u.u No lo cuente como regalo, no me gustaron en verdad por eso no los puse. Título: A new World Colectivo: Reencarnación Desde que ellos “despertaron”, el mundo lucía mucho más desolado que antes. Los pantanos habían sido cambiados por un paisaje nevado, no por su gusto, sino al resultado de una pelea inevitable. Ese era su triunfo. —¿Habremos hecho lo correcto?—el cabello rojizo de Josefine cubre su rostro, el viento lo revuelve y ella no se molesta en quitárselo de enfrente, prefiere que sus otros compañeros no la vean llorar. —Es lo que teníamos que hacer ¿no? No teníamos otra opción—Elena se dio la vuelta y comenzó a caminar lejos del grupo, al parecer Niniel aun hacía estragos dentro de su ser. La albina se puso de pie para seguirla, no permitiría que se perdiera en un mundo tan grande y peligroso como el que habían construido. Aun eran inexpertos, muy humanos, pero la guerra ya había terminado y debían encontrar la forma de restablecer su mundo. Habían quedado de acuerdo en estar juntos, pasara lo que pasara, pero conforme transcurrían los días, sus esfuerzos seguían siendo inútiles. Nada había cambiado. Josefine sintió una mano sobre sus hombros, cálida y de cierta forma protectora. Abrió los ojos al percibir un suave aroma: rosas, tan rojas que resaltaban entre el panorama invernal pero ¿Cómo? El hijo del Dios del trueno evitó la mirada de la pelirroja, quería disimular que él había sido el causante de aquel milagro, sin embargo, sólo se encontraba él ahí. Nunca había sido bueno demostrándole afecto a la hija de la Luna, sobre todo por la rivalidad que compartía con Ellioth. Tonto. Siempre tan distante. Tal vez fueron las rosas o el simple hecho de estar ahí. Josefine tomó su mano y la sujetó con fuerza atrayendo la esmeralda mirada del pelinegro. Cerca de ellos ya no había frío a tal grado que la nieve comenzó a derretirse, el sol parecía brillar más que antes. El invierno daba paso a la primavera, como debía de ser. Ashlar la estrecho entre sus brazos alejando toda la nieve que los rodeaba, y el mundo nacía de nuevo. ~~~~~~ Título: Our first Valentine Colectivo: Reencarnación 14 de febrero, era raro saberlo tan solo por el funcionamiento del reloj digital de la hija de la Luna ¿Tenía sentido celebrarlo? El no muy numeroso grupo de semi-Dioses llegó al acuerdo de hacerlo, después de todo, lo que aún los ligaba a su pasado era lo que les había permitido cambiar su mundo. Se repartieron hojitas con sus nombres, fue tan difícil hacerlo pero valió la pena. La primera en pasar fue Kairi. En su nuevo mundo no había cines, ni tarjetas, ni chocolates en forma de corazón, ni peluches, ni camisas, ni … lo que se suele regalar en esas fechas. Su regalo fue una constelación en forma de zorro para Ashlar. El pelinegro nunca creyó que recibiría algo tan… bueno tan así. Sin embargo, su regalo para Elena tampoco fue algo usual. Lo más cercano a peluches que había encontrado fue un grupo multicolor de conejos, Ashlar se había vuelto fanático de crear lo que en su anterior mundo no existía, así fue como bolitas peludas de todos colores rodearon a la hija del Dios de las Estrellas. Llegó el turno de Elena por ser la última en recibir regalo. Ella había preparado una función de luces en el cielo, un espectáculo que iluminó la noche aún más fuerte que la luz de los demás astros. En el último estallido, una estela de luces depositó un pequeño regalo envuelto en pétalos frente al hijo del Dios del Hielo. Dentro había una rosa de cristal. Ellioth se puso de pie pues había llegado su turno. En tantas ocasiones le había hecho presentes a la pelirroja pero nunca como semi-Dios. Sin más preámbulos, hizo aparecer un enorme árbol formado completamente por hielo. De sus largas ramas colgaban miles de hojas parecidas a diamantes. Lucía magnífico, pero ahí no terminaba el regalo. Una ligera brisa sacudió las hojas produciendo una agradable melodía, música. Hace tanto tiempo que Josefine no escuchaba música. La pelirroja estaba a punto de abrazar a Ellioth por tan maravilloso regalo, pero todavía faltaba el regalo de Kairi. Para ella había creado un lago tan cristalino que desde la superficie podía verse el fondo, toda clase de criaturas marinas nadaban en él, como una pecera gigante. El reloj de Josefine se detuvo, falta de pila quizá. Por un lado ya no era necesario recordar las fechas pues no existía ya un calendario al cual apegarse. Por otro, todo rastro del mundo que conocieron se iba esfumando como un sueño que había llegado a su fin.