Interior Salón de actos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

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    No diría exactamente orgulloso, pero el muchacho lucía consciente de haberse anticipado a mis intenciones; o, al menos, de haberse equiparado a ellas. Su mano afirmó el agarre en torno a la mía al instante, permanecí en sus ojos y me lo dijo, así fuera en silencio. ¿Era un reto? No necesariamente, pero ¿podía tomarlo como uno? La respuesta saltaba a la vista.

    Utilicé el punto de conexión para desplazarnos en torno al escenario, mientras él desarrollaba su respuesta. Retrocedí hasta el centro del espacio y un poco más allá, al abrigo de los inmensos telones escarlata que ocultaban las bambalinas. Habló de un observatorio astronómico y una biblioteca, de las visiones insuficientes que aquellos espacios acabaron brindándole del mundo. ¿Era normal que los motivos de un chico de su edad fueran tan abstractos y complejos? En absoluto. ¿Eso significaba que estaba ocultándome información?

    Éramos dos.

    Seguía siendo adorable, de todas formas, que se hubiera metido aquí a hacerme caso y cumplirme los caprichos. Mi mano relajó el agarre y me solté de él conforme seguía retrocediendo, esta vez junto a las cortinas. Devolví el brazo a mi espacio y alcé la vista al techo; la oscuridad no me permitía ver el nacimiento del telón.

    —Las estrellas y libros. Siempre buscaste las respuestas demasiado lejos o demasiado cerca. —Me detuve, detallé la textura del velvetón y esbocé una sonrisa algo distante—. Supongo que viví algo similar, hasta que me di cuenta que no estaba encontrando nada en absoluto.

    Mi semblante, sin embargo, se tiñó con una diversión casi sedosa al girar sobre mis talones, en su dirección. Recorté la distancia que había creado, detallé sus facciones ligeramente aniñadas y mi sonrisa se ensanchó.

    —Viniste a vivir. Sea por conocer, sea por olvidar. Viniste a encontrar las respuestas que no salen en los libros, por eso escuchaste la canción y sólo entraste. —Me seguí acercando con lentitud y bajando el tono—. Por eso estás aquí, completamente a oscuras. Curiosidad, intriga, también inquietud... Son motivos válidos. Yo misma lo aprendí hace poco.

    Acabé invadiendo su espacio, aún sin tocarlo, y la sonrisa, amplia, me descubrió la dentadura por primera vez. Había crecido asustada y entumecida, rodeada por demasiados círculos de fuego. "Lucías cansada", me habían dicho. "Los niños no deberían lucir cansados". Había buscado respuestas en los libros, primero, y en los bosques después, cuando la solución era, de hecho, absurdamente sencilla.

    —Cierra los ojos —ordené, conservando la suavidad, y me separé de su cuerpo para comenzar a navegar el espacio a su alrededor con liviandad—. ¿Crees estar haciéndolo? ¿Estar viviendo? Un aroma particularmente agradable, una mano que te apetezca tomar, una voz que ansíes oír. El mundo se despliega ante nosotros cuando quemamos la barrera que protege, que entumece nuestros cuerpos. —En profundo silencio, al pasar a su lado, rocé su hombro—. Una caricia. —Me detuve detrás y volví a hablarle cerca del cuello—. Un susurro. El cuerpo reacciona, queramos o no.

    Le devolví el espacio, regresé frente a él y finalmente concluí mis intenciones.

    —Eso es vivir. ¿Te lo estás permitiendo, lad?

     
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    La acompañé en todo momento, sin ofrecer resistencia. Nos desplazábamos con un andar muy lento y suave. El espacio entre nuestros pasos se ocultaba en las sombras que laminaban el suelo del escenario y, así, daba la impresión de que más bien nos deslizábamos en una leve levitación. A grandes rasgos, era eso lo que hacíamos: nos suspendíamos en nuestro pequeño universo de conceptos abstractos, ambigüedades y ocultamientos.

    En cierto punto, ella se desprendió y yo me detuve, para ver cómo ampliaba el espacio que nos separaba. Su retroceso se detuvo junto a las cortinas y escuché, tranquilo, la reflexión que formuló. Comenzó diciendo que busqué las respuestas demasiado lejos o en demasiada cercanía, como si hubiera comprendido buena parte de mi visión de las cosas… Y cuando la oí decir que ella había pasado por algo similar, me pregunté por primera vez si no había algún punto en el que nos parecíamos. Porque yo, de una manera similar a su caso en la biblioteca, estaba estudiando en el Sakura desde el comienzo del año, pero fue en el campamento donde comencé a aproximarme a la gente, como un fantasma que abandonó el abrigo de las sombras. Y hasta entonces, ambos buscábamos respuestas a nuestras propias cuestiones…

    Me quedé mirándole, pensativo, y de este modo pude ver cómo su expresión volvía a mutar en esa suavidad sedosa. Esta vez, se tiñó de diversión a la vez que comenzaba a recuperar la distancia construida entre nuestros espacios. La esperé con mi curiosidad usual, atento a lo que pudiese ocurrir, y también repasé más sus facciones cuando se me quedó mirando, un intercambio de observaciones.

    Viniste a vivir. Sea por conocer, sea por olvidar.

    Su sentencia cayó con la fuerza de lo absoluto. Y al añadir la noción del olvido junto a la del conocimiento, me sentí expuesto. Como si Morgan hubiera abierto mi alma, similar a como lo haría con un libro. Me pregunté, fue inevitable, si aquello lo dijo porque detectó alguna pista entre mis palabras, o si lo del olvido respondía nuevamente a su propia historia, porque al final concluyó que ella misma había aprendido las motivaciones de la vida.

    Nuevamente, ¿hasta qué punto había cosas que nos asemejaban?

