Recorriendo de la A a la Z [Días de Abecedario]

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Usagi-chan, 15 Julio 2015.

  1.  
    Usagi-chan

    Usagi-chan Bunny Bunny

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    Recorriendo de la A a la Z [Días de Abecedario]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    835
    Q de ¿Quién?

    El sonido de pasos subiendo por las escaleras me puso nuevamente en alerta, disparando un torrente de adrenalina por todo mi cuerpo. Un ruido estruendoso me había arrancado del mundo de los sueños, desorientándome por unos segundos hasta que fui capaz de registrar a cierto nivel de conciencia que no podría ser ningún miembro de mi familia. Ellos estaban de viaje.

    Cuando el sonido de las pesadas pisadas incrementó, mi cuerpo actuó por voluntad propia, lanzándose hacia el suelo y rodando después bajo la cama. Me sentía como una niña tonta escondiéndose de monstruos en el lugar más obvio para hacerlo. Como si intentara ocultar mi cuerpo tras una fina y delgada cortina que delineaba a la perfección cada parte de mi cuerpo. Era una blanco fácil pero también era demasiado tarde para buscar otro escondite.

    Ruidos más fuertes de diversa clase de objetos golpeando las paredes y el suelo de imitación madera formó en mi cabeza la imagen de un ladrón, pero alguna otra parte de mí no lo creyó. Un ladrón buscaba las cosas que se llevaría, no destruía cada objeto a su paso como si buscara acabar con la casa.

    Los pasos se acercaron todavía más hasta que pude identificar que se detenían en la entrada de mi habitación. Gracias a Dios, la puerta estaba cerrada. El corazón comenzó a latirme con rapidez y fuerza, esperando escuchar pronto que el intruso se alejaba rumbo a otra habitación pero no ocurrió. En cambio, el partir de la madera y la lluvia de astillas que pronto se derramó sobre la superficie del suelo me informó de la explosión de la puerta. Lo que quiera que fuera el intruso la había despedazado.

    — Frío...frío... — lo escuché canturrear con voz sedosa.

    Mi cuerpo se tensó. Alguna parte de mi cerebro reconocía el exquisito tono ronco y sedoso de la voz del intruso y le excitaba la idea de ser atrapado. La otra parte, la que muy seguramente era más racional y buscaba la supervivencia me impulsaba a querer salir huyendo con rapidez. ¿Quién era el intruso?

    — Tibio...tibio... — continuó canturreando.

    Mis ojos captaron un vislumbre de las pesadas botas negras de motociclista que pisaban con dureza sobre el suelo moviéndose por la habitación a pasos lentos, rodeando ligeramente la cama para detenerse frente a la mesita de noche a un costado de mi cama.

    — Eres hermosa, ¿lo sabías? — susurró sin perder la tonalidad sedosa.

    Esperé con el corazón latiéndome cada vez más acelerado que sus palabras no fueran dirigidas hacia mí, sino a cualquier otra persona que lo hubiera acompañado, rezando por no ser descubierta. Entonces el portarretratos que mi hermanito menor me había regalado para mi último cumpleaños cayó hecho trizas sobre el suelo y diminutos cristales salieron disparados hacia mi posición. La foto que debía estar en su interior había desaparecido.

    — Caliente...caliente... — canturreó por última vez y casi pude verlo sonriendo.

    Negué con la cabeza. ¿Cómo podía imaginar su rostro con una sonrisa si ni siquiera sabía quién demonios era? Era imposible pero mi cerebro no aceptaba eso, seguía buscando sin descanso en esa parte que se moría por ser atrapada, el recuerdo de un cuerpo varonil.

    Sus botas dieron un giro y pronto me di cuenta que su cuerpo estaba de frente a la cama y mi posición de escondite. Intenté apartarme hacia el lado contrario, mordiéndome los labios con fuerza al incrustarme uno de los cristales en la palma de mi mano derecha y comenzar a sangrar. No podía dejar que quien quiera que fuera esa persona, me detuviera.

    — Te atrapé, gatita. — soltó de repente.

    Al mismo tiempo, una enorme mano se cerró en torno a mi tobillo y tiró con fuerza hasta sacarme de mi escondite bajo la cama. Grité. Grité como si la vida se me fuera en ello cuando un nuevo movimiento me hizo dar la vuelta y quedé de espaldas sobre el duro suelo, viendo directamente a la mirada inyectada en sangre del sujeto.

    — Shhh, gatita. Despertarás a los vecinos.

    La ronquedad en su voz me congeló en mi lugar, ahogando los gritos anteriores. Mi cuerpo obedeció a su tono como si estuviera acostumbrado a hacerlo y me asusté todavía más. Como si no hubiera sido poco, el enorme cuerpo del hombre se sentó a horcajadas sobre mis caderas y una de sus manos de grandes dedos atrapó mi muñeca derecha, tirando hacia arriba. Un par de segundos después, la lengua del intruso se deslizaba sobre la herida de mi palma, arrancando con los dientes el cristal enterrado y limpiando las diminutas gotas de sangre con el rastro cálido de su saliva.

    — ¿Quién eres? — respingué impresionada.

    — Dímelo tú. — respondió sin despegar su boca de la herida. — Recuérdame.

