Sala de música

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Gigi Blanche, 5 Agosto 2022.

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    El día me lo había tomado con la normalidad de siempre para ser sincera a lo que apenas le preste atención fue a la clase y lo que hacía las personas a mi alrededor, está preocupada por Adara la última vez que hable con ella fue cuando me aviso de que no vendría hasta la semana que viene en sí seguía sin entender por qué su padre se la llevaría así por así claramente entendía más que nada la parte de visitar a sus abuelos y madre, pero ella me ocultó lo más importante Adara siempre fue una persona desconfiada nunca sonreí si la persona con la que estaba hablando no le transmitía esa confianza, entonces aquí era donde entraba Jez estaba más que contenta porque Ada tenía otra persona que tal vez se preocupaba por ella solo esperaba que su amistad no terminará ni se volviera incómoda, lo sentí ojalá y solo me equivocara.

    Para cuando toco la campana guarde todo iba a acercarme a Kai por lo de la sala de música, tal vez ella no había traído su instrumento, pero yo la invitaría a conocer mi lugar seguro en el mundo, tenía los ánimos muy elevados, esperaba divertirme mucho ella. Pero sentía algo encima no le había avisado a Kohaku, por las llaves y eso, suponía que posiblemente no estuviera con llave, sentía que era un poco extraño, ya que habían pasado algunos días desde la última vez que hable con él y si no me equivocaba fue en la cafetería, se me hacía un poco difícil por el motivo de que percibía que los hilos de las conversaciones que tuvimos se habían esparcido, pero esperaba algo, volver a conversar con el extrañaba nuestras pláticas, más sobre la musica para no mentir me animaban mucho y lo sabía, lo sabía con certeza cierta mis emociones eran un gran problema.

    Antes de direccionarme al asiento de Kai me las arreglé para recogerme el cabello en una coleta alta, al pararme llevé la mano al móvil para ver mi reflejo y sonreí, estaba más que recogido, me moví lentamente me detuve en poco al llegar a su espacio.

    —Hola, Kai —le dediqué una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estuvo tu día? Supongo que te preguntaras que hago aquí, ¿no? Pues hoy te mostraré mi lugar más seguro en el mundo —deje un espacio en lo que le susurraba para que solo ella escuchara —. La sala de música, la otra vez nose si lo recuerdas quedamos a que la visitaríamos

    Mire en dirección a la puerta en lo que avanzaba para salir al pasillo, esperando aque me confirmara y todo espere a que me siguiera.

    —Por cierto espero no haber interrumpido ningún plan —la miré—. Por qué no lo hice, ¿verdad?

    Porque si era todo lo contrario me daría algo aquí mismo de eso está segura. Deje lugar a respuestas en lo que nos direccionábamos a la sala en cuanto estuvimos frente sonreí aprobé si la puerta no estaba asegurada, sin mucho problema se abrió la empuje en poco y espere a que se terminará de abrir sola, en lo que pasaba estire mis brazos haciendo una señal con ellos después que la luces se encendieran.

    —Kai con mucho placer y excelente gusto te presento la sala de música.

    Gigi Blanche holis uwu.
    Y antes que nada presiento que será divertido.
     
    Última edición: 1 Marzo 2024
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    Hacía un día precioso, detalle que me conservó el buen ánimo a lo largo de la mañana. Durante las primeras horas el sol se había colado dentro del aula, acariciando los pupitres, y bañó mi silueta con una calidez que me dejó al borde de la somnolencia; era muy relajante. Las clases transcurrieron sin altercados y, al sonar las campanas del receso, lo primero que hice fue revisar mi móvil. Tenía ya el mensaje rutinario de Yu, a lo cual sonreí y estuve por contestarle que nos encontráramos en el pasillo cuando alguien se detuvo a mi lado. Era Fiorella, la muchacha del otro día.

    —Bianchi-san —la saludé, dedicándole una sonrisa y regresando el móvil al escritorio boca abajo con movimientos suaves—. Estuvo muy bien, gracias, aunque las primeras horas me dio bastante sueño. El sol siempre da somnolencia, ¿verdad?

    Aún así, no solté el aparato. Mis manos permanecieron entrecruzadas con ligereza y alcé las cejas, curiosa, al oírla decir que me mostraría su "lugar más seguro". Sonaba especial y privado, aunque dudaba que se tratara del caso considerando que éramos casi desconocidas. Mencionó la sala de música, entonces, y abrí los ojos un poquito más.

    —¡Ah, cierto! —Me incorporé, en el movimiento recogí el móvil y le respondí a Yuta rápidamente que estaría ocupada antes de regresar la vista a Fiorella—. ¿Viniste a buscarme por eso? Qué linda.

    La sonrisa me cerró los ojos por un momento y siquiera me molesté en modular aquel pensamiento. Caminamos hasta el pasillo, entonces, donde ella pareció preocuparse por el hecho de haber interrumpido algo, y me pregunté si la duda se habría sembrado en su mente al verme usar el móvil. Me detuve, le sonreí, y en el movimiento noté el vaivén de su cabello. Meneé la cabeza.

    —No te preocupes, Bianchi-san —negué, tranquila; mis ojos se habían distraído en su pelo y solté una risa suave, apenas cubriendo el gesto con el dorso de mi mano—. Hoy estamos a juego.

    Medio giré la cabeza para que mi propia coleta alta se moviera, evidenciando la intención de mi comentario, y consumimos la breve distancia que nos separaba de la sala de música. Ella abrió la puerta y mi sonrisa se amplió. El aula brillaba bajo la luz natural del sol y los destellos rebotaban en el piano, los instrumentos guardados y demás superficies. Me introduje en el espacio lentamente, casi pidiendo permiso, mientras observaba todo en silencio y admiración.

    —Está todo impecable... —murmuré, sorprendida, y giré sobre mis talones para ver a Fiorella—. Es un gran lugar seguro, desde luego.


    Holitas uwuwu

    A Ko lo introduzco en el próximo post ♡
     
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    Le sonreí en poco respondiendo a su saludo al mismo tiempo que a su sonrisa escuche lo que dijo con toda la atención del mundo, asentí en poco a lo que dijo que el sol siempre daba somnolencia, note todos sus movimientos en cuanto le dije lo de la sala de música no tuve ni la menor idea de a quien le escribió, pero no podía negar que apenas y me había puesto a pensar que antes de decirle sobre la sala tenía que haberle preguntado si no tenía nada planeado antes. Entonces eso recién lo pregunté mientras caminábamos por el pasillo.

    Ella se detuvo y me sonrió, esperé su respuesta en cuanto llego suspire aliviada en lo que me percataba que su mirada se había distraído en mi pelo, lo que menciono después juntamente con la acción produjo que llevara mi vista hacia el suyo y reí, no me había percatado de eso por puro manía alcancé la coleta y la barrí hasta llegar a la punta.

