Sala de arte

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    E-en el momento que me sostuvo la mirada, otra correntada de acelerados latidos estrujó mi pecho, acopiándose a los nervios que habían ido acumulándose desde mi lectura del tablón de anuncios. Y, sin embargo… no había apartado el rostro, como hubiese ocurrido en otra circunstancia o frente a cualquier persona desconocida (o no). E-esta suerte de milagro se produjo por algo que no consideré oportuno expresar en voz alta: se me hacía muy curioso estar frente a unos ojos similares a los míos. Me había asaltado, en el medio del caos interno, la misma chispa de fascinación que sentí cuando Rowan me mostró la fotografía de esta persona, que no podía ser otra que Katrina Akaisa… Q-quizás habría muchas chicas en el mundo que se aproximaran a nuestros rasgos, así como al contorno y color de nuestro cabello, pero… ¿qué tantas posibilidades había de compartir no sólo la heterocromía, sino también los ojos de cielo? Era una coincidencia ciertamente extraordinaria, debía repetirme al respecto. Con todo, esa chispa pronto se esfumó frente al peso de todo lo demás, lo cual desembocó en la reverencia matizada con torpes disculpas. Así fue como el prodigioso contacto visual se quebró.

    Tras erguirme, apenas la miré lo justo y necesario para hacerle mi pregunta, para querer asegurarme de que mi presencia no significaba una interferencia en la paz que otorgaba la soledad. Pero, antes de responder a mi interrogante, ella completó su nombre. Me dio la sensación de que había adivinado que ya conocía de antemano su identidad, lo cual acrecentó ligeramente el rubor que ya tenía encima. Pese a todo, la voz de Katrina estuvo desprovista de brusquedad, y de igual forma noté la ausencia de… amabilidad. ¡P-pero n-no me pareció que estuviese molesta! De hecho, me dijo que hiciera lo que quisiera…

    Alcé los ojos con lentitud, en una nueva búsqueda de su mirada. Y disimulando como pude el estremecimiento de mis músculos, le dediqué un tímido asentimiento para hacerle saber que había comprendido. Si hubo algo rescatable, fue que mis latidos aminoraron ligeramente su ritmo cuando fui consciente de que no tendría que regresar por donde vine, que no debería mezclarme en la agobiante masa de gente.

    —Be… Beatriz —me presenté con un hilo de voz—. Beatriz Luna. U-un placer conocerte, Katrina —pegué las manos a mi regazo y volví a inclinarme, apegada como pude a las costumbres con las que me había criado.

    Para cuando recuperé la posición erguida, ya estaba evitando el contacto visual. En su lugar, recorrí de un vistazo la sala de arte. Alrededor de la mesa donde Katrina almorzaba había bastidores, p-por lo que supuse que ella ocupaba el lugar donde iban los… ¿modelos a pintar? También vi estanterías donde se divisaban pequeños lienzos, libros, bustos y otros materiales. Al ser repentinamente consciente de esta cantidad de elementos relacionados con el arte, la tensión de mi rostro se disipó, muy ligeramente. No del todo, pero lo hizo. A su vez, mi cuerpo pareció destrabarse y, por fin, comencé a alejarme de la puerta cerrada…

    C-como suponía que Katrina no se molestaría, me aproximé a los cuadros que pendían de una pared, mirándolas con cauteloso respeto, como si fueran a romperse con la sola fuerza de mi observación. Las pinturas me resultaron bonitas. No me consideraba buena para analizarlas, pero sí que podía sentir la nostalgia y melancolía brotando de algunas imágenes, y entonces me pregunté, un poco sin querer, qué saldría de mi alma si la soltaba a través de un pincel...

    En eso, recordé otra cosa que me había comentado Rowan sobre Katrina: ¿no era, acaso, quien llevaba el Club de Arte del Sakura? ¿Habría pintado uno de estos cuadros que ahora miraba, tal vez?

    —Eeeh… —la miré tímidamente por sobre mi hombro, apuntándole con el ojo celeste— ¿Vienes seguido… a esta sala?

    No supe si era la mejor pregunta para empezar, pero tampoco me animé a expresarle abiertamente mi curiosidad por saber si uno de los cuadros de aquí le pertenecía. Ya había metido la pata con lo de su nombre, no deseaba revelar que sabía algún dato más sobre ella. ¡S-Seguro se vería muy raro!
     
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    Zireael

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    ¿Cómo era capaz esta niña de funcionar en sociedad? ¿En una escuela de no sé cuántos estudiantes, una buena parte de ellos extranjeros y excesivamente confianzudos? Parecía imposible, había bastado ver su colapso incluso antes de que notara mi presencia para que se me ocurriera que, por su bien, era más aceptable educarla en casa. Meterla a una institución debía ser una tortura.

    Hizo una reverencia, se disculpó y yo no reaccioné de ninguna manera, al encontrar mis ojos de nuevo se permitió un asentimiento que me dijo que, al menos, me había escuchado. Su nombre era Beatriz Luna y el apellido resonó entre las palabras que conocía en español, las que conservaba de las mujeres latinas que habían llegado a trabajar en la casa de Estados Unidos y preparaban comida que tenía el triple de condimentos de que la americana, volviéndola insípida en comparación.

    Seguí su recorrido visual por la sala en silencio, justo como los gatos, como Nova, miraban a las personas que se metían en su espacio. No había una negativa formal, pero el hecho de que no me hubiese movido indicaba que consideraba este mi espacio y que ella, sin duda, era la invitada o intrusa en él. Me di cuenta al observarla que en su recorrido la tensión en sus facciones disminuyó y logró despegarse de la puerta, de forma que dejó de parecer mosca aplastada.

    Continué observándola en silencio, cada paso que daba lejos de la puerta, cada cuadro en el que sus ojos de tormenta se detenían y por eso cuando me miró por encima del hombro recibí el celeste de inmediato. Su pregunta rozó la obviedad aunque no lo supiera y yo me tomé unos segundos para contestar.

    —Podría decirse —contesté luego de darle un vistazo a la sala, regresando los ojos a ella—. ¿Cómo terminaste aquí, Moony?
     
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    Bruno TDF

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    Cada elemento de esta sala me ayudaba a equilibrar la aglomeración de inseguridades que pesaba en mi pecho. Los materiales… Los libros… Los cuadros… En el momento que el concepto del arte se elevaba en cualquiera de sus formas, algo en mí se removía. Surgía como una inquietud que era bastante diferente a las que comúnmente me asaltaban. Se trataba de un efecto que consideraba incomprensible, pero que a su vez se sentía… Eeeh… ¿agradable, tal vez? S-Suena raro puesto con estas palabras, p-p-pero supongo que es una aproximación, ¿tal vez? G-Gracias a esto fui capaz de serenar una leve parte de los nervios, que me tenían retenida contra la puerta como si el mundo entero fuera a caérseme encima si me apartaba.

    Y t-también… mientras miraba los cuadros en la pared… B-bueno, lo hacía porque de verdad llamaban mi atención, ¡en serio! P-pero al mismo tiempo me ayudaban a lidiar con la sensación incertidumbre que me hormigueaba en la piel. Se atenazaba a mis pensamientos con una fuerza amenazadora, y nacía del hecho de que Katrina en ningún momento mostró reacciones ante mis palabras, mucho menos frente a mis gestos nerviosos. Ella mantenía una quietud demoledora, a la vez que sus ojos de cielo se cernían sobre mi figura…

    Me observaba.

