Sala de arte

Tema en 'Primera planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Apoyó el peso de su cuerpo en el borde de la mesa, sin apartar la mirada del gato dentro de la caja y luego alzó su vista hacia Aaron un momento.

    —Quise venir caminando a la escuela y bueno, estaba en el canal del desagüe, por suerte no estaba lloviendo o podría haberlo arrastrado el agua o algo así. —Sin darse cuenta se llevó la mano a la boca y empezó a tirar de la piel alrededor de sus uñas, en aquel desgraciado gesto ansioso—. La gente lo estaba ignorando y ya sabes, no podía hacer eso.

    No con un animal.

    El pequeño gato se removió un poco, abriendo los ojillos unos segundos, los suficientes para que fuese notorio que también tenía heterocromía.

    Qué cosa.

    Perdona por responderte hasta ahora ;-; hasta hace poco me desocupé
     
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    Se retiró su bufanda, aprovechando que el gatito abrió sus ojos para también acomodar aquella prenda a su alrededor y fuera un poco más cómodo, aprovechando después para darle unas cuantas caricias en su cabeza con su dedo índice con suavidad —No, es muy pequeño con este cambio de clima o una lluvia si pudo haber pasado algo malo... que bueno que lo trajiste aquí...—Suspiró, ni siquiera se lo podía imaginar, pero tan siquiera... podía estar en una pseudo cama y algo de calor.

    —¿Qué planeas hacer con el pequeño? ¿Te lo puedes quedar?
     
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    Siguió los movimientos de Aaron como un vigía, a pesar de que no se bajaba a los hombres prácticamente en general confiaba, sea lo que hubiese hecho el idiota de Yume le había bajado las defensas casi hasta el suelo. Además, que no le importaran los varones más que para un buen polvo no significaba que creyera que todos eran unos desquiciados peligrosos para toda forma de vida.
    Su padre era un frío, pero no era un agresor, así que al menos eso lo sabía por experiencia.

    El caso era que sabía que Aaron nunca le haría daño a un animal.

    —Creo que me lo puedo llevar a casa, realmente... —Se detuvo en seco y carraspeó la garganta. Realmente papá no me negará nada en tanto siga siendo la niña de notas perfectas—. No creo que me digan que no ni nada, pero hasta el final del día pues tendrá que estar aquí.
     
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    Continuó asintiendo con suavidad ante las palabras de Katrina, continuando con las caricias al felino unos segundos más antes de llevar la mano a su bolsillo y dirigir su mirada a la chica para prestarle más atención y no sentir que la estaba ignorando pese a que la estaba escuchando —Unas cuantas horas aquí...es mucho mejor a que esté fuera, ¿no? —Hizo una ligera mueca y miró a su alrededor como si estuviera buscando algo en específico —. Quizás... podamos girar unos cuantos lienzos y hacer una especie de barrera en un área del salón para que no se termine escondiendo o escape.

    Consideraba que no era muy buena opción darle oportunidad de escabullirse por allí y arriesgarse a que alguien lo escuchara muy cerca de la puerta, la abriera y huyera por la academia.

    —¿No? Así sabes donde podras encontrarla.
     
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    Se lo pensó un rato antes de asentir con la cabeza y ponerse en movimiento. No había demasiados porque aunque el Sakura tenía una buena sala de arte, tampoco pretendía despilfarrar todo el dinero en canvas gigantescas para nada, pero con un par bastaba para lo que tenía en mente.
    Tomó uno de los caballetes, lo abrió y en lugar de dejarlo en la posición que correspondía, lo colocó en el suelo horizontalmente en una de las esquinas traseras de la sala, no lo suficiente para que las patas dieran con la pared y las usó de soporte para las canvas.

    Lo cierto es que no tenían pinta de sostenerse muy bien y aunque no eran muy pesadas, si le caían encima al animalito pues el final no iba a ser bonito, así que no le quedó más que asegurarlas al armatoste de madera con cinta de papel.

    Había hecho todo con una rapidez que casi daba miedo, era innegable, pero aunque no lo pareciera Katrina Akaisa era buena para la resolución de problemas inmediatos.
    Con calma se acercó de nuevo a la caja donde dormía el gato, la tomó con cuidado de no irlo a sacudir demasiado, y la colocó en la suerte de encierro que había hecho, no sin antes sacar al animal un momento para poder girar la caja de forma que hiciera las veces de una suerte de casa. Otra ventaja de estar en la sala de arte era que había recipientes en todo sitio, así que se consiguió una paleta de pintar de esas de plástico que tenían un espacio para cada color, vertió algo de agua en ella y la dejó a un lado de la caja junto a algo de comida.

