Sala de arte

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Escuché que estaba por llegar por lo que supuse que solo habría que esperar unos minutos, mientras tanto Akaisa pareció organizar unos bancos, fue entonces que tocaron la puerta y giré el rostro en su dirección. El señor siguió luego de que Altan le hablara; se disculpó y mis facciones se suavizaron sin notarlo, por un instante pensé en mi padre. Recibí la botella de agua murmurando un gracias de regreso.

    Sentí que este tipo de atenciones debíamos tenerlas nosotros al él ser un invitado, pero no había como arreglarlo.

    Katrina se presentó inicialmente, respeté su espacio para luego presentarme yo con una reverencia suave en lo que el cabello me siguió el movimiento. Yo no pertenecía a este País, era más que obvio, pero Sonnen era una mezcla de varias culturas, y simplemente me nació no tener un contacto directo con el desconocido.

    —Allen Génesis, es un placer señor Erik —me ubiqué en sus ojos un poco buscando que me hubiese escuchado, y ya con el comentario de la otra miré por el rabillo del ojo a Altan.

    A diferencia de su padre el adolescente mantenía con una expresión totalmente diferente, por lo que su similitud probablemente fuese en lo fisíco, al menos en mi superficial conocimiento entre ambos. Busqué mi móvil luego, abrí la aplicación del block de notas en donde tenía algunas preguntas ya establecidas, dudé ligeramente si hacerlas tan cuadrículadas pero él sabría disculparme si sonaba así, a fin de cuentas era un adulto ¿no?.

    —Señor Erik, inicialmente gracias por aceptar estar aquí —turné la mirada entre la pantalla táctil y sus facciones—; quisiera dar inicio con su entrevista, ¿podría hablarnos un poco de usted nivel personal? También... ¿cómo logró elegir el camino profesional que ejerce actualmente?
     
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    Zireael

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    Podían llamarme loco, pero noté que los gestos de Allen se suavizaron cuando papá apareció con las botellas y todo lo demás, lo miré un instante, asumiendo que él también se habría dado cuenta y lo dejé estar. Suponía que el tiempo, la experiencia y ser la cara de una empresa habían moldeado a mi padre de empollón de la tecnología y burro social a carismático y afable, quería decir, además de la influencia de mamá. Eso no significaba que no tuviera carácter, yo lo sabía mejor que nadie, después de todo la manzana no caía lejos del árbol y en eso Akaisa tenía razón por diversas razones.

    Así como había recibido el apretón de manos más americano que habría visto nadie, se adaptó a la reverencia de Allen. Hizo una similar en inclinación, le contestó que el placer era suyo y luego recorrió el espacio para sentarse en la silla que Katrina había dispuesto junto a la mesa, allí dejó la botella y apoyó el antebrazo antes de cruzar la pierna para reposar la pantorrilla cerca de su rodilla.

    Mantuvo la expresión amable, claro, y escuchó la pregunta de Génesis con atención mientras tanto yo saqué el móvil, abrí la grabadora y dejé el teléfono cerca de la botella de agua de mi padre. Él me dedicó una sonrisa, la reflejé con naturalidad, aunque para cuando fui a sentarme en uno de los bancos que acomodó Katrina ya el gesto se había desvanecido.




    Así la entrevista comenzó de forma oficial, Erik se aclaró la garganta un momento y después de unos segundos comenzó a responder. Lo hizo con profesionalismo, pero no perdió el aire amable, casi jovial que había mostrado al llegar. Para ser el mandamás de no-sé-qué empresa el hombre parecía bastante accesible, hasta contento de haber sido elegido para el proyecto de clase de su hijo. Hijo que estaba allí sentado con tremenda cara de póker, para variar.

    —Claro, señorita Allen. Mi nombre es Erik Sonnen, nací y crecí en Nueva York, Estados Unidos, para este momento tengo cuarenta y cinco años. Soy el fundador y CEO de Káiser desde hace más o menos veinticinco años, es una empresa de tecnologías de la información centrada en la creación, programación y mantenimiento de bases o bancos de datos.

