Shiori Kurosawa No respondió directamente a Hiroki, se limitó a dedicarle una sonrisa genuina, que ya no escondía nada más detrás de ella. Cuando el hombre les entregó sus respectivos platos, se dispuso a comer, estaba muy bueno, a decir verdad. Mientras se llevaba un bocado a la boca notó el que ya le parecía hasta un tic nervioso del chico perro, sin embargo, después repitió el torpe intento de caricia que le había dedicado a Watanabe en el vagón. —Senpai, acaricias a la gente como acariciarías a un perrito en la calle —murmuró sin mirarlo para luego comer el último bocado—. Aunque es bueno verte reír por algo, no creí que pudieras... al menos no con ninguno de nosotros. No sabía muy bien por qué había dicho eso último, ¿qué le pasaba? ¿Era una suerte de felicitación, un halago o un reclamo? Ni ella lo sabía. Sintió la sangre subirle al rostro, delatando su vergüenza y se levantó bruscamente. >>¿Están listos? —Esperó a que cada uno se levantara y esta vez los dejó caminar a su respectivo ritmo. Contenido oculto No sé si se esperan a que les respondan las preguntas a los chicos que ya están en el puesto de pesca (?) no vaya a ser que la caguemos como en el santuario xDDD pero independientemente de lo que decidan, le dejo el siguiente post allá a cualquier de las dos porque yo soy la que va apareciendo más tarde mañana~
Watanabe Nagi Observó los alrededores antes de dirigirse al puesto de ramen... Inspiró hondo para exhalar el aire pesado y lento... Tierra... Agua... Luz... Viento... Ese lugar tenía a toda su familia reunida... Calmada... Siendo que solo ella estaba ahí presente... A veces pensaba que sus creencias por lo sobrenatural, espíritus y deidades eran meros mitos de la gente para controlar a otros... Pero bueno... Al final, varías de las deidades tenían apariencia humana... ¿Eso significaría que seguirían siendo humanos con fuerza sobre otros humanos? Su mamá... Y Shiori... Eran dos chicas que le transmitían calma sin siquiera esforzarse... Pero desde que entraron a Arcadia... Y desde que sus padres decidieron revelarles la verdad... Pareciera que en verdad habían dioses y todo conspirando los unos contra los otros... Shiori... Algo le inquietaba mucho de esa chica... Si; su calidez. Con el tonto de Usui pasaba lo mismo... Ohhh... Eran unos verdaderos estúpidos que pensaban con el corazón y los instintos... Ahora entendía por qué Kurosawa se estaba comportando tan rara con ella... Les dan miedo las personas de sangre o mente fría... Soltó una sonrisa cínica mirando el cielo; adolorida... ¿Se acababa de quedar sin amigos nuevamente? ¿Tanto miedo daba una chica que estaba aterrada? ¿Qué se pensaba que iba a hacer uno? ¿Comprobar cuanto aguanta un ser humano sin respirar; cargando con todas las emociones por dentro? No, Nagi no era ese tipo de idiotas... Si Nagi tenía que llorar, lloraba; si Nagi tenía que grita, gritaba; si Nagi tenía que llegar a decirle al puto espectro de su madre que tenerlos a ellos no fue un error, lo iba a hacer. ¿Cargar los días grises desde que era pequeña para qué después le asustara un jodido caballo que ni era un ser vivo? ¿Qué tan vivas estaban las figuras erráticas y violentas en El Parque de Diversiones? Estaba aterrada, porque ahora todos los problemas que había tenido cobraban sentido. Su timidez, su vulnerabilidad, su apatía, su forma tan terca de ser... Debían salvar a la condenada niña de ese parque sinuoso y serpeante antes de que fuera demasiado tarde... Y si ella se estaba encargando de salvar niñas de sus peores miedos... ¿Significaba que ella ya no tenía miedos? ¿O que ya se habían vuelto parte de ella? ... ¿Tal vez siempre fueron parte de ella? ¿Tenía que aceptarlos? ¿Comprenderlos? ¿Sacrificarlos? Se pasó el antebrazo por los ojos para volver a respirar. —Buenas tardes señor ¿Qué tal va todo? —preguntó jovial y educada la joven al viejo vendedor. — La tarde está muy linda ¿no? Esperemos que esto de la enfermedad rara termine pronto, sería un fastidio que se extendiera más de la cuenta. >>¿Me da un plato de enérgico chow mein? Por favor, gracias. — Nagi dejó el dinero encima de la mesa. —No recuerdo si lo mencioné, pero soy nueva en el pueblo... Creo que es un pueblo muy curioso — Le dio una dulce sonrisa al viejo —. Y creo que ya entendí eso de no salir de noche... >> Todo parece rebosar de espiritualidad acá... ¿No? ¡Hasta tienen un santuario! Es muy bello.
