Sala de arte

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Insane

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    Escuché que estaba por llegar por lo que supuse que solo habría que esperar unos minutos, mientras tanto Akaisa pareció organizar unos bancos, fue entonces que tocaron la puerta y giré el rostro en su dirección. El señor siguió luego de que Altan le hablara; se disculpó y mis facciones se suavizaron sin notarlo, por un instante pensé en mi padre. Recibí la botella de agua murmurando un gracias de regreso.

    Sentí que este tipo de atenciones debíamos tenerlas nosotros al él ser un invitado, pero no había como arreglarlo.

    Katrina se presentó inicialmente, respeté su espacio para luego presentarme yo con una reverencia suave en lo que el cabello me siguió el movimiento. Yo no pertenecía a este País, era más que obvio, pero Sonnen era una mezcla de varias culturas, y simplemente me nació no tener un contacto directo con el desconocido.

    —Allen Génesis, es un placer señor Erik —me ubiqué en sus ojos un poco buscando que me hubiese escuchado, y ya con el comentario de la otra miré por el rabillo del ojo a Altan.

    A diferencia de su padre el adolescente mantenía con una expresión totalmente diferente, por lo que su similitud probablemente fuese en lo fisíco, al menos en mi superficial conocimiento entre ambos. Busqué mi móvil luego, abrí la aplicación del block de notas en donde tenía algunas preguntas ya establecidas, dudé ligeramente si hacerlas tan cuadrículadas pero él sabría disculparme si sonaba así, a fin de cuentas era un adulto ¿no?.

    —Señor Erik, inicialmente gracias por aceptar estar aquí —turné la mirada entre la pantalla táctil y sus facciones—; quisiera dar inicio con su entrevista, ¿podría hablarnos un poco de usted nivel personal? También... ¿cómo logró elegir el camino profesional que ejerce actualmente?
     
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    Zireael

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    Podían llamarme loco, pero noté que los gestos de Allen se suavizaron cuando papá apareció con las botellas y todo lo demás, lo miré un instante, asumiendo que él también se habría dado cuenta y lo dejé estar. Suponía que el tiempo, la experiencia y ser la cara de una empresa habían moldeado a mi padre de empollón de la tecnología y burro social a carismático y afable, quería decir, además de la influencia de mamá. Eso no significaba que no tuviera carácter, yo lo sabía mejor que nadie, después de todo la manzana no caía lejos del árbol y en eso Akaisa tenía razón por diversas razones.

    Así como había recibido el apretón de manos más americano que habría visto nadie, se adaptó a la reverencia de Allen. Hizo una similar en inclinación, le contestó que el placer era suyo y luego recorrió el espacio para sentarse en la silla que Katrina había dispuesto junto a la mesa, allí dejó la botella y apoyó el antebrazo antes de cruzar la pierna para reposar la pantorrilla cerca de su rodilla.

    Mantuvo la expresión amable, claro, y escuchó la pregunta de Génesis con atención mientras tanto yo saqué el móvil, abrí la grabadora y dejé el teléfono cerca de la botella de agua de mi padre. Él me dedicó una sonrisa, la reflejé con naturalidad, aunque para cuando fui a sentarme en uno de los bancos que acomodó Katrina ya el gesto se había desvanecido.




    Así la entrevista comenzó de forma oficial, Erik se aclaró la garganta un momento y después de unos segundos comenzó a responder. Lo hizo con profesionalismo, pero no perdió el aire amable, casi jovial que había mostrado al llegar. Para ser el mandamás de no-sé-qué empresa el hombre parecía bastante accesible, hasta contento de haber sido elegido para el proyecto de clase de su hijo. Hijo que estaba allí sentado con tremenda cara de póker, para variar.

    —Claro, señorita Allen. Mi nombre es Erik Sonnen, nací y crecí en Nueva York, Estados Unidos, para este momento tengo cuarenta y cinco años. Soy el fundador y CEO de Káiser desde hace más o menos veinticinco años, es una empresa de tecnologías de la información centrada en la creación, programación y mantenimiento de bases o bancos de datos.

    Los ojos de Altan recorrieron la figura de su padre, del que parecía una copia de carbón a excepción de que el mayor tenía rasgos más suaves. Los ojos del muchacho se detuvieron en algún punto del brazo derecho del hombre, donde creyó detectar que se asomaba una sombra púrpura por el borde de la manga doblada de la camisa, pero no dijo nada. Su padre tampoco pareció reaccionar.

    —La verdad es que siempre me gustaron las máquinas. No era lo que se dice el popular de la escuela, no, era un chico taciturno, poco social y algo brusco. Me entendía mejor con aparatos tecnológicos de la época que con las personas. Para mediados y finales de los ochenta era un adolescente, las computadoras estaban sustituyendo a las máquinas de escribir y me pareció maravilloso —resolvió con una sencillez absoluta y dio la sensación de que oírse a sí mismo le vino en gracia, porque soltó una risa. Si sonar como un empollón fuese una competencia, tal vez el hombre se llevara una mención honoraria o una medalla—. IBM en el ochenta lanzó la primera portátil, veíamos los teléfonos móviles estos tan aparatosos y esa clase de cosas. Quería ser parte de eso, del cambio del mundo, no solo verlo suceder frente a mí.

    Puesto así sonaba ambicioso, pretencioso casi. Si uno comparaba el estallido tecnológico con el nacimiento del universo, Erik había aspirado a ser de los primeros soles sobre los que orbitarían los planetas.


    —Respecto a la otra pregunta, imagino que el camino me eligió a mí si partimos de lo que dije antes. Mis intereses estaban enfocados a la tecnología, tenía buenas calificaciones en ciencias y matemáticas, y a pesar de mi personalidad, mi interés por las máquinas me otorgó capacidad adaptativa para un contexto tecnológico que evolucionaba frente a nuestros ojos. Además fui parte de un programa de talento de mi preparatoria en su momento, de chicos interesados en las nuevas tecnologías y que mostraban cualidades adelantadas al sistema educativo, así que entré a la universidad cuando estaba por cumplir diecisiete años. Para entonces el Departamento de Ciencias de la Computación de Columbia apenas tenía doce años de existencia y las maestrías estaban un poco en pañales. Me gradué de Ciencias de la Computación en la Universidad de Columbia a los veintiún años, a los veintitrés de la maestría de Ciencias de la Computación enfocada en Sistemas de Red.

    El hombre tomó una pausa entonces, abrió la botella de agua y le dio un trago. Luego regresó sus ojos oscuros a los jóvenes frente a él, esperando por la siguiente pregunta.


    iba a hacer una pregunta con Kat, pero ya llevo acá como cuatro horas por investigar y tampoco te iba a mandar una biblia JAJAJA le dejo espacio a Gen y ahí voy viendo donde cuelo las mías, que muy feo que Gen pregunte todo aunque me esté autoentrevistando. Me encanta que en Gakkou muchas veces soy esta
     
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    Lo escuché con una atención absurda. Había fundado su propia empresa, punto que gestionó admiración hacia él, iniciando bastante joven en el mundo de los negocios, porque independientemente de lo que tratara su compañía se necesitaba habilidades de negociación, número y otras precisiones para evitar la quiebra, asentí a medida que hablaba. Alcé también las cejas ligeramente cuando mencionó no ser popular en la escuela, y sin darme cuenta miré a el Sonnen menor, bueno, si había tenido una personalidad similar a la de su hijo en ese tiempo era totalmente creíble.