    Podía sentir su mirada incluso si le daba la espalda para mirar los cuadros, como una flecha apuntando a mi nuca. Su silencio n-no tenía por qué ser algo malo, y-yo misma vivía con la garganta cerrada y las palabras ah… ahogadas. Pero incluso si entendía que no estaba molesta, tampoco podía saber qué pensaba ahora mismo. Y eso… n-no era muy bueno para mi ansiedad, porque siempre daba lugar a las paranoias y al miedo de estar siendo juzgada... Por eso, me encontraba mirando los cuadros, con la esperanza de absorber ese extraño poder que lograba tranquilizarme… aunque fuese un poco. Y llegó, por fortuna, un punto en el que fui capaz de volver a buscarla para hacerle mi pregunta.

    Katrina primero arrojó un vistazo a la sala de arte, de la misma forma que lo hice yo al ingresar. Procuré mantener la mirada de mi ojo celeste sobre ella, por educación y para evitar verme grosera… Pero entonces sus ojos regresaron hacia mí de pronto, arrancándome un ligero pero muy vergonzoso respingo. Evité distraerme por la impresión de ridículo que debía estar dejando, y sólo centré la atención en su respuesta… Que fue tan escueta como todo lo que venía de ella, indescifrable. Pero lo que menos esperé fue que me hiciera esa pregunta… Y-y-y e-el… ¿apodo? ¿Moony?

    Mi mirada terminó apuntando al suelo y debí contener una expresión de pena, la cual oculté al volver a girarme hacia uno de los cuadros.... Dudé un poco sobre lo que debería decirle, temerosa de que mis motivaciones para aparecer aquí fueran mal vistas o que no tuvieran el peso que sólo era capaz de darles alguien como yo, una persona retraída en extremo...

    Decidí ser honesta.

    —Yo… Eeeh… Salí al pasillo y… y me agobié… Ha-había demasiada g-gente —respondí, empezando a frotar mis manos para controlar la vergüenza que me daba contestar con semejante obviedad—. Y recordé que… En el pasillo de mi clase se encontraba esta sala… T-tengo un conocido que hace arte y me mencionó el club y… y…

    Tomé una larga bocanada de aire. Estaba claramente nerviosa sólo por hablar. O tal vez… me ponía nerviosa hablar frente a Katrina… Que era una persona que, inconscientemente, muy en el fondo, tenía ganas de conocer. Por nuestro parecido físico… y por su vínculo con el arte. Proseguí como pude, buscando cerrar mi idea.

    —S-supongo que… creí que estar aquí podría… ¿tranquilizarme, tal vez?

    Detuve el movimiento de mis manos y, lentamente, volví a girarme hacia ella. No la miré directamente, mi iris celeste la buscó de reojo, con timidez. A la espera de lo que tuviese que... que decirme.
     
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    Si a la chica no le gustaba el arte (quería decir, practicar alguna forma de arte ella misma) al menos quedaba claro que sentía curiosidad por él, que había algo en los trazos ajenos, en el espacio donde se creaban y todo eso que le servía a un propósito orientado a calmarla. Tal vez fuese tan simple como no tener que enfrentarse a mí, a su repentino espejo roto, porque estaba claro que esta muchacha no tenía forma de haber recibido información específica más allá de mi nombre. Alguien me había mencionado, pero no en las condiciones que yo creía.

    No le había dado signos de molestia real, pero tampoco de bienvenida absoluta, la figura de Luna estaba suspendida en un limbo en el que todavía estaba tomando decisiones sobre ella. Estaba en la misma categoría intocable de mocosas en las que entraban Vólkov, Meyer, la otra conejita de mi salón y algunas otras. No se tocaban porque eran las niñas buenas o porque eran demasiado nerviosas, los motivos importaban poco.

    Mi respuesta fue corta y la criatura mandó la vista al suelo, entre lo escueto de mi frase y el apodo que le encajé por deporte supuse que su ansiedad no estaba en el momento más brillante de su vida. Seguí observándola, esperé la respuesta a mi pregunta como si la chica no tuviera la opción de negármela y al final fue honesta, aunque podría haberme mentido en la cara si le daba la gana.

    La gente del pasillo la había agobiado, se acordó de la sala porque un conocido suyo (¿por qué no dijo amigo?) hacía arte y... Bueno, tuvo un debate mental. No dije nada, volví a esperar y todo para que al final soltara que solo había creído que aquí podría tranquilizarse. Razón no le faltaba, claro, pero eso había sido antes de venir a chocar conmigo.

    —¿Y sirvió? —Busqué saber aunque la respuesta evidente era que sí y no. Al hacer la pregunta quité el bento de mi regazo, lo dejé a un costado y descansé la espalda apoyando las manos a los costados de mi cuerpo—. ¿Y a ti te gusta el arte más allá de tu... conocido?
     
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    Bruno TDF

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    No alcanzaba a comprender de dónde había nacido el impulso de ser tan honesta al responderle a Katrina, cuando solamente podría haber eludido su interés o resumir en una palabra escueta… el motivo que me arrojó a la sala de arte, como una ventisca frágil y débil. Me costaba muchísimo lidiar con mi timidez, con la vulnerabilidad que quemaba a partir de la proximidad con las personas. Era algo que me hacía sentir rechazo de mí misma y, sin embargo, la expuse en mi contestación… ¿Por qué? ¿Era por que sentía algún tipo de conexión, al ser espejos distorsionados de la otra? ¿Tal vez… un intento de… aproximación con ella? S-seguía siendo un hecho que yo… tuve este deseo inconsciente de encontrarla y… B-bueno, mentirle me habría sabido mal.

    Estaba demasiado confundida para pensar con claridad, aún sintiendo en el cuerpo el efecto del inesperado cruce de nuestros caminos. Aun no sabía si mis nervios nacían a causa del encuentro mismo, o si sólo me vi afectada por la manera súbita que se produjo, fuera de todo cálculo. El carácter impasible de Katrina contribuía a esta mezcla de sensaciones, pero esto no era culpa de ella. No quería… que se sintiese responsable de mi estado.

    No deseaba arruinar… esta oportunidad.

    Estaba nerviosa, me sentía observada y hablar m-me costaba. P-pero… pensaba seguir adelante con nuestra conversación y, de ser necesario, buscar la forma de hacer que el silencio no se estirara demasiado. Seguiría intentando cambiar, mantendría la lucha que había desatado desde aquel día en el invernadero. Por eso, con mucho esfuerzo, mantuve el contacto visual con Katrina cuando ella me preguntó si venir aquí me había servido.