    —Bueno, diría yo que con eso debería estar bien... No creo que pueda brincarse esto, no parece tener demasiada energía por ahora. —Se volvió hacia Aaron de nuevo—. En el receso alguno de los dos podríamos venir a darle una vuelta, solo para ver que siga bien, porque bueno lo siento mucho ahora eres parte de la tripulación de este barco.

    La siguiente movida le había llegado a la cabeza de la maldita nada, casi como un sueño de fiebre, porque el viernes prácticamente lo había descartado por completo de la lista de posibilidades. Aún así, ella misma quizás no era diferente de un gato curioso.

    Y tal vez tenía suerte de no haber acabado muerta por esa curiosidad más de una vez.

    Se acercó al chico otra vez y antes de darle tiempo de nada, lo tomó por la corbata del uniforme y lo atrajo a su altura, para estamparle un beso en los labios. No fue suave, dulce ni mucho menos, pero tan siquiera se había contenido lo suficiente para no empujarle la lengua en la boca.
    Con el día de ayer había bastado para darse cuenta de Aaron posiblemente no iba a apartarla a tiempo, en gran parte porque parecía bastante denso, pero también porque no parecía contar con demasiada energía en general. Esa lectura superficial bastaba para ella, luego podría afinarla.

    ¿Luego? Qué hija de puta.

    Lo dejó ir con rapidez, antes de comenzar a caminar hacia salida de la sala y mirarlo por encima del hombro.

    —Supongo que deberíamos ir subiendo. ¿No quieres algo caliente de tomar? Podría comprarte algo en la máquina, por la comida y la bebida de ayer. —Abrió la puerta entonces—. No me gusta tener deudas.

    Ni que estuviera en la calle, donde todo eran deudas.


    pedazo de ida de olla, Aaron perdóname por solo atraerte al desastre (????
     
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    Hubo un momento de silencio que realmente no supo interpretar, ¿se haría lo que había intentado sugerir o Katrina estaba planeando otra cosa? Se quedó allí, de pie, tan solo observándola en busca de una respuesta hasta que incluso tuvo que moverse para abrirle paso a lo que sea que fuera hacer solo ladeando su cabeza ligeramente para tratar de dar forma a lo que la chica iba haciendo hasta que le hizo más sentido, de cierta forma estaba adaptando su idea a lo que realmente había disponible en esa sala.

    Pero la velocidad a la que lo estaba haciendo ni siquiera le parecía muy útil intervenir, lo sentía como esa clase de situaciones donde ayudabas más simplemente dejando que la persona que sabía lo que estaba haciendo hiciera su trabajo porque de lo contrario, entorpecías todo el proceso.

    —Si necesitas ayuda supongo que puedes decirme... —comentó al aire soltando aire por su nariz algo divertido, limitándose a mover su pie de arriba a abajo en el ritmo que la pelinegra trabajaba hasta que finalmente pudo observar el producto final, bastante práctico a su parecer, comprobando que sin lugar a dudas Katrina tenía un pensamiento bastante rápido y además, una facilidad para resolver esa clase de situaciones, incluso inusuales.

    Incluso quedó mejor de lo que él había imaginado, debía decir.

    —¿Hm? Claro, supongo que estar en un lugar caliente también solo lo invitará a dormir... y yo pue...—En ningún momento percibió aquel acercamiento y por consecuencia, tampoco supo en que momento lo había jalado de esa forma por su corbata haciendo que se encorvara casi sin poder evitarlo. Luego sentir sus labios sobre los suyos no solo que se le escapara el aire de la sorpresa en una especie de queja ahogada entre la acción a la cual lo había arrastrado de esa manera tan esporádica, y aun así ni siquiera sacó sus manos de los bolsillos lo suficientemente rápido para apartarla o intentó hacer algo al respecto en general.

    La sorpresa y el shock eran quizás algo más grandes.

    Y en realidad no lograba procesar porqué simplemente había sucedido.

    Tan solo jadeó con ligereza cuando se separaron, llevando ahora sí una de sus manos a sus labios, cubriéndolos apenas todavía manteniendo ese gesto de incredulidad, sentía sus mejillas arder y todavía parecía sumar en su cabeza los hechos para tratar de descifrar todo hasta que verla tan tranquila lo obligó a soltar un suspiro para tranquilizarse, quizás no había respuesta alguna como aquella insinuación de Daute en su casa cuando lo ayudó en el baño.

    —...Yo puedo venir en el receso si estas ocupada —Continuó justo donde se había quedado antes de todo, creyendo importante que supiera esa información, le parecía adecuado, después ya se decidió a avanzar hacia ella, no sabía de sus mejillas pero tan siquiera sabía que se había tranquilizado un poco ya —. Podría aceptar la bebida si me explicas de que deuda hablas, realmente te di esas cosas para que estuvieras bien en el almuerzo y pudieras beber algo al final del día, eso es todo...

