de Inuyasha - Retorcido

Naraku♥ Déjenme un lindo comentario, hermosas $: *--*

Retorcido

Desde el espejo de Kanna la observó: Yacía moribunda bajo un claro contaminado por el veneno de su mismo cuerpo.

Encerrado en una de las oscuras habitaciones de aquella casa abandonada, sonrió para sí mismo con malicia y sus ojos brillaron con un intenso cinismo.

—Kikyo no parece estarla pasando muy bien —comentó y su sombría sonrisa se acentuó.

Kanna no movió ni un dedo. Hakudoshi sonrió con igual sorna y Kagura rodó los ojos y luego bufó. Ninguno dijo nada, por lo que la única respuesta del pelinegro fue el eco de su voz.

No le molestó. Rió levemente con sadismo y siguió mirando a la mujer, envenenada por sus garras.

Siguió observando y sus ánimos decayeron de repente. Su ceño se frunció y lo que se reflejaba en el espejo pareció irritarle, mucho. Al parecer, la mujer que venía acompañada de las dos niñas -sí, la que era igual a la otra que yacía hundida en el agua- no le agradaba para nada.

Y la odió. Odió a la mocosa del futuro, porque iba a arruinarlo todo: Purificaría a Kikyo, la salvaría. Ya se lo veía venir.

—Quita esto de mi vista —pronunció con una voz que carecía de emoción. Sólo una leve pizca de rabia dejó entrever.

Kanna obedeció.

—Retírense —ordenó sin mirarlos.

Kagura se sonrió levemente con sorna, pero salió de la habitación. Hakudoshi lo miró con indiferencia y siguió el ejemplo de su hermana. Kanna ni siquiera se inmutó, sólo hizo lo que tenía que hacer: Irse.

Y finalmente él quedó solo.

Su mirada dilatada por la rabia fue cubierta por su flequillo, apretó los dientes y luego alzó la cabeza.

—Estúpida Kagome —escupió con acidez. Con desprecio, ira.

Pero de pronto sonrió, con una auténtica y morbosa dicha, porque ella también sufriría las consecuencias: Salvaría a Kikyo y perdería a Inuyasha.

Rió para sí mismo, pequeñas y gruesas risitas. Ladinas, odiosas, cínicas. Y su tono de voz fue aumentando, hasta que se convirtieron en carcajadas.

Y desde afuera Kagura bufó. Porque sólo Hakudoshi era capaz de saber lo que pasaba por esa mente retorcida y a veces tenía la impresión de que ni siquiera él podía.

¡Qué enfermo y desagradable podía ser Naraku!

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