    —Hoy estamos a juego —la sonrisa se extendió por mis labios—. Apenas me percató pero es un placer.

    Con eso consumimos la última distancia que quedaba para alcanzar la sala ya adentro y después de que prácticamente darle la bienvenida, ella se introdujo en el espacio lo cual me hizo sentir como si estuviera pidiendo permiso, aun con la sonrisa en mi rostro recibí su mirada con cierta calidez agregada.

    —Sí, muy seguro —repasé la sala—. Este lugar es donde puedo ser quien soy realmente —avance al centro en lo que me volvía a cerrar la puerta—. Espero que tú te sientas igual.

    Moví mi mirada a cada uno de los instrumentos y por último me detuve en el piano, la última vez que me senté en ese instrumento fue cuando vine a repasar para el evento, y de allí no había vuelto a la sala y ni había vuelto a tocar el piano que tenía en casa.

    Me sentía alejada del instrumento que me mantenía conectada a mi mamá.

    —Ya que estamos aquí podemos sentarnos frente al piano, creo que te prometí que lo tocaría frente a ti —aunque quisiera evitarlo a toda costa, no podía, lo había prometido y estaba segura de que no lo haría solo por cumplir estar frente al piano era algo que siempre había disfrutado—. O podemos repasar cada uno de los instrumentos más de cerca —volví a mirarla—. Puedes escoger cualquiera de los dos, por ahora puedes tomarme como tu guiadora.
     
    Última edición: 2 Marzo 2024
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    El detalle de que ambas compartiéramos peinado hoy era pasajero e insustancial, pero eran esta clase de pequeñas cosas las que podían separar a uno de la monotonía. Mi comentario le arrancó una risa, me sentí contenta por su reacción y seguí el movimiento de su cabello al repasarlo ella entre sus dedos. Poseía un tono de pelirrojo que chispeaba bajo la luz natural del mediodía y pensé en esta idea de "kissed by the sun".

    —Oh, el placer es mío —respondí, jocosa, y con mayor suavidad agregué—: Te queda bonita.

    La forma en que Fiorella hablaba no sólo de la música, sino de los espacios donde pudiera conectar con ella, me recordaba al apego que sentía Yuta hacia el dojo de su casa. No sabía hasta qué punto era sano desarrollar una conexión tan rígida con algo tangible, con las cuatro paredes de un lugar que cualquier día podría desaparecer o quizás él no volviera a ver, pero no deseaba juzgarlo. Oí a la chica con calma, me ofreció dos posibilidades y por una cuestión de cortesía las sopesé un par de segundos; aún si ya había tomado mi decisión desde un primer instante.

    —¿Tocarías el piano para mí? —inquirí, con una cuota de ilusión, y me acerqué al instrumento para repasar el borde de su tapa con la yema de los dedos—. Me encantaría oírte, Bianchi-san.
     
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    Le sonreí en el momento que dijo que él placer era suyo y que me quedaba bonita, particularmente siempre andaba con el pelo suelto y no sabría decir si haberme recogido el cabello a la última hora en una coleta alta había sido casualidad o algo por el estilo. Entonces llego el momento en el que le di dos opciones, aunque no quisiera aceptarlo, sabía muy bien que ella elegiría la primera opción, no se lo negaría, lo sabía con mucha certeza.

    En el momento que escuche la opción solo mire el piano y la seguí con la mirada cuando se acercó al instrumento. Lo pensé en poco mientras me acercaba lo toque de una forma superficial, no me senté aún más bien, llevé mi vista a Kai regalándole una sonrisa para después asistir en poco.

    —Claro —recorrí las teclas con la llama del dedo en lo que me ubicaba en el asiento—. Espero que te guste.

    Se sentía extraño, pero extrañaba mucho sentirlo, extrañaba tocar el instrumento que me llevaba a tener una conexión con mi mamá, suspire en lo que cerraba los ojos ubicando mis manos sobre el instrumento hice sonar algunas notas alzar ladee la cabeza en lo que seguía el ritmo con el borde de mi pie, no estaba tocando en sí estaba dándole agilidad a mis dedos.

    La canción que tocaría era un poco triste la cantante en sí transmitía una delicada expresión de amor y esperanza, envuelta en la metáfora de un campo de dientes de león la letra en sí reflejaba el anhelo profundo por una persona especial, deseando que ese amor sea correspondido, puede que en algunos momentos de mi vida me sentía igual que la cantante era por eso que me encantaba tocarla.

    No paso mucho hasta que empecé las notas trascurrían una, tras otra cerraba los ojos en lo que las notas subían de intensidad en sí era una canción tranquila, pero había parte en la que subían y bajaban, los ojos solo los volvía abrir en cuanto buscaba con la mirada a Kai, no sabría decir como certeza que sabía el momento en el que empecé a susurrar la parte que me gustaba.

    Cause I'm in a field of dandelions
    Wishing on every one that you'll be mine, mine.

    Cuándo la canción llegaba a su final cerré los ojos, se sintió bien, debía de agradecerle a Kai, ¿no? Si no fuera por ella de seguro pasaría otra semana sin tocar el piano, no paso mucho tiempo hasta que la canción llegó a su final, deje las manos suspendidas por algunos segundo en lo que volvía abrir mis ojos, lo primero que hice fue volver a buscar los ojos de Kai.

    —Gracias —sonreí llevando mi mirada al piano—. Tal vez te pregunte por qué, pero, si no fuera ti y porque quedamos en que tocaría para ti y más que nada disfruto mucho compartir esto contigo—lleve mi vista a ella—. De seguro no sabría decir cuando lo volvería a tocar.

    Había entrado en una crisis emocional que prácticamente lo había dejado de un lado, muy bien sabía que podía tocarlo cuando quisiera era mi instrumento, el único recuerdo que guardaba de mi mamá y que llegaba a tranquilizarme realmente. Deje de pensar tanto y me hice aún lado dejándole espacio.

    >> Por cierto puede sentarte aquí —murmure tranquila palmeando el lado que había dejado—. Y si te gustó mucho puedo tocar otra ¿no?

    Eso lo dije riendo.
     
    Última edición: 4 Marzo 2024
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    Cuando ella se acercó al piano, lo que yo hice fue retroceder ligeramente. Mis dedos se despegaron de su superficie y recogí ambas manos al frente, ocupando un lugar desde el cual mi silueta no la perturbara pero que aún así me permitiera observarla; la interpretación de los músicos siempre me resultaba exquisita de ver. Las reacciones emocionales de sus cuerpos, sus expresiones faciales, los movimientos entrenados de sus manos.

