Sala de entrevistas

Tema en 'Primera planta' iniciado por Gigi Blanche, 6 Enero 2024.

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    Zireael

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    En algún punto de la mañana me intercambié unos mensajes con tío Vic, fue un recordatorio amable de que nos veíamos más tarde y que luego le avisaba dónde debía llegar, porque quería revisar si la sala de entrevistas iba a estar desocupada. Más o menos media hora después de eso noté a Cayden pedir permiso para salir y unos minutos después me escribió por mensajes que estaría en la enfermería, pero se reuniría con el grupo como correspondía. Dudé, pero le pregunté si estaba bien y si no prefería quedarse descansado, pero me dijo que no me preocupara, que estaría con nosotros. Me preguntó dónde nos reuniríamos finalmente, supuse que para estar enterado y para pasar el teléfono escacharrado, le dije que le avisaba apenas el receso empezara.

    Para cuando la campana saqué un cuaderno junto un bolígrafo, también el monedero y bajé un poco a las prisas. Caminé hasta la sala de entrevistas y me aseguré no estuviera reservada ni nada, al confirmarlo dejé el cuaderno en la mesa y abandoné la sala, medio correteé a la expendedora de abajo y allí compré una botella de agua para tío Vic antes de avisarle a tío Vic, Yuta y Cayden dónde estaríamos, a sabiendas de que él le pasaría la información a Haruhiko como había hecho hasta ahora.

    Con eso listo, dudé un momento, pero opté también por comprar una caja de jugo para cada uno de nosotros, lo que me pareció más neutral fue la manzana, así que pillé todos de lo mismo. ¿Tuve que hacer malabares porque me faltaban manos? Un poco. ¿Importaba? No realmente. Volví sobre mis pasos, con las cajitas apiladas de a dos en cada mano y la botella bajo el brazo, me topé a Cayden en el pasillo de la primera planta y me miró como si tuviese monos en la cara.

    —Podías haberme dicho que bajara y te ayudara —dijo en un tono que se pareció bastante al de una reprimenda y me quitó dos de las cajas y la botella—. ¿No te gastaste el dinero de la semana además?

    —No quería molestarte. Mi tía me dio más dinero, supongo que porque se imaginó lo que haría —respondí un poco avergonzada mientras dejábamos todo en la mesa—. ¿Le avisaste a Sugawara-kun?

    I did.

    —¿Te sientes mejor?

    —Me dolía la cabeza porque tengo sueño, no me estoy muriendo —advirtió, luego lo oí respirar y me pareció que suavizó el tono a conciencia—. Me tomé una ibuprofeno y dormí un rato, gracias por preguntar.

    No fue un sí ni un no, pero supuse que seguía siendo una respuesta. Luego de que me senté lo vi escarbar en su bolsillo y al escuchar las monedas di un respingo, le dije que no tenía que pagarme, pero me respondió algo de que se suponía que era un trabajo en grupo de por sí y cuando me extendió el dinero de los jugos, completo, su mirada no me dejó espacio a negativas. Suspiré, lo acepté y le di las gracias, con el intercambio completó se sentó a mi lado y pescó una de las cajas de jugo solo para darle vueltas.


    Gigi Blanche invoco a los mushashos, luego aviento al tío ofcourse
     
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    Gigi Blanche

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    Con el mensaje de Vólkov me desperecé y salí al pasillo, aunque, a último momento, en vez de virar hacia las escaleras me fui para la 3-3. Podía hacer un dos por uno, saludar a Kaia y verle la carita a nuestro sunshine número uno. A ella no la encontré, así que mis planes se arruinaron y tuve que contentarme con el rayito de sol. Mientras caminábamos, Sugawara abrió la boca.

    —Tengo algo para darte.

    La sonrisa me estiró los labios y hablé muy bajo.

    —No me lo digas así, Yabo, que me emociono.

    —Hoy no puedo, y lo ideal es que sea un punto neutral —prosiguió, ignorándome por completo—. ¿Planeas salir estos días?

    —Hmm... El viernes, seguramente. No tengo nada planeado, pero no hay finde que me eche en casa.

    —Hijo del año —murmuró, vete a saber si en broma o como reclamo, y asintió apenas—. Vale. Hablamos el viernes, entonces.

    Hijo del año me decía justo a mí. A veces no sabía si este cabronazo era socialmente inadaptado o le encantaba decir las mierdas más inoportunas. Cerramos la conversación justo cuando tomaba el pomo de la puerta y me metía a la sala de entrevistas. Me desentendí del asunto, oí que Sugawara cerraba a mis espaldas y alterné la vista entre Vólkov y Dunn, ya ambos sentados. No creía que hubiésemos tardado y aún así llegamos de últimos, qué dura era la vida del irresponsable...

    —Lamento la tardanza —dije al aire bastante porque sí, me detuve junto a la mesa, al lado de ellos, y al sonreír también fruncí ligeramente el ceño. Saqué la mano del bolsillo para inspeccionar un zumo—. ¿Son para nosotros?

    Sugawara, por su parte, saludó a los dos con un movimiento de cabeza y se desenvolvió con cierta... no sabría cómo llamarle, ¿timidez? dentro de la sala. O tal vez fuera lisa y llana incomodidad. Sus decisiones parecían no ser tan rígidas o firmes cuando lo arrancabas de los ámbitos donde habituaba existir. Se quedó de pie un instante, mapeó el espacio y se hizo de una silla para ubicarla junto a la de Dunn.
     
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    Un par de segundos después sentí el móvil vibrar en el bolsillo, lo saqué pensando que quizás fuese Hattori, pero era Vero y nos intercambiamos algunos mensajes, en el mismo espacio de tiempo Cayden dejó el jugo quieto para revisar el móvil un instante, pero nada más. Cuando yo estaba por guardar el aparato me cayó un mensaje de mi tío, que estaba bajando del coche, y le reaccioné con una manita.

    —¿Le dejaste galletas a Verónica? —preguntó Cay de la nada, luego de hacerme creer que no diría una palabra.

    —¿Yo? No, habría tenido que pedir ayuda para eso. Kakeru es el amigo del horno.

    Él hizo un sonido que sonó a afirmación, no dijo nada más y noté que empezaba a traquetear la pierna, el tic fue aumentando de intensidad con el paso del tiempo y se congeló de golpe un instante antes de que la puerta se abriera. Ambos giramos el rostro hacia la entrada, Yuta había abierto y Haruhiko había cerrado, pero esperé a poder verlos a ambos para dedicarles una sonrisa independientemente de que el segundo fuese tan serio y su saludo fuese un movimiento de cabeza.

    —No pasa nada, les avisamos cuando ya estábamos aquí abajo —respondí aunque posiblemente la demora no le quitara el sueño a nadie en verdad.

    —Jezebel los compró para nosotros.

    Cayden habló casi encima del asentimiento que hice con la cabeza, no me dio tiempo a decir siquiera que los habíamos comprado ambos en vistas de que me había dado el dinero, pero me guardé la corrección porque supuse que lo prefería así dado el caso. De la manera que fuese, lo vi deslizar el jugo que antes había tenido en las manos hacia Sugawara, que se había acomodado a su lado. El movimiento de su pierna se había reiniciado, pero desconectó el cuerpo de la mesa para no proyectarlo a toda la superficie.

    —Perdón si a alguno no le gusta la manzana, eso sí —apañé entonces alcanzándole otra caja aunque había mantenido la vista en Yuta.

    Desvié la mirada cuando tocaron la puerta, como no podía ser nadie más le indiqué que pasara y tío Vic ingresó a la sala, cerrando la puerta tras de sí como habían hecho los muchachos. Se aproximó con calma por un costado de Hattori de forma que pudo mirarnos a cada uno, con una sonrisa modesta, e hizo una inclinación ligera que debió valer de reverencia informal.

    —Disculpen si los hice esperar, muchachos. Soy Haumann, Victor, ¿con quiénes tengo finalmente el placer?

