Me sentía... ¿algo decepcionado? Podría ser, sí al final del día dentro de todo mi ser rutinario y algo adicto al trabajo, que más bien era mi hobby, deseaba poder sentir esas emociones fuertes que en general detestaba. Contradictorio, pero que quisiera que todo estuviera en orden, no significaba que me gustaba la frialdad de una soledad donde no eras notado por nadie. Porque así era el mundo, ¿no? Un caos de creaciones y perdidas, impredecible y siempre poniéndose sobre nosotros los humanos: Insignificantes seres que a veces nos creíamos con el don de domarlo... no era momento de divagar en esas cosas. La cosa es que apenas entendí su línea de pensamiento, mi rostro reflejó esa mezcla de decepción que daría paso inminente a un aburrimiento que sentía más bien cotidiano, todo con un ligero toque de extrañeza por aún no comprender bien a Dunn-san... o nuestro intercambio de palabras, en general. "Una lástima eso sí" soltó pronto y logró arrebatarme un leve gruñido, acentuando de paso la frunsión en mi ceño. Ni tiempo me dio para ruborizarme por lo último con esa carga que estaba empezando a sentir... Esa que consiste en darles a otros lo que quieren, ¿no? Podría intentarlo como también dejarlo pasar, pero no tenía gracia zanjar ahí la conversación. Chaqueé la lengua y me giré a mirar la pantalla, que reproducía más bien una música bastante tranquila y podría encajar con este día soleado, pura instrumental... debería poner imágenes con más movimientos. —¿Qué te contaría? No hago la gran cosa —respondí entonces, mi cara se veía molesta y aún notándose algo en la voz se mantenía monocorde. Suspiré para sacarme esa dureza de encima, a este paso quedaría claro que exhalar era el mejor método que tenía para cambiar de... aires, claro, era lógico—. Hmmm —solté a labios cerrados, podría haber sido pensativo, pero más bien era una voz de protesta. Cerré los ojos, tenía la cabeza apoyada en mi mano desde que volví a centrar la vista en la compu. Aclaré la garganta sin abrir boca, en verdad no había nada que liberar ahí aparte de mi indecisión y propia represión. Dioses... otra vez sentía ese ligero ardor. Ni que fuera la gran cosa lo que iba a soltar. >>Salir con amigos, como cualquier otro aburrido de mi edad —medio declaré con claro fastidio. Puede que en el fondo me tomara muy a pecho el querer valerme por mí propia cuenta, que olvidaba lo mucho que disfrutaba de aquellos momentos. Creía que ya no me correspondía vivirlos, podría ser, y de que ahí naciera la vergüenza de que aún me emocionara hacer tonterías con Kazuma y Taiki.
Si el crío este externalizara la mitad de lo que le pasaba por la cabeza entonces se daría cuenta de que por mucho que hubiésemos estado al borde de matarnos, al final éramos más similares de lo que se no hubiese antojado. Entendía que en el orden, la soledad autoimpuesta y otro montón de cosas nunca se pretendía rechazar del todo la compañía de los otros. Había una diferencia entre apreciar el tiempo para uno mismo y ser un ermitaño, aunque a ojos de la gente la diferencia a veces no fuese muy clara. Por otro lado, alguien tenía que enseñarle a este chico a relajar el entrecejo porque si seguía frunciendo tanto el ceño ya iba hasta a superar a Sonnen, que vivía con puta cara de moco y era mucho decir. Como fuese, me quedé en la misma posición aunque el otro regresó la atención a la pantalla y contestó medio de mala gana, al menos eso decía su cara, y me dio por pensar si no había pretendido que le insistiera un poco más. Tenía que buscarse a otro para ese trabajo. Oh, vamos, ¿tanto cacao mental para soltar eso? No era nada raro y de nuevo, no sé, se me ocurrió que al mocoso se le daba esto de hacerse el cara de culo, el independiente y tal, pero apenas le tocaba admitir que disfrutaba la compañía de alguien le daba de todo. En cierta manera era tierno, bueno, al menos un poco porque con esa altura y el ceño fruncido no tenía demasiada ternura real en la cara. Igual al final solo era un chico como todo el mundo, así de simple. Solté el aire por la nariz, flexioné el brazo para poder apoyar la mejilla en mi mano y cerré los ojos, me pregunté entonces dónde estarían esos amigos. Quizás eran de otro instituto o se habían graduado ya, quién sabe, porque a este muchacho nada más lo había visto con Liza o solo directamente. ¿Le harían falta? Imaginaba que sí, yo había extrañado a mis chacales, a todos los que desaparecieron. —¿Y tus amigos? —pregunté y me enderecé de un respingo al caer en cuenta que podía oírse mal—. Quiero decir, ¿van a otro instituto o ya se graduaron?
Volteé a verle con el ceño aún fruncido, vamos, lo que era de esperé. Enarqué una ceja al ver su respingo, con su carita de bebé era correcto tachar eso de adorable, ¿no? Seguí con la seriedad palmada en el rostro, pero al menos la tensión en mi frente se iba relajando de a poco... Sobre mis amigos... Tch, me la ponía difícil. —Uhm...— Crucé los brazos sobre el escritorio donde reposaba la computadora, mirando al techo como me era manía a veces al penar. ¿Qué le podría decir? Costaba un poco, la verdad. A mis senpais los descartaba, les quería un montón, pero no era el mismo lazo que tenía con la otra dupla dispareja... Ahora que lo pensaba, ¿era idea mía o acostumbraba a meterme en dúos que eran casi agua y aceite? Miré el paisaje tras la ventana... puede que fuera la primera vez que en verdad sacara este tipo de preocupaciones de dentro y no estaba preparado para ver a alguien en el momento de hacerlo, era mucho más tranquilizador apreciar lo que fuera que se viera desde este segundo piso. Tampoco creo que el tipo quisiera presionarme a hacer algo que no quisiera, pero bueno, para eso me tenía ya a mi mismo y en ese momento estaba empeñado a responderle algo. —. De vez en cuando nos juntamos, están en otra escuela...— Posé mi mentón sobre mis brazos cruzados, que aun seguían sobre la madera del escritorio, cerrando y abriendo los ojos cada cuanto me daba la gana, bien perezoso—. Cosas de secundaria, ya sabes—. Y allá se fue otro suspiro. Lo miré a los ojos con una seriedad calma, evitando casi a conciencia fruncir el ceño, para eso debía despejar mi mente de cualquier idea intrusa. >>¿Y tú, quieres ver a alguien? Me quedé mirándolo, pero igual algo de arrepentimiento me vino de inmediato. No siempre las respuestas a eso eran alegres, de cualquier forma era muy tarde para retractarme.
