Proyecto del Adiós

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Miyu SparkS, 11 Marzo 2007.

  1.  
    Kru.

    Kru. Guest

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    Proyecto del Adiós
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    Re: Proyecto del Adiós

    niña!!! holas!!!
    me encantó su capítulo, está muy bello e interesante, me gustó mucho esa mezcla del pasado con el presente.
    Bueno, solo me keda esperar por el proximo no?
    siempre mejorando niña, me sorprendes
    Se te kiere!
    Besos!!!
    Kru.

    P.D: besus Rei! xD n.n
     
  2.  
    sukatinhas

    sukatinhas Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    oi
    soy kitas pero por causa del spam tive que criar un nuevo
    tu escribes muy bien pero iso ya lo sabias
    espero con ansias tu conty
    besos y conty pronto
     
  3.  
    Miyu SparkS

    Miyu SparkS Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    Capítulo 8

    Lentamente

    Lentamente abrió los ojos y al minuto después deseó no haberlo hecho.


    Lentamente, quizás, la noche había abrazado su habitación y se había llevado a un motivo remoto de su existencia.


    Lentamente se incorporó y miró hacia arriba con la esperanza de poder ver en el alto techo algo sumamente interesante dónde concentrar su atención.
    No vio nada, no se concentró en nada.


    Lentamente sus esferas de fuego intenso se acomodaron a la noche oscura y desolada. El ruido del tráfico, un maullido de un gato y un ladrido seguido después, acomodaron a sus oídos sensibles por el sueño al sonido cotidiano de una noche común y corriente.


    Lentamente se desperezó y miró - sin poder ver absolutamente nada - a su lado. Pero, sin duda, pudo adivinar que aquella parte del colchón estaba vacía. Completamente vacía exceptuado por el olor a rosas.


    Lenta y diplomáticamente, profirió una serie de maldiciones recorriendo desde las más básicas hasta las más complejas y rebuscadas. Hirientes, por supuesto.


    Lentamente se levanto. Prendió, atientas, la lámpara de mesa y se puso los zapatos negros. El frágil haz de luz alumbraba poco y nada de su habitación. Pero eso no importaba. Caminó hasta llegar a la puerta y la abrió sin ánimos de hacerlo. El pasillo estaba vacío, aunque pensándolo bien, en ese momento hasta el aire le parecía hueco.


    Lentamente salió y se encaminó igualmente a tientas hasta la escalera, en dónde había luz y estaba espectacularmente alumbrado. Bajó hasta el rellano y vaciló un momento cuando tomó el rumbo hacia la cocina. No tenía ganas de comer, no tenía ganas de caminar y mucho menos de hablar.


    Pero, Inuyasha, tu deber siempre es hacer lo que no quieres.


    Cuando entró en la cocina grande y reluciente por la limpieza sintió que estaba haciendo una estupidez.


    Es que tampoco importan lo lindos detalles de Kaede al dejar todo tan limpio, InuYasha, tampoco importa que Kykio esté sentada en la mesa comiendo trufas y mirándote con afecto.


    — Hola — dice ella. Y vos, querido InuYasha, sólo deseas que se calle.


    — Hola — respondes desganado, como para no perder la costumbre.


    Te sientas y comes una trufa. Kykio te mira con esos ojos de felina.


    — ¿Ocurre algo InuYasha? — te la quedas viendo y comprendes que ella sabe todo lo que pasa.


    ¿Para qué responderle, verdad? Sigues comiendo sin hambre bajo esa mirada escrutadora.


    Un golpeteo en la ventana te hace levantar la vista. El viento hacía mecer a los árboles y la rama de un naranjo era la que chocaba contra el vidrio. Hubiera sido más tétrico si la lluvia recia de aquel día se hubiera desatado en aquel instante. Pero nada.


    Te pones de pie y se te antoja ir hacia el jardín sin flores. Sales por la terraza y te detienes a mirar el cielo que está despejado y muestra una media luna descolorida pegada en el firmamento que contiene diminutas estrellas que titilan, tímidas, su luz emitida de hace varios años luz atrás.


    Te preguntas qué importancia tiene que te sientas como un alma encerrada en un cuerpo y que quiera escapar. Que te sientas tan poco humano que hasta estarías dispuesto a auto flagelarte para averiguar si aún eres capaz de sentir algo diferente de deseo, ambición y esas cosas superficiales que han llevado a tu estado actual. Deplorable, por supuesto.


    El aire está frío y lo respiras hondo para que te produzca un malestar de mil agujas clavándose en tu nariz y el resto del cuerpo; que tiemble de tal modo que pierdas el conocimiento. Muy lindo, ¿no?


    Ah, pero sería demasiado bueno para ti, InuYasha. Hay cosas que tú simplemente no podrás hacer y una de esas es olvidar y ser un poquito más humano, como antes de…


    De repente, quieres retroceder el tiempo con tanto anhelo que olvidas que Kykio te ha tomado de la mano y que te lleva dentro de la casa regañándote que te puedes enfermar, y tú inevitablemente recuerdas que quizás esa niña que ya no estaba cuando te despertaste probablemente está enferma y con mucha fiebre en esos momentos. Te preguntas quién estará cuidándola. Pero cuando la imagen clara y odiosa de su primo se instala en tu mente, te llenas de ira y tomas noción de que ya estás dentro de la casa y que ella, esa otra niña que partió siendo tu amante, te está llevando de nuevo a la habitación de la que inconscientemente huiste sólo unos minutos atrás.


    — No — le dices y te sorprendes de negársele. Ella te mira confundida y al cabo de un rato sonríe mordaz.


    — Sé que esto mejorará tu estado de ánimo, querido — te agarra con más fuerza del brazo pero tú de desases y te impones, como ese hombre gigante e importante que eres.


    — Necesito, quiero que te vayas — le dices como suplicándole.
    De pronto te sientes casi culpable. Casi. Aunque esos ojos cafés que tanto te recuerdan a otra mujer estén empañados por una mezcla de agua y sal, tú te mantienes firme.


    — Entiendo — sonríe con pena y gira para ir hacia la puerta. Toma su abrigo de cuero negro y se lo pune con movimientos lentos y torpes, probablemente para que lo consideres y le digas que se quede.


    Pero no lo haces. Sabes que sería otro error. Otro más, obviando que el mismo hecho que ella haya estado en tu vida por tanto tiempo sea uno de tamaño gutural.


    — ¿Me llamarás? — pregunta ella con medio cuerpo entre el vestíbulo y el porche.


    Cuando ve que tú haces un movimiento negativo con la cabeza, ella asiente y ves cómo unas gotas cristalinas brotan de sus ojos antes de desaparecer de tu vista.


    Te quedas viendo a la gruesa puerta y piensas que no te habías dado cuenta de que también estabas arruinando otras vidas; a otras personas algo más humanas que tú…


    — InuYasha — el aludido dio un pequeño brinco. — ¿Qué ocurre? — esta vez su tono indicó que en verdad no sabía lo que ocurría.


    Mira a la mujer de rostro pálido y ojos castaños oscuro mirándolo expectante. Luego levanta la vista por la escalera que tiene al frente.


    — Nada Kykio, no pasa absolutamente nada — respondió con calma y tomándola por la cintura, subieron juntos hacia las habitaciones.


    Y vos entiendes que ese “no” fue solo tu imaginación. Que en realidad jamás podrías negártele a ella porque te recuerda que eres parte de la raza humana más degrada que existe. Que jamás podrás salir de ese círculo vicioso en el que te metiste hace menos de un año, porque ya casi no eres humano. Parte de la raza, quizás, pero la escoria, los restos. Y eso significa que ya no eres uno de ellos.


    Aunque por un momento tu conciencia te mostró lo que debías hacer, tú, terco InuYasha, la ignoraste como siempre.


    Lentamente sus ojos divagaron por el cuerpo níveo y voluminoso de Kykio.


    Lentamente la besó en la boca, en el cuello, en los pechos, en el vientre.


    Lentamente comienzas a montarla con movimientos firmes y calculados, fríos.



    Lentamente te estás perdiendo, InuYasha.


    Rápidamente, no obstante, te das cuenta que cambiar es un objetivo tan lejano como intentar tocar la luna estirando solamente tu brazo.


    Porque tú no aprendes, InuYasha. Nunca aprendes ni aprenderás a jugar bien el juego que se llama vida.


    *****


    Y aunque le costaba creerlo, esas líneas elegantes que formaban una i, y la palabra Rieux rodeándola era, sin duda, la firma que sellaba su separación.
    Había pasado sólo dos semanas desde que lo había visto y aquel lunes por la mañana Kouga la había ido a ver con la buena nueva.


    Guardó el documento en un cajón de su cómoda en un movimiento brusco, y apenas terminó de cerrar el cajón, oyó un ruido proveniente de la puerta de entrada.


    Lanzando un grito de júbilo se echó a correr y llegó justo cuando la figura de Sesshomaru se asomaba por el umbral.


    Echándose a sus brazos comenzó a besar su rostro.


    — Sessh, Sessh, te extrañé tanto — susurró mientras sentía que él la abrazaba con fuerza.


    — Yo también petite, yo también — el tono cálido y conocido la hicieron sentirse después de esas largas dos semanas, por completo protegida.


    Lo miró a los ojos y repentinamente lo soltó.


    — ¿Qué diablos te pasó? — dijo horrorizada y entrando en la furia al ver que tenía un ojo hinchado y amoratado, más unos cuántos rasguños por toda lados de su varonil rostro.


    El silencio absoluto hizo que Kagome mirara atrás de él y viera a Rin. La mujer, con sus veintisiete años, parecía haber envejecido unos veinte más. Parte de la ira se evaporó y se volvió hacia Sesshomaru con vago entendimiento.


    — ¿Quieres hielo? — el no dijo nada, pero entró las maletas y dejándolas en el recibidor, siguió obediente a su prima. — Siéntate — le indicó el sofá de cuero blanco que había en el living, después de que él obedeció, fue a buscar hielo.


    Cuando volvió, se encontró a Sesshomaru en la misma posición en la que lo había dejado y se preguntó si el hombre había respirado en algún momento. Se acercó a él y tomó suavemente su cara y la llevó hacia atrás. Con cuidado dejó la bolsa sobre la piel hinchada mientras sentía cómo el cuerpo de Sesshomaru respondía al dolor que le provocaba el simple roce.


    — ¿Es por su culpa?


    — Sí.


    — ¿Por qué la odias? Sessh, ella te ama.


    — No sabes lo que dices, petite.


    Kagome meditó un poco y no tuvo otra opción que aceptar lo que él le decía: no sabía lo que decía. Levantó un poco el hielo y lo aplicó en otro punto, al final de su ceja.


    — ¿Por esto demoraron tanto en regresar de Marseille?


    — No.


    — ¿Y entonces?


    — Rin, como hermana mayor, tuvo que poner orden en esa casa del demonio. Llegaron parientes de todas partes del país, era un caos hasta ayer mismo.


    — Pero estos golpes, Sessh... — el hombre la interrumpió colocando su dedo índice en sus labios.


    — Calla, petite — quitándole la bolsa de las manos, la atrajo hacia sí y sin importar las punzadas de dolor que le provocaban los morados en todo su cuerpo, la sentó sobre sus piernas y tomando su fina y hermosa cara entre sus manos, la besó.


    En un beso eterno, sus lenguas comenzaron a rozarse, a jugar. De manera inevitable lo rodeó por el cuello. Sus sabores mezclados, sus respiraciones entrecortadas. La mano de Sesshomaru le acariciaba la espalda con movimientos circulares, acercándola paulatinamente hacia su torso.


    Kagome, perdida, comenzó a entrar en un estado de confusión; a recordar otra boca, otro tacto, otro olor. Se apretó a él con ahínco. Quería sentirlo por todo su cuerpo, quería tenerlo en ella para siempre.


    El suave gemido ronco salió de él mucho antes de darse cuenta de lo hacía. La tumbó de espaldas en el sillón y sin dejar de besarla acarició todas sus curvas.



    Rin carraspeó con fuerza diciéndose a sí misma que no lloraría por ningún motivo. Vio cómo las dos personas tumbadas en el sillón se quedaban quietas y se miraban, asombrados. No pudo saber a ciencia cierta quién de los dos demostraba más arrepentimiento, porque en un segundo, los dos estaban de pie y la miraban.


    — La-lamento interrumpirlos — atinó a decir girando sobre sus talones para escapar de ahí al darse cuenta que no podría mantener la situación.


    — Rin — Kagome la tomó del brazo y ella se tensó — discúlpame — los hombros de Rin se relajaron un poco y ella la soltó, adelantándose, salió del living.


    Ahora no podría escapar, se dijo, así que se volvió a su marido, que se había sentado y la miraba fijamente. Ella no dijo nada. No podía.


    — Anda — la animó él, irónico — dime todo lo que crees y así déjame como el maldito hijo de puta que soy.— Apretó los puños y una mezcla de ira y culpabilidad comenzó a hacerse presente.


    — No tengo nada que decir — dijo con un hilo de voz.


    — ¿No? Vaya, pensé que sí. Quizás ahora te podrías justificar, humillarme como te has gozado haciéndolo estas infernales dos semanas.


    — ¡No te he humillado! — gritó furiosa. Sesshomaru rió.


    — Oh, pues pensé que ibas a ir llorando a mi lado cuando quedé inconsciente por la paliza de ese tipo — la nota amarga en su voz hizo que se diera cuenta cuán afectado estaba él. — Pero ¿qué hiciste? — sonrió con pesar y miró un punto interesante en la muralla — vas donde ese tipo ensangrentado, gritando horrorizada que yo era un asesino. Pero, para tú desgracia, no lo maté. Lástima que tampoco pude ver cómo me decías todas esas cosa, ¿sabes cuán agradable es que te lo cuenten los testigos, el cómo tu propia esposa te condena?