    El mundo giró a mi alrededor mientras no dejaba de preguntarme por el intruso y pinchazos de placer recorrían mi cuerpo con cada lametón. Mi cerebro no estaba cooperando y las sensaciones no me ayudaban a concentrarme. ¿Por qué me estaba pasando esto?
     
  2.  
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    Recorriendo de la A a la Z [Días de Abecedario]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    551
    *Complemento de M de Maldición y O de Oídos.

    R de Rojo

    Cerró las manos en puños, sintiendo al momento el filo de sus garras atravesando la dureza de su piel. Era un demonio. Lo habían convertido en un ser de pesadillas, en la viva imagen del “diablo” que recurrentemente era temido en cientos de culturas y se odiaba por eso. No. Estaba equivocado. No odiaba el poder que le había sido asignado y la apariencia física nunca había sido una de sus mayores preocupaciones, hasta que la había conocido a ella. En realidad lo que odiaba era que su toque la asqueara, y su apariencia la espantara cuando se moría por entrar en contacto con esa morena y picante piel.

    Sonrió con ironía. Ninguno del patético grupo que formaban había visto el verdadero alcance de la maldición en su cuerpo y no esperaba que lo descubrieran pronto. ¿Qué pensaría la hermosa chica de cabellos azulados sobre su verdadera apariencia?

    — Me duele la cabeza... — escuchó el miserable gemido envuelto en una voz que le tensaba de excitación todo el cuerpo.

    Frunció el ceño. Independiente de su deseo carnal hacia ella, estaba cansado de escuchar sus continuas quejas. Sabía sobre el continuo acoso de unas voces inexistentes en su cabeza pero parecía no entender que no era la única en problemas. Ciertamente era la personificación exacta del egoísmo y eso sólo lo fascinaba aún más.

    — Gracias, Silence. — murmuró de repente y suavidad.

    Apartándose de sus pensamientos, observó la tenue caricia del único miembro que jamás hablaba en el grupo y en cuestión de segundos sintió sus garras crisparse de nuevo. ¿Qué derecho tenía ese individuo de apariencia andrógina de tocar lo que le pertenecía? Cerró los ojos durante un instante. De repente sentía los músculos de todo el cuerpo ondulando y la sangre correr a una velocidad inhumana por todo su cuerpo, acompañando el bajo y lento gruñido naciendo de su pecho.

    Todos ellos signos inequívocos de una transformación. Irritado, apretó con mayor fuerza los puños e intentó concentrarse en su respiración. Cuando perdía el control, la apariencia con la que había sido maldito tomaba protagonismo y en esos momentos, las manos escamosas que daban la apariencia de las patas con garras de un dragón se convertían en el detalle más delicado y hermoso de su apariencia. La mujer que llamaba su atención ya le temía, así que no podía ver lo que era realmente. Ni nadie más.

    — Oye, ¿estás bien? — escuchó el susurró femenino acariciándole los oídos.

    Se apartó con rapidez al primer contacto de la delicada y pequeña mano con su piel, alejando su toque con la fuerza propia de su otra apariencia. Entonces contuvo el aliento, su ahora sensible audición le permitió escuchar a la perfección el gemido de dolor y el golpe de la mujer contra el suelo. La necesidad de acudir en su rescate, sin embargo, se vio opacada por la maldición. El rojo de su piel ya había comenzado a extenderse por la superficie de sus anchos brazos y hasta sus hombros, si no se iba de aquel deprimente lugar pronto, dejaría de ser él mismo y todo cuanto estuviera a su paso se arrepentiría de haberlo despertado.

    Después de todo, era con toda probabilidad el monstruo más peligroso entre ellos.
     
    Última edición: 2 Agosto 2015
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    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    27
     
    Palabras:
    735
    *Complemento de M de Maldición, O de Oídos y R de Rojo.

    S de Silencio
    Observó inexpresivo la pelea que se desarrollaba frente a sí. Se había acostumbrado con rapidez a volverse un observador pasivo, a no intervenir en defensa de nadie, y sobre todo, a mantenerse callado sin importar las circunstancias. ¿Extrañaba hablar? No, no lo hacía. Siempre había sido un chico más bien retraído y de constitución débil, un hombre de apariencia femenina al que las mujeres admiraban por su belleza y los hombres aborrecían por su andrógina apariencia. Las palabras, a menos que fueran escritas, nunca habían sido algo de vital importancia para él, así que estar condenado a permanecer en un mundo plagado de ruidos y forzado a guardar silencio, no era la peor maldición que se le pudo haber dado.

    — ¿Otra vez están peleando? — preguntó con suavidad la mujer de cabellos azules.

    Refrenando el deseo automático de responder a la chica, tuvo que morderse los labios para callar. Estaba acostumbrado al silencio pero la maldición con la que cargaba su acompañante le había facilitado en ciertas ocasiones soltar cortos enunciados y era magnífico. Después de todo, ¿qué tan doloroso podría ser para ella escuchar lo que tenía para decir cuando cada momento del día tenía cientos de voces susurrándole al oído?

    — Para empezar, ¿quién demonios lo nombró líder? — gruñó sin esperar respuesta. — Comprendo que sea el más normal entre nosotros pero su prepotencia es inaceptable.

