Shibuya Residencia Shinomiya [Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Gigi Blanche, 15 Junio 2021.

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    Gigi Blanche

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    Lo cierto era que por mucha calma que estuviera mostrando para proceder, que estrictamente falsa no era, pues llevaba un buen rato acumulando ganas y necesitaba muy poco para zafar los cables. Me valía una puta mierda comérmela con la mirada, que se regodeara en ello, no era una mierda que buscara satisfacerle a pulso pero si ocurría tampoco me interesaba evitarlo. En el fondo podíamos llegar a ser idiotas similares, y quizá pretendiéramos el reconocimiento de diferentes tipos de personas pero en definitiva el impulso, el vehículo recaía allí, en el ego pulsante calentándonos la sangre. Lo entendía más que bien.

    Y con lo placentero que era que te mimaran ese ego~

    No puso quejas respecto a ninguna de mis movidas, se acopló a ellas y deslizó las manos hasta engancharlas en mi nuca. Sentí sus dedos presionando casi con insistencia, como instándome a aflojar el sostén y acentuar la presión, pero no cedí del todo. De tanto en tanto me inclinaba un poco más, alcanzando a rozar el encaje del sostén con mi torso desnudo, y esa tamaña estupidez ya alcanzaba para lanzarme chispazos a lo largo de la espalda.

    Seguí entretenido en su cuerpo, la tonta separó las piernas en lo que me acercaba a la zona y, Dios, me cayó encima una satisfacción estúpida. Me dio que se había quedado medio prendada de mi cara, vete a saber por qué, entre la calentura y el alcohol no me lo cuestioné ni dos segundos. El caso fue que soltó esa tamaña estupidez sobre que era lindo y la tensión acumulada en el cuerpo se me fue a la mierda con la casi risa que me provocó. No cargó malicia ni nada, de hecho sonreí ampliamente, bastante incrédulo, y meneé la cabeza en lo que suavizaba el semblante. Qué va, obvio había notado que su mano se iba acercando a mi pantalón y tampoco iba a pretender que no había estado esperando una jugada del estilo.

    —Pues muchas gracias —murmuré, viéndola a los ojos, y entorné la mirada apenas advertí que se distraía en el cierre de la prenda—. Ah, ¿dices? Bueno, siempre se puede probar.

    Con suerte el alcohol me estaba ayudando para disimular que era básicamente la primera vez que me encontraba en una situación así con una chica. Reflejé parte de la burla que poseía su sonrisa y regresé a su boca. Fueron un par de segundos, me entretuve besándola hasta que deslicé los labios por su barbilla y me hundí en su cuello. Le repartí unos cuantos besos húmedos, respirándole encima, y fui bajando en lo que mi mano reanudaba las caricias vagas en su muslo. Su piel estaba ligeramente fría, al menos contra mis labios, y sorteé el camino entre sus clavículas. Allí me detuve, pestañeé y regresé hasta murmurarle al oído.

    —¿Me ayudas con eso, entonces~?
     
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    Amane

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    Me di cuenta de que Kou no pretendía ceder por completo a mis intenciones, sin importar cuanto insistiese con la presión que estaba ejerciendo, pero a decir verdad tampoco era algo que me molestase en sí. Es decir, un poco solo estaba canalizando mis energías en ese gesto y tampoco era como si me estuviese ignorando, porque de vez en cuando se pegaba un poco más a mi cuerpo y conseguía lanzarme chispazos de satisfacción aquí y allá, logrando calmarme la necesidad de contacto por un rato más.

    De nuevo, no esperaba nada por mi comentario lanzado de la nada. Quiero decir, no esperaba ninguna reacción en específico ni ninguna respuesta por su parte, así que digamos que me quedé satisfecha con su sonrisa y sus palabras simple y llanamente porque cualquier cosa me hubiese valido. Tampoco hizo nada extraño, cabe aclarar, y supuse que al menos había servido para soltar algo de toda la tensión que llevábamos acumulando como estúpidos desde hacía días.

    Mis intenciones de no distraerlo demasiado del asunto que llevábamos entre manos no le pasaron desapercibidas tampoco, por suerte, y noté como su expresión iba reflejando la mía a medida que hablaba. Asentí ligeramente con la cabeza, pues porque sí, aunque mi mano acabó quedándose un poco en el aire cuando me besó de nuevo. Bajó hasta mi cuello no mucho después y, en respuesta, acabé echando la cabeza hacia atrás para darle mejor acceso, soltando suspiros cortos con cada pequeño roce.

    Me sonreí al escuchar su pregunta, humedeciéndome los labios con la punta de la lengua antes de decidir deslizar la otra mano a lo largo de su espalda, hasta alcanzar también la apertura del pantalón. Giré el rostro en busca de sus labios y me entretuve besándolo de nuevo en lo que le desabrochaba los pantalones. Con el alcohol y todo estaba un poco torpe, así que me tardé un poco más de los estrictamente necesario, pero no me resultó un gran problema porque ese detalle me sirvió para tener el tiempo suficiente para erguirme de la cama. Me arrastré a Kou con ello, por supuesto, y me quedé a la altura justa para permitirle a la prenda caer al suelo con tan solo un pequeño tirón hacia abajo de la tela.

    Ni siquiera cuando terminé con eso me separé realmente de sus labios, aunque sí que aproveché para volver a subir las manos y enredarlas en aquella ocasión en su cabello. Al final sí que acabé intercambiando nuestras posiciones, pues no me quedé quieta hasta colocarme una vez más sobre su regazo, y aproximadamente un segundo después de acomodarme sobre el mismo, moví las caderas para buscar rozar su entrepierna con la mía.

    Tuve que cortar el beso por falta de aire, pero eso no me impidió seguir tomando las riendas como estaba haciendo de repente en ese momento, y llevé las manos hasta sus hombros para empujarlo lentamente hacia la cama. Lo acompañé en el movimiento, dejando besos húmedos por su barbilla y su cuello, pero me erguí de nuevo en cuanto noté la firmeza del colchón parando el viaje.

    Una sonrisa sedosa se extendió por mis labios mientras me llevaba las manos a la espalda, desabrochándome el sujetador con la misma suavidad que utilicé después para deslizar las tiras por mi piel, hasta quitármelo y dejarlo caer a un lado de nuestra posición. Si acababa en el suelo o en la cama era algo que, honestamente, no podía importarme menos; sobre todo siendo que toda mi atención estaba puesta en las posibles reacciones de Kou.

    Me eché un poco hacia delante, arrastrando los dedos por su torso hasta dejarlas apoyadas en sus pectorales y moviendo una vez más las caderas, en aquella ocasión por pura inercia. Ladeé también la cabeza, entornando la mirada, antes de hablar con el tono de voz ya algo más bajo a consecuencia de toda la excitación.

    —Parece que ahora estamos a mano, ¿verdad~?
     
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    Gigi Blanche

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    Existían diferentes tipos de fuego, probablemente, o quizá la distinción radicara en el combustible con el cual los encendíamos. Podíamos tomarnos todo el tiempo del mundo, juntando la yesca, apilando ramas delgadas, cada vez más gruesas, para luego lanzar un fósforo dentro; pero también podíamos agarrar un montón de cartón, plástico, la mierda que fuera, rociarla en combustible y girar la rueda del mechero. Podíamos hacer ambas y cualquiera de las dos eventualmente ardía. El fuego te lamía la piel, ardía y te derretía las jodidas neuronas. Digamos que estaba aprendiendo que me iba bien de una u otra forma.

    Con la explosión demoledora de Kasun.

    Y las brasas palpitantes de Riamu.

    Quizá fuera parte de lo que era y ya, de la dualidad que me pertenecía. La paciencia y la impaciencia, el demonio dormido y el amante del teatro también. No había blancos o negros, los grises mutaban, se revolvían entre sí y cubrían el espacio hasta amoldarse a los bordes. Llevaba toda la puta vida adaptándome, sólo que esta vez lo hacía porque genuinamente lo quería. Porque me salía de los cojones y ya.