    — No fue mi intención. Estaba asustada, Sessh…— con nada más que culpa por cada parte de su cuerpo quiso abrazarlo pero él alzó la mano en señal de que se detuviera.


    — Por mí, tú y ese bastardo se pueden ir al infierno.


    — ¡No estábamos haciendo nada! — quiso justificarse pero de inmediato se dio cuenta de que no debería haberlo hecho. A pesar de eso, la súbita calma de Sesshomaru la dejó desconcertada.


    — No estábamos haciendo nada — repitió sus palabras con una gota de sarcasmo. — Quizás si me lo hubieras dicho cinco meses atrás, realmente lo habría matado. Si no vas a tratarme de playboy, será mejor que me vaya.


    — Pero Sessh...


    — Déjame tranquilo — dijo encaminándose a la salida.


    — ¡Te juro que no estábamos haciendo nada!


    — ¡Ya no me importa, maldita sea! — explotó él y la miró con odio. — Eres libre de irte cuándo gustes.


    — ¡Pero mi hijo…!


    — ¡Cierto!. ¡Tú hijo (porque tú y yo sabemos que mío no es) y tú y ese bastardo, se pueden ir a la mierda!


    Sin darle tiempo, Sesshomaru se esfumó de su vista. Impotente, no pudo reprimir las lágrimas y lloró con culpa, con rabia y con mucho odio. Odio por su error, por ella misma, por ese “bastardo”, por Sesshomaru y por Kagome. Por esa mujer que estaba atrapando de nuevo el corazón de su esposo y que lo tenía en la palma de su mano, capaz de destruirlo si se lo proponía, como Rin se lo había propuesto hace cinco fatídicos meses.


    Y ahora se arrepentía con tanto apremio, que llegaba a doler.


    ******


    — ¿Qué haces? — le agarró por la muñeca deteniéndola en su tarea de guardar la ropa en la misma maleta negra que había traído el día que había dejado a InuYasha.


    Kagome debió su rostro y se zafó de su agarre.


    — Me voy — respondió yendo hacia su cómoda.


    — No puedes hacerlo, petite, no tienes donde ir — ella abrió el cajón. Unos papeles llamaron la atención de Sesshomaru.


    — ¿Y esto? — preguntó él comenzando a leerlos.


    — El divorcio — sacó un montón de ropa y lo guardó. — Hoy los trajo Kouga.
    — Mientras terminaba de hacer su equipaje Sesshomaru se limitó a mirarla y a guardar silencio.


    — No me dejes, petite — Kagome se volvió a él y lo miró con cariño.


    — Es mejor, Sessh, esto está mal— le murmuró y acarició su rostro sin tocar sus heridas.


    — Pero no hemos hecho nada — dijo él como última opción, pensando que esa situación era muy paradójica con la vivida recién.


    — Casi — le dijo ella con ternura. — En la semana alquilé un departamento cerca de los Campos Elíseos. Pensaba mudarme en un mes pero dada las circunstancias…— se interrumpió cuando Sesshomaru se arrodilló frente a ella y la abrazó por la cintura. Escondiendo su rostro en su abdomen le dijo:


    — Eres lo único real que tengo ¿sabes?


    — Tienes a Rin Sessh…


    — No, petite, sólo a ti — se aferró a ella con fuerza, como si su vida pendiera de un hilo. Ella le acarició la coronilla.


    — Entonces ya vendrá alguien que te quiera de verdad, más que como a un hermano, como lo hago yo.


    Estuvieron así un buen rato. Cuando él se puso de pie nuevamente la besó con desesperación y apelando su voluntad, se alejó de ella, susurrándole al oído:


    — Pero yo te amo como a una mujer, petite, y eso no ayudará en nada — le dijo y le dio un último beso en la mejilla.


    Ella se quedó piedra mientras le veía salir de la habitación.


    No se permitió más tiempo para asimilarlo. Cerró sus maletas con eficiencia y salió del edificio lo más rápido que pudo. De pronto, la cabeza comenzó a latirle y el aire se hacía pesado, casi irrespirable.


    Pero con un ánimo forzado, se obligó a tomar el autobús. Eran tiempos de cambios. Sí, porque si no era ahora, ¿cuándo?


    Entre que el autobús se perdía por la rue Guy Pati, Kagome hacía anotaciones mentales sobre lo que haría ahora. Pero el futuro se veía tan oscuro que prefirió ver a esa pareja del asiento delantero besándose, y ella lentamente, recordó los besos de quien quería olvidar.





    Lentamente, en una inercia en cámara lenta
    Vos te vas como si nada
    La nada se hace todo
    Y yo un poco menos que siempre.
    (M.S)​
    Continuará.

    _________________________________________

    N/A: Perdón por la demora, simplemente no tengo justificación más que me intolerable flojera.

    Agradecimientos para: InYa-Kun (vale por el post en blog, me alegro que te haya gustado el one-shot y el capi anterior, espero nos sigamos leyendo); Rey_Ayanami II (es difícil creer que se acabe un amor así, pero yo lo hago como ya lo habrás notado. Muchísimas gracias por tu post y espero seguir leyéndote!); Milmel (me sigue alegrsndo que estés todavía aquí y que no te termine de gustar el fic. muchísimas gracias) Kru. (Gracias por los cumplidos, siempre son bienvenidos. Ojalá te haya gustado este capi!) y Sukathinas (XD creo que vi tu post antes del spam, y créeme que lo lamento. Pero bueno, agradezco tu consideración en dejar el post nuevamente. Muchas gracias y espero seguir viéndote por estos lados.)

    Por cierto, publiqué hace dos semanas un one-shot que me interesaría que leyeran y me dieran su opinión (por desgracia los que ya habían dejado les jodió el spam xD) aquí va:
    http://foro.cemzoo.com/showthread.php?t=154490

    bueh, ya me aparecí, no demoraré demasiado con la actualizacion.

    besos.

    Adieu!

    Miyu SparkS
     
  4.  
    Arce

    Arce Entusiasta

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    Pluma de
    Escritora
    ¿Apoyo moral?



    Qué tiempo ni qué ocho cuartos XD
    Las dos sabemos que tiempo tuviste, pero lo que tuviste más fue flojera :3

    Ah, ese fue un lemon muy caliente; y bueno, considerando cómo escribes, aseguro que vamos a seguir viendo mucho de eso.


    Sabes que me encanta todo lo que haces^^



    Yo también te quiero mucho.

    Arce.
    P.D. Au revoir y ahora me voy a postear lo demás que tienes :3
     
  5.  
    sukatinhas

    sukatinhas Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    kiaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
    aleluia
    estaba me preocupando
    esta muy buena ( como siempre)
    besos y conti pronto
    p.s. tienes todo mi apoio y soy kitas
     
  6.  
    Rei_Ayanami II

    Rei_Ayanami II Usuario común

    Tauro
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    Re: Proyecto del Adiós

    holaaaa!!

    ha pues si.. es algo dificil... de creer pero en algun modo son ciertos y si me vas a leer por mucho tiempo jejeje... que más.. no se la verdad me dio muchas iras tantos triangulos amorosos y Kag esta en los dos... me da pena por Rin odio a Kikio y Koga por que le dio el divorsio...

    Bueno cuidate!!
     
  7.  
    Kru.

    Kru. Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    OMG
    OMFG! xD
    Lamento no haber posteado antes, es ke me enferme ToT
    me encantó!!! y siiiii me gustó muuuuuxo! xD
    oe!!! chilena! hermana! XDD agregame a msn si kieres ^^ es: kru.yuzu@hotmail.com
    Aer aer...mis opiniones, pues que el capi me encantó y la discusión entre rin y sessh me dejó en un hilo, esa forma ke tienes de narrar me mata!!!
    Besooos!
    Kru.
     
  8.  
    InYa-kuN

    InYa-kuN Iniciado

    Tauro
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    Re: Proyecto del Adiós

    wooo!
    siendo sincera primero pensé: "veamos que tan largo está"
    cuando le chequé dije "woa, que sí está largo!" y empecé a leer diciéndome que ojalá terminara de leerlo de una sola pieza.
    Lo he acabado y sentí que no había leído ni cinco minutos
    está genial! aunque me pone triste el hecho de todo lo que pasa..
    quiero contii!!

    saludillos, anisha ^^.
     
  9.  
    Miyu SparkS

    Miyu SparkS Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    Capítulo 9

    Wrongs
    Esto que estás oyendo
    ya no soy yo,
    es el eco, del eco, del eco
    de un sentimiento;
    su luz fugaz
    alumbrando desde otro tiempo,
    una hoja lejana que lleva y que trae el viento.




    Puso los ojos en blanco en señal de aburrimiento. Parecía estar comiendo con dos enemigos que no podían estar más de cinco minutos cerca del uno del otro. Iba a decir algún mal chiste para disipar el ambiente, cuando se dio cuenta de que todo lo que había pensado lo había dicho en voz alta.


    Oh, mierda. Miroku y su gran bocota.


    Sintió el filo de sus ojos con serias intenciones de decapitarlo o estrangularlo dependiendo las circunstancias.


    Balanceó varias posibilidades para justificarse, pero ninguna sonaba demasiado convincente y sólo un milagro podría salvarlo.


    Curiosamente el milagro vino del propio Sesshomaru:


    — Supongo que hay algo de verdad en eso — dijo con una peligrosa calma y luego torció la boca en algún intento nefasto de sonreír — pero, ¿quién dijo que la vida de casados era color de rosas? — sin disimular el tono irónico bebió un poco de vino y desvió la vista hacia su esposa, sentada frente a él. Volvió a sonreír y esta vez, pensó Miroku, el filo de sus ojos había aumentado admirablemente.
    — ¿Verdad, querida? — levantó la copa en señal de brindis y tomó el resto de agua carmesí que quedaba. Rin sólo desvió su mirada vidriosa.


    Pasado unos minutos de incómodo silencio apareció el maitre llevándoles los postres. Comieron con una resignación patética de gente que está obligada a convivir juntos sin quererlo.


    ¿Así tenía que ser siempre un matrimonio? Mentalmente, Miroku agradeció no haber caído en aquella trampa. Para él el amor era como hacer una planificación de algo con fecha de término ya muy determinada desde al inicio. Pura pérdida de vida.


    Siempre se había preguntado qué motivaba a un humano a buscar una pareja. ¿Miedo a estar solo? Bueno, al final del final siempre uno iba a quedarse solo, vivo o muerto.


    Pero tuvo que reconocer que, a pesar de todo, había anhelado conocer aquello que muchos disfrutan aunque es efímero y escurridizo, y que en muchos casos termina en horroroso neto compromiso, como era el caso de su prima.


    Se regañó muy severamente por haber ido a visitarlos al llegar a Francia. Años en Italia hacían que el “i miss you” trillado en las canciones fuera demasiado real para su gusto.


    Sin padres vivos, hijo único, al enterarse de la muerte de su tía, había vuelto a Francia, su país natal, el cual no visitaba desde siete veranos atrás. Desgraciadamente no había podido partir de Italia en el momento justo por compromisos demasiado importante. Demasiado odiosos y estúpidos pero que serían capaces de dejarlo en la indigencia.


    No sabía si reír o llorar. Su prima llevaba un matrimonio desastroso, con cinco meses de embarazo, más que una futura mamá, parecía una viuda, con veinte años más de los que tenía. Tampoco sabía el porqué de la situación, cuando ellos habían viajado a Roma les había visto, si bien no profundamente enamorados, por lo menos conformes y felices.


    Y ahora…


    Suspiró.



    Ahora parecían francotiradores dispuestos a matar sin dudarlo si quiera. No, no, se corrigió. La verdad era otra, y era que Sesshomaru demostraba rabia y dolor, mientras que Rin sólo culpa…y algo de ira también, ¿verdad?



    Prefirió no indagar. Por algún motivo sabía que no debía inmiscuirse ni preocuparse por su prima. Confiaba en que Sesshomaru no le dañaría físicamente o algo así, después de todo sabía que era un caballero.


    — Mentiría si les digo que fue un gusto — dijo levantándose de la silla — pero el foie-gras estaba sí que estaba exquisito.


    — Lamento esto — Rin fue hacia su primo y lo besó en la mejilla — tal vez en otro momento estemos más dignos de ser anfitriones.


    — Descuida — le sonrió y le dio la mano a Sesshomaru quien lo miraba con simpatía, aunque intentara no demostrarlo demasiado. — Au revoir, mes amis.


    Salió del restaurant con el verdadero deseo de gritar un “gracias” por no tener a esa pareja junto con él.


    Una cuadra más lejos volvió a sus desordenados pensamientos de la extraña comida.


    Pensándolo mejor, un poco más introspectivo, tuvo que ser sincero con él mismo (aunque hacía años que no lo fuera).


    Quizás fue el vino ó la imperiosa necesidad de huir lo que lo llevó a recordar que en realidad, “aquello que muchos disfrutan aunque sea efímero y escurridizo” él ya lo había disfrutado. Sí, pero el punto real era que prefería creer que jamás lo había conocido, porque la verdad de haberlo perdido se hacía insoportable.


    Un viento frío soplaba cuando pasaba frente al Louvre y por momentos, sus pies quedaron pegados al piso. Sintió los disparatados latidos de su corazón como si estuvieran en sus oídos y el súbito temblor de su cuerpo.