—Ah, ¡bienvenida, jovencita! —saludó el hombre mayor que atendía el puesto—. Ah, sí, parecen ser unos días duros... sólo espero que el paciente que queda en el hospital logre recuperarse... >> ¡Un enérgico chow mein, enseguida! Tras unos instantes, el platillo estaba listo y servido frente a la chica. Nagi lo comió... ¡estaba delicioso! Sentía como su cuerpo entero tenía energías renovadas... [+5 HP]
Anna Hiradaira Soria ¡Eh, era mi primera vez aquí! Levanté una de las cortinas para echar un vistazo dentro y, bueno, era tan pequeñito que de inmediato topé con un anciano. Debía ser el que había escrito el anuncio, al que le dolían los viejos. ¡Ah, maldita vejez! —¡Osu! —exclamé animada, con un brazo en alto—. ¿Las vacantes para trabajar a medio tiempo siguen abiertas~?
—Oh, bienvenida, jovencita —le saludó el amable viejo que atendía el puesto—. Sí, por favor; voy a necesitar toda la ayuda que pueda. Pasa, pasa. Anna ingresó al otro lado del mostrador y el hombre rápidamente le explicó el trabajo. Básicamente tendría que cocinar el ramen al punto justo; la parte más complicada la haría el viejo, pero ella tendría que calentar el agua y darle los toques finales, pues él tenía que estar parado para hacer eso y le estaba costando últimamente. Mientras el viejo la guiara ella podría hacerlo bien... ¿verdad? Al rato, llegaron dos señoras del barrio, quienes parecían ser clientes regulares a juzgar por como saludaron al dueño. Se acomodaron en sus lugares y decidieron sin siquiera mirar el menú. —Oh, hoy probaré el Choshu Ramen. —Buena elección, Hanako, yo creo que pediré lo mismo. ¡Dos Choshu Ramen! Bien, el viejo se encargó de la preparación de los platillos, ahora sólo le restaba a ella darle el toque final... sólo debía sacar el plato en el tiempo justo y estaría listo para ser consumido... ¿podría hacerlo bien? Contenido oculto Lanza un dado de 3 caras. Que la fuerza de los dados esté contigo (? 1 - Plato excelente. 2 - Plato bueno. 3 - Plato aceptable.
Anna Hiradaira Soria La bienvenida del abuelito me mantuvo los ánimos a tope y pasé al otro lado del mostrador, prestándole atención a sus indicaciones. No le di muchas vueltas a preguntar y me até a la cintura un delantal que encontré por ahí colgado que parecía para, no sé, ¿para gente de la cocina? ¡Y esa era yo! Bueno, nunca había sido una experta cocinera ¡pero sí era una experta de noodles y sopas instantáneas! ¡Estaba segura que podría con esto! Saludé a las señoras que llegaron con una amplia sonrisa y aunque un poquito nerviosa sí que estaba por hacer las cosas bien, puse lo mejor de mí para desempeñarme sin problemas. A ver, era hervir fideos, ¿cuánto margen de error podía haber?
Sanji Allende Creo que era la primera vez que venía al puesto de ramen. Ahora que lo pensaba, nunca había comido ramen. Mi padre nunca había sido bueno cocinando, y en casa nunca hubo demasiada comida japonesa. Tal vez podría volver más tarde, a probar un poco. ¿Tendrían descuento de empleado? En cuanto pasé por entre las cortinas que cubrían la entrada, pude divisar al que parecía el dueño. Salía de la cocina en esos momentos, así que tal vez ya algún otro interesado se había puesto con el trabajo. Miré alrededor. No parecía que este fuera otro trabajo de camarero. — Buenas, vengo por el anuncio de empleo. ¿Es ustedted el dueño?— pregunté con las manos en los bolsillos, sonriendo de manera despreocupada.
