—¿Pero eso no sería la iglesia? —picoteó Sakai después de la respuesta de Sasha. Lo soltó tan parco como siempre, lo suficiente para que una risa se me escapara por la nariz, y los dejé en su debate sobre qué era en verdad un culto de angelitos o no. En sí no creía que fuese la iglesia, era más bien que en la iglesia los angelitos eran parte del lore, pero yo qué coño sabía, ¿no? Mamá se proclamaba católica, pero yo había dejado de acompañarla a misa antes de cumplir doce años. No me gustaba, la verdad. Sasha se encogió de hombros luego de que Tora lo hiciera, era cierto que el almuerzo lo había planeado conmigo para arrastrarlo a él, no con intenciones de hacer una reunión, pero a mí seguía pareciéndome innecesario aunque hablaba de su consideración, incluso si había pensado en traerlo desde antes. Más de uno solo lo habría traído y puesto con nosotros, sin más. —Mira nada más las molestias que tenemos que tomarnos para almorzar contigo —solté hacia Tora, acercándome para dejar el tupper en la mesa también. Él suspiró con pesadez, aceptando la tontería, y fue luego que me ladró. Entendía de dónde provenía la cautela de Tora, su desconfianza general con el mundo, había tenido que sobrevivir por su cuenta siendo muy pequeño, por eso rechazaba a Shimizu o se ponía a oler la comida como si lo fuesen a envenenar, pero de momento estábamos comprobando que Arata no poseía, ni idea, un interés oculto más allá del negocio con Sasha. —Puede que sí, pero si va por la vida fingiendo ser tonto algún día alguien acabará creyéndoselo de verdad —murmuró ya no por replicarle a ella, fue un llamado de atención directo hacia mí. —Soy un niño grande, pero papá Tora solo sabe demostrar afecto regañando —defendí junto a una risa floja. Como fuese, Sasha le escribió a Arata entonces y luego de que ella se sentara a uno de los extremos de Tora, yo hice lo mismo al otro lado luego de arrastrar un banco. Desenvolví el bento, que traía la cantidad de comida inmensa de siempre pues era para Tora y para mí, y se lo alcancé a él junto a los palillos. Empezó a comer de inmediato. Yo me dediqué a sopesar si tenía algo que contar, pero en verdad habían sido días relativamente calmos, excepto por los achaques de salud usuales. —Conocí a una kohai de primero hace algunos días, es muy nerviosa, tartamudea por todo y seguro si ve a Tora le dan tres infartos, pero un día que llegué a las clases de la tarde porque me sentía mal me encontró en los casilleros y me invitó a algo de tomar. Fue muy lindo de su parte —conté entonces, porque solo le había hablado de Bea a Tora la primera vez que me la encontré en el invernadero y casi la mato de un susto—. Hemos hablado de videojuegos y poquito de arte, ya que tiene algo de interés. —¿Tú? ¿Algo que compartir con la clase? —preguntó Tora hacia ella luego de haberse bajado unos bocados, supuse que eso dejo claro que él no tenía nada que contar—. Y para probar un punto, ¿prefieres el verano o el invierno? Vaya, no iba a dejar el asunto quieto. ¿Alguien podía culparme por no querer freírme si ponía un pie fuera de un edificio?
El planteo de Tora me hizo cruzarme de brazos y sopesar el asunto un par de segundos, exprimiéndome la neurona en busca de datos desperdigados en mi memoria. A veces tenía sus ventajas preocuparse por ser buena estudiante. —Creo que los ángeles están más bien asociados a las religiones monoteístas, así que necesitaríamos un Dios... —respondí, totalmente seria, y al conectar con los ojos de Sakai sonreí amplio—. ¿Qué dices, Tora-sama? Luego Rowan lo molestó un poco y derivamos en el aparentemente escaso coeficiente intelectual del niño. Entendía de dónde venía el reclamo de Sakai, suponía que en parte me sentiría similar a él si tuviera un amigo arraigado a mí que pareciera tan... bueno, que tenía la cabeza llena de aire. El caso era que lo conocía, debía conocerlo mejor que nadie. La canción que solía cantarle a los pequeños, la que había heredado de Eloise, hablaba de permitirles izar sus velas y recorrer el mundo, con la fe ciega de que algún día volverían a casa. Rowan se tomó el asunto con liviandad, como siempre, y yo me encogí de hombros mientras acomodaba la silla a su lado. —Si quieren creerlo tonto, pues que lo crean —resolví con sencillez, y lo miré apenas divertida—. ¿Sabes las cosas que se consiguen cuando te ven débil o imbécil? En cualquier caso no pretendía discutir con él ni sobreescribirle el chip, sólo expresar mi punto y quizá, si lo pensaba medio segundo, los dos fuésemos un poco testarudos. La similitud me hizo algo de gracia en lo que empezaba a comer, Rowan se sumaba a la fiesta y nos contaba de la kohai que había conocido. Era precisamente eso a lo que me refería, los beneficios y bondades de contar con una sonrisa bonita, pero no tenía intenciones de volver sobre ese tema. —That's nice, ¿cómo se llama? Sakai me regresó la pregunta, estaba alejando los palillos de mi boca y lo miré mientras masticaba. Aquellos segundos de gracia me permitieron mantener la expresión neutral, pasar la comida y fabricar una sonrisa casual. —Not really~ Era y no era mentira, pero en mi pecho lo sentí como tal. Al menos pude aprovechar la cuestión de las estaciones para agarrar la sensación y arrojarla hondo, bien hondo. —Verano, toda la vida. Detesto los días cortos y que haga frío en la mañana y cuando está nublado y lluvioso. —Me reí—. Crecí pegada a una playa, surfeando y patinando, así que obviamente prefiero el verano. —Alterné la mirada entre ambos—. ¿Por qué? ¿Hay una disputa marital? Era broma, obvio, pero lo solté con toda la naturalidad del mundo.