Sabía que bien podría estarme metiendo en terreno que podía ser un poco delicado, pero en realidad así era cualquier conversación, y confiaba en que Nakagawa podría solo pasar de cualquier pregunta que no quisiera responderme y ya. En general ya de por sí no daba muchas explicaciones para ninguno de sus comportamientos, tampoco sería nada del otro mundo que pasara de una pregunta o me mintiera directamente. Se lo pensó un rato, al final acabó por contestarme que estaban en otra escuela y asentí con la cabeza cuando comentó que eran cosas de secundaria, pues porque llevaba razón. No siempre nos enviaban a todos a la misma escuela, Shimizu por ejemplo debía estar repitiendo en Shinjuku, pero aquí lo teníamos a pesar de todo pero no era el orden natural de las cosas por decir algo. Encontró mis ojos entonces con la seriedad de siempre y le sostuve la mirada, aunque parpadeé un par de veces al escuchar su pregunta. Era una forma extraña de regresar la carta, dejaba varias respuestas a la mano de cajón y sinceras; el detalle estaba, claro, en qué responderle en realidad. Tomé aire, varias personas se me vinieron a la cabeza, desde Ko, Arata y Yuzu a quienes veía con frecuencia, pasando por Aleck que había vuelto del más allá hasta mi propio padre, que se negaba a verme desde que tenía uso de razón. El último en surgir fue Yako, con los ojos de fuego que su hermana había heredado, su voz se alzó de un recoveco en mi memoria, llamó a mi nombre y el recuerdo tensó las telas de araña que conectaban el mundo. Transparente como era cierta melancolía debió colarse en mis gestos, nada del otro mundo tampoco. Todavía con el rostro acomodado contra mi mano me las arreglé para asentir con la cabeza, mis facciones no había perdido suavidad a pesar de todo y conseguí que la sonrisa me alcanzara los ojos. No pretendía soltarle aquí a este crío que tenía un amigo muerto ni nada. —Hay varias personas que quiero mucho, si es esa tu pregunta —concedí con calma y se me coló cierta ilusión infantil en la voz como siempre que hablaba de mis amigos más cercanos—. Un par están en esta escuela, pero casi todos mis amigos eran mayores que yo así que ya no los veo tanto. Me gustaría robarles algo de tiempo todavía, pero entiendo que sigo siendo un mocoso de instituto y ellos tienen sus vidas ahora, bastante más ocupadas... Trato de hacerme a la idea de que a algunos quizás no los vea más y está bien. Claro, porque no se podía ver a los muertos.
Como siempre, los cambios en mis gestos eran mínimos, pero fui capaz de verle con demasiado detenimiento. No procesaba, solo almacenaba cada pequeña arruga, suspiro y sonrisa... para luego, entenderle. Lo hacía desde siempre: Observar y casi nunca intervenir. No intervenir a menos que me tocaran demasiado cojones, a menos que se metieran con algo que quería o atesorara... Talvez a los propios sentimientos, tan naturales y válidos, los miraba con recelo. Era una seriedad tranquila, un análisis pulcro. Los gestos con suerte se me relajaron cuando su sonrisa volvió, lo dicho, me era imposible responder con hostilidad a sentimientos tan lindos cuando parecían tan genuinos. Su respuesta me sacó una sonrisa sutil y enternecida, sin perder esa calma a la que me había aferrado, recostado sobre mis brazos. Solté una risilla tranquila y de poco volumen cuando mencionó lo de querer quitarles tiempo, pero que no podía por distintos motivos. Podía congeniar con eso, pero no quejarme al respecto al ser yo mismo el que solía desaparecer por un par de días e incluso semanas desde que no podía ver a los chicos o senpais en la escuela. Era alguien solitario de por sí, estaba en mi naturaleza... talvez los lobos, una tortuga, se me asemejaran. Nunca me había puesto a pensar al respecto... Y este chico... ¿Un conejo, un erizo talvez? La cosa es que no pude evitar sonreír con cierta lástima al final, porque la situación que me comentaba era de lo más triste. Eso sí, nunca me vería capaz de haber imaginado que tendría a un amigo muerto o similar, mi realidad era que en verdad nunca había perdido a nadie... nunca me cuestioné en demasía qué tanto me aterraba eso, pero lo hacía. Lo hacía mucho, no solo las personas, mis pertenencias también las quería tener atadas a mí, porque, solo talvez, sin ellas no era nada. Solo bruma en un día soleado, invisible. Me incorporé con la sonrisa cruzándome el rostro, entre divertido, relajado y aun reflejando la ternura que me trasmitió. Me iba a tomar una confianza, aunque a esa altura no me importaba tanto y hasta puede que le ayudara a distraerse de lo que fuera que le dejó tan melancólico. Le revolví ese cabello rojizo, sonriente a ojos cerrados y con clara "maldad", fui medio tosco, pero intenté en lo posible ser de frentón un bruto en el gesto. —Eres buen chico, senpai... Jejeje, y ahora creo que ese cabello te pega un montón —comenté relajado y sonriendo con sorna mientras apoyaba mi mejilla en mi puño cerrado, con una postura corporal bastante abierta e incluso entregada, dejando de a poco atrás mis inseguridades. Y claro, las "mejores pintas" era que su cabello parecía ahora no haberse despegado del colchón. Me merecía cualquier represalia, intentaría no quejarme.