    Me estiré con cuidado para recuperar la libreta y el bolígrafo que había dejado en la mesa antes de ir por las bebidas, dándole espacio a los muchachos para presentarse. Cayden me quitó el cuaderno con delicadeza murmurando un "Yo tomo las notas" bastante quedo y deslicé la vista a las sillas libres, esperando que nadie se nos quedara de pie. Tío Vic preguntó por la botella de agua con la mirada, le contesté que era suya y la tomó para finalmente acomodarse en una de las sillas vacías frente a nosotros.


    como somos los power rangers -1 (???) tiene sentido que The Introverts and The White Lights hagan una pregunta cada uno y la quinta la podemos calzar cualquiera de las dos, no problem

    el outfit del don cuz es tradición
     
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    Verle la cara a Dunn dentro de la sala me envió de regreso al... incidente en la piscina del día anterior, reproduje con claridad la tensión que había palpado en el ambiente y supuse que el chiquillo seguía pareciendo un manojo de nervios andante. El imbécil amigo de Hodges había nombrado a Sasha frente a Shimizu y eso, de alguna forma, había conectado hasta Cayden. El comentario fue una sentencia, la guinda del postre, y no tuve que quedarme a presenciar las consecuencias para imaginarlas. A veces sentía que toda esta gente iba por la escuela lanzándose dardos cuando quizá deberían apuntarlos hacia mí, pero no podían hacerlo. No podían porque no tenían idea.

    Y estaba bien con ello.

    Pierce se había comido casi una sobredosis, en mi cajón aún guardaba el phone charm de Hiradaira, Sugino obedecía a Frank y el albino de aquí, Hattori, nos había vendido al padre de Arata con patatas. La maraña de hilos comenzaba a presentarse tan compleja y tan densa que de a ratos desistía de entenderla. Una cosa tenía clara, sin embargo: en el vórtice de la telaraña seguíamos apareciendo nosotros.

    Y eso era tan poderoso como imperdonable.

    Me dejé caer en la silla y disipé mis pensamientos cuando surgió el tema de los jugos. Dunn deslizó uno hacia mí y lo tomé con el ceño ligeramente fruncido, como si fuese un elemento extraño.

    —Anda, no tenías qué... —respondió Yuta, en un arranque de modestia, pero bien que agarró un zumo sin más—. Gracias, Vólkov.

    —Sí, gracias —agregué, aprovechando la apertura.

    ¿Se suponía que me pusiera a beber? Lo sentía extraño. Estaba mirando el cartón cuando llamaron a la puerta y apareció nuestro supuesto entrevistado. Repetí el movimiento de cabeza para saludarlo y Yuta apoyó las caderas en la mesa detrás suyo, cruzando los brazos en una postura relajada. El hombre se presentó, pidió nuestros nombres y con Hattori nos miramos entre sí, también a Vólkov y Dunn. Eventualmente fue Yuta quien abrió la boca.

    —Hattori, Yuta. Sugawara, Haruhiko y Dunn, Cayden —nos presentó, señalándolos uno a uno, y se echó encima una sonrisa cortés y afable; no podía creer lo que veía—. Apuesto que sabe el nombre de su sobrina, ¿verdad? Gracias por venir, señor Haumann.

    La broma la había acompañado de una risa modesta, sonó por completo inofensiva y yo me seguí tragando la gracia. No vi que nadie pusiera su móvil sobre la mesa, así que saqué el mío y activé la grabadora.

    —¿Le parece iniciar diciéndonos su nombre, edad y profesión, señor? —agregó Hattori.
     
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    Bien podría haberle enviado a Vólkov un par de preguntas y mandar esto a tomar por culo, ¿cierto? ¿Quién iba a juzgarme en realidad e incluso si lo hacían qué importaba? No solía dolerme la cabeza con frecuencia y ahora, entre la falta de sueño y la tensión, era el equivalente de tener un bombo dentro del cerebro. No había que tener muchas luces para comprender la clara señal de que no quería estar aquí, pero tampoco podía ser tan parasitario.

    No podía mandar todo a la mierda cada vez que a Shimizu le daba por llevarme puesto.

    El tiempo se comprimió, poniéndome más nervioso de lo que ya me sentía temprano, y solo me di cuenta del traqueteo de la pierna cuando vi el movimiento del pomo de la puerta y lo pausé a conciencia. Respondí a los saludos de forma sutil, el movimiento ansioso se reinició cuando noté que Haru deslizaba la silla para acomodarse junto a mí y moví el jugo que había tenido en las manos en su dirección. Interrumpí a Jezebel antes de que abriera la boca y la niña, bueno, se siguió desenvolviendo con relativa fluidez, como Hattori.

    —No es nada —escuché que respondía a los agradecimientos y luego pareció unir neuronas—, se los pueden llevar para después si prefieren.

    Había deslizado otra caja hacia mí, la miré como si fuese la cosa más interesante del planeta y entonces llegó el famoso tío, pero yo seguía trepando por las paredes mentalmente, ni siquiera podía hilar un pensamiento en sí. Solo me sentía incómodo, cansado y molesto, lo que se parecía demasiado a un berrinche de un mocoso de cuatro años para mi gusto. Uno para el que no tenía derecho alguno y eso solo lo empeoraba, era como cuando se te caía un plato que habías puesto a la pura orilla de la encimera, ¿qué esperabas acaso? ¿Qué el condenado flotara? Obviamente iba a caerse.

    Habría sido el acabose saber que estaba preocupándome por la cosa que debía importar menos en todo el listado que tenían estos cabrones, sentados aquí en al escuela como si nada, pero algo de ignorancia existía todavía y quizás debía dar gracias, Arata, yo y todos en general. Aunque quizás acabáramos matándonos entre nosotros, claro, pero todo éramos daño colateral al final del día. Sasha, Anna, Arata, yo y solo Dios sabría cuántos más.

    Demasiados para que pasara por coincidencia, sin duda.

    Le quité el cuaderno y el bolígrafo a la chica, me lo apoyé en el regazo para no proyectar el traqueteo por toda la mesa y alcé la vista cuando escuché a Hattori presentarnos, para saludar al hombre. No se parecía en nada a Jezebel, no había ni un rasgo distante en ellos, así que asumí que debía ser un tío político y no de sangre. Como fuese, abrí el cuaderno ajeno, busqué una página en blanco y noté que Jez estiraba una mano para darme un toque en la pierna, haciendo que detuviera el movimiento. Me tragué la disculpa automática.




    Haumann atendió a la presentación por parte de Yuta con atención, mirando a cada uno de los muchachos, su sobrina incluida, con bastante tranquilidad y se permitió mantener la sonrisa serena en el rostro. Ya la chica le había comentado que un par de sus compañeros eran más callados, así que la sorpresa no se la llevó y mantuvo la atención en el grupo sin detenerse de sobra en detalles individuales. Tomó asiento luego de hacerse con la botella de agua y se permitió una risa por la broma inofensiva.

    —A veces lo olvido, pobrecilla —respondió porque sí en un tono similar y la chica frunció el ceño, pero él solo le sonrió—. Les agradezco a ustedes por elegirme para su proyecto. Me alegra poder serles de ayuda.

    El hombre notó el movimiento de Sugawara al dejar el móvil sobre la mesa, comenzando la grabación y al asentir lo hizo por la solicitud de Hattori.

    —Mi nombre es Victor Haumann —dijo alterando el orden—. Tengo cuarenta años y soy profesional en Ciencias de la Computación, con los años terminé especializándome en Ciberseguridad.

    —Podría darnos algo más de contexto sobre el trabajo que realiza en esa rama —interrumpió Jezebel, no fue una pregunta como tal.

    —Actualmente trabajo para una compañía de TIC que surgió en Estados Unidos y finalmente migró a Japón, centrada en los bancos de datos específicamente. Suelen intercambiarme entre dos departamentos el de Desarrollo y Mantenimiento de Aplicaciones y el de Seguridad Informática.
     
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    Haumann efectuó la introducción estándar frente a la grabadora de Sugawara y las notas que, asumí, Dunn estaría tomando. A decir verdad no sabía ni entendía un coño del ámbito donde se desempeñaba, la tecnología nunca había sido uno de mis fuertes ni mis intereses, por lo que la respuesta amplia no me ayudó a arrojar luz en ninguna dirección. ¿Debería haber hecho algo de investigación previa? Probablemente, pero nunca había sido un estudiante ejemplar.