    Las primeras notas fueron salpicaduras dulces, como gotas de lluvia cayendo en un charco de agua, y lentamente se fue formando la imagen de la canción. Era una melodía suave y nostálgica a mis oídos, tímida de a ratos, que adquiría intensidad y se imponía sobre el silencio durante el estribillo. Fluyó por la habitación, dentro de mi cuerpo, y logró opacar por completo el bullicio del pasillo. Cuando la voz de Fiorella se sumó al piano la miré, sorprendida, y esbocé una sonrisa extremadamente suave. Habló de amor y de un campo de dientes de león, y el paisaje se dibujó al instante frente a mis ojos. Estaba la puesta de sol, el vestido de una chica ondeando con calma y todos los dientes de león acompañando el vaivén.

    Mi pecho rebosaba de una energía serena y muy bonita cuando la canción terminó. Permití que el silencio se suspendiera, el murmullo externo se reanudó en mis oídos, y recibí la mirada de la chica con una sonrisa cálida. Me agradeció, también. Anticipó mi sorpresa, cosa que ocurrió, y me explicó los motivos antes de que debiera preguntar. Habló de su conexión con el piano y de que si no fuera bajo este motivo, probablemente no tocara el instrumento.

    Mi sonrisa se achicó, adquirió una nota de paciencia y concilio, y atendí a su invitación. Tomé asiento a su lado, lo hice en extremo silencio y giré el rostro para mirarla directamente.

    —Bianchi-san —la llamé con suavidad—, ¿tienes una relación compleja con el piano?

    Podía preferir no hablar conmigo, obviamente, pero ante la sinceridad de sus palabras lo menos que me correspondía hacer era preguntar.


    im crying, qué cover tan bonito ;;
     
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    La alegría se reflejaba en mi rostro, lo sabía con plena certeza tocar el piano, era algo disfrutaba muchísimo y haberlo dejado solo porque había tenido una crisis de emociones, no era algo que me justificara, pero sentía que simplemente no quería poner mis manos en él me paso lo mismo en cuanto paso dos años desde la muerte de mis padres. No podía verlo, no quería tocarlo, todo me recordaba a mi mamá y como mi papá disfrutaba verla tocar y yo me alegraba porque quería ser igual a ella.

    Apenas y noté la sorpresa en el rostro de Kai en cuanto mi voz se unió a la del piano no era lo mío cantar frente otros, pero si lo hice fue porque me sentía en confianza, era muy difícil de mi parte que yo lograra hacer algo si no me sentía en mi confort. Este era mi lugar seguro. Después de que la canción llego a su final se formó un silencio no incómodo, más bien era cálido y reconfortante. Luego de explicarle el porqué le agradecía, tomo asiento, después giro el rostro y me miro directamente la pregunta que hizo, no la espere para nada, pero la reflexione un poco.

    Suspire en poco de forma tranquila en lo que llevaba mi vista al instrumento.

    —Creo que va mucho más allá de una relación compleja —lo toque de forma superficial—. Pero, si puedo decir que sí, sí —la mire—. Toco el piano desde que tengo memoria en él puedo expresar todo lo que siento —sonreí—. Sé que no toco las notas por tocarlas, puedo decir que la conexión profunda e íntima que siento con el piano es única, a veces es hermosa, desafiante y profunda… Pero lo que me encanta de todo es porque me siento conectada con mi mamá.

    Aun con mi vista en ella pregunte:

    << El instrumento que menciono Yu que tocabas era él, shakuhachi ¿no? —sonreí al recordarlo, era una flauta—. No me recuerdo si te pregunte, pero ¿hace mucho que lo tocas? Y como dije, espero que algún de estos pueda verte tocarla.

    Ellas me dan ternura uwu.
     
    Última edición: 8 Marzo 2024
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    La respuesta de Fiorella, otra vez, fue clara y honesta. Seguí el movimiento de su mano, la caricia tan suave que le proporcionó al piano, y regresé a sus ojos apenas ella buscó los míos. Llevaba la vida entera tocando este instrumento y le permitía sentirse conectada a su madre, habló de desafíos y de intimidad. Me pregunté, en silencio, por el origen de su conflicto. ¿Tendría una relación complicada con su mamá? ¿O ella, quizá, ya no estuviera en este mundo?

    La idea me arrojó un relámpago de tristeza por el cuerpo y me resultó muy indiscreto preguntar. Además, ese detalle no era lo importante. Le sonreí y regresé la vista al instrumento.

    —No sólo tocas el piano, también te enfrentas a él —murmuré, acariciando la superficie blanca de las teclas, y mi sonrisa se ensanchó suavemente—. Eso siempre implica valentía.

    Me preguntó por la shakuhachi, a lo cual retiré la mano del piano y asentí, devolviéndola a mi regazo. Suponía que ambas compartíamos una conexión similar con nuestros respectivos instrumentos.

    —Muchos años, sí. En casa se llevaban a cabo celebraciones periódicamente y participaba de un conjunto de instrumentos tradicionales. Algún día podría traerla a la escuela y tocar para ti. ¿Estás familiarizada con la música japonesa tradicional, Bianchi-san?
     
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    El piano era lo más precioso que tenía como recuerdo de mis padres, me llevaban a recordar con tristeza y con obvia alegría lo que vivío la Fiorella pequeña a lado de ellos. Sonreí con cierta delicadeza al escuchar lo que Kai decía después de que me encontrará con sus ojos, ahora que lo pensaba bien, la mayor valentía que viví fue en cuanto puse las manos sobre el piano de mi madre después de que pasará dos años de su fallecimiento.

    —Sí, afirmó con todo lo que soy, que sí, es mucha valentía —porque…

    Esa fue la primera vez que, llegué a frustrarme.

    Esa fue la primera vez en la que, sentí angustia, miedo y soledad.

    Esa fue la primera vez en la que, experimente que el aire me faltaba... Y sufrí un ataque de pánico.

    Mi mirada bajo al piano y logré tocar dos notas, las cuales formaron un sonido cálido, el ambiente está disperso y sentía una tranquilidad absoluta. Solo regresé mis ojos a Kai, después de preguntarle sobre su instrumento, asentí a lo que iba diciendo, el sonido que había formado era bajo y lento, así que no interrumpía.

    Negué, no muy segura antes de responder:

    —No, en sí no estoy familiarizada con la música tradicional japonesa, pero me fascina aprender de todo, así que las cosas que tal vez pueda saber es por mi mejor amiga. —había dicho eso en voz pausada después de haber sonreído en modo de respuesta a lo que dijo que algún día podría traerla para tocarla para mí.

    Deje un pequeño espacio.

    —¿Cuándo dices periódicamente es cada periodo del año? ¿O? —deje espacio a que ella respondiera, seguí produciendo el sonido de la melodía en una forma lenta y que fuera suave y que no interrumpiera—. ¿Y qué instrumentos tradicionales hay
    solamente en las celebraciones?