    Regresé al mayor, escuché su risa y comprendí su emoción por dedicarse a lo que parecía haber amado desde joven.

    Con su discurso nos enteramos que ingresó a la universidad alrededor de sus diecisiete años, por lo que no se había tomado un año sabático ni nada para iniciar, detalle importante desde mi visión, me hablaba de su dedicación además de la claridad que tenía para encaminarse en los inicios de la tecnología y todo lo que conllevaba.

    —¿Cómo ha logrado manejar los avances? Es decir, la tecnología es algo que no ha parado de evolucionar... casi a diario, ¿no se ha llegado a sentir saturado al respecto? ¿En algún momento se planteó si había eligido la decisión correcta? ¿Sus padres que pensaron cuando les comunicó a lo que quería dedicarse?

    Casi que lo bombardeé con cuestiones importantes pero un poco personales, aunque colaban perfectamente con la situación por lo que no me eché para atrás, aguardé con la calma de siempre, y al mas minímo chance continúe con más, porque tenía mucho. Si Akaisa o Sonnen no participaban me daba lo mismo en este momento siendo sincera.

    —¿Cómo fue su transición de ser una persona considerada poco social a lo que refleja actualmente? ¿Ser padre en algún punto complicó sus estudios o su labor?
     
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    El hombre fue acompañando sus narraciones con los gestos de las manos justos para, quién sabe, mantener la atención aunque no hiciera falta. Se le notaba fluidez en sus respuestas, gusto y pasión por su trabajo también. Incluso pareció notar el interés que había causado en la compañera de su hijo, también el vistazo que le echó a este, y se guardó ciertos comentarios porque no concernían a una entrevista realmente.

    La chica, sin embargo, se quedó en un terreno más personal, combinando dudas profesionales en cierta medida. A él no pareció molestarle en lo más mínimo, se limitó a retomar la palabra con la facilidad que había demostrado hasta ahora.

    —Nunca se deja de estudiar e investigar, para competir con el avance de la tecnología permanecer estático no es una opción. Tuve que buscar otras titulaciones, certificaciones y demás, pero diría que lo que más me ha ayudado a mantenerme actualizado es mi equipo de trabajo, equipo humano quiero decir. Káiser empezó con unos pocos compañeros de carrera, se amplió a colegas de otras casas de estudio cuando me moví a Japón y finalmente tomó fuerza. —Golpeteó con los dedos junto al teléfono de su hijo un momento, antes de continuar—. Una sola mente no puede avanzar a la velocidad que lo hace el mundo, pero varias funcionan mucho mejor, como las neuronas de un cerebro comunicándose por señales electroquímicas. Elaboración, programación, mantenimiento e investigación; necesitas secciones del cerebro, de la empresa, enfocadas en cada una. Delegar y cooperar es la parte más importante para evitar la sensación de saturación. La soledad no nos lleva a ninguna parte en ningún contexto, dividir las cargas es necesario.

    Erik hizo otra pausa, bebió algo más de agua y se tomó otros segundos de pensamiento. Pareció darle vueltas a sus ideas, como si las acomodara, y luego de llegar a una conclusión sonrió.

    —Sobre si me he cuestionado si tomé la decisión correcta, imagino que todos lo hacemos cada día en diferentes ámbitos, sobre todo al enfrentarnos a momentos de crisis o confusión. Sin embargo, guardo gran cariño por el imperio que creé y eso me recuerda que alguna vez fui un chico de diecisiete años maravillado por un mundo nuevo, por el estallido que daría origen a un nuevo universo. Al Erik de entonces se le caería la quijada al ver lo que logró algunos años más tarde y eso me hace creer que incluso en la dificultad, la decisión que tomé siendo tan joven fue correcta, pero sobre todo fue fiel a mi persona.

    Parecía bastante seguro de ello, de hecho. Había tenido años, décadas, para reflexionar al respecto y no lucía como la clase de persona que se arrepentía de nada, no en sus decisiones laborales al menos. Quizás cargara arrepentimientos de otro tipo, como todos, pero eso no concernía a ese espacio.

    —Respecto a mis padres. A ver… Digamos que se lo veían venir, la familia Sonnen posee una genealogía marcada por un fuerte interés de creación o dominación, depende de cómo quieran llamarlo, una ansia por destacar. Hay una mancha militar del período del Tercer Reich en la generación de mi abuelo, bisabuelo de Altan. —Katrina alzó las cejas, en silencio, tomando notas en un cuaderno de bocetos que había sacado del armario de la sala antes de sentarse y dio un par de golpecitos al papel con la punta del lápiz, mirando a Sonnen hijo un instante—. Varios resaltaron en las fuerzas, por desgracia, y el abuelo fue médico, de los mejores. Pretendió luchar contra las faltas éticas que se cometían, algo que sin dudas lo hizo resaltar, pero lo obligó también a dejar Alemania; terminó en Estados Unidos donde ejerció como cirujano y dirigió un hospital centrado en la atención de soldados que habían servido en las guerras. Mi padre nació en América, es ingeniero mecánico y mi madre es estadounidense, estudió leyes, a lo que voy, que saliera yo a decir “quiero estudiar Ciencias de la Computación porque quiero ser parte del cambio del mundo” no fue muy sorprendente porque muchos antes que yo pensaron exactamente lo mismo desde sus respectivas áreas. Hasta mi madre, desde las leyes, quería cambiar algo. Siempre fueron un pilar y parte de las primeras inversiones económicas que tuve que hacer para Káiser, las pude hacer porque ellos me echaron un empujón.

    Una pausa más, otro momento de unión de ideas y pronto Erik retomó la entrevista. Sin dudas estaba acostumbrado a hablar, incluso si su personalidad nuclear estaba volcada a la introversión, el tema por el que justo había preguntado Génesis. A veces había que modificarse a uno mismo para sobrevivir, en realidad casi siempre era el caso.