    Su mano recorrió mi espalda con la suavidad suficiente para erizarme la piel, y yo sólo me quedé allí disfrutando de la sensación como un hijo de puta. Volvió a mis labios, se encargó de mi pantalón y básicamente la dejé ser y hacer porque ¿cómo no? Me fui incorporando a medida que ella se erguía, hasta estar de pie y con las manos apoyadas al borde del colchón, y Riamu jaló para que la prenda cayera. Sentí el frío del ambiente contra la piel de las piernas y enganché los talones de los zapatos entre sí para quitármelos junto al pantalón. Un poquito torpe sí me salió, en especial con la chica aún besándome y todo, pero no le di demasiada importancia.

    Ni siquiera puse resistencia al enviarme de regreso a la cama, vamos. Se subió a mi regazo, me enredé en su cintura sin pensarlo medio segundo y una pulsada de genuino placer me recorrió el cuerpo al rozarse contra mi entrepierna. Le clavé los dedos en la piel, soltando el aire por la nariz, y entreabrí los ojos al sentirla separándose. El silencio se agolpó en mis oídos, la sangre también, y le seguí dejando hacer lo que quisiera. Llevó las manos a mis hombros, instándome a recostarme, y sonreí sin quitarle la vista de encima. Venga, si no me estaría portando bien, ¿a que merecía una recompensa por buen comportamiento~?

    Mis manos viajaron a sus caderas y eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos brevemente al sentir su boca en mi cuello. Luego se irguió y la repasé con la vista, bien pancho desde mi posición. Mis dedos juguetearon entre su piel y el elástico de las bragas, provocando, pero me quedé genuinamente quieto al adivinar sus intenciones. No hubo manera, solté el aire por la nariz y me prendí a la imagen de su cuerpo como un auténtico idiota. La prenda se deslizó por sus brazos, descubriendo sus pechos, y me cayó encima una mezcla de satisfacción y ansiedad que sólo canalicé soltando el aire en un suspiro denso. Se inclinó, yo la seguía mirando como imbécil, alcanzó a afirmarse sobre mis pectorales y el nuevo movimiento de caderas me lanzó un chispazo directo al cerebro.

    Joder.

    Le clavé los dedos en las caderas de pura inercia, me afirmé allí y la insté a reiniciar el vaivén. Lo hice sin pensar, de sus ojos regresé a sus pechos y pestañeé con pesadez. De repente me cayó encima una descarga estúpida, ni idea, pero sin dejar quietas las manos erguí el cuello y me llevé uno de sus senos a la boca. Hice lo que me salió de los cojones. Lo besé, lo repasé con la lengua, succioné y estimulé el pezón con movimientos rápidos. Volví a clavarle los dedos con más ganas, deslizando las manos hasta alcanzar sus glúteos, y arrastré los labios hasta hacerme con el otro pecho.


    —Sigue moviéndote —demandé en un murmullo bajo, algo agitado, apretujándole los glúteos.
     
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    Amane

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    Como venía siendo costumbre hasta el momento, Kou me permitió hacer todas y cada una de las cosas que me dio la gana hacer. Noté sus movimientos algo torpes para quitarse los zapatos apenas de paso, si acaso me sacó una sonrisa en mitad del beso que, a pesar de todo no decidí cortar en ningún momento, y ya. No podía meterme con él cuando yo misma había tardado demás en desabrocharle los pantalones y, a decir verdad, tampoco me interesaba hacerlo.

    La cuestión es que no opuso resistencia alguna a nada, ni cuando le quité la ropa, ni cuando me senté encima, ni siquiera cuando volví a tumbarlo en la cama solo para montarme el teatro del sujetador para que me viese hacerlo. También lo pensé, claro, que se estaba portando de lo más bonito~ Curiosamente, a pesar del tipo de persona que Kou parecía ser, en ningún momento dudé que ese iba a ser el caso, de que podía llegar a ser de lo más complaciente si le daba la gana.

    ¿Y qué más iba a hacer yo salvo aprovecharlo~?


    El tacto de sus dedos no me pasó desapercibido en ningún momento, ¿y cómo iba a hacerlo? Si los notaba quemándome la piel con cada movimiento, cuando jugueteó cerca de mi ropa interior, cuando se presionó sobre mis caderas para instarme a seguir moviéndome y cuando se deslizó después hasta anclarse a mis glúteos. Quemaba ahí donde tocaba, cosquilleaba donde no lo hacía pero quería que lo hiciese, y en definitiva no sabía cuando aguantaría realmente antes de mandarlo todo a la mierda y dejar que los cables se me cruzasen por completo.

    Sin embargo, noté como se erguía para hacerse con uno de mis pechos descubiertos y dejé salir un suspiro pesado, de pura satisfacción, ante las atenciones que le empezó a prestar. Fue más que suficiente para calmar un poco las llamas de ansiedad y me quedé mirándolo con los párpados entornados sin ninguna pizca de pudor, prácticamente devorándolo con la vista con la misma intensidad que, bueno, él me estaba devorando a mí~

    Solté de nuevo el aire por la nariz al escucharlo hablar, no sé si fue otro suspiro o más bien un risa floja, pero contrario a lo que pudiera parecer no me resistí a su demanda y seguí moviéndome así cómo pidió. ¿Qué motivo tendría para no hacerlo cuando la tontería me estaba lanzando chispazos por todo el cuerpo a mí también? Y los suspiros y jadeos que dejaba salir a cada rato era una clara prueba de ello~

    Deslicé una mano por su hombro, hasta alcanzar a afianzar los dedos en su nuca y entrometer apenas los mismos en la mata de pelo, y la otra acabó buscando apoyo en el colchón justo a un lado de su cabeza. Le dejé hacer un buen rato, al fin y al cabo no tenía ninguna prisa en apartarlo mientras estuviese siendo tan diligente con mis necesidades, pero después de dicho rato no dudé en hacerme con algo más de su cabello para separarlo e inclinarme en busca de su boca de nuevo.

    Quité la mano que estaba usando de apoyo y lo empujé de nuevo contra la cama, presionándome contra su cuerpo con el mío y sin darle mucho espacio a réplica tampoco. Mira si no me estaría emocionando demasiado, ups~ Nada que me importase, de todas formas, porque la mano que se me había quedado libre viajó hasta su ropa interior, donde la colé sin ningún problema en busca de su miembro.

    Lo rodeé con los dedos, comenzando a mover la mano de arriba abajo en un movimiento algo lento pero fluido, y solo me separé de sus labios en ese momento, buscando su mirada en cuanto tuve la oportunidad de hacerlo.

    —¿Sigue en pie lo del antifaz o mejor lo dejamos para la próxima, cariño~? —murmuré, inclinándome para hablarle cerca del oído.

    Si me preguntaban por qué me había acordado de repente de eso o a qué venía la pregunta, honestamente no sabría responder. Quizás solo me apetecía jugar un poquito más con él ahora que podía~
     
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    Gigi Blanche

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    El corazón me latía con fuerza. No era un ritmo desenfrenado, no era una pulsación capaz de romperme el cuerpo, de generar la presión suficiente para estallarme las costillas. Latía con fuerza, sí, pero se asemejaba más a un golpeteo rítmico, constante y profundo que podría surgir de las profundidades del océano. Era un latido que se propagaba por toda la superficie del lecho marítimo, incansable, y su onda expansiva perturbaba suavemente el límite entre el agua y el horizonte.

    No me interesaba realmente nada en ese preciso momento. Conocía el universo de las sensaciones inmediatas, así las hubiera orientado siempre hacia extremos mucho más violentos. Conocía la sensación de la carne contra mis nudillos, cuán resbaladiza podía ser la sangre. El sonido exacto de un quejido lastimero, lágrimas densas surgidas del más puro dolor. Conocía el miedo que podía asolar los ojos de otra persona, incluso la oscuridad de cualquier satisfacción, daba igual su origen o vehículo.

    Allí también estaba oscuro, pero la sangre bombeaba diferente.

