Interior Salón de actos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado bed chem stan

    Piscis
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    Alisha Welsh

    Sorry~ —fue lo primero que dije, recuperando el acento americano al hacerlo por instinto, sin perder la risa divertida.

    Ah, esa chica era tan graciosa. Me separé de ella después de un rato y me encogí de hombros, llevándome las manos detrás de la nuca con actitud despreocupada.

    >>Ha dejado el puesto, si no te das prisa te lo van a quitar... y no vas a tener más oportunidades de aspirar a ello...—empecé a decir, mirando hacia el techo—. ¡Así que creo que deberías hacerlo y ya! ¡Vive la vida, miss!

    Tras aquello le di una palmada en la espalda, algo fuerte quizás pero intentando no volver a asustarla al hacerlo. Poco después, con alegría, comencé a lidiar la marcha hasta los pasillos de las aulas.

    >>Ah, creo que este año estoy en la clase 1... qué aburrido, no sé si alguno de los chicos estará conmigo... ¿y tú? ¿Coincidimos?

    * * *



    Satoko Shichimiya

    —¡Genial, entonces, vamos!

    Sin darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, como solía pasarme a menudo, comencé pues a caminar hacia la salida del salón. Cuando apenas llevaba un par de pasos, sin embargo, me giré y volví a la posición donde estaba antes, junto a Yukie.

    >>Bueno, ¿dónde están las clases? —pregunté, con un risa nerviosa—. ¡Oh! —di una palmada, mirando a la chica con ojos brillantes después, al darme cuenta de algo—. ¿Sabes ya en qué clase estás? ¿Compartimos?
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido seventeen k. gakkouer

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    shiori.png

    Todavía tenía la vista clavada en el camino que había seguido Katrina cuando sintió que alguien tironeaba de su manga, haciéndola dar un respingo. Cuando se volteó, dio con el rostro que había estado buscando en la multitud.

    —¡Watanabe-chan! —La saludó, animosa como siempre a pesar e que notó que la chica estaba mirando el suelo—. Pensé que quizás ya te habías ido a tu clase.

    Mientras hablaba, pudo ubicar también al chico perro, con su cara de malas pulgas de siempre, pero mantuvo su atención en la menor.

    >>¿Emocionada por tu primer año?


    jez.png
    Estiró el cuerpo una vez estuvo fuera del salón de actos, con una sonrisa en su rostro. Otro año escolar, el último ya. Era un alivio, pero igual la ponía algo sentimental.
    A su lado, una muchacha de larga melena lila se estiró también.

    —¡Jez! ¿Qué tal eso de que Okamiya-san dimitió? —preguntó la de ojos magenta mientras la sujetaba por el brazo, avanzando sujetada a ella—. De seguro tú serías una gran presidenta.

    —¡¿Qué dices?! —El color le subió violentamente al rostro.

    —Oh, vamos, eres increíblemente ordenada y muy centrada. Creo que lo harías maravilloso.

    La amplia sonrisa que Laila le dedicó a Jez no hizo más que aumentar su sonrojo. Era cierto que era ordenada y serena, pero no se veía en la capacidad de hablar frente a todos. Apenas y podía hablar en su clase cuando se lo pedían.
    Aún así, la fe que su amiga tenía en ella la enternecía profundamente.

    —Ya basta. Sigue caminando, Laila. —Ahora fue ella quien la arrastró y lo siguiente lo dijo casi en un susurro—. Mejor cuéntame cuál es tu plan con Amery este año.

    —¿P-plan?

    Ahora fue la de cabello lila la que se encendió en un instante, volteando el rostro y limitándose a seguir el paso de su amiga. La albina soltó una risa suave.
    Era una lástima que ese año no estuviesen juntas, estaba acostumbrada a compartir clase con Laila casi desde que eran niñas, así que ahora echaría en falta su presencia.
     
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    Kaisa Morinachi

    Kaisa Morinachi Crazy goat

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    Nagi Watanabe edición hecha por Liza.png

    Al escuchar la voz de su senpai saludarle le miró directamente al rostro, esa voz tan suave y animosa, caso como el cantar de una avecilla cuando se empieza el día, dio un suspiro, librándose un poco de los nervios anteriores, definitivamente Kurosawa estaba feliz de verla, tal vez no en la misma frecuencia, pero feliz al fin y al cabo.

    —De-decidí que sería bueno saludarle, senpai—. Trató de sonreír, pero resulto más en una extraña mueca de labios apretados, volvió a suspirar, nuevamente apartando la mirada de la chica, tal vez algo enrojecida, no le gustaba poner caras raras.

    Se fijó en que su ex tutora miraba a un chico a lo lejos, Nagi involuntariamente también lo hizo... Perfecto, si ya estaba tratando antes con una chica de rudo mirar, ahora le seguía la dupla ese extraño chico, Watanabe no sabía si se conocía con su senpai, pero si resultaba ser el caso vaya que se le tornarían peculiares las amistades de Shiori .