    —Sobre la evolución de mi carácter, aprendí que era necesario, pues necesitaba de otros y debía ser más accesible. Iniciar Káiser me obligó a pensar fuera la burbuja en la que solo yo existía, para ver que de hecho éramos muchos y la tecnología. Sin embargo, el proceso fue tedioso, mi carácter ensimismado era difícil de moldear y no habría sido posible sin Janet, mi esposa, que me enseñó de responsabilidad, amor, compañerismo y reciprocidad. La conocí terminando de cursar la primera titulación, mientras ella estudiaba en Juilliard y con ella aprendí mucho más de la importancia de las voces de otros, de la interdisciplina incluso, para entender mi área como algo más orgánico de lo que parece.. Soy informático, la mujer es violinista, fue como pegarme un cable de alta tensión al pecho. —A Erik una risa le sacudió el cuerpo y su hijo, entre sus compañeras, suspiro en algo que no se supo si fue resignación, vergüenza o anhelo—. Por ella preferí mover todo, hasta los inicios de Káiser, a Japón, pues aunque es italiana había nacido aquí y su familia estaba aquí, no quise arrebatarle eso. Altan nació a nuestros veintiocho años y entonces comencé a relegar más trabajo, pues podía hacerlo, para poder pasar tiempo con mi familia y también para balancear la carga de Janet, para que no tuviera que dejar su profesión ni tuviéramos que hacer que otros criaran a nuestro hijo. Ser padre complica la vida de cualquiera, no porque sea malo, es porque es difícil si uno aspira a ser bueno o decente en ello. Cancelé juntas, cambié compromisos, le dije a inversionistas que se comunicaran con los siguientes al mando varias veces… En fin, cambié muchas cosas, pero no diría que fuese un problema, un obstáculo o un sacrificio. Káiser puede ser sostenido por cualquiera con la suficiente preparación, mi familia no la podría llevar nadie más.

    —¿Considera que los avances informáticos, más allá del enfoque de su empresa en los bancos de datos, han modificado las relaciones humanas? —coló Akaisa después, enderezando un poco las preguntas.

    —Absolutamente. Las computadoras ya no son las cajas inmensas que veíamos en sus inicios, muchos hogares tienen una máquina de escritorio, varias portátiles y eso sin mencionar teléfonos inteligentes, tablets y cuanta cosa se te ocurra, todo unido por la red. La manera en que la información está conectada en la actualidad es increíble y abrumadora; muchos estamos, porque me incluyo, una gran parte de nuestras vidas con los ojos pegados a pantallas. Así hablamos con familia, amigos, trabajadores y demás; almacenamos datos en la nube, en tantas bases de datos aparecen nuestros nombres que lo olvidamos. Allen, Akaisa y Sonnen, ustedes deben aparecer, mínimo, en las bases de datos de esta institución, de las embajadas de sus países y del sistema de salud. Sus datos están en redes sociales, emails y aparatos electrónicos, cada uno deja un rastro tecnológico que puede ser rastreado con las herramientas correctas. —La sonrisa de Erik adquirió algo parecido a la suficiencia, quizás si se estiraba mucho fuese hasta un poco prepotente. El tinte del gesto acentuó ciertos de sus rasgos, algunos de ellos compartidos con su hijo, aunque fue fugaz—. Las redes complejizaron el mundo y a la vez lo volvieron más pequeño al convertirlo en una telaraña.

    disculpa pública por este tremendo tocho xddd
     
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    Insane

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    Imaginé un ritmo de trabajo constante, disciplinado y permeado de objetivos conjuntos. Lograr sostener grupos de trabajo era algo que había escuchado y era complejo, por múltiples razones. Luego habló de la descendencia familiar, cosa que... no parecía salir del cubo que habían impuesto con anterioridad, por lo que al parecer tomó un camino que ya se esperaban. Sabía que en mi caso será totalmente opuesto por lo que un poco si me decepcioné de su respuesta, cosa que disimulé como una campeona al regresar mi vista al móvil y descender las preguntas ya estructuradas.

    Continuó compartiendo fragmentos de su vida personal, volví a sus facciones escuchándolo hablar sobre su pareja sentimental, el corazón me vibró en el pecho al entender que sus profesiones eran opuestas, la enseñanza que habían compartido entre ellos y el cómo se notaba genuinidad en su discurso. Enamorarse era muy bonito, demasiado... si era correspondido. Me quedé divagando en mi mente, me percaté de ello cuando fue Akaisa la que intervino después.

    Las bases de datos me recordaron a lo que te pide una página al visitarla, aceptar acuerdos digitales sin leerlos por lo largo que se tornaban. Ya ni se sabía que aceptábamos con ello. Esperé un momento de silencio para retomar conforme a mis notas del móvil.

    —¿Por qué decidió ese nombre para su compañía? ¿Había creado uno antes y luego lo cambió por Kaiser?
     
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    Zireael

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    Si Erik notó la suerte de fiasco que le significó a Génesis su respuesta no lo dejó ver en lo absoluto, con tal de no añadir una tensión o incomodidad necesaria en el ambiente. En lo que a él le concernía seguir una línea familiar que apuntaba a grandes cambios no era particularmente condenatorio, no cuando cada quién era libre de elegir dónde comenzaría el estallido de su correspondiente universo. Eso, claro, podía pasar por la visión de un viejo de casi cincuenta años con demasiada ambición en sangre.

    Lo demás era una visión totalmente personal, los efectos de otros en su vida y decisiones, lo que había orientado un cambio.

    —¿El nombre? —rebotó el hombre y su siguiente risa amenazó con volverse una carcajada—. Fue el nombre pretencioso que pensé desde un inicio, a mis veintitantos años. Es el alemán para emperador, ni más ni menos, y siempre refirió a mi persona.

    —¿A pesar del énfasis que ha hecho sobre el trabajo en equipo y la importancia de delegar responsabilidades? —interrumpió Altan, terriblemente serio—. Esa puede no añadirse a la entrevista final, fue solo un apunte.

    —A pesar de ello —afirmó su padre, descansando el codo en la mesa para poder reposar el rostro en sus nudillos—. Vuelvo a la noción de que no importa tanto quién ostente el título, si no de la construcción del imperio y sus principios base. Si fue construido sobre mis ideales, solo alguien con la misma visión será aceptado cuando sea necesario un relevo y solo personas que respondan al mismo propósito ocupan los puestos que me siguen de forma inmediata. Se trata de una entidad viva llegados a este punto.
     
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    Cuando casi soltó una carcajada parpadeé bastante curiosa, se me antojó la situación cómica solo por su risa. Luego nos trajo el significado al ser una palabra Alemana, lo cual sonó tremendamente agoísta; Sonnen intervino por lo que mis pupilas pasearon entre los dos, a lo cual el mayor mencionó que estaba joven en ese entonces y yo tan solo asentí.

    Me parecía de igual manera un buen nombre, no tenía mucho que agregar al respecto más que seguir con la atención sostenida a su justificación. Sin duda era de admirar el que no torciera su camino, que se echara para trás sobre su gusto por la tecnología pese a que parecía descendencia familliar. Descansé el peso del cuerpo en la otra pierna y llegué al final de mis preguntas, saltándoma una en partícular que ahora no me sentía cómoda para hacerla con Akaisa y Altan presente.

    Busqué la mirada del menor para murmurar que no tenía más cuestiones por mi parte, por lo que supuse y podríamos darle cierre o al menos acercarnos a ello.

    Me pregunté entonces si podría luego de esto pescar a Erik... bueno, lo dudé un poco pero terminé inclinándome a hacerlo, esperando pacientemente a que dejaran de grabar la sesión.
     
