Explícito Reemplazo [Mimi x Emily | Pokémon Rol]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Yugen, 24 Octubre 2019.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Título:
    Reemplazo [Mimi x Emily | Pokémon Rol]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2663
    Título: Reemplazo.
    Fandom: Pokémon Rol.
    Personajes: Emily y Mimi. Mención a Dante.
    Summary: "Algo en su cabeza gritó que aquello estaba mal. Como un murmullo lejano, desesperado. Que debería apartarla de sí, decirle la verdad, que aunque agradecía aquellas hermosas palabras por su parte ella no sentía ni sentiría jamás lo mismo. Pero su cuerpo no reaccionó como había pensado que lo haría."
    N/A: No tengo la más remota idea de qué es esto. Ni de como nació (? Solo me apetecía escribir algo de ellas y las palabras salieron solas. Estaba dudando si publicarlo, pero finalmente el sí ganó al no. (Yaaay)

    Se siente raro escribir de ellas después de todo</3

    Advertencia: Explícito, contenido de índole lésbica. Angst. Un "what if" de lo que pudo pasar si Em hubiese correspondido el beso de Mimi después de su declaración. Basado en Ecchan y Hanabi del anime/manga Kuzu no Honkai.

    ***

    Su cabeza seguía embotada. Había dado todo de sí por prestarle atención pero el cauce de sus pensamientos se había desbordado hacía mucho. Estaba allí, paralizada, sintiendo las extrañamente cálidas manos de Mimi sobre sus mejillas.

    Era un tacto suave, reconfortante en cierta forma. Pero su cuerpo había rehusado a moverse, su cerebro negándose sistemáticamente a dar crédito a nada de lo que estaba escuchando. Era tan... inespesrado, repentino y apresurado. No lograba entenderlo. No lograba entender nada.

    —...Porque todo es tan perfecto cuando estamos juntas—Mimi sonrió de forma leve pero genuina y le acarició las mejillas con los pulgares—. Siento que todo saldrá bien solo porque tú estás conmigo. Lo eres todo para mí, Em. No sé cómo demonios lo haces. Ni qué narices me has hecho...

    Sintió su aliento contenido, cálido, un breve segundo antes de que sus labios tomasen los suyos. Los presionó allí con gentileza, porque todo era gentil cuando se trataba de ella. La única persona con la que actuaba así, como si algo en su dulce personalidad la hiciese incapaz de tratarla con la frialdad y crudeza con la que trataba al resto del mundo. Pero con una necesidad imperante que no le pasó inadvertida.

    Mimi... la estaba besando. Su mejor amiga desde hacía tres años. Esa chica altanera de carácter volátil a la que apreciaba sinceramente. Pero sus sentimientos eran demasiado dispares a los suyos.

    No la amaba, no como ella lo hacía al menos. Su corazón había decido hacía demasiado tiempo a quien amar y ninguna otra persona tenía cabida en esa pequeña burbuja de placer culpable. Estar separados no había enfriado un mínimo la intensidad de sus sentimientos. Amaba a alguien. Pero esa persona no era Mimi.

    Y sin embargo, después de la muestra de sinceridad más extensa y genuina que le había visto mostrar nunca, Mimi estaba allí, en aquel cuarto cerrado, besándola en los labios. Y ella la estaba dejando hacerlo.

    Y se sentía bien.

    Algo en su cabeza gritó que aquello estaba mal. Como un murmullo lejano, desesperado. Que debería apartarla de sí, decirle la verdad, que aunque agradecía aquellas hermosas palabras por su parte ella no sentía ni sentiría jamás lo mismo. Pero su cuerpo no reaccionó como había pensado que lo haría.

