Me preguntó si debía dármelo solo a mí, aunque no era a lo que me refería, el puto trago no tenía nada que ver con el almuerzo, lo sabía, pero había causado un enredo que me hacía ver ahora como un estúpido egoísta, pero si lo pensaba pues sí, lo era. ¿Y qué? Sentí al tacto en mis muñecas, no reaccioné para más que para repasar su sonrisa. La idiota comenzaba a jugar conmigo. Con lo que dije alzó las cejas a lo que fruncí ligeramente el ceño. ¿A caso no se acordaba? Y yo como imbécil pensando en eso cuando iba en el auto de camino a casa, bueno, no en eso exactamente porque habían sido picos de mentira por la caída de la carta en las rondas, qué sé yo, las hormonas y el trago hacía lo que se le daba la gana cuando uno andaba en escasez desde hace tiempo, solo que en este momento no tenía la segunda excusa. —Yo no dije eso —murmuré en defensa. El agarre que afianzó me hizo tragar, se acercó y por puro orgullo no desvié la mirada aunque las mejillas las sentía calientes—. No digas tonterías... Ladeé ligeramente la cabeza de pura inercia mirándola entre las pestañas, le mostré los dientes en el proceso de una sonrisa filosa pese a que estaba nervioso a cagar. —¿Estás segura que esto hacen los amigos, Miller? —le devolví lo dicho, miré sus labios y regresé al oliva de sus ojos, la boba había consumido más espacio y no me dió la gana de retroceder, consumí la poca distancia que quedaba, fue primero un roce, ya luego presioné y terminé de ladear la cabeza. Entorné los orbes al sentir el calor de sus labios y con la derecha entorpecí su agarre para colar la mano entre nosotros y ubicarla en su quijada por la necedad de sentirla más cerca y poder besarla como quería hacerlo desde la vez pasada. Además, era ella quien había dicho que podía hacerlo, aunque los putos nervios seguían ahí latiéndome en el pecho.
La sonrisa que me dedicó fue bastante curiosa viniendo de él, no creía haberle visto esa clase de expresión antes, y el chispazo de expectativa me dio la pauta de que quizá, sólo quizá, había presionado los botones correctos. Era un hueso duro de roer e incluso recordaba haber creído que le iban los tíos, seguía sin llevarme en claro muchas cosas de lo que pensaba o sentía; pero con esto era suficiente, ¿verdad? —Los míos sí —repliqué, entretenida con el claro recorrido de sus ojos—. Mis amigos, mis reglas, ¿no? Si era un muchachito mínimamente avispado habría comprendido lo suficiente la noche de mi cumpleaños, y no me refería sólo a la estupidez con Gaspar que parecía haber captado su atención. El alcohol, las demás sustancias, mi cercanía con Akira y el comportamiento de Suzaku alrededor de Riamu. Puede que tuviésemos un tornillo flojo o que nos estuviésemos llevando todas las putas reglas del mundo por delante, pero él nos había visto y seguía aceptándome en su espacio. De ahí, ¿qué más importaba? Quizá fuese por orgullo o quizá fuese una cuenta pendiente, en definitiva cedió y acabó extinguiendo la distancia. El primer beso fue sencillo, un mero roce, asumí que estaba tanteando el terreno y busqué sus ojos, sin decir una palabra. La cercanía me permitió anticiparlo, o puede que sólo fuera el hábito. Espejé su movimiento, ladeé la cabeza hacia el otro lado y cerré los ojos, borrándome la sonrisita contra sus labios. Lo dejé establecer el ritmo y otro chispazo, de satisfacción esta vez, me recorrió la espalda al sentirlo anclando su mano en mi rostro. Colé la punta de dos dedos en la abertura de su camisa, justo sobre la unión del botón superior, y lo jalé en mi dirección sin demasiada fuerza. Aproveché la inercia para deslizarme por su piel y terminar afianzando la mano al costado de su cuello. Se sintió un poco extraño estar besándolo, hasta cierto punto me había creído que no le interesaba en absoluto y la colisión de las ideas y los hechos me hizo vibrar una risa en el pecho. No interrumpí el beso, incluso deslicé la mano a su nuca y lo presioné contra mi boca, sólo en caso de que le diera por curiosear o volver a ladrarme. Pasado un rato, y asumiendo que ya se habría distraído lo suficiente de mi pequeño desliz, relajé el agarre y retrocedí un poco. Le lancé un vistazo fugaz a su cabello antes de fijarme en sus ojos. No había soltado su otra mano en ningún momento. —Creo que debería preguntar otra vez, sólo por si acaso. —Pestañeé, sonreí con cierta suavidad y guié su mano hasta afianzarla alrededor de mi muslo—. ¿Quieres ser mi amigo, Alek?
