yendo a su encuentro con los brazos abiertos.
    —Y-yo… —Ema levantó la mirada para encontrarse con el rostro alarmado de Lana, y una enorme sonrisa se formó en su rostro—. ¡Aprobé el examen!
    —¿¡Qué!? —preguntó sorprendida.
    —¡Soy Investigadora Científica!
    Una serie de gritos y chillidos se produjo en aquel enorme pasillo, llamando la atención de todos los que estaban en él. Lágrimas de felicidad brotaban de los ojos de ambas hermanas que se abrazaban de manera efusiva mientras Klavier las observaba maravillado a pocos pasos. Era una de las escenas más bonitas que había tenido el lujo de apreciar en toda su vida. Sus risas extasiadas resonaban por todo el lugar movilizándolo por completo y llenándolo de felicidad. Finalmente después de tanto luchar, después de tantos obstáculos y piedras en su camino, después de tanto sufrimiento, Ema había cumplido su más grande sueño. Se había convertido en Investigadora Científica, y él se sentía dichoso de poder compartir ese momento con ella. Luego de varios segundos de un festejo enardecido junto a su hermana, Ema observó a través del hombro de Lana al fiscal quien aún se encontraba contemplándolas embelesado ante aquella escena. La ahora Investigadora, se separó lentamente de su hermana y se acercó a Klavier. Éste le dedicó la más encantadora de las sonrisas y ella no pudo evitar devolvérsela con el mismo entusiasmo.
    —Felicitaciones a mi Investigadora Científica favorita… —dijo Klavier.
    Ema eliminó el pequeño trecho que los separaba y se aferró a su cuello con fuerza, mientras sentía sus enormes brazos rodeando su cuerpo, acunándola en un cálido abrazo. Levantó la cabeza en busca de su rostro, y se topó con una mirada cristalina que derrochaba amor. Amor por ella. El corazón le dio un vuelco de pura dicha y, ansiosa, buscó sus labios. Klavier adivinó su intención y gustosamente acortó la distancia dándole un profundo y significativo beso. Ema percibió las miradas curiosas clavarse en ellos, pero no le importó. Por primera vez en su vida se sentía completa y llena de felicidad, y nada ni nadie cambiaría eso nunca más. Sintió el suave mordisqueo de Klavier en su labio inferior y luego como sus labios se posaban en cada centímetro de su rostro en un frenesí de sonoros besos que la hicieron reír con fuerza.
    —¡Ya no seré Investigadora Científica de corazón! ¡Ahora soy una real! —exclamó rebosando júbilo.
    —Lo sé, Fräulein —sonrió—. Estoy muy orgulloso de ti.
    —Gracias por creer en mí, Klavier. Tú me devolviste la confianza, y la capacidad de soñar.
    —Siempre creí en ti, amor mío. Siempre supe qué harías realidad tus sueños, y soy feliz de que compartas este momento tan importante en tu vida conmigo.
    —Te amo…
    —Yo también te amo, Ema —respondió dándole un suave beso en las labios—. ¿Ya no tendré que esperarte?
    —No —negó con la cabeza—. Ya no más.
    Y con un beso selló aquella promesa para siempre.

    FIN
    Bueno, esto ha sido todo! Después de casi un año de escribir este fic finalmente lo he acabado. Gracias a todos ustedes que leyeron cada capitulo! Gracias y perdón por aguantarse las demoras jajaja para ser mi primera incursión en esto de la escritura, estoy bastante conforme con el resultado! Y realmente espero que ustedes también :) no duden en dejarme su opinión, me encanta leerlos! Veré si en el futuro hago una corrección general desde el principio, corrigiendo los errores que he podido tener así como también acortar la parte de los juicios que si para mi fue denso escribirlo, no quiero imaginar para ustedes jaja Y veré si en algún momento escribo algún especial, por ahora me dedicaré a descansar (? jaja En fin, ojala les haya gustado el final! También quise explicar de esta forma el por qué Ema no aparece en el ultimo juego, ojala la podamos volver a ver pronto! Gracias por todo, que tengan un excelente año!

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    Última edición: 22 Enero 2016

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