Por otro lado, también había una parte de mí que quería dejar de convertir todo en un big deal y luego de ayer con más razón, había preparado regalos y toda la cuestión, pero los había hecho indiscriminadamente. Todas las semanas pasaba una mierda distinta en esta escuela y a veces temía que me fuesen a salir canas a los dieciocho, pero eso no quitaba que quisiera regalarle cosas a mis amigos y ya, porque me alegraba tenerlos conmigo. Había sorteado mis propias dudas durante varios días y planeaba sortearlas hoy, pues no pretendía que nada del mundo, ni siquiera yo mismo, me privara de mostrar afecto. ¿Era complicado por las implicaciones de todo? Sí, lo era, pero ni modo. Si calificaba de egoísta o no, pues tampoco estaba seguro. Hicimos el trayecto a la sala luego de la despedida de Ilana, que fue debidamente respondida por su objetivo, y saliendo reparé en Sasha un poco de repente aunque Ilana iba lo suficientemente atolondrada para pasarla por alto. Le sonreí, seguí a la rubia y entonces ingresamos a la sala, el rumor de la guitarra se había detenido en el momento en que ella entró. La sonrisa de Ko fue algo más amplia, supuse que por lo de sensei, y notarlo se sumó a la gracia que me provocó lo demás. En su defecto, los dos reflejamos su gesto. Me quejé por ser llamado secuestrador, obvio, y entonces el niño salió con que me gustaba intentar convencer a los demás poniendo ojos de cachorro. Su bienvenida hizo sonreír a la rubia con más amplitud, mientras yo me llevé una mano al pecho, ofendido por el ataque inicial. Ella, post-bienvenida al reino de los músicos, se llevó una mano a la cintura y me vi venir el golpe. —En eso tiene razón —acusó de inmediato—, y para que lo diga tu amigo debe ser demasiado recurrente. —¿Pero tú no acabas de conocerlo? ¿No deberías ponerte de mi lado en vez del suyo? —repliqué, indignado. No me contestó, qué va, luego de mirar la sala se enfocó en Ko que se había acercado para mostrarle las guitarras en los estuches y las observó un rato, tiempo en que yo aproveché para dar una vuelta por el espacio antes de dejarme caer en el sofá. Dejé la bolsa a mi lado, miré a ambos y noté la manera en que las facciones de ella se habían relajado. —Realmente no tengo preferencia, la guitarra que tenía antes me la dio una chica luego de comprar una nueva y se la regresé antes de mudarnos aquí. Era una Yamaha que seguro tenía varios años de uso ya entonces, estaba un poco desgastada. Usaba cuerdas metálicas —contó pasado un minuto y dejó de ver las guitarras para mirar a Ko, dedicándole una sonrisa—. También usaba otra que me prestaban a veces, con cuerdas de nylon. Yo prefería el sonido de las de metal, era más... ¿Brillante, claro? No sé cuál será la palabra. ¡En fin! Acepto recomendaciones, siento como si estuviera empezando de cero.
La muchacha se puso de mi lado en la contienda contra Cayden, lo que me aflojó una risilla leve mientras, lo pretendiera o no, seguía absorbiendo detalles de su dinámica. No la conocía de nada a ella, lógicamente, por lo que sólo podía basarme en mi conocimiento sesgado. Cay se veía cómodo a su alrededor, de una forma bastante orgánica. —Es la alianza entre músicos, no lo entenderías —apoyé luego de que él se quejara. De una u otra manera, nos enfocamos en las guitarras. Mientras Ilana las inspeccionaba, dividí mi atención entre ella y los movimientos de Cayden. La escuché atentamente, asintiendo de tanto en tanto. Si ya había utilizado tanto cuerdas metálicas como de nylon, su preferencia me daba un buen punto de partida. Agarré la segunda guitarra del mástil y corrí la cremallera, dejando su funda en el suelo, a mis pies. Le presenté el instrumento a Ilana, invitándola a sostenerlo. —Tenemos esta, es una Yamaha también. Concert, de cuerdas metálicas. La probé hace unos meses, es usada pero está en muy buen estado. Lo que sí, el encordado es nuevo, así que tenles paciencia. —Me palmeé los bolsillos por fuera y me di la vuelta, yendo a uno de los cajones—. Igual también te dejaré una púa, que sea blanda para ahorrarte problemas. Si sientes el sonido muy soso puedes venir y te doy otra. Esculqué mientras hablaba, encontré lo que buscaba y regresé junto a ella. La invité a sentarse con un movimiento de brazo. —Pruébala, si te apetece. Debería quedarte cómoda, pero fíjate por si acaso. Si quieres, también puedo revisarle la afinación para que ya te la lleves calibrada.