    Asentí ligeramente, frotándome las manos. La miré a ella, pasé la vista por los bastidores y los colores presentes, como si ella también fuese el centro de su propio cuadro, y al recibir su siguiente pregunta hice el esfuerzo… bueno, de encararla. Giré con lentitud el cuerpo, algo dubitativa. El gris apareció, sumándose al celeste, y ambos colores buscaron posarse en la chica. Al final fue cosa de unos pocos segundos, porque me ruboricé al instante y debí desviar la vista hacia algún bastidor, en lo que pensaba…

    —M-me interesa… Sí —respondí con cierta inexactitud en el orden de las palabras, con la voz ligeramente atropellada— M-me intimida un poco la idea de p-practicarlo, p-pero siempre me llamó la… la atención. En especial… la construcción de imágenes como estos cuadros y… Y también las esculturas, que me fascinan…

    Hablé con la mirada más bien puesta en sus pies. Pero entonces volví a darme otro impulso de valor y, con una firmeza débil (pero firmeza, que era lo esencial), volví a mirarla al rostro.

    —Eeeh… ¿Tú lo practicas? —indagué casi en un susurro— ¿Tal vez has pintado… uno de los cuadros que hay aquí?

    En medio de la inseguridad presente en mi voz, se filtró un diminuto tono de genuino interés del que no fui consciente.
     
    Última edición: 22 Enero 2024
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    Zireael

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    Vivir en la cabeza de esta chica debía ser sencillamente agotador, su voz tenía que tener el poder de rebotar en su cráneo hasta convertirse en el ruido de una multitud e incapacitarla. Este nivel de ansiedad existía porque su cuerpo o su cabeza entendían en los espacios públicos, en las personas, la socialización y toda aproximación una amenaza, quisiera o no. La manera en que evitaba la mirada, se trababa al hablar y parecía quedarse atascada en un lío mental cada dos minutos la delataban demasiado, que dijera que se había agobiado solo fue una confirmación.

    Mi silencio no debía ayudarla, pero era mejor eso a cualquier otra de mis aproximaciones y lo dejé así. Si se incomodaba demasiado podía elegir entre compartir este espacio conmigo, por incómodo que fuese, o volver al pasillo que casi la mata. Hablando de eso parecía que el ruido había disminuido, quizás las personas se fueron, quién sabe. Sin embargo, Luna seguía luchando contra sí misma. Batallaba para no dejar ganar a los ecos.

    Al darme cuenta de eso afilé un poco la mirada, atenta, y continué observándola incluso con más atención. Una parte de ella posiblemente quisiera echar a correr incluso si debía volver al pasillo, pero otra se negaba a hacerlo y no solo era por miedo a lo que la había hecho entrar a esta suerte de búnker; renegaba su naturaleza, los nervios en su cuerpo.

    Solo había negación y resistencia en dos tipos de almas en este mundo.

    Los artistas y los rebeldes.

    La suerte de revelación, como susurrada por las musas, quiso hacerme reír y tuve que contenerme para que la niña no pensar que me burlaba de ella. Había asentido a mi pregunta sobre haber entrado a la sala, si la había ayudado, y al recibir mi siguiente pregunta siguió su lucha, esta vez para poder encararme. No duró mucho, claro, pero fui capaz de ver su gris y su celeste reunidos por un instante.

    Me respondió con la vista más bien puesta en mis pies, pero me dio igual y la dejé hablar. Contestó, sacó fuerzas de solo Dios sabría dónde, preguntó si yo lo practicaba y si alguno de los cuadros de la sala era mío; otra vez no contesté de inmediato, pero la sonrisa me alcanzó el rostro por fin. No fue demasiado amplia, pero cargó consigo una suavidad algo extraña, indescifrable como el silencio que sostenía.

    Bajé lentamente de la mesa, la melena corta rebotó suavemente cuando mis pies alcanzaron el suelo y comencé a recorrer el espacio, sin acercarme a ella a conciencia. Mientras caminaba miré los objetos, los bastidores, las esculturas, los cuadros colgados y todo lo demás; en ese pequeño paseo pensé que el espejo era incluso más defectuoso de lo que debía estimar Luna. Llevaba la melena rubia cubierta por tinte desde hace tiempo, era mi propia negación.

    —El arte suele ser de ayuda... No se trata de hacerlo bien, si no solo de hacerlo. Tomar un lápiz, una tiza, un bote de pintura y arrojarlos sobre un papel, ¿iría a un museo? Posiblemente no, pero en el caos existe un grado de paz que solo se alcanza al probarlo y la mente suele guardar silencio durante algunos minutos —comencé mientras giraba por el espacio—. Intentarlo nunca está de más.

    >>Dibujo y pinto, sí. Algunos de estos son míos, pero todos son aburridos, académicos quiero decir, los que me gustan de verdad no los suelo dejar aquí.


    Con Jezzie contesto mañana! Que seguro me sale un fic también y ya es de madrugada ajbde
     
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    Gigi Blanche

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    La observación de esta chica respecto a su implicancia (o más bien la ausencia de ella) en el proyecto mensual fue serena, pero cargó la firmeza y el juicio suficientes para imaginar que era relativamente estricta con sus actividades; eso, o una empollona. Ambas nociones tendían a entremezclarse, sobre todo en el ámbito académico. Seguí brevemente el movimiento de su mano y su siguiente comentario pretendió alivianar o buscar el contrapeso. Siendo que se había adecuado a mi broma no vi nada que agregar; se me habían ocurrido un par de respuestas, en verdad, pero rozaban el sarcasmo y preferí descartarlas.

    Estábamos teniendo un tour tan pacífico, ¿para qué arruinarlo?

    Apilado al proyecto le solté los trapos de la enfermería y su desconcierto aumentó, cosa que me generó su gracia. Suponía que ya estaba curado de espanto o de plano muchas cosas me resultaban indiferentes, pero debía ser información bastante curiosa para una chica normal que viniera de una escuela normal. No lo había pensado hasta ver su cara. Al ofrecerle visitar una sala particular, me dejó entrever que había comprendido mis intenciones y asentí, esbozando una pequeña sonrisa. Mi interés por ese club y las artes en general era de escaso a nulo, no había heredado ese gusto de los elitistas, pero tampoco vi necesario mencionarlo.

    Aguardé a que terminara de hablar para redirigir mis pasos a la sala de arte. Giré el pomo con la ligera precaución de que la puerta se encontrara cerrada, pero no fue el caso: un vistazo general para comprobar la ausencia de personas y entré, asumiendo que Nakayama me imitaría a mi espalda. El espacio no presentaba ninguna clase de sorpresa, contenía todo lo que uno esperaría de un club de arte. Estaban las pinturas en pseudo exposición, los lienzos apilados, los caballetes y los materiales organizados aquí y allá. Recorrí la habitación con calma, en silencio, observando las obras finalizadas una a una. Como había supuesto, no sentí nada en absoluto.

    —¿Desde qué ciudad te mudaste? —le pregunté a Nakayama en un punto muerto, y pocos segundos después volteé el rostro hacia ella.

    Había mantenido parte de mi atención puesta en ella a todo momento, así fuera el mero cálculo de su posición en relación con la mía; por ello, al buscar sus ojos, lo hice de forma orgánica y precisa. Dudaba dejar de hacer esa clase de análisis en algún momento.
     