Sasha le siguió a Tora la tontería de la iglesia, atajó que los ángeles eran más bien de religiones monoteístas y que nos faltaba un Dios, ante lo que él volvió a fruncir el ceño un momento. Al final cuando ella conectó con sus ojos aflojó los gestos, volvió a encogerse de hombros y a mí me hizo gracia estar hablando de dioses cuando le habíamos encasquetado al cabrón el nombre de un shijin porque nos salió del culo. Que sí, los shijin eran más guardianes que dioses, pero igual. —Imagino que así se puede tener el culto de angelitos —soltó entonces y una sonrisa le bailó en los labios. El asunto se desvió a mi aparente estupidez y suponía que también respondía a un viejo hábito, Tora funcionaba como mis ojos, como una extensión de mí mismo. Su estado de alerta permitía que tuviera sentidos más afilados, que leyera el mundo de forma distinta a mí y por eso funcionábamos, los vacíos en mi visión eran rellenados por él. Quizás había temido a la figura de Shimizu por lo caótico de su resentimiento con el mundo, como si pudiera ponernos en peligro, pero cada loco con su cosa. —Bastantes —apañó él, antes de suspirar y medio rendirse—. Igual también está el factor sorpresa de cuando se le sale el apellido. —Puesto así suena a que soy un ogro, qué feo —murmuré estirando la mano para pescar un trozo de tomate de la ensalada del bento que Tora tenía acaparado—. La kohai se llama Beatriz, Bea. Tal vez cuando calcule que no vaya a desmayarse pueda invitarla a un almuercito de estos, no sé. Me lo pensé muy seriamente, pescando otro trozo de tomate y cuando Sasha le contestó a Tora que no tenía nada que contar me cuestioné hasta dónde sería cierto, así como hasta dónde era cierto que él tampoco lo tenía. Quizás estos dos parecieran abismalmente distintos, pero en ciertos momentos eran igual de cabezones y así no tuviera idea puede que igual de reservados con sus cosas, por más de un motivo. —Y yo que esperaba una grandiosa anécdota —me quejé solo por hacer el tonto. Como fuese, le contestó también la pregunta de las estaciones y miré a la pobre chica como si acabara de encajarme un puñal en el centro de la espalda. —¿Lo ves? —Me soltó Tora de inmediato y luego se giró hacia Sasha, como si quisiera acusarme por cometer un pecado capital, ni le puso cuidado a lo de la disputa marital—. Rorin que es un idiota. En su cabeza es mejor venir a clases con mal tiempo que con sol, ¿a ti te parece normal? Estaba por contestarle algo para defender mi pobre honor, cuando la puerta de la sala se abrió de par en par y estuvo a nada de chocar con la pared por el impulso que pilló. Era Shimizu, que había llegado de lo más campante como si no llevara los días anteriores muerto en vida. —Ya vino por quién lloraban —anunció poco antes de girarse para volver a cerrar la puerta—. Espero que estuvieran tratando a Sasha como una reina, viendo que les trae postre y toda la cosa. Consumió la distancia, dejó sobre la mesa un par de cajitas de zumo de frutas y luego se acomodó detrás del asiento de la chica, echándole los brazos encima. Apoyó el mentón en su coronilla, la estrechó con mucho cariño y se quedó allí sin ponerse a pensar si la interrupción la dejaba seguir comiendo o no, porque seguro le importaba bien poco. —¿Por qué tenemos fiesta? Había que poner serpentinas en el techo.
—All settled, then! —Junté las manos, contenta, y me giré hacia Ikari—. Rowie, del uno al diez, ¿cuán cómodo te sientes rindiéndole pleitesía a tu mejor amigo? Luego nos acomodamos para dar inicio al dichoso almuerzo y cuando Rowan sugirió invitar a la niña un día de estos asentí con vehemencia, sin molestarme en disimular la ilusión. Me gustaban los niños, era una verdad absoluta que llevaba dos años en existencia, y para esta altura del partido ya no renegaba de ello. —Me encantaría conocerla... si no le dan tres infartos, claro. Acompañé la aclaración de una risa liviana, desenfadada, y entonces miré al muchacho en cuanto se quejó de mi ausencia de anécdotas. Si se lo tragaban o no era indistinto, ellos no presionarían y yo no me sentía en la obligación de decirles nada. Estábamos bien así y por la gracia, porque a veces era una cara dura, me reí. —Son las desventajas de una vida aburrida —convine a su comentario. La reacción de ambos a mi estación predilecta fue terriblemente evidente. Mi sonrisa se ensanchó y recibí la atención de Tora con las cejas alzadas, como si su repentina intensidad me hubiese pillado a medio giro. Estaba por decir algo cuando la puerta tras mi espalda se abrió de par en par, sobresaltándome apenas. Giré el torso en automático y maldije medio segundo después, pues el cabello se me enganchó en el espaldar de la silla y me reprendí mentalmente por no haberlo quitado antes. Arata hizo el show usual mientras salvaba mi pobre mechón de pelo y finalmente llegó cuando lo liberé de volver a prensarse, suspirando. —Llegaste tarde a las novedades, cielo, ahora le rendimos culto a Tora-sama —respondí con el tono plano, sentí la presión de su barbilla y anclé una mano a su brazo, acariciándolo con mimo—. Te invitaría a unirte, pero la condición es ser angelitos y la tienes un poco difícil... Al final sí habíamos acabado con una fiesta, claramente. Solté una risa nasal floja y miré a Sakai, pero no volví sobre los verdaderos motivos de esta reunión; ni que pretendía disculparme con él ni que Rowan me había pasado los apuntes del viernes. —¿No las trajiste tú? —repliqué a lo de las serpentinas y me encogí de hombros—. Tú no lo sabes porque quedaste discriminado en otra clase, pero la 3-1 es super divertida y nos hicimos super amigos y ¿los super amigos necesitan una razón para comer juntos?
Cuando me preguntó qué opinaba de rendirle pleitesía a Tora alcé apenas las cejas, miré al susodicho que parecía de lo más complacido con la estupidez y me tragué una risa. No era que necesitara que lo subiéramos a un altar, un poco ya tenía un problema de delirio de grandeza, pero en verdad daba igual. Por el bien del juego me llevé una mano al pecho en un gesto que rozó lo caballeresco. —Alabado sea Tora-sama —dije con tono solemne. A él se le escapó una risa que sonó bastante genuina, así que me di por servido, y apoyé un codo en la mesa con tal de descansar el mentón en la mano. Observé a Tora comer entonces, luego regresé la atención a Sasha después de haberle dicho el nombre de Bea y la posibilidad de invitarla a comer con nosotros algún día, había asentido y noté la ilusión que cargó el gesto consigo, lo que bastó para hacerme sonreír. —Con infarto o sin él, imagino que le caerías bien así que ya vamos ganando. —Deslicé la vista a Tora entonces, que estaba un poco atragantado comiendo al ver que no le prestábamos atención ya—. Por ti no puedo hacer nada, supongo que tendría que pedirte que te estés calladito. Luego Sasha dijo lo de la vida aburrida, ante lo que me reí y contesté un "Imagino que sí" que siguió dejando claro que no iba a husmear en su vida, en sí porque no tenía derecho. Con eso seguimos con el tema de las estaciones, mi terrible pecado de preferir el invierno y lo exagerado de la reacción de Sakai, pero fue cuando la puerta se abrió. A la chica se le quedó pescado un mechón de pelo en la silla, me di cuenta, y para cuando Tora se estiró para pretender ayudarla ella logró soltarlo más o menos cuando Shimizu llegó con ella. Le dijo que había llegado tarde a las novedades porque ahora le rendíamos culto a Tora-sama, en consecuencia frunció el ceño, aunque había ladeado la cabeza para aplastar la mejilla en la cabeza de Sasha. —Vaya, apenas vengo llegando y ya me ofendes diciendo que no soy un angelito digno de tu culto —respondió entonces, sin moverse de donde estaba, pero la zarandeó suavemente un momento—. Pues claro que no, ¿cómo iba a traer yo las serpentinas si hasta hace cinco minutos no sabía que teníamos fiesta? Por ser el pobre discriminado que no está en la 3-1. —Tú tienes cara de divertirte en cualquier lugar de todas formas —dije solo por joderlo un poco y se le escapó una risa. —Bueno, puede que los super amigos no necesiten motivos, pero sí que deberían avisar, ¡por la decoración de la fiesta! La diversión claramente la pongo yo, no creo que los angelitos sean muy buenos para eso en particular, ¿o sí?
