Explícito Rosas Silvestres. [RachelxKatrina | Three-shot | BTOOOM! AU]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 30 Agosto 2019.

  1.  
    Zireael

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    Título:
    Rosas Silvestres. [RachelxKatrina | Three-shot | BTOOOM! AU]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    2553
    Bueno, vengo con este mini proyecto (?) Porque tenía muchas ideas sueltas. Es parte del pago por este fic: Hija de la luna.
    Liza White pa' ti bb.

    Dicho sea de paso, parte de los acontecimientos de un bellísimo fic de Liza también: Savior.

    Pondré una canción del album FEVER DREAM de Of Monsters and Men para cada capítulo, la de este sería:


    And this high, high love that you give to me is all I'm missing.








    Rosas Silvestres




    Le había tomado semanas armarse de valor para tomar el trozo de papel y marcar en su teléfono el número que había escrito en este, pero allí estaba, esperándola.
    Apoyó la espalda en la pared del edificio y le dio una profunda calada al cigarrillo antes de arrojarlo al suelo para pisarlo y sacar uno nuevo de la cajetilla; lo cierto es que estaba nerviosa. ¿Por qué? No lo sabía muy bien realmente, quizás fuera el hecho de que no era buena haciendo amigos, mucho menos cuando se trataba de otras chicas, quizás era que le resultaba extraño juntarse con una jovencita que apenas parecía estar empezando sus años universitarios o quizás era el hecho de que no podía sacarse de la cabeza el beso que la chiquilla le había estampado en la frente como agradecimiento antes de bajar del metro el día que la conoció.


    —¿Fumas? —La delicada voz que se hizo presente a su lado la sacó de sus pensamientos de golpe, haciéndola voltear para topar con la mirada azul de Rachel. Llevaba un vestido veraniego de un suave tono violeta precioso, que hacía que sus ojos refulgieran como fuegos fatuos, con el velo de su mata de cabello rodeándole el rostro. Era como una muñeca, como la muñeca que ella había dejado de ser hace tiempo.


    Por un momento se sintió avergonzada por primera vez en años de su terrible vicio, era como si la chiquilla la hubiese atrapado consumiendo cocaína en el baño de una discoteca; sus grandes ojos azules la atravesaban, con la capacidad de perforar cada capa de su psique.
    Se rascó las raíces del cabello con nerviosismo.


    —Sí. —Tragó grueso, sintiendo el olor del humo en sus fosas nasales—. Desde la secundaria, por desgracia.


    —¡Vaya! ¿Y cómo es? —La mayor frunció el ceño, no la estaba juzgando realmente, solo era curiosa, y su pregunta no hizo más que desconcertarla. Rachel dio un respingo al ver su expresión—. L-lo siento, no debí preguntar.


    Katrina agitó la mano, restándole importancia.


    —¿Nuncas has probado un cigarrillo? —Ahora era ella quien sentía curiosidad. Notó que negaba con la cabeza y la siguiente frase salió prácticamente sin permiso de sus labios—. Buena chica.


    La vio sonreír ligeramente, satisfecha consigo misma.


    —¿Dónde te gustaría ir, Kat? —La jovencita entrelazó sus brazos tras su espalda y desvío la mirada hacia el otro lado de la calle, donde comenzaba el campus universitario—. ¿Te gusta el café? ¿Ir al cine?


    —No hay nada interesante en cartelera estos días —dijo antes de darle una última calada al cigarrillo, para luego pisarlo, pudo ver en el rostro de Rachel un cambio de expresión, como si le hubiese tirado abajo los planes con aquella sentencia—, pero me gusta el café.


    Sus ojos recuperaron el brillo infantil que los caracterizaba y una sonrisa se asomó en el rostro de la mayor.


    —¡Vamos! —Antes de que se diera cuenta Rachel le había tomado la mano, comenzando a avanzar—. Hay una cafetería bonita cerca de aquí.


    Su primer impulso fue el de deshacer el agarre de la chica, pero su cuerpo reaccionó de manera contraria y se dejó hacer con una tranquilidad que era ajena a ella, teniendo en cuenta lo cautelosa que era cuando se trataba de acercarse a los demás. Había en la delgada mano de Rachel una calidez que había sentido poquísimas veces en su vida y se sentía patética al reconocerse a sí misma que algo en su tacto le inspiraba tranquilidad; la misma tranquilidad que debió sentir ella cuando tarareó aquella nana en el metro luego del incidente con el cerdo.

    Sintió las miradas de algunos sobre ellas y de repente cayó sobre sí una presión que no había sentido antes, iba por la calle con una jovencita y aunque lo cierto es que la diferencia de edad casi pasaba desapercibida, porque Katrina no era particularmente alta ni intimidante corporalmente hablando, lo que no pasaba tan desapercibido era el contraste entre ambas. Rachel parecía una muñeca de la más fina porcelana, ¿pero ella? Una muñeca arruinada con ropa, maquillaje y tinte oscuro, una versión sucia en más de un sentido de la muchacha que le sostenía la mano.

    La ansiedad burbujeaba en su mente, subiendo por los bordes de un enorme vaso hasta rebasarlo y se llevó la mano libre a la boca, comenzando a tirar de la piel alrededor de sus uñas, sin siquiera darse cuenta.
    Cuando la rubia se detuvo, prácticamente chocó con ella y a sus sentidos llegó el aroma del café recién hecho y repostería, haciendo que su reacción nerviosa se detuviera antes de que fuese capaz de notarla.
    Sintió la sangre subir a su rostro, causándole el hormigueo que la alertaba de que estaba sonrojándose y supo a qué se debía; por un instante, los ojos se le humedecieron contra su voluntad. Había pasado infinitas tardes en esa cafetería durante sus primeros años, leyendo mientras comía, haciendo bocetos, hablando con sus dos amigas.

    Esa cafetería, a la que no iba desde hace un par de años, guardaba sus pocos recuerdos donde había sido algo más que un intento de muñeca arruinada y había mostrado siquiera un atisbo de su verdadera naturaleza.
    Allí no era la chica oscura que se metía en los bares y discotecas los viernes en la noche, con tal de conseguir un levantón con un universitario cualquiera o alguna chica bonita algo pasada de tragos. Allí no olía humo.


    —¿Kat? —La niña la llamaba y cuando dirigió su mirada a ella, notó algo que le pareció preocupación en sus preciosos ojos azules—. ¿No te gusta? ¡Debí preguntarte antes de traerte, lo siento!


    —Muñeca tonta. —Sus labios formaron la palabra sin permiso, la aludida dio un respingo y estuvo por soltar la mano de la mayor, sin embargo esta la sujetó con algo de fuerza—. Es uno de mis lugares favoritos.