    De pronto sentí que estaba siendo muy pregunta entonces, aun con la sonrisa le pedí una disculpa.

    >> Si te molesta tantas preguntas perdóname,—le heche un vistazo rápido a la puerta —. En los años que llevo viviendo aquí, y que recuerde nunca he ido a un evento como ese y me hace mucha ilusión conocer los instrumentos de la música tradicional japonesa que se tocan allí.
     
    Última edición: 9 Marzo 2024
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    La curiosidad de Fiorella parecía haberse encendido, puesto que me lanzó encima una serie de preguntas que me causaron algo de ternura. La dejé que hablara hasta que ella misma notó lo que había hecho y se disculpó. Sonreí, algo divertida, y meneé la cabeza con calma.

    —No te preocupes, no me molesta. Veamos... —Había atendido a la melodía que mantenía en el piano y presioné una tecla frente a mí, adaptándome a su sonido poco a poco—. Celebrábamos algunos de los matsuri tradicionales de aquí, sólo que a nuestra manera y con lo que había a disposición. Con el tiempo se convirtió en una especie de evento cultural que integraba ambas culturas, era divertido y muy bonito. Respecto a los instrumentos... Está el koto, muy grande y de madera, que tiene siete cuerdas y se toca con púas en los dedos. Puedes pensarlo como un arpa, aunque sus formas sean muy distintas. También está el shamisen, parecido a una guitarra, pero de tres cuerdas y que se toca con un plectro grande; y los taiko, que son tambores. Hay muchos más, pero esos eran los que más tocábamos en casa.

    Esperé un poco a que procesara la información para volver a mirarla y sonreírle.

    —Mencionaste a tu mejor amiga, que sabe de estas cosas. ¿Es japonesa?
     
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    Realmente que era una persona demasiado curiosa para mi grandísima suerte en poco me había puesto a pensar antes de lanzarle a Kai todas esas preguntas encima, al darme cuenta de eso le pedí disculpas, le devolví la sonrisa con algo de vergüenza escrita en mi rostro no sabría decir si mis mejillas me acompañaban porque realmente iba a aparecer un tomate, cabello rojo, mejillas rojas a donde llegaría Dios mío.

    Escuche lo que me dijo, la miraba de reojo de vez en cuando pues, aún seguía tocando la melodía calmante de una forma lenta y suave, Kai presionó una tecla qué llegaba a la melodía qué sonaba ahora sonreí en poco, escuchándola, asentí en todo lo que me dijo. Cuando termino dejo un espacio esperando a que procesar toda la información que me había brindado en lo que sentía su mirada la mire.

    —Todo suena muy bonito, no sé si se logre, pero espero presenciar un evento como ese algún día —cerré los ojos con cierta calma—. Amo la música y me encanta como suena los instrumentos cuando se juntan, con todo mi ser.

    Luego escuche su pregunta, al recordar a Adara sonreí con algo de tristeza y alegría a la vez…

    —No, —negué la coleta, acompaño el movimiento de mi cabeza en lo que abría los ojos—. Es griega, se llama Adara Makris se mudó aquí antes de yo, conoce la cultura japonesa con mucha fluidez, supongo que es porque le encantaba aprender las culturas de los países.

    >> Así que la mayoría de las cosas que se, es por ella —mire el piano—. ¿Nunca te ha llamado la atención aprender otro instrumento aparte del que tocas?

    Holisssss uwu, perdoname la demora <3.


     
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    Ser consciente de su atropello le causó evidente bochorno a la chica, cosa que me dio una mezcla de pena y ternura; sólo esperaba que mi mini monólogo sobre instrumentos tradicionales fuera capaz de distraerla de su propia vergüenza injustificada. Ser curiosa y preguntar no tenía nada de malo. Ojalá la gente se preguntara más las cosas, quizá de esa forma podríamos vivir en un lugar mejor y no en este pozo de basura.

    —Puedes prestarle atención a los festivales y los eventos que organicen los santuarios locales —indiqué ante su deseo de ver una presentación así, sentí que había hablado como una teleoperadora y la idea me arrancó una risa breve—. Aquí son muy frecuentes, después de todo.

    Las emociones en su sonrisa fueron contradictorias a toda voz cuando mencionó a su mejor amiga y pensé que esta chica era muy transparente, al menos ante mis ojos. Adara, se llamaba, era griega y le gustaba aprender sobre otras culturas. La miré con paciencia y dulzura, al menos eso intenté transmitirle, y la sonrisa me cerró los ojos un instante.

    —¿Te gustaría presentármela algún día? —ofrecí, y para aligerar el ambiente agregué, a modo de broma—: Yo encantada de hablar tres horas sobre flautas de bambú con cualquiera.

    No tendía a ser pesimista ni paranoica, sus motivos para entristecerse podían partir desde una simple discusión entre amigas. Fuera cual fuera la razón, la realidad seguía siendo que me entusiasmaba estar aquí y tener la posibilidad de hablar con nuevas personas. Cuando me preguntó por otros instrumentos de mi interés, di un leve respingo y junté las manos frente a mi pecho, entusiasmada.

    —¡Oh, sí! El erhu. —Me reí al pensar que mis respuestas seguían sin ser, bueno, convencionales—. Le dicen "violín chino". Su estructura es muy similar a la del kokyū, pero su sonido... es tan dulce y nostálgico. Es realmente precioso.

    Siempre había sido mi instrumento favorito, de hecho, y de pequeña había intentado aprender. Pero mi familia, por supuesto, tuvo otros planes.

    —¿Y tú, Bianchi-san? ¿Alguna vez...?

    Me interrumpí al oír el sonido de la puerta a nuestra espalda y giré el rostro.


    no pasa nada, bebita <3

    Kohaku 5.png

    El potencial nombre de su grupo sonaba tan pegajoso como desastroso, era tan malo que era bueno y suponía que reflejaba bastante bien la esencia de la fórmula. Me limité a soltar una risa floja, luego le conté sobre los integrantes del club y, al soltarle la invitación, reparé en la sonrisa de su rostro. Lo primero que dijo fue en inglés, pero cacé algunas palabras en el aire y, como siempre, me hice el loco. Su confesión me arrancó una risilla y me deslicé fuera del escritorio, no sin antes envolver una de sus manos para mantener el contacto.

    —Tonto —murmuré, dándole un toquecito en la nariz.

    Le cedí el paquete de galletas y empecé a caminar; las iba a disfrutar más que yo, además de que a la velocidad a la que comía no me daría la vida para alimentarlo yo mismo. Esta vez salir al pasillo no se sintió tan pesado, consumí la poca distancia que nos separaba del club y estaba por abrir la boca cuando, al abrir la puerta, reparé en las dos siluetas femeninas sentadas en el piano. La cabellera rojiza era de Fiorella, lo asumí desde un primer momento, y al girar el rostro la otra chica la identifiqué como Hattori. La coincidencia me hizo bastante gracia.

