Sangre mortal

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por liyah, 29 Diciembre 2014.

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    liyah

    liyah Iniciado

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    ¡Bueno primero de todo voy a presentarme!Soy nueva en este foro y me gusta mucho escribir^^. Me gustaría ir subiendo mis novelas por aquí :). Espero que sean de vuestro agrado:)

    "Sangre mortal" es en realidad la segunda parte de otra novela que no voy a poder subir debido a que es de categoría R (es bastante sangrienta) y según he leido, este tipo de novelas no están permitidas en el foro, aún así, esta novela sucede 200 años después de la primera, así que no es necesario haberse leído la anterior.

    Espero que os guste y sobre todo agradezco a todos los que os animéis a dejarme vuestra opinión, para mí es muy importante ^^




    capítulo 1: Madame


    La ciudad se ocultaba bajo una espesa capa de bruma, apenas podía distinguirse la débil luz de las farolas que alumbraban con dificultad las ahora silenciosas y poco transitadas callejuelas.

    La joven observaba nerviosa desde la parte trasera del vehículo, escondida tras aquellas ventanas tintadas que parecían alejarla de la realidad. La muchacha creyó que habían transcurrido largas horas cuando el coche por fin se detuvo. Su pulso se aceleró cuando los dos hombres que la acompañaban bajaron del vehículo. Su creciente nerviosismo se debía en parte a que hacía rato que no sabía dónde estaba y la espesa capa de niebla no ayudaba. Uno de los hombres le abrió la puerta desde el exterior y ella se apresuró a salir, bajando con delicadeza de aquel rolls-royce negro, pues temía arañar aquellos costosos asientos de cuero.

    Durante el trayecto se había maravillado con aquella elegante pieza más propia de museo, pero su distracción no duró mucho pues los dos hombres que la acompañaban de algún modo la intimidaban y esto le obligaba a estar atenta a lo que la rodeaba.

    Cuando sus pies hubieron tocado suelo, la joven tomó una gran bocanada de aire y supo que había sido arrastrada a un lugar cercano a la costa, pues podía sentir la brisa marina sobre su piel, el olor inconfundible del mar y aquel calor húmedo, pesado, que se le pegaba en la piel. Arrastró los pies como si estos le pesaran, con desgana, pues de algún modo había sido casi secuestrada por dos individuos de aspecto espeluznante y que la habían "invitado" a acompañarles. Ella se habría intentado negar, pero algo le decía que aquella invitación había sido mera cortesía, tampoco supo negarse, pues su naturaleza curiosa siempre la metía en los más tortuosos enredos. Ya habría tiempo de lamentarse después, pensó.

    Estuvieron andando durante largos minutos y el silencio de aquellos dos hombres cada vez se le hacía más pesado. Su corazón parecía ir acelerado, pues a pesar de que ella siempre se había caracterizado por su valentía, esta vez tenía la sensación de haberse metido en un buen lio…

    Parecieron llegar a su destino cuando uno de los dos hombres aminoró la marcha hasta detenerse por completo en lo que parecía a simple vista una antigua fábrica abandonada. El otro hombre vociferó unos cuantos alaridos en una lengua extraña para luego coger a la joven por el brazo y arrastrarla hasta el interior del lugar.

    La joven se temió lo peor y clavó sus pies con fuerza en el suelo, un último intento de resistencia quizás, aunque inútil, pues aquellos corpulentos hombres la arrastraron con brusquedad hacia el interior. Una vez hubo entrado profirió un suspiro de alivio y destensó sus músculos un poco, pues aquello que sus ojos violáceos contemplaban la dejó maravillada, una especie de club clandestino dónde todo estaba cuidado hasta el más mínimo detalle. Las largas y tupidas cortinas de terciopelo formaban cascadas carmesís que se desbordaban por el suelo, las enormes lámparas de araña que dotaban de una sublime majestuosidad al ambiente, las alfombras persas que contrastaban con aquellos suelos de ébano que formaban los más intrincados mosaicos, los sillones de terciopelo de aspecto barroco con todas aquellas betas doradas que enmarcaban los mullidos cojines , aquellos invitados con los más costosos y refinados atuendos….