    —Dice que lo intercambian entre dos departamentos —retomé, tomando la iniciativa pues porque sí—. ¿Cuáles diría que son los desafíos más grandes de cada ámbito? ¿Prefiere desempeñarse en el de Seguridad Informática?

    Lo supuse sólo porque había hablado de su especialización en Ciberseguridad, pero quién sabe.


    perdón che, postergué esto con la idea de hacer algo de research para la pregunta de Haru pero al final lo terminé procrastinando jsjs así que mejor suelto la pregunta de Yuta y no nos sigo atrasando innecesariamente
     
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    Zireael

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    Con todas las formalidades establecidas, desde la presentación hasta la grabadora y las notas, la entrevista comenzó. Quien tomó la iniciativa fue Hattori, que la mantuvo dentro del área profesional y los departamentos ya mencionados. El tío de Vólkox se tomó unos instantes para ordenar su respuesta antes de comenzar a hablar.

    —En el caso de desarrollo y mantenimiento, diría que lo más complicado es adaptarse al feedback que recibimos de las personas usuarias. Incluso con el avance actual de la tecnología debemos jugar con lo posible y lo que la persona usuaria quiere o espera del rendimiento de los sistemas, las interfaces de las bases actuales que dejaron de ser físicas para albergarse en la nube y ese tipo de cosas, lo que se quisiera puede escapar a las posibilidades tecnológicas o presupuestarias, así que muchas veces es necesario hacer balances. Se supone que el cliente tiene la razón, pues no siempre, por algo acuden a nosotros —explicó el hombre con calma, intercambiando su vista entre los presentes a pesar de que la pregunta la había hecho Yuta—. A las personas a veces se les olvida que los bancos de datos no son solo cajas mágicas donde apiñas todo y lo dejas ahí de cualquier manera; requieren orden, comandos, escalas y protección. La información sin orden es inútil y las cajas ordenadas al acceso de cualquiera son un riesgo. Podría decir que un desafío compartido en todos los ámbitos, no solo en los dos que suelo trabajar, es justamente pretender ser preventivos, adaptables, creativos y correctivos. Se requiere flexibilidad y rigidez al mismo tiempo.

    Haumann tomó una breve pausa antes de continuar, ordenando ideas de nuevo. Habían nociones que seguro a un grupo de estudiantes de instituto no le interesarían demasiado e incluso si les interesaban, una parte vital de todo intercambio se basaba en poder explicarse sin que los tecnicismos fuesen un obstáculo.

    —Las personas se ponen muy imaginativas con sus medios para encontrar las grietas en los sistemas y por eso la constante actualización es vital. Hay que estudiar día, mañana y noche para parchar todas las posibles fracturas, incluso antes de que salgan a la luz, hay que anticiparse y siempre tener protocolos en caso de que el peor escenario ocurra, para ser capaces de contenerlo. Si algo falló debe haber una línea que seguir antes de sentarnos a preguntarnos por qué lo hizo y cómo podemos evitar que se repita —retomó algunos segundos más tarde y se permitió una sonrisa al aproximarse a la otra respuesta—. Diría que prefiero el de Seguridad Informática, sí. Por conocimiento especializado y experiencia, como pueden asumir, y por simple gusto directamente, con la cantidad de datos que existen en las bases, en la web en sí, creo que todos en general deberíamos ser más consciente de la importancia de velar por esos datos o entender lo que puede implicar que estén a libre disposición o que alguien accediera a ellos, en caso de que estén bajo resguardo. Con cantidades tan aberrantes de información, dependiendo de la naturaleza de esos datos, si son alcanzados por las personas incorrectas podría ponerse en riesgo la integridad de nuestros clientes y nadie quiere eso.

    Otra pausa, esta vez Victor esperó por alguna otra pregunta del grupo y cuando la mano que se alzó fue la del pelirrojo, asintió levemente con la cabeza, cediéndole el espacio. El chico había dejado las notas para poder mirarlo.

    —¿Cree que las generaciones más jóvenes comprenden mejor esta clase de riesgos tecnológicos? Sin dejar de lado las ventajas de la interconexión de datos y la facilidad de acceso a la información en el mundo actual.

    —Sí y no. No creo en la noción que tienen algunos de mi generación sobre que ustedes nacen y ya saben usar la tecnología y la comprenden, lo único que ha cambiado es el grado de exposición, la facilidad de acceso que mencionas y la velocidad a la que avanza el mundo. Se han adaptado, claro, ¿pero tienen otra opción? Si nacieran en una isla apartada donde un teléfono con decenas de aplicaciones no es necesario, ¿por qué sabrían usarlo? —Se permitió una risa liviana—. No importa si usan un teléfono inteligente catorce horas seguidas o scrollean en redes sociales desde que tienen diez años, para que comprendan los riesgos y las ventajas todas las generaciones, la suya, la mía y las siguientes y anteriores requieren de algo muy importante: alfabetización digital. Es la capacidad en la que cada individuo puede realizar tareas en ambientes digitales, incluye el uso de aparatos electrónicos, pero también la comprensión de lo que es el internet, la búsqueda de información, su análisis y uso, así como la creación de contenido. Si no tenemos un grado de alfabetización digital no importa si nos ponen por delante una computadora de la NASA con todas las funciones posibles y una velocidad bestial, para entender el peligro y las ventajas de algo, debes comprender ese algo al menos hasta cierto grado. Por eso, de hecho, para evitar los riesgos no se trata tanto de prohibiciones, si no de educación, la guía es mucho más valiosa que el castigo.

    Con la respuesta dada, nuevamente guardó silencio a la espera de la siguiente pregunta de los estudiantes. Aprovechó el pequeño intermedio para darle abrir la botella de agua y darle un trago.


    todo tranca palanca, no pasa nada, aprovecho para colar también una pregunta
     
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    Gigi Blanche

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    Una vez la entrevista dio inicio, su contenido me permitió poner el foco de atención en algo más que la consciencia espacial y las dudas al fondo de mi mente. El discurso de Haumann era claro y elocuente, profundizó en problemáticas concretas sin caer en tecnicismos fuera de nuestro alcance y nos brindó un panorama fresco e inteligente de la actualidad del desarrollo de software.

    Alfabetización digital. Era la primera vez que oía ese término. Me quedé dándole algunas vueltas, revolviendo los recuerdos distantes de Osaka, de los teléfonos sonando en hilera y las reuniones que oía a la pasada a través de la puerta. Las conferencias de prensa, los eventos oficiales y los flashes de las cámaras. La imagen regia y elegante de mi padre encima de un estrado, el perfil orgulloso de mi madre.

    Haumann tenía razón. Consumíamos productos sin detenernos en los riesgos, aceptábamos toneladas de términos y condiciones sin siquiera leerlos y dejábamos una inmensa, absurda cantidad de rastros en nuestros movimientos virtuales. Información, información y más información que, en el escenario amable, los cabrones le vendían a las empresas para alimentar sus algoritmos. Hasta la decisión tan inocente de navegar internet conectados a la red escolar podía exponernos en formas que siquiera imaginábamos.

    —Tengo entendido que uno de los mayores problemas actuales es el sacrificio de la seguridad en pos de la eficacia —introduje, sin molestarme en levantar la mano o buscar permiso de mis compañeros antes de hablar; la verdad, no me di cuenta de hacerlo—. Por eso, los productos de consumo masivo suelen ser, paradójicamente, los más inseguros. Si tuviera que darle algunas recomendaciones de protección y seguridad hoy en día a los usuarios promedio de tecnología, como podría ser el caso de nosotros, ¿cuáles serían?


    we estoy en mi salsa
     
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    A pesar de la conciencia de que era poco probable que a los jóvenes les interesara realmente escucharlo parlotear, se notaba que Haumann lo hacía con gusto por su profesión. El grupo se dividía de una forma un poco curiosa, era claro para él, pero estaba habituado a los diferencias en los grupos justamente porque Erik Sonnen lo tenía de un lado para el otro, casi como un mandadero. Cuando fue Haruhiko el siguiente en tomar la palabra, lo miró y atendió con cuidado a la formulación que hizo, asintiendo levemente ante la mención del sacrificio de la seguridad en pos de la eficacia.