Rowan se adecuó a la tontería y yo hice lo propio. Cuando se llevó la mano al pecho yo lo imité y, en silencio, incliné ligeramente el torso frente al moreno. Podría haberle recordado el extraño poder que llegaban a ostentar estos teatros de ilusiones, lo mismo que veía en el Paraja todas las noches, pero lo dejé estar. Asentí al oírlo decir que probablemente le caería bien a la niña primero, y mi sonrisa se ensanchó, divertida, cuando soltó lo siguiente hacia su amigo. Entonces Arata llegó y derivamos en el resto de la estupidez. Obviamente se hizo el ofendido y obviamente me reí. —¿La verdad ofende? —repliqué, suspendiendo las caricias en su brazo para intentar seguir comiendo. Giré el rostro en ambas direcciones, confirmando lo que Arata había traído consigo, y al alzar la cabeza lo forcé a separarse de ella. —¿Comes de mi almuerzo, cielo? Tráete una silla. Arata siguió hablando y diciendo estupideces, puso en tela de juicio nuestra capacidad de entretenimiento y me sonreí, deslizando la mirada a Rowan. ¿Que no sabíamos divertirnos, decía? Pero si nada de esto estaría ocurriendo de no ser por nosotros. —¿No te parece que nos subestimas, cariño? —repliqué, divertida y con cierta suavidad, regresando mi atención a Arata.
Pobre Sasha, le hice un spam bastante de gratis, pero ya me había dicho que había pensado en buscarme en el receso así que no iba a librarse, para nada. Me había quedado haciendo el tonto en la clase, así que cuando fui a asomarme a la suya ya no estaba. No tardó mucho en decirme dónde estaba, además de que estaban Ikari y Sakai, así que después de comprar los jugos volví para meterme en la sala de arte. Nunca me habría metido allí por otro motivo en verdad. —¡Claro que ofende! —solté aunque aflojé los brazos para que pudiera seguir comiendo. —Tan digno de repente —añadió Ikari, divertido. Asentí cuando Sasha preguntó si comía de su almuerzo, así que me separé de ella para ir a buscar una silla mientras decía que los subestimaba. Puse la silla a un lado suyo y escuché a Sakai suspirar con un pesar de lo más exagerado. —¿Cómo puedes decir eso de los angelitos, Shimizu? —A mí me parece que somos el alma de cualquier fiesta, ¿no, Sash? —No se puede cuando todos están en mi contra —picoteé entre sus palabras y le acerqué uno de los jugos a Sasha—. ¿Y qué era el famoso postre, angelitos?
Por supuesto Arata iba a quejarse en tanto le diera pie a ello, era como los gatitos que no paraban de contestar cuando les chistabas para que se callaran. Cuando finalmente se sentó a mi lado estaba llevándome comida a la boca y le pasé el bento con los palillos reposados encima. —Obvio —apoyé a Rowan—. Literalmente esta fiesta no estaría ocurriendo de no ser por nosotros, pero ustedes no saben valorarnos. Sólo había mirado a Arata al decir aquello último, pero si Sakai de repente se metía en la bolsa también me era indiferente. Acepté el zumito con un agradecimiento en voz baja y atendí a su pregunta mientras pinchaba el aluminio. —Ah, unas super frambuesas con chocolate. —Le señalé con la cabeza donde Rowan había dejado las nuestras y mordisqueé el sorbete—. Como somos angelitos amables podemos compartir el botín con forasteros. Eso, claro, si Rowie y nuestro magnánimo Tora-sama están de acuerdo.
Uno tenía que quejarse de algo, digamos que era lo único que tenía en verdad, la única herramienta a mi alcance además de la ira y era justo por eso que era un bufón, lo había sido por años. Bastaba caer, tocar fondo y resetearse una y otra vez, no había otra salida. Por eso estaba aquí sentado como si nada, por eso acepté el almuerzo de Sasha aunque todavía sentía el estómago convertido en un hervidero. Me llevé un bocado a la boca, indignado ante lo que dijo sobre que no habría fiesta de no ser por ello y me di cuenta que a Sakai se le cayó el bocado de comida de los palillos. Pobre imbécil, arrastrado en el saco sin más. —Primero me rinden pleitesía y luego me incluyen en el saco con Shimizu, una puñalada dolía menos —soltó empujando el bento hacia Ikari y apoyó los brazos en la mesa—. Y yo que ya estaba apoyando a los angelitos. La decepción tan grande con que soltó la estupidez me hizo reír, aunque de inmediato le presté atención al postre que resultaron ser frambuesas con chocolate. Dejé los palillos en el bento, estiré la mano para pescar el tupper y lo destapé solo para husmear, no porque fuese a comer una ahora, así que regresé el contenedor a la mesa cuando estaba soltando lo de Rowie y Tora-sama. El segundo estiró las manos para pescar el otro tupper, atrayéndolo hacia él, y frunció el ceño de lo lindo. Fue la única vez que me pareció un mocoso, así que alcé las manos en señal de rendición. —A mí sí me enseñaron a compartir, así que no pasa nada —apañó Ikari junto a una risa floja—. Porque claro, somos angelitos. Por cierto, ¿las hiciste tú, Sash? La pregunta la hizo tomando el contenedor para husmear el postre, de lo más concentrado, pero por la forma que sonrió me pareció que estaba genuinamente contento. No podía culparlo en verdad, a mí también me alegraban estas cosas y ya estaba visto. No dije nada, tomé algo más de comida y corrí la silla un poco hacia Sasha para poder apoyar el rostro en su hombro antes de regresarle el bento.