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    Zireael

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    La risa de papá le quitó peso a lo que bien podría sonar como una sentencia, Káiser era una entidad nacida de un deseo egoísta, el anhelo de un muchacho de ostentar poder sobre su propia galaxia. Luego, con el tiempo, había comprendido que de hecho habían otros cuerpos celestes que eran de vital importancia para de hecho tener un imperio. Káiser condensaba el corazón metálico de mi padre y su posterior capacidad orgánica, una que había adquirido de otros.

    Allen había empezado muy emocionada, me di cuenta, y pareció que se le pasó en el momento en que papá hizo referencia a los Sonnen como un todo, una unión de criaturas ambiciosas que replicaban sus deseos en otras áreas. Mi propio padre, el abuelo, mis tíos abuelos, el bisabuelo y así hasta parar de contar, hasta que la línea de sangre se perdía en la historia.

    La chica llegó al fin de las preguntas, Akaisa se tomó unos segundos más para hacer algunas anotaciones y luego revisó sus apuntes, por si algo le faltaba. Al terminar se levantó de su banco, deslizándose desde la altura del mueble, y se acercó a papá para darle otro apretón de mano y agradecerle por su tiempo. Yo me levanté tras ella, detuve la grabación y me guardé el teléfono en el bolsillo, antes de abrir la botella de agua que papá había traído para beber un poco.

    —Si no tienen nada más que preguntar, me retiro, quisiera comer algo antes de volver a la clase. Ustedes pueden usar la sala del club un rato más si gustan, solo recuerden cerrar la puerta al irse —dijo Katrina, girando el cuerpo hacia nosotros y haciendo una reverencia ligera—. Más tarde le envío una foto de mis notas a Sonnen, para que te las haga llegar a ti si creen necesitarlas, Allen.

    —Saluda a tu padre de mi parte —apañó papá, con el tono amable bien puesto y sin haberse movido de su lugar, Katrina asintió antes de retirarse, llevándose el cuaderno de bocetos consigo.

    Mi padre no se levantó, permaneció su lugar y luego de mirarme, deslizó los ojos a Allen. Su sonrisa se ensanchó, le entrecerró ligeramente los ojos y marcó algunas líneas de su rostro.

    —Gracias por tu entusiasmo en la entrevista, lo aprecio de verdad —comentó hacia la rubia y entendí que estaba esperando, como si hubiese notado que ella quería decir algo más fuera de la entrevista.
     
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    Se dió por finalizado la sesión. Akaisa regresó sobre sus pasos, me habló y tan solo asentí por protocolo, pero sabía no necesitar más apuntes de los que tenía por lo que el tema moriría ahí. No supe si se iría pero para mí buena suerte así lo hizo, desapareció en lo que la puerta se cerraba nuevamente.

    Regresé los orbes al señor, el cual ya me estaba mirando dedicándome una sonrisa, asentí casi agradeciendo en silencio, dudando nuevamente hasta que su voz se abrió paso. Casi que contuve el aire, las mejillas se me sonrojaron ligeramente avergonzada al pensar que quizá me ví inapropiada al verme tan entusiasmada por algo como... Un proyecto escolar, que al lado de todo lo que él habia hablado era entre poco y nada.

    —Gracias a usted señor Sonnen.

    Alisé los tablones de mi falda luego de guardar el móvil en mi bolsillo, caminé hasta él dándole la espalda al menor con toda la intención de que no pudiese verme la cara. Ademas quise pensar que podría hablar con el adulto sin que alguien se burlase de lo que podría preguntar, o me juzgará por ello, y Altan hasta el momento no parecía ser de ese tipo de persona, por lo que aún desconfiada de ser oída y llegar a ser un rumor de pasillo preferí retomar el valor que había comenzado a perder sin darme cuenta.

    —¿Puedo preguntarle algo más? —bajé el tono de voz al acortar la distancia, pensé en papá nuevamente y me pregunté por qué desde mi infancia no me sonreía con la amabilidad que este señor -pese a no conocerme- si lo hacía.

    Mi labio inferior tembló, los apreté para disimularlo y tragué después.

    >>¿Ser padre es demasiado complejo?

    ¿Tan complejo como para justificar mis vivencias?


    Era un chispazo de suerte lo que estaba buscando para justificar lo injustificable, siendo una cuestión tan imprecisa, con múltiples respuestas y...

    Tan fuera de lugar.
     
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    Vete a saber por qué a Allen le dio vergüenza el apunte de mi padre sobre su entusiasmo, porque me di cuenta, pero ambos lo dejamos morir. Papá asintió con la cabeza ante su agradecimiento, me di cuenta que ella había vuelto a llamarlo señor Sonnen, pero no la corrigió y yo tampoco dije nada, me limité a regresar a su lugar los bancos que Akaisa había puesto ya que los habíamos dejado de utilizar.

    Noté que pretendió que yo no pudiera verle el rostro y a su manera lo entendí, en este momento no parecía la clase de imbécil que juzgaba a otros a viva voz, pero sí que lo podía ser. La versión de mí mismo que había entrado a esta escuela lo confirmaba, era prepotente y agresivo, ahora no quedaba mucho de eso ni tampoco me interesaba incomodarla.

    Se acercó, imaginé que le preguntó a papá si podría preguntarle algo más y él asintió con la cabeza. La sonrisa se le disipó gradualmente, al notar que parecía algo más serio siendo que no quería que ni yo la escuchara, pero cuando la rubia le hizo la pregunta sus ojos se desviaron a mí un momento. Me entendía con papá de formas que no podía con mi madre, a veces hablábamos sin abrir la boca y eso fue lo que sentí cuando me miró.

    ¿Puedo responderle?

    —No sé qué te haya preguntado, pero contéstale, me da igual —dije en voz alta, no fue para poner nerviosa a Allen, más bien pretendió dejarle claro que no diría nada fuera de estas paredes. La intención pudo no quedar clara, así que suspiré y hablé de nuevo aunque ella no me estuviera mirando—. No diré nada de lo que papá te conteste, si esperaste a que termináramos de forma oficial y a que dejara de grabar sé que es una duda que no quiere ser oída fuera de esta sala.

    —Lo es —respondió papá entonces, sereno, pero puso toda su atención en la chica.

    No había oído la pregunta, pero él sabía que era importante, terriblemente personal e indicaba una verdad compleja: la chica no tenía una buena relación son su familia, no como quisiera. Papá reajustó su postura, sentado todavía, y al hacerlo noté que el golpe que le había dado con la puerta el otro día quedó a la vista y sentí que el corazón me daba un vuelco al notar la mancha violácea, amarillenta por partes, en su antebrazo.

    Mi padre era bueno, era tan bueno como podría ser cualquiera con nuestra personalidad e incluso más, por eso sabía que el daño que le hacía con mis mierdas no era justo. Él trabajaba cada día para no ceder a sí mismo, a su introversión, su mal genio y los retos que yo le arrojaba encima, y aún así le había pescado el brazo con la puerta de mi habitación y le había dicho que saliera, que se fuera. Él se negó.