    —Son pocos los que leen lo que aceptan —dijo apenas el muchacho terminó de amarrar sus ideas con la pregunta correspondiente y se permitió una risa algo resignada—. Puede que suene demasiado sencillo, pero cuando te saltan los términos y condiciones tomar cinco minutos de vida para leer lo que establecen no es descabellado. Sin embargo, la seguridad también se sacrifica en pos de la inmediatez, habitamos una versión del mundo donde todo debe ocurrir ya y allí algo de eficacia también acaba cayendo, es como cuando te saltas el tutorial de un videojuego o te pones a jugar uno de estos que no te dan ningún tipo de indicación previa, en algún punto la experiencia se vuelve peor de lo que está diseñada a ser, porque no ves progreso inmediato aunque el aprendizaje esté ocurriendo. Si ya se saltaron los contratos correspondientes… volvemos a la alfabetización, supongo, comprender qué están usando, consumiendo y publicando es muy importante. La conciencia espacial, saber qué va a pasar si hacemos algo o si otros lo hacen, es un gran don que en el mundo digital a veces se pierde. Recuerden que la información que entra en la red, incluso si es difícil de encontrar, siempre deja un rastro y hay sabuesos maravillosos sueltos. Si no quieren que algo sea visto, que corra el riesgo de ser alcanzado, entonces quizás lo mejor sería que no existiera del todo en el espacio digital, al menos en la medida de lo posible. La separación de lo privado y lo público me parece que se desdibuja demasiado conforme la tecnología evoluciona y nos exige más. Ponerse límites propios es una práctica bastante sana.

    El hombre guardó silencio un momento, no porque hubiese terminado, fue evidente que estaba tratando de darle forma a algo que tenía en la mente. Le tomó algo más de tiempo que sus otras respuestas, pero finalmente arribó a una conclusión.

    —En síntesis, leer lo que a fin de cuentas son términos legales, reflexionar sobre el uso que harán de los dispositivos o aplicaciones y no olvidar que toda acción tiene una consecuencia, que siempre deja un rastro, ser celosos con su información no es ningún pecado. Además, si hay cosas que no entienden lo mejor es que se eduquen antes de solo aceptarlas y ya, reconocer que no saben algo tampoco es malo.

    Cuando terminó volvió la mirada a Sugawara luego de haber repartido su atención en los demás, pues notó que había hablado sin buscar un permiso explícito y pensó que quizás pudiese ser el caso de nuevo, por lo que no quería pasarlo por alto sin querer. Con todo, la mano que se alzó con algo más de ímpetu que la segunda fue la de su sobrina. La muchacha parecía haberle dado forma a su pregunta de repente, luego de oírlo un rato, y él le dedicó una sonrisa algo más amplia seguro de forma inconsciente.

    —¿Qué habilidades o competencias considera que debería tener una persona que le interese estudiar una carrera relacionada con las tecnologías de la información y la comunicación?

    —Diría que reconocer un interés que vaya más allá del simple uso de los aparatos tecnológicos y saberse capaces de hacer uso de la tecnología para resolver problemas en el día a día de forma eficiente. Quizás visto desde fuera o desde el imaginario social se espera de los profesionales en esta área cierta rigidez, pues porque a fin de cuentas no somos graduados en Humanidades ni Artes, pero no creo que eso refleje la verdad de ninguna profesión en su totalidad, solo casos aislados. Flexibilidad, gran capacidad de aprendizaje y de innovación son necesarias, pues así como las personas los aparatos tecnológicos y el mundo digital no dejan de evolucionar con cada minuto que pasa. Habitamos una red tejida por millones de arañas a la vez.


    seguro mi profe de comunicación de masas jamás soñó para lo que usaría seis meses de referencias bibliográficas, im loving it JAJAJ

    dejo espacio por si los muchachos quisieran preguntar más cositas, si por alguna razón no fuese el caso yo relleno luego
     
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    Al final este proyecto no había resultado ser tan tedioso, o quizá fuera que habíamos tenido suerte con el entrevistado elegido. Aún si varias cosas se me escapaban, fui siguiendo el hilo de la entrevista y disimulé mi diversión al notar el repentino interés que Sugawara había demostrado. No por caer en estereotipos, que era literalmente lo que Haumann acababa de destacar, pero como que le pegaba, ¿no? El moreno tenía toda su atención absorbida en el adulto y fue asintiendo conforme éste cerraba sus ideas.

    —Es un estereotipo contra el que se empieza a luchar —agregó—. Aún siendo verdad que requiere cierto nivel de análisis lógico y de abstracción mental, sólo los genios seguirían siendo genios encerrados en su sótano. El intercambio, la creación de redes de apoyo y el trabajo en equipo son tan fundamentales como en cualquier otra área profesional.

    Había que verlo, hablando con palabras tan bonitas y luego ladrándole hasta a los árboles. Pero bueno, suponía que, incluso dentro de su rigidez, él también comprendía de eso. Casi nada en su trabajo le permitía aislarse del grupo, las decisiones debían tomarse en conjunto y la negociación era constante.

    —Para distender un poco hacia el final de la entrevista... —propuse, llamando así la atención del resto, y miré a Haumann—. ¿Cómo llegó a la decisión de dedicarse a esto? ¿Fue un interés que siempre tuvo o que cultivó de alguna forma específica?


    no tienes que rolearlo, ofc, si quieres puedes agregar la respuesta directamente en la transcripción y ya ta. Then again, lamento la demora y los inconvenientes ocasionados :(
     
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    Zireael

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    El agregado de Haruhiko hizo que la sonrisa de Haumann se ampliara, reflejando clara satisfacción, y el motivo era tan natural que casi parecía corriente. A cualquiera le agradaba percibir el interés de otro sobre algo que lo cautivaba, era parte de las relaciones sociales y él, entre todos informáticos que podrían cumplir con el estereotipo o no, nunca lo olvidaba. El moreno podía ser serio que daba gusto, pero el interés se demostraba de muchas maneras, ¿no?

    —Por algo los enfoques cognitivos comenzaron a tomar terminologías de los sistemas informáticos —reflexionó—, no hay mucho que funcione en soledad. Las interconexiones de las redes son poderosas y necesarias.

    De todas maneras, cuando Yuta apuntó a ir dándole cierre al espacio regresó la atención al grupo y recibió la pregunta del muchacho.

    —Diría que sentí más interés en el campo de estudio con el estallido del internet como lo conocemos, cuando surge la World Wide Web básicamente. Noventas, principios del dos mil cuando todavía temían el Y2K porque la gente temía qué pasaría con la data que solo se almacenaba a los años empezados con diecinueve, en fin, las catástrofes que siempre piensa la gente. Antes de eso no detecto demasiado interés previo, algún gusto particular ni nada. Cuando entré a la universidad ingresé a la carrera de Física, pero sentí que no me llenaba... que tal vez, bueno, no quería estudiar los componentes del universo y rebanarme el cerebro en el proceso. Era abrumador. —Decirlo de aquella forma lo hizo soltar una risa nasal—. Y entonces un universo distinto surgió, uno que me interesaba más porque de repente unía a un montón de personas y componentes a los que incluso comenzamos a darles las mismas facultades que a los humanos, tomé el riesgo de hacer el cambio de carrera y me gustó.

    >>Conforme los años avanzaron se aceleró la expansión de dicho universo y fue allí que comprendí que cuando un árbol esparce sus raíces y ramas a tal velocidad también resulta peligroso, para sí mismo y para sus vecinos más próximos. Una preocupación por los límites de algo en apariencia carente de ellos fue lo que me hizo comenzar a enfocarme en la ciberseguridad, quizás no podamos eliminar los riesgos, pero podemos crear planes de contingencia y al final puede que la vida se base en algo tan aparentemente simple como eso. Así terminé dedicándole el resto de mi vida.

    La respuesta que dio fue, quizás, la más personal de todas y justo por eso colocó sobre la mesa una posibilidad extra: la de cambiar los planes. Si algo no daba los resultados esperados, si no servía a un significado o propósito personal, ¿qué podía detenerlos de cerrar esa puerta y buscar otra? Si existía la posibilidad, no había que aceptar nada solo porque sí.

    En su defecto, el tiempo apremiaba y el hombre cayó en cuenta al echarle un vistazo al reloj en su muñeca.