Tenía una mezcla de nervios y emoción que había hecho que me pusiera inquieta y no había mucho que hacer al respecto. Me despedí de Kakeru a la pasada y luego terminé llevándome puestos a Cay y Kohaku, claro. A uno molestándolo directamente, al otro irrumpiéndole la sala y hablándole como si lo conociera hace un montón. Igual no hacía falta usar muchas neuronas para ver que en el dúo de introvertidos yo quedaría como si tuviera pólvora en el trasero, al menos en ciertos momentos. La sala me pareció muy bonita, con las ventanas, la pizarra, los muebles que guardaban los instrumentos y todo lo demás. No se parecía a dónde me habían entregado la primera guitarra, entre un montón de mocosos escapados de casa y demás, pero eso no implicaba nada. Luego nos pusimos a pegarle a Cay pues porque no podía ser de otra manera. —No puedes romper las alianzas entre músicos, Cay, se muere un hada por cada una —argumenté muy convencida, haciendo segunda, y él arrugó la cara, confundido. —Yeah, sure —rebotó aunque quiso reírse, se le notó en la voz—, y con la alianza acabaré muriéndome yo. De todas formas, al final nos dejó espacio para continuar con lo que correspondía y se aplastó en el sofá. Por mi parte atendí a Kohaku, viéndolo extraer la guitarra de la funda, y cuando me animó a sostenerla dudé un momento, pero acabé haciéndolo y el corazón me palpitó de forma distinta. Asentí cuando me dijo que tenía que tenerle paciencia y me reí por lo bajo. —Paciencia le sobra —escuché que dijo Cayden desde su posición, ligeramente divertido. —Una de mis mayores virtudes, si me preguntan —atiné a contestar en el mismo tono, pero mis ojos viajaron a Kohaku—. Gracias. Acaté a su invitación a sentarme para probar la guitarra y me fui al sofá, vigilé no ir a pegarle en toda la cara a Cay con el clavijero, pero igual él pretendió esquivarme como si fuese un ala de avión y no una pobre guitarra. Lo miré haciendo un mohín y se rio, nada más que eso. Ajusté la mano y me di cuenta que estaba forzando la muñeca de forma extraña, así que la sacudí y reinicié el asunto. Fui demasiado consciente de que estaban los otros dos allí, existiendo, y me regresaron los nervios de temprano. A pesar de ello, rasqué las cuerdas en un par de acordes y el sonido me relajó el cuerpo. Ni siquiera me pasó por la cabeza recordar alguna canción, me limité a practicar los acordes básicos, los primeros que me habían enseñado las chicas cuando la guitarra parecía inmensa en comparación a mí. —Intentaron enseñarme a afinarlas a oído, ¿puedes creerlo? —Me reí de nuevo, cediendo a los recuerdos sueltos que tenía—. Fue una misión fallida. Llegaba un punto en que simplemente no sabía qué debía escuchar y me decían que todavía estaba mal. Así que si pudieras revisarla también te lo agradecería mucho. Rasqué cada cuerda por separado, repetí un par de acordes y al final silencié las cuerdas colocando la mano suavemente encima de ellas. Me sentía cómoda con la púa y la guitarra, la verdad. Solo quedaba... digamos, enfrentarme a mi propio fantasma. —¿Tú tocas hace mucho? —Quise saber, pues porque chismosa se nacía.