    El sonido del choque de los puños robando la atención de la chica le permitió un lapso de tiempo para observarla a placer. ¿Podría ella sentirse atraída hacia un hombre que fácilmente podía rivalizar con su belleza? Suponía que sí, en vista de las amenazas silenciosas que “Red”, como había llamado al sujeto con las manos de dragón, le había lanzado.

    — Él. — susurró lo más bajo posible para atraer su atención.

    Los respingos y dolorosos gemidos de los otros dos individuos en la sala no se hicieron esperar. Una simple sílaba escapando de sus labios poseía el poder de destrozar toda barrera entre las personas y aumentar la intensidad de una emoción por un millar.

    — ¡Carajo, Silence! — gritó dejándose caer sobre sus rodillas el supuesto líder. — ¡Mantente callado!

    — Joder. — gimió secundándolo el chico de mirada ónix con quien peleaba hasta hace unos momentos. — Siento como si me estuvieran arrancando el alma.

    No prestó atención a sus quejas, secretamente divertido y emocionado por volver a escuchar la cadencia de su voz. Sin embargo, sus ojos no se apartaron en ningún momento de la mujer a su costado, ni de su expresión inmune al sonido de su voz. Sonrió. La verdad, su maldición no tenía que ver con la tonalidad de su voz, sino con el cúmulo de emociones intensificadas con las que se coloreaba al salir y que atacaban sin piedad a cualquier persona. Dependiendo de la cantidad o longitud de lo que dijera, el efecto empeoraría cada vez. Eso lo había comprobado por las malas, cuando observó en primera fila la forma en que su madre y hermana mayor se habían suicidado después de escucharlo hablar.

    — Debe ser duro no poder hablar, ¿no? — susurró con la misma suavidad la mujer.

    No, realmente no lo era. Duro era no poder tomar entre sus brazos a la primer chica que le llamaba la atención, para susurrarle al oído que todo estaría bien. Duro era que esa misma mujer, la primera que podía ver su atractivo masculino, estuviera interesada en una enorme masa de mole cuya apariencia transformada era semejante a la de “Hellboy” y que él ya conocía a pesar de que se esforzara por ocultarlo. Más duro aún era pasar tanto tiempo en silencio hasta que olvidaba el sonido de su propia voz.

    — ¡Atrévete a responderle y juro que te arranco las malditas cuerdas vocales! — advirtió el líder.

    Se encogió de hombros. Aunque cumpliera su amenaza, no habría resultado alguno, sus cuerdas volverían a regenerarse en cuestión de segundos. Ya había intentado en una ocasión arrancarlas, y el condenado dolor no había valido la pena pasado el minúsculo tiempo de regeneración. Pese a ello, no volvió a hablar. Permanecer en silencio, como el observador pasivo que era tenía sus ventajas. A final de cuentas, pocas cosas se escapaban de su escrutinio, y ciertamente, no había quien conociera mejor los secretos de cada integrante que él. La clara ventaja de permanecer callado.
     
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    27
     
    Palabras:
    639
    T de Trampa

    El lastimero aullido resonó con fuerza en la inmensidad del bosque, estremeciendo el cuerpo femenino ante el triste sonido. La chica había decidido tomarse unas vacaciones en la pequeña y austera cabaña en el bosque en donde habían vivido sus abuelos hasta su muerte, y en los dos días que llevaba ahí, la incertidumbre y el presentimiento de estar dejando pasar algo importante no la había abandonado ni en sus sueños.

    Sin embargo, esta noche en particular el insomnio había ganado la batalla, devorando su necesidad de dormir y dejándola con el pesado cansancio en su lugar. De ese modo, con pocas posibilidades de conciliar el sueño, finalmente se había abrigado y salido a dar un paseo por el bosque, cuidadosa de no abandonar el apenas visible sendero humano que se mantenía alejado de la zona poblada de animales salvajes.

    Entonces el primer aullido de dolor había desgarrado la noche, lo suficientemente cerca de su posición para suponer que el desafortunado animal con toda probabilidad había caído en una de las trampas colocadas como advertencias para que no se acercaran al camino. ¿Cómo había logrado saber que ese aullido era de dolor? De eso no estaba tan segura, pero en cuestión de segundos se había encontrado apartándose del sendero en busca de la fuente del sonido.

    Algunos lobos rondan el bosque, princesa”. — recordó las dulces palabras de su abuelo mientras la balanceaba entre sus piernas. — “Intenta mantenerte alejada del bosque por la noche”.

    Las hojas y ramitas secas crujiendo bajo sus pies fue el único sonido a su alrededor hasta que un nuevo aullido rompió el silencio de la fría noche, consumiéndose en el aire hasta ser un débil gemido adolorido. Estaba acercándose al lugar.

    Los lobos son amigos de los pobladores de aquí, jamás te harían daño”. — había intervenido su abuela.

    A su corta edad no había comprendido el significado de que un lobo fuera su amigo, ni lo había cuestionado. Sin embargo, a sus 24 años, las cosas tenían muchos otros significados y el sentido común le decía que un animal salvaje no podía ser inofensivo.

    Fue el lastimero gemido helándole la sangre lo que finalmente la trajo de vuelta de sus pensamientos. Sus pies la habían conducido a un pequeño claro en cuyo centro yacía el primer espécimen de lobo que había visto fuera del zoológico. Simplemente magnífico. El pelaje de un negro media noche lucía brillante y esponjo rodeando el cuerpo grande y poderoso, y contrastando de una manera hermosa con el azul hielo de su mirada. Era casi una obra de arte cuyo único imperfecto radicaba en la pesada trampa de metal que había atrapado una de sus patas.

