Santuario Shinto

Hinata la observó mientras la otra chica comenzaba a barrer a su lado. No dijo nada al respecto, pero no parecía haberle desagradado esa acción. Trabajaron en silencio por unos momentos... pero no se sintió tenso. Al contrario; la suave brisa a su alrededor y el aire sagrado del santuario se sentían sorprendentemente agradable.

Luego de unos momentos, habían terminado de barrer. Hinata caminó hasta el altar y depositó allí su escoba. Y en ese momento...

—Oh, Hinata-chan.

Una anciana había llegado hasta el santuario. Saludó a la miko con una dulce sonrisa, y inclinó su cabeza a Akiko a modo de saludo también. Caminó hasta el altar y depositó unas monedas como ofrenda. Unió la palma de sus manos manos e hizo una rápida plegaria; cuando terminó, se volvió hacia la sacerdotiza del santuario.

—¿Trabajando duro? Eres una buena chica, Hinata-chan... —sonrió la anciana—. Bueno, será mejor que me vaya yendo, hasta luego...

La anciana inclinó la cabeza una vez más, y se alejó del lugar. Hinata la vio partir y permaneció callada por unos momentos, para luego finalmente hablarle a Akiko.

—Esa mujer viene todos los días —comentó Hinata con voz calmada—. Pide por la salud de su marido... pero Dios no oye sus plegarias. Me pregunto por qué...

>> Dios no puede responderle a todos.

>> Quizás sí las oye.

>> ¿De verdad viene todos los días?

 

Akiko Brooks

Cuando aquella señora llegó, desvié la mirada ligeramente, nerviosa, y me puse a barrer mucho más rápido. ¿Qué pensaría aquella señora de que una chica aleatoria estuviese allí barriendo sin venir mucho a cuento? U-Ugh, preferí callarme y observar discretamente, mientras agachaba la cabeza.

Y luego Hinata se dirigió a mí para decirme que esa señora pedía a Dios por su marido, pero no le respondía, y que no entendía por qué Dios no le escuchaba. Huh... l-la verdad es que no creía en ningún Dios, siendo sincera, pero... podía entender la preocupación de aquella mujer. Para mí era difícil de entender, porque había aprendido por las malas que algo como un Dios era... o muy cruel, o muy inexistente. P-Pero supe que Hinata, seguramente, pensaría de forma diferente a mí. Por eso traté de ponerme en su lugar cuando respondí.

—Dios se supone que es benévolo y ayuda a todos los que puede... ¿no? P-Pero entre la enfermedad esa tan peligrosa y el resto de problemas que tenga la gente... Dios no puede responder a todos, o no con la misma rapidez que podría en otros casos, supongo...

Ahí, ahí, muy bien, Akiko. Sacando poco a poco el tema. ¡Si es que se me iba a dar hasta bien interactuar con la gente!
... b-bueno, en realidad no, pero siempre sentaba bien halagarse a una misma. Me di cuenta de que me sonrojé ligeramente yo sola, con mis propios pensamientos. Ugh, a veces me daba vergüenza a mí misma.

 

—Hm...

Hinata no dijo nada en respuesta, parecía concentrada en sus pensamientos... como si las palabras de Akiko le hubiesen dado mucho que pensar. Y tras una silenciosa pausa, la miko murmuró por lo bajo, en un susurro casi completamente inaudible.

—Eso no es justo...

La chica se volvió hacia el santuario y examinó las ofrendas. Luego se volteó y comenzó a encaminarse hacia la salida.

—Gracias por tu ayuda hoy —dijo la chica con cortesía, haciendo una pequeña reverencia a Akiko—. Puedes... venir otro día.

¿Eso era todo? Vaya, Hinata no era muy dada a las palabras... ¿era su forma de decir que le agradaba su compañía? Así se sentía al menos... podía sentir que tenía un pequeño vínculo con la joven sacerdotisa...

Contenido oculto

"Tú eres yo... yo soy tú...
Tú has establecido un nuevo vínculo...

Se volverá las alas de la rebelión,
que romperá las cadenas del cautiverio.

Con el nacimiento de la Persona de la Sacerdotisa,
tú has obtenido una bendición que llevará a la libertad y nuevo poder..."

¡Akiko obtiene la Arcana The Priestess! Tu ficha será actualizada para registar este logro.

Y tras despedirse, Hinata se marchó del santuario, a quién sabe donde...

 

Akiko Brooks

Al fin era la hora. Ya no había vuelta atrás, iba a ir a hablar con aquella chica tan tímida, con la sacerdotisa Hinata, ¿eh? Tenía que hacerlo... porque ella parecía haber tratado con muchos enfermos de ese extraño "virus demoníaco" raro. Y por supuesto, no iba a perder la oportunidad de obtener información que ayude a Sayuri y... a Daisuke. Así pues, con el estómago bien lleno y la mente despejada, allí fui, sin tardar: al Santuario Shinto, dispuesto a hablar con Hinata.