    La mujer, de perfil, miraba el edificio que guardaba celosamente obras tan magníficas como la Gioconda y La Venus de Milo, llevaba unos pantalones negros y un sweater café. La forma en su mirada, sus ojos fijos, como idos y ceño demasiado concentrado y severo para su edad, trajeron a su mente una imagen añorada, de repente. Tan lejana y de pronto, tan cerca.


    Caminó como impulsado por un resorte, pero entonces ésta se movió, saliendo de su ensoñación, cuando unos turistas comenzaron a reír y sacarse fotos.


    Nuevamente, con los pies pegados al suelo vio cuando ella se dirigió a tomar un taxi.


    Por unos irracionales minutos pensó que era ella, otra ella.


    Debería tener cuidado con desentrañar tanta memoria.


    Aquella memoria que le hizo ser consciente de que era imposible que esa mujer de cabellos azabache y piel blanca como la nieve fuera de su recuerdo.


    Pensando en que tomaría también un taxi para regresar al hotel, consideró muy seriamente no ver a su prima por un gran lapso.


    --------------------





    Observó la imponente arquitectura renacentista que tenía en frente y no le sorprendió quedarse varios minutos inmóvil, contemplándole como hipnotizada.


    Se sacudió de aquel lapso al cruzarse un grupo de turistas que fotografiaron la magnífica construcción. Casi toda la historia del mundo resumida en un solo lugar: el Louvre.


    Metiendo las manos en los bolsillos del pantalón holgado que había elegido sin pensar, caminó distraídamente alejándose del edificio construído en una fortaleza con ampliaciones renacentistas posteriores.



    No sabía por qué aquella tarde de lunes había salido, pero tenía un presentimiento. De esos que siempre le daban cuando tenía diecisiete años.


    Sin pensarlo, como lo había hecho desde que se despertó, quiso devolverse hacia el departamento que había alquilado esperando demorar lo que más se pudiera. Pero como por obra siniestra, el taxi llegó demasiado rápido a la parte baja de la avenida de Les Champs-Elysées: La Plaza de la concordia. Pensó con ironía que aquel lugar en realidad no podía ser más a doc. dadas las circunstancias.


    Una breve ráfaga de viento que se coló entre el hueco que formaba la ventana semi-abierta, le nubló la vista al sacar de su lugar las onduladas hebras azabaches, cubriendo sus ojos. Con un poco de hastío, volvió el cabello a su lugar. No había sacado nada y no había encontrado lo que había estado buscando.


    Un momento.


    Pero, ¿qué había estado buscando?


    El auto se detuvo frente al edificio donde tenía alquilado el departamento ni muy pequeño ni muy espacioso. Para ella; como ella, ni tan ni menos. Era un término tan intermedio que se sintió más mediocre que de costumbre.


    Le pagó al taxista y prosiguió a subir al cuarto piso. Mientras esperaba que la demás gente subiera al ascensor miró distraída su reflejo en el espejo que había ahí dentro.


    Estaba como siempre, ella, Kagome Devereaux estudiante de literatura… bueno, carrera que congeló al primer semestre porque estaba embarazada y por amor a un hombre. El hijo nunca nació y el hombre la dejó de amar como quien deja de usar una chaqueta. Tenía un divorcio. A un primo que la amaba, por lo menos, porque sus padres vendrían a ser como cuadros mal pintados colgados de una pared a punto de caer. Y ella una don nadie, que vivía a costas de la caridad de su primo y que sin quererlo – aunque por desgracia esto último lo había estado cuestionando – estaba destruyendo su matrimonio.


    ¿Qué era ella ahora?


    Bueno, seguía siendo una don nadie, en un departamento vacío, sin nada mejor que hacer que dejarse llevar por ridículos presentimientos de… de algo intangible.


    La campana que anunciaba el cierre de las puertas le hizo volver de golpe a la realidad y a su reflejo. Sí, tenía la misma apariencia física, pero por dentro quedaban escombros de un ser que alguna vez fue. Y fue de bien. Fue feliz.


    Suspiró pesarosa. Quería recomenzar, pero el objetivo parecía nunca quedarse quieto, ya que ella nunca podía dar en el blanco. Para personas que quedaban así, no tenían más que dejarse llevar por un ritmo monótono de una vida sin muchas cosas ilusorias, utópicas ó esperanzadoras. Sino más bien, insomnios o pesadillas y algo bien parecido al pesimismo, por lo que había notado hasta ese instante.


    Cuando se abrieron las puertas metálicas ella salió a paso lento, casi letárgico.


    Tantos planes esfumados. Tantos sueños hechos humo.
    Tantos pensamientos destinados a llevar al suicidio, pensó por último, entretanto sacaba las llaves del bolsillo de su polerón café.


    Llegó hasta su departamento correspondiente, el número 444. Puso la llave en la dorada cerradura, pero en aquel torpe intento su mano soltó el llavero que cayó sin apuros contra el piso. Se agachó a recogerlo, entretanto oída que a su espalda se habría otra puerta. Cuando lo hubo tomado, otra vez se dispuso a abrir, pero un escalofrío que le acarició desde su nunca y atravesó toda la espina dorsal hizo que se quedara quieta, petrificada. Como si fuera un reo en espera de su sentencia.


    Solo que ella no había esperado nada. Había ido a buscar algo por presentimientos absurdos, sin embargo, ahora sabía que todo eso tenía un fin, uno muy injusto y que a Kagome se le antojó cruel.


    El silencio súbito obligó a que sus sentidos respondieran e hicieran que se diera vuelta.


    Hubiera soportado mil puñaladas antes de volver a vivir aquella escena. O si no era idéntica, en algo sí se parecía…


    ------------------


    Se mordió el labio inferior. Sus nervios estaban cada vez más alterados.


    — No vayas — se atrevió a decir cuando Sesshomaru tomó su chaqueta.


    — ¿Disculpa? — terminó de abrigarse y la miró irónico — ¿A dónde no quieres que vaya?


    Se las apañó para no largarse a llorar en ese mismo instante.


    — Ya lo sabes — se puso de pie y le tomó la mano —. Por favor Sessh, no vayas — por un momento ella vio cómo su marido dudaba al respecto y cuando parecía haber tomado una decisión, él se separó de su tacto.


    — Sí, Rin, tienes razón. Ya lo sé — dijo con dureza antes de salir por la misma puerta por la que había desaparecido su primo hacía unos diez minutos.


    Tomando su abrigo, se dijo que si lograba llegar al auto sin gemir de dolor, significaba que en realidad, que Sesshomaru no la amara no significaba nada.


    No gimió. Pero antes de cruzar esa misma puerta de vidrio, dos gruesas gotas salinas comenzaron a inundar su rostro demacrado.


    ---------------


    — ¿Qué tal? — preguntó con sorna la mujer de buen porte que estaba cruzada de brazos y miraba a Kagome con hielo en los ojos.


    — Nada mal, supongo — respondió encogiéndose de hombros.


    Pero Kykio sabía que mentía y disfrutaba de ello.


    — ¿Desde hace cuánto vives aquí?


    — No creo que te importe demasiado — respondió respirando hondo.


    — Huy, querida, ¿qué te ha pasado? Estás como para enfrentarte al ser más obsceno sin perder el control ¿eh?
    Quizás la práctica te ha servido de algo — Al ver que ella no parecía afectada, Kykio frunció el ceño. De verdad tenía ganas de que Kagome se enloqueciera frente a ella.


    — No estoy de ánimos, Kykio — hizo un ademán de despida, aunque pareció ser cualquier gesto de dudosa intención.


    — Yo me cambié hace tres días — continuó ella sin dejarla ir —, quería más privacidad. Ya sabes, las camas que han sido ocupadas por extraños siempre hacen que el acto sea un poco molesto por los recuerdos — hizo una mueca de resignación — Queremos vivir juntos, ¿sabías? Claro que será más adelante, este departamento es demasiado pequeño para toda la actividad que hacemos — sonrió con burla al notar que Kagome se quedaba quieta, casi sin mover un músculo; hasta llegó a pensar que no estaba respirando.


    Pero si hubo algo de pesar, de dolor, de odio, aquella cara abusada por el mal sueño pareció inmutable. Volvió a hacer un gesto para entrar a su apartamento pero otra vez se quedó quieta y Kykio creyó esperanzada de que le respondería alguna palabrota.


    Nada de eso.


    — Cariño, ¿dónde…?— y así Kykio entendió por qué el repentino congelamiento de su presa.


    Un ruidoso mutismo pareció caer sobre los tres como un vaso de agua fría.


    No el vaso, el agua.


    Kagome miraba por su dirección, pero esta vez sobre su hombro. Sabía lo que miraba, sin duda, por eso esa expresión vagamente hostil y quebrantada.


    — Kagome — murmuró casi inentendible. Su voz salió trémula, como si tuviera miedo de que al pronunciar el nombre la imagen de aquella menuda mujer se desvaneciera.


    Kykio de pronto sintió miedo. Mucho miedo que se expresó en la tensión de su cuerpo, sobre todo en sus manos empuñadas con tanta fuerza que amenazaba con hacer sangrar sus palmas. No deberían estar ellos ahí, así.


    — Hola — logró balbucear la aludida intentando parecer indiferente.


    Nuevamente el silencio que esta vez fue interrumpido por los tacos de mujer haciendo eco en algún pasillo del piso.


    Kagome decidió que lo mejor era la huída. ¿Cómo era posible que mientras ella trataba de escapar de él, todos los sucesos la llevaban de nuevo a sus brazos?, ¿Cómo tanta casualidad para verse al mes de estar legalmente separados?


    — No- no sabía que vivías aquí — tartamudeó él un poco a la defensiva.


    — Supongo que es otro chiste retorcido de la vida — dijo ella con verdadero pesar y una sonrisa poco creíble. — No quiero quitarles tiempo, que disfruten su estadía.


    Esa vez logró meter la llave en la cerradura e incluso quitar el pestillo, pero al girar el picaporte y abrir un tanto la puerta, la mano varonil que ya conocía de memoria impidió que ésta se abriera del todo.


    Otra vez ese maldito silencio. Y otra vez esa presencia tan necesaria como el oxígeno que estaba justo detrás de ella, rozando su cintura con el fornido antebrazo, con su aliento cálido soplando por su coronilla y su mano un poco fría sobre la de ella para que no moviera la mano del picaporte…


    Por un momento cerró los ojos y recordó cuán agradable era su abrazo, sus caricias, sus besos…


    Y abrió los ojos. Los golpes, los engaños, las burlas no lo habían sido. No, no lo habían sido.


    Se zafó de su mano y giró sobre sus talones. Debió pensarlo mejor antes de haberlo hecho, se reprochó Kagome cuando fue consciente de la peligrosa cercanía de la boca de su ex-marido.


    — Kagome — musitó de nuevo, pusilánime ante la expectativa de que ella desapareciera.


    Sin desprender su mirada de ella, suavemente cerró la puerta de un pulcro blanco y la dejó apoyada de espaldas a ésta. Sintió el jadeo que escapó de la boca de Kagome y que fue a dar justo sobre los propios, como una caricia sin manos.


    Levantó una mano temblorosa y con el reverso contorneó su mejilla. El tacto sutil, práctico, simple, fue dolorosamente reconocido como necesario y extrañado.


    Y su mano poseía la capacidad de embriagar y hacer olvidar muchas cosas. Lástima que no lo esencial; lástima, lástima.


    Respirando con dificultad, con un movimiento, hizo que se alejara de su cuerpo, el cual de inmediato captó la falta de calor que irradiaba InuYasha y se maldijo por ser tan débil.


    Él sacudió la cabeza y la miró desconcertado. Nunca había creído que el simple hecho de tocarla desenterrara tantos sentimientos encontrados, tantas cosas perdidas.


    — Vamos, InuYasha — escuchó el hilo de voz. Lo habían tomado por el codo y tiraba de él como alguien que en cualquier minuto fuera a perder la calma. — Por favor, por favor — susurraba.


    Aún sin salir de su desconcierto, caminó distraídamente unos cinco pasos de espalda sin dejar de mirar a Kagome. Pero después un peso hizo que clavara los pies y no se moviera más. Era ese peso de tácita resolución que creía esfumada.


    De pronto el entorno se volvió sólo un túnel estrecho, lúgubre, pero con una prometedora luz al final. Al final del final. Se preguntó si su vida se podría esconder tras mantos oscuros o en agujeros profundos sin retorno, pero al fin y al cabo, perdidos y prácticamente esfumados.


    Como ya sabía la respuesta, prefirió ignorar su vida que no se podía esconder y sólo le importó que en ese final de aquel túnel, ella estuviera allí. Sólo ella, nadie más.
    ¿Pero por qué diantre él estaba tan lejos de ella, tan lejos, tan?


    Ah, Por la misma razón que había decidido ignorar la respuesta anterior. Preguntarse ese tipo de cosas a esas alturas resultaba ser una operación totalmente nula.


    Ya había entendido de sobra que las posibilidades para él ya estaban acabadas, que su vida debía seguir con ese ritmo que él mismo había creado en un acto – que ahora veía – puramente masoquismo, hasta el mismo extremo del sadismo.


    Se creía un hombre razonable cuando se casó con Kagome, un hombre de pocos principios, pero por lo menos, fiel a éstos.


    Cuando vino la riqueza, los ofrecimientos, las salidas nocturnas, los viajes largos, la podrida fama y poder, creyó que sobreviviría como siempre, con Kagome a su lado. Pero había hecho todo lo contrario, todo lo que en sus sueños de dulce enamorado había desechado.


    ¡Cómo se podía caer tan fácil!


