Imperio de Elérea Puerto de Portobelo

Tema en 'Final Fantasy: Crimson Sky' iniciado por MrJake, 14 Julio 2021.

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    MrJake

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    Shawka apretó los dientes, molesta. Luego esbozó una sonrisa maliciosa, pero no sin ocultar del todo su molestia.

    —... hmpf. Si va a resultar que puedes pensar y todo. Está bien, está bien. Estaba claro que era mentira. Pero me sorprendes que digas que quieres "colaborar conmigo". ¿Acaso no quieres tus queridos Ojos, eh? Si vienes conmigo, no conseguirás cumplir tu misión... ¿no deberías desear quedarte con los ojos, eh? ¿Eh? Si me dices que quieres colaborar con nosotros y desobedecer a la Soberana, quizá tenga que entender que eres, también, defectuosa, y tal vez puedas tener algún provecho. De lo contrario, supongo que tendré que matarte.

    Ah, qué fácil se lo ponía. Solo tenía que mentirl-

    —¿O sabes qué? Mejor no. Es demasiado fácil para ti. Puede que en teoría, en tu mente solo tengas una única cosa y tomar sendas que te hagan ir en contra de tu propósito sea un claro signo de que te estás "rebelando", como la Soberana lo llama todo el rato... pero, ¿cómo sé que no me mientes? Si estás aquí es porque sabes que Raif puede ofrecerte respuestas y puede permitirte alcanzar tu querido orbe. Y si te digo que te dejaré vivir ante simples palabras de promesas vacías de colaboración, puedes perfectamente aprovechar para sobrevivir y obtener lo que quieres, y luego... mandarnos a la mierda a todos en el último momento, ¿a que sí?

    Mierda. Claro está, no iba a ser tan fácil. Pero estaba claro que la duda estaba sembrada en Shawka. Thorna, en ese extraño "sueño", se lo dijo: su hermana la quería muerta, y solo convenciéndola de que era, como ella misma decía, "defectuosa", lograría evitar esa muerte. Tenía que convencerla... y no parecía que hacer tal cosa fuese a ser tan sencillo.

    —Te daré, mejor, tres opciones, ¿vale? Número uno: te niegas a colaborar con nosotros, porque amas a tu querida Soberana, y entonces te mato a ti y a tus amigos. Número dos: me aseguras que no te interesa el Ojo de Shinryu, y te quedas con nosotros, pero, a cambio, mataré a los otros rehenes que tengo, esa bola de pelo y ese manco amigo tuyo.

    Ah, cierto, tenían a Mark y a Tilkin...

    —... y opción tres, dejamos libres a tus amigos, pero te mato a ti a cambio, y destrozo todo rescoldo que descubra sobre el dichoso Ojo. ¿Y bien...? Mucho más interesante así, ¿no crees? ¿Qué opción escoges?

    ... Shawka lo sabía. Sabía incluso mejor que ella misma cuál era su misión, cómo funcionaba su mente y por qué hacía lo que hacía. Al igual que lo sabía Thorna. Las dos, provenientes de fuera del Continente, sabían, aparentemente, demasiado sobre ella. Por eso, Shawka sabía cómo poner a prueba realmente si Roxy estaba siendo genuina o no en su respuesta, o si seguía actuando con el único propósito de conseguir el Ojo de Shinryu en su mente.

    Y, aunque Roxy desconocía muchas cosas y no le interesaba tanto comprender otras tantas, incluso sobre sí misma, sí que llevaba un tiempo sintiendo una suerte de culpa al tener ciertos pensamientos y ciertas actitudes. Esa incipiente sensación de no estar haciendo lo que se supone que debe hacer. Cada vez que se acercaba a Mark y Tilkin o que pensaba en ellos, sentía una especie de remordimiento; sabía que la Soberana, esa que se suponía que era enemiga de Shawka y que le dio el encargo de recuperar el Ojo, no quería que sintiese ningún tipo de vínculo hacia nadie, y cuando sentía que lo formaba, siquiera mínimamente, una parte de ella le gritaba que eso estaba mal, por algún motivo. Pero... Shawka ha dicho que la mataría, que se desharía de cualquier cosa que tuviese que ver con el Ojo de Shinryu. Si la mataba, su misión fracasaría.

    Por otro lado, elegir colaborar con ellos, como en un inicio quería hacerla creer que era su plan, parecía garantizarle cercanía a Raif y, por consiguiente, al Orbe, pero mataría a Tilkin y a Mark. O eso decía. Además, Shawka le planteaba esas opciones porque sabía que le podía mentir. Y claramente, escoger esta era arriesgado; porque no se desvinculaba del todo del Ojo.

    Sobrevivir era lo prioritario. Las opciones de Shawka... ninguna era del todo buena. Si cumplía su palabra o si no acababa convencida del todo, podía entrañar riesgos irreversibles, dijese lo que dijese. Su única apuesta, irónicamente, era aferrarse a lo que Thorna le dijo.

    "Dile que hay algo en ti que te dice que no debes seguirla a ella, pero que, aun así, quieres hacerlo, porque no eres la marioneta de nadie".


    Hacer creer a Shawka que ella no era la marioneta de la Soberana...

    "Y mi hermana Shawka y yo queríamos darte otra... función. Una diferente. Quizá nosotras tengamos un propósito mejor para ti, ¿sabes? Al menos yo siempre vi que tenías potencial. Mi hermana era un poco más radical, ciertamente, pero si le demuestras tu poder y lo útil que eres, quizá se piense dejarte con vida".

    Tal vez era arriesgado responder. Tal vez aun así alguna vida se perdía. Y tal vez, en ese estúpido juego mental, Shawka partiese con información de ventaja sobre ella y se la jugase.

    Pero bueno... era cuestión de apostar, ¿huh? Y a eso no la ganaba nadie~.


    >> Opción 1: Negarse a colaborar
    >> Opción 2: Colaborar y dejar que Tilkin y Mark mueran
    >> Opción 3: Sacrificarse por la vida de Tilkin y Mark
     
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    Amane

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    Si tenía que ser sincera, me ofendía enormemente que Shawka hubiese esperado que la creyese. ¿No le había dejado bastante claro ya que no era ninguna estúpida? Hmpf, realmente se estaba haciendo de rogar, la niñata. Y como no era ninguna estúpida que fuese a subestimar la inteligencia de su enemigo, supe desde el inicio que la morfomante no me lo iba a poner tan fácil. Había implantado algo de duda en ella, lo que era un verdadero avance, pero sabía que iba a tener que trabajar más para ganarme de verdad su confianza.

    No mostré mayor reacción a sus palabras, simplemente encogiéndome de hombros cuando buscó mi confirmación de un posible engaño, y solo dejé ver mi interés cuando presentó las tres posibilidades que se le ocurrió presentarme para saber si de verdad era "defectuosa", como ella le decía, o no. Era obvia la opción que no me convenía en absoluto, pero en cuanto a las otras dos... la cosa se ponía un poco complicada. Nada me aseguraba que Shawka fuese a cumplir su palabra, a decir verdad, y correr riesgos innecesarios no entraba dentro de mis planes... perro tenía que demostrarle que ya no estaba interesada en seguir las órdenes de la Soberana y, a la vez, convencerla de dejarme viva.

    —Igual que tu hermana, os encanta jugar con sangre, ¿verdad? —murmuré, echando la cabeza hacia atrás con una sonrisa sobre mis labios—. Hey, no se lo vayas a decir a nadie, pero le he pillado cariño a esos dos imbéciles. Sé que no debería, se siente incorrecto y, honestamente, me hace sentir mal, pero... es lo que es, supongo. ¿Colaborar con vosotros a cambio de la vida de ambos? Es obvio que a la Soberana le parecería bien, pero que le den, tiene pinta de ser una vieja amargada —y bajé de nuevo la vista hasta dar con la suya, sin perder la sonrisa en ningún momento.

