—De lo que sea —respondí sin una pizca de disimulo, encogiéndome de hombros—. ¿Ubicas Skins? Así, pero con dinero. Me daba exactamente igual admitirle a cualquiera el tipo de vida que llevábamos, era lo que hacíamos y ya. Nos gustaba enchufarnos drogas, probar mierdas diferentes y experimentar los cambios en nuestros cuerpos. También teníamos el dinero para hacerlo. El resto se contaba solo. Si acaso me molestaba en disimular frente a los profesores o cualquiera que me significara un perjuicio, que eso de comerme dos expulsiones en un mismo año tampoco me hacía gracia. Su respuesta sobre el interés fue predecible. Lo seguí con la mirada, divertida, en lo que se incorporaba y daba la vuelta para regresar a su computadora. Bastaba presionarle un único botón en el momento incorrecto para que el tonto retrocediera veinticinco casilleros. A este paso iba a tener que invertir absolutamente todo lo que me dijera para pillar su significado. Oí su pedido y solté un suspiro, dejando caer la cabeza hacia atrás. Miré el techo un par de segundos y me incorporé de repente, yendo donde él. Pillé su silla del espaldar y, aprovechando que tenía rueditas, básicamente lo empujé lejos sin mediar palabra. Tipeé la contraseña, le di a Enter y volví a erguirme, girándome hacia él. Apoyé las caderas al borde del escritorio, junto a su computadora. —¿Tocas algún instrumento? ¿O te gusta hacer estupideces en programas de música? —pregunté directamente, en tono neutral.
Lo mucho que me llegaba a meter era un cacho de marihuana y hasta ahí, tampoco me interesaba hundirme en la mierda de andar probando cualquier maricada de colores que me prometieran esta vida y la otra despegarme los pies de la tierra, por lo que no indagué más en lo que no me interesaba, y vete a saber, las palabras de Manson siempre me retumbaban el cerebro de una forma u otra, probablemente en esta vaina en el buen sentido. Me quedé postrado esperando a que le diera la gana de mover el culo, hasta que se levantó como si le hubiesen enchufado energía. Para mi sorpresa la boba me corrió como si fuera un bicho que podían mover con la punta del dedo, aprovechándose de las ruedas de la silla. Frené en seco con las zapatillas en el suelo no muy lejos de ella, sintiendo que se me brotaba ligeramente una vena en la frente. La escaneé entonces desde mi posición, mirándola desde abajo al ésta estara de pie y yo sentado, desarmándome su pregunta y casi chasqueando la lengua en lo que me tenía de nuevo, dentro de su conversación. —Ambas —alcé los hombros como si nada—. La batería es lo mío, y mezclar también me entretiene. ¿Por qué? ¿Me invitarás a algo o qué? Casi en automático que hablaba, relajando apenas el tono arisco de voz: >>¿Tú tocas alguno?
No había que ser un genio para predecir que la pequeña broma de la silla le molestaría, pero en mi defensa, yo tampoco era muy inteligente. En cualquier caso no me enteré de nada y recibí su respuesta con cierto interés. La batería, ¿eh? —That's cool —convine, con la honestidad imprudente de siempre, y su pregunta me arrancó una risa que ni siquiera fue burlona—. ¿Por qué? ¿Te gustaría que te invite a algo~? Despegué las caderas del escritorio y me dejé caer en la silla de al lado, girando levemente porque, al parecer, no sabía estarme quieta. —Toco un poco el piano, pero más que nada para grabar bases y luego usarlas en las mezclas. No soy ningún Beethoven —admití, volviendo a reírme—. A todo esto, ¿tienes algo para mostrarme? De lo que tocas, o lo que mezclas.