    La alegría infantil que brilló entonces en los ojos de Rachel aceleró su corazón de una manera que le hizo sentir miedo, sentía los latidos golpearle el pecho con fuerza y subir por su garganta, amenazando con ahogarla.


    —¿De verdad? —Su voz fue casi un chillido y a Katrina se le escapó una risa genuina, cálida, surgida del fondo de sí misma.


    —De verdad. —Le dedicó una sonrisa paciente, como la que se le dedica a un niño y le dio un toque con el dedo en el centro de la frente entre el flequillo dorado—. Ven, ahora yo te guío.


    Tomó entonces la delantera, sin soltar su agarre sobre la delgada mano de Rachel, y entró al establecimiento con paso tranquilo.


    —Buenas tard… ¡Akaisa! —La encargada, una mujer morena ya algo madura, no pudo contener su sorpresa al verla entrar. Se ajustó el delantal de un suave tono de amarillo y se limpió las manos en una toalla de cocina del mismo color—. ¿Pero, niña, dónde te habías metido? Hace años no te veo, vivías aquí y de repente desapareciste.


    La mujer salió de detrás del mostrador y envolvió a Katrina en un repentino abrazo, que esta intentó corresponder torpemente con su mano libre.


    >>¡Oh. y traes una nueva amiga! —La morena saludó con la mano a Rachel, a quien el color le subió ligeramente a las mejillas y le dedicó una sonrisa cómplice a Katrina luego de ver sus manos unidas, que la ruborizó violentamente—. Pasen pasen, niñas, siéntense donde quieran.


    —¿Está libre el balcón? —preguntó Katrina esquivando la mirada de la mujer.


    —Creo que sí, cariño, ¿te llevo lo de siempre?


    —No, creo que tomaré algo diferente. Gracias.


    La joven de mirada heterocroma avanzó, guiando aún a la más joven, quien de vez en cuando se detenía a mirar algunos de los cuadros que adornaban las paredes, pintadas del mismo tono claro de amarillo del delantal de la mujer que acababan de saludar, hasta que fueron recibidas por una escalera de apariencia amarmolada que las llevó hasta una preciosa segunda planta.
    Las paredes de color menta tenían cuadros también, que recordaban al estilo de algunos impresionistas, había además estantes donde reposaban pequeñas macetas con florecillas, cactus o suculentas y alguno que otro libro.
    En un rincón, en un bonito mueble esquinero, había una almohada y en ella, a la luz de un rayo de sol que se filtraba por la ventana contigua, dormitaba un felino de largo pelaje blanco.

    Katrina deshizo el agarre en la mano de Rachel, avanzó hasta allí y acarició con cuidado la cabeza del animal, que ronroneó ante su tacto y abrió ligeramente los ojos.
    Una expresión de asombro ahogada surgió entonces de la rubia que la acompañaba y la mayor sonrió para sí misma.


    —Se parece a ti —murmuró como si dudara si era adecuado hacer el comentario o no.


    El gato, en efecto, tenía ojos de diferente color, el detalle que tanto había llamado la atención de la chiquilla la primera vez que la vio.


    —Cuando empecé a venir aquí era un bebé, Lía lo traía porque no tenía con quien dejarlo cuando estaba trabajando, al final se convirtió en la mascota del café. Se llama Bruma. —La muchacha de cabello teñido se incorporó y caminó hasta el balcón, donde había dos pequeñas mesas libres y tomó asiento en una.

    Esperaba que Rachel la siguiera, pero se había acuclillado para acariciar también al animal y sonreía a la luz del sol, que le arrancaba reflejos a su cabello dorado y hacía que sus ojos parecieran hechos de fuego azul.
    Notó que había pasado demasiado tiempo observándola hasta que esta se incorporó, ensanchando la sonrisa al notarlo mientras se dirigía a sentarse.


    —¿Dijiste que heredaste eso de tu madre? —preguntó mirando el centro de la mesa, llevándose un mechón de cabello tras la oreja.


    A la aludida el corazón se le paralizó en el pecho, porque aquello había sido un desliz, ella no solía hablar de esas cosas con prácticamente nadie, mucho menos con alguien que acababa de conocer. Tragó grueso y su mirada se clavó en los preciosos ojos azules de la chica frente a ella, a pesar de que no la estaba mirando, y supo que aunque no le debía nada, decirle que no quería hablar de eso era por demás descortés, pero sobre todo… había algo en ella, en la ingenuidad de su carácter, que hacía que su eterno mal genio desapareciera.
    No podía gruñirle a Rachel como lo hacía con todo el mundo. Lo supo en ese momento.


    —Heterocromía. —La chiquilla se atrevió a mirarla por fin y ahora fue ella quien clavó la vista en el centro de la mesa—. Es lo que tenemos Bruma, mi madre y yo.


    —¡Les vuelvo a dar la bienvenida, niñas! —La morena interrumpió un momento para colocar un pequeño menú de tres páginas frente a cada una—. Volveré en un rato cuando hayan decidido qué quieren, ¿de acuerdo?


    —Muchas gracias —respondió la menor, dedicándole una sonrisa que la mujer correspondió antes de retirarse, luego regresó su atención a Katrina, recorriendo con la vista los mechones rojos a ambos lados de su cabeza—. Se ve que la quieres mucho.


    Akaisa levantó la vista por fin y, contra su voluntad, sintió sus ojos humedecerse de nuevo.
    Claro que la quería, Katrina amaba a su madre con todas las fuerzas de su enorme corazón, que estaba hecho de los mismos hilos dorados que el cabello de Rachel, pero mostrar ese lado de sí misma abrían las grietas aleatorias que lo cubrían, grietas causadas por la indiferencia de su padre y sus intentos por ser alguien más.


    —Se llama Hailee —murmuró también en contra de su propio juicio, intentando disimular las reacciones involuntarias de su cuerpo y abrió el menú, empezando a leerlo—. Ella… También es suya la canción que tarareé en el metro.


    Rachel tuvo que contener su propia reacción, porque notaba que la mayor estaba siendo evasiva, pero aún así no se estaba negando a compartirle esas cosas.


    —¿De verdad? —La vio asentir despacio y una de las mechas rojas se deslizó hacia el frente, cubriendo parte de su ojo gris—. Parece que tu madre te heredó cosas muy bonitas, Kat.


    Otra vez el violento rubor subió a su rostro y no pudo evitar alzar la mirada hacia Rachel, quien le sonreía con suavidad, luego bajó la vista a sus manos, a los dedos con cicatrices que pasaban las páginas.
    No, Hailee no le había heredado solo cosas bonitas… pero casi todas lo eran, no iba a mentir. Incluso el cuarzo verde que le rodeaba el cuello era suyo.