    —Con eso podemos dar por terminada la entrevista. Les vuelvo a agradecer por haberte tenido en cuenta y por sus preguntas, jóvenes —resolvió con sinceridad, sonriéndole al grupo de nuevas cuentas—. Espero que les vaya bien con el proyecto y que tengan buen día. Cualquier cosa si tuvieran alguna duda puntual, pueden hacérmela llegar con Jez sin problema.

    Con eso dicho, Haumann se levantó de la silla, volvió a agradecerle al grupo y se retiró.


    Tenía tiempillo ahora y mandé post cuz why not. Anyways, no pasa nada really <3
     
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    Zireael

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    —Imagina ser Tora y tener semejante suerte. Muchos matarían por menos —contesté a lo de besarlo lo dos y tampoco le di real importancia.

    Tenía enorme privilegio de molestar a Sakai sin una sola consecuencia, si me pintaba vestirlo de payaso quizás pudiera hacerlo luego de oírlo quejarse dos horas, pero la lógica era la misma. Sabía que con el resto de personas no tenía el mismo grado de paciencia, así que me aprovechaba un poco de eso cuando quería o me parecía necesario. ¿Era necesario molestar al Bello Durmiente? Pues obvio.

    La ayudé con los vasos mientras me contestaba lo de los vicios y me reí, pues era una historia tan vieja como la humanidad misma. Existían los bares, los camellos, las máquinas de cigarros y tantas otras mierdas que sacaban provecho de los vicios, de las debilidades y excesos humanos, que si nos poníamos a contar seguro no acabábamos nunca.

    —Te aconsejo no darle esa idea al policía —apañé a su comentario, divertido—. Quisiera poder vivir sin decir que me arrestaron a los diecinueve.

    Usé parte de mi atención en no ir a tirar el contenido de los vasos, aunque recibí la breve mirada de Sasha y esperé, tranquilo, por lo que fuese a decirme. Al final resultó que se fue volando porque habían operado a un amigo suyo de urgencia, me pregunté qué tenía que ver eso con ella, quería decir, por lo general la gente que salía corriendo eran los que contactaban primero y eso no solía incluir a las amistades con tanta frecuencia. A uno le avisaban los padres de Fulanito cuando ya estaba afuera, lo decía porque aunque no habían operaciones, sí que conocía las mecánicas hospitalarias con algo más de precisión de la que me gustaría.

    Recibí la sonrisa de Sasha, la reflejé y asentí levemente cuando me dijo que había ido bien. Tampoco era que tuviera de dónde sacar más información, pero pues si decía que había ido bien, así era y al menos me tranquilizaba que ella estuviera bien, quería decir, que la emergencia como tal no hubiese tenido un resultado peor.

    —Me alegra que fuese bien. Espero que su recuperación ocurra según lo esperado —contesté con sinceridad, manteniendo la sonrisa—. Los hospitales son cárceles demasiado limpias.

    La segunda parte del comentario se me salió, no la pensé mucho y al darme cuenta negué suavemente con la cabeza, disculpándome por la indiscreción. Al avanzar por el pasillo noté que la puerta de la sala seguía abierta, así que me adelanté unos pasos para ver si nuestro invitado de honor ya había logrado navegar la tormenta hasta aquí, aunque Ilana saltó de una silla y se acercó para ayudarme con los vasos.

    —Muchas gracias —dijo tanto para Sasha como para mí, dejando los vasos que me había quitado en la mesa—. No me gustan las reuniones tan serias, tomar algo calentito le quita algo de peso.

    Fue allí que le puse atención a la silueta alta que se estaba quitando la chaqueta de encima al fondo de la sala, pensando en dónde diablos ponerla, al final la dejó sobre el respaldo de una silla y en ese momento noté la placa de la policía, con la insignia Asahikage, rebotar contra su pecho sostenida por una cadena. El tipo era alto, bastante de hecho, y cuando se giró para recibirnos noté que compartía el color de ojos con su hija, aunque su cabello era más bien castaño.

    —¿Café? —dijo al mirar los vasos y suspiró casi con alivio, lucía cansado, pero se permitió una sonrisa—. Es muy atento de su parte, gracias.

    —Ah, papá. Ella es Sasha y él Rowan, mis compañeros. —Nos presentó ella, sonriente—. Y este es mi padre, Nathan.


     
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    Gigi Blanche

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    Era gracioso bromear con Rowan, la verdad, y conforme pasábamos tiempo juntos me quedaba cada vez más contenta de haberlo conocido, así hubiese sido a través de un plan tan vago como sospechoso. Dejando la relación de negocios a un lado, era un muchacho agradable y con el que fluía bien. Podíamos ponernos a echarnos flores encima y creernos la última Coca Cola del desierto sin pensarlo realmente, y en esa libertad y aparente indiferencia me sentía cómoda. Sakai también era más easygoing de lo que había creído en un principio; quizá sólo fuera porque Rowan hacía de mediador entre las partes, pero en definitiva conocerlos había resultado en una grata sorpresa.

    Bromeamos con el indiscutible privilegio de nuestros besos y luego, en la cafetería, Rowan jaló de lo que ya Torahiko había destacado: la ironía de que precisamente nosotros estuviésemos muy panchos a punto de entrevistar a un policía local.

    —¿Cuál idea? —repliqué, juntando los hombros y afianzando la carita de niña buena por la gracia del chiste—. Pero ¿no nos ves, Rowie? Que tú y yo no matamos ni una mosca, eh. Impensado, imposible.

    Más tarde surgió el tema de Suiren, cosa que abordé sin dar nombres ni detalles por obvias razones, y la respuesta de Rowan se escapó de lo convencional hacia el final. Pareció ser un desliz, pues la contrariedad se reflejó en su semblante y lo miré al menear la cabeza. Fue fugaz, pensé en las veces que él había estado indispuesto o ausente de las clases, y me pregunté si quizá tuviera alguna condición de base, una que lo forzaba a frecuentar los hospitales más veces de lo que cualquiera desearía. Me pregunté, también, si le debía una porción de honestidad a cambio de la suya.

    —Demasiado limpias, la verdad —convine, conservando la ligereza en mi tono pero a su vez permitiéndome verbalizarlo—. El olor a hospital no me gusta nada, pero de vez en cuando hay que seguir yendo y toca apechugar. No queda de otra.

    Alcanzar la sala de entrevistas nos corrió de ese tema de conversación. Adentro estaba Ilana y su padre, quien parecía haber acabado de llegar pues aún no dejaba su chaqueta. Fue gracioso pensar que éramos cuatro extranjeros reunidos por cosas del destino en medio de Japón y dejé los vasos sobre la mesa junto a la chica.

    —Nos viene bien a todos —comenté tras la apreciación del hombre, a quien Ilana presentó como Nathan, y sin darme cuenta moví la cabeza en una breve reverencia japonesa—. Gracias por venir hasta aquí y ayudarnos con el proyecto, señor Rockefeller. ¿Les parece si vamos arrancando?

    Me acomodé en una de las sillas que rodeaban el escritorio, pillé el cuaderno y el bolígrafo que había dejado antes de bajar a la cafetería y me crucé de piernas, preparándome para empezar a tomar notas.

    —¿Podría realizarnos una breve introducción con su nombre, edad y profesión? —pedí con suma cortesía, terminando de escribir algo para buscar sus ojos y sonreír—. ¿Cómo llegó a desempeñar el cargo que ahora tiene?
     
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    Zireael

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    Negocios de dudosa moral o no, al final la tontería que había soltado durante la primera convocatoria en la azotea, la de si podíamos ser amigos, no era mentira. Me gustaba conectar con las personas, además de que tenía facilidad para ello, y aunque como cualquier otro de repente cayera en el terreno de la irresponsabilidad afectiva, trataba que mis relaciones fuesen, por lo menos, genuinas. Poder bromear con Sasha, preguntarle cómo estaba y desearle una buena recuperación a su amigo me parecía parte de eso.

    Me había respondido la tontería del policía poniéndose cara de niña buena, más quería decir, y no le contesté nada porque tuve que batallar con que la risa no me hiciera tirar las bebidas y me quemaran las manos. La verdad me divertía bastante con esta idea de que éramos unas pobres moscas muertas incapaces de quebrantar la ley.

