Sala de entrevistas

Tema en 'Primera planta' iniciado por Gigi Blanche, 6 Enero 2024.

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    Zireael

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    En algún punto de la mañana me intercambié unos mensajes con tío Vic, fue un recordatorio amable de que nos veíamos más tarde y que luego le avisaba dónde debía llegar, porque quería revisar si la sala de entrevistas iba a estar desocupada. Más o menos media hora después de eso noté a Cayden pedir permiso para salir y unos minutos después me escribió por mensajes que estaría en la enfermería, pero se reuniría con el grupo como correspondía. Dudé, pero le pregunté si estaba bien y si no prefería quedarse descansado, pero me dijo que no me preocupara, que estaría con nosotros. Me preguntó dónde nos reuniríamos finalmente, supuse que para estar enterado y para pasar el teléfono escacharrado, le dije que le avisaba apenas el receso empezara.

    Para cuando la campana saqué un cuaderno junto un bolígrafo, también el monedero y bajé un poco a las prisas. Caminé hasta la sala de entrevistas y me aseguré no estuviera reservada ni nada, al confirmarlo dejé el cuaderno en la mesa y abandoné la sala, medio correteé a la expendedora de abajo y allí compré una botella de agua para tío Vic antes de avisarle a tío Vic, Yuta y Cayden dónde estaríamos, a sabiendas de que él le pasaría la información a Haruhiko como había hecho hasta ahora.

    Con eso listo, dudé un momento, pero opté también por comprar una caja de jugo para cada uno de nosotros, lo que me pareció más neutral fue la manzana, así que pillé todos de lo mismo. ¿Tuve que hacer malabares porque me faltaban manos? Un poco. ¿Importaba? No realmente. Volví sobre mis pasos, con las cajitas apiladas de a dos en cada mano y la botella bajo el brazo, me topé a Cayden en el pasillo de la primera planta y me miró como si tuviese monos en la cara.

    —Podías haberme dicho que bajara y te ayudara —dijo en un tono que se pareció bastante al de una reprimenda y me quitó dos de las cajas y la botella—. ¿No te gastaste el dinero de la semana además?

    —No quería molestarte. Mi tía me dio más dinero, supongo que porque se imaginó lo que haría —respondí un poco avergonzada mientras dejábamos todo en la mesa—. ¿Le avisaste a Sugawara-kun?

    I did.

    —¿Te sientes mejor?

    —Me dolía la cabeza porque tengo sueño, no me estoy muriendo —advirtió, luego lo oí respirar y me pareció que suavizó el tono a conciencia—. Me tomé una ibuprofeno y dormí un rato, gracias por preguntar.

    No fue un sí ni un no, pero supuse que seguía siendo una respuesta. Luego de que me senté lo vi escarbar en su bolsillo y al escuchar las monedas di un respingo, le dije que no tenía que pagarme, pero me respondió algo de que se suponía que era un trabajo en grupo de por sí y cuando me extendió el dinero de los jugos, completo, su mirada no me dejó espacio a negativas. Suspiré, lo acepté y le di las gracias, con el intercambio completó se sentó a mi lado y pescó una de las cajas de jugo solo para darle vueltas.


    Gigi Blanche invoco a los mushashos, luego aviento al tío ofcourse
     
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    Gigi Blanche

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    Con el mensaje de Vólkov me desperecé y salí al pasillo, aunque, a último momento, en vez de virar hacia las escaleras me fui para la 3-3. Podía hacer un dos por uno, saludar a Kaia y verle la carita a nuestro sunshine número uno. A ella no la encontré, así que mis planes se arruinaron y tuve que contentarme con el rayito de sol. Mientras caminábamos, Sugawara abrió la boca.

    —Tengo algo para darte.

    La sonrisa me estiró los labios y hablé muy bajo.

    —No me lo digas así, Yabo, que me emociono.

    —Hoy no puedo, y lo ideal es que sea un punto neutral —prosiguió, ignorándome por completo—. ¿Planeas salir estos días?

    —Hmm... El viernes, seguramente. No tengo nada planeado, pero no hay finde que me eche en casa.

