The Loud House Say it LOUD! 01

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Sylar Diaz, 3 Agosto 2019.

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    Sylar Diaz

    Sylar Diaz Sei mir gut Sei mir wie du wirklich sollst

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    Say it LOUD! 01
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    3347

    01-. Origen


    Tres personas estaban en la vieja van familiar, se dirigían a la universidad de Michigan para atender una conferencia, que como muchas otras, fue organizada exclusivamente para esa familia.

    El silencio flotaba entre los tres. Tal vez si la radio estuviera conectada podrían disfrutar un poco más el viaje, aunque para ella no parecía ser un problema. Llevaba casi todo el viaje haciéndole pequeños arreglos al aparato que descansaba en sus piernas.

    Después de meses de intentarlo todo y de utilizar todos sus recursos finalmente lo había conseguido, tanto esfuerzo ininterrumpido había dado como resultado esa pequeña máquina que ahora sujetaba entre ambas manos con devoción. No se veía tan impresionante como las otras cosas que estaban en su habitación, pero sabía y se había encargado de que todos lo supieran qué de todos sus logros, este era por mucho el más importante.

    —Por favor Lisa —la voz de Lincoln, sentado en el asiento del copiloto sonó áspera y llena de irritación, después de todo se había desvelado casi durante una semana completa para ayudar a su hermana menor—, deja tu bendita maquina en paz de una buena vez.

    —Hermanito, puedo hacer lo que quiera —exclamó con desdén la más pequeña.

    — ¡Oh, yo sé que sí, pero…! —Por un breve momento, la mirada de Lincoln se posó en su hermana rubia al volante, un par de gotas de sudor le escurrían por la frente—, pero te pido que pares… sabes mejor que yo que Leni no puede perder la concentración.

    —Ya lo habíamos hablado Lis, nada de distracciones en lo que llegamos —aprovechando que tuvo que reducir aún más la velocidad al tomar una curva, Leni soltó la palanca de cambios y se limpió el sudor de la frente—. Hazlo por mí, chica… sabes que aún no me siento tan cómoda conduciendo.

    —En ese caso me detendré, lo siento.

    Obedeciendo a sus hermanos mayores, el sonido de manoteo se detuvo casi instantáneamente pero apenas pasados los primeros segundos, el interior de la van se llenó por el ruido incesante de murmullos felices; sin poderlo evitar, y contra cualquier recomendación para las personas detrás del volante, Leni cerró los ojos, esperando la reacción de su hermano.

    —Lisa, no creo que esto cuente como "detenerse" —la voz de Lincoln sonó aún más áspera que la vez pasada. Ya no quedaba nada de su legendario buen humor.

    — ¡Lo siento! Lo siento —la expresión de Lisa pasó de forma fugaz de mostrar una satisfacción plena al nerviosismo para volver finalmente a mostrar una satisfacción plena—, es que aún no puedo creer que lo logré. ¡Esto revolucionará el mundo!

    —Yo pienso, como que, lo vas a terminar descomponiendo por mirarlo tanto —comentó amistosamente Leni tratando de relajar el ambiente—. Además tienes muchos otros logros por los que puedes sentirte orgullosa… cómo ese detector de mentiras, o el robot que siempre empapa a Lori en salsa…

    —Además, por lo poco que me han enseñado las clases de física en la escuela, lo tuyo parece imposible ¿segura que tomaste los datos correctamente?

    Una sonrisa de suficiencia se formó debajo de los lentes de la castaña.

    —Lincoln, estoy absolutamente segura que esto sirve… además, el que registró los datos fuiste tú… y lo hiciste tres veces ¿no es cierto? —Sonriendo burlonamente como una niña normal, Lisa siguió tallando la mancha que había llamado su atención—, tengo la certeza de que acabo de violar la segunda ley de la termodinámica ¿Sí sabes lo que significa, cierto?

    — ¿Que… que le hiciste algo absolutamente horrible a alguien y estás en problemas legales realmente serios? —comentó la rubia con la mirada fija en el camino.

    — ¡¿Q-QUÉ?! ¡ABSOLUTAMENTE NO, LENI! —evitando sentir nauseas por la imagen mental que creía su hermana comenzaba a formarse, Lisa tomó airé para tratar de explicarle a la rubia la idea básica de lo que acababa de decir—. Escucha Leni… las reglas de la termodi...

    — ¡Ya sé, Lis! —Leni se sonrió satisfecha por su broma—. Sí te entendí, a veces sí hacía mi tarea ¿sabes?, incluso sin tu ayuda.

    El chiste consiguió relajar bastante los ánimos, ahora Lisa sonreía, con las mejillas rojas, tanto como su hermana mayor, incluso el muchacho en el asiento de copiloto recuperó algo de su característico buen humor.

    —Tal vez ahora no parezca la gran cosa, pero… ¿qué les parece si después de esto les invito a ambas un helado? ya saben, para celebrar que Lisa rompió una vez más los límites de la ciencia —dijo el peliblanco viendo a sus hermanas—. ¿Qué dices Leni, Lisa?

    —Accederé gustosa a la generosa oferta, unidad masculina fraterna mayor. Una crema helada de fragaria ananassa resultaría realmente vigorizante dado el aumento en la temperatura local…

    En el rostro cansado de Lincoln se dibujó una pequeña sonrisa y Leni supo inmediatamente por qué; Lisa ya no decía palabras ostentosas y complicadas desde los cinco años, ese pequeño y simple gesto le decía a cualquiera que la conociera bien que la pequeña se había emocionado bastante con la idea "niña genio pero niña después de todo".

    Pero el buen humor de Leni se perdió cuando, al fijarse en el espejo retrovisor, Leni vio como el rostro de Lisa se coloreaba de rojo por tallar cada vez con más fuerza la carcasa de su máquina en busca de limpiar la imperfección en la carcasa… su mano se movía cada vez más cerca del botón de encendido.

    Entonces, justo antes de que pudiera decir algo, pasó lo inevitable; uno de los dedos regordetes de la niña resbaló por la superficie pulida y llana de la máquina accionando el botón de encendido; un pequeño rayo salió disparado desde la bobina en uno de los extremos e impactó directamente en la radio apagada de la van, encendiéndola a máximo volumen por un instante, sorprendiendo a Lincoln y a Leni y provocando que la rubia perdiera por un breve instante el control del vehículo.

    — ¡OH DIABLOS! —Dando un volantazo brusco y provocando que los neumáticos chirriasen sobre el asfalto, Leni logró controlar nuevamente la van. Sintiendo como todo su cuerpo temblaba al igual que sus manos, la rubia rio nerviosamente—. Buena forma de probar mis habilidades al volante Lisa… pero sería increíble que no lo hicieras otra vez.

    — ¡Lisa, por el amor a… a las supremas cartas de Ace! ¡APAGA ESO! —Gritó Lincoln tras apagar finalmente la radio y a un paso de sufrir un ataque cardiaco... por el miedo y por coraje.

    Sorprendida por la forma histérica en la que su hermano se aferró con uñas y dientes a su asiento y por la forma en la que su cara se negaba a abandonar el tono rojizo para volver al normal, Leni se esforzó por relajarlo… por suerte tenía un método secreto para relajar incluso a Lori en su peor día.

    —Ya, ya. Lo lamento Linky —inflando un poco sus mejillas y haciendo puchero, Leni volteó a ver a su hermano—. Supongo que ya no habrá helado gratis…

    Y como ya esperaba, sus ojitos de cachorrita triste lograron que el estrés abandonara a Lincoln en un instante y que lentamente sacara las uñas del relleno de su asiento.

    Por la ventana, ya se podía distinguir la torre de la universidad a la distancia, llegarían al campus en cualquier momento. Soltando un único suspiro, Lincoln volvió a recuperar su tono de voz dulce y suave.

    —La oferta sigue en pie Leni, Lisa ¿estás bien?

    —Si. Creo que no se dañó el prototipo —respondió Lisa con alivio, provocando que el albino moviera los ojos con fastidio y que Leni volviera a sonreír.

    Al comprobar que todos estaban bien, Lincoln se relajó completamente. Recordaba que debía ser un día feliz; el nombre de su hermana aparecería en los periódicos, saldría en la televisión, le daría la mano al primer presidente de color y… el hilo de sus pensamientos se interrumpió por el ruido de lo que parecía ser el motor de un gran vehículo justo a su izquierda, a un lado de Leni.

    -o-

    ¿Cómo se puede dar una noticia como esta con delicadeza? Seguramente esa es una de las partes feas de ser policía.

    El apellido de esa familia era uno de los más reconocidos en la comisaría. Nunca pasaban desapercibidos por más de una semana; un día una queja de ruido, otro día una infracción vehicular, un vecino quejándose de algún vidrio roto, del ruido constante o por apagones causados deliberadamente.

    A pesar de ser la familia con más quejas en todo el pueblo, cualquiera en la comisaría podría asegurar que los Louds realmente no eran malas personas, cualquiera diría que no merecían esto, pero era el deber del oficial Highsmith informales de la realidad inevitable.

    Nunca le gustó alargar la espera en estos casos, al final nunca hay un "momento oportuno" para dar tales noticias. Por lo que con calma bajó de la patrulla y haciéndole una seña a su compañera para que permaneciera dentro del vehículo, caminó hacía la puerta principal del hogar, notando el agradable escándalo que rodeaba la vieja casa. Se podía sentir la alegría de todos los habitantes del lugar a través del ruido que hacían, y él sería el encargado de reemplazar esa vitalidad por tristeza.

    Al llegar frente a la puerta roja, el hombreton respiró profundamente un par de veces para armarse de valor.

    Dio exactamente cuatro golpes, con un ritmo que seguramente le resultaría familiar a cualquiera de las personas que estaban adentro.

    No pasó ni medio minuto cuando atendieron el llamado, la puerta se abrió revelando una jovencita de cabello corto, de todas las hijas del matrimonio a ella la conocía mejor. La chica rebelde colocó una expresión desagradable cuando vio al policía.

    —Oh, excelente. Escucha PK, si bienes por lo del centro comercial déjame decirte que esa cerveza de raíz no tenía alcohol ¿Ok? Sólo era refresco.

    —Buenas tardes Luna, me temo que vengo por otros asuntos... este... ¿puedo pasar?

    La roquera rodó los ojos sin molestarse en aparentar.

    —Supongo que no puedo negarme, ¿o sí, hombre? —La rockera se volteó con el ceño fruncido para encarar a sus hermanas—. ¡Ustedes, a sus habitaciones, ahora!

    Ninguna de las niñas que se encontraban en la sala dijo nada, más por ver al policía que por respeto a la autoridad de la tercera de la casa, en silencio subieron a la segunda planta.

    — Muy bien. Ahora dime PK, ¿quién hizo qué esta vez?

    El tonó de la joven ni siquiera incomodó al uniformado, no era la primera vez que se encontraban; y de hecho esta vez le estaba agradecido por quitar a las menores de la ecuación, le facilitaba el trabajo.

    —Luna, creo que el asunto por el que vine es mejor hablarlo solo con sus padres.

    —Pues disculpe “oficial” pero mis viejos aún no llegan a casa, y para serle franca no creo poder ser de mucha ayuda si de reprender por mal comportamiento se trata, así que solo dígame lo que pasó y yo veré porque la responsable del destrozo tenga su merecido...

    El oficial la interrumpió tomando su mano, el gesto la sorprendió pero logró que ella lo viera directo a los ojos.

    —A eso voy —dio un gran suspiro antes de continuar—. Hubo un accidente de auto y tus hermanos... ellos... estuvieron involucrados.

    Esas tres últimas palabras le helaron la sangre a Luna y a todas sus hermanas que espiaban la conversación desde las escaleras.

    -o-

    Lisa recuperó el sentido poco a poco. Todo el cuerpo le dolía. Estaba recostada en el suelo, a un lado de la van familiar y de un tráiler, ambos vehículos completamente destruidos. Al ver la escena, sus ojos se abrieron completamente, o en este caso su ojo, pues solo podía ver por el ojo derecho ya que el izquierdo se negaba a abrirse, lo único que sentía era un picor muy extraño de ese lado de la cara. Quiso sentarse, pero su intento de moverse agravó en gran medida el dolor que sentía en todo el cuerpo y del que sólo entonces se volvió consciente.

    La incapacidad de mover su cuerpo y el no poder ver a nadie le dio la sensación de estar sola, atrapada en una caja muy pequeña por lo que empezó a llorar como cualquier niña tan alto como pudo.

    —Herma... hermano... hermanito —la voz le salió en un susurro quedito. Ignorando el dolor levantó una de sus manos tanto como pudo, quería que él apareciera y la tomara de la mano. Quería que la consolara, justo como cuando era más chica y tenía pesadillas.

    El rostro de su hermano mayor apareció en su rango de visión. El rostro del muchacho estaba hinchado y bañado en sangre.

    —Estoy aquí Lis, estoy aquí. Tranquila.

    —No fue mi intención —sollozó la pequeña—, no quería que sucediera esto, Lincoln ¿Dónde está... dónde está Leni?

    El rostro del joven se torció en una mueca que a causa de la sangre y de la hinchazón Lisa no supo interpretar. Lincoln había imaginado que sería otra su primera pregunta por lo que tomado por sorpresa, se secó una lágrima que apenas se asomaba por uno de sus ojos y utilizó todas sus mañas de “hermano mayor” para poder demostrar fortaleza.

    —Leni está bien, sólo está un poco asustada. No te preocupes por ella. Nuestra hermana está... bien.

    El dolor en la cara comenzó a crecer, más específicamente en su ojo izquierdo, hasta resultarle insoportable a Lisa. Todos sus pensamientos se mezclaban en su mente por lo que sólo pudo decir una sola frase coherente.

    —Linc... yo solo quería ayudar al mundo... quiero decirle a Leni que sólo deseaba ayudar... déjame verla Linc.

    —La verás después —exclamó Lincoln mientras que un par de paramédicos que acababan de llegar, preparaban una camilla al lado de la pequeña científica—. Esto no fue tu culpa, Lis. Por favor, no te mortifiques.

    Uno de los paramédicos le movió un poco la cabeza a Lisa para poder hacer una inspección rápida a sus pupilas con una luz muy brillante antes de subirla a la camilla. El cambio de posición le dolió.

    — ¡AY! ¡Li... Lincoln!

    —Ya pasó, ya pasó Lis. Todo estará bien

    Al terminar, ambos camilleros se alejaron de ella unos pasos, llevándose a Lincoln con ellos. Lisa los oía hablar pero no pudo entender nada de los que se dijeron, parecía que intentaban convencer a su hermano de hacer algo, pero el peliblanco se mantuvo firme en no abandonar aún a su hermana. Tras una corta discusión, los paramédicos regresaron acompañados por Lincoln a donde estaba ella y casi sin moverla la cargaron hasta la camilla. Entonces empezaron a moverse hacía una ambulancia que esperaba cerca. Pero para horror de la pequeña, Lincoln no la seguía.

    — ¿A dónde me llevan? ¿Lincoln? —Utilizando sus últimas fuerzas alzó la voz—. ¡Lincoln, ¿dónde estás!?

    Sin importar cuanto le dolía todo el cuerpo, Lisa volvió a intentar sentarse, ponerse de pie, escapar junto a su hermano mayor.

    — ¡Tranquila Lisa! —La cara de su hermano volvió a llenar su campo de visión, al tenerlo tan cerca, la pequeña pudo notar que la nariz del chico estaba rota—. Calma hermanita, estarás bien.

    —No me dejes sola, hermano.

    Lincoln soltó un suspiro, permitiendo que la pequeña descubriera que también le faltaban algunos dientes, entre ellos sus característicos dientes frontales.

    —Tengo que hacerlo.

    —Pero yo...

    —Debo ir a calmar a Leni, ¿sí? Tú eres la persona más lista que conozco y sé que sabrás hacer todo lo que los doctores te digan para que te cures pronto y puedas volver con nosotros, ella no es así.

    Con un nudo en la garganta, Lincoln se alejó de su hermanita y Lisa no volvió a manotear o a intentar levantarse. Aunque la pequeña seguía llorando se dejó llevar hasta la ambulancia.

    En cuanto perdió de vista a su hermanita tras las puertas del vehículo de emergencias, Lincoln tuvo que ceder a la insistencia de los paramédicos que ya lo habían estado atendiendo desde antes de que despertara Lisa y entró en la última de las tres ambulancias que habían llegado al lugar del accidente. Quiso volver a preguntar por el estado de su hermana mayor pero se sintió sin fuerzas al recordar cuál era el estado de la rubia en el momento en el que se la llevaron.

    ¿Cómo es que lo que se supone sería un día feliz se había convertido en una horrible pesadilla?

    -o-

    El doctor Enríquez Marín, había acabado su formación profesional apenas hace un par de meses por lo que era el cirujano más joven en el hospital regional de Royal Woods. Cualquiera que lo viera por los pasillos lo confundiría con un practicante más, sin saber que el hombre que tenía enfrente era en realidad el cirujano en jefe del área de emergencias. Generalmente sólo se limitaba a operar, pero al enterarse de las circunstancias que envolvían a los jóvenes heridos, quiso también ser él quien se encargara de informar a la familia.

    Tan pronto salió por la puerta de la sala de emergencias, su atención se vio atraía por un grupo de personas; cuatro personas que parecían muy preocupados, lo que no es extraño en un hospital donde todos están esperando alguna noticia de sus familiares internados, lo que llamó su atención y permitió que los identificara como la familia Loud fue que entre los tres adultos reunidos había un joven con cabellera blanca, con un brazo enyesado y varios vendajes en el rostro y cuerpo. Por su complexión delgada le sería muy difícil adivinar su edad, pero según el expediente, el chico tenía trece años. Había sido él quien después del choque sacó como pudo a sus hermanas de los fierros deformados de lo que quedó de la camioneta familiar, incluso intentó ayudar al conductor del tráiler que los impactó, sin embargo, para ese pobre sujeto ya era muy tarde.

    Al ver al médico acercarse, los Loud se pusieron de píe y caminaron un poco para interceptarlo.

    —Tengo noticias de sus hijas, señores Loud.

    — ¿La cirugía ya terminó? ¿Cómo están mis bebés? —Rita tenía los ojos irritados y el maquillaje corrido.

    —Ambas ya salieron del quirófano —el doctor luchaba por encontrar un tono para dar las noticias sin afectar aún más a los padres—, pero primero hablemos de la menor; Lisa Loud salió mayormente bien librada del accidente, le pequeña sólo sufrió de una contusión y algunos cortes menores, pero su ojo izquierdo... sufrió mucho daño... y a pesar de que hicimos todo lo que posible para intentar salvar el órgano, no lo logramos.

    Los padres se abrazaron, tratando de mantenerse centrados y calmados en medio de aquel infierno. Un silencio tenso, y sólo interrumpido por el llanto de los padres, dominó por unos instantes y justo cuando parecía que la muchacha disfrazada de Joan Jett diría algo fue interrumpida por el chico de los vendajes.

    —Gracias por intentarlo doctor, pero… ¿cómo está mi otra hermana? ¿Qué pasó con Leni?

    Ese era el tema escabroso que el doctor deseaba evitar mientras le fuera posible.

    —Leni Loud, es una historia diferente... ella...

    — ¿Diferente? ¿Entonces está bien? —Los ojos del padre brillaron al sentir por un instante esperanza.

    El doctor se mordió la lengua, ahora se arrepentía de su decisión «¿En qué estaba pensando? ¡Nunca se me ha hecho fácil eso de hablarle a la gente!» Sintiéndose muy nervioso, el doctor comenzó tartamudear una excusa y a alejarse, ya mandaría a una enfermera para que fuera ella la que tratara con la familia, hasta que el albino volvió a hablar deteniéndolo a medio escape.

    — ¿Su condición es tan grave? —su voz reflejaba la perdida de todo consuelo.

    La pregunta fue el detonante que necesitaba la mente del médico para volver a funcionar de forma lógica.

    —Surgieron algunos inconvenientes imprevistos. Pero su condición ya es estable aunque... yo... lo siento…

    — ¿“Lo siente”? ¿Siente qué? ¡¿SIENTE QUÉ?! —Por fin habló Luna, molesta por la actitud evasiva del doctor—. Escuche “doc”, no nos venga con jueguitos, quiero ver a mi hermana.

    Ya no había escapatoria.

    —A pesar de nuestros esfuerzos por remediarlo... no pudimos ayudarla mucho... la joven Leni Loud está en coma.
     
    Última edición: 12 Septiembre 2021
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    Una situación sin precedentes en la que una van familiar, ese vehículo que había pertenecido a tres generaciones; quedó hecho pedazos al costado del camino, igual que la familia a la que pertenecía.

    Muchas preguntas llenas de culpa empezaron a acosar a los Loud e inconscientemente empezaron a buscar culpables; quizá la culpa era del camionero que, por querer trabajar doble turno no estaba en sus cinco sentidos, quizá si la camioneta estuviera en buenas condiciones o si la chofer hubiera estado alerta... quizá nada de esto hubiera pasado ¿Pero qué importaban ya aquellas recriminaciones? El "hubiera" no existe, y al final la peor parte de todo se lo llevó la que era una hermana dedicada y amorosa.

    Las visitas a Leni en el hospital siempre fueron terribles para las chicas, pues ver a su hermosa hermana en ese estado rompía el corazón.

    El chico albino se negó a recibir intervención médica mayor puesto que sólo tenía algunos cortes en el rostro y en las manos, algunos doctores le insistieron tratando explicarle que le quedarían marcas de por vida pero él fue firme; no cargaría más la limitada billetera de sus padres con una cirugía plástica.

    A Lisa no le fue tan mal, después de algunas semanas sus cicatrices, que no eran tan profundas como las de su hermano; se habían desvanecido, y el ojo de vidrio que le dieron sus contribuyentes más cercanos como un regalo pasaba casi completamente desapercibido; era necesario poner mucha atención para percatarse que uno de sus ojos era apenas más opaco que el otro.

    Sin embargo y a pesar de no tener secuelas físicas, quizá Lisa fue la que se resintió más ya que se responsabilizaba por toda la tragedia; su actitud huraña y apática empeoró a tal grado que rara vez salía de su cuarto o le dirigía la palabra a alguien. Volvió a trabajar día y noche buscando una forma para ayudar a su hermana y después de meses de trabajo incansable sin resultados favorables... se rindió. Pronto se hizo obvio que ya no hacía nada en todo el día puesto que después de unas semanas sus aparatos empezaron a acumular polvo.

    Su último logro fue ese sistema perfecto de producción y transmisión inalámbrica de energía completamente libre de perdida.

    La actitud hermética y la eventual falta de higiene de la niña orilló a los padres a cambiar de cuarto a Lily, como esperaban fue Lincoln quien saltó como voluntario para cuidar a su hermanita y por falta de espacio en el suyo terminó por mudarse al cuarto que alguna vez fue de las hermanas mayores.

    Los padres tuvieron que extender sus jornadas laborales para cubrir el gasto extra en el hospital. Sus hijas ya casi no los veían en casa y, cuando los veían, ambos estaban muy cansados y estresados. Ya no les quedaba tiempo ni dinero para su familia. Lori estuvo a punto de dejar la universidad para tratar de ayudar, pero entre Bobby y sus padres la convencieron de terminar la carrera, al fin de cuentas solo le quedaban 3 semestres.

    Luna, nunca aplicó para ninguna universidad puesto que empezaba a dar pequeños conciertos y presentaciones en bares y restaurantes en los que recibía buena paga y Luan, después de excelentes presentaciones en los mismos restaurantes y bares familiares, sólo que en horario familiar, terminó por forjarse una reputación sólida como comediante amateur.

    A falta de una figura materna para las hijas menores del matrimonio, Lynn se autoproclamó como la nueva figura de autoridad pero pronto su falta de tacto se convirtió en el problema más grande dentro de la casa. La deportista a duras penas funcionaba dentro de su rol como líder, pero lo que las menores realmente necesitaban era a una persona que ejerciera como ejemplo y apoyo sentimental, no a alguien que les gritará que hacer así que Lincoln volvió a ser la solución. Ponía el ejemplo a las menores y reforzaba las decisiones de las mayores. Arreglaba los problemas y discusiones entre sus hermanas restantes; incluso logró, bajo sus perseverantes cuidados y atenciones; que su hermana genio volviera a abrirse a su familia, extrañamente ahora buscaba más a Lucy que al resto, y retomara una rutina moderada de trabajo e investigación.

    Lily pasaba todo el tiempo libre que podía con su hermano. Con el tiempo se había vuelto tan apegada al joven peliblanco que terminó por verlo como una figura paterna e incluso materna en ciertas ocasiones.

    Pasó un año completo y las cosas mejoraron notoriamente para la familia, pero a pesar de los considerables ingresos extra que aportaban las dos nuevas hijas mayores, quedaban muchas cosas que pagar como lo eran la electricidad, el agua, gas y sin contar lo más importante y costoso, la comida.

    Lincoln volvió a sentirse obligado a ayudar, después de semanas de pláticas y preparativos logró instruir a Lynn lo mejor que pudo para que tomara su puesto como cabecilla del hogar, la deportista aceptó feliz y sorprendentemente logró aproximarse bastante a lo que se necesitaba en casa. Y cuando Lincoln empezó a llevar algunos billetes a su hogar nadie se sorprendió realmente, al fin de cuentas él era un chico astuto con bastantes amigos en la secundaria, nadie indagó, pero ¿cómo podía ayudar Lincoln a pagar las cuentas? Bueno, a tiempos desesperados corresponden acciones desesperadas.

    El chico llevaba una segunda vida fuera de la escuela, oculto de su familia y amigos; el muchacho se dedicaba a comprar productos de segunda mano o falsificaciones que vendía como auténticas piezas de colección, organizaba apuestas en los pocos eventos que aún realizaban sus hermanas, y como era de esperar todas ellas estaban arregladas a su favor. Algunos días incluso simplemente robaba, claro que no era de los que arrebatan y corren, de haber escogido esa táctica hubiera sido descubierto desde el inicio ya que era fácilmente reconocible por su cabello blanco y por esas cuatro horribles estrías que recorrían su rostro.

    No, él tenía un plan a prueba de error. Era abiertamente reconocido por todos los que lo conocían que la astucia y facilidad de palabra de Lincoln Loud eran atributos legendarios, el chico era capaz de vender basura como si fuera oro, así que no le era difícil distraer a un adulto cansado y confiado. En un día cualquiera lograba obtener veinte dólares, acompañados de alguna que otra cartera no muy usada para revender, y en los pocos y extraños días donde lograba obtener más, simplemente guardaba en secreto el sobrante y entregaba a sus hermanas mayores el resto. No repetiría el error que le costó la confianza y cariño de su mejor amigo.

    Quizá conservaría a Clyde a su lado si nunca le hubiera contado de donde salía todo el dinero que de repente tenía, o si no le hubiera dicho como le escondía a su familia una pequeña parte, o si se hubiera controlado un poco cuando su amigo le reclamó. Claro que no quería pelear con él, pero cuando amenazó con delatarlo simplemente no quiso medirse. En su defensa, Lincoln le dio el primer derechazo cuando Clyde no llevaba sus lentes puestos. No, en definitiva las cosas no hubieran terminado tan mal para Clincoln Mcloud si lo hubiera dejado ganar la pelea, claro que terminaría golpeado y no se hablarían por algunos días pero terminarían perdonándose, lo habían hecho todas las veces anteriores. Sí, ahora que veía las cosas en otra perspectiva debió dejarlo ganar, en lugar de romperle la nariz y astillarle un diente. Visto desde el lado bueno, Clyde aún mantenía su promesa de guardar el secreto.

    Resumiendo el cuento, Lincoln se convirtió en delincuente, aunque él prefería llamarse a si mismo “carterista”. Después de todo, sólo hacia esto para ayudar a su familia, y aún tenía una reputación que salvar con los pocos amigos que le quedaban en la escuela.

    Pudo haber continuado así de forma indefinida, estafando y mintiendo para obtener una miseria como ganancia personal; de no ser por una incómoda casualidad…

    Era el cuarto y último viernes del mes de noviembre, Lincoln se preparó para salir a las calles, en esas fechas abundaban los adultos distraídos y cargados de dinero. Escogió una gorra para cubrir su cabeza del frio y para esconder su pelo blanco y la colocó encima de la cama, mientras buscaba en el amplio armario un abrigo que disimulara su complexión. Oyó una risita detrás de él.

    Se volteó tan rápido como pudo para sorprender al intruso, pero todo lo que vio fue un cuarto que aparentaba estar vacío. Ciertamente Lucy conseguía asustarlo más y con menos esfuerzo con cada intento, nervioso, tomó el primer suéter que encontró "La vida es mejor con una abuela", aún conservaba grabado el suéter rosa chillón que le había regalado Myrtle, ya le quedaba chico, tenía bastante sin verla a ella y al abuelo. Sacudió la cabeza para despejar su mente, tenía que salir del cuarto antes de que su hermana gótica le causara un infarto, se volteó para tomar su gorra de las sabanas de su cama pero su mano no la encontró. La vocecita volvió a reír y está vez Lincoln la pudo reconocer.

    Su ritmo cardiaco de tranquilizó de golpe mientras una sonrisa se formaba en su boca.

    —Pequeña, te advierto que soy experto encontrando niñas traviesas —una carcajada se oyó debajo de la cama más cercana a la ventana.

    Muy lentamente, Lincoln caminó hacia la fuente del ruido y cuando estuvo lo suficientemente cerca, con un movimiento rápido, se dejó caer hasta quedar pecho tierra. Para su sorpresa ahí no estaba Lily, sólo estaba un viejo walkie talkie morado. Muy bien, el juego se haría un poco más largo.

    — ¿Dónde está? ¡Desapareció! ¿Acaso se hizo invisible?

    Esperaba que la niña volviera a reírse y le diera otra pista, pero lo que oyó en cambio, fue a la niña llorar en otra habitación. Sus instintos de hermano mayor despertaron de golpe. De un salto se puso de pie. Y gritó al ver a un pequeño esqueleto parado sobre la antigua cama de Lori, por reflejó lo golpeó y el pequeño cuerpo salió volando por la ventana abierta.

    Lincoln se quedó estático en ese lugar, el puño le dolía bastante y se había levantado muy rápido por lo que tardó unos instantes en digerir lo que acababa de hacer; había empujado a su hermanita bebé, disfrazada de calaca, por la ventana. Si no le había roto algo con el golpe, era muy seguro que la hubiera lastimado de gravedad al hacerla caer desde la segunda planta. Con lágrimas en los ojos corrió a asomarse a la ventana.

    Vio al cuerpecito descansando rígidamente sobre la nieve en el jardín delantero, por el golpe la máscara se había movido de su lugar revelando el rostro de una de las muñecas de Lola, con una mezcla de alivio y furia Lincoln salió de la habitación, cruzó el pasillo y abrió de una patada el cuarto de Lucy, ahí estaban las tres mujeres destornilladas de la risa, por el intenso rubor en su rostro parecía que Lynn iba a sufrir un infarto, Lily se retorcía en el suelo igual que su hermana deportista y Lucy se limitaba a dejar salir algunos "ja, ja" con toda la emoción de un muerto.

    Con evidente disgusto, Lincoln entró al cuarto a reclamarles, pero fue interceptado por Lily quien luchaba por recuperar su respiración normal.

    —Lo siento papi Lincoln —la niña lo abrazó, envolviendo su cintura y dificultándole el seguir avanzando—, pero fue divertido, además, Lucy me dijo que sería una buena idea.

    La discreta sonrisa de la pelinegra desapareció junto con sus débiles carcajadas al recibir la mirada seria de su hermano.

    —Oh vamos Lincoln, sabes que fue una buena broma —Lynn por fin había recuperado su color natural—, además ¿quién sabe?, quizá por fin tengamos un nuevo campeón de las bromas… además que tú saber que nos conviene que sea Lily, apestoso —se había acercado hasta estar suficientemente cerca de su hermano como para susurrar en su oído—, nadie sale herido con las bromas de la pequeña.

    La deportista tenía un punto, por lo que decidió dejarlas tranquilas por esta vez.

    Juguetonamente revolvió el pelo rubio de la más pequeña de sus hermanas, la niña sonrió por la caricia y alzó el rostro.

    —De verdad lo siento, Linc, no quería molestarte —con vergüenza le devolvió la gorra que había tomado para atraerlo.

    —Yo nunca me enojaría contigo bebé y sé que todo esto fue idea de las locas de tus hermanas —tosió para silenciar las quejas y puso una expresión sería, no había nada que hacer con las dos hermanas del cuarto pero a ella no la dejaría irse sin más—, pero lo que hiciste no está bien, sabes que pudiste matarme del susto.

    La tomó de la mano y con cuidado la llevó de regreso a la habitación que compartían, sin quitar su expresión severa volvió a encarar a la niña.

    —Lily ¿sabes dónde está mi abrigo café?

    — ¿Con el que Lola dice que pareces un "agresor de señoritas"?

    —... Sí, ese —más tarde también regañaría a Lola por decir esas cosas cerca de su bebé.

    Lily se metió debajo de su cama, la que antes era de Leni, y un instante después salió sosteniendo el abrigo de su hermano.

    —Gracias hermosa, intentaré conseguirte el juego de pinceles que me pediste la otra vez, para tú cumpleaños.

    — ¿Y qué me darás para navidad? —la niña hizo ojos de perrito, una maña que sin dudas había aprendido de su hermana deportista.

    —Lily, sólo hay cinco días de diferencia entre tu cumpleaños y navidad —tenía que reconocer que los ojos de perrito eran una táctica eficaz contra él—, pero quizá para navidad te lleguen las pinturas para que pintes con los pinceles.

    -o-

    Caminaba entre los escaparates del centro comercial buscando con la vista a alguien que estuviera lo suficientemente distraído como para poder bolsearlo sin que se diera cuenta de inmediato.

    Recorrió toda la plaza de punta a punta por lo menos tres veces sin encontrar ninguna víctima fácil, ya estaba por darse por vencido y volver a su casa cuando vio a un hombre gordo y de color retacado de bolsas de regalos, algunas le cubrían la cara por lo que no veía claramente por donde caminaba, hablando por teléfono celular. No podía desear un objetivo más fácil.

    Lincoln siguió al hombre hasta el estacionamiento y adelantándosele se escondió en una esquina. Ya dominaba la técnica, sólo tenía que chocar "por accidente" con el sujeto, verlo a los ojos y mientras lo distraía con alguna disculpa sin sentido le vaciaba sus bolcillos, por ultimo cuando estuviera algunos metros alejado tendría que correr y esconderse para revisar el botín.

    Cerró los ojos desde su escondite y contó los pasos del hombre acercándose, tenía que toparse con él en el momento oportuno. Respiró profundamente un par de veces y practicó su cara de "lo siento viejo". El gordo ya estaba muy cerca aunque ahora ya no seguía hablando por teléfono.

    Uno.

    Dos

    ¡TRES!

    Lincoln salió de un brinco al encuentro con el hombre y ambos chocaron, las bolsas salieron volando y Lincoln con un movimiento rápido de manos le arrebató la cartera del bolsillo del pantalón, cuando se preparaba para dar su excusa genérica y alejarse a toda prisa se quedó congelado.

    —... Hola... señor McBride.

    El rostro del hombre de color atravesó una mezcla extraña de emociones: primero lucía atento y despabilado, sin duda ya sabía que era lo que le estaba sucediendo, luego parecía enojado y listo para actuar de forma violenta, y al último se había relajado completamente al reconocer al mejor amigo de su hijo.

    – ¡Oh! ¿Cómo has estado chico? ¿Disfrutando de las rebajas?

    —Algo así —avergonzado Lincoln lo ayudó a recoger sus cosas del suelo—, lo siento por cierto, andaba con prisa.

    Cuando ya casi acababan de guardar todo fue cuando Harold reparó en que Lincoln tenía su billetera en una de sus manos, no había notado que no la llevaba encima. Su rostro se tensó al ocurrírsele una idea inquietante, acaso el mejor amigo de su amado hijo intentó... no, Lincoln no era esa clase de persona, su hijo no saldría a jugar nunca con un criminal, aunque por otra parte esos dos ya no eran tan cercanos como antes. Es más, no recordaba que los dos salieran juntos a hacer nada durante los últimos meses.

    —Señor McB, creo que se le cayó esto —dijo el albino ofreciéndole la cartera al hombre negro—, hay que ser cuidadoso con estas cosas, ¿sabe? últimamente anda un ladrón suelto por ahí.

    El rostro de Harold volvió a iluminarse al descubrir que después de todas sus sospechas, el chico Loud seguía siendo un muchacho ejemplar.

    — ¡Muchas gracias hijo! —Harold McBride agradeció abrazando a Lincoln y tomando la billetera—. Sabes, hoy fue día de pago así que todo mi dinero está aquí dentro, no sé qué hubiera hecho si la hubiera perdido... es más, sé que te vas a negar, pero déjame regalarte cinco dólares por salvarme la vida.

    Su teléfono volvió a sonar, distrayéndose un minuto se fijó en la pantalla, era un mensaje de su esposo, sin despegar la mirada de la pantalla mientras escribía una respuesta le habló al amigo de su hijo.

    —Oye Lincoln, se me ocurre algo, ahorita voy a reunirme con mis chicos ¿Qué te parece acompañarnos a comer algo? Y así nos platicas como te ha ido en la escuela, Harold y yo ya llevamos mucho tiempo sin hablar contigo ¿Qué dices Lincoln? ... ¿Lincoln?

    Al alzar la vista de la pantalla descubrió que estaba hablando solo.

    Era como si el universo se burlara de Lincoln Loud.

    Cada palabra amable que el hombre le había dicho rebotaba en su cabeza provocándole una migraña. El parloteó en su mente continuó hasta que apenas y podía pensar. Irá, frustración, angustia... tristeza, todo se mesclaba en un remolino turbio de emociones. Simplemente había perdido su norte moral hacia bastante tiempo y ahora sólo sentía culpa, por eso escapó corriendo hasta la parada de autobús más cercana.

    — ¡DIABLOS! —Lincoln estalló, golpeando la tabla metálica de rutas del autobús. Por el sonido que hizo su mano era seguro que algo se había roto.

    El niño estaba paralizado, apenas y sentía el dolor en su mano. Ambos, su mente y su cuerpo estaban abrumados. Lentamente Lincoln volvió a poner sus pensamientos en orden y entonces fue capaz de sentir el dolor en los nodillos de su mano derecha.

    Se quedó quieto en la estación de autobús, esperando que se le ocurriera un plan que solucionara todos sus problemas. El día, como si respondiera a las emociones de Lincoln; se hizo más desagradable mientras rayos y gotas de lluvia caían desde el cielo. Entonces cuando nada podía estar peor, por casualidad pisó un charco de agua a punto de congelarse que le heló hasta los calzones. Seguramente ahora se veía tan miserable como se sentía.

    Tomando una bocanada de aire se subió al primer autobús que pasó por la estación, no sabía a donde iba y no le importaba mucho, no quería estar solo ahora que le era claro que le había fallado a su familia y a si mismo al actuar como actuó, en realidad no estaba haciendo nada por ayudar a sus hermanas, sólo se buscaba problemas.

    —Yo... no quería llegar a esto, soy un fracaso.

    Lincoln sintió el pesó de sus acciones sobre su cabeza, otra clase de gotas de agua comenzaron a mojar su rostro. Después de pagar su pasaje y caminando entre las dos hileras de asientos vacíos del autobús se sentó solo en la parte posterior y dejó que la tormenta lo enterrara en una tumba de dolor y vergüenza mientras su mente se repetía "No fui justo, no soy digno de mis seres queridos".

    Entonces entre sus lamentos las luces del bus se apagaron, la lluvia y los truenos se detuvieron casi simultáneamente. Cuando cayó nuevamente un relámpago, Lincoln notó que ya no estaba en el mismo autobús.

    Ahora Lincoln estaba completamente solo, sentado en los asientos de hasta atrás en una réplica del autobús. El lugar parecía estar esculpido a la antigua en piedra y mármol. Una voz que reflejaba autoridad se oyó en toda la habitación.

    "YO TE CONVOCO, LINCOLN LOUD; CANDIDATO A CAMPEÓN"
     
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    Sylar Diaz

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    Say it LOUD! 01
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    Fantasía
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    Al abrirse las puertas, Lincoln pensó que la misteriosa luz que lo recibió era el sol, pero esa curiosa luz se había hecho presente en el momento exacto en que había llegado a esa habitación-replica de autobús. Sin más opción, salió y empezó a caminar.

    Delante de él sólo de desdibujaba lo que parecía una iglesia. La luz que había allí hacía aparecer con suficiente precisión los contornos de las paredes, pero no parecía venir de ningún lado o mejor dicho, provenía de todas partes. Porque las largas sombras que se proyectaban delante del peliblanco iban en todas direcciones.

    Los pasillos por los que pasaba Lincoln estaban vacíos, no sólo de gente, también de animales y objetos. Todo estaba inmóvil, ni el más mínimo sopló de aire. La quietud le hizo pensar que ese lugar estaba debajo del suelo.

    El niño se asustó al ver que un tigre, como esos que estaban en los zoológicos o en “International Geography”; se acercaba a él. Cuando quiso darse la vuelta y gritar descubrió que no podía moverse ni oír su voz.

    «Cállate» la voz, profunda y seria, muy parecida a la de un profesor; sonaba en la cabeza de Lincoln, «y sígueme.»