    —Supongo que sí —dijo comenzando a recuperar la compostura e inhaló el aire fresco con algo de fuerza—. ¿Qué vas a pedir, Rach?


    —¡Esto! —La rubia levantó su menú y señaló un chocolate helado con menta, luego deslizó su delgado dedo a la otra página, a un plato de waffles cubierto con frutas frescas, helado y jarabe de chocolate—. ¡Y esto! Se ve rico, ¿no? Dime si es buena idea, tú eres la que conoce mejor el lugar.

    Volteó el menú para verlo de nuevo, pensativa, y a la de pelo teñido se le escapó una risa genuina, que hizo retroceder el miedo que había estado sintiendo.


    —Es una muy buena elección, Rach. —Sus palabras la hicieron sonreír.


    —¿Y tú qué vas a pedir? —Katrina repitió lo que había hecho la menor, mostrándole el menú y señalando la bebida y la comida que pensaba pedir—. Ahora yo también quiero eso.


    Otra risa se escapó de los labios de la mayor al ver que Rachel hacía un mohín sin apenas darse cuenta.


    —Venga, hagamos un trato entonces, ¿qué dices? —La vio asentir sin siquiera preguntar antes qué era—. Te comparto de lo que yo pida y tú me compartes a mí de lo que tú pidas, así ambas probamos ambas cosas, ¿de acuerdo?


    Con su alegría usual, la jovencita asintió y cerró el menú por fin. Un finísimo rayo de luz empezó a hacerse notar conforme el sol bajaba en el horizonte, el mismo que calentaba el pelaje del felino blanco, que estaba más cerca del ángulo en que este había empezado a filtrarse, e iluminó de nuevo el cabello de Rachel, haciendo que destellara.
    Una suave brisa agitó el cabello de ambas, haciendo que el delicado perfume de la rubia llegara por fin hasta Katrina. Suave, sutil, tranquilizador… como ella misma. Jazmín.
    Los hilos dorados que brillaban alrededor de su rostro de piel clara y esos preciosos ojos azules le encogieron el corazón en el pecho de una manera extraña e incluso hicieron que se le erizara la piel.

    Era preciosa. No había otra verdad.
     
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    AAAAAAAAAAAAA LO HICISTE, ESCRIBISTE LA "CITA" OMGGGG. ME MUERO. Me fui a dormir leyendo un fic hermoso y me despierto con otro fic precioso, is this heaven? Y encima es un three-shot, I think im ded.

    Ha sido tal y como me hubiese imaginado una primera quedada entre ambas <3 Yendo a un lugar sencillo y bonito, que no estuviese demasiado concurrido, donde pudiesen disfrutar únicamente de la presencia de la otra. Y sin saberlo Rach llevó a Kat a un lugar con una fuerte carga emocional para ella, haciendo de esa tarde una todavía más especial si es posible. El hecho de haberse distanciado de ese pequeño pasado donde podía ser ella misma y regresar de la mano de Rachel se me hizo precioso, no sé. Como si la bebé de alguna forma encaminase sus pasos perdidos y la devolviese de nuevo a ser quien ella es en verdad, lo sentí así.

    Ver a mi pequeña Kat emocionándose varias veces con los recuerdos me ha matado, la he visto super sensible y sincera y me encanta porque poco a poco el solo hecho de estar con ella está empujando hacia la superficie la verdadera naturaleza de Katrina, y es hermosa. El hecho de que sintiese todo ese miedo y esa ansiedad al sentirse fuera de lugar en la calle con una muñequita de porcelana como ella, al compararse de esa forma, me dieron ganas de darle un golpecito para que dejase de pensar eso. En algún momento la cinnamon roll se daría cuenta de esto y le haría saber lo equivocada que está, pero mientras tanto solo me queda esperar a que se de cuenta de que no es tan diferente de la beba que tiene delante <3

    Sin lugar a dudas amé con toda mi alma todas esas ocasiones en las que Katrina se perdía observándola. Ese final, esa bella estampa que recreaste con la luz del atardecer sobre Rachel y Katrina pensando lo preciosa que es fue un broche perfecto para este capítulo <33 Tienes una forma muy bonita de describir y el lector puede imaginarse perfectamente lo que nuestra bebé está viendo y sintiendo en ese instante.

    Te voy a petar a comentarios con cada shot que saques porque esto se lo mereces y tú te lo mereces y porque necesito sacarme el fangirleo de encima, también (?) Pero de más está decir que lo amé, como todo lo que escribes <3 Merece completamente la espera cada cosita que sacas.
     
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    Zireael

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    Romance/Amor
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    3
     
    Palabras:
    1998
    Holi uwu Liza White y Kurone que también quería leer (?)







    II














    —¡Kat, vamos! —La menuda joven rubia llevaba la delantera, esta vez con su melena atada en una coleta alta—. ¡Ven!


    Sostenía la puerta de la tienda para que la mayor la acompañara a entrar, pero esta no parecía muy convencida.


    —¿Estás segura? No creo que encontremos nada que me guste allí —Le dio una última calada al cigarrillo que tenía entre los labios. Rachel hizo un mohín y abrió más la puerta.


    Katrina bufó para sí misma, arrojó la colilla al suelo y avanzó por fin para entrar como quería la chiquilla.

    Dentro sonaba alguna música pop que reconocía por sus viernes de fiesta, además de que había un aroma que le resultó irritante, mezcla de vainilla y ropa nueva; caminó despacio, consciente de que Rachel le seguía los pasos y frunció el ceño prácticamente frente a todas las perchas de ropa.


    —¡Mira! —La voz de la más joven la hizo voltearse, solo para ver cómo le mostraba una blusa sin mangas de un pálido tono de rosa con flores estampadas—. ¿No es bonita?


    —Se parece al vestido que llevabas cuando fuimos al café. —Deseaba encender otro cigarrillo—. Son el tipo de cosas que se te ven bonitas a ti, no a mí, Rachel. ¿Por qué vinimos aquí en primer lugar? Solo te pedí que me acompañaras a que me retocaran las raíces del pelo.


    Y es que en efecto, ya se asomaban bastante sus raíces rubias.


    —¿Para qué? Eso puedes hacerlo tú en casa, si vas a gastar dinero, ¿por qué no comprar ropa nueva? —La vio hacer un mohín de nuevo—. Además, tu cabello natural es bonito.


    —Me gusta que me arreglen el cabello, queda brillante y suave. —Ahora fue ella quien estuvo a punto de hacer un puchero, aún con el ceño fruncido—. Además, si no iba a gastar ese dinero, preferiría que hubiéramos ido al cine o algo así. ¿¡Y qué dices de mi cabello?! Vi cómo lo mirabas en el metro.