... pero era más fácil decirlo que hacerlo, ugh. Me encontré tensa, caminando con pies de plomo por la zona, en silencio, sin molestar a ninguno de los presentes mientras rezaba. Y traté de ubicar a Hinata, buscando hablar con ella, pero... ¿cómo hacerlo? Quizá lo primero sería ganarme un poco su confianza, p-pero... ¿c-cómo haría yo tal cosa?

—U-Uhm... ¿Hinata-chan...? ¿Tendrías un momento? M-me gustaría conversar un poco contigo...

Dije, con algo de miedo, mientras me acercaba a ella. Ay, era tan difícil hablar con alguien que sabía que era tan introvertida.

... le dijo la sartén al cazo, Akiko.

 

Akiko se pasó un tiempo esperando una respuesta. No veía a la chica por ningún lado, ¿quizás no se encontraba por ahí? O tal vez estaba en la parte trasera...

Sintió que alguien le tocaba la espalda suavemente. Un dedo. Un dedo le tocó suavemente la espalda. Se volteó repentinamente; era Hinata, quien no le llegaba a más arriba que la mitad de la espalda y no tuvo más remedio que tocarle allí para llamar su atención. Y, sin inmutarse ante la sorpresa de la chica, dijo con su voz serena e impasible.

—¿A qué has venido?

>> Pasar tiempo con Hinata.

>> Irse del lugar.

 

Akiko Brooks

Un escalofrío. Noté un terrible escalofrío cuando ese dedo me tocó. Pensé de todo: un fantasma, un acosador, una sombra de Arcadia, ¡cualquier cosa! Pero no. Era Hinata. Seria, con aquella cara inexpresiva. No sé si prefería un fantasma, la verdad. De pronto, la voz me temblaba.

Al menos ella siempre hablaba de forma firme.

—H-Hola, Hinata-chan, m-me has asustado. Pues... venía a verte, la verdad.

Quedé callada, sonrojada, nerviosa. Mirando a otro lado. Ante el silencio, solo pude volver a romperlo, esperando que sirviese mi comentario para que me dijese algo, lo que fuese. Solo faltaría que precisamente yo tuviese que hacer todo el esfuerzo comunicativo. Habrase visto.

—... esto... ¿tienes tiempo para hablar?

>> Pasar tiempo con Hinata

 

Hinata pasó unos minutos en silencio. La estaba observando, como si analizando si valía la pena pasar el tiempo con ella... hasta que finalmente, luego de ese tenso silencio, asintió con la cabeza.

—Sígueme.

La joven sacerdotisa la guió alrededor del templo hasta la parte trasera del mismo. Contaba con un pequeño jardín con un clásico estilo oriental; había un pequeño estanque y plantas de bambú que le daban ese toque japonés especial. Había un banco de piedra blanco frente al estanque, y Hinata se sentó en este. Cluck. Akiko podía oír el sonido del sozu en el jardín, y tomó asiento junto a la chica.

—¿Por qué razón deseabas hablar conmigo, Brooks-san? —preguntó la joven Kogami con cordialidad. No sonaba fría ni nada por el estilo, sino... como si sintiera genuina curiosidad sobre por qué regresaba a verla.

>> Porque me parece interesante el templo.

>> Porque me gusta hablar contigo.

>> Porque me caes bien.

 

Akiko Brooks

El lugar, desde luego, era bonito. Daba calma... nunca había sido una persona que creyese en ningún tipo de dios; allí en Canadá la mayoría de los ciudadanos eran católicos, así que el dios que conocía más era Dios, con mayúscula. Y nunca me gustó. Mis padres creían mucho en él, y yo crecí aprendiendo que Dios me odiaba. Que me iba a castigar. Que era un engendro. Solo por ser quien era, un Dios que se suponía bueno me odiaba y no me dejaría entrar al cielo. Solo por ser quien era, era un engendro que sería castigado.

Si existiese, me odiaría solo por ser como soy, y se supone que él me creó, así que... ¿por qué me odia? Si no comete fallos, entonces me creó deliberadamente de esta forma solo para luego odiarme. Eso fue lo que hizo.

Un Dios así no puede ser bueno.

Por eso prefiero pensar que no existe. Que los malos son las personas.