    Frunció su nariz con ligereza, no recordaba haber dado alguna implicación de un pago.

    —Pero si lo quieres ver de esa forma, yo te di algo mio y tu me diste algo tuyo ese día, esta pagado, ¿no?


    Blushing baby y te lo puedes arrastrar si gustas al salón <3
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    Bajo las escaleras sin mucha prisa y para cuando llegó al pasillo del primer piso esperó a que el flujo de estudiantes se alejara un poco de la sala de arte para poder adentrarse al interior de la sala y cerrar la puerta apenas terminó de entrar y no tener más gente descubriendo la presencia del gato en cuestión. Dejó su caja de bento sobre uno de los escritorios y se acercó al área donde Katrina había hecho aquel fuerte o corral para mantenerlo seguro, sonriendo en el instante que lo vio jugar con las bufandas en cuestión.

    Tomó asiento en el suelo una vez que lo terminó cargando para sacarlo de allí y poder convivir de una forma un poco más cómoda.

    Lo acarició un rato, jugó con el moviendo un pincel que había encontrado por allí, moviendolo de lado a lado por el suelo o por el aire todo con el objetivo de que se fuera cansando un poco más y no arriesgarse a que terminara escalando al aburrirse de las bufandas en cuestión, además claro... de incluso divertirse él un poco al no tener muchas oportunidades de estar con un felino de forma regular.

    —Ahora que esta lloviendo tienes suerte de que te trajeran aquí... —murmuró dando un pequeño toque con la punta del pincel en su nariz antes de empezarlo a mover nuevamente, si se hubiera quedado allí hubiera terminado arrastrado por la corriente y el resultado no sería en lo absoluto bueno.

    Dedicó unos minutos más de juego, lo colocó de vuelta en el corral y después de acomodar de nuevo las bufandas en la caja y rellenar la parte del agua que había puesto Katrina, terminó acomodándolo dentro de la cama improvisada para que se entretuviera allí. —Te llevarán a un bonito lugar cuando acabe el día, tan solo aguanta unas horas más...

    Sonrió ligeramente y después de darle un par de caricias más, se retiró de la sala de arte.

    no me maten por el doble post :'c
     
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    Bueno no valía la pena ya decirle a Aaron que habría podido dejar entrar a las chicas, si la descripción que le había dado de ambas no fallaba pues no podían ser otras dos que Rachel y Ophelia, Rachel era un rayo de luz hecho persona y si le pedía que no le dijera a nadie del gato, la chiquilla no iba a hacerlo y Ophelia aunque extraña, realmente no dejaba de ser una muchacha que parecía confiable y bastante reservada.

    Tan siquiera Yume había tenido suerte de que no se apareciera el inked boy, porque a ese no habría logrado sacárselo de encima con esas excusas que tuvo que haberse inventado.

    Abrió la puerta del club y cerró tras de sí, para volver a acercarse al encierro y sacar al animalito, que estaba haciendo un desastre con las bufandas. Ah, ahora que lo recordaba una era de Aaron, ¿no? Bueno, se la llevaría para que la lavaran y se la regresaría mañana. Dejó al gato en la caja con las bufandas para volver a acomodar la cosas que había usado para armar aquel encierro improvisado, limpiar con algunas telas viejas el suelo y tirarlas a la papelera.

    Regresó sobre sus pasos una vez terminó, volvió a tomar al animal en brazos que se acurrucó en su pecho sin demora y allí, sin nadie mirándola, se permitió una sonrisa de verdad.

    —Necesitas un nombre, ¿no es cierto? —murmuró mientras caminaba de aquí a allá.

    Pero ella no era la mejor para esa labor, ciertamente.
     
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    Las clases habían terminado y el día se había sucedido con normalidad. Gracias a la ayuda de Ophelia había podido realizar su tarea con éxito y a pesar de que intentó ir a devolverle la cajita, no tuvo la suerte de encontrarla a tiempo. De todas formas no parecía tener prisa y al día siguiente se verían en el club, así que así tenía la excusa perfecta para ir a verla y poder encaminarse juntas al lugar de reunión si quería. Aún tenía que preguntarle su razón para unirse al club: le había dicho que ella estaba allí porque lograba expresar mucho más de sí misma a través del arte, porque era una persona algo tímida y tardaba en mostrarle sus verdaderos colores a la gente.

    Pero... ¿Qué habría de Ophelia? No parecía una chica introvertida. Al menos, no del estilo de Rachel. Lució mucho más segura y resuelta durante el encontronazo con el senpai, lo recordaba bien. Ya tendrían tiempo de conocerse, supuso.