    Vio a la rubia repetir su gesto, aunque con el rostro ligeramente enrojecido, mientras regresaba la blusa a la percha, lucía molesta y aunque no era que quisiera fastidiarla, debía admitir que su reacción le venía en gracia, pero sabía que si soltaba siquiera una risa solo la pondría de peor genio.


    —Hagamos un trato entonces, ¿te parece? —Rachel la escuchó bufar de nuevo, como solía hacer con más frecuencia de la que ella misma parecía consciente, y señaló un asiento junto a los vestidores—. Tú te sentarás allí a esperar, yo elegiré ropa para que te pruebes y si ninguna te gusta, vamos a que te tiñas el cabello, ¿de acuerdo?


    La mayor se llevó la mano a los ojos, enjuagándolos con algo de fuerza y dejó salir un pesado suspiro. ¿Por qué siempre terminaba metida en esa clase de situaciones por esa niña? ¿Y por qué le costaba tanto entender que eran abismalmente distintas?


    —De acuerdo —contestó, cediendo y se alejó para sentarse, cuando volvió a dirigir su mirada hacia la rubia esta le dedicó una brillante sonrisa antes de comenzar su tarea, deslizándose de una percha a otra con rapidez.


    Sacó el móvil del bolsillo del pantalón, conectó los auriculares y le dio play a una canción al azar, que resultó ser una instrumental que pronto opacó el pop comercial que sonaba de fondo, adormeciéndola.

    Navegó por las redes, viendo a Rachel ir y venir, enérgica, mientras las canciones cambiaban según su lista de reproducción. No se había dado cuenta, pero en su rostro se asomaba una sonrisa al observar a la rubia. Siempre era así, ¿no?

    Había pasado años amargándose, siendo un dolor en el culo, ¿para qué? Para que su maldito corazón dorado la hiciera defender a una novata en el metro, para que una chiquilla estuviera allí haciéndola sonreír, metida en una de esas tiendas que tanto había querido evitar durante tanto tiempo.

    No es que sonreír fuese un gesto extraño para ella, en lo más mínimo, lo cierto es que cuando estaba con su madre o con sus amigas sonreía muchísimo, pero sí lo eran las nuevas emociones que fluía con esas sonrisas originadas únicamente por Rachel Gardner.

    Tragó grueso y regresó la vista al móvil, agitando la cabeza ligeramente en un gesto de negación.

    ¿Había realmente amado a alguien más además de su madre? ¿Sabía lo que era amar a otra persona? No, ¿se había interesado por averiguarlo? La respuesta era obvia, sus conductas no decían otra cosa que desapego, un distanciamiento emocional que le brindaba seguridad, pero también que le permitía más de un buen rato.

    No quería solo un buen rato con la rubia, eso lo supo desde que aceptó aquella… cita, porque eso había sido, o al menos tenía toda la pinta; pero que estuviera sentada en esa tienda solo lo confirmaba. No quería solo un buen rato y, de haberlo querido, no se hubiera aproximado a una jovencita que irradiara esa genuina inocencia aunque hubiese querido. La pregunta era entonces, ¿qué quería?

    Su mano se congeló, incapaz de seguir tecleando, frunció el ceño sin siquiera darse cuenta.

    ¿Qué quería?


    —¡Eh, Kat! —La voz de Rachel frente a ella la hizo alzar la mirada, solo para verla cargar un montón de ropa que casi le cubría el rostro.


    La muchacha pasó a dejar todo en el vestidor contiguo y salió para darle espacio a la mayor.


    >>¿Me mostrarás cada cosa que te pruebes?


    Escuchó un bufido surgir de Katrina mientras entraba al vestidor.


    —¿Acaso tengo opción? —Cerró la puerta sin mirar la expresión de la rubia, para enfrentarse al montón de ropa.


    Buscó entre las cosas, topando con varias prendas de colores suaves, parecidos a la ropa de Rachel y pocas prendas oscuras como las que acostumbraba usar desde hace años.

    ¿Acaso Rachel no sabía cómo se vería ella, con su maldito pelo pintado y perpetuo ceño fruncido en ropa como esa?
    Sabía que no tenía malas intenciones, pero su inocencia rozaba lo increíble.

    Era una muñeca rota con olor a humo, eso y nada más.

    Se probó una a una las prendas oscuras, saliendo para mostrarle a la menor cómo le quedaban y aunque asentía enérgicamente con la cabeza, sabía que estaba deseosa de ver el resto de la ropa que había elegido para ella.


    Volvió a entrar al vestidor, se deshizo de la ropa por incontable vez y tomó al azar una de las prendas coloridas; un vestido de un pálido tono violeta. Lo extendió frente al espejo y el corazón se le descontroló, abrumado por la imagen que la superficie le regresaba.

    La muñeca que tanto se había esforzado en destruir.

    Las raíces rubias, los ojos heterocromos, la silueta delgada, con el vestido superpuesto… La chiquilla de catorce años que se había cortado el cabello en su habitación de princesa.

    La prenda se le resbaló de las manos y sus piernas le fallaron, obligándola a apoyarse en la pared.


    —¿Kat? —La voz de Rachel le llegó desde un mundo lejano—. ¿Estás bien?


    La delicada voz de la chiquilla se mezcló con el recuerdo de la voz de su madre y las telas de colores en el pequeño banco del vestidor de repente le parecieron un monstruo del que debía alejarse. Se hizo pequeña en el rincón del pequeño espacio y sus piernas se rindieron por fin, obligándola a deslizarse hasta el suelo, atrayendo sus rodillas a su pecho.


    >>¿Katrina? —La volvió a llamar, sin ser capaz de hacerla responder.


    Para cuando Rachel deslizó cuidadosamente la gruesa cortina y asomó el rostro, el alma le cayó a los pies; Katrina, desvestida, tenía las rodillas abrazadas al pecho, la mirada en ninguna parte y de sus preciosos ojos dispares corrían silenciosas las lágrimas.

    Con un movimiento fluido entró al vestidor cerrando la cortina tras ella y se arrodilló frente a la mayor, que se hizo pequeña en su lugar y ahogó un sollozo. La rubia notó que en sus dedos habían varias heridas recientes, enrojecidas.


    —Muñeca —murmuró con voz gangosa.


    —¿Kat? —Su mirada felina no se apartó del punto perdido y Rachel se vio obligada a intentar ubicar qué miraba: el monstruo de tela. El corazón le dio un vuelco—. ¿Fue la ropa?


    No hubo respuesta.


