Microrrelato Recuerdo de tu aparición

Más silencio, más y más silencio. No pensé que la ausencia de sonido podría causarme semejante aturdimiento mental. Debería existir algo por mínimo que fuera, rompiendo esta extraña realidad. Miro hacia mis manos tratando de que el tacto predomine por sobre el vacío de sonido, necesito percibir más allá de lo que se manifiesta como lo que me pasa.

Camino hacia mi cuarto, como un animal herido quién sabe de qué, no obstante, busca un refugio. Las lágrimas caen por mis mejillas desbordando una emoción que intento no procesar. Malditos ojos, parece que llegaron atrasados a la repartición de sentido común.

Las gotas salinas insistentes, marcan surcos en el rostro con una actitud burlesca basada en una actitud de NO TE LIBERARÁS DE ESTO. Es cierto, no me libero de lo que pasó, pasa y pasará.

De pronto, mi mente decide unirse a los ojos mandando imágenes terribles. El silencio ya no es silencio sino que gritos mentales de una parte mía que duele infinitamente.

Duele, duele y vuelve a doler. Ojalá poder correr, ojalá poder huir, ojalá dejar de sentir…

Las imágenes ya no son imágenes, ahora son recuerdos nítidos, danzantes. Me abrazo anhelando consuelo, porque lo que veo ya no sólo duele, sino que me tortura. Muero, siento que muero.

Entre la bruma del pasado, aparece ella con su sonrisa enorme. Trae en sus manos una barra enorme de chocolate, ríe porque no la va a compartir. Yo no necesito pedirle chocolate, hace mucho que comer es un martirio, una obligación para sobrevivir.

Abre el chocolate, saca un trozo con muchas fuerzas es casi como si no fuera una golosina sino que un hueso humano lo que ella rompe. Lo lleva a su boca saboreándolo golosamente, luego muerde de manera brutal.

Sorprendida ante la visión le digo:
¿Tienes dientes aún?

El recuerdo, decide no ser recuerdo, sino que ser alma ajena para responderme:
Lo perdido puede ser recuperado, y lo recuperado puede ser perdido.

Mi suplicio se detiene, ella no es un recuerdo malicioso. Ella es ella. No sufre, ríe. No me olvida, me recuerda. Siento alegría infinita, el sufrimiento se diluye quedando sólo la admiración de nuestro nuevo recuerdo.
Se acerca a mí, me abraza con amor. Veo su barra de chocolate, siento su cuerpo mejorado, previo al fin. No importa si estoy demente, a esta altura no interesa. Soy feliz, ella también, aunque sabemos que tiene fecha de caducidad este instante.

Desaparece, me quedo. Sin embargo, en mi alma se siente un peso menos. Quisiera decir algunos de esos clichés sobre la muerte, frases prefabricadas sobre lo bello que es concebido el adiós. No me sale, de mi boca sólo existe la emanación de un suspiro que expresa mucho más que lo que las letras en su construcción abstracta pueden concebir.

Porque el amor llega, tarda pero llega.