Pueblo Desolado

Las lápidas de piedra eran mucho más abundantes, pero se veía que eran mucho más viejas. La mayoría estaban agrietadas, llenas de musgo, polvo y suciedad, o incluso rotas. Nadie parecía preocuparse por ellas en el pueblo, pues no había ni una sola flor, ni polen o rastro de que antes hubiese habido. Nada.

Y las letras... eran ilegibles en todas las lápidas. Estaban borradas, completamente. Se podían entrever algunas sílabas sueltas, pero nada concluyente, nada que permitiese identificar lo que ahí ponía o el nombre del difunto. ¿De quiénes serían esas lápidas?

 

Riolu

—No parece que vaya a haber nada aquí, ¿no creéis? Ninguna lápida tiene flores por lo que no puede ser de Miles. Busquemos mejor en esas de allí. Hay algunas decoradas con madera y con cañas de bambú, a lo mejor se encuentrá allí.

 

Las hechas de madera y bambú tenían aspecto de ser más recientes y estaban mucho más cuidadas. Apenas había unas pocas, sin embargo. Pero había flores en unas y en otras, con lo que parecía que eran visitadas.
No había nombres grabados en ellas, pero sí que había una patita en cada tumba que, según vuestra intuición, debía ser la patita del difunto. Y solo una de ellas era lo suficientemente pequeña como para ser la de un niño, con flores delante de ella.

Cogisteis las flores. Debía ser esa la tumba de Miles.

 

Cottonee

—¡Mirad esa patita tan chica! Esta debe ser la tumba del pobre Miles... Cogamos las flores y volvamos a la casa de Marc y Marie, a ver si pueden contarnos algo más. Me preocupa mucho saber qué le habría pasado al pequeñín.

Salimos del cementerio al fin, como deseaba. Me daba algo de miedo el lugar.

—Hola parejita. Aquí están las flores

 

Marie, al ver las flores, reaccionó. Al principio pareció sorprendida, luego por fin pudo hablar.

—Las flores... de Miles. A Miles le encantaban. ¿Quiénes sois? ¿Qué queréis?

A) Preguntar por el ejército de Pangoro
B) Preguntar por el pueblo y sus habitantes
C) Preguntar por la grabadora

 

Riolu

—Lo siento mucho, señora. Somos unos exploradores de la superficie y venimos buscando información, supongo. Nos hemos sorprendido mucho de ver un pueblo aquí, pensábamos que los Pancham vivían en la Guarida de Pangoro... ¿Sabéis algo acerca de Pangoro y su ejército?

 

—¿La... superficie? ¿Hay algo así?

Miró a su novio, que se encogió de hombros. Luego fue ella la que miró a los exploradores y habló.

—Sobre esos del ejército de Pangoro... no sabría qué deciros sobre ello. En el pueblo piensan que fueron ellos los que nos atacaron aquella vez, pero... yo creo que el ejército no tuvo nada que ver. Fueron esos dos Pancham, el blanco y el negro, por su propia iniciativa. Ellos eran los que querían buscar algo, y ellos fueron los que decidieron atacar, sin consentimiento de sus jefes. Tengo la teoría de que... probablemente eso que tanto buscaban era algo que querían mantener lejos de su jefe, algo que querían ocultarle y que habían descubierto que se encontraba aquí.

>> Ahora, jovencitos, ¿podríais decirle a Miles que vuelva a casa? Va siendo la hora de comer.

Marc suspiró.

—Será mejor que la dejemos por hoy. ¿Os importaría dejarnos solos? Gracias.

 

Houndour

Aquella Pancham estaba algo afectada por la pérdida de su hijo. ¿Y cómo era que no conocía la superficie? Esto... era realmente raro.

Por otro lado, Dunkel y Litch se volvían aún más misteriosos. Verdaderamente parecían carecer de empatía alguna.

—Hm, ya nos queda poco por aquí. ¿Vamos a la quinta casa?