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    Bruno TDF

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    Shinomiya siguió adelante, sin conceder una respuesta verbal o gestual a mi decisión. Observé la cautela que puso en el giro del pomo de la puerta y, acto seguido, me enfoqué en la discreción con la que avistó hacia el interior de la sala de arte. Como se encontraba dándome la espalda, me permití no reprimir la sonrisa que volvió a curvar mis labios, mientras lo seguía hacia el interior de aquel espacio. Era excesivamente pronto para emitir un juicio sobre él, pero sus acciones volvían a afirmar el pensamiento de que se trataba de un analista; parecía registrar cada elemento de nuestro entorno, hacía un reconocimiento antes de aventurarse en sitios desconocidos, como esta sala de arte, y luego obraba. Yo actuaba de forma parecida, pero no creía estar al nivel de una observadora empedernida. No dejaba, por eso, de ser un rasgo que me gustaba detectar en los demás.

    La sala de arte era sobria. Modesta en cuanto a espacio, pero ostentosa con los recursos. La puerta volvió a encontrarse con el umbral a mis espaldas, por lo que nos permitimos mirar el lugar con un silencio más notorio. Eché un vistazo diligente a los caballetes que rodeaban una mesa con mantel, a las estanterías, lienzos, y demás. Shinomiya se adelantó para mirar los cuadros en las paredes, contemplación a la que no tardé en sumarme sin emitir ruido.

    Los cuadros estaban bien, suponía, pero no sentí nada más allá de pensar que representaban, con certeza, una imagen más estética de la realidad. No entendía de arte, mi visión no era tan profunda en este campo...

    Pero de eso se trataba el cambio de aires, ¿no? De aprender algo nuevo, desde la nada misma.

    El chico preguntó de dónde venía y, siendo honesta, no me sorprendió que se volteará con tanta seguridad hacia la posición donde me encontraba, incluso cuando me había movido en el más absoluto de los silencios. Me había ubicado perfectamente entre estas paredes.

    —Provengo de Kioto, es decir, de la región de Kansai —respondí, devolviéndole la mirada con la misma naturalidad—. Allí iba a un instituto privado, el Tenshi. —me permití una pausa para sonreír, disimulando con eso el agrio recuerdo de mi escuela anterior—. Nos mudamos por los negocios de la corporación que dirige mi familia. La intención es prosperar en la capital del país, supongo.

    Pero en Kioto, desconcentando mis problemas, la situación financiera y empresarial de los Nakayama era impecable. ¿Por qué, de repente, concentrar todo en las oficinas de Tokio?

    Seguimos moviéndonos frente a los cuadros, mirándolos sin sentir nada especial.

    —Antes dijiste que no te gustan las actividades de los clubes —dije al cabo de un rato—. ¿Qué es lo que te agrada hacer por fuera de la academia?

    El instituto privado Tenshi no existe como tal, es la escuela ficticia que inventé para el rol donde iba a salir Kaoru, jaja
     
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    Gigi Blanche

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    Me dijo que provenía de Kyoto, mencionó el nombre de su anterior escuela, y la pausa que estableció para fabricar una sonrisa en sus labios me hizo pestañear con suavidad, ladeando ligeramente la cabeza al escucharla. Ya me había parecido por su temperamento, movimientos y aires generales que debía ser otra niña rica, de modo que la última porción de información me trajo sin cuidado. Mi atención se atoró en la interrupción voluntaria, el mínimo instante donde pareció decirle a su cerebro "sonríe".

    Mi respuesta fue una sonrisa cordial y un asentimiento de cabeza ligero, pues no me correspondía ni interesaba inmiscuirme en los secretos que los demás ansiaran conservar. El silencio volvió a suspenderse en el ambiente y giré el cuello hacia las pinturas, aunque ya no tuviera nada que analizar ahí. Eventualmente me alejé, husmeé algunos materiales y su pregunta sonó a mi espalda. Había acercado la mano a una paleta llena de pintura seca y tracé sus texturas con la punta del índice, sonriéndome. ¿Qué disfrutaba de hacer fuera de la escuela? Qué pregunta complicada.

    —Hmm... —El sonido vibró en mi garganta y, al girarme hacia ella, descansé las caderas en aquella mesa; también guardé las manos en los bolsillos—. Supongo que le dedico mucho tiempo a mi aspecto. Hago ejercicio, atiendo a mis comidas, visito regularmente a estilistas, peluqueros, dermatólogos.

    Le respondí con calma, aún a sabiendas de que no era la respuesta promedio de ningún adolescente hombre. Había pasado demasiado tiempo avergonzándome de mi cuerpo como para hacerlo aún ahora, cuando por fin había alcanzado los resultados que deseaba. Solicitaba la ropa a medida, me encargaba personalmente de renovar el armario todos los años, acomodaba mi cabello cada mañana y eran seis las veces que presionaba el dispersor de la colonia en puntos específicos. A cada lado del cuello, detrás de las orejas, en las muñecas.

    —La gente te trata mejor cuando te ves bien —agregué, la sonrisa me estiró los labios e indicó la mezcla de ironía y resignación que encontraba en la frase; tras exhalar por la nariz sostuve la mirada sobre su rostro un par de segundos. Podría haberle preguntado si estaba haciendo un buen trabajo—. ¿Qué clase de corporación dirige tu familia?


    Pero habría sido demasiado ostentoso, ¿verdad?
     
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    Amane

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    Lo último que había esperado que pasara aquel receso fue que Kashya se presentara en la puerta de mi aula para pedirme almorzar juntos, pero suponía que no había mejor día que un viernes para presentarse con tremendo factor sorpresa. Acepté su propuesta sin ninguna clase de duda, por supuesto, y me la acabé llevando a la sala de arte un poco porque sí; no creía que ella quisiera lidiar con el bullicio del exterior y posiblemente aquel fuese un buen cambio de aires de la biblioteca.

    —¿Te has anotado? —me preguntó una vez hubimos ingresado, mirando alrededor con obvia curiosidad (obvia para mí, claro).

    —Todavía no.

    Ella desvió su atención hacia mí durante un breve segundo, su expresión tan neutral como siempre, y yo le dediqué una sonrisilla inocente, sabiendo perfectamente que esa había sido su manera de juzgarme por mi confesión.

    >>¿Quieres que te dibuje? —cuestioné después de un rato, acercándome a ella tras haber dejado nuestros almuerzos sobre la mesa central—. Como cuando éramos pequeños, ¿te acuerdas?

    Kashya asintió con la cabeza, quizás en respuesta a ambas preguntas, y permití que se sentara frente a la comida mientras yo buscaba algo de papel y un lápiz entre los utensilios de la sala.

    —Espero que hayas mejorado desde entonces —soltó tan pancha una vez me acomodé a su lado y yo, claramente, me hice el ofendido durante un segundo... bastante largo.

    You're sassy. Te andas juntando demasiado con Morgan, no sé si me gusta esa influencia para ti~

    —Mira quién fue a hablar.
     
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    Zireael

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    Los gustos compartidos eran una forma de conectar con las personas, así se formaban las amistades y el mundo seguía funcionando. Era reduccionista, tal vez, porque también las relaciones se sostenían por momentos, por eventos similares, por mera y llana simbiosis incluso, pero era lo que era. No quería ponerme a hacer asociaciones demasiado complejas ni nada, era la segunda vez que hablaba con esta chica, por eso me aferraba a los pasatiempos que teníamos en común en vez de a cosas más pesadas y complejas como las que, por ejemplo, me unían a Tora.

