Sala de música

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Gigi Blanche, 5 Agosto 2022.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Dio igual cuánto papel picado le tiráramos encima, el famoso Gaspar se resistió a inmutarse como un campeón. Al ver sus modos y ademanes tan, tan serenos, y también al preguntarme por qué usaba gafas aquí adentro, se me ocurrió que... bueno, sin pretender juzgar a nadie, parecía el tipo de persona que no le avisaría a nadie de su cumpleaños. ¿Por qué? No estaba muy segura, sólo eran las... vibes. De artista incomprendido, o de rockstar atormentado por el pasado.

    Clichés aparte, ¡era un chico bastante cool!

    Finalizada nuestra introducción con Markus, Abby se acercó a él y me quedé junto al primo presenciando el show. La pasivo agresividad de su saludo coincidió con su indignación en el pasillo, pero lo que sí me pilló desprevenida fue el beso. Alcancé el hombro de Markus a tientas y después volteé a mirarlo, jalándolo hacia abajo para colgarme de él y poder alcanzar su oído. Todo con suuuma discreción, por supuesto.

    —Che, ¿son novios? —le pregunté en español, y sobre la marcha fruncí el ceño y me acordé—: ¿Y qué le dijiste antes? Hablaste en un idioma raro.

    El momento entre los otros dos fue breve, sin embargo, y para no quedar tan de chismosa pues me hice la loca. Me separé del primo a la velocidad de la luz y me puse a quitar las cosas de las bolsas. Markus sumó dos sillas frente a la mesa, que a su vez estaba frente al sillón, y se defendió de mis acusaciones alegando demencia temporal. Solté una risa nasal y lo perdoné en silencio, dejando la Coca de oreo a un costado. Ya había probado esa cosa y era... era la muerte. Sólo valdría la pena si el rockstar atormentado quería cumplir una última voluntad del rollo morirse el día de su nacimiento, para pasar a la historia y jamás ser olvidado por sus fans. ¡Eso también sería cool!

    Me senté en la silla junto a Markus conforme él montaba el display de snacks. Abby, por su parte, se acomodó al lado de Gaspar y se puso a rascarle el cabello de la nuca, más atenta en la comida. Yo los observé un poco a hurtadillas, con la incógnita inicial rebotando en mi cabeza. Claro que mi atención viró por completo al ver las cajitas de Saladix. Sonreí amplio, muy emocionada, pero me detuve de acotar cuando vi que Markus le arrimaba la Coca de oreo a Gaspar.

    —¡Es de mala educación matar a la gente el día de su cumpleaños, primo! O matarla en absoluto, ¡pero especialmente en su cumpleaños!

    El señor rockstar seguía tan impasible como al principio, aunque sí parecía algo contrariado frente a semejante despliegue. Luego de que Markus hablara, noté que Abby le sonreía a Gaspar y se inclinaba ligeramente hacia adelante para captar su atención.

    Every birthday is a celebration, you dummie, en especial los cumpleaños de mis amigos. Y esto sólo es el principio, espérate al fin de semana. ¡Te secuestraré las cuarenta y ocho horas!

    Vale, vale, vale, le había dicho "amigo", pero entonces ¿por qué seguía tan cerquita de él? ¿Por qué le dejó un beso en la mejilla antes de ponerse a beber? ¡Ah, tantas dudas! Por mi parte, abrí una lata de Coca Cola y le di un buen trago, sonriendo de pura satisfacción. El primero siempre era el mejor.

    —Si me disculpan, yo abriré las Saladix —anuncié, estirándome para pillar la caja—. Hace años que no como y de repente me di cuenta la abstinencia que tengo.

    —¿Son los dos argentinos? —inquirió Abby, señalándonos a mí y a Markus.

    —Yo sí, él es italiano —respondí, encargándome de la bolsita metálica del interior, y ella se rió.

    —Esto suena a chiste de cuarta. "Una argentina, un italiano, una estadounidense y un ruso se encuentran en una escuela japonesa...".
     
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    Bruno TDF

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    En el medio de la faena del principio sentí que Anna me jalaba del hombro. ¡A punto estuve de quedarme dando saltitos sobre un solo pie, con lo patitieso que me había dejado el regalito que la dejaron al cumpleañero en sus labios! Mi compa se directamente se colgó de mi hombro para susurrarme la misma pregunta que anda revoloteando por mi cabeza.

    —Yo… ¡No lo sé! Si este tipo no te dice ni el cumple, imagínate una novia —respondí entre risas, también en el español para que nos pillaran hablando del tema; aunque pronto Annita cambió de tema, con las cejas arrugdas, y volví a echarme a reír— Hablé en ruso, que el señor aquí presente es de San Petersburgo y me pareció un buen detalle felicitarlo en su idioma. Lo que le dije fue “¡Feliz cumpleaños, facha!”, o eso creo.

    El asuntillo entre el Gaspy y la Abby no dejó de robarse mi atención de a cachitos, sin embargo. Cuando nos acomodamos alrededor de la mesa, quedando del lado de las sillas a Anna justo como hicimos en la entrevista de mi viejo; la muchacha se sentó al lado del cumpleañero, que se sacudía restos de papel picado con movimientos serenos. Se puso a rascarle la zona de la nuca con quien mima un cachorro manso, ante lo cual Gaspy se mantuvo aparentemente inalterable; pero sí me pareció que inclinaba la cabeza unos pocos milímetros, en algo parecido a la aceptación. O tal vez era yo montándome tremendo peliculón en mi cabeza, eso jamás lo sabríamos.

    Annita, como era de esperarse, le prestó especialmente atención a las Saladix. La gran mayoría de los snacks aquí presentes eran cortesía de mi familia. En los departamentos donde vivíamos, las tías guardaban algunos paquetes en sus alacenas para cuando querían darle un capricho a los primitos o premiarlos por haber estudiado u otras cosas como portarse bien. Me cedieron un par. Mi viejo no fue la excepción y, fiel a su estilo, le metió un poco de argentinidad a la cosa.

    Gaspy trató de seguir con su modestia o lo que sea que fuese, en una clara señal de que estar celebrando su cumpleaños era la última de las opciones que tenía planeadas para hoy. Le retruqué como era debido y Abby me acompañó en la respuesta, soltando sus fracesitas en inglés que captaba a duras penas. Cuando dijo que estuviese preparado para el finde, me metí sin que me dieran permiso, pues porque me acordé de la anécdota de Shibuya.

    —¡Uh, uh! Si hay fiesta en una discoteca, ¡no se olviden de invitar! —exclamé, alzando la mano.

    Negué luego cuando Abby preguntó si éramos argentinos, algo que Annita se encargó de aclarar. El comentario sobre el chiste de cuarta me hizo reír con ganas, de lo más divertido.

    —Esperemos que tenga el mejor remate, como lo va a ser el de esta fiesta. Brindemos, ¡salud!

    Así las cosas, estuvimos todo el receso con los snacks volando de acá para allá, mientras hablábamos tonterías. Gaspar se bebió la Coca-Cola de Oreo como si nada, aunque reconoció que las Saladix sabían mejor antes de darle el trago a semejante menjunje.

    Al final, destapamos la torta, que era bastante sencilla y le coloqué encima una vela con forma de “G”, alrededor de la cual le cantamos el “Que los cumplas feliz”.

    ¿Quién barrería el papel picado del sillón y el suelo? Ah, misterios de la vida.

    Pos aquí el cierre del cumpleañitos, muchas gracias por cederme a Abby y sobre todo por prestarme a Annita, adoré tenerla en la fiesta <3

    Supongo que iremos viendo si el finde (in-rol) surge una fiestichola más potente (?)
     

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