    Hacía mucho tiempo que se sentía sola. Hacía mucho tiempo que guardaba para sí su dolor, su frustración y su tristeza. No eran sentimientos que pudiese compartir con Dante. Decirle lo mucho que le dolía su ruptura, lo mucho que lo extrañaba solo le harían sentir culpable. Y Emily no quería causarle dolor a pesar de ser ella también la que sufría. La disonancia de aquellos sentimientos la mantenía en vilo, con el corazón en un puño. Tampoco era algo de lo que pudiese hablar con Mimi. Mucho menos en momentos como aquellos. Sabiendo lo que ahora sabía.

    Y Mimi... Mimi era su amiga. Pero tampoco quería lastimarla a ella. Y lentamente, como una acción desfasada a tiempo, su cuerpo tomó las riendas de la situación.

    Terminó aceptando aquel beso, dándole la bienvenida como si fuese algo esperado y Mimi pareció derretirse bajo él. Ese tacto suave, gentil, que enviaba descargas de electricidad a través de su espina dorsal. Besarla se sintió tan correcto.

    Emily no estaba pensando. Y si lo hacía, no era Mimi la persona que tenía frente a ella. No en su mente. Era Dante. El siempre amable, tímido y servicial Dante. Pensar en él hacía mucho más fácil aquella situación tan complicada, en la que se rehusaba a lastimar a nadie. Aquella noche cerraría la puerta de la razón bajo siete llaves, fingiendo que no existía raciocinio alguno. Porque aquella situación no tenía razón de ser. Era un error. Un error que ambas necesitaban.

    El corazón de Mimi le iba a estallar en el pecho. Sus cuerpos tan unidos, tan pegados, que casi podía sentirlo allí, apretándose también contra sus senos a través de la delgada tela de la prenda. No fue consciente de en que momento le dio permiso, en qué momento ella se volvió tan atrevida siendo que tendía a sonrojarse como un Octillery cocido bajo el más mínimo comentario obsceno; pero Mimi presionó sus labios contra los suyos con más insistencia y ella le permitió deslizar la lengua dentro de su boca, conteniendo un suspiro bajo el tacto húmedo y ardiente.

    "Toma todo lo que quieras de mí. Pero saciame a cambio".

    El cuerpo de Emily se tensó. Terminó llevando las manos a las mejillas contrarias, acunando su rostro, rozando su cuello posteriormente con los dedos fríos. El tacto de sus falanges parecía prender fuego a todo lugar que tocase, la piel de Mimi ardía bajo él. Incluso sus hombros por encima de la ropa.

    Era mucho más sencillo fingir que no entendía lo que estaba pasando a enfrentar el sentimiento de culpabilidad que se arrastraba por su garganta, sinuoso como un Ekans. Igual de venenoso.


    Era mucho más sencillo dejar que la tocase como tanto deseaba hacer. Que se desprendiesen mutuamente de la ropa, en una sensual puesta en escena que parecía ensayada con antelación. Era la primera vez que Mimi sentía esa ansiedad, esa necesidad sacudiéndole el cuerpo. No era como si no hubiera estado excitada antes y las sensaciones y reacciones de su cuerpo no le eran precisamente desconocidas. Pero era la primera vez que las sentía con tanta fuerza e intensidad.

    Miraba a Emily a los ojos como si quisiera devorarla. No había pudor, ni verguenza, solo una asoladora sed. Y Emily se sintió abrumaba bajo la intensidad de aquellos ojos azules. Ojos que solían mirarla con cariño genuino, que difícilmente mostraba a nadie más.

    Cuando la miraba el gélido hielo de sus ojos altivos parecía derretirse y era reemplazado por algo muy diferente. Algo a lo que supo ponerle nombre hasta ese día.

    Terminar en la cama con Mimi sobre sus caderas no fue muy difícil. Sus labios seguían presionando los suyos, hambrientos, posesivos. Su lengua rozaba la suya, se enredaba y se deslizaba en una coreografía erótica, idéntica al movimientos lento, sensual y casi inconsciente de sus caderas. Presionándola bajo su peso. Emily cerraba los ojos. Sobrepasada por las sensaciones, sobrepasada por la persona que imaginaba en su mente. Aquella imagen que hacía arder el bajo de su vientre como si de un volcán activo se tratara.