    La albina se incorporó al reparar en nosotros, o más concretamente en mí, y juntó las manos al frente para inclinarse en una reverencia relámpago.

    —Ishikawa-kun —murmuró, con cierto apremio, y olí por dónde vendrían los tiros—. Lamento estar aquí, sólo estábamos...

    —No pasa nada —la tranquilicé, habiendo soltado a Cay en el proceso, y sonreí con calma—. El club no está vedado para los demás ni nada. Además, viniste con Fio-chan, ¿no?

    Me había llamado la atención que me reconociera con semejante facilidad. ¿Quizá le interesara unirse al club? Hattori asintió, aún con algo de vergüenza, y yo proseguí.

    —Más bien, lamento yo haberlas interrumpido. —Volví a cazar a Cayden de la muñeca y lo arrastré hasta mi posición, señalándolo con un dedo—. Mira, yo también traje a alguien de afuera, así que estamos a mano.

    La chica soltó una risa breve, fue sutil pero vi que le había ayudado a relajarse y me di por satisfecho.

    —Hola, Fio-chan —murmuré hacia Fiorella y luego regresé a la albina—. Supongo que me conoces, pero igual toca presentarnos. Ishikawa Kohaku, y él es Cay Cay.

    —Oh, es un gusto. —Su sonrisa fue cortés y repitió la reverencia de antes, sólo que con más suavidad—. Yo soy Hattori Kaia.
     
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    Asentí en poco cuando Kai me dijo que podía prestarle atención a los festivales y a los eventos que organizan los santuarios, ahora que lo pensaba bien podía decirle a Kohaku si no mal recordaba sus padres estaban a cargo de uno, sonreí en poco en lo que observaba las teclas del piano con cierta atención después de hablarle de Adara escuche su pregunta la cual lo pensé un poco la chica en cuestión era una persona un poco difícil de llevar, su carácter y su frialdad era demasiado para cualquiera que no la supiera manejar, pero no creía que al presentársela ocurriera algo ¿no? Además, por lo que miraba Kai no me daba esas vibras de que era una persona que le gustara molestar a los demás por puro placer.

    Adara odiaba ese tipo de personas.

    —Claro, cuando ella esté disponible y si tú no tienes otros planes pues... Te la puedo prestar —le dé dique una sonrisa tranquila al escuchar lo que dijo después.

    Cuándo le pregunté por otro instrumento de su interés, al notar el entusiasmo en su rostro, la mire con cierta ternura, en eso me parecía un poco a ella. Kai me respondió, la escuché atenta entonces ella me regresó la pregunta una qué no pudo terminar de formular al sentir otras personas entrando a la sala, no me gire en sí para ver de quien se trataba, la melodía qué había creado antes seguía sonando.

    En cuanto ella se levantó y mencionó el apellido de Kohaku pidiéndole disculpas me di una idea de donde iba todo, gire mi rostro levemente por encima de hombro detuve la melodía del piano y me gire por completo aun sentada.

    Escuche a Kohaku tranquilizando a mi acompañante, para ser sincera no lo esperaba aquí, más que nada porque lo había olvidado por completo, avisarle al chico que vendría a la sala con alguien, pero creía que eso no era ningún problema ¿no?

    Ko se disculpó por habernos interrumpido, lo cual solo negué con la cabeza dándole a entender que no había ningún problema.

    —Hola, Kohaku —mencioné su nombre, pero mi vista en sí no estaba concentrada en él, más bien observa con cierta curiosidad al chico pelirrojo, el cual Kohaku, presentó como Cay Cay.

    Suponía que ese era el diminutivo de su nombre y más que nada creía que si mi mente no me hacía una mala jugada al recordar las cosas, pues él era el chico que estaba con Anna y Emily y las otras chicas que no distinguí en nada…

    Después de que Kai se presentara, alce mi mano en modo de saludo llamando la atención del chico .

    —Y yo soy Fiorella Bianchi mucho gusto.
     
    Última edición: 18 Marzo 2024
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    Zireael

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    Era exagerado para unas cosas y para otras literalmente era el epítome de Happy to be involved, era posible que este chico me pidiera que lo acompañara a comprarse una soda en la máquina y yo agitara la cola, pero con el asunto del club de música era distinto porque sabía lo importante que era para él. Por eso la invitación se me había sentido tan cálida. Lo escuché reírse ante mi confesión y saqué mi peso de encima suyo apenas percibí que bajaría del escritorio, poco después de haberme tomado la mano. Ya de paso me llamó tonto, me dio un toquecito en la nariz y parpadeé con cierta pesadez.

    —Quizás un poco —respondí también en un murmuro.

    Recibí las galletas cuando me las alcanzó y me las arreglé para sacar una y desaparecerla de un bocado, por demás solo me dejé llevar por Ko con la docilidad de siempre. Volver a salir al pasillo quiso tensarme el cuerpo, también me atascó la mandíbula un instante y me tuve que bajar la galleta como si fuese un bocado de arena, pero supuse que eso fue culpa mía por atiborrarme para empezar.

    Igual la distancia a la sala era poca, así que pronto él abrió la puerta detecté dos siluetas, dos chicas. La albina se levantó como resorte al ver a Kohaku, hizo una reverencia y al hablarle se le notó cierto apremio, cuando empezó a disculparse por estar allí contuve la risa que se me quiso escapar, no hubiera tenido malicia alguna, pero preferí no darle más motivos de vergüenza. A veces uno se preocupaba por cosas de lo más tontas, la verdad.

    La tranquilizó lo mejor que pudo, aunque a la criatura se le seguía notando algo de vergüenza así que permanecí en silencio, de paso me guardé el paquete de galletas en el bolsillo. Estaba en eso cuando Ko me pescó de la muñeca, arrastrándome a su posición, y me señaló para mostrarle a la muchacha que él además de interrumpir también había traído a alguien de afuera. Lo repentino de la movida me avergonzó un poco, pero bateé la sensación para mirar a la chica y dedicarle una sonrisa que pretendió tranquilizarla junto a los argumentos de Kohaku.

    Saludó a la pelirroja, se presentó aunque la muchacha albina ya lo tenía ubicado y a mí me presentó como Cay Cay a secas, lo que bastó para sacarme una risa nasal. Ella, para la gracia, se presentó como Hattori Kaia, lo que entonces le daba un rostro a la persona que me había descrito Ko antes. Algo en sus ademanes sí recordaba a Jezebel, parecía amable por naturaleza.

    —El gusto es mío, Hattori-san —dije haciendo una reverencia bastante ligera y al erguir la espalda le di un codazo suave a Ko—. Ko-chan me quería mostrar la sala. Disculpen la interrupción.