—Ah, sí, pedí dos asistentes —recordó el señor mayor, mientras detrás de él Anna trabajaba con su pedido—. Bienvenido, joven, pasa, pasa... El hombre hizo pasar a Sanji a la parte trasera y comenzó a instruirle acerca del trabajo. No sonaba complicado; era simplemente seguir instrucciones y darle los toques finales al plato de ramen cuando estuviese por finalizar... ¿qué tan mal le podía salir? Llegaron dos nuevos clientes, y como Anna ya estaba ocupada le tocó a Sanji atenderlos. Se trataba de dos trabajadores que acababan de terminar su labor del día; lucían sudorosos y exhaustos. Ordenaron una botella de sake mientras decidían que comer... hasta que decidieron optar por dos platos de Tonkotsu Ramen. El anciano y Sanji se pusieron a trabajar, y poco tiempo después lo único que restaba era el toque final... debía sacarlo exactamente en el tiempo justo para que quedase listo... ¿podría lograrlo? Contenido oculto Lanza un dado de 3 caras. 1 - Plato excelente. 2 - Plato bueno. 3 - Plato aceptable.
Anna logró terminar de preparar los platos de ramen, y el resultado fue... ¡bueno! Nada espectacular, pero habían quedado muy bien y las clientas los comieron con mucho gusto. Tras decirle que habían disfrutado del plato, pagaron por su comida y se retiraron al rato. Pasó el tiempo y algunos clientes más llegaron, mientras tanto Anna como Sanji trabajaban duro. Cuando terminó la jornada laboral de Anna, el dueño le entregó su paga y, aunque se notó que le costaba por su espalda, hizo una breve y cortés reverencia de agradecimiento a la chica. —Muchas gracias, Hiradaira-san, has sido de gran ayuda el día de hoy —le agradeció el hombre—. Hasta la próxima... Contenido oculto ¡Jornada completa! Recibes: +1300 Yen +20 Exp Contenido oculto ¡Anna sube a Lvl 9! Mejoras en estadísticas: +2 HP +2 MP +2 Fuerza +1 Magia +0 Defensa +0 Agilidad ¡Zazel aprendió Mafrei! Tu ficha será actualizada para reflejar esto.
Sanji Allende Pasé como me indicaban, y mi sonrisa solo se ensanchó al ver quien más estaba en la cocina. — Jojo, mapache, mira en dónde te encuentro. Así que vamos a ser compañeros, ¿eh? Esto va a ser divertido. Escuché con media atención las instrucciones del anciano, y me dispuse a cumplir con mi tarea. Prontamente llegaron más clientes, de los cuales me tuve que ocupar. O al menos, me tuve que ocupar de terminar su orden, ya que el anciano se hacía cargo de todo el resto. Bueno, ¿qué tan difícil podía ser calentar un par de fideos? Tan solo tenía que contar los segundos y listo.
Anna Hiradaira Soria El primer plato de fideos podría haber quedado mejor ¡pero no iba a ponerme exquisita! Después de todo la práctica hace al maestro, ¿verdad? Además los honorables comensales se veían bastante satisfechos con el resultado así que decidí contentarme. ¡Ya habría espacio para seguir mejorando! La gente fue yendo y viniendo, el ambiente del local era muy distendido y agradable. El anciano parecía conocer mucho a sus clientes, se quedaban charlando y riendo por viejas anécdotas y el cuadro me resultó de lo más entrañable. Eso era lo que tenía crecer y envejecer en un mismo lugar, ¿verdad? Tus raíces se extendían a lo largo y ancho del pueblo, entrelazándose con muchas otras, y para cuando la espalda dolía y las arrugas aparecían, cada rincón del paisaje que te rodea estaba lleno de recuerdos y experiencias. Era algo extraño para mí, que jamás había parado quieta. En cierto momento el viejo se desapareció y oí que recibía a alguien, al parecer el segundo interesado por el anuncio del tablón. Yo seguí a lo mío hasta que reconocí la voz del muchacho. Alcé la cabeza con tanta energía que descuidé la olla de agua hirviendo y estuve a punto de quemarme viva. —¡Ah! —solté un gritito de lo más ridículo y me enfoqué en Sanji para, no lo sé, ¿hacer de cuenta que no había chillado como damisela en apuros?—. ¡Chico zanahoria! ¡Bienvenido al inmisericorde mundo de hervir fideos! Te advierto, la competencia es des-pia-da-da. O sea yo. Nos ubicamos más o menos uno junto al otro y bueno, básicamente nos dedicamos a completar la cadena de producción en las tareas más simples. Luego de algunas horas el anciano se acercó con mi paga y los ojos me brillaron cargados de emoción. ¡Hermosos, dulces billetes! —¡Muchas gracias por todo, viejo! —exclamé, ya confianzuda como era—. Me daré una vuelta en estos días para probar tus platillos, eh, que de tanto olerlos me entró un hambre terrible. ¡Suerte con los huesos! Le sonreí amplio, pero en vez de retirarme del local y tal, le di la vuelta al mostrador y me senté en un taburete frente a Sanji. Le clavé la vista encima, balanceando las piernas en el aire, como si pretendiera ponerlo nervioso o algo. —Oye, a eso le faltó sal —le indiqué, señalándole su trabajo—. Ah, ¿le pusiste pimienta? ¡Espera, ¿los meterás así al agua?! ¡Chico, estás demente!
