Prólogo El que te lastimen, duele. Es un sentimiento crudo y calculador que se esparce por tu cuerpo como un virus. Destruyéndote poco a poco desde el corazón. Aquella persona en quien creíste confiar. Brindándole todas tus sonrisas, tus tiernas y sinceras palabras. Entregándote a él con la más pura esperanza e ilusión. Te apuñala por la espalda. Te utiliza como un divertido juego, al cual creyó tener bajo control. Te sientes herida, vacía y todo se va cayendo, como las lágrimas cristalinas rodar de tus ojos. Lo que alguna vez pensaste que fue amor, se trato de una simple apuesta ¿Y todo para qué?…Para que fueras el juguete de diversión. Crees que el amor solo es un relato como en los cuentos de hadas y jamás es para siempre. Cuando te crees herida, te viene algo inesperado, los que te rodean te van dejando atrás. Es cuando por fin logras comprender tu situación. No conoces lo que es el amor y es posible que nunca llegues a saberlo por tu propia cuenta. Te ves en el espejo triste. Has tomado una decisión; estar bajo una mascara, no solo para que ya nadie te haga daño, sino para mentirte a ti misma. Cuando la verdad es que lo necesitas a él.
Muchas gracias a las personas que comentaron y quienes se molestaron en pasar a la discusión. Capitulo1: El conocerte Desde pequeña nunca fui tratada como los demás niños, a veces me preguntaba el por qué. Mis padres solían decirme que yo era “especial”; diferente más bien, a muchos otros niños de mi edad, que llevaban una supuesta vida normal. La cual yo envidiaba y hubiera querido tener. Pero eso no fue posible. Al parecer desde que nací parte de mi desarrollo no fue muy natural que digamos; tenía muy débil el corazón y esto afecto algunas de las funciones primordiales de mi cuerpo, como el caminar y hablar, ya que cuando lo hacía me daba mucha tos, empeorando mí estado, limitándome a hablar casi nada y utilizar la escritura como medio de comunicación con los que me rodeaban. Nunca pude asistir a una escuela como hubiese querido. Al provenir de una familia prestigiosa, mis padres me brindaron los mejores maestros que pueden existir. A pesar de mis limitaciones, mi inteligencia sobrepasaba a la de los niños normales, según mis profesores. Aunque mis padres me protegían mucho y me daban la mejor educación, nunca tuve un contacto con el exterior, solo con las personas que trabajaban en esa enorme casa. Puesto que si no era ahí donde me encontraba sería en un hospital rodeada por cuatro paredes. Sin embargo un día conocí a una joven llamada Yukio Miyaki de unos 20 años con la piel clara, cabello corto de un color carmesí y unos hermosos ojos verdes. Esa vez ella estaba ahí por un pequeño accidente que tuvo para buena suerte no había sido nada serio, dándola de alta rápidamente. Yo me paseaba por los pasillos con una silla de ruedas, siendo lo único que podía hacer en aquel lugar. Sin querer choque con ella, mandándola directo al suelo, le pedí muchas disculpas por mi torpeza. Su reacción fue muy diferente a lo que esperaba; al abrir sus ojos se me quedo viendo toda anonada, como si hubiera visto la octava maravilla del mundo. Sus ojos le brillaban. Se levanto bruscamente de un salto y me abrazo. Luego dijo que era la cosita más tierna del mundo. Sentí un golpe bajo por su parte, una de mis debilidades, si exacto lamentablemente fue así. Odiaba que la gente me viera como la niña tierna e inocente o más bien una muñequita de porcelana delicada que todo mundo quisiera abrazar, ya que en casa las personas que me atendían siempre solían hacer eso. No se trataba de que lo considerara algo malo sino que me daban de sobra cariñitos, era algo empalagoso. Yukio se puso “adicta a mi”, no lo sé, ni tengo la más remota idea de cómo convenció a mis padres para que pudiera visitarme todos los días. Pero para ser sincera me alegraba tener alguien que viniera a visitarme, por que mis padres casi nunca se encontraban en casa debido al trabajo que era mantener una empresa y los muchos viajes que estaban implicados en ella. Con esto ya no me sentía tan sola. Cuando ella me visitaba regularmente traía algún dulce o postre—otra de mis debilidades—, me narraba los viajes que hacia