    Los ojos de Altan recorrieron la figura de su padre, del que parecía una copia de carbón a excepción de que el mayor tenía rasgos más suaves. Los ojos del muchacho se detuvieron en algún punto del brazo derecho del hombre, donde creyó detectar que se asomaba una sombra púrpura por el borde de la manga doblada de la camisa, pero no dijo nada. Su padre tampoco pareció reaccionar.

    —La verdad es que siempre me gustaron las máquinas. No era lo que se dice el popular de la escuela, no, era un chico taciturno, poco social y algo brusco. Me entendía mejor con aparatos tecnológicos de la época que con las personas. Para mediados y finales de los ochenta era un adolescente, las computadoras estaban sustituyendo a las máquinas de escribir y me pareció maravilloso —resolvió con una sencillez absoluta y dio la sensación de que oírse a sí mismo le vino en gracia, porque soltó una risa. Si sonar como un empollón fuese una competencia, tal vez el hombre se llevara una mención honoraria o una medalla—. IBM en el ochenta lanzó la primera portátil, veíamos los teléfonos móviles estos tan aparatosos y esa clase de cosas. Quería ser parte de eso, del cambio del mundo, no solo verlo suceder frente a mí.

    Puesto así sonaba ambicioso, pretencioso casi. Si uno comparaba el estallido tecnológico con el nacimiento del universo, Erik había aspirado a ser de los primeros soles sobre los que orbitarían los planetas.


    —Respecto a la otra pregunta, imagino que el camino me eligió a mí si partimos de lo que dije antes. Mis intereses estaban enfocados a la tecnología, tenía buenas calificaciones en ciencias y matemáticas, y a pesar de mi personalidad, mi interés por las máquinas me otorgó capacidad adaptativa para un contexto tecnológico que evolucionaba frente a nuestros ojos. Además fui parte de un programa de talento de mi preparatoria en su momento, de chicos interesados en las nuevas tecnologías y que mostraban cualidades adelantadas al sistema educativo, así que entré a la universidad cuando estaba por cumplir diecisiete años. Para entonces el Departamento de Ciencias de la Computación de Columbia apenas tenía doce años de existencia y las maestrías estaban un poco en pañales. Me gradué de Ciencias de la Computación en la Universidad de Columbia a los veintiún años, a los veintitrés de la maestría de Ciencias de la Computación enfocada en Sistemas de Red.

    El hombre tomó una pausa entonces, abrió la botella de agua y le dio un trago. Luego regresó sus ojos oscuros a los jóvenes frente a él, esperando por la siguiente pregunta.


    iba a hacer una pregunta con Kat, pero ya llevo acá como cuatro horas por investigar y tampoco te iba a mandar una biblia JAJAJA le dejo espacio a Gen y ahí voy viendo donde cuelo las mías, que muy feo que Gen pregunte todo aunque me esté autoentrevistando. Me encanta que en Gakkou muchas veces soy esta
     
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    Lo escuché con una atención absurda. Había fundado su propia empresa, punto que gestionó admiración hacia él, iniciando bastante joven en el mundo de los negocios, porque independientemente de lo que tratara su compañía se necesitaba habilidades de negociación, número y otras precisiones para evitar la quiebra, asentí a medida que hablaba. Alcé también las cejas ligeramente cuando mencionó no ser popular en la escuela, y sin darme cuenta miré a el Sonnen menor, bueno, si había tenido una personalidad similar a la de su hijo en ese tiempo era totalmente creíble.

    Regresé al mayor, escuché su risa y comprendí su emoción por dedicarse a lo que parecía haber amado desde joven.

    Con su discurso nos enteramos que ingresó a la universidad alrededor de sus diecisiete años, por lo que no se había tomado un año sabático ni nada para iniciar, detalle importante desde mi visión, me hablaba de su dedicación además de la claridad que tenía para encaminarse en los inicios de la tecnología y todo lo que conllevaba.