    La joven se distrajo recogiendo sus cosas y tardó un tiempo en abandonar el aula. La mayoría de alumnos parecían haber abandonado las instalaciones a excepción de los que tenían clubes, y en parte la ausencia de las masas en mitad del pasillo hizo que sus ojillos curiosos se posasen de vuelta en la puerta de la sala de arte al pasar cerca de ella. Detuvo sus pasos, mirando a ambos lados para asegurarse de que no había nadie. El tipo dijo que más tarde podrían pasarse a recoger sus cosas, ¿no?

    Bueno, pues ya era más tarde.

    Se acercó a la puerta aunque suponía que estaría cerrada con llave, porque no perdía nada por intentarlo, y abrió los ojos al notar cómo la puerta cedía ante su movimiento. Se asomó muy lentamente, dispuesta a soltarle dos o tres cosas al chico de antes si era él quien se encontraba en su interior, pero no fue la figura de un hombre la que encontró de espaldas a ella. Cuando la mirada dispar que había aprendido a reconocer bien se volvió hacia ella y reparó en la presencia de algo más se paralizó en el sitio durante un instante, antes de deslizarse hacia el interior de un impulso extraño y cerrar rápidamente la puerta tras su espalda.

    El corazón se le aceleró prácticamente en el pecho al percibir la silueta de un precioso gatito blanco acurrucado entre sus brazos y se apoyó contra la puerta, tratando de procesar todo aquello como mejor podía. Intercambió miradas entre Katrina, el gato y la sala vacía y frunció el ceño con cierta desconfianza. Esa semilla que Mimi Honda había plantado en Rachel desde el día que le soltó todo aquello, y que de alguna forma había terminado por influir en su comportamiento hacia ella.

    —¿Qué se supone que estás haciendo? —inquirió, sin separar el cuerpo de la puerta, clavando su mirada azul en ella con desconcierto. Entonces lo comprendió; la actitud de Katrina al iniciar el día, su visible urgencia y la prohibición tan tajante de aquel chico de entrar en la sala. Separó apenas los labios, dejando escapar la voz en un murmullo—. ¿Así que... de eso iba todo? ¿Lo has traído tú?

    A pesar de su repentina revelación no relajó su gesto. Casi como si no se sintiese segura de que el animal estuviese en buenas manos.
     
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    De nuevo, al escuchar la puerta comenzar a ceder estuvo por adoptar aquella posición defensiva que la fusionaba con la figura de un felino protegiendo su camada, pero fue cosas de segundos, porque cuando se giró y distinguió la cascada rubia, la figura menuda y los fuegos fatuos relajó los músculos del cuerpo casi por inercia. El animal había terminado por dormirse entre sus brazos, arrullado por el calor de su cuerpo.

    La rubia gritona de Aaron.

    Rachel Gardner.

    La chiquilla lo notó al pelo, obviamente, y se coló y cerró la puerta tras de sí con rapidez, sin siquiera detenerse a nada más. Pero ella también lo vio, la forma en que frunció el ceño, algo que no había hecho antes, ni siquiera la tarde en que había aparecido y estaba Gotho allí. No era la primera ni la última vez que una chica le arrugaba los gestos, aunque fuese mínimo, pero que fuera precisamente la muñeca rubia la sacó un poco de base.

    Con todo siguió acariciando al animalito, sin pretender despertarlo realmente.

    —Aaron no te dejó entrar. Lo siento —atajó antes de responder siquiera a sus preguntas—. Olvidé decirle que si aparecías tú u Ophelia podían pasar, en tanto no dijeran nada al salir. Tuve que traerlo, si lo hubiese dejado en la calle esta lluvia de mierda ya lo habría arrastrado a las alcantarillas posiblemente.

    No había ni una pizca de su actitud usual, de su perpetuo ligue o su personalidad casi prepotente. Por primera vez quizás solo era una chica con pintas de darketa o algo, pero que había pretendido cuidar de un animal que se había encontrado en la calle y ya.
     
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    De la misma forma que Katrina relajó su cuerpo al distinguir su figura menuda, Rachel dejó de fruncir el ceño poco después de escuchar su sincera respuesta. Desvió la mirada para posar su atención en el felino en sus brazos, notando cómo incluso se había quedado dormido gracias al calor de su cuerpo. Los animales eran criaturas perceptivas, mucho más de lo que podrían llegar a ser los humanos, y que un gato tan pequeño y posiblemente aterrado como aquel lograse alcanzar un estado de tranquilidad así decía mucho de la persona que lo cargaba.

    "No sé qué habrás visto en ella para defenderla pero pobre de ti"

    Era tan irónico.

    Cómo sus fuegos fatuos siempre creían percibir nuevas tonalidades más allá del perpetuo rojo de Katrina Akaisa.

    ¿Era todo producto de su ingenuidad, entonces?