    Las ganas y, no lo sé, la dedicación con la que me estaba abocando a Riamu tenían que ser de antología. Ya se nos había aflojado la pinza en los baños, ya había estado ahí, prácticamente devorándole los pechos, pero la luna se colaba como un vaho difuso, pálido, y perturbaba las imágenes de una tonalidad diferente. Imaginé que no me estaría quitando los ojos de encima y ¿la verdad? Eso sólo me motivó a seguir hundiéndome en su cuerpo. Sentí sus dedos en mi cabello, el vaivén de sus caderas, la fricción y las pulsaciones de sangre enviándome relámpagos de placer directo al cerebro. Era una locura, joder.

    Era una puta locura y me estaba volviendo loco.

    Pero no me ahogaba el incendio que habría creído y no entendía muy bien por qué. Era otro tipo de placer, uno acompañado por el tiempo, la paciencia y los espacios seguros. Estaba en mi habitación, en mi barrio, estábamos solos y lo único que me rayaba el cerebro era prolongar ese momento todo lo que me fuera posible. Disfrutarlo hasta el último segundo, sin omitir ni un puto detalle.

    Joder, me la quería follar.

    Pero quería hacerlo bien.

    No opuse resistencia en cuanto me jaló del cabello. Alcé el rostro, recibiendo sus labios, y colé la lengua prácticamente al segundo. Me empujó hacia la cama, encontré el colchón y se me escapó un suspiro de lo más pesado y prolongado apenas se presionó contra mi torso desnudo. Enredé un brazo en su cintura, instándola a repetir la movida de tanto en tanto, y mi otra mano viajó a su muslo. No fue realmente mi intención, pero el aire comenzaba a quemarme en el pecho y le clavé los dedos apenas coló los dedos dentro de mi ropa interior.

    —Mierda —mascullé de puro impulso, soltando el aire de golpe, y esbocé una sonrisa burlona al encontrar sus ojos. No dejaba la mano quieta y se me habían comenzado a derretir las putas neuronas—. ¿El antifaz? No lo sé.

    Mi gesto se amplió, lo suficiente para descubrir mi hilera de dientes, y cosquilleé la piel de su espalda en sentido ascendente hasta hundir los dedos en su mata rosada.

    —Si tú quieres, yo sólo obedezco~

    ¿Y esa diligencia?

    Hombre, qué pedirle a mi cerebro en ese momento.
     
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    Amane

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    No me había parado a pensarlo, ni que tuviese mucha oportunidad de hacerlo en mitad de todo el asunto, pero lo cierto era que la situación era curiosa hasta para mí. Ni aquella era la primera vez que me acostaba con alguien, ni Kou era el primer chico con el que lo hacía, pero sin lugar a dudas tenía que ser la primera vez que las cosas se habían desarrollado de aquella manera.

    Solía querer las cosas al instante, como buena niña mimada que era, y por regla general no tenía problema alguno en conseguirlas exactamente cuando las quería. La misma lógica aplicaba para un par de zapatos que un polvo, y eso que ni siquiera era ese tipo de persona que buscaba activamente follar constantemente o algo por el estilo. Y sin embargo, ahí estaba con Kou, habiéndole tenido en todo momento una paciencia estúpida incluso cuando ni siquiera tuve asegurado en ningún momento que llegaríamos a una situación como esta.

    Y ni siquiera me había molestado que fuese el caso.

    Tampoco le encontraba sentido alguno a darle demasiadas vueltas al asunto, mucho menos cuando estaba más que cómoda con como se habían desarrollado las cosas y ni siquiera se me ocurriría pedir que algo cambiase al respecto.

    Kou había estado en todo momento más que centrado en su tarea, cosa que me fue imposible no notar en todo momento y que disfruté sin ninguna pizca de pudor, que el esfuerzo que le estaba poniendo desde luego que estaba dando sus frutos~ Tampoco se quejó cuando lo separé para besarlo, por el contrario coló la lengua en cuanto tuvo la oportunidad, y no había duda alguna de que todas mis atenciones estaban consiguiendo exactamente lo que pretendía.

    Hacerle perder la cabeza hasta que no pudiese más~

    Me sonreí al escuchar su respuesta, aun sin separarme realmente de su oreja, y le mordisqueé un poco el lóbulo antes de girarme de vuelta para recibir su expresión de lleno. Era tan jodidamente obvio lo mucho que lo estaba disfrutando y era tan estúpida la satisfacción que me cayó encima cuando se mostró tan repentinamente diligente por la causa, como si a pesar de todo no hubiese esperado que lo fuese a admitir tan abiertamente.

    Qué ganas de comérmelo durante toda la noche, joder.

    —¿De verdad~? —pregunté, prácticamente en un ronroneo, mientras la mano que había dejado sobre el colchón se deslizaba a lo largo del brazo que había dirigido hacia mi pierna—. Entonces dejémoslo para la próxima, ¿sí?

    Aun estaba hablando cuando alcancé su mano, separándola de mi piel con toda al delicadeza que me fue posible, y no aparté la mirada en ningún momento de la suya cuando dirigí sus dedos hacia el interior de mi ropa interior. La petición parecía bastante clara, pero aun así dejé mi mano junto a la suya para guiarlo por la zona de la manera que más me gustaba, y acabé hundiendo el rostro en la curvatura de su cuello para soltar un suspiro pesado ante el primer contacto.

    Después de un rato acabé por dejarle besos húmedos ahí mismo, bajando un poco por la piel cuando me apetecía hacerlo, aunque ni siquiera eso era capaz de disimular o esconder los gemidos que iban saliendo de mis labios con cada vez más frecuencia. Así y todo, ni siquiera todo eso consiguió distraerme del movimiento que le estaba dedicando a su miembro, que siguió presente en todo momento aunque procuré mantener el ritmo suave del inicio.

    No quería que se emocionase demasiado antes de tiempo~
     
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  7.  
    Gigi Blanche

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    La mierda había escalado con una constancia admirable, la verdad, y aún así relativamente inesperada. Es decir, no tenía idea de Riamu, pero al menos yo no acostumbraba liarme con el primer imbécil de turno que se me cruzara. Un poco por los ambientes donde siempre me había movido, otro poco por los fantasmas del pasado. El terreno físico no era de mis mayores fortalezas, no aceptaba a cualquiera en mi espacio y muchas veces me ponía quisquilloso a cagar. Digamos que la fiesta esa de los cojones había sido un punto de inflexión, entre el alcohol y las compañías me dejé llevar y cuando quise acordar me estaban puto ofreciendo un trío.

    Y me asusté, obvio.

    Me arrancaba un brazo antes de admitirlo frente a nadie, pero era la pura realidad. Me asusté y me jodió en los huevos saberme incapaz de disfrutar algo que, contra todo pronóstico, nadie me estaba imponiendo. Casi como si fuera yo mismo quien sostenía las cadenas en torno a mi cuerpo. Al final la mierda se siguió torciendo y acabé ligándome a los dos imbéciles, avanzó y avanzó hasta este preciso momento, y empecé a descubrir un par de cosas.

    Empezaba a seguirles el ritmo.

    Los malditos salidos prácticamente se derretían entre mis manos.

    Y se sentía demasiado bien.

    Estaba ya jodidamente sensible y cualquier tontería repercutía en mi cuerpo con intensidad renovada. Su aliento contra mi oreja, cada centímetro donde mi piel encontraba la suya, su voz y sus malditas caderas, presionándose con insistencia. Me había puesto a su entera merced en lo que al antifaz refería, había que ver, y me daba exactamente igual si a la tía esta de repente se le antojaba vendarme los ojos. No fue el caso, sin embargo, comenzó a cosquillearme el brazo con su recorrido y decidió dejarlo para después. Esbocé una sonrisa burlona.

    ¿Para la próxima?

    Con todo gusto, preciosa.