    Y ese poder de dañar al más débil, esa droga que el ya había probado por largos meses con la única persona que se mostró interesada en él cuando nadie más lo había hecho de verdad.


    Con esa tendencia a romperle la mano a quien le dio alimento, había hecho de su vida un tierno caos. Por no decir siniestro, claro.


    De súbito, el túnel que su mente recreara desapareció. Estúpidamente fue conciente de que ya no quedaban cosas por hablar porque esas palabras no se habían dicho a tiempo.


    Se dio cuenta de que Kykio se había puesto entre él y su esposa. Perdón, ex esposa. Debía recordarlo más seguido.


    Pero no pudo despegar por mucho tiempo la vista de Kagome. Seguía mirándolo con sus ojos vacíos de toda expresión, como si de pronto ella tampoco pudiera dejar de mirarlo, aunque sea sin una verdadera expresión.
    Por cierto, ¿qué sería lo que decía su mirada?, ¿Qué estaría pensando de él?


    — ¡Por favor vámonos! — gritó Kykio, perdiendo la poca calma, lo cual resultaba muy ser paradójico. Se había agarrado de las solapas de su chaqueta y lo remecía.


    Un golpe sordo hizo que los tres reaccionaran como movidos por hilos. En cosa de segundos se desplazaron como en un tablero de ajedrez. Inuyasha avanzó hasta Kagome, Kykio retrocedió y Kagome contra su voluntad fue al encuentro de InuYasha.


    Pero pausa. Los tres otra vez estaban quietos. InuYasha quedaba de perfil a la vista de Kykio y de frente hacia Kagome.


    Sería curioso preguntar si alguno de los dos, finalmente, eran concientes de la situación.


    Pero, ¿y si después de todo lo no dicho se puede retroceder en un instante falso y hacer lo que no se hizo?


    — ¿Acaso volverás con ella? — la pregunta de Kykio quedó en el aire.


    — ¿Para qué querría volver conmigo? — los ojos de Kagome volvieron a una mentirosa calma.


    — ¿Por qué debería responder? — preguntaron los labios de InuYasha, otra vez movidos casi inconscientemente.


    La mano de Kagome fue hacia el rostro de él. Con dedos finos delineó firme mandíbula mientras susurraba:


    — No, no deberías responder.


    — Sí, sí debería — contraatacó Kykio.


    — Te he extrañado tanto, pequeña Kagome — murmuró él cerrando los ojos y sintiendo su pequeña caricia como una especie de ungüento para curar alguna herida de muerte.


    Pero las caricias no eran eternas, como bien lo sabía InuYasha. Tal como había llegado, la mano prodigio de Kagome se detuvo y cayó, laxa, a su costado.


    — Yo creo que ya se deberían ir — el pequeño cambio en su voz hizo que abriera los ojos.


    — Tú siempre has creído muchas cosas, no siempre las correctas — le dijo dulcemente.


    — Pero tú siempre las incorrectas — Desvió una mirada significativa hacia Kykio que había logrado contener su histeria y los miraba pasivamente.


    — Yo también creo que nos deberíamos ir, InuYasha.


    — ¡No!


    El grito vehemente hizo eco un largo rato. Sintió cómo su mandíbula temblaba por la furia que no pudo contener. Inquieto, se pasó la mano por los cabellos dejando un camino inconexo de hebras desparramados en cualquiera dirección.


    — No, no puedo huir así de nuevo — como en un murmullo las palabras le salieron roncas y suaves.


    — ¡Lo has hecho siempre! — en contraste con la voz masculina, esta salió con varios tonos más agudos.


    — No huye, sólo olvida las cosas — dijo Kagome serenamente, sin evitar el ápice de ironía.


    — Pero yo a ti no te olvido — InuYasha levantó la cabeza y dio un paso.


    — Pero olvidas lo esencial — susurró Kagome retrocediendo.


    — ¿Y qué más da si olvida o huye?


    — Nada, supongo — respondió Kagome emulando una sonrisa.


    — ¡Sí importa, maldición!


    La siguiente pausa vino cuando escucharon que gente se bajaba del ascensor. Una pareja con dos niños pasó justo entre ellos. Los adultos los miraron extrañados, pero como quien mira una escena curiosa y corta, pronto se llevaron su atención tras unas buenas puertas más lejos de ellos.


    — ¿Para qué esto?


    — Lo mismo pregunto — dijo Kykio.


    — No lo sé — el hombre, derrotado, se alejó un poco de Kagome y Kykio fue unos pasos a él.


    — Vamos, InuYasha — Extendió su mano. — Vámonos, por favor.


    Ajeno a cualquier respuesta él no se movió, ni tampoco la mano extendida de Kykio.


    — Vete.


    Resonó con su voz de ninfa.


    Era la parte donde se daba por terminado el juego, ¿cierto?
    ¿Por qué había que terminar todo? Ah, y ¿por qué de repente dolía de manera tan atroz?


    Pero tal vez, después de tanta pregunta, de tantas acciones hechas, se debía hacer un balance de lo que había y lo que quedaría. ¿Cuánto más, cuántos menos cambiaría su situación si se iba o no?


    Cuando ya daban las pautas a seguir, parecía que simplemente debía acatar. Le decían que se fuera y quien podría detenerlo le animaba a hacer lo mismo ¿para qué inventar otra salida?, ¿Para qué querer ir otra vez contra la marea?


    Estaba proclive a dimitir, de nuevo. Oh, sí, sí de nuevo; como siempre.


    — No quiero irme — las palabras salieron sin siquiera notarlo y no tuvo más opción que sorprenderse.


    Miró a Kagome con desesperación, fue hasta ella y no le importó tener que tomarla por la cintura para que no lo esquivara; ni buscar su boca con violencia para besarla, ni que ella le golpeara.


    Necesitaba, la necesitaba tanto.


    Sus labios seguían temblorosos pero la besó con sosiego y determinación. El roce suave de sus lenguas, sus cuerpos juntos amoldándose por puro instinto. Porque habían sido hechos para unirse, para tocarse.


    De a poco Kagome fue relajándose, sintiendo la boca de InuYasha explorándola, recordándole viejos ecos del pasado, de esos que se aprecian y que ojalá hubieran durado toda la eternidad.


    No obstante, la eternidad quedó reducida a quince segundos y un puñetazo dado justo en el pómulo de InuYasha.


    Trastabilló desorientado, y cayó al suelo. En un momento había sido el sabor de Kagome, y ahora… ahora eran golpes por todo el cuerpo y el sabor metálico de la sangre.


    Escuchó un grito, luego otro.


    Por fin pudo hacer algo por su humanidad y esquivando un puño que iba directamente a su mandíbula se puso de pie con agilidad y devolvió el golpe sin ver realmente a quien se lo daba.


    Una extraña mezcla de satisfacción se adueñó de él cuando sintió aplastar la carne y el sonido bruto de su mano golpeando la piel. Pero no duró demasiado. En una carrera agotadora de unas cuántas patadas y cuántos golpes, se vio acorralado contra la pared y agarrado del cuello de la camisa con tanta fuerza que no entendió por qué ésta no se había roto.


    Lanzando una sarta de obscenidades levantó su cara hinchada y ensangrentada hacia su agresor.


    No le sorprendió saber que era Sesshamaru, y casi sonrió al ver que tenía sangre desfilando desde la ceja hacia toda la mejilla.


    — ¿Así te gustaba golpearla? — gritó furioso al tiempo que chocaba con fuerza su rodilla contra la de InuYasha — ¿Te agrada, verdad?


    Tosiendo y con poca lucidez de la realidad trató de buscar a Kagome. ¿Dónde estaba? Giró su cabeza para todos lados buscándola sin éxito.


    — Suéltalo Sessh — era su voz suave de arcángel.


    Por un momento pensó que no lo soltaría, pero un minuto después se vio libre del agarre. Apoyando su peso contra la pared, al ver que apenas sí podía mantenerse en pie, vio el rostro de Sesshomaru desfigurado por la ira y rió para sus adentros. Hacía tanto tiempo que le hubiera gustado enfrentarse a él, lástima que aquel deseo se viera cumplido en la situación más inapropiada.


    — Vamos - dijo Kagome.



    Ah, pero ella sí se iba lejos de él. Se deslizó lentamente sobre el muro hasta quedar sentado sobre la fría baldosa.


    Odiaba que Sesshomaru la abrazara, odiaba no ser él quien estuviera abriendo la puerta y entrando con ella. ¿Por qué no él? Já, de seguro ahora harían el amor y se reirían de él.


    El pensamiento irracional y la urgente rabia le hicieron pronunciar las palabras que lo condenarían a sufrir un infierno durante las siguientes cuarenta y ocho horas:


    — ¡Ella me ama Sesshomaru! — rió a pesar de que le produjo un dolor capaz de arrancarle lágrimas. — ¡Cuándo le hagas el amor estará pensando mí, hijo de puta!


    Pensó que se iba a devolver para golpearlo, pero no lo hizo, sino algo mucho peor: Le sonrió en un claro duelo de probar si tenía razón o no. Luego, con cierta brusquedad empujó a Kagome dentro del departamento y cerró de un portazo.


    La verdad le hizo más insoportable el dolor, pero a la vez le trajo la lucidez perdida. Intentó incorporarse pero no pudo, maldijo no haber dejado a Sesshomaru en peor estado.


    En un segundo intento por levantarse sus fuerzas se esfumaron y se desplomó contra el suelo. En algún lugar de su mente desvaneciéndose, pensó si podría pedirle a Kykio que sacara a Kagome de allí, que corría peligro.


    Pero otro lugar de su mente le dijo que ya era tarde, de nuevo. Todo por su culpa, otra vez.


    Mientras luchaba inútilmente por mantenerse conciente, sólo rogó por despertar lo más pronto posible.


    No se podría perdonar que por segunda vez su maldita boca fuera la causante del sufrimiento de Kagome; que por sus palabras irracionales gatillaran el descontrol de otro para dañarla.


    Y ahora, de un modo más profundo e irreversible.


    Con un miedo helando su cuerpo, el mundo giró en una vuelta interminable, donde volvía a aparecer el túnel…


    Pero esta vez sin luz.


    If I chose to spite you
    Engage your disgrace
    We'll suffer in silence
    And make due with fate
    Are you down to be angry?
    Show me yours and I'll show you mine
    Or are you down just to be down?
    I don't believe the words you sing sometimes





    Continuará


    -----------------------------------------


    N/A: "No demoraré tanto en actualizar" xD Ya, por lo menos no fue un mes después.


    Sobre el capítulo, este es uno de los más enredados; sólo digo que lo hice especialmente para confundir mentes y que lo tuvieran que releer por lo menos una vez - al menos las partes más difusas - para captar lo que pasaba en realidad.


    Agreadecimientos para:

    Arce (Vale, sí sé que soy una floja sin remedio, pero bueh, me las apaño para que no se note tanto -¿?- Ñe n___n gracias por tu post hermanita. Te quiero muchito.)
    sukatinhas (Muchísimas gracias por pasar por aquí. Ojalá no te hayas preocupado denuevo =D. Espero, te haya gustado el capítulo. Saludos!)
    Rei_Ayanami II ( Oh, genial eso de leerte por mucho tiempo. Seré feliz y todo eso =D. Por otro lado, intenta no odiar demasiado a los personajes >.< a mi más que rabia me dan pena XD pero bueh, supongo que no he hecho mucho para inspirar su lástima a mis lectores más que en mi mente. Gracias por tu comentario, espero que este te haya gustado igual).
    Kru. (Vale, hermana XD las jodidas enfermedades siempre embarran la onda, pero qué va. Espero que te siga gustando el fic, gracias por tu post y muchos saludos!)
    InYa-kuN (^^ Es extraño que te parezca lleer ni cinco minutos cuando a mi me parece que demoro demasiadas horas en terminar un capi =P pero me alegra mucho que te guste el fic. Aquí tienes otro y sería genial que e gustara. Besososs!!)



    Y sería señoras.
    Gracias por sus comentarios.
    Nos estamos viendo pronto (ya, va enserio XD en dos días más actualizo).



    à bientôt!



    Miyu SparkS
    http://foro.cemzoo.com/showthread.php?t=154490


     
  10.  
    InYa-kuN

    InYa-kuN Iniciado

    Tauro
    Miembro desde:
    12 Abril 2006
    Mensajes:
    30
    Re: Proyecto del Adiós

    aquí ana reportándose! ^.~

    ò.o como que sería genial si..?
    sabes de antemano que este capítulo me encantaráaa!!
    y no sabes cuantooo!!
    te juro que iba a checar cuanto exactamente me tardaba en leer pero me perdí despúes de leer el título del capitulo...leí leí y leí...y la hora bien gracias ^^...
    sinceramente si hubiera un club de fans de miyu sparks yo sería la fan numero uno!!... ajaja ok no, no soy tan fanática de las cosas, pero en serio que desfallezco por tus contis; en este instante siento un dejo de felicidad que me estoy de lo más simple >.<...

    Espero el próximo capi ansiosa ya de leerlo
    felicidades te ha quedado super padre! (por cierto, que odio no les tengo a ninguno ni otro personaje, pero no sé porqué, por alguna extraña razón aplaudí cuando sessh golpeó a inu... o.ó?, que si él no hubiese aparecido de repente me hubiera sentido desilucionada u.ú)..

    ok, ¬¬ ya me extendí
    saludillos. ana ^^
     
  11.  
    Kru.

    Kru. Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    hoooola!!!
    Aqui estoy!! me acabo de leer el cap!!
    Me encantoooo y sí, si, te vas a tener ke apurar en las vacacions porque de dejarme metida, me dejaste en algo mucho peor
    Es increible eso de poder imaginar todo lo que pasa, las voces, los gritos, las muecas, el dolor y la lástima
    Entiendo eso de tenerle pena a los personajes, no se les puede odiar (claro, a menos que no puedas continuar la historia y él sea el "culpable" xD)
    Continuala pronto, ¡porfavor!
    besooos!!
    Tu hermana xD
    Kru.
     