De nuevo, si alguien tomase un amplificador y nos lo conectara al cerebro a ambos acabaríamos por darnos cuenta de que éramos bastante similares al menos en la forma de leer el mundo, a las personas y las emociones. Yako me había acusado de tener putos ojos biónicos y no era por nada, leía, leía y leía, hasta que pudiese memorizar el espacio, las facciones y el mínimo cambio en el ambiente y cada persona. Un comportamiento salido del miedo, si podía diferenciar cambios mínimos podía echar a correr a tiempo o lanzar la mordida. Era el mismo que veía el mundo como una lista de la compra, conseguía y tachaba, lograba y tachaba, se me negaba y tachaba. Era cuadrado, rígido y frío para muchísimas cosas, pero a la vez encontraba bordes suaves en tantas otras, era el mismo que sabía que necesitábamos de dioses y amuletos para calmarnos, el que era capaz de incendiar el mundo para guiar a alguien a casa. Ya me había acostumbrado a esas contradicciones si debía ser honesto. Me habría reído de haber sabido que estaba pensando en un animal que asociar a mi figura, le habría ahorrado algo de trabajo diciéndole que no le diese mucha cabeza, que ya estaba hecho a la idea de que era una mariposa, la famosa cola de golondrina que me había asignado Yako. Podía alzar vuelo a la mínima cercanía y a la vez podías chocar conmigo en lugares un poco cuestionables. Las mariposas éramos almas, meros fuegos fatuos que no pertenecíamos al mundo. Noté que el mocoso se incorporaba y poco después capté sus intenciones al vuelo, la estupidez me arrojó cierta tensión encima, pero tuve la decencia de quedarme quieto y recibí su mano en mi cabello. El gesto fue tosco, llevaba la clara intención de fastidiar, y me recordó a Hikari y Arata cuando me encajaban debajo de su brazo para alborotarme el pelo, con esa comparación fue que pude relajarme no mucho después. Que era buen chico decía. Dudoso por demás, pero intentaba serlo con quienes lo merecían. Bufé por lo bajo y me acomodé el cabello, es decir, lo regresé al desastre que parecía intencionado y volví a acomodarme en la silla con el brazo sobre el respaldo. No me pasó desapercibido el cambio corporal de Nakagawa, ya no parecía tan doblado sobre sí mismo como un armadillo e imaginé que tendría que ver con mi mini confesión, no sé, verme hablar de mis seres queridos y tal. Tremendo movimiento para romper el hielo, ni había sido planeado. El caso es que ya medio estaba subido en el tren, así que medio eché el cuerpo hacia atrás en la silla, sujetándome del respaldo y volví a bufar, esta vez sí fue algo más notorio. Que no se dijese que no me gustaba el teatro. —A ver, Nacchan, más respeto hacia tu senpai. Estoy flacucho y más bajo, pero sigo siendo mayor —me quejé casi como un mocoso antes de regresar a la postura anterior—. Además te pusiste muy mano suelta teniendo en cuenta que eres el mismo que ni siquiera me rozó los dedos al aceptar la comida. Contenido oculto nada, vine a terminar de fundir mi neurona (? y se nota porque este niño se me puso super pendejo más
Era medio jodido como siempre solía mostrarme apacible o de frentón serio por fuera, pero por dentro era en realidad un constante debate. ¿Estaba bien lo que hacía, no molestaría a nadie mis acciones? Nunca me sentí realmente maltratado en mi infancia, más allá de las cosas comunes que se tienen que tragar todos los niños que se salían del molde que los volvía populares: Fuimos, o aun éramos, un grupo excéntrico de gustos raros, miradas cortantes o temerosas, inseguros por defectos. Nos comimos sus buenas burlas, pero siempre pudimos escapar de esos pequeños malos tragos, me gustaría creer que con los chicos nunca fuimos unos resentidos... Pero, entre los tres, talvez yo sí lo era. Por eso mismo odiaba las injusticias, me encolerizaban las faltas de respeto, pero era contradictorio como las cosas que me podían llevar al extremo de la agresividad, eran también matices que yo mismo me veía tentado a tocar. Que ahora mismo, este año, los trataba de experimentar de primera mano, esas "cosas carnales" que nos hacen humanos, cuando en verdad nunca me hubiera pasado por la cabeza salirme de mi zona de confort... Ya me tocaría investigar que esto no fuera un tema hormonal o algo... pero bueno, que no estaba acá para pensar sobre qué podía hacer en un futuro. La cosa es que la reacción tensa de Dunn casi me hizo vacilar, cambiar la expresión a una de desagrado por mi propia persona, pero logré mantener la actitud bromista. Ya había estado muy cambiante de ánimos, al fin y al cabo, y que las emociones me controlaran me parecía artante. Igual me causaba gracia su sobre-reacción, que me hizo soltar otro "Je" perezoso y cargado de jocosidad, con esa mirada casi altanera que ganaba cuando me divertía. ¿En verdad le afectó, o...? —Hmpf... jajaja —solté la primera risa más sonora, bastante fresca, cuando me recordó que era mi senpai. Lo olvidaba, eso de que seguía existiendo los senpai y que mis mayores no eran solo ese par que se marchó el año anterior. La sonrisa filosa y relajada se me tensó cuando me sacó en cara lo último, descolocándome un poco los latidos de mi corazón. Cabizbajo y con los ojos cerrados, la boca más que tensa en esa amplia sonrisa y un ceño de los más fruncido, recibí sus palabras directo en mi orgullo. —Retiro lo dicho, Dunn-san...— Lo miré desde abajo, pues que la risa me hizo quedar cabizbajo y no quería levantar la cabeza, de todas formas quedábamos a una altura similar. Con la serenidad y sonrisa casi serpenteante clavé mis azules en sus ojos ámbar. Podría decirse que mi risa interna se sentía como un hormigueo oscuro en mi corazón. Y no quería ofenderlo, así que me evité cualquier variable que se le pudiera dar al hijo de alguien. Con rapidez traté de pensar en algo más, que no fuera tan agresivo. >>Creo que de buen niño, solo tienes esa carita —concluí, ladeando la cabeza y sonriéndole a ojos cerrados mostrando toda mi hilera de dientes, que obviamente estarían bastante bien limpiados y por fortuna genética apenas y eran un pelín desprolijos, nunca necesité frenillos. Ya no me importaba, pero la verdad es que esa sonrisa era comparable a la de un crío, como las que se tiraba Kazuma tan solo por existir. Contenido oculto Please, Cayden, regálame esa habilidad para terminar haciendo sonreír como tontos a puros amargados de competencia (?)
Igual al crío le venía bien relajar un poco el culo, ¿no? Quería decir, entendía que uno podía no ser muy expresivo de primera entrada y todo, pero habían límites para las cosas en la vida. Así como yo era más callada que mucha gente, había todavía personas más calmadas que yo y es que a la par de Ko era como si tuviese un torpedo en el culo por ejemplo, y más o menos venía a ser lo mismo con este muchacho. ¿Quizás había que arrastrarlo fuera de la zona de confort? Ni idea, tampoco iba a tocar tantísimos límites porque a pesar de todo yo no era un fanático de tensar cuerdas, ni que fuese la puta loca de Tolvaj ni nada. Si acaso lo que estaba haciendo era preparar el terreno con una meticulosidad que comenzaba a parecer ridícula, estaba allí hablando de un montón de estupideces para demostrarle que el espacio era seguro o que yo lo era más bien. Era su sala, su club, el espacio por supuesto era seguro. No se podía decir lo mismo de las personas que entráramos y saliéramos. De la manera que fuese, la tontería de turno consiguió hacerlo reír al menos hasta que solté lo último y al pobre diablo el alma debió caerle a los pies o algo. ¿Qué pasaba? ¿De verdad habría pretendido que no se notara o qué cojones? Ah, Dios, esas cosas siempre eran más que obvias, era como pretender no hacer ruido al llegar a casa a las tres de la mañana, siempre se te caía hasta la olla del arroz. Me permití una sonrisa, fue suave como todas las anteriores, pero esta sí cargo algo de suficiencia y me quedé esperando su respuesta, que acabó por sacarme una risa directo del pecho. Estuve a nada de descojonarme de verdad, pero contuve la carcajada y tomé aire antes de decir nada, negando ligeramente con la cabeza porque con todo el idiota había sonreído como un crío, así que ahora sí parecía un mocoso de la edad que le correspondía. —Oh, vamos, ¿qué tan malo puedo ser en realidad con esta cara? —pregunté con calma, me permití otra risa incluso—. Nunca fue ilegal decir verdades de por sí. La respuesta yo la sabía, claro, pero tampoco hacía falta destaparme tanto.