    >> ¿Pri-primer año? —volvió a dirigirle la mirada a la mayor, cuarto suspiro que soltaba en ese rato, el anterior había ocurrido al mirar al tipo de cabello gris—. Su... supongo que... depende—. Watanabe empezó con la extraña manía de acariciar el lóbulo de su oreja con el dedo corazón e índice, mientras mantenía empuñaba la otra mano cerca de su pecho—. Si... Si son emociones... como pereza y ganas de... estar bajo una roca... — Nuevamente empezaba a dirigir su mirada a otro lado—. Si, bastante emocionada... ¿Qué me dice usted, senpai? —preguntó ella, mirándole nuevamente el rostro, con la cabeza un tanto ladeada, mientras se entrelazaba sus propias manos entre sí.
     
    Última edición: 9 Abril 2020
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Escuchó con atención las palabras de Alisha. No pudo evitar dirigirle una mirada de evidente sorpresa al oír las elocuentes palabras de su compañera. ¿La salvaje y despreocupada Alisha Welsh se estaba preocupando por ella?

    —Wow. Eso es... sorprendentemente elocuente viniendo de ti, Alisha-san—comentó. Y dejó escapar una risita antes de volver la vista al frente—. Pero tienes razón. No puedo dudar ahora. Es la oportunidad que he estado esperando tanto tiempo. La oportunidad de mi vida académica, me atrevería a decir.

    >>¿Imaginas?—inquirió con cierta emoción. Esbozó una pequeña sonrisa ilusionada—. Yo presidenta del consejo. Podría ayudar y hacer felices a tantas personas. Mejorar la vida académica de tantos alumnos... ¿no sería maravilloso?

    La palmada en la espalda le hizo soltar un agudo y corto chillido, espantada. ¡Oh dios, esa chica era tan...! Tan... ella. ¿Todos los occidentales eran así de... ¿enérgicos?

    En ese momento se detuvo y por el rabillo del ojo se percató de algo mientras ella hablaba. Alisha, como era tan usual, tenía mal puesta la camisa del uniforme. El lazo medio caído, los primeros botones abiertos... a veces se preguntaba si lo hacía a propósito o simplemente no era consciente de ello. ¿De verdad era tan difícil llevar adecuadamente el uniforme reglamentario?

    Había recibido tantas advertencias por conducta obscena.

    —Cielos, Alisha-san...—murmuró con cierto tono de reproche, como una madre regañando a un niño travieso. Con cuidado sus manos se dirigieron a la camisa y poco a poco y hábilmente empezó a abotonarla prolijamente y a recolocar el lazo del uniforme después. Sus manos se movían con cuidado y suavidad sobre su torso, en movimientos casi etéreos—. Ya tuviste más de un problema con Okamiya-san por esto.

    Sus ojos buscaron los suyos desde abajo. Era algo menor en estatura o quizás la joven Welsh era demasiado alta. En cualquier caso, había seriedad en su expresión... pero no enojo. Konoe Suzumiya no se enojaba nunca.

    Soltó un suspiro antes de apartarse de ella.

    >>¿Acaso quieres darme problemas a mí cuando yo sea presidenta?
     
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    Zireael

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    Su sonrisa se amplió, genuinamente contenta de que Watanabe se hubiese acercado a ella para saludarla a pesar de que evidentemente estaba nerviosa.

    —Oh, vamos, la escuela a veces es divertida también. —Colocó los brazos en su cintura—. Y si no, pues podemos hacer nuestra propia diversión, ¿no, crees?

    >>¿Yo? Estoy emocionada, sí. Aquí puedo ver a mis amigos, ya sabes. ¡Ah! —Lo último fue una expresión, como si hubiera recordado algo de repente—. Si necesitas cualquier cosa siempre puedes buscarme, ¿está bien, Watanabe-chan? Estoy en la clase 2-2.

    Una vez terminó de hablar le guiñó un ojo, divertida.
     
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    Amane

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    Alisha Welsh

    Reí de manera algo exagerada cuando recibí su elogio, sintiéndome algo avergonzada. Bueno, no todos los días me decían elocuente, la verdad. ¡Aunque no entendía por qué! Mucho me habían dicho que era buena con la lengua.

    Huh...

    Observé con atención los movimientos de la chica cuando comenzó a arreglarme la ropa. Oh, man… ¡No tenía manera de librarme! No era mi culpa que los uniformes de Japón fuesen tan... inapropiados para mí. Un poco de aire en mi cuello, por favor.

    —Eh, ¿no voy a tener privilegios por ser tu amiga? —pregunté de vuelta, haciendo un puchero claramente fingido para después recuperar la sonrisa—. Está bien, está bien. ¡Lo intentaré! Pero solo si tú eres la presidenta, que conste~

    Miré alrededor con curiosidad antes de mirar a la chica de nuevo.

    >>Supongo que llegar tarde no es bueno para ti ahora, ¿cierto? Deberíamos irnos.

    Y así, me encaminé hacia la salida, con pasos enérgicos.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Observó a Satoko caminar con entusiasmo sin moverse del sitio. Sabía perfectamente lo que iba a pasar en ese momento. Había una pequeña sonrisita nerviosa, de circunstancias en sus labios.