    Después de algunos minutos de caminar en silencio, recorriendo un laberinto de pasillos y pequeñas salas blancas como la nieve completamente vacías. El tigre giró en una esquina, Lincoln lo siguió… y se detuvo sorprendido. Este pasillo era completamente diferente a todos los anteriores.

    En realidad era mucho más estrecho, las salas que se alineaban a derecha e izquierda parecían pequeñas exposiciones en un museo, muestras de plantas, representaciones de animales, objetos de colores suaves y brillantes.

    Este pasillo los llevaba a una sola puerta, que les cerraba el paso. Era verde del mismo color que adquiere el cobre cuando se oxida y estaba decorada con pequeños gravados.

    Al detenerse a contemplar, Lincoln no había perdido más que unos segundos, sin embargo el tigre ya estaba muy lejos, casi al final del estrecho pasillo, delante de la puerta.

    —¡Espérame, no me dejes! —gritó pero seguía sin oír su propia voz.

    El felino, en cambio, pareció haberlo oído porque se giró a mirarlo y se sentó. Lincoln quiso seguirlo, pero entre más se acercaba a la puerta era como si de repente caminará en lodo, el cuerpo le pesaba demasiado y con cada paso se sentía más débil. Se agarró de donde pudo y por fin avanzó, a ratos. A medio camino tuvo que continuar en cuatro patas, tratando de no apoyarse demasiado en la mano lastimada.

    —¡No puedo! —Gritó finalmente, el tigre seguía sentado al extremo del pasillo—. ¡Ayúdame!

    El tigre le habló por medio de su mente.

    «Niño, deja de juzgarte injustamente, abre tu mente a la memoria y muestra lo que eres.»

    Lincoln lo intentó, dejó de pensar en todo, y cuando consideró que había descansado lo suficiente, se irguió y caminó. Para su sorpresa, esta vez logró andar sin ningún esfuerzo pero algo muy extraño ocurrió, mientras avanzaba, el pasillo se iba haciendo más amplio y el techo se iba elevando.

    Por fin llegó al final, se encontraba ante la última puerta, la que cerraba el camino. Se asustó pues vista desde cerca, la puerta de metal verde era gigantesca.

    «¿Podré abrirla?» Pensó dudoso, sabiendo que su voz no sería oída.

    «Siempre puedes intentarlo» La voz de su misterioso amigo respondió.

    Y tan pronto como Lincoln apoyó la mano en su superficie, la puerta se abrió la puerta doble, invitándolos a pasar.

    Lincoln se quedó parado, todo lo que acababa de pasar le resultaba muy extraño. Recorrió un sinfín de pasillos en penumbra acompañado por un tigre que habla, para atravesar un portón gigante y hermoso.

    «Carajo, estoy muerto.» Su misterioso acompañante se rio por el comentario y entró sin esperarlo.

    Lincoln se decidió a seguirlo cuando la gran puerta empezó a cerrarse. Apenas y tuvo el tiempo justo para pasar.

    Se hallaba ahora en un pasillo muy alto y aún más largo. A su izquierda estaban, en tramos regulares, siete estatuas humanoides de piedra, que parecían soportar el techo. Una pequeña brisa golpeó su rostro seguido de un suspiro de alivio. Su suspiro de alivio.

    Lincoln caminaba junto al felino hacía unas escaleras dobles que los llevarían a lo que parecía una nueva sala, por encima de donde se encontraban justo ahora.

    «Has llegado, Lincoln Loud» El animal se detuvo en seco, «yo no te acompañaré más allá, está última prueba la afrontarás solo.»

    Lincoln respiró profundamente, y empezó a subir las escaleras. Cuando se acercó al final pudo oír un ronquido acompañado por un susurró casi musical, a muchas voces.

    -o-

    Un grupo de niñas estaba en la sala de la casa Loud

    —¿Estas segura de esto Lisa? No creo que esto te interese realmente.

    —No digas eso Darcy, las pesadillas y los problemas de mis amigas siempre serán un tema de interés para mí.

    —De acuerdo Lis, lo que tú digas pero… ¿Qué hace ella aquí?

    La gótica no cambió su gesto impasible por el comentario, simplemente se permaneció sentada en la misma esquina del sillón, parecía que era parte de los muebles, una decoración que siempre había estado en la sala.

    —Ella sólo me ayudará a tomar notas, por como he estado un poco distraída se me escapan algunas cosas, y esto es algo de lo que quiero tener sumo detalle.

    —… De acuerdo chica —la niña morena tomó airé y comenzó a recordar.

    —Pasó el miércoles, hasta entonces era un día normal, y tenía que dejar mi proyecto en el gimnasio, ya sabes, para la feria de ciencias. No estaba haciendo nada especial hasta que me encontré con Irwing, ¿Lo conoces no? Es uno negrito medio gordo—. Al no recibir respuesta intentó dar una imagen más detallada—. Siempre usa un moñito rojo y una playera amarilla “derrite pupilas”.

    —Darcy, vuelve al tema de interés, por favor.

    —Bueno… como decía, todo iba bien hasta que el inútil me bañó de vinagre. Era mi vestido nuevo Lisa, en ese momento quise gritarle y mucho; pero al verlo tan asustado no le hice nada. Molesta llevé mi electromagneto, se me olvidaba agradecerte por ayudarme; a mi espacio asignado.

    —Entonces me fui al baño a tratar de limpiarme… fue cuando las cosas empezaron a ponerse feas. Apenas se cerró la puerta tras de mí las luces se apagaron y volvieron segundos después, pero ya no era la misma habitación. Digo, aún estaba en un baño, pero parecía de esos baños que aparecen en las películas de castillos y dragones. Me asusté bastante hasta que la puerta se abrió, pero no se abrió hacía la escuela, era otro lugar… y ahí es cuando se me dificulta recordar.

    —¿Dices que no puedes recordar lo que pasó después? —el rostro de Lucy por fin se deformó en una mueca de decepción mientras tomaba algunas notas en una libreta rosa.

    —No, lo que digo es que se me dificulta, creo que había un anciano… ¿o era un muchacho?... no puedo recordar bien, pero estaba sentado en un trono y me gritó que no era digna… entonces las luces volvieron a apagarse y cuando abrí los ojos estaba de vuelta en el baño de la escuela.

    —¿Y eso fue todo lo que pasó? —Lucy se acercó unos pasos a la amiga de su hermana—. ¿No hubo algún símbolo o alguna palabra que no hayas visto o escuchado antes?

    —Lisa… ¿qué ocurre? Les digo que fue una especie de sueño con los ojos abiertos. Cosas como ser teletransportada a otro lugar sólo ocurren en las malas historias. ¿Cierto?

    —Ciertamente, gracias por contarme, estas cosas ayudan a desarrollar mis habilidades sociales. ¿Aún necesitas ayuda con tu tarea de matemáticas? Porque me sobra tiempo, sólo déjanos subir y guardar la libreta, estaré contigo en un dos por tres.

    —De acuerdo Lis.

    Darcy se fue a la cocina a servirse un vaso con agua, mientras que las hermanas Loud empezaron a cuchichear entre ellas tan pronto como entraron en el cuarto que antes compartía con Lily.

    —¿Qué opinas Lisa? ¿Crees que mienta?

    —Hermana, ya llevamos treinta y siete casos documentados, de personas en diferentes de diferentes partes del mundo y TODOS cuentan lo mismo; un día normal, entonces de la nada terminan transportados a otro lugar… un lugar extraño.

    —Sí, estaba contigo cuando esas personas aceptaron contarnos por video llamada sus “experiencias”, pero lo que no entiendo es tú interés en todo esto, escuchar en silencio las tragedias de los demás es lo que hago yo, o quizá Lincoln si se tratara de nuestras preocupaciones banales.

    Lisa le enseñó un viejo comic que había tomado de la nueva habitación de su hermano.

    —Hace años hubo una especie de héroe, no hablo de esas cosas ridículas que lee Lincoln de hombres que atrapan a payasos psicóticos usando simplemente cartas… no, este héroe era uno de verdad —Lucy tomó la historieta de mala gana, el titulo decía “SHABOOM”—. Un hombre normal hasta que un día, al salir del trabajo, se encontró en una fortaleza mágica entre las nubes. Este hombre fue bendecido con increíbles mejoras físicas pero después de salvar al mundo de una tercera guerra mundial simplemente desapareció.

    Lucy no quitaba su expresión de incredulidad, hasta que su hermana le pasó unos reportes policiacos “clasificados” y copias a mano de algunos símbolos que Lucy conocía muy bien.

    —Hermana mayor, estos son los reportes que involucran un “misterioso borrón rojo” que evitaba tragedias y salvaba a las víctimas de accidentes o catástrofes, todos ellos fueron desestimados por las autoridades al considerarlos inverosímiles, y estos otros son símbolos que salen repartidos por todo el comic, algunos se parecen a los que están gravados en el marco de tu puerta.

    —Reconozco las runas, algunas de ellas son de protección, otros son para ocultar… espera ¿Y porque tienes de pronto tanto interés por las cosas místicas? Eso es también lo que yo hago.

    —Pasé este último año buscando una forma de ayudar a mi familia, pero la ciencia no está tan avanzada como para ayudarme en mi objetivo, por eso te necesito. Leni necesita un milagro, y creo que la magia puede ser ese milagro.

    —Entiendo… al menos creo entender… quieres encontrar la forma en la que este “SHABOOM” obtuvo sus poderes, para curar a Leni… suspiro.

    -o-

    Lincoln estaba en el salón más grande que jamás hubiera imaginado. Era tan alto que el techo apenas se vislumbraba sobre su cabeza y tan amplio que sus ojos sólo alcanzaban a ver tres de las cuatro paredes, parecía que la habitación era infinitamente larga. No había ventanas. La tenue luz dorada que bañaba todos los objetos en todas las habitaciones de ese lugar provenía de incontables velas que estaban regadas por todos lados, Lincoln se fijó en la que tenía más cerca y descubrió que esta estaba pintada al igual que las otras, y aun así se movía como si ardiera con normalidad.

    Casi todo el ruido que había oído Lincoln al subir por las escaleras provenía de innumerables objetos y seres de todos los tamaños y formas. Algunos mapas de lugares desconocidos estaban exhibidos sobre grandes mesas, relojes de arena del tamaño de elefantes, soldaditos de plomo y bailarinas de papel, un guantelete dorado incrustado de pedrería brillante, todo eso y muchas cosas más estaban en estantes y vitrinas interminables. De las dos paredes que delimitaban la anchura de la habitación colgaban un sinfín de cuadros y pinturas, las imágenes que se conservaban intactas por el paso del tiempo se movían como si estuvieran vivas. La pared restante era menos impresionante, sólo había una escalera de caracol que subía hasta que se perdía en la oscuridad del techo, una antorcha de fuego vivo y un anciano delgado y frágil dormido en un trono de piedra… eran de él los ronquidos que Lincoln oyó al llegar.

    No le pareció raro que el anciano pudiera dormir tan bien rodeado de tanto ruido, eso no era lo más raro que le había ocurrido en el día, ya que no era un ruido desagradable, a su oído llegaba como un susurro constante, como el sonido del mar o el que provoca el viento al pasar por las ramas de un árbol.

    El agradable sonido tranquilizó a Lincoln, y al ver que nada pasaba empezó a curiosear por la extensa sala.

    Sostenía con su mano sana un pequeño terrario dentro de una botella de cristal, en el cual sólo podía ver a una pequeña oruga regordeta, estaba por regresarlo a la mesa de donde lo tomó cuando oyó un rugido. La botella resbaló de entre sus dedos y se hizo añicos contra el suelo. Antes que pudiera recoger los pedazos de vidrio oyó la voz que le había hablado en el autobús.

    —¡Tawny! ¿Qué haces aquí? ¡Debías recoger al próximo candidato!

    El anciano se había puesto de pie y discutía con el tigre. Llevaba una túnica blanca, con pequeños detalles rojos en las mangas y un rayo dorado bordado en el pecho, Lincoln había visto ese símbolo antes en uno de sus comics.

    El tigre le contestó algo que sólo el viejo pudo oír, sorprendido y con las mejillas rojas miró a su alrededor, encontrando al adolescente con la vista casi al instante.

    En cuestión de segundos el anciano se dirigía hacia Lincoln con mirada sería y una mano extendida. Mientras se acercaba, tanto el anciano como el traje iban cambiando casi imperceptiblemente. Cuando se paró delante de él, le estrechó la mano lastimada y Lincoln sintió, además de un gran dolor; una pequeña descarga eléctrica, ahora el sujeto parecía tener treinta años, ser instructor a tiempo completo en un gimnasio y usaba un traje ceñido y rojo.

    El apretón duró unos minutos, tiempo en el cuál Lincoln recordó, como si estuviera obligado a hacerlo, todas sus acciones con sus amigos y su familia. No se olvidó de nada. Al finalizar el hombre le sonrió al peliblanco.

    —Niño, has sido probado y has pasado las pruebas, puedo ver que tienes un enorme potencial para cumplir con la tarea que he de asignarte —Entonces hizo un gesto que Lincoln adivinó había practicado bastante frente a un espejo; sacó el pecho y flexionando ambos brazos hacía arriba como si fuera fisicoculturista habló con una voz más gruesa, que obviamente fingía.

    —¡Bienvenido! —exclamó alegre—. A nuestra fortaleza, la “Roca de la Eternidad”. Permíteme presentarme, yo soy el último de los campeones, mi nombre es “SHAZAM” pero tal vez tú reconozcas el nombre de “Capitán Maravilla.” —La quijada de Lincoln cayó hasta el suelo, ese era el nombre de un superhéroe casi olvidado de la era dorada de los comics.

    Las manos del musculoso empezaban a refulgir con descargas eléctricas. Su voz se hizo legítimamente muy profunda, tanto que parecía que quien hablaba en realidad era la tierra misma.

    —Lincoln Loud, yo te concedo los dones de los antiguos héroes de la humanidad, te concedo la sabiduría de Salomón, la fuerza de Hércules, la resistencia de Atlas, el poder de Zeus, el coraje de Aquiles y la velocidad de Mercurio. —Con gran esfuerzo, como si estuviera separando dos objetos muy pesados, el capitán abrió ambas manos haciendo la pantomima de recibir con una reverencia a alguien importante—. Debes decir nuestra palabra mágica, decirla con propósito y buena fe… Lincoln di mi nombre.

    Como si estuviera en trance, el niño cerró sus ojos, sentía las manos del adulto y de otras seis personas apoyarse en sus hombros, su mente quedó en blanco, un único pensamiento recorrió su mente: su hermana Leni en una cama de hospital.

    —…shazam…

    Una explosión de rayos y relámpagos golpearon a Lincoln, su mente se abrió a un sinfín de temas nuevos y que, hasta entonces le eran desconocidos, su cuerpo se llenó de energía a tal punto que creyó que iba a explotar.

    Cuando la nube de polvo se disipó enfrente de Lincoln volvía a estar el hechicero, viéndolo con una sonrisa, sólo que ahora era Lincoln quien debía inclinar la cabeza un poco para poder ver al anciano de frente.

    —¿Qué fue lo que pasó? Espere… ¿Me hice más alto? —se llevó una mano a la garganta al oír su voz mucho más grave—. No… me hice más viejo ¿tú me hiciste envejecer?

    —No, sólo te he transformado en tu mayor potencial… —La sonrisa en su rostro se hacía más grande conforme volvía a rejuvenecer—, se puede decir que te puse en tú mejor forma física posible.

    Lincoln empezó a flexionar sus músculos y a hacer poses ridículas, el hechicero, ahora con el aspecto de un niño apenas mayor que el mismo Lincoln, se rio de buena gana de las ocurrencias del peliblanco, quien parecía que disfrutaba teniendo un cuerpo de adulto.

    Un pensamiento llegó a la mente del nuevo campeón, si tenía ahora un cuerpo adulto quizá fuera posible que… con el corazón en la palma de la mano buscó desesperadamente un espejo, cuando lo encontró su sonrisa se desvaneció. Llevaba un trae parecido al del Capitán Maravilla, sólo que este era naranja, su cabello continuaba siendo blanco y las cuatro cicatrices seguían en su lugar, quizá un poco más tenues pero aún lo acompañaban.

    —Bueno, nuevo campeón, espero que esto no te asuste pero antes de que hagas nada debo llevarte a entrenar, sé por experiencia que lo necesitarás. Tranquilo, también estoy seguro que te gustará la experiencia.

    Tomándolo de la mano, el hechicero condujo a Lincoln a la sala inferior, esa donde se encontraban las siete grandes estatuas. El tigre los siguió al bajar las escaleras pero se quedó al pie de las mismas, negándose a acercarse nuevamente a los curiosos pilares.

    En medio de esa sala, ahora había un gran círculo gravado en la piedra del piso, Lincoln estaba seguro que antes no estaba ahí, el mago le hizo una seña indicándole al campeón que se colocara en el centro.

    —¡Por favor, da lo mejor de ti!

    Lincoln no esperó nuevas indicaciones, pues empezaron a aparecer diferentes seres que se veían amenazantes y que sin esperar lo atacaron, se sorprendió al descubrir que era capaz de hacer maniobras y bloqueos, que incluso a Lynn se le dificultarían, sin el menor esfuerzo. Lo realmente extraño era que entre más se esforzaba, todo el cansancio y sopor lo abandonaban. Cuanto más peleaba, más le gustaba la sensación, Creía que podría seguir así por siempre.

    El hechicero-niño lo miraba atento y satisfecho, después de todo le estaba haciendo un favor, que él hubiera agradecido enormemente cuando también era un iniciado.

    Finalmente, y después de lo que le parecieron días de lucha Lincoln quedó agotado, mientras perforaba con un rayo el pecho del último monstruo de piedra, miró de reojo a su anfitrión y se preguntó quién pudo haber sido en su propia vida mortal.

    —¿Por qué…? –preguntó recuperando el aliento—, ¿por qué me has invocado a este lugar?

    —Te he estado buscando, mi nuevo campeón, durante algunos años —respondió serio el hechicero, al tiempo que envejecía un poco—. El mundo necesitará muy pronto al campeón para salvarse, y después de milenios de aislamiento creo que quedé algo tocado de la cabeza. Verás, el tiempo en este lugar es diferente al del mundo humano, me da la sensación de que juega con la mente. Sé que no podré protegerlos una vez más.

    —¿De qué se supone que deba proteger al mundo?

    —De ellos —dijo el anciano señalando a las estatuas-pilares que soportaban el techo—, los siete enemigos del hombre, seres temibles y poderosos.

    —Pero esos tipos están hechos de piedra, encerrados en lo que tú mismo dijiste que es una “fortaleza” —el mago, envejeciendo aún más, negó con la cabeza.

    —No, su verdadera esencia o lo que tu llamarías su conciencia está encerrada en esas estatuas, pero su influencia sigue presente entre los hombres. Cada pecado mortal les da poder. Sólo esperan una oportunidad para volver a asolar al mundo.

    —¿Entonces el poder que me heredaste los retiene aquí?

    —Tampoco, simplemente te temen —Explicó el hechicero—, porque les has hecho lo peor que se les puede hacer.

    —Yo no les he hecho nada.

    –No tú como individuo, el campeón ha logrado incontables veces purgarlos del mundo mortal —un poco de alegría volvió a su voz junto con un poco de juventud a su cuerpo—, supongo que después de tantas palizas aprendieron la lección.

    Lincoln y el hechicero continuaron el entrenamiento de una forma más teórica, juntos se pusieron a leer todos los libros de secretos y hechizos que pudieron. El peliblanco aprendió a utilizar el rayo y otros de sus poderes a la perfección, el tiempo que pasaron juntos resultó muy agradable. Luego de lo que parecieron ser días o quizá semanas llenas de risa y camaradería, el mago se puso de pie y le pidió a Lincoln que lo acompañara una última vez al trono de piedra.

    —Ahora tú eres el campeón, la magnitud de tus poderes y magia dependerá únicamente de tú fe y buena voluntad. Recuerda que eres el protector de la fuente de toda la magia, lo único que se interpone entre el mundo mortal y los horrores del caos.

    El tigre se transformó en un gatito y ronroneando se trepó al hombro del hechicero. «Al entrenarte te ha dado una oportunidad que no había recibido nadie antes de ti, aprovéchala muy bien» la voz del tigre Tawny también parecía haber rejuvenecido. «Todo lo que necesites está aquí, en la Roca de la Eternidad.»

    —Y una cosa más Lincoln, un consejo entre niños con pésimas relaciones sociales —dijo el mago guiñándole un ojo—, deja de actuar como un patán y discúlpate con Clyde.

    La mención de ese nombre le dolió, más ahora que nunca antes pues el tiempo que compartió con Billy Batson le recordó a las experiencias que compartía con su mejor amigo. Mientras el niño y su gato se sentaban en el trono de piedra, Lincoln comprendió que no los volvería a ver.

    —¿No van a darme una palabra de despedida? —El gato tomó la palabra y con una voz muy correcta y sería dijo:

    «De hecho si, aunque sólo una ¡SHAZAM!»

    Después de la explosión, el trono quedó vacío y la antorcha a su lado apagada.
     
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    —Muy bien… ¡ESO FUE EPICO! —Exclamó maravillado Lincoln ante la maniobra escapista. Gracias a la inteligencia aumentada del cuerpo del campeón, él sabía que el trono estaba conectado con uno de los muchos reinos espirituales que existían, así que lo que acababa de ver se trataba realmente del suicidio con más estilo en la historia de los suicidios.

    Ahora que sabía cómo utilizar los poderes del campeón y tenía el resto de la tarde libre, se formaron en su mente dos prioridades: la primera era presumir sus habilidades a algún amigo y la segunda era buscar un nuevo nombre que no le perteneciera a ninguna casa editorial… uno apto para el mejor superhéroe de la historia y que no le acarreara ninguna demanda por violar derechos de autor.

    El problema estaba en que su mejor amigo ahora lo odiaba y no tenía una relación tan buena con los demás como para confiarles un secreto tan serio como este. Un solo nombre se dibujó en su mente, tenía la certeza que una visita a Ronnie Anne serviría para cumplir ambas prioridades, además aprovecharía la ocasión para impresionar a su “amiga especial”.

    Siguió las instrucciones que le había dejado el hechicero:

    «Lincoln, siempre podrás viajar desde cualquier lugar a la Roca de la Eternidad cuando quieras, sólo recuerda que primero debes estar bajo suelo. El atajo también funciona para viajar de la Roca al lugar que desees… pero siempre llegarás al lugar bajo tierra más próximo.»

    Así que se concentró en su amiga, en su casa, en su familia… en su rostro. Cerró los ojos y gritó “¡SHAZAM!” cuando los abrió era un niño otra vez. Estaba dentro de un vagón de metro a una estación de llegar al edificio de Ronnie Anne. Para su sorpresa estaba solo en el vagón. Miró su reloj de muñeca, ¡sólo habían pasado diez minutos desde su escape del centro comercial!

    ¿Cómo sería la mejor forma para mostrarle sus poderes a Ronnie? ¿Podía llegar transformado y tocar a su ventana para invitarla a volar por la ciudad? no, esa idea era demasiado cliché además que seguramente la pondría incomoda si llegaba muy de repente y sin avisar a su casa. También estaba la opción de presentarse en el departamento de su amiga como él mismo, relajar el ambiente un poco y cuando estuvieran en confianza convertirse delante de sus ojos, ¡sí! seguro que ella tendría un montón de ideas buenas y originales para un nombre de superhéroe nuevo. Estaba decidido entonces.

    Preparó en su mente una frase halagadora para saludarla cuando la viera abriéndole la puerta, Ronnie siempre decía que esos detalles no le gustaban pero Lincoln estaba muy al pendiente de esos pequeños rubores que trataba de ocultar cada vez que le hacía un cumplido, recordaba que la señora Rosa llamaba a eso chivear.

    Con un poco de trabajo logró bajar en la atestada estación de metro que lo dejaba a unas pocas cuadras de la casa de su nov… amiga. Frente a un anuncio que funcionaba como espejo trató de peinar su mechón rebelde. Y justo al salir por las escaleras le compró a un vendedor ambulante un paquete completo de chicles.

    Caminaba confiado por la banqueta, mascando dos barras de chicle sabor menta y repitiendo en su mente su saludo “Hola Ronnie, andaba cerca y quise verte…” cuando a su nariz llegó el olor a plástico quemado y humo, con cada paso que daba la peste a fuego se acentuaba más. Su corazón subió a la garganta cuando pudo ver sobre los edificios una columna inmensa de humo negro, corriendo el último tramo del camino se topó con el edificio donde vivía su amiga envuelto en llamas. Con la boca abierta sintió como su cabello recuperaba su distribución original, casi como si de un resorte se tratase.

    —¡Alguien pida ayuda! —gritó desesperado en coro con otras personas mientras ayudaba a los comerciantes de la planta baja a escapar de sus locales, estaba tan asustado que casi se olvidó que él era la ayuda que tanto se necesitaba.

    Retrocediendo algunos pasos, se escondió en un callejón cercano, y gritó su palabra. Un gran relámpago lo golpeo justo en el pecho, el niño volvió a sentirse lleno de poder, era tanto que se sentía reventar.

    Corriendo en su nueva forma volvió en un santiamén al lugar en llamas, si alguien reparó en su apariencia no se detuvo mucho tiempo para hacerle preguntas. Su primer impulso fue entrar por alguna puerta o ventana y ayudar a los pocos residentes a salir uno a uno, justo como en las películas. Por suerte la inteligencia de Salomón actuó antes que el instinto.

    Con sus manos desnudas partió en dos al manojo de cables que proporcionaban energía eléctrica a la construcción.

    Después, siendo esta la primera vez que volaba, se elevó hasta llegar a la azotea, golpeando con sus manos y pies hizo algunos hoyos repartidos por todo el techo, después de quitarse algunos escombros que se atoraron en sus piernas y antebrazos cargó sobre sus hombros el gran tinaco que surtía de agua al edificio entero y derramó con cuidado su contenido, tratando de combatir las llamas desde arriba.

    Las maniobras improvisadas funcionaron muy bien; gran parte de las llamas se habían apagado o reducido, ahora sí podía dedicarse a sacar a los inquilinos que habían quedado atrapados.

    Sólo encontró a seis personas todavía dentro: cuatro sujetos con smokings negros y lentes de sol que Lincoln no había visto antes, el primo con síndrome de Ronnie Anne y la madre de su amiga. Con lágrimas en los ojos la dejó directamente en una de las ambulancias que acababan de llegar, puesto que la señora Santiago se veía muy mal, cuando Lincoln la encontró estaba inconsciente y parte de su cuerpo estaba en llamas. Su sobrino apenas y había sido tocado por el fuego, el niño se había encerrado en el baño con todas las llaves de agua abiertas.

    Estaba buscando con la vista a su amiga entre los cientos de rostros que se habían reunido en la calle para ver o llorar la tragedia, hacerlo era difícil con tantas personas moviéndose continuamente. Al final logró reconocer algunos rostros, algunos de los cuales eran los tíos y la prima pero no había señales de la niña que le importaba más.

    Se hubiera quedado a buscarla de no ser por una pregunta que le había lanzado CJ y habían retomado las demás personas, quienes la repetían cada vez en voz más alta y rodeándolo en un estrecho círculo humano “¿Quién eres?”

    Repetían cada vez con más insistencia la misma pregunta, hasta que Lincoln se vio obligado a responder, a lo lejos alcanzó a ver un espectacular de proteína y suplementos deportivos.

    —Díganme… “Thunder”.

    -o-

    Al final tuvo que huir volando de la escena antes de poder encontrar a Ronnie, puesto que los bomberos y la policía le dieron más importancia a interrogarlo y arrestarlo a él en lugar de terminar de apagar el incendio o ayudar a los heridos.

    Sin dudas la tarde no la había imaginado así, en la mañana sólo planeaba quitarle algo de dinero a un sujeto… quizá a dos, comprarle un regalo a su hermanita bebé y ya. Ni en sus más locos planes figuraba nada de obtener superpoderes y salvar a todo un edificio el mismo día.

    El cielo ya empezaba a oscurecerse cuando Lincoln llegó a la avenida Franklin, estaba cansado tanto física como mentalmente. Quizá se recostaría un rato antes de preparar una cena para ocho hermanas.

    Escondiéndose entre dos contenedores grandes de basura, dijo la palabra del hechicero y regresó a ser el mismo.

    Mientras desabrochaba su abrigo tocó a la puerta con una tonadita que su abuelo le había enseñado, un minuto después Lucy le abrió la puerta únicamente para cerrársela inmediatamente en la cara. Molesto por la grosería de su hermana menor volvió a tocar, esta vez sin tonada.

    Nadie le abrió.

    Casi al borde de una rabieta, Lincoln se disponía a tirar la puerta abajo a toquidos de ser necesario cuando su hermana Luan se asomó por el borde. El peliblanco casi le golpeaba la frente por accidente.

    —Hola Link, pasa —con una sonrisa abrió completamente la puerta mientras se giraba para regañar a la gótica—. Lucy, no había ningún hombre temeroso en la puerta, sólo nuestro hermano.

    —Lo siento hermano, me pareció ver a otra persona… por favor discúlpame —se despidió Lucy soltando otros de sus suspiros emblemáticos.

    Con un suspiro literal y agradecido, Lincoln cruzó el pórtico y entró al cálido hogar. Por fin, un poco de paz, podría disfrutarla al menos por unos minutos hasta que sus hermanas le dijeran que tenían hambre. Dejó la gorra y las botas de nieve a un lado de la puerta, colgó el abrigo en su espacio asignado del perchero y cuando ponía un pie descalzo en el primer escalón, su hermana bromista lo detuvo.

    —Lincoln, ven a la cocina un momento, Luna y yo queremos hablar contigo.

    —Lu, estoy un poco cansado ¿podemos hablar después? —El peliblanco ya imaginaba que era otra plática sobre recortes y privaciones monetarias, estaba muy cansado de esas charlas.

    —¡VEN A LA COCINA, AHORA! —El grito de Luna cortó la respuesta de Luan, el problema debería ser más grave si la siempre permisiva y relajada Luna le estaba gritando así.

    Sin perder más tiempo, ambos hermanos se dirigieron a la cocina. Antes de que Lincoln cruzara el comedor, se dio cuenta que ellos tres eran los únicos en el primer piso de la casa.

    Nervioso, Lincoln se acercó a la pequeña mesa circular que estaba en la cocina y se sentó junto a Luan, la hermana mayor de ambos estaba de pie con ambas manos apoyadas en el fregadero.

    —Lincoln, ¿qué hiciste el día de hoy? —Preguntó la rockera aparentemente al aire.

    —¿Hoy? Pues fui un rato al árcade —Lincoln se puso un poco más nervioso al tratar de recordar la excusa que les había contado a sus hermanas mayores para salir esta vez—, ya les había dicho que saldría con Clyde a ver…

    —Sé que no te hablas con Clyde desde hace bastante —Su hermana seguía sin mirarlo—. Me lo dijo Howard hace unos meses, no le habíamos puesto mucha importancia al comentario.

    —Es cierto —Secundó Luan—, entonces pensamos “¿Qué más da? Ha de ser por una nueva amiga que Linc no quiere presentarnos aún”.

    —A bueno… verán… este… —las hermanas lo habían tomado por sorpresa, y su mente estaba fallando a encontrar un pretexto.

    —Hoy te vi en el centro comercial… —Por primera vez Luna volteó a verlo—. Y sé que era lo que estabas haciendo, o al menos lo que trataste de hacer.

    Los ojos de la castaña estaban irritados y llorosos, parecía que lloraría en cualquier momento. Asustado, Lincoln volteó a su lado para ver a su otra hermana, y aunque Luan no había hecho ruido alguno, dos lágrimas ya se escurrían por sus mejillas, provocando que el corazón de Lincoln se estrujara al verla así.

    —Escucha niño, no sé qué es lo que estabas pensando en ese momento, o tal vez no estabas pensando, no lo sé y ya no interesa —Luna estaba luchando para no quebrarse—, pero como la autoridad en la casa te prohíbo que vuelvas a intentarlo, no nos ayudas en nada al buscarte problemas robándole a la gente.

    Luan no habló, pero para mostrar que apoyaba esa decisión asintió varias veces en silencio.

    —No quería buscarme problemas, eso que viste en el centro comercial es algo que hago muy de vez en cuando… pero tienen razón, ya no volveré a hacer esas estupideces.

    Y lo decía en serio, ya no volvería a robar. Ahora tenía una forma más segura para obtener dinero; como superhéroe pediría algunos billetes después de ayudar en alguna emergencia o simplemente vendería fotos de sí mismo una vez que consiguiera cierto nivel de reconocimiento y admiración popular.

    Luan, quien había estado todo el rato con las manos cruzadas sobre el pecho soltó un suspiro de alivio y aflojó las manos al oír las palabras de su hermano. La expresión de Luna se relajó levemente antes de permitirse un momento de debilidad e ir a abrazar a su hermanito. Después de todo, el chico sólo hizo esas estupideces porque trataba de ayudar.

    Un olor ácido y penetrante llegó a su nariz tan pronto como envolvió los hombros de Lincoln entre sus brazos. Otra vez nerviosa, Luna sujetó con ambas manos la cabeza de su hermano para oler su cabello.

    —Apestas a humo… chico ¿cuántos cigarrillos te fumaste?

    —¡¿Que yo qué?! —La mano de Lincoln apretó inconscientemente la cajetilla de tabaco que descansaba oculta en el bolsillo del pantalón—. No Luna, yo no hago eso, soy muy joven para fumar.

    —Oye tampoco te sobre extiendas en tu papel de hermana responsable —Bromeó Luan—, recuerda que compartimos cuarto y ya perdí la cuenta de las veces que cubrí tu espalda cada vez que haces cosas mucho peores que fumar.

    —No es eso, Luan ven a oler, Lincoln apesta y bastante.

    Luna no había soltado la cabeza de su hermano, la presión de los dedos sobre el cuero cabelludo del chico empezaba a dolerle, con algunos golpecitos en el dorso de la mano; pidió que dejara de apretarlo. Luna no lo soltó hasta que vio sus yemas volverse blancas por la fuerza con la que sujetaba a Lincoln, a modo de disculpa intentó acomodar con sus manos el cabello de su hermano.

    Luan no necesitó acercarse tanto para percibir el olor a humo.

    —Iugh… no es a cigarrillo a lo que tú hueles, tú apestas como a chimenea Lincoln —Luan soltó una risa nerviosa antes de ver a los ojos a su hermano menor, la cara del muchacho se notaba levemente más pálida en los lugares libres de cicatrices—. Quizá… quizá algún vago haya encendido un fuego en la calle y Lincoln sólo pasó cerca ¿verdad que sí?

    El albino aprovechó la creciente duda de Luan para salvarse del regaño. Logrando que Luna lo soltará finalmente, comenzó a caminar de regreso hacia el comedor y hacia las escaleras.

    —La abuela de Liam me pidió ayuda para limpiar su chimenea… como soy delgado no fue muy difícil —dijo Lincoln mientras se tronaba el cuello tratando de regresarle la circulación a su cabeza—. Yo… creo que tomaré un baño.

    —Vale, pero que sea uno rápido, nos morimos de hambre bro.

    Mientras subía las escaleras, Lincoln escuchó a Lucy discutiendo con Lisa. Últimamente era muy común ver a esas dos pasando tiempo juntas; se habían vuelto muy unidas, casi tanto como las gemelas después de que Lori se fuera a la universidad.

    Al llegar al segundo piso pudo, por primera vez en años, ver a Lucy escabulléndose detrás de la puerta medio cerrada de la habitación de Lisa, la esquina obscura que se formaba entre la pared y la puerta era el escondite ideal para asustarlo. La niña pelinegra se agazapó, aguantó la respiración y como si fuera un gran felino saltó desde su escondite para asustar a su hermano mayor.

    A pesar que ya la había visto, Lincoln no pudo ahogar el grito, puesto que por un momento le pareció ver a su hermanita envuelta en un humo gris e intenso, con la piel completamente negra, cómo si la que acabara de salir de un incendio fuera ella.

    —Clásico —comentó Lisa asomando solamente su cara por el marco de su puerta con una sonrisa antes de que con cierta vergüenza, alzara una mano, para que Darcy, quien estaba detrás de ella se la chocara. Poco después Lucy se les unió en el festejo de la broma.

    Lincoln parpadeo varias veces para tratar de alejar esa extraña visión. Un olor a azufre golpeo su nariz, según le había dicho el hechicero esa era una señal inequívoca de magia residual.

    — ¡Lucy! — Lincoln utilizó toda su fuerza de voluntad para no regañarla delante de la visita por casi provocarle un ataque cardiaco— ¡Harás que me empiecen a salir canas!

    Las hermanas y la niña morena rieron de buena gana del comentario de Lincoln, mientras que en la mente del albino sonaba la voz de Luan «Siempre debes dejar a tu publico riendo.»

    -o-

    Con un poco de culpa Lincoln salió del cuarto de baño, se había tardado un poco más de lo usual pero realmente necesitaba una ducha. El agua caliente golpeando su espalda le dio un sentimiento de seguridad y paz, trataría quedarse con él el resto del día.

    —¡LINCOLN! —El grito de la diva local explotó su burbuja de armonía, al igual que sus tímpanos. Por la sorpresa casi suelta su toalla.

    Un poco irritado por el tono agudo que su hermana se empeñaba en seguir utilizando al hablar, se dio media vuelta para encarar a la rubia.

    Lo que descubrió ciertamente era una sorpresa ya que además de ver como siempre a la amenaza rosa de brazos cruzados y ceño fruncido, también estaba ahí Lily para al lado de su hermana mayor. Ambas niñas rubias compartían expresión y pose molesta.

    —Fueron veinte minutos dentro del baño Lincoln, eso rompe nuestro acuerdo con respecto a las duchas ¿No es así Lily?

    Lily al sentirse parte de los juegos de su hermana mayor dejó escapar una sonrisa feliz antes de asentir efusivamente, nuevamente con el gesto fruncido.

    —Así que si queremos evitar el castigo por infringir las normas estipuladas en la última reunión de hermanos, recomiendo que le ayudes a una cierta encantadora niña rubia a acabar su tarea de biología o si no…

    Lincoln ya tenía preparadas algunas trampas para cuando su hermana se pusiera insoportable, aunque no tenía nada planeado para ganarse el silencio de Lily. Tendría que improvisar con ella.

    —Estoy de acuerdo Lola, sería muy desafortunado que le llegaran a la señora Teodora los dibujos que “cierta encantadora niña rubia” hizo burlándose de ella —La sonrisa de Lola se retorció un poco.

    —Tú no tienes pruebas… no existen esos dibujos.

    —¿Quieres ver las fotos? Guardo algunas en mi celular, aunque tendrás que esperar un poco para ver las que realmente enfurecerán a tu maestra porque esas están respaldadas en la nube —Lola pareció encogerse ante la idea. No arriesgaría su reputación, al fin de cuentas acababa de entrar al cuarto grado, apenas llevaba cuatro meses en el grupo y no quería ponerse a la maestra en contra los próximos ocho.

    —Yo… no vi nada, Lincoln…

    —Fue bueno que nos entendiéramos mujer, y tranquila me aseguraré que Lana le ayude a esa encantadora niña rubia con su tarea de biología —Le dio un pequeño golpe en el hombro—, ¿qué clase de hermano sería sí no me preocupara por mis hermanas?

    Lola le dedico una sonrisa tímida mientras se dirigía nuevamente a su habitación. Bueno ese era un problema menos, ahora tendría que asegurar el silencio de Lily.

    —Y tú pequeño escarabajito ¿en serio acusarías a tu hermano mayor favorito? —Lincoln juntó sus manos e hizo ojos de cachorro regañado, Lily no cambio su expresión.

    —¡Si, te tardaste mucho en el baño! —Cruzando sus bracitos regordetes enfrente de su cuerpecito, Lily le dio la espalda a su hermano mayor. Estaba molesta por el pequeño cuchicheo que compartieron sus hermanos mayores excluyéndola.

    —Pequeña no seas así conmigo, tal vez un regalito te convenza… —Lincoln se encontró con la espalda de su hermanita. Lily le estaba aplicando el hombro frio muy bien—, por favor nena…

    Lincoln comenzó a sentir su garganta cerrarse. Le dolía más la actitud indiferente que estaba tomado su hermanita con él que la posibilidad de que lo delatara, se sentía a punto de llorar por perder el amor de su bebé.

    —… Tal vez no diga nada si ayudo a mi papá a preparar la cena…

    —¡Oh por supuesto, lo que sea para mi solecito! Primero déjame cambiarme y comenzaremos enseguida —Lincoln recuperó la sonrisa y un poco de su tranquilidad al descubrir que los ojitos azules de su hermanita volvían a mirarlo—. Dime ¿Qué quieres para cenar?

    —Tus macarrones son muy ricos —Con su manita, Lily limpio una lagrima de la mejilla de su hermano mayor favorito— y también son baratos.

    -o-

    —Muy bien Lily, aquí tenemos ya el agua hirviendo para nuestro platillo especial —La nenita le pasó dos cajas de pasta que había sacado de la alacena—, que será… ¿coditos? Lily me pediste…

    —Papi, ya utilizamos la última caja de macarrón —Lily mordisqueaba golosamente una galleta, realmente no ayudaba mucho en la cocina, pero le fascinaba oír la forma en la que su “papi” hablaba sólo cuando se concentraba en algo.

