Los estamos matando sin sentir culpa alguna. Los matamos cuando comentamos sin razón sobre lo que hacen en su vidas que no conocemos; los matamos cuando no los escuchamos y asumimos tantas cosas. Porque la gente que entiende lo que decimos sí hace caso y antes de conocer prefiere la agilidad del juicio fácil. Porque esto lo oye el almacenero de la esquina y el taxista de la noche; esto lo oye el profesor en el colegio y la cajera del banco y cuando ellos lo escuchan ya no entienden de donde viene. Escuchemos lo que tienen que decir, aunque les cueste y así no tengamos que lamentar más muertes que nos pesan a todos, que todos llevamos la sangre en nuestros labios. A la sentida memoria de Joane Florvil