    >>Kat, responde algo, por favor. —Los ojos se le humedecieron—. ¿Fue la ropa?


    —Ropa de muñeca. —Se llevó las manos al cabello teñido y tiró, horrorizando a la rubia que solo atinó a tomarle las manos y atraerla hacia sí, envolviéndola en sus brazos.


    Sintió el cuerpo de Katrina intentar retroceder, pero no se lo permitió, y se aferró con fuerza a ella, sintiendo la calidez de su piel descubierta.
    Tardó varios segundos, que le resultaron eternos, en sentir que los brazos de la mayor la rodeaban también y la escuchó sollozar como una niña.


    —Kat, lo siento. Lo siento mucho. —Apenas fue capaz de hablar sin romper a llorar con ella, no sabía qué había hecho ni qué quería decir pero sabía que había traído algo que Katrina no quería, algo que de hecho parecía odiar.


    La sintió aferrarse con más fuerza, mientras intentaba mecerse para consolarse a sí misma y el corazón de la menor se rompió al verla en aquel estado.

    No se había dado cuenta de que había comenzado a llorar con ella, al no saber cómo confortarla, hasta que de repente vino a ella el recuerdo del metro. Rachel sorbió por la nariz antes de empezar a tararear suavemente la nana de Katrina, aquella perteneciente a su madre, y fue así como por fin la muchacha pareció capaz de enfocar gradualmente el mundo.

    La mayor aflojó su agarre en torno al delgado cuerpo de Rachel y extendió la mano hasta alcanzar alguna de las prendas oscuras para cubrirse el pecho. Esta vez fue ella quien sorbió por la nariz.


    —Lo siento, Rach. —Iba a seguir hablando hasta que sintió que la joven le estampaba un beso en la mejilla, peligrosamente cerca de la comisura de sus labios y alzó su vista hacia ella, enrojecida por el llanto.


    —No eres muñeca de nadie, Kat. —La frase la tomó por sorpresa—. Eres Kat, la que me defendió en el metro, la que tararea nanas, la que me mira como si fuese una pintura o algo así. Eres quien me cuida, ¿no?


    La vio asentir lentamente.


    >>¿Y me dejarás cuidarte a ti hoy? —Katrina negó con la cabeza, tozuda como ella sola.


    Rachel suspiró con pesadez, se levantó ayudándola a ponerse de pie y tomó el montón de ropa.


    —Espera. —El murmuro de la mayor la detuvo, sacó una blusa negra del montón y evitó su mirada—. Esto sí lo quiero.



    —Está bien. —La chica sonrió con genuina ternura y salió del vestidor, para que volviera a ponerse la ropa.


    Salieron de la tienda con una pequeña bolsa y caminaron por las calles de la ciudad, hasta llegar a un pequeño parque donde se sentaron en una banca.
    Soplaba una suave brisa, que agitaba las hojas de los árboles y el cabello de ambas. A su costado, el sol comenzaba a ocultarse, llevándose consigo los tonos azulados.


    —Rach. —La llamó y la aludida volteó para mirarla, ambas reconocieron en la otra aún la irritación del llanto—. Eres una obra de arte, ¿lo sabes?


    Desvió la mirada inmediatamente, de forma que no vio el violento sonrojo que surgió en las mejillas de la rubia.


    —Y tú eres más guapa que cualquier absurda muñeca. —La respuesta de la joven casi hizo que se ahogara con su propia saliva.


    Sin embargo, dejó caer su cabeza sobre el delicado hombro de Rachel, permitiéndose cerrar los ojos para que su calidez siguiera sanando su destrozado corazón. Sintió las hebras doradas hacerle cosquillas, movidas por el viento.



    —Eh, Rach. —Sintió el tenue aroma a jazmín que desprendía—. Te quiero, cariño. Gracias... por todo.
     
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    3
     
    Palabras:
    3280
    Liza White bueno, aquí estamos AAAAAA
    No tengo mucho que decir, espero haber logrado algo bueno (???) Con esto termino esta pequeña serie ♥

    Dejo otra canción extra, porque este vídeo de Halsey me vuelve muy gay (???) y la tuve en bucle en la parte final del fic.







    Wild roses on a bed of leaves in the month of may.


    III


    La música hacía eco en las paredes, rebotando en sus cuerpos acalorados, haciéndolos vibrar.
    Katrina se retiró el cabello del rostro con la mano derecha, sin perder de vista la melena dorada que resaltaba bajo las luces de neón. Sentía el cuerpo sudoroso y la mente nublada, sabía que no debía beber más, al menos no si tenía que cuidar a Rach.

    Rach. Era ella quien había insistido en ir a uno de los bares cerca del campus, aunque a la mayor no le agradaba mucho la idea de meterla a uno de esos sitios y mucho menos de que la viera en uno de ellos; pero no había podido sacarle el asunto de la cabeza. Además, si se ponía a pensarlo, prefería que fuese con ella que con alguien más, así al menos la cuidaría.

    Se acercó a la barra, pagó dos botellas de agua y se apartó, sin dejar de mirar a Rachel, bailando junto a un grupo de chicas que le habían parecido inofensivas. Apoyó la espalda en la pared, se colocó una de las botellas bajo el brazo y abrió la otra, para darle un gran trago.
    Sacó el móvil del bolsillo de sus pantalones, revisó la hora y lo regresó a su sitio. ¿Casi las dos de la mañana? Ahogó una risa, al menos tenía aguante.

    Cuando levantó la botella para darle otro trago, fue que notó que un grupo de chicos se había acercado a las chicas y uno intentaba convencer a la rubia para bailar con ella.
    Katrina frunció el ceño inmediatamente.

    Ebria como sabía que debía estar, notó que Rachel asentía lentamente y el tipo, ni lento ni perezoso, la acercó a él. Notó los movimientos torpes de la menor y como él la tomaba de la cintura, uniendo sus cuerpos.
    Ese tacto, más que toda la escena, fue lo que le hizo hervir la sangre y ponerse en marcha, avanzando a empujones entre la gente, con una facilidad que solo la experiencia otorgaba. Una vez detrás del chico, tiró del cuello de su camiseta y vertió el agua de la botella que había abierto dentro de su ropa. El frío del líquido lo hizo sobresaltarse, de forma que soltó a la rubia y se volvió hacia Katrina.


    —¡¿Qué demonios te pasa?!


    —¿Kat?


    La delicada voz de Rachel apenas llegó a sus oídos, opacada por el palpitar de su corazón enfurecido y la sangre hirviendo, llena de alcohol, que esté empujaba por todo su cuerpo.