    —Bueno… supongo que puedo aún puedo improvisarte algo rico —le tomó apenas unos segundos el adaptar la receta de su padre en su mente—. De todas formas a veces cocino de más.

    Las hermanas, y Darcy que había pedido permiso para quedarse a dormir, se habían reunido en la planta baja para ver al chico cocinar. Lincoln realmente sabía retener la atención al hablar, casi como si estuviera dentro de un show popular.

    —Le ponemos un toquecito de sal a la pasta y la dejamos hervir sólo por cinco minutos —aunque no era consiente de tener publico seguía hablando en voz alta, siempre hablaba solo—, después le quitamos toda el agua, debes tener cuidado, esto está muy caliente ¿sí?

    —Sí, tendré cuidado papi –Lily, al igual que todas las chicas escondidas en el comedor; estaba al borde de su asiento, salivando con anticipación.

    —Preparamos otra olla con un poco de mantequilla… bueno somos bastantes así que utilizaré una BUENA cantidad —exclamó Lincoln vaciando todo el paquete de 500 gramos en la cacerola grande—, yo recomiendo utilizar de la que no tiene sal, a Lisa no le gusta que comamos cosas muy saladas.

    El vapor y un agradable aroma llenó tanto la cocina como el comedor, Lincoln realmente se estaba dando vuelo.

    —A Luna le fascina la salsa inglesa así que ahí va un chorrito —Lincoln vació casi media botella en la olla mientras la mantequilla seguía derritiéndose a fuego lento—, y le agregamos… ¿Qué haces Lily? Bueno… supongo que bastará sólo una taza de Leche.

    Lily había querido acompañar su galleta con un poco de leche, y aunque apenas le había estado dando traguitos ya había vaciado casi medio envase.

    —¿Qué es lo que estás haciendo ahora?

    —¿Esto? Es un truco que le aprendí a papá, esta cucharada de harina ayudan a espesar nuestra base y la hacen más manejable, aunque ahora debo revolver todo muy bien para evitar grumos —agarrando la cacerola con una mano envuelta en un trapo y con la otra agarrando firmemente una pala de cocina, se puso a batir por casi diez minutos.

    Un poco cansado y casi sin aliento cargó a Lily para que viera la mezcla resultante.

    —Iugh, Linky parece engrudo —Lincoln sonrió y bajó a la niña.

    —Y por último, vaciamos nuestros “macarrones” junto con el queso en la misma olla —Lincoln soltó un suspiro, que hizo sentir mal a todas las hermanas—, lo siento Lily, el queso debería ser cheddar, pero no hay así que intentaré con queso rallado, a fin de cuentas es una combinación de diferentes quesos ¿me perdonas?

    La niña tuvo que abrazar a su hermano para regresar su mente a la cocina. Ambos dejaron caer algunas lágrimas, Lincoln por sentirse tan limitado y Lily por verlo tan afectado.

    —Y ya, sólo debes sazonar a gusto…

    —Si… recuerda que a Luan y a Lynn les gusta bastante la pimienta.

    -o-

    La cena había sido deliciosa, las diez personas reunidas en la mesa se olvidaron momentáneamente de los problemas monetarios por los que pasaban así como de la silla vacía que no debería estarlo.

    Una por una, cada hermana se fue retirando de la mesa para dirigirse a su cuarto y prepararse a dormir; al final fue Lynn la que tuvo que quedarse al último para lavar los trastes tras perder en piedra-papel-tijeras contra Luan.

    Lincoln ya había arropado a Lily, asegurado que Lisa, Lana y Darcy se cepillaran debidamente los dientes, que Lola no se acostara con sus aretes puestos y que Luna y Lucy se desmaquillaran adecuadamente.

    Cuando regresó finalmente a la habitación que compartía con Lily, el peliblanco descubrió que la pequeña ya estaba dormida. Por primera vez desde que salió del baño se permitió expresar todo su cansancio, el cuerpo le dolía y sentía las articulaciones rígidas.

    Harto de las limitaciones que vivían, se acostó en la cama sin meterse en las cobijas.

    Escuchó a sus hermanas restantes subir por las escaleras.

    —Estoy segura que haces trampa cada vez que jugamos.

    Una risa enérgica fue la respuesta a la ya no tan enérgica deportista.

    —Lynncienta, es imposible hacer trampa en piedra-papel-tijeras. Lo que sucede es que yo soy buena en el juego.

    El silencio característico de la noche volvió a imponerse a los pocos minutos en el hogar Loud.
     
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    Sylar Diaz

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    Say it LOUD! 01
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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    4938
    Aquella noche, Lincoln tuvo dificultades para conciliar el sueño. Era cierto lo que todos le decían: se preocupaba bastante. Quizá fuera muy joven para tener una úlcera, pero lo cierto es que ya sentía cierto escozor en el estómago al pensar en el peso abrumador de una responsabilidad que debería ser ajena a él y sin embargo insistía en llevar sobre su espalda. Realmente sufría por ser tan perceptivo.

    Una vez Lori le había contado que él siempre había sido así, incluso le mostró una foto de cuando él tenía sólo seis años: desde entonces su mirada tenía un ligero toque de ansiedad. Sus ojos azul obscuro siempre estaban inquietos buscando al rededor algo en que ayudar. Su expresión permanentemente preocupada la causaba gracia a Luan y a su papá, pero ninguno de los dos se había percatado que aquella mirada se había intensificado con el tiempo.

    Durante el último año, Lincoln resintió todo el peso del accidente. Tardó en convencerse a sí mismo que no era culpable de nada de lo que había sucedido. Sin embargo no era muy difícil el sentir rabia ante la situación. Los cambios de humor de Lynn, los ecos de las pisadas que lo despertaban a media noche cada vez que sus padres regresaban del trabajo, las extrañas botellas que se acumulaban en la habitación de las hermanas mayores… todas esas cosas no tardaron en sobrepasar su límite. Al final, Lincoln terminó siendo un insomne a la edad de catorce años.

    Algunas noches mataba el tiempo con su teléfono y el wi-fi de su vecino, el señor Grouse. Otras noches, abría la ventana y fumaba, tratando que el humo no entrara en la habitación y molestara a Lily; mientras contemplaba todo lo que la noche tuviera que ofrecer… justo como hacía ahora.

    Él, quien representaba la esperanza en su casa esperaba siempre ansioso la noche. En ese momento mágico del día revelaba a los sonidos nocturnos sus metas y sueños a los que estaba renunciando por el bienestar de su familia, no eran cosas graves y mucho menos secretas, sólo eran pensamientos privados y egoístas que prefería esconder de las chicas.

    Claro que ahora las cosas eran diferentes. Hasta hace unas horas el mundo estaba desprovisto de monstruos y héroes, ahora Lincoln podía ayudar realmente no sólo a su familia sino al mundo entero, podría deshacerse de las burlas en la escuela, no más “cara cortada” no más “frente en remodelación”

    Está demás decir que no le gustaba la escuela, siempre tenía que estar en guardia contra los posibles problemas, siempre buscando las palabras adecuadas para embaucar a los profesores o para distraer a los abusivos. Claro que el problema con los últimos se agravaba día con día ya que Lincoln nunca respondía a las provocaciones de los bravucones por una promesa que le había obligado a hacer Lori el mismo día de su cumpleaños: “no buscarse problemas”.

    Lincoln se sentía bien cuando estaba con sus hermanas, la extraña combinación que hacían entre ruido y silencio le permitía pensar. En cambio Lori era demasiado perfecta, observadora y manipuladora, sus exigencias, aunque bien intencionadas; eran ridículas e imposibles de cumplir.

    En esos momentos de privacidad y meditación que sólo conseguía al caer la noche, Lincoln pensaba en el futuro. Era seguro que nunca volverían a ser como la familia que fueron en el pasado. Estaba claro que eso no era posible. Pero aún quedaba una pregunta inquietante ¿Cuánto podían empeorar las cosas?

    Y la respuesta, inevitablemente lógica, era: “pueden empeorar y mucho”.

    Tenía la esperanza que al menos ahora, gracias a los poderes de Thunder, él podría tomar las riendas de la familia y por lo menos asegurar un buen futuro para sus hermanitas y una jornada laboral más llevadera para sus hermanas mayores y sus padres.

    El tercer cigarrillo de la noche se consumió hasta la colilla, Lincoln se sacudió las cenizas de la ropa. El amanecer aún no estaba cerca de llegar pero Lincoln ya se sentía cansado. La sensación le gustaba, se sentía arrullado y no necesitaba esforzarse para dormirse.

    Ya se estaba quitando la ropa para acostarse al fin cuando por el rabillo del ojo vio algo, al principio lo confundió con un poste… un poste mucho más enano que los demás y que antes no estaba ahí. Curioso, se asomó una última vez por la ventana y vio a una chica de espaldas a la casa, descalza sobre la banqueta. Sólo usaba un ligero vestido verde aguamarina en aquella noche tan fría.

    Tenía una palidez lechosa, su piel blanca reflejaba el brillo de la noche. Era evidente que había tenido una figura envidiable para cualquier mujer, pero la mala postura dificultaba bastante el poder definir su talla con exactitud.

    El pelo de un color dorado intenso ondeaba ligeramente con el aire helado, pero la mujer no parecía sentir las bajas temperaturas. Estaba completamente tranquila, así que la opción de ser la víctima de una violación quedaba descartada, aunque también pudiera tratarse de una drogadicta que estaba perdida.

    La pálida mujer permaneció estática varios minutos frente a la casa, dándole la espalda a Lincoln, el chico pensó en llamar a la policía, pero eso alertaría a sus hermanas, y quería ocultarles que él tenía insomnio, no las preocuparía con un problema sin sentido.

    Por fin la muchacha se movió, sus brazos estaban relajados a sus costados y por su pecho caído y quieto, Lincoln supo que no respiraba.

    Siguiendo el movimiento del viento se dio la vuelta, y por un momento breve sus miradas chocaron. Lincoln ahogó un grito y se apartó de la ventana, asustado por la aparición.

    Conocía ese atractivo rostro. Pero ¿acaso era posible?

    No podía tener miedo, acababa de obtener poderes que dejaban en ridículo las historias ficticias que tanto le gustaba leer. Temblando, Lincoln volvió a acercarse a la ventana, ahora la avenida Franklin estaba vacía; su hermana mayor había desaparecido.

    La ausencia de la rubia lo asustó en lugar de tranquilizarlo, Leni realmente había estado frente a la casa. Ahora el cadáver podría estar en cualquier lado. Podía estar entrando en la casa en ese momento, Leni sabía que la ventana de la cocina no tenía seguro. Subiría lentamente las escaleras con ese caminar suave y rítmico que la caracterizaba apenas y haciendo ruido.

    Lincoln necesitaba adelantársele y enfrentarla antes que esa aparición llegara a la segunda planta y atacara a alguna de sus hermanas. ¡Sí, Lincoln cruzaría el pasillo con el viejo bate de baseball que Lynn le había regalado en su cumpleaños pasado y luego…! ¿y luego qué? Temía escuchar la voz de su preciada hermana, enfrentar esa carcaza muerta.

    A lo mejor y sólo creyó haberla visto debido a la falta de sueño, ya estaba acostumbrado a desvelarse pero a lo mejor y estaba finalmente excediéndose con la privación del sueño; ¿y si su hermana de pie en la banqueta era una alucinación suya y salía al pasillo a enfrentarse a un monstruo imaginario? igual alertaría a sus hermanas de su sonambulismo.

    ¡No! Realmente había visto a Leni parada frente a la casa.

    Su mente armó rápidamente un plan; tomó el viejo y torcido bate de baseball del interior del armario, se sentó en la vieja cama de Leni teniendo mucho cuidado de no aplastar los pies de su hermanita Lily y esperó viendo fijamente a la puerta, si no oía nada en los próximos minutos se acostaría a dormir y dejaría de ver películas de terror con Lucy.

    -o-

    Lincoln se despertó al resbalársele el bate de la mano, adormilado revisó su reloj de muñeca: eran las 6:20 am, sus padres acababan de salir a iniciar su jornada laboral y él tendría que iniciar la suya en otros diez minutos, aprovechando que le había ganado al despertador decidió pararse de una vez.

    Ya estaba vestido y se había bañado antes de dormirse, por lo que sólo le quedaba preparar el desayuno para sus ocho hermanas y la amiga de Lisa, tendrían que conformarse con un par de huevos por persona y quizá un poco de pan tostado.

    El extraño sueño de Leni asechando en el patio delantero volvió a su mente al acomodar el bate en su lugar. ¿La había visto realmente? Eso era imposible… como lo eran el obtener unas habilidades increíbles de un anciano con el poder de rejuvenecer.

    Procurando que sus pisadas no hicieran ningún ruido, Lincoln salió de la habitación y avanzó por el pasillo. Ya estaba a la mitad de las escaleras cuando la fantasmal imagen que se empeñaba en olvidar volvió a aparecer frente a su campo de visión; su hermana mayor estaba sentada en el sillón de la sala, viendo fijamente la televisión apagada. Con la frente sudorosa Lincoln trató de regresar a la segunda planta. No se arriesgaría a darle la espalda a esa cosa con apariencia de Leni, con cuidado intentó caminar de espaldas pero tan pronto se movió hacia atrás el escalón crujió, alertando inmediatamente al ser pálido en el sillón.

    La cosa se giró para poder mirar hacia la escalera. Hasta ese momento Lincoln no la había visto directamente de enfrente, en la habitación sólo le había alcanzado a ver la espalda y por un brevísimo momento parte del rostro, pero esta vez no había aire que moviera su largo cabello y ahora estaban más cerca el uno del otro. Lincoln pudo ver claramente la cara inexpresiva, la ceja izquierda estaba atravesada por una enorme herida abierta que no sangraba.

    Sus ojos completamente grises y secos estaban enmarcados por un par de ojeras tan marcadas que parecían círculos negros. Lo peor era la expresión del rostro, la cara siempre dulce y relajada que caracterizaba a Leni se había endurecido a tal punto de parecer una máscara tallada en un seño de apatía constante.

    Aquellos ojos muertos empezaron a llenarse de una ansiedad frenética, se concentraban en él, mirándolo indudablemente.

    Ambos se quedaron atrapados en esa incómoda situación por lo que pareció una eternidad, hasta que de pronto las alarmas de las hermanas empezaron a sonar en cada cuarto, la casa se llenaría de movimiento en unos instantes. Lincoln oyó un flap-flap-flap en el pasillo, el ruido de unas pantuflas sobre la alfombra se hacía más intenso, alguien se acercaba.

    Atragantándose con su propio miedo, Lincoln se forzó a actuar, necesitaba encargarse de proteger a su familia así que cerrando con fuerza ambos ojos pegó un salto desde el escalón donde estaba hasta el sillón, a mitad del aire estiró ambos brazos y se preparó para gritar su palabra de poder tan pronto tuviera a esa cosa parecida a su hermosa Leni entre las manos.

    —¡SHAZA…! —El rostro del muchacho impactó limpiamente la mesita de noche, había atravesado a la criatura en lugar de taclearla.

    Sin embargo la adrenalina aún corría a tope por sus venas, por lo que tan pronto como cayó se giró para no darle la espalda al espectro. Un hilo de sangre corría desde su nariz hasta su mentón, ya juntaba aire para exclamar su hechizo cuando ocurrió lo menos pensado.

    —Lincoln ¿estás bien? —a pesar de ser muy diferente a la Leni que él conocía la voz era idéntica, quizá sólo un poco más sería.

    —Yo… creo que si —Bien, tal vez la criatura con la apariencia de su hermana no fuera necesariamente malvada pero ¿por qué se parecía justamente a su hermana en coma?

    —Oh por dios… ¿puedes verme? ¡PUEDES VERME! —por el rostro seco y vacío de Leni pasó fugazmente una ráfaga de felicidad. De repente, como si supiera desde siempre quien era la hermana que había bajado, la cosa-Leni se dio la vuelta para encarar nuevamente las escaleras—. ¡LUCY, ÉL PUEDE VERME!

    La gótica veía la escena con la boca abierta, tan grande había sido la sorpresa que la niña se había olvidado de ocultar sus emociones, Lincoln estaba tan sorprendido como su hermana pues nuevamente veía un aura similar a un humo gris saliendo del cuerpo de su hermana menor.

    La niña pelinegra al sentirse descubierta se sorbió los mocos, aspirando junto con ellos el aura mágica que la cubría. Con un dedo sobre los labios, Lucy le dio a entender a su hermano mayor que guardara silencio.

    —¡¿Qué fue ese ruido?! —La ronca voz de Luna llegó desde arriba y Lincoln ya estaba por responder cuando la gótica le cerró la boca. Aunque Lincoln no podía verle los ojos a Lucy, adivinó lo que quería darle a entender con la mirada.

    —Lo siento chica, me tropecé con Cliff mientras bajaba las escaleras —Lucy le dio un pañuelo rosa con un bordado de “I luv la Princesa Pony” para que se limpiara la sangre del rostro—. No te preocupes no me pasó nada.

    Los hermanos se quedaron en silencio, hasta que oyeron el ruido en las habitaciones volver a la rutina normal.

    Presintiendo que lo peor ya había pasado, Lucy jaló débilmente una manga del pijama de Lincoln y sin cruzar palabra guio al peliblanco al sótano, dejando a Leni sola en la sala. Con mucho cuidado de no hacer ruido, la pelinegra abrió la puerta y ambos hermanos entraron sin molestarse en encender la luz. En medio de la oscuridad absoluta Lincoln podía sentir la respiración acelerada de su hermana, una mano delgada aferró su brazo con fuerza.

    El sonido de un chasquido llegó a los oídos del peliblanco y una débil lucecilla flotadora se formó al instante sobre su cabeza. Al volver la luz a los ojos del muchacho, Lincoln se percató de dos cosas; la primera y que llamó al instante su atención fue que su hermanita parecía estar furiosa, y la segunda era que a pesar que habían dejado en la sala a la cosa-Leni ella estaba ahí con ellos, viéndolos impasible con una mirada atenta.

    Haciendo un gran esfuerzo, Lucy consiguió dominar sus emociones y recuperó en una mayor medida su expresión estoica, muy parecida a la que tenía el espectro Leni. La niña gótica tomó aire y habló utilizando su tono frio y monótono.

    —Escucha hermano, sé que tienes casi tantas preguntas como yo en este momento, así que propongo que hablemos de esto después, con calma y en un lugar más privado. ¿Te parece?

    Su hermano mayor no tuvo más opción que asentir.

    Después de un incómodo desayuno, donde Lucy se empeñó en ignorar completamente a su hermano y este a su vez trataba de no reparar mucho en la presencia de su hermana Leni quien merodeaba a su antojo el comedor y la cocina ignorando a sus otras hermanas que no podían verla.

    Las gemelas subieron a su habitación; Izzy tendría crías pronto y Lana le había pedido a Lola que la ayudara a preparar un nuevo terrario para recibir a la futura familia. Darcy y Lily tenían un combate pendiente de MonsPocket y tan pronto terminaron de comer corrieron escaleras arriba, arrastrando a Lisa con ellas; para terminar con el juego. Sólo quedaban sentados a la mesa las hermanas mayores y Lucy todas tomando una taza de café, Lincoln tenía un vaso de jugo en la mano.

    —Y bien… ¿Se puede saber qué les sucede a ustedes dos? —Lucy alzó el rostro de su taza para encontrarse con la mirada sería de Luan. Al igual que Luna y Lynn, la comediante parecía estar muy preocupada por la actitud que la gótica tenía con Lincoln.

    Los hermanos de en medio hablaban muy seguido. Al menos una vez al día Lucy o Lynn buscaban a Lincoln para platicarle acerca de su día o para preguntarle por el suyo, los tres eran muy cercanos y pasaban bastante tiempo de calidad juntos, por lo que ver a dos de ellos evitarse mutuamente era algo muy raro.

    —No sucede nada —respondió Lucy con su acostumbrado tono sepulcral—, sólo que Lincoln me aplastó al caerse de las escaleras y ni siquiera me ha pedido disculpas.

    Lincoln no se defendió, no había oído la pregunta de Luan o la respuesta de Lucy por estar distraído viendo como Leni atravesaba una de las paredes del comedor, sin notarlo siquiera, para desaparecer por fin de su vista. Un codazo de Jr. lo regresó a la conversación en la mesa.

    —¿Qué?... —la expresión de las hermanas fue suficiente para que Lincoln interpretara el silencio expectante—. Ah sí, ¡eso fue tu culpa! Dejaste una frazada a mitad de la escalera para que el gato durmiera.

    —Las noches son frías —Lucy comprendió el juego de su hermano al instante—, Cliff ya es viejo y le duelen las articulaciones cuando hace frio.

    —¡¿Pero dejarlo dormir en las escaleras?! ¡Pude morir mujer! —exclamó Lincoln con la mejor voz de anciano que ninguna de las hermanas hubiera oído en su vida antes de asotar, a modo de juego, su vaso de vidrio contra la mesa.

    —¡Pídeme disculpas! —vociferó Lucy intentando imitar ella misma la voz de un anciano.

    —¡OBLIGAME! —exclamó Lincoln, exagerando aún más la voz de abuelo que había aprendido a imitar durante las visitas a pop-pop en el acilo para ancianos.

    La escena le sacó una sonrisa a las tres hermanas mayores, en especial a Luan. Logrando pasar las dudas iniciales, ambos hermanos lograron aparentar mejor. Aún tenían que hablar para aclarar sus dudas correspondientes pero sabían que no sería posible hacerlo dentro de la casa sin que alguna de sus hermanas los escuchara por lo que cada uno avisó por su cuenta que saldrían el resto del día. Lucy no tuvo problema, a fin de cuentas era sábado por lo que tenía todo el día libre, solo tuvo que decir que Lisa le había pedido un libro de la biblioteca y ella saldría a conseguirlo para que las dos hermanas mayores la dejaran en paz. En el caso de Lincoln las cosas no resultaron tan fáciles, Luna y Luan aún tenían muy fresco el recuerdo de ayer por lo que se negaron casi inmediatamente a dejarlo salir.

    —¿Qué vas a hacer Lincoln? —Preguntó de repente Luna-. ¿Algún plan especial por el que quieras volver a salir tan pronto?

    —No es nada importante —a pesar de que estaba nervioso, su mano volvió a buscar inconscientemente la cajetilla que permanecía escondida en el bolsillo de su pantalón, tanto la voz de Lincoln como su expresión corporal sólo reflejaron una apatía muy bien fingida—. Nada importante… solo unas cosas de las que aún necesito encargarme.

    —Ah ya veo, hermano…

    —Yo diría que lo mejor sería…

    —Bueno, no me tardo —Lincoln sabía que intentar engañarlas le sería imposible en las circunstancias actuales por lo que simplemente no lo intentó. Con la sonrisa que tanto había practicado se despidió del trio de las mayores y sin esperar una respuesta comenzó a prepararse para salir a las calles frías. El plan de Lincoln era simplemente alejarse de casa sin darles el tiempo necesario a sus hermanas para que lo detuvieran.

    —Espera niño, no voy a permitir que te conviertas en tu pa… —Luna lo detuvo agarrándolo firmemente de un brazo, parecía estar luchando por encontrar las palabras pero al final suspiró derrotada y lo soltó, apartando la mirada apenada.

    —Sabes que te queremos, ¿no? —Luan aprovechó el silencio de su hermana—. Lo que te dijimos ayer sólo… sólo fue porque nos preocupamos por tu bienestar y quiero decirte que… que confiamos en ti, sabemos que lo del centro comercial no se repetirá.

    Había algo extraño con el tono de Luan y en la expresión de Luna, parecían estar resignadas, como si ambas supieran que Lincoln las desobedecería tan pronto saliera por la puerta.

    Una sensación acida y desagradable creció en el interior del único hermano varón al verlas así, la necesidad de reconfortarlas lo obligó a sincerarse, aunque fuera sólo en parte.

    —Escuchen, tengo guardado un poco de dinero y quiero comprarle a Lily un regalo para navidad —dijo mientras seguía envolviéndose en suéteres, bufandas y su abrigo—, ha estado insistiendo con unos pinceles pero no quiero que sepa que sí se los voy a comprar… así se sorprenderá más cuando se los regale como sorpresa.

    Sus palabras lograron calmar a sus hermanas, pero a la vista de Lincoln no fue suficiente. Manteniendo la sonrisa, acaricio el rostro de Luna y le dio un beso en la mejilla a Luan.

    —Saben que las quiero mucho, y no haré nunca nada que les moleste... les prometo que no me meteré en problemas ¿de acuerdo?

    Al oír las palabras de su hermanito, Luna logró volver a hacer contacto visual con el peliblanco. En los ojos de la rockera había una expresión culpable ¿cuándo le había dado Lincoln un motivo para dudar de su palabra? ¿Qué perdiera tan fácil la confianza en él tras un único tropiezo la convertía en una mala hermana? Ya estaba por disculparse y abrazar a su único hermano cuando un grito desde la cocina la interrumpió.

    —¡¿QUÉ, NO HAY PALABRAS BONITAS PARA TU HERMANA FAVORITA?! —el grito de Lynn alcanzó a Lincoln justamente cuando ya estaba saliendo por la puerta.

    —¡Oh es cierto! ¡Pero que torpe soy! —Haciendo uso de una voz solemne el albino respondió—, díganle a Lily que la amo y que no me tardo.

    Lincoln cerró rápidamente la puerta mientras oía a sus dos hermanas mayores reír a costa de Lynn. «Siempre debes dejar a tú publico riendo» exclamó la voz de Luan en su mente, provocándole una sonrisa sincera.

    Pero a medida que se acercaba a la estación de autobús de la esquina, esa sonrisa fue deshaciéndose lentamente. Lincoln sentía una plasta de emociones que no quería y ya no podía soportar. Necesitaba liberar presión. A pesar de las miradas que recibió de las pocas personas que estaban esperando en la parada y de los letreros cercanos que lo prohibían, encendió un cigarrillo.

    «No voy a permitir que te conviertas en tu padre» cantó burlona la voz de Luna en la mente y en el alma de Lincoln.

    -o-

    El punto de encuentro que habían acordado era un café en el centro del pueblo, a tan sólo media hora de camino desde su casa.

    El lugar en cuestión era un edificio grande de ladrillo rojo de cuatro pisos, según le había explicado Lucy había sido construido a mediados del siglo XVIII y diseñado como cárcel militar para los condenados durante la guerra de independencia. Ahora era el lugar favorito para las reuniones del club de lectura y del club gótico a los que pertenecía Lucy.

    Sólo el primer piso funcionaba como cafetería, en las ventanas de la segunda planta había algunos anuncios de “se renta”, en el tercer y último nivel estaba un bar de poca monta que sólo abría de noche y dónde supuestamente dormía el dueño del lugar.

    Tan pronto Lincoln entró al Local, se sorprendió al ver la clase de clientes que concurrían el café; un grupo no muy nutrido de adolescentes mal encarados, todos ellos vestidos con todas las tonalidades posibles de negro.

    Su hermana estaba sentada en uno de los sillones más apartados, casi hasta el fondo del lugar. De entre todas las Loud, Lincoln apreciaba mucho a Lucy, no por tener gustos afines en cuanto a poesía y filosofía, no… ¡obviamente no por eso! Sino porque Lucy siempre tenía un consejo oportuno y sabía escuchar como nadie. Lincoln más que considerarla como una hermana, la veía como una gran amiga.

    Justo lo que necesitaba, una amiga amable y que sabía podía ayudarlo.

    —Hola Luz —Lincoln se sentó en el sillón de enfrente, algunos centímetros alejado de ella. Desde que cumpliera diez años, ella insistía en mantener un amplio espacio personal cada vez que estuviesen en cualquier lugar donde pudiera encontrarse con alguno de sus amigos y miembros de club… lo que incluía prácticamente todas las ocasiones en que salían a la calle.

    —Buenas tardes… hermano —Lucy no levantó la vista de su pequeña libreta rosa, en la cual estaba escribiendo—. Te vez más miserable que de costumbre.

    —Pues… gracias, no fue una mañana muy común.

    —Debo reconocer que los eventos recientes también me tomaron por sorpresa —la áspera voz que Lucy siempre fingía tembló un poco—. No pensé que fuera posible obtener tanto poder tan rápido… ¿o es que siempre tuviste ese don y lo mantuviste en secreto de mí?

    Lincoln reparó un poco más en la apariencia de su hermanita. Por fin había dejado de escribir y había levantado su pálido rostro un poco, sus manos descansaban en forma de puños sobre sus delgadas piernas, tenía también los labios tan apretados que su boca se había transformado en una fina línea pálida. La pequeña pelinegra estaba claramente molesta.

    Lincoln no era el chico más listo que jamás hubiera existido, ni siquiera era capaz de dar consejos tan buenos como los de su amiga Haiku. Pero siempre, si algo ocurría, si Lucy lo necesitaba o si tan sólo quería platicar, ella solo debía llamarlo y él la escucharía, estaría a su lado para ayudar. Era agradable saber que alguien como su hermano mayor siempre estaba cuidándola.

    Y por eso, que Lincoln le escondiera algo tan importante para ella resultaba doloroso. Tanto que un par de lágrimas amenazaban con abandonar sus parpados.

    Al ver a su hermana a punto de llorar, y rompiendo la regla acerca de mantenerse alejado de su espacio personal impuesta por la gótica, Lincoln se sentó tan cerca de ella como pudo para envolver sus hombros en un abrazo y tomar sus dos de sus manos delgadas entre la suya, su única prioridad era consolarla.

    —Estoy tan sorprendido como tú, Luz, no sé bien cómo o por qué obtuve eso que tu llamas “don”, y es justo por eso que quiero tú ayuda. De todos a los que conozco tú eres la única persona a la que se me ocurriría acudir para lidiar con todo este asunto —Las ganas de llorar abandonaron a Lucy al tiempo que sus mejillas comenzaban a encenderse al escuchar las palabras de su hermano—. Además tú también me escondiste tus habilidades para crear luz de la nada con sólo chasquear los dedos.

    —Yo nunca te escondí nada. Pero admito que hace tiempo aprendí a aceptar que cualquier esfuerzo por demostrarles a ustedes la veracidad de la magia era un esfuerzo vano.

    Lincoln no pudo evitar reírse de las palabras de su hermanita y los ojos de Lucy se posaron con una intensidad renovada en el rostro de Lincoln cuando la pequeña volvió a hablar.

    —Lincoln dime ¿Cómo obtuviste tu magia? ¿Acaso fue con algún elixir? ¿O usaste algún entrenamiento secreto a mis espaldas?

    —Nada de eso Luz, no me lo creerás pero un anciano muy extraño me la regaló —al ver como la mirada de su hermanita buscaba la suya, Lincoln se permitió presumir un poco para asombrarla aún más—, lo que sea que ves cada vez que te fijas en mí no es más que una pequeña parte del poder que me otorgó.

    La reacción que obtuvo de Lucy no fue la que él había esperado; verdadera furia podía distinguirse en la expresión aparentemente indiferente de la pelinegra a pesar del espeso flequillo que ocultaba la mitad de su rostro.

    —Yo… yo me maté leyendo y practicando para llegar a donde estoy… y a ti sólo te lo regalan…

    La niña quería llorar y su hermano lo sabía, Lincoln se tomó un momento para pensar sus palabras.

    —Créeme, yo estoy más perturbado por todo esto de lo que tú puedas imaginar, es un cambio inesperado, es algo para lo que nunca me preparé y comprendo que te sientas incomoda…

    —Tú sabes que yo no me pondría celosa nunca ¿no?

    La voz de Lucy había perdido esa monotonía susurrante y ronca que simulaba cada vez que hablaba en voz alta y ahora era la voz de una niña normal; una voz aguda, vulnerable, llena de miedo y confusión.

    —Por supuesto que lo sé, Luz. Pero también soy consciente que aún te queda mucho por vivir. Tu fascinación con lo tétrico te ayuda a esconderte detrás de una máscara de desinterés, pero sé que eres tan vulnerable a las emociones como Lola o Luna, esa inquietud que tienes al sentirte traicionada es normal.

    —Pero yo no soy normal, yo renuncié a esas emociones.

    —Lucy —Lincoln apretó un poco más sus manos, una sonrisa tranquilizadora comenzó a formarse en sus labios—, eres muy madura si, tanto como lo son Lisa o Lori. Pero en el fondo, todos somos iguales, con miedos e inseguridades.

    —Pero…

    —Te pido ayuda, no lo hago porque tú sabes de esto… bueno, si es una gran ayuda que seas una experta en el tema de magia y de las auras… pero quiero que me ayudes a comprender lo que me acaba de pasar porque sobre todas las cosas, aún antes que mi hermana menor, eres mi amiga.

    Lucy no estaba convencida, tan sólo la semana pasada Lincoln le había dicho algo en extremo parecido a Lola durante uno de sus berrinches. Se preparaba para ponerse de pie e irse sin ayudarlo cuando el brazo de su hermano envolvió con más fuerza sus hombros, juntando sus cuerpos y acunándola contra su cuerpo casi como si fuera una bebé. A pesar que trataba mantener su expresión imperturbable, un leve rubor comenzó a mostrarse con mucha más intensidad en su rostro pálido.

    —Bien te ayudaré, sólo si prometes ayudarme tú a mí —apoyando ambas manos en el pecho de su hermano, Lucy se deshizo del abrazo cuando sintió una pequeña oruga caer dentro del cuello de tortuga de su suéter—, además también quiero que me muestres ese “potencial oculto” del que me contaste.

    —Te diré algo, si accedes a contarme lo que has estado haciendo secretamente con Lisa tienes un trato.
     
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    Sylar Diaz

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    3 Agosto 2019
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    Escritor
    Título:
    Say it LOUD! 01
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    4341
    Sin darle muchos detalles le contó de los planes de Lisa sobre ayudar a Leni a recuperarse completamente utilizando únicamente la ciencia, sin mencionar nada sobre los experimentos con magia que la pequeña castaña planeaba realizar a futuro. Ahora que sabía de las nuevas habilidades de Lincoln, le resultó obvio a Lucy que él era la nueva pieza clave para resolver el misterio de cómo acceder a la fuente de la magia en el mundo.

    Lincoln escuchó atentamente toda la historia que Lucy trataba de contarle como verdadera. Cualquier otra persona se hubiera impacientado después de veinte minutos de habladurías sin sentido, pero él se quedó sereno, sin reclamar cada vez que escuchaba una incongruencia en el relato ni apurarla cuando la gótica se perdía en sus propias mentiras.

    —Es por eso que Lisa pide últimamente mi ayuda —dijo al fin la gótica, creyendo que había logrado engañar a su hermano para que le confiara sus secretos.

    Lincoln la veía a los ojos, de repente parecía que ni el espeso flequillo o las expresiones disimuladas podían evitar que él viera directamente su alma, descubriendo las mentiras al instante.

    —Ya veo, realmente se interesan en ayudar a mejorar la situación de Leni —dijo el adolescente, buscando algo en una de las bolsas del pantalón.

    Con gesto serio sacó la cajetilla y un encendedor, el labio inferior de Lucy tembló al ver a su hermano mayor encender un cigarrillo y darle una larga calada.

    —… Lincoln ¿qué estás...?

    —Ya que no fuiste completamente sincera conmigo te propongo un nuevo trato —la interrumpió Lincoln a media oración—, aún te ayudaré a llegar a mejorar un poco en cuanto a tus habilidades mágicas… y no le contaré a nuestra “Dexter morbosa” que delataste su plan secreto tú sola, sólo si le cedes a Lily todas las galletas que escondes en el ático y prometes practicar conmigo eso de los hechizos… además, claro, de no contarle a ninguna de nuestras hermanas que me viste fumando ¿aceptas?

    Toda la respuesta que Lincoln pudo obtener de Lucy fue un ligero movimiento de la cabeza asintiendo casi imperceptiblemente, Lincoln volvió a sonreír y apagó el cigarrillo tras darle un par de caladas más.

    Tan pronto como cerraron el trato con un informal apretón de manos fue cuando la cabeza y el cuello le empezaron a doler a Lucy, inició como el piquete de una abeja en la garganta, pero la sensación pronto se transformó en un ardor punzante que le recorría desde la base del cuello hasta la sien. Se trataba de una sensación palpitante y dolorosa, casi incapacitante.

    Tras los primeros agonizantes segundos, el dolor se transformó casi imperceptiblemente en un hambre voraz. Lucy ya estaba por pedirle a su hermano que la acompañara de regreso a casa para dar buena cuenta de su colección secreta de golosinas, cuando la campana que sonaba cada vez que la puerta principal del café se abría o cerraba salió volando despedida.

    Un grupo de tres enmascarados entró al local; sólo dos de ellos portaban unas pequeñas pistolas, el más fornido del grupo y quien parecía ser el líder empuñaba una palanca grande de metal, de esas que usan los ladrones en las películas y caricaturas para abrir cajas.

    Lincoln le dirigió una sonrisa de complicidad a Lucy, quien empezaba a sobarse el cuello en un fallido intento por aliviar las molestias que empezaban a parecerle insoportables, la niña no comprendía el cambio de humor de su hermano.

    —Supongo que aún quieres ver mis poderes en acción —una sonrisa infantil se dibujó en sus labios, le guiñó un ojo—, no parpadees si no quieres perderte del espectáculo.

    Los hombres armados amenazaron a los clientes que tenían más cerca con guardar silencio o atenerse a las consecuencias, mientras que el líder discutía con la empleada que cobraba y daba el cambio.

    Los hermanos que estaban sentados en la parte de atrás del café, en un pequeño salón, que les daba cierta privacidad, formado por las paredes laterales de un inmenso reloj de péndulo y un estante cargado de libros polvorosos, se encontraban semi-ocultos a la vista de los asaltantes. Por lo que no fue muy difícil para Lincoln ocultarse detrás del sillón dónde estaba sentada su hermana.

    Un relámpago perforó el techo, impactando directamente a Lincoln. Preocupada por el estado de su hermano, Lucy se puso de pie, tirando al hacerlo una jarra decorativa que estaba apoyada en una mesa enana muy cerca de su asiento.

    El sonido de los vidrios rompiéndose, así como de la pequeña explosión eléctrica alertaron al instante a los atracadores. El fulano de la palanca le hizo una seña a uno de sus cómplices para que fuera a investigar el alboroto.

    Una peste intensa y penetrante a huevo podrido llenó la nariz de la niña, un instinto hasta entonces desconocido le ordenó aspirar el aroma y algo extraño sucedió: Lucy experimentó una sensación casi balsámica en la garganta mientras que el hambre disminuía.

    La sensación de alivio le ayudó a volverse plenamente consciente que estaba en peligro, haciéndola girar el rostro lo más rápido posible para encarar a los malhechores. Sabía que en su estado hacer un movimiento brusco le provocaría mucho sufrimiento pero al contrario de lo que esperaba, el malestar en los músculos del cuello y la mandíbula se redujo a un simple hormigueo, aunque no desapareció por completo.

    —¡DIJE QUE SE QUEDARAN QUIETOS! —Con el arma apuntando al pecho de Lucy el enmascarado empezó a acercarse—. ¡NIÑA, DILE A TU NOVIO QUE NI INTENTE HACERSE EL HÉROE!

    Lucy vio por el rabillo del ojo como un hombre adulto se levantaba detrás de ella, justo del mismo lugar dónde momentos antes estaba escondido su hermano. El musculoso vestido de naranja caminó tranquilamente hasta quedar entre el cañón del arma y la gótica, volteó por un instante y Lucy pudo verle la cara surcada por cuatro cicatrices que ya le eran conocidas.

    Lincoln avanzó con rapidez, mucho más rápido de lo que es capaz cualquier ser humano, y hundió su hombro en el tórax del delincuente, derribándolo antes que pudiera reaccionar. Su cabeza, cubierta únicamente con un pasamontañas, chocó limpiamente con el piso de madera y por un momento, después de aquel golpe seco, todo el lugar quedó en silencio.

    El primero en reaccionar fue el otro hombre con el arma, quien disparó tres veces antes que Lincoln lo alcanzara con un brazo extendido y lo sujetara con firmeza por el cuello, utilizando el dedo pulgar, el índice y el medio de la mano derecha apretó la mandíbula del enmascarado hasta que todos oyeron un crujido apagado. El sujeto cayó al suelo con la mandíbula ligeramente más estrecha, un grito en extremo agudo, como de chiquilla en navidad, brotó de su boca abierta y rota pero lo que llamó más la atención del jefe de los asaltantes fue la expresión de sorpresa absoluta en los rostros de todos los presentes. El creía imposible que algo así fuese posible.

    Sólo entonces supo que algo extraño había ocurrido, y seguía ocurriendo; pero no podía saber exactamente qué. Lo único de lo que era consiente era que tenía que actuar si no quería terminar haciendo el ridículo frente a todos como sus compañeros caídos.

    Agarrando la palanca de metal desde un extremo y utilizando toda la fuerza de ambos brazos el asaltante se la arrojó en la cara a Lincoln, pero no se quedó a ver el resultado de su táctica desesperada pues tan pronto dejó de sostener su arma se giró y echó a correr hacía la puerta. El pedazo de hierro forjado rebotó en el rostro de Thunder como si de un juguete de plástico se tratase. Antes que el malhechor pudiera alcanzar el pomo de la puerta de vidrio, fue golpeado en la nuca por una taza blanca que Lincoln había tomado de una de las mesas.