La muy descarada aceptó que sus amigos sí, y por pura manía mi cabeza me recordó los dos tipos de la fiesta, los de la banda como tal y por ahí derecho se me apareció el rostro de Rosita, vete a saber si se enrollaban entre todos o qué pero me hacía una idea. Vaya manada de salidos, sino fuese porque me daba lo mismo al empezar a aclarar en mi cabeza, dándome cuenta que quería lo que ella me estaba dejando sobre la mesa ya me hubiese largado, pero la tonta me gustaba por mucha cara de culo que le pusiera en el día. A diferencia de como le hablaba o la trataba el tacto que ejercí en su quijada pecaba de suave. Hice el beso lento, más para habituarme que para otra cosa en lo que ella tiraba de mi camisa, me dió un roce de nada hasta llegar a posicionarse en mi cuello. La tonta se tragó una risa en algún punto, iba aprotestar obvio pero al hacer la presión en mi nuca preferí seguir con el beso, cuando se alejó apreté su mano con la izquierda, como quien no está de acuerdo aún a darle un cierre. Me habló, la escuché con una claridad absurda en lo que me ubicaba en su muslo. Pestañeé con algo de pesadez y apreté el tacto en su piel con firmeza. —Tonta —murmuré, suavizando el apretón para deslizar la mano por el contorno de su cuerpo, la falda se levantó un poco por el roce hasta que me ubiqué en su cadera, jalándola hacia mí para que se sentara encima porque la posición estaba bien incómoda, y porque se me daba la gana también tenerla más cerca -como en su fiesta de cumpleaños- que irónicamente había sido por Riamu que había sucedido—, preguntas como si la respuesta no estuviese en tus narices. Esperé con una paciencia impropia que le diera la gana de ceder a acomodarse para cazar su labios; a diferencia del beso pasado no di vueltas, profundizándolo al dejar su quijada y enterrar la mano en la mata de sus cabellos; colé la lengua en algún punto y me separé apenas cuando necesité oxigeno. Sabía que tenía la cara roja como un imbécil, casi que repasé inconscientemente las hebras que descendían sobre su blusa escolar, el lazo bordeu y el inicio de su busto, me sonreí en una mezcla de vergüenza e ironía al caer en cuenta lo que estaba mirando para regresar a sus ojos, besándola de nuevo. No sabía si esto volvería a pasar, así que le seguiría sacando besos lo que quedaba del receso.
