Por otro lado, también había una parte de mí que quería dejar de convertir todo en un big deal y luego de ayer con más razón, había preparado regalos y toda la cuestión, pero los había hecho indiscriminadamente. Todas las semanas pasaba una mierda distinta en esta escuela y a veces temía que me fuesen a salir canas a los dieciocho, pero eso no quitaba que quisiera regalarle cosas a mis amigos y ya, porque me alegraba tenerlos conmigo. Había sorteado mis propias dudas durante varios días y planeaba sortearlas hoy, pues no pretendía que nada del mundo, ni siquiera yo mismo, me privara de mostrar afecto. ¿Era complicado por las implicaciones de todo? Sí, lo era, pero ni modo. Si calificaba de egoísta o no, pues tampoco estaba seguro. Hicimos el trayecto a la sala luego de la despedida de Ilana, que fue debidamente respondida por su objetivo, y saliendo reparé en Sasha un poco de repente aunque Ilana iba lo suficientemente atolondrada para pasarla por alto. Le sonreí, seguí a la rubia y entonces ingresamos a la sala, el rumor de la guitarra se había detenido en el momento en que ella entró. La sonrisa de Ko fue algo más amplia, supuse que por lo de sensei, y notarlo se sumó a la gracia que me provocó lo demás. En su defecto, los dos reflejamos su gesto. Me quejé por ser llamado secuestrador, obvio, y entonces el niño salió con que me gustaba intentar convencer a los demás poniendo ojos de cachorro. Su bienvenida hizo sonreír a la rubia con más amplitud, mientras yo me llevé una mano al pecho, ofendido por el ataque inicial. Ella, post-bienvenida al reino de los músicos, se llevó una mano a la cintura y me vi venir el golpe. —En eso tiene razón —acusó de inmediato—, y para que lo diga tu amigo debe ser demasiado recurrente. —¿Pero tú no acabas de conocerlo? ¿No deberías ponerte de mi lado en vez del suyo? —repliqué, indignado. No me contestó, qué va, luego de mirar la sala se enfocó en Ko que se había acercado para mostrarle las guitarras en los estuches y las observó un rato, tiempo en que yo aproveché para dar una vuelta por el espacio antes de dejarme caer en el sofá. Dejé la bolsa a mi lado, miré a ambos y noté la manera en que las facciones de ella se habían relajado. —Realmente no tengo preferencia, la guitarra que tenía antes me la dio una chica luego de comprar una nueva y se la regresé antes de mudarnos aquí. Era una Yamaha que seguro tenía varios años de uso ya entonces, estaba un poco desgastada. Usaba cuerdas metálicas —contó pasado un minuto y dejó de ver las guitarras para mirar a Ko, dedicándole una sonrisa—. También usaba otra que me prestaban a veces, con cuerdas de nylon. Yo prefería el sonido de las de metal, era más... ¿Brillante, claro? No sé cuál será la palabra. ¡En fin! Acepto recomendaciones, siento como si estuviera empezando de cero.
La muchacha se puso de mi lado en la contienda contra Cayden, lo que me aflojó una risilla leve mientras, lo pretendiera o no, seguía absorbiendo detalles de su dinámica. No la conocía de nada a ella, lógicamente, por lo que sólo podía basarme en mi conocimiento sesgado. Cay se veía cómodo a su alrededor, de una forma bastante orgánica. —Es la alianza entre músicos, no lo entenderías —apoyé luego de que él se quejara. De una u otra manera, nos enfocamos en las guitarras. Mientras Ilana las inspeccionaba, dividí mi atención entre ella y los movimientos de Cayden. La escuché atentamente, asintiendo de tanto en tanto. Si ya había utilizado tanto cuerdas metálicas como de nylon, su preferencia me daba un buen punto de partida. Agarré la segunda guitarra del mástil y corrí la cremallera, dejando su funda en el suelo, a mis pies. Le presenté el instrumento a Ilana, invitándola a sostenerlo. —Tenemos esta, es una Yamaha también. Concert, de cuerdas metálicas. La probé hace unos meses, es usada pero está en muy buen estado. Lo que sí, el encordado es nuevo, así que tenles paciencia. —Me palmeé los bolsillos por fuera y me di la vuelta, yendo a uno de los cajones—. Igual también te dejaré una púa, que sea blanda para ahorrarte problemas. Si sientes el sonido muy soso puedes venir y te doy otra. Esculqué mientras hablaba, encontré lo que buscaba y regresé junto a ella. La invité a sentarse con un movimiento de brazo. —Pruébala, si te apetece. Debería quedarte cómoda, pero fíjate por si acaso. Si quieres, también puedo revisarle la afinación para que ya te la lleves calibrada.
Tenía una mezcla de nervios y emoción que había hecho que me pusiera inquieta y no había mucho que hacer al respecto. Me despedí de Kakeru a la pasada y luego terminé llevándome puestos a Cay y Kohaku, claro. A uno molestándolo directamente, al otro irrumpiéndole la sala y hablándole como si lo conociera hace un montón. Igual no hacía falta usar muchas neuronas para ver que en el dúo de introvertidos yo quedaría como si tuviera pólvora en el trasero, al menos en ciertos momentos. La sala me pareció muy bonita, con las ventanas, la pizarra, los muebles que guardaban los instrumentos y todo lo demás. No se parecía a dónde me habían entregado la primera guitarra, entre un montón de mocosos escapados de casa y demás, pero eso no implicaba nada. Luego nos pusimos a pegarle a Cay pues porque no podía ser de otra manera. —No puedes romper las alianzas entre músicos, Cay, se muere un hada por cada una —argumenté muy convencida, haciendo segunda, y él arrugó la cara, confundido. —Yeah, sure —rebotó aunque quiso reírse, se le notó en la voz—, y con la alianza acabaré muriéndome yo. De todas formas, al final nos dejó espacio para continuar con lo que correspondía y se aplastó en el sofá. Por mi parte atendí a Kohaku, viéndolo extraer la guitarra de la funda, y cuando me animó a sostenerla dudé un momento, pero acabé haciéndolo y el corazón me palpitó de forma distinta. Asentí cuando me dijo que tenía que tenerle paciencia y me reí por lo bajo. —Paciencia le sobra —escuché que dijo Cayden desde su posición, ligeramente divertido. —Una de mis mayores virtudes, si me preguntan —atiné a contestar en el mismo tono, pero mis ojos viajaron a Kohaku—. Gracias. Acaté a su invitación a sentarme para probar la guitarra y me fui al sofá, vigilé no ir a pegarle en toda la cara a Cay con el clavijero, pero igual él pretendió esquivarme como si fuese un ala de avión y no una pobre guitarra. Lo miré haciendo un mohín y se rio, nada más que eso. Ajusté la mano y me di cuenta que estaba forzando la muñeca de forma extraña, así que la sacudí y reinicié el asunto. Fui demasiado consciente de que estaban los otros dos allí, existiendo, y me regresaron los nervios de temprano. A pesar de ello, rasqué las cuerdas en un par de acordes y el sonido me relajó el cuerpo. Ni siquiera me pasó por la cabeza recordar alguna canción, me limité a practicar los acordes básicos, los primeros que me habían enseñado las chicas cuando la guitarra parecía inmensa en comparación a mí. —Intentaron enseñarme a afinarlas a oído, ¿puedes creerlo? —Me reí de nuevo, cediendo a los recuerdos sueltos que tenía—. Fue una misión fallida. Llegaba un punto en que simplemente no sabía qué debía escuchar y me decían que todavía estaba mal. Así que si pudieras revisarla también te lo agradecería mucho. Rasqué cada cuerda por separado, repetí un par de acordes y al final silencié las cuerdas colocando la mano suavemente encima de ellas. Me sentía cómoda con la púa y la guitarra, la verdad. Solo quedaba... digamos, enfrentarme a mi propio fantasma. —¿Tú tocas hace mucho? —Quise saber, pues porque chismosa se nacía.