    — ¿Cómo puede alguien ser tan cruel para dejar esas cosas por aquí? — susurró con tristeza.

    No sabía con exactitud lo que la había impulsado a acercarse al peligroso animal pero algo en la brillante mirada del lobo parecía poseer una consciencia e inteligencia casi humana, como si también se hubiera estado preguntando lo mismo que ella.

    — Quédate muy quieto, muchacho. — le indicó con el mismo tono juguetón con el que solía dirigirse a su perro. — Voy a intentar liberarte.

    ¿Cómo se suponía que iba a hacer eso? No tenía ni idea pero el impulso de liberarlo era demasiado fuerte y el sonido adolorido de sus jadeos demasiado triste y doloroso como para ignorarlo. Decidida, dio dos pasos al frente, acercándose con cautela hacia el lobo hasta que recibió el primer gruñido amenazante de su parte. Había esperado que el lobo fuera su “amigo” y se comportara pero estaba claro que el instinto animal era más fuerte que las viejas leyendas de un montón de ancianos.

    Suspiró. Qué cualquier deidad la amparara mientras intentaba liberar a esa criatura o terminaría muerta entre las fauces de semejante bestia.
     
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    632
    U de Unánime

    — Ha sido una decisión unánime.

    Cerró los ojos, conteniendo el aliento y luchando contra el terror que a cada segundo parecía hacerse más grande, abriéndose paso con rapidez hacia cada terminación nerviosa de su cuerpo. El día que tanto había temido finalmente había llegado y su destino acababa de ser decidido por una simple y escueta palabra: “unánime”.

    Gimió. Si tan sólo alguien se hubiera opuesto a esa decisión. Si una sola persona hubiera visto más allá del valor de su sangre y su valor como uno de los pocos seres humanos que aún habitaba ese desértico y oscuro mundo, habría tenido la oportunidad de escapar, de ser libre, de luchar.

    En cambio, todos sus planes, esperanzas y sueños se habían derrumbado como un gran castillo hecho de naipes, frente a sus ojos. Ahora no había nada que pudiera hacer. Desde que había cometido el estúpido error de dejarse ver frente a los seres bebedores de sangre que hasta años atrás habían sido sólo producto para películas y libros para adolescentes, todo su mundo había comenzado a destruirse. No, en eso se equivocaba. Su mundo se había hecho pedazos cuando las criaturas mágicas que debieran haber sido sólo producto de la imaginación comenzaron a rebelarse, consumiendo al mundo, acabando con la raza humana sin dejar de luchar unas contras otras. El resultado había sido ese, un mundo plagado por criaturas hermosas y mayormente inmortales vagando por las calles, peleando por cada pizca de territorio y alimento, y en un oscuro y frío rincón, escondiéndose y camuflándose, unos reducidos grupos de humanos que representaban lo poco que quedaba de humanidad.

    — Serás entregada al líder Caleb.

    Se encogió de hombros. Probablemente el destino hubiera decidido que su vida valía más que su muerte porque las criaturas con las que se había topado al salir de su último escondite no eran la raza más cruel con la que podría haberse encontrado, pese a su alta posición en la jerarquía de poder. El problema era que para ellos, aquellos seres de largos y filosos caninos, una extraña raza mezcla de cambiaformas y vampiros, los seres humanos representaban un bien que de ser atrapado, no podían darse el lujo de dejar ir. A final de cuentas, el alimento que les permitía seguir viviendo venía de personas como ella.

    — Descuida, humana. — la tranquilizó la hermosa mujer desde el improvisado tribunal. — Ninguno de nosotros te hará daño. Eres muy valiosa para nuestra raza.

    Las ganas de gruñir y llorar al mismo tiempo, la invadieron. ¿Qué podía saber esa mujer sobre sus sentimientos? Ella no era la que había sido capturada tras 3 largos años de estar escapando y escondiéndose. Tampoco era quien se convertiría en el platillo especial y personal del líder de una raza que había contribuido a diezmar el número de seres humanos en la Tierra. ¿Por qué pensaba siquiera que podría calmarla?

    — Por favor... — suplicó en un último intento.

    La mirada multicolor de la mujer permaneció fija en ella y por un momento tuvo la esperanza de que la dejaría irse. Entonces, su mirada se endureció y casi pudo escuchar a través del movimiento de sus perfectos labios las palabras que la había condenado: “decisión unánime”.

    No pudo más con ello, se derrumbó sobre sus rodillas, agotada de seguir existiendo en un mundo donde su sangre era mercancía y su cuerpo un plus para quien la reclamara. Estaba cansada de escapar, de esconderse, de luchar inútilmente por salvar a más como ella sólo para verlos caer rendidos ante la belleza de esas criaturas una y otra vez, u observarlos perecer bajo las sangrientas garras de aquellos que les odiaban. ¿Por qué las cosas habían cambiado tanto? Y peor aún, ¿qué clase de futuro le estaría esperando a partir de ahora?
     