    Se hizo con mi mano, la que se había empeñado en torno a su muslo, y se quedó tan prendada de mis ojos que seguramente advirtió la chispa de confusión atravesándolos con la fugacidad de un rayo. No adiviné sus intenciones al vuelo, no era un escenario que hubiera vivido antes y bueno, seguía siendo rígido como la mierda con muchas cosas. De cualquier forma la dejé hacer, no opuse ni un gramo de resistencia y una expectativa de mierda me secó la garganta en lo que concretaba su idea. La cabrona me coló la mano dentro de su ropa interior, el aire se me congeló brevemente en los pulmones y lo solté de golpe apenas alcancé su intimidad.

    Dios, estaba tan húmeda.

    Su suspiro impactó de lleno contra mi cuello, era tibio y pasé saliva justo antes de empezar a tocarla. De primera mano la recorrí con un cuidado ridículo, intentando trazar las sensaciones en mi mente, y le permití que me guiara hacia donde más le gustara. Insistí allí, estimulándola sin prisa, y por fin relajé la cabeza sobre el colchón en cuanto me hizo saber que lo estaba disfrutando.

    En cuanto empezó a gemir.

    No estaba dejando mi entrepierna quieta, la muy cabrona, y aumenté el ritmo progresivamente. Húmeda, estaba húmeda que te cagas y tuve que cerrar los ojos, respirando por la boca, porque el cerebro ya no me daba para nada. El aire entró y salió cada vez con mayor pesadez, más velocidad, y apreté los párpados al sentir su lengua contra mi cuello. Presioné la yema de los dedos contra su punto sensible por mero reflejo, lo hice una vez y luego comencé a insistir. Quería que siguiera gimiendo así, pegada a mi cuerpo. Quería volarle la puta cabeza y que gritara mi nombre.

    Quería que me lo pidiera.

    Que lo necesitara.

    Me relamí los labios, la mano que se había mantenido en su espalda presionó con ganas y se arrastró hasta alcanzar el elástico de sus bragas. No se lo pedí, realmente, jalé y me erguí hasta quitárselas y luego le di la vuelta con una ligera cuota de brusquedad. Su cuerpo rebotó contra el colchón, anclé un codo al costado de su cabeza y me cerní sobre ella. La respiración me iba irregular y aún así le sonreí con la suavidad burlona de toda la puta vida.

    Porque adoraba el teatro.

    No dije nada, comencé a rozar la cara interna de sus muslos sin correrme de sus ojos, y recién después de un rato volví a estimularla. Presioné su punto sensible, moví los dedos en círculos y me valí de su humedad para deslizar dos dedos en su interior. No que tuviera gran idea de lo que estaba haciendo, pero quería verla, joder. Quería absorber hasta la última de sus reacciones, hiciera lo que hiciera.

    Entorné la mirada, masturbándola a un ritmo lento y profundo.

    —Ri-chan —murmuré, viéndola a los ojos—. Hoy me siento generoso, sabes, así que sólo pídelo.

    Lo que le saliera del coño, de verdad.

    —Pídelo y es tuyo.
     
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    Amane

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    Seguía moviéndome por la idea de que Kou no se había acostado con mucha gente a lo largo de su vida, eso si pensaba que lo había hecho ya con alguien para empezar, cosa que no tenía completamente clara aún. No había nada que me lo acabase de confirmar, en realidad, solo pequeños detalles de inexperiencia aquí y allá que no necesariamente tenían que ser prueba de nada. Realmente tampoco era algo que me importase mucho, menos teniendo en cuenta la situación en la que ya estábamos, pero fue la chispa de genuina confusión en sus ojos al hacerme con su mano que acabaron por confirmarme la teoría.

    No había encontrado o imaginado situación en la que alguien no entendiese las intenciones de una movida como aquella, y ya fuese por el motivo que fuese, entendí que al menos muchas chicas no habían pasado por esa cama. Aunque para ser completamente honesta, para lo único que sirvió aquella revelación fue para saber que había acabado haciendo bien en ir con algo más de cuidado a su alrededor respecto a ese tema.

    La cuestión es que la confusión le duró bastante poco, y si bien en un principio noté que su tacto fue mucho más tentativo que otra cosa, el hecho de haberle estado guiando pareció ser de suficiente ayuda para permitir que todo siguiese fluyendo con la naturalidad de antes. De todas formas, yo tampoco tenía ya las neuronas en completo funcionamiento, y estaba tan jodidamente sensible que hasta cuando parecía estar tocándome sin querer conseguía lanzarme un chispazo de placer al cuerpo.

    No me controlé una mierda, no tenía ninguna clase de sentido hacerlo, y para cuando me quise dar cuenta, Kou había agarrado la suficiente confianza o lo que sea para quitarme las bragas y volver a intercambiar nuestras posiciones. Me estremecí un poco por todo el asunto, sin poder disimular del todo que la brusquedad de su movimiento me había gustado ni que la falta de sus dedos en mi intimidad me había dejado incluso más necesitada que antes.

    Ya ni siquiera yo fui capaz de seguir masturbándolo después de lo repentino que me resultó el cambio, y tenerlo ahí encima mientras iba tentándome de nuevo la cara interna del muslo no estaba ayudando en absoluto a eso de recordar que él también estaría necesitado. Qué va, enterré los dedos de ambas manos en la piel de su espalda y me mordí el labio inferior cuando volvió a presionarse sobre aquella zona, solo soltando el agarre cuando terminó por hundir los dedos en mi interior.

    Era plenamente consciente de lo estúpidamente húmeda que estaba, de lo fácil que entraron los dedos por culpa de ello, y no podía importarme menos en realidad.

    —¿Lo que sea? Mira que soy muy caprichosa~

    La voz me salió en un murmullo, ni siquiera supe muy bien de dónde saqué las fuerzas para hilar una frase con sentido como aquella, y deslicé la mirada hacia bajo para darme cuenta recién en ese momento que había acabado acoplando el movimiento de mis caderas al suyo con la mano, al mismo ritmo lento y profundo que él estaba usando. Como si mi cuerpo lo estuviese disfrutando así más de lo que hubiese esperado realmente.

    Volví a levantar la vista justo después para encontrar sus ojos, momento en el que también deslicé una de las manos hasta alcanzar su mejilla, presionando ligeramente el pulgar sobre su labio inferior. Sonreí un poquito, con un aire casi tímido, y moví la cabeza ligeramente hacia un lado, entornando la mirada en el proceso.

    >>¿Lo harías con la boca, por ejemplo? —pedí, con cierta chispa de expectativa en mi expresión.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Vete a saber si realmente estaba haciendo un buen trabajo o la niña esta venía acumulando tensión como una campeona, a efectos prácticos daba lo mismo. No era ningún experto ni me desvivía por disimularlo, más bien me concentré en sentirla, en disfrutar de tocarla como un hijo de puta y en permanecer atento a sus reacciones, aprendiéndome así sus puntos sensibles. Total, para memorizar y categorizar mierdas era mandado a hacer.

    Y el archivo, irónicamente, podía llegar a venirme bien.

    Mi movida la pilló un poco desprevenida, pero la brusquedad que le apliqué a tumbarla en el colchón me dio que, más que sorprenderla, le gustó a la muy jodida. Nada que hacerle, advertirlo me arrojó una satisfacción de lo más oscura y lo mismo acabó reflejándose en mi sonrisa; cosa que, por cierto, tampoco me molesté en disimular. Qué va, en ningún momento había pretendido engañarla con nada y aún así estaba ahí.

    Desnuda.

    En mi puta cama.

    Sus caderas se acompasaron a mis movimientos, lo noté incluso antes que ella y me amoldé a mantener el ritmo que su propio cuerpo dictara. Se sentía caliente, era húmedo y se estrechaba de a ratos, y de sólo pensar que iba a follármela se me fundió el cerebro pero con ganas. Tanto, que le solté por toda la cara la estupidez más diligente que debía haberle facilitado a nadie y la cabrona, como no podía ser de otra manera, se aprovechó hasta de la letra chica. La detallé en silencio, devorándola con la mirada, y ensanché la sonrisa. El cabello revuelto, los ojos opacos, cómo se mordía el labio y sus pechos pálidos. ¿Que era caprichosa?