    —¿Cómo ha logrado manejar los avances? Es decir, la tecnología es algo que no ha parado de evolucionar... casi a diario, ¿no se ha llegado a sentir saturado al respecto? ¿En algún momento se planteó si había eligido la decisión correcta? ¿Sus padres que pensaron cuando les comunicó a lo que quería dedicarse?

    Casi que lo bombardeé con cuestiones importantes pero un poco personales, aunque colaban perfectamente con la situación por lo que no me eché para atrás, aguardé con la calma de siempre, y al mas minímo chance continúe con más, porque tenía mucho. Si Akaisa o Sonnen no participaban me daba lo mismo en este momento siendo sincera.

    —¿Cómo fue su transición de ser una persona considerada poco social a lo que refleja actualmente? ¿Ser padre en algún punto complicó sus estudios o su labor?
     
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    El hombre fue acompañando sus narraciones con los gestos de las manos justos para, quién sabe, mantener la atención aunque no hiciera falta. Se le notaba fluidez en sus respuestas, gusto y pasión por su trabajo también. Incluso pareció notar el interés que había causado en la compañera de su hijo, también el vistazo que le echó a este, y se guardó ciertos comentarios porque no concernían a una entrevista realmente.

    La chica, sin embargo, se quedó en un terreno más personal, combinando dudas profesionales en cierta medida. A él no pareció molestarle en lo más mínimo, se limitó a retomar la palabra con la facilidad que había demostrado hasta ahora.

    —Nunca se deja de estudiar e investigar, para competir con el avance de la tecnología permanecer estático no es una opción. Tuve que buscar otras titulaciones, certificaciones y demás, pero diría que lo que más me ha ayudado a mantenerme actualizado es mi equipo de trabajo, equipo humano quiero decir. Káiser empezó con unos pocos compañeros de carrera, se amplió a colegas de otras casas de estudio cuando me moví a Japón y finalmente tomó fuerza. —Golpeteó con los dedos junto al teléfono de su hijo un momento, antes de continuar—. Una sola mente no puede avanzar a la velocidad que lo hace el mundo, pero varias funcionan mucho mejor, como las neuronas de un cerebro comunicándose por señales electroquímicas. Elaboración, programación, mantenimiento e investigación; necesitas secciones del cerebro, de la empresa, enfocadas en cada una. Delegar y cooperar es la parte más importante para evitar la sensación de saturación. La soledad no nos lleva a ninguna parte en ningún contexto, dividir las cargas es necesario.

    Erik hizo otra pausa, bebió algo más de agua y se tomó otros segundos de pensamiento. Pareció darle vueltas a sus ideas, como si las acomodara, y luego de llegar a una conclusión sonrió.

    —Sobre si me he cuestionado si tomé la decisión correcta, imagino que todos lo hacemos cada día en diferentes ámbitos, sobre todo al enfrentarnos a momentos de crisis o confusión. Sin embargo, guardo gran cariño por el imperio que creé y eso me recuerda que alguna vez fui un chico de diecisiete años maravillado por un mundo nuevo, por el estallido que daría origen a un nuevo universo. Al Erik de entonces se le caería la quijada al ver lo que logró algunos años más tarde y eso me hace creer que incluso en la dificultad, la decisión que tomé siendo tan joven fue correcta, pero sobre todo fue fiel a mi persona.

    Parecía bastante seguro de ello, de hecho. Había tenido años, décadas, para reflexionar al respecto y no lucía como la clase de persona que se arrepentía de nada, no en sus decisiones laborales al menos. Quizás cargara arrepentimientos de otro tipo, como todos, pero eso no concernía a ese espacio.