    Pero aquello que capto su atención no fue el mágico lugar que ante sus ojos se erguía, sino la joven que se encontraba sobre el escenario entonando la canción de "My baby shot me dawn" de Nancy Sinatra con una melódica voz rasgada, casi hipnótica, aquella mujer de cabello dorado, el cual caía en cascada por su espalda formando hermosos bucles que terminaban a la altura de su cadera.

    La pelirrubia la miraba fijamente mientras contoneaba sus caderas y el hechizo de su voz parecía afianzarse más en la mente de la muchacha. Sus afilados ojos verdosos casi gatunos y enmarcados por largas pestañas negras la habían hechizado; la joven creyó estar viendo a la mujer más hermosa que había contemplado hasta la fecha, aunque supo que jamás vería a nadie tan hermoso de nuevo. Aquella joven parecía la reencarnación de la mismísima Afrodita, pensó sin poder apartar sus ojos de los de ella mientras se perdía en las letras de aquella canción…



    I was five and he was six
    We rode on horses made of sticks
    He wore black and I wore white
    He would always win the fight

    Bang bang, he shot me down
    Bang bang, I hit the ground
    Bang bang, that awful sound
    Bang bang, my baby shot me down.

    Seasons came and changed the time
    When I grew up, I called him mine
    He would always laugh and say
    "Remember when we used to play?"

    Bang bang, I shot you down
    Bang bang, you hit the ground
    Bang bang, that awful sound
    Bang bang, I used to shoot you down.

    Music played, and people sang
    Just for me, the church bells rang.

    Now he's gone, I don't know why
    And till this day, sometimes I cry
    He didn't even say goodbye
    He didn't take the time to lie.

    Bang bang, he shot me down
    Bang bang, I hit the ground
    Bang bang, that awful sound
    Bang bang, my baby shot me down...



    La pelirrubia entonó las últimas notas que cerraban la canción y el público se fundió en un aplauso que ella agradeció con una media sonrisa e inclinó levemente la cabeza para después bajar con delicadeza del escenario y aproximarse a la joven. Todos sus movimientos eran gráciles pero a la vez denotaban cierta fragilidad, como si en cualquier momento ella y su perfección fueran a desaparecer, pues no se percibía real.

    Cuando la pelirrubia llegó hasta su posición, los dos hombres que la habían acompañado hasta aquel lugar retrocedieron e inclinaron levemente su cabeza ante ella para luego marcharse por dónde habían venido.

    —Bienvenida—la joven de ojos gatunos rompió el silencio— Gracias por haber accedido a reunirte conmigo en este lugar— añadió con simpatía viendo que la joven todavía no reaccionaba.

    —Cla-claro— se apresuró decir intentando no parecer muy embelesada— Agradezco tu invitación —masculló nerviosa mientras observaba de cerca a aquella hermosa mujer de rasgos finos, de nariz pequeña y perfilada, de enormes ojos rasgados y labios carnosos. Su rostro le recordó al de una muñeca de porcelana, pues sus rasgos eran algo aniñados y su piel pálida y perfecta. Era de constitución delgada y no mediría más de metro sesentaisiete aunque parecía mucho más alta debido a aquella fuerte presencia que la envolvía.

    — Espero que sea de tu agrado— sonrió divertida y la invitó a sentarse en uno de los sillones de la sala. La joven se situó frente a ella y procuró relajar de nuevo su postura, pero algo se lo impedía. Pudo notar un atisbo de inocencia en su forma de hablar, algo que rompía con aquella mirada helada, fría y salvaje que la había cautivado en primer lugar.