    Dejó caer los brazos a ambos lados de su cuerpo como un peso muerto, soltando un suspiro que no sabía que había contenido hasta entonces. Si la vez anterior había logrado aparentar normalidad no había sido por otra razón que la presencia del chico de la tinta oscura. Gracias a él no había tenido que encarar a la chica de ninguna forma, pero sabía que solo era cuestión de tiempo que algo así sucediese. No pretendía huir de ella, era solo que... ya no sabía bien frente a quién se encontraba. Y eso la incomodaba, por alguna razón que se le escapaba.

    Colocó su cartera sobre el suelo con un movimiento cuidadoso y caminó lentamente hacia ella. Se dignó al fin a mirarla entre el flequillo dorado, y suspendió su mano en el aire, buscando su aprobación para poder acariciar el cuerpo del animal también.

    —Es una lástima que abandonen gatos tan pequeños, me alegra que pudieses salvarlo —murmuró, porque con todo y su notoria incomodidad se estaba tomando muy en serio su papel de no alzar la voz a los cuatro vientos y que descubriesen la guarida del animal. Se le escapó un mohín que no pretendió hacer al recordar su disculpa—. El que debería disculparse es el tal Aaron. Fue grosero con Ophelia y conmigo, pero supongo que le perdono en parte por ayudar a cuidar a Nova.

    Sus labios se curvaron en una sonrisa leve, sin dejar de observar al animalito que dormitaba pacíficamente frente a ambas.

    >>No le pusiste nombre aún, ¿cierto?
     
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    A mitad del asunto, el gato se revolvió un poco, buscando acomodarse mejor quizás pero siguió durmiendo como si no estuviera siendo sujetado en brazos ni hubiese gente hablando a su alrededor. Katrina mientras tanto se limitó a observar los movimientos de Rachel, cómo había dejado caer los brazos, el suspiro y luego cómo dejó la cartera a un lado, para acercarse a ella.

    Se había dado cuenta, ¿no?

    No sabía si sola o con ayuda, pero era obvio que Rachel se había dado cuenta.

    De lo que era realmente, casi hasta la médula. Una de las cabezas de Cerbero.

    ¿Iba a molestarse en preguntar?

    Si lo hacía solo iba a ser peor para ella.

    Si tuviera siquiera una parte de la vena que movía a Sonnen de forma más evidente, si hubiese tenido una madre loba a la que robarle características y de la cuál enamorarse como una tonta, quizás Katrina habría sentido en esa tensión presente el mismo terror que había sentido el otro cuando Suzumiya se tensó en sus brazos. El golpe directo a la mandíbula, el que apagaba luces, pero no... Ella simplemente lo entendió, sin asustarse ni un ápice o cualquier cosa siquiera parecida.

    Porque en realidad, ella no tenía nada que proteger.

    Se acercó un poco más a Rachel, como indicándole que si quería acariciar al animal podía hacerlo sin problema, y la escuchó en silencio.

    Salvar.

    Curiosa palabra usada para algo que ella hiciera.

    Contuvo la risa que el comentario sobre Aaron casi le saca del pecho, todo para no ir a asustar al felino en sus brazos y recorrió las facciones del rostro de la rubia por puro reflejo, porque era lo que tenía frente a ella.

    —¿Te vale que me disculpe en su nombre? Sé que no era su intención ser grosero... Solo me hizo el favor de venir a echarle un ojo y seguro entró en cortocircuito al ver que tenía que evitar que dos chicas entraran. Aaron es medio... denso, pero no es mal chico y eso. —De nuevo, allí estaba. No había manera de que pudiera mentirle a esa chiquilla en toda la cara como le mentía a los demás.

    Nova.

    Negó con la cabeza ante la pregunta sobre el nombre del gato, porque de verdad no se le había ocurrido nada.

    —Pero Nova suena bien —murmuró.
     
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    Nova

    Nueva en latín.

    No supo bien de dónde le nació el nombre, pero ahora que se encontraba tan cerca de Katrina, acariciando con mimo el pelaje del felino con la lluvia amortiguando sus voces, no pudo evitar pensar que su significado quizás no se encontraba tan desligado de sus vidas de lo que creía. Quizás no lo comprendería en ese instante, tan ensimismada con la pequeña criatura como estaba, pero la presencia de aquel animal había bastado para destensar su cuerpo hasta el punto de apagar la insidiosa voz de su cabeza.

    ¿Su presencia generaría algo nuevo en sus vidas?

    Solo el tiempo lo diría.


    —Digamos que aceptaré las disculpas, pero no prometo no quejarme la próxima vez que le vea —soltó, medio en serio medio en broma, algo más liviana. A pesar de todo se notaba que Rachel se estaba acostumbrando a su presencia, porque ya no había rastro de los ademanes tímidos de los que hizo gala el primer día que la conoció. Apartó la mano con cuidado, dejándole dormitar tranquilo, y se cruzó de brazos sin alejarse realmente del todo de ella. Se permitió alzar la comisura de sus labios, satisfecha con su respuesta, y miró al gato antes de susurrar—. Bienvenido a casa, Nova.