    —Respecto a mis padres. A ver… Digamos que se lo veían venir, la familia Sonnen posee una genealogía marcada por un fuerte interés de creación o dominación, depende de cómo quieran llamarlo, una ansia por destacar. Hay una mancha militar del período del Tercer Reich en la generación de mi abuelo, bisabuelo de Altan. —Katrina alzó las cejas, en silencio, tomando notas en un cuaderno de bocetos que había sacado del armario de la sala antes de sentarse y dio un par de golpecitos al papel con la punta del lápiz, mirando a Sonnen hijo un instante—. Varios resaltaron en las fuerzas, por desgracia, y el abuelo fue médico, de los mejores. Pretendió luchar contra las faltas éticas que se cometían, algo que sin dudas lo hizo resaltar, pero lo obligó también a dejar Alemania; terminó en Estados Unidos donde ejerció como cirujano y dirigió un hospital centrado en la atención de soldados que habían servido en las guerras. Mi padre nació en América, es ingeniero mecánico y mi madre es estadounidense, estudió leyes, a lo que voy, que saliera yo a decir “quiero estudiar Ciencias de la Computación porque quiero ser parte del cambio del mundo” no fue muy sorprendente porque muchos antes que yo pensaron exactamente lo mismo desde sus respectivas áreas. Hasta mi madre, desde las leyes, quería cambiar algo. Siempre fueron un pilar y parte de las primeras inversiones económicas que tuve que hacer para Káiser, las pude hacer porque ellos me echaron un empujón.

    Una pausa más, otro momento de unión de ideas y pronto Erik retomó la entrevista. Sin dudas estaba acostumbrado a hablar, incluso si su personalidad nuclear estaba volcada a la introversión, el tema por el que justo había preguntado Génesis. A veces había que modificarse a uno mismo para sobrevivir, en realidad casi siempre era el caso.

    —Sobre la evolución de mi carácter, aprendí que era necesario, pues necesitaba de otros y debía ser más accesible. Iniciar Káiser me obligó a pensar fuera la burbuja en la que solo yo existía, para ver que de hecho éramos muchos y la tecnología. Sin embargo, el proceso fue tedioso, mi carácter ensimismado era difícil de moldear y no habría sido posible sin Janet, mi esposa, que me enseñó de responsabilidad, amor, compañerismo y reciprocidad. La conocí terminando de cursar la primera titulación, mientras ella estudiaba en Juilliard y con ella aprendí mucho más de la importancia de las voces de otros, de la interdisciplina incluso, para entender mi área como algo más orgánico de lo que parece.. Soy informático, la mujer es violinista, fue como pegarme un cable de alta tensión al pecho. —A Erik una risa le sacudió el cuerpo y su hijo, entre sus compañeras, suspiro en algo que no se supo si fue resignación, vergüenza o anhelo—. Por ella preferí mover todo, hasta los inicios de Káiser, a Japón, pues aunque es italiana había nacido aquí y su familia estaba aquí, no quise arrebatarle eso. Altan nació a nuestros veintiocho años y entonces comencé a relegar más trabajo, pues podía hacerlo, para poder pasar tiempo con mi familia y también para balancear la carga de Janet, para que no tuviera que dejar su profesión ni tuviéramos que hacer que otros criaran a nuestro hijo. Ser padre complica la vida de cualquiera, no porque sea malo, es porque es difícil si uno aspira a ser bueno o decente en ello. Cancelé juntas, cambié compromisos, le dije a inversionistas que se comunicaran con los siguientes al mando varias veces… En fin, cambié muchas cosas, pero no diría que fuese un problema, un obstáculo o un sacrificio. Káiser puede ser sostenido por cualquiera con la suficiente preparación, mi familia no la podría llevar nadie más.

    —¿Considera que los avances informáticos, más allá del enfoque de su empresa en los bancos de datos, han modificado las relaciones humanas? —coló Akaisa después, enderezando un poco las preguntas.