Sanji finalizó su tarea y dejó los dos platos de Tonkotsu Ramen ante los dos comensales. Los hombres los probaron y estaban... aceptables. No era nada espectacular, pero no presentaron queja alguna... posiblemente porque ya se habían terminado la botella entera de sake. Hubo un par de clientes más, y Sanji trabajó durante un buen tiempo. Finalmente, llegó el fin de la jornada. El anciano lo felicitó de todas maneras; no era un trabajo tan sencillo como parecía, y a decir verdad no lo había hecho tan mal... Contenido oculto ¡Jornada completa! Recibes: +1300 Yen +10 Exp
Sanji Allende Torcí el labio. Esto era más difícil de lo que imaginaba. Y más teniendo en cuenta a la peste que se me había sentado al frente. Nunca había preparado ramen en mi vida, y ahora tenía que lidiar también con la chaparra color chicle. — Ya, mierda.— solté en español, sin darme cuenta.— ¿No tienes a algún perro al que chuparle la sangre, pulga? Al final, logré terminar, aunque por las expresiones de los comensales, no parecía una de mis mejores obras. Bueno, no importaba. Ni que fuera a dedicarme a preparar ramen por el resto de mi vida. No tenía idea de que hacer durante el resto de mi vida, pero seguramente no estaba relacionado con el rubro de la comida callejera. Después de que un par de clientes más llegaran, mi turno terminó. Me saqué el delantal, suspirando, y me troné la espalda. Podía entender por qué el anciano necesitaba tanta ayuda. — Nos vemos, viejo.— saludé, con una sonrisa y un movimiento de la mano.— No te esfuerces demasiado, no quisiera que te nos rompas. Al salir del lugar, comencé a mirar para todos lados, en una confusión claramente fingida. Me froté la barbilla teatralmente, hasta que decidí mirar hacia abajo. — ¡Ah, ahí estás, bodoque! Te me habías perdido. Como te veía desde acá arriba.— comenté, alegre, con una sonrisa maliciosa en el rostro. Apoyé un brazo sobre su cabeza.— Dime, ¿tienes el resto de la tarde libre? ¿O tienes que ir a la filmación de tu nueva película, Daniela DeVito?
Anna Hiradaira Soria Me había quedado tamborileando los dedos en la barra de madera al ritmo de una canción que se me había pegado como chicle en la cabeza, vete a saber de dónde o cuándo. Seguí molestando a Sanji hasta que conseguí una reacción y fue aún mejor de lo que habría esperado. Alcé las cejas, sorprendida, y estampé ambas palmas sobre la superficie para impulsarme hacia arriba y ligeramente hacia adelante. Casi me meto en la olla de agua hirviendo, qué se yo, no calculé los riesgos de la operación. —¡Hablaste en español! —dije en japonés, porque pues bastante tonta podía ser; como fuera, seguía con la incredulidad y la ilusión pegadas en toda la cara—. ¡Hazlo de vuelta! Pero bueno, ¿ahora era un perro ejecutando trucos baratos? ¡Ah! ¡Hablando de perros! —¿A quién le dices pulga, zanahoria? —le repliqué, reemplazando la emoción por un ceño bastante fruncido, y me regresé al taburete a enterrar el rostro entre las manos. De todas formas, el muchacho no me llevó mucho el apunte. Sanji parecía muy concentrado en hervir los fideos de la mejor manera posible que... dejaba mucho que desear, bueno, ¡pero no era quién para criticar! Como si estuviera empapada en los míticos secretos del arte de hervir fideos o algo así, pff. También lo dejé tranquilo, de paso, me quedé bastante concentrada en sus movimientos y tal pero sin inmiscuirme. Seguía con la canción atorada en la cabeza y no sé en qué momento volví a reproducirla ya no sólo con el dorso de mis dedos, sino los pies. El tiempo pasó y el turno de Sanji acabó. Lo vi despedirse del anciano, yo hice lo mismo una vez más y salté del taburete para ir a su encuentro. Pero ahora era él el que andaba de graciosillo, ¿eh? Lo dejé montarse su teatro, al principio pensé que estaba genuinamente confundido por algo y estuve a esto, a eeeeesto de preguntarle si ocurría algo. ¡Ilusa yo! Recibí su sonrisita con una clara expresión de burla y me quité su brazo de encima de un manotazo, cruzando los míos bajo el pecho. —No necesito más fideos desgarbados haciendo chistes sobre corchos humanos, ya están pasados de moda, zanahoria. ¡Más importante! —exclamé, girándome en redondo hacia él para picarle el pecho con la punta de un dedo, y cambié el chip de idioma con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Es-pa-ñol! ¿De dónde sos? No te reconocí el acento, tipo, me agarraste muy desprevenida. Sí me entendés, ¿no? ¿No pensás que intento comunicarme con extraterrestres? ¡Como sea! Sí que tengo la tarde libre, ¿tenías algo en mente? ¿Secuestrarme o algo así?