 

Blissey

¡Nueva familia, nuevos Pancham, nuevos amiguitos! Awww, qué linduras, todos juntos viviendo aquí. ¡Eran un amor, yo quería una familia igual de bonita!

—Hola hola, ¡somos exploradores que venimos buscando información! Eso dicen ellos, al menos, yo los acabo de conocer. ¡Ay qué familia más bonita tenéis! —le comenté a la que parecía ser la madre, para ver qué podía contarme

 

—Hola... es raro ver pokémon como vosotros por aquí. Soy Leila, este es mi marido, Urk. Y mis hijos, Sam, Sen y Sim.

>> Yo... no tengo mucho que deciros, no sé. Somos una familia humilde, ¿sabes? Trabajamos un huertecito y a eso es a lo que nos dedicamos, fundamentalmente. Si quieres hablar con mi marido o mis hijos, yo...

 

—Hmpf —Urk parecía ligeramente molesto, pero, con todo, respondió—. Esos Pancham llegaron y aniquilaron a dos familias enteras, ¿sabes? El hijo de Marie también murió. Antes, aquí vivíamos en paz cinco familias, pero... sus hogares quedaron destrozados. Esos Pancham... no eran normales. Sus ataques eran terribles. Aniquilaron a un anciano con una lluvia de oscuridad y luz que lo hizo quedar reducido a cenizas en cuestión de segundos. ¿Qué Pancham hace eso?

Se levantó, y cogió lo que parecía ser una espada hecha con bambú.

—Hasta ver a esos Pancham, la mejor luchadora que había conocido era Blase, sin duda. Con ese tridente suyo, era capaz de barrerme, a mí, que soy un curtido espadachín. Solíamos entrenar juntos a menudo —dio un par de tajos al aire—. Pero... se fue.

Carraspeó, y los hijos se miraron entre ellos. La madre puso una pata en el hombro de Urk, que la apartó rápido con un movimiento.

—Y ahora, largaos. No molestéis más.

 

El nombre no había sido en vano. Allí donde Shinx, Ralts y Maractus miraban, sólo encontraban tristes cuadros de desolación, de paredes agrietadas, de silencio y niebla. Ni siquiera el sonido de las maracas alegraba el ambientes: se alzaba en al aire y moría como una exhalación.

—Esos malditos… —refunfuñaba Shinx.

Habían leído con detenimiento el informe de los descubrimientos del Team Dashiamond: Dunkel y Licht, a los que habían derrotado hacía no mucho tiempo con la ayuda de Pippa-HEPDNEP, mataron a dos familias. Según decía el informe, los dos Pancham buscaban una grabadora. Ésta contenía audios que nadie podía comprender, porque las frases estaban pronunciadas en un idioma ajeno al entendimiento de los lugareños. Cottonee y los demás tampoco lograron saber qué decía.

Pero ellos habían llegado con la solución: traían consigo la máquina traductora del Laboratorio Abandonado, que el Team Reverse había dejado disponible en la Base. Maractus la llevaba colgada sobre su espalda, de modo que tenía libertad de tocar las maracas.

—Está bueno para entrenar la espalda —decía cada tanto— ¡Una espalda musculosa permite hace mejor música con instrumentos de mano, como estas maracas!

¿Aquello tenía sentido? Shinx y Ralts decidieron pensar que sí. Al fin y al cabo, el que entendía de música era él. Pero más importante que eso: ¿cuál era la casa del que tenía la grabadora?

—Por la descripción y este mapa que dibujó Marc… —revisaron el papel; hasta las casas del dibujo tenían caritas tristes— ¡Es aquella!

Maractus tocó la puerta de la casa de Tod, Tina y Krod con una maraca y aguardaron…

 

Krod los vio llegar, con su ojo cerrado, y miró a los exploradores con algo de recelo.

—¿Sois vosotros los relevos? ¿Refuerzos?

Les miró por encima del hombro, como analizándolos.