Pero aquel lugar, religioso o no, transmitía mucha paz, mucho sosiego. Entendía que la gente viniese a rezar. Más allá de si existe o no algún dios, debía ser agradable venir aquí, relajarse, poner la mente en blanco y rezar. Esa... esa era la verdadera espiritualidad. No odiar a alguien en pos de unas creencias. Eso solo era odio sin más. Y un buen dios no querría eso.

—... este lugar es... como mágico —terminé diciendo, con un ligero suspiro. Luego miré brevemente a Hinata, y dije—. Este templo... me parece muy interesante. S-Supongo que por eso he venido.

 

—Eres extraña —concluyó la chica, apartando la mirada de Akiko y mirando hacia el estanque.

Clank. El ruido del sozu hizo eco por todo el templo. Era tan silencioso ese lugar, tan pacífico... parecía mentira que se encontraba en el centro de la bulliciosa calle principal.

—Supongo que yo también lo soy —añadió Hinata—. Paso todo mi tiempo trabajando en este santuario. Esa es mi tarea, como la sacerdotisa de este pueblo. Tú eres nueva en el pueblo. Lo sé... tienes el aura de una persona de la gran ciudad. Me imagino que alguien como tú siente curiosidad...

Hinata asintió levemente con la cabeza, como reafirmando lo que decía. Su serena voz se llamó al silencio, como invitándola a hablar... ¿acaso le estaba diciendo que podía preguntarle lo que quisiera?

>> ¿Trabajas tú sola aquí?

>> ¿Qué hay de tus padres?

>> ¿Cuál es tu rol como sacerdotisa?

 

Akiko Brooks

Me sonroja ligeramente cuando oí los comentarios de Hinata. V-Vaya, ¿tanto se me notaba que era de ciudad? ¿Y tan... rara era?

—N-No, tú no eres rara, es solo que...

Los ojos se me desviaron casi solos, huyendo del contacto visual con Hinata. Y suspiré cuando vi que, de algún modo, me invitó a hacerle más preguntas.

—... así que, hum... ¿trabajas tú sola aquí? Creo que nunca he visto a nadie más trabajando en la zona...

Ugh, no sé ni qué decir...

 

Hinata asintió levemente con la cabeza.

—Cumplo mis tareas en el santuario desde que la sacerdotisa anterior falleció —le contó la joven miko—. De eso hará unos... ocho o nueve años, creo. Sólo quienes poseen cierto poder espiritual pueden trabajar en este templo, así que no puedo tener ayuda de alguien que no sea monje o sacerdotisa.

Parecía que era una chica muy aplicada, aunque... se notaba cierta soledad en sus ojos usualmente inexpresivos. Akiko no estaba segura de qué responder ante esa revelación...

>> ¿No es solitario hacer todo sola?

>> ¿Conocías a la sacerdotisa anterior?

>> Yo puedo ayudarte, si quieres.

 

Akiko Brooks

Aquello me dejó impactada. Vaya, trabajaba sola desde hacía muchos años... ¡p-pero si sería una niña en aquellos años! O sea, prácticamente todavía lo era... imagina hace ocho años.

Sea como fuere, Hinata se veía bastante entera. Lo llevaba bien, o, al menos, lo parecía. Aunque al hablar de la anterior sacerdotisa parecía obvio que cierta melancolía y soledad la acompañaban siempre. Era... era una sensación que desde luego podía llegar a entender. Me sentía así muchas veces... me había sentido así muchas veces.

Aunque yo no estaba del todo sola, pero hay veces en las que es mejor estar sola que mal acompañada.

—Ya veo. Debe... ser duro. Te diría que te ayudaría, pero como dices... n-no creo tener ese poder espiritual. Es una pena que no tengas ayuda, y d-desde hace tanto tiempo... ¿siempre han estado solas las sacerdotisas? ¿Conocías a la anterior?

Qué curioso. Me sentía sorprendentemente cómoda...

 

—Sí —asintió Hinata con sequedad—. Era... era una gran sacerdotisa...

Parecía ser un asunto más profundo que lo que decían sus palabras, pero la chica no dijo más que eso. ¿Tal vez era algo muy privado? Quizás no lo parecía... pero Hinata se había mostrado un poco más abierta con Akiko el día de hoy. Podía sentir que la confianza de la joven Kogami en ella había aumentado un poco...

Contenido oculto

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El Arcana The Priestess sube a Rango 2.
Tu ficha será editada para reflejar estos cambios.

Repentinamente, Hinata se puso de pie. Le explicó a Akiko que debía regresar a sus labores del templo antes de que anocheciera, y se despidió con una breve reverencia. Sin embargo, antes de marcharse, dijo en un suave murmullo...

—Hasta la próxima, Brooks-san...

¿Querría decir esto que esperaba poder hablar con ella otra vez? Sólo el tiempo lo diría...