--Qué demonios es eso...--dije, al ver terrible escena. No había tiempo que perder. Antes debía ir a algún centro pokémon. Natu en mi cabeza emprendió vuelo, elevándome con sus poderes psíquicos.Miré a Dante y a los demás, pronto empezaría la batalla final, y todos debían estar preparados. Volamos hacia una ciudad cercana.
Staraptor me recogió con rapidez y me subí a él aún sin comprender bien lo que ocurría. Emprendimos el vuelo súbitamente mientras contemplaba el cielo. Debíamos prepararnos para el final.
—Agh, esta área está terriblemente contaminada... ¿de verdad es el camino hacia la arboleda? —musité, tapándome la nariz con la manga de mi chaqueta—. No, no puedo dudar de mí misma ahora... ¡Blastoise, acelera!
[ @Fabian te etiquetaré por el camino xD] Ukita liberó a su lapras en el contaminado mar, esta se asqueo por su puesto al sentir tanta agua sucia en su cuerpo mas tarde le daríamos un baño no había necesidad de preocuparse, después de que Staraptor nos bajara en el lomo de lapras continuamos hacia la isla caballete
En el lugar lance a Froakie de su ball y me lance al agua para luego ser levantado por el. — Que asco..— Dije mientras liberaba a Gyarados quien me subio al edificio usando Treparocas.
El mar tenía un color bastante inusual. ¡Y ni hablar del olor! Definitivamente esta agua estaba contaminada. —¿Vas bien, Vaporeon? —pregunté preocupado. Lo último que quería era que la pobre sufriera un daño por mi impulsiva huida. —¡Reon, Vap! —exclamó la pokémon burbuja, con firmeza. Asentí, tranquilo, y dejé que la juguetona de agua nadara a su ritmo. Lo bueno es que ella era consciente de la situación, por lo que nadó muy rápido a decir verdad. Su cola giraba tal cual una hélice lo hacía, y en pocos minutos llegamos al extremo de la ruta, donde había una pequeña isla. —Gracias, en serio. ¡Lo hiciste increíble! Fuiste muy valiente, ahora descansa. Devolví a la pokémon a su pokébola y observé el edificio con cierta inquietud. Algo no me daba buena espina de este lugar. Proseguí a intentar abrir la puerta, pero fue imposible, por más empujones y los intentos por forzar la perilla fueron inútiles. Entonces, volví a mirar arriba y me di cuenta de algo... ¡Una ventana a lo alto estaba abierta! Suspiré, sintiendo un poco de adrenalina. Quizá lo que iba a hacer era arriesgado, pero tenía que intentarlo. —¡Snorlax, Treparrocas! —grité, lanzando la pokébola. Rápidamente, me subí en el lomo del pokémon dormir, y éste trepó con una velocidad colosal todo el edificio, hasta que llegamos a la ventana, y entramos al Edificio extraño.
Aterricé en la Ruta 310 y comprobé el lamentable estado en el que se encontraba. Las aguas estaban contaminadas y una pestilencia asfixiante hacía pesado en el ambiente, al punto de que tuve que cubrirme el rostro con un pañuelo que guardaba en mi morral, al que humedecí con agua que traía en una botella. Explorando el lugar, noté la presencia de un extraño edificio, cuya entrada se encontraba firmemente sellada. Sin embargo, no se me pasó por alto una abertura en lo alto. —Esto es un trabajo para ti, Magmortar —dije, liberando al pokémon de fuego— Usa Treparrocas para entrar al edificio… ¡En marcha! Magmortar asintió con una exclamación y, en cuestión de minutos, se introdujo en el Edificio Extraño cargándome en sus espaldas.