    Sin saber que la criatura iba por ahí animándose a socializar movida por su encuentro conmigo.

    Me di por servido cuando dijo que tendría presente la secuela de Ori, también ignorante de las cosas que le pasaban por la cabeza, de lo terrible que resultaba la soledad para esta niña y mucho más. La verdad era que a veces agradecía no tener que batallar tanto con mis propios pensamientos, si me lo preguntaban parecía bastante agotador. Por el día el mundo era bastante sencillo desde mi manera de moverme en él.

    —¿De verdad? —pregunté cuando me contó lo de los otros senpai y sonreí antes de darle otro trago a la bebida—. Es bueno que vayas conociendo más personas de a poco.

    El viaje en ascensor fue corto, obviamente, así que apenas me dio tiempo de decir eso cuando ya las puertas se abría en la primera planta. Bea dio un respingo, pero estiró la mano para detener las puertas y me dejó pasar primero, cosa que hice. Ya había salido al pasillo cuando soltó que había hablado con Katrina y estuve a muy poco de atragantarme con mi propia saliva.

    ¿Con Katrina? ¿Sola? ¿Con alguien? Dios mío, sabía que Katrina no solía intentar cosas raras con tipos específicos de chicas, las buenitas para llamarlas de alguna manera, pero eso no quitaba que la chica fuese... Un caso perdido, quizás. Ni siquiera había visto su cuadro de la mañana con la chica rubia o su posterior conversación con O'Connor, pero tampoco hacía falta. Katrina solía pescar ideas de las personas al vuelo, por pura diversión, y arrojaba patadas al hígado con una precisión que rozaba el intento homicida en el peor de los casos. A veces era gracioso, cuando uno no era el objetivo, y tantas otras era cuestionable.

    —¿Y qué tal? Viste que tienen los ojitos casi iguales, invertido y tal, pero tú entiendes —parloteé como siempre, en apariencia tranquilo—. ¿Qué te pareció conversar con ella?

    Todo lo pregunté mientras caminábamos hacia la sala de arte, pero tampoco demoramos mucho en alcanzar nuestro destino y abrí la puerta sin pensar en que hubiese alguien adentro. Se me ocurrió cuando ya lo había hecho, así que me anuncié diciendo "Permiso", pero cuando colé el cuerpo y observé el espacio sonreí para mí mismo, divertido con lo pequeño del mundo académico, como siempre.

    —Pero si mi héroe acabó resultando polifacético y todo~ —dije por la pura gracia, pero reparé también en la muchacha así que hice una reverencia de disculpa—. Perdonen la interrupción. ¿Les importa si nos quedamos por aquí? Prometo no estorbar.


    ya vinimos con los hermanitos *inhales* a

    algún día dejaré de molestar a kenny boy? no :D
     
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    Bruno TDF

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    Rowan volvió a recibir un silencioso asentimiento de mi parte, con el que pretendí responder a su apunte de que era bueno que yo estuviese conociendo a más personas… Opinaba como él, ¿tal vez? Hablar con los demás me aquejaba de diferentes formas, a veces llegaban ciertas instancias en donde los desmanes de mi carácter me traían sufrimiento… Y sin embargo, me parecía positivo el mantenerme en este nuevo sendero, el cual encontré gracias a él. Mi cambio… O mejor dicho… El cambio que esperaba lograr para mí misma… demandaba un proceso muy largo. Incluso requería el tener que sacrificar mi propia tranquilidad para hacer frente a los nervios, a los miedos… con tal de lograr sentirme parte del día de los demás, aunque fuese en los escasos minutos de una charla. ¡P-pero todo esto era bueno, de verdad! Debía ir “de a poco”, justo como Rowan remarcó al final de su frase. Armarme de paciencia sería esencial de ahora en adelante. De lo contrario, cometería el error del viernes pasado, cuando fui a mirar el evento de baile y entré en pánico.

    No me di cuenta de que, al mencionarle a Katrina, tuvo algo cercano a un atragantamiento. Y aunque lo hubiera notado, tampoco le habría dado una forma concreta al efecto que el nombre de Akaisa le provocaba, porque probablemente me habría concentrado más en buscarle un lugar donde pudiera sentarse para recuperar su aliento. Sin importar cuál hubiera sido el caso, nuestra conversación se centró en ella.

    —Fue como… verme en un espejo algo distorsionado. L-lo digo p-por lo de… la inversión —confesé, pasando las yemas de los dedos por debajo de mis ojos de manera inconsciente—. Y hablar con ella… fue interesante, ¿tal vez? M-me intimidó un poco su seriedad, pero c-creo que… ¿nos entendimos, tal vez? Hablamos de arte —hice una pausa, pues mientras recorríamos el pasillo alcé la mirada hacia la puerta de la Sala de Arte, cada vez más cercana—. Nos encontramos por casualidad allí. Ella… me dijo que el arte puede ser de ayuda y que… nunca está de más intentarlo. P-porque le dije que me interesaba…

    Al llegar a la puerta, Rowan la abrió sin titubear. Cuando escuché que pedía permiso para pasar... comprendí, no sin cierta alarma, que podría haber otras personas en el interior de la sala. Que podría producirse un encuentro fortuito como el que me acercó a Katrina, y por otro instante me pregunté si la volvería a ver en ese preciso momento.

    Sin embargo, otros rostros se manifestaron frente a mis ojos en cuanto ingresé detrás de Rowan.
    Personas desconocidas. Y no sólo eso, eran dos. Y… Y… Una de ellas se trataba de… de o… o-otro chico.

    El corazón me dio un vuelco , sus latidos no tardaron en acelerarse y me paralicé en mi sitio, sorprendida y repentinamente nerviosa. Mis manos aferraron con fuerza el pañuelo que envolvía el bento, el cual pendía frente a mi falda, y contuve el aliento sin darme cuenta… Porque ha… hablar con una sola persona me demandaba esfuerzo, así que las dificultades eran mayores cuando el número se incrementaba…

    Pero hubo dos cosas que me ayudaron a controlarme: darme cuenta de que Rowan parecía conocer a uno de ellos, por lo curiosa frase que soltó; y advertir que el chico de cabello grisáceo estaba dibujando a su acompañante, lo que captó mi atención.

    —Y-Yo… Eeeh… —intenté decir con timidez, y al instante me ruboricé horriblemente; hice una reverencia, más por disimulo que por cortesía— La-la-lamentamos la interrupción… P-por favor, dej… d-déjennos quedarnos…

    Incluso en un momento así, quien más me importaba era Rowan. No quería que caminara más de la cuenta, ahora que llegamos a nuestro destino.

    :dancecat:
     
    Última edición: 13 Marzo 2024
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    Amane

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    No había ningún motivo particular por el que hubiese buscado a Kenneth durante aquel almuerzo, a decir verdad. Me había acostumbrado a estar sola; era algo que había aprendido a disfrutar, de hecho. Aun así, debía admitir que me sentía diferente desde que Ken se había mudado aquí, más... liviana, quizás, y esa era una sensación a la que también podría acomodarme con bastante facilidad. Así que lo había buscado y había aceptado pasar el receso en la sala de arte junto a él, a pesar de ser algo que posiblemente nunca hubiera hecho por decisión propia.