    —¿No te enseñaron en casa a no aprovecharte de chicas ebrias, cielo? —Detrás de él, la rubia se hizo pequeña en su lugar, porque el tono de voz de su amiga era diferente a cualquier otra vez que hubiese saltado en su defensa.


    —Ella dijo que sí. —El tipo podía sacarle una cabeza de altura pero eso poco le importaba—. Además, ¿eres su madre acaso? ¿Y no te equivocaste de fiesta, muñeca? No sabía que ahora los de tu clase se metían a estos bares, teniendo en cuenta lo mucho que los critican.


    A Rachel el corazón se le detuvo en el pecho al escuchar la forma en que se había dirigido a Katrina, y antes de que se diera cuenta, la joven de mirada heterocroma había extendido su mano, no sabía si para golpearlo, tomarlo de la camiseta de nuevo o incluso del cuello; pero su mente confundida, nubosa y acalorada la hizo entrometerse antes de que lo alcanzara y lo empujó lejos de ambas.


    —¡Ya basta! —chilló, sorprendiendo a Katrina quien permaneció con la mano en el aire—. ¡Déjala! ¡Kat no es una muñeca!


    No sabía muy bien por qué había dicho eso último, al menos no por qué se lo había dicho a él, pero sólo lo vio levantar las manos, harto, antes de alejarse entre la gente.
    El mundo de luces de neón frente a ella, en medio de los hilos dorados de su cabello que le bloqueaban la visión, daba vueltas de forma extraña y sentía la respiración pesada.


    —Nos vamos a casa.


    —¿Qué? —La sentencia de la mayor la tomó desprevenida, aún conmocionada por lo que había pasado.


    —Que nos vamos a casa, Rachel. Ya fue suficiente —Seguía furiosa, no entendía por qué si el cerdo ya se había ido, y tomó a la chica de la muñeca para volver a avanzar entre la multitud hasta salir del lugar.


    Cuando el aire fresco del exterior le golpeó el rostro, su mente se aclaró un poco, pero no lo suficiente para desaparecer su ira.


    —Katrina, para, me duele. —Intentaba soltarse de su agarre, sin éxito alguno, luego de su queja la aludida la soltó por fin y siguió avanzando, consciente de que la seguiría. La menor tropezó algunas veces, pero logró recuperar el equilibrio.


    Cuando estuvieron cerca de la línea del tren, Katrina se detuvo, apenas unos metros lejos de un grupo de chicos que fumaban.


    —Siéntate, Rachel —ordenó con voz plana y la muchacha obedeció, sentándose en el pretil frente a ellas. Kat tomó la botella de agua que aún sostenía bajo el brazo, la abrió y se la alcanzó—. Bebe.


    Otra orden que se limitó a seguir, atontada por el alcohol en su cuerpo y la sangre que le palpitaba en las sienes. Luego de un par de tragos y de ver que Katrina encendiera un cigarrillo, se atrevió a hablar.


    —¿Estás molesta? —Sus ojos, sus fuegos fatuos, se clavaron en la receptora de su pregunta y esta pareció dudar un instante, sin embargo, el enojo volvió a encenderse en un chispazo; cuando volvió su rostro hacia ella, con sus preciosos ojos felinos refulgiendo bajo las luces amarillentas, a Rachel se le detuvo el corazón en el pecho, sin saber muy bien por qué.


    —¡¿Molesta?! —El humo de la calada que acababa de dar salió por su boca y a la mente de Rach acudió el pensamiento extraño de que su amiga de seguro debió ser una bruja en su otra vida, una que controlaba las llamas y el humo—. ¡¿Rachel, podrías pensar en qué podría haber pasado si yo no hubiera hecho nada?!


    La rubia bajó la cabeza de inmediato a la botella que mantenía en su regazo, desviando la idea extraña hacia el fondo de su mente, y escuchó a Katrina bufar.


    —No irás sola a casa, como ya debes imaginar. Puedes quedarte conmigo y mañana decides a qué hora quieres irte. —La vio asentir con la misma lentitud con que lo había hecho dentro del bar. Dio una nueva calada y arrojó la colilla al suelo, para luego pisarla—. Vamos, no es hora de que estemos fuera.


    Caminaron, una junto a la otra, en silencio. La mayor seguía intentando entender la ira que sentía, ya sin fundamento alguno, y no fue hasta que abrió la puerta de su modesto apartamento de estudiante que comprendió lo que ocurría.

    Celos.

    Entró con Rachel siguiéndole los pasos, cerró y dejó el llavero, el móvil y la cajetilla con el encendedor en la pequeña mesa de la cocina, antes de abrir mecánicamente la refrigeradora y sacar una lata de cerveza. La abrió y bebió rápidamente.

    Celos.

    Su mirada se desvío a Rachel, aún con la vista gacha, sosteniendo la botella de agua que le había dado. Delineó las delicadas curvas de su cuerpo menudo, acentuadas por los jeans ajustados y la blusa ceñida, rodeadas por su velo de cabello rubio, que apenas dejaba ver su rostro, cubierto por un discreto maquillaje.
    Dejó la cerveza junto al lavabo, y caminó hacia su habitación, ignorando las cosquillas que sentía en su cuerpo, producto de sus pensamientos desviados, la ira y el alcohol.


    —Te daré algo de ropa para que duermas, Rach. Puedes venir —dijo mientras revisaba sus cosas para darle sábanas limpias también. Escuchó los pasos de la rubia tras de sí y antes de darse cuenta, sus delgados brazos la rodearon, incendiando absolutamente todo su cuerpo.


    —Lo siento. —La escuchó murmurar a la vez que la abrazaba con más fuerza, presionando su cuerpo contra su espalda, arrancándole un suspiro traicionero y aún así, su ira no disminuía.


    —Está bien —respondió, robótica, mientras se volteaba con dificultad puesto que la menor se negaba a soltarla. Cuando se separó un poco, sus fuegos fatuos sostuvieron su mirada.


    —De verdad lo siento.


    —He dicho que está bien. —Con cuidado, la obligó a separarse y se volvió para seguir preparando sus cosas.


    —¡Katrina! —El tono de voz de la chica, exigente, la obligó a volverse de golpe, con el ceño fruncido de nuevo, pero esta vez sintió los brazos de Rachel rodear su cuello y sus labios, torpes, estamparse contra los suyos.


    Tuvo el impulso de apartarla, es lo que hubiera hecho otra noche en la que no estuviera ebria, cualquier otra noche donde su mente estuviera despejada y su cuerpo, hormigueando de ira que deseaba ser liberada, no enviara esas confusas señales a lugares que no debería.
    Sus manos rodearon el cuerpo de Rachel y sus labios tomaron el control, abriéndose paso a la boca de la joven, sin demasiado cuidado. Su lengua ingresó en la cavidad ajena, sintiendo la calidez, la humedad y la torpeza de Rach.