    —Hijo del año —murmuró, vete a saber si en broma o como reclamo, y asintió apenas—. Vale. Hablamos el viernes, entonces.

    Hijo del año me decía justo a mí. A veces no sabía si este cabronazo era socialmente inadaptado o le encantaba decir las mierdas más inoportunas. Cerramos la conversación justo cuando tomaba el pomo de la puerta y me metía a la sala de entrevistas. Me desentendí del asunto, oí que Sugawara cerraba a mis espaldas y alterné la vista entre Vólkov y Dunn, ya ambos sentados. No creía que hubiésemos tardado y aún así llegamos de últimos, qué dura era la vida del irresponsable...

    —Lamento la tardanza —dije al aire bastante porque sí, me detuve junto a la mesa, al lado de ellos, y al sonreír también fruncí ligeramente el ceño. Saqué la mano del bolsillo para inspeccionar un zumo—. ¿Son para nosotros?

    Sugawara, por su parte, saludó a los dos con un movimiento de cabeza y se desenvolvió con cierta... no sabría cómo llamarle, ¿timidez? dentro de la sala. O tal vez fuera lisa y llana incomodidad. Sus decisiones parecían no ser tan rígidas o firmes cuando lo arrancabas de los ámbitos donde habituaba existir. Se quedó de pie un instante, mapeó el espacio y se hizo de una silla para ubicarla junto a la de Dunn.
     
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    Un par de segundos después sentí el móvil vibrar en el bolsillo, lo saqué pensando que quizás fuese Hattori, pero era Vero y nos intercambiamos algunos mensajes, en el mismo espacio de tiempo Cayden dejó el jugo quieto para revisar el móvil un instante, pero nada más. Cuando yo estaba por guardar el aparato me cayó un mensaje de mi tío, que estaba bajando del coche, y le reaccioné con una manita.

    —¿Le dejaste galletas a Verónica? —preguntó Cay de la nada, luego de hacerme creer que no diría una palabra.

    —¿Yo? No, habría tenido que pedir ayuda para eso. Kakeru es el amigo del horno.

    Él hizo un sonido que sonó a afirmación, no dijo nada más y noté que empezaba a traquetear la pierna, el tic fue aumentando de intensidad con el paso del tiempo y se congeló de golpe un instante antes de que la puerta se abriera. Ambos giramos el rostro hacia la entrada, Yuta había abierto y Haruhiko había cerrado, pero esperé a poder verlos a ambos para dedicarles una sonrisa independientemente de que el segundo fuese tan serio y su saludo fuese un movimiento de cabeza.

    —No pasa nada, les avisamos cuando ya estábamos aquí abajo —respondí aunque posiblemente la demora no le quitara el sueño a nadie en verdad.

    —Jezebel los compró para nosotros.

    Cayden habló casi encima del asentimiento que hice con la cabeza, no me dio tiempo a decir siquiera que los habíamos comprado ambos en vistas de que me había dado el dinero, pero me guardé la corrección porque supuse que lo prefería así dado el caso. De la manera que fuese, lo vi deslizar el jugo que antes había tenido en las manos hacia Sugawara, que se había acomodado a su lado. El movimiento de su pierna se había reiniciado, pero desconectó el cuerpo de la mesa para no proyectarlo a toda la superficie.

    —Perdón si a alguno no le gusta la manzana, eso sí —apañé entonces alcanzándole otra caja aunque había mantenido la vista en Yuta.

    Desvié la mirada cuando tocaron la puerta, como no podía ser nadie más le indiqué que pasara y tío Vic ingresó a la sala, cerrando la puerta tras de sí como habían hecho los muchachos. Se aproximó con calma por un costado de Hattori de forma que pudo mirarnos a cada uno, con una sonrisa modesta, e hizo una inclinación ligera que debió valer de reverencia informal.

    —Disculpen si los hice esperar, muchachos. Soy Haumann, Victor, ¿con quiénes tengo finalmente el placer?