  12.  
    Aome_0793

    Aome_0793 Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    Miyu!!
    soi yo Aome =) de Inufics! ^^
    encontre tu fic =)... un pokito mas completo
    qe el de Inufics =)
    sabes qe contas con todo mi apoyo ^^ ...
    tu fic me encanta... me encanta como escribiss ^^
    lei otro fic tuyo, el de Happy New Year =)
    triste, pero hermoso =)
    suerte ^^ sabes qe stoi con vos!

    {♥Aome_0793♥}
     
  13.  
    Miyu SparkS

    Miyu SparkS Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    N/A: Para variar....Capítulo 10 tiene contenido lemon, y como era algo complicado editarlo, lo subí por completo en el blog, que ya creo que conocen: http://foro.cemzoo.com/blog.php?do=showjournal&j=67669



    Capítulo 11

    Eco

    Dejemos que todo suceda
    de golpe...
    La primera sensación que tuvo al ver ese rostro fue, de que la noche pasada había ocurrido algo, y que por miedo, su cerebro no tenía la mas mínima gana de recordar.


    Ella estaba a su costado, arrodillada en el suelo, apoyando sus brazos cruzados sobre el colchón, que al a vez actuaban de soporte para su mentón.
    Sus ojos eran de un caoba intenso, en perfecta simetría con su cara de finos vértices y piel blanca como nieve. Tenía el cabello oscurísimo, lacio y largo. Lo que le llamó la atención de inmediato fue su sonrisa: con labios finos pero bien formados, apretados entre sí, armaban una pequeña curva, un vago intento por parecer alegre.


    Sintió que además de ella, algo no encajaba en esa pieza, algo, algo…


    — Hola — le dijo ella con una voz hecha para susurrar.


    Sesshomaru la quedó mirando fijamente, hipnotizado, porque un rostro similar daba golpes en la puerta de su memoria. Pero no, aún no le iba a abrir.


    — ¿Qué haces aquí? — lo preguntó tan despacio como ella le había hablado.
    Ella lo siguió mirando un rato que a Sesshomaru se le antojó eterno. Vio que sus ojos parecían cristales que brillaban intensos, quizás porque ella estaba muy feliz o muy triste. Porque sin duda había una emoción que atravesaba esas pupilas dilatadas, esa sonrisa casi veraz.


    Casi.


    — Te vine a despertar — le informó, como si fuera obvio.


    — Ah — se conformó él y dejó de mirarla para fijar su vista en cualquier punto del techo.


    Escuchó el tictac del reloj de cuerda de la sala, el golpe del aire contra la ventana cerrada, el ruido de las calles, el canto de algún pájaro agarrado feliz de los cables de alta tensión.


    Sintió que un viento frío le recorría el cuerpo, que a última instancia, le hizo tomar conciencia de su desnudes. Pero no le importó.


    — Tu esposa ya debería llegar — dijo en tono despreocupado, sin dejar de musitar cada palabra.


    — ¿La llamaste? — preguntó como despreocupado.


    — Sí .


    — ¿Por qué, cómo? — formuló la pregunta con mucho menos interés que la primera, por lo que se cuestionó si en verdad le importaba cómo esa mujer había llamado a su esposa.


    — Porque algo así como compasión me vino a joder esta mañana. El cómo, debes agradecerle a ese papel pegado al refrigerador con un número de teléfono.


    Apretó lo labios formando una fina línea recta. Como movidos por un cosquilleo absurdo, se agitaron de arriba hacia abajo, de un lado al otro. A veces formaba una curva en dirección a sus ojos, de a momentos volvía a hacer la línea recta y después se curvaban hacia abajo, siempre bien oprimidos. Repetía la secuencia sin orden, con el mismo temblor de la aguja de una brújula buscando el norte.


    — Sería mejor te que vistieras — observó ella.


    Pero antes de que pudiera responderle, sus labios dejaron de convulsionar al instante y se separaron por efecto de alguna palanca invisible. Todo para dar rienda suelta a una carcajada gutural, casi increíble.


    Rió con locura, con desesperación, como si el hecho de dejar entrar y salir aire junto con una ridícula risa de tonos más altos que los de su voz normal, fuera absolutamente fundamental para su existencia; Rió hasta tener los ojos brillantes, hasta que un rubor cubrió el puente de su nariz. Rió tanto, tanto… sólo porque tenía ganas de largarse a llorar.


    — Sí, sería lo mejor — concedió él cuando iba quedándole un pequeño hipo, un vago recuerdo de su carcajada, mientras su pecho se regulaba de forma paulatina.


    Miró a la mujer que seguía en la misma posición en la que la había visto al despertarse. ¿Y eso hacía cuánto?. ¿Una hora, dos?. ¿Tres minutos, veinticinco segundos? Irremediablemente se sintió acorralado, como entre dos paredes de proporciones y masas imposibles, que lo iban aplastando de apoco, con sutileza, pero con una precisión horrorosa; ineludible.


    Ella se incorporó y se puso de pie.


    — Hay cosas que ya no podemos remediar — susurró, mientras se sentaba sobre el colchón. — Ven.


    No supo si fue porque la palabra salió como una orden o si simplemente ya no podía contenerse, que él obedeció. Pero sólo supo que en un instante estaba llorando como un niño en el regazo de Kykio; que en ese preciso instante le había abierto la puerta a su memoria, a un rostro, a una noche, a un error.


    — ¿Qué hice? — se obligó a preguntar respirando hondo. Hundió su rostro en los muslos de la mujer.


    — Ya no importa, ya no importa — le murmuró abrazándolo y diciéndole palabras incoherentes que pretendían ser de consuelo.


    Besó su coronilla y le acarició la nuca. Sintió que su propio cuerpo temblaba por el dolor de ese hombre; Sintió que también quería dar rienda suelta al llanto inútil, como de autocompasión.


    Tuvo que echar la cabeza hacia atrás para atenuar el ardor de sus ojos caoba. La grácil e invisible – como extraña – brisa fría que le acarició el rostro, sirvió para hacer retroceder al agua que quería brotar en cascada. Respiró profundamente unas pocas veces antes de encorvarse para abrazar a Sesshomaru.


    Acarició innumerable veces su cabeza, desordenándole el cabello plateado. Igualmente siguió alentándolo con palabras inconexas, que ni ella, finalmente, entendió. Pero por lo menos, el pasar del tiempo deteriora todo sentimiento, bueno, malo, querido, odiado, y esa no fue la excepción.


    — ¿Dónde está? — seguía con el rostro hundido en los muslos de Kykio, pero su respiración se había acompasado de a poco y logró formular la pregunta con voz relativamente firme.


    Ella dejó de masajearle la nuca y se quedó inmóvil. Sintiendo que de pronto a la deriva y con todos los hechos que había tratado de mantener alejados de Sesshomaru cayendo en forma de granizo, le respondió con un hilito de voz, no porque ella hablara en murmullos, sino porque no podía hacerlo de otro modo.


    — En el hospital — su voz aunque débil, consiguió salir neutral.


    De pronto el tictac del lejano reloj pareció hacer un ruido atronador; todos los ruidos sutiles y cotidianos parecieron elevarse por sobre los decibeles normales para cubrir el silencio que obstinadamente se había instalado de pronto.


    — Supongo que me arrestaran — logró balbucear, casi sin aliento.


    Ella besó nuevamente su coronilla, y con los labios aún rozando su cuero cabelludo, respondió:


    — No lo sé.


    — Está claro, sino, no estarías aquí.


    — ¿Me lo criticas? — se sintió ofendida y súbitamente herida.


    — No, claro que no — suspiró y se apartó de Kykio.


    Con movimientos torpes se sentó frente a ella y con un extremo de la sábana que, torcida, tocaba el suelo, se cubrió lo mejor que pudo de la cintura para abajo. Suspirando otra vez buscó la mirada de Kykio.


    — Te ves fatal — soltó ella. Después parafrasear, cerró la boca de pronto y le sonrió como pidiendo disculpas.


    Y ella no estaba en el error. Los rasgos marcados de Sesshomaru parecían desfigurarse. Sus ojos dorados – ahora rojizos por el llanto - estaban cubiertos por un matiz plomizo que los nublaba y hacía ver lejanos, en ninguna parte. Bajo éstos unas ojeras pronunciadas, se confundían con cardenales, como los que tenía en un extremo de una ceja. Y su piel, si bien nunca había sido demasiado bronceada, tampoco lo era tan pálida ni rayaba en un amarillo enfermizo.


    Sesshomaru bajó la vista a su regazo esbozando una sonrisa que no quería decir nada. Observó sus brazos apoyado en sus piernas y tuvo que desviarla de inmediato al reconocer rasguños y morados a lo largo de ellos.


    Vencido, volvió a mirar a Kykio que repentinamente estaba abstraída, viendo sin ver. Esperó que ella volviera en sí y le hablara:


    — Creo que pronto llegará tu mujer — dando un pequeño brinco sobre sí misma contrajo sus pupilas enfocando a Sesshomaru.


    — No me importa. Lo sabes — levantó la mano para acariciar el rostro de Kykio pero se detuvo con la palma, débilmente a centímetros de su mejilla. Cuando iba a quitarla, el carrillo de Kykio cayó repentinamente sobre su mano.


    Sólo ahí pudo ver esa pequeña tormenta interior de la mujer extraña que había aparecido de la nada en su cuarto. Cerraba los ojos en una súplica tácita de ayuda, de consuelo.


    Con el dedo pulgar tembloroso, acarició su pómulo, sus cejas y su sien.


    — Lo siento — le dijo él.


    Ella abrió los ojos cubiertos de una fina capa cristalina.


    — Ya no importa. Todo se desmorona — su voz se quebró. Con todo el cuerpo temblando violentamente se acopló de fuerzas y terminó: — con ella o sin ella.


    Sesshomaru asintió en silencio. ¿Cómo no comprenderla? Todo su mundo giraba entorno a un ser que jamás sería de él, y en un caso similar le tocaba a ella, con la diferencia que ella no había violado a nadie.


    — Es como si no estuviera hecha para amar — apretó los dientes y cerró nuevamente sus ojos.


    Al ver el fervoroso temblor de su mandíbula, diciendo nada, la acercó a él y la acurrucó en su regazo. Ella escondió su rostro en el tórax amplio de Sesshomaru y comenzó a sollozar por fin.


    Parecía un una mañana llena de emociones contenidas, donde el grifo de lo inevitable se abría dando paso a un chorro de lágrimas que se debieron verter hace tiempo, mucho tiempo atrás.


    Y es que, si acaso había segundas oportunidades ¿cuánta fuerza podía añadir un pasado así?


    — Tenemos vidas hecha mierdas — hipó con rabia, sorbiendo la nariz y alejándose del regazo cálido para enjugarse las lágrimas porfiadas que no querían dejar de brotar.


    Fortuitamente ninguno dijo nada. Kykio se calmó gradualmente y cuando se sintió con poder suficiente sobre sí misma le devolvió una mirada condescendiente.


    — ¿Te das cuenta de lo patético que resulta esto? — echó tras la oreja el mechón de pelo que le cubría el ojo derecho. — Es decir, sólo vine aquí porque InuYasha me despertó en pleno ataque de histeria, gritando como condenado que te mataría a penas pudiera y yo sólo entré por curiosidad después de que él saliera con ella, como para ayudarte en algo y ya ves, no sirvo para hacer cosas por los demás — hizo una mueca perdiendo la sonrisa que se le había formado entretanto.


    Él no le respondió porque se dio cuenta de que había cabos sueltos. Demasiados, para ser exactos. Miró a Kykio con la duda marcada en el rostro y ella asintió, comprendiendo.


    — No me preguntes cómo lo supo.


    — ¿Se lo dijo ella? — ignorando la respuesta anterior, le habló casi arrastrando las palabras.


    Kykio meditó un momento, abrió la boca y la cerró al instante. Un brillo de frustración pasó por sus ojos y su cuerpo se tensó. Empuñó las manos hasta que los nudillos perdieron el color y fue entonces cuando se dio cuenta de que no había respirado en un buen tramo. Inspiró despacio, soltando un poco los hombros y con un mohín de miedo le respondió, eligiendo con cuidado las palabras:


    — No sé cómo lo supo. Pero sí sé que ella no pudo decirle nada, en absoluto — Sessh ladeó la cabeza con el ceño fruncido, ella le detuvo levantando una mano y cerrando los ojos con fuerza habló de corrido: — Ella está en el hospital, InuYasha la encontró desangrándose.


    Levantó muy despacio los párpados para ver una reacción violenta. Por el contrario, lo que encontró fue una visión de la expresión más vulnerable que en la vida le había tocado ver: Sesshomaru perdió todo color del rostro (si acaso más de lo que ya había perdido), su piel de pronto se le antojó transparente e incluso juró ver cómo la sangre le abandonaba. Había abierto tanto los ojos que ella no supo si alguien más podría abrirlos de forma tan desmesurada.


    Y es que de pronto eso que no encajaba en su habitación fue demasiado obvio para sus ojos: las manchas carmín que formaban un pequeño sendero desde el baño hasta la puerta de salida de la pieza estaba fuera de todos lo límites de lo que encaja. También completaban el puzle un montón de ropa esparcida de cualquier forma por toda la pieza, manchadas del mismo color bermejo.