    — Puedes llamarme Madam,— le indicó la pelirrubia para luego dedicarle una sonrisa encantadora que mostraba su perfecta dentadura—Aquí todos me llaman así— puntualizó. A la joven le chocó el hecho de que tuviera que llamarla "Madam", sobre todo teniendo en cuenta que aquella mujer era muy joven, como mucho tendría unos veinticinco años y aquella forma tan cordial de dirigirse a ella no le parecía apropiada teniendo en cuenta que no era mucho mayor que ella.


    — Mi nombre es Noah— se presentó la joven todavía nerviosa mientras mordía su labio inferior.

    — ¿Cree en la reencarnación querida? — le preguntó cruzando ambos brazos sobre su torso.

    — No— contestó Noah sin rodeos, no entendía a que venía esa pregunta y le pareció de lo más extraña.

    — Tan solo me planteaba la importancia de un nombre— rió entre dientes— Verá, yo tampoco creía en la reencarnación, pero algunas cosas me llevaron a creer fervientemente en ella, y por tanto, no creo en la validez de un único nombre, pues ¿quien dice que en otra vida no nos hayamos conocido ambas por otro? —preguntó divertida y Noah creyó percibir un extraño matiz en sus ojos gatunos, como si esperase a que ella le respondiera a semejante absurdez, o como si esperara alguna reacción por su parte …



    A Noah le chocaba la presencia de aquella mujer pues tenía la extraña sensación de estar hablando con alguien mucho mayor. Quizás se debía a su solemne actitud o a su arcaica forma de hablar, pero lo que tenía claro es que distaba mucho de todas las jovencitas del orfanato de San Rafaele.



    — Puede ser—contestó intentando ser respetuosa con las creencias de la joven— Pero lo que verdaderamente me gustaría saber es porque has querido reunirte conmigo— preguntó Noah sin rodeos, no tenía ganas de enzarzarse en conversaciones abstractas ni religiosas, directa al grano pensó.

    —Veo que no quiere irse por las ramas—musitó la Madam curvando levemente sus labios como si algo la divirtiese, y entonces, adopto una postura mucho más rígida perdiendo por completo aquella fingida inocencia.



    Transcurrieron unos leves segundos sin que Noah reaccionara, sentía que la presencia de aquella mujer la aplastaba. La Madam por su parte se mantenía rígida cual estatua mientras la escrutaba con aquellos afilados ojos de mirada gatuna.

    Noah seguía en silencio y agradeció que las mujeres de la mesa contigua empezaran a parlotear de una forma exagerada, elevando el tono de voz, pues de esta manera su silencio se hizo menos incómodo. Madam no pareció compartir su opinión pues se puso en pie, levantándose bruscamente y profiriendo una sonora palmada sobre la mesa. Las tres mujeres de la mesa contigua se quedaron mudas mientras Madam las atravesaba con la mirada. Una de las mujeres se disculpó con nerviosismo y Noah pude percibir un matiz de terror en su tono de voz, algo que la dejó bastante intranquila pues fuese quien fuese aquella mujer estaba claro que era temida y respetada.

    Las tres mujeres abandonaron la sala y Madam todavía de pié hizo un gesto con su mano derecha, tras el cual, todos los clientes abandonaron el local en un extraño silencio que incomodó aún más a la joven.

    —Así estaremos mejor, no soporto a la gente irrespetuosa— habló la pelirrubia estirando sus brazos y colocándolos sobre el respaldo del sofá, relajando su postura y adoptando una más sensual que hacía juego con su mirada salvaje— Te he llamado a este lugar porque tenía ganas de verte después de tantos años querida, puede que tu no me recuerdes pero nos conocimos una ocasión, al menos, en esta vida— hizo una breve pausa— No eras más que un pequeño bebé llorón para ese entonces— puntualizó divertida y soltó una pequeña carcajada que sonó a música celestial.



    Noah se quedó estupefacta, más de mil preguntas revoloteaban por su cabeza pero estaba tan sorprendida que no sabía por dónde empezar. Si era verdad lo que Madam decía era probable que ella supiera quién eran sus padres y porqué la habían abandonado en aquél orfanato poco después de nacer. La joven trago saliva y se dispuso a preguntar a pesar de que temía las respuestas que durante tantos años le habían atormentado.