    Por otro lado, no consideraba que me debiera honestidad, mi comentario casi podía pasar por desliz, pero cuando lo secundó me permití una sonrisa algo resignada. Me dio la sensación de que iba más allá de la operación de urgencia de su amigo, me reservé el comentario de que el olor de los hospitales solo era una variante de la peste a muerte y asentí con la cabeza.

    —Toca apechugar —dije casi en voz baja, antes de entrar a la sala y todo lo demás.




    Nathan Rockefeller era, sin espacio a dudas, la representación arquetípica de un policía, el hombre iba de negro, lucía cansado y a su manera imponía, tan siquiera, un respeto que se podía parecer un poco al miedo. A pesar de su aspecto cansado y algo intimidante, se acopló al grupo de jóvenes, agradeciendo el café, sonriéndoles y reflejando la reverencia de Sasha.

    —Es un placer poder ayudarles —contestó, tranquilo, y tomó asiento.

    Ilana, entre tanto, revisó los vasos para identificar su té, alcanzarle el café a su padre y tomó asiento, sacando el móvil del bolsillo para poner el aparato a grabar luego de que la pelirroja sugiriera ir comenzando. Con eso hecho le hizo un gesto a su padre, indicando que estaban listos, y el hombre bebió un trago de café que pareció barrerle algo de cansancio de encima y aflojó los hombros a conciencia.

    —Mi nombre es Nathan Rockefeller, tengo cincuenta años y en este momento soy el Sargento a cargo de la Segunda División de Crimen Organizado, parte de la Oficina para la Lucha contra el Crimen Organizado de la Policía Metropolitana de Tokyo. El puesto es muy reciente, previamente era detective privado —respondió a la vez que pensaba en la respuesta a la pregunta que había formulado Sasha, seguramente ordenando la cronología—. Comencé a ejercer como policía a los veintidós años, como patrullero en Altoona, Pennsilvania, y solía tener turnos en la oficina del sheriff de Northwood, uno de los pueblos cercanos, donde de hecho crecí y viví con mi familia hasta que nos movilizamos aquí a Japón. Me mantuve en la patrulla algunos años, luego subí como detective en la Unidad de Inteligencia de Altoona, bastante pequeña en comparación a otras como las de New York o Chicago. Fue... a los treinta y seis que me convertí en Sargento y a los treinta y siete que heredé el liderazgo de Inteligencia. Claro, la duda es cómo llega un policía americano a la Metropolitana.

    El hombre se permitió una risa, bebió algo más de café y suspiró. Solo Pierce sabía que este tipo había tenido a cargo el caso de Shimizu padre, pero incluso escapaba a ella que era este oficial el que había visto el desplome de Kaiyo Yoshimura y parte del torbellino resultante; nadie iba a imaginarse que estaba caminando la milla extra por un apestado como Ryouta, o más bien, por una familia de la que el mundo no se encargaba. Quizás le costara hasta su nuevo puesto, quién sabe.

    —Mi esposa siempre tuvo el sueño de continuar sus estudios aquí en Japón, desde muy joven, y comenzamos a formar nuestras vidas con eso como meta. Ahorramos, estudiamos y todo lo necesario, hasta que hace tres años pudimos movilizarnos cuando ella fue admitida en el posgrado. Para ese momento, entrar a la Metropolitana era un embrollo, por eso previo a llegar aquí estuve en contacto con agencias de investigación privada hasta que conseguí un puesto estable y pude ir permeándome de los problemas de Japón, en mayor o menor medida. Fue hasta este año que apliqué formalmente a la Segunda División, que abrió plazas especiales para algunos extranjeros, pues de por sí el enfoque de esta División es cooperativo, estamos más especializados en el Crimen Organizado extranjero presente en Tokyo, pero también se colabora para controlar el nacional.

    —¿Está bien el café, Sargento? —Quiso saber Rowan, el hombre asintió junto a una sonrisa y entonces el muchacho continuó—. En vista de que su área de trabajo es el crimen organizado, en sus años de experiencia, ¿qué cree que sostiene estas redes y sobre todo qué atrae a los jóvenes a ellas? Sea en Japón o en Pennsilvania.

    ¿Se acababa de titular como el más cara dura del barrio? Tal vez.

    —Pecando de sonar como psicólogo o sociólogo, diría que se trata de un fallo estructural demasiado grande para ser erradicado completamente. Creamos sociedades donde los individuos tienen necesidades económicas que no pueden suplir y donde los que ganan no son los buenos, sino los más inteligentes; por ello al final las redes son sostenidas por los que alguna vez fueron víctimas y escalaron por las hilachas, victimizando a otros, alimentándose de los vicios y defectos de la sociedad —acató Rockefeller después de unos segundos—. Incluso en los casos, más bien poco probables, en los que jóvenes o personas con un poder adquisitivo mayor se ven envueltos en esta clase de organizaciones criminales, podemos detectar que encontraron en la ruptura de la ley y el crimen un beneficio más grande que el que podrían haber encontrado en su profesión, sus familias u otras áreas. ¿Lo podemos calificar como codicia? Quizás, pero todo ludópata sigue apostando por la ilusión de ganar y el rush de dopamina... Estas personas, aunque algo más listas por decirlo de alguna forma, puede que funcionen de la misma manera. Con sistemas de recompensa alterados.

    Vaya, la cosa se había puesto terriblemente densa apenas empezar, ¿pero podían esperar algo diferente en realidad? En todo caso, el Sargento permaneció atento al grupo.
     
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    Gigi Blanche

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    Sólo al saberme finalmente sentada frente al hombre y con el bolígrafo listo fue que me permití filtrar algunos de los pensamientos, las sensaciones que pugnaban por escaparse quién sabe desde cuándo. Observé sus ojos, atendí a su voz, y fue extraño. Anoté su nombre, su edad, intenté escribir a velocidad el choclo que era su cargo y las palabras sobre la hoja me forzaron una porción de consciencia indeseada. Esta era la mierda que a Arata le aterraba, de la cual Torahiko había huido como un animal salvaje, y la pregunta se coló.

    ¿Llegaría el día en que a mí también me asustara?

    Sus ojos. Eran los mismos ojos que habrían visto a Arata en la comisaría, que analizaron el cuerpo sin vida de su padre, y yo estaba aquí pretendiendo entrevistarlo por un proyecto escolar. Era ridículo y absurdo. No supe si había escrito bien Altoona, ante la duda rodeé la palabra con un círculo y seguí. Treinta y seis, treinta y siete. No lo especificó, así que me anoté una pregunta: ¿a qué se dedicaba su esposa? Crimen organizado extranjero. La voz de Érica rebotó.

    Hay muchos rumores y tonterías en torno a Frank. Aparentemente llegó a Japón con su tío y, bueno, lo que más se dice es que lo traicionó.

    La de Yuuji también.

    Puedes ver Shinjuku como la… casa de un grupo de la yakuza local, el Sumiyoshi-kai.

    Los jefecitos que pululan por aquí son la competencia de Shinjuku, repartidos en los demás barrios del Triángulo.

    Era absurdo, ¿cierto? Si de repente abriera la boca, ¿no tendría información que a este tipo le podría interesar? ¿No había acabado posicionada en un lugar que les beneficiaría ampliamente explotar? Era absurdo, ridículo, hilarante. Sólo tenía dieciocho años.

    La voz de Rowan me arrancó de mis cavilaciones, me di cuenta que había estado golpeteando el bolígrafo contra la hoja y giré el rostro hacia él. Su pregunta fue tan descarada que me ayudó a enfocarme, por irónico que resultara, y lo miré con intención. Esto... probablemente sólo fuera un juego para él, después de todo no tenía idea lo de Ryouta, ni dónde trabajaba yo, ni para quiénes.

    ¿Las necesidades económicas bastaban para justificar nuestras acciones? No. Estaba también la codicia, la vanidad y cierto inconformismo asociado a la rebeldía, el resentimiento o la resignación. Era la tentación de tomar el atajo en vez del camino largo, a sabiendas de que cruzando el bosque quizá hubiera un lobo esperando. Todo se reducía a una apuesta, a creer que podíamos ganar. Le había dicho a Frank que no me gustaba apostar, que no confiaba en aquello impredecible. ¿Qué coño estaba haciendo, entonces? Quizás, al final del día, sólo fuera una oportunista. Analizaba las probabilidades que me quedaran a la mano y jalaba de los mayores índices de éxito. Tal vez confiara demasiado en mi propio juicio y punto.