    —Absolutamente. Las computadoras ya no son las cajas inmensas que veíamos en sus inicios, muchos hogares tienen una máquina de escritorio, varias portátiles y eso sin mencionar teléfonos inteligentes, tablets y cuanta cosa se te ocurra, todo unido por la red. La manera en que la información está conectada en la actualidad es increíble y abrumadora; muchos estamos, porque me incluyo, una gran parte de nuestras vidas con los ojos pegados a pantallas. Así hablamos con familia, amigos, trabajadores y demás; almacenamos datos en la nube, en tantas bases de datos aparecen nuestros nombres que lo olvidamos. Allen, Akaisa y Sonnen, ustedes deben aparecer, mínimo, en las bases de datos de esta institución, de las embajadas de sus países y del sistema de salud. Sus datos están en redes sociales, emails y aparatos electrónicos, cada uno deja un rastro tecnológico que puede ser rastreado con las herramientas correctas. —La sonrisa de Erik adquirió algo parecido a la suficiencia, quizás si se estiraba mucho fuese hasta un poco prepotente. El tinte del gesto acentuó ciertos de sus rasgos, algunos de ellos compartidos con su hijo, aunque fue fugaz—. Las redes complejizaron el mundo y a la vez lo volvieron más pequeño al convertirlo en una telaraña.

    disculpa pública por este tremendo tocho xddd
     
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    Insane

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    Imaginé un ritmo de trabajo constante, disciplinado y permeado de objetivos conjuntos. Lograr sostener grupos de trabajo era algo que había escuchado y era complejo, por múltiples razones. Luego habló de la descendencia familiar, cosa que... no parecía salir del cubo que habían impuesto con anterioridad, por lo que al parecer tomó un camino que ya se esperaban. Sabía que en mi caso será totalmente opuesto por lo que un poco si me decepcioné de su respuesta, cosa que disimulé como una campeona al regresar mi vista al móvil y descender las preguntas ya estructuradas.

    Continuó compartiendo fragmentos de su vida personal, volví a sus facciones escuchándolo hablar sobre su pareja sentimental, el corazón me vibró en el pecho al entender que sus profesiones eran opuestas, la enseñanza que habían compartido entre ellos y el cómo se notaba genuinidad en su discurso. Enamorarse era muy bonito, demasiado... si era correspondido. Me quedé divagando en mi mente, me percaté de ello cuando fue Akaisa la que intervino después.

    Las bases de datos me recordaron a lo que te pide una página al visitarla, aceptar acuerdos digitales sin leerlos por lo largo que se tornaban. Ya ni se sabía que aceptábamos con ello. Esperé un momento de silencio para retomar conforme a mis notas del móvil.

    —¿Por qué decidió ese nombre para su compañía? ¿Había creado uno antes y luego lo cambió por Kaiser?
     
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    Zireael

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    Si Erik notó la suerte de fiasco que le significó a Génesis su respuesta no lo dejó ver en lo absoluto, con tal de no añadir una tensión o incomodidad necesaria en el ambiente. En lo que a él le concernía seguir una línea familiar que apuntaba a grandes cambios no era particularmente condenatorio, no cuando cada quién era libre de elegir dónde comenzaría el estallido de su correspondiente universo. Eso, claro, podía pasar por la visión de un viejo de casi cincuenta años con demasiada ambición en sangre.

    Lo demás era una visión totalmente personal, los efectos de otros en su vida y decisiones, lo que había orientado un cambio.

    —¿El nombre? —rebotó el hombre y su siguiente risa amenazó con volverse una carcajada—. Fue el nombre pretencioso que pensé desde un inicio, a mis veintitantos años. Es el alemán para emperador, ni más ni menos, y siempre refirió a mi persona.

    —¿A pesar del énfasis que ha hecho sobre el trabajo en equipo y la importancia de delegar responsabilidades? —interrumpió Altan, terriblemente serio—. Esa puede no añadirse a la entrevista final, fue solo un apunte.