    Morgan se acercó aún más mí, consumiendo la distancia en casi toda su totalidad. La vi muy de cerca, formando parte de mi mismo espacio, y entonces mi corazón empezó a latir con algo más de fuerza. Pude apreciar con claridad el tono fantasmal de su piel, el brillo de sus ojos violetas en medio de las sombras y el resplandor de la sonrisa, cuando sus dientes quedaron al descubierto. Contuve el aliento, observándola con una mezcla de intriga e inquietud, y poco me faltó para retroceder. Al final no lo hice, sea por indecisión o por no romper la conexión, no había forma de definirlo.

    Para mi alivio, pronto me regresó mi espacio. Su alejamiento se acompañó con un pedido de que cerrara los ojos y yo, como estaba haciendo desde que entré a este lugar, cumplí con ella. Respiré profundamente para concentrarme, ahora que lo único que me quedaba era la voz de Morgan la oscuridad inquebrantable de la ceguera.

    Reflexioné su pregunta: “¿Crees estar haciéndolo? ¿Estar viviendo?”

    Moví ligeramente el brazo, en reacción a su roce sobre mi hombro. Y antes de que terminara de asimilar el contacto, volvió a tomarme desprevenido al hablar sobre mi nuca. El estremecimiento, aunque muy leve, no debió haber pasado desapercibido para ella, provocándole con seguridad bastante satisfacción. Pero mantuve los ojos cerrados y asentí ligeramente cuando dijo que el cuerpo reaccionaba. Entendía su punto, el del mundo desplegándose frente a la ausencia de barreras.

    Cuando preguntó si me estaba permitiendo vivir, rememoré mis últimos días. Pensé en mis conversaciones con Altan, los almuerzos con Cayden, los leves encuentros con
    Ilana y el cómo las travesías en tren se volvieron menos tediosas desde que Verónica se sumó. La fiesta en la playa, los días de lectura en la biblioteca. Pensé en Bleke; en nuestro baile, en todo el tiempo que pasamos juntos.

    Mi postura se relajó.

    —Se podría decir que me permito vivir desde la prueba de valor del campamento —admití, tranquilo—. Antes de eso, solía leer en mi salón y sólo miraba a los demás, era a mi manera un fantasma… Y de pronto me mostré en un evento donde había yokais, cosa curiosa —mencioné, un poco al aire—. Desde entonces, hay personas a las que me agrada ver, espacios que busco visitar, también descubro mis virtudes y choco con mis limitaciones. Y eso está bien para mí, el despliegue de este mundo sobre cada uno de mis sentidos.

    >>¿Me permites una pregunta? —añadí entonces, manteniendo los ojos cerrados— En la vida, ¿qué es lo que gustaría encontrar?
     
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    Tuve la sensación de que mi cercanía logró incomodarlo, aún si él no retrocedió ni lo demostró abiertamente. Además, cerró los ojos sin chistar. El detalle me hizo sonreír justo antes de empezar a hablar y me pregunté cuáles serían los límites de la complacencia de este muchacho. Su brazo reaccionó apenas ante mi roce y se estremeció al sentir mi susurro, cosa que aprecié un segundo antes de moverme. Me habló del campamento, su prueba de valor y los yokai. Dijo haber sido un fantasma hasta entonces. Era el oscilar constante entre dos mundos finamente conectados.

    Quizá, por ello también, no le temiera a la oscuridad.

    Había empezado a vivir, lo comprendí y su análisis me pareció acertado. Asentí, incluso si no podía verme, y me causó algo parecido a la ternura que siguiera con los ojos cerrados pese a recibir mi voz directamente desde su frente. Las personas solían experimentar nervios al verse privados de un sentido tan importante, ¿pero él no? ¿Por qué? Me sonreí tras recibir su pregunta y, con delicadeza, mi mano alcanzó su mejilla.

    —Ábrelos —susurré, deshaciendo el contacto, y desvié la mirada al océano oscuro de asientos—. "No me digas que la luna brilla, muéstrame el destello de la luz en un cristal roto". Los anhelos tienden a dejar un sabor amargo, ¿no crees?

    Regresé los ojos a él y le sonreí, quizá, con un resabio de compasión. Parecía ser un chico inteligente, quizá demasiado para su propio bien. Un niño de dieciséis años no debería pensar tanto las cosas.

    —Lo importante no es qué quiero encontrar, sino querer encontrar algo en absoluto. ¿Qué, exactamente? No lo sé, no me interesa. Estoy segura de que lo sabré al verlo y, mientras tanto, viviré. La teoría del mundo me aburre. —Solté el aire con cierta pereza, cambiando la dirección de mis palabras—. Pero si hay algo concreto, eso sería lo que quiero hacer. Quiero escribir.

    Prefería poner las cosas en práctica, de ahí la frase que había citado. Hemingway había dicho que no había nada en la escritura, que sólo debías sentarte y sangrar. Quizá las palabras me obsequiaran entidad, volvieran mi silueta corpórea y me mantuvieran atada al plano de las demás personas, pero la existencia era un fenómeno caprichoso y volátil. Prefería conservar la libertad de deslizarme a voluntad, de sortear los mundos y habitar ambos. ¿Pretencioso? Quizá. ¿Qué sería de la vida sin una pizca de ambición?

    —Si tú ansías encontrar algo, si conviertes una esperanza en tu objeto de deseo, eventualmente acabarás decepcionado. Vive como te apetezca pero no le pidas nada al mundo. Los anhelos profundos, las pasiones desmedidas, aferrarse al pasado... sólo te hará daño. —Sonreí con una intención diferente y agregué—: No cometas el error de Jenny.
     
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    Esta oscuridad absoluta que construían mis párpados unidos… me permitía afinar el resto de los sentidos. Amplificaba la percepción del espacio y, en consonancia, provocaba la extensión de los alcances del pensamiento. Privarme del poder observador de mis ojos llevaba, irónicamente, a que viera más allá de las cosas que formaban parte de mi actual vida. Las palabras de Morgan me alcanzaban con una fuerza mayor a la que ya contenían desde antes, era capaz de absorber las profundidades de su significancia, del mensaje que buscaba transmitirme.