    Empecé a comer mientras él se entretenía dibujándome sobre el papel y, mientras tanto, hicimos algo de conversación con cualquier tema que no hubiéramos tocado hasta el momento. Lo cierto era que no había esperado que nadie más se presentara en aquel lugar, a pesar de que... bueno, había todo un club que debía reunirse ahí a menudo. Las personas que entraron en aquel momento, sin embargo, no parecían formar parte del club de arte... aunque una de ellas, el chico, saludó a mi hermano como si lo conociera de antes.

    —Para nada, para nada —contestó en dirección al pelirrojo, habiéndole dedicado una sonrisa bastante encantada al recibir su saludo, y señaló la sala en un barrido de brazo—. Es un espacio libre, al fin y al cabo. ¿Ibais a usar algo de aquí para pintar un rato o algo?

    Kenneth nunca había tenido problema para relacionarse con los demás, pero era obvio que se sentía especialmente cómodo ante la presencia de aquel muchacho por conocerlo de antemano (suponía, con casi toda seguridad). Intercalé un par de miradas entre ambos, analizando el intercambio de palabras, antes de llevar mi atención hacia la chica, que había quedado bastante relegada. Se veía nerviosa, quizás demasiado, y no pude evitar ladear ligeramente la cabeza al fijar mi vista en ella.

    —Kashya Thornton —me presenté, dirigiendo la voz en su dirección, y en ese momento Ken giró el cuello para también centrar su mirada en ella.

    —¡Ah, cierto! Perdona mis modales. Yo soy Kenneth Thornton. Somos hermanos~

    No creía que la aclaración fuera necesaria, pero por algún motivo que no sabía discernir, a Ken le hacía mucha gracia dejarlo claro siempre que tuviese oportunidad.

    welp, heyo, heyo de parte de los ghostly siblings uwu
     
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    Zireael

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    Angustiar a Beatriz por su encuentro con Katrina cuando ya había sucedido no tenía razón de ser, por eso disimulé la inquietud lo mejor que pude y seguí con la vida. Igual el pánico no servía de mucho, eso lo tenía claro, era poco dado a actuar según impulsos de miedo y por eso mi paciencia fuese algo más estable que la de los demás diablos que me rodeaban. Pensar con calma era lo mejor, averiguar cosas y solo luego entrar en pánico si hacía falta.

    Escuché su respuesta con atención, lo del espejo distorsionado me hizo algo de gracia y solté una risilla por la nariz, pero no la interrumpí. Dijo que hablar con ella fue interesante, así que asumí que se habría comportado al ver los nervios gigantes que tenía esta criatura, y con eso vi que entrar en el terreno del pánico no era necesario.

    —En eso tiene razón. Mucho del arte no se trata de ser perfecto —comenté un poco al aire—, a veces solo se trata de lo que tú sientes cuando lo prácticas. Como bailar, supongo.

    Una vez dentro de la sala, ya habiendo topado con Kenneth y la muchacha, mi personalidad contrastó de inmediato con la de la pobre Bea y me imaginé que si no había echado a correr era, de hecho, por mí. No porque yo fuera la última botella de Coca-Cola del mundo ni nada, lo decía porque su preocupación por mi estado era lo mismo que había hecho que hablara sin enredarse con las palabras y todo parecía seguir ese hilo conector.

    El chico me saludó con la fluidez que ya había demostrado de por sí, mostró el espacio con el brazo y di algunos pasos, aunque no me separé demasiado de Bea un poco para seguir haciendo de pared entre la inevitabilidad de lidiar con dos personas y ella. Miré las cosas de la sala, tranquilo, también observé a la chica un instante cuando se presentó como Kashya Thornton, él se presentó detrás y entonces el parentesco fue tan obvio que me sentí un poco tonto por no haberlo asumido con solo verlos. En cualquier caso, ambos habían enfocado su atención en Beatriz y temí que le diera un infarto.

    —En realidad veníamos a almorzar aquí —dije en respuesta a la pregunta de Kenneth y me vine un poco encima al presentar a la chica antes de permitírselo a ella—. Bea es una amiga que hice hace poco, Beatriz Luna, que diga, va a primero.

    Hasta entonces había traído la mochila colgando de un solo hombro, pero después de presentar a Bea me la quité para dejarla a un costado. Saqué el bento, me lo ajusté bajo el brazo y busqué dos bancos de la sala, uno lo acomodé relativamente cerca de Kenneth para husmear su dibujo y el otro lo dejé a mi lado, invitando a Bea a venir si le apetecía.

    —Es un placer conocerte, Kashya.

    Parecía que había olvidado su presentación, pero solo la había postergado un momento. La niña parecía bastante seria de todas formas, no era un problema en realidad, pero el contraste con su hermano era un poco gracioso.

    —¿Has pensado en entrar al club, Ken? —le pregunté pues porque no podía guardar silencio dos minutos—. Bueno, ni siquiera sé si ya estás en él en realidad.
     
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    Bruno TDF

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    A… A pesar de que el saludo de Rowan y el dibujo del otro chico aminoraron mi repentina oleada de vergüenza e inseguridad, el corazón seguía retumbando con rapidez en el centro de mi pecho. Los nervios seguían estando ahí, hundiendo sus garras en cada fibra de mi cuerpo. Por lo que, aún paralizada, mantuve la mirada apuntando a mis pies incluso después de que me erguí tras realizar la reverencia. Mi único consuelo fue saber que el rostro ya no me ardía, ¿tal vez?

    El intercambio entre los chicos gozó de una increíble soltura. Sin quererlo, llegué a sentir tanta envidia de la facilidad con la que hablaban, que terminé agachando un poco más la cabeza… a causa de la vergüenza que sentí de mí misma. Me limité a escucharlos, mientras lamentaba en silencio mi súbita quietud, el haberme dejado aprisionar nuevamente por la fuerza de mi timidez... ¡P-pero…! ¡Yo…! Me había prometido luchar… Así que, movida por un impulso diminuto, brinqué sobre un gigantesco muro de dudas… Me animé a alzar la mirada… Y…

    Mi corazón sufrió una fuerte sacudida cuanto noté que la chica m-me e-e-estaba mirando.

    Su rostro no denotaba emociones visibles, emanaba una impasible neutralidad que empezó a incomodarme porque, así, no tenía manera de saber si me estaba juzgando o no, qué podría estar pensando de mí. S-sin embargo… Evité la tentación de escapar de sus ojos. Sostuve nuestras miradas tanto como me fue posible, p-pero… la vergüenza volvió a bañar mi rostro con otro detestable sonrojo. Luché por mantener la quebradiza firmeza de mi cuerpo, pero entonces recibí la atención del otro chico y… Me sonrojé más, si acaso eso era posible…

    Se presentaron como Kashya y Kenneth Thornton, pero en ese momento no estaba teniendo la calma necesaria para ofrecerles mi nombre… E… Estaba a punto de pasar otro momento lamentable, era increíble que no pudiera hacer algo tan básico como presentarme. P-por suerte, Rowan acudió en mi ayuda… Y… Y…


    Bea es una amiga que hice hace poco…


    Se produjo otro vuelco en mi corazón, mucho más poderoso. Sacudió con tanta fuerza mi fuero interno, que erradicó por unos segundos la totalidad de los problemas que me estaban aquejando. Incluso pareció bloquear mis sentidos, porque cuando me giré en su dirección, con la sorpresa marcando mi semblante… ni siquiera supe cómo completó su frase… Me había quedado en la primera parte, en cómo me presentó. Yo… Sí... Estaba segura de haberlo escuchado bien… ¿tal vez?