Su mano se afianzó en mi pierna apenas le dejé el espacio, la tontería me gustó más de lo que iría a admitir y atendí a sus intenciones tras alcanzar mi cadera. Coloqué ambas manos en sus hombros y me despegué de mi silla, rodeándolo con las piernas hasta haberme sentado en su regazo. Me había respondido, pero en parte no me había dado el gusto y sólo sonreí divertida, deslizando mis manos hasta hundir ambas en los costados de su cabello. Lo miré desde arriba, inclinándome lentamente en su dirección, hasta que volvió a besarme. Presioné la yema de los dedos, retraje los brazos entre nosotros y atendí a la profundidad del beso, empujando mi lengua contra la suya apenas noté sus intenciones. Otro chispazo eléctrico me recorrió el cuerpo y le eché un suspiro liviano mientras ladeaba la cabeza, volviendo a encontrar sus labios. En algún punto se me aceitaron las neuronas, recordé la cámara que había en la sala y él justo retrocedió. Exhalé por la nariz, relajando las manos de regreso en sus hombros, y detallé el recorrido de sus ojos con un gusto inmenso. Cuando quiso volver a besarme, sin embargo, coloqué el índice sobre sus labios. —Estamos tentando mucho a la suerte, ¿no crees? —murmuré, incorporándome—. Y no quiero comerme otra expulsión~ ¿Le había contado de ese... incidente? Hombre, no tenía idea. Le sonreí, agarré su mano y lo jalé conmigo. Era uno de mis hobbies, para decirle de alguna forma, analizar esta clase de espacios y encontrar los blindspots. Uno nunca sabía cuándo podía darles buen uso, ¿verdad? En el caso de la multimedia, había un fichero bastante profundo contra la pared que le daba soporte a la cámara. Me giré al llegar al pequeño escondite, apoyé la espalda en la pared y, tras haberlo jalado hacia mí, comprobé que el mueble nos tapara a ambos. Bueno, daba igual, con la oscuridad ambiente bastaría con que yo no saliera en escena, y eso era un hecho. Acuné su rostro con una mano, fue un movimiento suave y me puse ligeramente de puntillas para volver a besarlo. Fue sereno y sin prisas, profundo, y me separé tras algunos segundos. Deslicé el pulgar sobre su labio inferior, barriendo los restos de humedad, y podría haber vuelto a besarlo, sí, pero... ¿cómo era? Estaba salida, ¿no? Well, my bad~ Presioné su labio hacia abajo, instándolo a abrir la boca, y una sonrisa casi felina me descubrió la dentadura al entrometer lentamente el dedo en su boca. Lo apreté contra su lengua, el cuerpo me vibró en una frecuencia diferente y busqué sus ojos apenas un instante en una suerte de orden silenciosa, sin disimular la satisfacción que me provocaba comerme la escenita de mierda.
La verdad fuese dicha, cuando accedió a sentarse encima de mí con el movimiento lento, el cómo correspondió la profundiad del beso y el suspiró suave que se le coló en algún punto estaba con el sentido en otro lado menos en este espacio escolar, por lo que ni puta idea de que nos pudiesen ver desde algún lado, y por ahí derecho llevarme un regaño, una suspensión o quién sabe si algo peor, por lo que alcé las cejas ligeramente cuando me frenó, parpadeé tratando de entender el por qué escuchándola. —¿Otra qué? —susurré sin entender una mierda, al menos hasta que me llevó con ella y elevé la mirada por el espacio, notando los aparatos intrusivos de mierda. Me dejé guiar hasta la esquina en donde reposaba un fichero. Noté por el rabillo del ojo que el mueble impedía la visibilidad del aparatillo, Miller me sujetó de las mejillas y yo ni corto ni perezoso retorné mis manos a sus caderas, se empinó y yo me incliné para recibirla, siguiendo su ritmo ahora, cuando se distanció deslicé un poco las manos por encima de la falda, su pulgar se hizo en mi labio y le clavé los ojos con intensidad. La idiota me presionó, obedecí como perro adiestrado notando el placer que le causaba a la cabrona, moví la lengua contra su piel, lamí primero, succioné después y terminé lamiendo de regreso, y por pura necedad de querer también complacerme apreté sus gluteos sobre la tela entornando la mirada. Cacé la punta de su dedo con los dientes y presioné en un mordizco suave, dando un paso más para hacerla retroceder contra la pared, cuando sentí que su espalda dió con el propósito descendí la vista de nuevo hacia su busto. Era la parte física que más me gustaba de las mujeres, ni mierda de qué hacer al respecto, por lo que luego regresé a sus ojos y cuando me vi libre de su dedo me relamí los labios. —Preferiría lamer otra cosa, Abby —la voz me salió más ronca de lo que hubiese querido, regresé a su boca para fundirme de nuevo en un beso, preisonándola de las caderas después, como un puto necesitado de contacto fisíco.
