Maractus danzaba alrededor de Serperior con gran entusiasmo, las maracas en sus manos siendo sacudidas en un ritmo cuyo género no pude identificar, pero que no dejaba de ser alegre. Mi inicial simplemente mantenía su expresión serena. Pero claro, conmigo no podía disimular el orgullo que estaba sintiendo en ese momento: lo podía leer en su mirada. —Has dado una gran batalla —le dije, volviendo a darle unas amistosas palmadas en su lomo—. Lo mejor que podemos hacer ahora es ir a curar las heridas que Blastoise y Haxorus te hicieron, y de paso Lucario podrá reponerse del cansancio. Y ahora que lo menciono —saqué al luchador de su pokébola, así como a Goodra— ¡Ustedes también lo hicieron muy bien! Lucario asintió, sereno él también. Goodra, en cambio, dejó escapar un gritito de emoción antes de tomar mi cuerpo en un efusivo abrazo. Genial, otra vez baba en mis ropas, pero era algo a lo que me acostumbraría tarde o temprano. —Bien, vamos a Ciudad Lienzo —les dije a mis compañeros, dirigiéndome a la entrada de la Ruta 301. Serperior, Maractus, Lucario y Goodra me siguieron.
Me bajé de Pidgeotto apenas hizo contacto con el suelo. Recordaba perfectamente la ubicación del arbusto que bloqueaba el acceso al Bosque Pincel, por lo que con mi pokémon no tardamos en llegar hasta el susodicho. Liberé a Pinsir; un certero Corte nos dejó vía libre para ir en busca de Cotonee.
Entré a la ruta, mirando atrás con tristeza, pero decidí finalmente mirar adelante y seguir, era hora de un borrón y cuenta nueva —Vale, hora de seguir adelante... —suspiré profundamente y seguí caminando, hasta sacar a Aerodactyl e irme volando a otro lado, específicamente a Ciudad Acrílica—
Descendí sobre la ruta 302… mi intuición femenina me decía que algo sucedería ahí, por lo que me senté a la sombra de un árbol a esperar a ver que (o quien) pasaba por ese camino. Skarmory se dedicó a escarbar la tierra en busca de bayas o gusanos inocentes que devorar, y Marowak se escapó de su pokebola para hacerme compañía, sentándose bajo el árbol conmigo y viendo a los pokémon salvajes pasar...
Aterricé aquí, tranquilamente entré al Pueblo que yace cerca de aquí, para descansar mejor del extremo entrenamiento de todo el día —Ah... A Pueblo Pincel se ha dicho
Cuando entré a la ruta 302, Serperior y Maractus salieron de sus pokébolas. —Ya me parecía extraño que no se aparecieran —les dije con una sonrisa burlona— ¿Acaso se durmieron dentro de las pokébolas? Serperior hizo oídos sordos a mi comentario. Maractus, en cambio, rió levemente e hizo sonar las maracas.
Entonces fue que sucedió… Rojo aterrizó a bordo de su Aerodactyl, lo regresó a su pokebola y cruzó la ruta a toda velocidad en dirección al Pueblo Pincel… grité su nombre, pero no pude comprobar si me había alcanzado a escuchar o no pues me volteé al oír el conocido ruido que producían unas maracas. —Reconocería esas maracas donde fuera… —murmuré y Marowak asintió, habiendo oído ese sonido casi tantas veces como yo. Ya de pie y lista, me encaminé en dirección a la entrada del Bosque Pincel, y efectivamente, era Hubert en compañía del rítmico Maractus y el sereno Serperior—. ¡Ey, Hubert!
Llegó a mis oídos su voz… —¡Effy, qué bonita coincidencia! —exclamé sonriente cuando logré divisarla en cierto punto de la ruta, no muy lejos de donde me encontraba. Nos aproximamos hacia la entrenadora. Evidentemente, Maractus no lo hizo de la forma calmada a la que acostumbramos Serperior y yo, sino que se acercó dando volteretas. —¿Qué te trae por aquí? —le pregunté a Effy cuando le tuve enfrente mío— Me dirigía al Centro Pokémon de Pueblo Pincel, pues acabo de tener una batalla contra Mizuki en el Bosque.