    Aguardé en silencio su respuesta. Lo que me alcanzó fue, no obstante, un tacto sobre mi mejilla. Quizá sus previos susurros sobre mi nuca habían incrementado mi alerta, ya que no tuve una reacción demasiado pronunciada frente al modo que su mano se posó. Si bien aparté el rostro apenas unos pocos milímetros, pronto permití que Morgan terminara de alcanzarme. La calidez de su piel dibujó grietas en la metáfora del fantasma, los cuales solían estar asociados al frío... Seguía siendo extraño, pues advertía que, más allá de los susurros y las ilegibles fluctuaciones de su sonrisa, empezaba a encontrar una particular comodidad con Morgan. Sentía que de alguna manera fluíamos sin fuertes interferencias, abrigados por esta penumbra que nos reconocía como parte de sí…

    Abrí los ojos.

    Morgan citó una grase de Anton Chéjov. “No cuentes, muéstralo”, solía resumirse en eso. Me aproximé para mirar junto con ella el mar de ausencia que llenaba el salón, y la escuché hablar sobre el amargo sabor que dejaban los anhelos. No dije nada al respecto, me detuve a pensar la dirección de su idea, eso sí, sin dejar de estar atento a ella. Así, pude regresar la mirada que me dirigió… y entonces noté su sonrisa. No era sedosa, no contenía diversión en su curva y tampoco destellaba extrañeza.

    ¿Por qué detectaba algo cercano a la compasión?

    Morgan respondió a mi pregunta, y ahí fue donde una gran diferencia nos delimitó. Mientras yo buscaba entender algo al lanzarme a la vida, ella solamente se dedicaba a vivir sin preocuparse al respecto. No buscaba, sólo existía. Completó su propia entidad afirmando que la teoría del mundo le aburría y, lejos de incomodarme por eso, aprecié la fuerza que tuvo ese arranque de honestidad.

    Pero había algo que quería hacer: escribir. Al oírla, mi mirada se tiñó de un notorio interés, aunque permití que prosiguiera.

    Cuando Morgan siguió hablando, sentí que algo cambió entre las sombras. El ambiente adquirió un tono diferente, indefinible. Primero me advirtió sobre las consecuencias de esperar encontrar algo de este mundo, me avisó que podría salir dañado si continuaba por esa línea y, a la mitad de sus palabras, me aconsejó vivir.


    No cometas el mismo error de Jenny.


    En silencio, mis ojos volvieron a posarse en las butacas vacías… Las palabras de Morgan seguían rebotando en mi mente:

    “Vive como te apetezca, pero no le pidas nada al mundo” “…aferrarse al pasado… sólo te hará daño”.

    Como Jenny, yo viví largo tiempo en mis castillos. Como Jenny, amé profundamente a alguien, pero Effy se había marchado sin decirme a dónde, mintiéndome con los ojos llenos de dolor… Y si no fuera por la contención de mis padres… quizás hoy seguiría aferrado a su fantasma, como en una danza lastimera. Quería creer que lo tenía superado y por eso había logrado seguir adelante, que por eso me encontraba aquí…

    Viviendo…

    Me intrigaba el motivo por el que Morgan parecía, de pronto, preocupada por mí. ¿Encontró, en mi persona, algo que yo desconocía de mí mismo? ¿De alguna manera, mi historia conectaba con la suya? Eran bastantes interrogantes, pero ninguno valía la pena ser formulado, no eran el punto exacto de nuestra conversación. Tal vez, sólo tal vez, había una peligrosidad en la manera que vivía, buscando satisfacer mi sed de conocimiento con una absorción algo desmedida del mundo… No lo entendía, pero invitaba a reflexionar.

    —Me gusta relatar historias en voz alta —comenté—, por eso también me han preguntado si escribo. Nunca lo había pensado, pero… suena tentador.

    Me giré hacia Morgan para, una vez más, conectar nuestras miradas.

    —Tomaré en cuenta tus palabras… —le sonreí— Gracias.
     
    Última edición: 23 Enero 2024
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    Sonreí al escucharla decir que si quería un jugo también podría llamarme, solo asistí en modo de respuesta aun con la sonrisa en mis labios, en eso llegamos a la máquina, ella escogió su bebida, se la extendí sin mucho problema, en el momento que me agradeció, solo respondí un "a la orden señorita" antes de caminar para ir a buscar su almuerzo compre una bebida.

    Ella dijo que podíamos ir a la azotea, lo cual lo pensé muchísimo, lo calculador estaba en mí después de todo, mientras nos direccionábamos hacia las escaleras, fruncí un poco el ceño por pura costumbre en el momento que llegamos para que ella pudiera recoger su almuerzo la espere recostado en unas de las paredes con los brazos flexionados recorrí los tatuajes qué apenas se notaban era lo más entretenido que ahora tenía de ver. No paso mucho hasta que ella vino a mi encuentro antes de que siquiera empezará a caminar hacia la azotea o algo me incline levemente en lo que me ubicaba atrás de su espalda, ubique una mano en su espalda baja mientras la guiaba mire alrededor por qué sí, en lo que empezaba a caminar hacia el salón de actos.

    —No me apetece ir ahora a la azotea —casi nunca me apetecía hacer las cosas realmente, me incliné en algo a su oído y le murmuré:—. ¿Te parece bien ir al salón de actos? Supongo que has entrado alguna vez, ¿no?

    Puede que esperara a que me respondiera en algo, seguí con el recorrido soltado su espalda dando la ironía qué ahora prácticamente estaba fingiendo ser alguna clase de guardaespaldas de lo más entretenido apenas y llegamos al salón, abrí la puerta observe adentro por algunos segundos para después esperar a que Bleke entrará primero.

    Era un poco loco hacer esto, sabiendo que era el heredero de un imperio.

    Pero eso no quitaba el hecho a que no pudiera divertirme un rato y claro con toda la seriedad agregada en mis ojos. Cerrré la puerta detrás de mí después de haber recorrido lugar.

    —Ya que dijiste que me ibas a compartir el almuerzo ¿Tienes algunos palillos extra?