La confesión de pecados que había soltado al aire, como quien no quiere la cosa, llegó a captar su atención, pero me tragué la diversión y decidí no responder nada. ¿Por qué? Vete a saber. Quizás olvidara la cuestión en una hora o quizá lo recordara lo suficiente para preguntarme en otro momento más... propicio a conversación, digamos. Por ahora no me interesaba perder tiempo contando historias. Ya al resguardo del fichero lo besé y le metí el dedo en la boca sin una pizca de decencia. Él lo aceptó sin chistar, me cumplió el capricho con creces y sus manos, bastante inquietas, acabaron apretujando ahí detrás. Las estupideces combinadas me hicieron soltar el aire por la boca, le clavé la yema de los dedos alrededor de la mandíbula y colé el pulgar aún más, con una ligera cuota de insistencia. Me quedé totalmente prendada a la imagen y cuando me mordió, como si me hubiera arrancado del trance, solté una risa baja. —Such a good boy... El murmullo se asemejó a un pensamiento intrusivo o a un desliz de borracho, no me interesó filtrarlo y el sonido se perdió conforme obedecía a su orden silenciosa, retrocediendo hasta no dejar ni un centímetro de espacio. Había quitado la mano de su rostro y vuelto a hundirla en su cabello, donde le conferí un par de caricias bastante vagas. Lo vi relamerse y la tontería que soltó hizo que, al besarme, tuviera que comerse mi sonrisa. Dios, lo que me estaba divirtiendo tenía que ser ilegal. Sus palabras quedaron rebotando en mi mente al besarlo, la promesa que cargaban cobró fuerza y eso junto a la presión en mis caderas hizo que un gemido leve se arrastrara por mi garganta. Lo ahogué en su boca, me colgué de su cuello con ambos brazos y lo besé hasta donde me saliera del coño. ¿Cuánto quedaba de receso? No tenía idea. En algún punto, bastante de repente, volví a reírme. Tenía todas las sensaciones mezcladas en el cuerpo, revolviendose en direcciones azarosas, y el cerebro se me volvía puré. Por eso me mandaba las cagadas que me mandaba. —Se me ocurren un par de opciones, ¿no? —murmuré junto a una risilla, despegandome apenas de sus labios, y arrastré una mano por su piel hasta anclarla a un costado de su cuello—. Lástima el tiempo... Escondí el rostro en el lado opuesto, lo rocé con la punta de la nariz hacia abajo e inhalé con suavidad, absorbiendo su aroma. Tenía los labios aún mojados y los presioné en su piel, separándolos luego para dejarle un beso aún más húmedo. Me lo podría haber comido entre dos panes, honestamente, pero como ya había dicho antes: había prometido ser una mejor alumna en esta Academia. —Quizás en otro momento —resolví, separándome para buscar sus ojos, y tomé una de sus manos a tientas. Mi sonrisa se ensanchó y comencé a guiarla por mi cuerpo—. Sea aquí... —Sus dedos rozaron la cara interna de mi muslo y se colaron por debajo de la falda, tanteando apenas la tela de mis bragas—, o aquí... Lo jalé y pasé su mano por encima de la camisa, presionando adrede sobre uno de mis pechos. Sonreí con ganas y luego lo dejé ir, soltandolo por completo. —Si tú quieres, Grumpy, podemos llegar a un acuerdo~ Pero ahora... será mejor que volvamos a clases. Contenido oculto ponele que lo cerré JAJAJA such bad timing, oh my, oh my Esto terminó de forma INESPERADA pero me divertí un montón, sí que sí 7u7
La idiota parecía disfrutar en demasía todo esto, y yo como un imbécil continuaba soltando cuerda para ceder a sus tonterías, aunque me llevaba mi parte por ahí derecho, viéndola tan concentrada con sus ojos puestos en mi me ponía, parecía ser una fetichista pero con las hormonas como las traía no era mas que un niñato obediente, un perro entrenado, como fuese. Le comí la boca por un tiempo, como había pensado antes, seguiría besandola hasta que abrieran la puerta o se anunciará el final del receso, la mierda que pasará primero. Mis manos continuaron serpenteando por su espalda hasta sus nalgas, fue