Cuando Cay dijo que el que acabaría muriéndose sería él, me limité a soltar una risilla y continuar con la conversación. De una u otra forma, el niño siempre había sido bastante dramático. Ilana dudó un poco, pero acabó aceptando la guitarra y volteé brevemente hacia Cayden al oírlo decir que paciencia le sobraba. Eso, que tenía bonita voz, ¿de repente era su vocero o algo? En cualquier caso, confirmaba mis ideas de que parecían conocerse bien. Desde cuándo o cómo, los dioses lo sabrían. Recibí el agradecimiento de la muchacha y asentí junto a una sonrisa. Mientras Ilana se sentaba junto a Cayden, yo tomé asiento en una de las sillas individuales que había desperdigadas por la sala tras acercarla a ellos. Esperé a que se familiarizara con el instrumento, que se sintiera cómoda sosteniéndolo y, luego, comenzó a rasgar las cuerdas. Confirmé mi idea previa de que, efectivamente, se habían desafinado bastante. Su breve anécdota me dibujó una sonrisa en los labios. —Te enseñaré a usar un afinador, entonces —anoté, agregando mini tareas a mi lista mental de cosas con las cuales podría asistirla—. Llega un punto que sí, afinas de oído, pero lleva varios años de práctica y consistencia. Si empiezas así es normal que te marees. En cuanto aceptó que la revisara, estiré la mano a la espera de que me la pasara. Subí un pie al caño de la silla, acomodé la guitarra en mi regazo y empecé a tocar y ajustar las cuerdas, una por una. —Bastante, sí. Como a los... ocho años recuerdo que me regalaron mi primera guitarra, y desde un poco antes practicaba con otras. Vivo en un santuario donde se celebran varios eventos religiosos y la música nunca falta. —Me callé unos segundos para concentrarme en mi tarea y seguí—. Satsuki-sensei era un guitarrista que colaboraba en casa desde que tenía uso de razón, gracias a él empecé a tocar. Creo que ya está, pruébala de nuevo. Le regresé la guitarra y relajé las manos en mi regazo.
Las acotaciones de Cay me daban más bien igual, excepto por el exceso de conciencia que me había dado la de temprano, pero suponía que en cierta medida compartíamos algo de complicidad. Más allá de eso, a mi propia manera también iba haciendo mis notas mentales. Sus ademanes seguían siendo relativamente suaves, como siempre, pero sus bromas se notaban algo más libres que cuando estuvimos con Bea y Vero o con Melinda, incluso era distinto que estando conmigo a solas. Creí escucharlo soltar la risa que se había tragado antes a la par de Kohaku por el comentario de que por la alianza él acabaría muerto y más allá del apunte a mi paciencia, que ya él comenzaba a tenerla calculada, se mantuvo en silencio. Por enfocarme en la guitarra hubo un momento en que no miré a ninguno de los dos, pero mis nervios se diluyeron y me relajé allí con ambos. Cay había cerrado los ojos echado en el sillón como estaba, habiendo relajado la cabeza en el espaldar, y cuando volví mirarlos a ambos asumí que más que por sueño, era porque se sentía cómodo. Lucía estúpidamente tranquilo. Kohaku me dijo que me enseñaría a usar un afinador y sonreí, contenta, aunque suspiré por lo de los años de entrenamiento para aprender a afinar a oído. De todas formas, le cedí el instrumento y relajé la espalda en el mueble, jugando con el borde de la falda entre los dedos. —Marearme se queda corto. —Me quejé, pero dejé salir una risa suave—. Aunque me gustaría aprender algún día de todas formas. Me dediqué a observarlo ajustar las cuerdas individualmente, de paso también escuché a su respuesta con una nueva sonrisa en el rostro. Me sorprendía mucho que tocara desde que era un niño y también el cuadro me daba algo de ternura, pero me reservé el comentario. —Super ultra mini Ko-chan —dijo Cayden en voz baja, abriendo un poco los ojos y yo me reí por lo bajo, para tampoco excederme con las confianzas. —No, espera, ¿vives en un santuario? —pregunté de repente cuando procesé el resto de información y recibí la guitarra un poco en automático—. Entonces imagino que tuviste contacto también con instrumentos tradicionales y tal, ¿no? Debe ser muy bonito. Se ve que Satsuki-sensei hizo bien su trabajo, además, ya que seguiste tocando. El comentario se mezcló con la segunda prueba de la guitarra, la nueva serie de acordes sonó, ahora sí, como correspondía y una emoción bastante grande me corrió en el cuerpo. Opacó la suerte de melancolía que sentía en el fondo del corazón y pensé, quizás, que si regresaba a mis hábitos, a mis pasatiempos, la sensación de naufragio mermara y en vez de ver un mar inmenso, pudiera sumergirme en el agua. Rasqué cada cuerda, las silencié después y descansé el instrumento en mi regazo. No hice más que verla y mis dedos acariciaron la madera con aire distraído. —¿La señorita ya pensó qué canción practicar primero? —Quiso saber Cayden. —Tal vez sí, ¡pero es secreto! Solo se lo diré a mi nuevo sensei cuando me decida —apañé mirando a Kohaku un momento—. Alianza de maestro y alumna, en ningún lado dice maestro, alumna y Cay, ¿o sí? —I'm gonna die again —dramatizó derritiéndose en el brazo del sillón como si le hubiesen dado un disparo, pero me dejó ser y habló de nuevo, medio enderezándose—. Espero que la pases bien retomando la guitarra, Lana. Su deseo me pareció genuino y atraje el instrumento hacia mí. A la vez le dediqué una sonrisa bastante amplia, me entrecerró los ojos incluso y asentí con la cabeza, entusiasmada.