    El cuerpo inconsciente del criminal se desplomó inerte en un charco tibio de “café grande descafeinado, con leche de soya, con un shot de té chai y crema extra-batida”. Justo entonces, y ante la mirada atónita e incrédula de casi todos en el local, el hombre grande y fuerte que había reducido sin ayuda a los tres asaltantes armados al mismo tiempo hizo algo imprevisto; sonriendo, arrodilló una pierna e hizo un dab antes de hacer un bailecito festejando su victoria.

    —Este… ¿Cómo puedo agradecerte por ayudarnos señor…? —la gerente del local, aún en la caja para pagar, se acercó lo más que le permitió el mostrador, él podía haberles ahorrado un asalto pero justo por eso era más que lógico que tenía que guardar las distancias.

    —Por favor, dígame “Thunder”, todos lo hacen —un sonrisa fresca floreció en el rostro del héroe un gesto que contrarrestaba bastante con lo que uno esperaría de alguien con su compleción, haciéndolo ver inocente y más atractivo de lo que ya era—, y si quiere devolverme el favor, le confieso que últimamente ando algo corto de efectivo, señorita.

    Lucy se quedó quieta al lado del reloj de péndulo, una de las balas perdidas había impactado en el estante, a unos centímetros de su cabeza. Su hermano terminó de contar los billetes que la gerente le había entregado y dejó la cafetería antes que llegaran los policías.

    Después de que Lincoln saliera por la puerta principal, la sensación de alivio fue aterradoramente breve. La tensión volvió a hacerse presente en el cuello, los oídos se le taparon y el hambre regresó con una intensidad aún mayor; se había convertido en una necesidad insaciable.

    Desesperada, Lucy corrió a la salida a buscar a su hermano, avanzó algunos pasos por la banqueta hasta que la voz de Lincoln la llamó desde un callejón, no necesitó que la llamaran dos veces para entrar al oscuro lugar. Al lograr acostumbrarse a la penumbra volvió a ver a su hermano en su forma normal.

    —¿Qué te pareció el acto? —Sonriente, Lincoln le puso a escasos centímetros del rostro algunos billetes—, porque a esa chica le pareció que valía cincuenta dólares ¡YO INVITO HOY LAS HAMBURGUESAS ERUCTO!

    El peliblanco se le acercó a Lucy algunos pasos para darle los billetes, pero junto con su hermano un sonido llegó a los oídos de la gótica; un zumbido… y parecía provenir del interior de su hermano.

    Obligada a moverse por la sensación en su garganta, Lucy cortó la distancia que los separaba con dos pasos rápidos, acercó su oreja al pecho de Lincoln para oír mejor. El muchacho, sorprendido por el extraño gesto, retrocedió hasta que su espalda chocó con la pared del callejón. Lucy trataba de mantenerse tranquila, pero el esfuerzo empleado en aparentar serenidad le empezaba a colorear el pálido rostro de rojo.

    Malinterpretando el rubor de su hermana, Lincoln se puso nervioso. Tragó saliva e intentó sacudírsela, pero Lucy no cedió ni un poco, sujetando al albino firmemente contra la pared cuando intentó apartarla.

    Lincoln volvió a intentar apartarla sin ser muy brusco y el sonido dentro su pecho se hizo más intenso, todo lo que Lucy podía escuchar en ese momento era un shuiz-shuiz-shuiz. Sí, definitivamente el sonido venía desde dentro de él. Sonaba como agua fluyendo dentro de una cañería. Una voz dentro de su cabeza le dijo que ese era el sonido de la magia en su estado más puro fluyendo dentro de un cuerpo vivo. Su hermano intentó alejarla amablemente una última vez, Lucy afianzó su agarré y acercó su rostro un poco más al de su hermano, el cálido aliento del muchacho le hacía cosquillas en las mejillas.

    —¿Lucy?

    Al último momento recuperó el control en su actuar.

    —Yo… no… Lincoln no sé qué me pasa.

    —Está bien —Los nervios del chico se suavizaron un poco con la mirada desesperada que adivinaba a través del flequillo de su hermanita, lo primordial en ese momento era calmarla—. ¿Te parece hablar en otro lugar? ¿Quizá con un poco de comida? Te invito un helado de zarzamora… las chicas no tienen por qué enterarse.

    Aunque aturdida por el malestar que parecía crecer con cada segundo, los ojos de Lucy brillaron con sorpresa. Siempre que Lincoln salía con cualquier hermana a algún lugar, era con un propósito en específico, algún favor para las mayores o para cuidar a las menores… siempre había un motivo.

    Pero salir para comer y hablar, esa era una oportunidad que ninguna de las Loud había tenido. Tener una cita con su hermano era una novedad que ella tendría que declinar.

    —No creo que sea buena idea —Lucy agradeció que tuviera medio rostro escondido por el flequillo, de lo contrario le sería imposible aparentar indiferencia—. Me encantaría salir contigo, simplemente hoy no me siento bien… no me siento yo...

    —¿Quieres que te lleve a casa? Podemos pasarla bien, estas nuevas emociones que estas experimentando son algo normal… no dejes que estos cambios te incomoden.

    Esa gentil perseverancia, que normalmente despertaba fuertes emociones en ella, ahora solo generó rabia.

    —Lincoln, ya no soy una niña y puedo tomar mis malditas decisiones sola. Quiero y puedo ir a casa por mi cuenta.

    Sin detenerse a ver el efecto que sus palabras habían tenido en Lincoln, Lucy se alejó aguantando las lágrimas, hablarle de forma tan golpeada a su único hermano le dolió casi tanto como la cabeza.

    Una vez en la parada de autobús más cercana, Lucy no esperó mucho tiempo puesto que el autobús que la dejaba en la esquina de su casa llegó adelantado unos minutos. Tras pagar su pasaje, la gótica se sentó al lado de la puerta de entrada, sumida en una especie de estupor.

    Varías horas después, Lucy azotaba cajas en el ático, las herencias de la Bisabuela Harriet, los mismos libros que días atrás trataba con mucho cuidado ahora salían volando o perdían algunas hojas, sus manos subrayaban y anotaban algunos apuntes a gran velocidad en una libreta grande con forro de piel negra autentica, un regalo de Lori por su onceavo cumpleaños, tan cambiada estaba que incluso vandalizó los libros que acababa de traer de la biblioteca.

    -o-

    —¿Qué diferencia habrá entre el de pelo de camello a uno de cerdas sintéticas? —Lincoln se había perdido en el área de papelería del centro comercial—. ¿Y quién demonios es “Marta Kolinsky”?

    Frente al albino descansaban tres paquetes diferentes de pinceles. Trataba de estar seguro de que el paquete que escogiera sería la opción ideal para una artista novata, el problema con su táctica de comparación estaba en que las tres opciones se veían igual para él. Armado de valor, y llevando consigo sólo dos de los tres paquetes, Lincoln se acercó a la dependienta más cercana, dispuesto a quedar como tonto delante de la bonita pelirroja a cambio de poder responder sus dudas.

    —¿Cristina? —Y ahí quedó todo el valor que había logrado juntar—. Yo… este… quería preguntarte sí sabes cuál es mejor o cuál es más cómodo ¿si el sintético o el natural?

    Uno de los paquetes que Lincoln sostenía en ese momento, el de cerdas de camello, tenía forma cilíndrica. Intentando luchar con sus nervios al volver a hablar con su amor de primaria, se había puesto a agitarlo inconscientemente en un continuo movimiento de arriba y abajo. Cuando su mente detectó el malentendido que sus palabras habían provocado en conjunto con el vaivén del paquete ya era tarde.

    Los ojos de la castaña pelirroja se abrieron como platos, tensó el cuerpo en clara señal de incomodidad. Nerviosa y con el rostro completamente rojo se alejó sin responder.

    —Doy pena —Lincoln se quedó parado en medio del pasillo, con una sonrisa torcida en el rostro. Primero Lucy descubre lo que las hormonas alborotadas de la adolescencia son capaces de hacer y ahora había incomodado a la chica más bonita de la escuela… otra vez. ¿Acaso el día podía empeorar aún más?

    Después de deambular un poco más por el área de papelería, buscando cosas que pudieran servir como regalos para sus otras hermanas: un juego de dos lapiceras que simulaban una princesa y un sapo abrazados para las gemelas, una trampa china atrapa dedos para Luan, una pelotita anti estrés para Lynn, unos aretes de clave de sol para la rockera, una propipeta verde para Lisa y para Lucy… ¿sería mucho un collar de la princesa pony? En otras circunstancias lo llevaría sin dudar pero ahora estaba consiente que podía malinterpretarse su regalo. No, no podía dudar y hacerle pensar a la más insegura de las Loud que la odiaba, hablaría con ella, después de darle su collar.

    Llevó todo y algunas golosinas a la caja, y las pagó junto con algunas chucherías que vio antes de llegar, pero cambio a último momento varías veces de opinión sobre cómo pagar, no lograba decidirse si pagar con monedas o con billetes. Lincoln contó cuidadosamente las monedas, mientras la chica que estaba detrás del mostrador lo apresuraba sin dejar de mascar chicle, el muchacho se ponía cada vez más nervioso, contaba las monedas con más rapidez y cada tanto cometía algún pequeño error, finalmente el puñado de cambio se cayó al piso, abochornado no paraba de pedir disculpas mientras las recogía. Después cambio nuevamente de opinión y sacó un billete enrollado muy estrechamente. De repente parecía muy perdido, a punto de llorar. La mujer de la caja le dio el vuelto del billete y después cogió el cambio que él le ofrecía, luego devolvió algunas monedas. Lincoln estaba tan nervioso que tartamudeaba, las cicatrices le dieron un aspecto demacrado y frágil, era un pobre niño desvalido a causa de heridas graves y prematuras que limitarían para siempre su capacidad de disfrutar del mundo.

    Tras casi veinte minutos de que aquella escena se repitiera, y con una sonrisa discreta, Lincoln salió finalmente del cálido centro comercial. Afuera su aliento sacaba nubes de vapor.

    Caminando mucho más tranquilo que momentos antes, se dirigió a la estación del bus cargando dos bolsas negras, ahora era diez dólares más rico que cuando entró a la tienda.

    Sí, no debió de haber hecho nada de eso, pero seguía siendo emocionante y un poco de emoción era justo lo que necesitaba para dejar de pensar en la situación de Lucy.

    Varios copos de nieve cayeron y se derritieron en sus pies después de unos segundos.

    Una vibración en el bolsillo de su chaqueta lo distrajo, sorprendido porque nadie lo llamaba, Lincoln sacó su celular y al ver quién era el que le estaba llamando casi deseo que el equipo de seguridad del centro comercial lo hubiera descubierto. Desbloqueó la pantalla, respiró hondo y con el mejor tonó posible saludó.

    —Hola Lori —justo la persona con quien menos se le antojaba hablar—, ¿cómo está todo en la gran ciudad?

    Un sollozo apagado fue su respuesta.

    —Lori? ¿Qué ocurre?

    —Lincy… pasó algo, es sobre Ronnie Anne.

    -o-

    Luna estaba en el sillón viendo la televisión cuando tocaron a la puerta, ya habían pasado algunos minutos después de las seis de la tarde, era la hora de su documental de rock que había esperado toda la semana. Si era un vendedor de puerta en puerta él que la había interrumpido lo mataría y escondería el cuerpo en el sótano… en pedazos.

    Abrió la puerta de golpe y todas sus ideas sobre buscar venganza en nombre del dios del rock “Valhallen” desaparecieron.

    Lucy estaba parada en el marco de la puerta, su rostro no reflejaba ninguna emoción… como siempre, sin embargo algo lucía extraño en ella.

    La niña no se movió y tampoco saludó, simplemente se quedó de pie en ese lugar.

    Luna le tocó un brazo, el bícep se sentía rígido y su piel estaba pegajosa y muy fría, demasiado fría. Preocupada la estrechó en un abrazo, tratando de regresar el calor a su cuerpo.

    Cuando la sintió removerse entre sus brazos la soltó, le retiró el cabello de la cara. Parecía que había llorado, los ojos estaban repletos de venas rojas, venas tan prominentes que la inquietaban. Luna se asomó a la calle ¿Quién la había traído?

    No había ningún bus en la estación de la esquina, no se oía ningún motor alejarse a la distancia ¿acaso había venido caminando?

    —¿Lucy? —fue lo único que la rockera atinó a decir ante la peculiar, incluso por encima de lo que había aprendido a considerar normal, actitud de la niña.

    Luna la llevó dentro y cerró la puerta. Lucy parecía estar en shock. Había mugre en sus manos y en las rodillas Cuando la mayor revisó con cuidado notó que en el vestido negro habían manchas de sangre “¿dónde has estado?” pensó al ver mugre y raspones en todas partes.

    —¿Qué te pasó Luz? —Preguntó sosteniéndole el rostro con ambas manos—. ¿Cómo te hiciste esto…?

    El aspecto de Lucy le recordó a Luna fugazmente a lo sucedido con Leni cuando la rubia era sólo era una nena de cinco años… una idea horrible se formó en su mente.

    —Lo bueno, Luz, es que ya estás en casa —una lagrima solitaria cayó detrás del espeso flequillo de la niña pelinegra—. Aquí estarás a salvo, lo prometo.

    La castaña tomó de la mano a su hermanita y la llevó a la cocina. Trataría de calmarla con comida y entonces… entonces llamaría a Luan, o a Lincoln… o a quien fuera, necesitaba toda la ayuda posible.

    La sentó a la cabecera de la mesa, la miró desde la barra de la cocina mientras le servía algunas galletas de avena, sus favoritas. La gótica permaneció sentada con las manos colgando a los lados, observando a su hermana mayor, ajena a todo lo que la rodeaba. Y por extraño que pareciese, Luna se sentía estudiada.

    Finalmente, después de dudarlo sólo un poco, Luna acercó nuevamente al comedor con el plato repleto. Se sentó al lado de Lucy, en la misma silla que antes usaba Leni.

    —Vamos spooky, come algo —le dijo con voz suave Luna, pero su hermanita no se movió. Entonces, la castaña tomó la galleta que estaba hasta arriba del montón en el plato y la mordió de tal forma que la hizo tronar de forma sabrosa, todo eso para estimular el apetito de la pequeña gótica, pero Lucy no reaccionó. Esa falta de respuesta provocó que la que quisiera llorar en silencio fuera Luna. Algo muy malo le había sucedido a la tétrica poeta, quizá incluso le ocurriera lo mismo que a Leni cuando… esta vez apartó con más trabajos la idea de su mente.

    —Ven.

    Lentamente, Luna llevó a la pequeña su habitación, ella entró primero esperando encontrar ahí la ayuda de Lynn pero ahí no había nadie, Lucy entró después sin reaccionar en lo más mínimo. Sus ojos miraron el cuarto sin que su rostro demostrara emoción alguna, pero no era como su apatía habitual, Lucy reaccionaba a su habitación de siempre como si lo que tuviera frente a ella fuera una imagen abstracta.

    La pelinegra mantuvo esa extraña expresión en blanco hasta que su mirada se topó con algunos libros regados sobre su cama. Con una sonrisa torcida, una que recordaba bastante a la de Lisa cuando finalizaba con sus experimentos, Lucy sacó los libros que traía en debajo del abrigo y volteó todo el cuerpo para ver a su hermana mayor.

    —Tú, deseo estar sola unos momentos.

    Las palabras y la voz ronca que salió desde la garganta de la niña le puso la piel de gallina a Luna, parecía que en lugar de su garganta, su hermana le hablaba desde una especie de tubo rígido «a lo mejor y se enfermó por venir caminando» la consoló su mente en un intento desesperado por buscar alguna explicación a la actitud de Lucy.

    —C-claro chica, más tarde te traeré una pastilla para esa garganta.

    Lucy no había cambiado la postura en lo más mínimo, la sonrisa se hizo más pronunciada.

    —Haz lo que quieras, pero antes quiero que llames a la inteligente y que le digas que venga… —lo dudo un par de segundos antes de agregar—, por favor.

    Quince minutos más tarde, Lisa no encontró a su hermana mayor en su habitación por lo que sin dudarlo subió al ático y ahí, justo en medio del desván con las luces apagadas vio a Lucy sentada en medio de un mar de hojas sueltas, escribiendo tan fuerte que parecía que la pluma que sostenía con la mano se iba a romper.

    —Deberías descansar un poco —La voz de Lisa sonó tímida y chillona, algo que al igual que con Lucy no sucedía muy a menudo—, me dijeron que tuviste un día pesado y que estas enferma de la garganta.

    Lucy volteó a verla, su cuello produjo un crujido sonoro que preocupó bastante a la científica. Su hermana no tenía un simple problema con la garganta, dudaba que las pastillas de paracetamol que llevaba con ella fueran de ayuda. Tras dos minutos de silencio sin que su hermana mayor le respondiera nada, Lisa se forzó a continuar hablando.

    —Este… ¿Quieres que te ayude con algo? —preguntó Lisa con la cabeza apenas asomada por el marco, apretaba firmemente la escalera con sus dos manitas.

    —Pronto te daré algunos diseños para que imprimas de forma imperecedera, llegaremos a la fuente muy pronto… y tráeme un poco de agua —la voz le salió algo extraña a Lucy al decir la palabra “fuente”, como si de tuviera una cigarra atorada en la garganta—, que sea dulce y tibia. Disuelve un poco de miel o lo que sea.

    Lisa se quedó quieta, mirando a su hermana sin saber qué hacer.

    —Creo que tengo algunas sustancias que serán de mucha más ayuda para tu garganta, quizá lo mejor sea que bajemos a mi cuarto y te haga algunos estudios…

    —Lisa… tráeme el agua que pedí ¡Después haz lo que quieras y aléjate de mí!

    Con lágrimas en los ojos la castaña con gafas bajó la escalera sin darle la medicina que había traído consigo a su hermana. Nunca, por peor que fuera el experimento o por más que violara la privacidad de sus hermanos… nunca le habían gritado así.

    Sentía, de repente miedo de la pelinegra.
     
  7. Threadmarks: 07-. El conocimiento duele
     
    Sylar Diaz

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    Say it LOUD! 01
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    Lincoln se había sentado en la banca de la parada de bus, ignorando el aire frio que desde hacía medía hora chocaba con su cuerpo inmóvil. Había empezado a nevar ligeramente.

    Pero nada de eso le importaba en realidad. Su mente aún repetía la llamada de Lori…

    —Yo estaba con Bobby en la universidad cuando sucedió el incendio, fue ayer a mediodía. Hoy el seguro declaró la pérdida total, supongo que querían quedar bien ante los medios… o algo así, no sé, el edificio de departamentos ese era una especie de símbolo histórico —Lori se sonó la nariz por tercera vez durante la llamada—. Pero nadie pudo festejar, María; la madre de Bobby, sigue internada… no me quieren decir cómo está, pero creo que es grave.

    El corazón de Lincoln empezó a latir más rápido al recordar la parte siguiente de su plática con su hermana mayor. Sí, él ya sabía desde antes sobre el asunto del incendio, pero no conocía los detalles y Lori en el primer acto inconsciente de su vida se los estaba contando todos, sin ocultarle nada.

    —¿No has sabido nada de Ronnie Anne? Ustedes siempre fueron cercanos, estoy segura que si le ha hablado a alguien tienes que ser tú.

    —¿Qué? ¿Le pasó algo a Ronnie?

    —Yo… yo no sé sí esté bien decirte lo que ella hizo.

    —Lori, creo que ya es muy tarde para intentar ocultarme las partes feas —quizá podría ayudar a relajar a su hermana con algún comentario amistoso, algo que alejara la mente de ambos del horrible rumbo que estaba tomando la conversación, pero antes de que Lincoln pudiera abrir la boca para decir nada, Lori se le adelantó

    —La abuela de Bobby, doña Rosa… ella asegura que fue Ronalda la que inició el incendio…

    -o-

    Lynn estaba parada en el marco de la puerta al sótano, Luna y Luan se ocultaban detrás de ella, las tres estaban viendo fijamente a Lucy, quien sólo se movía ocasionalmente para arrancar una hoja de uno de sus viejos libros y copiaba su contenido en una libreta nueva. La niña estaba arrodillada escribiendo algunas notas y viendo de reojo la pared contaría; había dejado el vaso semivacío a su costado, la azúcar disuelta enturbiaba el agua.

    La menor de las castañas apenas reunía el valor necesario para bajar las escaleras cuando la gótica se puso de pie bruscamente ocasionando que las dos hermanas detrás de la deportista se estremecieran, Lynn meció el peso de su antiguo bate entre sus manos antes de retroceder un par de pasos.

    —Todo listo. Hermana mayor ¿Qué hacemos? —Lisa nunca pensó que diría esas palabras, ella que siempre era la que tenía las respuestas a todo ahora estaba orillada a hacer el papel de “apoyo técnico”.

    —Dibuja esto en aquella pared con los medios necesarios para evitar que se borre facilmente —Lucy se acercó a su pequeña hermana casi deslizándose por el piso liso de cemento del sótano antes de mostrarle una ilustración hecha a mano en su libreta negra—, y tráeme un poco más de agua.

    La pequeña sabelotodo obedeció la primera indicación de su hermana, y al recibir la señal del señalador laser de Lisa, una máquina apoyada en un trípode disparó un láser contra la pared que había señalado la gotica. Lentamente se empezó a imprimir en un intenso color negro sobre uno de los ladrillos del muro un extraño dibujo, la tercera runa que llevaban en la tarde, tenían planeado dibujar otras nueve.

    Lucy inclinó el cuello hacía atrás para poder beber lo que quedaba en el vaso de vidrío, el líquido turbio se deslizó por su garganta de forma entrecortada; a Lisa se le ocurrió que realmente se estaba obligando a tragar el contenido.

    —¿Lucy, No quieres descansar? Ya llevamos acá abajo algunas horas y aún no me dejas revisar tú garganta.

    Al escuchar las palabras de Lisa, la pelinegra escupió parte del líquido contra el suelo, los hombros de la niña genio temblaron mientras veía la mezcla opaca escurrir por el piso. El primer impulso de la sabelotodo fue correr a ocultarse detrás de sus hermanas mayores en la parte alta de la escalera, pero ya podía escuchar la voz de Lincoln: “No molesten a Lucy, necesitamos estar para ella, demostrarle que es importante para la familia”.

    —Niña… creo que nuestro propósito real es más importante —entre cada palabra dicha por su hermana mayor Lisa volvió a escuchar aquel castañeo de cigarra, el ruido se hacía cada vez más llamativo—, piensa, pequeña, estás tan cerca de obtener conocimiento invaluable, no te quiebres tan pronto.

    Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, Lisa subió a la cocina y regresó al sótano con el vaso lleno nuevamente de agua azucarada y una servilleta de papel.

    Desde la comisura de la puerta, el teléfono de Luna vibró y al desbloquear el aparato la rockera se topó con una notificación de “Flipp's, Comida y Combustible” desde que el viejo Flipp aprendiera a usar el internet no pasaba un solo día sin saturar la red con sus molestos anuncios. Ya estaba por volver a apagar la pantalla cuando vio el icono de la aplicación Wassup iluminarse con un pequeño número “1” en color rojo brillante.

    Era un mensaje de su madre que decía:

    «No se queden despiertas hasta tarde. La pasta que hicieron estaba muy rica. Su padre y yo lamentamos llegar tarde.

    Los amamos, m y p».

    Luna había abierto el chat con su madre recién había recibido el mensaje, sabiendo que su madre aún no cerraba el chat y que seguramente había notado el doble check, no le quedó más opción a la castaña que responder.

    «No problema :D»

    Frunció el ceño mientras regresaba el aparato al bolsillo; el reloj digital del aparato indicaba que ya faltaban dos minutos para las nueve de la noche, sí Lincoln no llegaba en los próximos dos minutos tendría que salir a buscarlo.

    —¡Maldición! Luan, te quedas a cargo.

    —¿Pasó algo?

    —No Lynn, sólo irá a buscar a Lincoln —la comediante ni siquiera podía sonreír al ver el estado tan afectado de su hermana gótica, la pequeña parecía sufrir alguna especie de trauma profundo—, el cabecita de algodón dijo que sólo iba a caminar un poco y ya se tardó bastante.

    Entonces llamaron a la puerta, cuatro golpes secos, sin ritmo. Ninguna de las hermanas se movió, Las gemelas y la más pequeña de toda la familia llegaron corriendo desde la sala, Lily anunció con una vocecita.

    —Están llamando a la puerta ¿quieren que vaya a abrir?

    —Ya le dijimos que no —Lola hablo primero—, que primero debe de…

    —… saber quién es —Finalizó la rasposa voz de Lana—. Eso es lo que una persona responsable debe hacer.

    —¡YA LLEGUÉ! —La voz de Lincoln tronó desde afuera.

    Después de escuchar el grito, toda pizca de “responsabilidad” se esfumó del semblante de las gemelas. La primera en reaccionar fue la pequeña Lily, quien corriendo fue la primera en alcanzar la puerta de entrada, Lynn y Lana llegaron instantes después.

    La menor de las Loud abrió la puerta con el resto de las hermanas detrás de ella, peleándose entre ellas para poder ver a través del marco de la puerta.

    Frente a las muchachas un sonriente adolescente de pelo blanco sostenía algunas bolsas de plástico negras y tres inconfundibles cajas cuadradas, al verlas las cajas de pizza todas las hermanas empezaron a salivar con anticipación pero lo que llamó la atención de Lily no fue la promesa de una cena deliciosa o las extrañas bolsas que su hermano insistía en esconder detrás de su cuerpo, fueron las marcas debajo de los ojos de Lincoln, había estado llorado.

    —¿Ordenaron pizza chicas?

    Un grito de felicidad fue la respuesta general. Utilizando cada truco y maña que conocía logró llevar las cajas hasta la mesa, y solo entonces sintió la vista de reproche de Luna y Luan “¿De dónde sacaste el dinero?” le dijo Luna moviendo los labios, pero Lincoln le restó importancia al asunto encogiéndose de hombros. El peliblanco ya tenía un plan para evitar las preguntas de sus hermanas mayores.

    Todas las recriminaciones por llegar tarde o comentarios preocupados quedaron en el olvido en cuanto abrió la primer caja, nadie dudó en tomar una rebanada. Últimamente sólo hacían dos comidas al día, sin contar el pequeño almuerzo que todas tomaban en la escuela, en el caso de Luna era en la tienda de discos, por lo que siempre tenían hambre.

    Con comida en sus bocas, el humor grupal empezó a mejorar. Entonces, una vez estuvo completamente seguro que había logrado eludir a sus hermanss, Lincoln notó una nueva silla vacía y a Lisa llenando dos platos con tres rebanadas de pizza cada uno. Recordó la conversación con Lucy y supuso que ambas continuarían con sus investigaciones de su proyecto “secreto”, las ayudaría en cuanto se lo pidieran, su época de solucionar los problemas de sus hermanas a cambio de su dignidad se había acabado.

    Inmerso como estaba, oyendo como siempre las conversaciones que surgían de un extremo de la mesa y terminaban en el contrario, contemplado las paredes y muebles tan conocidos de su hogar y a sus hermanas devorando lo que tuvieran enfrente; Lincoln obtuvo lo que quería, un sentimiento de normalidad. Pero casi inmediatamente después descubrió que en cada cosa que contemplaba había algún cambio causado por el lento paso del tiempo: las gemelas tenían ahora una dentadura perfecta, a Lisa empezaban a crecerle algunos dientes propios y ni Leni ni Lori estaban comiendo con ellos… físicamente al menos pues Leni estaba muy ocupada saliendo al patio trasero para entrar segundos después y volver a salir; la ilusión de bienestar se rompió al fin cuando vio a Lily sonriendo y sacándole la lengua a modo de juego a Luan.

    Sus ojos se llenaron poco a poco de agua hasta que se comenzó a derramar el contenido sobre sus mejillas, en un último intento obstinado para no llorar mantuvo la sonrisa en su rostro y se limitó a guardar silencio. Quedándose quieto en la silla, al margen de todas las conversaciones.

    —Papi… ¿Por qué lloras? —La primera en darse cuenta del estado deprimido de su guardián, como siempre, fue Lily—, ¿te sucedió algo malo mientras estabas fuera?

    —¿Qué…? no, no me pasó nada —Cuando Lincoln alzó la vista se encontró con seis pares de ojos viéndolo atentamente, con una mano se limpió las pocas lágrimas de la cara aunque estaba por derramar más—, no me pasó absolutamente nada, mi nena Linda. Estoy llorando para desquitar el dinero que gasté en darles de comer… —se sorbió la nariz y continuó hablando entre su sonrisa fingida y un llanto que ya no lograba contener—, todos mis ahorros desperdiciados, en ustedes chicas.

    El llanto del muchacho se hizo más amargo pero la mayoría de sus hermanas ya no le prestaban atención, estaban todavía muy afectadas por el extraño comportamiento de Lucy como para notar la forma en la que su único hermano se esforzaba por no derrumbarse frente a ellas a causa de las noticias concernientes a su mejor amiga.

    -o-

    Lisa estaba entrando a la cocina, el bocado de su pizza de queso por fin comenzaba a enfriarse lo suficiente para poder masticarlo y tragarlo cuando oyó un ruido, una de las cajas del sótano se había caído.

    Lisa se quedó inmóvil al inicio de la escalera. Sin atreverse a bajar.

    Más que el ruido de las cosas cayendo al suelo, le asustó el silencio absoluto que le siguió a dicho escándalo.

    Nerviosa, Lisa volteó hacía el comedor, donde hace mucho tiempo estaba “la mesa de los grandes”, ahí, rodeado por un ambiente de relajación y disfrute, su hermano mayor con lágrimas en los ojos estaba haciendo un esfuerzo casi inhumano para mantener la sonrisa en su rostro mientras le servía al resto una segunda ronda de pizza.

    La pequeña científica regresó la mirada hacía el sótano, creyendo ver un par de ojos brillantes allí abajo, observándola con la atención de un depredador hambriento. Sin embargo la parte racional de su cerebro le recordó que realmente no podía ver nada, el lugar estaba a oscuras, algo extraño incluso para Lucy ya que cada vez que la gótica se internaba en lugares tenebrosos para leer a solas siempre llevaba consigo una linterna para poder ver libremente a su alrededor.

    Murmurando palabras, que bajo ninguna circunstancia exclamaría frente a su familia en voz alta, Lisa empezó su descenso al sótano. No quería volver la situación entre Lucy y ella más incómoda por lo que tampoco se molestó en encender la luz sin consultarlo antes con la pelinegra.

    A medio camino, en el descanso intermedio de las escaleras, Lisa se detuvo con el corazón palpitando a toda velocidad contra su pequeño pecho pues alcanzó a distinguir un cuerpo arrodillado contra la pared donde habían estado grabando con láser las runas. Era Lucy, su hermana mayor, la otra persona en la casa capaz de dejar de lado sus propias actividades para escuchar sobre sus problemas.

    La gótica parecía estar revisando los símbolos inscritos con su máquina laser… solo que lo estaba haciendo de manera peculiar, el brazo que no ocupaba para apoyarse, el izquierdo, estaba completamente rígido a un lado de su cuerpo, el brazo derecho estaba descansando escuetamente sobre la libreta forrada en cuero negro en la que había estado escribiendo de manera neurótica desde que regresó a casa, y parecía estar lamiendo la inscripción criptica gravada más recientemente pues tenía la boca demasiado cerca de la misma, por la extraña postura de la cabeza de su hermana mayor, y debido a que su imaginación infantil estaba demasiado excitada debido al miedo, a Lisa le pareció que Lucy estaba leyendo la inscripción con ojos que le salían desde la garganta.

    Estaba tan concentrada observando a su hermana, que Lisa no notó como uno de sus pies resbalaba por la superficie de uno de los escalones y caía al que le seguía debajo, ocasionando que la pequeña científica casi se cayera por las escaleras. Al oír el ruido a sus espaldas, Lucy cerró la boca, se dio la vuelta y vio a su hermana menor recobrando el equilibrio; Lisa la saludó con la mano, aún más nerviosa que antes.

    —Traigo comida, unidad fraternal mayor —dijo Lisa sintiendo vergüenza del miedo que reflejaba su voz—, no puedes negarte a cenar.

    Al terminar de bajar, la castaña dejó los platos sobre la lavadora y alcanzó el interruptor, sin preguntar por el permiso de su hermana mayor, como había planeado que haría, encendió las luces.

    Nada sucedió.

    Más nerviosa que antes lo intentó varias veces, obteniendo el mismo resultado en todos los intentos

    —Esta fase la tenemos que hacer a oscuras —como siempre, Lisa no sintió a su hermana acercarse pero esta vez el susto al notarla aparecer a su lado fue mayor—, por eso tomé la libertad de retirar la bombilla.

    El techo del sótano medía dos metros y medio de altura, ni siquiera Lynn podía brincar tan alto. La respiración se le empezó a acelerar a Lisa mientras extraños pensamientos empezaban a acosarla «mi cuarto no es el único lugar donde hay riesgos de resultar contaminada con algún químico peligroso o tenido contacto con un sobre-estimulante físico, y Lucy ha pasado últimamente mucho tiempo en mi cuarto... tendría que investigar, hacerle estudios, tendría que… ponerla en cuarentena.»

    —Usé la escalera —un solitario dedo pálido señalo una escalera plegable en el fondo de la habitación—, ni siquiera Lynn puede alcanzar el techo.

    Sin decir más, Lucy tomó uno de los platos que descansaban sobre la lavadora y se quedó viendo lo que contenía. Al ver la forma dubitativa con la que su hermana mayor miraba la comida, Lisa creyó, si hubiera sido una niña más normal lo llamaría “intuición”, que su hermana había olvidado o no reconocía las características de la pizza, parecía confundida ante el platillo.

    Después de unos inquietantes segundos, la gótica se metió una de las rebanas a la boca y masticó.

    —Discúlpame, entre que el cuarto está oscuro y el cabello sobre los ojos no puedo ver muy bien…

    El siseo de cigarra sonó levemente tan pronto como Lucy terminó de decir aquello.

    -o-

    Lincoln puso las bolsas negras con los obsequios entre los viejos peluches de Lola, hacía años que la pequeña princesa había dejado de buscarlos y a Lily no le gustaban tanto los muñecos de felpa como para meterse al oscuro armario de blancos a husmear por su cuenta.

    Sacó la cabeza por el marco de la puerta y al comprobar que no había muros en la costa cerró tras de sí el armario de blancos y avanzó hasta su nueva habitación, al abrir la puerta se topó con su hermana mayor de espaldas a la puerta; Leni estaba sentada en la antigua cama de Lori, viendo fijamente la avenida Franklin a través de la ventana. Con el rostro encendido, Lincoln cerró la puerta rápidamente

    —¡Lo siento Leni, no quise espiar! —había hablado sin pensar, Luna, que acababa de salir del baño, con una mirada entre preocupación y reproche se metió a su habitación sin molestarse por corregir a su único hermano.

    —Lo siento Lu, supongo que me ganó la costumbre —le dijo Lincoln a la puerta cerrándose de la habitación de sus hermanas mayores—, no… no importa.

    Otra vez sólo en el pasillo, Lincoln volvió a abrir la puerta del dormitorio, su hermana de cabello dorado ya no estaba en ningún lado. «¿Cómo se sentirá estar en su lugar?» pensó mientras se sentaba en su cama, la misma en la que estaba sentada hace unos momentos Leni.

    Un leve jaloneo en su manga sacó al peliblanco de su nube de pensamientos, al voltear hacia abajo vio a su hermanita bebé, Lily, quien le ofrecía una solitaria galleta amarilla.

    —Linky, mira lo que me dio Lucy — la pequeña tenía en el rostro y sobre los hombros algunas migajas—, antes eran bastantes galletas pero entonces ocurrió algo y…

    Mientras le quitaba las migajas de encima, Lincoln escuchó atentamente las excusas que le estaba contando Lily para explicar por qué no le había guardado más que una única galleta. Lincoln siempre se sorprendía al oírla hablar, la nena lo hacía tan claramente y con tanta naturalidad que estaba seguro que Lisa tenía algo que ver con ese pequeño logro.

    —… y es por eso que sólo quedó esta galleta, pero quiero que tú la comas, la guardé especialmente para ti, papi.

    Al escuchar esas palabras, Lincoln sintió como un calor agradable comenzaba a inundar su corazón. Con una gran sonrisa tomó la galleta de la manita de su hermana bebé, y al hacerlo sintió como uno de sus ojos temblaba y la sonrisa comenzaba a empequeñecerse; la galleta estaba fría y aguada, seguramente la nena la había tenido en la mano todo el rato mientras devoraba el resto y cuando descubrió que esa ya no estaba crujiente simplemente decidió que no la comería.

    Aun así, Lincoln colocó la golosina en su boca y masticó, al hacerlo el rostro de la niña rubia se iluminó con una alegría pura. Con un grito agudo, Lily se arrojó a los brazos de su hermano mayor, le llenó la frente y una mejilla de besos con sus labiecitos húmedos y viscosos. De repente la galleta ya no estaba tan mal e incluso la sonrisa volvió a su rostro con una intensidad renovada.

    Tras babear a su hermano mayor, Lily salió corriendo de la habitación con una sonrisa de oreja a oreja, al pasar por la puerta tuvo que tener cuidado puesto que Lynn Jr. estaba recargada en el marco de la misma. La deportista había visto toda la escena. Cuando ambos se quedaron finalmente solos le habló a su hermano.

    —¿Sabes? Recuerdo que papá hacía eso cuando alguna de nosotras no quería comer algo, claro que eso era cuando aún éramos unas bebés —la castaña tenía en el rostro una sonrisa cálida—, sabes… serías un gran padre.

    Los recuerdos de la incómoda escena con Lucy y de la llamada de Lori volvieron a la mente de Lincoln, atormentando su consciencia. De repente la mirada intensa que le dedicaba su hermana lo puso muy incómodo.
     
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    Sylar Diaz

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    Título:
    Say it LOUD! 01
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    5160
    Cuando Lincoln abrió los ojos la madrugada de aquel día domingo, lo primero que vio fue un rostro pálido y marchito justo enfrente del suyo y dos ojos vacíos y muertos viéndolo fijamente. El peliblanco tuvo que morderse la lengua para ahogar un grito que seguramente hubiera despertado a todos en casa.

    Tratando de alejarse ciegamente del fantasma de su hermana, Lincoln se impulsó tanto como pudo hacía atrás, sin embargo calculó mal el brinco y terminó cayendo en el espacio vacío que se formaba entre la cama y la pared. Se quedó quieto tan pronto cayó al suelo, deseando no haber despertado a Lily; no sabía con certeza qué hora era pero el sol aún no salía por lo que no podían ser pasadas las cinco de la madrugada.

    Molesto buscó con la vista a Leni, sin encontrarla en el sitio de la cama donde ella estaba hace unos instantes. Sin embargo, antes de que pudiera levantarse y volver a la cama, Lincoln notó como un mechón de pelo dorado se asomaba por debajo del catre, dudoso de que fuera una buena idea, el peliblanco se agachó a ras del piso para poder ver. Ahí estaba Leni, acurruca en una extraña posición fetal.

    —Hola Lincoln —La aparición esbozó una sonrisa que no podía ni compararse con la que Lincoln solía ver en ese rostro cada mañana cuando las cosas aún eran normales.

    —¿Qué estabas haciendo aquí, Leni? —Lincoln tragó saliva, la posición del cuello de la rubia no era precisamente natural—. ¿Sabes que este es mi cuarto momentáneamente, verdad?

    —Los estaba cuidando —respondió ella a su vez, ignorando la queja de su hermano—, esa cosa está cerca.

    —¿Cosa…?

    Un susurro extraño, como si el zumbar de una mosca pudiera formar palabras, se escuchó desde el techo de la habitación, interrumpiendo la conversación entre los hermanos. Nervioso, Lincoln se paró sobre la cama lo más rápido posible y alcanzó a ver una figura oscura moverse dentro del ducto de ventilación. Agarrándose del borde de la rejilla del ducto y soportando su peso con ambos brazos, Lincoln alcanzó el techo y abrió la rejilla asomando por ella únicamente la cabeza; el ducto estaba vacío. Usando la lámpara de su celular se puso a revisar las paredes metálicas de la ventilación. Vio huellas «¿Cómo es que hay huellas en las paredes y el techo?» pensó. A escasos centímetros de su rostro, también había una mancha de lo que parecía mayonesa y kétchup, Lincoln estuvo a punto de enojarse con Lucy por imaginarse a la pequeña robando la comida del refrigerador para comerla oculta en la oscuridad.

    Acercó una de sus manos a la mancha tanto como pudo sin soltarse del borde, después de dudarlo sólo un instante la tocó levemente con la punta de los dedos. La sustancia blanca parecía flema y definitivamente la roja no era salsa de tomate. No le gustaba imaginar cosas, por lo que en un solo impulso se descolgó y cerró tras de sí la rejilla, con el corazón acelerado se sentó sobre su cama para poder pensar.

    Lincoln ya estaba por levantarse del colchón para ir directamente al cuarto que la gótica compartía con la deportista para confrontar directamente a Lucy cuando su teléfono vibró desde la mesita de noche, provocándole un escalofrío. Cansado de los extraños mensajes con los que Lori le había estado preguntando constantemente sobre el paradero de Ronalda lo revisó rápidamente, decidido a bloquearlo justo después de leer el mensaje; “Flipp's Comida y Combustible te invita a…”

    —¡Maldito Flipp! —exclamó Lincoln furioso sin pensar en guardar silencio. Por la mañana investigaría como bloquear los molestos mensajes.