Al agarrar su pregunta el rostro se me relajó por completo, ya sin esa indiferencia o aburrimiento, era un total rostro relajado. Bueno, hasta que en verdad me tomé en serio su pregunta. Sin moverme lancé mis ojos al techo como me era costumbre e hice una leve mueca con mi boca. "Nunca fue ilegal decir verdades de por sí" Volví a centrar la vista en él, mejilla reposando sobre mis dedos y mi pie reposando sobre mi rodilla, más cómodo que nunca. Se me agudizó la vista y solté un efímero "je" al formar otra vez esa sonrisa filosa. ¿Qué no era ilegal decir la verdad? Uhm... cuestionable y de lo más curioso. Dramatizando un poco cerré los ojos y hablé modulando mucho con la boca, talvez algo más alto de lo que acostumbraba, aunque estaba lejos de ser un vozarrón. —¡No lo es, pero debería serlo! —respondí a su comentario, para luego soltar otra risa corta que más parecía que me desinflaba el pecho escapándose mi aire. Lo miré con mis ojos cansados, otra vez encorvado, y con la gracia de terciopelo rojo plantada en toda la cara—. ¿Cuántas cosas tienes que ocultar con esa carita, Dunn-san? Y otra vez esa extraña emoción recorriéndome el pecho, que me incentivaba a lanzar dardos y tensar cuerdas, talvez reflejando mi poca ingenuidad en la sonrisa zorruna. Otra vez cambié dando un suspiro, alcé las manos como a quién le disparan con una pistola, primera vez con la espalda recta en totalidad. Crujió un poco y todo, la cosa es que me empecé a montar un papel que ni siquiera me cuestioné sí debía o no. A ojos cerrados y con aires de quien nunca a cometido un crimen, pero está seguro de sus palabras, hablé. >>Yo soy un total santo, que ni golpe ni toque a dado—. Volví a apoyar el codo en la mesa, y la mejilla en la mano. Le sonreí más maldadoso que nunca, agudo, y solté mis palabras—. Algo me dice que tú no. La voz estuvo cargada de un sentimiento profundo, fue grave como de costumbre, pero demasiado suave para lo que yo mismo acostumbraba, pues era más de la voz agotada o hastiada. Solté una pequeña risa, para luego fruncir el ceño a ojos cerrados, con clara exageración. >>O yo soy tan escéptico que no me fío ni de un genuino bebé. Contenido oculto Help, se me descontroló otra vez ...
Se notaba que el idiota ya se había subido al tren pero bien, igual era relativamente inofensivo así que solo lo dejé y ya, incluso cuando habló algo más fuerte de lo normal. A ver, tampoco estaba gritando ni nada, pero con introvertidos del culo como nosotros cualquier cambio en el volumen de la voz se echaba a ver con relativa facilidad y nadie podía decirme lo contrario. ¿Qué debería ser ilegal decir la verdad? Es decir, lo que podía sobrepasar los límites era el contenido de esa verdad, decirla en sí misma no era lo malo, así que digamos que podía tener y no tener razón. Su siguiente pregunta me amplió apenas la sonrisa, acentuó algo de suficiencia en mis gestos y volví acomodarme cruzando la pantorrilla encima de mi muslo. ¿Se lo había olido o le había dado demasiadas pistas? Quién sabe~ No iba a poner a Nakagawa en el nivel en que muchos de nosotros nos movíamos, obviamente, pero no creía que el mocoso estuviese exento porque al final del día nadie era realmente un santo. Todos las cagábamos, todos explotábamos como bombas incluso en nuestros intentos por evitarlos y muchos de nuestros pecados más cagados a veces no tenían ni que ver con la ley, eran meros errores en las interacciones, fallos. Algo mínimo que causaba daño a otros o a nosotros mismos. Lo escuché bastante tranquilo de todas formas y seguí sus movimientos como siempre, como el vigía que era, y solté una risa por la nariz que fue casi un bufido de genuina diversión. —¿Quizás solo eres paranoico? —pregunté con tono liviano. Lo dicho, no pensaba confesarle ningún pecado a Nakagawa, ni los de la calle ni los que ocurrían entre cuatro paredes—. Pero no pasa nada, no voy a ofenderme por una acusación como esa. Soy inocente hasta que se pueda argumentar en mi contra de todas maneras.
Talvez me daba algo de gracia ver cierto paralelismo entre nosotros: Nuestra propia posición tras haber ganado algo de confianza, pisado el terreno, era similar. Pero nuestro cabello, ojos, nuestros rostros de por sí eran bastante distintos. Y, aunque uno no debería juzgar por las apariencias o primeras impresiones, empezaba a sospechar que entre esas similitudes habían más diferencias que aciertos. Por eso mismo por poco y nos arrancamos pedazos la primera vez que nos conocimos. Bueno, en parte era mi culpa, con lo precavido y sobreprotector que era con mi club hasta mis amigos, conmigo mismo también, aunque fuera más negligente o sobre-exigente con mi persona que con otros. La cosa era que aunque no tenía casi expedientes de ser violento, con Amery-senpai lamentablemente se comprobó que mi límite llegaba a empuñar como piedras las manos. Que no tocaran lo que era mío, básicamente. La cosa es que Dunn se veía divertido con mis respuestas y de momento eso me bastaba... Solté otro "Je" desinflado cuando apoyó lo de ser paranoico, pequé de eso en el mismo día que decidí tomar el liderazgo de este club. —Jejeje—. Mi risa vibró en mi garganta y pecho, suave y mucho más silenciosa que el intento de griterío que me salió antes. Que no se iba a ofender, decía, pues me alegraba por él, yo tenía facilidad para que me disgustaran las cosas mal hechas o incluso pensadas. Me volvió un poco de seriedad a lo último, fijando mis ojos sobre los de él, así de serio me ponía al pensar... Nop, no se me venía nada que pudiera usar en su contra, fue una conclusión a la que llegué en cosa de dos o tres segundos. Exageré mi suspiro a ojos cerrados, alzando tan solo un poco mi cabeza al techo. —No hay forma—. Le sonreí con más calma luego de soltar eso, sin perder un ligero toque juguetón en mis expresiones ya más relajadas. Me terminé de deshacer de él por el simple hecho de cambiar de tema—. Creo que no lo pregunté, ¿hay algo que te agrade hacer? Un hobby, qué sé yo... ¡Ah, cierto! —reflejé la sorpresa de mi voz en mi rostro y de inmediato busqué con la mirada el bocadillo que me había dado el senpai. >>Je...— Le brindé una sonrisa penosa y bastante efímera, tras haberme acomodado bien en la silla—. Perdona —dije de manera genuina, aunque mi voz no reflejara el lamento y fuera más bien neutral. Tras eso le di un bocado de manera más alegre de lo que solía acostumbrar al comer. Un pequeño bocado que me abrió el apetito y casi hace regañarme a mí mismo de no tener un bento en ese momento—. Hey, no está mal —critiqué tras tragar el sabor, viendo con sorpresa y luego curiosidad el alimento... ¿Cuáles serían los ingredientes?