    Dijo que era su amiga…

    Saberlo me emocionó de una forma que no se podía condensar en palabras. Fue una sensación que iluminó mi corazón atormentado, como si estuviera hecha de pequeñas chispas de luz. Era una luz que había anhelado por un tiempo incalculable, terriblemente largo. Hasta hace poco consideraba imposible que alguien como yo la alcanzara… Que alguien me considerara una amiga…

    El nudo se formó en mi garganta.

    Me ruboricé al darme cuenta de la forma en que me había quedado mirando a Rowan, enfrente de estas personas. Como en un reseteo, los nervios volvieron a ganar terreno en torno a mi cuerpo. Agaché la cabeza con pudor. Debí hacer acopio de una fuerza sobrehumana para mantener la compostura en la sala, ya que… junto con los nervios también estaba prevaleciendo esa luz soñada... Y su impacto emocional era grande.

    No estaba dispuesta a que vieran la humedad de mis ojos.

    —Un… un placer conocerlos…

    No supe cómo logré hablar, pero sólo sucedió. No dije mucho más, me moví en silencio hacia el banco que Rowan dispuso junto a él. Destapé mi bento con movimientos suaves, revelando una comida liviana en la que no faltaba un dorayaki que ocupaba su respectivo espacio. Tomé los palillos y moví la comida sin realmente probarla. Me servía de excusa para no alzar la mirada, pues de lo contrario notarían lo sensibilizada que había quedado. Verían que estaba luchando para no derramar una sola lágrima, sería demasiado vergonzoso...

    Tomé una bocanada de aire extensa, lenta, con la que busqué serenarme. Ahora estaba incómoda, pero confié en que aguantaría...
     
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    Amane

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    Lo cierto era que no había esperado que alguien más decidiera pasar el receso en la sala de arte, y mucho menos que ese alguien fuese Rowan de todas las personas. Solo había hablado un par de veces con él, así que no tenía ninguna opinión formada de su personalidad, pero eso no quitaba que me pareciera mucha casualidad que hubiéramos acabado coincidiendo ahí de todos los lugares. El muchacho me confirmó que habían venido a almorzar, y también fue él quien presentó a la otra chica cuando nosotros hicimos lo correspondiente, provocando un asentimiento de cabeza por parte de Kashya y una pequeña sonrisa de la mía.

    No parecía que la chica hubiera llegado a ver nuestras reacciones, siendo que pasó de quedarse mirando al pelirrojo a hacerlo con el suelo, pero suponía que tampoco era un problema demasiado grande. Es decir, la pobre parecía estar al borde del colapso nervioso, así que no tenía sentido pensar mal o presionarla a nada. De todos modos, Kashya volvió a su comida prácticamente al instante de su presentación y yo me centré en Rowan, que se había sentado a mi lado para chusmear el dibujo que estaba haciendo; solo me había dado tiempo a hacer un boceto, pero le dejé libertad de verlo aun así.

    —Lo he estado pensando, sí. Hablé con Katrina al respecto hace tiempo, pero todavía no me decido —contesté, dejando el papel sobre la mesa para coger algo de comida de nuestro bento—. ¿A ti te interesa, por algún casual?

    disculpad la tardanza, he tenido unos días bastante ocupados unu in any case, me alegra haber podido rolear un poco con vuestros nenes <3
     
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    Zireael

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    No me di cuenta del todo que al llamarla mi amiga, aunque hubiésemos hablado una vez, Bea volteó a mirarme y se convirtió en un tomate, otra vez. La chica era bastante propensa al bochorno de por sí, por ello pretendía no llevarle el apunte a sus ataques de vergüenza, pero también me había distraído con los hermanitos aquí presentes así que tal vez fue una ventaja para ella. No creía que fuese lo que se dice fanática de que observaran sus colapsos directamente.

    Lo que sí noté fue que logró hablar, dijo que era un placer conocerlos y entonces ocupó su lugar en el banco que había dispuesto para ella, ante lo que sonreí ligeramente. Igual nadie pretendió presionarla más ni nada, básicamente todos la dejamos ser y aunque seguro sería muy nerviosa, bueno, al menos no tenía que preocuparse demasiado por nosotros. No tanto.

    El dibujo de Kenneth resultó estar en etapa de boceto todavía, pero me dejó mirarlo y respondió mi pregunta. Me dejé el bento en el regazo después de haberle inclinado despacio para dejar la botella que me había comprado Bea en el suelo y abrí el almuerzo; no le quedaba mucho al receso, pero creía poder comer un poco y decidirme si subir a clase.

    —Sí, en realidad quiero entrar, solo que sigo sin hablar con Katrina. Lo vengo postergando hace días —contesté después de bajarme un bocado y el hecho de que estuviera masticando me hizo contener una risa—. Piénsalo, querido héroe, seríamos compañeros de club~

    Con la tontería dicha giré ligeramente el cuerpo, lo suficiente para poder dirigirme a Beatriz.

    —Ahora te acompaño a tu clase. Tú me acompañaste para venir aquí.

    A la pobre criatura ni le di libertad de decisión, pero no fue algo que pensara demasiado tampoco. Me parecía lo correcto y lo más normal.


    no pasa nada, gabs <3 fue un placer venir a reunirnos con los hermanitos
     
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    Zireael

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    Poco antes de entrar al salón por la mañana le había escrito a Sonnen diciéndole que podíamos usar la sala de arte, el tipo me contestó con un "Okay" de lo más frío y sin gracia, pero lo dejé estar. En sí Altan era un caso perdido en todas direcciones hace tiempo, más luego de que anduviera con cara de muerto, así que fastidiarlo había perdido mucho del encanto. El tipo estaba centrado (más que de costumbre) en sus cosas, así que más bien chismorrear de lo de Allen, Kasun y Shiori había sido mucho viniendo de él.

    Como fuese, cuando sonó la campana me levanté para ir un momento al baño, cuando iba saliendo me encontré a Altan en el pasillo, le dije que me acompañara y en el camino en ascensor, porque me dio pereza, me preguntó si le había dicho Allen. Mi respuesta, porque era esa clase de persona, fue un simple "Tú eres el mensajero". El imbécil bufó como un toro cabreado, sacó el móvil y le mensajeó a la chica.

    Al llegar a la primera planta caminamos hasta la sala de arte, abrí la puerta y lo dejé pasar primero. El tipo no debía haber pisado la sala en su vida, de hecho se distrajo de inmediato mirando las cosas que teníamos y me pareció notar una cuota de desconexión distinta en él. Sonnen no era una criatura de las artes, no, pero sí lo eran las personas que lo rodeaban, las que cambiaban su vida. Su madre, Janet Fiore, Anna Hiradaira e incluso, en cierta medida, Jezebel con sus libros.