entonces que soltó una risa y me distancié con la respiración a medias, aunque igual la distancia era mínima, relajé mis dedos entorno a su espalda baja, la escuché relajando los hombros ante su tacto. Podría decir que no había odiado más el horario escolar como ahora. —Eres cruel Miller —susurré en queja sintiendo mi piel erizarse bajo sus labios húmedos. Soltó que podría ser en otro momento y no podía hacer mas que aceptarlo, era una porquería regresar a clases luego de esto, pero ni modo, con la beca que tenía tampoco podía darme tantos lujos. Creí que me halaría para recoger mis cosas y ya salir de aquí, pero la muy cabrona se hizo con mi mano, me guió hasta su muslo y sentí la pesadez en mis párpados, cuando subió mis dedos hasta palpar la tela de sus bragas sentí la boca seca. Continuó con el paseo por su cuerpo, me llevó sobre su busto y la suavidad de su seno me hizo ladear ligeramente la cabeza, estirando la sonrisa animal en lo que paseaba la punta de mi lengua por mis dientes superiores, alejándome cuando me soltó. —Bien —accedí, ¿a qué? Probablemente a lo del acuerdo incierto. Caminé hacia mis cosas, me guardé la memoria y luego el almuerzo, la esperé para salir de la sala y subir a clase, aunque antes de entrar al salón debía pasarme por el baño, y echarme agua helada en la cabeza. No había terminado durmiendo un carajo, y el sueño se había esfumado... Contenido oculto Por aquí mi cierre, un placer (?)
Había caído a la academia con una cartulina firmemente enrollada y asegurada con una bandita elástica; un tubo de papel que me llegaba casi hasta la cintura cuando lo apoyaba en el suelo, o sea, que la cosa venía en un tamaño bastante considerable. Era lo más justo, si me lo preguntaban, ya que la susodicha cartulina contenía un anuncio bastante grande (en sentido figurado). Contenía información de de un evento que, esperaba, daría mucho de qué hablar y pondría en movimiento a las almas que venían cada día a esta renombrada escuela.¡Como si de un baile masivo se tratara! Una danza dulce, más encantadora. Con la que yo, su organizador, me deleitaría la vista. Pero mientras pasaban las clases mañaneras, de repente sentí que no me conformaría con simplemente pegar esta cartulina junto al Tablón de Anuncios (porque en el mencionado tablón no iba a entrar, creo). A ver, no es que no tuviese fe en su utilidad y eficiencia, porque estaba convencido de que bastante gente lo leería y empezaría a correrse la voz... ¡Y sin embargo, mi neurona me decía que era necesaria una voz potente! Una que cubriese cada rincón, que no dejara a nadie ajeno al evento que se estaba por venir. Entonces me iluminé... porque se prendió la lamparita en mi cabeza. ¡A ver…! No es que estuviese muy interiorizado en esto de los clubes, pero de pura casualidad recordé que aquí teníamos uno de Radio, ¿puede ser? Que se ocupaba de hacer anuncios a gran escala y cosas así, desde una sala multimedia que quedaba en este mismo piso, ¿no es así? Al menos eso fue lo que me contestaron algunos compis de curso a los que pregunté medio al azar, con la buena suerte de que justo sabían algo del tema. ¡Así que bueno, henos aquí! ¡En la Sala Multimedia! La mala noticia: no había un alma. Fruncí los labios, pensativo y algo descolocado, mientras me rascaba los cabellos con la cartulina enrollada, como si con eso fuese a obtener una idea que me sacara airoso de este escenario inesperado. La misma no llegó, y al final terminé alzando los hombros para mí mismo: tenía todo un receso por delante, en realidad no hacía falta ir con tanta prisa ni dejarse llevar tanto por la emoción. Seguramente algún miembro del Club de Radio acabaría viviendo a este lugar, o sea, su hábitat de alta tecnología, parlantes y micrófonos. Apostando a esto, me senté como si nada en una de las computadoras, la cual encendí para ponerme a buscar algunas cosillas por internet. La cartulina quedó sobre el escritorio, no muy lejos de mí. Contenido oculto Gigi Blanche