    Qué problema.

    Su mano alcanzó mi mejilla, presionó el pulgar contra mi labio y le enterré los dedos con más ganas, metiéndome el suyo dentro de la boca casi al mismo tiempo. Lo atrapé entre mis dientes, lo repasé con la lengua y lo dejé ir. La estúpida inocencia que se echó encima me arrancó una risa floja, cargada de sorna. Me la había visto venir, ¿verdad?

    Me incliné sobre ella, sin dejar de penetrarla, y le dejé un beso casto en los labios. Fue un chiste, mero vicio, y fui acentuándolos a medida que bajaba. Deslicé los labios por su mandíbula, le llené el cuello de besos húmedos y arrastré la lengua por el monte de uno de sus pechos. A la pasada rocé la cadenita del collar con la mejilla y me sonreí, atrapando un pezón entre mis labios. Lo succioné, jugué un rato y seguí bajando por su abdomen hasta que removí los dedos. Respiré, tomándome mi tiempo, besé sus caderas y fui probando la piel de sus muslos a medida que me bajaba de la cama, para anclar las rodillas al suelo. Mis manos viajaron a su cintura y de allí la engancharon para arrastrarla de un movimiento brusco al borde del colchón.

    —Qué caprichosa, ciertamente —murmuré desde allí, separando sus piernas suavemente, y la observé un par de segundos.

    No que supiera qué hacer, pero asumí que si medio imitaba los movimientos con mis dedos podía derivar en algo decente. Me relamí, acercando el rostro, y le eché el aliento encima de su intimidad. Una, dos veces, me aferré a sus piernas con ambas manos y me volví para besarla allí. Presioné la lengua contra la piel de sus muslos, me humedecí los labios y fui aproximándome hasta que ya no quedó distancia alguna.

    Y me hundí.

    Abrí la boca y pasé la lengua por su intimidad, pensando que estaba puto salido y que el cerebro ya no me daba para nada. La saboreé de punta a punta, me importó un coño e insistí en la jugada una vez más. Solté el aire por la nariz, besando sus pliegues, y me abrí paso con la lengua hasta alcanzar el punto sensible de antes. Me quedé allí, estimulándolo, enterrándole los dedos en los muslos, y luego de un rato comencé a meterle la lengua con ganas, rápido, sin razonar una mierda.

    Dios, necesitaba follármela.

    No daba más.
     
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    Amane

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    Entre que tampoco le había pedido nada demasiado descabellado y que voluntariamente se había ofrecido a ello, en realidad no había ningún motivo para esperar que no me cumpliese la petición. Aun así digamos que me fue imposible no quedarme a la expectativa de su reacción y tenía que admitir que la mía en respuesta fue todo un poema, porque el cabrón me pilló un poco desprevenida con todo.

    Abrí la boca en primera instancia, nada más sentir como hundía aun más los dedos en mi interior, en busca del aire que había decidido abandonar mis pulmones por la sorpresa, pero inmediatamente después tuve que cerrarla y una sonrisa se me formó en los labios al notar la humedad de su busca alrededor de mi pulgar.

    Prácticamente ronroneé contra sus labios cuando me dejó el beso, así fuese superficial y por la pura gracia, y más o menos reaccioné de la misma manera que hasta el momento con los primeros besos que me otorgó. Fui dejándole espacio según se iba deslizando hacia abajo y mi pecho no dejó de descomprimirse con cada suspiro, ya fuese leve o más profundo, que dejaba escapar cada tanto.

    Fue cuando alcanzó a besarme el abdomen que mi cuerpo finalmente reaccionó de nuevo, tensándome por completo cada músculo de la zona por su cercanía al mismo tiempo que la repentina falta de sus dedos, y busqué mirarlo de pura manía mientras se tomaba su tiempo antes de seguir dejando besos aquí y allá. Quizás me quise asegurar de que no parase, quizás solo quería deleitarme con la vista, la cuestión es que me quedé prendada como estúpida de su figura y me fue imposible no notar como la respiración se me entrecortaba con cada centímetro que iba acortando con mi intimidad.

    Lo vi bajarse de la cama para anclar las rodillas al suelo y no pensé una mierda al respecto, salvo que seguía viéndose igual de bien incluso desde esa posición, y una especie de exclamación se me escapó de los labios cuando me tiró de repente hacia el borde de la cama. Acabó por convertirse en una risilla floja y simplemente terminé por murmurar una especie de afirmación a sus palabras mientras me abría las piernas.

    No sé de dónde me salió la paciencia para dejarle ir a su ritmo, si sentía que iba a explotar con un solo roce de lo excitada que seguía, pero lo conseguí de alguna manera y esperé tranquilamente a que se tomara todo el tiempo necesario antes de finalmente decidir hundirse como le había pedido. Arqueé la espalda con la primera pasada de su lengua, llevando la mano hasta enredarla en su cabello, y gemí con tanta fuerza que tendría que agradecerle a cualquier fuerza divina porque estuviésemos solos en ese momento.

    Casi por instinto levanté un poco las piernas, como para facilitarle aun más acceso, y aunque me fue imposible alejar la mano de su mata de pelo, procuré no hacer demasiada fuerza ni presionarlo a nada con la misma. También me llevé la mano libre hacia uno de mis pechos, estimulando el pezón con los dedos, y en definitiva me dejé llevar por la vorágine de sensaciones del momento, desconectando por completo la mente.

    Kou podía no saber completamente lo que estaba haciendo, pero muchas veces eso ni siquiera importaba; a veces solo hacía falta dejarse llevar, y con lo caliente que llevaba toda la noche, no necesitaba absolutamente nada más. Para ser completamente sincera, ni siquiera sé de dónde saqué la fuerza de voluntad para pararlo cuando me estaba acercando tanto a mi límite, aprovechando ya sí el agarre de mis dedos para instarlo a ello.

    —Kou, condones. ¿Tienes? —pregunté de golpe, con la respiración terriblemente agitada y volviendo a buscar su mirada entre las pestañas.

    Quizás solo lo logré porque la necesidad de que me follase ya estaba siendo más fuerte.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La situación se me había salido de las manos, ¿a que sí? Puede que incluso a mera voluntad, y eso ya era algo extraño. Hablaba de vicios, de válvulas de escape, hablaba de sangre y violencia, pero sin importar cuánto bajara los interruptores para moler a golpes a un imbécil, las condiciones se mantenían. El entorno perimetrado, las variables controladas, los posibles escenarios contemplados. Si me dejaba llevar siempre era donde yo lo establecía, bajo mis condiciones, y así estuviéramos en mi casa y básicamente hubiera planificado toda la velada, había aflojado otros nudos. Pero quizá lo más importante fuera el poder, ese que nunca cedía.

    Y ahí estaba, comiéndole el coño a la imbécil.

    Sus reacciones seguían siendo una joyita, eran por poco mi propio combustible. Puede que tuviera que avergonzarme de recién estar aprendiendo algo tan simple de la mano de dos idiotas, de Kasun y esta chica, pero que me preguntaran si me importaba. El mundo sólo corría, yo tomaba lo que me apetecía y lo hacía mío. Fin de la cuestión.

    El placer era, definitivamente, otro tipo de incendio.

    Su mano alcanzó mi cabello pero sólo la mantuvo allí como mero contacto, no pretendió presionar ni guiarme. Yo seguí a lo mío, sintiendo que iba a puto explotar, sintiendo la tensión de sus músculos y los gemidos que soltaba sin reparo alguno. Me la quería comer, me la quería follar, y el chispazo de adrenalina que me hirvió la sangre fue muy parecido al de la ira.

    En algún punto me detuvo, retiré el rostro despacio y me sequé la boca con el dorso de la mano antes de buscar sus ojos desde allí, anclado al suelo. No disimulé la sonrisa llena de mofa. Venga, pero si las vistas no serían una puta joya desde ahí. Para enmarcarlas y todo.