Tenía aún la atención puesta en Arata cuando la voz de Torahiko me alcanzó desde el otro lado. Me sonreí, entretenida, y volteé hacia él con movimientos pausados. —Pero ¿quién habló de ti, cielo? —repliqué, sin disimular el encanto de la situación, aunque por la gracia ladeé apenas la cabeza junto a un "¿hmm?" murmurado. Entre tanto, Arata se había reído y, cuando pasamos a los postres, Sakai defendió el suyo como si se encontrara bajo amenaza de muerte. Bueno, quizá lo estuviera. Rowan volvió a escrutar nuestro tupper, vete a saber por qué, y yo asentí. —No las he visto a la venta por aquí, pero las recordaba de cuando vivía en Sydney. Mamá solía comprarlas. —Estiré el brazo hacia él, con la intención de que me pasara el envase—. Son muy fáciles de hacer, igual. Tienes la fruta, derrites el chocolate y voilà. Arata se había recostado sobre mi hombro, extraje una frambuesa con dos dedos y la acerqué a su boca. Otra vez, no me molesté en disimular lo que me divertía la tontería. —No me negarás probar una, cariño, ¿o sí? —murmuré, con sonrisa de niña buena.
Sakai siguió subido en el tren del mocoso indignado y hasta caprichoso, porque cuando Sasha preguntó quién le había hablado a él el idiota frunció el ceño, pero luego le sacó la lengua. El gesto, a pesar de venir de un cara de moco como él, no me pareció que cargara una pizca de malicia real y a Ikari que lo conocía mejor consiguió arrancarle una risa. —Se metió en el saco solito —añadí solo por fastidiar—. Ni yo me ofendí tanto. No me prestó especial atención porque pronto tuvo que defender su postre como si estuviésemos en un apocalipsis y esa fuera su última comida decente. Lo miré con las cejas alzadas, pero también me distraje rápido con la pregunta de Rowan al respecto, al parecer era algo que su madre compraba en Sydney y esto de las frambuesas con chocolate de repente sonó a cosa de verano, incluso si el chocolate acababa derritiéndose. Ikari le pasó el envase, atendió a la preparación y por más fácil que fuese, siguió luciendo contento por haber recibido el postrecito. Era un poco extraño, este tipo parecía demasiado bonachón para vivir como lo hacía, pero no era que yo fuese quién para juzgarlo en verdad. —Muchas gracias por traerlas, están muy ricas —dijo con sinceridad—. ¿Has hecho con otras frutas? Mix de frutitas cubiertas de chocolate o algo del rollo. Seguí recostado en el hombro de Sasha, de hecho apenas relajé el peso allí me entró una oleada de sueño que seguro podría derribar a un elefante y estaba parpadeando para sacudirla cuando la frambuesa apareció frente a mí. La niña ni disimuló la diversión que le provocó la estupidez, qué va, y yo si acaso la dejé terminar la pregunta antes de abrir la boca para recibir la fruta envuelta en chocolate. —¿Yo? ¿Negarte comida a ti?
Jamás en la vida habría esperado que Torahiko, de toda la gente, me sacara la lengua en señal de protesta. El gesto lo hizo ver tan enfurruñado e infantil que moderé a consciencia mi sonrisa; ni hablar de lo que tuve que tragarme las ganas de seguir molestándolo pero, oh, no iba a olvidarlo. En absoluto. —Tú no cantes victoria, Don Quejas —dije hacia Arata mientras Ikari se reía de su propio amigo, y luego le respondí al pelirrojo—. Algo así, sí, aunque no empaquetado y todo lo demás. Ahora ya no lo hacemos, pero hace unos años, en verano, solíamos derretir chocolate y preparábamos varias frutas ya cortaditas. Manzana, banana, naranja, frutillas. La naranja bañada en chocolate semi amargo es una de las cosas más ricas del mundo, se los juro, lo dice alguien que no le tenía ni un poquito de fe antes de probarlo. Mientras hablaba había recibido el postre y había sacado una frambuesa para ofrecérsela a Arata. Bueno, más bien lo estaba obligando a comerla. En cualquier caso la aceptó y, en lo que él masticaba, yo sonreí con cierta ternura y le dejé un besito en el pelo. —Siempre hay una primera vez para todo, una tiene que estar preparada —argumenté porque sí. El almuerzo siguió fluyendo hasta que, quedando poco tiempo, empezamos a levantar campamento. Le dije a Torahiko que me dejara sus frambuesas si quería, que una amiga me había prestado las llaves de la sala de cocina y que podía regresárselas cuando acabara el día sin que estuvieran todas derretidas. El "snack para la vuelta a casa", argumenté. En cualquier caso planeaba ir para dejar las otras. Aproveché la movida y le pedí a Ikari que me acompañara; no lo aclaré, pero la invitación sólo se la extendí a él. Le dejé un beso a Arata en la mejilla y le dije que hablábamos después antes de separarnos. Mientras hacía lo correspondiente, como quien no quiere la cosa, abordé el tema que me había quedado pendiente desde la aparición de Arata. —Por cierto, el proyecto quedará temporalmente en pausa —avisé, agachada frente al mini fridge—. También necesitaré el original de regreso. Está todo bien, pero acabé metida en un lío sin querer y tendré que mantener el perfil bajo por un tiempo. Sólo es precaución, so don't worry. Le sonreí, regresando junto a él, y nos dirigimos a nuestra clase. Contenido oculto medio asumí unas cosas para poder encastrar lo que planeaba, hope u dont mind yyyy con eso cierro con Sashimi
En cierta manera me tranquilizaba que Tora le diera tan poca importancia al asunto del otro día como para estar aquí sentado con nosotros, también que pareciera lo suficientemente cómodo en el espacio para responderle a Sasha como lo hacía, sin tanta indiferencia o brusquedad. Con todo y ese show ella le advirtió a Mister Quejas que no cantara victoria, fue antes de contestarme a mí. Me imaginé la naranja con chocolate y un poco se me hizo agua la boca, mamá a veces encargaba un pastel de naranja holandesa o no sé qué que era justo eso, naranja con chocolate semi-amargo. A Tora le gustaba y a mí igual. —¿Naranja con chocolate? —cuestionó Shimizu sin una pizca de fe en la combinación. —Actually is really good. Uno de los pasteles favoritos que compramos en casa es de naranja con chocolate. Tora no dijo nada, se limitó a hacer un asentimiento de cabeza y Arata se distrajo pronto con la frambuesa que le alcanzó Sasha, así que olvidó que acababa de juzgar las decisiones culinarias de los tipos de frutas que podían llevar chocolate encima o no. Noté la ternura en la sonrisa de ella, la calma en el cuerpo del otro y lo satisfecho que pareció quedarse con el beso en el pelo. —Pues para esto no —replicó en voz baja, todavía aplastado en su hombro. Cuando se nos empezó a acabar el tiempo comenzado a ordenar, traté de dejarle a Katrina todo como lo habíamos encontrado y Tora accedió a dejarle las frambuesas a