    La pelirroja se presentó en otro orden, Fio-chan resultó ser Fiorella algo que era un poco obvio de por sí, y le regresé el saludo también alzando la mano. La ubicaba del evento, pero recordé un poco de repente que también había aparecido en la comitiva del pasillo, cuando Anna me cayó encima y estaba con Anastasia y Diekmann al borde de otra crisis de nervios.

    —Cayden Dunn —ofrecí el nombre completo por si a alguna no se le apetecía pasarse con las confianzas y miré unos segundos extra a Fiorella antes de recorrer la sala con la vista—. Te vi ayer, subías con Vólkov, ¿cierto? Es un placer conocerte.

    A ver, de dónde yo tan educado de repente, ¿no? Suponía que uno sabía discernir dónde comportarse y tal, a veces.
     
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    Gigi Blanche

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    Fiorella accedió a presentarme a su amiga, a lo cual mi sonrisa se ensanchó y asentí; el gesto pretendió disimular la diversión, también. Entendía que fuera una broma, sólo me había causado algo de gracia que se refiriera a ella como si fuese un paquete o algo. Nuestra conversación entonces se vio interrumpida por la aparición de los dos muchachos. Reconocí a Ishikawa, lo asocié con este club y me apresuré en disculparme por si acaso. Digamos que el bochorno era real a medias. Una buena parte de mi reacción venía heredada de las lecciones impartidas, el dolor de espalda y la tensión de la vara contra mis pantorrillas. Me habían enseñado a no estorbar, no importunar y sólo existir donde y como me correspondiera.

    Y algunos hábitos tardaban en desvanecerse.

    Ishikawa buscó tranquilizarme, en cualquier caso, y su broma me relajó el cuerpo. Me hizo gracia que presentara a su amigo con lo que claramente era un apodo, por ello hice lo mío y mantuve mi mirada sobre el pelirrojo, esperando recibir su verdadero nombre. Lo que me entregó hizo eco y desplegó archivos de mi memoria que no esperaba abrir aquí. Redirigió su atención a Fiorella y yo parpadeé, recuperando la información sin siquiera pretenderlo. Su apellido había saltado algunas veces en la investigación general que hicimos con Yuta. Dunn, el irlandés establecido en Shibuya. Shimizu había sostenido una deuda con él, así como con medio mundo, y habíamos accedido a los Lobos por ello. Repasé su cabello con disimulo y recordé las notas al pie de Yuta hablando de un posible hijo, en alguna parte de Tokyo.

    Qué pequeño era el mundo.

    —¿Estaban tocando el piano? —indagó Ishikawa, caminando hacia uno de los armarios vidriados, y me miró a mí—. ¿Estás interesada en el club, Hattori-san?

    —Oh, no —respondí, procurando conservar un tono de voz cordial—. Quiero decir, está muy bonito, pero mi instrumento no encajaría en su banda de música ligera.

    El chico había abierto el mueble y le había echado un vistazo a su amigo para que se acercara. Todos los instrumentos estaban guardados en sus estuches correspondientes.

    —¿Qué instrumento tocas? —me preguntó.

    Shakuhachi.

    Iba a incurrir en las explicaciones usuales, pero por la forma en que volteó en mi dirección y sonrió anticipé que sabía de lo que hablaba.

    —Es un instrumento hermoso —concedió, suave, y regresó al pelirrojo—. Aquí están todos los de viento metal. Ya sabes, trombón, corno francés, trompeta, aunque no tenemos tuba. Eso sería divertido. También hay algunos de viento madera: saxo alto, oboe, clarinete, flauta traversa. Puedes husmear el que quieras. La verdad, ni siquiera sé por qué hay tantos instrumentos. Le dije "música ligera" a la directora y la señora habrá escuchado "orquesta escolar".
     
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    quem

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    Suponía que ya todo estaba tranquilo, con la interrupción no tan grave que en sí no me molesto y con lo que nosotras estuviéramos aquí más que nada por lo que no le había avisado antes a Kohaku, así que deje eso de un lado y me centre Cayden Dunn así se había presentado ¿no? Y ya era un milagro que mi mente no hubiera olvidado su rostro con la rapidez absurda con la que olvidada las cosas.

    Sentí la mirada del chico en lo que notaba como le daba un recorrido la sala, el busco confirmar que me había visto subir junto con Jez.

    —Sí — confirmé segundos después con voz tranquila—. Para mí también es un placer conocerte.

    Luego de eso no vi que más agregarle a la conversación así que me dispuse a sentarme en el lugar en el que había estado antes, en el piano, pero esta vez no estuve por completo frente a él se me hacía pesado hacer otras cosas mientras hubiera gente conversando a mi alrededor, en lo que escuchaba la pregunta de Kohaku si estábamos tocando el piano, solo asistí en poco terminando de ubicarme escuche su pregunta a Kai ella le respondió repase la sala distrayéndome con cualquier cosa en eso Ko le mostró los instrumentos que estaban adentro de lo que había abierto a su amigo.

    Suponía que en lo que quedaba de receso me quedaría observando lo que kohaku le mostrará a Cayden, o lo que Kai dijera además ser observadora era algo que hacía con mucho gusto y que se me daba muy bien.

    Holiss uwu por aquí voy cerrando con ella, Belu fue un gusto rolearla con Kai y de seguro también con Ko, y Pau de seguro a Fiore le encantó a ver conocido a Cay Cay.
     
    Última edición: 19 Marzo 2024
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    Zireael

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    La ignorancia era un privilegio muy grande si me lo preguntaban, en el desconocimiento existía tal grado de paz que pretender encontrar respuestas a veces parecía un acto de masoquismo absoluto y quizás yo mismo fuese prueba de ello. Aplicaba a tantas cosas y tantos escenarios que pensarlo era agotador en sí mismo, pero a lo que iba era que jamás se me habría ocurrido que la disculpa de la chica y su aparente vergüenza proviniera de otro lugar.

    Uno que no debería existir.

    De la misma manera, jamás se me ocurrió que estuviera allí revisando archivos mentales al haber escuchado mi nombre completo. Al final puede que Lombardi me hubiese tocado tanto las pelotas porque algo en su sentencia era verdad, porque era un apestado y lo sería el resto de mi vida, aunque eso no le daba derecho a nadie de recordármelo a las ocho de la mañana. Hattori solo se dio cuenta de algo y lo dejó correr, como debía hacerse.

    Fiorella confirmó ayer había subido con Jezebel, también dijo que era un placer y estiré un poco la sonrisa, tranquilo. Saqué la atención de ella cuando escuché a Ko preguntarle a la albina si le interesaba el club, la miré, pero ella negó que fuese el caso porque su instrumento no encajaría en la música ligera.