    — Ella-ella… — tartamudeó con la voz temblorosa.


    — No, ella no — Le acarició el rostro muy despacio y esta vez fue él quien dejó caer su mejilla contra la palma consoladora.


    El dolor era tan palpable como el remordimiento. Le iba a decir algunas palabras sin sentido como antes cuando escuchó los tacos de unos zapatos desde el corredor. Sonrió con resignación y le palpó cuanto pudo el pómulo descolorido.
    Se miraron de hito en hito y ambos mudaron las expresiones de sus rostros. Ella a la de indiferencia, él a una seria y calmada.


    Los pasos se escuchaban más cerca y comprendieron que el momento de autocompasión ya se estaba por acabar. Kykio nuevamente estuvo a punto de hablar, pero él le hizo un gesto, impidiéndoselo. Tomó su rostro entre sus manos, y antes de juntar sus labios resecos temblorosos, con lo fríos de ella, le murmuró un escuálido “gracias”.


    Un gracias a pesar de la culpabilidad de ella en todo; un gracias a pesar de ser partícipe directo de ese momento, de ser protagonistas de toda esa mala tragedia.


    Qué paradójico, qué imposible. Y sin embargo ahí estaban plantados en el algún escenario de teatro maltrecho. Ahí estaban aunque todo indicara que esas cosas no deberían pasar en realidad.


    Y así se terminó en un segundo.


    Ya no estaban juntos cuando Rin entró a la habitación, sino que Kykio estaba de pie y Sesshomaru en planes de levantarse, sentando en una esquina del colchón.


    Rin intentó no parecer sorprendida, pero le fue imposible disimularlo. Se quedó solidificada en el umbral. “Otra más” pensó Sesshomaru con humor negro.
    Kykio sólo se limitó a darle un vistazo a la mujer desaliñada y algo regordeta por el embarazo antes de dar largas y elegantes trancos hacia la puerta. Rin se movió por acto reflejo de la salida, súbitamente avergonzada.


    Él la siguió con la vista, porque como ya lo había previsto, apenas cruzó el umbral se volvió con rostro impasible y moduló sin dejar salir la vos: “De nada”.


    ____*______


    EL vaso de café se le deslizó de la mano, al parecer, de piel de rana, y chocó sin preámbulos contra el blanco inmaculado del piso de la cafetería.


    Y es que no lo podía creer, así de simple. No, no podía.


    No obstante, era innegable el hecho de que él estuviera plantado frente a ella. Con las piernas separadas, los brazos cruzados sobre su pecho y esa cara imborrable, risueña, amable.


    Bueno, algo de negable había en todo eso: si bien él estaba ahí plantado frente a ella, su cara era puro aspaviento, puro espanto.


    — ¿Sango? — la voz sonó cortante demostrando incredulidad y un tenue resentimiento.


    Sintió cómo se le secaba la garganta y una especie de fuego terminaba por quemársela. Intentó despegar los ojos de la cara que no veía hacía siete años, mas que en sueños, pero le resultó imposible.


    — ¿Qué haces … aquí? — como si le estuvieran apretando el pecho con una aplanadora, las últimas palabras parecieron desinflarse y terminar en un simple murmullo de viento.


    Él arqueó una ceja en son de burla, pero apenas hizo aquel gesto descuidó la fachada imperturbable que había mantenido por ese largo minuto. A Sango se le oprimió el corazón y creyó que a ella también se le deformaba el rostro de puro dolor.


    Lo vio entrecerrar los ojos para volver a la fachada anterior y esconder el repentino brillo de lágrimas.


    Pensando en nada más que no fuera él, miró hacia sus pies y al café derramado en un charco cerca de ellos para intentar distraerse. Solo que eso no sirvió de nada, si acaso fue mucho peor.


    Pensó que el vaso era el presente y que el café el pasado. Y esa absurda analogía le llevó a la cuenta de que en ese instante, el presente había vomitado un pasado escondido bajo la cama; el pasado se había derramado desde el presente.


    ¿Qué le quedaba ahora?. ¿Qué diantre iba a hacer?


    Porque ya no iba a escapar, no otra vez.


    Con la resolución marcando sus delicados rasgos, volvió la vista hacia él y con vos firme y carente de la verdadera emoción que sentía, dijo:


    — Miroku, tanto tiempo sin vernos, ¿verdad?


    __________*_________


    — ¡Pues se puede ir a la misma raíz cuadrada de la putísima madre que lo parió! — indicando con el dedo pulgar por sobre su propio hombro, gritó fuerte y muy, muy claro.


    El hombre de cabellos atacados por la vejez dio un paso hacia atrás luego de recibir el rugido en su propia cara.


    Escuchó un jadeo de asombro atrás de sus espaldas e hizo una mueca de asco por saber quién precisamente lo había hecho. Intentando restarle importancia, dio un paso hacia el doctor rechoncho cuatro ojos que pese a su aturdimiento se negaba a perder la dignidad e inteligencia que probablemente lo habían llevado donde estaba, en el momento justo para atender a Kagome.


    — La prioridad son los padres — las palabras le salieron como en un metralleta con falta de autoridad, pero, a todas luces, era un intento por lo menos como para intentarlo.


    — Quiero verla — articuló con vos fría y severa — ellos — apuntando otra vez por sobre su hombre — no tienen más derecho que yo. Quiero verla — reiteró con la misma severidad — y ahora — puntualizó.


    El médico tragó saliva audiblemente, dio un vistazo a la pareja ya mayor, parada atrás de InuYasha, quienes lo observaban pasmados, indignados. Sin saber qué era mejor, se dejó llevar por el momento y respondió:


    — Vaya a verla. Sólo diez minutos — aceptó a regañadientes.


    InuYasha no había siquiera esperado a que el médico terminara cuando ya avanzaba a grandes zancadas hacia la habitación destinada a Kagome.


    — ¡Pero es nuestra hija! — chilló la mujer, histérica.


    Sin embargo, InuYasha no alcanzó a escuchar nada más pues en menos de medio minuto se encontró dándole vueltas al pomo de la puerta.


    Entró sigiloso y cerró la puerta tras un suave “tac”, e inevitablemente tuvo que quedarse en el lugar. Suspiró entre aliviado y preocupado.


    Observó el cuerpo recostado sobre la camilla: Tenía conexiones de tubos y sondas por todas partes, y además, un ruido sordo del conteo de sus latidos daba eco entre las paredes color crema.


    Los segundos se habían hecho minutos, los minutos horas y las horas… bueno, las horas se habían hecho muchas horas, tanto que ya no sabía si habían sido un día o solo horas, menos horas que muchas horas antes ese minuto, cuando él por fin podía ver sus contornos, sus márgenes; esa figura tan añorada.


    Y vivía. Fue ese el gran alivio el que soltó conjunto con el suspiro. Atrás quedaba la penosa incertidumbre de saber si las transfusiones funcionarían como debían, si todavía había tiempo para…


    Sacudió la cabeza intentando borrar esos horrorosos instantes que mezclaban culpa e ira. Ya no servían de nada.


    Caminó en dirección a ella con el mismo sigilo con el cual había entrado. Cuando la tuvo cerca, cuando podía tocarla por fin, se quedó helado, petrificado. Y no era por ira o algún sentimiento similar. No, sólo era culpa, una culpa de proporciones mundiales y siniestras que hacía una odiosa mella en su alma.


    Esa era otra mitad del suspiro.


    Se masajeó los ojos mecánicamente, como lo llevaba haciendo desde que la había traído al hospital, en un gesto neto de cansancio. Llevaba la misma ropa manchada con sangre, la barba se le veía incipiente y bajo sus ojos se hacían bolsas acorde a toda su fachada.


    Bueno, ya estaba allí, con ella. ¿Y ahora qué?


    Las escenas vividas, las palabras dichas empezaron a hacer más eco en su cabeza. Sabía que no había remedio para todo lo que había hecho pero eso no lo conformaba, en lo absoluto.


    ¿Cómo sería replantearse, esta vez, de forma definitiva?


    Ya no quería que su vida rigiera sólo por cerrar los ojos en un intento estéril para dormir en paz, ni despertarse en un amanecer de expectativas que sólo emulaban una pérfida felicidad. Una felicidad vacía, donde sólo seguían haciendo eco esas palabras, ese dolor, esa pérdida.


    Sonaba egoísta, dada las circunstancias, pero no podía evitar ser él mismo, aunque fuera un poco, en ese momento. Bueno, siempre lo había sido: esa había sido la razón por la cual tomó a Kagome para él a sabiendas de que todo lo que le haría sería daño. Y era ese mismo egoísmo el que ahora lo hacía sembrar pequeñas esperanzas de reparaciones de sentimientos, de tachar un adiós que nunca debió ocurrir.


    Tomó su mano y la retuvo con cuidado. Fuera de la obvia palidez por su estado, de las vendas cubriendo sus muñecas, sondas, tubos, agujas conectadas a su cuerpo y esos detalles que ahora parecían insignificantes, todo lo demás iba en orden. Kagome seguía estado allí, yendo contra todo pronóstico y a favor de su retorcida suerte.


    Cuando ella comenzó a abrir los ojos él no tuvo más que sonreír.


    Existían las segundas oportunidades, lo sabía. Y si costaba un poco, bueno, lucharía aunque eso le quitara tiempo. Ya no quería ecos del pasado que últimamente se empecinaban en merodear a toda persona que conocía.


    En un principio pareció perdida como si no entendiera por qué podía ver y estar al mismo tiempo. Miró en todas las direcciones hasta que, de repente, se quedó fija en el rostro cansado, demacrado y feliz de InuYasha.


    Todo tipo de emociones cruzó por su cara, y él no supo cuál de todas predominaba: si el terror o la incredulidad. Cualquiera que fuera, no le gustó en absoluto. Mientras, una pequeña vocecilla - que se le hizo muy conocida – comenzó a hacer ecos de alarma en su mente. Intentó acallarla con sueños de un futuro que armaba de trocitos del ahora, en un trabajo muy arduo pero no imposible.


    — ¿Inu…ya...sha? — musitó quebradiza.


    Él siguió ignorando a la vocecita de alarma que parecía gritar con más fuerza después de que ella habló.


    Se acercó hasta la altura de su cara, clavó sus ojos ambarinos en los castaños de ella (casi negros por las pupilas dilatadas), la escudriñó con ahínco y volvió a sonreír. Su inocencia a pesar de todo, su esencia tan única tan ella sólo le causó una irracional felicidad.


    Besó su frente levemente afiebrada y pronunció con voz grave y tierna:


    — Sí, chérie. Estoy aquí y te quiero.


    Esto que canto ahora,
    continuará
    derivando latente en el éter,
    eternamente….
    inerte, así,
    a la espera de aquel oyente
    que despierte a su eco de siglos de bella durmiente.

    Eco, eco
    ocupando de a poco el espacio
    de mi abrazo hueco…
    .
    Continuará.


    _________________________________________________


    N/A: Miyu acepta patadas en el trasero =D. Demoró con buena algarabía en esto de actualizar (ya saben, eran dos días proféticos)




    En fin, como compensación, les puse dos capítulos, que espero hayan sido de su agrado - ojalá no tanto desagrado xD- porque, según ya lo he pasado, estos capítulos tienden a dejar a la persona con un gran WHAT HELL IS IT? plasmado en la cara =D



    Miyu intentará actualizar pronto, ha tenido un mes de cero inspiración y ánimos, cosa que no mejora con este regreso a clases.



    Agradecimientos para: InYa Kun, Kru. y Aome_0793, ojalá les siga gustando esto.



    Besos.



    Adieu.

    Miyu SparkS

     
  14.  
    setsuna_san

    setsuna_san Guest

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    Palabras:
    40
    Re: Proyecto del Adiós

    me dejaste sin palabras
    como la trato tan mal
    yo estaria felis que ella no lo perdone por un tiempo
    y que el sufra
    pero como tu tienes el poder tu tienes que elijir
     
  15.  
    Aome_0793

    Aome_0793 Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    EXACTAMENTE!
    yo al principio tenia esa expresion XD...
    al final se me aclararon bastantes dudas!...
    Ai Miyuu... terriblemente triste... Sesshomaruu resulto ser unn...(censurado!)
    pero respecto a Inu,,,aii...casi me pongo a llorar con la ultima linea! Si fue malo con Kag...Pero ta arrepentidoo ='(
    espero qe se aclaren todos estos triangulos (aunque yo diría trapecios XD vienen de todos lados!) amorososs =S...
    ME ENCANTA! CON TODAS LAS LETRAS!...
    No tiene dsperdicioo tu historia =) preciosa!
    Chauchis! y no te preocupes, te esperaremos!
    Sabes qe tenes todo mi apoyo!
    Un beso!

    {♥Aome_0793♥}
     
  16.  
    Miyu SparkS

    Miyu SparkS Guest

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    Re: Proyecto del Adiós

    Capítulo 12

    Lullaby
    Le agarró fieramente la muñeca y la sacó arrastrando de la cafetería con intenciones a llevarla al ala más lejana del hospital. Cegado por una repentina ira, pasó a llevar todo lo que se le cruzaba por su camino. Recibió unas cuantas miradas de disgusto y algún grito sofocado de alguna enfermera.


    — ¡Suéltame! — gritó Sango intentando desasirse del agarre.


    — Ni muerto — masculló Miroku quien seguía a paso decidido, sorteando por pura suerte a una pareja que apareció de repente al final de un pasillo, por donde sin pensarlo si quiera, se adentró.