Sasha sin mucho problema, supuse que porque ella se las había traído, aunque antes de dárselas sacó otra para comérsela. Sasha me dijo que la acompañara, accedí y cuando ella besó a Shimizu en la mejilla él se le fue encima para estrujarla en un abrazo antes de estamparle un beso de regreso. Con eso repitió que hablaban después, yo fui con la muchacha y cuando sacó el tema no me sorprendió en realidad, lo que sí fue una sorpresa fue la pausa del proyecto como tal. La observé desde mi posición, quise preguntar qué coño estaba pasando en verdad, pero sentí que no me correspondía y preferí dejarlo así de momento. Entendía que a veces replegarse era necesario, ante el peligro de ser descubiertos había que bajar el perfil, retroceder y fingir demencia. —Pretendía regresártelo el fin de semana de ser posible, me lo quedé demasiado tiempo —resolví con calma—. Ser precavido, después de todo, es una gran cualidad. No preguntaré de más, solo te diré que tengas cuidado, Sash, para mí y tu socio sé que es mil veces más importante tu seguridad que cualquier otra cosa. No fue un regaño ni nada, solo una suerte de recordatorio y le sonreí también. —Si tienes tiempo hoy luego de la escuela me acompañas y te lo devuelvo de inmediato. Contenido oculto there's no problem, ofcourse por acá cierro con mis pendejos también y eso, puedes asumir que Ro le regresa el original hoy o cuando te convenga owo7
Hoy… Ho-hoy era el día… de la entrevista. Fui de las primeras en llegar a la academia, cuando el vacío dominaba la mayoría de sus espacios, y no abandoné mi salón luego del cambio de zapatos. Por lo general, en estos momentos previos a la llegada del resto del estudiantado, encontraba una pequeña cuota de paz en el silencio, denso, que flotaba a mi alrededor. A veces, aprovechaba para adelantar deberes y les daba relectura a mis apuntes para mantenerme el día, y así no poner en riesgo mis calificaciones; en otras ocasiones jugaba a la consola, al menos hasta la llegada de mi primer compañero de salón, momento en que lo guardaba a toda prisa por… por vergüenza, ¿tal vez? P-Pero… hoy me hallaba paralizada en mi asiento, con los ojos clavados en los dedos de mis manos. Estos mantenían un movimiento incesante que no podía controlar, entrecruzándose, desprendiéndose y frotándose entre sí, en patrones irregulares. Ni siquiera fui consciente del murmullo que lentamente emergía desde la planta inferior, ni de las primeras personas que entraban a ocupar sus lugares. El sonido de mi corazón parecía rebotar en mis oídos, y la preocupación no dejaba de dominar cada espacio de fuero interno. Estaba perdiendo la batalla contra mis nervios, a pesar de todos mis esfuerzos. A largo del fin de semana y del día de ayer, dediqué buena parte del tiempo a mentalizarme para el proyecto escolar; mi madre me había ayudado a pensar preguntas, Daniel también intervino e incluso Walter respondió mis mensajes en un tono tranquilizador, pese a estar muy ocupado con su trabajo. Por eso, el miedo se deslizaba entre mis nervios crecientes, como una serpiente al acecho. Temía traicionar los esfuerzos de mi familia porque, si seguía así, terminaría haciendo un desastre en el proyecto escolar que se avecinaba. ¿Qué iba a hacer si me quedaba en blanco? E-estaba por hablar con una persona desconocida, y… y no sentía que hubiese mucha confianza con mi compañera. Tal vez… Tal vez, ¿terminaría haciendo que Satoko y su padre se sintieran incómodos? La inquietud me comprimía el pecho. En cierto punto, supe que no podría superar esto por mi cuenta. Como siempre. Pero… ¿qué debería hacer? Apesadumbrada, alcé la cabeza hacia una de las ventanas del salón, con cuidado de no provocar un cruce de miradas accidental con las pocas personas que había a mi alrededor. En un movimiento algo desesperado, busqué centrar la mente en el deslizamiento de las nubes que se veían afuera. La mayoría eran de un intenso blanco, aunque noté la presencia algunas de un tono distinto. Nubes grises que, en combinación con el celeste, me hicieron pensar en lo que Jez y Rowan decían de mí: que tenía ojos de cielo. El murmullo general crecía, avasallando el silencio que antes me había envuelto. Desvié la mirada hacia mis pies, como si tuviera el poder de ver lo que sucedía al otro lado del suelo. ¿Y sí… alguno de los dos acababa de llegar? La pregunta que fue, en principio, un simple pensamiento. Eso… Sólo en principio. Porque al segundo siguiente me despertó una pequeña idea, que me hundió en un fuerte debate interno. Lo pensé un buen rato, tratando de no creer que iba a ser algo egoísta de mi parte. Que esto estaba bien, que los amigos estaban para eso. No había crimen en el deseo de encontrar la paz con otra persona. Aprovechando un impulso que me hizo brincar sobre los muros de mis temores, tomé con rapidez el móvil, abrí el chat de Rowan y, tras otro segundo de cavilación, tipeé: Buenos días, Ro-senpai ¿Cómo estás? Me encuentro en la sala de arte Si tienes un momento, ¿podrías pasar? Sólo si quieres, no hay problema si no Para dar un tono algo más liviano a mis mensajes, envié un sticker de Hollow Knight que se me hizo simpático para la ocasión. Los releí para asegurarme de que no estaba metiendo la pata ni nada, tras lo cual guardé el móvil. Entonces, saqué de mi bolso una caja pequeña, que me cabía en un puño: contenía los dorayaki que solía acompañar con mi almuerzo, eran tres, con la crema pastelera que me gustaba. Si Rowan se tomaba la molestia de venir a verme sólo porque yo se lo pedía, al menos quería compensárselo con algo que le diera energía para sus primeras clases. De este modo, salí al pasillo con la cajita entre mis manos y, sin mirar a nadie, lo crucé hasta quedar frente a la puerta de la sala de arte. Llamé con un par de toques, porque de repente se me ocurrió que Katrina podría encontrarse dentro, y sólo entré cuando el silencio fue lo único que provino desde el otro lado del umbral. Los sonidos de la academia se apagaron cuando cerré las puertas a mi espalda. Repasé los materiales con la vista, entre interesada y nerviosa, y finalmente decidí esperar a Rowan sentada en una silla, sosteniendo la caja de los dorayakis sobre mi regazo. Intenté sumergirme en el interior de los cuadros que pendían de las paredes, con tal de apaciguar la ansiedad que palpitaba en mi pecho. Contenido oculto Zireael