    Papá negaba todo aquello que no funcionaba, que impedía el avance.

    Incluso si provenía de sí mismo.

    —Forjar una vida no es sencillo y eso debes saberlo, aspiramos a que los niños que traemos al mundo no cometan los mismos errores que nosotros, que vivan una vida mejor que la nuestra y sean felices, al menos yo aspiro a eso, sin limitar sus decisiones. La misión es complicada, porque muchas cosas escapan a nuestro control y debemos verlos a ustedes, jóvenes, equivocarse y salir adelante. Todo padre debe batallar con su hijo y todo hijo debe batallar con su padre, elegir hacerlo es lo que nos diferencia, supongo. Hay tipos que engendran niños y los que anhelamos poder ser llamados "papá", son dos especies distintas —retomó para no solo dejarle una respuesta de cajón, él no era de esos. Luego se tomó la libertad de acortarle el nombre a la chica—, pero hay una cosa que debes saber, Gen, y es que no puedes exigirle a alguien que sea un padre. Todo el que no quiera serlo, no lo será, sin importar que se lo pida la madre de sus hijos, los mismos niños o la ley de un país. Ser padre es una elección consciente y por eso es tan complicado.

    Cerca de terminar la idea, que podría pasar como una condena o una eximición, se levantó de la silla y miró a Allen desde su altura, dedicándole una sonrisa que pretendió ser tranquilizadora. Se quedó allí sopesando algunas ideas y luego suspiró.

    —Sé que no es una buena respuesta, pero ojalá en algún momento te sirva de algo. Insisto, fue agradable conocerte, ¿necesitas algo más?
     
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    Insane

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    No entendí la aprobación que buscó el adulto en el adolescente, me sentí incómoda, fue bastante claro pero ya estaba ahí, preguntando. Tampoco me espara que Altan fuese a decir aquella observación, no lo volteé a mirar ni nada, seguí de espaldas a él con los orbes sobre el adulto, estuve por relajarme un poco pero me fue posible notar el golpe que traía en el antebrazo por su movimiento, detallé el moretón y regresé a sus pupilas con cierta preocupación pese a que no dije nada, pensando que probablemente se había lastimado en su trabajo, o realizando algo por fuera de ésto, pero lucía doloroso, como los que solía dejarme mi madre cuando era más pequeña.

    El inicio de su respuesta me sacó de mi ensoñación, dedicándome a escuchar en lo que asentía con suavidad, como si estuviese en una importante clase de historia. En resumen era complejo, por lo que vi un chispazo de esperanza para justificar a papá, el que no me defendiera de mamá, al menos hasta que continuó. La desilución de no poder exigir a alguien que cumpliera su papel, mucho menos cuando mamá entre los dos era quién me había formado como era, dentro de un molde que sentía y no me pertenecía, donde todo estaba medido con perfección y exactitud, donde si me salía una imperfección en el rostro corríamos al dermatólogo, si comía más azucar de la permitida al nutricionista, si estornudaba más de tres veces en el día al médico general...

    Donde las pequeñas estrías que solían salir por crecimiento en las caderas eran condenadas a laser de ser necesario pese a la edad que tenía, como una muñeca de exhibición que debía estar en perfecta condición.

    Sentí la presión en el pecho que solía ignorar, un poco de envidia también me acompañaba.

    Erik se levantó y la pequeña burbuja se reventó. Fabriqué lo mejor que pude una sonrisa amable, di una reverencia también y me corrí el cabello del rostro después de enderezarme.

    —Gracias, ha sido muy amable de su parte el escucharme —era el propósito de una despedida, aunque agregué porque lo vi necesario de igual manera—: La crema Trofolastín es muy buena para los hematomas, por si tiene la oportunidad de comprarla.

    Me giré entonces, caminando hacia la puerta.

    >>Que tengan un buen fin de semana.
     
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    Zireael

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    Solo cuando mi padre contestó entendí por qué había buscado mi permiso, Allen debía haberle preguntado algo sobre su rol como padre, la familia o la mierda que fuese. Era ridículamente personal para ella, pero por rebote también lo era para nosotros y me sentí incómodo también, porque papá estaba allí sentado hablando de los retos y las elecciones de ser padre cuando llevaba días lidiando conmigo. Me obligaba a comer porque yo lo olvidaba, me hacía tomar agua y me vigilaba de forma constante; se había comido el golpe de la puerta y puede que se comiera hasta el impacto de un tren si implicaba ayudarme.

    ¿Era difícil ser padre? Era una puta jornada sin fin.

    Papá se mantuvo sereno a pesar de lo delicado que parecía el asunto y pensé que, bueno, igual Allen debería buscar un consejero profesional en vez de soltarle estas dudas existenciales al tipo que era de informática y había venido aquí por una entrevista, pero también entendía que él era accesible. Su amabilidad forjada por años y lo centrado de su personalidad lo volvían confiable, así que Allen, que por sus comentarios del otro día parecía tener sobre sí una figura controladora y necia, solo allí encontró un aliado. Era bastante deprimente visto desde afuera, saberse tan desesperado para acudir al primer adulto accesible que aparecía.

    —Gracias a ti por la confianza. Si algún día tienes otra pregunta, puedes escribirle a Al y él me la comunica. Sin que nadie deba saber más que ustedes, claro —ofreció sin mucha dificultad y se reajustó las mangas de la camisa cuando la chica mencionó la crema—. Y gracias por el consejo. Veré de pasar a una farmacia en la vuelta a Chiyoda.

    Le dedicó otra sonrisa, la despidió al verla irse y cuando la puerta se cerró dejándonos solos se giró hacia mí, serio. Sentí que lo miré con miedo, no por él, solo... Solo me salió así y me quedé allí plantado en la sala de arte de Akaisa, tan perdido como me había sentido en el estudio de mi madre.

    —Fue un accidente, yo me colé cuando no querías ver a nadie. No me hiciste daño porque querías, así que sal de ahí, hijo —ordenó con firmeza y yo asentí con la cabeza, rígido—. Sal de la espiral. Vas bien hasta ahora.

    Tomé muchísimo aire por la nariz, pasé saliva y él se acercó. Me pescó por el hombro para zarandearme, pero pronto me abrazó y correspondí el gesto con cierto recelo que no pude regular del todo, aunque relajé el cuerpo al sentir que me acariciaba el cabello cerca de la nunca, entre el tatuaje.

    —Tengo que volver rápido, tengo una junta con los jefes de departamento, presencial. ¿Te quedas en clase?

    I'm okay —murmuré todavía entre el abrazo—. Terminaré la semana. No puedo seguir comiendo ausencias por estar triste o porque se me meta un pensamiento en la cabeza.

    Papá asintió, sostuvo el abrazo algunos segundos más y al separarse me tomó el rostro entre las manos, me obligó a bajar la cabeza y me dio un beso en la frente como si fuese un niño. Me dejé hacer, ni modo, y cuando me soltó de forma definitiva le dije que lo acompañaba al coche cosa que hicimos un poco a las prisas, porque sí se le hacía tarde. Al subir al auto, antes de arrancar e irse, me dijo que le enviara sus saludos a Anna y asentí con la cabeza. Una vez se fue busqué el punto ciego del patio frontal y me quedé allí, tomando algo de aire.