    Me estiré con cuidado para recuperar la libreta y el bolígrafo que había dejado en la mesa antes de ir por las bebidas, dándole espacio a los muchachos para presentarse. Cayden me quitó el cuaderno con delicadeza murmurando un "Yo tomo las notas" bastante quedo y deslicé la vista a las sillas libres, esperando que nadie se nos quedara de pie. Tío Vic preguntó por la botella de agua con la mirada, le contesté que era suya y la tomó para finalmente acomodarse en una de las sillas vacías frente a nosotros.


    como somos los power rangers -1 (???) tiene sentido que The Introverts and The White Lights hagan una pregunta cada uno y la quinta la podemos calzar cualquiera de las dos, no problem

    el outfit del don cuz es tradición
     
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    Gigi Blanche

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    Verle la cara a Dunn dentro de la sala me envió de regreso al... incidente en la piscina del día anterior, reproduje con claridad la tensión que había palpado en el ambiente y supuse que el chiquillo seguía pareciendo un manojo de nervios andante. El imbécil amigo de Hodges había nombrado a Sasha frente a Shimizu y eso, de alguna forma, había conectado hasta Cayden. El comentario fue una sentencia, la guinda del postre, y no tuve que quedarme a presenciar las consecuencias para imaginarlas. A veces sentía que toda esta gente iba por la escuela lanzándose dardos cuando quizá deberían apuntarlos hacia mí, pero no podían hacerlo. No podían porque no tenían idea.

    Y estaba bien con ello.

    Pierce se había comido casi una sobredosis, en mi cajón aún guardaba el phone charm de Hiradaira, Sugino obedecía a Frank y el albino de aquí, Hattori, nos había vendido al padre de Arata con patatas. La maraña de hilos comenzaba a presentarse tan compleja y tan densa que de a ratos desistía de entenderla. Una cosa tenía clara, sin embargo: en el vórtice de la telaraña seguíamos apareciendo nosotros.

    Y eso era tan poderoso como imperdonable.

    Me dejé caer en la silla y disipé mis pensamientos cuando surgió el tema de los jugos. Dunn deslizó uno hacia mí y lo tomé con el ceño ligeramente fruncido, como si fuese un elemento extraño.

    —Anda, no tenías qué... —respondió Yuta, en un arranque de modestia, pero bien que agarró un zumo sin más—. Gracias, Vólkov.

    —Sí, gracias —agregué, aprovechando la apertura.

    ¿Se suponía que me pusiera a beber? Lo sentía extraño. Estaba mirando el cartón cuando llamaron a la puerta y apareció nuestro supuesto entrevistado. Repetí el movimiento de cabeza para saludarlo y Yuta apoyó las caderas en la mesa detrás suyo, cruzando los brazos en una postura relajada. El hombre se presentó, pidió nuestros nombres y con Hattori nos miramos entre sí, también a Vólkov y Dunn. Eventualmente fue Yuta quien abrió la boca.

    —Hattori, Yuta. Sugawara, Haruhiko y Dunn, Cayden —nos presentó, señalándolos uno a uno, y se echó encima una sonrisa cortés y afable; no podía creer lo que veía—. Apuesto que sabe el nombre de su sobrina, ¿verdad? Gracias por venir, señor Haumann.

    La broma la había acompañado de una risa modesta, sonó por completo inofensiva y yo me seguí tragando la gracia. No vi que nadie pusiera su móvil sobre la mesa, así que saqué el mío y activé la grabadora.

    —¿Le parece iniciar diciéndonos su nombre, edad y profesión, señor? —agregó Hattori.
     
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    Bien podría haberle enviado a Vólkov un par de preguntas y mandar esto a tomar por culo, ¿cierto? ¿Quién iba a juzgarme en realidad e incluso si lo hacían qué importaba? No solía dolerme la cabeza con frecuencia y ahora, entre la falta de sueño y la tensión, era el equivalente de tener un bombo dentro del cerebro. No había que tener muchas luces para comprender la clara señal de que no quería estar aquí, pero tampoco podía ser tan parasitario.

    No podía mandar todo a la mierda cada vez que a Shimizu le daba por llevarme puesto.

