Givan Velren Ver la expresión de Quaxly sin duda me pesaba hasta cierto grado, no porque quisiera cortarle los ánimos o porque no me gustara que mantuviera el optimismo, si no porque me recordaba justamente a Génesis... En los días en las que... Bueno, era un Riolu. Aún así, le sonreí y empecé a caminar una vez comprobé que me seguía sin mayores preámbulos, a los pocos minutos pude dar con las locaciones que me habían comentado, aunque no tardé en hallar otro sitio, ahí, al dar un vistazo con la poca luz que había, pude darme cuenta que dentro parecía haber lo que se asemejaba a unos juguetes tallados en madera de forma... Bastante pulcra tenía que decir, y viendo de mejor modo el sitio parecía un colegio, considerando lo que veía... Podría decir que era un sitio bastante próspero, aún si tenían todo el asunto de Chance encima. ¿Lo habían conseguido todo por mérito propio? ¿O más bien era lo que les permitía tener? ¿Cómo lo habrían conseguido? Estaba intrigado, sin dudas, y cuando caminé otro poco, pude divisar a un hombre, barriendo el acceso al instituto, o lo que pensaba que era un colegio, alumbrado por esos Pokémon tan singulares. Me quedé reflexivo, tenía a la vista las dos ubicaciones que ya le tenía interés, pero algo en ese sujeto me llamaba la atención. ¿Pero qué podría decirle? Tampoco sabía qué tanto aprovechar. Miré a Quaxly, y el mismo parecía interesado por todo lo que había, así que no creí que se opusiera a nada. Reflexioné a dónde ir y... Decidí que sería más importante reponer un poco de fuerzas, si era posible, por lo que me dirigí a la taberna, si no... Bueno, aún tenía la barra de proteínas en el peor de los casos.
No lograba percibir nada anormal a simple vista en la criatura, pero su actitud no solo demostraba que estaba molesto sino también...¿asustado? ¿sufriendo? Estuve tan cerca de lograr mi objetivo, quizás demasiado cerca. Apenas levanté un poco de su pelaje para corroborar si era quizás algo en su piel el Tauros arremetió con rapidez, no lo suficientemente fuerte para romperme algo, pero sí lo suficiente para mandarme a volar hasta el lago cercano. Emergí del agua algo agitado, solo para ver como el Tauros se alejaba rápidamente con rumbo desconocido. — ¡No, espera! —exclamé a la criatura extendiendo mi brazo—. Bah, no tiene caso. Solo espero que a donde vaya no haya más Pokémon o persona en medio. Aun así, ¿que rayos era lo que le ocurría? Mientras estaba en el agua comprobé que no tuviese ninguna costilla rota, el impacto no había sido muy fuerte, pero no estaba de más cerciorarse. Al comprobar mi estado noté que el agua a mi alrededor se tiño un poco de rojo, sí que tenía un corte algo profundo a un costado de mi pecho. Suspiré algo resignado, aquello podría haber salido mejor, pero hey, al menos no aterricé sobre una roca o algo. Gracias a Arceus que no le temo al agua. ¡Y el Cetoddle con la canasta se encontraba bien! Hablando del pequeño cetáceo terrestre; este una vez pasado el peligro se apresuró a tenderme una aleta para ayudarme, con algo de dificultad por el dolor logré salir de aquel cuerpo de agua y sentarme en su orilla. Solté un suspiro aliviado pensando que al menos la mitad de trabajo estaba hecho, ahora solo había que regresar al pequeño a la aldea, claro, tomando en cuenta que no ocurriese otra de estas peripecias. Él parecía estar bastante más despreocupado y hasta contento de verme, bailaba y se me abalanzaba con ahínco abrazándome. —¡Hey, hey, con calma pequeño! Supongo que estas contento de no tener que lidiar con más criaturas así, ¿eh? —me limité a acariciar la cabeza de la criatura, mientras con mi otra mano hacía algo de presión sobre mi corte—. Oye, que curioso, tienes un ligera fractura dental del mismo lado que otro enano que conozco. De hecho te mueves y actúas mucho cómo él. No será que... Negué rápido con la cabeza ante aquella posibilidad. No tenía mucho tiempo para darle vueltas a ese asunto y me puse de pie con ayuda del Cetoddle. Los suministros de la canasta parecían estar en buen estado y más allá de la cornada habíamos salido más o menos ilesos. Parecía que por fin podríamos volver, aun teníamos pendientes en la región, como ayudar al resto de personas que iban en los demás aviones y descubrir que rayos fue eso que nos atacó. —Bueno, hora de regresar a la villa, pequeño. Me ofrecería a cargarte hasta allá, pero la verdad no creo estar en condiciones para hacerlo —reí algo apenado mientras trataba de secarme un poco—. Andando, seguro Niko debe estar pasándolo peor que nosotros. Quizás le estén haciendo tener una conversación adulta o algo así de brutal. Sin más por hacer, nos pusimos rumbo a la villa, tratando de mantenerle el ritmo a la criatura.