    Al menos ya habíamos salido del famoso proyecto.


    relleno bien salvaje de cierre aunque se me movió la línea temporal por ponerme a contestar el gimnasio (?
     
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    Zireael

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    Que nadie dijera que no tenía compromiso con la causa, ¿no? Aquí lo que importaba era no dejar a Tora irse y fue lo que hice, a sabiendas de que el pobre desgraciado no podía negarme una sola cosa en su vida. Sasha recibió los apuntes, luego se levantó acomodándose a mi lado y Sakai siguió mirándonos con el desinterés usual.

    Ella usó al apodo que Tora se había sacado del bolsillo ya hace años, escucharlo fue un poco raro porque ya me venía acostumbrando a "Rowie", pero también me dio algo de ternura. Sasha se inclinó, me apretujó las mejillas y puse cara de cachorro mojado por el puro teatro, luego siguió hablando. La inexpresividad de Tora entonces trastabilló, quiso reírse, pero lo que terminó haciendo fue suavizar las facciones, al menos su mirada perdió algo del aire de eterna desconexión.

    —Ese es justo el problema, Pierce.

    —¿Qué no puedes decirle que no a esta carita? —interrumpí solo por joder.

    No contestó nada, Sasha preguntó a dónde íbamos y me detuve a hacer un mapeo mental, porque con este sol del demonio íbamos a acabar fritos antes de decir dos palabras. Como fuese, ella dio un respingo, dijo que debía hacer algo primero y nos dejó la misión de elegir dónde ir a meternos antes de desaparecer por la puerta. Cuando se fue miré a Tora, divertido, y él frunció el ceño antes de que yo volviera a mi lugar para sacar algunas cosas de la mochila.

    —¿Planeado? —preguntó a mi espalda.

    Estiré la sonrisa aunque no estuviera mirándome, sin contestarle si retenerlo era parte de un plan macabro. Me erguí, dirigí los pasos hacia la salida de la clase y Tora esperó a que yo tomará la delantera para decidir dónde iríamos. La azotea, piscina y mayoría de espacios exteriores quedaban descartados por este sol y lo primero que se me ocurrió fue la opción fácil, así que enderecé los pasos hacia la primera planta. En el camino le escribí a Sasha que estaríamos en la sala de arte.

    Al llegar a la puerta de la sala Katrina la estaba abriendo, distraída, y al notar nuestra presencia giró el cuerpo para mirarnos. Lo hizo con un desprecio bastante marcado y yo sonreí fingiendo demencia absoluta.

    —¿Me prestas la sala, Kat? —pregunté—. Quiero almorzar con mis amigos sin quemarme las neuronas al sol.

    —Como quieras, ahora yo no tengo ganas de entrar —soltó de inmediato, abriendo la puerta de par en par—. ¿Cómo es eso de que vienes a meterte a mi academia sin decir media palabra?

    —Pasa por Tekné en estos días, te compensaré el fallo estratégico con intereses.

    Katrina suspiró, hastiada, y se fue sin decir nada más así que Tora y yo nos metimos a la sala. Bueno, bueno, ese sería un problema del futuro, por ahora había conseguido dónde pasar el receso sin morirnos.
     
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    Gigi Blanche

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    Fue algo gracioso, el mensaje de Rowan se solapó prácticamente con mi salida de la sala de cocina. Antes le había pedido a Emily si no me dejaba guardar en la nevera de allí algo que traía de casa, que con este calor acabaría derritiéndose y sería una pena. Leí el móvil y alcé la vista, viendo cómo ellos llegaban a la puerta de la sala de arte. Podría haberme apresurado, pero entonces noté que topaban con Akaisa y no me apetecía en absoluto dar con ella, así que me hice la tonta y extendí mi tarea de echarle llave a la puerta hasta que sus caminos se hubiesen separado. Parecían conocerse, en definitiva.

    Había guardado los envases en la bolsa del bento, así que ingresé a la sala tal y como los había dejado en la 3-1. Era mi primera vez allí, si no recordaba mal. Les sonreí brevemente y me distraje paseando la mirada entre las pinturas. El arte nunca había sido algo que se me diera con facilidad o por lo cual sintiera afinidad, pero me gustaba ver cosas interesantes como a cualquiera.

    —¿Eres parte del club, Rowie? —encuesté, aunque asumí que me diría que sí.

    ¿Por qué otro motivo estaríamos aquí, si no?
     
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    Zireael

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    Tora entró a la sala como si fuese su casa, buscó un banco de inmediato y lo arrastró hacia la mesa con tal de aplastar el culo en algún lugar, pasando de "me voy a comprar algo" a "espero por lo que traigan" con el descaro de siempre. Me hizo gracia, pero en sí este chico con su cara de culo y todo lo demás casi siempre era un circo, así que tampoco me detuve en ello más de la cuenta.

    Cuando Sasha apareció por la puerta yo había dejado las cosas sobre la mesa, que era el almuerzo y una botella de té helado de casa, estaba todo listo en la mañana así que lo guardé pensando en compartirlo. Le sonreí a la chica, Tora desde su lugar reflejó el gesto también, pero pronto sacó el móvil y se quedó consumiendo aire, pasando publicaciones en Instagram.

    —Digamos que me falta la inscripción formal —expliqué sin mucho problema, desviando la vista para ver los trabajos en las paredes—. Lo pedí prestado ahora. Fue el primer lugar que se me ocurrió para no morir calcinados y en sí me gusta la sala, so why not?

    —Era el presi del club de nuestra otra escuela —comentó Tora sin mirarnos—. Se echaba la vida metido en el club siempre que podía, supongo que es un viejo hábito que pensara en este lugar.

    Me encogí de hombros, como declarándome culpable, y regresé la atención a la chica desviando la vista a la bolsa del bento que traía.

    —¿Qué traes ahí~?
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Me tomé un par de segundos para deslizar la mirada a Rowan luego de que éste comenzara a responderme, y aunque no me estuviera viendo asentí. El edificio tenía aire acondicionado en todas sus salas, beneficios de escuela pija, así que cualquier espacio interno era una buena idea para sobrevivir el calor. De primera mano se me había ocurrido el observatorio, recordaba el primer piso bastante oscuro y fresquito, pero quizá ni su altura contrarrestara la intensidad del sol que daba de lleno contra la cúpula. En cualquier caso, aquí estaba bien, suponía. Me sentía un poquito, sólo un poquito incómoda de estar ocupando la sala de un club ajeno, y el de Akaisa, ni más ni menos, pero al mismo tiempo... pues no me importaba tanto como para hacer algo al respecto.

    Sólo no tocaría nada y ya.