    Su cabellera dorada le hacía cosquillas en las manos, que lentamente habían recorrido la espalda de la muchacha. Sentía los suspiros que morían en su boca, producidos por cada caricia y cada movimiento de sus labios.
    Reajustó la posición, colocando sus manos en el cuello y la nuca de la rubia, profundizando el beso. Sintió las manos de Rachel deslizarse por su cintura, aferrándose a ella con fuerza y de nuevo, su sangre hirviendo actuó en su lugar, haciendo que enredara sus dedos entre los hilos dorados de su cabello y tirara hacia atrás, aprovechando para repartir una serie de húmedos besos en la delicada piel de su cuello.


    —K-kat. —El suspiro entrecortado que surgió de la menor fue lo que la hizo detener su frenesí y separarse de ella, con la respiración entrecortada.


    Se sentó al borde de la cama, sin atreverse a mirarla, y se relamió los labios, sintiendo el sabor de Rach aún en su boca.

    Rach.

    ¿Qué demonios?

    Rach. Alcohol. Ira. Celos.

    Su Rach.

    Sus pensamientos colisionaba en su cabeza casi al punto de resultarle doloroso. En otras circunstancias, ¿qué habría hecho? Una risa ronca brotó de sus labios, sabía de sobra qué habría hecho… toda esa ira. ¿Qué era mejor que un polvo para hacerla desaparecer?

    Sin embargo, era Rach… su Rach. Exacto, era su Rach.

    El peso de la rubia sobre su regazo la tomó por sorpresa y sintió cada vello de su cuerpo erizarse cuando esta volvió a unir sus labios, sin siquiera darle tiempo de rechazarla.

    ¿Rechazarla? ¿Acaso era estúpida?

    Volvió llevar sus manos al delicado rostro de Rachel, profundizando el beso una vez más, y cuando sintió que ella relajaba el cuerpo sobre el suyo, fue que se le escapó un gemido que murió en los labios ajenos.
    Sus brazos se aferraron con fuerza a las caderas de la rubia, pegándola aún más a su cuerpo y notó cómo esta reaccionaba con un movimiento de caderas que le arrancó un suspiro.

    Fuego.

    Humo.


    Volvió a tirar de las hebras doradas, para repartir nuevos besos sobre la suave piel de su cuello y esta vez continuó su camino, con besos, pequeñas mordidas y su aliento cálido; pasó por la clavícula, despacio, tortuosamente, y siguió hasta allí donde la ropa se le permitía, el inicio de su níveo escote.

    Perfume.

    Jazmín.

    Los suaves suspiros que escapaban de los labios de Rachel le impedían pensar con claridad y solo la impulsaban a continuar, con tal de seguirla escuchando.
    Dudó un instante, tan breve que solo ella fue capaz de notarlo, y sus manos retiraron la blusa ceñida que la rubia llevaba puesta, arrojándola al suelo de la habitación; inmediatamente después sus dedos se deslizaron al cierre del sujetador, que también fue a parar al suelo.

    Unió sus labios una vez más, con necesidad, reiniciando el juego de sus lenguas mientras sus manos se permitían sentir la piel desnuda de Rach, asombrosamente cálida. Sus caderas, su cintura, su vientre y finalmente sus pechos, cuando se permitió sentirlos, presionándolos suavemente y rozando sus botones con la palma de su mano, un gemido escapó de la chica. En el rostro de Katrina se formó una sonrisa satisfecha.

    Levantó a la joven suavemente, dejándola a su lado y ni lenta ni perezosa, se colocó a horcajadas sobre ella. Fue en ese momento en que se detuvo por fin, con la respiración tan agitada como la de Rachel y sus ojos heterocromos delinearon su rostro, rodeado por su velo rubio esparcido sobre la cama.

    Un ángel.

    Cuando su mirada se deslizó a su pecho desnudo, notó como Rach estuvo a punto de cubrirse pero Katrina la tomó por las muñecas de inmediato, sujetando sus manos por encima de su cabeza.
    La besó una vez más, antes de deslizar su lengua desde sus labios hasta los erectos botones rosados.

    Otro gemido y otra sonrisa.

    Lamió, mordió y presionó los suaves pechos de la chica, primero el derecho y luego el izquierdo, hasta que estuvo satisfecha y liberó las manos de Rachel, quien de inmediato las llevó a la blusa de la mayor.

    La curiosidad mató al gato, ¿o no?

    Katrina se dejó hacer, repentinamente dócil, y observó en silencio como tanto su blusa como su sujetador también iban a dar al suelo. Los nervios que vio de repente en los ojos opacados por la excitación de Rach la hicieron sonreír de nuevo, esta vez con un dejo de ternura, mientras tomaba su mano y con cuidado la colocaba en su cintura. La guió despacio, sintiendo su piel erizarse bajo la mano de la joven, hasta llegar a su pecho donde retiró la suya. La leve presión que ejerció Rachel la hizo ahogar un suave gemido, a la vez que dejó caer su cabeza hacia atrás.

    Debió ser el hecho de no tenerla mirándola, porque antes de darse cuenta, estaba usando ambas manos para juguetar con sus pechos, presionando, pellizcando y rozando; y su cadera reaccionó, intentando que la fricción de la ropa y el cuerpo de Rach hicieran algo por el fuego que sentía en su intimidad.

    Rachel se detuvo un momento y su mano derecha se deslizó hacia el vientre de Kat, despacio, insegura, y abrió el cierre de los jeans oscuros, para luego meter su mano bajo sus bragas, rozando con sus delgados dedos primero su vientre bajo hasta aventurarse por fin a su intimidad, exageramente húmeda.
    Esta vez el gemido fue de Katrina, quien no fue capaz de contenerlo al sentir el tacto de la rubia sobre su clítoris. Sus caderas reaccionaron, buscando aumentar la fricción de nuevo y tomó la mano libre de la muchacha, llevándola de nuevo a su pecho, haciendo que presionara.


    —Rach. —El nombre de la menor salió de sus labios como un quejido.


    Tomó la mano la aludida que estaba ocupada con su parte baja y guió sus dedos a la entrada de su sexo, introduciéndolos despacio. Solo un movimiento fue necesario para que la rubia continuara por su cuenta, dentro y fuera, con movimientos circulares también. La mano ajena disparaba una corriente de placer, intensificada por el movimiento de las caderas de Katrina, y pronto alcanzó el clímax, derritiéndose alrededor de los dedos de la joven.