    —Entonces…—hizo un breve pausa— ¿Sabes sobre mi pasado, sobre mis padres, o sobre el misterioso hombre que me dejó allí? — preguntó nerviosa mordiendo de nuevo su labio inferior.



    En muchas ocasiones había intentado sonsacarle información a las hermanas, pero nunca había logrado demasiado, únicamente sabía dos cosas gracias a su incansable búsqueda y su entrometida personalidad. Sabía que un joven muy apuesto la había dejado en aquél lugar muy entrada la noche, alegando que él no era su padre. Y por otro lado sabía que el famoso benefactor del orfanato, aquel que siempre donaba ingestas cantidades de dinero con las cuales el orfanato se mantenía, siempre preguntaba por ella a las hermanas a través de sus cartas, pues jamás hizo acto de presencia en dicho lugar.

    Encontró una de esas cartas cuando se coló en el despacho de la hermana superiora, mientras registraba los numerosos cajones de aquel antiguo escritorio de roble y desde entonces la guardaba con recelo, pues algo le decía que ese hombre podría ser su padre o quizás algún familiar o alguien que de alguna manera estuviese ligado a su pasado. La carta la había leído en numerosas ocasiones, analizándola minuciosamente, y siempre llegaba a la misma conclusión, esa persona era bastante mayor, pues era una carta hecha a mano, algo que le indicaba que aquella persona no estaba demasiado familiarizada con la tecnología, además, su letra llena de filigranas parecía sacada de otra época. A veces se sentía desilusionada, pues aquellas escuetas frases solo guardaban unas pocas palabras para ella, no sabía si reflejaban una preocupación real, o más bien era algo que le pesaba en la conciencia y se veía obligado a preguntar, pues únicamente preguntaba cómo estaba ella, sin más, sin detallar en nada.



    —Me temo que nada que pueda sacarte de tu triste realidad querida— susurró Madame con fingida empatía y posó su mano derecha sobre la barbilla de la joven, levantando su rostro, observándola con detenimiento. Noah se estremeció ante este leve contacto, pues la mano de aquella mujer estaba helada a pesar de encontrarse en pleno mes de agosto.



    La joven sintió que la pelirrubia sabía más de lo que daba a entender, a pesar de que seguía sin comprender como la recordaba, pues aquél supuesto encuentro tuvo lugar diecisiete años atrás cuando Madam tan solo era una niña de no más de ocho años de edad, pero lo que más le extrañaba era el motivo por el cual la había hecho llamar, ¿qué interés podría tener en una joven huérfana de diecisiete años que no tenía dónde caerse muerta y que muy pronto tendría que abandonar el orfanato debido a su mayoría de edad? Se preguntaba la muchacha.



    —No me importa que no sea agradable de escuchar— soltó la joven con determinación— Nunca ha sido mi intención engañarme, pues si fui abandonada no creo que se trate por cuestiones del azar, nadie quiso mi nacimiento—bufó sin titubear —Ahora bien… no puedo vivir con esta incertidumbre— soltó clavando sus ojos violáceos sobre los de Madam en un intento de mostrarle que no pensaba recular, pues no pretendía marcharse de aquél lugar con las manos vacías.

    — La curiosidad mató al gato querida— amenazó la pelirrubia y una leve media sonrisa asomó a través de sus comisuras—Pero puesto que eres mi invitada no quiero ser grosera intentaré contentarte con las respuestas, aunque la verdad siempre es dolorosa, afilada y puede causar graves heridas que no cicatrizan— advirtió divertida soltando el rostro de Noah y acomodándose en el sillón.



    Noah guardo silencio y espero con impaciencia a que Madam despegara sus labios, aunque esta se recreó en la necesidad de la joven, observando la viveza de sus ojos hambrientos de respuestas y tras una larga pausa que a Noah se le izo eterna decidió proseguir.