—Nada en particular, yo también acabo de terminar una batalla y me encontraba sobrevolando Galeia… de alguna forma, terminamos aquí —comenté, rascándome la nuca despreocupadamente—. Oh, te acompaño entonces, vayamos hacia el pueblo… puedes contarme de tu batalla contra Mizuki en el camino, ¿cómo fue? Mientras nos disponíamos a caminar, Maractus se puso a tocar una alegre música de fondo con sus maracas, y Marowak lo imitaba blandiendo su hueso como si se tratara de una tercer maraca, y aunque no producía ningún sonido él se movía al compás del ritmo del nopal de Hubert. Serperior, por su parte, se adelantó un tanto de esos dos y hacía de cuenta que no los conocía, avergonzado por el comportamiento tan festivo de su compañero en contraste con su porte sereno y calmado.
Entré a la ruta persiguiendo al Eevee. — ¡Ven aquí bola de pelos!— Le grité, ésta sé detuvo a mirarme y descanso por unos segundos en el suelo.— Eso es pequeña, no te compliques.— Me acerqué lentamente a ella y me lancé a atraparle. "¡Te tengo!" Pensé, pero al momento de mirar estaba frente a mi riendo. Contenido oculto @Noir
Mimi Honda Tras Alpha, sonaron palmadas lentas y desacompasadas. Sarcásticas. —Bravo, genio—comenté, y me reí, una risa alegre, burlona—. Podrías ganarte la vida así... Me resultaba divertido ver sus patéticos esfuerzos por atrapar a Eevee, y por un momento, me olvidé del hambre y de la sed, y me dediqué a reírme de la situación de buen grado. No sabía si me reía del ridículo que hacía o simplemente de la situación, el caso es que me reía. Y yo no solía reír, al menos no de verdad. No hasta que se me saltaban las lágrimas. Eevee saltaba de un lado para otro, esquivando a Alpha, y él tropezaba y caía, quedando siempre con las manos vacías.
Ignoré a Mimi, tal cuál como ella lo hacía respecto a mi persona. — Ahora te tengo.— Sonreí por lo bajo mientras sacaba una pokéball de mi cinturón y regresaba al pokémon.— Tenga señorita.— Le dije levantándome y lanzando el esferico a sus manos.
Mimi Honda Dejé de reír, atrapando la pokéball que Alpha me había lanzado, por poco. ¿Lanzado? ¿Es que no podía ser más caballeroso y dármela en la mano, como haría toda persona educada? ¿Era mucho pedir? ¡Ugh, para que me esforzaba! ¿Qué podía esperar de un bruto como él? —¡Ten más cuidado, idiota, podrías haberme dado en la cabeza!—le espeté, furiosa. Y con toda la fuerza que pude recabar en ese momento, le lancé la pokéball a la frente.
—¡Ten más cuidado, idiota, podrías haberme dado en la cabeza!—Espetó, furiosa. Y con toda la fuerza que pudo recabar en ese momento, me lanzó la pokéball directo a la frente. — Auch.— Dije mientras la pokéball caía al suelo frente a mis ojos.— Por muy idiota que sea las cosas también me duelen ¿Sabes?— Mi tono era calmado al igual que mi postura frente a la situación.— Disculpa por ello.— Tomé la pokéball y la ofrecí frente a su rostro.— ¿Seguimos viajando? Tenemos una división: Ruta 303, Bosque Pincel y Pueblo Pincel. En la ruta podríamos atrapar pokémon de Lucha o Psíquico. En el bosque suelen haber tipo Planta y gran variedad de Insectos. Finalmente en el Pueblo no hay nada interesante, pero podríamos pasar por algo de comer y descansar un poco. Elige tú, yo pasé por los tres lugares con anterioridad, cualquiera me vale.