No respondí ni reaccioné de ninguna forma concreta a sus comentarios iniciales, volcando esa parte de mi atención en la guitarra. Atendí a la nueva pregunta de Ilana, la cual me estiró la sonrisa brevemente. La gente solía sorprenderse, sí, y su delay me hizo algo de gracia. Asentí, regresándole el instrumento. —La mayoría de instrumentos son tradicionales, claro. También toco un poco el shamisen, pero no tengo uno propio ni nada. Sólo les robo uno cuando andan ensayando y yo me aburro. —Me reí en voz baja y el apunte sobre Satsuki me tiñó el semblante con cierto entusiasmo—. Ha sido un gran profesor, sí. Me habría gustado que siguiera tocando en el santuario, la verdad. Era un pequeño deseo, claro, pero entendía que la vida fluctuaba y viraba en direcciones inesperadas, y eso no tenía nada de malo. Ninguna fuerza me detenía de buscarlo y acercarme yo a él, ahora que había crecido y tenía los medios. Lo pensé mientras oía a Ilana probar la guitarra una vez más. Aguardé, en silencio, incluso cuando las cuerdas se callaron y ella se dedicó a simplemente observar el instrumento. Parecía ser importante, por los motivos que fueran, y quería respetar eso. Finalmente, fue Cay quien quebró el silencio. Sonreí al recibir la atención de Ilana y asentí, tranquilo, permitiéndoles desarrollar la conversación. No encontré nada para decir y tampoco lo vi necesario, y aproveché el nuevo silencio para preguntarle a la chica: —¿Precisas alguna otra cosa?
No era ninguna iluminada sobre instrumentos ni de chiste, me gustaba la música y aprender cosas nuevas, eso sí. De allí que lo primero que pensara posterior a saber que vivía en un santuario fuese en los instrumentos a los que, por rebote, habría tenido acceso. Podía incluso parecer abrumador bajo cierta luz. Por demás, me hizo gracia dijera que se robaba un shamisen cuando se aburría mientras los demás ensayaban, era un cuadro un poco simpático. Percibí el entusiasmo en su semblante, por lo de su maestro, y mi sonrisa se suavizó, quise preguntar por qué ya no tocaba en el santuario pero sentí que me estaba pasando de chismosa. —De todas formas hay que darle las gracias al sensei —comentó Cayden en un espacio entre mi pensamiento y la nueva prueba de la guitarra—. Mira nada más el efecto mariposa, que ahora estás aquí aceptando una nueva alumna. Como fuese, luego sucedió el otro intercambio y no mucho después tuve la guitarra descansando en el regazo. Ante la pregunta de Kohaku negué suavemente con la cabeza y me puse a esculcar en el bolsillo de la falda, solo para confirmar que tenía lo que buscaba. Entonces saqué un par de caramelos de limón, se los había robado a papá para variar. Se compraba bolsas surtidas y yo me robaba algunos casi todas las mañanas, sin fijarme mucho en los sabores. En su defecto, estiré la mano hacia Cay para darle un golpe suave en el brazo y ofrecerle uno, el otro lo extendí hacia Kohaku. —Como agradecimiento para mi sensei —dije con una nueva sonrisa en el rostro—. Y futuro amigo, espero. Cay siquiera preguntó por qué él también se llevaba uno, lo abrió y se lo comió de inmediato, como una aspiradora. Contenido oculto entré a chambear entonces me ando muriendo, pero aquí voy lento pero seguro *gritito*
Oí a Cay mencionar que debíamos estar agradecidos con Satsuki-sensei, mirando brevemente a Ilana y también pensando en Anna, y asentí. No había anticipado que fundar el club se asemejaría a una especie de escuelita, pero primero apareció una y luego la otra, y poco a poco empezaba a asimilar la idea de que, en realidad, me gustaba enseñar. Hallaba en mí la paciencia y la satisfacción al ser testigo de los progresos ajenos. Además, siempre que los sonidos fluyeran, que las cuerdas vibraran, sentía mi corazón cercano a Chiasa. —Quizá sea más cómodo si logramos reunirnos los tres juntos. Con Anna, quiero decir —analicé en voz alta, y miré a Ilana—. En la medida que ustedes puedan, claro, que en realidad eso sólo me beneficia a mí. Me quedé quieto al notar que la muchacha parecía buscar algo y, tras ver que Cayden recibía un caramelo, asumí que me tocaría el mismo destino. Puse mis manos en cuenco y esperé a que el dulce cayera allí para sonreírle a la chica; el gesto me cerró los ojos un segundo. —¿No será soborno? —bromeé, relajando los brazos, y repasé el papel plástico con el pulgar—. Gracias, son mis favoritos.