    Holisss
     
    Última edición: 13 Febrero 2024
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    Gigi Blanche

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    La broma respecto a la... amabilidad de sus servicios podía derivarse de dos puntos diferentes, si lo pensaba con cierto detenimiento. O bien estaba convencido de que no existía en mi naturaleza abusar así de su propuesta, o bien la seguridad provenía de su propia negación a cumplirla; por motivos evidentes me inclinaba por la segunda opción, detalle que, dicho fuera de paso, se alineaba más que bien con lo que me había mostrado de su personalidad hasta ahora.

    En cualquier caso la primera alternativa tampoco era errada, así que me permití tomar la broma con ligereza y aceptar la bebida. Subimos de regreso al segundo piso y en los breves segundos que me tomé para ingresar a mi clase y recoger mi almuerzo adquirí consciencia de lo extraño que era esto. No había esperado en absoluto verlo aquí y mucho menos predije que me buscaría para... ¿pasar el rato? Bueno, si tenía motivos ocultos tampoco veía la forma en que debiera perjudicarme. Tras agarrar el bento me erguí y le eché un vistazo a su espalda, tomando entonces el camino de regreso.

    No me quejaría si demostraba interés, en definitiva.

    Volvía las cosas más sencillas.

    Le concedí una pequeña sonrisa al reencontrar sus ojos y estuve por preguntarle si subíamos cuando se movió detrás mío. Pretendí seguir su trayectoria y girar sobre mis talones pero, otra vez, mis intenciones murieron a medio camino. Su mano encontró mi espalda y me instó a caminar, cosa que hice por mera inercia. El contacto me tomó por completo desprevenida y mis ojos se abrieron ligeramente, con la vista clavada al frente. Nadie me tocaba nunca, ni mi familia, ni los empleados, ni los amigos que frecuentaba. El mundo se proyectaba a través de la superficie del hielo y me había habituado a vivirlo así.

    Pude despegarme de la sorpresa al notar que me guiaba hacia la escalera descendente. Eso me daba su opinión sobre mi sugerencia, pero entonces ¿adónde estábamos yendo? Giré el rostro para preguntarle y me solapé con sus propias intenciones, ya que lo encontré más cerca de lo que había calculado. El evento en sí era nimio y superfluo, si acaso había transcurrido en cinco segundos, pero se las había arreglado para frustrar mis ideas tres veces.

    Joey gozaba de una espontaneidad similar, ¿verdad?

    —¿El salón de actos? —repliqué, frunciendo ligeramente el ceño, y me mantuve en sus ojos en lo que él regresaba a su espacio—. Alguna vez, sí, para los actos de bienvenida y de cierre oficiales.

    ¿Por qué alguien querría almorzar en un lugar como ese? Tampoco me molesté en preguntarle. Dudaba que hubiese una razón de peso y yo tampoco poseía argumentos en contra, así que cedí. Estábamos alcanzando la planta baja cuando extraje un detalle de sus palabras y volví a mirarlo, ya recompuesta de la sorpresa anterior.

    —¿No te lo mostraron en el tour, senpai? —deduje, suponiendo que era una razón decente para querer comer ahí.

    Cuando abrió la puerta asumí que pasaría, pero la sostuvo en un acto de lo más caballeresco y me sonreí, ingresando al recinto; claramente hacía siempre lo que quería, sin más. La atmósfera oscura, hueca y silenciosa del salón de actos envolvió mi cuerpo y giré el rostro en varias direcciones, en busca de los interruptores de luz. Enzo me preguntó si cargaba palillos extra y murmuré un sonido afirmativo; había sido un lío tener que buscar utensilios extra ayer y preferí prevenir antes que curar. La señora Drika lució brevemente confundida ante mi petición esta mañana, pero no hizo preguntas. Jamás las hacía.

    —¿Te pones quisquilloso con la comida? —arriesgué, mirándolo de reojo, y me permití tintar la pregunta con la diversión suficiente para que se notara que era una broma.


    sentí que hacía años que no roleaba JAJAJA its good to be BACK
     
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    Había sentido el desconcierto de Bleke en cuanto mis manos tocaron su espalda, eso me hizo saber algo, y era sencillo imaginármelo ¿pero? ¿Iba a hacer la jodida excepción de todo? Como no tenía idea, sonreí con cierta ironía en cuanto busco confirmar la sala de actos y después, me pregunto si no me la mostraron en tour. En sí le había prestado muy poca atención al grandioso tour haber tenido Anastasia de guía junto al otro muchacho, Kasun, no ayudó en nada, a esa chiquilla solo se le daba muy bien provocarme.

    Era un poco gracioso todo lo que me había armado hasta podía agregar lo que había frustrados, además apenas y había percibido que lo cerca que quedarían nuestro rostro, si ella giraba a verme, parpadee con cierta ironía en lo que mis ojos aún mantenía la misma seriedad. Sin mucho problema recibí sus ojos en cuanto le regrese su espacio y yo volví al mío.

    —Solo se medió de prestarle atención a lo más importante — llevé mi vista al frente—. Este lugar no estaba en mi radar.

    Sin duda alguna seguí con mi lado caballeroso hasta que ingresamos al salón, evidentemente lo observe bajo la oscuridad que nos rodeaba. En sí a esto me refería en el momento que mencioné un lugar sin mucha gente, no me incomodaba estar en la oscuridad en la que estábamos, era mi mundo, lo manejaba a mi antojo, las sombras siempre iban a estar en mi sistema.

    Pero la señorita aquí presente iba a almorzar, así que con todo, busque algún interruptor de luz en lo que escuchaba su pregunta, (por lo que le había preguntado antes) si me ponía quisquilloso con la comida.

    Reí.

    —Simplemente, no se me da muy bien eso de compartir —respiré con calma en lo que encendía la luz después de haber encontrado un interruptor, termine frente de ella segundos después así que solo fije el gris frío de mis ojos en su rostro—. Ya sabes por los besos indirectos y eso.

    Le dé dique una sonrisa divertida.

    >> Entonces creo ya podemos empezar a comer ¿no?