    "No sabes dónde está el aula ¿verdad?"

    No. No, evidentemente.

    Esa chica tan enérgica y despistada... ah, ¿qué le había hecho? El corazón le latía de forma desaforada cuando estaba cerca. Sin embargo cierta decepción cruzó su rostro cuando Satoko hizo aquella pregunta. ¿Juntas en la misma clase? Ojalá.

    —N-no Satoko-chan, no estamos en la misma aula—respondió con cierta lástima. Se pasó ambas manos por sus trenzas bajas, nerviosa—. P-pero... eso está bien ¿verdad? Conoceremos a otras personas y...

    Su rostro enrojeció de súbito y en un acto casi reflejo, sus dedos se aferraron a la manga del uniforme de Shichimiya. Sola. Con personas que no conocía de nada. La emoción no tardó en convertirse en miedo, vergüenza y ansiedad.

    >>P-preferiría que estuviésemos juntas...—murmuró. Pero no fue capaz de mirarla.

     
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  8.  
    Amane

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    Satoko Shichimiya

    ¿Huh?

    El mohín de queja que había hecho cuando escuché que íbamos a estar separadas pasó a ser una expresión de sorpresa cuando sentí a la chica tirar de mi manga. Acabé por hacer un puchero mientras acariciaba su cabeza.

    —Pobre Yukie-pyon —murmuré (quería perder aquella costumbre en la secundaria, ¡pero era una emergencia!)—. Tranquila, tranquila~ No tienes por qué hacer amigos si no quieres, ¡y puedes venir a visitarme cuando quieras! Pero hey, estoy segura que hay mucha gente que querrá conocerte~

    Tras acabar de decir aquello, paré también el movimiento de mi mano y la dirigí hacia la suya, la que estaba agarrando mi uniforme. Le sonreí cuando me miró.

    >>No te preocupes, todo irá bien, ¿sí? ¡Al menos no te van a reconocer como la chica que llegó tarde y se cayó de bruces el primer día! Así que lo vas a tener fácil —añadí una leve risa al final—. Anda, vamos o llegaremos tarde~
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

    Capricornio
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    Saludé con la mano y una sonrisa mientras Nikolah se alejaba con Liza, y ambos se perdían entre la muchedumbre de alumnos que comenzaban a reunirse en el salón de actos. Yo me hice a un lado y me quedé a un costado. Con las muletas, iba a ser complicado intentar manejarse ante la marea de gente que se reunía allí. Simplemente me apoyé contra la pared, y le quité importancia con una mano al gesto que un profesor me realizaba para que me abrochara el cuello de mi gakuran. Ese uniforme me asfixiaba, la verdad, y no iba a ver fuerza en el mundo capaz de hacer que me abrochara esos botones.

    Contemplé los distintos rostros que pasaban de manera atenta. Todo me resultaba increíblemente nuevo. Había pasado un año completo sin asistir a clases, después del accidente. Era casi un milagro que hoy estuviera allí, parado, y no postrado en una cama. La fuerza de voluntad hace cosas increíbles, la verdad.

    Me preguntaba con quienes me encontraría en mi clase, la verdad. No sabía cuanta gente conocida había quedado allí, y cuantos nuevos podrían entrar. Y además, me preguntaba si a alguna de mis compañeras le había pegado con especial potencia la pubertad. Sería interesante de ver. Y también me preguntaba si podría ingresar a algún club de deporte. Dudaba muchísimo con las muletas, pero que al menos, me dejaran practicar algo. No sabía si iba a tener tiempo para seguir yendo al gimnasio, teniendo en cuenta que ahora combinaría las clases y la eterna fisioterapia. No quería perder el estado, y hacer ejercicio era lo único que me distraía del hecho de que probablemente nunca podría volver a caminar sin muletas.

    Busqué con la mirada a Nikolah, cosa que no era difícil de hacer, teniendo en cuenta la altura del chico. No iba a mentir que al principio, la convivencia había sido difícil. Pasar de ser hijo único a que tus padres te sorprendan con un hermano adoptado puede sorprender a cualquier niño. Pero el tiempo hizo su trabajo y me ayudó a aceptarlo y quererlo. Me sacaba como cinco centímetros de altura, pero se comportaba como si fuera un niño. La verdad es que su inocencia era un soplo de aire fresco en mi vida. Y su amistad con Liza solo facilitaba las cosas. El hecho de que la muchacha fuera tan maternal hacía que cuidar de mi hermano se convirtiera en una tarea sumamente sencilla.

    En cuanto todos los discursos terminaron (a los que no les presté ni un quince por ciento de mi atención), dejé que la marabunta de gente saliera para luego hacer lo propio. Esperaba con ansias que hubieran instalado un ascensor en el tiempo en el cual yo no estuve. Subir las escaleras iba a ser sumamente engorroso si no.