¿Qué si me interesaría que me invitase a algo? Desvié la mirada al umbral de la ventana. Era oscuro al estar el sol dando del otro lado de la academia, y probablemente por eso hasta me sentía más suelto al hablar. Rezongué apenas, sin responder más que regresando la mirada hacia ella, y casi parpadeando con jodida lentitud. Era ridículo el empezar a sentirme cómodo con una idiota como esta. Seguí vagamente el movimiento de su silla al estarse meseando en círculos, en lo que hablaba del piano y no sé qué. Un instrumento que como había pensado al pasarme por la sala de música. De niñatos riquillos y mimados, porque acceder a una mierda de esas si que dejaba en quiebra a cualquier mortal. Saqué el móvil entonces, impulsándome con las zapatillas para estar medianamente cerca a ella en lo que buscaba perezosamente en mi galería lo último que había subido a instagram, bueno, a la página que tenía con Kathe de venta de ropa urbana y eso. Se lo extendí sin mucha queja. —Tampoco esperes la gran cosa —anticipé, impulsándola un poco con el pie para que girara en la posición en la que estaba. Contenido oculto
Oooobviamente no respondió nada a mi pregunta, si por poco no se la había soltado pretendiendo que frunciera el ceño como le gustaba y desviara la mirada. ¡Y si gruñía, aún mejor! Se fijó en la ventana, seguí sus movimientos en silencio y me sonreí, entre divertida y satisfecha. Bueno, daba igual. Algo me decía que si lo invitaba una noche de las que nos juntábamos, aparecería sin más. El resto era lujo. Cory tenía una batería juntando polvo en su sótano, vete a saber por qué coño. En cualquier caso, sí atendió a mi segundo pedido. Arrastró la silla en mi dirección mientras buscaba algo en su móvil y me lo extendía. Al pillarlo, con su pie me hizo girar levemente y solté una risa nasal, dándole a play. Subí el volumen y deposité el aparato sobre el escritorio, a mi lado. El beat pegaba durísimo y las transiciones estaban bien hechas, además de que seguían una estructura razonable. Pude anticiparme a varios de los drop y la mierda contribuyó a mi disfrute. Mi cuerpo siguió el ritmo de la mezcla sin vergüenza, y fueron muchas las veces que busqué sus ojos por la pura gracia de que estaba allí conmigo y me gustaba compartir aquello con lo que la pasaba bien. Aplicaba a multitud de ámbitos. —Boy, that's lit —reconocí apenas terminó, estirando la pierna para enganchar al pie en uno de los apoyabrazos de su silla—. Yo creo que puedes dejar la modestia de lado, está super bien. Le extendí su móvil, aunque la primera vez fue un amague y recién a la segunda se lo entregué de verdad. Sonreí, divertida, y usé mi pie encastrado para mecer su silla suavemente, de lado a lado. —¿Llevas muchos años con esto? ¿O cómo te metiste?
No podía evitar el mantenerme prendado a ella al estar escuchando lo que había hecho hace un tiempo atrás, sintiendo algo de disfrute al verla inmersa por lo que apenas y parpadeaba con los ojos entornados, medio imbécil si me veía en un espejo. Ya venía el final y fue acompañado con su adulación, y qué mierda pero se sentía tan bien recibir un halago con una de las pocas cosas que uno disfrutaba hacer. La sonrisa de satisfacción me decoró la cara y eché el cuello hacia atrás en lo que enganchaba el pie en el apoya brazos, con la vista al techo en lo que me volvía la cara a la normalidad. Ya cuando me volvió a hablar la miré de nuevo, extendiéndome el móvil a lo que extendí la mano. Hizo el amague y estiré la zapatilla hasta la base de las ruedas, acercándola en lo que a la segunda me lo pasó y ridículamente la había arrastrado mucho hacia mí, pero pasé de eso, dejándola ser en lo que cotinuaba meseándome con su pie. Recosté el codo entonces en el apoyabrazos contrario en donde ésta idiota estaba enganchada. —Un par, sí —murmuré—. Por unos amigos en mi escuela pasada. Por los tres hijos de puta por lo cual también lo había dejado. —¿Y tú con el piano? ¿O con las mezclas? ¿Hace cuánto o qué?