Habían momentos en la vida en que los núcleos, esos de los que le había hablado a Anna, salía a relucir como puto juego de luces en cualquier disco de Minato. Había hilos en común con las personas, a veces eran casi idénticos, pero aún así los núcleos hablaban y me daba cuenta, tarde o temprano, de que era cierta la mierda de que no todos tenían fuego en el centro del pecho. Yo llevaba encima los colores de las llamas que se negaban a apagarse, esas que me pertenecían en el fondo, Nakagawa llevaba por fuera los colores de su frío, la pregunta era si había algo más allá. Ni idea, tampoco me correspondía a mí averiguarlo. Si sus articulaciones se aflojaban y con ellas su personalidad lo suficiente para hacer el tonto era porque precisamente este elemento había descongelado piezas que le permitían el movimiento, por ligero que fuese. No era más que fuego prestado, tendría que recurrir a otros para emular el efecto siendo que no parecía poseerlo él mismo. Como Arata, Ko y Sonnen. Por otro lado, si ya se sabía que yo tenía mal temperamento este chico me ganaba y de ahí que no estuviese dándole tanta cuerda a su comportamiento, sabía que un paso en falso podía tirar por la borda cualquier cosa que se hubiese logrado hoy, por diminuta que fuese. Con todo, vivía de amoldar mi carácter al de ciertas personas y me resultaba normal, era como se vivía cuando un rechazaba el conflicto hasta que no quedaba otra opción. Sostuve su mirada, mantuve la sonrisa también y repiqueteé la pierna suavemente en lo que esperaba, porque sabía que no podía sacar nada para usar en mi contra en este momento. No me había visto con mis chacales, no me había visto hacer negocios con Kasun, ni luego de las putas idas de olla de la semana. Todo lo que sabía Nakagawa de mí, como buen fantasma que recién conocía, era que podía morderle el cuello así muriera en el proceso pero también podía ser el mismo imbécil que se preocupaba por que comiera. No hay forma. —Lo sé —concedí en voz baja, satisfecho conmigo mismo, y acabé por relajar mi peso de costado en el respaldar de la silla, de forma que acomodé ambos brazos y apoyé el mentón allí al recibir su pregunta antes de recordar la existencia del nikuman que le había regalado. Regresé al tono de voz normal al comenzar a hablar—. Empecé a tomar fotos a principios de año, me regalaron una cámara en mi cumpleaños. A veces salgo a caminar por ahí a los parques del centro de Tokyo, me compro algo de comer y tomo algunas fotos. Me gusta pasar tiempo solo a alguna hora del día, las mentes ajenas hacen ruido. Fruncí al ceño ligeramente al caer en cuenta la manera en que me había expresado, era una de las pocas veces que decía eso así sin estar hablando conmigo mismo básicamente. Y es que una cosa era decirle a la gente que mi mente era ruidosa y otra afirmar que los ruidosos eran ellos solo por existir, por la mera proximidad. De los cientos de hilos corriendo sobre el mundo a velocidades vertiginosas. —Los grupos de personas quiero decir, las emociones ajenas rebotan con mucha facilidad, aturden. —Me corregí sin preocuparme demasiado por la forma en que me estaba exponiendo. Al final volví al sonreír al escucharlo disculparse y ponerse a comer, ya no había suficiencia en el gesto ni nada, fue bastante suave de hecho y cuando volví a hablar lo hice un poco más bajo—. Me alegra que te gustara, Nacchan.
Su victoria me podría haber sentado fatal en el orgullo en otro momento, pero en ese caso siento que ya por fin me había sosegado o de frentón mi cuerpo pedía a rezos que no me siguiera frustrando por pequeñeces. Lo miraba de costado mientras me comía el bocadillo a mascadas cortas casi como un ratón, medio encorvado. Mis ojos se abrieron con cierta ilusión al ir escuchando su relato, pero me centré de momento en disfrutar del bocadillo, comiendo de a poco a posta por placer y de paso engañar al hambre un poco. Eso sí, dejé de comer tras tragar y oír sobre el bullicio... Lo entendía de cierta forma, casi nunca iba de fiesta con los chicos por eso mismo. Pobre de Taiki que era arrastrado por Kazuma, porque en el fondo era el pegamento del grupo y gran parte de nuestras sonrisas se las debíamos a él, y el pobre parecía tan necesitado de interacción social y "disfrutar la juventud" que hasta era un alivio que alguien como Taiki lo siguiera de cerca, aunque el pobre tuviera que soportar sus tonterías. Eso, yo hasta dudo de poder hacer lo que hace ese bobo por Kazu, porque en realidad el desorden y las aglomeraciones me dan tirria, talvez por el propio motivo de que, en el fondo, me gusta estar en un ambiente en el que pueda intervenir y controlar. El mundo era salvaje y yo no era ningún domador de leones. La cosa es que la sinceridad del chiquillo y las palabras tan lindas que eligió me sacaron una sonrisa amplia y boba, sin cuestionarme en ningún momento mi expresión y de seguro hasta lo miraba con cierto rubor de mera alegría, porque entendía su punto y en verdad podía llegar a ser desesperante. —¡Tenía hambre, así que lo agradezco! —sinceré de paso, porque la realidad es que no era un borde por campeonato, a pesar de que podría llegar a salir victorioso de intentarlo. Me comí el último trozo que me quedaba y me respaldé en la silla al punto que mi columna volvió a tronar, soltando todos los quejidos correspondientes al estiramiento. Me quedé unos pocos segundos pensativo, puede que disfrutando la tontería de ver las cosas volteadas por andar de cabeza. Me reincorporé en la silla luego y le miré sonriente, entusiasta. —¿Crees que podríamos usar algunas de esas fotos para las recopilaciones de música? —sonreí luego a ojos cerrados, mostrando mis dientes como sonríen los críos—, de seguro son muy lindas —finalicé sin perder cierta emoción en mi voz, con un tono más tranquilo y mucho menos serio. Y no es que buscarla avergonzarlos o algo, pero sí ocurría de seguro esa parte contradictoria de mi se revolcaría entusiasta en su encierro.