    Vanidad, en definitiva.

    —Sólo lleva algunos meses trabajando en la Segunda División, ¿correcto? —busqué confirmar antes de formular mi pregunta como si nada—. ¿Cuál diría que fue el mayor desafío que se encontró hasta la fecha en su nuevo cargo?

    Si veía un pozo de información, tenía que meter la mano.
     
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    Zireael

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    Puede que también fuese cuestionable por parte de Nathan meterse en esta escuela, ¿no? No porque tuviera toda la carta de personajes que la habitaban, sino porque sabía que el hijo de Shimizu asistía a la academia y había visto los resultados inevitables de la noticia sobre el muchacho, había tenido que pedirle que se calmara, porque el problema de la policía esta vez nada tenía que ver con él. Si Arata lo veía o alguien le decía que había estado allí, seguro el chico corriera el riesgo de mearse encima. Sentiría que lo estaba persiguiendo, aunque no era tan errado de la verdad.

    Sin embargo, el problema seguía sin ser con Shimizu hijo a pesar de que hubiese muchas cosas mal con su figura también. Que la pandilla, que su relación con Minami, que estar en una escuela privada que no podía pagar ni en el peor de los sueños de fiebre. Si al Sargento le importaba algo de lo que pasara con Arata era porque la muerte de Ryouta parecía de todo menos accidental y la forense lo respaldaba, pero el Inspector de la Tercera solo quería dar todo por cerrado. Se había arriesgado demasiado reteniendo en cuerpo en la morgue más de lo necesario, así que al final tuvieron que hacer lo que el Inspector quería.

    Le habían dado el gusto, al menos en el papel.

    Rockefeller notó la mirada de Sasha a Rowan, el chico se limitó a sonreír como si no fuese capaz de matar una mosca y lo vio estirar la mano para tomar uno de los vasos de café con tal de darle un trago. Si bien a Ikari le faltaban ciertos cachos de información, sus muchachos le habían contado del alboroto de Licaón y Honeyguide afuera de Tekné con un detalle bastante importante. No había que tener muchas luces para entender de dónde venía el caos, aunque la historia no incluía al policía aquí sentado, claro, e incluso si lo hubiese incluido era posible que Ikari pretendiera no saber nada. Lo hacía todo el tiempo.

    Por otro lado, la respuesta del Sargento podría estirarse casi hasta el infinito y era posible que así pudieran terminar hablando de todos los pecados capitales sin mucha dificultad. Todas las faltas a la ley siempre volvían a ellos, a los pecados y defectos humanos, y así como la necesidad era un error sistemático alimentado por una estructura inmensa, la vanidad y rebeldía de las personas eran otros; habían tantas respuestas posibles como personas en el planeta. Por eso uno no hablaba de erradicación, sino de manejo.

    De cuidados paliativos.

    No había fuego capaz de purificar una maldición tan antigua.

    El hombre asintió a la pregunta de Sasha, la de su tiempo trabajando en la Segunda División, y cuando recibió la siguiente observó a la muchacha algunos segundos sin motivo aparente. Al volver la atención a grupo como un todo bebió café de nuevo y se permitió algo más de tiempo para sopesar su respuesta, había cosas que no podía comentar por obvias razones, de las que no le hablaba siquiera a su hija y a su esposa, pero también habían tantas otras que por culpa de los periodistas de cuarta acaban saliendo. Los idiotas eran casi tan eficientes como los detectives.

    —El cargo en sí me parece más crudo en general, venía de las montañas donde la gente se desaparecía y no me malentiendan, eso también era horrible de presenciar, pero no era usual ver grupos organizados ni jóvenes vendiendo el alma para subir por el ramaje —contestó entonces, antes de continuar se permitió un suspiro—. Suceden muchas cosas porque es un hormiguero, si lo pinchas por un lado te atacan y lo mismo si lo pinchas por el otro. La actividad de una ciudad como Tokyo es abrumadora en todos los sentidos y eso también amplía lo desgarrador y complejo de sus dinámicas criminales, muere gente buena, gente mala y en el medio quedan otro montón de individuos que sufren en consecuencia, incluso si tampoco están libres de pecado.

    Tomó otra pausa, esta vez solo para pensar.

    —Las Divisiones están todas absurdamente ocupadas tratando de luchar contra monstruos que son inteligentes, voraces y, sobre todo, que poseen amplios recursos para seguir existiendo. Por ello, cuando surge otro caso que en comparación podría parecer menor a sus ojos, tiende a ser relegado, archivado por falta de pruebas concluyentes o transferido a otras unidades por la misma razón. Incluso cuando tal vez dedicándole más tiempo pudiéramos llegar a algo que al menos nos dé otra clase de pistas. Es difícil de ver, no porque sienta simpatía como tal por los infractores a la ley, sino por las personas que en ocasiones los rodean. Elegí un oficio que está demasiado cerca de la muerte, a fin de cuentas.

    Ilana, que hasta entonces había estado prestando atención, se removió un poco en su silla y su padre contuvo el impulso de decir algo para tranquilizarla. Tener un familiar con un cargo como ese era el equivalente de tener a la Parca encima de forma constante, ¿cuántos no morían en servicio? No era la conversación más sencilla del mundo, pero ya la habían tenido varias veces.

    —Para hacer el cuento corto, diría que la parte más difícil de este nuevo cargo es tratar de desconectarme una vez acaban los turnos y debo volver a casa con mi familia. Al observar tanta crueldad y desesperanza, es fácil comenzar a pensar que el mundo se reduce a eso.

    iba a colar una pregunta con Ilana, pero el tea encubierto estuvo bueno y lo corté ahí por si Sasha quisiera preguntar algo más seguido a esto *sticker de ojito* y si no, pues también está bien obvio JAJAJ
     
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    Gigi Blanche

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    La respuesta del hombre fue políticamente correcta, aún considerando el tema que tratábamos, y suponía que tenía sentido. Tantas cosas debía callar por secreto de sumario y otras por el simple hecho de estar frente a adolescentes, siendo entrevistado por un proyecto escolar. Tampoco creía que le hiciera gracia ahondar ciertas cuestiones frente a su hija. Lo escuché atentamente y fui asintiendo, hasta que dio la versión resumida y evidente de su respuesta: sacar el cuerpo del trabajo era fácil, pero ¿la mente? Podría comprenderlo, aún desde mi posición.

    Fui catalogando y archivando los tramos de información que nos brindó, vagos en su mayoría, hasta que creí poder jalar de la segunda mitad de su respuesta.

    —Suena disconforme, señor —destaqué, con una ligera sonrisa que pretendía ser cordial—. Con el accionar de la policía en ciertos casos, quiero decir. ¿Se ha encontrado recientemente con este tipo de situaciones? Crímenes menores o irrelevantes a los cuales desearía brindarles más atención. ¿Cómo procede alguien en su posición en situaciones como esta?
     
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    Zireael

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    ¿Disconforme? Nathan se permitió una risa, no sonó a burla ni nada por el estilo, y sus facciones se mancharon de algo parecido a la resignación o bien solo pudo ser que su cansancio se acentuó. Relajó un poco la postura sobre la silla y aunque ninguno pudiera asumirlo sus pensamientos se desviaron a los hijos de Yoshimura, los que parecían malditos con el apellido Shimizu. Hasta entonces el mayor había hecho un trabajo incansable para mantener a los otros dos sanos y salvos, pero sobre todo limpios, sucedía que cualquiera habría visto que su fuerza comenzaba a flaquear.

    Como pasaba con todo el mundo.

    A nadie le duraba la energía para siempre.

    Quizás fuera una suposición arriesgada, pero el colapso de Yoshimura Kaiyo, la crisis detonada por el muerto al que muy seguramente solo ella lloraría, prometía ser la pieza que podía tirar todas las restantes. Eran esa clase de escenarios los que no podía borrar cuando los turnos acababan, pero tampoco tenía tanto poder en sus manos. No podía salvar el mundo y eso lo sabía desde muy joven, quizás todo se basara, de hecho, en esa disconformidad, desde la elección del oficio hasta los que se corrompían en el camino.