Tuvo que ser la primera vez que lo veía sonreír, lo juraba por mi mamita. Qué va, a cualquiera le gustaba recibir halagos, ¿no? Echó la cabeza hacia atrás, hacia el techo, y me quedé mirándolo sin mayor motivo, mientras enganchaba mi pie en su silla. La línea de la mandíbula, la extensión de su cuello. Regresó la atención a mí en cuanto le solté la pregunta de turno y se me escapó una risa al sentir cómo me arrastraba en su dirección tras haberlo molestado con el móvil. Mi silla quedó a un par de centímetros de la suya y me regodeé internamente, pues porque sí. ¿Había logrado que dejara de ladrarme? Que alguien me diera un premio o algo~ Su respuesta fue breve pero me servía. Me había acomodado bastante a mis anchas, aprovechando el espacio extra que me confería tener el pie apoyado en su silla. Me eché contra el espaldar, lanzando la vista a cualquier lado. —Hmm... Siempre hubo un piano en casa, creo —murmuré, enroscando un mechón de mi cabello en un gesto distraído. Lo miré—. Back in California, I mean. Me gustaba mucho la música y mamá es... —Solté una risa nasal—. Bueno, tiene alma de cheerleader, así que siempre me apoyó en las mierdas que quisiera hacer. En cualquier caso nunca le puse demasiado empeño, tipo, como los pianistas serios y super profesionales que tocan en salas de concierto. No me dolió tanto cuando nos mudamos y el piano quedó allá. Me mantuve en silencio algunos segundos, hasta que una sonrisilla curvó mis labios. —Luego di con Cory y él tiene un teclado, así que volví a las pistas. Lo disfruto muchísimo más que el piano, con la cantidad de mierdas rarísimas que puedes inventar. It's really fun. A mezclar y eso empecé cuando los conocí a ellos. —Fruncí el ceño de repente y volví a mirarlo, dándole apenas un toquecito en la cintura con la punta del zapato—. A todo esto, ¿y tú de dónde eres? ¿Qué haces aquí?
Desde la primera vez que la vi suponía que era una niñata más del sistema con comodidas, algo excéntrica para ello pero igual, decía que contó con el apoyo de su madre y esas cosas para afianzar lo del piano así fuese por pura diversión, y el tener uno en casa ya decía bastante. En lo que hablaba la observaba, turnándome con el movimiento distraído de sus dedos entre las puntas de su cabello. Estaba relajado, eso se notaba al no tener las putas pupilas como animal rabioso por solo ser visto, y el tema de dar con tipos como los que mencionaba con gustos afines... había sido suertuda la boba esa llegando a un país extraño. —¿Te mudaste con tus padres? —pregunté porque no sé, en algún momento pensé que había viajado por intercambio de aventura, cliché pero no descartable. Y ya cuando me regresó preguntas sentí la tensión en los hombros, y apenas desvié la mirada tras ella pese al toque estúpido de su zapato en mis costillas. Estadounidénse, adoptado con ciudadanía noruega. ¿Qué putas me iba a impulsar a darle un discurso de mi vida? No, en definitiva. —Vine por una beca con una amiga —murmuré, saltándome toda la porquería—, y terminé acá. Solté el aire por la nariz, meciéndola a ella ahora, con sutileza de por sí en lo que seguía distraído. —¿Qué clase te toca ahora? Ni la iba a acompañar, pero como para cambiar el tema la mierda no sonaba tan mal.
—Con mamá —respondí tranquila, y se me coló una risa en la voz—. Literalmente no sé quién es mi papá, tampoco me interesa averiguarlo. Vinimos aquí por el trabajo de la doña, se suponía que fuera temporal pero se enamoró de un señor japonés y se casaron. Luego se divorciaron, pero por alguna razón nos quedamos aquí. Era un resumen bastante decente de mi vida, sí. En cualquier caso, nada de eso me molestaba ni generaba conflicto. El rollo de mi padre era, de hecho, una broma recurrente por el parecido con la peli "Mamma mía". Mamá me hablaba de sus tres ligues de esa época como si todos fueran mis padres y qué sé yo, nos divertíamos con poco. Asentí un par de veces ante su respuesta, más bien pensativa, hasta que chasqueé los dedos y sonreí, orgullosa. —¡Tu amiga! La morena del otro día, ¿cierto? ¿Cómo se hicieron amigos? —Alcé las manos al instante, pretendiendo defenderme—. No es que sea tan metiche, sólo me causa curiosidad por, bueno, tú. Su pie comenzó a mecer mi propia silla entonces, se me ocurrió que de repente andábamos con bastante confianzas considerando nuestro historial y sonreí, aunque no dije nada al respecto. Lancé los ojos al techo ante su pregunta, ladeando la cabeza. —Historia, si mal no recuerdo. —Resoplé, derritiéndome en la silla. Qué pereza—. Al menos ya es viernes~ ¿Planeas hacer algo este finde, Grumpy?
