—Ya tenemos un nuevo amigo —comente muy feliz como siempre, me sentia algo sola y supongo que al llegar al final de la ruta usaria vuelo para ir a la ciudad más cercana, no queria cansar a Altaria y eso me recuerda que debo enseñarle vuelo.
Estabamos por el final de la ruta, me sente en el suelo para tomar un descanso a la par que los liberaba a todos, Gastly comenzo a Brillar, estaba pasando. —Vamos Gastly, pronto seras un Haunter —dije alegre, cuando dejo de brillar ya estaba un paso mas cerca de un Gengar. Me acerque a mi Altaria y saque la MO, despues de enseñarsela sonrei levemente guardando a mis pokémon menos a Altaria, Haunter y Drifloon, me agradaba su compañia. Me subi a Altaria y le indique que me llevara a la Pradera Arte, quisas Effy siguiera allí.
Apenas llegamos a la ruta baje del lomo de Flygon, nos esperaba un corto camino a pie, regrese a la Mosca Esmeralda a su pokebola y camine acompañado de Plusle por toda la ruta admirando un poco la vista que se tenia desde aquí. En todo mi viaje no me había dado cuenta de que tan hermoso es Galeia hasta que me tope esta ruta, quizá debía de sobrevolar Galeia mas a menudo para encontrar tremendos paraísos. —Bien Plusle estamos a unos cuantos metros amigo...— le decía a mi pokemon mientras lograba sentir la brisa de la Gran Catarata.
Entonces después de caminar un rato logre ver una cabaña a unos cuantos metros de distancia, decidí acercarme a ver que era, vaya era la casa de un artista, decidí entrar puesto que así podría ver sus obras. —Bien Plusle entremos amigo!— exclame con entusiasmo y el pokemon respondió con la misma energía.
Regrese a la ruta y seguí caminando hacia la Gran Catarata, se encontraba bastante cerca por lo que apresure el paso. —Bien Plusle hora de avanzar, adelante Rufflet refrescate con la brisa!— le dije a mi pokemon mientras lo liberaba del esférico.
La pequeña águila volaba a mi diestra mientras corria con Plusle ya a pocos pasos de la Gran Catarata. —Vamos chicos estamos cerca!— exclame entusiasmado.
Togekiss y yo aterrizamos en la ruta 303. La pobre se perdió en el camino, y no la culpo... recién recordaba que nunca pasé por esa catarata. La vez que realicé el viaje Barniz-Aerosol pasé por completo esa cadacada pensando que no tenía utilidad alguna visitarla. Vaya que estaba equivocado. Suspiré perezosamente y me dispuse a revisar en el mapa en la Pokédex... —Bien, según esto tenemos que diriginos hasta el Oeste... —¡¡Toge!! —exclamó Togekiss, repentinamente alarmada y se fue volando rápidamente hacia el oeste... afortunadamente. —¡Oye, espera! —grité, corriendo tras el tipo hada-volador.
Hubert Nuestro viaje a lo largo y ancho de Galeia nos llevó hasta la Ruta 303. Al verla bajo mis pies, no pude evitar el golpe de nostalgia. Llevaba, tal vez, un año sin acercarme a esta zona de la región, cuando Serperior y Scrafty eran apenas unos pequeños y Pawniard aún nos acompañaba. Pero mis recuerdos fueron interrumpidos por un grito lastimero, de un pequeño ser que sufría. Bajé la mirada...
Notamos que al costado del camino había una pequeña Ralts de rodillas, rodeada por un grupo de Machop. Los tipo Lucha la miraban con ojos burlescos y, de tanto en tanto, le daban golpes que, si bien no eran demasiado fuertes, arracaban gritos y llantos de la tipo Psíquico/Hada, que no hacía nada por defenderse, sino que se quedaba llorando, esperando el próximo. —¡Oigan! —exclamé— ¡Desciende, Pidgeotto! —¡Pigeotto~! —respondió éste, descendiendo a toda velocidad. Aterrizamos con tanta velocidad, que levantamos una nube de polvo. Al esfumarse, los Machop me vieron de pie ante ellos, con los brazos cruzados; Pidgeotto se encontraba a mi lado, fulminándolos con una mirada mirada. Pero esto sólo pareció divertir a los Machop, pues se miraron entre ellos con una sonrisa maliciosa en sus rostros. Varios de ellos me hicieron frente, con los puños preparados, mientras que otros continuaron su juego cruel con Ralt. La pokémon no se animaba a levantar la mirada. Suspiré. No me gustaba arreglar los problemas por las malas, pero estos Machop que caminaban hacia mí, gruñendo, no me iban a deparar una experiencia grata. De modo que liberé a Lucario y Scrafty. Ambos pokémon miraron a los Machop cruzados de brazos. Sin embargo, aunque sabía que ellos solos podrían arreglárselas contra el hostil grupo, una tercera pokébola se abrió sin que yo lo ordenara. El Hada Soñadora se manifestó ante los pokémon salvajes… Y debo decir que jamás la había visto tan enojada. Los Machop no tardaron en sucumbir ante el poder de mis pokémon. Ralts no movió un solo músculo, aun cuando dejaron de oírse los gritos de los ahora debilitados Machop. Seguía de rodillas, protegiendo su cabeza gacha con las manos. Cuando sintió que me acercaba, tembló. Sin embargo, pareció relajarse cuando sintió mi mano acariciándola —Tranquila, todo estará bien —le dije, casi en un susurro—. Pero debes aprender a hacerte fuerte. Ralts, confundida, alzó la cabeza. Se encontró con mi sonrisa y mis ojos que la miraban con ternura. A mis espaldas se encontraba el Hada Soñadora, que la miraba con preocupación. Al notar esta muestra de interés por su bienestar, Ralts agachó la cabeza, entre emocionada y avergonzada, y se aferró a mis ropas. Al final, decidió venir con nosotros, por lo que se dejó capturar. Tras esto, regresé al Hada a su pokébola y, con ayuda de Pidgeotto, volví a emprender vuelo.