Mimi Honda Ignoré por completo sus quejas, y me crucé de brazos, apartando el rostro con un sonoro ''Hmph''. Era molesto y tan... primitivo... me irritaba hasta límites que nunca creí que me irritaría una persona. Se disculpó, una disculpa bastante burda, pero una disculpa al fin al cabo, y me ofreció la pokéball de nuevo de un modo un poco más... galante, si podría decirse así. Tomé el esférico y lo guardé, pero mi ceño seguía estando fruncido, y mi expresión indignada. Pokémon de tipo lucha y psíquico sonaba bien, sin duda. Y el bosque... ¿gran variedad de insectos? ¡No en esta vida, y probablemente tampoco en la siguiente! ¡Que horror! —¿Un pueblo?—repetí—. Hum, supongo que el turismo rural está muy de moda últimamente. A parte—dije, volviéndome y continuando el camino sin él—. Me debes algo dulce, o moriré. Y si muero, volveré de la tumba sólo para atormentarte; por haber permitido que muriese de hambre y sed.
— Vale, al pueblo.— Sonreí.— Y si querías algo dulce me hubieras dicho.— Empecé a caminar mientras buscaba en mi bolso.— Ten Mimi. Cuando me di vuelta a mirarle ofrecí un pequeño bizcocho cubierto de chocolate dentro de su envoltorio. — ¿Lo quieres?
Contenido oculto Bien, Alpha, bien :'D *le hace ''pat pat'' en la cabecita* (? Mimi Honda —Te lo dije, pero tú me chantajeaste con un combate, ¿recuerdas?—le espeté con cierto rencor. Sin embargo, cuando quise darme cuenta, Alpha se había adelantado de nuevo, y me ofrecía con una sonrisa algo así como un pastel recubierto de un chocolate negro, dentro de un envoltorio de plástico. ''¿Eh?'' ¿Por qué hacía eso? ¿Y por qué sonreía así? ¿Y por qué me ardían las mejillas? Yo lo tomaba por un bruto zopenco y de pronto se comportaba tan amable... ¡Idiota, me confundía! Un calor agradable me inundó por dentro, mi corazón dio un vuelco en mi pecho, y mis mejillas tomaron un leve tono carmesí. Me quedé un brevísimo instante mirándole, pero, a pesar del evidente momento de debilidad, me alejé un paso, y volví a apartar el rostro, obstinada. —¿C-chocolate?—pregunté, tratando de aparentar molestia—. ¿Qué pretendes...? es demasiado graso y...—mi estómago gruñó, como pretendiendo callar mi patético argumento. ¿Qué más daba si el chocolate quebrantaba absolutamente mi plan de adelgazar antes del próximo verano? ¿Por comerme un pastel así un sólo día no iba a dejar de caber en el bikini de dos piezas, no? ¡Me moría de hambre! Y ya que Alpha insistía... Le di una patada al orgullo, y, sin vacilar, pero sin mirarle, tomé el bizcocho de sus manos. ''Mi corazón se acelera por una cosa tan trivial, debo ser tonta...'' —Gracias...—murmuré con una voz baja, débil, desviando ruborizada la mirada.
Cuando ella tomó el paquete donde el dulce sé encontraba le puse la mano suavemente en la cabeza. — Continuemos viajando.— Interpreté aquellas palabras y voltee siguiendo el camino.— ¿Aún quieres ir al pueblo? También podríamos ir por pokémon al Bosque o a la Catarata.
Mimi Honda ''¡Pero no me pongas la mano en la cabeza, idiota!'' pensé, pues me molestaba muchísimo que me tocasen el cabello. Mi larga melena rubia era mi vida, y aunque debido al incidente del Centro Pokémon ya no brillaba como antes ni su tacto era el mismo, continuaba siendo una parte muy importante de mi persona. Sin embargo, no lo dije. En su lugar, esperé hasta que Alpha se dio la vuelta para abrir el bizcocho y empezar a comer. No estaba mal, para ser un pastel procesado y envuelto en plástico. — ¿Aún quieres ir al pueblo?—le oí decir—. También podríamos ir por pokémon al Bosque o a la Catarata. —¿Por qué insistes tanto con eso?—le pregunté, cuando me terminé el bizcocho (pues no era muy grande y era de mala educación hablar con la boca llena), mientras sacaba un pañuelo del bolso y me limpiaba los labios con él—. Un bosque lleno de bichos no me hace tanta ilusión como tú puedas creer, ¿sabes?