Como era lo usual, apenas tocó la campana del receso presioné los AirPods en mis orejas y la música empezó a sonar. Me incorporé, dejé caer el móvil en el bolsillo de mi falda y me retiré de la clase con el resto del mundo reducido a un segundo plano. Hice la fila de la cafetería, compré comida y bebida, y conforme andaba el pasillo de planta baja fui armando una lista mental de las cosas que quería hacer en la computadora. El club de radio era divertido, por supuesto, pero no podía negar que el acceso ilimitado a la sala multimedia me beneficiaba de mil y un maneras; maneras que, sabrían perdonarme, no se relacionaban precisamente a mi vida académica. Venía tan distraída y estaba tan habituada a ser la única loca aquí, que me detuve en seco al ver una silueta humana frente a las computadoras tras abrir la puerta. Me quedé con el pomo en la mano el tiempo que me tomó reconocer a Markus, entonces le di un golpecito al AirPod derecho para detener la música y sonreí amplio. —Oh, no, ¿tenemos un intruso? —bromeé, cerrando tras mi espalda, y me ubiqué detrás de él para husmear lo que estaba haciendo—. ¿Qué te trajo por aquí, pequeño bailarín? La rima me satisfizo y apoyé la mano libre en el espaldar de su silla, mirándolo desde arriba. Contenido oculto no tengo excusa, brunito, el hype por el rol de poke me consumió el alma y cuando quise acordar llevaba tres o cuatro días sin responderte jsjs im really sorry :(
Dudaba que hubieran pasado muchos minutos desde que me apoderé de la computadora como si fuera la de mi casa, ¡pero vaya que miré unas cuántas cosas, con lo corta que era mi capacidad de atención! Un blog de música por aquí, del que sólo leí títulos con jugosas novedades del mundillo; la web oficial de los Full Fantastic Fratelli Ferrari (las “cuatro F”, como solían decirles), para ver si ya se habían agotado las entradas de su próximo show; y por último, el fiel e infaltable Youtube con su infinito contenido. Había hecho una rápida búsqueda de playlist de música swing, como para hacer más disfrutable la (supuesta) espera que tenía por delante. Y justo, justo cuando le di al botón de Play, la voz femenina a mis espaldas se mezcló con la música que comenzó a inundar el ambiente. Contenido oculto Me sonreí al reconocer quién era, y también porque me quiso dar risa que se refiriera a mí como un intruso. Razón no le faltaba, debo decir, que esto de acomodarme en la Sala Multimedia como pancho por su casa era, mínimo, cosa de rufián. Pero bueno, ni modo: tenía esta mala costumbre de aprovechar los espacios con libertad, quizá demasiada. Eso sí, la persona a mis espaldas no me dio tiempo a darme la vuelta, pues cuando quise darme cuenta ya la tenía un poco encima, con su mano en el respaldo de la silla. Incliné la cabeza para atrás, mirando desde abajo esos ojos del color de la oliva. Algunos mechones rosados caían por los costados del rostro de Abby, a quien dediqué una sonrisa en medio del swing que salía de la computadora. —Señorita Abby, ¿qué milagro que viene por acá? —repliqué, haciendo referencia al programa número uno de la televisión humorística, incluso sabiendo que a lo mejor no lo pillaba; igual me servía— Pues… yo estoy en una misión así como muy importante, pero para completar con éxito necesito a un miembro del Club de Radio que… acepte sobornos. Así que aquí andaba, esperando la llegada de alguno. Me crucé de piernas y balanceé un pie en el aire, al ritmo de la música. Dejé las manos en sobre una rodilla, apoyando entre sí las puntas de mis dedos; como si fuera algún villano pensando un plan maquiavélico. De repente me di cuenta de algo, que me hizo reír por lo bajo. —A ver... Momento.... —la miré con una ceja exageradamente alzada— ¿Por qué estás tú aquí? Contenido oculto ¡Tranqui, Belu! Te super-entiendo porque también pasé por lo mismo en el buen rol de Pokémon (?)