    Venga, pica el anzuelo, Saquito...

    >>Además, estos grilletes o lo que sea me están cansando ya, ¿sabes? Casi que prefiero un tiro.

    ...que a mí también me gusta jugar con fuego.
    >>Opción 3: Sacrificarse por la vida de Tilkin y Mark.

    adiós Roxy, i've loved you (?)
     
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    MrJake

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    Shawka observó a Roxy mientras hablaba. Analizándola. Esperando contemplar cada una de sus reacciones. Pero su gesto no varió en ningún momento... tal vez porque no era capaz de extraer nada. Ya lo decía Mark: era imposible para él leerla, ¿no? Seguramente, para "Saquito" también fuese difícil.

    —... ¿tan fácil? Está bien. Entonces lo haré rápido —Shawka alzó su mano y una llama oscura creció en ella—. Eso sí. Nada de "tiros", eso es muy burdo. Algo que solo haría mi hermanita querida. Yo mejor... te pulverizo poco a poco esa piel tuya, ¿te parece? Hasta que solo queden tus pútridos huesos.

    Así, acercó la llama a su piel. El calor le hizo sentir dolor, y Shawka no dudó en bañar su brazo en las llamas. Pero entonces apagó el fuego, al ver que Roxy no se movía, ni se inmutaba, ni se quejaba.

    —Sorprendente —susurró, mirándola de nuevo—. ¿De veras hablabas en serio? ¿Te sacrificarías por esos dos? ... espera un momento, zorrita. En seguida estoy contigo.

    Shawka salió de la sala, marchándose. Roxy intentó escuchar lo que hablaban, porque su voz se escuchaba en la distancia, difuminándose, pero audible. Pero era difícil definir bien qué decía. Eso sí, estaba claro con quién hablaba: con Raif. Y el tema de conversación era ella.

    Por eso, cuando entraron los dos, tanto Saquito como Raif, supo que había logrado engañarla. ¿Qué demonios? Seguramente Raif también la engañó. Porque allí a ambos les interesaba que estuviese viva, claramente. El principito llevaba ese colgante suyo, esa media esfera, en la mano, jugueteando con ella. Roxy la pudo ver, y sintió un escalofrío, por algún motivo, cuando Raif la balanceó ante ella.

    —Bueno, bueno, Roxanne. ¿Qué me dice mi querida socia, huh? ¿Que parece que puede que estés dispuesta a sacrificarte y todo por tus compañeros? Eso no es muy de marioneta, que digamos, ¿eh?

    —... —Shawka la observaba, brazos cruzados, ceño fruncido. Aún desconfiando un poco de sus intenciones y su palabra.

    Las palabras de Raif resonaron en su cabeza. Casi parecía que la estuviese hipnotizando, porque el vaivén del colgante ante sus ojos le parecía embelesador, por algún motivo. Las palabras de Kalef resonaron entonces en su cabeza: su padre, el Rey Abdhel, había tomado muchas medidas para ocultar el orbe, pero nunca le dijo a su bastardo qué era ni por qué lo guaradaba; el príncipe postizo genuinamente parecía no saber nada del Ojo. Y Raif, antes, afirmó que no le interesaba el Ojo lo más mínimo. Ambos tenían planes que no casaban con el Ojo de Shinryu, pero ambos eran hijos del que lo custodiaban, ¿no?

    —¿Sabes qué? Tienes información, tienes magia, tienes poder —siguió Raif, analizándola de cerca. Mirada aduladora, gesto interesado—. Y tanto mi socia como yo tenemos... grandes planes. Conquistaremos Fayar, arrancándolo de las manos de mi hermanito, que ya se habrá encargado de echar de allí al Imperio... y luego iremos a por la Soberana, claro. Para ambas cosas, tú serás muy útil, ¿no te parece? Implican pisotear a tu querido Kalef y a tu más querida Soberana, pero... aparentemente eso no es un problema, ¿verdad? Con tal de salvar a tus amigos. No te llevarás ningún... Ojo... ni nada —al decir eso, balanceó de nuevo su mitad de esfera que tenía por colgante, enigmático, sonriendo con picardía—. Pero salvarás la vida de esos dos. Trato justo, ¿no te parece?

    ... a ninguno de los dos, ni Kalef ni Raig, le importaba el Ojo; ni siquiera sabían, en un principio, qué eran. Ninguno era una potencial amenaza de cara al orbe, ninguno lo iba a codiciar. Y se odiaban, y acabaron separados desde hacía años. Nadie que buscase el Orbe pensaría que Raif o Kalef podría tenerlo. En ese escenario, si alguien buscaba el Ojo, buscaría... a Abdhel. En su dormitorio. En la caja fuerte que intrincadamente preparó y que solo uno de sus hijos sabría desbloquear. Y allí, claramente, habría un Orbe, una gema redondeada de algún tipo, ¿no? Eso estaba claro, porque el Imperio, por instrucciones de Raif, acudió allí y quedó contentado por lo que encontró. Pero...

    —¿Qué me dices? ¿Vendrás con nosotros, Roxy? Sabes que no puedes negarte, ¿a que no? Al fin y al cabo, lo que quieres está en mi mano ahora mismo. Y tendrás que ayudarme a acabar con Kalef si quieres conseguirlo.

    Lo dijo supuestamente en sentido figurado, refiriéndose a Tilkin y Mark... pero sus palabras claramente guardaban un doble sentido.

    El Imperio se llevó "un" orbe.

    Raif les dijo que estaba ahí, y ahí había algo. Pero Abdhel era el padre de Kalef y de Raif. Alguien así, alguien capaz de engendrar a dos genios, cada uno a su manera, como eran esos dos... no lo pondría tan fácil.

    Un escondite obvio. Un señuelo. Dos hermanos enfrentados y sin interés por el orbe, separados.

    Cualquiera que quisiese proteger el orbe de las malas manos lo tendría fácil, ¿eh?

    Sobre todo si lo partía en dos.

    Fin del capítulo 4.
     
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    Amane

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    El pulpo acabó cayendo por mis ataques y miré a Raif en cuanto escuché sus aplausos, dedicándole una sonrisa extremadamente irónica antes de darme la vuelta y alejarme de él sin decir nada. Guapo y un poco gilipollas era totalmente mi tipo, pero también podía irse un poco a la mierda, que una cosa no quitaba la otra.

    Por suerte, el barco atracó en Portobelo no mucho después y bajé del mismo sin perder el tiempo, perfectamente consciente de que el príncipe me seguiría para vigilar que no hacía nada extraño... aunque tampoco era como si pudiese, ¿no?

    Y vaya que pensaba aprovechar el tiempo de libertad que me había dado, empezando por las tiendas de aquel pequeño pueblo.

    aber

    Posada: 40 guiles
    Comprar: Falda larga (300 guiles)
    Artesanía (Tela de calidad):
    —Zapatos de sapo + Sandalias del desierto (120 guiles)
    —Falda larga + Piel escamada (90 guiles)
    Preguntar:
    9. El ermitaño
    10. La rueda de la fortuna

    635 - 550 = 85 guiles
     
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    MrJake

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    Bajaron de nuevo en Portobelo, y Raif se dedicó a silbar distraído, caminando por la zona, mientras Roxy charlaba con su "amigo" el tahur, hacía algunas compras y se pasaba por la posada. En un momento dado, el príncipe le llamó la atención:

    —¿Te lo pasas bien en tus vacaciones, reina? —bromeó, siempre fanfarrón—. Que conste que te dejo campar a tus anchas porque nos sobra el tiempo. Nos viene bien dar paseítos... calculo que faltan un par de días para que el caos empiece a reinar por aquí por Elérea, y ese será el momento perfecto para meter baza en Fayar. Así que disfruta, disfruta. Me agrada acompañarte, así además voy viendo de qué pie cojeas. Y de paso, empezamos a hacernos amigos, ¿huh?~

    ¿Es que este hombre no podía dejar de coquetear?

