Refugio Peligroso

Re: Refugio Peligroso










El hecho de pensar en Kikyo la corroía como un ácido. Anhelaba que los brazos de su esposo la estrecharan con fuerza, pero sólo era una ilusión, ya que él la sujetaba de manera impersonal, como una simple cortesía.

Una vez dentro de la casa, él la deslizó hacia el suelo y la mantuvo derecha hasta que ella se quitó el anorak.

-Tendrás que cambiarte… estás empapada. Te subiré al dormitorio-

El frío comentario la hizo sentirse aún peor. Iba a llevarla a la habitación de ella. ¿Qué le ocurría? Era justo lo que ella había deseado, protección sin escenas de ningún índole. Mientras él subía la escalera con ella en brazos, Kagome se abstuvo de objetar.

-¿Necesitas ayuda?- la acomodó sobre su suave asiento, mirándola con indiferencia.

-No gracias. Si la necesito llamaré a Sango-

-No lo harás- su voz áspera la descontroló –Sango espera que tu esposo te ayude a desvestirte. Debido a eso, o te las arreglas sola o te ayudo-

-Puedo hacerlo sola, como ya lo mencioné con anterioridad-

Al ver salir a Inuyasha de la habitación, sintió haber perdido toda la esperanza. Jamás había sentido esto por Bancotsu, ni siquiera cuando lo conoció y el fingió bondad, consideración y cortesía para embaucarla.

Inuyasha era autoritario, tenía el mando de sí mismo y de todo lo que lo rodeaba, pero era sincero. Kagome se sentía una traidora, el cuerpo dominaba su mente. Había acordado el tipo de matrimonio que tendrían, y ahora lo culpaba de comportarse precisamente como ella deseaba, sin importarle su constante generosidad. Recordó la forma en que él la consoló cuando se sintió invadida de tristeza. De pronto, las lágrimas asomaron a sus ojos.

Después de vestirse, roció agua en su cara y observó su tobillo hinchado y enrojecido. Quizás al día siguiente empeoraría. Era una muestra de lo que sucedía cuando se comportaba como una niña, en vez de como una mujer con responsabilidades.
Las lágrimas bañaron sus mejillas sin que se diera cuenta. No deseaba tener responsabilidades, no las que había enfrentado por largo tiempo. Estaba cansada, herida, incapaz de proyectar la imagen fría de la eficiencia.
Era absurdo. Una mujer parada frente al guardarropa llorando como una tonta. Un desconcierto le impedía seleccionar un vestido.

-Este- una mano se extendió para elegir un vestido largo de color amatista que ella acababa de adquirir –Cubrirá tu tobillo, estarás abrigada y complacerás a Kaede, quien prepara un almuerzo de Navidad muy complicado-

Kagome se dio media vuelta, perdiendo el equilibrio, demasiado asombrada para hablar cuando Inuyasha la detuvo y miró fijamente su cara desconsolada.

-¿Qué haces…?-

-¿Qué hago en tu habitación?- el temió la pregunta –No sé- levantó los hombros al tiempo que la miraba a los ojos –Quizás estoy predestinado a ayudar a los débiles y a los cojos. En este momento eres las dos cosas-

-No estoy vestida- ella comenzó a enjugarse las lágrimas con mano temblorosa, y él le dirigió una sonrisa forzada.

-Mi visión es normal. Continuaré con la vista fija en tu cara-

-Estoy totalmente cubierta- aunque trataba de fingir una gran seguridad en ella misma, su afirmación más bien parecía una súplica. El la tocó con suavidad, y el nerviosismo de Kagome, comenzó a superar la tristeza.

-Más bien, razonablemente cubierta- admiró su esbelta figura debajo del fondo de encaje –Ahora lo estropeaste todo. Hasta este momento no me había fijado en ti-

No obstante que su humorismo parecía forzado, en su voz había tal vitalidad que la obligó a mirarlo con ansiedad, y la expresión de ella cambió al comprender que su ansia se debía al temor que Inuyasha se marchara. La mirada de él de intensificaba.

-¿Cómo está el tobillo?- él bajó la vista y Kagome por un momento no pudo hablar.