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    Sonreí durante todo el tiempo que duró el discurso de la directora. No porque estuviera emocionado por sus palabras; siendo sincero, con el sueño que tenía encima, no lograba entender ni un cuarto de lo que decía. Pero imprimía tales sentimientos en su voz que podían alegrar a cualquiera. Se notaba que amaba mucho su trabajo. Pasee mi mirada por el resto de los alumnos. Ser tan alto tenía sus ventajas. Podía ver las expresiones de la gran mayoría de los estudiantes. Era divertido ver los distintos rostros con distintos grados de sueño, en una mescolanza de cabelleras y uniformes. La verdad que la escuela me gustaba.

    No era la misma atracción que sentía Liza por la misma. No me atraía para nada la vida académica. Con el desastre que era, ni me imaginaba siendo ayudante de algún profesor. Pero tenía un fuerte sentido de pertenencia en ese lugar. Los clubes, los recesos, las instalaciones. Me llamaba. Como si cada vez que un nuevo día empezara, todo un mundo nuevo se abriera a mi alrededor. Eso sí, con las clases estaba bastante complicado.

    Moví la cabeza hacia un costado, algo confundido, mientras escuchaba las palabras de Okamiya. ¿Iba a dimitir? Qué extraño. Aunque nunca le había prestado demasiado atención al consejo de estudiantes, la verdad, sabía algunas cosas por todo lo que Liza me contaba. Sabía que mi amiga la estimaba muchísimo, y seguramente se pondría algo mal por su renuncia. Sin embargo, me tomó por sorpresa sus palabras, mientras me abrochaba algunos botones que tenía sueltos del uniforme. Jack me había dicho que los llevara así. ¿Estaba mal?

    — Creo que no es para nada descabellado, Liza.— le dije, con una sonrisa tranquilizadora.— Siempre estás hablando de lo mucho que te gusta la escuela y lo bien que te sientes aquí. Estoy seguro de que te elegirán al instante.

    >> Ahora... ¿me podrías ayudar? No tengo idea de donde está mi aula.— pregunté, rascándome la nuca.



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    La ceremonia pasó absolutamente sin pena ni gloria, la verdad. El mismo discurso de siempre de la directora, las mismas caras con sueño, molestia o ansiedad en los estudiantes, los mismos profesores intentando mantener la disciplina. No había nada allí que no supiera, o fuera conocido, ya. Lo único que podía levantarme el ánimo era poder sacar fotos a la ceremonia, pero ni eso me habían dejado. Estaba agobiado.

    Agradecí cuando la presidente dejó caer la bomba de que dejaría su puesto. Eso sí era interesante, y la campaña presidencial de cada alumno que seguramente vendría luego iba a ser bien entretenido. Y me daría una buena oportunidad para comenzar con el proyecto que esperaba llevar a cabo este año escolar. Una muestra de fotografías que representaba la vida estudiantil desde el punto de vista de los alumnos. Un vistazo a aquella realidad que tanto se romantizaba o se despreciaba, un vistazo que separara lo que era real de lo que no. Y eso solo se podía lograr a través del ojo de una cámara.

    Cuando el murmullo se asentó y la muchedumbre comenzó a dispersarse, me dirigí raudo al salón de clases. No quería apretujarme teniendo mi cámara en mi mochila. Era un artefacto bastante caro. Y mi herramienta de trabajo.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Una sonrisa vaporosa se había formado en sus labios al detallar el mensaje del club de teatro, en el tablón de anuncios. Vaya, su presidente parecía algo... excéntrico. Le daba mucha curiosidad conocerlo. ¿Qué clase de obras preferiría? ¿Sería él quien las dirija? ¿Por qué, de entre todos los demás, era él el líder del club?

    Vaya, tantas incógnitas.

    Sin el menor apuro, caminó hasta el salón de actos una vez más. El clima, si era posible, había mejorado aún más desde la mañana. Pero en ese preciso instante, no era su prioridad admirar a la Madre Naturaleza.

    El corazón le latió cargado de emoción al ingresar en el lugar.

    —¿Hola? Aquí se reúne el club de teatro, ¿verdad?
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    —Así es, mi bella dama—respondió una voz desde la tarima del escenario. Y de un saltó bajó del mismo, con una enorme sonrisa en los labios.—¡Bienvenida al lugar donde se crea la magia!

    Era un joven alto, de aspecto despreocupado. Su cabello era rubio, despuntado, pero parecía tener parte del mismo teñido de oscuro. ¿O quizás su cabello era oscuro y lo teñido era lo rubio? Demasiadas cuestiones sin respuesta. Tenía las orejas llenas de pendientes y sus sagaces y afilados ojos rojizos tenían una chispa burlona. Ladina incluso.

    Él era Tohru Okimura.

    El presidente del club de teatro.

    [​IMG]

    El muchacho en cuestión observó a Ophelia con extraña intensidad. Mano en el mentón, pareció estar reflexionando, cavilando sobre algo sumamente importante. La recorrió de arriba a abajo con los ojos y finalmente asintió para sí mismo.