    El tiempo se comprimió, poniéndome más nervioso de lo que ya me sentía temprano, y solo me di cuenta del traqueteo de la pierna cuando vi el movimiento del pomo de la puerta y lo pausé a conciencia. Respondí a los saludos de forma sutil, el movimiento ansioso se reinició cuando noté que Haru deslizaba la silla para acomodarse junto a mí y moví el jugo que había tenido en las manos en su dirección. Interrumpí a Jezebel antes de que abriera la boca y la niña, bueno, se siguió desenvolviendo con relativa fluidez, como Hattori.

    —No es nada —escuché que respondía a los agradecimientos y luego pareció unir neuronas—, se los pueden llevar para después si prefieren.

    Había deslizado otra caja hacia mí, la miré como si fuese la cosa más interesante del planeta y entonces llegó el famoso tío, pero yo seguía trepando por las paredes mentalmente, ni siquiera podía hilar un pensamiento en sí. Solo me sentía incómodo, cansado y molesto, lo que se parecía demasiado a un berrinche de un mocoso de cuatro años para mi gusto. Uno para el que no tenía derecho alguno y eso solo lo empeoraba, era como cuando se te caía un plato que habías puesto a la pura orilla de la encimera, ¿qué esperabas acaso? ¿Qué el condenado flotara? Obviamente iba a caerse.

    Habría sido el acabose saber que estaba preocupándome por la cosa que debía importar menos en todo el listado que tenían estos cabrones, sentados aquí en al escuela como si nada, pero algo de ignorancia existía todavía y quizás debía dar gracias, Arata, yo y todos en general. Aunque quizás acabáramos matándonos entre nosotros, claro, pero todo éramos daño colateral al final del día. Sasha, Anna, Arata, yo y solo Dios sabría cuántos más.

    Demasiados para que pasara por coincidencia, sin duda.

    Le quité el cuaderno y el bolígrafo a la chica, me lo apoyé en el regazo para no proyectar el traqueteo por toda la mesa y alcé la vista cuando escuché a Hattori presentarnos, para saludar al hombre. No se parecía en nada a Jezebel, no había ni un rasgo distante en ellos, así que asumí que debía ser un tío político y no de sangre. Como fuese, abrí el cuaderno ajeno, busqué una página en blanco y noté que Jez estiraba una mano para darme un toque en la pierna, haciendo que detuviera el movimiento. Me tragué la disculpa automática.




    Haumann atendió a la presentación por parte de Yuta con atención, mirando a cada uno de los muchachos, su sobrina incluida, con bastante tranquilidad y se permitió mantener la sonrisa serena en el rostro. Ya la chica le había comentado que un par de sus compañeros eran más callados, así que la sorpresa no se la llevó y mantuvo la atención en el grupo sin detenerse de sobra en detalles individuales. Tomó asiento luego de hacerse con la botella de agua y se permitió una risa por la broma inofensiva.

    —A veces lo olvido, pobrecilla —respondió porque sí en un tono similar y la chica frunció el ceño, pero él solo le sonrió—. Les agradezco a ustedes por elegirme para su proyecto. Me alegra poder serles de ayuda.

    El hombre notó el movimiento de Sugawara al dejar el móvil sobre la mesa, comenzando la grabación y al asentir lo hizo por la solicitud de Hattori.

    —Mi nombre es Victor Haumann —dijo alterando el orden—. Tengo cuarenta años y soy profesional en Ciencias de la Computación, con los años terminé especializándome en Ciberseguridad.

    —Podría darnos algo más de contexto sobre el trabajo que realiza en esa rama —interrumpió Jezebel, no fue una pregunta como tal.

    —Actualmente trabajo para una compañía de TIC que surgió en Estados Unidos y finalmente migró a Japón, centrada en los bancos de datos específicamente. Suelen intercambiarme entre dos departamentos el de Desarrollo y Mantenimiento de Aplicaciones y el de Seguridad Informática.
     