Alcé apenas las cejas al ver la reacción del muchacho ante mi nombre, sorprendida por ello, y no fue hasta que pasaron unos pocos segundos que pude volver a relajarla, pues el muchacho aclaró que había sido el enfermero jefe quien me había mencionado. Sentí algo extraño en el pecho ante aquella revelación, una especie de ínfima alegría entremezclada con un considerable sentimiento de ansiedad; me preocupaba que la cantidad de botiquines que había conseguido fuera decepcionante, y ni hablar del hecho de que había dejado a Amy atrás. Sea como fuere, el chico me halagó por no haber confiado en él y me permití sonreírle un poco a modo de agradecimiento; también me aliviaba que no se hubiera molestado por mi desconfianza. Mientras nos dirigíamos a nuestro objetivo, Damián me habló sobre los... ¿ferropokémon? El Volcarona que había visto era uno de ellos, aunque pronto pude confirmar que no era precisamente un pokémon a pesar de poder parecerlo. La Ferropolilla, que era como llamaban a aquel pseudo Volcarona, formaba parte de una de las cinco divisiones, y aquellas divisiones... Arceus, cada cual parecía peor que la anterior. Reprimí un escalofrío que quiso recorrerme la espalda y procuré memorizar toda aquella información para el futuro, pues temía que fuera a necesitarla. —¿Existe alguna forma de protegerse de los Ferroespectros? —cuestioné en un murmullo, como si una parte de mí no quisiera conocer la respuesta a ello—. Si, por ejemplo, alguien está escondido dentro de un avión estrellado o algo similar... ¿Sería Amy capaz de sobrevivir? >>Por cierto... —retomé, aceptando su oferta al adentrarme en la cueva delante de él—. Encontré un enfermero herido en el lugar donde aterrizamos y me dijo que habían sido atacados por unas máquinas. También mencionó a un hombre vestido de negro con un pokémon perro... ¿supongo que hablaba de ti?