    —¡Aha!—afirmó— imagino que debiste leer mi super duper genial anuncio ¿eh? En tal caso... ¿vienes para unirte al club?
     
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  12.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Ophelia permaneció en absoluta y eterna calma mientras aquel muchacho desarrollaba toda su presentación. ¿La habría practicado antes? Lo siguió con los ojos, bajando de la tarima y acercándose a ella; incluso cuando la observó sin el menor atisbo de decoro, tomándose todo el tiempo del mundo. Su sonrisa se ensanchó apenas, y su mirada se estrechó al ser objeto de su análisis minucioso. No la intimidaba en lo más mínimo.

    Además, el intercambio era mutuo.

    Lo primero en llamar su atención fue las tonalidades de su cabello. Vaya, ¿estaría el bicolor de moda y ella no se había enterado? Bueno, no era de sorprender. Después de todo, jamás había estado muy al pendiente de las tendencias entre las criaturas jóvenes. Su aspecto era, cuanto menos, intenso y pretencioso. ¿Por qué debía darle mérito? ¿Por su claro inconformismo hacia las pautas de vestimenta institucional? ¿Por su evidente necesidad de destacar? ¿O serían, más bien, auges de rebeldía? Ah, ¿cómo debía categorizar a ese curioso muchachito frente a ella?

    Bueno, tendría tiempo de averiguarlo.

    —Mucho gusto, Okimura-senpai —saludó, solemne y pausada, inclinándose—. Mi nombre es Ophelia Byrne, y sí, sería una gran dicha integrarme al club de teatro.
     
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  13.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Tohru pareció ciertamente sorprendido al escuchar el nombre de aquella joven. Enarcó visiblemente las cejas... pero su gesto se suavizó y su voz tomó cierto tono teatral, interpretativo cuando volvió a alzarla.

    —Oh, Ophelia. Qué dramático. Como la enamorada del príncipe Hamlet.

    En ese momento se arrodilló frente a ella y tomó con delicadeza entre las suyas una de sus frágiles y suaves manos blancas. Galante, como un caballero ante su princesa. Un enamorado ante su amada. Romeo frente a Julieta.

    —“Duda que ardan las estrellas—recitó con seguridad y garbo—, duda que se mueva el sol, duda que haya verdad, mas no dudes de mi amor”.

    Tohru alzó la mirada de sus chispeantes ojos rojizos hasta los de ella. Había cierta ternura y coquetería galante en ese gesto.

    >>Intentemos que nuestra historia no se convierta en una tragedia, Ophelia querida.

    Y besó el dorso de su mano antes de guiñarle uno de sus ojos con diversión, riendo. Vaya, parecía que oficialmente estaba dentro del club.
     
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  14.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Una energía vibrante, inusitada, brincó en su pecho al ser testigo de aquella escena, y sintió, al menos brevemente, las razones por las que Tohru Okimura era el presidente del club. Parecía tener la pasta que Ophelia le exigiría, en condiciones normales, a quien gobierne sobre su expresión artística. De todos modos, nada era definitivo. Tenía aún mucho tiempo para observarlo.

    Sonrió. Su interpretación había sido más que decente.

    —Espero acompañarnos mutuamente en el camino serpenteante que transitaremos de ahora en más. —Cuando besó el dorso de su mano, ella se soltó con delicadeza y recitó—: "Los tiempos están desquiciados. ¡Ah, condenada desgracia! ¡Haber nacido yo para enderezarlos!". Es una misión imprescindible de la vida abogar por su pureza de espíritu, y evitar, cuanto menos, que acabe demasiado pronto. Esa sería la verdadera tragedia. ¿No lo crees, Senpai?

    Se inclinó una vez más, solemne, y juntó las manos al frente.

    —Muchas gracias por esta maravillosa bienvenida.
     
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    Ikoma-kun

    Ikoma-kun Rolero, dibujante

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    Ayame Sabaku


    —Un dormilon Shukaku~
    Canturreaba a la par de dar unos saltos una pelirroja mientras observa su movil adornado de una singular figura llavero en forma de Tanuki, los orbes amarillos de la chica mostraban un brillo que le abstrajo de lo ocurrido alrededor, poco le importaba aquel discurso o quien sabe otra cosa, en medio de aquello justo en medio de aquello Ayame habia ¡perdido su llavero Shukaku! Nunca se perdonaria perder algo tan invaluable concerniente su adorado tanuki a la criatura de su infancia.

    —Ya estas comigo mi Ichibi nunca te dejare ir de nuevo ¿vale?—Prometia acurrucando la figura en su mejilla, al fin tras varios pisotones, mordiscos e improperios contra varios de los estudiantes presentes ella dio con su llavero aunque eso le costase su primera hora de clases...pero para Ayame era solo el primer día solo presentaciones y trivialidades ¿que podia empeorar?