    —En realidad te envidio querida—confesó la pelirrubia y soltó un leve suspiro que no le pasó desapercibido a la joven. — Tienes a alguien que siempre velará por ti pequeña, eso es todo cuanto necesitas saber— finalizó y su rostro adoptó una expresión que Noah no supo interpretar.

    — ¿Alguien que vela por mi? —preguntó casi automáticamente y se cruzó de brazos— Eso puedo imaginarlo, el benefactor de nuestro orfanato siempre pregunta por mí en sus cartas, me temo que puede tratarse de mi padre— soltó la joven con la esperanza de que esta confesión diera pié a más información por parte de la Madam, aunque lo que le sorprendió es obtener una sonora carcajada de los labios de esta, que rió de una forma escandalosa llevándose ambas manos al estomago, como si pretendiera de algún modo exagerar su burla. Noah se sintió ofendida y de nuevo mordió su labio inferior en un intento de tragarse las palabras.

    —Lo siento —se disculpo la Madam cuando su risa se hubo diluido— Simplemente esto que me cuenta no encaja para nada con la idea que tengo sobre esa persona y al dar rienda suelta a mi imaginación mi mente a recreado algo sumamente divertido, no pretendía burlarme de tus conjeturas querida.

    —Está claro que sabes quién es esa persona—bufó la joven todavía molesta— Te ruego que me lo digas—ordenó la joven con ferocidad.

    —Me temo que no me corresponde a mi desvelar a quién no quiere ser visto querida— contestó todavía divertida— Esa persona siempre estará a tu lado, te lo aseguro, quizás debas agudizar tus sentidos, estoy segura que te vigila de cerca, tan solo presta más atención a lo que te rodea, aunque creo que él no tiene ninguna intención de hacer acto de presencia me temo.



    Noah cada vez estaba más confundida, ¿si esa persona la vigilaba de cerca era porque se preocupaba por ella o porque tenía miedo de que algo saliera a la luz? En el caso de que de verdad se preocupara por ella no entendía cómo podía haberla dejado abandonada en aquél lugar, y tampoco entendía el motivo por el cual no aparecía ante ella. Su cabeza se empezó a formular las más rebuscadas respuestas a estas dos últimas preguntas… ¿Era posible que fuera la hija bastarda de algún noble que pretendiera salvaguardar las apariencias? Esta hipótesis le pareció de lo más absurda, pero de algún modo todas sus conjeturas lo eran, y sólo tenían en común el hecho de que de algún modo buscaba justificar las acciones de la otra persona y se sintió imbécil por ello.



    —Le encontraré— sentenció la joven con determinación para luego coger las frías manos de Madam y sostenerlas entre las suyas— Gracias por haberme invitado a este lugar, y sobre todo, gracias por haberme ayudado a desenmarañar mi pasado— agradeció con sinceridad la joven.

    —Ha sido un placer— contestó la pelirrubia con rapidez, soltando las manos que la sostenían, como si estas le hubiesen producido algún tipo de repulsión. Tras unos breves segundos recupero la compostura — Debes marcharte ya, es tarde y algunos asuntos sin resolver requieren de mi presencia— se despidió poniéndose en pié y inclinando levemente la cabeza a modo de despedida — Ellos te acompañarán— le indicó señalando con la cabeza a los dos hombres que la habían traído hasta aquél lugar y que ahora habían aparecido sigilosamente tras su espalda provocándole un ligero sobresalto.

    —¿Cómo puedo dar contigo de nuevo? — preguntó con incipiente necesidad la muchacha.

    — Yo te haré llamar pequeña— sentenció la Madame.



    Tras estas últimas palabras la joven accedió a marcharse y se dispuso a seguir a aquellos dos espeluznantes hombres pues el toque de queda hacía rato que había terminado y ahora tendría que escalar por la ventana hasta llegar a su habitación, solo esperaba que Francesca la hubiese cubierto durante la hora de la cena o se las tendría que ver con la hermana Giovana.