Puede que fuese la sala, el rumor de la guitarra o la presencia de estas dos pobres criaturas, pero más temprano que tarde acabé relajándome y, de cierta manera, la preocupación de ayer aunque no desapareció, sí que bajó de volumen. Me eché en el sofá, los dejé hacer sus cosas y de vez en cuando picoteé algún comentario, porque sí. La curiosidad e interés de Ilana la volvían una estudiante bastante ejemplar, al menos esa sensación me daba, y la paciencia de Ko era la de cualquier buen profesor. La dupla no parecía ir a tener ningún problema. La otra alumna era Anna y entonces me hizo gracia imaginar el cuadro, ¿no acabarían ellas dos hablando hasta por las orejas? La rubia irguió un poco más la espalda ante la mención de Anna, eso sí, y con cuidado de no ir a tirar la guitarra en su regazo unió las manos frente a ella en una suerte de aplauso casi silencioso. ¿Ya la conocía? No tardé en responderme solo, ya que Fujiwara existía. —A mí me gustaría que fuéramos los tres —afirmó sin filtrar la ilusión que le hacía la idea—. Kakeru me habló un poco de sus amigos, quiero decir, además de ti entonces se presta para todo. Cuando acuerdes una clase con ella, puedes avisarme y veo de sumarme. ¡Estaré más que lista para entonces! Luego se puso a repartir caramelos, me llamó la atención para darme el mío y siquiera me cuestioné por qué lo recibía, si solo estaba aquí robándoles aire, lo abrí y me lo llevé a la boca de inmediato. No pude evitar sonreír al ver a Ko poner las manos en cuenco para recibir el suyo e Ilana, cuando lo oyó decir que eran sus favoritos, sacó otros dos del bolsillo y se los alcanzó de lo más contenta. —Me gustan los sobornos —convine sin pensarlo, ella me miró y luego de fruncir el ceño sacó otro caramelo más y me lo dio—. ¿Pero cuántos tienes allí? —No interesa, es mi secreto. Y solo por si acaso, ¡no estoy sobornando a nadie! —le aclaró por su honor de dama seguramente y se levantó para dejar la guitarra con cuidado en su estuche correspondiente. Desde allí habló de nuevo, titulada como estaba en decir diez tonterías por minuto—. Y para nada recordaré que tus caramelos favoritos son los de limón, es más, se me olvidará hoy mismo. ¿Limón? Habrás dicho toronja... Ella se ocupó en cerrar el estuche, pero creí escucharla reírse por lo bajo y yo hice lo mismo, desenvolviendo el segundo dulce para comerlo. —Ko-chan, ¿tienes hambre? —pregunté unos segundos después a pesar de tener la boca llena—. Me traje varias cosas recalentadas de la cena de anoche en casa, creo que alcanza. Mi promesa de caballero de hoy será no atiborrarme toda la comida.
Asentí en cuanto Ilana se sumó a la idea de las clases de a tres, y me pregunté, como una duda espontánea, de qué forma Kakeru le habría hablado de Anna. Como su ex novia seguramente no, lo cual volvía al asunto un poco gracioso de por sí. ¿Acabaría en medio de algo complicado, acaso? Bueno, sólo el tiempo lo diría. —¿Mañana? —bromeé, soltando una risa al instante, y quité el móvil de mi bolsillo para alcanzárselo—. Déjame tu número, te avisaré cuando vayamos a reunirnos. La ofrenda se multiplicó como los panes de Cristo al decirle que esos caramelos eran mis favoritos y mi sonrisa se estiró en una mezcla de alegría y satisfacción debajo de la eterna cara de niño bueno. No había pretendido rascarle más dulces con el comentario, pero habiéndolo conseguido tampoco renegaría del hecho. Cay sí aprovechó la volteada y luego ella alegó no estar sobornando a nadie. Lo fuera o no, mi silencio ya lo había comprado. Seguí sus movimientos, pues aún hablaba, y sonreí. —¿O era frambuesa? —comenté, sumándome a la broma. Cayden me habló, volteé a mirarlo y abrí los ojos, sorprendido, al notar que ya se había zampado los dos caramelos. Pero ¿en qué momento? Yo ni había tocado los míos. Habló con la boca llena, el grosero, y sonreí, poniéndome en pie. Me aproximé para ocupar el lugar a su lado, en el sofá, y murmuré un sonido afirmativo; en el proceso había hundido los dulces en mi bolsillo. —¿Qué trajiste? —le pregunté, inclinando el torso hacia adelante para ver detrás suyo lo que había apoyado en la mesa.
—Mañana mismo —atajó Ilana a la broma de Ko, recibiendo el móvil para dejarle su número y regresárselo—. Gracias~ El agradecimiento lo canturreó, de lo más realizada con todo el asunto, y luego siguió con la repartición de dulces. Noté la sonrisa de Ko al recibir los suyos y me quiso hacer gracia que ella terminara en medio de los dos que tenían cara de no romper un plato de toda la gente posible. Era lo mismo que en el invernadero y la piscina, digamos, hasta cierto punto era sencillo hacer que la gente se calmara cuando uno mismo no era muy intimidante. E Ilana, a su manera, utilizaba la misma estrategia. —¿O de durazno, quizás? —estiró la broma una vez más y negué con la cabeza de nuevo, porque esto ahora parecía Dumb and Dumber. Cuando le hablé a Ko y me miró noté la sorpresa en su rostro, aunque tardé un poco en darme cuenta de que seguro había sido por los dulces que, siendo honesto, prácticamente había inhalado. No pude hacer más que dedicarle una sonrisa inocentona que pretendió excusarme por ser un muerto de hambre. Al final se puso de pie, ocupó el lugar a mi lado y yo saqué el bento de la bolsa para ponerlo en la mesa, así que él pudo husmear. —Un poco de todo. Hay arroz frito con carne, verduras al horno, quedó una porción de salmón. La podemos dividir. No es ensalada como tal, pero habían un montón de tomatitos cherry y pues las cosas son de quien las necesita, también mini zanahorias. —Fui diciendo mientras abría el contenedor—. Hold up, había algo más. Dejé la comida allí, saqué de la bolsa un tenedor y esculqué como loco esperando que, mágicamente, se materializara otro cubierto o unos palillos, pero pues no. De todas formas encontré lo que buscaba inicialmente, que era otra taza insulada, y la abrí para confirmar lo que era, colocándola sobre la mesa después. —Eso fue antojo de tío Finn, los compró en no sé dónde de camino a casa. ¿Cómo era? ¿Maitake? Bueno, alguna de todas las setas que se usan en Japón, salteadas con sake y yo no sé qué, fancy stuff —seguí contando—. Yo, por supuesto, me los robé cuando vi que les faltaba un dueño hoy por la mañana. Ilana se acercó despacio, apoyó el estuche de la guitarra en sus zapatos y las manos a la altura del clavijero. Su cabello se derramó hacia la mesa y lo atajó antes de que quedara muy cerca de la comida. —Es maitake —confirmó. —Want some? Mi pregunta la pilló fuera de base, me miró, luego vio la taza y negó suavemente con la cabeza. Me sonó a mentira por educación, así que pesqué un par y se los alcancé, a la niña le dio vergüenza, pero me agradeció y tomó el cubierto para comer lo que le estaba ofreciendo. De inmediato me regresó el tenedor. —¿Puedo llevármela? —Buscó confirmar después de haber masticado, dándole un golpecito suave al estuche—. O podría pedirte la sala mañana para practicar. —¿No quieres quedarte? —ofrecí en voz baja. —There's no need. Desde temprano quieres estar con tu amigo y yo quiero ir a comer algo que no sean caramelos de limón —contestó junto a una sonrisa—. Ya tendré mucho tiempo para parlotearle a Kohaku hasta el cansancio. Al decirlo lo miró a él y se permitió una risa. Bromas a un lado, no dudaba que lo hiciera.