    Casa.

    Sus propias palabras parecieron hacerla reaccionar, buscando su mirada dispar con cierta urgencia.

    >>¿Qué pasará con él? ¿Te dejarán llevarlo a casa?
     
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    Una sonrisa algo divertida se le formó en los labios al escuchar la respuesta de la rubia. No le quedó más que conformarse con eso y rezar por el pobre idiota de Aaron, que quién sabe qué iba a recibir de boca de Rachel cuando se lo volviese a topar. Igual y mejor se lo decía cuando le devolviera la bufanda, para que al menos se preparara psicológicamente de nuevo para la "rubia gritona".

    Bienvenido a casa, Nova.
    Luego de eso se separó de Rachel para volver al pupitre sobre el que había dejado la caja y con cuidado de no perturbarle demasiado al sueño al felino, lo dejó sobre las bufandas. Vamos, pero es que dormía como una jodida piedra.
    Le dedicó una última caricia en el lomo antes de volverse de nuevo hacia la muchacha y responderle.

    —Realmente no sé si me podré quedar con él —admitió—. No llamé a mis padres ni nada para decirles, así que la sorpresa se la llevarán ahora cuando aparezca en casa.

    No era que Damian Akaisa le fuese a atender el teléfono a esa hora de por sí, debía estar terminando de atender mierdas del trabajo y no quería fastidiar a su madre a la que el clima había conseguido clavarle un resfriado de padre y dios nuestro, prefería que descansara antes de preocuparla con una cosa de esas.

    >>Espero poder, pero en caso de que no pues tendré que volver a traerlo aquí... No creo que importe, esos raros del club de ocultismo tienen al gato negro que se pasea a veces por la escuela. Ya le pedí ayuda a otra persona para cuidarlo si es el caso, pero esperaría que no. —Balanceó el peso de un pie al otro—. Si me lo quedo, pues te contaré cómo le va y todo eso, después de todo le acabas de poner nombre. ¿Qué te parece?
     
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    Mientras la chica se alejaba finalmente para dejar descansar al animal Rachel volvió en sí, recordando por qué había ido a parar al club en primer lugar. Dio media vuelta sin dejar de escucharla, porque la cuestión le preocupaba bastante, y comenzó a rebuscar debajo de los pupitres tratando de recordar dónde había dejado el estuche de lápices. ¿No tenía un lugar seguro aún? No sabía si Vera le dejaría cuidar a un gato muy a su pesar, con la enorme alergia que les tenía.

    Alzó la cabeza justo cuando Katrina terminaba de contarle el plan, con el objeto que buscaba ya entre manos.

    —Me parece bien, igual no creo que duerma tranquila hoy hasta que no sepa el destino de Nova —admitió, irguiéndose de vuelta. No podía evitar encariñarse demasiado rápido con todo; era, quizás, una de las cosas que más odiaba de sí misma. Caminó hasta su cartera, metiendo el estuche en su sitio, pero no la recogió del suelo porque... bueno, aún no quería irse. Su mirada se posó en la caja de cartón sobre el pupitre—. Si tuviese que quedarse aquí... ¿Podría ayudar a cuidarlo? Sé que ya tienes a varias personas, pero...

    Me haría mucha ilusión.

    Acomodó su cabello dorado sobre uno de sus hombros, sin saber muy bien a dónde mirar. Sin la presencia del gato volvía a sentirse ciertamente incómoda.

    >>Puedo traer... ¿Latas de comida? ¿Leche? ¿Qué necesita un gato tan pequeño?
     
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    Zireael

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    Soltó un suspiro mientras la miraba hacer y la escuchaba hablar, con los brazos ahora cruzados bajo el pecho.
    Esa niña era todo un caso, ¿cierto? Parecía sacada de quién sabe qué vitrina de muñecas de porcelana y le habían puesto posiblemente el alma más bondadosa y dispuesta a actuar por otros que se les pudo atravesar. No tenía ni idea de dónde podía haber salido una chica así y que, contrario al resto de princesas del Sakura, no pareciera bueno... Una salida de mierda.

    Era una chica normal, haciendo cosas normales, preocupándose por cosas igual de normales como un gatito.

    Se sacó el móvil del bolsillo de la falda para acercarse a la chica y extenderlo frente a ella.

    —Agéndate —dijo entonces—, te escribiré para decirte el desenlace de la historia.

    Soltó una risa luego de haberse aguantado un par para no despertar al gato y asintió con la cabeza.

    —Claro, si fuese el caso puedes ayudar, no veo por qué no. Insisto, tú le diste su nombre. Tiene edad para comer solo ya así que con comida humedecida está bien, lo que tendríamos que conseguir, eso sí, sería una caja de arena para el pobrecillo.
     