    Miré a Torahiko ante su propia porción de información y mi sonrisa se ensanchó al deslizar los ojos de regreso a Rowan. En cierto modo le pegaba el cartelito de presidente, así fuera de un mero club escolar. Su atención se desvió a mi bolsa, la cual llevé a mi espalda en automático, y alcé la barbilla.

    —Comida~

    Me desvié a una de las mesas laterales para apoyar las cosas, como si no hubiese soltado la respuesta más sospechosa del mundo. Primero extraje el bento y lo deposité a un lado, y ya que Sakai se había sentado se me ocurrió otra estupidez. Tomé uno de los dos envases, el que había preparado para él, y carraspeé la garganta de forma exagerada. Consumí la breve distancia que me separaba de su posición e hinqué una rodilla frente a él, ofreciéndole el tuppercito como si fuese un anillo de compromiso.

    —Un hada me dijo que algo como esto podría gustarte, y el otro día te hablé un poco mal. —Esperé a que lo agarrara y le hice ojitos, pues porque sí—. ¿Me perdonarías?

    Adentro del envase había frambuesas bañadas en dos capas de chocolate, la interna era blanco y la externa, semi amargo. Era un postre que se vendía congelado y debías esperar como media hora para comerlo, cosa de que el fruto recuperara su textura y sabor, por ello había necesitado la ayuda de Emily y más considerando el calor que hacía.


    no sé si estas weas se venden afuera de Argentina, pero esto es a lo que me refiero
     
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    Zireael

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    Me había sentado cuando Pierce apareció de nuevo, le preguntó a Rowan si estaba en el club y él le dio una respuesta a medias, porque estaba claro que seguía sin hablarle a Katrina para que lo aceptara en el club y la otra seguía molesta por su aparición repentina, así que ese era problema de ambos. Una por infantil, el otro por no confrontarla como si no se echara la vida dándome órdenes a mí y a los demás.

    Solté lo de que venir aquí debía ser un viejo hábito de Ro porque sí y no mucho más tarde oí que él le preguntaba a la chica qué traía, ante lo que contestó que era comida. Escuché a Rowan desinflarse los pulmones con una risa baja y me lo pude imaginar negando con la cabeza.

    No shit, Sherlock —añadió aunque una segunda risa le entrecortó las palabras y por la suavidad de su voz entendí que no hubo ni pizca de malicia en el comentario—. No me habría enterado si no me lo dices.

    Percibí el movimiento de la pelirroja, puso el bento en una de las mesas o eso creí, no la estaba mirando directamente hasta que carraspeó de forma exagerada forzándome a despegar los ojos del móvil. La chica mató la distancia que la separaba de mí, hincó una rodilla en el piso y me ofreció el tupper como si me estuviera pidiendo matrimonio. La miré con el ceño ligeramente comprimido, extrañado por el asunto, y entonces habló haciendo que desviara los ojos a Rowan que estaba unos pasos más allá fingiendo demencia.

    ¿Por lo del otro día? Hombre, ya daba igual, tampoco era que fuese yo el mejor y la tratara como una princesa como para tener derecho real de hacerme el ofendido porque se apareciera dando órdenes. Me había molestado, había pasado y ya estaba, ¿no? Fin del cuento. De todas formas dejé el móvil en la mesa, recibí el tupper y me di cuenta que me había puesto ojitos bien porque sí.

    —Tengo que pensarlo —murmuré destapando el contenedor y me arrimé el postre para olerlo, un viejo hábito también. Demasiado viejo quizás—. No sabía que las hadas eran tan chismosas, ¿tú sí?

    Aunque Rowan estaba alegando locura, creí notar que desde su posición observaba a Sasha algo más a conciencia, como si estuviera confirmando que la chica en efecto estaba bien por la ausencia del viernes o yo qué sabía y lo dejé estar. Me limité a sacar una de las frutas, la observé de cerca y finalmente la probé; el hada chismosa había pasado bien la información.

    —Me parece a mí que quedas perdonada —contesté antes de llevarme comer otra—. Esto de los pelirrojos cómplices puede no estar tan mal.

    —¿Me regalas una? —preguntó Rowan y yo atraje el tupper al pecho, sacando una bolita de chocolate—. Se me olvida que no te enseñaron a compartir.

    —¿Este plan macabro no incluía más personas? —pregunté luego de asegurarme de no tener la boca llena, lo pregunté hacia ambos en realidad, pues estaba claro que habían conversado el fin de semana.


    Quedé con antojo de algo que no he comido en mi vida, amazing

    Bueno estuve respondiendo a un ritmo distinto al de siempre porque no estaba en casa, pero ya vengo con todo osi. Also no lo podía narrar con estos posts, pero Arata le está mensajeando a Sasha qué dónde anda metida ya que él le arruinó su escenario mental de buscarlo en el receso por la mañana, también le spameó los ojitos de whats varias veces JAJSAJ
     
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    Gigi Blanche

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    No diría que hacer algo así con Sakai era arriesgado, sino más bien potencialmente inútil. De lo poco que lo conocía, y aún con mi relativa falta de agudeza leyendo a las personas, era un chico que me recordaba a Sugawara. Difícil de alcanzar, difícil de leer y difícil de influenciar. En su caso existía Rowan como excepción y estaba segura que con Yaboku era igual, sólo que aún no sabía quién. Tampoco me interesaba, vaya.

    Aún con el escaso rate de éxito, había puesto las probabilidades en la balanza y arriesgado a hacerlo de todos modos. No me quitaba el sueño la pequeña afrenta, si debía ser sincera a duras penas había pensado en ello, pero sí me interesaba mantener las aguas tranquilas con Ikari y, como venían en paquete, con él. No creía que pudiera escindir a uno del otro, cada vez lo veía más claro.

    Había oído a Rowan a mi espalda, pero no hice más que sonreír sin siquiera voltear en su dirección. Luego, la primera reacción de Sakai fue de... como de desconfianza, o al menos así me lo pareció. Aceptó el envase, se hizo el difícil y olió las frambuesas, como si se las fuese a dar envenenadas o algo. La tontería de perro viejo me hizo su gracia y me encogí de hombros, fabricando un suspiro.

    —Quien diga que no es chismoso está mintiendo —respondí porque sí.

    Me había quedado hincada frente a él sin más motivo que el de mantener el teatro, al menos hasta que probó una y pude dar mi misión por concluida. Apoyé las manos en mi rodilla, me erguí, y una parte de mí se alegró genuinamente de que le hubiesen gustado.

    —Deben seguir algo congeladas, cielo, si esperas un poco estarán mucho mejores —le recomendé, y su comentario me arrancó una risa. Crucé los brazos, medio girando el torso para incluir a Rowan—. Por supuesto, ¿qué creías? ¿Que nos dedicaríamos a cazar infieles y quemarlos en la hoguera? ¿No ves que somos dos angelitos?

    Ikari le pidió que le convidara, a lo que Sakai se negó y me acerqué a mi bolsa, sacando y agitando el segundo tupper.

    —Todo calculado, oye, estás tratando con una experta —bromeé, ofreciéndoselo—. Este es para nosotros, los hice con chocolate con leche. Tienes cara de que prefieres las cosas un poco más dulces.