Mimi Honda —¡Agh!— exclamé, asqueada.— ¿Qué es ese olor? ¡Huele peor que los calcetines sudados de Matt! Por qué me encontraba cruzando con Monomaru una ruta marina contaminada y apestosa era verdaderamente interesante. ¿Por qué yo sola? ¿No se suponía que Lucas iba a acompañarme? Si tuviese que resumir la situación diría... que nunca había sido una persona reconocida precisamente por su paciencia. Mucho menos cuando estaba en juego mi dignidad. No tenía tiempo que perder, iba a conseguir mejores pruebas que Alpha, volvería con nuevos avances para la investigación por simple y puro orgullo y porque podía hacerlo. Había supuesto que Lucas me pondría al corriente por el camino, pero a medida que el tiempo iba pasando, los grupos ya hechos comenzaban a abandonar la playa y él no había movido un solo músculo. Pronto sólo quedamos algunos entrenadores, el detective gritón, Lucas y yo. Fuera lo que fuese que el chico de mi región estaba haciendo se estaba tardando demasiado. Así que hice lo que creí conveniente. ''—Lucas— le llamé entonces, mientras en mi bolso buscaba la pokéball de Dewott—. Me adelantaré por mar. Aunque me cueste una gripe no puedo permitirme perder el tiempo, ¿entiendes? Nos vemos allí, intenta no retrasarte demasiado.'' Posiblemente enfermase después, dado mi escasa resistencia al frío... o sencillamente por el extraño componente disuelto en el agua... pero era el precio que debía pagar por ser excesivamente orgullosa y tremendamente inconformista. Tratando de evitar lo máximo posible el contacto con aquella sustancias que apenas sí podía llamarse agua, mi inicial y yo alcanzamos por fin tierra. Monomaru nada más salir se sacudió hasta secarse, y yo simplemente pude observar mi falda y mis medias mojadas con dramatismo. ¡Aquella cosa olía a rayos! Mi falda de Giorgio Gucci favorita... ¡Que horror! Definitivamente iba a llegar al fondo de ese asunto y hacerles pagar por eso. ¡Nadie se metía con mi ropa! —Y bien...— suspiré entonces, echando un rápido vistazo a mi alrededor— ¿Dónde estará ese edificio...? Todo era desolación mirase donde mirase... hasta que finalmente lo vi. Una estructura cochambrosa y medio derruida se erguía imponente a unos metros de distancia. Las ventanas rotas, puertas desencajadas... no le vendría nada mal una remodelación. Cuando me acerqué hasta allí, mi primer impulso fue tratar de abrir la puerta. Primero giré la manilla... una, dos... tres veces. Nada sucedió. ¿Si el sitio prácticamente se caía a pedazos como podía oponer tanta resistencia? Probé de nuevo, con más insistencia esta vez. Los segundos se volvieron minutos, y la ira gano rápidamente la batalla. —¡Vamos, maldita puerta!— clamaba, patada tras patada, tirón tras tirón—. ¿Por qué no te abres de una vez?
Snorlax. El oso dormilón bajó desde la ventana y le hizo una indicación a Mimiko para que subiera. En su lomo había un papel que decía: "Snorlax te puede ayudar a entrar, pero con la condición que no me grites ni a mí ni a Alpha. Atte. Steve"
Mimi Honda —¿Pero qué le pasa a este pedazo de...? No pude acabar de maldecir. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi como un gigantesco Snorlax descendía desde una de las ventanas del edificio. Mi expresión palideció ligeramente. ¿Qué demonios...? El gigantesco pokémon se señaló el lomo, y observé no sin asombro que tenía una nota escrita en él con una caligrafía rápida y burbujeante: "Snorlax te puede ayudar a entrar, pero con la condición que no me grites ni a mí ni a Alpha.'' ¿Ni a mi ni a Alpha? Y el remitente era Steve... así que supuse que el Snorlax debía pertenecer al entrenador. Lo miré un par de veces, dudosa, y finalmente suspiré. No había otro modo, ¿verdad? La puerta no iba a ceder de ninguna manera... Me acerqué al pokémon con cierto temor, y de la misma forma ascendí a su lomo después de devolver a Monomaru a su pokéball. —¿De verdad que esto es segu-...?— fue todo lo que alcancé a decir, antes de que un chillido me estremeciera la garganta y el pokémon con fama de perezoso escalase la pared derruida con la agilidad de un Mankey. ¡Por el amor de Arceus! ¿Qué...? De un salto, entramos por una de las ventanas rotas de la edificación.