    Todo lector tenía el potencial de convertirse en un creador de mundos.

    —¿Tu padre tardará mucho? —pregunté sacándolo de sus pensamientos.

    En medio de la sala, solo, me pareció más alto que de costumbre y también su silueta me resultó más oscura. Me habló con la indiferencia que usaba en todos los mortales, excepto algunos tantos, y supuse que Miss Simpatía era de hecho bastante parecida a él en ese sentido.

    —No creo, me dijo que estaba por llegar. Antes le dije dónde estaríamos.


    Insane puedes asumir que Altan le escribió a Gen que harían la entrevista en la sala de arte
     
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    Insane

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    Había estado tomando unos apuntes extras luego de que sonó el timbre en lo que Zold me acariciaba de manera distraída la espalda. Sabía que el día de hoy habíamos quedado de entrevistar al padre de Sonnen, sin embargo estaba a la espera de que me confirmaran en qué espacio sería, por lo que cuando me vibró el celular lo observé con un movimiento simple deteniendo mi escribir sobre las páginas.

    —¿Ya te avisaron?

    —Sí. En la sala de arte... ¿sabes dónde queda?

    El gemelo se levantó del asiento, asintiendo con la cabeza. Regresé a mi libreta, la guardé en mi mochila y lo imité levantándome de mi puesto, me enganché a su abrazo y me dejé guiar escaleras abajo. Al parecer en la reunión de la tarde que había tenido con su familia había salido todo bien, por lo que seguía igual de tranquilo que siempre.

    —Acá no reuniamos para el proyecto anterior.

    —Yo si decía... a ti no te gusta el arte —me reí con suavidad a lo que él acompañó la risa. Parpadeé mirándolo de perfil con una curiosidad chiquita punzando en mi pecho—. ¿Qué harás mientras hago mis deberes?

    —Iré a la cafetería para comer algo. Igual si terminas antes me avisas, y subo por ti, ¿te parece?

    —Sí.

    Nos detuvimos a unos pocos pasos de la puerta, aparté el tacto moviendo la mano en lo que él se perdía regresando a las escaleras, tomé algo de aire imaginando que ya estaría Akaisa dentro y lo solté con suavidad, regresando a la expresión de siempre. Abrí la puerta, deparando en Altan inicialmente y luego en Katrina, saludé con un murmuro, luego un "permiso", caminé un poco hacia el lado del chico, repasando los caballetes con la vista.

    >>¿Tu padre ya está en camino? —me cercioré más que nada por puro protocolo.
     
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    Zireael

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    A mitad de la clase Jez, luego de batallar con un problema de matemáticas como diez minutos, me tocó el hombro y pidió auxilio. Traté de explicarle lo mejor que pude, mientras la mente se me patinaba a lugares confusos, a escenarios probables, y en algún punto creí que Jez quería decirme algo, algo que no tenía que ver con la escuela, pero acabó por no decirme nada. Se centró en el problema, lo hizo mal otra vez y ya luego entendió qué era lo que estaba confundiéndola.

    Cuando la campana sonó me desperecé, le dejé el almuerzo que oba-san me había enviado a Jez y cuando ella me miró, como pidiendo explicaciones, le dije que era que teníamos la entrevista hoy entonces no creía que me diera tiempo de comer. Le dije que lo compartiera si ya había traído el suyo y salí, dando con Akaisa que parecía venir del baño.

    Bajamos en ascensor, la muy hija de puta no había ni podido decirle a Allen donde sería la entrevista antes de salir del salón y solté el aire, hastiado. Contacté a la chica, llegamos a la sala de arte y me distraje con los trabajos en las paredes, algunos caballetes que parecían siempre estirados y otras cosas más. Una disciplina posiblemente no tenía nada ver que con la otra, pero arte era arte, así que pensé en mamá tocando el Adagio de Bach, en la tristeza y el vacío de sus ojos. Pensé también en Anna, cuando se precipitó del árbol y en el asma, en lo que le había quitado.

    Akaisa era un grano en el culo, pero este también era su santuario.

    Eso, al menos, podía respetarlo.

    Me preguntó por papá, le contesté y en lo que esperábamos a Allen seguí mirando el espacio. La chica llegó unos minutos más tarde, me miró primero, así que la saludé con un movimiento de cabeza y Katrina hizo lo mismo, ni más ni menos. Si quiso decirle algo se reservó la estupidez, solo caminó hasta la mesa donde debían preparar los bodegones y se sentó allí.

    —Debe estar por llegar —contesté para la rubia.

    Katrina seguía en silencio, pero pasado un rato se levantó de nuevo, recorrió el espacio y empezó a posicionar elementos. Trajo uno a uno tres bancos, de los que usaban cuando no quería partirse la espalda dibujando de pie asumí, los dejó un par de metros frente a la mesa y luego arrastró una de las pocas sillas que sí tenía respaldar, acomodándola junto a la mesa como tal. Estaba en eso cuando tocaron a la puerta.

    Come on in —dije de inmediato.

    —Permiso —apañó él antes de abrir la puerta.

    Su silueta ingresó en el espacio, traía dos botellas de agua en cada mano y por lo frías que parecían supuse que las había comprado en la máquina de abajo. Apenas reparó en mí y en las chicas se puso una sonrisa amable en el rostro, le entrecerró un poco los ojos, marcando algunas líneas de sus facciones y con la luz que entraba por las ventanas noté algunas de sus canas entre la mata de cabello negro, la misma que yo había heredado. No había venido con ropa formal del todo, pero tampoco iba por la vida en fachas, pantalón, camisa, zapatos de vestir. Vaya, que si lo entrevistaban en media calle también colaba.

    —Buenas tardes, muchachos. Perdonen si los hice esperar algunos minutos. —Con la misma actitud tranquila y afable se acercó, me dio una botella de agua, otra se la extendió a Allen, la siguiente a Katrina y la última se la quedó él—. Al me dijo sobre sus compañeras, pero es mejor si se vuelven a presentar ustedes mismas.

    —Akaisa Katrina —empezó ella, dando un paso adelante y extendiendo la mano libre para ofrecerle un apretón, algo a lo que mi padre accedió. La conocía de nombre, porque ella misma provenía de un nombre grande que él ubicaba: Damian Akaisa, pero protocolos eran protocolos—. Es un placer conocerlo en persona, señor Sonnen. Ya veo a quién se parece Altan.

    El comentario fue entre risible, extraño e innecesario, aunque a papá le habría venido en gracia seguramente. No dijo nada, pero noté que el apretón fue firme para venir de una chica de ese tamaño y a él la sonrisa se le estiró ligeramente. De todas formas, pobre Akaisa, parecía un corcho entre nosotros.

    —El señor Sonnen es mi padre, pueden decirme Erik sin problema —respondió junto a una risa floja.

    Oh well, look at Mister Rizz right here.

    Como fuese, dejé espacio para las presentaciones y abrí la botella de agua, dándole un trago. Esto de tener a papá en la escuela era raro de por sí, pero debía dar las gracias a que fuese por un trabajo académico en vez de por un llamado de atención.


    Erik Sonnen the man that you are *estoy loca nomás*

    outfit del don porque sí
     
    • Fangirl Fangirl x 2

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