    Tragó grueso, con la respiración agitada y el corazón amenazando con salírsele del pecho, mientras con cuidado retiraba la mano ajena de su intimidad, se llevó los dedos de Rach a la boca, limpiándolos y luego se inclinó sobre ella para besarla, la muchacha ahogó un suspiro en sus labios al sentir el sabor de Katrina en su boca.
    La chica de mirada heterocroma deslizó su lengua hasta su cuello, donde la mordió arrancándole un gemido que volvió a provocarle cosquillas en el vientre, y continuó hasta sus pechos, jugueteó con sus pezones, deslizándose a su vientre, para depositar varios besos húmedos antes de llevar las manos a sus jeans, desabrochándolos y se deshizo de estos, arrojándolos al suelo junto a sus zapatos.

    Pasó su lengua por su vientre una vez más, haciéndola gemir suavemente, y empezó a deslizar sus bragas hasta deshacerse de ellas. Su boca continuó bajando entonces, haciéndose camino a su intimidad, besando, lamiendo y mordiendo con cuidado cada parte de su piel y sus muslos.

    Otra sonrisa se formó en sus labios, acentuada por cada gemido que escapaba de los labios de Rachel, a la vez que repetía su nombre temblorosamente.

    Se permitió entonces deslizar su lengua por su intimidad por fin, y no pasó despercibida la reacción del cuerpo de la menor, que movió sus caderas hacia ella a la vez que gemía de nuevo. Repartió una serie de besos húmedos encima de su intimidad antes de aventurarse a introducir su lengua.

    Rachel se aferró a las sábanas bajo su cuerpo, incapaz ya de contener los gemidos que escapan de su boca, y su cuerpo pronto sucumbió a la experiencia de Katrina, deshaciéndose en una explosión de placer.

    La mayor dejó un beso delicado sobre su vientre, antes de recostarse a su lado y retirarle del rostro los mechones de cabello que se le habían pegado al rostro debido al sudor.
    No se sentía capaz de hablar, mucho menos de preguntar, y era consciente de que la rubia tampoco, sobre todo cuando esta se limitó a acurrucarse entre sus brazos y pronto cayó rendida. Katrina depositó un beso sobre su frente y cerró los ojos también.

    Su mente estaba en silencio por fin.


    .

    .

    .


    Los rayos del sol le arrancaron reflejos a los mechones dorados que se asomaban debajo de las sábanas, de las que pronto surgió el rostro adormilado y agotado de Rachel, quien se levantó casi a tropezones y se llevó una mano a la cabeza, frunciendo el ceño ligeramente. Tenía una migraña de todos los diablos.

    Antes de salir de la habitación, se dio cuenta que llevaba puesta ropa que no era suya, una camiseta con estampado de gatitos y unos shorts negros.

    Kat.

    En su mente se arremolinaron entonces los recuerdos de la noche anterior, haciendo que su rostro se tiñera de rojo de golpe mientras caminaba hasta la cocina.

    La chica de pelo teñido le dedicó una sonrisa torcida, mientras se incoporaba para apoyarse en el lavabo, dar una calada al cigarrillo que tenía entre los dedos y dejaba caer las cenizas. Rachel la recorrió con la mirada, abochornada y atraída a parte iguales, observando que no llevaba encima más que unos joggers y el sujetador. La melena corta estaba ligeramente esponjada y le recordaba a la de un león.

    En la mesa, vio un gran vaso de jugo de naranja junto a la cajetilla de cigarrillos de Kat, y a su nariz detrás del humo llegó el aroma de pan tostado.
    Katrina dejó salir el humo antes de hablar y la rubia recordó cada gemido de la noche anterior.


    —¿Qué tal la resaca, cariño?
     
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    OKAY AL FINAL ME DORMÍ PORQUE NO PODÍA MÁS PERO VOLVÍ A RELEERLO TODO Y LISTEN IM DYING HERE AGAIN. WHY. WHYYYY ARE THEY SO FUCKIN SOFT I CANT.

    Ahora mismo me siento super satisfecha y en calma con como terminó todo con nuestras niñas, ay. Lo lindo de todo esto es que se puede ir viendo gradualmente en cada capítulo cómo van aumentando su relación y se van haciendo más cercanas hasta el punto en el que Kat ya no duda de lo que siente por Rach, y eso es demasiado hermoso. Como te dije ayer, compararlo con Humo y Jazmín hace que se note muchísimo la diferencia y me encanta, they deserve it <3

    No te miento si te digo que el segundo capi me dejó tan soft que me costó verdaderamente hacer un comentario, porque notaba que no acababa expresando bien todo lo que me hizo sentir xDD Pero lo uno aquí ahora que ando hablando del camino hasta que llegaron al último cap. Rachel llevando a Katrina de compras y que ella acepte demuestra lo mucho que la quiere, como para acercarse a uno de esos sitios que no los tocaría ni con un palo solo para contentarla. Verla hacer incluso el esfuerzo de ponerse ropa que no quiere ver solo por ella me mató ;------; Y mi corazoncito se rompió en mil pedazos cuando aparecieron las consecuencias; Rachel culpabilizandose sin comprender qué hizo solo aumentó las grietas ay. Las dos abrazadas y llorando y yo fangirleando porque Rach estaba abrazando a Kat en ropa interior okno (??)

    Mi escena favorita de todas fue sin dudas la del parque <33 I meaan?? El gasp que solté cuando la llamó obra de arte y la otra le hizo un cumplido no tiene precio. Y LE DIJO QUE LA QUERÍA. KAAAT. I LOVE HER SO MUUUUCH SHE'S A CINNAMON ROLL TOO.

    Y AAAAAAAAAAAAAA El tercer capi ohgod. La canción bien meaningful para nosotras porque sabíamos de dónde venía, los cientos de guiños del... ¿creo que fue tu primer AU de la ship? No sé no sé pero eso solo hacía que chillase por cualquier detalle de nada gracias (???) Katrina celosa omfg, eso da para muchísimo juego cómo no se me había ocurrido. Demos gracias una vez más al alcohol para que la cutie se lanzase again y aunque al principio fue algo brusco, obvio porque Kat estaba bastante furiosa, ver cómo va asentando las ideas y al final acaba guiándola y sonriendo con cada reacción de la menor fue hermoso <333 No me pude imaginar una primera vez con ellas de otra forma.

    Ahora que se acabó estoy como supah contenta por nuestras niñas y a la vez me da penilla, le cogí un montón de cariño al three-shot awns. Te ha quedado hermoso, como no podía ser de otra forma viniendo de ti, y me alegra un montón compartir una ship tan linda contigo uvu <3 Mil gracias por escribir esto Mely, u da best, te adoro.

    *Se va a seguir escuchando las canciones en bucle*
     
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  1. Zireael
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