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    "Agéndate"

    ¿Uh?

    "Te escribiré para decirte el desenlace de la historia"


    La propuesta pareció desestabilizarle un poco, intercambiando por un segundo miradas entre ella y el teléfono que le extendía. No había agendando a... nadie aún, en realidad. Ni a Yule, ni a Satoko, ni siquiera a Liza. No esperaba que la primera fuera a ser Katrina. Dudó, se le notó en el rostro pero finalmente alcanzó el celular, escribió su número y lo agendó con el nombre de Rachel y una luna creciente. Era una costumbre ya así que apenas reparó en ello y se lo devolvió, asintiendo lentamente con la cabeza poco después.

    —Una caja de arena... Una caja de arena... —reflexionó para sí, tamborileando los dedos sobre su brazo mientras buscaba alguna idea. Pronto pareció caer en algo, porque su mirada se iluminó considerablemente—. Creo que tengo algo que podría servir, yo me encargo.

    Dio un paso atrás, tomando la cartera del suelo en el proceso. Se había quedado mucho más tranquila sabiendo que podría ver a Nova más a menudo, al menos así podría saber lo que se siente al ver crecer a un animal que has cuidado desde que era pequeño. Balanceó la cartera por el asa durante un instante con ánimos renovados, dispuesta a irse ya a casa, pero la mano libre apenas alcanzó a mover el pomo de la puerta. Se detuvo, mordiendo su labio inferior ligeramente, y giró sobre sus pasos para volverse hacia Katrina una última vez.

    —Yo...

    Siento haber dudado de que no cuidarías al animal.

    >>Mimi no...

    Mimi no decía la verdad. Al menos, no del todo.

    Se esforzó para decir algo con sentido, porque Katrina apenas podría entender algo de lo que decía y alzó la mirada, su rostro repentinamente serio. Las palabras le salieron en un murmullo, pero pudieron alcanzarla sin problemas.

    >>No eres ningún monstruo.

    Sujetó la cartera con firmeza, dando media vuelta, y tras echarle un último vistazo al animal abandonó finalmente la sala de arte. Quizás aquella chica no fuera ninguna santa, quizás le incomodase conocer el mundo por el que se movía, tan distinto al suyo, pero si algo le había quedado claro tras aquella charla era que había llegado a conocer una faceta que Mimiko Honda probablemente no llegaría a ver jamás. Que, por lo tanto, sus palabras no eran del todo ciertas.

    Y eso era suficiente para ella.
     
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    Zireael

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    Vi la duda en su cara y casi en cada músculo de su cuerpo, la vi con tal claridad pero incluso así no pude sentir ni una cuota de miedo o preocupación o ninguna cosa que no fuese la más absoluta comprensión. Era una de las bestias del Sakura, ella lo sabía, y me tenía ahí frente a ella, con el tinte rojo y negro, con las perforaciones, el humo y la cara de culo posiblemente, diciéndole que se agendara sin siquiera pasarme a pensar si esa chiquilla se habría agendado en un teléfono ajeno antes.

    Pero lo hizo, a pesar de todo, y ya no supe si Rachel Gardner era tonta a secas o quizás era valiente por enfrentar las ilusiones que había construido durante tanto tiempo, desde que el mayor de los Kurosawa terminó destrozado en el pavimento.

    Se había agendado con una luna creciente junto a su nombre y aunque quise sonreír me contuve mientras regresaba el aparato al bolsillo sin dejar de escucharla, dándole vueltas al asunto de la caja de arena hasta que se iluminó de repente. Asentí con la cabeza sin complicación, casi por inercia. Creí que se iría nada más, realmente no esperaba otra cosa porque tenía todo el impulso de hacerlo, pero pareció incapaz de girar el pomo siquiera y se giró hacia mí, lanzándome encima sus fuegos fatuos, que me atravesaron de lado a lado.

    Amenazaron con alcanzar el cascarón dorado, muy muy al fondo. Ese que protegía las características que había heredado de mamá, las de verdad.

    El corazón de oro.

    El infinito amor.

    La personalidad de perro guardián que compartía con varias personas en esa escuela de mierda.

    Mimi. Se lo había soltado la bestia resentida que era Mimiko Honda, la que me había abofeteado por siquiera atreverme a acercarme a Emily Hodges, por arrastrarla a mis mierdas de marginal, y de nuevo lo que me envolvió fue aquella comprensión sin espacio a miedos o dudas. Nada más, ni siquiera fui capaz de sentir resentimiento alguno con la princesita, como tampoco podía sentirlo con Kurosawa por haberla empujado al borde, amenazando con consumir el centro de su mundo.

    Era esa clase de perra.

    Esa maldita insufrible.

    No eres ningún monstruo.