    Fabricas:
    - Náuticos reforzados (Tela de calidad + Cualquier calzado hecho con piel + Cualquier calzado que otorgue resistencia elemental) (+6 defensa, +2 defensa mágica, otorga resistencia a algún elemento - según materiales-)
    - Falda de escamas (Tela de calidad + Cualquier falda + Piel escamada) (+7 defensa, otorga inmunidad a veneno)

    Pistas:
    - El Ermitaño: "Esta carta refleja al Ermitaño, el viajero que llegó a lo más alto de una gran montaña. Grandes montes hay muchos en Ilumbra, pero solo se me ocurre uno asociado a grandes peregrinajes...."
    - La Rueda de la Fortuna: "Ah, tú y yo sabemos bien lo que es la fortuna, ¿huh? A veces nos es esquiva, pero la Rueda de la Fortuna gira y gira, y, alguna vez, parará a nuestro favor, ¿verdad que sí? Tu magia es la más pura esencia de la Fortuna, ¿no crees? Así que busca su origen, y quizá también encuentres esta carta".
     
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    Amane

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    Pues nada, no hubo manera de que algún bicho se interpusiese en nuestro camino y me diese una alegría, pero al menos llegamos rápidamente a Portobelo y eso significaba que iba a tener otra carta llena de poder entre mis manos, por lo que estaba contenta de ese lado.

    No fue muy difícil dar de nuevo con el tahúr, aunque en sí ya había aprendido perfectamente donde estaba situado su pequeño puesto, y le di la carta recién energizada en cuanto puse un pie cerca de su posición. Eh, quizás había sido la pista más obvia de todas las que me había dado, pero seguía estando orgullosa de haberlo conseguido.

    >>Darle al tahúr una carta (El Mundo).

    No hace falta que rolees nada si no es estrictamente necesario y no te apetece(?)
     
    Última edición: 4 Abril 2022
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    Amane

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    Y después de una parada (no tanto) de necesidad, volvimos a dirigirnos hacia Portobelo. Ahí habíamos dejado el barco la vez que quise bajarme para visitar al tahúr y no habíamos vuelto a pisar el mismo desde entonces, pero suponía que no podía seguir evitando el mar mucho más tiempo.

    No era que me diese miedo ni nada por el estilo, solamente prefería moverme por tierra firme, donde podía tener el control de lo que tenía debajo de los pies y los monstruos que había sobre la tierra. Pero suponía que no se podía tener todo en la vida, eh~

    Suzaku-kun te etiqueto porque soy más pesada que la mierda (?)

    Habilidad de senda:
    —Jenna, jovencita valiente (50%) (21)
    —Trisha, señora triste (30%) (69)
     
    Amane ha tirado dados de 99 caras para Engatusar~ Total: 90 $dice $dice
    Última edición: 6 Mayo 2022
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    MrJake

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    Engatusar (Jenna):
    +150 guiles
    +1 Carne de garula
    +2 Lana gruesa
     
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    Amane

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    Mi primer y casi único objetivo estaba claro, sinceramente: quería hacerle una fugaz visita a mi amigo el tahúr. No había conseguido aún ninguna carta nueva, lo cual resultaba realmente descorazonador, pero estaba convencida de que en Garlandia iba a encontrar poder suficiente para, al menos, completar una de ellas... ¿y quién sabía? Quizás había más de camino. Por ello, decidí probar suerte a ver si recordaba algo más de información al respecto de alguna otra.

    Ah, y también quería usar algo de la tela de calidad que tenían por ahí~

    Suzaku-kun

    Posada: 40 guiles
    Artesanía:
    —Tela de calidad + Traje de bailarina + Chaqueta de pieles + Rubí (150 guiles)
    —Tela de calidad + Falda de escamas + Piel de serpiente (90 guiles)
    Preguntar:
    2. La Sacerdotisa
    3. La Emperatriz

    930 - 40 - 150 - 90 = 650 guiles
     
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    MrJake

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    - Vestido de bailarina exótica (+6 Defensa, +6 Defensa mágica, +3 Velocidad)
    - Falda de escamas reforzada (+9 defensa, otorga inmunidad a veneno)

    Pistas nuevas actualizadas, son:
    2- La Sacerdotisa: "También llaman a esta carta "La Papisa", y simboliza la meditación y la sabiduría. Papisa es el título de una mujer que ejerce autoridad religiosa. Percibo un lugar donde alguien así encuentra la paz para meditar y pensar...".
    3- La Emperatriz: "La Emperatriz... símbolo de poder y de autoridad, la versión femenina del Emperador. No se ven en estas tierras muchas mujeres que tengan una gran autoridad, pero se me ocurre alguna excepción...".
     
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    Amane

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    Roxy ♥

    Finalmente, dejamos atrás la región de Kholod e hicimos uso de los chocobos para volver a Elérea, porque uno siempre volvía al lugar donde había sido (in)feliz, suponía. Bromas aparte, había bastantes cosas que nos quedaban pendientes a lo largo de toda la región, y en mi caso, completar la baraja legendaria se había convertido en una prioridad (por absurdo que pudiera sonar); ya me lo había tomado como reto personal, ¿qué más podía decir?

    Así pues, antes de hacer cualquier otro movimiento, arrastré a todo el grupo a Portobelo para así poder hablar con el tahúr. La posada de aquel pueblo era bastante buena, también, así que no fue especialmente difícil convencerlos de que podrían descansar ahí mientras yo me encargaba de mis propios asuntos. ¡Luego descansaría también, por supuesto! Hablar con el señor no iba a tomarme demasiado tiempo, de todos modos.

    >>Entregar cartas (La Rueda de la Fortuna, La Muerte, La Templanza, El Sol)

    MrJake

    Posada: 40 guiles (por cada personaje; ya lo edité)

    Preguntar:
    5. El Papa
    8. La Justicia
     
    Última edición: 11 Diciembre 2023
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    MrJake

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    Fauna Van'Chamat

    Era la primera vez que estaba en Elérea, y al principio me costó asimilar un poco que, efectivamente, estábamos allí. Fue... fue algo que no supe explicar, pero entramos en el misterioso bosque chocobo de Kholod y, cuando fuimos a salir, estábamos en un paisaje totalmente distinto. En Elérea, de hecho. Era como si nos hubiésemos transportado por pura magia, de alguna forma que no terminaba de entender.

    —Esto es Elérea, ¿eh? —suspiré, mirando a mi alrededor. Se veía... pacífico, para haber caído una lluvia recientemente. Y es que las murallas altas de las ciudades que se divisaban en cada rincón hacían que los monstruos no pudiesen acceder fácilmente a las ciudades, y acababan dispersándose.

    Pese a la guerra, pese al caos que se había generado, el ciudadano medio, probablemente, vivía ajeno por completo a lo que estaba sucediendo. Sabíamos que los supuestos "Caballeros Blancos habían acabado atacando la capital, sí, pero para sus ciudadanos, aquello no fue sino un abandono de su Emperador que derivó en la toma del poder de gente extraña que les atacó, y... cuando la conmoción hubo pasado, probablemente aceptaron sin más su nueva realidad. Los asuntos políticos eran algo que el grueso de la ciudadanía ni entendía, ni quería entender. Ellos solo querían vivir sus vidas, y si aceptar a nuevos gobernantes extraños implicaba no sufrir por más guerras y tener algo de paz, siquiera en sumisión, probablemente lo aceptarían.