    Uff llevo casi una hora aquí?) Estar en la cabeza de este niño es demasiado....
     
    Última edición: 15 Febrero 2024
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    Gigi Blanche

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    Supuse que Enzo adivinó mis intenciones, ya que se movió hasta el interruptor que había detectado y parpadeé en cuanto las luces del salón se encendieron de golpe, bañando el espacio de un resplandor tibio y uniforme. Mi pregunta le había arrancado una risa y alegó que no le gustaba compartir cosas, afirmación que me permití interpretar desde su sentido amplio. El detalle no reflejaba necesariamente egoísmo, podía ser una rama derivada de muchísimas raíces diferentes.

    Iba a cerrar el tema con una respuesta sencilla, de manual, pero cuando agregó lo de los besos indirectos esbocé una sonrisa divertida. Fue a medias involuntaria, a medias autorizada, y bajé la vista apenas un segundo; sentí mi cabello acompañar el movimiento de cabeza justo antes de volver a erguirme y comenzar a virar el cuerpo.

    —No pensé que te preocuparan esas tonterías, senpai.

    Era una afirmación genuina pero también, a todas luces, una ligera provocación. Podría haberla callado como callaba la mayoría de cosas que pensaba, pero viendo la clase de persona que era no encontré potenciales riesgos. Lo solté al aire, de cualquier forma, y lo rebasé con serenidad para caminar por el pasillo principal. Fui observando el salón de actos, las filas vacías de butacas, preguntándome dónde se suponía que nos acomodáramos. ¿Dos asientos de los cientos que había? Extraño, pero factible. ¿El escenario? Por algún motivo tenía más sentido en mi mente.

    —Tú elegiste el espacio. —Alcé la voz para que me oyera, el sonido hizo eco y lo miré sobre mi hombro—. Elige también el lugar.
     
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    —Pff, mira esta basura Manson, donde mierda terminamos ensayando, ¿no ves que si luego alguna estúpida me ve va a pensar puras mariconadas de mí?

    Sus orbes lavanda se deslizaron por los míos con cierta jocosidad, no se estaba burlando, lo sabía porque la tonta solo se burlaba si alguien le estaba tocando los huevos que no tenía, era más bien no sé, un carajo similar a la... ¿ternura? No entendía muy bien porque me veía siempre como un hermanito menor sino eramos nada, pero a su forma como que no me juzgaba y podía soltar la lengua como se me diera la gana, siempre y cuando no hubiese nadie más, que luego me ganaba un regaño por idiota.

    —Porque piensen de ti... ¿te refieres a Abby? O sea la chica del cumpleaños feliz~

    To-tonta, me refiero a cualquier metiche.

    Kathe suspiró con algo similar a la resignación, señalando su móvil muerto de batería en la esquina del teatro; de igual forma el lugar estaba solo, y casi que apenas sonó la campana pasó por mí al salón de clase, y no me quedó de otra que ceder porque había un almuerzo de por medio, bueno, unas cosas más. Vi como descansó su mano sobre su cintura, apoyando el índice con el que había señalado el aparto sobre mi pecho, haciendo poca presión para darme un empujón de nada.

    —Tenemos una presentación y no hemos ensayado nada, si sale mal no nos pagan, y olvidate de las zapatillas que querías comprar. Además, aún me debes dinero de los audífonos que le diste a Miller.

    —Tú dijiste que me lo regalabas para completar, tacaña.

    —¿No ves que perdí mi cargador? Sino aparece en el trabajo estoy muerta con una deuda.

    Chasqueé la lengua, la idiota perdía algo y me reclamaba otra cosa que me había regalado, o prestado, como sea. Murmuré un bien quitándome el blazer que igual ya tenía maltrecho, lo dejé en el suelo y saqué mi móvil, buscando lo que ella me había enviado al whatsapp como referencia de lo que debíamos imitar, ya lo había visto un par de noches atrás varias veces, había practicado en casa solo porque por la plata bailaba el perro, y bueno, esta ocasión la presentación era en una universidad para motivar no sé qué de algo de cultura, así que tampoco me parecía la gran cosa.

    O eso suponía.

    —Kathe —me miró con atención en lo que comenzaba a sonar la música—, ¿tu crees que si le digo a Sugawara que...

    —No —atajó—. No quiero que tu relación con él sea más que preparar cócteles, limítate a eso.

    Fruncí el ceño, como de costumbre. A veces sentía que esta tonta no confiaba en mí, pero suponía que en esta ocasión lo mejor era obedecerla. Extendí la mano igual para dar inicio con la práctica, suponía que mientras nadie estuviese de curioso podíamos practicar un par de veces antes de almorzar.

    Relleno, ahí quedan, y la coreo <3:
     
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    Amane

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    ¿Tenía una nueva amiga? ¡A mí me parecía que tenía una nueva amiga! Cotillear con una compañera de clase mientras te tomabas un par de copas con ella debía contar como el ritual necesario para pasar a considerarla amiga, ¡así que yo iba a tomarlo como tal! La idea me puso tan, taaaaan contenta que ni siquiera me importó tener que hablar con mis padres para lo del proyecto o tener que madrugar a la mañana siguiente.

    Las clases me fueron quitando parte de aquel buen humor, a decir verdad, ¡pero no importaba, no importaba! Seguía bastante animada aun así; especialmente cuando la campana anunciando el receso finalmente sonó a su hora. Mis planes para aquel receso habían sido buscar un sitio relativamente tranquilo al aire libre y seguir ensayando el pequeño papel que papá me había pedido que hiciera en una de sus próximas películas, pero cuando empecé a buscar el guión... me di cuenta de que no lo traía conmigo.

    Por suerte para todos, me acordé que justo había estado practicando en el salón de actos unos días atrás, por lo que no había más opción que el hecho de que me lo había dejado ahí sin querer. Me dirigí hacia el lugar con paso ligero, entrando sin ninguna pizca de vergüenza al asumir que no habría nadie más ahí dentro, y grande fue mi sorpresa al descubrir más bien todo lo contrario. Había un par de chicos haciendo una coreografía y, al acercarme un poquito más, me percaté de que una cara me era hasta conocida.