Ya se veía lo bastante despreocupada, pero no imaginaba que tanto como para mudarse sin queja por el enamoramiento de su madre, pero quién era yo para compararme con una tipa como ella, siendo tan rencoroso como me lo permitía mi mierda de cabeza, y ella viéndose tan libre como un mísero colibrí. Ya luego trajo a colación a Katherin, y bueno, relajé la mandíbula. Qué iba a ponerme de mentiroso si la boba esa aunque fastidiosa, era en realidad mi mejor amiga. —En la escuela pasada. Murmuré como si nada, dejando de mesearla en algún momento para retirar mi tacto de su silla. —Una noche me la topé en la parada de un autobús, y desde ahí la idiota esa no se me despegó. Y mentiras no eran, omitiendo el que me había visto llorar como un maldito mocoso en lo que esperaba el transporte. Complejo de salvadora o empática, cualquiera le quedaba bien. Imposté el escudriñarla con lo que le daba curiosidad más por... ¿mí? —¿Yo qué o qué? —siseé, pestañeando con tranquilidad pese a lo hostil de la voz, me pensé lo del fin de semana y pues sí—. Tengo turno en una pizzería, aunque solo es el sábado en la tarde —eché un vistazo perezoso al móvil, para ver la hora más que nada—. ¿Por? ¿Qué si esperaba que la conversación no se acabara aún? Uy que mierda, pero así era.
Atendí a la respuesta sobre su amiga con una sonrisita pegada a los labios, entretenida. ¿Cómo era la regla que había pensado más temprano? ¿Eso de pillar lo que Alek dijera e invertirlo? Que ella no se le había despegado, decía. Pues no lo sé, a mí me había parecido una muchachita bastante bonita y decente, me costaba creer que... no hubiera una razón para semejante ocurrencia, por ejemplo. —Hmm —murmuré, regodéandome en mis propios pensamientos, y al final suspiré, irguiendo un poco la espalda—. In any case, si de veras es tu amiga no deberías hablar así de ella, Grumpy. Está muy feo. Era un regaño sin motivo real, sabía que no me haría caso y a mí tampoco me interesaba que ocurriera. Su duda siseada me arrancó una risa que llegué a contener y lo miré a los ojos antes de menear la cabeza. Me refería a su temperamento, obviamente, y cómo le había hecho para hacerse una amiga si sólo le ladraba a la gente, pero que no lo hubiera captado me causaba más gracia. —Nada, nada~ Que revisara el móvil me recordó que había pasado bastante tiempo y chequeé el mío, comprobando que, efectivamente, ya casi terminaba el receso. ¿Sus únicos planes para el fin de semana eran... trabajar? ¡Hombre, qué aburrido! Suspiré, incorporándome con pereza, y descansé las manos en los apoyabrazos de su silla para inclinarme sobre él. Me balanceé allí, mirándolo en silencio, hasta que algunos segundos después me empujé hacia atrás y giré, dirigiéndome a la salida. —Estaba pensando invitarte a algo, pero no me gustan los muchachitos deshonestos —solté al aire, divertida, y busqué sus ojos sólo para agregar—: See ya, Grumpy~ Contenido oculto por acá cierro con Abby, que no queda mucho tiempo para na uwu
A ver, no decía que fuese una misión imposible ni nada, para entrar a un sitio con llave hacía falta labia, una ganzúa o una patada, así que ese no era el punto. Era más bien una señalización y ya, para ver qué tren de pensamiento estaba siguiendo porque si me lo preguntaban parecía no seguir ninguno en lo más mínimo. Aceptaba a ir a un bar de gente que acababa de conocer, dejaba su trago en manos de un tío bajo la misma lógica y podía seguir la lista. Por ahí le llamarían conducta de riesgo si no tiraba demasiado de ciertas definiciones. Ya en el pasillo se detuvo, identificó a la víctima y consiguió que nos dejaran pasar, sin más. No creí que supusiera la necesidad de darle reconocimiento, solo recibí su mirada y entré a la sala. En cierta medida era la sala de los raros de la tecnología, eso era innegable, pero me reservé el comentario por cierta decencia aprendida que se me ocurrió usar. —Supongo que tiene no te resfriarás en un cuarto cerrado, eso es cierto. ¿A qué propósito sirvió el comentario? No estaba muy seguro.