    Pero la calma no debía engañarnos. Elérea estaba en riesgo desde que Zael se marchó. Ni él, ni sus Titanes estaban por ninguna parte, y sin el ejército, el país estaba desprotegido a merced de los ángeles. No es como si antes no hubiesen estado dominados, también, por ellos en la sombra, pero... que fuese algo tan directo era preocupante. Desde que pisé Elérea, solo podía pensar una cosa...

    —Seguramente Erin y los demás querrían volver y ver qué tal va todo. Esta es... su casa, después de todo.

    En todo caso, seguí el liderazgo de Roxy sin cuestionarlo mucho, perdida en mis pensamientos y con la vista clavada en el paisaje tan diferente a aquello a lo que estaba acostumbrada. Si ya Elérea me parecía muy distinta a Kholod y a Áurea, más tropicales y verdes, no quería imaginar qué sería pisar Hashmal o Garladia, desde luego.

    Roxy acabó llevándonos a Portobelo, donde parecía tener alguna tarea pendiente. Y es que, antes de que nos diésemos cuenta, se acercó a alguien que parecía ser un mendigo, pero que tenía múltiples cartas en sus manos y a sus pies. Un tahúr, de algún tipo. No nos acercamos demasiado a ella, así que no pude escuchar su conversación con detalle... pero el hombre le estaba hablando, sin duda, diciendo algo sobre unas cartas, ¿no?

    Cuando intercambiaron información de algún tipo, vi que el hombre movió sus manos, y algo en las de Roxy brilló; y al hacer aquello, sentí mi corazón palpitar, y mis cuernos me dolieron. Por alguna razón, noté algo familiar en aquel hombre. Él habló con Roxy, contándole algo, pero ya no podía siquiera escuchar susurros: mi cabeza, mis cuernos, mis poderes, lo que sea, pero algo dentro de mí me gritaba que ese hombre era... era igual que... su esencia, se percibía como...

    Cuando la chica terminó y se nos acercó, froté bajo la capucha mis cuernos con algo de dolor, y miré con cierta severidad a Roxy. Negué con la cabeza, en cuanto la sensación se fue disipando un poco, y le dije:

    —No quiero entrometerme en tus asuntos, Roxy, pero pensé que... quizá te interese saberlo —miré de reojo, asegurándome de que el tahúr seguía con lo suyo y no nos prestaba atención. Tampoco tenía motivos para sospechar de él, pero, por desgracia... había aprendido por las malas a desconfiar de la gente. Y eso era algo que me dolía aceptar, pero era cierto—. He notado... que ese hombre y tú sois iguales. Siento la misma sensación manando de ambos.

    Sí, se sentía prácticamente idéntico. En ambos era como... sentir una explosión de energía provenir de ellos, pero, a la vez, dispersa, como si no fuese suya, de alguna forma. Era como no ver nada, y verlo todo. Como ver algo vacío, y algo lleno. Difícil de explicar, pero sin duda, movido por la esencia que portaban en su interior. Gracias a que disponía del poder de Alma, ahora también era sensible a esta, aunque percibiese mucho mejor a su contraparte, la antiesencia.

    —Está claro que lo conoces de algo, así que quizá decirte eso no te sorprenda —dije, quizá preocupándome demasiado, como de costumbre—. Pero, por si no lo sabías, ese tipo tiene algo en común contigo, estoy segura. Solo te lo digo para que lo sepas, y hagas con esa información lo que quieras. Únicamente... quiero evitar que se aprovechen de ti, eso es todo.

    Sentía algo irracional ante lo que ambos desprendían, como si mi cuerpo me gritase que no era "normal", que algo estaba mal en ellos. Y en el caso del hombre, era, siquiera, más intenso que el de Roxy. Cuando lo razoné y lo pude meditar, lo supe: su esencia se notaba más revolucionada, me pinchaba mucho más en los cuernos, como si estuviese... a punto de explotar. A punto de liberarse.

    No sabía qué significaba, pero por alguna razón, sentí una creciente preocupación. Roxy... ¿a ti también te pasará lo que ese hombre aguarda con paciencia algún día? ¿Tu esencia también... explotará así? No quise pensarlo, no quise decirlo. Me había empezado a acostumbrar a ella, después de todo. Lo último que quería era preocuparla innecesariamente. Quizá nunca hubo motivos para pensar nada malo, ni de ese hombre, ni de ella, ni de su naturaleza, sea esta cual sea.

    O, al menos, eso quería creer.


    Información de cartas actualizada:

    5- El Papa:
    "Ah, el Papa. La máxima autoridad religiosa, más alto cargo de un culto. En la religión mayoritaria, la de los Sagrados, no tenemos ninguna figura como esa, pero teniendo en cuenta que se venera a los ángeles, quizá haya algún lugar que se relacione con estos, ¿no crees?"
    8- La Justicia: "Cuando pienso en esta carta, no puedo dejar de cuestionarme qué es realmente la "justicia". Si tienes que encontrar alguna fuente de energía que represente un concepto tan subjetivo, solo se me ocurre que busques allá donde reside un ser poderoso cuyos rayos, se dice, son de justicia, pura y sin constricciones".
     
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    Lucas Diamond

    Lucas Diamond Dios de FFL

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    Rigel Betelgeuse

    Alcanzamos la ciudad de Portobelo gracias a los chocobos, aunque con un pequeño contratiempo causado por una Aranea y unos entes. Allí quisimos dar una vuelta, para buscar a Eigis, esperando que hubiese vuelto a su hogar después de todo el revuelo de los últimos meses. Nos separamos con ese objetivo, y mientras trataba de encontrarla, un hombre me llamó para pedirme ayuda con la pesca. ¿Acaso tenía cara de pescador? Porque no era la primera, ni imaginaba que la última, vez que me pedían ayuda, ¡cuando no era que me proponían un reto! Tsk, en fin...

    Vamos a pescar(?)

    Lista de pescas:
    1- ???
    2- ???
    3- Perca eleana
    4- ???
    5- ???
    6- ???
    7- ???
    8- ???
    9- Enemigos
    10- Sardina saltarina
    11- ???
    12- ???
    13- ???
    14- Basura
    15- ???
    16- ???
    17- ???
    18- ???
    19- ???
    20- Basura
    21- ???
    22- Perca eleana
    23- ???
    24- Sardina saltarina
    25- ???
    26- ???
    27- ???
    28- Perca eleana
    29- ???
    30- Pez espada
     
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    MrJake

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    - Sardina saltarina x1
    - Perca eleana x2
    - El Colorado x1
     
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    Lucas Diamond

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    Rigel Betelgeuse

    Tras derrotar a los cóndor, dejamos las piedras en Doli, sin demorarnos mucho en la ciudad. Ya habían alcanzado una cantidad razonable para ir empezando, así que regresamos a Portobelo, sin preocuparnos mucho más por aquello. Y ahora sí, fuimos a hablar con Eigis, quien ya habían conseguido localizar antes.

    No sabía ni cómo iniciar esto porque encima la obsidiana se la tengo que dar primero a Erin and stuff, pero bueno, eso, le doy la obsidiana a Erin, completa el encargo y luego activamos ya el evento de Eigis. Cuando pau vuelva mañana ya continua ella uwu
     
  16.  
    MrJake

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    Voy a dar por asumido que Erin completó la misión de Eigis antes, porque queda como raro que ahora de la nada le dé el topacio, y por lo que sucederá al final del evento, se requiere que haya completado la misión con anterioridad. De hecho, para poder hacer este evento requerís completar la misión y completar el de Arthur, ambas cosas ya hechas.