Skarmory llegó volando a la ruta 310… la cual seguía tan contaminada como la recordaba la primera vez que pasé por aquí. Tras un buen rato sobrevolando la zona, pues había partido sin pedir direcciones o coordenadas de donde quedaba este lugar, localicé un lugar que definitivamente no podía ser otro que el dichoso hospital abandonado. Se trataba de un edificio muy extraño y a todas luces abandonado hace ya bastante tiempo. Aterricé frente a la edificación y regresé a Skarmory a su pokebola para su seguridad. A continuación, procedí a abrir la puerta… o al menos a intentarlo, pero no logré hacerlo, estaba firmemente cerrada. —¡Steelix, sal! ¡Tira esta puerta abajo! —comandé, liberando a la serpiente de acero. Sin embargo, ni la poderosa cola de hierro de Steelix fue rival para la poderosa puerta. Mis ojos escanearon el edificio instantáneamente… debía haber otra entrada, tenía que entrar a toda costa… —Nuevo plan —murmuré; acababa de encontrar una ventana bien alta a la cual Steelix podría acceder sin problema—. ¡Trepemos hasta ahí, vamos! Me subí a la cabeza de Steelix y el pokémon de acero ingresó por la ventana del edificio extraño.
En fin, por unas cosas o por otras me veía de camino al edificio extraño. Mimi, mostrando una impaciencia impropia de ella (o al menos esa sensación me daba), se adelantó y empezó a navegar sobre su Dewott. ¿Cómo había dicho que se llamaba? ¿Monomaru? Vaya nombre más raro... En fin, liberé a Slowbro y me subí a su espalda. ¡La investigación acababa de empezar!
Conforme la tierra se alejaba de nuestra vista el mar empezaba a verse vacío. —Vaya, ¿qué crees que ha pasado aquí, Slowbro? —le pregunté al atontado, que no pareció apenas escucharme—. No sé ni por qué me esfuerzo...
—No me lo puedo creer... ¡No hay ni un solo pokémon! Esto debe de ser peligroso... Mejor que lleguemos cuanto antes al destino, no quiero que sufras daños. El tipo agua me dirigió una mirada al escuchar esto y con una sonrisa puso el turbo. Al menos no tardaríamos mucho a este ritmo.
—Buff, me abuuurrooo... Vaya asco de ruta, no hay nada para hacer, si al menos hubiese un Magikarp con el que combatir. ¡Eh, oye, ese de ahí no es un...! Hum, no, solo es una lata tirada, qué guarra es la gente.
El viaje se prolongaba más de lo esperado y Slowbro continuaba incansable... O casi. De un momento a otro empezó a pararse y a dudar. —¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? —pregunté algo confuso, pero este solo negó con la cabeza.
El semblante del pokémon empezaba a preocuparme. ¿¡Tan mala era el agua!? ¿Qué podría hacer yo mientras? —Venga, tranquilo, que puedes aguantar. Si veo que te debilitas te prometo que te llevo corriendo al centro pokémon, ¿sí?
En ese momento una idea pasó por mi cabeza. ¡Ya está, si Mudkip iba nadando con él no se aburriría y no se encontraría tan mal! Pero... ¿Un bebé como él podría aguantar este agua tan tóxica? ¿Qué debía hacer? Sin siquiera pedírselo, el pokémon salió de mi ball. Un rayo rojo se dirigió al fondo del agua, y allí estuve esperando un par de segundos hasta que emergiera.
Antes de que pudiera reaccionar y llamar a Mudkip, el cual estaba tardando demasiado, una luz blanca resplandeció desde el fondo. ¿¡QUÉ!? ¿¡Estaban atacando a Mudkip!? —¡Corre, Slowbro, tenemos que salvar al pequeño! Usa psíquico y devuélvelo a la superficie, ya me encargaré yo de protegerlo.
Slowbro obedeció las órdenes con gran pesadez, sus heridas eran cada vez mayores y le costaba siquiera mantenerse a flote. Pero cuando al fin consiguió hacer levitar al bebé... Este ya no era un bebé. Sí, Mudkip acababa de evolucionar. —Q-q-qué... Qué ha pasado... ¿Has... evolucionado? —pregunté aún sin creerme que de verdad estuviese ocurriendo esto—. Vaya... Entonces supongo que no te atacaron. ¡Genial, venga, avancemos que ya queda poco!