-Me… me molesta muchísimo-

-Entonces, no estés de pie-

La levantó en brazos. Con lentitud inclinó la cabeza y ella no hizo movimiento alguno para volver la cara, por que necesitaba sus besos, sus abrazos, su fuerza y sentir el cálido cuerpo masculino contra el suyo.

-Voy a besarte, Kagome-

Ella cerró lentamente los ojos e Inuyasha emitió un murmullo con la garganta. La varonil boca presionó la de ella con rapidez, con urgencia, y Kagome se rindió de inmediato.
El la estrujó al tiempo que se sentaba en la silla, acomodándola en su regazo, sin interrumpir el beso. Era como un remolino, un fuego, una sensación de luz y calor que la despegaba de la habitación. Lo único que ella podía hacer era sentir, olvidando pensamientos y ansiedades. Entreabrió los labios e Inuyasha aceptó su dulzura, agotando todos los recursos de Kagome, dejándola temblorosa y dolorida.

-¿Estás lista para complacerme?-

Inuyasha miró la cara arrebolada.

-Sabes cuál es mi deseo- le dijo él con voz poco clara –Tu también lo deseas. Anhelas que te lleve a mi habitación. Acéptalo, Kagome-

-No… no puedo- comenzó a sacudir la cabeza casi de manera incontrolable y él se la sujetó.

-¿Por qué? Sé como te sientes. No soy un niño- su expresión de pronto se suavizó –Tampoco soy Aikawa y no quiero llevarte a mi habitación para golpearte-

No pudo haber dicho algo que la regresara a la tierra con mayor rapidez. De inmediato Kagome comenzó a forcejear, con pánico en la cara, y por un momento él la estrechó, implacable.

-¡Dímelo, kagome! Dime qué es lo que origina esa absoluta rigidez-

-¡No puedo! No podrías entenderlo-

-Si no me das un indicio, permaneceré para siempre en la oscuridad- la dureza de la voz la hizo acobardarse, y de manera inesperada él se dio por vencido y dejó de sujetarla –Está bien. Seguiré esperando. Algún día me lo dirás-

-Jamás lo haré-

Inuyasha se levantó y sentó a su esposa en la cama, como si se tratara de un niña exhausta.

-Lo veremos. Cuando menos ya no estás llorando. Olvidé preguntarte el motivo- le deslizó el vestido por la cabeza, al tiempo que la ayudaba a levantarse –Un marido a veces puede ser útil. Ahora bajemos la escalera-

La levantó en brazos, pero ella se resistió y sus mejillas se enrojecieron cuando Inuyasha la miró, irónico.

-Me falta maquillaje-

-Está bien- Inuyasha la llevó hasta el tocador y la depositó en el taburete
–Regresaré por ti-

Al llegar a la puerta, se detuvo.

-Oh… se me olvidaba. Regresé para informarte que recibimos una llamada telefónica. Mis papás se invitaron a almorzar aquí y vendrán en media hora. Kikyo también los acompañará. Ya hablé con Kaede… hay suficiente comida-

Kagome palideció. Kikyo ahí, en esa casa. Kikyo no tenía la intención de estar lejos de Inuyasha y era evidente que él estaba de acuerdo. La magia de desvaneció. Las cosas no cambiarían.



El almuerzo fue excelente, un destello de Navidad que le recordó a Kagome el tesoro que tenía en Kaede. Pero no fue lo único que brilló. Kagome se sintió rígida todo el tiempo, Sango estaba evidentemente contrariada e Inuyasha, indiferente.
Los Taisho y Kikyo Fujisawa habían llegado puntuales, con múltiples regalos para Kurumi, y Kikyo había entrado sonriente a la casa; sus ojos centellaban al ver a Inuyasha. Le dio un beso al anfitrión como felicitación navideña, y Kagome volvió la cabeza para deshacerse en atenciones con Inutaisho e Izayoi Taisho.