—¡No! ¡Ciruela! —afirmé, sumamente convencido de la septuagésima fruta que mencionábamos. El ping pong podría sostenerse hasta pasado mañana y no tenía problema con ello, en cierto punto se convertiría en un desafío por ver quién recordaba más frutas y sería gracioso. Ya había recibido el móvil y lo había devuelto a mi bolsillo, sin molestarme en verificar nada. Luego me senté junto a Cay y fui siguiendo la exposición de comida recalentada dentro del bento, con la sonrisa plantada en el rostro. En su casa siempre cocinaban rico, o al menos las veces que me había quedado había comido bien, y cuando uno llegaba al receso luego de toda una mañana en ayunas, hasta un pan duro parecía manjar. Fui oyendo la anécdota que acompañaba a la selección y solté una risilla al descubrir que se había adueñado tanto de los tomates como de los hongos del pobre Finn. —¿Estás seguro que les faltaba dueño? —cuestioné, volviendo la vista a él, conforme Ilana se acercaba. Cay le ofreció algo de las setas y me hizo gracia ver que acabaríamos siendo tres infelices compartiendo un mismo tenedor; él me daba igual, ella no tanto, pero no había nada que pudiera hacer al respecto y aparté la sensación. Alcé a mirarla cuando me habló directamente y asentí, sonriéndole. —Puedes llevarla. Hay un papel que debo rellenar para que quede constancia y todo lo demás, pero no te preocupes, yo luego me encargo. Otro día me lo firmas y listo. —Lo cual se traducía en que me daba pereza ocuparme ahora—. De todas formas, si precisas la sala o te apetece usarla también me buscas y la abro, que soy quien guarda la llave. Después te escribo así te queda mi número. Cayden entonces le ofreció quedarse y ella rechazó la invitación. Alterné la mirada entre ambos conforme tomaron la palabra, y pese a sentir la ligera presión social de apoyar la moción, preferí quedarme callado. —Escuchar se me da bien —convine a su broma, sonriendo amplio.
No pude evitar reírme al escuchar a Kohaku seguir la tontería de las frutas y ella que era la instigadora también se rio, entretenida que daba gusto. Si no siguió con el asunto fue porque seguro se dio cuenta que no se acabaría nunca, pero me la imaginé apareciéndose otro día con una bolsa de caramelos de los sabores que habían dicho para balancear la tontería. Había cosas que esta niña hacía porque le salía de los ovarios y punto. Luego me tocó exponer la comida, Ko estaba a mi lado y su risa ante mis robos me hizo soltar el aire por la nariz en una risa baja. ¿Qué si estaba seguro? Si tío Finn tanto quisiera su maitake y sus tomates se los habría llevado a su casa, ¡punto! —¿Estás viendo a quién se lo estás preguntando? —apañé en voz baja, enfrentando su mirada, y le sonreí como si nada—. Cuida los dulces de tu bolsillo, ya sabes lo que pasa. Era broma, claro, e Ilana no le llevó el apunte a nada aunque se estaba acercando. Preguntó por la guitarra, Ko le confirmó que podía llevarla y ella estuvo a nada de dar un saltito en su lugar, creí notar que se contenía de moverse mucho. Era bueno verla tan alegre con el asunto, si debía ser sincero, y de cierta manera también me liberaba que por lo de la guitarra digamos que eligiera obviar ciertas cosas. Funcionábamos, tal vez, en un nuevo tipo de silencio. —Yes, sir! —contestó a lo de firmarle el papel otro día y se acomodó el estuche a la espalda—. Y gracias, tendré lo de la sala presente. Que le dijera que escuchar se le daba bien la hizo reír, pero ya con la guitarra en la espalda se inclinó en una reverencia ligera, un nuevo agradecimiento. Seguí su movimiento en automático y de la misma forma, alcancé una servilleta de la bolsa para limpiar el tenedor de forma sutil. No cambiaba nada, lo sabía, pero fue más un reflejo que otra cosa. Ilana se irguió y sorteó la mesa para darme una palmadita en la cabeza. Fingí quitármela de encima y ella aprovechó la cercanía para despedir a Ko con un movimiento de mano. —Nos vemos, sensei al que se le da bien escuchar —le dijo con suavidad y antes de abrir la puerta para perderse en el pasillo, me habló a mí—. Gracias por el maitake, Cay. Te veo al rato. Con la puerta cerrada, relajé la postura sin darme cuenta y le acerqué la comida a Ko, dejando el cubierto sobre la mesa. Tardé la módica cantidad de cero segundos en dejar caer algo del peso del cuerpo en su dirección, porque sí. —Luego tendrás que ponerte una academia de música —bromeé en voz baja.
Encima de robador serial de comida, era un robador serial de comida desvergonzado. Por el bien de la broma estampé la palma contra la boca de mi bolsillo y fruncí el ceño. —No te atreverías... —murmuré, aunque puesto en el oído equivocado bien podía sonar a desafío. Con lo demás hecho, Ilana se despidió de nosotros y finalmente se retiró de la sala. Cay había limpiado el tenedor, lo noté de soslayo y me dibujó una pequeña sonrisa en los labios. ¿Ahora era telépata también o qué pasaba? Me guardé la gracia y bajé la vista a la comida que acababa de acercarme, clavando los codos en mis rodillas. Mientras agarraba el cubierto y pinchaba algunas cosas, sentí su peso contra mi costado. Me llevé el poco de arroz y salmón a la boca y me quedé girando el tenedor, abstraído en mis pensamientos. No debía dudar, lo sabía, pero suponía que era ya intrínseco. Más que darle vueltas a si decirlo o no, intentaba descifrar cómo hacerlo. —Ayer hablé con Shinomiya —murmuré de repente, asumiendo que habría anticipado mis intenciones de hablarle de algo en mayor o menor medida, y giré el rostro hacia él—. Ayer, durante el receso. Por raro que suene, se disculpó por lo que hizo y levantó la restricción que me había puesto, la de no decírselo a nadie. Yo ya te lo había dicho, Cay, así que la... anulación también se extiende a ti. Sonreí, sin saber muy bien cómo me sentía al respecto, y regresé la vista a la comida. Pinché otro poco, me lo llevé a la boca, pero estaba comiendo en piloto automático. —Quería decírtelo por eso —agregué luego de tragar—, porque ya te había involucrado y... igual era injusto, arrastrarte al pozo del silencio conmigo. Aún así... —Lo miré—. Si quisieras decirle a alguien, ¿podrías esperar un poco? Le pedí a Shinomiya que se lo dijera a Rei, y me gustaría que nada vaya a alterar eso.