    Cuando la invitada hubo salido del local la Madame en un ataque de furia arrojo todas las copas de cristal que estaban sobre la mesa contigua provocando el estruendo de los cristales al impactar con el suelo.



    —No me lo agradezcas estúpida, no lo hago por ti— musitó con rabia arrugando con sus puños la tela de su entallado vestido de seda.
     
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    Capítulo 2 - Toque de queda

    Aldo se encontraba sumido en sus revistas de porno barato mientras devoraba un donut glaseado. El azúcar glas impregnaba su tupido mostacho y su enorme barriga no le dejaba ver más allá de su ombligo. Noah se preguntaba cómo era posible que aquel hombre todavía conservara su puesto como vigilante en el orfanato de San Rafaele, pues era evidente que no estaba capacitado, aún así, agradecía que fuera él y no otro el que se encargara de dicha tarea, pues cualquier otro hombre más competente la hubiese pillado esa noche y otras tantas saltándose el toque de queda.

    La joven se agacho a ras de suelo y gateó con sumo cuidado por el césped de la entrada del recinto, manchándose las rodilleras de los vaqueros con la humedad de la tierra mojada. Aldo se encontraba en un pequeño habitáculo, sentado sobre una silla giratoria, y de haber estado haciendo bien su trabajo hubiese sido consciente de la muchacha que estaba arrastrándose por el suelo delante de sus narices.

    Cuando Noah fue consciente de que había atravesado la parte delantera del recinto y que ya no estaba dentro del campo visual del "gordo", como ella lo llamaba, se puso en pié y caminó a pies juntillas hasta el pino centenario que tanto alababan las hermanas, pues estaban tan orgullosas de dicho árbol que pobre de quien osara dañarlo, tanto era así que ni recostarse en él les estaba permitido.

    Noah, que no era de las que acataban normas, solía trepar por dicho árbol cada vez que daba lugar una de sus escapadas, pues la ventana de su habitación, situada en tercer piso, daba justo a ese maldito árbol, y la única manera de entrar sin ser vista era de este modo. Con los años había adquirido cierta habilidad trepadora, y su compañera de habitación solía bromear sobre ello comparándola con una ardilla.

    Noah desde pequeña había sido un dolor de cabeza para las monjas que regentaban aquél lugar, pues siempre fue una niña movida y traviesa que poco le interesaban las tareas puramente femeninas, ella siempre prefirió los deportes y las actividades físicas, además, siempre fue demasiado entrometida y solía escabullirse de las lecciones de danza o de pintura para trepar por los arboles, perseguir a los gatos callejeros que se colaban en el recinto o colarse en el desván en busca de los más recónditos secretos.
    La joven trepó por el pino centenario y desde una de las ramas dio un respingo que la impulsó hasta el alfeizar de la ventana, del cual quedó sujeta de brazos, con ambas piernas colgando, se impulsó hacia arriba y entro a la habitación cayendo de morros al suelo pues el cordón de su deportiva derecha se había quedado atascado en la bisagra de la ventana.

    Ante tal estruendo su compañera de habitación no pudo evitar dar un respingo y se giró con brusquedad hacia la recién llegada, dirigiéndole una mirada que pasó del alivio al enfado en cuestión de segundos.

    —¡Pero tú sabes la hora que es! —susurró con gesto de enfado y puso sus brazos en jarras.
    —Puedo explicarlo— soltó Noah e izo con sus manos el gesto de tiempo muerto, indicándole que dejara primero que recuperara el ritmo cardíaco.
    —¡No quiero que me cuentes otro de tus rollos! — bufó todavía molesta— Se suponía que estarías aquí antes de las ocho y media, ¡¡Y pasan de las doce!! —le increpó elevando el tono de voz.
    — Lo sé y lo siento— respondió Noah llevándose el dedo índice a los labios para indicarle que bajara el tono de voz.
    — ¡Como me llamo Francesca que esta es la última vez que te hago caso! Estoy harta de cubrirte las espaldas, me he tenido que inventar que estabas con problemas estomacales y que por eso no has bajado a cenar— le informó mientras le propinaba varios golpes con la almohada a su amiga que todavía estaba tendida en el suelo.
    —Me rindo Francesca, contigo es imposible hablar— rió Noah y saltó sobre su cama quitándose las deportivas con los pies.
    — Aquí la única imposible eres tú, no sé cómo te aguanto— sonrió con dulzura y se sentó al lado de su amiga.