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    Haumann efectuó la introducción estándar frente a la grabadora de Sugawara y las notas que, asumí, Dunn estaría tomando. A decir verdad no sabía ni entendía un coño del ámbito donde se desempeñaba, la tecnología nunca había sido uno de mis fuertes ni mis intereses, por lo que la respuesta amplia no me ayudó a arrojar luz en ninguna dirección. ¿Debería haber hecho algo de investigación previa? Probablemente, pero nunca había sido un estudiante ejemplar.

    —Dice que lo intercambian entre dos departamentos —retomé, tomando la iniciativa pues porque sí—. ¿Cuáles diría que son los desafíos más grandes de cada ámbito? ¿Prefiere desempeñarse en el de Seguridad Informática?

    Lo supuse sólo porque había hablado de su especialización en Ciberseguridad, pero quién sabe.


    perdón che, postergué esto con la idea de hacer algo de research para la pregunta de Haru pero al final lo terminé procrastinando jsjs así que mejor suelto la pregunta de Yuta y no nos sigo atrasando innecesariamente
     
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    Zireael

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    Con todas las formalidades establecidas, desde la presentación hasta la grabadora y las notas, la entrevista comenzó. Quien tomó la iniciativa fue Hattori, que la mantuvo dentro del área profesional y los departamentos ya mencionados. El tío de Vólkox se tomó unos instantes para ordenar su respuesta antes de comenzar a hablar.

    —En el caso de desarrollo y mantenimiento, diría que lo más complicado es adaptarse al feedback que recibimos de las personas usuarias. Incluso con el avance actual de la tecnología debemos jugar con lo posible y lo que la persona usuaria quiere o espera del rendimiento de los sistemas, las interfaces de las bases actuales que dejaron de ser físicas para albergarse en la nube y ese tipo de cosas, lo que se quisiera puede escapar a las posibilidades tecnológicas o presupuestarias, así que muchas veces es necesario hacer balances. Se supone que el cliente tiene la razón, pues no siempre, por algo acuden a nosotros —explicó el hombre con calma, intercambiando su vista entre los presentes a pesar de que la pregunta la había hecho Yuta—. A las personas a veces se les olvida que los bancos de datos no son solo cajas mágicas donde apiñas todo y lo dejas ahí de cualquier manera; requieren orden, comandos, escalas y protección. La información sin orden es inútil y las cajas ordenadas al acceso de cualquiera son un riesgo. Podría decir que un desafío compartido en todos los ámbitos, no solo en los dos que suelo trabajar, es justamente pretender ser preventivos, adaptables, creativos y correctivos. Se requiere flexibilidad y rigidez al mismo tiempo.

    Haumann tomó una breve pausa antes de continuar, ordenando ideas de nuevo. Habían nociones que seguro a un grupo de estudiantes de instituto no le interesarían demasiado e incluso si les interesaban, una parte vital de todo intercambio se basaba en poder explicarse sin que los tecnicismos fuesen un obstáculo.

    —Las personas se ponen muy imaginativas con sus medios para encontrar las grietas en los sistemas y por eso la constante actualización es vital. Hay que estudiar día, mañana y noche para parchar todas las posibles fracturas, incluso antes de que salgan a la luz, hay que anticiparse y siempre tener protocolos en caso de que el peor escenario ocurra, para ser capaces de contenerlo. Si algo falló debe haber una línea que seguir antes de sentarnos a preguntarnos por qué lo hizo y cómo podemos evitar que se repita —retomó algunos segundos más tarde y se permitió una sonrisa al aproximarse a la otra respuesta—. Diría que prefiero el de Seguridad Informática, sí. Por conocimiento especializado y experiencia, como pueden asumir, y por simple gusto directamente, con la cantidad de datos que existen en las bases, en la web en sí, creo que todos en general deberíamos ser más consciente de la importancia de velar por esos datos o entender lo que puede implicar que estén a libre disposición o que alguien accediera a ellos, en caso de que estén bajo resguardo. Con cantidades tan aberrantes de información, dependiendo de la naturaleza de esos datos, si son alcanzados por las personas incorrectas podría ponerse en riesgo la integridad de nuestros clientes y nadie quiere eso.

