Recomendaciones Recomendemos Poesía.

Tema en 'Café literario' iniciado por Kobato, 7 Marzo 2011.

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  1.  
    Shurmarinah

    Shurmarinah Guest

    Sylvia Plath:

    Lesbos:

    ¡Crueldad en la cocina!
    Las patatas protestan silbando.
    Todo es muy vulgar e indecente, este lugar sin ventanas,
    La luz fluorescente, encendiéndose y apagándose en una mueca de dolor,

    Como una terrible jaqueca,
    Estas modestas tiras de papel a modo de puertas-
    Telones de teatro, rizos de viuda.
    Y yo, cariño, soy una embustera patológica,
    Y mi hija –mírala, tumbada bocabajo en el suelo,
    Una marionetilla sin hilos, pataleando desesperada por desaparecer,

    Porque es una esquizofrénica,
    Da miedo verla así, con la cara roja y blanca.
    Y todo porque arrojaste sus gatitos por la ventana
    A una especie de pozo de cemento
    Donde cagan, vomitan y gimotean, y ella no los puede oír.
    Dices que no la soportas,
    Claro, la cabrona es una niña.
    Tú, a quien se le han fundido las lámparas, como a una radio barata,

    Limpia ya de voces y de historia, del ruido
    Electroestático de lo novedoso.
    Dices que debería ahogar a los gatitos, porque ¡apestan!
    Dices que debería ahogar a la niña,
    Pues, si a los dos años ya está así de loca, a los diez se cortará el cuello.

    El bebé, en cambio, ese caracol rechoncho, sonríe
    Desde los pulidos rombos de linóleo anaranjado.
    Te lo comerías. Claro: él es un niño.
    Dices que tu marido no es bueno contigo.
    Su mamá judía le guarda su dulce sexo como si fuera una perla.
    Tú tienes un solo hijo, yo dos. Debería sentarme en una roca
    Allá en Cornwall y dedicarme a peinarme el cabello.
    Debería llevar pantalones de piel de tigre y liarme con alguien.
    Los dos, sí, deberíamos reencontrarnos en otra vida,
    Reencontrarnos en el aire.
    Tú y yo.

    Entretanto, la cocina hiede a grasa y a cagada de bebé.
    Me siento atontada y lenta por culpa del somnífero de ayer.
    La humareda de la cocina, la humareda del infierno
    Flota sobre nuestras cabezas, dos oponentes ponzoñosas,
    Nuestros huesos, nuestros cabellos.
    Yo te llamo Huérfana, huérfana. Estás enferma.
    El sol te produce úlceras, el viento, tuberculosis.
    Una vez fuiste hermosa.
    En New York, en Hollywood, los hombres decían: “¿Llegaste?
    Guau, nena, pues sí que eres especial.”
    Pero tú fingías, fingías, fingías por puro placer.
    El marido impotente se escabulle penosamente fuera, en busca de un café.

    Yo intento retenerlo,
    Esa vieja vara que aguanta los rayos,
    Los baños de ácido, los cúmulos que surgen de ti.
    Al fin se larga bajando la colina empedrada de plástico,
    Tranvía apaleado,
    Desparramando chispas azules
    Que se fragmentan como el cuarzo en millones de astillas.

    Oh, joya. Oh, objeto valioso.
    Esa noche, la luna
    Arrastraba su bolsa de sangre, como un enfermo
    Animal,
    Por encima de las luces del puerto.
    Y de pronto volvió a ser ella,
    Dura, distante, blanca.
    Su brillo de hojuela, reflejado en la arena, me daba un miedo de muerte.

    Nos entretuvimos cogiendo puñados de ella, amándola,
    Amasándola como si fuese pasta, el cuerpo de un mulato,
    Gravilla sedosa.
    Un perro husmeó y se quedó mirando a tu perruno marido.
    Y así continuaron por un buen rato.

    Ahora estoy aquí callada, inmersa
    Hasta el cuello en mi odio.
    Un odio denso, denso.
    No hablo.
    Estoy empaquetando las patatas duras como si fueran ropa buena,
    Empaquetando a los niños,
    Empaquetando los gatos enfermos.
    Oh, jarra de ácido, pero si es de amor
    De lo que estás llena. Tú bien sabes a quién odias.
    Ahora él está abrazado a su bola de prisionero ahí abajo,
    Junto a la puerta de la verja que da al mar,
    Justo donde éste se adentra, blanco y negro,
    Y luego refluye.
    Cada día lo rellenas de sustancia anímica, como si fuese un cántaro.
    Estás tan cansada.

    Tu voz es mi pendiente,
    Un murciélago deseoso de sangre, aleteando y chupando.
    Eso es. Eso es.
    Asomas la cabeza por la puerta,
    Triste, endemoniada bruja. “Todas las mujeres son unas putas.
    No logro comunicarme con nadie.”

    Veo cómo tu precioso decorado
    Se cierra sobre ti como el puño de un bebé
    O una anémona, esa querida
    Del mar, esa cleptómana.
    Yo aún estoy muy verde.
    Te digo que tal vez vuelva.
    Ya sabes para qué sirven las mentiras.

    Pues tú y yo jamás nos reencontraremos, ni siquiera en tu cielo zen.

    Juan Carlos Mestre, tuve la suerte de conocer en persona a este autor y oír en directo cómo recitaba este poema. Me impresionó y las lágrimas me inundaron los ojos :).

    Cavalo Morto:
    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.
    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.
    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.
    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.
    Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
    En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.

    Lord Byron:

    No me hagas evocar:

    No me hagas evocar, no me hagas evocar,
    esas amadas horas desvanecidas,
    cuando toda mi alma te pertenecía.,
    horas que nunca serán olvidadas,
    hasta que el tiempo debilite nuestras fuerzas vitales,
    y tú y yo dejemos de existir.
    Oh, por mi alma, aún te veo
    con ojos muy lánguidos, pecho muy hermoso,
    y labios que, aunque callados, amor exhalaban!
    Cuando así reclinada en mi pecho,
    tus ojos me volvían una mirada muy dulce,
    que, aunque un poco reprochadora, alzaba el deseo,
    y aún más cerca y más cerca nos estrechábamos,
    y aún nuestros encendidos labios se encontraban
    como si fueran a expirar en los besos.
    Y luego esos pensativos ojos se cerraban,
    y unión los párpados entre sí buscaban,
    velando las azules órbitas debajo,
    mientras el oscuro lustre de sus largas pestañas
    parecían invadir la brillante mejilla,
    como el plumaje del cuervo alisado en la nieve.
    Anoche soñé que nuestro amor regresaba,
    y es dulce el decirlo, ese mismo sueño
    era más dulce en su fantasía
    que si por otros corazones yo ardiese,
    pues ningunos otros ojos como los tuyos podrían destellar
    en la salvaje realidad del éxtasis.
    Entonces no me hables, no me hagas evocar,
    las horas que, aunque desaparecidas para siempre,
    aún pueden restituir un sueño placentero,
    hasta que tú y yo seamos olvidados,
    e inertes e insensibles estemos, como la lápida
    desmoronada que diga que ya no volveremos a ser nunca.
     
  2.  
    Kobato

    Kobato Guest

    Bien, lamentablemente por todos los sucesos dados tendré que atrasar un poco más esta actividad, cualquier cosa que NO deba ser atendida de inmediato me contactan por un mensaje privado que lo atenderé al volver.

    Cierro hasta entonces.
     
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