Gigavehl La leve luz de algún candil que venía del interior de la taberna ya revelaba que estaba abierta; pero era el olor delicioso a caldo que salía por la ventana lo que más indicaba que, por fortuna para ti, el lugar seguía abierto y activo, aunque fuese por poco tiempo. Caminaste entonces hasta su interior, moviendo la puerta con cuidado, empujándola hacia atrás. Nada más hacerlo, fuiste recibido por un pokémon pequeño que sobresaltó un poco a Quaxly, apuntándote con un bracito con severidad. Era un pequeño Charcadet, un pokémon con mirada decidida (quizá demasiado decidida para lo que le era conveniente, viendo su tamaño). Tras el pokémon, dos personas más alzaron la cabeza: una mujer con gafas detrás de la barra, de unos cuarenta y con vívidos pero cansados ojos azules... y un hombre corpulento, muy alto y con aspecto algo desgastado, señal de que llevaba un tiempo sin cambiarse de ropa, como poco. Y entonces... *** Reual Nathan Onyrian ... viste a aquel chico de pelos largos y oscuros, seguido de un pequeño Quaxly, entrar al bar. Tancy, claro, también lo vio, y suspiró, no sin cierta gracia natural. —Vaya, hombre. Otro visitante nuevo, ahora que yo iba a cerrar. ¿Y de dónde sales tú, cariño? El hombre tenía un aspecto que te era algo familiar, la verdad. La seriedad en su gesto, los rasgos algo alargados... habrías jurado conocerlo de algo, seguro. En todo caso, Charcadet no parecía muy contento, encarando a Quaxly agitando sus brazos. El pokémon de agua, al principio algo abrumado, pronto empezó a mosquearse un poco, y ahora teníais a dos pokémon pequeños que parecían estar mirándose como dos niños chicos que se pelean por un juguete. Constance, sin embargo, se rio. —Bueno, bueno, Charcadet, no te me pongas territorial.... discúlpalo —le dijo la dueña al hombre de cabellos largos—, no está acostumbrado a que entren pokémon aquí dentro, es muy territorial, él. Pero no podría hacerle daño ni a un Magikarp, tranquilo. Charcadet la miró de reojo, ofendido por el comentario, como si lo hubiese entendido. Pero Tancy no le hizo mucho caso. —Dime en qué puedo ayudarte, cliente número dos. ¿Tú también vienes por caldo gratis? *** Rider El Cetoddle te dio algún cabezazo cariñoso, saltó de un lado a otro y dio saltitos alegres a tu alrededor. D-Desde luego, parecía especialmente contento de estar a tu lado. Fuese o no una casualidad lo del diente, no tardó en corretear e ir esperándote conforme se alejaba un poquito más de la cuenta, emocionado de que le siguieses, como un niño que quería enseñarte algo. Pronto acabasteis llegando a la puerta de la aldea, y los guardias sonrieron al ver al Cetoddle. —¡Di que sí, campeón! —saludó uno, y Cetoddle dio saltitos a su alrededor—. Has tardado, pero veo que vienes cargado, ¿eh? El otro guardia te saludó a ti. —Gracias por traerlo de vuelta, compañero. ¿Hubo alguna incidencia? Este pequeño es muy amigable... vino con uno de esos compañeros tuyos, no sé si te lo hemos dicho. Uno de los que venían en esos aviones, creo que de Teselia. El pobre está bastante herido en la enfermería, pero el pequeñín no ha parado quieto desde que llegaron. Y está siendo de bastante utilidad, la verdad. —Las noches, con todo —dijo el otro, más serio—, no son lo más seguro para nadie. Mucho menos para un pequeñajo como él. Anda, vuelve dentro, y ve cuanto antes a la casa de curas. Allí te darán alguna cama, ¿sí? Aviso: el día va a avanzar en breve para todo el mundo, con todos los eventos que eso implique. Recomiendo que encaminéis a vuestros personajes a dormir cuanto antes. *** Amane Damián se cruzó de brazos y apretó los labios al escuchar tus preguntas, reflexivo. —Una pregunta muy específica, esa. Bueno... Aún no sabemos ni siquiera nosotros los detalles exactos de cómo funcionan los distintos ferropokémon, pero... estoy bastante seguro de que esos Ferroespectros no tienen rayos x, ni nada similar. Por eso la gente se refugia donde puede en las provincias: sea una cueva, una casa cochamborsa de una aldea, una fábrica abandonada, da igual. Lo importante es estar refugiado al caer la noche. Que sus luces verdosas no te alcancem. Luego Damián escuchó