Tora se me enredó al brazo y prácticamente me arrastró por el patio frontal, derretido como estaba por este clima que se sostenía ya desde hace varios días. Cruzamos tan rápido como pudimos, sin correr de puro milagro, y cuando me quise dar cuenta estábamos en el pasillo de casilleros de tercero frente a mi taquilla, así que suspiré y me dediqué a cambiarme los zapatos, luego fuimos a la de Sakai. Mientras él hacía lo propio caí en cuenta de que había sentido el móvil vibrarme en el bolsillo en algún momento, así que lo saqué y abrí grandes los ojos al darme cuenta que los mensajes eran de Bea. Me preocupó que le pasara algo, escribiéndome tan temprano, pero el miedo se me pasó al seguir leyendo y suspiré, ya más tranquilo. Buenos días, Bea! Estoy bien, tú qué tal? Acabo de llegar a la escuela, dame un momentito y voy para allá Al terminar de contestarle vi que Tora me estaba mirando, entre interesado y divertido, así que le enseñé la pantalla con los mensajes. Recordé entonces que ayer le había dicho a Sasha y a él que algún día quizás pudiéramos invitar a Bea a un almuercito, aunque tendría que tener a Tora en un rincón como niño castigado seguramente. El idiota debió notar mi duda, porque soltó una risa y estiró la mano para obligarme a bajar la pantalla con tal de mirarme. —Me quedaré afuera. No disfruto causarle eventos cardiacos a niñas de primero. Le sonreí con un dejo de agradecimiento antes de que comenzáramos a caminar, subimos a la primera planta y Sakai se quedó algunos metros más allá, viendo por la ventana, mientras yo continué hasta la sala de arte de nuevo. Katrina debía seguir molesta, pero a mí ahora mismo me importaba más bien poco, Sasha había pausado el negocio, tenía algunas dudas sobre qué podría haber pasado y ahora Bea me convocaba aquí, sin dudas la semana había comenzando un poco acelerada. Toqué la puerta para anunciarme, luego abrí y colé el rostro hasta que vi a Bea sentada en una silla, sosteniendo algo en su regazo. Entré a la sala entonces, cerré la puerta y al acercarme le dediqué una sonrisa. —Bea~ —la llamé, contento—. ¿Llegaste muy temprano a la escuela? Contenido oculto mis bebés (!!!)
Mientras mis ojos se perdían en los cuadros, recordé que algunos los había pintado Katrina. Me había dicho que los consideraba aburridos porque sólo respondían a exigencias académicas, ante lo cual me pregunté, genuinamente, si de verdad tenían algo de malo. A mí me resultaban bien logrados, con sus formas y sus colores. Mi ignorancia en todo lo concerniente al arte, además, hacía que las pinturas me despertaran una tenue cuota de fascinación que alejaba, así fuese por un instante, las asfixiantes redes de mi ansiedad. Desconocía por completo la fama que Akaisa tenía en la academia, pero evocarla traía alivio en mi caso: al pensar en ella, traté de adivinar qué cuadros habían sido creados por su mano, pese a que no tenía la más mínima pista para definir la procedencia de éstos. La notificación de mi móvil rompió el enfoque que había puesto en esta contemplación. Prácticamente di un sobresalto sobre la silla, y poco faltó para que la caja de los dorayakis se escurriera entre mis dedos. Logré retenerla a tiempo, con el corazón acelerado por el susto, o… ¿o por la ansiedad, tal vez? Ya no me quedaba claro por qué latía así, era una mezcla de sentimientos. Entre ellos, también debíamos tener en consideración la diminuta chispa de alivio que acarició mi pecho, al ver que se trataba de una respuesta de Rowan, quien me pedí que lo esperara. Y con eso, volvió a brotar la amenaza de una necia culpa. Estuve a punto de escribirle, aunque al final opté por responderle con el sticker de uno de los protagonistas de Cuphead elevando su pulgar. Ahora que me detenía a pensarlo, podría haberle preguntado en persona cómo se encontraba, en lugar de hacerlo por chat. Traté de tranquilizarme con la idea de que podríamos desarrollar un poco, en cuanto viniera. Así que lo esperé, aún con los dedos inquietos, hasta que el toque en la puerta me hizo girar la cabeza con rapidez, haciendo que las puntas de mi cabello se sacudieran en el aire. Permanecí en la silla cuando Rowan asomó el rostro por el hueco que quedó entre la puerta y su marco, porque no supe bien en qué posición recibirlo. Sólo cuando comenzó a acercarse hasta mí, decidí ponerme de pie, porque nuestra diferencia de estaturas era y, de permanecer sentada, me habría visto en la obligación de alzar la cabeza de manera muy pronunciada para poder mirarlo a la cara. Porque eso fue lo que hice: sostener la mirada en su rostro, sin darme cuenta de que no me costó nada hacerlo. La escena distó mucho de aquel primer almuerzo en el invernadero, donde mis ojos fueron esquivos la mayoría del tiempo. Así, presencié su sonrisa, y notar esa alegría que le despertaba mi sola presencia… Bueno, me trajo un poco más de alivio, ¿tal vez? Estar con un amigo… era lo que necesitaba en este momento. —Ro-senpai —murmuré. Me habría encantado devolverle le sonrisa, de verdad, pero no podía. Estaba demasiado contenta de que hubiese aceptado venir conmigo, y también nerviosa por todo lo demás. Traté de suavizar mis facciones, pues no sabía si en mi semblante persistían los rastros de la ansiedad que me estuvo aquejando desde la primera hora de la mañana. E-esperaba que no se me notara demasiado, ¿tal vez? ¡N-no había llamado a Rowan para preocuparlo! —Eeeh… Sí… —respondí a su pregunta, sosteniendo la cajita entre mis manos; como no quise que mi contestación se desvaneciese tan pronto, añadí:—. Siempre llego con mucha antelación a la academia… Cuando no hay casi nadie… ¡E-es por los horarios de mi madre! —aclaré— Ella… Es quien me trae aquí en su coche, de camino a su trabajo… Pero, como su jornada comienza más temprano que la mía, la de la escuela, soy… Soy de las primeras en venir al Sakura… Cada día… No vi necesario añadir que, para mí, estaba bien con eso. Estas palabras no salieron, sino que se desvanecieron en un suave suspiro. Rowan, probablemente, intuiría por qué no sonaba contrariada con la rutina de ingresar tan temprano a la escuela. Pero eso también implicaba que no podríamos subir juntos a clases, o hacer lo mismo con Jez. Si debía ser honesta, anhelaba tener una rutina como esa, en lugar del denso silencio de los rincones vacíos. Pero no estaba lista para afrontar, diariamente, una cantidad tan grande de personas. Saberlo me entristecía, pero… Al menos, tenía personas que estaban dispuestas a venir conmigo. —Agradezco… que hayas venido —dije; fue un poco vergonzoso para mí, como una confesión de mi vulnerabilidad, así que bajé la cabeza porque ya me veía venir el rubor en mis mejillas; empecé a mover los dedos en torno a la cajita de los dorayaki— ¿Y tú, Ro-senpai? ¿Has tenido un buen viaje… hasta aquí? Imaginaba que, en vistas de su padecimiento, alguien más debía de acompañarlo cada día. Só… Sólo por si acaso, ¿tal vez?