    ¿Qué cojones, Rachel?

    Me quedé allí estaqueada, como si de repente me hubiesen soldado al piso, como si yo con mi fuego eterno lo hubiese hecho sin darme cuenta siquiera y la vi irse sin realmente poder contestarle nada, porque la mente se me había quedado en blanco.
    ¿Era ciega, era tonta, estaba loca? Ya no sabía qué tenía en la cabeza esa niña, no lograba leerla, no era capaz de ponerle un lugar en el tablero y se movía a su propia manera, sin acompasarse a mi caos.

    Era bueno y era malo.

    Un maullido quejicoso me hizo reaccionar por fin, despegarme del suelo y caminar hacia la caja donde estaba el gato, se había despertado y estaba haciendo por dónde salirse. Le dediqué una sonrisa que no sabía si era respuesta a su queja o a las palabras de Rachel, no era falsa, pero cargaba consigo una cantidad de melancolía que no me pertenecía.

    El móvil me vibró en el bolsillo de la falda y lo saqué para responder.

    —Akais-

    —Ya voy a salir, Fujioka. Gracias —atajé para colgar de inmediato.

    Levanté la caja, la cerré a medias para que nadie que no tuviera que hacerlo le echara un ojo a las cosas que no le importaban, y me decidí a salir del club. Fue casi inconsciente porque no recuerdo en qué momento empecé, pero cuando cerré la puerta ya estaba tarareando la nana de mamá, bueno decía yo que era de mamá pero ella la había escuchado en una película y le había gustado, luego se quedó. Debía tener cuatro o cinco años cuando empezó a tararearla para mí y seguía haciéndolo cada vez que me fracturaba, desde el día que me bajé el cabello de princesa, el que tiré la ropa y el que me teñí en el baño, hasta cuando solo me encontraba estudiando como la loca del orden que era.


    Hailee Akaisa tenía la capacidad de filtrarse a través de mis espinas y a veces amenazaba también con salir de entre ellas.
     
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    Zireael

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    Bueno algo de decencia tenía que tener, ¿no? Así que por lo que quedaba del día iba a dignarme a dejar a Aaron en paz, con tal de no ir a abrumarlo antes del día que se supone que hiciera el resto de movidas ni nada, porque vamos, las cosas se hacían bien o no se hacían, punto.

    Salí de la clase, bajé en el ascensor y me compré algo de comer en la cafetería antes de meterme al club de arte. Ahora que lo pensaba allí la tonta de Rachel me había soltado aquella estupidez, ¿no? De que no era un monstruo y no sé qué.

    Jodida niña rara, de verdad.

    Caminé hasta el otro extremo del salón, me recosté a la pared y la usé de apoyo para deslizarme hasta el suelo, de forma que quedé sentada. Abrí el bento ese de la cafetería que dejaba bastante que desear y solté un suspiro antes de comenzar a comer.


    Alto doble post

    No sabía dónde soltarla so here we are JAJAAJ Hygge
     
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    Hygge

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    Nuestra profesora era de lo más tierna, ¿no? Tan cálida y maternal, me sentía muy cómoda en el aula. Y ahora que conocía a personas como Yukie o Kobayashi, incluso la nueva Ayame pues sentía que poco a poco me estaba integrando sin siquiera buscarlo. Quizás había estado tan ansiosa los primeros días pensando que iba a quedarme sola que forcé las cosas, y al final terminé por darme cuenta de que estas simplemente surgían solas.

    Me despedí de las chicas y salí al pasillo, dispuestas a buscar a Yule para ir a almorzar cuando noté a lo lejos una silueta conocida dirigirse hacia la sala de arte. La reconocí al vuelo porque como no hacerlo, la verdad, y por un momento dudé, intercambiando miradas entre la puerta ahora abierta y el aula de Shirai. Dudé y dudé, indecisa de mí, hasta que después de mucho reflexionarlo finalmente redireccioné mis pasos hacia la sala de arte.

    Ya interceptaría a Yule más tarde, a él podía verlo siempre.

    Abrí la puerta, dejando pasar junto a mí el ruido generalizado de los alumnos, y decidí cerrarla al momento porque algo me decía que la única persona que la ocupaba buscaba algo de tranquilidad allí. Un poco irónico que lo pensase porque probablemente fuera a perturbársela con mi llegada.

    —Hola~ —saludé a Katrina con una sonrisa, dejando la mochila sobre una de las mesas de la entrada mientras buscaba mi bento. Cuando lo encontré abracé la caja contra mi pecho, aguardando allí de pie con cierta duda en la mirada—. Te vi entrar a la sala, ¿puedo almorzar contigo?

    Y lo decía con una carita de pena. Si es que era un poco cruel y todo oye.

    Como que de repente siento que las misseé un montón?? Idk gurl
     
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