por el mundo gracias a su trabajo. Si no mal recuerdo ella era algo así como una representante, ¡ah! si una manager que suelen trabajar con artistas, ya sean cantantes o actores y estaba ligada a una disquera muy famosa que se hallaba en Japón, ¡oh! por cierto creo que no mencioné donde vivía yo, pues era un lugar llamado Hong Kong, sí ese mismo. Todo iba tan bien que sin querer me había encariñado mucho con Yukio, pero para mi mala fortuna ella debía irse a Japón donde vivía y se encontraba la disquera. ¡¿Tienes que irte?! Le escribí en el cuaderno que siempre usaba como remplazo del habla. —Sí Kagome, pero no te preocupes volveré a visitarte en un par de meses. —Sonrió de una manera muy gentil. Esta bien.Le miré un tanto triste. Un par de horas después Yukio se fue de la casa, con dirección al aeropuerto. No sabia cuando la volvería a ver, ni cuanto significaba “un par de meses”. Lo que si sabía es que estaría sola nuevamente es esa enorme casa hasta que ella volviera de nuevo a Hong Kong. Al parecer el destino me tenía una jugada preparada y no muy agradable que estaba por venir muy pronto—al menos eso me tendría ocupada—. Algunos días después de la partida de Yukio fuera de mi casa un grupo de niños de unos 9 y 10 años aproximadamente jugaba con una pelota. — ¡Vamos InuYasha pásala!— grito uno de los niños. Este chico InuYasha sin querer lanzo la pelota al otro lado de la barda de mi casa. Los demás le reprocharon. Para ser sorprendente lograron saltar la barda siendo esta de al menos unos 3 metros de altura. En esa parte de la barda se encontraba el jardín donde yo estaba leyendo un libro, pero mi lectura se vio interrumpida cuando vi rodar una pelota hasta mí. Los niños trepadores de bardas buscaban su pelota por los alrededores del jardín siendo cautelosos de no ser descubiertos o se verían en graves problemas por meterse en propiedad privada. El chico llamado InuYasha se interno más al jardín por que este era sumamente gigantesco. Inesperadamente él se halló conmigo y también con su pelota. Intento acercarse, pero los niños lo detuvieron. — ¡Tonto no podemos ser vistos!—le amenazo uno de los niños. — ¡¿Entonces qué hacemos?!—bramo InuYasha. —Además es solo una niña , por lo que veo no parece mala y esta discapacitada. — ¡Pues ve, Don Valiente por la pelota!—replicaron los niños. InuYasha se armó de valor. Lentamente se fue acercando a mí, yo lo vi moverse de entre los arbustos me sorprendió verlo ahí. No solo porque en ese momento él era un completo extraño para mí, sino que una sensación inundo todo mi ser ante su presencia. Llego muy valiente frente a mí y me dijo en tono autoritario. —Esa pelota es mía. Lo que me colmo no fue el que hubiera entrado de contrabando a mi casa, sino ese tono de yo soy todo poderoso. No le preste la más mínima atención por su comportamiento. El pareció molestarse y regreso a donde había salido. —¡Esa chiquilla no me regresa ni la palabra!—bufo InuYasha. —Pues háblale bonito—sugirió un niño. — ¡Estás loco!—Pareció sonrojarse un poco. — Pareces un cobarde InuYasha—replico otro niño. —Yo podría enamorar a esa chiquilla si se me diese la gana. —InuYasha parecía muy seguro de si mismo. —Entonces esto es una apuesta, si tú ganas haremos todas tus tareas y nos retractaremos de nuestras palabras, pero si tú pierdes serás nuestro esclavo por un mes—propusieron el resto del grupo a InuYasha. —No tengo nada que perder. Yo aun estaba inquieta ante este niño. Él nuevamente volvió y quien sabe como me hablo cortésmente. —Perdona mi actitud, pero me preguntaba si… ¿podrías devolverme la pelota?—dijo muy sereno InuYasha. Me sonroje levemente, le regrese rápidamente su pelota y oculte mi rostro para que no se notase el sonrojo. —¡Muchas gracias!—Él parecía muy feliz. —Me llamo InuYasha y ¿tú? Kagome. Respondí con la libreta. —Bueno Kagome ha sido un placer conocerte, pero tengo que irme.—InuYasha se despidió de mí y desapareció de entre los arbustos. Me encontraba muy feliz, por que pensaba que había conseguido un nuevo amigo, pero había una parte de mi ser que me decía que desconfiara. Fue entonces que el sueño que empezaba se iría convirtiendo en pesadilla. Continuara…