    Podía imaginarlo. Debía pesar algo más que Mimi. Era mucho más fuerte y musculoso que ella. Pero sus movimientos debían ser igual de gentiles, quizás más que los suyos. Sus manos eran más grandes que aquellas pequeñas y delicadas manos de pianista. Pero las recordaba suaves, cálidas y conciliadoras. El único problema que perturbada su utópica fantasía eran sus labios demasiado suaves y su voz. Aquella voz femenina, ahora agitada, aquella respiración caliente que discurría entre sus senos descubiertos, erizándole la piel.

    Mimi siempre había sentido envidia de su cuerpo. Emily poseía una figura de curvas prominentes y sinuosas en las que cualquiera desearía perderse. Una piel nacarada, suave como el terciopelo más fino, dulce como la miel más cara. Deseaba comérsela, probar cada mínimo rincón de su piel. Saciar su sed con ella.

    El plato más delicioso que hubiese probado jamás.

    —¿Sabes cuantas veces he deseado esto?—le preguntó con la respiración agitada.

    Emily contuvo el aliento cuando sintió las manos de Mimi apoderarse de sus senos. Presionarlos. Rozar sus pezones endurecidos con sus pulgares, enviando descargas de placer culpable desde la primera hasta la última de sus células.

    Una electricidad deliciosa, muy superior a aquella que le conferían sus propias manos. Sus dedos. Su boca, si pudiese alcanzar a chuparlos por sí misma.

    Eran pesados y voluminosos bajo sus manos. Suaves, turgentes. Fue una atracción instantánea.

    —¿Cuantas?—contuvo un gemido mas no el suspiro posterior, estremeciéndose bajo su cuerpo. Su voz emergió casi estrangulada de su garganta mientras se forzaba a sí misma a silenciarse con la palma de su mano.

    No funcionó.

    Su mente seguía jugando con ella. Y mientras Mimi mantuviese silencio podía verlo allí, a él, complaciéndola de formas inimaginables.

    Podía fingir que estaba bien mientras no recordase lo terriblemente incorrecto que era todo eso.

    Mimi arrastró los labios y tomó su pezón derecho, chupando de él con devoción. Volcando todo el deseo y la necesidad que la quemaba la piel. Succionaba y otras veces lo besaba, usando su lengua y sus labios para complacerlo. Su boca ardía y aquella sensación le cosquilleó todo el cuerpo e intensificó el ardor entre sus piernas. Lo lamía como quien degusta un helado a punto de derretirse bajo el sol.

    —¿Hasta cuanto puedes contar?

    Su espalda se arqueó sobre la cama, un arco erótico, prácticamente perfecto. La mano derecha de la Honda liberó la piel bajo sus dedos y siguió su curso. Bajando más y más, besándole el cuello y entrometiéndose bajo la fina tela de sus bragas. Los músculos de su vientre se tensaron. Sus piernas también.

    "Dante. Dante. Dante. Dante"

    Estaba ardiendo. Húmeda, mojada. No fue realmente una sorpresa para nadie. Arrastró los dedos sobre aquellos pliegues calientes, reconociendo aquella parte que le era tan ajena y conocida a la vez. Se preguntaba si Emily sería sensible en los mismos sitios. ¿Todas las mujeres lo eran solo por ser del mismo sexo? Nunca había tocado a otra mujer. No de forma tan íntima al menos.

    Emily gimió. No pudo evitarlo. A aquellas alturas le era francamente difícil hilvanar pensamientos coherentes. Pero mantenía los ojos cerrados, la imagen de Dante vívida, a ratos más difusa. Cuando Mimi rozó su clítoris húmedo e hinchado a consecuencia de la excitación, la fuerza con la que presionó su palma contra su boca casi le dolió. Tratar de contener sus gemidos se hizo prácticamente ridículo.