    Francesca era un año menor que Noah, pero mucho más centrada y respetuosa, era de estatura media y complexión delgada. Su pelo era largo y castaño y su piel siempre estaba ligeramente bronceada. Sus ojos eran color miel y era bastante pecosa, sobre todo por encima de la nariz, algo que siempre intentaba disimular con maquillaje ya que era bastante presumida y femenina. Noah en cambio era bastante masculina, no le gustaba usar maquillaje ni vestir con faldas o vestidos, valoraba por encima de todo la comodidad y sentía que al usar atuendos más femeninos perdía movilidad, además era bastante alta y los tacones solo hacían que aumentara la diferencia que existía entre ella y las otras chicas del orfanato. Francesca había tirado la toalla en sacar a relucir la belleza natural de Noah, pues por más que intentó instruirla en el saber estar y el buen gusto femenino solo logró desperdiciar su tiempo, aún así, envidiaba de forma sana la belleza de su amiga, pues aunque esta no se arreglara y usara cualquier harapo seguía sobresaliendo entre la multitud, pues siempre tuvo unos rasgos bonitos y unos ojos que iban del azul al violáceo.



    Podría decirse que ambas se llevaban bien a pesar de ser polos apuestos, sobretodo porque se complementaban ya que dónde no llegaba la una llegaba la otra.

    —Pues me aguantas porque soy lo más parecido a un hombre que hay aquí— bromeó Noah y puso una pose triunfante que molestó a su amiga.
    — No te tomes eso como un cumplido, esto es un nido de feromonas y tu actitud y tus pintas ayudan a que algunas idiotas tengan cierto interés en ti, aunque solo hace falta cruzar un par de palabras contigo para darse cuenta que no eres ningún príncipe a caballo— señaló la castaña— Eres tú o Aldo, no tienen mucho dónde elegir las pobres— bromeó Francesca y las dos amigas estallaron en una gran carcajada pues se imaginaron al resto de chicas revoloteando alrededor de Aldo con cierto interés romántico.
    —Por cierto— soltó la castaña alargando la última palabra— Tienes que hacer algo por mí.
    —No—le cortó Noah sin dejar que esta prosiguiera con su petición
    —Serás egoísta, yo siempre estoy cubriendo tus espaldas y para una vez que te pido algo…— le increpó su amiga y puso ojitos de cordero degollado— Por lo menos escucha primero —le ordenó mientras Noah rodaba sus ojos imaginándose lo que su amiga podría pedirle.
    —Solo quiero que me acompañes a la fiesta de disfraces que organizan en la discoteca del puerto el próximo viernes— susurró su amiga como si temiese que las paredes le escuchasen.
    —Esa fiesta a la que quieres asistir es para mayores de dieciocho, y aunque no lo fuese, me parece raro que tú quieras escabullirte por la ventana, sabes de sobra que no podemos asistir a ese tipo de eventos—sentenció—"Son lugares pecaminosos, el señor te castigará por tener estos pensamientos impuros hija mía"— soltó Noah imitando el tono de voz de Sor Giovana y gesticulando de manera exagerada lo que provocó la risa floja de su compañera.
    — Vamos… sólo será esta vez— imploró de nuevo su amiga cuando recobró la compostura.
    —Está bien pesada—hizo una pausa mientras se rascaba la cabeza alborotando su corto cabello dorado— Pero no pienso disfrazarme ni ponerme nada raro— advirtió elevando su dedo índice.
    —Hecho—sentenció su amiga y una sonrisa se le formó de oreja a oreja.
     
    Última edición: 2 Enero 2015
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