    Prosiguió inmutable a los golpes de su antebrazo hasta que dilucidó otro camino que bifurcaba por donde iba. Dobló a la izquierda, nuevamente sin pensarlo, pero entonces se dio cuenta de que el nuevo “pasillo” no se abría metros más allá, más bien, era un hueco de forma cuadrada que albergaba un baño del personal.


    Giró fugazmente la cabeza en todas las direcciones para ver si alguien los observaba con detenimiento. Una sola mirada le bastó para notar que había quedado todo vacío después de que ellos viraran.


    — Entra — le ordenó, abriendo la puerta y empujándola con la mano tras su espalda para que no pensara vacilar siquiera.


    A penas cruzó y hubo clavado los pies dentro del baño, escuchó el silbido del viento al ser atacado por la puerta en su afán de cerrarse; y al acto tuvo que pestañar para acostumbrarse a la nueva luz que emergía de la corta oscuridad que alcanzó a ver.
    El espacio se reducía a unos pocos metros cuadrado, ocupado por un retrete, un lavamanos y sobre este, un espejo pegado a la pared. Lo demás era abarcado por los dos cuerpos, dejando un espacio mínimo para dar un par de pasos.
    Unas manos fuertes le tomaron por los hombros y la voltearon antes de quedar apoyada de espaldas contra la fría pared, que tal vez fuera blanco y que por efecto de la luz parecía de un amarillo desteñido.
    — Mírame — masculló la voz masculina.
    Pero Sango, de pronto, había encontrado un punto muy interesante en el pecho de él.
    Sentía la respiración de Miroku de lleno contra su frente y podía reafirmar de que sí, estaba furioso hacía un momento, sin embargo, ahora estaba furioso y muchas veces eso multiplicado por cien.


    Terca, no obedeció cuando él le apretó los hombros. La delicada piel le comenzó a arder bajo el agarre, pero el dolor era un hecho obvio en esa situación; no tenía porqué sucumbir a él si iba a seguir estando allí de todos modos. Un poco de pelea le valdría algo de autoestima, porque el dolor no se iría. Nunca lo hacía.


    Lo escuchó lanzar con rabia palabras en italiano, a lo que ella atribuyó, eran maldiciones e incluso cosas peores. Sonrió levemente aprovechando que él aún no podía clavar sus ojos inquisidores y fieros sobre los culpables de ella. Es que él siempre había sido un impulsivo sin remedio…


    La pequeña sonrisa de disolvió. Si no hubiera sido por la maldita impulsividad de Miroku no tendrían por qué estar ahí.


    Cuando la gran mano de Miroku la tomó por la barbilla, veló toda expresión de recuerdo y se preparó para enfrentarlo al tiempo que él le hacía la cabeza hacia atrás para que lo mirara.


    Pero, inevitablemente, se cohibió y el corazón volvió a estrujársele como lo había hecho cuando lo vio en la cafetería. Porque aunque quisiera negarlo, él había cambiado de manera radical: podía seguir siendo un impulsivo, sin embargo, había algo en sus rasgos duros; algo trabajado por muchos años, un control de sí mismo y una frialdad que le erizaba los pelos.


    Atrás quedaba esa mirada de dolor que captó antes de que la arrastrara por medio hospital, había sido como un pequeño accidente que olvidó con rapidez.
    Olvido.


    La palabra tronó en sus oídos mostrando la evidente farsa que representaba.
    De apoco la indignación consigo misma fue en crescendo ¿cómo podía permitir que el pasado continuara, una y otra vez, haciendo mella en su ya, de por sí, mutilada alma?


    — Vale, ¿qué quieres? — preguntó ella con sorna. Alcanzó a ahogar el gritillo que le quedó en la punta de la lengua al ver cómo las cejas de él se unían a más no poder en el puente de la nariz.


    Volvió a escucharle respirar con pesadez, y le pareció que de pronto, por todos los espacios del minúsculo baño, estaba la respiración de él, acusando; constante, punzante.


    — Ah, carissima – le susurró al oído y acarició con pereza la curvatura de su cadera desnuda — siete días se me hacen demasiado.
    Oh, vamos — rió ella somnolienta besando el largo de su cuello - no sé para qué tanto empeño en ponerme una argolla en el dedo. Sabes que no podría ser de otro.

    — Mala puta — masculló entre dientes.


    Como si las manos le quemaran a fuego lento, las apartó de sus hombros con una mueca de asco. Ella suspiró mentalmente de alivio; parte del pequeño medio se disipaba en pequeños fragmentos.


    Con cautela, Sango bajó la tapa del inodoro y se sentó sobre él, clavando esta vez la mirada en la pálida baldosa bajo sus pies.


    Miroku estaba de espaldas a ella. Sango notó cuán tenso estaba por la rigidez con la que se erguía. Tenía las manos dentro de los bolsillos del pantalón y los hombros subían y bajaban en un vaivén constante acorde a su agitada respiración.


    — ¿Qué haces acá? — le preguntó él relajando levemente los hombros y con una voz peligrosamente sosegada.


    Ignorando el inesperado temblor que le sacudió el cuerpo entero respondió:


    — Una amiga. Intento de suicidio — explicó con laconismo.


    De nuevo le pareció escuchar la respiración de Miroku en cada partícula del oxígeno a penas repartido dentro del baño. Él se dio vuelta para mirarla con sus ojos penetrantes y cruzarse de brazos tan quieto como una escultura:


    — Kagome, supongo — ella asintió en un solo movimiento de la cabeza.


    — ¿Cómo…?


    — Prima de Sesshomaru, el esposo de mi prima. A la que estoy esperando — respondió cortante. — Las Jodidas casualidades de la vida ¿no? — se mofó sin ánimo.


    Por un momento Sango se dejó llevar por la desesperación irracional y las ganas de gritar y sacar esa culpa aplastante que le retorcía el estómago.
    — ¡Deja de echarme toda la maldita culpa! — se puso de pie y lo apuntó con el dedo — ¡Tú sabías, lo sabías!


    — ¿Qué cosa? — continuó manteniendo el filo cortante en tono apacible — ¿Que un crío de de dieciocho puede equivocarse?. ¿Que se iba a encaprichar con una mujer con experiencia? — Casi arrastró la última palabra y le dio un aire irónico.


    — ¿Pretendías que yo fuera adivino acaso? Te culpas sola, cara mia — pronunció la última frase como si fuera un mal chiste.


    Entrecerrando los ojos para mantener a raya las lágrimas, se sentó dando tumbo sobre el inodoro otra vez.


    — Lo siento — musitó y se cubrió la cara con manos temblorosas. — Es que nunca pensé que te volvería a ver.


    El silencio fue peor que si él hubiera seguido disparando preguntas que a las que ya ambos conocían las respuestas. Después de unos minutos eternos escuchó como iba hacia la puerta.


    — Yo sí — dijo con tono apagado— pero no tan pronto.


    Las palabras quedaron haciendo eco luego de que él saliera dando un portazo.


    :___________:


    — ¿Contigo? — La mujer hizo una mueca de espanto y abrazó al hombre que tenía al lado. — Quiere destruir a nuestra Kagome, haz algo con él — chilló a su esposo.


    InuYasha entornó los ojos con hastío. Nunca sabría porqué los padres de Kagome se empecinaban por hacer escándalos.


    — La cuidaré bien — la atajó InuYasha, justo cuando ella iba a abrir la boca de nuevo.


    — Nosotros lo haremos mejor — cortó el hombre.


    Ambos deberían rondar los sesenta años. La mujer era regordeta y de mediana estatura, el hombre unos pocos centímetros más grande que ella, con aspecto duro de una vida vivida con demasiada crudeza. Poco le costaba imaginar el infierno del cual había escapado Kagome y… y ése.


    — Sean razonables — habló con una calma que en breve desaparecería si no decían que sí. — Transportarla fuera de París será cansador para ella y para ustedes. Tengo mejores medios, tengo…


    — Dinero — terminó él. — Querida, tal vez podríamos ser más razonables si aclaramos el punto del dinero.


    InuYasha sonrió con asco. Ellos buscaban dinero y él se los daría. Aunque pagaría mil veces el doble por no volver a verlos. Bueno, ya estaba, habían viajado desde Rouen apenas les había avisado que Kagome se encontraba hospitalizada. Meditándolo mejor, no lo hubiera hecho si en esos momentos no hubiera estado con el putrefacto miedo de que ella muriera.
    Pero ahora todo estaba bien, todo iba a ir bien.


    No obstante, tuvo que repetirse las mismas palabras una y otra vez hasta que tuvieran un ápice de verdad.
    -.-.-.-.-.-.-.-.-


    — ¡Y una mierda! — gruñó InuYasha.


    Kagome no lo miró. Comenzó a agarrar las mantas que le cubrían hasta la cintura, pero se lo pensó mejor cuando sintió el leve desgarro proveniente de sus muñecas.


    Sango estaba en una esquina de la habitación, de brazos cruzados observando sin atreverse a ser partícipe. Sus padres estaban al pie de la camilla mirándola con reprobación. Como siempre.


    — Se lo merece, hija — la mujer le habló con voz ahogada por la incredulidad.
    A falta de poder agarrar las sábanas, prefirió morderse el labio inferior, obligándose a no lanzar alguna réplica mordaz. Intentó calmar las nauseas que le venían en oleadas a cada segundo, mirando a Sango que con su discreta presencia irradiaba aquella fuerza que necesitaba para decir…decir algo.


    — ¿Kagome? — La ira de InuYasha estaba indiscutiblemente mal camuflada bajo vocablos de una paciencia de mentira.


    Escuchó una retahíla de maldiciones, pero no quiso prestarle atención. Se sentía más perdida que nunca; se sentía caminando por una cuerda floja que a ratos la dejaba caer en el vacío apareciendo de la nada otra vez bajo sus pies para que se tambaleara un poco y volviera a caer; a hacerle creer que podía avanzar a paso firme, entonces ¡paf! Caía, se afirmaba, tambaleaba, y entonces ¡paf! Caía, se afirmaba, tambaleaba, caía, se…


    — Sólo tienes que hacer una pequeña declaración — la voz aún contenida de InuYasha retumbó en sus tímpanos lo que hizo que girara la cabeza y lo mirara de fijo.


    Y estaba ahí.


    ¿Por qué?


    Arrugó la frente tratando de recordar qué era lo que le había dicho InuYasha hacía unas horas, cuando despertó. Pero las frases que había escuchado se esfumaron por el recuerdo de… Y poco o nada era lo que le había entendido. De hecho no fue consciente de que él estaba allí hasta que se fue y ella se despertó por completo.


    Pero seguía estando ahí.


    Mentalmente se encogió de hombros diciéndose que daba igual.


    Cuando estaba a punto de hablar vio cómo él movía la boca en un intento burdo porque ella le prestara atención, pero de nuevo le ignoró y siguió observando sus ojos ámbares brillantes por algo que ella ya sabía que era pura rabia.


    — ¿Me estás escuchando? — sacudió levemente la cabeza tras el nuevo grito proferido.


    Observó cómo InuYasha entornaba los ojos y levantaba las manos hasta su cara.


    — Deja de hacer eso — le ordenó, y su voz por primera vez desde hacía mucho tiempo parecía cálida y afectiva.


    No entendió a qué se refería sino hasta que él mismo separó sus labios con dedos amables y limpió el pequeño flujo carmesí que brotaba tímidamente debido a la presión de sus dientes.


    Cuando terminó, la volvió a mirar con esa ternura que a ella le pareció tan increíble como imposible.


    — Debe pagar, chérie — le susurró con calma. — Juro que te acompañaré, Sesshomaru no puede…


    Inconscientemente se desasió de sus manos y negó con fervor.


    — No — logró balbucear.


    Una vez más la sala quedó en un silencio mortuorio. Casi podía palpar la ira de InuYasha y de sus padres al igual que el “ya lo sabía” plasmado en la cara de Sango.


    — Kagome… — amenazó su ex esposo.


    — No — reafirmó un poco más segura. — Yo no voy a denunciar a nadie.


    — Maldita sea — escuchó decir entre dientes. — ¡Si no lo haces por cuenta propia voy yo mismo y atestiguo cómo vi a ese hijo de puta tumbado boca a bajo sobre las sábanas desnudo; todo el desastre de ropas y cuando te vi! — Súbitamente su voz se escindió hasta quedar en nada, al recordar las imágenes del cuerpo pálido de Kagome sobre el piso manchado de sangre que manaba sin inhibiciones de sus muñecas.


    Kagome volvió a negar y cerró los ojos para no verlo. Entonces, él quiso golpear a algo por la impotencia que le producía ver la nula cooperación de ella.
    Cuando creyó que la iba a zamarrear por los hombros para que le diera la razón, escuchó varios pasos en el pasillo cerca de la habitación.


    Una queja de un hombre consternado, una advertencia de mujer, y un “no” varonil rotundo, fue lo que alcanzó a escuchar antes de que un grupo de cuatro personas entrara arremolinado a la habitación de Kagome.


    Abrió los ojos de golpe al escuchar el ruido y sólo tuvo que ladear un poco la cabeza para ver la imagen inequívoca de su primo a la entrada, seguido por una Rin con el susto marcado en sus rasgos, al médico rechoncho que la había atendido decir indignado que ya no podían pasar más visitas (siendo ignorado por todos) y a un hombre que jamás había visto, pero que cuando posó los ojos en ella un pequeño brillo de asombro y de reconocimiento vislumbró su rostro.
    Por el rabillo del ojo vio a Sango ponerse tensa, luego a InuYasha empuñar las manos y avanzar ágilmente los poco pasos que lo separaban de los recién llegados para aventarle un puño directo sobre la mandíbula de Sessshomaru, quien no opuso resistencia alguna.