La música, muy fiel al estilo de Markus, danzaba a nuestro alrededor desde los parlantes de la computadora. El muchacho echó la cabeza hacia atrás, yo lo miré desde arriba y alcé las cejas con un dejo de interés al oír sobre el soborno para el miembro del club de radio. Pensé que era una forma velada e indirecta de referirse a mí, por lo que le seguí el juego. —Oh, interesting. ¿Y de qué clase de soborno hablamos~? Sin embargo, poco después cuestionó mis motivos para encontrarme aquí y lo noté genuino. Solté una risilla y le piqué la nariz, aprovechando la posición de ambos. —I am a club's member, silly —destaqué, volviendo a reírme, y me separé de su silla para dejarme caer en la contigua a su posición—. So spill it, whatchu need y por qué Abby es claramente la mejor amiga del mundo mundial?
Reconozco que no tengo yo la mente más rápida del Oeste (a menos que hablásemos de música y baile, vaya), pero no era algo por lo que fuese a ponerme colorado ni nada por el estilo. Puede que al final terminara siendo una ventaja, porque de vez en cuando caía en situaciones divertidas, algo jocosas, que terminaban por hacer más entretenidas las charlas; justo como terminó dándose con la majestuosa Abby. La señorita aquí presente pareció interesarse por el soborno, ante lo cual me limité a estirar la sonrisa sólo por hacerme el interesante… y sin darme cuenta que se estaba dando por aludida. En cuanto sospeché que su presencia no podía deberse a otra cosa que ser una flamante figura del Club de Radio, me sentí todo un Sherlock Holmes, la eminencia de las deducciones. La pregunta que le terminé haciendo fue más bien retórica, o pretendió ser acusadora… O tal vez sí fui un poco ingenuo en el proceso, ¡qué sé yo! La cuestión es que bastó para robarle una pequeña risa a Abby, quien me picó la nariz para, acto seguido, confirmarme que era parte del club en cuestión. —Lo sospeché desde un principio —me atajé con una risa ligera y las manos alzadas. La seguí con la mirada, viendo cómo se dejaba caer en el asiento de al lado. Hubo algo más de parloteo de su parte, y en este punto vale decir que capté de puro milagro las palabras en inglés, pues tampoco era tan brillante en ese idioma. Pero lo último sí que se entendió a la perfección, ante lo que no me quedó más remedio que asentir para mostrarle mi acuerdo. —Una amigaza, che, ¿qué sería de mí sin la buena de Abby? —dije, junté las manos frente a mí como si le estuviera dando gracias a nuestro Señor en las alturas; como siempre, puro teatro por el sólo placer de entretener, y tras reírme por lo bajo procedí con la explicación:— ¡Pues verás, mi estimadísima…! Va a haber un evento grande la semana que viene, y necesitaba contar con los recursos del club de radio para hacer… un anuncio a lo grande —sonreí—. Un aviso que que debe servir como refuerzo a este cartel, que planeo pegar en el tablón mañana temprano. Me incliné sobre el escritorio, tomé la cartulina y la desenrollé frente a los ojos de Abby. Por el papel había cinco dibujos de chocolates, bastante infantiles y adorables; cosa lógica, porque le había pedido a mis primitos que hicieran uno cada uno, y los pequeñajos se engancharon con gusto a la movida. Estas pequeñas ilustraciones rodeaban las siguientes palabras, escritas con enorme entusiasmo: ❤︎❤︎❤︎ WHITE VALENTINE’S WEEK ❤︎❤︎❤︎ Demuéstrale a tus amistades, familiares, parejas, ligues y amantes lo mucho que los quieres. ¡Dales un chocolate bien sabroso! Desde el lunes 20 hasta el viernes 24 de julio ¡No contengan ese amor! Asomé el rostro por el costado de la cartulina, moviendo las cejas con gracia, de un modo sugerente. —Este anuncio no es para cualquiera, eh —dije por la gracia—. Pero si lo pronuncia tu hermosa voz, nadie va a querer quedarse afuera. Y obvio tendrás tu merecido soborno.