Mis cuatro pokémon estuvieron de acuerdo en que participáramos del torneo. No se sentían muy seguros, pero recalqué que las derrotas también eran importantes para volverse fuertes (Pawniard contó a los demás su batalla contra el Dragonair de Effy). Acto seguido nos pusimos a entrenar: Snivy, Scraggy, Pawniard y Starly batallando de dos en dos.
Entrenamos duro hasta que ya no nos dio el cuerpo. Mis intervenciones consistieron en lanzar puñetazos, patadas y embestidas contra ellos, sin contenerme, para que mejoraran la agilidad. Lograron esquivarme en el 90% de los caso; en el resto del porcentaje, se llevaban un golpe de mi parte, al que ellos respondían, lágrimas de dolor mediante. El Látigo Cepa y la Finta duelen bastante.
Nos dejamos caer, agotados, a un costado de la ruta. Mis pokémon se durmieron, yo intenté leer una novela. Pocos minutos le llevó convertirse en mi almohada.
Una alteración en el silencio interrumpió fugazmente mis sueños. El Pidove huyó asustado en cuanto me vio levantar la cabeza. Mis párpados se cerraron lentamente mientras el pokemon desaparecía en el horizonte del cielo.
¿Cuántas horas habrán sido? Era lo de menos: el sueño nos había reparado por completo. Repartí entre mis pequeños amigos unas raciones de comida que adquirí antes de salir de Ciudad Lienzo. Podríamos llegar al siguiente pueblo sin padecer la falta de alimentos. —Buen provecho —dije, y ellos respondieron, sonrientes.
Quedamos recostados contra un árbol largo rato, ellos dormitando y yo leyendo. Entonces cerré el libro con brusquedad suficiente como para que hiciera un ruido despabilador. Snivy, Scraggy, Pawniard y Starly se sobresaltaron y me vieron levantarme. Les sonreí, animado. —Llegó la hora de continuar —dicho esto, regresé a los siniestros y al volador a sus pokébolas. Snivy se aferró a la mochila, la cual me llevé al hombro. Por curiosidad, el tipo planta se puso a leer un tomo sobre botánica. Mi cuerpo se desplazaba hacia el norte pero mis ojos se clavaron en el Oeste, punto cardinal en el que se habría otra ruta, no muy larga. Tomé la decisión de explorarla un rato, pues no había mucha prisa a fin de cuentas.
Volví a la ruta 302 después de haber capturado dos pokémon en la ruta 303. Como me había demorado más de la cuenta en esta tarea, crucé el camino al trote. En poco tiempo, llegué a Pueblo Pincel.
"Яuta 302, el lugar donde todo comenzó...." Pensé al aterrizar en Salamance. —...Aunque técnicamente mi viaje comenzó desde Lienzo —suspiro—, ese Alpha siempre tan lleno de inconsistencias. (@Gold-Kun )
—Arnine....¿que hacesmo aqui?—el pokemon se apena—tranquilo...se nota que te perdiste— escucho un pokemon, sonrio...tal vez lo necesite, le lanze la pokeball--vamos rapido al pueblo..amigo--le dije arnine para despues volver a mi anerior estado
Después de un largo rato sin señales de Alpha, me percaté que debía verlo en la ruta 301 y no en la 302, así que comencé a caminar en dirección de la primera ruta que había pisado en mi viaje.
Ya había pasado por la ruta 303, y ahora había llegado a la 302. Me dirigía hacia Pueblo Pincel, y todavía estaba cansada.
Quedamos en la Ruta 302, si seguimos a la ruta 303 saldremos a la Catarata (@Dark-chan @LucarioErmitaño)