  6.  
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    27
     
    Palabras:
    599
    V de Vuelo

    Miró hacia abajo, pasando su saliva con dificultad. Estaba seguro de que no importara qué, esa misma noche iba a morir. Nadie podía sobrevivir a una caída de 15 pisos de altura. Gracias al cielo no había elegido uno de esos edificios tan populares en la zona más moderna de la ciudad, de lo contrario no tendría el suficiente valor para hacerlo.

    — Saldrá natural. — se repitió la letanía nuevamente. — Fuiste diseñado para eso.

    En realidad, estaba seguro de no haberlo sido pero ¿qué más daba eso? Si quería cruzar el oscuro umbral hacia la otra vida, tenía que superar ésta sencilla prueba, de lo contrario, el regalo que le había sido entregado se le arrebataría y terminaría inmerso en la peor pesadilla de cualquier persona viva o muerta.

    — Fui atropellado por un estúpido camión y ahora...ahora tengo que saltar. ¿Cuánto más tengo que sufrir antes de poder descansar en paz?

    Nunca había sido un aficionado a las alturas, y mucho menos a las grandes emociones. ¿Sería por eso que su mentor temporal le había asignado semejante prueba? No, no era eso. Le habían dicho que era el procedimiento estándar para continuar el viaje. Joder, ¿qué clase de enfermo departamento exigía a su cliente saltar del quinceavo piso del edificio de cristal?

    Suspiró. No podía seguir perdiendo el tiempo cuando cada segundo que tardaba era un minuto menos en el paraíso y un paso más hacia el lado oscuro. Podía hacerlo. No, tenía que hacerlo. Todo saldría bien.

    Dirigiendo un último vistazo a la enorme caída, cerró los ojos e intentó relajar su cuerpo respirando con profundidad. Se dejaría caer de ese modo, sin ver hacia el suelo o hacia cualquier otra cosa. No quería ver su final, cuando el terreno de cemento impactara con todo su cuerpo quebrándole el resto de huesos y tendones que el camión que lo había asesinado no logró romper.

    — Ok, muy bien. — respiró profundo. — Ahí voy...

    Temeroso de realmente hacerlo, se quedó balanceándose en el borde por unos instantes, hasta que la suave pero firme presión de una mano sobre su espalda lo lanzó hacia el vacío. Entonces empezó a caer, el aire escapó de sus pulmones y el corazón se le paró un par de veces antes de iniciar una frenética carrera contra el tiempo. El suelo comenzó a acercarse, según pudo ver en el breve vistazo antes de volver a cerrar los ojos. Oh, cielos, no quería ver cuando se estrellara.

    Cuando ya sentía rozar el asfalto con sus dedos, el tiempo se detuvo, o por lo menos, pareció detenerse conforme el aire cesaba su rápido cruce y golpe contra él. Su cuerpo se quedó inmóvil y la extraña sensación de tener unas criaturas caminando por su espalda lo invadieron. ¿Había muerto? Por supuesto que lo había hecho, ya estaba muerto cuando se lanzó de la azotea de ese edificio. ¿Sería posible morir dos veces?

    — No fue tan difícil, ¿verdad? — susurró con una voz casi melodiosa el culpable de esa prueba y con toda probabilidad, de su caída. — Bienvenido seas.

    Abrió los ojos para observarlo y en cambio, sus ojos captaron maravillados el cristalino azul del cielo y el blanco esponjoso y brumoso de las nubes. No podía alcanzar a ver el suelo, se estaba alejando cada vez más de éste, subiendo y subiendo sin parar. ¿Qué estaba sucediendo?

    — Bienvenido, ¿a dónde? — preguntó temeroso.

    — A tu nueva vida, por supuesto.

    Confundido, sintió sus alas aletear y el shock se abrió pasó en su consciencia. Alas. ¡Tenía alas y estaba volando! ¿Qué demonios le habían hecho?
     
  7.  
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    Palabras:
    437
    W de Whisky

    Mantuve la mirada fija sobre la botella con el líquido dorado oscuro frente a mí, sopesando mis opciones. No era aficionada al alcohol, y por desgracia, tampoco tenía mucha tolerancia a éste. Sin embargo, sabía con toda seguridad que en esta noche en particular ahogarme en aquel líquido que desprendía un aroma tan fuerte, era lo mejor que podría pasarme.

    Tanteando la mesa en busca del vaso donde había servido un poco de esa bebida sin apartar la mirada de la curiosa forma de la botella, suspiré. El destino era tan jodido que podía arrebatarte todo lo que tenías de un minuto a otro, y dejarte varada en la nada acompañada únicamente con una botella de licor barata. Oh, porque aunque hermosa y pese a que su contenido era un lujo para muchos, entre marcas era prácticamente un chiste, o al menos eso era lo que su padre y hermano le habían enseñado antes de morir en aquel accidente de auto. Pero, ¿qué podían esperar? El dinero no había dado para más.

    De repente, ahogar las penas en alcohol no me había sonado tan mal después del funeral, pero deshacerme de la variada lista de personas poco dispuestas a dejarme sola en momentos tan difíciles había sido realmente difícil. Sonreí con ironía mientras balanceaba el vaso y observaba el contenido moverse junto con los pequeños cubos de hielo. Detestaba pensar y recordar. ¿Podría el alcohol hacerme olvidar todo?