Bea era nerviosa y eso nadie iba a quitárselo de la noche a la mañana, pero podía notar que a pesar de eso también parecía adaptarse con cierta fluidez. Tal vez tuviera que ver con haberla reconocido como amiga, solo ella podía saberlo, pero notaba algo más de iniciativa en ella y también estaba eso de no tartamudeaba cuando se le cruzaba por delante una preocupación por un tercero. No iría a señalar nada de eso de repente, seguro la mataba de otro infarto, pero iba rellenando una lista mental por si en algún momento podía hacérselo notar, quizás de a poco, como había notado que Torahiko de hecho sí escuchaba cuando le hablaban. En el caos del mundo los recordatorios de que algo cambiaba existían, era la iniciativa de Bea, las notas en el cuaderno de inglés de Sakai luego de oírme y la manera en que Shimizu se calmaba al ver a Sasha. Las salpicaduras de esperanza. Beatriz decidió levantarse cuando me acerqué, así que no tuvo que levantar tanto la cabeza para mirarme y de nuevo pude ver las diferencias entre nuestro primer almuerzo, atropellado como había sido. Puede que no sonriera, pero sostenía mi mirada y me llamaba Ro-senpai sin demasiado problema, algo que me hacía sentir bastante tranquilo en general. Si la noté nerviosa lo atribuí a que era ella, tan simple como eso, y me limité a escuchar su respuesta a mi pregunta. Supuse que para ella no era un conflicto en sí porque al menos se libraba de la oleada principal de personas, aunque eso implicaba que perdía algunas otras cosas, pues las decisiones eran así. Hacer A nos privaba de B. —Y... ¿No te da mucho sueño? —cuestioné de repente, fue de las primeras cosas que se me ocurrieron. Luego me agradeció por venir, lo que me estiró una nueva sonrisa en el rostro y negué con la cabeza para decirle que las gracias no eran necesarias en verdad, pero asentí casi inmediatamente después. Fue la respuesta a la pregunta del viaje a la escuela. —Bueno, más o menos en verdad. No me gusta mucho el calor que hace últimamente y mi mejor amigo casi me tuvo que arrastrar por el patio frontal, ¡pero estoy bien! —Al decirlo estiré los brazos, soltando una risa—. Llegué enterito a la escuela, un poco como pollo sudado, pero entero.
La pregunta sobre el sueño me resultó un poco inesperada, lo cual debió de haberse notado en los dos o tres segundos que me quedé mirándole con confusión. Era causa de que nunca me había parado a pensar en esa cuestión en específico, sólo fui consciente de mi cuerpo al escuchar a Rowan. No estaba cansada ni somnolienta, por lo que respondí con una silenciosa negación de cabeza, sin saber muy bien si correspondía añadir alguna explicación; no lo hice, porque todo se resumía en que mis horarios de sueño eran, en la medida de lo posible, ordenados, ¿tal vez? En casa estaba bien, allí me permitía relajarme y eso contribuía a que mi descanso fuese decente. No significaba que mi cabeza se viese librada de los pensamientos intrusivos, pero entre esas paredes no eran tan fuertes. Y ahora, en esta sala, también perdían su magnitud dañina, lentamente. Por eso, el agradecimiento hacia Rowan, que era interno, terminó filtrándose de entre mis labios. Me dio vergüenza, porque comprendía a la perfección que no era necesario ponerme así con él; el movimiento negativo de su cabeza acompañó este punto. La idea era relajarnos juntos, ¿tal vez? Pero esperaba que siguiese siendo paciente conmigo, porque vivía las cosas con mucha intensidad y sensibilidad. En eso se incluían los buenos momentos; como este, o como cuando Jez me aceptó como su amiga. En respuesta mi pregunta, Rowan confesó que se sentía más o menos. La raíz de su estado era el intenso calor, lo que me hizo lamentar no haber traído una botella de agua junto con los dorayaki, ¡t-tenía que mantenerse bien hidratado! Mis pensamientos trastabillaron por esto y por la mención de otra persona: un amigo había venido con él, porque debió arrastrarlo a lo largo del patio frontal. Como era de esperar, saber todo despertó fugazmente mis alarmas, aunque Rowan pronto se apresuró en aclarar que estaba bien, hasta estiró los brazos mientras reía. Que se autodefiniera como “pollo sudado” logró hacerme gracia; mi rostro no lo reflejó porque mantuvo su tinte tímido, pero el chiste despejó algunas nubes de mi ansiedad. —Igual… Creo que... estaría bien sentarse un rato, ¿tal vez? —dije, desviando la vista a nuestro alrededor— Un… Dame un segundo… Dejé la cajita sobre la silla que estaba ocupando hace unos momentos, y me acerqué a otra que se hallaba cerca, ubicada frente a un gran bastidor. No me caracterizaba por tener grandes dotes físicas, mis brazos eran débiles, por lo que debí arrastrarla. Las patas emitieron un ligero sonido al deslizarse por el suelo, que retumbó con algo de contundencia en medio del silencio. Evité sentirme avergonzada por esto y, simplemente, dejé la silla cerca de Rowan. —Tú… me contaste que vienes desde Bunkyo —dije con cierta duda, luego de que apretara los labios para hacer memoria— Es… un viaje largo. Debe ser agotador… con estas temperaturas. >>Y… Eeeh… Tu amigo… ¿E-Está bien que hayas venido… sin esa persona? —miré hacia la puerta, como creyendo que alguien iba a entrar, y la pena me cruzó el rostro— Lo… Lo siento, Ro-senpai. S-sé que me costaría mucho hablar… si hay alguien más… ¡P-pero…! Pero… Si es un amigo tuyo, alguien que te cuida, quizá… Algún día… No pude completar la idea. Aún me daba miedo formar grupos de tres o más personas. Sin embargo, tendría que comenzar a enfrentarlo más activamente, no quería hacer que los demás debieran separarse porque yo no podía controlarme a mí misma. A-además, ya tenía la experiencia con los hermanos Thornton, eso fue un buen comienzo, ¿tal vez?