    —Sí —respondí tras desinflarme los pulmones y ya me incorporé, deslizando las manos por sus piernas en el proceso.

    Le di la vuelta a la cama, hasta alcanzar la gaveta de la derecha y sacar la cajita de preservativos. Llevaban un par de meses ahí pero mira, hombre precavido vale por dos, y hoy a la tarde había revisado que no hubieran caducado. Claro, eso nadie tenía que saberlo~ Les eché un vistazo, los dejé caer sobre el colchón y deslicé la mirada a Riamu. Aún iba yo con la ropa interior puesta y, qué va, me deleité con las vistas como un hijo de puta.

    Ni idea de dónde salió, pero de repente me apeteció jugarla de crío inexperto.

    —Bueno, ¿ahora qué sigue~?
     
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    Amane

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    Dejé salir un suspiro pesado en cuanto el chico se separó para confirmarme que tenía preservativos ahí, sin apartar la mirada de él en ningún momento mientras me respondía. No hubiese sido un problema, si igual yo siempre llevaba un par en el bolso, pero igual me alivió recibir aquella respuesta y, no sé, ¿quizás me sorprendió un poquito porque había esperado que me dijese que no tenía? Ni idea, tampoco estaba como para darle muchas vueltas a un asunto como aquel.

    La piel de las piernas se me erizó un poco con su roce, pero no le di mayor importancia, y seguí sus movimientos con la mirada sin ninguna clase de disimulo. Todo el asunto me obligó a recolocarme un par de neuronas en su sitio, aunque tampoco era como si pretendiese hacer mucho con eso, e igual acabé comiéndomelo de nuevo con la vista mientras caminaba y abría el cajón.

    Observé la cajita en la cama, dejando salir algo de aire por la nariz, y me sonreí cuando volví la vista hacia él, sin inmutarme realmente por saber que se estaba deleitando con las vistas como un cabrón al verlo. Aparte de eso, la verdad es que sí que me había tragado su cuento de niño experto, si me sobraban motivos para hacerlo, pero tampoco es como si eso hubiese cambiado mucho mi manera de actuar después.

    Me incorporé sobre la cama con movimientos suaves y me acerqué gateando sobre el colchón, con la sonrisa sedosa en todo momento sobre mis labios. No dije nada, solo busqué conectar con su mirada en cuanto estuve a la distancia deseada, y extendí los brazos para quitarle al final la ropa interior. Hombre, realmente me había hecho de rogar aquella vez con eso, qué cosa curiosa~

    No tuve ninguna clase de reparo en quedarme viéndolo de nuevo con aquella mirada que casi parecía querer comérselo y, aprovechando la posición que había mantenido en todo momento, acerqué la boca a su miembro para darle una lamida no mucho después de haberlo rodeado con una mano una vez más. No hubo mayor motivo para hacerlo más que el hecho de que me apeteció, y por supuesto le mantuve la mirada a lo largo de toda la movida.

    Finalmente después de eso me digné a coger la cajita y sacar un preservativo del mismo, abriéndolo con cuidado y colocándoselo con la misma precaución y delicadeza, acariciándola la zona de por alrededor con la mano libre. Nadie decía que el momento de colocarse el condón no podía formar parte de todo el juego erótico, ¿verdad? Me erguí por completo en cuanto acabé, dejando las manos en sus costados, y le hablé en un murmullo contra los labios.

    —Ahora voy a ser yo la que te deje elegir, cariño. ¿Quieres estar arriba o abajo~?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  13.  
    Gigi Blanche

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    La atención que Riamu le estaba poniendo a todas mis movidas era digna de recuerdo, y si servía de algo, pues sólo me inflaba el estúpido ego con una eficiencia que daría gusto. En lo que rodeé la cama, busqué los condones y todo. Me giré hacia ella tras lanzarlos a la cama, no disimuló ni un poco y mantuve la sonrisa socarrona pegada al rostro, pues imitándola. Me la comí con la mirada en lo que se incorporaba y gateaba en mi dirección, detallé sus curvas, toda la maldita piel expuesta, y de pura fantasía me cayó encima el impulso imbécil de agarrarla, darle la vuelta justo como estaba y empujarle la cabeza contra el colchón.

    Pero bueno, que era un tipo con modales~

    Esperé pacientemente a que se marcara toda la movida, mi piel erizándose al contacto. La ropa interior cayó al suelo y me la quité de los pies, acercándome un poquito más al borde del colchón. Topé con sus cuarzos opacos, la jodida me lamió y sólo tuve que imaginarme lo que debía ser que me comiera la polla para que me cayera otro relámpago de ansiedad a lo largo de la espalda.

    Joder.

    Aún así, luego de colocarme el preservativo y acercarse a mis labios, junté la templanza para seguirle el juego de nuevas cuentas. Sus manos se distrajeron a los costados de mi cuerpo y me sonreí ampliamente, enredando los dedos en su cabello.

    —Qué generosa —murmuré, ahogando la distancia por completo.

    La besé con la misma profundidad de toda la puta noche, sólo que esta vez le imprimí una cuota extra de firmeza. La presioné contra mí, ladeé el rostro y busqué su lengua, saboreándome a la cabrona entera como si no lo hubiera hecho ya hasta el puto cansancio. Sus pechos se aplastaron contra mi torso, le solté un suspiro encima y la seguí besando en lo que enganchaba sus muslos para alzarla. Volví a pegarla a mí, mi miembro quedó por debajo de su intimidad y la insté a mover las caderas en un vaivén constante, sólo por la pura gracia del contacto.

    Y para seguir oyéndola.

    Giré sobre mis talones sin dejarle la boca en paz, me senté al borde del colchón y sus rodillas se hundieron a los costados. Me enredé en su cintura, mi otra mano viajó a su nuca y desde allí me separé, echándole el aliento encima.

    —Pero yo estoy más generoso —retomé la idea, atrayéndola en lo que recostaba la espalda sobre la cama, y le corrí el cabello tras la oreja para hablarle allí, estirando el cuello—. Quiero oírte, Ri-chan. ¿Me dejarías hacerlo~?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Amane

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    Podía tener los cables flojos como los tenía y, aún así, ser plenamente consciente de que solo lo estaba jodiendo por la gracia de hacerlo. No había ninguna necesidad de seguir provocándolo, si casi podía jurar que él era el que más ganas tenía de follar y eso que la salida era yo, pero ni idea, me apetecía hacerlo y ya. ¿Quizás le estaba intentando dar más motivos para que siguiese buscándome cuando quisiese un polvo? Oye, ni idea~

    Podía imaginarme la de cosas poco ortodoxas que se le estarían pasando ya por la cabeza, si al final ese había sido parte de mi objetivo también, pero logró mantener la compostura aun así y seguimos manteniendo ese ritmo lento pero profundo que habíamos estado llevando toda la noche. Me sonreí contra sus labios antes de recibirlo otra vez y ahogué no sé cuantos suspiros y gemidos contra su boca en lo que me alzaba y acababa por notarlo contra mi intimidad.

    Estaba tan cerca y a la vez tan lejos, era casi una tortura tenerlo así.

    Por supuesto que no le negué el vaivén, así como no le había negado prácticamente nada desde que nos habíamos conocido, y entorné ligeramente la mirada cuando acabamos por separarnos del beso, ese en el que también le había dejado hacer lo que le saliese de los cojones, para qué mentir. Eché un poquito la cabeza hacia el lado en el que me había corrido el pelo, terminando por acercar algo más la oreja a sus labios.

    —Eso suena más bien a algo que yo te estoy dando a ti, así que la generosa soy yo~ —le reclamé, un poco por la gracia, aprovechando la posición para hablarle cerca del oído también—. Y como lo soy, lo haré~

    Erguí apenas la cabeza para buscar mirarlo de nuevo al decirle aquello último y, sin darle mucho espacio a nada después, levanté las caderas para echarlas un poco hacia atrás y bajarlas en cuanto encontré su miembro de nuevo. Bajé lento, introduciéndolo poco a poco, y no dejé de mirarlo en ningún momento, dejando salir un gemido ronco en cuanto lo sentí dentro por completo.