    Sabía que Lucy, la hermana más peculiar de todas, no era realmente muy cercana a la fashionista, pero llamarle “Cosa” ya era una exageración por parte de Leni. Ya que la rubia no aparecía por ningún lado para preguntarle acerca de su comentario hiriente acerca de su hermana y notando que el reloj del celular marcaba cuatro horas después de la media noche, Lincoln volvió a recostarse en la cama y cerró los ojos, no estaba entre sus planes madrugar un domingo.

    Pero sin importar cuanto lo intentase, el sueño lo eludía. Después de algunos minutos dando vueltas en la cama intentando dormirse, el peliblanco oyó un llanto quedito, sus parpados se despegaron cual resortes, fue necesario que dejara pasar algunos segundos sin moverse para volver a escuchar el llanto, venía de la cama al lado de la suya. Sin hablar se acercó a la lecho de su hermanita bebé.

    —¿Qué pasa solecito? ¿No puedes dormir?

    No tenía la linterna de su celular encendida, y por la oscuridad reinante en la habitación no podía distinguir realmente nada de lo que le rodeaba, pero sintió claramente como una manita se cerraba alrededor de su brazo pidiéndole silenciosamente que se acercara un poco más. Y tan pronto como se acercó a Lily, su nariz notó un penetrante olor agrio. Cuando finalmente pudo acostumbrarse nuevamente a la falta de luz, Lincoln notó a su hermanita abrazar con todas sus fuerzas a bun-bun. Lo más preocupante para él era ver a la niña llorar.

    —Lily —dijo el peliblanco mientras se arrodillaba al lado de la cama—. ¿Qué pasó, nena? ¿Qué tienes?

    —Papi… me desperté para ir al baño —empezó a balbucear la pequeña mientras intentaba limpiar sus lágrimas con el dorso de la mano de su hermano mayor—. Pero entonces oí ruidos en las tuberías y me dio miedo… y yo… y yo… no pude aguantarme.

    Lily volvió a llorar, está vez sin contenerse. Lincoln no la juzgó, le llevaba poco más de diez años y aun así también estuvo a punto de hacerse encima por los mismos ruidos en los ductos.

    Además, hacerla sentir segura y protegida era su trabajo como hermano mayor. Así como estaba, con un pie arrodillado y la rodilla del otro apoyada en el costado de la cama, Lincoln sacó a Lily de las cobijas y la abrazó sentándola sobre su pierna, sin importarle mancharse también del “accidente” de su hermana menor. La niña no se calmó inmediatamente, pero el apapacho fue suficiente para que lo viera directamente a los ojos, él le sonrió y le secó las lágrimas con la manga de la pijama.

    —Ahora debemos ir al baño, limpiarte y cambiarte de ropa ¿sí? —le dijo Lincoln con voz dulce. Ella asintió antes de abrazarse con sus bracitos al cuello de su hermano mayor para que le resultara a él más fácil cargarla.

    Sosteniendo a la pequeña con una de sus manos, Lincoln tomó con la otra una playera amarilla y unos pantalones purpuras, ambos herencias de Luna y Luan, de la cómoda de la niña, y cargando todo entró al baño. Preparó el agua para una ducha rápida, desvistió a Lily y se aseguró que se lavara y se secara bien, entonces la vistió una vez más con el pijama nuevo y por sentido común escondió la pijama manchada en el fondo de la canasta de la ropa sucia, Lincoln supuso que Lily querría que nadie se enterara de lo ocurrido.

    Cuando salieron del baño media hora después, Lily se moría en agradecimientos para su hermano mayor mientras le decía que lo quería “mucho, mucho, mucho, mucho”. Escucharla repetirle esa única palabra fue suficiente para derretirle el corazón al albino.

    —Papi —le dijo la niña deteniéndose junto a la cama de su hermano mayor.

    Lincoln se le quedó viendo con una sonrisa.

    —No me digas… quieres que durmamos juntos ¿no es cierto? —Normalmente esa sería una petición a la que él no cedía bajo ninguna circunstancia… normalmente…—, Muy bien, puedes dormir en mi cama… pero sólo por hoy ¿entendido?

    Los ojitos azules de la niña se iluminaron tanto que incluso entre toda la oscuridad él era capaz de distinguir el amor en ellos.

    —¡SÍ! –Exclamó la pequeña con ilusión—. ¡Noche de pijamada!

    Ambos se acostaron en la cama del peliblanco. Lincoln acomodó uno de sus brazos debajo de su cabeza a forma de almohada, pues Lily se había adueñado de la almohada grande… así como de la mayor parte de las cobijas, sin embargo el presentimiento de que no iba a dormir muy bien y de que iba a pasar frio no detuvieron a Lincoln de sonreír y abrazar a la pequeña rubia. Lily amaba estar junto a su hermano, y Lincoln por su parte, adoraba a la nena.

    —¿Linky? —Preguntó la niña en voz baja en medio de la oscuridad.

    —¿Si? —respondió Lincoln sin abrir los ojos.

    —¿Tú me quieres?

    Lincoln no pudo evitar sonreír un poco más. Esa era la pregunta más fácil y más difícil de responder. Acurrucó a su hermana en el espacio que se formaba entre su brazo y su axila, mientras jugaba delicadamente con su pelo dorado.

    —Yo te amo, Lily —le dio un beso en la frente—, ahora descansa, solecito.

    Cuando una respiración suave y pareja comenzó a escapar de la boquita de Lily, Lincoln volvió a besar su frente y se durmió. Pronto, ambos ronquidos se sincronizaron y unidos en un abrazo del más tierno amor, soñaron felices por el resto de la noche.

    Momentos después, cuando Lincoln y Lily ya estaban dormidos, el susto que Lucy les había dado a sus hermanos completamente olvidado ya, por el ducto de ventilación llegó Lisa con su equipo portátil de “detección y retención de material orgánico peligroso”.

    -o-

    El domingo fue un día bastante tranquilo, sin contar las insistentes preguntas de Luna y Luan sobre el origen del dinero con el que había comprado las pizzas de la cena y los obsequios que aún descansaban en el armario de blancos. Después de una noche de poco descanso, Lincoln no estaba en su mejor estado para poder resistir las intenciones de sus hermanas de enterarse y controlar todos los aspectos de su vida por lo que decidió salir de la casa un rato, quizá iría al árcade o a visitar la tienda de Flipp; se había quedado sin cigarrillos y el viejo hombre era el único que le vendería esa clase de productos a un menor de edad.

    Finalmente, y tras visitar el árcade y la tienda de Flipp, Lincoln terminó regresando a casa a las ocho de la noche, justo a tiempo para prepararles una cena ligera a sus hermanas y darle las buenas noches a Lily.

    Quizá si el peliblanco hubiera decidido quedarse en casa como hacía siempre, hubiera descubierto a Lisa tratando de sacarle una muestra de sangre a Lucy o a la misma Lucy robando algunos de los repites y ratones de los terrarios de Lana.

    -o-

    El tan esperado lunes llegó, ese día sería el día en el que Lincoln recuperaría el cariño de su mejor amigo… o moriría en el intento... o algo por el estilo. Claro que además de tener que cumplir con todas sus obligaciones diarias en cada clase, el peliblanco aún tenía que cumplir con sus tradicionales deberes de hermano mayor con la familia.

    Después de salir de la escuela, Lincoln tenía que recoger a Lisa y a las gemelas de la feria de ciencias del segundo grado, pero no estaba en sus planes hacerlo; había aplazado bastante la disculpa que le debía a Clyde, por lo que en secreto de Lynn y de las artistas del hogar arregló con las gemelas y Lisa un plan para poder ausentarse de ese compromiso, estaba muy seguro que al final las tres pedirían una gran compensación por encubrirlo con las mayores, sin embargo ese era la menor de sus preocupaciones. Reunir el valor para hablar con Clyde era la parte difícil.

    El trato con sus hermanas le dejaba un problema menos, pero aun así tenía que atender cuatro clases antes de poder hablar con Clyde durante su breve tiempo juntos en el salón de estudio.

    Con mucho esfuerzo y fuerza de voluntad, Lincoln esperó a aquella hora libre. Después de buscar por los pasillos por diez minutos sin encontrarlo, decidió arriesgarse a buscar en el patio y fue entonces qué vio el tan conocido afro y los lentes de pasta gruesa a través de una de las muchas ventanas que daban a su salón de estudio asignado.

    Mientras se dirigía a la sala común empezó a repasar las palabras que había preparado durante todo el domingo, de repente su discurso le parecía soso, poco convincente. No estaba seguro de que le diría al afroamericano, pero ahora estaba claro que la peor opción era recitarle uno de sus conocidos monólogos pre-ensayados.

    Sintiendo a su estómago retorcerse y sudor escurrir libremente por su espalda, Lincoln trató de utilizar los métodos que le habían enseñado sus hermanas para dominar el pánico mientras se acercaba al salón dónde lo esperaba su amigo, sin embargo los nerviosos se impusieron al final. Por lo que con el corazón latiéndole a toda potencia, abrió la puerta de doble hoja de un empujón que resultó ser demasiado fuerte. El estruendo de las puertas chocando con la pared fue inmenso. Apenado, se cubrió con una mano la cara de la mirada de las decenas de estudiantes que lo voltearon a ver.

    Ahí estaba Clyde, en una de las esquinas más alejadas del frente del salón, Lincoln agradeció en voz baja que el afroamericano estuviera acompañado por Haiku, desde que habían iniciado la secundaría ambos se habían hecho amigos muy cercanos, seguro sería más fácil hablar con su amigo si la gótica permanecía en medio de los dos.

    Con paso firme, Lincoln se acercó a la mesa que la pareja estaba ocupando, era el equivalente a “la mesa pegajosa” que tenían en el comedor de la primaria.

    Haiku lo vio acercarse y después de dudarlo unos segundos le dio un codazo a Clyde quién, después de voltear rápidamente, volvió la mirada hacia delante y sólo tensó un poco los hombros. Cuando Lincoln llegó a su lado, Haiku se permitió mostrar una pequeña sonrisa como saludo para su antigua cita del baile Sadie Hawkins, en cambio Clyde se quedó quieto dándole la espalda al peliblanco.

    —Buenos días, Lincoln… ¿qué trae tu atormentada alma a este lugar?

    Aunque Lincoln no podía ver el rostro de Clyde le pareció que el chico de lentes tensaba aún más el cuerpo mientras que con una mano retorcía una de las páginas de su libreta.

    —Clyde, vengo a pedirte perdón —Cualquier plan que Lincoln hubiera preparado en su corta caminata hasta la mesa había perdido de repente todo valor—, sé que últimamente no he sido una buena persona contigo… pero quiero decirte que puedo cambiar… en verdad que puedo… por nosotros cambiaré —Los ojos de Haiku, antes completamente inexpresivos, se abrieron como platos y un rubor intenso comenzó a adornar sus pálidas mejillas—, no, espera… creo que lo dije mal. —Como era de esperar, el cerebro de Lincoln falló en darse cuenta del malentendido rápidamente—. A lo que me refiero es, que ahora sé cuáles son mis prioridades y quiero recuperar a mi hermano, mi único mejor amigo… — algunas risas y chiflidos, seguramente de Papá Ruedas y sus amigos, se oyeron de fondo obligando a Lincoln a desviar la mirada de Clyde por un momento—, ¿sabes? es agradable tener a alguien con quien contar…

    Lincoln estaba tan nervioso que no se dio cuenta que un pequeño tumulto empezaba a formarse a su alrededor; las clases en la preparatoria regional de Royal Woods podían llegar a ser bastante tranquilas por lo que cualquier cosa que rompiera la acostumbrada rutina llamaba rápidamente la atención.

    Sin embargo puede que aquella atención por parte de sus compañeros de clase si tuviera una buena justificación más allá del simple aburrimiento; y es que durante todo el tiempo que duró Lincoln hablando, Clyde no había volteado a verlo ni una sola vez, en efecto, el chicho de color lo estaba ignorando descaradamente. Los ojos de Haiku empezaron a saltar entre ambos jóvenes, el recuerdo de su última pelea estaba fresca en la mente de todos los estudiantes.

    —¡Oh por favor! —Explotó Lincoln, cediendo finalmente a sus nervios y a la presión que el grupo de mirones ejercía sobre él—. ¿¡Ahora tienes la autoridad moral para juzgarme!? ¿¡TÚ QUÉ SABES DE DESESPERACIÓN!? ¿¡ACASO TIENES UNA IDEA DE LO QUE SE SIENTE VER A TU MADRE LLEGAR A LA UNA DE LA MADRUGADA DE UN TRABAJO HORRIBLE Y QUE ESTÉ TAN CANSADA QUE SE QUEDE DORMIDA EN UN MUGROSO SILLÓN!? ¿¡ACASO ERES CAPAZ DE IMAGINAR COMO ME SIENTO CUANDO VEO A MIS HERMANAS APENAS UNOS CUANTOS AÑOS MAYORES TRABAJAR!? —La voz de Lincoln empezaba a temblar, tenía los puños y los parpados apretados—, ¡LA PERSONA MÁS INOCENTE QUE CONOCÍ ESTÁ ARRUMBADA EN UN HOSPITAL…! No creo que sepas de eso… todo lo que hice yo…

    —Todo lo hiciste por ti… —respondió Clyde mientras se ponía de pie y encaraba a Lincoln—, lo hiciste para probarte y tienes razón, no eres una buena persona Lincoln Loud… tú no eres mi amigo.

    Todos los alumnos que formaban la turba recién reunida esperaban ansiosos una nueva pelea entre esos dos; Haiku, nerviosa, se paró en medio de ambos preparada para intervenir en caso de que ambos nerds recurrieran nuevamente a los puños, sin embargo Lincoln se quedó quieto en su lugar y dejó a McBride marcharse.

    Dudosa sobre qué hacer, Haiku se disculpó con el peliblanco y corrió para alcanzar al moreno. El montón de alumnos sedientos de violencia empezó a dispersarse entre gritos y chiflidos, al final Lincoln se quedó parado en el mismo lugar hasta que el tiempo asignado al salón de estudio terminó.

    Cabizbajo y sin poner mucha atención a ninguna, Lincoln atendió las últimas tres clases del día. De repente no parecía tan mala idea ir a recoger a sus hermanas menores de su tonta feria de ciencias, al menos así podría distraer su mente de las horribles y dolorosamente acertadas palabras que le había dicho quien había sido su amigo más íntimo.

    Estaba preparando su abrigo para abandonar la escuela, inmerso en sus propias reflexiones cuando sintió que lo empujaban con violencia hacia un lado.

    —¡Quítate Blanca Nieves! —Uno de los “amigos” de Chandler pasó a su lado, empujándolo con el hombro. Las burlas se habían intensificado tan pronto como abandonó la escuela primaria, al inicio se burlaron por el peculiar color de su cabello, después, en la segunda mitad de su último año en la secundaria y primero en la preparatoria por las cicatrices que cubrían su rostro y parte de su cuerpo, aunque visto del lado bueno esos últimos comentarios nunca los hacían en su cara, aparentemente las marcas en su piel también le daban cierto aíre amenazante… o asqueroso. Lincoln no se molestó en reclamar por el empujón, no estaba de humor.

    Cuando finalmente salió del edificio, el peliblanco fue recibido por una brisa helada que por poco le vuela el gorro, frente a él se hallaba la comunidad escolar en todo su esplendor, era en esos momentos del día en los que Lincoln se sentía aún más solo: los del club de artes escénicas preparaban la próxima obra de teatro, el equipo de futbol se dirigía al parque para entrenar mientras que Chandler y sus dos amigos se dirigían con una sonrisa en cada rostro a la parte trasera de la escuela a través de un angosto pasillo que se formaba entre el edificio principal de la preparatoria y una pared del pequeño auditorio estudiantil que comparte la escuela con la secundaria. Lincoln los siguió de lejos, pues nunca era una buena noticia ver a ese grupo feliz.

    El trio se detuvo a un costado del edificio principal, en el área designada para estacionar las bicicletas, justo al lado de una bicicleta tándem amarilla… como siempre malas noticias.

    —¿¡Cómo que perdiste mi cámara!? —La voz de Chandler sonó clara a través del eco producido por el angosto pasillo—, ¡MALDITO NEGRO, ME LA PAGARÁS!

    Lincoln sintió su sangre hervir por la adrenalina, nunca le agradó la gente abusiva y menos cuando el abusivo hostigaba a alguno de sus amigos; se acercó dando zancadas grandes ya sin intentar permanecer escondido

    Al acercarse lo suficiente, Lincoln vio que Clyde estaba siendo sujetado desde atrás por Hawk, uno de los acompañantes de Chandler, mientras que Hank y el mismo Chandler se turnaban para golpearlo. Justo cuando Hank se percató de la presencia de Lincoln, el pelirrojo de suéter verde acababa de conectar un buen gancho a la mejilla del afroamericano.

    Para evitar que algún maestro o quien fuera que acompañara al albino viera la escena, el trio soltó a Clyde, quien cayó al suelo como un trapo. Al percatarse de que Lincoln venía solo, Chandler habló.

    —Larry… ¿Qué haces aquí?... —El trio trataba de mantener a un Clyde semi-desmallado oculto detrás de ellos, por lo que se mantenían muy juntos, casi hombro con hombro—. ¿No tienes basura que vender… o ineptos que estafar?

    Lincoln, que no había parado de acercarse, corrió el último tramo hacía el grupo y dando un paso a solo centímetros de distancia soltó un fuerte golpe al rostro del pelirrojo. Chandler esquivó sin esfuerzo el puño que se dirigía a su rostro, pero por estar ambos tan cerca y en un espacio tan reducido no pudo hacer lo mismo con el codo que sí logró conectar con la nariz. El bravucón cayó al suelo mientras la cara se le llenaba de un líquido rojo obscuro que brotaba desde su nariz.

    —¡Clyde, levántate! —Gritó Lincoln mientras le daba una patada en el rostro al joven caído. El adolescente de lentes logró rodar lejos del altercado mientras Lincoln se agachaba para esquivar un gancho de Hawk—. ¡Corre y pide ayuda! —Lincoln hubiera gritado algo más pero un fuerte golpe de Hank en el estómago le sacó todo el aíre, y pensaba que Lynn tenía la mano pesada—… Mierda…

    McBride no era peleador, pero al ver la situación en la que se encontraban se dio cuenta rápidamente que Lincoln no podría enfrentar a los tres abusivos él solo, por lo que decidió ayudar de la mejor forma en la que le era posible: se aferró a las piernas de Hank dándole valiosos segundos al pecoso para medio reponerse del golpe.

    Al lograr recuperar parcialmente el aliento y poder abrir los ojos sólo para ver que Hawk volvía a la carga hecho una furia, Lincoln apenas y logró patearlo en la espinilla, deteniendo casi instantáneamente al gordo quien lanzó un chillido de dolor. A esa patada le siguió otra un poco más fuerte dirigida a la entrepierna, dejando al grandote fuera de combate momentáneamente.

    Viendo que sólo uno de los tres buscapleitos permanecía de píe, Lincoln usó todo su peso para empujar a Hank y hacerlo caer, pero el del peinado punk lo sujetó del cuello del suéter y utilizando el impulso recibido y una llave básica de Judo sacó volando varios metros al albino. Después de darle un pisotón a Clyde para quitárselo de encima y sin perder tiempo Hank se aventó sobre el peliblanco. Los dos adolescentes se retorcían en el suelo mientras intentaban darse rodillazos y se molían a golpes. Por experiencia, Lincoln sabía que contaba con solo momentos antes que Chandler o Hawk se recuperaran de los golpes y se uniera a la pelea con furia asesina.

    Lincoln en un intento desesperado le picó un ojo al abusivo y luego lo sujetó de su mohicana levantando un poco su rostro para asestar un ben golpe. El gordo logró girar la cabeza un poco para amortiguar el puñetazo con la parte blanda del rostro, pero no logró hacer nada ante el cabezazo que siguió y lo dejó viendo estrellas.

    —¡Ya quiero ver la reacción de tu “papichulo” cuando no te encuentre los porros de “María” ni el dinero! —Aprovechando que tenía al bravucón sujeto entre sus pies, Lincoln le dio un último codazo en la nariz y lo dejó caer al suelo mientras recuperaba el aliento y se guardaba algo en los bolsillos del pantalón.

    —Las clases de Lynn… sí que sirven… ¡Yey!

    —¡Cuidado! —Lincoln oyó el grito de Clyde, pero no pudo reaccionar a tiempo para evitar a Chandler, quien se le abalanzó y lo agarró por la espalda, levantándolo en el aire un instante antes de azotarlo contra el piso de concreto.

    Su cabeza rebotó contra la losa, por un momento todo estuvo en calma. Vio cada detalle en las paredes de ladrillo, vio a Clyde gritando en cámara lenta… vio los ojos verdes de Jordan chica que lo miraban aterrada en medio de una pequeña turba de alumnos desde un extremo alejado del pasillo… y vio a Chandler acercarse corriendo, su suéter de lana verde estaba lleno de manchas de sangre y un destello de odio puro refulgía en sus ojos.

    El abusador se arrodilló sobre el albino y lo golpeó con la fuerza propia de los dementes, Lincoln alcanzó a levantar los brazos para cubrirse el rostro y así bloquear algunos golpes que le lanzaba, pero recibía más de los que atajaba.

    Parecía que Chandler le abriría la cabeza a Lincoln a puñetazo limpió cuando de repente una sombra se posó sobre el abusivo y el peliblanco, Clyde había sacado el libro de historia de su mochila y golpeó al pelirrojo con él. Poco más de quinientas hojas bastaron para quitarle las ganas de pelear al chico McCann.

    Lincoln aprovechó el momento de debilidad de su atacante para empujarlo con las fuerzas que le quedaban y quitárselo de encima.

    Cuando Lincoln se levantó por fin, le dio una última patada a Chandler en el rostro, como venganza por siempre olvidar su nombre y otra en la entrepierna por el puro placer de hacerlo.

    Lo que había visto Lincoln de reojo durante la pelea era verdad: un grupo de alumnos curiosos y ávidos de violencia de todos los grados se había reunido en uno de los extremos del pasillo justo cuando la pelea ya estaba terminando, todo lo que vieron la gran mayoría de espectadores fue a tres de los bravucones más temidos tirados en el suelo, dos de ellos con sangre cubriéndoles los rostros y a otro llorando con una mano en su parte noble y la otra en su pierna derecha, no fueron pocos los que sacaron su celular para filmar la escena, y ahí, en medio del caos se alzaba Lincoln, golpeado pero victorioso. Muchos quisieron acercarse y felicitarlo por ganar la pelea, pero la severa voz de la directora ya se podía distinguir a lo lejos.

    El pánico se apoderó de Lincoln, sin preguntar o pedir permiso se subió a la bicicleta tándem amarilla justo cuando Clyde alcanzaba a salir de la multitud y entre los dos se alejaron pedaleando a toda velocidad.

    Pedalearon como dementes hasta llegar a la avenida Moore, el punto medio entre las casas de ambos jóvenes, apenado Lincoln se bajó de la bicicleta.

    —Espera a que mis padres se enteren que participe en una pelea y subí a alguien sin casco a la bici en el mismo día…

    —… Sí… fue un día loco —por primera vez ambos chicos pudieron verse con calma, ambos estaban muy golpeados; el labio y la nariz de Lincoln habían estado sangrado casi todo el viaje mientras que Clyde tenía un ojo morado y los lentes rotos—, Clyde… ¿puedo preguntarte por qué te quería muerto Chandler?

    —Acabo de entrar en el club de baseball, y como nuestros vestidores están muy cerca del equipo de atletismo… me ordenó que escondiera una cámara en los lockers de las chicas… —confesó ruborizado McBride

    —… pero no lo hiciste —completó Lincoln.

    —no, no lo hice —concluyó Clyde.

    Ambos compartieron una sonrisa, por primera vez en sus vidas habían llevado la contraria a sus antiguos verdugos y sorpresivamente habían resultado triunfantes en la pelea.

    —Supongo que nos veremos luego… amigo —se despidió Clyde.

    —¿Eso significa que Clyncoln McLoud vuelve al juego? —preguntó Lincoln con una sonrisa de dientes sanguinolentos.

    —… No tientes tan rápido tu suerte Loud, recuerda que yo noqueé a Chandler McCann de un solo golpe —bromeó el chico con los lentes estrellados.

    Ambos compartieron una última carcajada, como en los viejos tiempos.

    -o-

    Cuando Lincoln llegó a su casa se encontró con un lugar vacío, una nota dejada en el refrigerador por Luna y Luan para Lynn indicaba que las dos mayores se habían llevado a Lily a la primaria para ir a recoger a Lisa y a las gemelas para llevarlas al cine, la nota estaba dirigida para Lynn puesto que ella siempre llegaba tarde por sus entrenamientos. Gracias a la nota Lincoln dedujo que en casa solo estaba Lucy. Sin perder más tiempo, el albino se encaminó al sótano, dispuesto a encarar a su hermana sobre su “proyecto secreto” y quien sabe, tal vez incluso la llevaría hasta el corazón de la Roca de la Eternidad para facilitar la recuperación de Leni y comenzar a enseñarle magia.

    Apenas abrió la puerta para descender al sótano, Lincoln supo que algo estaba mal; un olor a huevo podrido llenó su nariz obligándolo a retroceder mientras tosía; habían utilizado demasiada magia muy poderosa ahí abajo.

    La bombilla no encendía, pero eso no le importó al albino, bajó la escalera de dos en dos escalones, esperando ver a su hermana en muy mal estado… o peor.

    Saltó los últimos tres escalones y llegó al fondo, frente a él estaba un circulo de runas y símbolos arcanos, el portal en el que las hermanas habían estado trabajando todo el fin de semana. Sorprendentemente todo parecía indicar que había funcionado correctamente, Lincoln avanzó varios pasos en la penumbra para comprobar el estado del portal antes que se tropezara con un objeto suave, al agacharse se percató que era un cuerpo pequeño, era Lisa.

    La pequeña sabelotodo tenía los cabellos completamente erizados y los ojos cerrados, una cicatriz recién hecha se hallaba en el parpado de su ojo falso. Acercó su dedo índice a la pequeña nariz y se tranquilizó considerablemente al sentir la respiración rítmica de su hermanita.

    Hubiera llamado en ese instante a emergencias pero aún necesitaba encontrar a Lucy, dejó a su hermana genio delicadamente sobre el suelo, respiró profundo y corrió hacía el portal. Segundos después Lincoln se encontraba en la sala del trono de la Roca de la Eternidad. Nada parecía haber cambiado, estaba a punto de regresar y buscar a su hermana gótica en el laberinto de los pasillos vacíos cuando oyó una risa hueca detrás de él.

    Al voltearse vio a Lucy de pie sobre el trono de piedra, entre sus manos sostenía la pequeña antorcha de fuego vivo que originalmente descansaba en un pedestal a un lado del trono.

    Utilizando ambas manos, la niña pelinegra levantó la antorcha por sobre su cabeza y se roció encima las cenizas sin importarle quemarse, entonces arrojó el velón tan lejos como pudo antes de sonreír como nunca lo había hecho Lucy Loud. Lincoln quiso hablarle pero su hermanita le ganó la palabra, manteniendo la sonrisa tensa sobre su rostro, una voz pronunció una única palabra:

    —¡SHAZAM!
     
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    4609
    La alarma de proximidad del reloj nuclear sonó a media noche, despertando a Lisa de una de sus siestas de cuatro horas.

    Sin muchas ganas de abandonar su cama, la pequeña activó con su señalador laser la pantalla táctil y la enlazó con la cámara que respondía con la alarma activada; bostezó, se talló su ojo bueno y se puso los lentes.

    Aún estaba medio dormida cuando se decidió a salir de la cama y acercarse al pequeño monitor, sin embargo lo que vio en la pantalla la despabiló por completo: una niña de cabellera negra se deslizaba por los ductos de ventilación, hasta ahí todo era normal, una noche común con Lucy merodeando por la casa. Todo era normal hasta que la vio intentando atravesar la rejilla que daba al cuarto de Lincoln, cuando finalmente desistió de pasar por ahí, la gótica retrocedió algunos pasos y retorciendo la espalda vomitó un objeto en una esquina.

    Alarmada, Lisa se puso su traje contra peligros biológicos y salió corriendo del cuarto.

    -o-

    Varias voces de niños gritando y cantando hicieron que Lisa se distrajera de la pantalla de su celular. Rara vez alguno de sus compañeros se aventuraba a los juegos más alejados del patio. Desde el accidente en Vanzilla la pequeña científica elegía pasar el descanso ahí justamente por esa razón, no le gustaban las interrupciones de ningún tipo cuando investigaba, lo que hacía siempre.

    La castaña mantenía el dispositivo móvil conectado a su pequeño señalador laser cilíndrico que se sujetaba a su mochila. El dispositivo contenía una serie de artilugios diversos; uno de ellos era un control remoto a un dron con cámara, al cual movió a una zona conveniente y enfocó para obtener una vista completa del área que rodeaba la torre de madera con resbaladilla donde se encontraba escondida.

    Un grupo de tres chicos era encabezado por una niña a la que Lisa conocía demasiado bien, el par acompañó a su líder morena hasta la base de la resbaladilla.

    —Dudo que ella te quiera ayudar —dijo el niño gordo con una corona de cartón.

    —Yo apuesto a que ni siquiera le podrás hablar —respondió a su vez una niña con enormes dientes frontales.

    La niña morena con corte de hongo no les prestó atención a sus compañeros, avanzó por su cuenta algunos pasos más hasta acercarse a la escalera de madera de la torre de juegos. Se activó una alarma en la pantalla del celular de Lisa tan pronto como la niña tocó uno de los peldaños para subir, sin pensarlo la castaña oprimió un botón en su señalador y la apagó.

    Aunque la visitante ya sabía que Lisa estaba al tanto de su presencia, tocó con una moneda varias veces el pasamanos metálico para hacer un último aviso, su respuesta fueron tres pitidos electrónicos.

    Con ritmo calmo, la niña morena subió algunos escalones hasta que su cabeza alcanzó a asomar a la plataforma protegida del sol por un pequeño techo. Ahí estaba Lisa, sentada en el último nivel de la torre, utilizando su “laboratorio” móvil.

    —Darcy, cualquiera que sea tu problema puedo asegurarte que no podré ayudarte si te quedas allá —La niña no tardó en acercarse a su mejor amiga con una sonrisa, sin pedir permiso se sentó a su lado y guardó silencio. Sabía que no hacía falta preguntarle a la niña Loud qué estaba haciendo.

    —Estoy analizando unas muestras —respondió Lisa a la pregunta no formulada—, dame un segundo para que termine con esto y podremos hablar más tranquilamente.

    La pantalla del celular mostraba una barra de progreso, el aparato indicaba que estaba por terminar el proceso de análisis.

    —¿Puedo saber qué es lo que analizas?

    —No… —contestó rápidamente Lisa—, sé que te he dicho de forma incansable que siempre es bueno averiguar cosas nuevas, pero esto es personal. Perdón por no poder mostrarte.

    La pantalla emitió un destello azul y otro verde, Darcy conocía lo suficiente la simbología que usaba Lisa para interpretar el resultado.

    —Entonces… estabas analizando muestras de un insecto que no se responde con ninguna alimaña terrestre ¿algo así como una abeja alíen?

    Cualquier niño tonto sabía que no era buena idea estorbarle o interrumpir a Lisa Loud. Si el niño no era tonto incluso podría adivinar que era una peor idea insistir en interrumpirla o estorbarle.

    Darcy podría ser adorable, pero no tonta.

    Lisa siempre mostraba el aire de suficiencia y apatía en público, pero el asunto era diferente cuando la única que estaba cerca era Darcy. Ahora ambas estaban solas, en el juego más alto y alejado del patio, los rayos del sol las bañaban con una calidez reconfortante, relajándolas.

    —Obtuve esta muestra en casa, así que a no ser que exista un organismo que sólo pueda vivir en mi patio trasero… estamos ante algo grande Dars…

    Darcy guardó silencio y pensó en el problema que se presentaba ante su amiga, lo poco que sabía de los insectos era que son alimañas que viven de la destrucción, devorando todo lo que pueden hasta dejarlo todo muerto y entonces simplemente se mudan a otro lugar para seguir devorando todo. No dijo nada, segura que Lisa había llegado ya a la misma idea por su cuenta.

    Era algo bastante grave, si Lisa que siempre estaba rodeada de artefactos geniales de su misma invención: botas especiales que podían hacerla caminar por cualquier superficie, una mochila con brazos mecanizados por si era necesario una mayor fuerza o utilizar varias herramientas a la vez, y el más grandioso y útil de todos los inventos, un pequeño cilindro cromado con múltiples funciones impulsado con la energía casi ilimitada de una, muy controlada, fusión nuclear y todo eso oculto con una carcasa de señalador laser que Lisa se pasaba en esos momentos de mano a mano mientras pensaba. Sí, si Lisa estaba nerviosa incluso con toda su capacidad e ingenio, se trataba de algo grave.

    —Y… dime Darcy ¿Qué interrumpió tu sesión de juego en los columpios? —Lisa quería cambiar de tema—. ¿Acaso alguno de esos niños te obligó a…?

    —No chica… este es el problema.

    Darcy le mostró una Tablet rota, una parte de la carcasa, pintada con la mejor imitación de oro que la castaña recordara haber visto, estaba torcida y la pantalla aboyada. Al ver el aparato dañado, Lisa volvió a fijar en su rostro su conocida expresión apática, por un momento se había preocupado genuinamente por su amiga.

    —Por favor vete, no volveré a arreglar tus juguetes… o al menos búscame cuando no esté ocupada con algo tan importante.

    Los ojos de la morena se llenaron de lágrimas.

    —Porfis Lisa, no tengo dinero para pagarle a alguien para que componga a Skeets y mi papi me pidió que lo cuidara y yo… —de pronto, casi como si no hubiese estado sonriendo de oreja a oreja tan solo instantes antes, Darcy luchaba para no llorar.

    Lisa alzó una ceja y, por primera vez en el día, sintió su voluntad flaquear.

    —Si era un asunto tan importante ¿Por qué trajiste el aparato a la escuela? —Respondió Lisa, tratando de mantenerse firme.

    —¡Fue un accidente! Lo llevé a los columpios para presumir el juego que acababa de descargar y uno de los chicos me empujó y la pantalla se golpeó con el suelo y sé que debí obedecer a mi papi pero yo…

    —Sí, debiste hacerlo. Fue una decisión tonta el rodear un aparato tan frágil como lo es tu Tablet nueva de una horda de niños hiperactivos —Respondió Lisa tomando con cuidado el ahora inservible rectángulo dorado.

    —Entonces… ¿Qué vas a hacer, Lis? —Darcy se había acercado para poner una de sus manos en la rodilla de su amiga, una sonrisa de oreja a oreja apareció en el rostro de la morena. Ya no estaba hablando sobre su Tablet.

    —Bueno, no hay nada que no pueda arreglar ¿cierto? —Lisa le devolvió la sonrisa, entendiendo perfectamente a que se refería su amiga.

    -o-

    Tan pronto como acabaron las clases de aquel día lunes, Lisa caminó lentamente hacia su casa, necesitaba todo el tiempo disponible para preparar un plan para enfrentar a esa cosa que estaba enfermando a Lucy.

    Además, realmente no le importaba el resultado de la feria de ciencias; sabía que Darcy ganaría y no sólo por utilizar un aparato diseñado por ella misma sino por la excepcional habilidad con la que lo había construido su amiga. Simplemente tenía el concurso en la bolsa y tanto ella como Lincoln lo sabían, por eso se sorprendió cuando su hermano mayor les pidió a las gemelas y a ella por medio de un mensaje de texto que lo encubrieran de Luna y Luan. ¿Acaso su hermano mayor no planeaba aprovecharse también de este evento para apostar a la segura?

    La peor parte fue que ese imprevisto le atrajo más problemas a la pequeña genio ya que ahora creía que sería virtualmente imposible el convencer a Lola y Lana para que la cubrieran también a ella con las mayores pero, sorpresivamente, el par de rubias accedió feliz a quedarse a solas con la amiga de Lisa, Lola incluso le dio un billete de diez dólares para que la pequeña castaña pagara un taxi para que llegara sin complicaciones a la casa.

    Al final, Lisa no utilizó el dinero pero eso nunca se lo diría a la joven reina de belleza.

    Apenas abrió la puerta de su hogar, Lisa se encontró con que Luna y Luan saldrían al cine junto con Lily. Nerviosa ante este inesperado buen gesto, y previendo que la invitarían también a ella, la niña genio inventó una larga y muy poco creíble historia sobre su presencia prematura en la casa; las dos hermanas mayores la ignoraron mientras se aseguraban de llevar todo lo necesario. A último momento las castañas la invitaron a acompañarlas más por cortesía que por gusto a su compañía y como ya preveían la de lentes declinó la oferta.

    —Lisa, no quemes la casa —decía Luna mientras envolvía a Lily en suéteres—, tú y Lucy estarán solas hasta que llegue Lynn… lo digo en serio, chica, no hagan estupideces mientras no estamos.

    Sin esperar una respuesta, las tres hermanas salieron a la calle tras un portazo, dejando a Lisa sola.

    Ya no había nada que la detuviera, mentalmente repasó su improvisado plan de acción y se puso en marcha. Empuñando su señalador laser y conectándolo a la pantalla de su celular, comprobó por medio de las cámaras distribuidas por toda la casa que su objetivo no estuviera escondido en otra habitación y armándose de valor abrió la puerta del sótano; un soplo de aire frio fue lo primero que la recibió, y aunque eran los días helados de inicios del invierno no pudo sino sentir náuseas y repulsión ante algo que debería haberle parecido lo más común dadas las circunstancias.

    Superando a medias su mareo, Lisa intentó encender la luz de las escaleras por medio del apagador, como ya esperaba no sucedió nada.

    Sin embargo no dejó que eso la desalentara. Por medio de su señalador laser multiusos desplegó un par de brazos metálicos, diseñados para ocultarse en los extremos de su mochila y sin perder más tiempo activó las lámparas led instaladas en los extremos de cada extremidad, entre ambas fuentes de luz se lograba una intensidad de casi 8000 lumens, luz suficiente como para bucear en las aguas más profundas o para infligirle una ceguera permanente a cualquiera.

    La castaña bajó rápidamente las escaleras hasta llegar al descanso intermedio, desde ahí desplegó un par de brazos más gruesos que los anteriores, “para contención del sujeto” y enfocó sus dos faros hacia la pared donde había estado trabajando junto a Lucy, como ya esperaba ahí estaba de pie la gótica; escribiendo en medio del circulo formado por los símbolos arcanos, inscritos durante el fin de semana por las máquinas de Lisa, con lo que parecía pintura roja.

    Habiéndola ubicado, Lisa bajó más lentamente los últimos escalones sin hablar y sin despegar el halo de luz de la espalda de su hermana. Cuando estuvo más cerca pudo distinguir lo que Lucy estaba escribiendo, siete runas de menor tamaño en seis conjuntos diferentes, cada grupo contenía las mismas runas que los demás sólo que estas estaban dispuestas en órdenes completamente diferentes. La pelinegra apenas estaba terminando el quinto símbolo del séptimo conjunto cuando Lisa llegó al piso de concreto.

    —Lisa Loud… ¿Sabes cuál fue la primer pregunta que me hice cuando llegué a este horrible lugar que ustedes los mortales llaman “hogar”? —Dijo Lucy con la voz que usaba siempre que creía que nadie la estaba viendo, un tono más agudo, más vulnerable y bastante más humano… pero también se alcanzaba a distinguir un tono de voz diferente hablando a modo de eco, una voz ronca y mucho más grave—. Mi primera pregunta fue; cuando los antiguos dioses regresen y descubran que el orden que ellos instauraron fue olvidado ¿qué podrán hacer los hombres entonces? ¿Qué podrán hacer los mortales cuando un Dios reclame su antiguo lugar?

    Mientras decía esas palabras, la niña pelinegra volteó finalmente a enfrentar a Lisa sin que pareciera que la intensa luz la molestara en lo más mínimo. Cuando la pelinegra dejó de hablar estiró su mano derecha, la misma que estaba manchada por “pintura roja”, y dijo una única palabra, una que Lisa no conocía, y de repente el haz de luz de la mochila de la castaña parpadeó un instante antes de apagarse completamente. Asustada por aquel fallo imprevisto, Lisa activó tan rápido como pudo la modalidad de autodefensa de su señalador laser y apuntó el pequeño cilindro hacía delante; en el área donde esperaba que estuviera Lucy. Una descarga de energía salió disparada del extremo más alejado al cuerpo de la científica y gracias a la ráfaga de luz que salió junto con el disparo, Lisa pudo distinguir que su hermana se le había acercado demasiado considerando el poco tiempo que había pasado.

    En menos de un segundo desde que las luces se apagaran, Lucy ya estaba parada justo enfrente de Lisa sólo para salir despedida un instante después. Por recibir toda la ráfaga de energía expulsada por el señalador desde tan cerca, el cuerpo de la pelinegra salió volando en línea recta hasta estrellarse con la pared del portal, manchando toda la parte baja de la misma con su sangre.