    Poco dispuesta a darme a la tarea de seguir debatiéndome, apoyé el borde del vaso sobre mis labios y tomando aire, apuré de un solo golpe todo el líquido dorado. Un segundo después me arrepentí. Un calor abrasador atravesó mi garganta quemándola hasta asentarse de golpe en mi estómago casi derritiéndolo en el proceso. Gemí asqueada. Mis papilas gustativas se resintieron con los residuos del fuerte y picante sabor del whisky cuando me relamí los labios. Mi padre se estaría revolcando en su reciente tumba si viera la forma tan estúpida en la que había tragado un licor que estaba añejado y preparado para degustar en pocas y pequeñas cantidades.

    Entonces la risa escapó de mis labios antes de que pudiera contenerla y la cabeza comenzó a darme vueltas mientras servía un nuevo porcentaje del líquido. Mi risa sonaba ronca después del ardor. ¡Qué efecto tan divertido! Continué riendo todavía después de apurar los dos dedos de whisky que había servido y poco después, las lágrimas comenzaron a reunirse en mis ojos y caer por mis mejillas. Mi vida era asquerosa. Deseaba con toda mi alma poder desaparecer después del siguiente vaso.
     
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    985
    X de Xensá

    Revisó cuidadosamente las flores que la rodeaban al interior del invernadero, nerviosa por las firmes e insistentes miradas clavadas sobre ella, y aún más indecisa entre la enorme variedad disponible de flores, esperando para ser elegidas por ella. Su boda estaba prácticamente a la vuelta de la esquina, y aunque había accedido a ésta de buena gana, los nervios estaban destrozándola y haciéndola platearse severamente su decisión de contraer matrimonio.

    — Si me permite una sugerencia, señorita, las rosas siempre lucen maravillosas en los buqué para bodas. Tengo entendido que su boda posee una temática invernal, así que podríamos realizar un pedido especial para tenerlas pese a la temporada e incluso pintarlas de un azul que se adecúe a lo que busca.

    ¿Lo que buscaba? Ella no estaba buscando nada en especial, pese a que se moría por tener la oportunidad de por lo menos tomar ésta decisión en cuanto a su boda. Pero, ¿rosas? No. Definitivamente no las quería decorando su boda como un cliché, incluso siendo cultivadas y teñidas especialmente para la ocasión.

    — No. Odio las rosas. — respondió con sequedad.

    Sin dar una nueva oportunidad para escuchar el tono chillón de la voz de su planificador de bodas, continuó avanzando entre los pasillos plagados de plantas y flores de todos los colores y olores habidos y por haber. Estaba hasta cierto punto agotada. Ese día habían visitado cerca de 10 florerías y 5 invernaderos en la búsqueda de la flor perfecta para adornar la Iglesia y el hermoso salón de eventos en su día especial pero no habían tenido suerte. Ésta, por tanto, era su última oportunidad para encontrarla.

    — ¿Qué tal las lilas?

    — No, no es lo que quiero. ¿Le importaría darme un momento a solas para pensar, por favor?

    De mala gana, el hombre bajito asintió y dio la media vuelta refunfuñando. Su familia la había inculcado a ser educada ante todo, pero francamente a estas alturas había sido un milagro que ese hombre siguiera trabajando en su boda. La tenía harta con sus sugerencias que parecían más bien decisiones o de la forma en que fruncía los labios cuando ella tenía el descaro de elegir algo que según él era de “mal gusto” para una boda de la alta sociedad.

    — Flores azules...flores invernales... — canturreó con voz muy baja mientras seguía moviéndose entre los pasillos.

    Encontrar el color azul entre las flores no era un gran problema como la época invernal en la que se le había ocurrido buscarlas. A pesar de ello, seguía habiendo una enorme variedad pero ninguna que se alejara del cliché y atrapara su máxima atención. ¡Era su boda! Necesitaba las mejores flores que pudiera conseguir.

    Sus pasos la llevaron hasta el final del largo pasillo de muestreo y no le quedó más que suspirar derrotada al no encontrar nada que despertara su interés. Dispuesta a marcharse pronto de ahí y terminar con ese agotador día, un destello de azul captado desde el rabillo del ojo le llamó la atención. Ahí, en el fondo y en la esquina más oscura y alejada de las vistosas formas en demostración destacaba con una forma estrellada y de un impresionante azul eléctrico la flor más hermosa que había visto nunca. Hermosa no en el sentido clásico de la palabra, sino en uno mucho más excéntrico, como ella.

    — ¡La encontré! — gritó sin pensar.

    Los pasos apresurados de dos personas no fueron suficiente para que despegara la vista de la brillante y extraña flor, se sentía casi hipnotizada por ella.

    — Ah, la hermosa “Xensá” ha llamado su atención. — sonrió a su costado el dueño del lugar. — Una flor poco común, sin embargo.

    — Nunca había oído hablar de ella. — intervino el planificador de bodas.

    — Su nombre común es “Genciana”. Es una flor que a pesar de brotar específicamente en los veranos frescos y húmedos, es sumamente resistente a cualquier condición ambiental. La caracteriza, como seguramente lo habrá notado la señorita, su forma en forma de trompeta y el vibrante color azul de sus pétalos.

    — Estrella. — susurró ella. — Sus pétalos forman una estrella azul.

    — Podría decirse, sí. — rió divertido el encargado.