    —¡A ver pequeña arenosa te tengo!— el reencuentro de Ayame con su 'Tanuki" fue interrumpido con un jalón de orejas que provoco un chillido en la pelirroja.
    —Oye ¿sabes que mis mejillas no son chiclosos?—La chica se cruza de brazos y observa furiosa a su acompañante— ¿Asi quieres mi ayuda señor aventurero? ¡Sin mi estarias perdido Ren!
    —Ahg escucha niña tanuki ¡perdimos la primera hora de clase, pateaste a otros chicos y provocaste un buen resbalon a uno de los empleados cerca del pasillo!
    La chica solo atino a sonreir cínicamente y desviar la mirada, muy segura de si misma.
    —Oh Ren prometiste que ayudaria a conseguir a tu doncella este año ¡y eso costaria favores!— sentencio haciendo un mohín claramente molesta.

    Ren suspiro con hastio y observo como muchos de los alumnos salian a su receso en definitiva habian perdido una hora, sentia los problemas acercarse.
    — Bueno... Esto solo complica la aventura ¡nada que pueda enfrentar!—dijo Ren en tono presuntuoso Ayame solo nego y sonrio con picardia al ver su primo lejano, el siempre viviria su vida como un RPG de fantasia. Algo que no le molestaba(le divertia verlo en problemas) pero poco le ayudaba a llevarse con otras personas

    —¡Pues ahora que Okamiya la ex presidenta del concejo estudiantil dimitio tal vez tengas oportunidad!

    Kanzaki se vio contrariado por las palabras de su prima lejana¿insinuaba que le gustaba aquella chica? pero antes de refutar algo la chica se colgaba del cuello del aludido.
    —Ay no te hagas Ren-kun apenas ella se acercó al publico y ni un parpadeo...tus ojos estaban perdidos en la flamante presidenta ¿a que no?—afirmaba una pícara Ayame mientras picaba la mejiila de Ren con su dedo, disfrutando el fastidio y el rubor que producia en su primo.

    —Pues espero soportes tu castigo soportando cubetas de agua en el pasillo arenosa y ¿oye no estas algo grande para ese tipo de mochila?
    —¡Shukaku nunca pasara de moda!—declaro ella sosteniendo entre sus brazos una muy particular mochila en forma del tanuki Shukaku un extraño mapache de arena y "espiritu del desierto", todo un personaje en el pueblo originario de Ayame a ella le encantaba el detalle de ostentar aquella enorme cola tan caracteristica de la criatura.
    —Nunca entenderias el encanto ni que lo tuvie..—una palmada en la cabeza le interrumpio Ren le observaba divertido a pesar de todo, Ayame sabia que ambos podían agitar un buen avispero cuando estaban juntos y eso era lo mejor.

    —Procura no tener aventuras de más ¿de acuerdo?—le aviso con una sonrisa, Ayame solo respondio sacando su lengua como lo hacia habitualmente— No soy tu...señor heroe se donde piso—dijo entre risas la pelirroja.
    Ayame vio a Ren alejarse buscando un cruce y una forma de disculparse con los tutores y justificar su falta, ni bien empezaba el año escolar y ella podia estar en problemas, pero que va.... solo era su pan de cada día y quien sabe que tipo de amigos se cruce en su camino a lo mejor le salvarían su pellejo ¡quien le ayude tendria su amistad eterna! Al menos esobuscarona, lo que si esperaba era destacar en algún club...Ayame siempre buscaria ser la sensación...nadie le perderia de vista en lo absoluto.
     
    Última edición: 14 Abril 2020
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    Ingresó al salón de actos con Sasha a su lado, siguiendo el grupo liderado por Anna, con los demás también rodeándolo al caminar. Ya se había sumergido en un grupo antes de lo pensado, al menos era pronto para ser su primer día. Miró entonces el cabello vino tinto y le dio un beso nuevamente sobre la cabeza, retirando su tacto de ella con suma delicadeza. Miró entonces el amplio sitio que venía perfecto para dar al menos, el cincuenta porciento de su expresión corporal.

    —¿Quieres hacer un dúo? —preguntó comenzando a quitarse el reloj de plata que traía en su mano izquierda, entregándoselo a Sasha para que le hiciera el favor de cuidarlo por él—, ¿o prefieres individual? —continuó desabotonando el gakura para quitárselo en igualdad de medida, colocándolo sobre una de las sillas del lugar, quedándose con la camiseta blanca de fondo, notándose la cadena de plata sobre el cuello —, digo, no sé si me sigas el ritmo —jugueteó comenzando a caminar hasta el centro del lugar—, tu puedes elegir tu canción, y yo elijo la mía.

    Deslizó la zapatilla sobre el liso suelo para probar cuánto podía deslizarse, dando de lleno las luces sobre él, jugando con la yema de sus dedos sobre la cadena sin dejar de mirar a Anna.

    —Primero las chicas —invitó amablemente, mirándola entre las pestañas, dando por sentado que fuesen por turnos.
     
    Última edición: 22 Septiembre 2020
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    Gigi Blanche

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    —Oye —la llamó Kohaku, ya en el salón de actos, en voz baja para llamar sólo su atención—. ¿Estarás bien?

    Anna comprendió de inmediato y le sonrió, agradecida.