    Se sentía bien. Se sentía muy bien de hecho.

    Presionó aquel botón sensible, sintiendo su propia excitación hacerse más evidente con el transcurrir de los segundos. Lo apretó con suavidad, lo rozó con la punta de los dedos, trazó pequeños círculos concéntricos sobre él.

    Emily gemía. Y se estremecía. Y temblaba como una hoja a punto de quebrarse. Dante la hacían sentir tan bien.

    Su mente y su cuerpo fue rápidamente devorada por aquella ardiente sensación. No supo exactamente donde poner las manos. Sus caderas se movieron, imitando el movimiento de sus dedos. Las piernas se le tensaban y los dedos de sus pies casi se curvaban hacia abajo. El placer era intenso, voraz, asolaba sus sentidos y la dejaba a la deriva, a merced de aquellos delicados dedos expertos. Finos dedos de pianista.

    Francamente la tocaba como si fuese el piano más caro del mundo, arrancándole de sus labios la dulce melodía de sus gemidos.

    —Emily, di mi nombre.

    Aquella voz, aquel tono contundente la devolvió a la realidad como un mazazo. Emily abrió repentinamente los ojos y la miró. Con sorpresa, con cierto temor en el fondo de sus ojos morados. ¿Sabía acaso que... no estaba pensando en ella? No podía saberlo ¿verdad?

    No pudo contestar, no de forma inmediata. Su cerebro no encontró las palabras. Mimi presionó sus dedos con algo más de fuerza, instándola a responder.

    —Dilo.

    Reconoció sus ojos. Brillantes, azules. No eran verdes y cálidos. Reconoció su largo cabello dorado, que no era corto y oscuro, ligeramente revuelto. Reconoció la figura grácil de una mujer, de una joven de su edad... no la del hombre que amaba.


    —Mi—gimió. Un gemido ahogado, brusco—. Mimi...

    La mirada de sus ojos se suavizó.

    —Eso es. Soy Mimi—rozó sus labios con la mano que no la estaba tocando, separando su labio inferior. La intensidad de su mirada era abrumadora—. Repítelo.

    Su mano contrario siguió tocándola, usando su creciente lubricación para mojar sus dedos, estimulándola aún más. Emily se sentía al borde. Su cuerpo estaba tan tenso que parecía poder romperse en cualquier momento como una simple ramita.

    —... Mimi—repitió.

    Sí, era Mimi. Estaba dejando que Mimi la tocase, la masturbase, le hiciese sentir un placer que no había sentido nunca. El corazón se le apretó en el pecho.

    Era Mimi.

    Su amiga. Su mejor amiga. Aquella chica terca y deslenguada que se le había declarado esa tarde.

    El placer al borde del orgasmo le forzó a repetir su nombre como si no hubiese otra palabra en su vocabulario. Una y otra vez. Hasta el punto en que su voz ahogada y apresurada se asemejaba más a sonidos guturales que a palabras. Alcanzó la cúspide en cuestión de segundos, sintiendo como aquella tensión acumulada crecía y crecía dentro de sí... para liberarse de golpe en un gemido ahogado, satisfecho, que dejó su mente en blanco por minutos que parecieron horas.

    Poco a poco los espasmos se hicieron más débiles y Emily regresó lentamente a la realidad. Y vio a Mimi allí, sobre sus caderas, y supo que debía hacer algo.

    —Mimi tú...—acercó su mano a ella pero Mimi la detuvo con la suya propia, sujetándola.

    Sacudió la cabeza.

    —No me toques Emily.

    Aquellas contundentes palabras la sorprendieron. ¿Se había molestado acaso? Debía estarlo. Después de todo había estado pensando en otra persona.

    —¿Por qué no?

    Mimi la miró a los ojos. Y Emily pudo ver la tristeza en ellos. Una tristeza abrumadora, que le contrajo el corazón en el pecho.