    La pregunta de Torahiko me resultó algo extraña, lo miré con el ceño fruncido y acabé ladeando apenas la cabeza. ¿Por qué incluiría más personas? ¿Debía disculparme con alguien más y no me había enterado?

    —¿Por qué lo...? Ah, ¿te refieres a Arata? —me iluminé de milagro y me reí—. Sí, lo había pensado, pero se los quería consultar primero.


    memeo con Arata JAJAJAJA
     
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    Zireael

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    Si no le había dicho a Sasha que llevarle algo a Tora era un esfuerzo desperdiciado, era porque a mí no me lo parecía, en el primer encuentro él la había reconocido, por llamarlo de alguna manera, dijo que parecía amable como yo y le dio la bienvenida. Incluso con esa tremenda cara de culo que tenía casi siempre, eso debía valer de algo todavía, por más que se hubiese fastidiado con ella el otro día. Como tal, creía que podía aceptar cosas de ella como las aceptaba de mí aunque en menor medida.

    A pesar de todo, me mantuve atento cuando ella se montó el teatro por si tenía que clavarle un regaño a Tora, pero quizás lo del hada le hizo la suficiente gracia para que se comportara, aunque de repente fui calificado de chismoso y lo que dijo Sasha me hizo sonreír desde mi lugar. En los intermedios la había mirado, como tratando de discernir su estado, si había algo diferente o no, pero me rendí con rapidez al no notar la gran cosa.

    —Bueno, al menos me consuela que eso los declare a todos como chismosos —concedí con algo de diversión en el tono.

    —Me gustan frías —susurró Tora todavía con el tupper pegado al pecho, aunque luego de pensar un rato dejó el postre en la mesa para esperar a que se descongelaran un poco—. ¿Algo así? ¿No sonaba a culto cuando lo hablaron el otro día? Por más angelitos que digan ser.

    Reí al escuchar lo del culto, me encogí de hombros y cuando Sasha sacó el segundo tupper de la bolsa una sonrisa amplia me alcanzó el rostro. Era ridículo pensar que trajera algo solo para Tora, ¿cierto? No era esa clase de persona, sin importar la cantidad de ideas descabelladas que pudiera tener, el trabajo que tuviera o las preocupaciones que ocurrieran dentro de las paredes de su torre. Se conservaba a sí misma con una entereza que muchos de nosotros solo anhelábamos.

    ¿Cuál era el costo?

    —Pero si tú piensas en todo —apañé.

    Recibí el contenedor dándole las gracias, también lo destapé y saqué una solo para no quedarme con el antojo. Además, había acertado con que me gustaban las cosas más dulces, de hecho los padres de Tora compraban cosas dulces por mí, no tanto por Mister Bitter. Estaba en eso cuando Tora hizo la pregunta, pareció confundir a Sasha y notarlo me hizo algo de gracia, igual era culpa de la forma en que él había hecho la pregunta.

    —¿Consultarnos a nosotros? —dijo Tora mirándola y se encogió de hombros—. Es tu amigo, ¿no? A mí me da igual.

    Quizás, justo porque era amigo de Sasha, teníamos que haberla buscado cuando el cabrón estaba bebiéndose hasta el agua del baño en Tekné. Sin embargo, Shimizu estaba vivo, ¿no? La chica Minami lo había llevado a casa de las greñas y eso era lo importante.


    —Es Shimizu, no hace falta en realidad que nos consultes —secundé un poco después, dedicándole una sonrisa—. Nos llevamos bien y si a Tora le estorba, pues que se aguante.

    —Pues discúlpame por pensar en tu integridad, maldito desagradecido —ladró el otro y al final se desinfló los pulmones, eligiendo confesarse con Sasha—. Sospechaba que Shimizu quería algo de Rorin, porque como trabaja solo siempre me pareció peligroso y como puedes ver el idiota habla hasta con su sombra, alguien le tiene que cuidar el culo.

    my boy es un circo y no puedo hacer nada al respecto JAJAJA
     
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  20.  
    Gigi Blanche

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    —¿Nunca oíste hablar de los cultos de angelitos? —repliqué al instante, inmutable a pesar de la estupidez que estaba diciendo.

    En lo que a mí concernía, en tanto la conspiración fuese por un bien mayor deberían dejarnos cuchichear libremente. El descubrimiento del segundo tupper le iluminó el rostro a Rowan y por un segundo fui consciente con una dureza casi dolorosa de que seguíamos siendo unos niños. Lo pensé por ellos, en realidad, y me metí a mí misma en la bolsa a destiempo. Él también comió una frambuesa y supuse que ya mejor no insistía en eso de dejar el postre para después.

    La réplica de Sakai sonó a obviedad y me encogí de hombros después que él, en cierta forma defendiendo mi postura.

    —Sí, pero el almuerzo lo planeé con Rowie —respondí, seria, y luego una sonrisa empezó a estirarme los labios—. Y fue pura y exclusivamente para secuestrarte a ti, no para montar una fiesta.

    La idea hacía agua por todas partes, desde lo amargo que me resultó emplear la noción de secuestro hasta el hecho de que, en verdad, ya había sopesado invitar a Arata. Pero nada de eso lo sabían ellos. En cualquier caso, ambos afirmaron no tener problema con su presencia y supuse que eso relajaba tensiones. Hasta este momento tampoco me había quedado claro hasta dónde se soportaban mutuamente, haber conseguido la información estaba bien.

    La respuesta de Sakai al comentario de Rowan fue tan repentina y brusca que me hizo voltear a mirarlo. Así que sí podía ladrar. El impulso le duró poco, en todo caso, y me explicó parte de su análisis, o sus motivos, o lo que fueran. Una muy pequeña sonrisa se mantuvo en mi rostro y alterné la vista entre ambos un par de veces, sopesando un par de respuestas posibles.

    That's cute of you, aunque Rowie sabe cuidarse solo mejor de lo que parece, ¿verdad~?

    Acabé el comentario mirando a Ikari, en una mezcla de broma, tanteo y afirmación, mientras llevaba la mano a mi bolsillo. Avisé al aire que le escribiría a Arata, entonces, que ya debían picarle las orejas, y se me atoró una risa en la garganta al ver que me había robado la idea. La seguidilla de emojis me amplió la sonrisa y meneé apenas la cabeza, disponiéndome a teclear.

    En la sala de arte
    Ya ven, estoy con los chicos y hay postrecito
    (Rowan y Tora)


    ¿La aclaración era por los chicos o por el postrecito? Lo pensé al instante de enviarlo y me hizo gracia. No esperé respuesta, bloqueé el móvil y me acerqué a la mesa para depositarlo allí. Ubiqué una silla a un lado de la de Tora, orientada hacia un centro imaginario, y me dejé el bento encima del regazo. No sabía dónde estaba Arata o si vendría en absoluto, de modo que empecé a comer sin demasiado problema.

    —¿Qué tal sus vidas? —pregunté a ambos—. ¿Alguna historia para contar?
     
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