--Espera...Este togepi lo habia visto con Liza si mas lo recuerdo--Dije sonriendo para despues acariciarle la cabeza a togepi--
—¿Liza? —fue lo único que respondí en el momento. ¿Acaso podía ser que Yair conocía al dueño del pequeño bebé? Y encima, Togepi se encontraba asintiendo ante ese nombre, tenía que ser la tal Liza. —¿La conoces? ¡Genial, ya sabemos a quién buscar! —exclamé, contenta con mi nueva pista—. Ahora sólo debemos averiguar dónde está Liza... ¿tienes alguna idea a dónde fue, Yair?
--Mmm no lo se ya que la ultima vez se habia ido a ciudad barniz pero no se si aun este ahi--Dije sonriendo y abrazando a togepi--
—Ciudad Barniz... —repetí lentamente—. Bueno, es un comienzo, ¿no crees? Podemos intentar buscarla allí, o quizás haya alguien que la haya visto... deberíamos partir cuanto antes entonces. ¿Sabes el camino para llegar a esa ciudad?
Togepí bajó al suelo y le dio unos toques a Affy para que le prestara atención; ella sabía donde quedaba.
—Me parece que tienes razón —comenté, mirando al inquieto pokémon tipo hada—. Muy bien, Togepi, confiamos en ti... ¡guíanos hacia Ciudad Barniz!
—¡Chuki prii! —gritó entusiasmada la pokémon y echó a correr hacia las afueras del pueblo con mucha energía.
—¡Espérenme! —exclamé, corriendo detrás de los dos para no quedarme detrás, y no mucho después atravesamos el pueblo siguiendo a Togepi y finalmente lo dejamos atrás.
Miré hacia abajo. --Jumm... Pueblo Puincel.. No ha cambiado mucho. Charizard exclamó con un pequeño rugido, dandome la razón. A continuación, siguió volando.
—¿Cuando comenzara el toreno en Ciudad Tempera?— me preguntaba extrañado pero un sonido de mi estomado me habia contestado, primero comida luego respuestas.
Comi algo rapido en el Centro Pokemon y me dispuse a irme a la ruta siguiente, hoy era un nomada, mi objetivo era recorrer tantas rutas me sean posibles para conocer casi todo Gaelia.
El Centro Pokémon fue nuestro primer destino dentro de Pueblo Pincel. El entrenamiento y la cacería de pokémons salvajes había desgastado físicamente a los míos. Se los encargué a la enfermera Joy para que les dispusiera un merecido descanso. Por mi parte, recorrí el pueblo en busca de nuevos libros. De ser posible, tiendas donde se permitiera el trueque: mi mochila ya no podía cerrarse de tantos volúmenes que contenía.
Hice trueque con un misterioso anciano que vivía en un callejón sombrío. A cambio de mis libros de botánica, astronomía, electrónica, de novelas varias y algunos mangas, me entregó el Diccionario de los pokémons legendarios, el segundo volumen de la Filosofía del entrenador, novelas románticas, antologías de fotografías y una colección de obras completas de Oscar Wilde. Le di las gracias mediante un reverencia. Él hizo lo mismo, retrocediendo hasta desaparecer en la penumbra impenetrable del callejón.