—En fin, ¿tenéis el cacharro para traducir? Si lo habréis traído... podremos oír los CDs. ¿Por cuál empezamos?

A) CD 1
B) CD 2
C) CD 3

 

El dueño de la casa tenía maneras secas y directas de tratar a los visitantes. Maractus lo saludó como si el Pancham estuviera a punto de darle un abrazo, pero al final se tuvo que contentar con abrazar el aire mientras movía las caderas.

—Ven, Marachu —Ralts estuvo a punto de tomarlo de la mano, pero al final se desvió y lo arrastró adentro mediante la maraca. Maldición, ¿por qué le costaba hacer algo tan sencillo y en un momento tan serio?

—Con permisooo... Buenas, buenas... —Shinx entró y saludó a todos, sintiéndose algo incómoda— Marc, dame la máquina.

—¡Como diga, mi capitana! ¡Tenga!

—¡Gracias! —hizo una pausa y miró a Krod, muy seria— Yo digo, señor, que empecemos por el CD 1.

 

Al poner en la grabadora el extraño cd cuadrado, unas voces comenzaron a oírse... pero, en contacto con las máquinas, lejos de ser un lenguaje incomprensible, era perfectamente entendible.


—Vamos, Aya, Aye... —era la voz de Krod—. La ciudad está cerca.

—¡Ey, mirad aquí! —Krod comentó en voz alta: "Mi mujer..."—. Estoy grabando esto para la posteridad. ¡No todos los días se tiene una reunión en la capital!

Un suspiro, y luego dos risas.

—Madre, guarda los CDs para más tarde... ¡los necesitarás para la entrevista!

—Exacto —la anterior lucía ser Aya, y, el que hablaba ahora, Aye—. Aunque podríamos descansar, ¿no? Ir por toda esta carretera a pie es muy cansado, y el pequeño Ricky tiene hambre.

Un llanto de niño pequeño resonó. Pareció como si su tío lo llevase en brazos, pues trató de acallarlo con una cancioncilla mal tarareada.

—Yerno, ven aquí, sé que tú me harás caso —la madre parecía entusiasmada—. ¿Qué opinas de la situación?

—Opino que si no nos damos prisa, nos perderemos la reunión y te quedarás sin entrevista, suegra —ese era Rick. Su voz sonaba alegre, no como un reproche, sino como una especie de "broma"—. Los demás vecinos ya están allí, y la reunión con el soberano sucederá pronto.

Hubo un momento de silencio.

—Pues... vaya desperdicio de CD, ahora solo me quedan dos, y mi familia no me apoya para grabar un buen recuerdo. ¡Sois una panda de sosos! ¡Qué dura es la vida de una reportera!

>> Espero que al menos los Pioneros me den buenos momentos para grabar, ya que vosotros no colaboráis. ¡Solo me quedan dos CDs!


... y el audio concluyó.

—¿Qué demonios era eso? ¿Los pioneros? ¿¡Cómo íbamos a ir nosotros a hablar con los pioneros, si eran hombres y vivieron hace miles de años!? ¿Y qué es una... "reportera"?

>>Agh... pongamos otro CD.

a) CD 2
b) CD 3

 

—¿Los hombres pioneros? —preguntó Shinx, frunciendo el ceño… Recordaba que Jet los había mencionado cuando lo conocieron.

—¿Alguien dijo… Ciudad Pionera?

La tipo Eléctrico se sobresaltó

—¡Woah! ¡Qué susto, Sewa! ¿Q-qué haces aquí?

—Fue inevitable… —respondió la Oruguita de párpados caídos, mientras se encogía de hombros— Esto me daba mucha curiosidad también. Y ahora que mencionan la ciudad, más aún. Deberían traducir el segundo CD.

—¡Ah, cierto! ¡Pongámoslo!

—¿Quién fue el degenerado que inventó CD's cuadrados? —se preguntó Maractus mientras tanto.