No pude evitar reírme al verlo llevar la mano al bolsillo y decir que no me atrevería, porque sonaba a reto de aquí al otro lado del mundo, pero eso debía saberlo él mismo. En su defecto, aunque no respondí me encogí de hombros, como para dejar la ambigüedad existiendo sin más. Ilana se fue, quedamos nosotros y Ko se llevó algo de comida a la boca, luego se quedó girando el tenedor e intuí, bueno, que querría decirme algo. Lo dejé pensar, claro, darle forma a la cosa como quisiera o de la manera en que mejor le pareciera y mientras esperaba noté que en esa espera no encontré ansiedad real. Quería decir, no sentí la angustia que había sentido ayer cuando me alcanzó la información, seguía preocupado, pero era distinto. Menos demoledor, más centrado en Kohaku que en el resto de imbéciles, y quise pensar que de cierta forma había sido correcto dejar que mis propias emociones se enfriaran antes de entrar en el cuadro. Sacó el tema, al escuchar el apellido de la discordia tomé aire y me enderecé, despegándome de él, para poder recibir su mirada. Que no tuviera el cerebro atestado de ansiedad no impidió que al escuchar de la disculpa frunciera el ceño y el gesto se acentuó cuando dijo que había levantado la restricción, ¿y toda esa caridad de repente? ¿Qué mierda pasaba y qué esperaba lograr? —The fucker sure is a pain the ass —mascullé a pesar de todo, incapaz de filtrar el inglés, pero más que molesto el tono me salió frustrado. Siquiera me puse a pensar en que la anulación se extendía a mí por rebote y cuando me lo dijo, la verdad es que tampoco sentí la necesidad de repartir las noticias como el periódico matutino ni nada, seguía conflictuado con el tema de la disculpa en sí y cómo mierda cambiaba algo haberse disculpado por reventarlo a palos. Era Ko, al niño se lo llevaba una ventisca, ¿qué necesidad había para empezar? ¿Por qué había tenido que tocarlo? Mi frustración se estaba quebrando al enojo de nuevo y aunque él había sonreído, había regresado la vista a la comida y yo seguí escuchando. Tuve que patear mi ira, dejarla de lado y balancear lo que sentía, ya no porque no debiera sentirlo pues comprendía que mi molestia, mi furia e impotencia surgían porque Kohaku era importante para mí y era normal que saber que lo habían lastimado generara esas emociones. Sin embargo, todo eso a él no le servía de nada ahora mismo y, siendo sinceros, a mí tampoco. Recibí su mirada de nuevo, respiré otra vez y con cuidado le quité el tenedor sin decir nada todavía. Pesqué sus manos, asumí que leería mi intención e incluso si no, giré mi propio cuerpo, subiendo una pierna al sillón y lo insté a él a ajustar un poco la postura. De esa forma lo atraje a mí, pase las manos bajo sus brazos y lo estreché con firmeza. Había sacado el tema él mismo y se lo agradecía, pues yo llevaba horas como idiota tratando de ver cómo lo hacía. —A mí no me parecía injusto, me lo confiaste y te lo agradezco, como te agradezco ahora que me lo hayas dicho —dije en voz baja confiriéndole caricias livianas en la espalda, la primera aclaración me había parecido necesaria por alguna razón—. Anulación levantada, salida del pozo del silencio o como le quieras decir, gracias por contarme. Como siempre, aquí estoy. No le diré a nadie por ahora, así que respecto a eso no te preocupes. Lo apretujé un poquito más, necio como podía ser, y me negué a soltarlo antes de seguir hablando. Me parecía que él también debía saber, bueno, que aquí la información acababa llegando tarde o temprano. —Arata vio que Fujiwara te llevó y luego que Shinomiya bajó, me pasó la pelota después —comencé en un nuevo murmuro—. Quería ver cómo estabas. Lo dejé ir despacio, acaricié sus costados antes de separarme y después llevé las manos a su rostro. Acuné sus mejillas, nada más que eso. —Excusas para verte siempre las tengo y las puedo inventar, pero hoy tenía un poquito más de carácter de urgencia. Prefería hablar contigo directamente, verte y saber qué sientes.
Sus reacciones fueron las esperables, incluyendo el improperio en inglés que, aún sin haberlo entendido plenamente, digamos que capté la intención. Cuando esperé una respuesta, me quitó el tenedor de la mano y me guió para que lo abrazara; obedecí, un poco confundido respecto al motivo, sentí sus brazos en torno a mi espalda y apoyé la barbilla en su hombro, a la espera. Aclaró que no le parecía injusto habérselo dicho y que no planeaba soltarle la sopa a nadie, a lo que murmuré un sonido afirmativo. Fue entonces cuando creí vislumbrar la razón de su gesto. Mencionó a Arata, la información que ya le había pasado, y al reconstruir los hechos en mi mente sentí una ligera tensión comprimirme el estómago. ¿Por eso era que me había dicho de almorzar? Parecía ser, pero entonces... Arrugué el ceño, intentando darle sentido a la sucesión de eventos, y al notar que pretendía retroceder me forcé a relajar el semblante. Le permití sostener mi rostro y lo miré a los ojos, bastante serio. Realmente no era mi intención cuestionarlo, pero las piezas que no encajaban me molestaban. Llevaban tiempo haciéndolo. Había algo en mi interior que crecía, se revolvía y me negaba el placer de creerle ciegamente, como le creía antes. —¿Carácter de urgencia? —repetí, en voz baja, sin denotar ninguna emoción concreta más que un leve escepticismo—. Tú invitaste a tu amiga a quedarse, Cay. ¿Y si decía que sí? Era el motivo por el cual yo mismo no había secundado la invitación. Había querido aprovechar este receso para contarle lo ocurrido y la estadía de la chica se había extendido de por sí. No me molestaba que le ofreciera de quedarse, pero ¿cómo cuajaban ambas cosas? No lo entendía. Corrí la cabeza con suavidad, le eché un vistazo al reloj de la sala y regresé el torso hacia la mesa, para agarrar el tenedor y pinchar algunas verduras. Hablé desde allí, aún con un tono de voz neutral, bastante casual. —¿Te dijo algo más? Arata, quiero decir.