A pesar de lo que acababa de soltarle a Nakagawa lo cierto es que también me veías metido en multitudes de vez en cuando, un poco por los gajes del oficio si debíamos ser honesto, así como la vez que Yuzu me llamó para que apareciera en el Maharaja y otras tantas; la mascarada había sido más o menos la excepción, eso sí. Allí me había aparecido más por gusto, sabiendo que le había hecho la mitad del trabajo a la puta intensa de Akaisa. Nada nuevo, cosas a las que uno se forzaba con más frecuencia de la que debería admitir. Igual este chico comenzaba a hacerme cierta gracia, estaba peor que yo con la estupidez de que dos mimos me tenían en el luego agitando la cola. Vete a saber si fue la sinceridad de mis palabras y mis gestos, pero se le escapó una sonrisa de idiota, podía jurar que hasta un poquito de sangre se le había subido al rostro de nuevo, y la tontería me hizo ampliar mi propia sonrisa una vez más como cuando ves a un niño feliz con las golosinas que le diste aunque en teoría eran tuyas. —No fue nada —contesté a su agradecimiento y repasé sus gestos cuando se incorporó para preguntarme lo de las fotos—. ¿Ah? Imagino que sí aunque no sean dignas de la National Geographic ni nada, la verdad es que no tengo problema si quieres usarlas. Contenido oculto ayer no me dio la neurona pa más sowwy (? y este post está medio feo JAJSHJE pero bueno
No sé cómo habíamos terminado en ese punto, porque a esa altura ya no me importaba. Había obtenido una calma con Dunn-senpai similar a la que tenía con mis amigos, solo que con ellos podría pecar de bromista o incluso más agresivo. No me sentía ya incomodo o nervioso, así que sus sonrisas o cualquier otro gesto nuevo en él no me alertaban ni nada por el estilo. Dejé escapar una breve risita sin separar mis labios apretados en una sonrisa amplia. La verdad es que siempre que me veía en un espejo solía estar serio, las fotos de mí tampoco me agradaban y por ello tendía a mostrar una cara bastante desagradable o seria por lo incomodas que la mayoría de veces me resultaban, por eso no era consciente de mis sonrisas bobas o de mis miradas cargadas de ternura. Porque en el fondo me gustaba eso, la ternura sobria, y cuando presenciaba algo que me agradaba terminaba por reflejarlo. Claro, la idea de que Dunn Cayden me agradaba no invadió mi mente, porque no estaba preocupado por él en ese preciso momento. —Tampoco tengo problemas si son amateur—. Miré entonces la compu, ya empezando a sentirme ansioso otra vez, en esta ocasión por no estar haciendo nada que significara algo. Pasar tiempo con amigos o compañeros agradables como Dunn eran significativos, pero en este momento quería ser provechoso, no dormirme en los laureles. Debía ser por estar en la escuela y en cierto modo sentir la presión del deber sin siquiera pensarlo. Tamborilee la mesa con mis dedos, en un ritmo tranquilo y monótono—, le dan su toque —proseguí de inmediato. Dejé soltar un suspiro fresco para volver a echarme las manos tras la nuca y respaldarme en la silla, colocando mi tobillo derecho sobre mi otra pierna. >>Ya que eres sincero, supongo que puedo comentar qué hago con mis amigos—. Volteé a verlo con una sonrisa rara, eso de debatirse entre el pudor de hablar de mis amistades y la sorna que me generaban los recuerdos con ellos—. Andamos en skate —dije sin más, calmado, para acto seguido cerrar los ojos y volver la vista al frente otra vez—, nada sorprendente. O tal vez sí, tomando en cuenta que era... un tipo de ratón de computadora, en vez de biblioteca.
Iban a tener que otorgarme un reconocimiento por haber logrado que ese crío relajara el culo en mi presencia luego del numerito que habíamos hecho al conocernos, eso sin duda, sobre todo porque aunque no tenía problema logrando que a la larga la gente me recibiera en su espacio y tal, no era ningún domador de fieras ni nada por el estilo. Podía controlar incendios a medias si acaso, darle dirección a ciertas corrientes de aire y tal, pero tampoco aspiraba a enderezar troncos que habían nacido torcidos. Ya sabía que los núcleos no podían ser alterados. Había seguido repiqueteando la pierna suavemente sin darme cuenta, ni idea, suponía que por llevar sentado ya un buen rato y solté una risa por la nariz al escuchar que decía que no le importaban si eran amateur. Era un poco obvio, de haber querido fotos un poco más profesionales tenía que acudir al club de fotografía y no al idiota con la cámara que le había regalado en enero. Lo que implicaba, para la gracia, acercarse a Cerbero. —Pues entonces cuenta con ello —respondí sin más, ya cualquier otro día traería los archivos o lo que fuese y que él viese cuáles le gustaría usar. No contaba con que el idiota encontrara la confianza para seguir hablando de sus cosas, de hecho no pretendía insistir en eso ni nada, así que cuando lo escuché hablar de que dado que yo era sincero él podía hablar de lo que hacía con sus amigos abrí un poco más los ojos, expectante. No erguí la postura porque la verdad estaba cómodo, así que me quedé esperando. —¿De verdad? —pregunté con un dejo de ilusión infantil. No había sido un loco del skate, la verdad fuese dicha, sabía usar uno sin comerme el suelo y poco más, pero la idea de este chico andado por ahí en skate con sus amigos me arrojo a mis propios recuerdos con los chacales y pues nada que hacerle, el corazón era débil—. ¡Suena divertido! Pero oye, ¿no te has golpeado muy feo o algo?