    >>¿Así? —solté, prácticamente en un suspiro, quedándome quieta a la espera de su respuesta.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

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    La cabrona me daba que ya no le quedaban muchas neuronas en orden, tampoco era una queja realmente si sólo de oírla ahogando las mierdas contra mi boca me sentía en mi puta salsa. Suspiraba, gemía, se frotaba contra mí y a pesar del látex del condón, me seguía enviando descargas de placer. No era nada exagerado, pero lo que influía, lo que importaba era el efecto de toda la situación. De habernos echado la noche, la semana entera comiéndonos la boca, tensando las cuerdas. Del alcohol aún nublándome la mente, el silencio de la noche y su cuerpo contra el mío.

    Me siguió toda la movida sin quejas, hasta que me recosté sobre la cama y me pegué a su oído. Ella ladeó el rostro, su cabello se escapó ligeramente del agarre y algunas hebras me cosquillearon aquí y allá. Sentía el aire caliente, pesado, corría hacia y desde mis pulmones, y con cada movimiento me presionaba un poco contra sus pechos. Ya con su respuesta tragué saliva, absolutamente tenso por la puta expectativa, y relajé el cuello para encontrar sus ojos. La cabrona estaba en su salsa, en su jodida zona de confort y se le notaba a leguas de distancia. Pero venga, ya que era un experto en balances y desventajas, me daba cuenta al vuelo, ¿verdad? Era mejor esto.

    Una tía que me follara bien, quería decir.

    Se las arregló para encontrar mi miembro, se acomodó rápidamente y acabé por cerrar los ojos con fuerza. La tensión aumentó, la oscuridad parpadeó de un rojo intenso y liberé el aire en un suspiro pesado al sentir cómo me deslizaba en su interior. Era estrecho, estaba caliente, la jodida gimió y fue de las mierdas más placenteras que me había comido en la vida. Mis caderas reaccionaron por inercia, buscando hundirse un poco más en ella.

    Puta mierda.

    Las manos me habían quedado inútiles, si acaso recordé su existencia al quedarse quieta. Abrí los ojos poco a poco, encontrando los suyos, y su pregunta me arrancó una ligera sonrisa incluso en ese momento, con las neuronas jodidamente derretidas. Me relamí, mi mano repasó su cabello hasta anclarse en su nuca, mientras que la otra le clavó los dedos sin demasiada maña en los glúteos.

    —Puede ser —murmuré, algo agitado, y volví a relamerme antes de entornar apenas la mirada. La ansiedad que me estaba chispeando en el cuerpo era estúpida—. ¿Por qué no me muestras qué más tienes?
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
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    Amane

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    A aquellas alturas de la noche, tenía que admitir que no sabía quien de los dos estaba disfrutando más con las reacciones del otro, si él con mis gemidos o yo con las expresiones de su rostro. No que importase, al fin y al cabo, si lo único que sacaba en claro era que los dos estábamos pasándolo de puta madre y era realmente lo único que interesaba en ese momento.

    Me quedé estúpidamente prendada de su rostro, queriendo absorber todas las emociones que le pasasen por el mismo, y quizás fue por ese motivo que no me esperé del todo que respondiese a mi movimiento de caderas con uno de las suyas. No me molestó en absoluto, más bien todo lo contrario, pero hizo que la voz se me fuese un poco al final del por culpa de la sorpresa.

    Ah, qué vergüenza~

    Me sonreí con una satisfacción de lo más jodida cuando lo escuché hablar de nuevo, entornando la mirada de manera más pronunciada que él, y no me hice en absoluto de rogar al erguirme y comenzar a moverme. Hacerle una pregunta y haber esperado su respuesta me había dado el tiempo perfecto para acostumbrarme a su tamaño, aunque eso no me impidió en absoluto que los primeros movimientos fuesen aun lentos y casi tentativos.

    Mis manos habían estado enredadas detrás de su nuca desde que me levantó de la cama, pero en ese momento les deslicé hasta buscar apoyo en su pecho de nuevo, y no aparté la mirada de sus ojos un buen rato, mientras subía y bajaba las caderas aumentando el ritmo de las mismas poco a poco. En algún punto me mordí el labio inferior, solo por la gracia de hacerlo porque tampoco pretendía acallar los gemidos que estaba dejando salir, y acabé soltando un suspiro pesado mientras echaba la cabeza hacia atrás.

    —Muévete como antes, Kou —le pedí, casi más como una exigencia, con un hilo de voz y sin pensar demasiado ya nada.

    Qué va, estaba jodidamente cerca de correrme y, en esos instantes, no se me podía pedir pensar en otra cosa que no fuese eso.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  17.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Riamu no tardó demasiado en cumplir mi petición, provocación, la mierda que hubiese sido, y no me quedó mucho más que quedarme allí, empapándome de todas las mierdas que me golpeaban el cuerpo. De la tía follándome, de sus gemidos rebotando en el silencio, sus manos en mi torso y el movimiento de sus pechos, acompasándome a las estocadas. Mis manos navegaron su cuerpo hasta afianzarse en sus caderas, no pretendía marcar el ritmo ni nada, era sólo la necesidad de contacto. Más, si es que cabía pedirlo.

    Le sostuve la mirada, se la sostuve sintiendo cómo entraba y salía de ella, se la sostuve pese a todo porque verla a los ojos mientras gemía ya me parecía parte indispensable de la puta follada. Me ponía un huevo, ni idea, me generaba un placer estúpido y sólo cambié el plan cuando se me ocurrió algo mejor.

    Me erguí un poco, con Riamu aún moviéndose, y con una ligera cuota de impaciencia me llevé uno de sus pechos a la boca. Lo besé, lo recorrí con la lengua, succioné el pezón y tiré suavemente con cada vaivén de sus caderas. Se me estaba yendo la puta cabeza, se me estaba yendo a la mierda y ni quería recuperarla.

    Muévete como antes, Kou.
    Alcé la vista a su rostro, notando que había echado la cabeza hacia atrás, y regresé la espalda a la cama. Sonreí, pese a respirar agitado, le clavé los dedos en los glúteos y vete a saber de dónde salió el impulso, el caso es que le di una cachetada con cierta fuerza y obedecí, acompasando mis caderas a las suyas. Me enterré más hondo, más rápido, las conexiones se me derritieron y jadeé, volviendo a buscar sus ojos. Me prendé de ellos, casi como un puto obseso y es que, joder, quería verla.

    Quería verla corriéndose.
     
    • Zukulemtho Zukulemtho x 1
  18.  
    Amane

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    Kou no me negó el contacto visual en ningún momento, acción que por supuesto solo logró echarle más gasolina al incendio que ya de por sí me quemaba toda la piel. Me alimenté de sus reacciones para seguir moviéndome, tentando algún que otro cambio de velocidad o dirección que acabé adoptando o desechando en base a lo que percibía del chico, de si le gustaba más o menos. Era una cosa de lo más extraña, si me paraba a pensarlo, pero sentía mucho más placer sabiendo que él también lo estaba disfrutando como lo estaba haciendo yo que centrándome solo en mí misma.

    La cuestión es que de repente se irguió para volver a estimularme los pechos y, anulada como estaba ya, aproveché la posición para engancharme a su nuca y utilizarlo de apoyo, descargando mis caderas contra las suyas con aun más ímpetu gracias a ello. Luego me obedeció, no tenía motivo para no hacerlo al fin y al cabo, y de nuevo la primera embestida compartida me sacó un gemido algo más agudo y agitado, aunque en aquella ocasión no tanto por la sorpresa si no por lo bien que se sentía.

    Murmuré no sé cuantos improperios en mitad de la follada, posiblemente ni me iría a acordar alguna vez de ello de lo inconsciente que era todo el asunto, y de lo único que fui plenamente consciente fue de la sonrisa de mierda que me apareció de repente cuando noté la nalgada que me dio antes de nada.

    Así sí, joder.