    Acabé siguiendo a Kohaku cuando me echó el vistazo luego de acercarse a los armarios y husmeé sobre su hombro incluso si le había preguntado a Hattori por el instrumento que tocaba. La respuesta de la chica, en todo caso, me obligó a usar muchísimas neuronas, pero creí recordar que se trataba de un tipo de flauta o al menos estaba bastante seguro.

    Escuché a Ko cuando volvió a hablarme, lo de la tuba me sacó una risa baja y recorrí los estuches con la vista. Nunca se me ocurrió la posibilidad de tocar un instrumento, la verdad, aunque la música en general me gustaba. Mamá solía cantar mientras trabajaba en artículos y esas cosas, a veces ni ponía música, cantaba ella sola y a veces mis tíos también. Había algo en eso que era reconfortante, tal vez por eso cuando Ko cantaba o tocaba guitarra también se sentía parecido.

    —La directora pensó que mejor que sobrara a que faltara y aún así le faltó la tuba —dije unos segundos después y acabé por ponerme a husmear uno de los estuches, que acabó siendo el del saxo. Lucía complejo que te cagas, pero también era bonito—. O quería una orquesta y te mandó la indirecta más grande de la historia. Fio-chan, tú y los demás tendrán que aprender a tocar todos varios instrumentos al parecer.

    No lo saqué, de todas formas, pero me dediqué a ver los demás también, con una sonrisa ligera pegada a la cara y en el medio-tiempo seguí pensando en el instrumento de Hattori. En algún punto usé algunas neuronas y giré el rostro mientras cerraba uno de los estuches.

    —Creo haber oído instrumentos tradicionales en ciertos arrangements, suelen escucharse muy bien —comenté sin que fuera realmente un intento por arrastrarla al club y acabé por regresar la atención a Ko—. Aunque ni idea qué tanto puedan entrar en la noción de música ligera... o la orquesta de la directora. Con el piano debería sonar bien, pero yo no sé de música en realidad.

    Esto de la directora pensando en el club como orquesta era bastante gracioso, pero suponía que eran cosas que pasaban porque tenían presupuesto para arrojarlo en todo sitio. No por nada habían hecho la torre esa ni ponían pegas en los clubs más allá de tener un mínimo de personas, suponía. ¿Cosas de colegios pijos? Ni idea.

    —Los acompaño a clase cuando suene la campana —dije un poco al aire aunque iba más para Kohaku, ni hacía falta la comitiva porque todos eran de la 3-3, pero no vi por qué no solo sumarme y ya. Había seguido husmeando el armario mientras tanto y reí por lo bajo—. Se volaron el dinero en el club, sí son un montón.

    Seguía muy contento con la tontería de que me hubiese invitado, incluso si más allá de estas paredes rondaba una pesadilla.


    por acá voy cerrando yo también *inhales* a

    tremendo parkour emocional hasta llegar acá, pero fue muy bonito conocer a las niñas y que Ko-chan trajera a Cay a la sala de música ;; me puso muy suavecita <3
     
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    Gigi Blanche

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    Luego de las presentaciones pertinentes, me acerqué a uno de los armarios y le mostré a Cayden algunos de los instrumentos que había allí. De soslayo noté que Hattori volvía a sentarse junto a Fiorella y le conversaba en voz baja. La respuesta de Cay me arrancó una risa breve y me encogí de hombros. Me seguía haciendo gracia el inventario de esta sala, la primera vez que había entrado incluso llegó a intimidarme. Era como pedirle un té a tu madre y que por algún motivo lo acompañara de pastel, tostadas y galletas recién horneadas. Ni idea, daba algo de pena.

    No recordaba que Cay tuviera experiencia con instrumentos de ningún tipo, pero eso no significaba que le resultaran indiferentes. Desde que lo conocía lo había visto tarareando o murmurando estrofas sueltas por la vida, puede que incluso más veces de las que era consciente. Le gustaba cantar, le gustaba escucharme, por eso pensé que quizá también le gustara husmear dentro del club.

    Escogió el saxo y se me escapaban las razones, pero le presté atención a todos sus movimientos. De forma aparentemente inconexa regresó sobre la respuesta de Hattori y asumí que se había quedado dándole vueltas a la cuestión. Aún manteniendo conversaciones paralelas, la albina se detuvo y lo miró con una sonrisa.

    —Es verdad, hoy en día el único límite es la imaginación —convino con una risa breve, y su tono de voz se mantuvo sereno y paciente—. Aún así implica varios esfuerzos extra. Encontrar arreglos, transponer las partituras, llevarlas a determinado instrumento... No digo que sea imposible, pero en parte se contradice con la esencia de la música ligera.

    —Pero no es imposible —rescaté de sus palabras, y deslizó sus ojos a mí.

    Asintió, ensanchando apenas la sonrisa, y las conversaciones volvieron a separarse. Regresé mi atención a Cay, escogí el estuche de la flauta traversa y le conté que, de los instrumentos de viento, era de mis favoritos. Además, una ventaja de las flautas era que se salvaban de tener que utilizar cañas. Le conté que las cañas iban en la boquilla de instrumentos como el saxo y el clarinete, que tradicionalmente eran de madera y que era un asunto complejo debido a cómo el material reaccionaba ante la humedad y el calor; también, ya que estaba, que hoy en día se fabricaban cañas sintéticas, mucho más estables... y también más caras.

    —El oboe es particularmente un dolor de cabeza —fui cerrando, y me reí un poco—. Sabes, cada instrumentista tiene que fabricar sus propias cañas, porque usa una caña doble especial. Por eso digo que los flautistas son bastante más astutos... o menos masoquistas.

    El comentario había conectado con las chicas sin realmente pretenderlo. Oí a Kaia reírse mientras se incorporaba.

    —Lo tomaré como un cumplido, Ishikawa-kun —murmuró, se la notaba contenta pese a que fuese una broma y miró a Cayden con una sonrisa al detenerse junto a nosotros—. ¿Nos escoltarás, Dunn-kun?

    —Se toma sus labores de caballero muy en serio —bromeé, también, sin ninguna mala intención.

    Abandonamos la sala del club, entonces, me encargué de echarle llave a lo que hiciera falta y fuimos hasta la 3-3. Me detuve en la puerta, alcancé la muñeca de Cayden con cierto disimulo y tras haber captado su atención me incliné en su dirección, dejándole un beso ligero en la mejilla.

    —Gracias, Cay Cay —murmuré, regresando a mi espacio, y lo solté—. Visítanos cuando quieras, estaré contento de recibirte.