Cuando Cay dijo que el que acabaría muriéndose sería él, me limité a soltar una risilla y continuar con la conversación. De una u otra forma, el niño siempre había sido bastante dramático. Ilana dudó un poco, pero acabó aceptando la guitarra y volteé brevemente hacia Cayden al oírlo decir que paciencia le sobraba. Eso, que tenía bonita voz, ¿de repente era su vocero o algo? En cualquier caso, confirmaba mis ideas de que parecían conocerse bien. Desde cuándo o cómo, los dioses lo sabrían. Recibí el agradecimiento de la muchacha y asentí junto a una sonrisa. Mientras Ilana se sentaba junto a Cayden, yo tomé asiento en una de las sillas individuales que había desperdigadas por la sala tras acercarla a ellos. Esperé a que se familiarizara con el instrumento, que se sintiera cómoda sosteniéndolo y, luego, comenzó a rasgar las cuerdas. Confirmé mi idea previa de que, efectivamente, se habían desafinado bastante. Su breve anécdota me dibujó una sonrisa en los labios. —Te enseñaré a usar un afinador, entonces —anoté, agregando mini tareas a mi lista mental de cosas con las cuales podría asistirla—. Llega un punto que sí, afinas de oído, pero lleva varios años de práctica y consistencia. Si empiezas así es normal que te marees. En cuanto aceptó que la revisara, estiré la mano a la espera de que me la pasara. Subí un pie al caño de la silla, acomodé la guitarra en mi regazo y empecé a tocar y ajustar las cuerdas, una por una. —Bastante, sí. Como a los... ocho años recuerdo que me regalaron mi primera guitarra, y desde un poco antes practicaba con otras. Vivo en un santuario donde se celebran varios eventos religiosos y la música nunca falta. —Me callé unos segundos para concentrarme en mi tarea y seguí—. Satsuki-sensei era un guitarrista que colaboraba en casa desde que tenía uso de razón, gracias a él empecé a tocar. Creo que ya está, pruébala de nuevo. Le regresé la guitarra y relajé las manos en mi regazo.
Las acotaciones de Cay me daban más bien igual, excepto por el exceso de conciencia que me había dado la de temprano, pero suponía que en cierta medida compartíamos algo de complicidad. Más allá de eso, a mi propia manera también iba haciendo mis notas mentales. Sus ademanes seguían siendo relativamente suaves, como siempre, pero sus bromas se notaban algo más libres que cuando estuvimos con Bea y Vero o con Melinda, incluso era distinto que estando conmigo a solas. Creí escucharlo soltar la risa que se había tragado antes a la par de Kohaku por el comentario de que por la alianza él acabaría muerto y más allá del apunte a mi paciencia, que ya él comenzaba a tenerla calculada, se mantuvo en silencio. Por enfocarme en la guitarra hubo un momento en que no miré a ninguno de los dos, pero mis nervios se diluyeron y me relajé allí con ambos. Cay había cerrado los ojos echado en el sillón como estaba, habiendo relajado la cabeza en el espaldar, y cuando volví mirarlos a ambos asumí que más que por sueño, era porque se sentía cómodo. Lucía estúpidamente tranquilo. Kohaku me dijo que me enseñaría a usar un afinador y sonreí, contenta, aunque suspiré por lo de los años de entrenamiento para aprender a afinar a oído. De todas formas, le cedí el instrumento y relajé la espalda en el mueble, jugando con el borde de la falda entre los dedos. —Marearme se queda corto. —Me quejé, pero dejé salir una risa suave—. Aunque me gustaría aprender algún día de todas formas. Me dediqué a observarlo ajustar las cuerdas individualmente, de paso también escuché a su respuesta con una nueva sonrisa en el rostro. Me sorprendía mucho que tocara desde que era un niño y también el cuadro me daba algo de ternura, pero me reservé el comentario. —Super ultra mini Ko-chan —dijo Cayden en voz baja, abriendo un poco los ojos y yo me reí por lo bajo, para tampoco excederme con las confianzas. —No, espera, ¿vives en un santuario? —pregunté de repente cuando procesé el resto de información y recibí la guitarra un poco en automático—. Entonces imagino que tuviste contacto también con instrumentos tradicionales y tal, ¿no? Debe ser muy bonito. Se ve que Satsuki-sensei hizo bien su trabajo, además, ya que seguiste tocando. El comentario se mezcló con la segunda prueba de la guitarra, la nueva serie de acordes sonó, ahora sí, como correspondía y una emoción bastante grande me corrió en el cuerpo. Opacó la suerte de melancolía que sentía en el fondo del corazón y pensé, quizás, que si regresaba a mis hábitos, a mis pasatiempos, la sensación de naufragio mermara y en vez de ver un mar inmenso, pudiera sumergirme en el agua. Rasqué cada cuerda, las silencié después y descansé el instrumento en mi regazo. No hice más que verla y mis dedos acariciaron la madera con aire distraído. —¿La señorita ya pensó qué canción practicar primero? —Quiso saber Cayden. —Tal vez sí, ¡pero es secreto! Solo se lo diré a mi nuevo sensei cuando me decida —apañé mirando a Kohaku un momento—. Alianza de maestro y alumna, en ningún lado dice maestro, alumna y Cay, ¿o sí? —I'm gonna die again —dramatizó derritiéndose en el brazo del sillón como si le hubiesen dado un disparo, pero me dejó ser y habló de nuevo, medio enderezándose—. Espero que la pases bien retomando la guitarra, Lana. Su deseo me pareció genuino y atraje el instrumento hacia mí. A la vez le dediqué una sonrisa bastante amplia, me entrecerró los ojos incluso y asentí con la cabeza, entusiasmada.