sobre aquel otro enfermero, y agachó la cabeza. —... sí, seguramente hablase de mí. No pude hacer mucho por la mayoría, un Ferropolilla estaba pululando la zona y solo pude salvar a los que encontré más enteros. Los heridos, muchos... tuvieron que quedarse atrás. Decía aquello con una evidente congoja, pero, también, había en su gesto una ira curiosa. Un enfado que casi parecía infantil, adolescente. La forma de apretar puños y dientes no se sentía como una rabia visceral, más bien como una pataleta. Y no porque no tuviese seriedad el asunto, sino porque Damián parecía... bueno, tener ciertas actitudes infantiles aún, aunque las disimulase bien. —¡Me pone enfermo que tengamos que vivir así! Maldita sea. Ojalá ella llegue pronto y le rompa los circuitos a todos esos- Se contuvo, tomando aire, cuando entrasteis en la cueva. Poco a poco, caminasteis hacia el interior de aquella colina, y Damián habló en un tono más bajo. —E-En fin, no quiero encenderme mucho. Voy a dejarte aquí, Emily. Tus compañeros están justo ahí. Asegúrate de descansar bien, ¿sí? Mañana podremos hablar con más calma... cuando la luz del sol regrese. Así, te dejó que siguieses caminando sola hacia delante, y la luz de las hogueras en aquel hueco entre colinas te hizo guiarte. Viste al menos doce o trece de los tuyos... bastantes enfermeros, a decir verdad. Pero aun así, demasiado pocos. El jefe se levantó, cojeando, nada más verte. —¡Emily! E-Estás sana y salva... cuánto me alegro. Este joven, Damián, nos encontró y nos ayudó a librarnos de uno de esos robots, y... acabamos aquí. ¿L-Lograste conseguir los recursos que te pedimos? Pese a que pueda ser tarde para algunos compañeros... aún podrían venirnos bien. Miró hacia atrás, y... lo cierto es que era desolador ver la situación. Tirados en aquella zona, a la luz de las hogueras, veías caras magulladas, vendajes improvisados, raspones, heridas. Tristeza, sufrimiento, dolor y angustia en sus rostros. Heridas que curar, sí, pero no solo físicas, por desgracia. Aviso para Emily, Givan, Aleck y Nikolah: el día va a avanzar en breve, con los posibles eventos relevantes de trama que vengan acompañándolo. Recomiendo que cerréis lo que estéis haciendo y que encaminéis a vuestros personajes a dormir cuanto antes.
Tancy me alimentó no solo con caldo, si no también con un flujo de información constante que no frenó hasta que no terminé mi segundo plato. Se notaba bastante que no hacía mucho que no hablaba con alguien, o al menos, alguien nuevo. Así que esa cosa que casi nos atrapa con Alex era una "ferropolilla". Y había "ferroespectros", también. No sonaban muy amigables, la verdad. En especial ante la mención de que si nos hubieran escaneado, no estaríamos vivos. Entre cucharada y cucharada, me iba nutriendo tanto el estómago como la mente, si bien lo segundo estaba bastante cansado del día, y sobrecargarlo más con información iba a terminar haciendo que me diera jaqueca. Y a decir verdad, la retención de información nunca había sido mi fuerte, tampoco. Sin embargo, hice el máximo esfuerzo para intentar memorizar todo lo que me estaba diciendo. Cuatro divisiones, ok, eso era fácil. No, espera, cinco. Ya la estaba liando. División Militar. Bueno, esa era sencilla. El mismo nombre te lo decía todo. División de Control. Era control estilo vigilancia y supervisión de la gente, más que, no sé, control de calidad de productos. Aunque no tendría mucho sentido una división de esos "ferropokémon" para algo como asegurarse de que la leche Moo Moo del supermercado no estuviera vencida. Bueno, quizás sí, la verdad, ese era un tema importante. O que las pokéball no vinieran falladas. No querías estar a punto de atrapar a un pokémon salvaje y que de la nada falle un resorte o algo así. ¿Las pokéball tenían resorte, ahora que lo pensaba? Tal vez tendría que abrir una para fijarme. No lo recordaba, pero algún mecanismo tenían que tener para abrirse solas. Quizás... Ah, mierda, ya me había perdido. Tancy estaba hablando ahora de una Divisón que era de servicios. Bueno, pero tampoco le había errado tanto, ¿eh? Que está bien que no era la División de Control la que hacía esas