    —A pesar de ello —afirmó su padre, descansando el codo en la mesa para poder reposar el rostro en sus nudillos—. Vuelvo a la noción de que no importa tanto quién ostente el título, si no de la construcción del imperio y sus principios base. Si fue construido sobre mis ideales, solo alguien con la misma visión será aceptado cuando sea necesario un relevo y solo personas que respondan al mismo propósito ocupan los puestos que me siguen de forma inmediata. Se trata de una entidad viva llegados a este punto.
     
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    Cuando casi soltó una carcajada parpadeé bastante curiosa, se me antojó la situación cómica solo por su risa. Luego nos trajo el significado al ser una palabra Alemana, lo cual sonó tremendamente agoísta; Sonnen intervino por lo que mis pupilas pasearon entre los dos, a lo cual el mayor mencionó que estaba joven en ese entonces y yo tan solo asentí.

    Me parecía de igual manera un buen nombre, no tenía mucho que agregar al respecto más que seguir con la atención sostenida a su justificación. Sin duda era de admirar el que no torciera su camino, que se echara para trás sobre su gusto por la tecnología pese a que parecía descendencia familliar. Descansé el peso del cuerpo en la otra pierna y llegué al final de mis preguntas, saltándoma una en partícular que ahora no me sentía cómoda para hacerla con Akaisa y Altan presente.

    Busqué la mirada del menor para murmurar que no tenía más cuestiones por mi parte, por lo que supuse y podríamos darle cierre o al menos acercarnos a ello.

    Me pregunté entonces si podría luego de esto pescar a Erik... bueno, lo dudé un poco pero terminé inclinándome a hacerlo, esperando pacientemente a que dejaran de grabar la sesión.
     
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    Zireael

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    La risa de papá le quitó peso a lo que bien podría sonar como una sentencia, Káiser era una entidad nacida de un deseo egoísta, el anhelo de un muchacho de ostentar poder sobre su propia galaxia. Luego, con el tiempo, había comprendido que de hecho habían otros cuerpos celestes que eran de vital importancia para de hecho tener un imperio. Káiser condensaba el corazón metálico de mi padre y su posterior capacidad orgánica, una que había adquirido de otros.

    Allen había empezado muy emocionada, me di cuenta, y pareció que se le pasó en el momento en que papá hizo referencia a los Sonnen como un todo, una unión de criaturas ambiciosas que replicaban sus deseos en otras áreas. Mi propio padre, el abuelo, mis tíos abuelos, el bisabuelo y así hasta parar de contar, hasta que la línea de sangre se perdía en la historia.

    La chica llegó al fin de las preguntas, Akaisa se tomó unos segundos más para hacer algunas anotaciones y luego revisó sus apuntes, por si algo le faltaba. Al terminar se levantó de su banco, deslizándose desde la altura del mueble, y se acercó a papá para darle otro apretón de mano y agradecerle por su tiempo. Yo me levanté tras ella, detuve la grabación y me guardé el teléfono en el bolsillo, antes de abrir la botella de agua que papá había traído para beber un poco.

    —Si no tienen nada más que preguntar, me retiro, quisiera comer algo antes de volver a la clase. Ustedes pueden usar la sala del club un rato más si gustan, solo recuerden cerrar la puerta al irse —dijo Katrina, girando el cuerpo hacia nosotros y haciendo una reverencia ligera—. Más tarde le envío una foto de mis notas a Sonnen, para que te las haga llegar a ti si creen necesitarlas, Allen.

    —Saluda a tu padre de mi parte —apañó papá, con el tono amable bien puesto y sin haberse movido de su lugar, Katrina asintió antes de retirarse, llevándose el cuaderno de bocetos consigo.

    Mi padre no se levantó, permaneció su lugar y luego de mirarme, deslizó los ojos a Allen. Su sonrisa se ensanchó, le entrecerró ligeramente los ojos y marcó algunas líneas de su rostro.

    —Gracias por tu entusiasmo en la entrevista, lo aprecio de verdad —comentó hacia la rubia y entendí que estaba esperando, como si hubiese notado que ella quería decir algo más fuera de la entrevista.
     

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