No respondí ni reaccioné de ninguna forma concreta a sus comentarios iniciales, volcando esa parte de mi atención en la guitarra. Atendí a la nueva pregunta de Ilana, la cual me estiró la sonrisa brevemente. La gente solía sorprenderse, sí, y su delay me hizo algo de gracia. Asentí, regresándole el instrumento. —La mayoría de instrumentos son tradicionales, claro. También toco un poco el shamisen, pero no tengo uno propio ni nada. Sólo les robo uno cuando andan ensayando y yo me aburro. —Me reí en voz baja y el apunte sobre Satsuki me tiñó el semblante con cierto entusiasmo—. Ha sido un gran profesor, sí. Me habría gustado que siguiera tocando en el santuario, la verdad. Era un pequeño deseo, claro, pero entendía que la vida fluctuaba y viraba en direcciones inesperadas, y eso no tenía nada de malo. Ninguna fuerza me detenía de buscarlo y acercarme yo a él, ahora que había crecido y tenía los medios. Lo pensé mientras oía a Ilana probar la guitarra una vez más. Aguardé, en silencio, incluso cuando las cuerdas se callaron y ella se dedicó a simplemente observar el instrumento. Parecía ser importante, por los motivos que fueran, y quería respetar eso. Finalmente, fue Cay quien quebró el silencio. Sonreí al recibir la atención de Ilana y asentí, tranquilo, permitiéndoles desarrollar la conversación. No encontré nada para decir y tampoco lo vi necesario, y aproveché el nuevo silencio para preguntarle a la chica: —¿Precisas alguna otra cosa?
No era ninguna iluminada sobre instrumentos ni de chiste, me gustaba la música y aprender cosas nuevas, eso sí. De allí que lo primero que pensara posterior a saber que vivía en un santuario fuese en los instrumentos a los que, por rebote, habría tenido acceso. Podía incluso parecer abrumador bajo cierta luz. Por demás, me hizo gracia dijera que se robaba un shamisen cuando se aburría mientras los demás ensayaban, era un cuadro un poco simpático. Percibí el entusiasmo en su semblante, por lo de su maestro, y mi sonrisa se suavizó, quise preguntar por qué ya no tocaba en el santuario pero sentí que me estaba pasando de chismosa. —De todas formas hay que darle las gracias al sensei —comentó Cayden en un espacio entre mi pensamiento y la nueva prueba de la guitarra—. Mira nada más el efecto mariposa, que ahora estás aquí aceptando una nueva alumna. Como fuese, luego sucedió el otro intercambio y no mucho después tuve la guitarra descansando en el regazo. Ante la pregunta de Kohaku negué suavemente con la cabeza y me puse a esculcar en el bolsillo de la falda, solo para confirmar que tenía lo que buscaba. Entonces saqué un par de caramelos de limón, se los había robado a papá para variar. Se compraba bolsas surtidas y yo me robaba algunos casi todas las mañanas, sin fijarme mucho en los sabores. En su defecto, estiré la mano hacia Cay para darle un golpe suave en el brazo y ofrecerle uno, el otro lo extendí hacia Kohaku. —Como agradecimiento para mi sensei —dije con una nueva sonrisa en el rostro—. Y futuro amigo, espero. Cay siquiera preguntó por qué él también se llevaba uno, lo abrió y se lo comió de inmediato, como una aspiradora. Contenido oculto entré a chambear entonces me ando muriendo, pero aquí voy lento pero seguro *gritito*