Pues bueno, tenía trabajo para después. Debería empezar a plantearme las distintas temáticas para las playlist, algo no demasiado visto, brindar variedad para la gran biblioteca que era internet. Apoyar autores menos conocidos tampoco vendría mal, revivir algunos antiguos de paso igual. Entre medio talvez y hasta lograba colarles alguna canción más folclórica sin salirme del esquema. Ya tendría tiempo para verlo luego... talvez ahora tenía algo de sed. Volví a buscar su mirada con levedad al recibir su respuesta emocionada, pero aún así tranquila. Su preocupación final me hizo tirar otra de esas mezclas entre suspiro y risa, tranquilas y siempre de un tono ligero, nada potente. Un lado de mi sonrisa se marcaba más que el otro, era claro en mi expresión que los recuerdos que tenía no eran de solo victorias. —Sí algo me frena de practicar skate al máximo es el propio miedo de fracturarme algún hueso o doblarme las muñecas —expliqué sin perder la sonrisa y calma en mi voz, pero sí se notaba la preocupación en la misma. Volteé a ver el paisaje tras las ventanas que yo mismo me había tomado las molestias de abrir en la mañana, a los docentes les gustaba asignarme esas cosas de la sala y sentía que a mi me hacía bien centrarme en eso. Ah, y miraba el paisaje solo porque me gustaba lo lindo que se veía el cielo ese día—. Ya sabes, teclear de por sí te jode un poco las manos...— Sin detener mi voz me volteé a verle con esa sonrisa lastimera—, imagínate sí me lesionara una muñeca. No podría teclear, anotar... cocinarle a mis padres, limpiarles la casa o hacer la colada. Reí entonces cuando recordé las diversas heridas y golpizas que nos dimos con los chicos, una risa grave que vibraba en mi pecho, con el brillo en los ojos que daba a entender que no era precisamente bonito lo que pasaba por mi mente. Porque, vamos, reírte de los raspones o incluso las heridas algo más feas era un pelín morboso, pero era el efecto anécdota. La realidad era que éramos unos exagerados ante los accidentes. >>Pero recuerdo una, cuando recién empezaba a aprender—. Miré otra vez hacia el techo, aun manos en los bolsillos. En esa posición proseguí—. Fue a... a Uchima-san a quien le compraron la patineta primero, nuestros padres se entusiasmaron ante la idea y pronto nuestro otro amigo y yo tuvimos una en nuestras manos...— Sonreí entonces a ojos cerrados, esa sonrisa de culpa escaza que parecía hacerse presente cuando un recuerdo de algún error o inconveniente me llegaba—. Nosotros lejos estábamos de tener algún don para el deportesito ese—. Miré otra vez al frente, en la unión entre la pared y el techo—. Uchima era un arriesgado, se sacó sus merecidos porrazos —solté con esa sonrisa que parecía gozar con levedad de la desgracia ajena—, Yamamoto podría ser más tímido —proseguí sin freno alguno, relajando mi expresión al tener en mente al otro tipo—, siempre avanzando poquito a poco...— Otra vez esa sonrisa llena de culpa, pero más bien salía por pudor—, yo supongo que era una mezcla, no era muy consciente de mí en esa época, teníamos como trece años. Le miré con esa sonrisa filosa, disfrutando por dentro mi propia desgracia. >>Intenté subir una de las rampas con forma de semicírculos y me caí de espaldas...— Quedé cabizbajo, derrotado a ojos cerrados sin perder la sonrisa... Luego volvió esa media morbosa—, la cara de los chicos fue un poema...— Y miré a Dunn-san con tranquilidad—, yo habré quedado atontado desde ahí, imagino. ¿Qué dices tú?— Y sonreí con sorna—, ¿has retado a la muerte? Qué iba a poder imaginar uno que ese chiquillo estaba metido en cosas aún más complejas que andar en un skate.
Lo de siempre, lo escuché con atención ya que se le había soltado la lengua y asentí con la cabeza de vez en cuando, cosa de que supiera que lo oía y no quería interrumpirlo de momento. Razón llevaba, el uso de computadoras y otras mierdas del rollo podía joder las manos, así que no tenía mucho sentido tirar de la cuerda y lastimarse en otras circunstancias, pero claro si los accidentes no ocurrieran la vida sería más sencilla. Al menos ya tenía un par de nombres, eso era avance, nombres, apellidos era Japón así que la cosa venía a ser igual. Yamamoto, ese era también el apellido del lobo estúpido que Sonnen había apaleado en Taito, bajo el ala de Hikari, que justo ahora debía estar en el hospital si es que no estaba cortado en pedacitos en el puente de Nakano donde los tiraban a todos porque era un baño de sangre de por sí. El recuerdo de ese asunto me quitó algo de emoción de las facciones, no demasiado pero agradecí que Nakagawa no estuviese mirándome en ese momento. Igual regresé al planeta Tierra no mucho después y me hizo gracia imaginarme a este chico a sus trece años, ninguno era muy listo a esa edad la verdad, y se confirmó con historia. Me permití una risa baja, no cargó malicia ni burla alguna en realidad, aún así la sonrisa se me desvaneció un poco al escuchar su pregunta. ¿Que si había retado a la muerte? No necesariamente, era una pieza de fondo, lo había sido siempre. Entre los catorce y los diecisiete había sido un dolor en el culo, no dormía en casa muchas veces, me quedaba con Yuzu o en casa de los Ootori, se me fue la mano con lo de fumar y básicamente me había desconectado del mundo de un corte, rompiendo todos los hilos. ¿Las armas quizás? Las facilitaba, pero nunca había siquiera intentado usar una, ni siquiera los cuchillos de Arata. Aún así, por supuesto que significaba retar a la muerte. Ah, podía soltar algo menos exagerado, ¿no? Bastaba con montarme una gracia como la de Anna en el bar del Krait, la chica estaba dormida en los laureles como siempre y uno como buen cleptómano aprovechaba las oportunidades, además no se lo había creído hasta verlo. Pasaba que tenía su mirada encima y esos dificultaba un poco la tarea. —¿Retar a la muerte? —pregunté mientras enderezaba la espalda, me estiré como un gato casi, y desvié la vista hacia la ventana—. No realmente, no soy muy activo. Ni siquiera me he fracturado un hueso en la vida. Me acordé de una canción de repente, ni idea, y solté el aire por la nariz para estirar la mano hacia la computadora de nuevo. No rebusqué en las cosas de Yashihiro, me metí directo al buscador y puse la música en el mismo volumen suave de antes, la gracia debía distraerlo lo suficiente. —I do whatever I want, breaking all the laws —canté en voz baja—, I'm a rough rider, best you ever saw. En el intermedio había estirado la mano izquierda con mi puta presencia de fantasma de siempre, alcancé el bolsillo del crío al notar que cargaba algo e hice el movimiento con la calma y fluidez de toda la vida, como si hubiese nacido manos largas. Retrocedí sin mucho problema con una libreta entre las manos, la mantuve cerrada claramente porque no iba a husmear, y la alcé como si nada en el espacio entre nosotros, todavía con la atención puesta en la pantalla. Yo había repartido todas y cada una de las invitaciones a la mascarada de por sí, llevaban mi puto nombre escrito aunque hubiese sido el fantasma de siempre en el evento. —I'm a fucking outlaw.