    Justo en el momento que la espalda de la gótica impactó con la pared, la luz de la mochila de la científica volvió a brillar igual de intensa que antes, revelando el cuerpo torcido e inerte de Lucy Loud. Con la expresión desencajada por el miedo y la angustia, Lisa se acercó corriendo a su hermana malherida y al estar lo suficientemente cerca soltó el señalador laser y se quitó la mochila para poder arrodillarse junto a la pelinegra más fácilmente. La pequeña castaña soltó un hipo de alivio al verificar que la gótica aún respiraba. Matar a una de sus hermanas no estaba previsto, por razones obvias, en los planes de la genio.

    Lisa se había autoentrenado para enfrentar cualquier problema y ser igual de eficiente bajo las presiones y exigencias más grandes, sin embargo esta vez se enfrentaba a un escenario nuevo, uno en el que jamás había pensado antes; uno de los brazos de su hermana estaba doblado hacía atrás en un ángulo perverso y su cuerpo, brazos y piernas, tenían varias heridas y cortes que sangraban profusamente

    No fue sino hasta después de un par de segundos de ver aquella perturbadora escena que Lisa se obligó a voltear a otra parte, fue entonces que notó la esfera plástica de Geo completamente vacía y la jaula metálica de Waltt sólo con algunas pocas plumas dentro descansar en un rincón. Aún más alterada que antes, la castaña volteó a ver la pared en la que ambas habían estado trabajando en el portal, la mancha de sangre que dejó Lucy tenía el mismo color que los símbolos que había estado escribiendo un poco más arriba… la mente privilegiada de la científica no tardó en atar cabos.

    La pequeña estaba tan absorta viendo la pared manchada de sangre de las mascotas y de su hermana que no se dio cuenta que el cuerpo destrozado a su lado empezó a mover los labios, diciendo palabras mudas que ninguna boca mortal debería pronunciar jamás.

    Cuando Lisa volteó al fin, se encontró con otra escena de pesadilla. El cuerpo maltrecho de su hermana mayor luchaba por mantenerse erguido realizando movimientos monstruosos.

    —Pues bien, muertos están todos tus dioses… yo los maté —El brazo torcido se acomodó en su lugar con un crujido después que Lucy susurrara otra palabra extraña—, y ninguno de ustedes, tontos mortales, se preocupó… ahora, sé que te harás otra pregunta…

    Lisa estaba aterrada, un impacto directo de su señalador y desde tan cerca no era menos que mortal para el humano adulto promedio y su hermana de once años estaba hablando como si nada después de recibir una descarga a quemarropa, la pelinegra incluso continuó dibujando las últimas dos runas que le faltaban al último grupo de garabatos ensangrentados.

    — “¿Qué pueden hacer los hombres contra mí?” te preguntarás —El sótano empezó a llenarse de airé frio, aterradoramente frio—, puedes pensarlo después, te gusta pensar pero no eres buena actuando.

    Lucy colocó contra las runas rojas un pañuelo rosa ensangrentado en el que se alcanzaba a leer un bordado que decía “I luv Princess Pony”, segundos después un pequeño resplandor eléctrico bailaba en sus dedos. Con movimientos hábiles y rápidos, la gótica le dio forma de una esfera etérea a la energía mágica, las runas grabadas a máquina en la pared empezaron a brillar como respuesta. Hubo una pequeña explosión eléctrica y un relámpago golpeó a Lucy haciéndola desaparecer frente a los ojos de Lisa, sin embargo la pared siguió expulsando energía de forma incontrolada. La situación había superado a la joven sabelotodo completamente, así que con manos temblorosas buscó su señalador laser para activar la mochila y protegerse cuando recordó que los había dejado tirados tras la sorpresa que la cosa-Lucy le había causado.

    Lisa ya estaba corriendo nuevamente hacía su mochila, dispuesta a activar su mecanismo de auto-conservación cuando un pequeño rayo la golpeó directamente en el rostro, curiosamente dañando únicamente su ojo de vidrio, la pequeña cayó fulminada. Lo último que pudo hacer de forma lógica fue pensar una oración:

    «Cuando los Dioses regresen a reclamar lo suyo no habrá un sólo lugar seguro» su conciencia empezaba a desvanecerse «no habrá nada que el hombre pueda hacer para estar seguro».

    Un instante antes de que la pequeña perdiera la consciencia completamente, le pareció ver a Lincoln arrodillarse a su lado.

    -o-

    Lincoln Loud vio cómo su hermana, tras gritar la palabra de poder, se rodeó de un gran poder arcano con forma de relámpago, magia muy parecida a la suya pero mucho más antigua.

    Hubo una pequeña explosión eléctrica que levantó polvo, y al asentarse la nube, frente a Lincoln, se encontraba ahora una mujer adulta, con cabellera larga y negra, bastante alta, vestía un traje similar al de Thunder pero el de ella era color negro. Era Lucy en su máximo potencial.

    Y tal como esperaba, algunas cosas habían cambiado en la gótica: el fleco de cabello negro ya no era lo suficientemente largo para cubrir sus ojos, sus iris eran de un azul tan claro que desde lejos parecían completamente blancos, siempre habían sido así y por eso la pelinegra los cubría para no inquietar a los demás pero lo que antes no tenía eran esas gruesas venas cubriendo sus ojos, pequeños ríos de sangre que recorrían completamente la esclerótica.

    Viendo a la alta mujer frente a él a los ojos, Lincoln comprendió que realmente se estaba enfrentando a un ser desalmado que había infectado y consumido a Lucy y que ya no quedaba nada de su tímida hermana menor.

    Entonces, sabiéndose arrinconado y en desventaja, Lincoln trató de utilizar su don de palabra para ganar tiempo pero aquel ser que usaba el cuerpo de Lucy no quería hablar.

    Hubo un estallido y Lincoln cayó al suelo retorciéndose de dolor. Lucy tenía ambos brazos abiertos, la postura para lanzar hechizos. En sus delgados dedos pálidos se retorcía la energía sobrante del rayo que había lanzado. Lentamente, Lincoln bajó la vista y vio que su pecho tenía una herida enorme y profunda. En medio de un creciente charco de su propia sangre, el albino perdió el conocimiento antes que pudiera recibir un segundo impacto.

    Sintió como si su mente se partiera a la mitad, una luz intensa llenó sus ojos aunque estos estuviesen cerrados y antes que pudiera hacer nada, terminó por perderse en ese mar de leche que era lo único que podía ver.

    Poco a poco, Lincoln empezó a ser capaz de distinguir algunas sombras, algunos contornos y figuras que se distinguían contra el fondo blanco. Tardó unos segundos en comprender que se hallaba en la misma sala del trono de piedra, aun en la Roca de la Eternidad.

    Todo se veía reluciente y nuevo: el trono, las escaleras de caracol que curiosamente ahora se perdían hacía abajo del piso, incluso el Hechicero Batson estaba ahí, sentado en el viejo trono con una túnica que resplandecía en color plata.

    —Hola Lincoln —había tristeza en la voz del anciano y algo que a Lincoln le costó reconocer—, lo siento, realmente lo siento, no creí que esto te pasaría a ti, no tan pronto al menos… yo… te debo una explicación… —ahora, Lincoln pudo reconocer el sentimiento en la voz de Billy Batson, era culpa.

    —Creí que el que debía rendir cuentas era yo —dijo el peliblanco con cautela—, por no poder cumplir con la tarea que tú me encomendaste.

    —Ese es el problema, los deberes del campeón… realmente aún eran mi responsabilidad… —con la punta del dedo de la mano izquierda, Billy dibujó una línea recta en el aire, dejando tras de sí una estela luminosa—. ¿Sabías que el primer hechicero se mantuvo en el cargo casi tres mil años? Su nombre era “Mamargan”.

    Tras completar de trazar la línea, la luz empezó a solidificarse, formando un báculo dorado.

    —No digo que él, el primer campeón del rayo, no haya cometido errores durante su jornada, yo mismo tuve que lidiar con la mayoría de ellos… y tú debes de enfrentar a uno de los pocos accidentes que cometimos ambos… un parásito que ya ha conquistado y destruido incontables mundos.

    —No entiendo a dónde va toda esta plática…

    —Te estoy pidiendo que me perdones, niño. Cuando acepté los poderes del campeón nadie me dijo que esto duraría para siempre, yo no quería estar en el puesto por tantos años como lo estuvo Mamargan antes de retirarse… quería poder liberarme de la responsabilidad antes de tiempo y por eso es que elegí de forma precipitada un reemplazo.

    Los ojos de Lincoln se abrieron tanto como lo permitieron las cicatrices en su rostro, ahora comprendía el enojo de Lucy, resulta que a final de cuentas nada lo hacía especial por sobre el resto y aun así obtuvo los poderes de un dios. Aunque quería evitarlo no pudo contener el llanto al saberse inútil y prescindible.

    —Mas no todo está perdido, hijo —el extremo del báculo dorado recién creado empezó a reflejar un destello plateado—, en ti me reconocí a mí mismo… una persona capaz de lo peor con tal de asegurarse que aquellos que considera dignos de confianza y cariño se mantengan a salvo. Tuya es la violencia y el amor necesarios para hacer lo que debe hacerse. ¡Por eso te invoqué en un inicio y por eso intervengo ahora!

    Con fuerza, Billy hizo caer el báculo contra el piso; la luz plateada se separó del mago, revoloteó un momento alrededor de Lincoln rozando su pecho y su boca, entonces el peliblanco sintió un dolor terrible en las partes donde el destello lo había tocado.

    Empezó a sentirse rodeado nuevamente por el mar de leche, en los últimos momentos que pudo pasar en la sala blanca junto a Billy Batson, Lincoln se dio cuenta que los ojos del hechicero comenzaban a volverse iguales a los de su hermana Lucy: color hueso pálido.

    Nuevamente de regreso en el frio piso de la Roca de la Eternidad, el cuerpo del muchacho se agitó en medio del charco de sangre y su boca se abrió buscando aire. Lincoln yacía tendido de espaldas, los brazos abiertos en el ademán tan conocido del hombre atropellado. La pérdida de sangre le palideció la cara y manchas frescas e intensas del líquido vital le empapaban la camisa térmica. El último hechizo del mago anterior a Lincoln hizo que el cuerpo del albino se viera rodeado de una cúpula tan brillante como la luz de la luna por unos instantes, y esa distracción le dio al niño el tiempo justo para decir una palabra con su último aliento.

    —¡SHAZAM!

    Mientras el poder del rayo lo cubría, Lincoln se sintió cargado de energía y vitalidad. Sus heridas, aunque todas ellas letales, se curaron instantáneamente y el ánimo y las ganas de pelear volvieron a él. La criatura con el cuerpo de Lucy había perdido su ventaja pues ahora, ante el parasito, se alzaba otro campeón con los mismos poderes.

    Lincoln y la marioneta-Lucy se enfrentaron entonces en un choque de poderes que el mundo llevaba milenios sin ver. La pelinegra quemó la piel de Lincoln con hechizos cargados con la fuerza mágica de varias generaciones. El legítimo campeón contraatacó con una serie de potentes rayos y golpes, Lucy y el parasito podían dominar la magia pero Lincoln podía mantenerles el ritmo a diez hermanas juntas por horas. Tras un intenso enfrentamiento que apenas duró unos segundos pero que para ambos portadores del rayo se sintió como varías horas, los poderes combinados de ambos terminaron quebrando el piso de la sala del trono. Tras un nuevo choque de poderes ambos fueron a atravesar la gruesa bóveda y por la onda de choque terminaron rompiendo los siete pilares de la planta inferior, el resto del templo empezó a colapsar sobre ellos.

    Thunder se arrastró fuera de los escombros, consiguiendo ponerse de pie apenas segundos antes que su hermana. Por la sabiduría de Salomón, el campeón supo perfectamente la naturaleza de lo que había en el interior de su hermana y qué pasaría si la dejaba recuperarse a ella o permitía a la alimaña escapar.

    Así que sin dudarlo saltó sobre la mujer del traje negro y la golpeó en el rostro, derribándola nuevamente. Teniéndola de rodillas frente a él, le propinó una potente patada en el estómago. El golpe la levantó varios metros del suelo y logró su cometido; hacerla vomitar.

    Una gran cantidad de líquido blanco, que a Lincoln le recordaba vagamente a la leche, se derramó por el piso. Entonces vio un gusano verde retorciéndose entre los restos de la sustancia que había salido de la boca de Lucy.

    Una voz en su cabeza le gritaba al peliblanco que debía conservar el espécimen. No obedeció, el organismo que despertó la curiosidad de los dos anteriores campeones para Lincoln solo era un cabo suelto que debía ser atendido. Lo pisó y aunque por momentos lo sintió retorcerse, resistiendo a la fuerza del campeón, finalmente cedió al peso y murió.

    Sólo entonces se hizo consiente del daño que costó controlar la situación del gusano parasito, las siete estatuas que antaño soportaron la Roca de la Eternidad habían sido destruidas y los males que contenían ahora estaban libres en lo que quedó del templo… a no ser que ya hubieran escapado al mundo mortal por el portal que había abierto Lucy.
     
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    Sylar Diaz

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    Say it LOUD! 01
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
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    Fantasía
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    12
     
    Palabras:
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    Las paredes del sótano empezaron a agrietarse provocando que polvo cayera de las vigas del techo. Cuando un pequeño pedazo de yeso golpeó su frente, la pequeña reaccionó al fin.

    Lisa recuperó el sentido poco a poco. Estaba acostada en el frio suelo del sótano y el cuerpo le dolía de forma intensa; el sentimiento de “Déjà vu” le provocó un escalofrío. Al abrir los parpados, y tras esperar unos segundos a que su visión se acostumbrara a la oscuridad casi absoluta del lugar, pudo ver, por primera vez desde el accidente, con ambos ojos. Lo raro, aparte de poder ver con ambos ojos, era que sentía del lado izquierdo del rostro un débil hormigueo que le recordó inmediatamente a la sensación de electricidad recorriendo su cuerpo.

    Fue gracias a esa extraña sensación en su rostro que la pequeña logró despabilarse por completo y tan pronto como estuvo un poco más repuesta fue que el rostro de Lincoln apareció de improvisto en su mente. Lo había visto, o creyó haberlo visto, apenas comenzaba a perder la conciencia. Si recordaba correctamente, la cara de su hermano estaba manchada de sangre y lucía algunos golpes que comenzaban a formar moretones. Preocupada, la científica estiró uno de sus brazos y agarró tanto so mochila como el señalador laser y reactivó tan rápido como pudo los faros LED para alumbrar todo el lugar, sin embargo no encontró al albino ahí.

    Gruesos velos de polvo comenzaban a rodearla. Luchando con el dolor en su cuerpo, Lisa se sentó y oprimió varios botones de su señalador laser; las extremidades mecánicas de su mochila se activaron, se afianzaron al piso de concreto y la levantaron. Ahora respiraba mediante una máscara adaptada con un filtro de creación propia, aunque trataba de no recordar como terminaron las cosas para ella las últimas veces que había tenido que respirar a través de esa cosa en los últimos años. Los destellos metálicos que las vigas del techo dejaban ver, cada vez que uno de los faros de Lisa se topaban con ellas, como escurrían gotas brillantes y transparentes que terminaban por chocar contra el piso y su pelo, seguramente algunas de las tuberías que cruzaban sobre la sabelotodo se habían dañado.

    Con un movimiento de manos, más rápido que ágil, Lisa apretó los botones correspondientes del señalador laser indicándole a las extensiones metálicas que le dieran la vuelta.

    Entonces enfocó uno de sus faros para alumbrar la pared final del sótano. La pequeña científica no estaba segura de lo que veía. El material con el que estaban hechos los muros era, al menos en mayor parte, cemento y mortero lo que le daba una apariencia grisácea y homogénea.

    Sin embargo lo que tenía frente a ella era algo totalmente diferente.

    Después de verificar la ausencia de gases nocivos, Lisa se quitó la máscara purificadora y avanzó utilizando sus propias piernas hacía el portal. Tocó el muro con la mano desnuda. Seguía rugosa al tacto pero también la sentía caliente, con un peculiar grabado que únicamente podía distinguir con su ojo izquierdo.

    —Hablo quince dialectos diferentes y no entiendo lo que significan estos símbolos —dijo ella en voz alta—. Esto no tiene lógica.

    Su mente racional le pedía que sacara muestras, que realizara estudios y pruebas para comprender la naturaleza del fenómeno pero una parte más primitiva y emocional en su mente le exigía que salvara a sus hermanos.

    —Supongo que tendré que reventar la pared si lo que quiero es llegar a dónde mis hermanos...

    —Por favor, no lo hagas —exclamó una monótona voz, retumbó por todo el cuarto una como si viniera de todas partes. Lisa no tuvo problemas en reconocerla inmediatamente pero le parecía imposible que la estuviera oyendo en esos momentos.

    Con el corazón acelerándosele un poco más a cada minuto, la castaña volvió a recorrer todo el sótano con las luces y con la mirada hasta que se topó finalmente con las escaleras que llevaban a la cocina, dónde vio una figura formarse desde las sombras. Sin pensarlo, volvió a apuntar su señalador láser y disparó contra. Tras el pulso de energía el techo se agrietó aún más.

    ¡Había aniquilado un fantasma! O al menos eso creyó hasta que entrecerró los ojos y enfocó la mirada, a través de su ojo de vidrio Lisa vio como una figura con cabello dorado atravesaba las escaleras.

    Las tinieblas se torcieron y cedieron. Lisa miró estupefacta cómo se definía la figura de una esbelta mujer, Leni avanzaba lentamente hacia ella con una expresión fría y muerta.

    Lo que veía no era algo propio del reino material que ella conocía.

    —Eso no te llevará con los chicos —dijo Leni. Lisa estaba tan sorprendida que apenas y le prestaba atención a las palabras de su hermana—. Quebrar esa pared sólo debilitará los cimientos de la casa y liberara a los prisioneros que ahí se encuentran… en pocas palabras es mala idea

    Lo único que la castaña atinó a hacer ante la aparición fue parpadear.

    —¿Eh…? me debí de golpear muy feo la cabeza para alucinar de forma tan grave.

    La aparición de su hermana mayor alzó una ceja incrédula, la ceja cruzada por la herida abierta, antes de soltar una única carcajada estruendosa, carente de todo humor.

    —No te golpeaste la cabeza, Lisa, al menos no tan fuerte como para que empezaras a alucinar, creo yo. Supongo que el verme aquí es algo ilógico para ti, un fenómeno ajeno a este mundo… pero a pesar de todo eso puedo asegurarte que sí soy tu hermana Leni, aunque sea difícil creerlo.

    —No… eso no es posible —Lisa se negaba a creer un sinsentido tan grande como lo era la aparición de su hermana mayor—. ¿Qué eres?

    —¡Ah! ¿Qué soy exactamente? —Dijo Leni mientras la pared del portal se torció una vez más a sus espaldas, como si se tratara de una cortina de hule—. Soy una sombra de Leni Loud. Una sirviente de los señores del orden y del caos buscando mantener el equilibrio en el mundo… o eso creo, después de tanos meses es difícil recordar todo lo que me dijeron justo después del accidente, pero tú aún puedes llamarme Leni.

    Mientras la aparición de su hermana sonreía de forma ausente, ajena a todo lo que la rodeaba, un poco más de yeso cayó de las grietas en el techo mientras que las vigas rechinaban al resistir tensiones para las que no estaban diseñadas. Lisa sabía que la situación de la casa estaría seriamente comprometida si no actuaba rápidamente.

    —Entonces supongo que sabes lo que hay que hacer para que la casa no se derrumbe… “sirviente de los señores del orden y caos” —dijo sarcásticamente Lisa.

    —Oh, lo siento, se me estaba olvidando.

    —Dijiste que al romperse la pared quedarían liberes los… ¿los prisioneros? ¿Cuáles prisioneros?

    —Criaturas infernales que no deberían rondar por el mundo mortal, siete seres que sólo existen para corromper y devorar.

    Lisa sintió como su piel se erizaba. Tras “estudiar” los comics de Lincoln referentes a “Saboom” por varias semanas, sabía a qué criaturas se refería su hermana.

    —Entiendo —dijo la castaña en un susurro—. Pero esas cosas se supone que están atrapados por toda la eternidad en pilares de piedra

    —Tal vez era así antes, pero ahora fueron liberados por lo que controlaba a nuestra hermana. Justo en estos momentos se están preparando para amenazar al mundo mortal y envenenar el alma de sus moradores una vez más.

    Lisa se preocupó, quizá hace unas semanas hubiera tomado cada palabra como un disparate más de Lucy, pero acababa de recibir una muestra de la veracidad de esos mitos.

    —No te preocupes Lisa, esas cosas siguen atrapadas del otro lado. Lincoln podrá deshacerse fácilmente de ellas mientras estén solos, de poder escapar a nuestro mundo… crearían a más seres como ellos para que les sirviesen y sería el fin de todo. Así que debes tener cuidado de que nadie entre a esta habitación hasta que Lincoln salga junto con Lucy ¿de acuerdo?

    La aparición de su hermana se desvaneció al pasar por el techo.

    —Quizá lo mejor sea que te encierres en tu cuarto e inicies el protocolo de cuarentena —la voz de Leni volvía a oírse retumbar en todas partes—, ese que nos hiciste practicar para cuando hubiera alguna fuga de gas o de alguna de tus sustancias toxicas.

    La situación la apremiaba, cojeando, Lisa se dirigió a las escaleras. Tenía que llegar cuanto antes a su habitación, para que desde su tablero de control principal hacer bajar las cortinas de hierro y activar los sellos herméticos y así clausurar el sótano.

    -o-

    —¡Genial! El gusano fracasó en su intento de apoderarse de los poderes del campeón, parece ser que la violencia ciega sigue siendo superior a la planeación.

    —Pero dejó el portal abierto, ¡escúchenme, idiotas! debemos escapar al mundo de los volubles mientras el portador del rayo siga distraído.

    —Tomaré tus palabras en consideración, soberbio asqueroso. Yo no obedezco a nadie.

    —Lindas palabras de una cara linda Orgullo, pero tú siempre eres la primera en caer.

    —¡Ya dejen de pelear! Muero de ganas de encontrar un alma corrupta y ser el primero en comenzar a sumergir a este pueblo en caos.

    —¡No serás tú el primero si yo lo encuentro primero, Lujuria…! ¡Gula ESCUPE ESO QUE ES MIÓ!

    El último de los hermanos tragó una roca que antaño formaba parte de su estatua, sin responder a los alaridos de Avaricia se adelantó al grupo, siendo el primero de los siete en atravesar el portal.

    -o-

    Lynn abrió la puerta principal de una patada, era ya una cosa normal el verla de mal humor después de sus entrenamientos con algunos de sus equipos.

    —¡Estúpida Paula! —Furiosa, la deportista aventó su mochila contra el sillón—. ¡Desde que le quitaron los tornillos de la pierna se cree tanto…! sólo porque los chicos la buscan por ser rubia.

    Lynn pasó de largo el comedor, sin leer la nota que habían dejado sus hermanas mayores. Se dirigía al patio trasero deseando que Lincoln estuviera en casa y no cuidando a las gemelas y a la amiga de Lisa en una tonta feria de ciencias de primaria, necesitaba liberar su frustración, quería que su hermano la escuchara.

    Sin embargo, al entrar a la cocina, el corazón de la deportista dio un vuelco al notar el ambiente viciado por humo y polvo, su vista nerviosa recorrió rápidamente tanto la cocina como el comedor sin encontrar a nadie ahí. Cuando Lynn se proponía regresar corriendo a la sala de estar para marcar el número de emergencia, vio de reojo a Lisa, quien salía tambaleante desde el sótano, la científica caminaba a tropezones pero sin detenerse, apoyada por dos pares de delgadas patas metálicas que salían desde su mochila.

    Al ver el estado en el que se encontraba la pequeña genio, Lynn entró en modo hermana mayor. Corrió hasta dónde estaba Lisa y pasó uno de sus brazos por debajo de la axila izquierda de la pequeña para ayudarle a caminar. De momento no le importaba que pudiera contaminarse de alguna sustancia peligrosa tras el último fallo de uno de los experimentos de la famosa “doctora Loud”.

    Al avanzar con Lisa a cuestas, Lynn se sorprendió de lo bien que servían esas extremidades metálicas para soportar el peso. Sin mucho problema avanzaron juntas hasta la sala.

    —¡Vaya momento que escogió Lucy para jugar a las escondidas en la ventilación! ¿Verdad, Lis? —Bromeó Lynn, tratando de relajar el ambiente, ya llamaría a los bomberos tan pronto como su hermana estuviese por fin a salvo.

    —Lucy… sótano… cuarentena… —Lisa luchaba con su propia mente y lengua para hablar y explicarse, pero todo lo que había logrado decir no ayudaba a aclarar la situación en lo absoluto.

    —¿En el sótano? Lisa… ¿Lucy está en el sótano? —al recordar la cantidad inmensa de humo que había en la cocina y que salía directamente del sótano, Lynn empezó a temer lo peor—. ¡Lisa ¿Dónde está mi hermana?!

    Sufriendo un ataque de pánico, la deportista soltó a la pequeña en sus brazos, Lisa casi se desploma al perder el apoyo de su hermana mayor. Sin quedarse a escuchar el plan de acción de la genio, Lynn regresó corriendo al sótano, dispuesta a lo que fuera para salvar a su confidente y mejor amiga.

    Lynn bajó toda la escalera con sólo tres zancadas. Vio como la pared del fondo, la misma en la cual habían Lucy y Lisa habían estado garabateando durante días, se doblaba y movía… como si hubiera alguien del otro lado tratando de atravesar una cortina de hule, esa tenía que ser su compañera de cuarto.

    La castaña cerró ambas manos formando dos puños, apretó tanto los dientes que sus mandíbulas empezaron a sangrar y cerrando los ojos cargó con toda su fuerza contra la pared. Hubo una pequeña explosión, ladrillos y piedras volaron por los aires el muro se estremeció y tras unos segundos cedió ante el golpe.

    El aire se enturbio aún más con el polvo que soltó el pequeño derrumbe. Justo cuando las vigas del techo empezaban a ceder ante el peso de la casa entera bajaron las cortinas de acero ofreciendo apoyo extra para evitar que la casa se derrumbase y sellando el sótano herméticamente.

    Lynn estaba atrapada sola en un cuarto a oscuras, sin saber que pronto se encontraría con los horrores que acosaban a la humanidad en tiempos remotos… o al menos ignoraba el peligro hasta que el humo dentro de la habitación empezó a tomar formas definidas y humanoides.

    El rostro de una de las monstruosas criaturas se materializó entre la nube de polvo a escasos centímetros de la cara de la deportista, dejándola boquiabierta. Normalmente, Lynn saltaría lista para golpear a cualquiera que siquiera cometiera el error de verla feo, pero no era muy común ver a un cuerpo completo materializarse a partir del polvo.

    —¡Y así de rápido encontré un ser corrompido por mi… Lynn Loud Jr!

    —¡Quítate Gula, ella es mía!

    —Hermanos, tendremos que compartir avatar, así tendremos más oportunidades para enfrentarnos al elegido.

    Las figuras volvieron a disolverse en humo, Lynn por primera vez en años perdió el valor y en lugar de prepararse para pelear, tomó aire para gritar.

    —¡AYUDA LINC…!

    -o-

    Lucy tuvo que parpadear varias veces para poder enfocar el familiar y sonriente rostro de Lincoln, a escasos centímetros sobre ella.

    —¿Sabías que aún murmullas cuando duermes? —Dijo el peliblanco en un susurro—. Sin tomar en cuenta que intentaste matarme hace instantes, es una tierna costumbre.

    Más rápidamente de lo que acostumbraba, Lucy tomó conciencia de sí misma segundos después de despertar, aún permanecía transformada en el cuerpo del primer campeón y estaba siendo cargada por Lincoln. Su cabeza se apoyaba en el hombro izquierdo de su hermano, quien la sostenía como si fuera una novia en la luna de miel.

    —Yo no quería… ¿Cuánto…? —Lucy empezó a sentir algunas lágrimas formarse debajo de sus ojos, quería llorar y explicarle a su hermano que todo lo había hecho alguien más.

    –Shh… no pasa nada, Luz, sé que esa cosa que te infectó te obligaba a actuar — le aclaró Lincoln con tono comprensivo—. Justo después de que expulsara al vicho ese perdiste el conocimiento, aunque sólo por un momento. No creo que te hayas golpeado la cabeza. Parecías estar bien después de haberte separado del parasito, pero de repente te desmayaste ¿Puedes moverte?

    —Estoy un poco mareada… pero creo que estoy bien.

    Extrañamente para Lucy, Lincoln no parecía molesto y con una pequeña sonrisa adornando su rostro le ayudó a ponerse de pie mientras le decía—. Supongo que son las ventajas de tener… ¡PODERES COSMICOS FENOMENALES Y TODO…! Aquí dentro de esta personita.

    Lucy lo miró estupefacta y en silencio.

    —Volverme el receptáculo de una mente parasitaría y destruir el compendió de conocimiento mágico más grande de la historia no estaba en mis planes.

    —Nah, descuida Lu, ya hablé con el cuidador del lugar y el sujeto no parece ser propenso a demandar por daños —Lincoln le sonrió mostrando los dientes, trataba de mejorar el ánimo de su hermana menor.

    Todavía mareada, e ignorando los intentos del alvino por no hacerla sentir culpable, Lucy quiso ofrecerle su ayuda a su hermano para solucionar el problema que ella había ayudado a ocasionar.

    —Si realmente quieres ayudarme, entonces debemos apurarnos; cada momento que esas cosas se queden en nuestro mundo se volverán más numerosos y más fuertes. Ten cuidado Lucy… esto será algo nuevo y peligroso para ambos.

    —¿Sabes hermano? acabo de sobrevivir a un disparo a quemarropa de un arma futurista y a un enfrentamiento con mi hermano mayor convertido en un dios todo gracias al control de un parasito mental psicótico… y a pesar de todo eso aún tengo los poderes del primer campeón del rayo. ¡Siento que puedo sobrevivir a lo que sea!

    Lincoln no entendía cómo era posible que Lucy mantuviera una sonrisa después de decir cosas tan perturbadoras, aun así decidió seguirle el juego.

    —El primer campeón se llamaba “Adam”, Black Adam, en realidad “Adam” es la palabra para “ser humano”… tú me demostraste ser más que eso, quizá tú puedas ser “Black Elohim”.

    —Gracias por intentarlo Lincoln… pero apestas para esto de los nombres.

    -o-

    Con cerca de más de ciento cuarenta mil metros cuadrados de estacionamiento para cualquier clase de vehículos, centenares de locales variados, un pequeño parque en los pisos superiores que ofrecía una gran vista del pueblo, famosos bancos y cajeros de última generación, la plaza "Gran Central" era un mundo aparte. Con tecnología más novedosa y costosa que la que se podían permitir muchas de las alcaldías aledañas a Royal Woods era la joya de la corona del pueblo, y el blanco de las miradas llenas de interés de cualquiera que llegase a considerarse "alguien".

    Lo que empezó como un mero distrito comercial en los sesentas, se había convertido con el devenir de los años en una verdadera fortaleza de lujo y confort. Las marcas que poseían locales ahí ascendían más y más las unas sobre las otras, como si compitieran entre sí por más espacio en los cuatro pisos que conformaban el edificio. Sí, la plaza "Gran Central" era una ventana desde la cual algunos privilegiados locales podían mirar todo Michigan.

    Por todo eso, cuando se hablaba de la desproporcionada riqueza que abundaba en el país, esa plaza era el punto de referencia por excelencia. "Gran Central" representaba el despilfarrador y autoindulgente carácter de todos los adinerados del pueblo, el edificio era incluso más conocido que la delegación de Royal Woods pintada en el característico color mostaza.

    Cuando el equipo de policías entró en el primer nivel del sótano del "Gran Central", Peter Highsmith pudo sentir el opresivo peso de la estructura sobre su cabeza; tantas toneladas de cemento, acero y cristal, atestados de gente quejumbrosa y trabajadores sudorosos que mantenían la economía local estable, segura y sobre el nivel mínimo necesario.

    Él y su equipo tuvieron que esperar varios días hasta que el departamento de obras públicas les concediera permiso de entrar e investigar, sin embargo, una vez les entregaron el papeleo pertinente el gobierno local incluso envió al mismo inspector especialmente capacitado para identificar químicos tóxicos que había encontrado todos los laboratorios clandestinos anteriores. La delegación ya no ignoraría por más tiempo los casos en aumento de gente intoxicándose dentro de la plaza, no ahora que finalmente se tenía evidencia que respaldaba las sospechas de que algo malo estaba pasando en el pueblo.

    Las luces ultravioleta que había traído consigo la inspectora encontraron centenares de fugas menores en las tuberías de agua, gas y calefacción, pero cualquier rastro de una sustancia realmente peligrosa seguía sin aparecer, seguramente permaneciendo confundida con las innumerables huellas y charcos misteriosos que cubrían el suelo.

    —A menos que encontremos pronto algo que muestre lo contrario, seguimos sin tener ninguna prueba de que nuestra "toxina" se encuentre realmente en las tuberías de este sótano —dijo la inspectora McCann, dejando su linterna especial apoyada en el suelo—. Sí es que realmente se encontraba en alguno de los niveles del sótano de la plaza pudo haberse filtrado desde aquí hacia al desagüe y de ahí fluir libremente hasta la calle Moore o incluso hasta la avenida Oeste.

    —En otras palabras, que nuestra evidencia puede que esté aquí como en cualquier otro edificio del pueblo —añadió Pamela Foster, la gorda oficial estaba a punto de sufrir un infarto por su claustrofobia.

    —Probablemente.

    Highsmith volteó a ver el pasillo llenó de cañerías por el que habían llegado.

    —¿Es posible que se nos haya pasado algo por alto en el camino?

    —A nosotros... sí, es probable; pero a las linternas UV o a mis sondas no, algo así es imposible.

    Highsmith señaló el piso de cemento manchado por innumerables charcos y porquerías.

    —¿Y por qué las manchas terminan aquí, así, de repente?

    La inspectora pelirroja se mordió el labio para ocultar su sonrisa antes de responderle al oficial.

    —Quizá le salieron alas a nuestros químicos y volaron lejos. A menos que esté sugiriendo que quizás alguien limpió el lugar antes de que llegáramos nosotros —la pelirroja quedó pensativa unos instantes—, en cuyo caso es altamente improbable que podamos demostrarlo.

    —Está bien, no perdamos más tiempo con suposiciones y digamos que el laboratorio clandestino que buscábamos "voló lejos" —Pamela Foster se veía más enojada que de costumbre—. Seguro habrán quedado residuos en los drenajes ¿no?

    La inspectora se pellizco la barbilla y suspiró.

    —Vamos a necesitar mucho papeleo.

    — ¿Cuántas ordenes más?

    —Demasiadas...

    — ¿Cuánto tardaría en conseguirlas e investigar todo el lugar?

    —Con todas las tiendas y marcas involucradas, las cañerías y desembocaduras de los túneles de desagüe, revisar la lista de suministros adquiridos en los últimos meses además de analizar todos los desperdicios que hayan sido desechados últimamente... no quiero ni adivinar.

    —Entonces tendremos que conformarnos con revisar los muros exteriores y compuertas de separación entre las diferentes áreas de la plaza.

    —Highsmith, sin contar el estacionamiento y los cinco pisos de sótano, esta plaza tiene trescientos mil metros cuadrados de construcción. Analizar muro por muro llevaría varias semanas... y no creo que me envíen apoyo para cubrir más terreno —dijo la inspectora con cautela—. Así que cuanto antes empecemos en investigar, mejor.

    Pamela sacó su radio, estaba a punto de transmitir las últimas noticias al escuadrón entero y ordenar la retirada cuando el suelo y las paredes temblaron.

    — ¿Qué fue eso? ¿Un terremoto? —preguntó nerviosa, la gorda oficial.

    Tanto la inspectora como Highsmith guardaron silencio y negaron con la cabeza.

    Un segundo temblor sacudió el sótano. Este último fue lo bastante fuerte como para soltar una lluvia de polvo procedente del techo de cemento sobre sus cabezas.

    —Apuesto a que algo o alguien chocó con el edificio —comentó Highsmith—. No sería la primera vez que un conductor ebrio se desvía del camino y termina estampándose con la plaza.

    El siguiente temblor llegó acompañado, no solo de una lluvia de polvo y escombro procedente del techo del sótano, sino del sonido de una lejana explosión. Las luces sobre sus cabezas se apagaron un momento para volver a encenderse instantes después, provocando que los cadetes u oficiales menos experimentados en la retaguardia del convoy se movieran de forma nerviosa. Tras la primera explosión, todos comenzaron a oír el aullido incesante de innumerables sirenas y bocinas.

    —Mi radio no funciona —comentó Pamela después de pulsar el botón de transmitir y sólo oír estática en cualquier frecuencia.

    —Estamos bajo suelo, es normal —explicó la inspectora sin detenerse en su búsqueda de aquella sustancia verde fluorescente.

    Esa respuesta no tranquilizó a Highsmith, desde cierto incidente con la familia más numerosa del pueblo podía "sentir" el peligro, ahora todo lo que podía percibir era frenesí y dolor.

    —Inspectora McCann, ¿hacia dónde da la salida más cercana?

    —El túnel de la izquierda los llevará a la calle Oeste, los demás nos adentrarían nuevamente a la cisterna y de ahí al interior de la plaza.

    —Muy bien inspectora, Foster y yo necesitamos retirarnos urgentemente y nos llevaremos a la mitad de los hombres presentes. Los demás se quedarán a ayudarle a evacuar el edificio. Manténgame informado de los progresos.

    Rodeados por una docena de hombres, ambos agentes de policía se alejaron corriendo. El piso volvió a vibrar mientras se abrían paso a través de una muchedumbre de compradores y vendedores aterrorizados, incluso algunos de los miembros de la seguridad privada del lugar intentaban alejarse del "Gran Central". Ante los policías se presentaba una escena digna de una típica película disparos.

    En el enorme estacionamiento, los clientes y despachadores se escondían bajo taxis y vehículos privados, o corrían hacía sus automóviles para intentar huir. Los gritos luchaban con el zumbido representativo del tráfico. Más arriba, sobre la calle Oeste taxis y transportes de todo tipo se desviaban en cualquier dirección, chocando los unos con los otros o con las paredes de los edificios mientras intentaban alejarse del centro del pueblo.

    Más lejos aún, un tráiler envuelto en llamas que seguía avanzando en línea recta chocó violentamente con un autobús de transporte público y ambos vehículos terminaron por bloquear toda la calle.

    Highsmith siguió viendo la escena de la calle unos segundos más antes de alzar la mirada y taparse los ojos de la luz del atardecer con una mano. Los edificios lejanos ardían débilmente, nada que pudiera considerarse mortal pero que seguramente asustaría a varios civiles.

    De pronto algo oscureció el cielo. Tras las espesas nubes sobre su cabeza se vieron luces y destellos parecidos a disparos de energía eléctrica; una especie de trueno pero mucho más grande reverberó en el firmamento.

    Los ojos de Pamela estaban desorbitados cuando volteó a ver a su compañero y superior.

    —Peter, están atacando Royal Woods.

    Con su radio en la mano, Highsmith sintonizó la frecuencia de la jefatura y se lo acercó a la oreja.

    —Seguimos sin poder comunicarnos con la jefatura ni con los demás patrulleros... Foster, estamos incomunicados.

    Las ventanas de la nariz de Highsmith se dilataron.

    — ¡Resistiremos en esta posición hasta que llegue la ayuda y podamos comenzar a evacuar a los civiles! –gritó a los hombres a sus espaldas. Se giró hacía su compañera y le dijo—, tú busca a la alcaldesa... debe estar en su oficina privada del último piso.
     
  11. Threadmarks: 11-. Los Enemigos Mortales del Hombre; parte 2
     
    Sylar Diaz

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    Escritor
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    Say it LOUD! 01
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    Fantasía
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    12
     
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    Los cadáveres, y algunas extremidades cercenadas, de las criaturas se amontonaban frente a los hermanos en lo que antes eran apacibles banquetas, tan rápidamente y a tal altura que por momentos se les dificultaba moverse libremente o poder ver el camino que tenían por delante.

    Ambos se habían dedicado por algunas horas a vencer y destruir a las criaturas que habían sido creadas para corromper a cuanta gente se encontrara en el pueblo y que se acercaban a atacarlos, a eso se había reducido el “enfrentamiento final”, a dedicarse a la simple destrucción de las fuerzas de avanzada de los Enemigos Mortales del Hombre y eso empezaba a pesar sobre los hombros de Lucy. Los golpes e invocaciones del rayo ya no tenían la precisión experta que habían tenido durante los primeros momentos de la lucha.

    Sin embargo, su falta de condición física y bajas reservas de magia no lograban limitar completamente a la gótica. Ni Lincoln ni ella utilizaban únicamente su poder físico. Utilizaban todos los poderes de los que eran portadores. Llamaban al rayo, corrían y golpeaban a velocidades vertiginosas, y en el caso de Lucy lanzando hechizos, además que arrojaban todo lo que pudieran mover o arrancar de los alrededores.