    Con una última sonrisa, finalmente giré sobre mis talones e ingresé a mi clase. Habían pasado muchas cosas en un receso tan breve, pero me sentía mejor y eso era lo importante.


    capaz quedó medio raro, hice algunos malabares para cerrarlo más decentemente JAJAJA

    gracias a las dos por las interacciones, la pasé muy bonito <3
     
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    Gigi Blanche

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    Recibí a Anna con una sonrisa y le agradecí el zumito en voz baja, dejando el móvil en la mesa a mi lado. Había perdido el piedra, papel o tijera, así que le había tocado bajar a la máquina. Se dejó caer en la silla con cierto aplomo y suspiró, mientras yo le daba el primer sorbo al jugo.

    —Hace más calor en los pasillos, acá está demasiado lindo. —Arrugó el ceño, alzando la vista al aire acondicionado—. ¿No nos enfermaremos?

    —Nunca me engripé por el aire acondicionado, la verdad.

    —¿En serio? —Se la notaba sorprendida y me encogí de hombros—. Pff, suertudo. Será porque naciste en el primer mundo.

    Desconocía la relación, pero su comentario me recordó algo. Había pretendido reservarlo para el final de nuestra clase, en definitiva. La guitarra seguía en mi regazo, dejé el zumito junto al móvil y la sostuve con ambas manos, deslizando la yema de los dedos por las cuerdas.

    —Ya me la aprendí —avisé, y ante su confusión aclaré—: La canción que me dijiste el viernes.

    —¿En serio? —Yo me reí al notar que se había repetido y ella desvió la mirada un segundo, ligeramente avergonzada—. ¿Era tan fácil?

    —Un poco, sí. —Rasgué unos pocos acordes y le sonreí—. Es bonita.

    Fue una suerte de introducción. Empecé a tocarla, Anna se removió en su silla e interpretó correctamente mi mirada, pues comenzó a cantar. En voz baja, al principio con timidez, y poco a poco se fue soltando. No entendía una palabra de español, pero me agradaba su sonoridad y los colores de la canción. La sentía cálida, dulce y nostálgica. Un rato después se animó a acompañar mi guitarra con una suave percusión, golpeteando los bordes de la silla con sus manos, y me alegró verla relajándose. La música tenía que ser eso, un instante compartido libre de cualquier duda o prejuicio. Sabía que Anna lo entendía, pero lo hacía a través de la danza; ahora que eso le había sido restringido se esforzaba por aprender nuevos idiomas.

    Nunca se rendía, ¿verdad?

    Que el reloj nunca se paró cuando me dijiste adiós.

    Solamente nuestro tiempo terminó.

    La guitarra se disolvió en el aire y la miré. Tenía la vista fija en un punto aleatorio del suelo, sonreía con cierta tristeza y cerró los ojos. Tomó mucho aire, lo soltó y alzó a verme. Estábamos sentados prácticamente a la par, por lo que sólo tuvo que incorporarse un poco y estirarse para abrazarme. Sostuve la guitarra del mástil y con el otro brazo envolví su espalda, sin dejar de sonreír. No hacía falta, de verdad.

    —Gracias —murmuró.

    Pero entendía que lo apreciara.

    —No es nada —respondí, casi en un susurro, y cuando regresó a su silla hablé con un poquito más de entusiasmo—. Cuando quieras acordar la estarás tocando tú misma.

    —Agárrate, mini Ishi, te robaré la presidencia del club —bromeó, riendo.

    Honestamente la veía capaz de superarme mucho más rápido de lo que creía, tenía la iniciativa y la energía. Además, seguía pensando que a una persona como Anna le iba mejor el rol que yo ocupaba; pero decir ese tipo de cosas no tenía sentido. Cada quien debía recorrer su propio camino, a su ritmo y bajo sus propias expectativas.

    —¿Te molestaría traducir la canción? A japonés, digo —pedí—. Me gustaría saber qué dice.

    Ella parpadeó y por un segundo la noté sorprendida, pero no tardó nada en sonreírme.

    —Claro.
     
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  20.  
    Zireael

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    La pregunta era una tontería, pero me cuestioné en verdad si me autopercibía como armario o no, aunque yo creía que sí. Bueno, en verdad era una certeza, aterrorizaba gente cuando me servía y trataba con cuidado a otros cuando me preocupaba hacerles daño por ser más alto, no era lo que se dice un orden de prioridades muy correcto, tampoco me enorgullecía, pero era lo que había.

    —Me percibo como armario, señorita —afirmé de lo más serio también.

    No era yo el más diestro para seguir bromas ni nada, para digamos que ahora que comenzaba a sentirme mejor luego de todo el desastre, al menos podía existir con algo más de fluidez en el mundo. De ahí que volviera sobre la estupidez del armario, eso y que le tenía la confianza a Anna para hacer el tonto en verdad.

    Después de ver los mensajes soltó que nunca había sido muy brillante, lo que me arrancó una risa y al ver la amplitud de su propia sonrisa pensé era sería un imbécil total el resto de la vida, porque me gustaba verla sonreír y ya. Dizque su poder oculto era sobrevivir en verano, que no la hacía más brillante, pero sí le daba ventaja.

    —Diría que estacional es la palabra correcta, An —apañé con la risa un poco colada en las palabras.

    Subimos a ritmo tranquilo, ella siguió hablando y cuando dijo lo de la amiga tercermundista sobreviviendo veranos sin aire acondicionado solo se me ocurrió que habría acabado muerto de una migraña en Argentina en semejante escenario, también puede que solo fuese el amigo de primer mundo que dormía a gusto con el aire a toda potencia apenas afuera estaba a más de veinticinco grados. Como fuese, miré a la pobre como si me estuviese diciendo que había sobrevivido al mismísimo infierno sobre la tierra, porque encima aquí se les estropeaba el aire de la sala en la peor época el día que le diera la gana.

    —Más que ayudar, en vista de la desgracia ajena creo que tendremos que hacer un minuto de silencio por los veranos de tu infancia, el aire de tu casa y tu cuarto. Diría que un minuto por cada verano, luego por el aire y la habitación, pero sería mucho rato en silencio —dije luego de hacer un cálculo mental y fruncí el ceño al oírla llamarme cerebrito—. Respeta a los mayores si les haces preguntas.

    Lo solté como si fuese un anciano, pero sin pizca de molestia real y le di vueltas a la información almacenada. Eso nos dio tiempo de llegar a la sala de música, le dejé espacio a Anna, pues no sabía si Ishi le había dejado abierto, tenía que abrir ella o lo que fuese, pero también para que entrara primero.

    —El aire funciona como cualquier sustancia, digamos. Se expande con el calor y se encoge con el frío, las moléculas más separadas son menos densas, por eso el calor sube. ¿Has visto los globos de aire caliente, estos grandotes en los que va gente como en una canasta? Bueno, el nombre ahora lo explica solo, pero tienen un quemador alimentado por gas, una llama abierta que calienta el aire dentro del globo disminuyendo su densidad y así flotan.
     
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