    —Todo policía o servidor judicial está siempre algo disconforme con partes de su trabajo, algunas más grandes que otras —contestó antes de permitirse una inhalación prolongada que se convirtió en un suspiro—. Me he encontrado con este tipo de situaciones, sí. Por desgracia, aunque tenga una unidad a mi cargo, sigo teniendo superiores y es a ellos a quienes debo responder. Procedo hasta donde se me permite, con los recursos que poseo en la Segunda y a veces con ayuda de otros inconformes como yo, pero tampoco podemos jugar tanto a los héroes, si bien trato de aprovechar algunos despistes para avanzar un poco más en algunos casos, al menos para lograr encontrar algo que les interese para poder continuar las investigaciones, la decisión final pocas veces es mía si no concierne directamente con mi división. En cuyo caso algún Inspector ordenará que los casos se cierren, el rango es el que manda finalmente. Cuando algún delincuente cae y hay personas de por medio, quisiera poder prometerle a las familias que les daré respuestas más concretas, que encontraré culpables o cualquier otra cosa, pero no puedo ilusionar así a las personas que ya sufren de por sí, las estaría revictimizando cuando deba decirles que los casos se cierran sin avance.

    Mientras su padre contestaba, Ilana echó un vistazo a la hora en su teléfono que seguía grabando y dio un ligero respingo en su silla. Le había dejado espacio a sus compañeros, pero eso no significaba que no quisiera preguntar algo también, así que le dio un toquecito a su padre en el brazo para llamar su atención y formuló lo que quería decir.

    —Creo que nos queda poco tiempo y quisiera, tal vez, preguntar algo que nos permita amarrar todo lo que nos ha contado hasta ahora. ¿Considera que en cuanto a salud mental los servidores judiciales tienen mayores índices de afectaciones de carácter psicológico, como los trabajadores de servicios de salud? ¿Cuál creería que es el estado del crimen en Japón en este momento?

    —Imagino que sí, nunca me detuve a pensar en estadísticas, pero si te sientas todos los días a cuidar enfermos, escuchar los problemas de tus pacientes o a perseguir criminales y dar pésames, pues sí, diría que la psique sufre. Hay un concepto, creo, que llegué a escuchar en América, no aquí... ¿Gregario? No, era trauma vicario o por compasión, se refiere al desgaste psicológico de personas que están expuestas a eventos traumáticos de forma indirecta, el médico que ve morir al paciente, el psicólogo que escucha sobre violencia doméstica y ese tipo de cosas. Las experiencias de otros también nos atraviesan, cuando debes aplicar la ley, perseguir criminales, cubrir cuerpos o dar malas noticias todo acaba mezclado. Conocí varios policías veteranos que, parecido a los veteranos de guerra, al retirarse del servicio acababan padeciendo depresiones profundas, cuadros de ansiedad o volcándose en adicciones de diferente tipo. Supongo que el oficio nos vuelve vulnerables —contestó con aparente tranquilidad, girando lo que quedaba de café en su vaso—. Sobre el crimen en Japón, quizás esté sesgado por donde acabé asignado, pero la actividad organizada parece ir creciendo de forma exponencial. Sea que se empiece desde los jóvenes en pandillas o hablemos de la yakuza o la mafia extranjera, que se han mantenido estables y funcionan casi como sectas, lo cierto es que no dejan de funcionar. Todos los negocios que mantienen en su poder se alimentan de vicios particulares de la sociedad: bebida, juego, sexo. Vicios alimentados del deseo de inmediatez y de entumecimiento, algo que la sociedad ha potenciado desde hace ya unas décadas, por lo que diría que el crimen crece según se amplía el mundo.

    Con eso dicho, Nathan carraspeó la garganta un momento, bebió lo que quedaba en su vaso y miró a los tres jóvenes. Afuera seguía lloviendo, pero ellos habían cumplido con su deber, nadie podía criticarles el compromiso con la causa.

    —Si tienen alguna otra pregunta son libres de hacerla y si no les agradezco por haberme tomado en cuenta para su proyecto. Es refrescante no tener que hablar con policías de vez en cuando.

    Lo de que era refrescante no hablar con policías lo dijo casi en voz baja, como si fuese un secreto, y al final se desinfló los pulmones. Casos complejos o no, tan siquiera el hombre parecía contento con haber sido entrevistado.

    —Para nosotros fue un placer, Sargento, imagino que no habríamos tenido una oportunidad similar en ningún otro momento —añadió Ikari, sonó sincero incluso si seguía siendo un cara dura. En apariencia él no tenía más que preguntar—. Gracias por su tiempo y sus respuestas.
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Coño de su madre, ¿cómo era que todas las chicas que conocía demostraban un interés exponencialmente mayor por Matty? Ya se lo había dicho infinidad de veces, era super popular con las tías y podría vivir la gran vida si se lo proponía, pero... ni modo. Era demasiado diferente a mí. Tranquilo, amable, centrado.

    —Tengo un hermano, en efecto —respondí, con orgullo—. Se llama Matty, o sea, se llama Matthew, obvio, pero es Matty ¡y es mayor que yo, ojo! ¡Es un universitario! Puedo pasarte su número, te lo ofrezco antes de que me lo pidas así no vuelvo a pasar por la vergüenza de siempre. —Me reí; era y no era broma—. Vivo con él, sip, compartimos un piso pequeñito cerca de su uni. Vivir con él es... muy sencillo, la verdad. Se la pasa estudiando, es calmado y muy responsable. Y cocina rico. Un partidazo, ya te digo.

    Al final desvié los tiros hacia nuestros propios planes, tal vez porque, bromas a un lado, sí fuese un poco frustrante no poder ganarle a la carta universitaria. Después de todo, si él era tranquilo, amable y centrado, yo era intenso, egoísta y jodidamente disperso.

    Alegué inocencia ante la acusación del jacuzzi y la dejé arrastrarme hacia el primer piso con una sonrisa floja plantada en los labios. Tras alcanzar el pasillo, me zafé de su agarre y volví a envolverle los hombros.

    Done! Don't mean to brag but, my cooking skills? —Hice un chef kiss bien italiano y exagerado, y abrí la puerta de la sala de entrevistas, dejándola entrar primero—. Puedes pedirme lo que quieras, Ri-chan, y te lo haré sin quejas~

    La miré con intención, pues el doble sentido de la oferta había sido completamente adrede.
     
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  20.  
    Amane

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    Escuché todo lo que Joey me contó sobre su hermano con la atención completamente puesta en él, sin querer perderme ni un solo detalle de su respuesta. Seguramente sonaría bastante tonto si lo decía en voz alta, pero me gustaba escuchar a los demás hablar de sus familias... ¿normales? Bueno, no tenía ni idea de la situación familiar de Joey, por ejemplo, y quizás el hecho de que viviera solo con su hermano era pista de que muy normal no era... pero, en definitiva, compartía casa con alguien con quien tenía lazos de sangre. A veces me preguntaba si algo hubiera sido diferente en la mía si hubiera tenido un hermano o una hermana...

    —¿Acaso estás intentando venderme a tu hermano mayor, Joey? —solté, sin poder controlar la risa que se me escapó por su comentario del número de teléfono o cuando me dijo que el tal Matty era un partidazo—. De momento me sigues gustando tú, así que mejor aprovéchalo y ya~

    Después de eso, se hizo el inocente ante mi acusación del jacuzzi y yo simplemente negué un par de veces con la cabeza, arrastrándolo con un poquito más de fuerza de la necesaria por las escaleras. Llegamos al primer piso y él me dejó pasar primero a la sala de entrevistas, al mismo tiempo que una sonrisa buscó asomarme por los labios al escucharle hablar de sus habilidades culinarias.

    >>¿En serio? —murmuré, pillando al vuelo la intención de su mirada, y me alejé hasta poder apoyar la cadera en la mesa que había en el centro de la sala—. Me han dicho que soy muy caprichosa... me pregunto si serás capaz de estar a la altura de mis peticiones~ —canturreé, paseando la vista por su cuerpo antes de dedicarle una sonrisilla inocentona al volver a dar con sus ojos.

    iba a traer ya al papá pero imagina cortarles el rollo ahora???
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1

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