    —Porque no quieres tocarme.

    No tuvo palabras para responder. No era mentira pero tampoco era del todo cierto. Y sin embargo, sabía perfectamente lo que Mimi quería decirle. Sabía que Mimi sabía que sus sentimientos no eran los mismos. Sabía que no la amaba. Lo había sabido desde el principio.

    Repentinamente se sintió profundamente culpable. Pero al separar sus labios para decir algo, Mimi no la dejó.

    —No digas nada ¿si?—sonrió con tristeza, amargamente. Emily pudo ver sus ojos cristalizarse, vidriosos y ella parpadeó rápidamente, soltando una pequeña risa por la nariz—. Solo... déjame dormir contigo.

    Apoyó la cabeza sobre su pecho, sus cuerpos semidesnudos, cubiertos únicamente por la tela de sus bragas. Se forzó a sí misma a no llorar a pesar de todo. Ella misma se sentía excitada pero podía ignorarlo. No necesitaba que Emily la tocase de la misma forma si ella no deseaba hacerlo.

    Ella no... deseaba hacerlo.

    Emily solo rodeó su cuerpo con sus brazos, sintiendo que era el poco consuelo que podía darle en dadas circunstancias. Acababa... de hacer algo horrible. Pero no podía mentirse a sí misma. No la amaba. No sentía lo mismo por ella, no deseaba tocarla como ella lo hacía... y aquellos sentimientos nunca iban a cambiar.

    Estaba enamorada de Dante. Y él no estaba allí ahora. Solo estaba Mimi. Cerró los ojos, sintiendo ganas de llorar. Por ella. Por sí misma. Por las dos y por Dante.

    —Lo siento—musitó.

    Mimi cerró los ojos. Aquellas palabras le dolieron en lo más profundo de su ser, resonando dentro de su cerebro como una sentencia de muerte. Pero sus labios no emitieron sonido alguno.
     
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  2.  
    Gigi Blanche

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    Puta qué sad.

    Yeap, definitivamente entiendo ahora por qué hiciste la mención de Kuzu no Honkai al comienzo. De hecho te lo agradezco, porque me puse esto de fondo para leer y fue todo un viaje. Además, tengo tan interiorizado el estilo de dibujo y animación de ese anime que hasta me las imaginé así xd Todo muy wholesome y vívido. Pero puta, qué sad. Leer cosas así me estruja el corazón porque deben, de hecho, ocurrir un montón. Son mierdas donde ni siquiera hay víctimas y victimarios, ni siquiera tiene sentido señalar con el dedo. En un intercambio así, ambas partes se reparten la responsabilidad y... simplemente son factores que se apilaron como no debían apilarse. Y puta, qué sad (?)

    Como bien me habías dicho, no tengo nada de contexto del rol y me valgo de lo que transmites aquí, y es muy sad, yeap. Ojalá Mimi pueda darse cuenta que esta no es la solución y no pasarse tanto tiempo en una relación tan tóxica como la de Ecchan y Hanabi, pls (? Lo mejor para sanar, en estos casos, es la distancia. E igual yo hablo y capaz ya pasaron cosas en el rol, who knows, but anyways xd Como siempre, la narración está impecable y transmite mucho. Lo único que noté fue un dedazo, aquí:

    Está bien al comienzo.

    Perdona el comentario feo, sin conocer a los personajes ni el rol de base es difícil hablar mucho(?). Pero eso, muchas gracias por invitarme a leerlo porque me gustó mucho, como todo lo que tú escribes uwu Creo que, más allá de ser un explícito, su intención es transmitir tristeza y una profunda incomodidad. Al menos a mí me dejó esa sensación; sobre todo con la escena final, donde se quedan abrazadas. Pensé ugh, cómo pueden soportarlo. Yo creo que no aguantaría ni cinco minutos y saldría huyendo de ahí xd

    Y eso uwu <3
     
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