    —Claro que sí, no te preocupes, Ko. Mira. —Sacó el inhalador del bolsillo y se lo extendió—. Cuídalo por mí, por favor.

    El muchacho, pese a todo, seguía viéndose algo contrariado.

    —Pero...

    —Mira, estará bien, ¿sí? —Lo cortó Anna; no sonaba molesta, pero sí algo ansiosa. Como si quisiera zanjar el asunto de una buena vez—. Confía en mí, sé que lo estará.

    No tenía forma de explicarle, a él ni a nadie, que los putos ataques jamás se dignaban a aparecer cuando su mundo perdía los colores.

    Escuchó las opciones que Daute le ofrecía con interés renovado, mientras se quitaba el cárdigan y lo dejaba tirado por ahí, y luego se debatía si dejarse la camisa o quedarse con la sudadera de tirantes que usaba debajo. Se decantó por la primera opción y caminó con pasos firmes hasta posicionarse frente a Daute.

    —Dúo —definió sin complicaciones—, si estaremos juntos en el club me vale más el trabajo en equipo que el talento individual, así que veamos cómo coordinamos. Ya sabes, a nivel espiritual. —Rió animada, ajustándose la coleta, y le indicó con la barbilla—. Elige la canción y comenzamos, Hanson.

    Sasha, entre tanto, le sonrió a Daute, recogió sus cosas y se quedó de pie junto a Kohaku, de momento en silencio, con una pequeña sonrisa en sus labios. Le emocionaba bastante la idea de ver a Daute bailando, pero era más reservada expresando sus emociones frente a desconocidos.
     
    Última edición: 23 Septiembre 2020
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    Insane

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    Asintió entonces, relajando los hombros. No tenía intenciones de perderle el ritmo, así que comenzaría a moverse por mera intuición. Sacó su móvil del bolsillo y lo acomodó sobre el suelo luego de dejarse caer en cuclillas, deslizando su pulgar por la pantalla hasta encontrar una canción que creía adecuada para una primera interacción. Le subió entonces a todo dar, colocando reproducción automática para aproximadamente tres minutos luego de alejarse del móvil.

    Volvió nuevamente hasta Anna, mirándola.

    —Bien —susurró colocándose un poco serio—, empecemos.

    Movió las muñecas en círculos como si esperara a que la música sonara, y en tanto escuchó el ritmo surgir le sonrió suavemente, comenzando a caminar hasta ella con dulzura hasta ponerse tras ella, posando sus manos sobre sus delgados hombros y luego elevándolas con gracilidad para sujetar su mano y darle una vuelta, haciendo ademán en besarle la parte superior de la muñeca sin llegar realmente al tacto de sus labios, continuando su movimiento al deslizar sus dedos por su cabello hasta sujetarla de la cintura y dejarla dar su peso hacia atrás, inclinándose levemente él.

    Se alejó entonces, moviéndose sin perderla de vista para concordar sus movimientos desde la percepción. En cuanto volvió a caminar hacia ella pasó sus dos brazos sobre su cabeza hasta situar sus manos en la estrecha cintura, levantándola con delicadeza hasta sentir sus piernas rodeándole la cadera, desliando sus dedos por su espalda para aferrarla y permitirse un espacio en la curvatura de su cuello, girando con ella hasta bajarla con delicadeza. Se deslizó entonces hacia atrás, como si se inclinara en reverencia y sujetó su propia camiseta, empuñando las manos entorno al cuello de la tela, volviendo hasta ella.

    Le sonrió entonces, sujetándola de la mano para darle otra vuelta y terminar tras Anna de nueva cuenta, siguiendo sus acciones al tocar su codo y notarla hacer ademán de girar sobre sus talones, tomándola de las caderas desde atrás para levantarla, bajándola segundos después para sentarse en el suelo con una mano soportando su peso, mirándola desde ahí risueño, se giró sobre la madera para levantarse y abrazarla sobre los hombros, recostando sus labios sobre su cabello, sin dejar de sonreírle, volteándola para recostar su frente sobre la de ella.

    ♥ Daute y Anna bailando ♥

     
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    Gigi Blanche

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    Probé un poco el suelo, justo como Daute había hecho, y la fluidez de los zapatos no me convenció. Acabé por quitármelos junto a los calcetines y los arrojé más o menos cerca de mi cárdigan. La sensación fresca de la madera barnizada me hizo sonreír y me fui moviendo un poco mientras el muchacho elegía una canción.

    Sonreí al oír los primeros acordes. No recordaba el nombre ni el artista, pero era de esas canciones que sonaban en la radio hasta el hartazgo. Suave, de tempo equilibrado, era una buena elección para probar nuestra intuición sin tener una coreografía definida ni conocernos de nada.

    La danza a dúo iba de confianza y soltura, estábamos apostando a todo o nada. Eso podía salir super bien o resultar en un desastre.