Oí a Cay mencionar que debíamos estar agradecidos con Satsuki-sensei, mirando brevemente a Ilana y también pensando en Anna, y asentí. No había anticipado que fundar el club se asemejaría a una especie de escuelita, pero primero apareció una y luego la otra, y poco a poco empezaba a asimilar la idea de que, en realidad, me gustaba enseñar. Hallaba en mí la paciencia y la satisfacción al ser testigo de los progresos ajenos. Además, siempre que los sonidos fluyeran, que las cuerdas vibraran, sentía mi corazón cercano a Chiasa. —Quizá sea más cómodo si logramos reunirnos los tres juntos. Con Anna, quiero decir —analicé en voz alta, y miré a Ilana—. En la medida que ustedes puedan, claro, que en realidad eso sólo me beneficia a mí. Me quedé quieto al notar que la muchacha parecía buscar algo y, tras ver que Cayden recibía un caramelo, asumí que me tocaría el mismo destino. Puse mis manos en cuenco y esperé a que el dulce cayera allí para sonreírle a la chica; el gesto me cerró los ojos un segundo. —¿No será soborno? —bromeé, relajando los brazos, y repasé el papel plástico con el pulgar—. Gracias, son mis favoritos.
Puede que fuese la sala, el rumor de la guitarra o la presencia de estas dos pobres criaturas, pero más temprano que tarde acabé relajándome y, de cierta manera, la preocupación de ayer aunque no desapareció, sí que bajó de volumen. Me eché en el sofá, los dejé hacer sus cosas y de vez en cuando picoteé algún comentario, porque sí. La curiosidad e interés de Ilana la volvían una estudiante bastante ejemplar, al menos esa sensación me daba, y la paciencia de Ko era la de cualquier buen profesor. La dupla no parecía ir a tener ningún problema. La otra alumna era Anna y entonces me hizo gracia imaginar el cuadro, ¿no acabarían ellas dos hablando hasta por las orejas? La rubia irguió un poco más la espalda ante la mención de Anna, eso sí, y con cuidado de no ir a tirar la guitarra en su regazo unió las manos frente a ella en una suerte de aplauso casi silencioso. ¿Ya la conocía? No tardé en responderme solo, ya que Fujiwara existía. —A mí me gustaría que fuéramos los tres —afirmó sin filtrar la ilusión que le hacía la idea—. Kakeru me habló un poco de sus amigos, quiero decir, además de ti entonces se presta para todo. Cuando acuerdes una clase con ella, puedes avisarme y veo de sumarme. ¡Estaré más que lista para entonces! Luego se puso a repartir caramelos, me llamó la atención para darme el mío y siquiera me cuestioné por qué lo recibía, si solo estaba aquí robándoles aire, lo abrí y me lo llevé a la boca de inmediato. No pude evitar sonreír al ver a Ko poner las manos en cuenco para recibir el suyo e Ilana, cuando lo oyó decir que eran sus favoritos, sacó otros dos del bolsillo y se los alcanzó de lo más contenta. —Me gustan los sobornos —convine sin pensarlo, ella me miró y luego de fruncir el ceño sacó otro caramelo más y me lo dio—. ¿Pero cuántos tienes allí? —No interesa, es mi secreto. Y solo por si acaso, ¡no estoy sobornando a nadie! —le aclaró por su honor de dama seguramente y se levantó para dejar la guitarra con cuidado en su estuche correspondiente. Desde allí habló de nuevo, titulada como estaba en decir diez tonterías por minuto—. Y para nada recordaré que tus caramelos favoritos son los de limón, es más, se me olvidará hoy mismo. ¿Limón? Habrás dicho toronja... Ella se ocupó en cerrar el estuche, pero creí escucharla reírse por lo bajo y yo hice lo mismo, desenvolviendo el segundo dulce para comerlo. —Ko-chan, ¿tienes hambre? —pregunté unos segundos después a pesar de tener la boca llena—. Me traje varias cosas recalentadas de la cena de anoche en casa, creo que alcanza. Mi promesa de caballero de hoy será no atiborrarme toda la comida.