    —¡Alekcito! —exclamé, sin poder controlar el impulso salido de la sorpresa—. ¡No sabía que también bailabas! ¡Eso es genial!

    heyoo, quería rolear a riri y esta era la excusa perfecta, so no me pude resistir uwu
     
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    Insane

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    A la primera nos había salido a medias, así que retomamos desde el inicio. Se agradecía que de igual forma este lugar estaba tan limpio que me deslizaba de puta madre en el suelo, por lo que no me lastimaba las rodillas ni nada, de igual forma procuré sostener el contacte visual con Kathe en la presentación, pese a que ella me murmuró que debía sonreír más al finalizar en el suelo. Asentí apenas con el segundo ensayo, halé la camisa sincronizándome con la música, seguí el flujo robotizado de la coreografía y no me di cuenta de que la puerta se abrió al tener los ojos sobre ella, la sujeté de la cintura dejándola caer con suavidad sobre el suelo, me mantuve sobre ella en lo que ésta se empujaba con el pie para deslizarse con lentitud, fue entonces que una voz se abrió paso.

    ¡Y mierda, me tensé al instante!

    Giré el rostro para reconocer la intrusa, fue entonces que noté el cabello rosado, alzó la voz de nuevo, me aduló y yo era un idiota recibiendo cualquier cosa, hasta halagos. Aparté el tacto de Kathe casi de golpe la cual se sentó y observó curiosa a Yumemi, retornando las pupilas lavandas hasta mi cara. El calor me invadió las mejillas y sino fuera por qué sé yo, me saldrían hasta humo de las orejas.

    —Rosita por un carajo, ¡¿no puedes tocar antes de entrar?!

    Solté el aire por la nariz en un bufido, ocultando tras la cara de perro viejo la vergüenza que me bañó el cuerpo.

    Alekcito, mira que ni yo te trato con tanta confianza —comentó Kathe risueña, levantando la mano para saludar a Riamu en el proceso—. ¿Tu eras la cumpleañera? Alek me ha hablado mucho de ti. Estaba muy contento cuando lo invitaste.

    —Ca-Cállate, no es ella —siseé. No le había dicho quién era siquiera la persona que me había invitado a su cumpleaños, me había prestado el dinero y como nadie me hablaba en esta porquería de escuela imaginé que por eso asoció a Riamu con ello directamente.

    Bienvenida seas Ri-chan <33
     
    Última edición: 17 Abril 2024
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    La reacción de Alekcito a mi repentina presencia fue toda una delicia, como bien cabía esperar. Fue obvia la manera en la que su cuerpo se tensó ante mi aparición, también lo fue el sonrojo que le alcanzó las mejillas, y ni hablar del grito que salió al reclamarme que no había tocado antes de entrar. ¿Llamar a la puerta de un lugar tan público como el salón de actos? Hombre, qué gracioso. De por sí dudaba que se me hubiera escuchado, y en cualquier caso, era yo la que estaba en el club de teatro, eh~

    Me llevé ambas manos hacia el rostro, juntándolas frente a mis labios para procurar esconder la sonrisa tan grande que se me estaba plantando en los mismos, y acabé intercalando varias miradas entre los dos al ir escuchando sus comentarios. La muchacha que estaba con él me preguntó si yo era la cumpleañera, lo que me hizo alzar las cejas con sorpresa, pero la información que soltó después fue demasiado buena como para interrumpirla con cualquier corrección.

    —Lo que dijo el señorito. No tengo el honor de ser la persona que alegra a Alekcito con una invitación~ —contesté, ensanchando apenas la sonrisa mientras me llevaba las manos tras la espalda—. Yumemi Riamu, encantada. ¿Sois amigos cercanos, entonces?

    Míralo nada más. Para tener esa cara de perro constante, conocía a un montón de chicas ya, ¿o no~?
     
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    Sabía que la vergüenza era lo que más le martirizaba a Hal, pero irónicamente era lo que sentía la mayor parte del tiempo, además de ira. Pobre criatura, esperaba en verdad de corazón que algún día pudiese modularlo mejor para verse más funcional, por ahora suponía que seguiría en parte cuidando de él; como fuese, la chica a la que él había llamado Rosita apareció y me pregunté si se llamaba Rosa como tal, y él también andaba de confianzudo, por lo que asumí que quizá era la chica del famoso cumpleaños, ¡pero resultó que no! Alcé las cejas cuando dijo su nombre y le sonreí.

    —Un gusto Yumemi, Katherin Manson, puedes decirme Kathe sin problema —turné la mirada entre las pupilas carmín de Alek y las rosas de Riamu—. Algo así, creo que soy su mejor amiga pero él aún no lo asimila.

    —Ya quisieras —atajó, pareció querer decir algo más pero se mordió la lengua, por lo que aproveché a seguir hablando encogiéndome de hombros.

    Que no se notara el que no tenía muy en cuenta las palabras de Aleksander, el chico casi nunca decía lo que en realidad sucedía a su alrededor, parecía que estaba en constante guerra con el mundo, pero bueno, no podía obligarlo a salir de ahí, supuse que ya lo había intentado bastante.

    —¿Y cómo se conocieron ustedes? Ya que estamos~ Es raro ver a Alek con niñas bonitas, ¿sabes? Ven, cuéntame porque él casi nunca cuenta nada.
     
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    La chica se presentó como Katherin, entonces, y se autoproclamó la mejor amiga de Aleckito, incluso si él no parecía haber asimilado aquella unión. El intercambio entre ellos me permitió mantener la sonrisa divertida, siendo imposible no pasárselo bien a costa del pobre chico; sobre todo cuando su amiga también parecía tener cierta predilección a picarle porque sí. Acepté la oferta de ella después, sentándome a su lado sin mayor problema y no pude evitar que algo de rubor me alcanzara las mejillas tras haber escuchado su comentario de las niñas bonitas.