Él entró primero, luego le seguí yo, cerré la puerta tras mi espalda y me ubiqué en uno de los escritorios. Dejé las llaves sobre la madera al igual que el bento en lo que escuchaba su comentario, asentí solo para que supiese que estaba de acuerdo con la anotación, aunque era una lástima el no almorzar en la azotea o en el patio como había pensado cuando llegué a la escuela, claro, con la esperanza de que saliera el sol y todo pero ni modo. Desenvolví la tela púrpura en la que traía cubierto el almuerzo, el toppers como tal y una lata de bebida que ya estaba alclima suponía, pero tampoco me apetecía algo frío por lo que no iría a quejarme. Arrastré un poco la silla para sentarme por fin, las ventanas permitían a medias la luz ambiental al tener estanterías cubriendo el espacio, de seguro quien hizo la distribución no sabía de luz natural. —¿Y qué traes hoy de almuerzo? —busqué el tono arena de sus ojos en lo que me recostaba en el respaldar, cruzando una pierna sobre la otra; no había que ser genio para darse cuenta que la confianza en mí ya estaba ceñida—. Ah, ¿y Ro? ¿Por qué no almorzó con nosotros? Es agradable hablar con él también. ¿También? Sí, me agradaba hablar con Tora así tuviese esa cara de indiferencia la mayor parte del tiempo.
Era una pregunta legítima, incluso si yo no me molestaba en meterme en la vida de los otros intuía que, así como yo, todos tenían una alarma en la cabeza. Ciertos eventos, personas o lo que fuese la activaban, haciendo que el sonido les indicara que algo no era prudente por una u otra razón. Luego de lo Tekné, sin embargo, dudaba muchísimo sobre la existencia de esa alarma en la cabeza de Manson. Su fortuna o su desgracia era carecer de la malicia suficiente. No me molesté en sentarme de inmediato, recorrí el espacio casi con pereza unos segundos y solo volví a mirarla cuando me habló. La pregunta tenía su gracia, porque el almuerzo me lo había dado Rowan así que todavía no lo sabía. Me adaptaba a lo que me enviaran los Ikari, no porque los Sakai no pudieran, si no porque a los segundos les parecía una muestra de amor de los primeros. Tenía dos familias y estaba en deuda con ambas. Me salté la pregunta porque después preguntó por Rowan, que señalara que era agradable hablar con él también bastó para que la sombra de una sonrisa me alcanzara el rostro. No sabía de dónde sacaba sus fundamentos esta criatura, ni uno solo, porque lo que menos hacía era hablar lo suficiente para que se me considera agradable por ello. —Vio tus mensajes —respondí mientras me sentaba en el escritorio contiguo—. En ningún lado decía Rowan, ¿o sí, Bunny?