    La furia disparatada le subía a la cabeza martillándola sin misericordia. Por eso sintió una salvaje satisfacción cuando golpeó la carne de Sesshomaru y ésta cedió a toda su rabia, lanzándolo de lleno al suelo, donde le habría seguido pegando si el nuevo intruso no le hubiera retenido asiéndole las manos hacia atrás.


    — Sessh — murmuró Kagome.


    Y ese oscilante silencio volvió a recaer sobre toda la sala.


    Sesshomaru levantó la vista hacia el origen de la voz querida desde una infinitud. Con miedo a que la visión desapareciese, fue incapaz de moverse y sólo siguió contemplándola, atragantando la disculpa que quería gritar desde que había despertado esa mañana de pesadilla.


    InuYasha quería seguir dando rienda suelta a su rabia, cuando comprendió que ya había perdido. Esa mirada de adoración imborrable que Kagome le regalaba a esa escoria de su primo podía contra cualquier hecho razonable.


    Soltándose del individuo que lo apresaba, se levantó y fue hacia ella, tomando su mano con delicadeza le susurró como último intento:


    — Te violó chérie, debe pagar — repitió las mismas palabras: pagar. Pagar, para él podía arreglar todo el santo problema.


    Contra toda respuesta ella alejó su mano de la propia y respondió en el mismo susurro, sin dejar de mirar a Sessh:


    — ¿No es algo parecido a lo que tú hacías? — Soltaron sus labios resecos y un poco temblorosos.


    No lo había dicho en un ánimo acusatorio, pero eso no evito que un frío insoportable le inundara las entrañas, lo que fue suficiente para que no tuviera el valor de replicar.

    Por un infierno. La culpa era como la bilis, acumulándose a la entrada de la garganta, dejando un sabor agridulce, amargo, ardiente; amenazando con escapar de su retención en cualquier momento, si no la controlaba a duras penas.


    Sesshomaru se incorporó lentamente. Caminó indeciso hasta un costado de la camilla - opuesto al de InuYasha - y alargó una mano para acariciar el rostro de Kagome. Pero a medio camino la dejó caer abruptamente. No podía tocarla cuando ella se encogía a su tacto con una mueca de miedo, de desagrado.


    — Yo — vaciló con voz quebradiza. Ella continuaba con sus perlas caoba clavadas en el mar de culpa de sus ojos ambarinos, sin pestañar; a la espera.


    — Lo siento tanto, tanto — barbulló alzando las manos como si ese gesto lograra explicarlo todo.


    Estaba dispuesto a pagar por sus culpas, sin importar cuál fuera el precio. Pero primero necesitaba creer o por lo menos llegar a un mínimo atisbo de que ella podía perdonarlo. Aunque fuera en diez años más.


    La sala seguía en un mutismo insoportable. Por lo que ella pudo notar, el médico había sido despedido sin mayor explicación y la puerta cerrada. Los testigos sólo se limitaban a ver el cuadro y Kagome quiso lanzar una risa histérica por lo ilógico de la situación.


    En vez de eso, movió la cabeza de arriba abajo en un, igualmente, mudo asentimiento.


    Sesshomaru intentó sonreír, pero el gesto no alcanzó a llegar a formarse siquiera. Vacilante, con las yemas de los dedos rozó fugazmente su pómulo y creyó que aumentaba el agujero de dolor dentro de su podrida alma cuando ella dio un salto de repulsión.


    Él entendía el mensaje.


    Se conocían de toda la vida. Por eso ¿cómo no saber que con su perdón también iba intrínseca la regla de que no la buscara más, nunca más?


    — Adiós, petite — le dijo él sin atreverse a tocarla una vez más.


    Kagome no dijo nada. Miró cómo desparecían por el umbral las personas recién llegadas.


    Vio cómo Sango se relajaba, cómo InuYasha se resignaba y cómo sus padres fingían preocupación, pero que en secreto, planeaban dejarla a penas tuvieran la ocasión.


    Vio toda la escena y se enfureció por estar viva y sentirse así, ahora, en ese instante; por sentir la pérdida de Sesshomaru, la duda del futuro. Pero por sobre todas las cosas, por sentirse a la deriva, cayendo en el más cruel de los vacíos.


    :____________:


    Ya no sabía la razón por la cual estaba acostada en esa cama matrimonial de la cual había huido meses atrás. Incluso, juraría que gritó por culpa de esa duda royéndole los huesos.


    La última vez que estuvo recostada ahí, fue cuando creyó que la despedida con InuYasha iba a ser definitiva. Pero por lo que se dio cuenta en ese instante, había InuYasha para un jodido rato más.


    Respiró profundo, se sentó y se apoyó en el respaldo de la cama. La noche anunciaba su caída inestable sobre el cielo de Paris.


    No, mejor dicho, ahora que veía los rayos plateados de la luna atravesar su ventana supo que la noche había caído hacía ya mucho tiempo, sólo que ella no lo había notado porque los párpados se le cerraron antes de armar un reclamo de porqué la habían enviado a su casa de antaño, con InuYasha, y eso, pasado el medio día.


    De pronto notó que un sudor frío recorría cada parte de su cuerpo, y que no sólo eso, sino también la inequívoca cascada de agua salada que brotaba - con un extraño don de fluir – desde sus ojos, los cuales – paradójicamente - ardían como si el fuego los consumiese.


    Pero pronto fue aún más consciente del dolor punzante en sus muñecas; de que antes de incorporarse su respiración había sido inestable y que su corazón latía más fuerte que lo acostumbrado.


    Todavía no alcanzaba a coordinar todas las sensaciones cuando la puerta se abrió, la luz se encendió encandilándola y obligándola a entrecerrar los ojos para acostumbrarse al cambio desde las penumbras.


    — ¿Kagome? — la aludida se frotó los ojos y pestañeó varias para que la imagen borrosa de InuYasha tomara la misma nitidez que tenía su voz.


    — ¿Sí? — preguntó aún atontada.


    Él frunció el ceño y se sentó al lado de ella.


    — Estás un poco afiebrada — anunció después de posar su mano sobre la frente. Recordaba inevitablemente que la última vez que estuvieron juntos ella estaba igualmente afiebrada. Era como un círculo, donde todo se repetía una y otra vez.


    Ella asintió por inercia y el escrutinio de InuYasha se hizo más severo.


    — Estabas gritando. ¿Alguna pesadilla? — Aunque pretendía parecer algo indiferente, a ella no se le escapó el alivio que calibró en su tono al decir “pesadilla”. Era como si hubiera esperado algo peor.


    — No recuerdo nada — dijo ella intentando buscar en lo recóndito de su mente aquel posible mal sueño. Así que el grito no lo había imaginado después de todo. Suspiró y preguntó somnolienta: — ¿Qué hora es?


    — Las nueve — le respondió después de consultar su reloj. — Te voy a traer algo de comer, luego debes dormir otra vez.


    Comió sin mencionar palabra alguna bajo la aguda mirada de InuYasha. Cuando anunció que iba a ir al baño para asearse él se puso en tensión, como si le hubieran arrojado una piedra y solo le dijo:


    — Tienes quince minutos, si te pasas uno si quiera, voy a entrar.
    Ella no comprendió el tono severo hasta que mientras se lavaba los dientes, vio sus muñecas vendadas.


    Instantáneamente, todos los sucesos se le amontonaron en la mente y tuvo deseos de llorar a gritos. Pero conteniéndose, se enjuagó la boca y luego se aseó y se cambió de pijama por otro de aspecto aún más virginal que el anterior.


    La sorpresa fue que cuando salió InuYasha la esperaba con la vista fija en su reloj marcando un pulso inaudible con el pie. Estaba igualmente en ropa de dormir.


    — Ya — dijo ella sintiéndose, estúpidamente, tímida e insegura.


    — Ven — le indicó InuYasha. Cuando llegó hasta frente a él, éste le besó la frente y aspiró el olor a rosas que de ella emanaba. — Ahora nos vamos a acostar y dormirás hasta que se te pegue la regalada gana. No, mucho más que la regalada gana ¿entendido?


    Ella no alcanzó a responder, ni a preguntar el porqué del “vamos a…” pues ya se encontraba bajo las mantas y con InuYasha entrando a su lado.
    Escuchó cuando apagó la luz, y lo sintió detrás de ella cuando la atrajo hacia su pecho con un fuerte brazo alrededor de su cintura.


    — Buenas noches — le susurró él.


    Y buenas, ¿qué mierda?


    Entre sus brazos fue mucho más consciente de todo lo que había dejado estar entretanto. Algo demasiado fundamental: Ella no tenía porqué estar ahí, en la misma cama con él. ¿Se habían separado, verdad?
    Aturdida, intentó escapar con débiles intentos del abrazo, pero él la arrimó más a él.


    — ¿No puedes dormir?


    — Suéltame.


    — No.


    Sintió un vértigo terrible al escuchar la negativa. Algo que reconoció como miedo se aflojó en su mente y dio paso a pequeñas imágenes de esa noche, esa cama, ese lugar; a esa hora incorrecta.


    — Sólo vamos a estar así. No voy a hacer nada que no quieras — las palabras de InuYasha brotaban como si le estuviera hablando a un niño pequeño y que por humillante que pareciera, lograron bloquear las desagradables imágenes que comenzaban a danzar en su recuerdo.


    Alejando el miedo, el desconcierto y dejando volar todo lo que la acongojaba que la atontaba, llegó al punto en donde se volvió a sentir absolutamente estúpida.


    ¿Era su retorcida imaginación o todo lo que estaba viviendo ahora significaba una “segunda oportunidad”?


    Incrédula, abrió la boca para preguntar cuando él, súbitamente, comenzó a cantarle una canción de cuna:


    Sé que no puedes estar aquí ahora. Sé que no eres mía, ahora... — continuaba con voz sedosa; suave y afinada.


    Bien, nunca había sido cantante por excelencia, y la letra de esa canción parecía de todo menos de cuna. Pero era imposible no aflojarse con la melodía relajante, de acordes armoniosos y dulces.


    Looking out the window at another window
    I see toenails changing colours
    Like the leaves of fall


    Y ahora comenzaba a importarle un comino si ella tenía o no que estar ahí. Todos los recuerdos, todos los dolores, todos los “no debería” se reducían, como tantas cosas últimamente, a nada.


    Si a menudo sonríes; ah, pero a menudo no sonríes. ¿Qué haces con más frecuencia, sonríes o no?

    Ya no lo sabía, pensó en su fuero interno. Pero eso tampoco importaba. Esa nada reducida del todo comenzaba a caer en un profundo precipicio donde la realidad se mezclaba con un mundo ajeno al que estaba.


    I dreamt, I dreamt hydrant was covered in snow
    White light glowing below

    Después habría tiempo de decidir lo correcto, de barajar posibilidades. Después se regodearía en su estupidez y le cantaría un réquiem a su vida.
    Después intentaría romper ese círculo que la llevaba a dar vuelta tantas veces hacia la misma persona.


    Después.


    Ahora sólo importaba ese canto tan cerca de su oído, que estaba como susurrando; como contando secretos ocultos hace siglos y la llevaba con más fuerza a zambullirse en esa mezcla de realidades ontológicas.


    — ¿Kagome? — preguntó InuYasha terminando de cantar. No hubo respuesta. A cambio, escuchó su respiración constante y sintió a su cuerpo pegarse instintivamente al suyo, como en los viejos tiempo. Sonrió con esa primera esperanza imberbe. — Ya no me vas a dejar ¿verdad?


    I know that you cannot be here
    I know that you are not mine now
    Looking out the window
    At another window
    I see toenails changing colours
    Like a leaves of fall…
    Continuará
    _________________________
    N/A: Sólo tardé una semanita, me siento feliz por rllo XD.
    Muchas gracias setsuna_san y Aome_0793 por sus mensajitos =D


    Nos leemos pronto.


    à bientôt!


    Miyu SparkS

     
  17.  
    Rei_Ayanami II

    Rei_Ayanami II Usuario común

    Tauro
    Miembro desde:
    26 Abril 2005
    Mensajes:
    403
    Re: Proyecto del Adiós

    HOOOOOO!! es increible el fic claro y mas que tod por que me perdi muchas continuaciones

    q mal pero uff una trama increible me duele mucho el sufrimiento de Kag y pobre Inu ya que piensa q kag no le va a dejar mientras ella le dice a subconciente que si bueno haber que pasa

    Cuidate!
     
  18.  
    alucardhells

    alucardhells Guest

    Título:
    Proyecto del Adiós
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    60
    Re: Proyecto del Adiós

    esta super creo q es el mejor fic q ehh leido espero la conti pronto oie t queria pedir el gran favor de q cuando termines la historia me la mandes a mi correo por fa mi correo es hungryheart_dearboys@hotmail.com grax espero me la mandes
     
  19.  
    Aome_0793

    Aome_0793 Guest

    Título:
    Proyecto del Adiós
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    32
     
    Palabras:
    109
    Re: Proyecto del Adiós

    AII MIYUU!!
    se me caen las lagrimas =(...
    preciosa la conti! Aii!! esta arrepentido mi Inu =(...
    qe lindoo!!
    No pude comentarte antes, mil perdones!
    es que estuve sin compu, y no pude ir al ciber
    casi nunca!
    pero weno... ahora volvi =) a apoyarte cn tu hermoso fic!
    sabes qe me encanta como escribis =) y qe tenes mi apoyo al 100%, como siempre!
    un beso enorme!

    {♥Aome_0793♥}
     

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