    —Estamos en la misma clase —empecé a contar, haciendo lo posible por disimular aquel pequeño desliz—. Aunque en realidad nos conocimos en el cumpleaños... de Abby. Ella es amiga mía y, por cosas de la vida, resulta que también de Alekcito. Uhm...

    Me quedé un par de segundos en silencio, llevándome el dedo índice a la mejilla con cierto aire pensativo, y al final recuperé la sonrisilla mientras redirigía mi atención hacia el rubio. Me llevé la mano hacia un lado de mi cara, haciendo como que iba a contarle un secreto que no quería que nuestra acompañante supiera, aunque en realidad no tenía ninguna intención de bajar mi tono de voz ni hacer nada que a ella le impidiese escucharme.

    >>¿No le has contado nada de la fiesta, entonces? No quiero irme demasiado de la lengua... ¿o quizás sí~?
     
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    Noté que a Manson se le suavizó las facciones cuando Rosita se sonrojó por esa estupidez, hasta se inclinó un poquito hacia ella, murmurando un "Aww,
    so sweet"
    para continuar escuchando con atención, pareció captar de quien se trataba dicho cumpleaños y me tensé ligeramente, mirando a un punto muerto como si estuviera en entrega de notas y mi madre hablara con la docente, que idiota.

    —¿Con Abby te refieres a Abigail Miller? —fruncí el ceño buscando la mirada de Riamu para negar con la cabeza a espaldas de Kathe, que luego quien se la aguantaba a de chismosa, Manson giró el rostro y yo fingí demencia.

    —Es otra chica de mi clase, no la conoces —atajé aunque la morena no se vió muy convencida en lo que Riamu parecía pensar, regresó su atención a mí y se cubrió ligeramente parte de su cara, pensé que bajaría el tono de voz pero la tonta siguió hablando igual por lo que podía escuchar perfectamente, recordé lo de esa noche y no tenía presente haber hecho ninguna mierda rara por lo que me adelanté—: ¿hablas de ti y tu amigovio? Ah sí, Rosita tuvo como un romance por allá.

    Desvié los tiros, Kathe pareció emocionarse con lo soltado por lo que apretó los labios un poco como niña aguantando su efusividad, pese a que la sonrisa no se le ocultó en lo más minímo.

    —Mmm, ¿tienes un amigovio? ¿Cómo lo conociste? ¿Te gusta mucho o por pasar el rato? A ver~
     
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    La mención de Abby puso al chico tan tenso que, la verdad, por un segundo me dio hasta lástima estar pasándomelo tan bien a su costa. Fue un segundo de nada, claro, pero al menos la idea me permitió tener algo de decencia cuando vi que él intentaba negar que Abby fuera la misma Abby que su amiga conocía; asentí con la cabeza cuando Alek se inventó que era una chica de nuestra clase, como si aquella casualidad fuese completamente plausible, y decidí no comentar nada más al respecto, en caso de que se me fuera la lengua.

    Al menos una cosa estaba clara, y es que Milly iba a estar encantada cuando le cayera con todo aquel chisme.

    —¿Susu? —pregunté, sin poder evitar que una cuota de incredulidad se me colara en el tono de voz, así como tampoco pude controlar la risa de genuina diversión que se me escapó ante la idea—. Oh, Alekcito, eres adorable. Solo estuvimos tonteando y nos acabamos liando, eso no califica de amigovio en mi libro. Y es amigo de esta chica... —empecé a explicar, girándome en dirección a Katherin al escuchar sus preguntas—. Así que ella nos presentó una vez que quedamos. Me gusta... lo normal, ¿supongo? Si se da la oportunidad, volvería a liarme con él, así que...

    Me encogí de hombros. Enredarme con Suzaku era bastante menos conflictivo que hacerlo con Akira y, aun así, ninguno me preocupaba de manera evidente. Abby se tomaba muchas libertades con ellos y, bueno, a su manera me había dado permiso de hacer lo mismo. Hubiese sido estúpido no aprovechar la oportunidad, ¿verdad? Seguro a Kouchii no le importaba demasiado...

    >>Alekcito se besó con la cumpleañera —solté después, recuperando la sonrisilla traviesa—. Y ella estuvo sentaba en su regazo buena parte del juego que jugamos. ¿Nada que comentar al respecto? No parecías incómodo~
     
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    —Ah, eso es un ligue, no un amigovio Alek —murmuró Kathe regresando su atención visual a mí, algo decepcionada.

    Era ridículo, pero la tonta le gustaba escuchar historias de amor, de romance y no sé qué, porque eso leía en su poco tiempo libre, lo sabía porque un par de veces la acompañé a la librería a comprar estas novelas juveniles, así que era lógico que se interesaría cuando lancé la brecha a la Rosita, pero la muy cabrona lo resolvió de una manera tan simple que me había quedado sin munición. Por su parte pareció coger una metralleta y disparar, mencionó el beso de no sé qué y que la tonta se me había sentado encima gran parte de la noche.

    —¿Ah sí? —murmuró Manson recuperando el brillo pero con un deje de jocosidad.

    —Fue porque les dió por jugar un juego bobo de pasar el naipe con la boca, entre mil cosas más, así que fue error de cálculo —me excusé de inmediato—. Y lo otro, también fue una penitencia que puso... —fruncí el ceño tratando de recordar, hasta que por allá me chispeó una neurona, ubicando la culpable de eso entre ceja y ceja—, fue por tu culpa, tonta.

    —¿Y qué sentiste con el beso? Ya que estamos entrando en detalles.

    —Pues nada, fue un beso de mentiras.

    —¿Y hubieras querido uno de verdad? —ladeó la cabeza en lo que la cascada negra le siguió el movimiento, el color me alcanzó de regreso la cara.

    —Sabes que hace rato no beso a nadie, boba, ¿qué putas haría besándola si luego al beso mal?

    Manson se rió, recogiendo sus piernas.

    —Oh, pobrecito, y justo no tenemos a la chica desconocida llamada Abby que no es de mi clase para enseñarte —chasqueé la lengua—, y yo soy como tu hermana, así que obvio por acá tampoco es.
     
