—¡Eh, miren, la salida! —señalé la salida a la ruta 303 con la mano libre y besé a Mizuki en una mejilla—
Pidgeotto ingresó a la Ruta 302 planeando silenciosamente. Con sumo cuidado, yo permanecía de pie sobre su inmenso cuerpo. —Con cuidado de que no te detecten... —susurraba.