    El resultado de la misión es que Eigis agradece a Erin por darle la obsidiana para pulir su Égida y le da a cambio otras gemas, y le cuenta de paso un poquito sobre ella y su ojo, y sobre ella y Arthur. Eso último lo integro en la conversación, dw. Las recompensas, en todo caso, están ya editadas

    ¿Qué fue de Eigis?

    Por fortuna para Erin, Rigel y Brigid, dar con Eigis no fue difícil. Tal y como anticiparon, seguía en el continente eleano, y nada más visitar Portobelo empezaron ya a oír conversaciones de gente que mencionaban al "Escudo inquebrantable". Claro, en la zona Eigis era conocida, como una Comandante de Elérea; y al parecer, había colaborado enérgicamente al ahuyentar monstruos y proteger Portobelo. Qué curioso, estaba refugiada en un sitio que no era su hogar, defendiendo a sus gentes, como Jason y June.

    Solo que ella estaría sola.

    Cuando decidieron buscarla, la encontraron sentada junto al puerto, mirando al mar, distraída y reflexiva. El Égida, su famoso pavés hacia el que tanto apego mostraba siempre, estaba a su espalda, y curiosamente, vieron una espada y un escudo envainados en ella, el escudo atado a un cinturón de cuero sobre su brazo derecho, la espada descansando en el lado izquierdo de su cintura. Claro, Eigis estaba acostumbrada a pelear como parte de un ejército, y lidiaba con la defensa; pero si se veía teniendo que luchar sola, agradecería un arma de filo. Quizá eso la incitó a probar la espada.

    Tardó un tiempo en darse cuenta que había gente acercándose, tanto más en fijarse en la identidad de esa gente. Su gesto, en un inicio, fue de incredulidad. Pero pronto se levantó, casi de un salto.

    —¡N-no puede ser! ¡Jefa! ¡B-Betelgeuse! —se puso firme en seguida; sorprendía la movilidad que tenía para ir tan cargada, incluida la armadura que solía cubrirle—. No saben cuánto me alegro de verles bien —miró a Brigid, y solo entonces se permitió saludarla a ella con una sonrisa, como si quisiese mantener en todo momento la formalidad con Erin, Rigel, y cualquier persona del ejército. Eso sí, cuando se fijó en Rigel, no pudo evitar notar su parche, seguido de su brazo—. Aunque veo que han debido... pasar cosas terribles —negó con la cabeza—. Con todo, están bien, y eso es lo relevante.

    Tras los pertinentes saludos, el grupo caminó por el puerto tranquilamente, aprovechando la paz de Portobelo, un lugar que otrora estaba concurrido, pero en esos momentos parecía casi vacío. La tensa situación de Elérea, con la desaparición del Emperador, la invasión y las lluvias, no hacía especialmente propicio el tránsito de mercancías y de viajeros por mar o tierra, sin duda. En el paseo, en fin, Eigis no dudó en poner al día al grupo de todo lo acontecido. Ellos no habían vivido lo que sucedió en Elérea, y solo lo escucharon de boca de otros, pero... nunca con tantos detalles como Eigis podría darles. Ella estuvo ahí, y no solo como espectadora; participó directamente de los eventos.

    —Como una de las tres Comandantes que quedaba en la capital y en ausencia de los Titanes —explicó; eso debió acontecer cuando Erin y Darek partieron a Shinryu, mientras Aidan iba a Fayar... poco después de reunirse de nuevo los tres—, Jason, June y yo fuimos autorizados para ejercer como máximas autoridades del ejército, siempre durante la ausencia. A Jason y a June los pusieron, sin embargo, a disposición del Emperador, que parecía estar cerrando alguna especie de misión, y acordaba con ellos la estrategia. Por mi parte, a mí me comandaron a organizar a todas las huestes, así que eso hice. Rutina habitual, en un principio, ya sabéis: entrenamientos, vigilancia de las calles, lo frecuente.

    >> Pero nunca, jamás, previmos lo que sucedió. Los soldados con equipamiento magitek se volvieron de repente en nuestra contra, y cuando quisimos darnos cuenta, estábamos luchando contra nuestros propios hombres. No solo eso, sino que de pronto, unos soldados montados en chocobos plateados y portando armaduras blancas irrumpieron en la ciudad, y arrasaron con todo, amigos, enemigos, militares o civiles.

    Chocobos... plateados. Como Orion. Rigel nunca lo volvió a ver, desde que se quedó en Portobelo y luego se unió Kein. De hecho, el chico ya le contó que Orion se marchó junto a esos Caballeros Blancos. Orion, sin duda, era el único chocobo plateado que vio jamás; así que no dejaba de ser llamativo que todo un ejército de chocobos idénticos apareciese. ¿De dónde salían? ¿Tendrían alguna conexión con él...?

    —... dado que June y Jason estaban con el Emperador, se encargaron de su protección, y yo quedé al mando de la defensa. O lo que pude defender, al menos; es... una sensación terrible, la impotencia que se siente al ver cómo tus hombres no responden, y el armamento más fuerte que teníamos se vuelve en nuestra contra. Nunca tuve un golpe de realidad tan grande como aquel: la fuerza de nuestro ejército venía principalmente ligada a la energía magitek, y con ella en nuestra contra... no teníamos nada que hacer. Vi... vi caer a tantos hombres en aquel momento. Tantos conocidos, amigos, compañeros... eran vidas humanas, ¿sabes? N-No entiendo por qué... pasó todo aquello —apretó el puño y agachó la mirada, su único ojo abierto expulsando lágrimas levemente—. Al ver que no teníamos oportunidad, al tener en contra tanto a los de blanco como a nuestros propios hombres, decidí priorizar la seguridad de los civiles. Pero... n-no pudimos. No pudimos. Verifiqué que el Emperador había sido escoltado fuera de la capital, montando en barco, e imaginé que June y Jason estaban con él, pero yo, y todos los demás soldados... nos quedamos allí. Y todos los civiles. Y no hubo... órdenes de ningún tipo. No pudimos recibirlas, ciertamente; entiendo que el Emperador debía salvarse, y que la crisis fue inesperada. De hecho, una cantidad considerable de soldados fueron con él, pero yo no... pude. Y al final, cuando vi a todos caer a mi alrededor, yo... yo también huí. No había mayor solución, nada que pudiese hacer.

    Tomó aire, tratando de mantenerse todo lo serena que pudo, pese a que era evidente que sufrió un severo trauma por todo aquello. Zael... huyó llevándose consigo a varios hombres. En aquel escenario, estaba claro que los Caballeros Blancos se llevarían su cabeza; sabiendo que eran el ejército personal de los ángeles, estaba claro que atacaron cuando la ciudad estaba más desprotegida, sin Erin, Darek o Aidan allí, sin sus comandantes, y al borde de un ataque de Aura usando su Manipulación a través de la energía magitek. Si los ángeles previeron todo eso, sin duda, era el momento ideal para actuar en represalia por las acciones de Zael... solo quedaba cuestionarse si el Emperador sabía que atacarían o no. Lo que estaba claro es que esos "planes" que estaba realizando quedaron interrumpidos... ¿o quizá pasaban por contactar con la Soberana, algo que acabó haciendo cuando no vio otra opción? La única forma de saberlo sería preguntándole directamente a él.