    Utilizando el codo, Lucy logró derribar a cuatro bestias con un empujón y calcinó a media docena más con un rayo. Lincoln cayó desde el cielo, a escasos centímetros de la pelinegra, aterrizando sobre la cabeza de una criatura inusualmente más grande y resistente que las demás, y corriendo a lo largo de la avenida tan rápido como podía, se encargó de moler a golpes a todos los demonios que les obstruían el paso hasta la calle Oeste.

    Pero parecía que por cada enemigo vencido aparecían cinco más delante de ambos hermanos, creando una barrera impenetrable entre ellos y la plaza “Gran Central” donde permanecían escondidos la mayoría de los refugiados.

    —¡MIERDA! —Gruñó Lincoln a través de sus dientes—. ¡ESTO ES INUTIL, DEBEMOS DEJAR DE ENTRETENERNOS CON LOS AYUDANTES E IR DIRECTAMENTE POR LOS GEFES!

    —Hermano, cálmate —logró decir Lucy entre bufidos entrecortados, realmente se estaba cansando y el no poder recuperar nunca el aliento no le ayudaba nada—. Sabes perfectamente que no hay nadie más que pueda proteger a los pobladores de estos demonios.

    Lincoln le dirigió una mueca desagradable a su hermana menor tan pronto como la última palabra abandonó la boca de la pelinegra.

    —¿Qué pobladores? ¿Has visto a alguna persona no demonizada en la última media hora? —Lincoln señaló la avenida que acababan vaciar de engendros, toda la cuadra parecía estar vacía de vida humana—. Puede que esos bastardos ahora sean demasiado poderosos como para ser encerrados. ¿No lo crees “Maestra en dejarse poseer”?

    Antes que Lucy pudiera defenderse de las palabras de su hermano, llegaron otros veinte demonios alados desde el cielo. Girando en redondo sobre sus talones, y soltando un bufido de hastío, Lincoln recibió los primeros proyectiles de fuego sin apenas pestañear y atacó al grupo entero de abominaciones con una descarga eléctrica enorme.

    Apesadumbrado, y después de soltar todo su coraje contenido contra las criaturas, el albino volvió a encarar a Lucy, esta vez usando nuevamente el tono de voz suave con el que siempre le hablaba.

    —Perdóname Luz, es que me estoy comenzando a desesperar —a pesar de estarle hablando a su hermana con un tono de voz calmo, el rubor no desaparecía de las mejillas del peliblanco—, ¿sabes qué? ¡Tengo una idea! Será mejor que nos…

    Antes de que Lincoln pudiera terminar de hablar, aparecieron más enemigos disparando y destruyendo, y volviendo a invadir la avenida que los hermanos acababan de liberar.

    —¡Para esos hijos de puta todo esto es un maldito juego! —el rubor en las mejillas de Lincoln aumentó al tiempo que sus labios comenzaban a contraerse para mostrar sus dientes, dándole a su pálido rostro una expresión que sólo generaba preocupación para Lucy—. Pero si lo que quieren estos bastardos es una prueba de mí poder… ¡ESTOY FELIZ DE COOPERAR!

    Lincoln rugió a todo pulmón mientras comenzaba a elevarse en el aire, y como Lucy ya esperaba, un rayo respondió al llamado. Sin embargo este ataque poseía tal potencia y rabia que el cielo entero se iluminó mientras el asfaltó a un par de metros debajo de Lincoln empezaba a agrietarse.

    -o-

    —¿Dónde está la Alcaldesa? —exigió Pamela Foster a los tres guardias de seguridad privada plantados ante la entrada de la suite privada del último piso del “Gran Central”.

    Junto a ella, uno de los oficiales de policía que se acababan de unir a la al equipo tenía una mano en la empuñadura de su arma de cargo. Tras ambos oficiales, cuatro miembros de la policía local y algunos guardias del centro comercial se amontonaban.

    Pese a ser notificados con antelación de la llegada de los uniformados, los imponentes guardaespaldas mantuvieron sus posiciones sin moverse. Uno de los hombres trajeados, el más cercano a la puerta, incluso infló un poco el pecho para verse aún más intimidante.

    —¿Dónde? —Insistió Pamela firmemente, inflando igualmente el pecho, dando a entender que hablaría con la alcaldesa, ya fuera por las buenas o por las malas.

    A modo de apoyo para su superior, el oficial novato levantó la mano sosteniendo su arma de cargo y apuntó a uno de los guaruras. Parecía que ninguno de los dos bandos lograría intimidar al otro cuando, tras unos insufribles cuatro segundos, los guardias privados relajaron la postura y se hicieron a un lado. Uno de ellos, el mismo que había intentado lucir más corpulento, tecleó un código en el panel electrónico de la pared y las puertas electrónicas se abrieron instantáneamente.

    —Acompáñeme —dijo el mismo guardia, inclinando un poco la cabeza y moviendo su brazo en el conocido ademán de “puede pasar”.

    Un amplio vestíbulo bien iluminado, con esculturas y reproducciones de pinturas famosas salió al encuentro del grupo de policías. Desde dentro de aquel recibidor era imposible adivinar exactamente el tamaño del recinto, pero la pared del fondo seguía la inmensa curva del exterior de la plaza. Una ventana dejaba ver, tras un grueso vidrio, la típica vista que se puede esperar de una suite de lujo ubicada en un último piso de uno de los edificios más altos del pueblo: las nubes congregándose en torno a un atardecer que le daba al cielo un tono rojizo. Sólo que en está ocasión los distantes edificios y caminos de las afueras se veían incendiados o atestados de gente, un poco más lejos aún, casi llegando a Hazeltucky, sólo se veía humo y fuego.

    Un poco más arriba, entre los bancos de nubes que cubrían el cielo, se veían parpadear luces.

    «Relámpagos o disparos» pensó la oficial Foster.

    La dirigente del pueblo, la alcaldesa, se paseaba ansiosamente por el cuarto, como un animal enjaulado… sólo que con los brazos cruzados y arrastrando los pies sobre el piso alfombrado, ni se fijó en la intromisión de los policías.

    Más guardaespaldas con traje negro y algunas de las gentes más influyentes de la región la contemplaban inmóviles. A La oficial Foster no le pasó desapercibido que Mercy Graves, la asistente y segunda al mando parecía aún más nerviosa que su jefa.

    —Pensé que ya estarían preparándose para evacuar ¿Por qué siguen aquí? —Preguntó el oficial novato, apenas regresando su arma de cargo a la funda, a Mercy. La rubia apenas movió la boca para responder.

    —Pregúnteselo a la jefa.

    Pamela se tuvo que plantar frente a la mujer de traje azul para llamar su atención.

    —Señora Amanda, es necesario que sea escoltada hasta un refugio—. Ambas mujeres ya se conocían, la alcaldesa había alabado en privado los méritos de la oficial Foster por su actuación ejemplar respecto a ciertos incidentes relacionados con la matriarca de la familia más numerosa del estado, por lo que se detuvo brevemente para saludarla antes de proseguir con su nervioso pisoteo.

    —Pamela, agradezco la preocupación, pero usted no es necesaria aquí. Este es el lugar más seguro de toda la alcaldía, las paredes son gruesas, los vidrios están blindados y polarizados, desde aquí puedo comunicarme con quien quiera sin la necesidad de trasladarme, esta es mi “oficina” de trabajo, mi lugar es aquí.

    —Ya habíamos realizado simulaciones por computadora y simulacros, nuestro bunker asignado está mucho mejor preparado para una eventualidad cualquiera que este lugar —Insistió Mercy.

    Tan pronto como oyó la respuesta de su segunda al mando, la alcaldesa Amanda le lanzó una mueca despectiva a la rubia.

    —No hicimos simulaciones para cuando las criaturas de la obra de de Dante vinieran a matarnos. No me esconderé bajo tierra de mis atacantes.

    Era obvio que la alcaldesa estaba agitada y desconcertada, pero era imposible identificar un solo dejo de miedo en su porte. Durante sus años de servicio en agencias militares le habían apodado “el muro” y por su expresión imperturbable el apodo le valía.

    —Por favor Alcaldesa, debe que ser razonable —Mercy no cedería tampoco tan pronto.

    —¿Razonable? —La mujer afroamericana señaló con un dedo la ventana del despacho—. ¿Soy la única que ha visto el cielo y a las criaturas que siguen bajando de él? ¿Algo de lo que está sucediendo te parece razonable? Mercy, quizá necesite darse una vuelta por la calle para que…

    Antes que pudiera decir algo más, Pamela ya se encontraba corriendo en su dirección. Sin dudar un momento, la gorda oficial empujó a la rechoncha mujer al suelo.

    Sin previo aviso, un grupo de seres parecidos a gárgolas apareció desde las nubes, dejando una estela de humo oscuro a su paso.

    —¡SUÉLTAME! —Gritó la alcaldesa mientras se retorcía en el piso—. ¿¡CÓMO TE ATREVES!? —Pamela tuvo que usar todo su peso para retener en el suelo a la alcaldesa antes de sacar su arma de la pistolera en su cinturón.

    Años de entrenamiento en la academia no la pudieron preparar para lo que vio durante los siguientes segundos. Con la boca abierta por la incredulidad, Pamela Foster vio como las garras desnudas de las criaturas perforaban y destrozaban el vidrio blindado. Instantes después la ventana estalló hacia dentro, llenando la sala de esquirlas de vidrio de casi tres centímetros de grosor.

    Sin embargo, cuando las apariciones demoniacas empezaban a prepararse para entrar a la habitación y matarlos a todos, fueron interrumpidas por un grito estridente, otro ser más grande que las criaturas y de color verde ascendía de alguna parte por debajo de la suite. La delgada boca de la criatura verde tenia forma de “V”, tenía también una frente amplia y un mentón reducido… su cara de color esmeralda le recordó a todos los presentes a la de una mantis religiosa.

    Las primeras dos criaturas fueron acribilladas por dos tenazas que salieron desde la espalda de esa bestia verde. Antes que los otros dos demonios pudieran avanzar un par de pasos dentro del cuarto cayeron indefensos sin cabeza y brazos y tan pronto como había destruido a las apariciones, la entidad se quedó completamente inmóvil en el quicio de la ventana a pesar del viento y del ruido del caos reinante más abajo.

    Pamela estaba segura que después de destazar a esas criaturas, la cosa verde ahora los mataría también a ellos. Manteniendo a la alcaldesa agachada, Foster la sujetó por el cuello del traje azul y la arrastró por el cuarto hasta su cuerpo de seguridad.

    Tras dejar a Amanda bajo la custodia de sus guardaespaldas, Pamela y sus hombres se pusieron a cubierto y apuntaron sus pistolas a la criatura. Pero ahora había poco que ver, la intimidante bestia verde ahora tenía la forma de un ser insectoide, delgado y pequeño, apenas comparable en tamaño al cuerpo de un chiquillo… aunque seguía luciendo su característico color verde.

    —Huyan con los demás, si sólo cuatro de esos pudieron penetrar en el “lugar más seguro de toda la alcaldía” comprenderán que están en verdadero peligro —la voz de la criatura verde resonó en la mente de todos los presentes, era una voz femenina y un poco ronca.

    —Amanda Waller no huye.

    -o-

    Lynn Jr., la entusiasta hermana se mantenía estática entre los cielos sobre el centro de Royal Woods, iluminada por los últimos rayos del sol. Ahora, gracias a la influencia de los monstruos surgidos desde la roca de la eternidad, se parecía bastante a una de las representaciones graficas que Lucy coleccionaba de los habitantes del infierno: un enorme y majestuoso ser, con garras y colmillos, un par de oscuras alas sostenían su musculoso cuerpo de color rojo sobre las nubes. Varías imágenes de casi todo el pueblo se proyectaban en su mente, enviadas a ella por cada homúnculo creado cada Pecado. Lynn, o mejor dicho Ira y Soberbia, las estudiaron un momento, antes de volver a cambiar de posición.

    Las brillantes patrullas en color blanco que eran el orgullo de la actual alcaldesa se empezaban a posicionar para proteger algunos de los lugares importantes, la mayoría en la zona céntrica del pueblo. Durante los primeros minutos del ataque, Ira había logrado sorprender a algunos de esos oficiales con la guardia baja, y ahora esas personas también formaban parte del número creciente de subordinados obligados a obedecerlo. Los efectivos restantes estaban manteniendo, momentáneamente, a las criaturas invasoras fuera de la zona central, pero eso apenas importaba, ni la destrucción ni la muerte eran los objetivos del plan.

    Desde el punto de vista histórico de los Campeones del Rayo y demás hechiceros que se habían enfrentado a ellos en el pasado, a los Pecados les faltaba un plan. Todos creían que producto de la desesperación del hambre y prepotencia, Los Enemigos Mortales del Hombre reunían todos sus recursos y se lanzaban en un ataque ciego y por eso generalmente perdían la batalla. Y la verdad es que incluso el soso de Pereza hacía todo lo posible para no contradecirlos. Las criaturas bajo el comando de los pecados se dirigían a todas partes y atacaban al azar, haciéndose vulnerables a contrataques mientras se concentraban en destrozar edificios y “devorar” lo que pudieran, sólo lanzaban ocasionales ataques de fuego y magia contra algún objetivo bélico.

    Todo eso era parte fundamental del plan. El plan del terror que a la larga siempre les daba buenos frutos.

    Hileras interminables de vehículos de pasajeros y carga intentaban escapar del pueblo a través de sus centenares de caminos. La cantidad de gente luchando por escapar era casi tanta como la de personas intentando entrar y ayudar, constriñendo los caminos y convirtiendo a todos los presentes en victima fácil del terror. En los campos cercanos a la urbe, lejos de las zonas de conflicto empezaban a llegar algunos vehículos militares, estacionados a la espera de recibir órdenes oficiales y así contribuir indirectamente a causar más pánico.

    Las calles y el espacio entre las construcciones estaban ocupados por elementos de la policía y homúnculos liderados telepáticamente por los Pecados, ambos bandos se destruían con saña. Al principio del enfrentamiento los disparos de los oficiales eran completamente efectivos contra las criaturas, dejándolos completamente destruidos o incapacitados. Pero mientras la gente se enojaba o se asustaba más con el paso del tiempo, Los Enemigos Mortales ganaban poder. Pronto esos ataques con homúnculos suicidas dejaron de ser necesarios y se contentaron con sólo hacerlos destruir la periferia. La visión de edificios ampliamente conocidos por todos los pobladores de Royal Woods colapsando en llamas o de las explosiones de fuego podía resultar aterradora y desmoralizante.

    Columnas de humo se elevaban desde los barrios más alejados del centro, eso le indicaba a Ira que algunas de las criaturas habían comenzado a crearse a partir de pobladores asustados y sin ninguna virtud sobrante.

    Conforme el número de atacantes aumentaba poco a poco, las maniobras ejecutadas en la zona central indicaban la ansiedad creciendo en los policías, quienes empezaban a romper formaciones abandonando los refugios designados y empezando a atacar más directamente.

    Era obvio que esperaban la llegada de refuerzos de los pueblos vecinos. Codicia y Lujuria ya se habían anticipado, destrozando las torres de telecomunicaciones y preparando pequeñas trampas en los caminos. Aunque eso no les había impedido a algunas unidades militares llegar no tan retrasados.

    Aun así todo iba según el plan, las fuerzas de los pecados crecerían lo suficiente mucho antes que las fuerzas humanas se organizaran lo suficiente para suponer una amenaza seria.

    Ira se tomó un tiempo para absorber el potencial mágico obtenido de la batalla que tenía lugar más abajó. Odiaba estar tan lejos de la acción y del derramamiento de sangre, pero la experiencia le había enseñado que debía seguir esperando y acumulando poder. Alcanzado el momento, toda la espera y frustración estarían pagadas.

    —Hermano mayor, se están generando llamadas de onda corta en el centro del gremio de comerciantes —dijo Pereza—. Se están dando cuenta que sólo destruimos sin dañarlos… están perdiendo el miedo.

    —Era de esperar —respondió Ira sin parpadear—. Es aquí cuando les arrancamos la esperanza y terminan sumergiéndose en el caos.

    —Cabeza de musculo ¿acaso no te das cuenta que hemos empezado a perder demasiadas extensiones? —Avaricia se puso a gritar—. ¡Empezamos a tener más perdidas que ganancias!

    Sabiendo que su molesto hermano menor estaba en lo correcto, Ira buscó entre sus muchos ojos al grupo de homúnculos más cercano a las perdidas.

    Cuando lo encontró se dio cuenta que las dos únicas criaturas sobrevivientes huían a toda velocidad, a uno de los homúnculos le faltaban las alas y un brazo. Ambos estaban bañados con magia arcana.

    Anulando sus instintos de supervivencia, Ira les ordenó que se dieran la vuelta y atacaran de forma suicida a sus agresores, ambos entes desaparecieron antes de poder girarse.

    —Tendremos que acelerar las cosas, atacaremos cualquier edificio con mayor intensidad, especialmente en la zona de comercio.

    —Los míos ya están en ese sector —informó Gula.

    — ¡Entonces ataca los puntos de desembarco de esos vehículos metálicos, las pasarelas, todo lo vistoso! ¡Empieza a destrozar a esa patética defensa pero asegúrate que los refugiados te vean hacerlo!

    —Excelente, iré a...

    La conexión con las fuerzas de Gula se anuló, lo último que los siete pecados pudieron ver fue un dúo de rayos de energía mágica destruir a la totalidad de criaturas ahí presentes. El juego principal había comenzado.

    — ¡Todas nuestras fuerzas deben interceptar a ese bastardo, que el Campeón del Rayo no escapé! —Gritaron al unísono los Enemigos Mortales del Hombre.

    Había llegado más pronto de lo esperado… El problema con el plan del miedo es que los absorbía tanto que se olvidaban de realizar un plan de contingencia. No importaba ya, poco más de medio pueblo ya estaba en sus garras y los que quedaban o estaban muertos o estaban asustados. Tendrían que apegarse a un tipo de lucha que nunca habían practicado: una pelea de desgaste, en la que las aparentes victorias a la larga terminaban siendo la derrota para un Campeón del Rayo agotado. Sin embargo se trataba de una pelea en la que si perdían lo perderían todo.

    El hilo de pensamiento de los pecados quedó en silencio mientras un nuevo grupo de criaturas se dirigía a una primera batalla que ya sabían perdida, con suerte tendrían una pequeña actualización de la situación y a la larga terminarían ganando al agotar al campeón.

    Volvieron a guardar silencio al ver que ahora tendrían que enfrentar a dos portadores del rayo, Gula tomó la palabra.

    —Un segundo Campeón ha surgido, tendremos que aumentar el número de atacantes, ¡tantos como sean necesarios!

    —La patrulla de asalto ya está preparada —Lujuria intervino—. Nuestras fuerzas de escolta se han formado. Cuarenta y nueve creaciones de elite.

    —Con eso bastará para acabar con ambos campeones, al fin de cuentas ya se ven cansados…

    Ira sonrió satisfecho.

    -o-

    Tras el ataque colérico de Lincoln, la calle frente a ellos había quedado vacía, aprovechando la oportunidad ambos hermanos corrieron hasta llegar a la plaza.

    Una vez adentro, y bastante más tranquilo, Lincoln se preguntó que habría sido de sus hermanas. Quería creer que Lana o Lola se habían peleado o que algo había ocurrido y la salida al cine que Luna y Luan habían planeado se había cancelado, que en esos momentos su familia se reunía ilesa en casa… lejos de todo el caos; pero tampoco los habían llamado preguntando, preocupadas, dónde estaban… así que era seguro que aún no había nadie en casa. Todo lo que tenían como rastro era la gorra de Lana, Lucy la había encontrado a unas cuadras del centro comercial.

    ¿Habrían sido Luna y las demás víctimas del ataque? ¿Estarían atrapadas debajo de los escombros de algún de los muchos edificios derrumbados o quizá ya formarían parte de la filas enemigas?

    La preocupación más grande en la mente de Lincoln eran su madre y Lily.

    La plaza, para sorpresa de los hermanos, estaba repleta de personas que habían intentado huir del ataque y de la zona céntrica del pueblo sin lograrlo. De no ser por la intervención del cuerpo de policías, era seguro que las criaturas se hubieran precipitado en el interior del edificio hace tiempo. Pero incluso esos valientes hombres necesitaban ayuda, pues empezaban a quedarse sin munición y sin fuerza moral con las cuales seguir luchando.

    La, cada vez más escasa, luz de día se filtraba en el vestíbulo principal a través de las ventanas tintadas del techo. El sol empezaba a esconderse, con cada segundo el interior se asemejaba un poco más a una madriguera que sólo permitiría el paso a los monstruos asechando en la noche.

    Un borrón de luz rojiza pasó sobre el techo de cristal, atrayendo inmediatamente la atención de los campeones y el pánico de los demás. Siendo consciente que su hermana aún no recuperaba completamente el aliento, Lincoln se elevó por el aire, se acercó al techo y cuidando no hacer nada de ruido, abrió la ventila más próxima al extraño resplandor; dos criaturas mucho más grandes que todas las que habían enfrentado hasta ese momento se afanaban royendo con sus inmensas fauces y fundiendo con su fuego infernal las láminas metálicas del techo. Uno de esos titanes abrió con sus garras una serie de agujeros en uno de los tanques de gas antes de aventar el contenedor a la calle, el cilindro explotó al golpear el piso del parque privado en una de las terrazas cercanas, casi arrancando los arboles de sus raíces.

    Los gritos de los refugiados encerrados en la plaza debajo de él, todos ellos completamente atemorizados a causa de la explosión, llegaron hasta los oídos de Lincoln.

    —¡Estos son mucho más grandes que todo lo que hemos visto hasta ahora! —gritó Lincoln a su hermana y a los policías que seguían dispuestos a luchar.

    Antes de cerrar el boquete que recién había abierto en el techo, Lincoln vio cómo uno de aquellos monstruos enormes se elevaba por encima de la plaza para descender por el lado opuesto del edificio, ocasionando una serie de explosiones cada vez que quebraba una tubería diferente de las muchas que abastecían al edificio entero de electricidad, agua y gas.

    Tan pronto como oyeron a Lincoln gritar, las criaturas responsables del caos resultante por la infraestructura destruida volvieron a elevarse, desapareciendo de su vista a través de las nubes, sin embargo, a pesar de ya no haber homúnculos cerca, por las rejillas de ventilación empezó a llegar un olor a azufre y aire frio del exterior. De uno de los locales del piso superior, una pequeña tienda de chocolates artesanales, empezaron a llegar lamentos aterrorizados y un golpeteo histérico de manos y pies contra la cortina metálica de contención.

    Un hombre que formaba parte del personal de seguridad del centro comercial miró a Lucy con ojos desorbitados y con voz temblorosa gimió.

    — ¡No podremos contenerlos!

    Lincoln bajó del techó y manteniendo un tono de voz tranquilo se dirigió al líder de los policías reunidos en el lugar.

    —Saquen a estas personas de aquí, nosotros dos nos encargaremos de eliminar a las criaturas que se acerquen a atacarlos.

    Highsmith, el oficial con más rango en toda la plaza, miró a Thunder como si fuera un demente.

    — ¡Pero todo el lugar está repleto de gente y estamos completamente rodeados por esas cosas!

    —Ya lo sé, tendrá que buscar una solución en lo que entretenemos a esas porquerías.

    Cuando los policías despejaron el corredor principal, Lincoln le indicó al gordo guardia de seguridad que temblaba al lado de Lucy que abriera una salida de emergencia alterna para que empezaran a sacar a la gente.

    Tan pronto como los policías comenzaron a organizar a los refugiados en grupos pequeños para evacuarlos con mayor facilidad, Lincoln le hizo una seña a Lucy y ambos se dirigieron al local del piso superior que recién acababa de quedar en silencio. Los hermanos dejaron fluir el poder del Campeón del Rayo por su cuerpo. Al ver los destellos eléctricos recorrer los cuerpos de sus misteriosos salvadores, los uniformados empezaron a retroceder, luchando contra los civiles que tenían detrás y empujaban para poder ver la escena.

    Sin vacilar, Lucy y él atravesaron la cortina de contención y entraron al local, donde cuerpos y cadáveres de diferentes personas se apiñaban en el piso y sangre aún tibia escurría de las paredes y los anaqueles llenos de caramelos. Un viento fétido con aroma a huevo podrido, el aroma de la magia recién invocada, soplaba en todo el la tienda a causa de un boquete abierto en el techo de la tienda, a través del cual bajaron media docena de los mismos monstruos que Lincoln y Lucy habían combatido durante todo el día. Lincoln se permitió un momento de perplejidad. Estos pequeños homúnculos no eran comparables a los que acababan de abrir el agujero en el techo y eso sólo podía significar que esos gigantes estaban destinados a algo más importante.

    Sin conceder un solo segundo de tregua, los monstruos recién llegados empezaron a disparar fuego desde sus bocas contra sus enemigos jurados.

    Al sólo poder ver el resplandecimiento de los disparos de fuego de las criaturas así como los rápidos destellos eléctricos con los que se defendían los otros, la situación comenzó a parecerles desesperada a los refugiados y oficiales de policía fuera del local. No porque los dos sujetos altos y musculosos no pudieran defenderse por sí mismos, sino porque estaban seguros que no podrían destruir a los enemigos y defenderlos a ellos también. Pero era obvio que nadie de los presentes sabía que uno de esos sujetos había sido elegido portador de los poderes del Campeón del Rayo, el que había destruido a un parasito devorador de mundos hace unas cuantas horas y que la otra era una experta insipiente en las artes místicas.

    Juntos, los hermanos exterminaron a los enemigos. Chispas y humo revoloteaban desde la tienda de golosinas, expandiéndose hacia el resto de la plaza al tiempo que las piernas y brazos de los enemigos vencidos salieron volando hacía el exterior del local. Ambos campeones se habían asegurado contra viento y marea que ninguno de los refugiados fuera golpeado por nada demasiado grande mientras eran evacuados.

    En cuanto cayó la última gárgola, Lincoln se elevó a través del agujero del techo, y aterrizó en el tejado, el viento azotaba su rostro y capa haciendo que esta última ondeara sin control a su espalda, seguramente en ese momento se veía muy cool.

    Con todos sus sentidos alerta, Lincoln vio al dúo de gigantes alados que habían destruido el techo de la plaza aproximarse por el aire en una amplia curva. Más lejos aún, pero acercándose rápidamente en línea recta, iban dos helicópteros del ejército.

    El albino se giró para seguir con la vista al terrorífico dúo de homúnculos superdesarrollados acercarse. Al verlo, las bestias prepararon garras y colmillos. Lincoln, con un gesto infantil, les sacó la lengua provocándolos para que lo enfrentaran directamente.

    Pero ninguno de los espectros logró acercarse lo suficiente para atacar. Con las alas agujereadas y el torso severamente dañado por los proyectiles disparados desde los helicópteros perseguidores, las bestias se desplomaron a medio vuelo, rebotaron contra las piernas de Lincoln, rodaron y cayeron por el tejado hasta golpear el asfalto que los esperaba cuatro pisos debajo.

    Al ver que ya no había más bestias cerca, Lincoln se dejó caer por el agujero del techo y se reunió con Lucy, ahora la plaza no estaba tan llena de gente pues los policías estaban terminando de trasladar a los refugiados a un nuevo lugar seguro.

    Entre uno de los grupos de civiles que se apresuraban para salir de la plaza mientras todo era seguro, el peliblanco logró distinguir a un conocido par de castañas, Ambas estaban rodeadas por un grupo de cabecitas rubias, sólo faltaba Lana pero el albino confiaba que la joven fontanera estuviera con el grupo anterior de refugiados, rodeada de policías que cuidarían de ella, igual que de sus hermanas que recién salían.

    Sin poder contenerse Lucy soltó un bostezo agotado. Ya comenzaba a anochecer y la pelinegra estaba alcanzando el borde de sus fuerzas.

    -o-

    Amanda Waller seguía en su sala privada, en el centro de un círculo formado por sus guardaespaldas numerosos. La rechoncha mujer miraba, extremadamente seria, a través de una cámara al dúo de encapotados que estaban cuidando a los civiles refugiados en la plaza.

    Los helicópteros militares, al que ya no quedaban abominaciones cerca del Gran Central, se dispersaron para apoyar a otros puntos de extracción de refugiados, dejando a la plaza en silencio.

    —No lo entiendo Lincoln, esas cosas que destrozaron el techo podían haber entrado y asesinado a todos los aquí reunidos y escapar antes de que los helicópteros llegasen.

    —Y hay demasiadas criaturas rondando en las alturas pero casi ninguna cae del cielo, sólo algunas pocas desciendes y obligan a las personas a dirigirse al centro... casi como si estuvieran pastoreando un rebaño.

    Los ojos pálidos de Lucy brillaron al comprender lo que querían en realidad los Enemigos Mortales del Hombre, con un gesto de la cabeza señaló a los últimos refugiados en irse.

    —No quieren matarlos a todos… los quieren vivos… desmoralizados y asustados.

    La pelinegra acababa de decir aquellas palabras cuando algo golpeó el techo con fuerza suficiente como para zarandear a todos los que continuaban dentro del edificio. Los guardias de Waller apenas recuperaban el equilibrio y retomaban sus poses defensivas cuando la construcción entera empezó a resonar con el ritmo de unos pasos pesados, anunciando a una criatura cuyas garras avanzaban enterrándose en el hormigón del exterior de la plaza.

    —Ya llegaron los verdaderos enemigos —gruñó Lincoln.

    A pesar de estar sudando y jadeando, Lucy sonrió y le guiñó un ojo a su hermano mayor.

    —Estoy lista para para lo que sea.

    Se dirigieron a toda velocidad al local de golosinas destruido, rápidamente se elevaron y pasaron a través del techo. Alejada aún por varios metros se encontraba el receptáculo de los Enemigos Mortales del Hombre, acompañada de varias docenas de esas criaturas gigantescas y monstruosas.

    Sin intimidarse ante la nueva apariencia de su hermana corrompida, Lincoln levantó sus brazos desde el interior de su ondulante capa, poniéndose en guardia, y rodeó sus manos con el poder del rayo. Cuando sus dedos apenas empezaban a refulgir con electricidad, Lynn ya estaba encima de él, atacándolo con sus garras y colmillos. Lincoln, que intentaba mantener a raya a la bestia en la que se había transformado su hermana mayor al tiempo que esquivaba sus ataques, rodaba entre las piernas del monstruo y se limitaba a golpear únicamente el rostro endurecido de la bestia, pues sabía que esa era la única forma de aturdir a semejante criatura.

    Las zarpas del receptáculo de los Enemigos Mortales del Hombre vibraron y sisearon al chocar contra los antebrazos del Campeón rodeados de rayos segadores. Lynn se mantenía anclada al techo de la plaza gracias a sus garras, sin embargo ese método limitaba también sus movimientos y Lincoln, en cambio, se movía libremente por el techo sin quedarse mucho tiempo en el mismo lugar, explotando los puntos ciegos en la defensa y escurriéndose de los golpes de la criatura.

    El primer y único error que cometió Lincoln fue parpadear, en ese pequeño instante la criatura se decidió a atacar con toda su fuerza. Lynn hizo girar su torso para que sus brazos rematados en garras describieran un arco paralelo a la superficie del techo, el zarpazo cortó sus dos antebrazos y derribó al peliblanco del techo. Adolorido, Lincoln no pudo frenar su caída hasta que golpeó el piso de la planta baja.

    Los Enemigos Mortales del Hombre ya sabían a qué atenerse al enfrentarse con un Campeón del Rayo, podían considerarse expertos en contrarrestar las técnicas mágicas y el humano que habían escogido era una experta en las artes marciales. Viendo en las memorias del cuerpo que ahora ocupaban, los pecados descubrieron que la chiquilla ya había vencido infinidad de veces a la identidad humana del Campeón en cualquier tipo de competencia física.

    Para los pecados se hizo obvio que Lincoln no sabía pelear con las técnicas oscuras y elegantes que su hermana Lynn dominaba, por lo que completamente seguros de su superioridad física, se apresuraron a continuar con el combate contra Thunder.

    Aún en los cielos sobre el centro comercial, la bandada de homúnculos de elite, la escolta de los Enemigos Mortales del Hombre, cometió el error de enfrentarse en un duelo a distancia con Lucy. El cuerpo de la pelinegra era un ciclón de fuego fatuo. La piel pétrea de las criaturas era ciertamente resistente a las descargas de energía mágica, haciéndolos enemigos formidables pero para poder contraatacar primero necesitaban identificar un blanco y Lucy no les permitió disparar siquiera una sola bola de fuego.

    Con hechizos y ataques que incluso un héroe de leyenda envidiaría, la mujer pelinegra rodeaba a los monstruos, esquivando sus ataques y derribando a una abominación diferente con cada disparo de energía.

    La potencia del aire terminó por empujar lejos los restos de sus rivales derrotados, el poder de los Enemigos Mortales del Hombre junto con el de ambos Campeones había invocado a una tormenta eléctrica inmensa que cubría todo el pueblo.

    La pérdida de su escolta de elite y el clima cambiante no pasaron desapercibidos por ninguno de los Enemigos Mortales del Hombre, pero eso no los distrajo ni los ralentizó. Confiando ciegamente en su superioridad física, sólo se preocuparon en atacar de forma incansable a Lincoln.

    El coraje de Aquiles y la inteligencia de Salomón, después de intercambiar algunos golpes con Lynn, terminaron por ayudar a Lincoln a analizar la técnica de combate que el receptáculo de los Pecados estaba usando, por lo que tras meditarlo un poco, Thunder empezó a cambiar su postura y su estilo de pelea, alterando el ángulo desde el cual golpeaba, sus respuestas y bloqueos a cada ataque enemigo.

    El resultado no podía considerarse “arte” marcial, pero ciertamente era efectivo para contrarrestar todas las técnicas que trataban de emplear los Enemigos Mortales del Hombre. Cuando los Pecados empezaron a recibir más golpes de los que podían bloquear o regresar perdieron el interés en seguir luchando. Empezaron a atacar de forma ciega y furiosa, desesperados por terminar el combate lo más rápido posible.

    Notando casi al instante la desesperación de sus enemigos y aprovechando un descuido de su parte, Lincoln pateó la parte interna de la rodilla derecha mientras la criatura seguía avanzando obstinadamente. Por la sorprendida mirada de los ojos brillantes del avatar, Lincoln comprendió que pese a todo su poder, la parte humana no siempre estaba completamente bajo el control de los seres oscuros. Su hermana, la valiente mujer y excelente compañera de juegos y travesuras quiso evitar la zancadilla de Lincoln, pero el monstruo comandado por los Pecados, sólo quería partir a Lincoln por la mitad con sus garras.

    La pezuña derecha de la criatura se dobló provocando que la rodilla tocara rápidamente el suelo. Al no poder sostener todo su peso con un solo pie, la bestia perdió el equilibrio y trastabilló. Lincoln se irguió con lágrimas en los ojos, alzó sobre su cabeza ambos brazos dispuesto a hundir sus puños en la cabeza de su hermana, de conseguir su propósito habría explotado el cráneo de Lynn y mandado a los pecados a un sueño profundo, pero un impacto repentino en su ojo derecho lo obligó a cubrirse la cara. Un helicóptero militar había vuelto y disparaba contra los dos de forma indiscriminada, Lincoln tuvo que ceder en su intento de dar el golpe final y alejarse un par de metros volando. Quedando fuera del alcance de las balas, Lincoln envió un potente rayo contra la nave y la derribó en el acto.

    Viéndose libre de interrupciones, el peliblanco intentó continuar con su ataque contra los pecados, pero la criatura había huido ¿Acaso se había alejado volando? ¿El helicóptero había conseguido dañarla ahora que estaba débil?... ¿realmente estaba dispuesto a matar a su hermana mayor?

    Lincoln no tuvo mucho tiempo para pensar sus preguntas. A cien metros de distancia se veían más helicópteros y algunas tropas de tierra acercarse.

    Lo verdaderamente preocupante fue que antes de irse, el avatar de los Enemigos Mortales del Hombre ya había preparado una última trampa para cubrir su huida; las columnas de la plaza estallaron en mil pedazos y el edificio entero empezó a caer, con gente todavía dentro.
     
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    Sylar Diaz

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    Say it LOUD! 01
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    Fantasía
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    Por un momento, Lucy vio la determinación asesina en el rostro de Lincoln y su corazón tuvo miedo, hacia bastante tiempo que no sentía una emoción tan intensa como esa.

    Por suerte, cuando Lincoln se proponía acabar con el conflicto de una vez por todas, las fuerzas armadas intervinieron finalmente; un helicóptero del ejército disparó tres rondas de balas de gran calibre, distrayendo momentáneamente al campeón del rayo y permitiéndole al receptáculo de los enemigos Mortales del Hombre escapar, su hermana deportista transformada en bestia salió corriendo despavorida a cuatro patas.

    Entonces, por tercera vez en el día, Lucy fue testigo de algo que nunca hubiese podido haber imaginado por su cuenta; su hermano, movido ciegamente por la furia, había atacado conscientemente al helicóptero que le había disparado en el rostro, derribándolo en el acto con un rayo mágico. Al ver al albino tan decidido en acabar con sus enemigos de forma tan decisiva, la gótica se preocupó profundamente por el destino de Lynn si es que Lincoln la volvía a enfrentar sin estar ella misma presente. Lucy tendría que actuar primero si quería salvar el alma de su hermano mayor y la vida de Lynn.

    Levantando una de sus manos, la pelinegra canalizó el poder del rayo y disparó contra el edificio que estaba debajo de ella. En menos de un segundo desde que el helicóptero fuera derribado, la plaza “Gran Central” empezó a colapsar al ser destruidos uno de sus pilares.

    Aprovechando el estruendo del centro comercial derrumbándose, y de la destrucción causada por los pocos homúnculos restantes, en parte gracias al color oscuro de su ropa y a su propia habilidad para escapar sin ser vista, Lucy se alejó de su hermano mayor por aire mientras se dirigía hacia donde había visto a los pecados escapar.

    -o-

    Sin dudarlo un momento, Lincoln se lanzó hacia la plaza derrumbándose, apenas llegando a tiempo para atrapar al edificio y evitar que el techo de vidrio y hierro se estrellara con el piso. No debía quedar tanta gente dentro, él y Lucy ya habían evacuado a la gran mayoría antes de enfrentarse a los Enemigos Mortales del Hombre por lo que esperaba que sólo salieran los pocos policías que quedaban dentro.

    Aunque sabía que transformado era sorprendentemente fuerte, Lincoln se sorprendió al descubrir que podía cargar sobre sus hombros tanto peso sin sentir siquiera fatiga. Completamente convencido de su capacidad física, el albino esperó pacientemente a que salieran las pocas personas que habían permanecido ocultas en el último piso de la plaza, y pasados apenas un par de segundos, un grupo bastante nutrido de hombres trajeados, gente con ropa costosa a punto de desmallarse y varios policías que no había visto antes salieron juntos, formando un pequeño cardumen.

    Cuando se encontraron en especio abierto, los guardaespaldas se dispersaron en un instante y empezaron a revisar la zona, buscando posibles peligros y ubicándose en lugares estratégicos dejando a los hombres adinerados que estaban protegiendo a solas con los policías.

    Entre los hombres ricos que estaban siendo escoltados por aquel escuadrón de policías, por supuesto que Lincoln no conocía a la mayoría, estaba la alcaldesa Amanda Waller y la misma oficial que había arrestado a su madre hacia dos años y que siempre parecía seguir lealmente a Highsmith. Al verlo cargando la plaza, casi como si fuera un pilar de construcción más, ña rechoncha mujer afroamericana le dirigió a Lincoln una mirada muy diferente a la que él estaba acostumbrado a ver en las juntas municipales. Después de hacer una simple seña con una de sus manos, Waller hizo que la media docena de sus guardias privados formaran un medio círculo en derredor a Thunder y le apuntaran con sus armas.

    —No creo que estén en animo de conversar ¿verdad? —Bromeó Lincoln.

    —Suelta ese edificio, está vacío —La voz de Waller sonaba monótona y autoritaria, como si tener frente a sus ojos a un sujeto capaz de volar y lanzar rayos no fuera algo sorprendente—, los únicos que estábamos adentro éramos nosotros.

    —Pero señora, por el daño estructural, sí él lo suelta el edificio completo colapsará —Mercy Graves intervino—… no creo que sea buena idea derribar un símbolo local como lo es el…

    —Obedece, sólo tú puedes proteger a los que aún quedamos por aquí — insistió Waller. Era obvio que la alcaldesa no le haría caso a su asistente y que sus palabras no se trataban de una simple sugerencia para Lincoln—. ¿Qué planeas hacer, grandote? ¿Salvar al pueblo con un edificio a cuestas?

    A pesar que el tono con el que le estaba hablando no le agradó en lo más mínimo, Lincoln tuvo que reconocer que la obesa mujer tenía razón; los helicópteros que comenzaban a sobrevolar la zona no eran realmente una barrera confiable para proteger a la gente contra los homúnculos de los pecados, sólo él era completamente efectivo contra esos monstruos.

    Sin responder con palabras, para no darle esa gratificación a la alcaldesa, Lincoln asintió con la cabeza y les hizo señas a los guardaespaldas y a los adinerados del pueblo para que se alejaran.

    Cuando todos se alejaron bastante de la plaza, Lincoln cerró los ojos, aspiró lentamente para terminar de convencerse de que permitir que aquel edificio se destruyese era lo correcto, y levantó un poco más la construcción por sobre su cabeza. Ya estaba a punto de soltar la columna que estaba sosteniendo cuando oyó algo, al principio era tan débil que creyó imaginar el ruido, pero conforme pasaban los segundos el jadeo se hizo más ruidoso; alguien se acercaba corriendo.