    — Ciertamente es hermosa, pero no considero que sea una flor adecuada para una boda, señorita. — refunfuñó el planificador. — Sigo pensando que las rosas son una mejor opción y teñidas de un azul semejante a éste, lucirán maravillosas.

    Gruñó. Por primera vez en mucho tiempo ignoró las reglas de etiqueta de una señorita y le gruñó al irritante hombre para evitar decirle todas las groserías que comenzaban a ocurrírsele. Finalmente había tomado una decisión y que la partiera un rayo si iba a permitir que ese bajo y aborrecible hombre fuera a arruinarlo.

    — Ya lo he decidido, la “Xensá” será la flor que estará en los arreglos de MÍ boda. — volvió a gruñirle antes de dirigirse hacia el encargado. — Disculpe, ¿cree que será posible hacer un pedido grande de éstas flores para la boda, pese a que no sea temporada de su florecimiento?

    — Normalmente tendría que decirle que hay pocas posibilidades de reunir la cantidad que seguramente necesita. — empezó sin borrar su sonrisa. — Sin embargo y por alguna extraña razón, ésta pícara de aquí floreció el triple de veces de lo que normalmente lo hace, casi como si la hubiera estado esperando a usted. Así que vayamos a mí oficina y podremos hacer el pedido. Estoy seguro de que lucirán brillantes y hermosas en su boda.

    Emocionada, se lanzó a los brazos del encargado sin pensarlo y olvidando una vez más las reglas de etiqueta. Esa flor la había enamorado a primera vista. Además, tenía la sensación de que ya las había visto en algún sueño cuando era pequeña. Sonrió. Ella también se había quedado con la impresión de que la “Xensá” la había estado esperando para lucirse por primera vez en mucho tiempo en un gran evento, y con ello, derrocar el uso cotidiano de sus primas las rosas.
     
  9.  
    Usagi-chan

    Usagi-chan Bunny Bunny

    Géminis
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    Título:
    Recorriendo de la A a la Z [Días de Abecedario]
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
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    27
     
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    Y de Yuxtaponer

    Los dientes se le clavaron con fuerza sobre el labio inferior hasta casi hacerle sangrar. Hacerlo era una mala costumbre que tenía arraigada desde que era una niña a pesar de que era una acción reservada específicamente para aquellos momentos en los que requería una concentración completa para resolver algún problema o desafío. Y vaya que tenía uno difícil a unos cuantos metros de su posición.

    Por un lado, estaba la chica sentada sobre el banco de piedra leyendo el libro sobre sus piernas, que cada dos por tres dirigía una de sus pálidas y delicadas manos hasta el centro de los anteojos sobre el puente de su nariz para empujarlos hacia arriba. Común y corriente, sin nada digno que destacar pero que sin embargo, lucía perfecta en su perversa imaginación con el otro individuo dentro de su periferia. Por el otro, a un par de metros de ella y sentado sobre otra banca destacaba con una pesada chaqueta de cuero y botas de motociclista el opuesto de la mujer. Cabello negro como el ala de un cuervo y enmarañado se balanceaba en el viento mientras su dueño cerraba los ojos, cabeceando continuamente. Muerto de cansancio.

    — Polos opuestos se atraen. — susurró sin dejar de morderse el labio. — Pero esto no es una clase de Física, y los seres humanos ciertamente no son meros elementos.

    Fijó la mirada al centro de ellos, asegurándose de no perder de vista a ninguno. El desafío al que se enfrentaba en ésta ocasión iba más allá de sólo generar una atracción entre dos polos diametralmente opuestos, de hecho, eso ni siquiera le interesaba. Lo que realmente buscaba era aplicar otra teoría, una mucho más sencilla que tuviera pocas posibilidades de ser rebatida por cualquier genio, matemático, doctor, físico, analista o lo que fuera.

    No se necesitaban leyes establecidas, ni teorías diseñadas hace miles de años, la tarea debía ser mucho más sencilla. El desafío que se había planteado no incluía amor, ni ternura, y mucho menos pasión. Sólo quería...¿qué quería? Comenzó una nueva ronda de mordisqueos paseando la mirada de un lado a otro con suma atención. ¿Cómo debía conseguir alguna reacción de parte de ambas partes? Pensó con detenimiento acerca de ello durante unos minutos, entonces, el foco se prendió. Si lo que buscaba era una reacción, sólo debía “yuxtaponerlos”. ¡La respuesta era tan sencilla!

    — Yuxtaponer... — pensó en voz alta.

    Poco segura de su siguiente proceder, se puso en pie y caminó más cerca de ellos, deteniéndose sobre el enorme árbol de cuya sombra disfrutaba el muchacho y sonrió. No era asidua de usar uno de sus pocos dones en el mundo humano pero pensó que ésta ocasión probablemente lo ameritaba. Decidida, entre abrió los labios y sopló hacia fuera con suavidad, observando igualmente divertida la forma en que su suave aliento se transformó en una ráfaga lo suficientemente fuerte para arrancar una de las amarillentas páginas del libro en las manos de la chica.

    — ¡Ah! ¡Espera, ven acá! — la escuchó exclamar mientras se daba la vuelta.