    —Sea como fuere —siguió Aigis, recomponiéndose brevemente, siempre estoica—, acabé aquí. Algunos hombres vinieron conmigo, los pocos que logramos salvarnos y decidimos que nada podíamos hacer por Elérea a esas alturas, y que si dejábamos de resistirnos quizá terminaría la implacable ofensiva. Muchos siguen aquí, otros se han marchado a otros pueblos de la zona, en fin. Todos... intentamos ayudar en lo que podemos a los civiles aquí, en lo que la situación se solventa. No sé mucho de Elérea, sin embargo, pero parece que en la ciudad la cosa ha recuperado un poco la normalidad; aunque, eso sí, el Palacio está asediado por completo, y por lo que sé, nadie ha dado explicaciones. Los guardias de blanco, simplemente, patrullan de vez en cuando las calles, y todos callan, miran y rezan porque nada suceda. Temo que si el ejército de Elérea aparece por allí y nos detectan e identifican, comiencen otro ataque.

    Sin duda, aquello la afectó mucho, y ahora afrontaba la soledad y culpabilidad que sentía por sí misma, ayudando como podía, como si eso le sirviese para compensar la impotencia que sintió en el momento. Debió... ser duro.

    —... pero basta de mí —dijo, de pronto—. Por favor, contadme qué ha pasado en este tiempo. ¿Están todos bien? El Puño, el Relámpago, y todos los demás. Ojalá que estén bien, de corazón lo espero. Ellos, y June, Jason, y... Arthur, allá donde esté.

    Al mencionar aquel nombre, se llevó la mano al pecho. Pobre Eigis. Lo que sucedió con Arthur no fue sino otro duro golpe para ella; otro que acumulaba y cargaba a sus espaldas, sola. Y lo peor es que Erin sabía bien qué le sucedió a Arthur, y tenía, de hecho, un mensaje para ella. No era... fácil contárselo. Pero se lo debía. Tanto a ella como a Arthur.

    >> Contarle a Eigis lo que sucedió con Arthur (solo para Erin)
     
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    Zireael

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    Erin Elroy

    Encontrar a Eigis no había sido tan difícil como dar con Arthur en aquel desastre, no habíamos tardado en escuchar conversaciones que la mencionaban y eso, al menos, nos hizo saber que seguía viva y estaba asentada en Portobelo. Las circunstancias no dejaban demasiadas opciones, pero en cierta forma me consolaba saber que el destino de Eigis, bueno, quizás no había sido tan terrible aunque solo los diferenciara la muerte, si uno se ponía a pensarlo.

    Al buscarla la encontramos junto al puerto, con la vista puesta en el mar, con su pavés, una espada y un escudo. De nuevo, las circunstancias la habían obligado a tomar un arma porque no se podía solo defender, no cuando se estaba sola. Tenía que complementar el pavés con algo más y habría acabado eligiendo el filo de una espada.

    Se dio cuenta que nos acercábamos, reaccionó con incredulidad, pero se levantó casi de un salto, poniéndose firme. Nos saludó a mí y a Rigel, mientras que a Brigid le sonrió. No tardó en reparar en, bueno, que Rigel no era el mismo Rigel que ella conocía. Ninguno de nosotros era el mismo realmente, pero solo él estaba ahí remendado y traído de la muerte, para ponerlo en pocas palabras.

    Luego de los saludos correspondientes no quedó más que ponernos al día de la situación de Elérea. En nuestra ausencia habían colocado a los comandantes restantes como máxima autoridad, Jason y June con Zael, ella con las huestes. Vivieron justo lo que nosotros, los soldados Magitek, controlados por Aura, se habían vuelto contra ellos y habían que tenido que enfrentarse a sus hombres, a sabiendas de que la tecnología Magitek era más poderosa. Sin Jason y June, ella había defendido lo que había podido y cuando la situación la sobrepasó no pudo hacer más que huir.

    La impotencia que se sentía en esos momentos era inmensa y nunca nos abandonaba.

    Elérea, debilitada de por sí, había sido un blanco perfecto y ahora de la capital no se sabía más que lo que Eigis nos estaba contando. No podíamos entrar, hacerlo era ponernos en peligro, pero saber que solo dábamos vueltas alrededor de la ciudad era horrible. Era como si hubiésemos abandonado a todos los civiles, a nuestros hombres y todo lo demás. Entendía que no podíamos hacer nada por ahora, pero la sensación era insistente, necia.

    —Darek y yo fuimos enviados a Shinryu, Aidan a Fayar. Todo fue un desastre, también tuvimos que enfrentarnos a los soldados Magitek y perdimos a muchas personas, los otros dos Titanes están lesionados, van a tardar en recuperarse, pero siguen con nosotros. June y Jason... Están bien, en Garladia, y se quedarán allí pues esperan un hijo —comencé como si toda esa explicación resumida fuese a alivianar la noticia real, la más fuerte y cruda—. Eigis, ¿quieres volver a sentarte? Conmigo, me gustaría ver el mar también.

    Fue una manera amable de decirle "Siéntate porque tengo algo que decirte", era obvio y aunque lo pregunté solo enderecé los pasos para poder sentarme en el puerto, donde ella había estado. Esperé que hiciera lo mismo o lo que decidiera, aunque asumí que me haría caso y punto. Observé el mar como había hecho ella, tomé muchísimo aire y saqué de entre las cosas que cargaba el anillo de Arthur, ese que pesaba más de lo que debería.

    —Encontramos a Arthur en Garladia también, en la Floresta Caduca, en la guarida de un monstruo. Cuando llegamos, era ya demasiado tarde —dije mientras reposaba en el anillo en la palma de la mano y tuve que luchar una vez más con el nudo que sentí al fondo de la garganta—. Todavía se sentía traicionado, por el Imperio, por ti y por mí. Para cuando llegamos había tenido que vivir tanto tiempo con eso que encontró anestesia en quien supo brindársela y no terminó bien, pero sentí que le debía algo. Una sola verdad. Le dije cómo te sentías Eigis, lo que te afectó tener que fingir la traición para protegerlo... Le dije que lo amabas, porque sé que lo hacías.

    Tomé una pausa para ordenar las ideas, las emociones todavía frescas y el duelo sin completar. Arthur era mi comandante, si a mí me dolía tanto haberlo perdido, si cada vez que lo recordaba el peso volvía sobre mis hombros y las lágrimas se me atascaban en la garganta, ¿qué podía sentir Eigis, quien era la que lo amaba? ¿Qué podía hacer más que decirle todo completo y esperar que eso, tal vez, algún día la ayudara a sanar?

    —Me pidió que cuidara de su Levatine y que te protegiera por él. Dice Arthur, Eigis, que te perdona. —Otra pausa, tuve que inhalar profundamente, pero busqué el ojo de Eigis para decirle lo siguiente con toda la sinceridad que merecía—. Y que también te ama.

    >>Contarle a Eigis lo que sucedió con Arthur

    me pierdo una semana y vuelvo a llorar, ya saben, lo normal
     
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    MrJake

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    La primera confesión de Erin fue una feliz: June y Jason estaban bien... y ella estaba embarazada. La sonrisa que se le dibujó a Eigis al escucharlo fue inmensa, sin duda. Se alegraba profundamente por ellos, y no tenía que verbalizarlo para que todos fuesen conscientes de ello.

    Sin embargo, cuando Erin y ella se sentaron frente al mar, las noticias... empezaron a tornarse algo más tristes. Tan pronto como Erin mencionó el nombre de Arthur, a Aigis se le desencajó la mirada.

    —¿A-A... Arthur? ¿Lo encontrasteis?

    Quiso preguntar más, preguntar si estaba bien, si lo encontraron sano y salvo, pero no fue capaz. Quizá porque no se sentía con la potestad para preguntar tal cosa después de ser ella quien lo llevó a acabar en Garladia, como uno de los "desplazados" por el Emperador y por sus planes complejos. De todas formas, no tuvo margen para preguntar nada, porque Erin lo dijo:

    "Cuando llegamos, ya era demasiado tarde".