Pasé a una nueva ruta, la ruta 303. Según tenía entendido, aquí había gran cantidad de pokémon de tipo lucha. Nada más entrar pude ver a lo lejos la gran catarata, que llevaba a ciudad Acuarela... Y ya está. Sí, nada más que resaltar. ¡Menudo aburrimiento de ruta! Aquí había que ambientar esto de alguna forma, como fuese... Ahora si se me ocurriese cómo hacerlo sería estupendo. Mientras, a seguir caminando [1/5]
Y mientras seguía pensando en qué hacer en este aburrimiento de gruta, jugaba a lanzar una monedita con la función "lanzamonedas" de mi poké-reloj. Qué bien vivir así, sin preocupaciones... Aunque a este paso no terminaría la ruta nunca. ¿Y si probaba a correr un poco? Quizás así me despejase y terminase antes. Además, ya era hora de darles algo de uso a estas deportivas, ¿no? Comencé a correr, deseando poder llegar cuanto antes a mi destino. Al menos ningún pokémon salvaje se topaba en mi camino, ya era algo... [2/5]
Continué corriendo durante unos minutos, hasta que una sombra bajó del cielo frente a mí. La velocidad a la que iba hizo que no pudiese frenar a tiempo y acabé estampándome contra el pokémon. Creo que por unos segundos no sabía ni donde estaba. Cuando abrí los ojos después del golpe me vi envuelto en las alas de Archeops. —Pero tú... ¿¡por qué me das esos sustos, maldito!? Ay, no sé por qué pero ya no me sorprendes. Anda, deja de hacer el tonto y vamos a seguir. ¿Una carrerita hasta la casa? Ni respuesta tuve. Directamente, Archeops tomó la delantera sin siquiera esperarme. Y de nuevo, no me sorprendía. [3/5]
Perdí de vista ya al pokémon. Mi corazón parecía estar al límite, apenas podía respirar. ¿Por qué me empeñaba en competir tanto? Era solo una carrera, y con un pokémon tan veloz como Archeops, no merecía la pena, no iba a ganar. Seguía jadeando, luchando por mantener el ritmo. Con cada zancada me acercaba más a mi objetivo. A fin de cuentas, esto solo era una excusa para no quedarme aquí mucho tiempo. Paré finalmente, completamente exhausto. Me tiré en el suelo para ver si mis piernas volvían en sí, no las sentía. Caray con el pajarito, sí que se daba prisa... [4/5]
Y, como había predicho, Salamance llegó a nuestro destino en un santiamén. ¡Ah, la ruta 303! Había pasado por aquí cuando recién era un entrenador novato, con sólo un Squirtle, un Litwick -no recuerdo si algún otro- y unas ganas tremendas de no hacer absolutamente nada. Desde entonces muchas cosas habían cambiado, y aunque todavía hubiese momentos en los que me gustaba holgazanear, ahora mismo tenía muchas otras cosas qué hacer. Por ejemplo, tomando en cuenta el dibujo de Tau en el que aparecía un Celebi, ¿Qué mejor manera de iniciar que visitando a la persona que había afirmado hace mucho tiempo verlo?
Seguía tumbado. Mis ojos se cerraban... Poco a poco... La hierba era muy cómoda... ¡ZAS! De repente un Salamence pasando a toda velocidad. Me levanté enseguida y continué corriendo. No quería dejar a Archeops solo, sabiendo que había alguien por ahí merodeando. Podría ser peligroso para él. Alcancé la casa antes de lo previsto, en cuya puerta me esperaba mi pokémon, sonriendo con malicia. Sabía que había ganado, y me lo iba a restregar. [5/5]
Al salir de la casa liberé a Archeops en un santiamén. —¡Vamos, rápido, a ciudad Óleo! —comandé sin dar muchas explicaciones.
Orgen [1/5] Llegué a la ruta 303, la cual no había visitado. Pidove se encontraba sobre mi hombro cual ave amistosa junto a su dueño y observé una pequeña casa un tanto antigua. Señalé la casa a pidove y la convencí de entrar.
Orgen Salí de la casa del vejete y caminé hasta las afueras. —A ver, ¿a donde iré ahora? —me preguntaba, mientras observaba la máquina oculta y tomaba una buena decisión.