Sanji Allende Pestañé algo perplejo y divertido ante la reacción de Anna. La tarada casi mete las manos en la olla hirviendo. Me habló como si hubiera hecho una acrobacia o algo ahí en plena calle. Chasqueé con la lengua y meneé la cabeza, siguiendo con lo mío. Todavía tenía que terminar mi turno de trabajo, después de todo. Después de mis platos bastante...normales, nada fuera del otro mundo, salí afuera. El día todavía era joven, y además, había una víctima fresca a mi lado. Me puse manos a la obra de inmediato. Ah, su reacción era de-li-cio-sa, la verdad. Suspiré, y me acomodé el cabello antes de posar el sombrero encima, con una sonrisa, mientras sentía la presió de su dedo en mi pecho. — Vaya, un poco más y pienso que estoy en Buenos Aires.— comenté, volviendo a mi idioma madre.— Se te nota el acento de acá a la legua, churra. Y obvio que te entiendo, a pesar de que con lo rápido que hablas, pareciera que estás hablando una lengua muerta. Me saqué el sombrero e hice una reverencia teatral, para luego sacarle la lengua. >> Vengo de Colombia, hongo. De Bucaramanga, en Santander. ¿Y tú? Volvía a acomodarme el sombrero, y me saqué una mancha de polvo inexistente de mi camisa. — ¿Y secuestrate?— lancé una carcajada alegre.— Ya te gustaría, ¿no? Pero no, no soy de esos juegos raros. Pero sí tenía planeado ir a pasar el resto de la tarde al lado de la orilla del río. Tengo muchas ganas de vaguear. ¿Me quieres acompañar? Le guiñé un ojo y le sonreí, esperando su respuesta.
Anna Hiradaira Soria Una cuota agregada de emoción se me pegó en la cara al oír que había reconocido mi acento de inmediato. ¿Habría estado en Buenos Aires? ¿Habría vivido ahí? ¡Mira si conocíamos algún lugar en común! En serio, ¿cuáles eran las probabilidades? Venía de Colombia, claro que su acento no era argentino, pero de repente sentí mi tierra natal más cerca que nunca. Honestamente nunca creí que allí en Japón podría hablar con alguien en español que no fueran mis viejos. Y encima habíamos ido a parar al mismo pueblo, ¡hasta éramos tricksters! ¡Habíamos combatido bolas de moco juntos! Lo vi ejecutar la reverencia tan solemne y se me escapó una carcajada fresca y divertida, no tardé en recoger los bordes de mi falda para imitar su conducta, como si fuera una princesita o similar. Apenas me erguí, sin embargo, di un saltito para aventarle un manotazo a su sombrero y obligarlo a recogerlo en el aire. Sólo me gustaba molestarlo, ¿no? En sí, nos veníamos molestando desde que nos conocimos. —Eh, ni idea~ Nunca fui a Colombia. Yo soy de Mar del Plata, ¿conocés? Es una ciudad costera de la provincia de Buenos Aires. O sea nací ahí, pero igual viví en un montón de lugares diferentes. —Junté las manos tras la espalda y di un par de pasos a su alrededor, bastante porque sí—. De ningún lado del todo, y de todos lados un poco~ ¿La ubicás? Es una canción. Su risa se reflejó en mi semblante con la forma de una sonrisa amplia y arrugué la nariz. ¿Que si me gustaría? Suspiré dramáticamente y comencé a caminar en dirección al río, volviendo la vista sobre el hombro. —Eh, tengo mis kinks pero de momento "ser secuestrada" no está en la lista, no —bromeé como si nada, volviendo a reír, y regresé la atención al frente tras detallar que me guiñaba un ojo y eso—. Obvio, zanahoria, ¿a que no sabés lo que tengo en la mochila? Se lo solté como si fuera una pregunta retórica, pero en verdad sellé los labios y ahí lo dejé.