-¿Te estamos dando demasiadas molestias?- le preguntó el padre de Inuyasha y Kagome, de inmediato, hizo una negativa categórica. Cuando la anfitriona se movió para abandonar el vestíbulo, Inutaisho le observó el pie -¿Tuviste un accidente?-

-Juegos invernales- explicó Inuyasha en tono guasón –Estos atletas novatos que hacen deporte en la nieve-

-¿Estuviste esquiando?- Kikyo repitió la pregunta.

-Un trineo- le informó Kagome con sequedad.

-Oh- se olvidó de Kagome para volverse hacia Inuyasha con entusiasmo
-¿Recuerdas aquel invierno cuando tuve el accidente? ¡Esa terrible caída en Aspen? Sin embargo, tuvo sus compensaciones… estuvimos sin salir varios días, el calor del interior era delicioso…-

Inutaisho entrecerró los ojos e Inuyasha se abstuvo de dar una respuesta. Abrazó la esbelta cintura de Kagome, antes de cargarla.

-No es una fractura, aunque igualmente incomoda. Vamos a llevarte a la mesa, Kagome. Kaede está lista para servir-

-¿No vamos a tomar una copa?- Kikyo hizo un puchero, pero el ignoró la súplica.

-Los recién casados se sientan de inmediato. Esta comida está deliciosa y no podemos esperar-

-No sabía que te gustara tanto deslizarte en trineo, querida- dijo Kikyo al tiempo que se acercaba a Inuyasha mientras éste ayudaba a Kagome.

-El trineo es un poco para mí, es de Kurumi. Yo actué solo como ancla-

-¿Subiste a un trineo de niños?- Kikyo comenzó a reírse y Kagome se ruborizó de indignación. Por fortuna su nuevo corte de cabello le ocultaba el rostro.

-Es una mujer atrevida- comentó Inuyasha con ojos despectivos mientras Kagome se acomodaba en el asiento –Con Kagome nunca sabes a que atenerte-

-Conmigo todo es distinto- le aseguró Kikyo con toda intención –Yo soy completamente previsible-

-Ad nauseam- susurró Inutaisho al tiempo que se sentaba cerca de Kagome, y le guiño el ojo en el momento en que ella le dirigía una mirada de agradecimiento.
Por fortuna, Kikyo se tranquilizó y, mientras Kurumi y Sango tomaban sus asientos en la mesa, Inuyasha y su padre contribuyeron a que esta fuera una comida agradable para Kurumi. Incluso Izayoi parecía fascinada con la pequeña y se portó áspera con Kikyo.

Kikyo continuó la batalla cuando Inuyasha llevó a sus padres a conocer la casa y Sango se marchó con Kurumi después de decirle a Kagome con voz baja que “estaba harta de la fiesta”.

Kagome fue acomodada en el sofá de la sala; colocaron el café cerca de ella para que pudiera servirlo, y Kikyo se negó a acompañar a los padres de Inuyasha.

-¿Sabes la relación entre Inuyasha y yo?- le preguntó a Kagome con frialdad, ahora que estaban solas.

-Por supuesto. Amigos de la infancia-

-Más que eso, y es preferible que lo creas- Kikyo bufó de rabia.

-¿Qué es con exactitud lo que supuestamente debo creer?- Kagome enfrentó su interlocutora, pues no tenía alternativa. Estaba en su hogar y, al ver la cara de Kikyo, la ira la invadió.

-Que no me daré por vencida y lucharé por él. Eso es lo que supuestamente debes creer. Quiero a Inuyasha. Siempre lo he querido y este matrimonio me importa un comino-

-¿Prefieres los maridos ajenos?- Kagome la miró de reojo con más tranquilidad de la que sentía. Era un reto directo y abierto, mas no podía echarla de su casa.

-Quiero a Inuyasha y tengo la intención de conseguirlo. Es más, y me pertenece. Lo sacaré de todo este desorden y regresaremos a Estados Unidos-

No hubo tiempo para contestar. Los otros regresaron; Inuyasha, con expresión enigmática, Inutaisho miraba con desconfianza a Kikyo, y Kagome e Izayoi parecían bastante deprimidas.