Era estúpido pensar que esto sucedería sin más, pero quizás por eso mismo había sido mejor enfriarme, sacar el extintor y arrojar todo el contenido. No era ejemplar como todo se había amalgamado, pero era mi culpa y no podía negarlo. Habían verdades encarceladas, información que no liberaba y siquiera comprendía de qué serviría. Era necio de mi parte seguir intentando vivir como hasta ahora, ¿verdad? Cómo se me ocurría. Lo abracé, sostuve su rostro y la seriedad en sus facciones fue un anuncio. Una aguja de ansiedad me pinchó el costado y tuve que respirar. Lo dejé apartarse, descansé las manos en mi regazo y suspiré no por hartazgo, fue más... rendición. ¿Iba a tener que hacer esto hoy? ¿El qué en realidad? Ni siquiera sabía qué pregunta saldría de su boca, estaba asumiendo cosas. —Fue una pregunta protocolaria y la niña es bastante entendida. Es contradictorio, ya sé, pero confié en que no aceptaría y si decía que sí, bueno, habría sido una cagada —expliqué sin demasiado problema y pasé saliva—. Ilana me ayudó a pedir un Uber el día que me dejaron sin nada en el Shimizudani, cuando lo del golpe en la cara y luego apareció aquí. Ko había regresado el torso hacia la mesa, lo vi pinchar verduras y su tono, neutro y en apariencia casual, más que calmarme siguió añadiéndome agujas en el cuerpo y se me vació el estomago. La pregunta dejó caer algo en mis piezas mentales, porque no tenía caso mentirle y tampoco era que fuese un fanático de mentirle Kohaku de toda la gente posible. Clavé la vista en el bento sobre la mesa, girando el cuerpo, y recosté la espalda en el sofá, sin darme cuenta empecé a usar la mano izquierda para presionar los dedos de la derecha. —Fujiwara, Shinomiya y el tercer nombre fue Alisha —respondí en un murmullo del que procuré anular cualquier resabio de emoción de la naturaleza que fuera—. A los baños, cuando tú bajaste. ¿Tendría que hacer esto ahora?
Su explicación preliminar me hizo arrugar el ceño, contrariado. Él mismo acababa de reconocer que no tenía mucho sentido, pero ¿bastaba para justificarlo? ¿Para que las piezas encastraran entre sí? Había una sensación subyacente picándome de forma constante, una a la cual no lograba ponerle nombre ni darle forma, pero estaba ahí e insistía. ¿La había invitado a quedarse por mero protocolo, aunque en realidad quería que se vaya? ¿Eso no era... hipócrita de su parte e injusto para ella? ¿U ocurría que no me decía la verdad? No lo entendía. No sabía dónde ubicar la escala. El resto de la información no supe a qué respondió, pero bastó para hacerme virar el rostro y mirarlo. Me sorprendía, quizá, descubrir que se habían conocido en un contexto tan peculiar. Recordé aquel receso, el golpe que tenía en la cara y la vergüenza que sentía. ¿Ilana lo había ayudado esa noche? El detalle explicaba la relación que parecían tener, suponía. ¿Era extraño que lo descubriera recién ahora? ¿No debería haberlo sabido antes? El picor empeoró y exhalé por la nariz, agachando la mirada. No sabía qué era, no, pero estaba ahí. Sus palabras para mí sonaban dulces y cuidadas, y sus acciones no siempre las respaldaban. —No lo entiendo —murmuré, regresando la vista a la comida; fue la única verdad con un mínimo de sentido que alcancé. Lo oí recostarse hacia atrás y aguardé, aunque el silencio se sintiera pesado. Tal y como había temido, el nombre de Alisha apareció y una sonrisa amarga, involuntaria, me cruzó el rostro. Tenía sentido que lo hubiese presenciado, siendo que había visto a Shinomiya bajar y eso tuvo que haber ocurrido después de mi regreso. Arata había estado en el pasillo y se había comido la escena, pero ¿por qué? ¿Por qué se lo había reportado a Cayden como si... me tuvieran vigilado o algo? La sensación me incomodó en el cuerpo y apreté los labios. —¿Me pusiste espías o algo, Cay Cay? —solté, en tono de broma, sin elevar mucho el tono, y seguí comiendo sin pensarlo demasiado—. Es un poco extraño tener a Arata avisándote lo que hago y dejo de hacer, ¿no crees?