    Instantes después en los que pudo ver claramente la hoja de papel golpeando el adormilado rostro del chico a pesar de darle la espalda, una ronca voz consumió la delicadeza de la de la chica y pudo suspirar satisfecha y complacida. La siguiente escena se la adjudicaría a la figura caprichosa del destino, puesto que a final de cuentas, ella no era “Cupido”, ni le interesaba serlo. El futuro como pareja de esos dos, ya no era cosa que le incumbiera, había superado su desafío. Rió triunfante.
     
  10.  
    Usagi-chan

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    Z de Zarzamora

    Zarzamoras, su peor pesadilla. Ese diminuto fruto cuyo ácido sabor siempre tronaba sobre su lengua, forzándola a hacer muecas que acababan con el poco rastro de dignidad que le quedaba, y que además, golpeaba directamente sobre su orgullo. No era alérgica a ellas, no las detestaba y podía comerlas, pero las evitaba a toda costa.

    — ¿Hay algún problema con su postre, señorita? — preguntó preocupado el mesero.

    — Tiene zarzamoras.

    — Sí, así es. Es un pay de queso cubierto con zarzamoras. — respondió inseguro.

    El pequeño fruto mantuvo atrapada su atención. La forma ovalada cubierta de diminutas bolitas moradas la ponían nerviosa. ¿Habría alguna forma de eliminar toda la capa de zarzamoras y comer únicamente el pay? ¿No la dejaría eso aún en más ridículo frente a la cita que ya de por sí la miraba con extrañeza?

    — ¿Desea que se lo cambie?

    Se mordió la lengua para evitar responder con un rotundo “Sí”. No podía ser tan egoísta pidiendo otro postre que también le cobrarían considerando que el lindo chico frente a ella estaba invitando. Suspiró. El muchacho había sido agradable a lo largo de toda la cita a pesar de haberlo conocido ese mismo día, y lo que menos quería era abusar de su amabilidad y generosidad.

    — No, así está bien. — sonrió al mesero forzadamente.

    Entonces su mirada volvió a clavarse sobre el conjunto de bolitas moradas que protegían el postre que su boca se moría por degustar. Malditos intrusos. Tendría que devorarlos sin hacer ninguna extraña expresión para llegar a donde realmente quería.

    — ¿Segura que no quieres pedir otro postre? — preguntó con dulzura su cita.

    ¡Por supuesto que quería! Eso no se tenía que preguntar pero su moral y valores pesaban más sobre ella. De modo que, buscando tranquilizar al chico, tomó su tenedor con mano temblorosa y atravesó sin piedad al primer fruto lanzándolo directo a su boca sin detenerse a pensarlo mucho para evitar arrepentirse. Pensó en tragarlo entero pero su incapacidad para tragarse una mísera cápsula la volvió consciente de que ni siquiera lograría pasarse una de las pequeñas bolitas que formaban a la zarzamora.

    Renuente y esforzándose por sonreír bajo la atenta mirada del chico, mordió la zarzamora y deseó que la tierra se la tragara. La acidez de la frutilla explotó con potencia en su boca, tronando sobre sus mejillas hasta el punto en que la hizo cerrar los ojos en una mueca bufonesca. Escalofríos la acompañaron conforme el líquido continuó tronando en el interior de su boca y gimió avergonzada casi al mismo tiempo en que la poderosa y grave risa de un sujeto cercano alcanzó sus oídos.

    Instantes después, la sensación de acidez desapareció de sus expresiones pero el rubor pronto se abrió paso en sus mejillas al identificar la fuente de la ronca risa. Como lo había temido, acababa de hacer el mayor ridículo frente a un chico que realmente le interesaba.

    — Deben estar realmente ácidas. — continuó riendo. — Ey, abre los ojos.

    Avergonzada como nunca antes lo había estado, abrió primero un ojo para echarle un vistazo a su interlocutor. Una tenue capa de sonrojo cubría las mejillas del chico y pequeñas lágrimas de risa escapaban de su rostro. ¡Lo había hecho llorar de risa! Pronto, la vergüenza dio paso a la humillación y unas enormes ganas de salir huyendo la invadieron. No podía quedarse ni un minuto más ahí.

    — No, espera. — la retuvo incluso antes de que lograra ponerse de pie. — Lo siento, no quise reírme de esa manera. Es sólo que...

    Mantuvo la mirada clavada sobre el hombre esperando que terminara una frase que nunca llegó. Dispuesta a marcharse todavía, sus ojos observaron con sorpresa cómo el hombre clavaba su tenedor sobre otra de esas malditas y peligrosas zarzamoras, y la ponía sobre su boca convirtiendo sus rasgos en una mueca que estaba segura no era producto de la acidez, y que sin embargo, le arrancó una sonora carcajada.

    El corazón se le hinchó de felicidad. ¿Cuántos hombres estaban dispuestos a dejar de lado su orgullo y someterse momentáneamente al ridículo sólo para hacer sentir mejor a su cita?
     
  11.  
    Sir Lord Baltimore

    Sir Lord Baltimore Entusiasta

    Virgo
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    Tan tarde y termino…


    ¿Qué se puede decir? Acaba y de qué forma. No siempre se queda uno sin palabras –risas-. Iniciaste introduciendo -a quien le quisiese leer- suavemente. Y termina intensamente, pero es una intensidad agradable e inocua.


    De verdad no tengo más que decir, solo gracias.
     
    Última edición: 11 Agosto 2015
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