. Quité la sonrisa para escucharlo con tranquilidad, relajando la postura en una nueva expresión corporal relajada: El vago de siempre. Entonces se metió en la compu tras estirarse como yo solía hacer cada que me daba la gana y eso significaba que con frecuencia. Fruncí el ceño no por incomodidad o enojo, sino que también era mi expresión cuando algo me intrigaba, ¿qué haría? Colocó una banda que no conocía, en ingles, interesante. Me había centrado como estúpido, piernas firmes y separadas, apoyando ambos brazos en esta para que mis manos terminaran entrelazadas, con cierta distancia de la computadora, porque nunca me gustaba estar acaparado en ella. Escuché la canción con ese rostro de concentración, miré solo con los ojos hacía arriba más pensativo de lo que quisiera, porque mi inglés aun no era bueno, pero quería intentar probar mi avance en ese momento. —¿Uh? —volteé a verlo con esa expresión sería en la cara por andar pendiente del idioma extranjero, no alcancé a sorprenderme o decir algo siquiera, fue cosa de reconocer esa libreta para que mi mano por poco y fuera más rápida que un balín. Se la arrebaté de la mano casi con la misma delicadeza que usé para tomar el bocadillo que me ofreció antes, solo que la velocidad había aumentado a la decima. La mantuve sostenida al costado derecho de mi cabeza, por suerte y no pasé a llevar ninguna de las computadoras, porque de seguro no hubiera podido evitarlo y el sentimiento que pudiera nacer tras algo así era terrorífico. Parecido a la mirada que le di en ese momento a Dunn, una mirada que salió desde lo profundo, sin intención alguna de ser hiriente, pero era inevitable que no fuera una mirada pesada. Fría, ni siquiera el ceño estaba fruncido con intensidad, lo que daba a entender una furia demasiado tranquila. Y es que no moví ningún músculo hasta haber procesado la información. Vamos, Baka-gawa, es solo una broma de mal gusto. Solté entonces el aire contenido en una sonrisa con sorna, relajando la expresión solo para tensarla en una cara peculiar, pero que en el fondo no era real sorpresa, solo que los casos para reaccionar así eran demasiado puntuales. La mezcla de sorna en la superficie, pero clara seriedad en el fondo. La amenaza sin palabras que varios idiotas pasarían por alto, pero que seguro Dunn Cayden reconocería al instante. Empecé a mover con suavidad la libreta entre nosotros tras la sonrisa. —Ten cuidado, gatito —solté bastante frío a pesar de la sonrisa, aunque pronto mi voz se tornó de ese rojo oscuro tan sangriento y algo jocos. Miré mi libreta dejándola quieta, luego la volví a guardar en mi bolsillos y dejé ambas manos ahí dentro—, pero algo me dice que necesitas de todo, menos advertencias —mantuve la expresión calma, pero el ambiente podría haberse tornado algo sombrío, no quería eso. Apoyé pronto la majilla en mi palma derecha abierta, dejando la otra mano en la bolsillo, con la expresión de aparente sosiego miré el video reproduciendo la música. >>Bien jugado, en cualquier caso...— Mis ojos se habían posado sobre él. "Pero no lo hagas otra vez", pensé. Y luego como sí cambiar de expresión fuera tan fácil como cambiar de foto, le sonreí otra vez con ese brillo infantil y entusiasta. Lo escalofriante era lo obvio de no sentirme como tal—, ¿crees poder explicarme lo que dice la letra? Contenido oculto Pinche Yashi, ahora sí te pueden tachar de creepy, en fin. Que no está enojado por el niño, sí lo dudan asdkalkfjla
¿Le estaba tocando los huevos? Un poquito quizás, pero conocía de límites y tampoco iba a tentar mi suerte ahora que había medio conseguido meterme a este cabrón al bolsillo, luego de tanta mierda. No hacían falta ojos biónicos, sextos sentidos ni observar telas de araña, era de mero sentido común y ya, además no tenía aires de grandeza algunos con los que permitirme fastidiarlo tanto en realidad, de ahí que ni de coña abriese la libreta. Su movimiento fue predecible, veloz que te cagas eso sí, pero aún así no hubo brusquedad real en el momento en que me quitó el objeto de las manos y lo dejé ir sin más. Así como el móvil de Anna, no pretendía quedármelo para ninguna de mis mierdas, solo era una demostración y ya, no pretendía nada más allá de eso. Su mirada fue fría, la agresividad que encontré en sus ojos fue bastante silenciosa en realidad, y yo me mantuve sereno precisamente por eso, pero me hizo cierta gracia que contuve para no ir a presionar el gatillo de su desastre. De todas formas la estupidez que dijo logró hacerme soltar una risa, mira que tenía más apodos que pagados a hacer y aún así este crío había decidido tomar otro, así por sus putos huevos. Estaba ignorando la tensión como un campeón, no porque fuese idiota, si no porque si no le prestaba atención se disipaba en un par de minutos y ya, con este chico era todo más fácil si no le dabas cuerda a su llamita. Un poco como con Hikkun. —Tengo dos gatos, con el tiempo te das cuenta que las advertencias no es que sean innecesarias, es que no sirven de mucho —comenté sin cambiar el tono, no fui agresivo ni soné a la defensiva—. Además, ¿no fuiste tú el que preguntó si había retado a la muerte? Si me hubiese interesado quedarme algo de lo que andas encima ni te abrías dado cuenta. De todas formas ladeé un poco la cabeza cuando preguntó su podría explicar lo que decía la letra, así que tomé aire y retrocedí parte de la canción. —Ya te habrás dado cuenta que de japonés solo tengo el papel, solo nací aquí, de padres irlandeses —dije aunque no había preguntado y volví a acomodarme en el respaldar de la silla luego de haber reiniciado la canción—. Habla de un criminal, solo eso. A ver, el inicio literalmente dice... He estado huyendo por un rato, me gusta beber solo. No tengo amigos, mucho menos un hogar. Soy un peón dentro de la partida, una bomba a mitad de la guerra y ni siquiera tengo una pista de qué mierda estoy buscando. Dejé que pasara otra parte de la canción, tamborileando los dedos sobre mi muslo y volví a traducir sobre la marcha. —Me cortaron las alas y estoy desplomándome. Entierren este viejo cuerpo bien profundo en la tierra.