Meseé con liviandad la pierna en lo que alcancé la lata de bebida, destapándola para darle un sorbo. La dejé sobre mis piernas notando que pasaba de lo primero que había preguntado, sin embargo, no lo señalé porque a la final, cuando almorzara podría husmear qué trajo o qué le empacaron. Respondió lo segundo y bastó para que terminara alzando las cejas levemente, el carmín me paseó por las mejillas y alguna sensación relacionada a la vergüenza apareció en mi estómago. —¿Los leyó completos? —pregunté sosteniéndole la mirada, y la pregunta cargó algo de queja que no filtré, sin embargo con lo otro que comentó apreté ligeramente los labios—, se me pasó —me defendí ya mas risueña, notando el apodo de nuevo. Y aunque estaba siendo sincera con que era agradable estar con ambos, en esta ocasión era cierto que le había escrito a él, y directamente le impuse que almorzarámos juntos en donde no incluí a nadie más. —¿Y por qué Bunny? ¿En verdad tengo tanta similitud con el lindo animalito? —pregunté divertida, retomando lo de Tekné—, leí un poco ¿sabes? Y lastimar a un conejito trae años de mala suerte. El apunte venía más bien a que era un animal medio indefenso por no decirlo en su totalidad, risible el hecho de que el mal que podía causar fuese después de su muerte, además de que era un dato lo más de random, pero tampoco había olvidado de como le decían allá dentro, por lo que Byakko debía cuidar de esos colmillos, qué sé yo. —¿Y qué hiciste el fin de semana, Tora?
A Manson algo de color le alcanzó el rostro cuando señalé sus mensajes no tenían el nombre de Rowan por ninguna parte, algo parecido a la queja le permeó la voz cuando preguntó si los había leído completos y a mí se me aflojó una risa baja, casi una mera vibración. Su vergüenza regresó al carácter risueño que parecía más normal y mi expresión no cambió demasiado o nada en lo absoluto. —Los leyó completos —afirmé incluso si no hacía falta. Preguntó por qué el apodo solo para, como buena vanidosa que era, luego buscar saber si se parecía tanto al lindo animalito. Era una noción más... superficial, casi tonta, y me reservé el primer comentario que se me habría querido escapar. Con lo fácil que se ofendía prefería ahorrarme más numeritos como los del otro día, que luego le iba con la queja a Rowan o algo. —Pues vete a saber cuántos viven con mala suerte por haberse comido un conejo entonces —resolví como si nada y me puse a destapar el bento. No era nada fuera de lo normal, arroz, carne, verduras y ya. Parecía que lo había preparado el padre de Rowan, siempre dejaba la carne más cocinada—. Gatos, aves de presa, zorros... Los conejos eran animales bastante frágiles en cierta medida, al menos los conejos domésticos, y por demás llenaban el mismo molde que toda presa. El porqué había elegido decirle así importaba bien poco, sobre todo viendo por lo que preguntaba. En fin, que no contesté en sí lo que preguntaba, para variar, y antes de que soltara la otra pregunta me había entretenido revolviendo el arroz con los palillos. —La madre de Rowan organizó una exposición de arte, así que lo acompañé —respondí con sencillez, pescando un trozo de carne con los palillos.
Agradecí que no le había mandado uno de los vídeos que quería mostrarle, porque no sabía que hubiese pensado Ro, me daba algo de pudor aunque no fuese nada malo, más bien era una tontería de nada. Tora se sentó en el escritorio contiguo y me acomodé de cierta forma para quedar frente a él desde el asiento, sujeté mi bento luego en lo que pasaba de mí pregunta de conejita. Me causó algo de gracia que se fuese por lo literal del conejo como el que comía su carne para alimentarse, pero tampoco dije nada sobre eso. Miré el almuerzo que había traído entre tanto, tampoco era la gran cosa pero estaba orgullosa de que no se me había quemado la proteína. —¿Y a ti te gusta? ¿Ir a exposiciones de arte? —me estaba dando la idea de que en realidad él solo se movía hacia donde Ro lo hacía, por lo que me daba la idea de que no tenía disfrutes individuales—, ¿qué te gusta a ti? —pregunté después darle espacio a respuesta, llevando arroz con verdura a mis labios para masticar. Cuando tragué sujeté un pedazo de pollo, comiéndolo de igual forma. Dejé el bento sobre la superficie para beber de la lata que tenía sobre mi regazo. No quería hacerlo sentir en una entrevista, pero tampoco veía de que otra forma ponerle conversación al señor me limito a responder lo que me preguntas, y eso sí se me da la gana.