-Este es el tipo de casa que compraré aquí- anunció Inutaisho, sentándose en el extremo opuesto del sofá –Se lo acabo de comunicar a Inuyasha-

-En el presente hay bastantes en los alrededores- Inuyasha informó a su padre
-Sin embargo, esta no estará en venta. Es mi hogar-

Kagome se sintió halagada y miró divertida a Kikyo. Aunque Inuyasha no lo hubiera comentado con mala intención, sus palabras sin duda indignaron a su amiga.

-¿Café?- le murmuró Kagome a Inuyasha con dulzura.

-Deberías levantar el pie- dijo Inuyasha una vez que se habían repartido todas las tazas de café y Kagome tomó asiento, sin poder disimular una ligara mueca de dolor al sentir una punzada en el tobillo.

-Ella puede sentarse aquí- sugirió Kikyo con entusiasmo –Para que pueda subir el pie en el taburete. Me sentaré junto a ti, Inuyasha-

-No te molestes- la voz de Kagome era tranquila –Puedo levantar el pie aquí perfectamente bien- se volvió, apoyándose sobre los cojines, y levantó sus largas y esbeltas piernas a lo largo del regazo de Inuyasha. Estaba dispuesta a dar batalla –No peso mucho. Imagino que Inuyasha puede soportarlo-

Él de manera involuntaria se había puesto rígido cuando ella subió las piernas, mas ahora, sonriente, se acercó a ella para que estuviera más cómoda.

-Pareces una pluma, siento como si te hubiera cargado durante largo tiempo-

-¿Sufres accidentes con frecuencia, muchacha?- Inutaisho rió a carcajadas y Kagome le sonrió, satisfecha. Parecía su aliado.

-En realidad no. Después de que regresamos a París antes de la Navidad, sufrí una migraña. Inuyasha me llevó a la cama-

-Te aseguro que no fue gran ayuda- Inutaisho reía aún más fuerte y la cara de kikyo estaba enrojecida del coraje.

-Durmió como un bebé- le informó Inuyasha, afable, dejándolo que pensara lo que quisiera –Creo que es preferible que nos quitemos las sandalias- agregó al tiempo que le desabrochaba las sandalias plateadas a Kagome –Como ya termino el almuerzo, podemos descansar. Tu tobillo está muy hinchado-

-No te preocupes- un dejo de temor recorrió la piel de Kagome ahora que los fríos dedos de Inuyasha le tocaban los tobillos.

-Yo decidiré- le dijo él en voz baja –Si me desobedeces, te obligaré a que te quedes en la cama mañana- su voz parecía seductora, dándole a las palabras un sentido completamente distinto, y las mejillas de Kagome se arrebolaron; su confusión aumentó el regocijo de Inutaisho y la furia de Kikyo.

Inuyasha comenzó a hablar con sus padres y Kikyo quedó excluida de la conversación. Kagome le habría agradecido a Inuyasha su comprensión, si le hubiera retirado de inmediato los dedos de los tobillos. Mientras charlaba, de manera inconsciente él comenzó a acariciarle los tobillos, sus dedos le enviaba fuego al cuerpo femenino.

-¿Cómoda?- la miró con patente sensualidad y ella inclinó la cabeza tragando saliva y apartando sus ojos de aquella mirada hipnótica. Ella había empezado esto y él no iba a dejar que lo olvidara.

Las visitas se quedaron a tomar el té. Kagome no estaba segura de que Izayoi lo hubiera deseado y era evidente que Kikyo quería irse cuanto antes, pero al igual que su hijo, Inutaisho era un hombre muy dominante. Kagome decidió ir a su habitación para arreglarse un poco, y Sango, al regresar a la sala, se ofreció a ayudarla.

-Son unos pesados- susurró Sango mientras ayudaba a su hermana a subir por la escalera.

-Inutaisho es muy agradable- advirtió Kagome –Me simpatiza-

-A mí también. No me refería a él. Parece que tu suegra está a punto de llorar y Kikyo Fujisawa es insoportable. Se sentó ahí para comerse a Inuyasha con los ojos, me moría de risa cuando al regresar vi que les hacía el amor a tus tobillos. Ella estaba furiosa-

“Bueno, fue un plan mío”, pensó Kagome. “Salir de esto es mi verdadero problema”.