    —¿¡Qué estás haciendo!? ¡Esas cosas nos pueden atacar en cualquier momento! —Amanda empezaba a impacientarse—. ¡Sólo suelta el maldito edificio de una vez por todas!

    —No, aún hay gente dentro… los oigo acercarse.

    —Si alguien se acerca no creo que sean civiles, los únicos que quedábamos dentro éramos los hombres de la alcaldesa y algunos pocos policías —La oficial Foster no desistiría nunca de ayudar a la gente, pero las probabilidades de que lo que saliera del edificio fuera realmente gente era muy poca—. ¡Escúchenme, quiero que todos los que tengan un arma apunten a la puerta por donde salimos, pero quien se atreva a disparar sin que yo lo ordené perderá el trabajo!

    Tras oír el grito de la gorda policía, y esperar a que la alcaldesa confirmara la orden, todos, policías y guardaespaldas por igual, desenfundaron sus armas de cargo y apuntaron obedientemente a la puerta de cristal por la que recién habían salido. Pero mientras los policías y guardias esperaban conteniendo la respiración a quien fuera que se acercaba corriendo, el resto del edificio empezó a tronar. Aunque Lincoln seguía sosteniendo el techo, las paredes no estaban diseñadas para soportar tanto castigo y mantenerse en pie, por lo que tras empezar a agrietarse y a temblar, el muro completo comenzó a caer conforme los ladrillos que lo conformaban empezaron a soltarse y caer. El techo comenzaba a hundirse cada vez más rápido justo cuando todos los hombres armados pudieron vislumbrar a dos mujeres acercarse corriendo a la salida.

    Finalmente la construcción no soportó más y se desmoronó, pensando inhumanamente rápido, gracias a sus reflejos y sabiduría mejorados, Lincoln se acercó lo más rápido posible a la pareja de refugiadas… y cuando el polvo del derrumbe se asentó, todos vieron al héroe peliblanco en medio de las ruinas con la inspectora pelirroja enviada por la delegación y una niña rubia entre sus brazos. La mujer pelirroja estaba débil y sangre caía de su frente, por su gesto serio no lucía bastante complacida por seguir con vida.

    Una de las preocupaciones de Lincoln también se había solucionado, la niña que acompañaba a la inspectora era Lana.

    —Llamaré a una ambulancia para atenderla lo más pronto posible, inspectora McCann y para la niña Loud… la mantendré con el resto de los damnificados —Foster, junto con todos los demás, pudo suspirar al fin—, creo que vi a sus hermanas en uno de los grupos de refugiados que acababan de abandonar la zona.

    La pequeña fontanera se acercó a los demás oficiales de policía, y sin responder con palabras a la gorda mujer, tomó su mano, completamente satisfecha al saber que podría reencontrarse con sus hermanas.

    —Y tú ¿Thunder? Espero que puedas ayudar a localizar y escoltar a los demás damnificados en lo que se establece un refugio seguro y definitivo, no se sabe que más este volando sobre nosotros.

    —Lamento decepcionarla, oficial, pero ya tengo un pendiente que tengo que atender urgentemente.

    -o-

    El viento frio azotaba el cuerpo de Lucy, aullando salvajemente al pasar entre sus firmes piernas y brazos. En condiciones normales la gótica estaría titiritando, sin embargo no le sorprendió en lo absoluto el notar que apenas y sentía el frio mordiendo su cuerpo.

    Los pocos árboles que rodean a la pelinegra mientras volaba tras los Enemigos Mortales del Hombre se iban haciendo más numerosos conforme se alejaba del pueblo; ahora tenía que volar más lento y alto para evitar chocar con la vegetación. Aunque abundantes, los troncos de aquellos árboles eran frágiles y grises, se trataba en realidad de un bosquecito irregular que, según opinión de Lana: “esa cochinada no tiene mucho que ver con el gran bosque de pinos que estaba en la zona, claro que eso fue mucho antes de que el pueblo fuera fundado hace chorrocientos años atrás”.

    A lo lejos, Lucy distinguió a un homúnculo serpenteando entre los arboles de abedul, temeroso de levantarse mucho contra el cielo nocturno y ser descubierto. Al intentar apresurar el paso y alcanzar a la criatura, un nudo de cansancio se tensó en estómago de la pelinegra. Lucy quería atravesar el cuerpo del espectro con su puño, pero no hizo nada, agotada como estaba no era inteligente delatar su presencia a los enemigos sin tener un plan. Estaba cansada de esa lucha de resistencia, ahora le tocaba apegarse a una táctica diferente; seguiría a la criatura hasta que esa cosa la llevara hasta el avatar de los pecados.

    Después de seguir al homúnculo por algunos kilómetros, Lucy logró observar como la criatura caía fulminada, víctima de algún ataque o mal que Lucy no pudo identificar. La pelinegra bajó del cielo y se acercó insegura al cuerpo. Los ojos del monstruo estaban opacos y vacíos. Ahí no había nada que fuera capaz de alimentar el cuerpo de la alimaña de muerte y dolor, nada ni nadie que cazar o corromper. Sin nada que consumir, la aparición se diluyó en una pequeña nube de neblina, en el piso quedó un cuerpo; era Flipp, inconsciente pero vivo.

    Nerviosa, Lucy levantó la vista a través del bosque sombrío mirando a su alrededor, pensaba que: «si aquí hay alguien, tal vez haya más cuerpos cerca.» pero a sus ojos sólo llegaba el gris oscuro del bosquecillo enfermo.

    Por suerte, Lucy no se guiaba únicamente con la vista del mundo terrenal, sino que seguía un rastro de magia específico. El rastro mágico de Los Enemigos Mortales del Hombre continuaba en línea recta y conforme Lucy avanzaba las señas se iban haciendo más claras, una peste a huevo podrido por aquí o una pequeña acumulación de niebla por allá, se acercaba al origen y pronto tendría entre sus manos a la criatura que lo había producido.

    Sus instintos mágicos le dijeron a Lucy que la persecución no duraría mucho tiempo, de hecho estaba casi completamente segura que terminaría no tan lejos, los pecados acababan de huir, pasando entre los árboles muertos y ramas rotas que alcanzaba a ver más enfrente. Al acercarse a aquel lugar, la pelinegra asomó la cabeza por la esquina de una roca al costado del camino de tierra y su aguda vista advirtió algo que la obligó a agazaparse un poco más. Era Lynn, la enorme criatura avanzaba dando tropezones y sangrando profusamente; el helicóptero sí la había herido con sus disparos cuando estaba debilitada tras su encuentro con Thunder.

    La gótica se acercó en silenció y atacó a la criatura con una descarga mágica desde atrás. Tras recibir el impacto del rayo, el receptáculo lanzó un gruñido amenazador pero débil. Lucy dudó lanzar un segundo ataque; el cuerpo de su hermana estaba rajado en casi todas partes, seguramente a causa de los disparos del helicóptero, el torso y el cuello de la criatura sangraban excesivamente. Al ver el estado de su hermana, todo le resultó obvio a la pelinegra, Lynn se estaba desangrando y los pecados la habían engañado a ella para que los siguiera y que así pudieran poseerla como su nuevo avatar, lo peor de la situación era que Lincoln, el único refuerzo que podría ayudarla, no sabía dónde estaba y Lucy se sentía tan cansada que no creía que pudiera luchar por mucho tiempo «Maestra en dejarse poseer.» le recriminó la voz de su hermano en su imaginación.

    Lynn, herida de muerte, se arrojó contra su hermana menor y a pesar de su estado físico, siguió luchando obligada por la voluntad de los pecados mientras se le escapaba la vida, las piernas le temblaban, los zarpazos habían perdido la feroz fuerza y sus ojos se oscurecían cada vez más rápido, los movimientos de Lucy también se iban limitando por el cansancio, sus escudos mágicos se hacían cada vez más cortos y los ataques que dirigía a su adversario perdían alcance tras cada segundo.

    Finalmente, a causa de las heridas sufridas con anterioridad, fue Lynn la que se desplomó primero, su cuerpo quedó quieto en el piso cubierto de nieve. Instantes después, la imagen de aquel monstruo alado se disolvió en vapor, al igual que había pasado con Flipp, dejando atrás el cuerpo sanguinolento de Lynn Loud.

    Lucy tembló al ver de tanta sangre brotar del cuerpo de la castaña. Aterrada, la gótica dio algunos pasos temblorosos hacía su compañera de cuarto y acercó su imponente cuerpo sobre el delicado rostro cubierto en pecas, apenas sintiendo la respiración de su hermana deportista. Lucy también poseía la sabiduría de salomón, sabía que su hermana no sobreviviría a esas heridas si no recibía ayuda pronto. Acababa de aprender a usar verdadera magia, en mayor parte gracias a aquella oruga que la había poseído durante el fin de semana, y era obvio que aún no era una experta, pero se propuso hacer todo lo posible para no perder a su hermana.

    Invocando la magia que quedaba en ella, manos de Lucy se llenaron de una luz plateada. Las ya no tan potentes corrientes mágicas dentro de su cuerpo se empezaron a agitar al ser forzadas más allá de su capacidad. Por el inmenso esfuerzo realizado en curar a Lynn, Lucy tuvo que inclinarse hasta que su cara casi golpea la nariz de su hermana.

    Sin embargo, haciendo un esfuerzo inhumano, Lucy se enderezó abruptamente, agotando completamente parte de su poder, y ahora era ella, sus manos, su cara, todo su cuerpo irradiaba una luz blanquísima, como si fuera un segundo amanecer caído sobre la tierra en esa fatídica noche. Ante ella, estaba un cuerpo casi sin vida, pero no renunciaría.

    Lucy alzó las manos y habló.

    Todo a su alrededor empezó a perder el calor y el movimiento característico del mundo de los vivos, el bosque estaba paralizado por el poder del sortilegio.

    Con toda la habilidad que le dio su corta vida de entrenamiento y con toda la fe de su corazón, Lucy se esforzó por cerrar las heridas, por restituir el cuerpo de su hermana. Y a las órdenes de su voz y al movimiento de sus manos, las carnes rasgadas empezaron a acercarse una a la otra, volviendo a unirse. Mientras curaba a Lynn la luz que Lucy irradiaba se debilitaba, desaparecía de su rostro y de sus manos hasta que quedó sólo un pequeño y tenue resplandor. Sin embargo gracias a aquella luz débil Lucy vio que su trabajo estaba terminado. Lynn no lucia ilesa pero al menos había dejado de sangrar.

    Mientras la gótica recuperaba el aliento, se percató que su hermana recuperaba a su vez la conciencia. Aturdida, Lynn veía todo lo que la rodeaba como si acabara de despertar de un sueño. Al percatarse que no estaba sola en medio bosque, la atleta volteó a ver a su hermana con el cuello ladeado, casi como si no reconociera a la mujer que había salvado su vida, a Lucy le recordó el gesto de un cachorro víctima de la curiosidad. Consciente que era muy posible que ella no la reconociera en su estado actual, la gótica iba a presentarse a su hermana, quizá inventando un nombre de superhéroe propio como lo había hecho Lincoln sin embargo en los ojos de Lynn había reconocimiento y algo de incredulidad ¡la chica deportista sabía quién la había salvado! Ambas sonrieron, conscientes que habían sobrevivido al infierno.

    Las mejillas de Lynn y sus ropas estaban teñidas de rojo, gracias a la sangre, y Lucy estaba al borde del desmayo, sin embargo podrían pasar toda una vida riéndose y disfrutando su victoria, habían sobrevivido a los horrores del pasado de la humanidad después de todo… pero aún no estaban solas.

    Los demonios que habían creado todo ese caos seguían sueltos por el mundo y de repente, sobre ellas, el cielo cambió sutilmente, una pálida luz similar a una explosión de fuego brilló entre las nubes. Los Enemigos Mortales del Hombre habían absorbido suficiente energía de sus homúnculos como para crear cuerpos propios y ahora estaban listos para su revancha.

    El primero en acercarse a atacar a las hermanas desde las alturas se trataba de Ira, el más antiguo de los pecados y el más experto en cuanto a peleas. Él había visto la situación oportuna que presentaba un Campeón del Rayo completamente agotado y decidió encargarse de todo él mismo.

    Lucy levantó la guardia con furia, dispuesta a abrazar la violencia con tal de proteger a su hermana.

    —¡Durante una noche, existirá una persona sin mal en el cuerpo!

    Ira ignoró el grito de guerra de la gótica y continuó descendiendo, su figura humanoide cambió gradualmente desde un translúcido blanco hasta ser de un rojo obscuro como la sangre.

    Tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca, Ira se abalanzó sobre Lynn y Lucy. El demonio intentaba tomar volver a tomar control sobre el cuerpo de la castaña para atacar, no sólo físicamente sino psicológicamente, a la pelinegra, pero antes que tuviera oportunidad de tocar siquiera a alguna de las hermanas, un par de brazos delgados y traslucidos atravesaron el piso del bosque y se enroscaron en una de sus piernas. El pecado lanzó un chillido como si hubiera sido quemado.

    —Los de tu clase siempre han odiado las virtudes humanas, por eso es que deben sumergir a las personas en la desesperación para poder corromperlas ¿cierto?

    Leni terminó de atravesar el suelo y soltó al demonio.

    —Lamento la tardanza, Lucy, pero tuve que llegar “a pie” desde la casa.

    Al ver que Ira volvía para intentar golpear a su nuevo objetivo, a ella, Leni le soltó una cachetada al Demonio. Sorprendentemente, el monstruo empezó a tambalearse por el sufrimiento. Sin que pudiera defenderse, Leni lo disolvió de un último golpe.

    Tan pronto como el más antiguo de los Enemigos Mortales del Hombre fue vencido, una niebla obscura empezó a formarse entre las nubes y una peste increíble a azufre llegó desde el cielo, envolviendo a las hermanas, los otros pecados comenzaban a materializarse completamente dispuestos para vengar a su hermano. Lucy volteó a ver a su compañera de cuarto, y al ver a Lynn temblando asustada casi completamente desvalida ante aquellas criaturas, el peso de la responsabilidad de protegerla la hizo sentirse más poderosa. Ignorando el llanto de sus músculos adoloridos, la gótica se obligó a mantenerse de pie entre la oscuridad.

    —No creo poder destruirlos a todos, pero estoy segura de que juntas podremos hacer más que simplemente contenerlos—. La decisión en la voz de Leni obligó a Lucy a actuar por fin.

    Elevándose al nivel de las nubes, Lucy se enfrentó con los pecados a puño limpio. Soberbia se adelantó a enfrentarla. Con sus garras intentó atravesar la piel de la pelinegra pero todo con lo que hizo contacto la zarpa de la bestia fue con un rayo implacable. Lanzando un puñetazo, justo como le había enseñado Lynn, Lucy perforó el cuerpo de la criatura, diluyendo al pecado en la niebla.

    Un poco más lejos, la pelinegra vio como otros tres de los Enemigos Mortales del Hombre intentaban atrapar a Leni, y aunque no conseguían apresar a la rubia se acercándose con sus intentos cada vez más. Queriendo apoyar de alguna manera a su hermana, Lucy intentó lanzar un rayo inmenso, con el poder suficiente como para hacer retroceder a los perseguidores del espectro rubio, sim embargó en lugar de fulminar a sus enemigos todo lo que pudo obtener la gótica fueron unas cuantas chispas. Sus fuerzas mágicas estaban muy cerca de agotarse, pero Lucy se negó a ceder.

    Una tercera luz creció bajó las estrellas. Lynn, sin poder participar realmente en la batalla, había perdido el miedo. Al ver el valor con el que sus hermanas atacaban a los demonios, la castaña comenzó a sentir una energía inmensa crecer dentro de su pecho, empezó a ser capaz creer que sus hermanas podrían acabar ellas mismas con todos los males que estaban invadiendo al pueblo.

    —¡Vamos Lucy, patéales el trasero!

    Poco a poco, los cinco demonios restantes empezaron a perder poder, al perder su influencia sobre el único ser humano en varios kilómetros. El solo grito de la castaña era un desafío al mal, uno que los Enemigos Mortales del Hombre no podrían dejar pasar; por lo que completamente acorralados, los pecados pidieron refuerzos.

    Al llamado de ayuda de los pecados, respondieron todos los homúnculos que quedaban en el pueblo. Una horda de miles de monstruos se apretujó sobre las hermanas, formando un cardumen de destrucción y olvido. Lucy volvió a forzar sus reservas mágicas para elevarse aún más e interceptar a los refuerzos malditos antes de que se agrupasen con los seres que los habían llamado, los golpeaba y electrocutaba, convirtiéndolos uno a uno en polvo. Pero seguían apareciendo más y más criaturas frente a ella.

    Tendría que darlo todo. Sintiendo como todos los músculos de su cuerpo temblaban de cansancio, Lucy soltó un grito de desafió y le ordenó al viento transformarse en una tormenta. La tempestad de lluvia y rayos, formada gracias al poder del primer campeón, obligó a los enemigos a retirarse, pero fueron pocos los que consiguieron alejarse a tiempo, todos los demás, incluyendo a los pecados, fueron lanzados por la fuerza del viento contra el suelo y los árboles. Sin embargo, en medio de la locura climática había un pequeño santuario libre de todo daño, el ojo de la tormenta.

    A punto de desmayarse, Lucy volteó a ver a sus hermanas, quería decirles que eso era todo lo que podía hacer pero no pudo decir nada sin que la voz se le cortara.

    —Estamos juntas en esto, aún en medio de esta pesadilla—. Leni intentó apoyar una de sus cecas manos en los hombros de Lucy, sin embargo la mano atravesó limpiamente el cuerpo de la gótica—. ¡Vaya! Debí saber que esto pasaría.

    La broma involuntaria de la rubia le provocó una carcajada a Lucy, pero la risa murió en la garganta de la pelinegra, pues un rayo mágico se había escapado de su pecho, y tan sólo momentos después salió otro disparado.

    «Esto drena mi energía, pronto no podré resistir más» pensó Lucy al borde de la desesperación, tras concentrarse un poco más en su hechizo, la tormenta siguió rugiendo casi sin menguar su intensidad, «no durará.»

    El cuerpo de Lucy se fue encogiendo poco a poco con cada relámpago mágico que se desprendía de su ser, sabía que se quedaría sin poder tan pronto como el último de ellos la abandonara, era sólo una cuestión de tiempo.

    —No pude protegerte Lynn, lo siento.

    Sin querer ver a otro lado, la gótica le dedicó una última mirada de disculpa a su hermana mayor mientras iba perdiendo el poder que el parasito había robado cuando se infiltró en la Roca de la Eternidad. Lucy sabía que tan pronto se quedara vacía, ambas estarían muertas.

    Entonces, finalmente sucedió, el último de los siete rayos la abandonó y la tempestad empezó a calmarse inmediatamente. La niebla pestilente regresó de golpe y sólo dos pecados, los que resistieron la tormenta, regresaron buscando acabar con su enemigo. En sus rostros no se reflejaba emoción alguna, sabían que ya habían ganado. Pero antes que pudieran dar un paso y reclamar sus premios, un rayo los golpeó regresándolos al sueño del que no debieron salir. Leni desapareció, atravesando el suelo del bosque, apenas fueron vencidos los Enemigos Mortales del Hombre.

    Sin notar que la rubia abandonaba el lugar, la voz de Thunder tronó desde el cielo con un tono excesivamente grave, como si fuera la trillada voz de un superhéroe en una mala película noventera-

    —Ya pueden estar tranquilas, todo este infierno se acabó —Lincoln se sorprendió al ver a Lucy en su forma humana sola junto a Lynn, también en su forma humana—, buen trabajo niña que nunca había visto…

    —Lincoln… ella ya sabe —dijo Lucy antes de desmayarse a causa del agotamiento.

    -o-

    En medio de su inconsciencia sin sueños, Lucy empezó a volverse consciente de un leve movimiento de vaivén y del ruido de un centenar de pisadas que quebraban de la tranquilidad de la noche, mareada por el constante bamboleó abrió los ojos. Su hermano mayor la cargaba de caballito.

    —¿Lincoln? ¿Qué pasó? —El albino estaba caminando a trompicones en medio del bosque, rodeado por un sinfín de personas, gente que Lucy conocía de vista del pueblo.

    —Qué bueno que despertaras finalmente, Lucy —Lincoln volteó un momento sobre su hombro para ver a su hermana pelinegra—, después que te desmayaras en el bosque no pasó mucho, los que habían sido poseídos por los Enemigos Mortales del Hombre y transformados en esas horribles bestias aladas volvieron a la normalidad tan pronto como los pecados fueron vencidos y empezaron a despertar a los pocos minutos… y ahora nos dirigimos todos juntos de regreso a Royal Woods.

    —Les hicimos creer que también nosotros fuimos poseídos y transformados —intervino Lynn, cojeando al lado de su hermano—, y por cierto, Lucy…

    —¿Sí?

    —Creo que necesitamos hablar… a solas.

    Siguieron caminando, anónimos entre la horda de personas que los acompañaban, hasta llegar al pueblo. Cuando los hermanos por fin pudieron distinguir las potentes luces instaladas sobre altos postes fuera de la delegación y la escuela superior, ya eran pasadas las doce de la noche.

    Al llegar al centro del pueblo, todas las personas que formaban la marabunta fueron recibidas, aparte de algunos especialistas en malestares y dolencias extrañas que habían llegado conto con el ejército, por la cruz roja y los cuerpos de bomberos de diferentes pueblos; todas las alcaldías cercanas a Royal Woods habían enviado ayuda para buscar y rescatar a los pobladores desaparecidos. Grande fue la sorpresa de aquellos rescatistas, soldados y voluntarios cuando todos los ciudadanos que estaban buscando llegaron en el mismo grupo y por su mismo pie.

    Los hermanos Loud, junto con un grupo bastante numeroso de otros menores de edad, fueron rápidamente separados de la multitud y canalizados hacía una de las muchas carpas que habían sido recién instaladas para albergar a los desamparados. Una vez ahí, unos pocos trabajadores sociales comenzaron a agrupar a todos los niños por la primera letra de sus apellidos.

    Tan pronto como el albino y sus hermanas le dieron sus nombres a las personas que organizaban el improvisado refugio, Lincoln descubrió que en aquella carpa de refugiados sólo estaban registradas otras cinco personas con un apellido que empezaba con la letra L; Luna, Luan, Lana, Lola y Lily. Gracias a aquella gran casualidad, fue que los hermanos pudieron reencontrarse rápidamente.

    Lo primero que recibió al único hijo varón fueron un par de bracitos. Con la carita escurriendo lágrimas y moco, Lily se aferró al torso de su hermano mayor utilizando manos y piernas, pero Luna fue rápida al quitársela de encima a Lincoln, no lo hizo por miedo de que el peso combinado de Lily y Lucy, quién no se había bajado de la espalda de su hermano, fuera demasiado para el joven albino y terminase por tropezar, tirando a sus dos hermanas, sino que lo hizo porque Lincoln y su ropa estaban bañados en sangre.

    Al lado de la rockera, Luan desvió su vista a sus otras hermanas, tanto Lynn como Lucy estaban igual que su hermano.

    Lola, quien acababa de despertar y recién se levantaba del regazo de una igual dormida Lana, se desmayó en las piernas de su gemela al ver el color de las manchas que acababan de impregnarse en la ropita de Lily.

    —¿¡Pero que mierdas les pasó!?
    —¿Pero que mierdas les pasó?

    Ambas castañas hablaron al mismo tiempo pero desde extremos emocionales completamente diferentes; Luna estaba histerica y Luan estaba a punto de desmallarse ella también.

    —¡Lincoln, fuimos a la primaria para llevar a las gemelas y a ti al cine pero tú no estabas!

    —… Lynn, Lucy ¿qué hacen aquí? ¿Por qué no están cuidando a Lisa?

    —Esa es una larga historia… una de la que les prometo terminaremos riéndonos —intervino Lincoln, nervioso.

    -o-

    Los dejaron volver a sus casas pasadas unas horas, después de cerciorarse que ninguno de los hermanos recién llegados necesitara ayuda médica seria. Un autobús escolar fuera de servicio los dejó a ellos y a otras doce personas a unas pocas cuadras de la avenida Franklin.

    Tan pronto como volvió a ver aquellas casa que ya le eran tan familiares y toda su preocupación y nerviosismo que había experimentado durante el enfrentamiento con los Enemigos Mortales del Hombre comenzaba a transformarse rápidamente en cansancio, fue que Lincoln empezó a sentir vergüenza. Se había olvidado por completo de Lisa y no le ayudaba para nada recordar que la última vez que había visto a la pequeña científica ella estaba herida e inconsciente en el piso del sótano, la pequeña podría seguir ahí tirada, podría estar herida gravemente sin nadie cerca que la ayudara. Nervioso, Lincoln apresuró el paso dejando a sus hermanas atrás.

    Cuando finalmente llegó a su casa, el albino se encontró que la misma era rodeada por un grupo pequeño de bomberos y algunos pocos vecinos, todos ellos vistiendo con chalecos reflectantes anaranjados, En medio del grupo de rescatistas improvisados se encontraban, aparentemente ilesos, los padres Loud y Lisa, la pequeña tenía un parchecito negro en su ojo izquierdo. Los adultos les servían café a los rescatistas mientras que la niña prodigio coordinaba algunas brigadas de voluntarios mientras señalaba un mapa del barrio, divido en cuadrantes con líneas pulcras y firmes.

    Cuando la niña vio a su hermano, despidió a los hombres a los que les hablaba y dirigió toda su atención al peliblanco

    –Lincoln… creo que debemos hablar urgentemente.

    Antes de que la pequeña de lentes dijera más nada, Rita y su esposo envolvieron entre sus brazos a sus hijos, Luna y las demás acababan de alcanzar al albino. A causa de la euforia de ambos padres, los pies de Lincoln, Lynn y Lucy, abandonaron un momento el suelo… hasta que Lynn padre notó la sangre seca que cubría a sus tres hijos y se desmayó también.

    -o-

    Héctor y Carlos Casagrande estaban sentados en silencio en la oscura sala de espera, la autopsia había terminado y tendrían que entrar a identificar el cuerpo; esa sería la última vez que la verían en sus vidas. Al ver como a una enfermera salía por la única puerta del lugar y les hacía señas de que la siguieran, la espalda del anciano se retorció por un escalofrío monumental.

    —Nunca creí que viviría algo como esto —Héctor se sacó algunos pelos de su bigote de la boca, quería distraerse con lo que fuera—, hijo… por favor ayúdame a ponerme en píe.

    Los ojos del hijo del anciano, aumentados varias veces por sus gruesos lentes, se veían irritados y llenos de lágrimas. Sin hacer ninguna clase de ruido, al menos en la medida en la que su llanto apenas y contenido se le permitía, Carlos le ofreció el brazo izquierdo a su padre a modo de apoyo y soportando parte del peso del viejo, ambos hombres avanzaron siguiendo a la enfermera y sin hablar hasta una sala fría que apestaba a humedad.

    Dentro de aquella sala, en la pared contraría a la puerta, sólo había una ventana grande y una cortina plástica azul intenso que evitaba que pudieran ver al otro lado. Cuando entraron escoltados por la mujer con bata y cubrebocas, la cortina azul se corrió permitiendo que padre e hijo vieran a través de una ventana la sala contigua a la suya.

    Todo lo que veían a través del grueso vidrio era un cuerpo cubierto por una sábana blanca impecable, acostado sobre una plancha de metal inoxidable. Sin que notaran cuando, un equipo de dos camilleros entró a la habitación y con mucho cuidado descubrieron el cadáver desde la cabeza hasta los hombros.

    Ahí estaba una de las mujeres más importantes en la vida de ambos hombres; María Santiago. La primogénita del matrimonio Santiago lucía pálida, un par de quemaduras con formas de manos se alcanzaban a ver en la altura de los hombros.

    La voz monótona de uno de los hombres empezó a describir señas particulares a través de una bocina, pero ni el padre ni el hijo le pusieron atención a lo que decía.

    Al terminar la descripción de las características físicas, el mismo hombre procedió a hablar de las ropas que llevaba María al momento de su ingreso al hospital. Cuando finalizó esperó un momento para permitirles a los hombres responder a la cuestión importante.

    —Sí, es ella —por primera vez desde que dejara de ser un niño, Héctor Casagrande se permitió llorar—, es mi bebé.

    Un llanto desgarrador llenó aquella sala fría de la morgue del hospital, eran los lamentos de un hombre viejo completamente vencido, de un padre destrozado.

    Cuando salieron del hospital, en un acto inesperado, Héctor tomó por el cuello de la corbata a su ahora único hijo y le hablo con voz ronca.

    —Carlos… niño, quiero que me prometas que me regresarás a mi nieta —los ojos del viejo comenzaban a volver a acumular lagrimas—, prométeme que la encontrarás… no la perderé también a ella.

    El hombre de los gruesos lentes no respondió verbalmente, no podía hablar sin entrecortarse, así que se limitó a asentir con la cabeza.

    Cuando se subieron al auto, para evitar las recriminaciones que comenzaban a invadir su mente, Carlos Casagrande encendió la radio.

    «Mi gabinete y yo, apoyados por todas las agencias gubernamentales y privadas necesarias, seguiremos investigando los eventos acontecidos apenas ayer, durante la tarde del día dos de diciembre. Los muertos ya suman quinientos cuarenta y todavía quedan veintiocho personas desaparecidas. De las víctimas, ochentaisiete pertenecían a la Congregación de Misioneros de la Inmaculada Concepción.»

    La transmisión se vio interrumpida momentáneamente a causa de interferencia, aunque volvió a la normalidad por si sola y casi de inmediato.

    «Los occisos serán enterrados los días cuatro y cinco de diciembre en dos ceremonias masivas. El día siete se efectuará en la plaza central un acto religioso en memoria de los desaparecidos. Gente, no están solos, mi puerta permanecerá abierta para todo aquel quien necesite ayuda»—. Así se pronunció por la mañana la Alcaldesa Davis Waller.

    —Cambiando del explotado tema de “la invasión del infierno” que sufrió la vecina Royal Woods apenas ayer —Carlos movió el dial de la vieja radio para sintonizar correctamente la estación de noticias—. Durante la intensa tormenta eléctrica de anoche, la tormenta más grande registrada en los últimos cien años por cierto, un edificio de cuatro pisos que fungía como alberge para niños de la calle sufrió un incendio que obligó a todos los niños y al personal residente del lugar a abandonar su hogar. Les traeremos la historia de cómo “La Colmena” se consumió hasta sus cimientos durante una tormenta con gran precipitación, después del corte. Les habla Katherine Mulligan…

    Tras escuchar esa última noticia y sintiéndose víctima de un malestar aún mayor a cualquier cosa que hubiera experimentado en el pasado, Carlos apagó la radio, interrumpiendo a la periodista.

    -o-

    Lisa se paseaba en su habitación de un lado a otro, sin la cuna y las otras cosas de Lily le parecía un espacio tan grande, demasiado espacio aterradoramente frio y vacío para una niña sola… el pensamiento no le ayudó a controlar sus miedos e inseguridades. Finalmente su mente desesperada se decidió por una resolución. Saliendo finalmente de su solitaria habitación, la castaña abrió la puerta de su hermano sin molestarse en tocar, hablar con él era lo prioritario.

    —Unidad fraternal ma… —Ahí no estaba Lincoln, sólo estaban dos camas vacías en el dormitorio que ataño le perteneciera a Lori y Leni.

    Con paso firme y la frente en alto, Lisa se enfiló hacia el cuarto de Lynn y Lucy, hablar con los tres juntos no era lo más recomendable… sin embargo no le quedaba opción alguna. Sin molestarse en tocar, la pequeña genio intentó entrar a la habitación de sus hermanas mayores, sin embargo la puerta no se movió cuando Lisa la empujó con su mano.

    Al descubrir que la puerta estaba cerrada, y tras suspirar para calmar sus nervios, Lisa tocó tres veces y zapateo un poco mientras esperaba una respuesta de alguno de sus hermanos mayores, sin embargo ni Lincoln ni las dueñas de la habitación le abrieron. Cediendo un poco más a sus nervios, la pequeña volvió a tocar solo que esta vez un poco más fuerte.

    —Lincoln, es imperativo que sostengamos una charla a la brevedad —Ladró Lisa apenas y manteniendo su tranquilidad… al menos en apariencia, y como seguían sin abrirle la puerta, la pequeña decidió apoyar una oreja en la superficie de madera para poder escuchar lo que sucedía del otro lado. Sólo logró escuchar algo parecido a una risa.

    Eso no, nadie se reiría de Lisa M. Loud.

    —¡HEY! ¿¡USTEDES QUIENES SE CREEN!? ¡YO SOY LA DOCTORA LISA LOUD, HABLO MÁS DE QUINCE IDIOMAS, TENGO CUATRO DOCTORADOS! ¡YO NO TENGO QUE PEDIRLES NADA! —Cediendo finalmente a la vergüenza e inseguridad que la habían acosado desde probarse incapaz de realmente ayudar durante el ataque de los Enemigos Mortales, Lisa se quitó los lentes y trató de limpiarse las lágrimas que empezaban a mojarle el cuello del suéter—. Yo quiero ayudar, por favor, déjenme hacerlo… sé que puedo ayudar —sintiéndose humillada, la pequeña científica apoyó la frente en la puerta y se abandonó a su impotencia—. La ciencia me falló, la magia también… pero… ¿Pero mi familia? Por favor… déjenme pasar.

    Su garganta se negó a seguir articulando palabras por lo que Lisa tuvo que conformarse con seguir llorando con la cabeza recargada en la puerta de la habitación de sus hermanas, en momentos como esos agradecía que sus otras hermanas no se encontraran en casa para que no la oyeran comportarse como una niña normal de su edad.

    De improvisto, la puerta se abrió dejando a Lisa sin un lugar donde recargarse. Sin poder evitarlo, la castaña cayó hacía dentro del cuarto oscuro aterrizando en su rostro sonrojado. Una cara sonriente con cabello blanco la recibió del otro lado.

    —Perdón por no abrirte rápido Lis, pero como puedes ver estamos un poco ocupados por acá —Lincoln señaló hacía la ventana, dónde Lily y Lynn intentaban hacer que Lucy se soltara del marco para poder sacarla—, sabes que Lucy parece un gato erizado cuando se trata de altura.

    La broma de Lincoln pasó desapercibida por Lisa, quien sobándose el rostro adolorido, trataba de recuperar su respiración normal

    —¿Qué hacen?

    —¡Iremos por helado! —Gritó Lily, quien empujaba desde dentro de la habitación a Lucy en un intento completamente inútil por sacar a la gótica—. ¡Al menos iremos tan pronto como logremos que Lucy se suelte!

    —¿Y por qué no salen por la puerta principal?

    —Lisa… estamos castigados ¿recuerdas? Por eso de “evitar compromisos” —Lynn tenía el rostro colorado por el esfuerzo mientras tiraba por fuera de la habitación con todas sus fuerzas a su hermana menor—. ¡Vamos Lucy, son sólo tres metros hasta el piso, ya has saltado antes!

    —Mi pregunta sigue siendo la misma. Luna y Luan no están, se llevaron a las gemelas a una terapia… o algo así.

    Tan pronto como Lucy escuchó a Lisa decir esas palabras, se soltó del marco de la ventana y salió disparada escaleras abajo, empujando al hacerlo a Lynn hacía dentro de la habitación.

    —Oh… ya veo… —Lincoln se sintió como un tonto por haber armado un intrincado plan para escaparse por una ventana teniendo una opción mucho más sencilla al alcance—. Entonces… ¿nos acompañas por un helado, Lis? Apuesto que habrá algún puesto de helado dispuesto a abrir en medio invierno, además que así podremos hablar más cómodos.

    La cálida sonrisa que le dedicó Lincoln logró derribar todas las inseguridades de la pequeña, Lisa se permitió sonreír y abrazó a su hermano.

    —¡Al diablo con eso de guardar las apariencias! —Exclamó la científica finalmente relajada y feliz—. Acepto ir con ustedes aunque no encontremos ninguna confitería dónde vendan golosinas heladas con sabor a spinacia oleracea.

    Lynn y Lincoln se quedaron con la boca abierta por la reacción de Lisa, Lily se limitó a una mueca de asco ¡un helado sabor a espinaca sonaba completamente asqueroso!

    -o-

    Por fortuna para los padres, y desgracia para los niños, una de las pocas zonas que resultaron ilesas después del ataque fue el distrito escolar. Aunque los patios de la escuela primaria y del maternal habían sido designados como centros de acopio.

    Tan pronto como se normalizó el servicio de transportes y se despejaron las principales calles y avenidas, todo eso sólo una semana después, se reanudo la jornada escolar. Y como ya preveía Lincoln, la directora lo mandó a llamar junto con Clyde.

    Patricia Rivers, la directora, salió de su oficina al momento que los vio acercarse. Jake Kurtzberg y Joel Simon, dos novatos de primer año buenos para nada que esperaban su turno para ser castigados, aplaudieron y echaron porras al ver a Lincoln.

    —Pasen de inmediato —dijo la señorita Coria enérgicamente.

    Por encima de su hombro, miró furiosa a los muchachos que permanecían sentados y añadió

    —¿Qué están festejando? ¿Acaso quieren una probada de detención?

    Cerró la puerta y comenzó a buscar unos formularios entre los cajones de su fichero.

    —Muchachos, seré sincera con ustedes. Nunca me gustaron los peleoneros y después de como dejaron al chico McCann y a sus amigos… les diré que en el menor de los casos serán suspendidos por unas semanas.

    —Pero directora Rivers—Intervino Clyde—, ellos empezaron la pelea, verá, me forzaron a esconder una…

    —El asunto de la cámara me lo contaron ellos, su castigo respecto a ese asunto ya lo decidí señor McBride y en lo que a mí respecta, entre la pelea y los impulsos voyeristas del joven Chandler, hablamos de dos cosas sin conexión.

    —Clyde deja que yo sea él que hable —susurró Lincoln antes de regresar a la directora—. Señorita Rivers, algo me dice que no estamos viendo el panorama completo y usted sabe el daño que puede causar el no detenerse a ver la foto completa.

    Patricia parpadeó y luego asintió muy seria. Todos los estudiantes sabían que intentaba dar una imagen de “directora buena vibra” mientras llevaba a cabo sus funciones, aunque no le diera resultado. Los maestros le decían generalmente “la simpática Patty”. Los alumnos por su parte la llamaban “la charlatán con oficina”.

    Por eso en aquel momento “la simpática Patty” se esforzó por ser justa para poder dar un veredicto “buena onda”.

    —Como decía maestra directora, me parece que se está olvidando de una regla fundamental en nuestra sociedad —Lincoln se acercó al borde de su silla para darle mayor énfasis a sus palabras—. Se está olvidando que es imposible y muy mal visto que una maestra esté “viéndose” con uno de sus alumnos.

    Sus ojos le enviaron una señal que sólo ella captó. El color abandonó el rostro de la joven mujer.

    —Pueden retirarse.

    —Por supuesto maestra directora, lo que usted diga.

    Mientras salían Clyde no pudo evitar hacerle una pregunta a Lincoln.

    —¿Qué fue eso? ¿Con quién es que…?

    —Lo que pasa contigo Clyde, es que te falta ser “sutil”.

    Cuando los niños salieron, la furia finalmente había llegado al cuerpo de la directora Rivers, con los ojos desorbitados volteó a ver al par de alumnos que continuaban fuera de su oficina.

    —¡Para ustedes dos…! ¡Una semana de detención en el gimnasio! —ladró antes de cerrar la oficina con un portazo.

    -o-

    La familia Loud dejó los problemas que la ahogaban a un lado, al menos por un día volverían a ser sólo una familia normal y feliz. Incluso los padres se tomaron un día libre, el doctor Feinstein hasta le dio a su asistente todo un fin de semana libre.

    Luna había desempolvado su guitarra acústica e improvisaba una tonadita medio villancico medio cumpleaños medio balada rock, después de partir el pastel sería el turno de Luan de animar a los invitados.

    —¡Muy bien chicas, reúnanse para la foto! —Lynn padre había desempolvado su vieja polaroid para retratar el momento—. Niño, tú te sentaras con Lily y tú Luan… te quedarás junto a mí, ni loco repetiremos el desastre del cumpleaños de las gemelas.

    Mientras el padre gritaba ordenes que nadie escuchaba, Lincoln abrazó a su hermanita y la sentó en sus piernas.

    —Feliz cumpleaños solecito —en medio del caos del que era sinónimo su familia, Lincoln le dio un beso en la mejilla a la pequeña—, espero que te gusten tus regalos.

    Lily soltó un grito de celebración y girando el cuerpo le dio un beso a su hermano, como todos los demás, viscoso y lleno de amor.

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    Y colorín colorado, esta mierda ha terminado.

    Bueno, mis queridos desconocidos me gustaría agradecerles por leer esta historia... así que muchas gracias por leer...

    Pero hay algunas preguntas sin respuesta, ¿no?

    ¿Qué pasó con Ronnie Anne y su madre?
    ¿Fue ella la responsable del incendio?
    ¿Seguirá leyendo estas preguntas con el tono de un teleoperador?

    Descubre las respuestas a estas preguntas y más en la secuela de esta historia en mi nuevo fanfic "Así sea en la tierra..."
     
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