    Recibí su mirada de nuevo cuando enderecé la cabeza, pero la atención que le otorgué me duró bastante poco, y no mucho después volví a echarme hacia delante hasta juntar nuestros cuerpos por completo. De esa manera pude mover aun más rápido las caderas y sentir algo más de contacto contra mi clítoris, que era prácticamente lo último que necesitaba para terminar de alcanzar el orgasmo.

    Me tensé por completo cuando llegó el momento, haciéndome hundir las uñas en su nuca y parte del cuero cabelludo, y estaba bastante segura que el gemido final que prácticamente me desgarró la garganta tuvo que sonar terriblemente cerca de su oído, siendo que había acabado acercando el rostro por la zona de su cuello. Disfruté de la sensación hasta el último segundo, no quería desaprovechar ni una pizca de todo aquel momento, y después de un rato abrí los ojos con cierta pereza, buscando el rostro de Kou en la oscuridad.

    Cogí aire por la nariz y lo solté de golpe, en una suspiro pesado, antes de dedicarle una sonrisa vaga y dejarlo salir finalmente de mi interior con un movimiento lento. Me dejé caer sobre el colchón de la cama sin poder disimular en absoluta el cansancio que se había apoderado de mi cuerpo, aunque hice un esfuerzo titánico por mantener los párpados abiertos y recorrerlo con la mirada antes de quedarme en sus ojos.

    —¿Ha estado bien~? —solté en un murmullo, con genuina curiosidad.
     
    Última edición: 14 Septiembre 2021
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Era bastante probable que si en ese preciso instante a la cabrona se le ocurría hacerme jurar que le bajaba la luna, seguro accedía. O llevarla a la escuela todas las mañanas o comprarle medio Shibuya, ni que me quedaran neuronas vivas capaz de razonarlo. Me estaba puto follando, la descarga de sus caderas era cada vez más intensa, más placentera, lanzándome descargas de energía por todo el cuerpo. Que, a ver, ni que fuera la primera vez que lo ponía a trabajar, pero estar adentro de alguien genuinamente no tenía punto de comparación.

    Era una puta maravilla.

    Como para volverse adicto y todo.

    Fue cambiando de ritmo o velocidad, pero llegados a este punto y con toda la calentura acumulada, honestamente lo que hiciera me venía bien. Igual había ángulos donde se sentía más estrecho, más apretado, donde la fricción aumentaba y, joder, qué bien se sentía. Cuando me lancé a sus pechos me calzó una mano en la nuca, me usó de apoyo y me hundí aún más en su interior. Solté un jadeo ahogado, ahí contra su piel, y succioné y chupé con aún más ganas. Puta mierda, tenía el cerebro derretido a cagar.

    Y qué poco me importaba.

    Luego me pidió que me moviera, así lo hice y descargar la fuerza de mis caderas contra las suyas sólo le agregó pólvora al jodido incendio. Fue una puta maravilla, no vi por dónde parar y seguí moviéndome contra ella, chocándola, enterrándome en su interior. A la cabrona le gustaba, quizás incluso más que a mí, y la tontería me inyectó una cuota extra de adrenalina en el cuerpo. Vi su sonrisa, de paso, la sonrisa de mierda que se le pegó al rostro apenas clavarle la nalgada y volví a hacerlo, chocándola con una fuerza que me ardió en el cuerpo. Sentí la capa de sudor perlándome la piel.

    Sí que quemaba, joder.

    Puta mierda.

    Seguimos en esa, si en algún momento habíamos andado de pacientes y sensuales la tontería ya se había ido a la mierda. Lo único que me interesaba era penetrarla, arrancarle los gemidos de la garganta y que perdiera la puta cabeza. En algún punto se dejó caer encima mío, sus pechos se aplastaron contra mi torso y la follé aún más hondo, si es que era posible. Se ciñó de mi nuca, me soltó los gemidos al oído y yo perdí los ojos en el techo, cada vez más ido.

    Se vino, la cabrona, me enterró las uñas en la piel y un gruñido bajo vibró en mi pecho. Esperé un par de segundos, en lo que su orgasmo pasaba, pero igual no tuve mucha paciencia a la hora de voltearla y tumbarla sobre el colchón. En la movida me había salido de ella y ni modo, la penetré de una estocada certera y limpia. La jodida mierda me anuló las conexiones, me parchó la vista de negro y anclé ambas manos a los costados de su cabeza para no ir a aplastarla. No esperé una puta mierda, disfruté de la primera embestida y me la seguí follando.

    Como si fuera a parar sin haber acabado.

    De cualquier forma no me quedaba mucho. Me hundí en ella unas cuantas veces, rápido y profundo, jadeando y susurrando cualquier mierda, hasta que finalmente me corrí y la tensión me agarrotó el cuerpo entero. Me quedé genuinamente congelado un par de segundos, moviéndome lento de puro reflejo, hasta que la descarga de placer se acabó de golpe y salí de ella, dejándome caer a su lado.

    Joder.

    La respiración me iba para la puta mierda y estaba sudado, aunque probablemente se secara en cosa de minutos. Me quedé allí, con los ojos cerrados, el cuerpo totalmente relajado y sin pensar en nada, ni una estupidez. No había ruido, no había ansiedad, no había voces ajenas ni planificaciones tediosas. No había paranoia. Era auténtico silencio, el mejor que había oído.

    Y qué peligroso era eso.

    La voz de Riamu me alcanzó baja, ya la había oído removerse y abrí los ojos con cierta pereza, girando el rostro para topar con ella. Le concedí una sonrisa sedosa, cansada también, y estiré un brazo para jugar apenas con un mechón de su cabello.

    —Yo diría que sí —murmuré, parecía high as fuck y una risa vibró en mi pecho, regresando la vista al techo—. Mierda que sí.
     
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  20.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Estaba tan acostumbrada a ser yo la que terminase después, incluso alargando los polvos de pura voluntad para no quedarme a medias, que ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de que no fuese así en ese caso. Tampoco es que tuviese las neuronas en orden para darme cuenta, pero ni de coña le iba a negar el placer, así que obviamente le dejé hacer sin ninguna queja, incluso cuando me tomó algo desprevenida la nueva embestida.

    Fue una sensación un poco extraña, sentirlo aun dentro cuando yo ya había acabado, pero no me disgustó en absoluto y acabé por levantar una pierna para darle mejor acceso hasta que consiguió correrse también no mucho después. Me comí todo el espectáculo con la vista, la tensión de su cuerpo y la lentitud con la que se movió después antes de dejarse caer sobre la cama, donde ya lo recorrí con la mirada mucho más tranquila.

    Se veía relajado como la mierda, casi parecía que se había fumado un porro o algo, y me sonreí en silencio antes de soltar la pregunta, sin atreverme a levantar mucho la voz para no perturbar el ambiente. Noté como se hacía con un mechón de pelo y fui entonces consciente de que tenía unos cuantos pegados al rostro, culpa del sudor, aunque ese en concreto se había salvado del desastre.

    Me erguí un poco en cuanto él volvió la vista al techo, prácticamente me arrastré hasta alcanzar su posición, y me incliné para dejarle un beso en los labios. Fue bastante superficial, en realidad, pero también fue algo lento y me quedé ahí un poco más de lo necesario, así que sintió algo más profundo de lo que realmente fue.

    —Me alegro —susurré contra sus labios nada más separarme, con una sonrisa ligera en los míos.

    No añadí nada más porque no lo vi necesario, a decir verdad, y me separé después de un rato con algo más de energía. A ver, igual seguía bastante cansada, pero al menos pude recogerme la ropa interior del suelo y ponérmela sin mucho problema antes de gatear de nuevo por la cama y dejarme caer de lado sobre la almohada como si fuese aquello mi casa, porque confianzuda se nacía.

    >>Mhm, qué cómoda, Shino-kun~ —solté, recuperando un poco la chispa juguetona que me caracterizaba, y palmeé el colchón a mi lado con la vista clavada en él, invitándolo a acompañarme—. Tienes que dormir como un rey~
     
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