No buscaba parchar o justificar nada, si debía ser honesto, ¿el protocolo social que sabía iba a ser rechazado era injusto e hipócrita? Posiblemente, pero tampoco era yo un iluminado de lo correcto. Cuando Ilana se molestó y me enfrentó acaté, pero en tanto no, tampoco me parecía un pecado capital ni nada. Había cierto grado de complicidad implícito y explícito entre ella y yo luego de mi pedido de silencio sobre lo del parque en relación a Hubert y de su exigencia posterior de que la tratara bien en vez de darle instrucciones. Nuestro intercambio era acordado y lo que existía más allá era un poco confuso en ambas direcciones. No sabía siquiera explicarlo yo mismo y cuando oí a Ko decir que no entendía me quedé callado, ¿por qué importaba tanto en verdad? ¿Qué respuesta quería? No entendía yo tampoco, era... ¿Me molestaba no entender qué quería de mí incluso cuando me había dicho no esperar nada concreto? —Podemos llamarla cómplice —murmuré aunque estuve seguro de que eso no aclaraba nada y me pregunté si debí callarme a secas—. Del golpe, del contexto, del espacio. Bien podría no haber dicho nada, es cierto, pero de cierta manera le debía esa amabilidad incluso si confiaba en cuál sería su respuesta. Le pregunté para no parecer grosero a sus ojos y a la vez confié en su negativa. La dicotomía y la contradicción nunca habían dejado de existir, ¿verdad? Balanceaba el afecto y las otras emociones, balanceaba mi miedo y después comenzaba a escapar por mis grietas. Era insostenible, ¿entonces por qué yo seguía empeñado en apañarlo todo? —¿Espías? —reboté y de pronto mis nervios se quisieron quebrar a la incredulidad y la molestia, por mucho que su tono fuese el de una broma. Presioné mis dedos de nuevo y la voz me salió con algo de premura—. ¿Piensas que aparecí y le dije a Arata que me diga la frecuencia a la que respiras? That's... jamás haría eso, no te haría eso. Me llevé las manos al rostro, frustrado, pues llevaba semanas como imbécil balanceando la forma en que actuaba en el mundo. Que los límites, la sensación de ser un acaparador, de pedir más como si no recibiera suficiente y toda esa mierda. Sabía que nadie me pedía ese esfuerzo mental, que era mi problema y, como bien me dijo mamá hace años, no podía desquitarme con los demás por lo que ni siquiera les decía y aún así de pronto parecía el que ponía espías. ¿No me lo estaba ganando a posta? ¿No me lo llevaba por todo el desorden que había armado últimamente? Por las injusticias, los abusos y mi deseo por soportar los espejismos. No dejarlos quebrarse. —Cuando Anna te dijo que yo aparecí con la cara golpeada —empecé bajando las manos de nuevo—. ¿Cuál es la diferencia entre una cosa y la otra? ¿La cantidad de información? ¿Quién la dijo, cómo? Yo no pedí que me pasaran un reporte tuyo o lo que fuese, no pedí nada. Cada pregunta fue genuina, ninguna cargó nada parecido al reproche, pues allí en el momento de verdad no lograba trazar la línea entre una y otra. Aún así una parte de mí deseó que de hecho Shimizu hubiese sido inespecífico, pero el cabrón estaba paranoico de por sí, que Wickham, Alisha, Sasha y Jesús, María y José. ¿Por qué me dijo el A, B y C? Si confiaba en mí para ver cómo estaba Ko, solo decirme que tal vez algo pasara con él habría sido suficiente. No hacían falta los por menores. Si acaso... Shinomiya saltaba a la vista, pero lo de Alisha, solo se me ocurrió que fue para pegarme una bofetada mental y que no saliera como un loco de donde estaba en el momento menos oportuno, pero ya. Encima de todo había acabado en el fuego cruzado de la azotea el otro día y me había comido el culatazo de los disparos de Alisha a los otros estúpidos. ¿Cómo se salía todo de control así? —Lo que hagas o dejes de hacer no es asunto mío —dije y el orden de palabras me sonó raro, lo sentí... mal, por lo que fruncí el ceño—. Quiero decir, eres tu propia persona y yo no orbito a tu alrededor monitoreándote, no es eso lo que he hecho nunca, ¿por qué lo haría ahora?
Arrugué el ceño, aún sin mirarlo. ¿"Cómplice"? ¿Se refería a que Ilana guardaba aquel secreto? De por sí había aparecido con el moratón en la cara, ¿o no? Podía mentir respecto a su origen, claro, pero ¿a quién? A mí me había dicho la verdad y dudaba que a Arata le interesara engañarlo. Parpadeé y pensé, de repente, en la existencia de esta chica y de Maxwell también, elementos claramente presentes en la vida de Cayden que a mí se me escapaban. Que, incluso al mencionárselos, él miraba hacia otro lado. Podía ser por la albina, podía ser por alguien más. Llegados a este punto, podía ser cualquier cosa. ¿Desde cuándo lo desconocía tanto? ¿Dónde estaba la ruptura? ¿Por qué? No lo sabía. —¿Le debías algo por un aventón en Uber? —murmuré, a duras penas se escuchó y me di cuenta que había estado meneando la cabeza. No era la forma correcta de reclamo, pero me estaba costando procesar la situación en general. Sentía que corría lento, con delay, y que no sabía por dónde pillar al chico a mi lado. La vida bajo mis estándares fluía a ritmos serenos, los cambios eran paulatinos y me tomaba tiempo adecuarme a ellos. Entendía los virajes que hubieran ocurrido durante los años entre la muerte de Kaoru y nuestro reencuentro, pero ¿a partir de ahí? ¿Cómo algo podía cambiar tanto en tan poco tiempo? ¿Era mi culpa? Lo oí repetir la palabra que había empleado en mi remedo de broma y sentí un resabio de tensión en los hombros. Premonitoria, si se quiere, o quizá paranoide. De una u otra forma, seguí con el cuerpo enfrentado a la mesa. Seguí escuchándolo sin abrir la boca, sin mover un músculo, siguiendo sus acciones sólo por los sonidos que emitían. Tenía los ojos clavados en la comida dentro del bento y en el tenedor, descansando a un lado. La voz de Cayden enumerando el menú rebotó sobre el silencio y liberé una exhalación controlada. Yo sí veía las diferencias entre aquella situación y esta, pero ¿quizá fuese inútil? ¿No estaba jalando demasiado de la cuerda, de por sí? ¿Serviría de algo esta... discusión? Seguía corriendo a una velocidad diferente, más espesa, y aún no encontraba las palabras. Volvió a hablar, lo volví a escuchar, y la forma en que soltó las palabras me tensó un poco más el cuerpo. Fruncí el ceño, confundido, e intenté definir si eso que sentía se asemejaba al dolor y si tenía derecho a sentirlo. "Lo que hagas o dejes de hacer no es asunto mío". La idea hizo eco, insistió, aún sobre la reformulación posterior. ¿Me había dolido? ¿Era eso? ¿Tenía derecho? No es eso lo que he hecho nunca, ¿por qué lo haría ahora? —No lo sé —repliqué de repente—. Porque llevo tiempo descubriendo cosas de ti de rebote, cosas que tú no me cuentas y si te las menciono no me contestas. Aparece esta chica, quien no es una conocida, ni una amiga, la llamas cómplice y luego hay otra que se pasea por la escuela con tu ropa. Y puestos a ello, ¿qué más no sé? —Me giré a mirarlo, y la tensión se decantó como un oleaje intenso—. ¿Maxwell es tu novia? ¿Querrías que lo sea? ¿Ilana es importante para ti? ¿Has hecho nuevos amigos? ¿Por qué no sé nada de eso? ¿No se supone que soy tu mejor amigo? Apreté los labios, cobrando consciencia de mi exabrupto, y volví a enderezar el cuello. —A veces siento que existo en tu mente como un concepto, como algo que aprecias y atesoras, que quieres cuidar, y que te empeñas en conservar inmutable. —Fruncí el ceño, conflictuado con mis propias palabras, y mi voz fue bajando de volumen lentamente—. Cuando nos vemos, cuando almorzamos juntos o cualquier otra cosa, no me hablas de ti, no me dices nada, y siento... que me ocultas cosas, que no soy parte de tu vida. Que no quieres que lo sea. ¿Cuál es el punto, entonces?