    Desde que oyó eso, Eigis escuchó atenta, pero enfocó en todo momento su mirada al mar, su ojo vidrioso desde que empezó a contar la historia. Cómo le contó a Arthur que Eigis se sentía verdaderamente culpable, y cómo le contó que lo amaba. Cómo él murió, pero lo hizo... perdonándola, y correspondiéndole, aunque fuese desde tan lejos.

    Al terminar, hubo un silencio que se sintió como horas. Pero finalmente lo rompieron los sollozos de Eigis. Se dejó ir, y soltó todos los sentimientos que guardaba dentro. Lloró por un rato, sin dejar de enfocar la mirada en el horizonte. Lo hizo con una mueca en la que las comisuras se le iban involuntariamente hacia abajo, completamente vulnerable. Y solo cuando se serenó, tomó aire y alzó la vista hacia el cielo, levemente. Divisando el horizonte lejano en aquel mar.

    —... ¿sabes... cómo perdí mi ojo?

    Aquello lo dijo aún con lágrimas, y por ello se entrecortaba ligeramente al hablar. Parecía algo completamente arbitrario, casi como si quisiese cambiar de tema repentinamente; algo que no encajaba con la situación. Pero Eigis siguió hablando.

    —No lo he contado nunca a nadie. Ni siquiera a mis padres les dije la verdad en su momento, cuando aún era una niña temeraria y demasiado valiente para lo que le convenía, porque no quería preocuparles. Pero... lo cierto es que cuando era muy pequeña, con unos ocho años, tenía un amigo, con el que era uña y carne. Mi amigo era risueño, alegre, jovial, y tenía un sentido de la justicia y la responsabilidad impropio de su edad. Y soñaba con llegar a ser un Titán del Imperio, como casi todos los niños de su edad. Yo no tenía tales aspiraciones, y aunque siempre disfruté de la hípica en chocobo y fui entrenada en defensa personal con espada, todo fue por aprender a defendernos de las incesantes lluvias; nunca pensé en llegar a ser soldado, mucho menos Comandante o Titán.

    >> Hasta que lo conocí a él, a este amigo de mi infancia. Su entusiasmo era... contagioso. Me hablaba de cuentos de caballeros, de historias sobre grandes soldados y comandantes que ni siquiera sé si eran totalmente ciertas o no; se las sabía todas.

    Tragó saliva, y recogió sus piernas, abrazándolas, como para darse cobijo.

    —Un día, tuve una discusión fuerte con un grupo de amigos, e, idiota de mí, corrí, saliendo fuera de las murallas de la ciudad, porque me sentí poco querida y pensé en huir para siempre; las estupideces que cometemos cuando somos inmaduros. El problema fue... que la lluvia cayó justo entonces, justo en ese momento. Cuando estaba fuera. Me vi pronto rodeada de dientes de sable que me empezaron a perseguir, y en mi huida desesperada no hice sino perderme cada vez más, alejarme de la seguridad de la ciudad, adentrarme en bosques. Por un momento di esquinazo a muchos monstruos, pero otros tantos sustituyeron a los anteriores, hasta que, en un punto, quedé acorralada. Recuerdo que aquella vez cayeron de la lluvia múltiples de esas araneas, y una de ellas me encontró y me siguió, dejándome frente a un acantilado. Lloré, como he llorado ahora, desesperada, en ese momento. Y recé a los Sagrados mis últimas plegarias.

    >> Pero entonces, mi amigo, el mismo que tanto me hablaba sobre lo mucho que quería esforzarse para proteger a los demás, apareció, armado con poco más que una pequeña espada de práctica, poco práctica para luchar contra semejante monstruo. Me siguió al verme correr, de casualidad, y decidió saltarse todo tipo de reglas al prever que podría estar en peligro. Y corrió, pese a su corta edad, para protegerme. Golpeó a la aranea con fuerza, y la distrajo. "¡Corre, Iggy, corre mientras la distraigo!", me dijo, y vi cómo la aranea le acorralaba ahora a él.

    >> En ese momento fue cuando algo hizo "clic" en mí. Ahí fue cuando vi... su convicción, sus agallas, su decisión, pese a su corta edad. Y me inspiró. Tozuda como era, no estuve dispuesta a dejarle caer por mí, así que me lancé de bruces, sin un plan previo, cuando vi que el monstruo iba a perforarlo con una de sus afiladas patas. Empujé al monstruo, y agarré con fuerza esta, pero... logró clavarla directa en mi ojo. Recuerdo ver borroso en ese instante, y un dolor punzante. Y recuerdo cómo mi amigo pisoteó la pata, aprovechando que estaba inmovilizada gracias a mí, y el monstruo se retorció de dolor. Entonces tomó mi mano, y me guió corriendo, llevándome de vuelta a la ciudad, a salvo.

    Tomó aire, cerró su ojo, y, por primera vez, sonrió, aunque aún con algunas lágrimas surgiendo tímidamente. Se giró a mirar a Erin.

    —... él se mudó poco después de eso, y perdimos el contacto por mucho tiempo, pero yo jamás lo olvidé. Nunca supe si él sí me olvidó a mí, porque nunca hablamos de ello. De pequeña todos me llamaban "Iggy", así que ni siquiera me conocería por mi nombre completo. La única pista para identificarme, quizá, sería el ojo; pero nunca mencionó nada, no sé si porque no me recordaba, o porque no quería hablarlo.

    >> Imagino... que a estas alturas lo sabrás, pero... ese chico, ese amigo mío, era Arthur.

    Eigis... conoció a Arthur de pequeña, cuando este le salvó la vida, y se separaron posteriormente. Arthur fue la razón por la que solo perdió un ojo aquel día, y Eigis fue la razón por la que Arthur no murió allí mismo. Ambos se salvaron. Y no solo eso, sino que Arthur fue la inspiración para que Eigis llegase a Comandante. Años después, ella nunca pudo olvidarlo, pero cuando coincidieron, por casualidades del destino... él no pareció reconocerla, o al menos no lo dijo. Pero los sentimientos de Eigis afloraron con más fuerza que nunca en ese reencuentro. Parecía que los sentimientos de Eigis, reservada como era, eran mucho más fuertes y tenían mucha más razón de ser de lo que pudiera parecer.

    —... dime, Erin. ¿Tú crees... que Arthur me recordaba, de aquella vez? ¿O quizá me olvidó?

    >> Lo recordaba perfectamente; nadie olvidaría algo así.
    >> Puede que no lo recordase, pero eso no impidió que llegase a quererte.
    >> Ya no tenemos forma de saberlo, pero sí sabemos cómo se sentía hacia ti.

     
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    Zireael

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    Erin Elroy

    Le di una buena noticia solo para después lanzarle un golpe directo en la nuca, lo sabía, pero así eran las cosas y no había otra forma de hacerlas. Quisiera o no darle la noticia, conectarla con la realidad de que Arthur había muerto en Garladia, tenía que hacerlo porque se lo debía a ambos. En este mundo destrozado, lo único que pude darle a Arthur y lo que podía darle a Eigis era, al menos, la certeza de que se habían amado.

    Cuando terminé el silencio que tomó el espacio se sintió larguísimo y yo envolví suavemente el anillo de Arthur que había dejado suspendido sobre la palma de mi mano. Lo que rompió ese silencio fueron los sollozos de Eigis y sentí que una cortina de lágrimas me obstaculizaba la visión, pero me contuve, lo hice porque este dolor le pertenecía a Eigis. La dejé llorar tanto como necesitara y me mantuve a su lado, inmóvil, porque jamás podría dejarla sola en medio de semejante dolor.