Por la confusión en su rostro entendí que Bea nunca se había detenido a preguntarse si venir tan temprano a la escuela le daba sueño, que había sido lo primero que se me ocurrió a mí, porque por mucho que tuviera un horario ordenado pues si tenía que despertarse a horas tan bestiales, a alguna hora debía pasarle factura. Igual suponía que su cuerpo se cansaba más por el constante flujo de ansiedad que por madrugar, se me ocurrió un poco a destiempo. Tal vez alguien con algo más de nervios o preocupaciones pudiera comprenderla mejor, ¿cierto? Yo era demasiado despreocupado como para entender algunos de los embrollos mentales de esta chica, la verdad, me esforzaba, pero en sí solo le tenía paciencia. Puede que nunca entendiera la cabeza de los que giraban entre sus pensamientos todo el día. Como fuese, sí que anticipé que podía preocupar a Bea más de la cuenta si no le aclaraba que, con calor o no, estaba bien así que por eso evité cualquier malentendido. Igual ella volvió a la conciencia que parecía otorgarle la preocupación ajena, porque cuando quise darme cuenta se levantó para buscar una silla aunque tuvo que arrastrarla y porque no era yo de ignorar los esfuerzos ajenos, me quité la mochila de la espalda, la coloqué a un lado y me senté mientras le daba las gracias. —Pues es un poco cansado, pero me gusta ver el paisaje por las ventanas. Me gusta salir cuando puedo —lo dije con sinceridad, junto a una sonrisa, pues habían períodos en que solo había visto la ciudad desde la ventana de mi habitación o del hospital—. Además el paisaje en movimiento siempre es distinto. Me hizo gracia que preguntara si estaba bien que hubiese venido sin mi amigo, incluso se me aflojó una risa y asentí con la cabeza, para que supiera que no había ningún problema con eso. Tora era mi amigo, no mi lazarillo incluso si se comportaba o lo usaba como tal, no requería de que estuviéramos pegados por el ombligo todo el tiempo. —Mi amigo se llama Torahiko, pero yo le digo Tora, ¡con el kanji de tigre! —expliqué con bastante ánimo—. A ninguno de los dos nos importa estar en un lugar sin el otro, aunque es cierto que me cuida... A su extraña manera. Tora es una extensión de mi cuerpo, aunque suene un poco raro, cuando no puedo moverme mucho él me ayuda si tengo cosas pendientes. También me ayuda cuando no puedo ver algo, quiero decir, cuando parezco perder detalles en algo. Me gustaría que lo conocieras, claro, aunque es un muchacho un poco tosco y da algo de miedo, él mismo lo sabe, otro día puede ser. Cuando tú te sientas lista.
Nuestros ojos volvieron a quedar a la par, una vez que tomó el asiento que le ofrecía. No se equivocaba al pensar que mis acciones nacían de la preocupación, por saber que la travesía hasta la academia le supuso un ajetreo en el que, por si fuera poco, sobrellevó el calor. Aunque… hubiera hecho lo mismo si lo encontraba en una circunstancia distinta, más fresco y en la plenitud de sus energías. Valoraba a Rowan, más de lo que él podía imaginar, y eso se veía reflejado en gestos pequeños como lo de la silla. Daba cuenta de mi predisposición a cuidarlo siempre, y era una demostración de ese aprecio, ¿tal vez? Me dijo que sus viajes, como cabría de esperar, implicaban algo de desgaste. Se contraponía a mi caso, que residía en un lugar tan cercano al Sakura, Tokorozawa, y viajaba refugiada en la cabina de un coche. Pero a Rowan no le afectaba en demasía su rutina, porque se centraba en algo que para él, imaginé, era más importante: mirar el paisaje que se extendía al otro lado de las ventanas. Y… Añadió que… le gustaba salir siempre que podía. Podía sonar a algo habitual en la mayoría de la gente de nuestras edades, pero vislumbré una sinceridad especial en la voz de Rowan; lo cierto es que me conmovió un poco, sobre todo al ver su sonrisa, porque imaginé que estaba aludiendo indirectamente al padecimiento que sufría. En todo momento lo escuché con atención, paseando la mirada entre mis manos y sus ojos, donde más tiempo me detenía; cuando dijo que el paisaje en movimiento era distinto, miré hacia la ventana de la sala, hacia las nubes que parecían descansar en el celeste del cielo, quizá algo reflexiva por lo que dijo. Pero si estuve a punto de decir algo, mi idea se esfumó con la preocupación por la ausencia de su amigo, la cual no tardé en plantearle. Mi inquietud probablemente era exagerada, p-pero me apenaba la idea de que haber interferido con algo, sobre todo si estaba implicada una persona a la que no conocía. Rowan reaccionó con una risa liviana y asintió, para hacerme saber que no había problema alguno con el asunto, lo cual hizo que liberara lentamente el aire de mis pulmones, aliviada. Al menos, mi repentina inquietud sirvió para saber un poco más sobre esa otra persona. —Tigre —repetí sin darme cuenta, pronunciando la palabra en español. S-sonaba intimidante. Era un kanji que componía el nombre del amigo de Rowan: Torahiko. Después de hacer énfasis en el kanji del tigre, mi senpai continuó hablando sobre esta persona, y noté que lo hacía con mucho ánimo. Esa energía suya, tan desbordante, me alcanzó como una brisa que me permitió sentirme, lentamente, más relajada; barría los agobios que me venían carcomiendo el espíritu. Así, pude oírle sin distraerme con otros pensamientos, mostrando interés... a mi tímida manera. Rowan dijo que Torahiko era como una extensión de su cuerpo, concepto que se me hizo tan extraño como interesante, pues imaginé que remarcaba lo fuerte que era el vínculo que los unía. Además, hasta parecía ser como un guía, por lo que dijo de los detalles. Me estremecí frente a la idea de que se tratase de alguien tosco, hasta llegó a decir que daba miedo. P-p-pero… si era el mejor amigo de alguien como Rowan, alegre y de buen corazón… no podía ser tan malo, ¿tal vez? ¡Además… cuidaba de él! Eso lo agradecía. —N-no sé cuándo me sentiré lista —adimití con pesar, llevándome una mano al pecho porque sentía que el corazón volvía a latirme fuerte—. Pero me gustaría… conocer a Torahiko algún día. Trataré de… de ser valiente... Por los dos. Dije lo último, porque supuestamente Torahiko daba miedo, y asimismo lo decía para alentarme a estar en grupos más grandes. Acto seguido, bajé la mano y me quedé mirando la cajita que seguía reposando sobre mi regazo, pensativa. No estuve mucho tiempo así, ya que luego estiré los brazos para destaparla frente a los ojos de Rowan. Revelando, así, que tenía tres dorayakis, cada uno envuelto prolijamente en servilletas. —¿Quieres? Te pedí que vinieras porque… porque quería saludarte, e invitarte uno —dije, ruborizándome ligeramente—. Y… Y… Puedes llevarle uno a Tora… ¡Torahiko! Había recortado sin querer el nombre, por estar pensando en el tigre.