    Otra pausa, esta vez Victor esperó por alguna otra pregunta del grupo y cuando la mano que se alzó fue la del pelirrojo, asintió levemente con la cabeza, cediéndole el espacio. El chico había dejado las notas para poder mirarlo.

    —¿Cree que las generaciones más jóvenes comprenden mejor esta clase de riesgos tecnológicos? Sin dejar de lado las ventajas de la interconexión de datos y la facilidad de acceso a la información en el mundo actual.

    —Sí y no. No creo en la noción que tienen algunos de mi generación sobre que ustedes nacen y ya saben usar la tecnología y la comprenden, lo único que ha cambiado es el grado de exposición, la facilidad de acceso que mencionas y la velocidad a la que avanza el mundo. Se han adaptado, claro, ¿pero tienen otra opción? Si nacieran en una isla apartada donde un teléfono con decenas de aplicaciones no es necesario, ¿por qué sabrían usarlo? —Se permitió una risa liviana—. No importa si usan un teléfono inteligente catorce horas seguidas o scrollean en redes sociales desde que tienen diez años, para que comprendan los riesgos y las ventajas todas las generaciones, la suya, la mía y las siguientes y anteriores requieren de algo muy importante: alfabetización digital. Es la capacidad en la que cada individuo puede realizar tareas en ambientes digitales, incluye el uso de aparatos electrónicos, pero también la comprensión de lo que es el internet, la búsqueda de información, su análisis y uso, así como la creación de contenido. Si no tenemos un grado de alfabetización digital no importa si nos ponen por delante una computadora de la NASA con todas las funciones posibles y una velocidad bestial, para entender el peligro y las ventajas de algo, debes comprender ese algo al menos hasta cierto grado. Por eso, de hecho, para evitar los riesgos no se trata tanto de prohibiciones, si no de educación, la guía es mucho más valiosa que el castigo.

    Con la respuesta dada, nuevamente guardó silencio a la espera de la siguiente pregunta de los estudiantes. Aprovechó el pequeño intermedio para darle abrir la botella de agua y darle un trago.


    todo tranca palanca, no pasa nada, aprovecho para colar también una pregunta
     
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    Gigi Blanche

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    Una vez la entrevista dio inicio, su contenido me permitió poner el foco de atención en algo más que la consciencia espacial y las dudas al fondo de mi mente. El discurso de Haumann era claro y elocuente, profundizó en problemáticas concretas sin caer en tecnicismos fuera de nuestro alcance y nos brindó un panorama fresco e inteligente de la actualidad del desarrollo de software.

    Alfabetización digital. Era la primera vez que oía ese término. Me quedé dándole algunas vueltas, revolviendo los recuerdos distantes de Osaka, de los teléfonos sonando en hilera y las reuniones que oía a la pasada a través de la puerta. Las conferencias de prensa, los eventos oficiales y los flashes de las cámaras. La imagen regia y elegante de mi padre encima de un estrado, el perfil orgulloso de mi madre.

    Haumann tenía razón. Consumíamos productos sin detenernos en los riesgos, aceptábamos toneladas de términos y condiciones sin siquiera leerlos y dejábamos una inmensa, absurda cantidad de rastros en nuestros movimientos virtuales. Información, información y más información que, en el escenario amable, los cabrones le vendían a las empresas para alimentar sus algoritmos. Hasta la decisión tan inocente de navegar internet conectados a la red escolar podía exponernos en formas que siquiera imaginábamos.

    —Tengo entendido que uno de los mayores problemas actuales es el sacrificio de la seguridad en pos de la eficacia —introduje, sin molestarme en levantar la mano o buscar permiso de mis compañeros antes de hablar; la verdad, no me di cuenta de hacerlo—. Por eso, los productos de consumo masivo suelen ser, paradójicamente, los más inseguros. Si tuviera que darle algunas recomendaciones de protección y seguridad hoy en día a los usuarios promedio de tecnología, como podría ser el caso de nosotros, ¿cuáles serían?


    we estoy en mi salsa
     
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