No fue problema. A la hora de acostarse, Inuyasha la cargó para subir la escalera y la depositó en su cama mirándola con frialdad.

-Tranquilízate, Kagome- arrastró las palabras con ironía –No saltaré sobre ti para obligarte que lleves a cabo tu plan. Siempre me ha resultado fácil leer las caras. Espero haber cumplido con mi parte-

Salió de la habitación, cerrando la puerta de comunicación, y ella se acostó en las sábanas de seda, angustiada de darse cuenta de que su decepción era superior a su temor.

 

Re: Refugio Peligroso

Unos días después, Bancotsu regresó. Era temprano e Inuyasha no había salido de la casa por que esperaba una llamada telefónica de Estados Unidos, mientras tanto hacía trabajo de escritorio. Entre él y Kagome existía una tregua que ella era consciente no duraría por largo tiempo. Cada vez sus miradas de manera accidental se encontraban, al aire parecía incendiarse. Algo tenía que pasar pronto o ella enloquecería.

Su tobillo había mejorado y, en el momento en que cruzaba el vestíbulo, el timbre de la puerta sonó y ella fue a abrirla sin pensarlo. Después de aquellos días en que su propia cabaña esperaba a Bancotsu llena de indignación y dispuesta a enfrentarlo, de pronto se encontró mirándolo sin ningún temor. Inuyasha se había convertido en su protector; su fuerza le permitía regresar a un mundo en el cual Bancotsu no era una amenaza. Ahora lo enfrentaba sola y sin protección alguna.

Los pensamientos corrían de manera desesperada a través de su mente: cómo deshacerse de él antes que Kurumi bajara la escalera, cómo impedir que Kaede se enterara de esto. Inuyasha estaba encerrado en su estudio y era preferible que se quedara ahí, que ella enfrentara esto sola. Le avergonzaba pensar que este hombre frente a ella se entrometiera en su vida con Inuyasha.

Su cara palideció y Bancotsu la miraba con expresión de triunfo.

-¿Creías que iba a renunciar? Por favor, Kagome. El cambio de casa en esta época no es una forma de esconderse-

-¿Qué viniste a hacer aquí?- preguntó en un susurro. La sola presencia de su ex marido la enfurecía, y el estómago le dio un vuelco. Comenzó a temblar y él, lleno de satisfacción, sonrió.

Era como si lo viera por primera vez. En alguna ocasión pensó que era un hombre guapo, encantador, mas se había equivocado. Este hombre había abusado de ella y la había amenazado. Incluso ahora seguía amenazándola. Inuyasha era un hombre fuerte en todos los sentidos. Ella lo amaba. Todo quedaba muy claro; la comparación que su mente hacía, incluso bajo tensión, era muy evidente.

-¿Qué quieres?- sin proponérselo levantó la voz; su ira aumentaba y su única intención era evitar que hablara con Inuyasha.

-Sabes lo que quiero. Deseo ver a mi hija, tratarla un poco antes de obtener su custodia. ¿No te parece razonable? Ella no me conoce. Es preciso que se acostumbre a verme antes de que lleve a mi hogar-

-¡Lárgate de aquí o llamaré a la policía!- Kagome subió la voz y él le dirigió esa sonrisa burlona tan familiar.

-¿Para demostrar tu inestabilidad? ¿Llamar a la policía por que tu ex esposo desea ver a su hija? Ni siquiera contestarán la llamada, por que no les interesa entrometerse en problemas caseros-

La puerta se abrió e Inuyasha se paró junto a ella; sus ojos parecían un lago helado. Aunque su presencia física era intimidante, en ese momento Kagome creyó que era el hombre más imponente y peligroso que había visto.

-¿Quién diablos es usted?- Sin duda Bancotsu no había considerado el encuentro con un opositor masculino.

-El propietario de esta casa. ¡En este preciso momento usted está contaminando el peldaño de mi puerta e intentando intimidar a mi esposa!-

-¿Volviste a casarte?- Bancotsu, incrédulo, miró a Kagome.