Rowan no tenía demasiada capacidad de espanto, entre el control de Bunkyo, su dolor crónico y todo lo demás para sorprenderlo, alterarlo o interesarlo más de lo normal había que orquestar casi un performance. En cierta medida esperaba todo y nada a la vez, así que si la chiquilla hasta me hacía spam de estupidez y él lo veía, bueno, le iba a importar bien poco. Incluso si lo disimulaba como un campeón, la verdad era que también era bastante indiferente. Me preguntó por las exposiciones, la escuché pero mastiqué lo que tenía en la boca antes de contestar. Una parte de su suposición era cierta, la otra no tanto, a pesar de que ahora era parte de los ricachones de Tokyo y esas mierdas todavía tenía el cerebro codificado en modo supervivencia, por lo que no tenía algo que considerara un pasatiempo propio más allá de los videojuegos de vez en cuando. —Algunas sí, otras no mucho, a veces son demasiado abstractas diría yo, no soy muy amigo del arte moderno, creo. Como sea, no voy tanto por el contenido si no por acompañarlo a él. En teoría los amigos hacen esa clase de cosas —contesté antes de tomar otro bocado de comida—. ¿A mí? Los videojuegos, supongo, ¿recuerdas que hablamos de ir al arcade un día? No fue una pregunta en sí misma, era eso, un recordatorio y ya. Fuese por evitarme el regaño de Rowan o por cualquier otro motivo, lo cierto es que la niña podía agradecer que le respondía.
Asentí como quien concordaba con lo de acompañar a su amigo, pues Hal hacia lo mismo cuando lo obligaba a salir a comer un helado, o cuando iba a su apartamento a jugar video juegos con él para no hacerlo sentir tan solo, aunque era algo que disfrutaba de igual forma, el ponernos en la play con algún videojuego cooperativo. Regresé a mi almuerzo, comiendo en lo que lo escuchaba sobre un gusto fijo, lo que me hizo relajar la postura fue lo que comentó después. No lo había olvidado. Cuando tragué le sonreí con la suavidad de costumbre. —Debes hacer un espacio en tu agenda el jueves luego de clase, que descanso ese día. Ro también, obvio —tenia pensado arrastrarme a Hal también para ese día, esperaba que pudiese ir con nosotros. Como fuese el móvil me vibró, lo saqué del bolsillo de la falda, por lo que noté el mensaje de Alek, uno pensaba en Romeo y él aparecía. Me informó prácticamente que no había asistido hoy a la escuela, que andaba todavía en una oficina con algo de su mamá, le dije que bueno y terminó cuestionando que estaba haciendo. Almuerzo con un amigo. Noté que escribió de regreso, leyendo si era con el imbécil del tatuaje y lo dejé en visto, colocando el aparato en silencio. Sabía que se preocupaba y toda la cosa pero no es como si tuviese malas intenciones de estar aquí a solas con Tora, ¿verdad?. Retorné mi atención a él como si nada. —Y el viernes en la noche, ¿pensaste algo en mí? —pregunté un poco por molestarlo y otro poco porque me apetecía saber, volví a comer como sino hubiese preguntado algo tremendamente directo.
Soltó tan pancha que hiciera espacio el jueves que genuinamente me sentí como amarrado de un momento a otro, no pasaba demasiado tiempo con otras personas además de Rowan y los chicos de Bunkyo, hacía lo que tenía que hacer y punto. Era algo que se había mencionado ya de por sí, lo tenía claro, pero el punto era más o menos el mismo. —Ya veremos. Eso fue todo lo que le dije, además me distrajo que pusiera su atención en el móvil y un poco porque no parecía haber más opciones pensé que debía ser el perro guardián, porque era consciente de que estaba aquí metida conmigo. Viéndolo de esa manera, las pocas amistades que tenía esta criatura y la existencia del perro guardián justificaban su fe casi estúpida en los demás. Cuando preguntó por el viernes estaba masticando y me detuve un segundo, no fue por vergüenza ni nada parecido, si acaso fue incredulidad. Seguí comiendo de todas maneras, al menos para bajarme el bocado, y cuando terminé dejé los palillos en el bento un instante. Estiré la mano hacia ella, la pesqué por el mentón y la hice mirarme. La pregunta, que evidentemente la estaba haciendo por molestarla, la solté en un murmuro porque el espacio vacío lo permitía. Tekné había limitado algunas cosas, sin duda. —¿Y qué si lo hice?