    La miré cuando preguntó si sabía cómo había perdido su ojo y aunque sonó inconexo, pero supuse que quería llegar a algo con ello por lo que negué suavemente con la cabeza, esperando lo demás. Me contó que cuando era pequeña tenía un amigo con el que era muy unida, un chico jovial, pero con gran sentido de la justicia y la responsabilidad, que soñaba con ser Titán del Imperio. Le hablaba de historias de caballeros, soldados y comandantes, lo suficiente para que el entusiasmos se contagiar a ella.

    Total, que luego de una discusión salió corriendo, abandonó las murallas y una lluvia le cayó encima, como una broma terrible del destino. Tragedias más y tragedias menos, una aranea la acorraló, dejándole de única opción el llanto y las plegarias a los Sagrados. Lo cierto es que Eigis habría muerto allí, pero su amigo apareció y cuando la aranea estaba por atacarlo de forma fatal, ella se lanzó, lo que resultó en la pérdida de su ojo.

    Comencé a entender por qué contaba esto y acabé por confirmarlo cuando ella dijo que, en efecto, el chico era Arthur. Para entonces ni siquiera sabía su nombre completo, por el apodo que usaban con ella, pero dudaba que algo como eso dejara la mente de alguien alguna vez. Se habían salvado mutuamente, habían sido amigos desde pequeños, esa clase de recuerdos no se borraban, si acaso perdían algo de fuerza pero seguían allí.

    —¿A la pequeña Iggy que se lanzó contra una aranea para salvarlo? —pregunté y sonreí con cierta melancolía—. No creo que uno olvide algo así. Tal vez nunca sacó el tema por alguna razón o solo creyó que quizás era mejor así, es algo que ahora no podemos saber, pero me lo estás preguntando a mí. Creo... que lo recordaba, Arthur no olvidaba cosas sin más.

    >>Lo recordaba perfectamente; nadie olvidaría algo así.
     
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    MrJake

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    Aunque con lágrimas en el ojo, Eigis asintió, con una sonrisa dibujada. Una gota cayó, resbalando lentamente por su mejilla, mientras ella sonreía.

    —Sí... está claro que no lo olvidaría. Conociendo a Arthur, seguramente no sabía muy bien cómo afrontar sus sentimientos y prefirió no mencionar ese evento y actuar de cero conmigo. Quizá esperaba que yo sacase el tema; no lo sé, pero... seguro que me recordaba. No dejo... de maravillarme con el destino. Los dos entramos al ejército en momentos distintos, pero fuimos ascendidos a Comandantes casi a la vez, ¿te acuerdas? Arthur solo unos meses antes que yo.

    Eigis llevó sus manos a su espalda, y tiró del Égida, sacándolo de la banda de cuero con la que lo sostenía. Al verlo, algo llamó la atención de Erin al instante: la superficie del elegantísimo pavés estaba resquebrajada, y tenía un trozo con forma de V que le faltaba, empezando arriba y llegando casi a un tercio del pavés. Eigis tenía mucho aprecio a ese arma, que era un legado familiar... verlo roto debió ser duro. Y posiblemente, sucedió en aquel entonces, peleando con los Caballeros Blancos. No lo comentó, pero tuvo que ser entonces; Erin recordaba como antes de eso, tras la batalla con el bégimo, su pavés estaba reluciente... e incluso lo ayudó a llevarlo con un herrero para pulirlo usando obsidiana y otros minerales.

    Quizá esa ruptura era el motivo por el que ahora usaba espada y escudo... En todo caso, ella sonrió al mirar al Égida.

    —¿Sabes? Curiosamente, no acaban ahí las coincidencias y mis similitudes con Arthur. Su Levatine, ese que te legó antes de morir, era también muy importante para él. Un tesoro que su familia le regaló, según tengo entendido, tan pronto como ingresó en las tropas eleanas, como siempre soñó. Ambos tenemos reliquias familiares como armas, ¿no es curioso? ... pero el mío no está en su mejor momento. Nunca fue usado como arma, solo como emblema de mi familia. Aún es usable, pese a haberse roto, pero... siento que ya no cumple su función. Que ya no puede cumplirla. Antes era líder de un escuadrón, luchaba en grandes equipos; ahora peleo sola, o con un par de aliados. Mi pavés está hecho para repeler ataques, sí, pero de poco sirve repeler ataques si no hay alguien que acabe con el que los lanza.

    La miró entonces, y sonrió, cerrando su ojo y ladeado la cabeza.

    —Muchas gracias por contarme todo, Erin —la llamó Erin... no solía hacerlo. Eigis era muy formal para esas cosas... como Arthur—. Y por velar, en definitiva, por sus últimas voluntades. Si te soy sincera, aunque una parte de mí racionalizaba que nunca más lo vería porque, si no estaba muerto, aunque pudiese, no querría verme jamás... otra parte de mí anhelaba que las cosas fueran como antes. Poder verlo y decirle de una vez lo que... siento —puso una mano en su pecho, y tomó aire con intensidad, soltándolo como una exhalación que combinaba cierto alivio con pesar y tristeza. Se alegraba de ser correspondida, pero se lamentaba de no poder decírselo directamente—. Al menos ahora puedo... dejar de torturarme por todo lo que pasó. Era algo que me atormentaba, pensar que me odiaba por lo que pasó.


    >> Erin. Te estoy eternamente agradecida, por todo. No solo eres la mejor jefa que pueda tener, sino que eres... una excelente persona. Has movido cielo y tierra por tratar de encontrar a Arthur y explicarle lo que sucedió, y no solo lo has conseguido, sino que ahora me has encontrado a mí para traerme su mensaje. Estoy triste, pero... a la vez, contenta. Contenta por pensar que Arthur se habrá ido, al menos, feliz, aunque sea un poco. Sabiendo que lo amo.

    Llevó su mano al pecho, y, tras meditar unos segundos, le extendió el Égida a Erin.

    —... si vas a cargar con el Levatine, creo que... lo justo es que lleves también mi Égida, Erin. Como te dije, ese mandoble era muy importante para Arthur, igual que mi pavés es muy importante para mí. Y siento que, si tú lo llevas y ambos te acompañan allá donde estés, será como si... los dos estuviésemos juntos aún, de alguna forma. No te preocupes, no lo necesito; como te digo, las cosas han cambiado... y ahora quiero pasar más a la acción por mí misma. Prefiero que esté con su contraparte; con lo que queda de Arthur.

    Llevó una mano al pecho, y se levantó.

    —Y por supuesto, jefa: siempre contará con mi apoyo. Suceda lo que suceda en adelante con el Imperio, yo siempre la apoyaré, no lo dude; lo menos que puedo hacer por devolverle el favor por todo lo que siempre ha hecho por nosotros... es vivir por Arthur y por mí, y defender lo que nos queda en Elérea. Las gentes de Portobelo cuentan conmigo, pero... si puedo ayudarla en algo, por favor, no dude en preguntármelo. Haré todo cuanto esté en mi mano por ser de utilidad a su causa.

    Igual que Eigis decía que Erin era la mejor jefa del mundo... ella no estaba lejos de ser la mejor comandante que podía pedir, desde luego. Y ella, confiando ciegamente en Erin, le había cedido también un pedacito de sí misma en forma de su arma, como hizo Aidan, como hizo Darek, y como hizo Arthur. Uno fragmentado, pero que aún conservaba su esencia y que seguía a pleno rendimiento, capaz de derrotar a quien se propusiese.

    Exactamente como su portadora original.

    Evento "¿Qué fue de Eigis?" concluido.
    ¡Eigis se une al grupo como aliada regional de Elérea! Su ficha estará en el Starlight.
    Erin obtiene el Égida.
    Cid tiene nueva información sobre armas legendarias.
     
    • Fangirl Fangirl x 2
    • Ganador Ganador x 1

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