-Yo diría que por primera vez- Inuyasha le dirigió una mirada feroz y Kagome presintió que estaba apunto de perder la paciencia. Bancotsu también lo imaginó… comenzó a retroceder.

-¡Un momento!- Inuyasha avanzó hacia él; su presencia era tan amenazante que Bancotsu se detuvo de inmediato –Recibimos una notificación de su abogado y estamos al tanto de sus planes. Déjeme informarle los nuestros. Lucharemos sin cansancio contra usted, y el dinero no nos detendrá-

-Usted es Taisho- al reconocerlo, la cara de Bancotsu se tensó.

-Yo soy Taisho- los helados ojos grises se entrecerraron –Y usted es Aikawa, dueño de un compañía de programación de computadoras de acaba de iniciar sus operaciones. ¿Quiere presentarse ante todos los tribunales, ante todos lo periódicos, alegando la custodia de una niña que ni siquiera se ha molestado en conocer durante todos estos años? El costo sería prohibitivo. Taisho International lo desplumaría-

-¿Me amenaza?- Bancotsu estaba pálido, tembloroso, y Kagome no podía decir una palabra… además, su esposo no se lo hubiera permitido. Ahora comprendía las palabras de Miroku cuando describió a Inuyasha: “La autoridad y el poder en su forma más elemental”.

-Oh, sí- la suavidad de su voz llevaba su propia amenaza.

-No puedo competir con Taisho- Bancotsu miró a Inuyasha como si deseara matarlo, mas el temor lo amilanó.

-En ningún aspecto. Deseamos una carta de su abogado. La carta es un compromiso legal de no entablar proceso alguno, ni molestar otra vez a mi esposa. Debe ser una carta donde renuncie a todos los derechos sobre una niña que ni siquiera conoce, y autorizar que su hija adopte mi nombre legalmente. Cuente con siete días a partir de esta fecha-

-¿Y si me niego?- la mejillas de Bancotsu enrojecieron de rabia.

-¿Y si se niega?- Inuyasha lanzó una risa discordante –Sería un suicidio. Taisho apoyaría a sus competidores, impediría que sus proveedores les surtieran productos y su obediencia sería bien recompensada. Usted tiene a su alrededor personas con talento. En mi empresa hay varias subdivisiones para absorberlos, ya que siempre estamos en la búsqueda de nuevos talentos-

-¡Me mandó a investigar!- Bancotsu avanzó un paso, pero Inuyasha ni siquiera se movió.

-No se acerque- lo amenazó –Investigarlo me fue fácil, solo unas cuantas llamadas telefónicas. Usted es un don Nadie. Sin embargo, si vuelve a hostilizar a mi esposa, lo aniquilaré-

Por un momento Bancotsu miró a Inuyasha con deseos de hacerle bravatas, mas el temor de que lo arruinara lo hizo ser más objetivo.

-Puede disfrutar de la niña y de su esposa- gruñó –Hace más calor aquí que junto a ella. Ya debe conocerla. Es una bruja frígida-

Kagome se estremeció y sintió que un brazo de hierro la golpeaba.

-Una semana- insistió Inuyasha con tranquilidad devastadora –Siete días, y después iré en busca de usted con todo el respaldo de la empresa-

-Si no tuviera todos sus millones, las cosas serían distintas- le dijo Bancotsu con brusquedad.

-Claro que serían distintas- le aseguró Inuyasha en voz baja –Lo mataría ahora mismo. Salga de mi propiedad ahora que todavía puede moverse- hizo entrar a Kagome y cerró la puerta; ella sentía que la indignación de su esposo vibraba con el aire. Inuyasha regresó a su estudio y, un momento después ella lo siguió.

-Nunca… nunca me dijiste que habías investigado a Bancotsu-

-¿Te hubiera gustado saberlo?- su tono de voz era tranquilo pero ácido al mismo tiempo, y ni siquiera se molestó en levantar la vista.

-Por fortuna estabas aquí- era un forma indirecta de darle las gracias, mas la expresión de él demostraba que le disgustaban las palabras efusivas.