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    Incluso si no me había molestado para nada poder hablar de mi ligoteo con Susu, eso no significaba que no quisiera tomarme mi propia venganza personal contra Alekcito, y vaya que no escatimé en recursos a la hora de redirigir la atención de la muchacha en su dirección. Me sonreí, orgullosa por haber conseguido mi objetivo, y la diversión de mi rostro se hizo todavía más evidente cuando recibí la mirada del chico, cuyo enfado solo conseguía incitarme a seguir picándole.

    —Entiéndeme, Alekcito, es muy tortuoso ver lo mucho que te gusta Abby y lo poco que haces para conquistarla. Tenía que ayudar un poco, ya me lo agradecerás con el tiempo~

    Entre lo que ambos seguían hablando entre ellos, yo me distraje sacando un caramelo del montón que siempre llevaba en mis bolsillos, abriendo el envoltorio y llevándome el dulce a la boca justo después. Alek seguía diciendo no sé qué de que había sido un beso de mentira, justificación que mi cabecita no entendía para nada (¡un beso era un beso! Y por cómo lo había visto yo, Milly no había permitido que fuera un besito de nada), pero tampoco vi por donde comentar nada al respecto; no hasta que terminaron su conversación, claro.

    >>Siempre puedo besarte yo —bromeé, acompañando mis palabras con una ligera risa nasal.

    Ni siquiera me había dignado a levantar la vista hacia ellos, pues me estaba entreteniendo bastante con el envoltorio que había mantenido entre mis manos, pero tras un par de segundos en silencio me di cuenta de que... ¿¡acaso sí querían que yo lo besara!? Levanté la mirada con algo de alarma, intercalando los ojos entre ambos un par de veces, antes de dejar salir el aire por la nariz un poco de golpe.

    >>¿Sabes? No creo que Abby se fije en si besas bien o mal, eso asumiendo que se diera cuenta de la diferencia, pero si te hace sentir más cómodo... ¿supongo que podría ayudarte? Me da un poco igual, vaya.
     
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    ¿Qué le iba a agradecer qué? La Rosita traía un tornillo flojo, porque qué coño terminaría agradeciéndole. Además, obvio no me gustaba Abby, la tonta solo me ponía nervioso de andar siempre con esa mierda de chute de energía, era como un trompo girando con pila infinita, aunque tenía algo que la hacía ver bonita -cosa que jamás aceptaría-, qué sé yo. Kathe molestó con lo del beso a lo que obvio tampoco iba a dárselo, sería como dijo ella, besar a mi hermana aunque lo negara, sin embargo cuando Riamu se ofreció deslicé los carmín en su dirección, reduciendo la hostilidad.

    Estaba entretenida con una envoltura de un dulce que acababa de meterse a la boca, noté por el rabillo del ojo que la mirada de Kathe se suavizó con un deje risueño, el silencio reinó en la mierda de sitio y la tonta pareció alarmarse de la nada.

    No es como si quisiera, ni que lo necesitara. Repasé con la mala cara de siempre las facciones de la niñita; tenía el cabello rosa, los ojos le hacían juego y sus labios por ahí derecho también, que fuese un idiota medio patán no me hacía ciego, aún así iba a reprochar la cosa cuando Kathe habló primero, adelantándose como siempre la cabrona.

    —Sí, estaría perfecto, porque no queremos que Abby luego piense que eres un lento en esto, ¿verdad?~

    —Qué Mier-

    —¡Prometo no mirar!

    Pasé saliva, mirándola feo en el proceso.

    —Giráte, si te volteas te dejo en ridículo con toda la escuela Katherin Manson, lo juro —siseé en lo que ella murmuraba con sonidos afirmativos, girándose con la vista hacia la puerta. Esperé que no sé, la otra se levantara y se acercara, para murmurarle, aunque no sé que putas si soné rogando o qué pero lo solté comiéndome el orgullo de un mordizco—: Promete que cerrarás la boca... con lo de hoy.

    No me importaba que se enterara que nos besamos por una estupidez, pero no quería que supiese que bailaba, podría pensar que era marica.
     
    Última edición: 22 Abril 2024
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    Si tenía que ser completamente honesta, la posibilidad de que Alek aceptara aquella propuesta me pareció tan ínfima que prácticamente al segundo de decirlo sentí como mi cuerpo se relajaba, mucho más tranquila al respecto. Claro que no había contado con la participación de la chica, quien parecía ser bastante más metiche de lo que había podido anticipar, y antes de poder darme cuenta, ella nos había dado la espalda para... ¿tener más intimidad? Ah, no, era que a Alekcito le daba vergüenza.

    Me quedé observando el intercambio con una cuota de curiosidad, sin saber qué otra cosa mejor hacer por el momento, y luego me quedé esperando en el sitio, un buen rato, hasta que repentinamente me di cuenta de que el chico pretendía que yo me levantara y me acercara a su posición para todo el asunto. ¿En serio? ¿Le hacía el favor y así me trataba? De verdad que los hombres eran una cosa... En fin. Me levanté, pues, y caminé hasta donde él estaba sentado para hacer lo mismo a un lado suyo; en todo aquel cúmulo de eventos, por cierto, yo ya me había acabado el caramelo.

    —¿A quién se lo voy a contar? —solté, sin poder evitar que una risilla divertida se me escapara en el proceso—. Puedes estar tranquilo.

    El beso fue... normal, suponía. No habíamos flirteado antes ni nada, así que no había mucha tensión acumulada que digamos, y en definitiva me lo tomé como lo que era: una tontería sin más. Mantuve la unión un rato demás, de todos modos, que al fin y al cabo aquello tenía un objetivo, y cuando finalmente nos tuvimos que separar en busca de aire, la dediqué una sonrisa tranquila.

    >>Ha estado bien, no tenías nada de lo que preocuparte —comenté, acomodándome de nuevo en el suelo con cuidado—. Ahora ya no tienes excusa para cuando veas a Milly, ¿cierto?
     
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