    Caminamos el uno hacia el otro y me detuve en un punto más o menos inespecífico, pude sentirlo moviéndose detrás de mí y giré apenas el rostro para echarle un vistazo a sus movimientos. Me reprendí mentalmente al hacerlo ya que no se suponía que lo buscara a medias tintas ni que intentara predecirlo con una ventaja forzada. Tenía que confiar.

    Sus manos alcanzaron apenas mis hombros y consiguieron activarme, como si hubiera pulsado dos botones de encendido. Me deslicé hacia atrás y Daute apareció junto a mí, junto a la brisa, extendiéndome su mano. Sus movimientos eran suaves e incluso caballerosos, era su forma de invitarme a bailar. Sonreí, entusiasmada, y acepté. Me condujo sobre mi eje, giré en redondo sobre la punta de mis pies y los tablones de la falda acompañaron el vuelo. Nuestros ojos conectaron entonces por primera vez y mis labios se estiraron aún más. La danza a dúo iba de confianza y acababa de decírselo.

    "Sí, confío en ti."

    Ahí estaba, la brisa había llegado y nos envolvía en júbilo, era la que se acercaba a mi oído y me susurraba lo que Daute planeara hacer en un lenguaje extraño, inexplicable, casi imposible de poner en palabras. El muchacho avanzó y yo retrocedí, sin soltar mi mano se deslizó hasta mi espalda y busqué enfrentarlo. Me sostuvo, me detuvo un momento y acarició mi coleta con lentitud y una pizca de picardía. Sus ideas me hicieron reír suavemente, estaba metido por completo en el papel y no podía quedarme atrás, ¿verdad? Estaba segura que él también comprendía el idioma de la brisa.

    En cuanto sentí su mano en mi cintura me dejé caer por inercia, lentamente. Él me sostuvo y luego me ayudó a regresar, y entonces nos separamos y comenzamos a jugar y tontear con la música, a movernos sin reflexionarlo demasiado. Sólo era la energía fluyendo por nuestros cuerpos a su propio ritmo y entendimiento.

    Cuando volvimos a juntarnos, buscó mi mano una vez más y acepté sin el menor atisbo de duda, la sonrisa me llegaba de oreja a oreja. Me alejé, en una especie de coquetería, y cuando me atrapó para alzarme en el aire sentí las cosquillas de un ligero vértigo en mi estómago por la velocidad de la caída. Solté una risa fresca, me aferré a su cuello por reflejo y él dio un par de giros como si apenas estuviera cargando una pluma. Entonces me devolvió al suelo, nos alejamos y volvimos a seguir el flujo de la música y nada más.

    Tonteamos aquí y allá, nos buscamos, giramos, nos tomamos de la mano, volvió a alzarme en el aire y lo anduve como si tuviera alas en los pies. Nos miramos, nos separamos, él rodeó mis hombros y estreché sus brazos en un ademán surgido del puro impulso, de la brisa que nos había conectado y que no atendía a conflictos.

    Era inocuo, ingenuo y elegante.

    Cerré los ojos cuando Daute unió nuestras frentes y volví a sonreír mientras la música se evaporaba. Fue al levantar los párpados que el hechizo se rompió y retrocedí un par de pasos, para buscar su mirada y alzar un brazo en alto.

    —Hey, eso estuvo genial —murmuré, algo agitada, sin poder borrar la sonrisa de mi rostro—. No se diga más, Hanson. Bienvenido al club~


    Era extraño, increíblemente extraño, pero era el poder que la danza tenía sobre mí y hacía ya mucho tiempo me había resignado a intentar encontrarle una explicación coherente. Por eso acabé pensando en colores, alas, brisa y arcoiris.

    Era lunático, pero dentro de mi cabeza cobraba el sentido necesario para aceptarlo y ya.


    La danza tenía tanto poder sobre mí, el suficiente para permitirme confiar en un muchacho que acababa de conocer. Puede que fuera ingenuo, ciertamente, pero la música, la brisa me lo decía. Alguien que fluyera de esa manera no podía hacerme daño.

    gigi cambios locos de narración blanche
     
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    Alargó la sonrisa ante la aceptación dentro del club, enterrando las manos en los bolsillos mientras sus ojos brillaban con aquel deje de ilusión cumplida, inclinándose hacia adelante como una reverencia representando las gracias al público, aunque en esta ocasión fuese reducido. Caminó entonces hasta donde había dejado el celular y lo levantó del suelo, pasándoselo a Anna al regresar sobre sus pasos y colgarse en el hombro el gakura que había dejado sobre uno de los asientos.

    —¿Me regalarías tu número? —preguntó— así cualquier cosa que surja con respecto al club, me escribes —ladeó la cabeza con parsimonia—, será mega increíble volver a bailar juntos —habló en español mirando entonces a Sasha, cambiando el tinte de su mirada al estirar su mano y sujetarla de la muñeca con dulzura— ¿Cuántos puntos me das, Pierce?

    Volvió al tono risueño que mantenía en su discurso de forma, casi permanente. La abrazó por la cintura y le besó la mejilla de forma casi casta mientras le retiraba el reloj de plata y se lo abrochaba sobre la muñeca izquierda.
     
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