-No fue una coincidencia- dijo categórica mente –Desde hace unas semanas le sigo el rastro-

-¿A… antes de que nos casáramos?- el asombro apareció en la cara de Kagome y él la miró de reojo; una fría sonrisa apareció en sus labios.

-Desde nuestro viaje a París. Tuve el presentimiento de que no se quedaría quieto por mucho tiempo. Después del fracaso en Francia, decidí vengarme de él. Ahora me voy a trabajar- cerró el portafolio y se puso la chaqueta
–Regresaré tarde esta noche. No me esperen a cenar. Tengo una cita-

No era necesario que le explicara con quién.

-Gracias por estar aquí, por protegerme… protegernos a todas- Kagome le habló con suavidad y él se detuvo antes de salir, para verla con sarcasmo.

-No te sería de mucha utilidad si no pudiera protegerte, ¿verdad? Después de todo, es el único objeto de nuestro matrimonio. Yo soy el refugio y tú eres el frente. Creo que nos conviene a los dos-

Lo vio alejarse en silencio. El era un refugio y jamás le había fallado. Sin embargo, era un refugio muy peligroso ahora que el deseo de ella encontrarse en sus brazos había derrumbado su muro de seguridad. Amarlo esta terminantemente fuera del trato, temblando con el solo hecho de pensarlo.

Una vez que terminara la amenaza de Bancotsu, Kagome tendría que pensar detenidamente en lo que iba a hacer de su vida, por que vivir cerca de Inuyasha algún día se convertiría en algo insoportable, y no podía hacer nada para combatir su terror interno. En todo caso, Kikyo siempre estaría cerca de él.

Inuyasha no regresó a la casa y Kagome se acostó al mismo tiempo que Sango. Inuyasha trabajaría hasta tarde y quizá cenaría fuera. A Sango no le importó, ya que estudiaba con ahínco para el siguiente curso que empezaría la semana siguiente. Kurumi fue quien casi rompió la inestable tranquilidad de Kagome.

Cuando iba a acostarse, volvió la cabeza hacia Kagome con tristeza.

-¿Dónde está papá?-

-Trabajando, mi amor. Lo verás mañana- Kagome la acostó de prisa.
Abordó a Sango después de que Kurumi se quedó dormida.

-¿Le insinuaste a Kurumi que llamara a Inuyasha “papá”?- estaba a punto de ponerse furiosa, pero Sango la miró de reojo y dijo:

-Reconoce que soy una persona sensata. Cuando Inuyasha desee que lo llame así, se lo dirá-

-¿Entonces, por qué…?-

-No es ningún misterio. Kaede supone que Inuyasha es el padre de Kurumi y nadie le ha dicho lo contrario. Charla todo el día con Kurumi-

-Nunca… nunca lo pensé- Kagome parecía aturdida, al tiempo que se preguntaba como reaccionaría Inuyasha cuando Kurumi lo llamara “papá”.

-Bueno, ya era tiempo- susurró Sango mientras se dirigía a su propia habitación
-Es una niña muy lista- dijo desde la puerta -¿Me pregunto de donde sacó la inteligencia? Desde luego que no la heredó de ese canalla-

Kagome estaba demasiado angustiada para contestarle, ya que jamás imaginó algo semejante. Al casarse creyó que podría permanecer dentro de su concha, mas no ocurrió así. Amaba a Inuyasha y Kurumi quería a su papá. Era una maraña que jamás se desenredaría.

Se acostó en la oscuridad, atenta a la llegada de inuyasha, hasta que imaginó ruidos en toda la casa. A la media noche aún no había llegado y, después de darse por vencida, apoyó la cabeza sobre un cojín humedecido por las lágrimas. Era de esperarse que él pasaría toda la noche con Kikyo.


Hola: Lamento mucho la demora, pero cerraron el foro, y hasta el día de hoy pude poner la continuación. Les doy la bienvenida a los nuevos lectores y espero que les guste mi fic. Sus posts, me dan mucha satisfacción, muchas gracias.
Me despido.
Bye-bye.

Pd: Para aquellos que me pidieron una imagen del corte de cabello de Kagome, en mi avatar puse la imagen, por que no logré subirla en otra parte.