tareas, pero había una que más o menos se ocupaba de eso. O relacionado. Y luego siguió la División de Energía. Esa parecía la más importante. Recordaba vagamente algo mencionado en las instrucciones que nos dieron para la misión. Tal vez aquella extraña forma que vimos al caer tenía algo que ver con eso. Bien podría haber sido que el avión fue derrumbado debido a que esa criatura le extrajo toda la energía. O sea, el combustible. Que era un tipo de energía. Ya me estaba enredando solo de vuelta. Tancy terminó de lavar, y me informó que estaba por cerrar ya. Lancé un vistazo hacia la ventana. Afuera el día ya se había oscurecido. Vaya, se me habían pasado rápido las horas. Oh, carajo, ¡Aleck! ¿Y cómo que vuelto? ¿Se había ido? Ah, sí, a ayudar al encargado del "hospital". Bueno, sería mejor si iba a chequear que hubiera vuelto sano y salvo. La verdad que no la había pasado muy bien desde nuestro forzoso aterrizaje. Iba a abrir la boca para agradecer a mi anfitriona, cuando lo último que dijo hizo que la cerrara. Mis ojos se apagaron y mi rostro se ensombreció. Me bajé del asiento en un gesto automático, y sin mirarla, dije en un tono monótono: — Tampoco iba a pedírtelo, Tancy. Gracias por la cena. Y la charla. Era extraño, pero aún se sentía... demasiado pronto. ¿Acaso iba a llegar el momento en el cual se sintiera... que ya pasó? ¿Que no doliera como si hubiera ocurrido ayer? ¿Qué pudiera volver a sentir calor en mi rostro y no quisiera romper en llanto ante la sensación? ¿ Y por qué, por qué Giratinas Tancy tenía que tener esos ojos? ¿Por qué ese cabello? ¿Por qué...? ¿Por qué la había perdido? Me detuve ante la puerta. Alguien más había entrado. Un hombre de rostro serio, alargado. Una pequeña sensación en la parte de atrás de la nuca me indicaba que lo conocía. Sin embargo, mi mente estaba demasiada entumecida para intentar recordar. Charcadet y el pokémon que el hombre traía ya habían comenzado a armar barullo, pero el ruido me llegaba como lejano. — Disculpa, necesito salir —dije, y sin esperar respuesta, pasé por la puerta. Al salir del lugar miré hacia el cielo, hacia arriba. Las lágrimas peleaban por acumularse en mis ojos. Que sensación de mierda. ¿Por qué simplemente una frase me alteraba tanto? Me sorbí los mocos, y con paso ausente, me dirigí hacia la sala de curas.
Sentí como gran parte de la preocupación que había sentido se desvanecía al escuchar la respuesta de Damián, haciéndome sentir bastante más liviana durante el resto del trayecto. Si había cualquier mínima esperanza de que Amy sobreviviera dentro del avión, me iba a aferrar a ella. El muchacho también me confirmó que seguramente el enfermero se habría referido a él y, tras presenciar su reacción ante ello, apoyé con cuidado una mano sobre su espalda, dedicándole un par de caricias a modo de consuelo. Entendía mejor que nadie cómo debía sentirse, pero, en una situación así, era mejor no martirizarse por lo que no habíamos podido hacer; yo misma había tenido dificultades para aprender aquella lección. —Haber salvado a unas cuantas personas ya es un gran acto, deberías centrarte en eso —murmuré, intentando animarlo aunque fuera un poco, y a los segundos volví a mirarlo con el ceño ligeramente fruncido—. ¿Ella? ¿A quién te refieres...? Sin embargo, no tardamos mucho más en adentrarnos por completo en la cueva, lo que hizo que el joven se despidiera de mí. Asentí apenas con la cabeza, deseándole una noche tranquila a pesar de todo, y le dediqué un último "hasta mañana" antes de ver cómo se alejaba en otra dirección. Avancé en soledad los metros que me quedaban y pronto me encontré con el refugio que los enfermeros habían tenido que improvisar, distinguiendo poco más de una decena de ellos a la luz de la hoguera. El enfermero jefe se me acercó cojeando, lo que provocó que estirase un brazo para proporcionarle algo de apoyo, y me obligué a dedicarle una pequeña sonrisa mientras volvía a asentir con la cabeza. >>Quizás tengamos que racionar algunas cosas, pero al menos tenemos algunos suministros —expliqué, manteniendo el tono de voz bajo, y llevé la mirada hacia los botiquines que había sido capaz de traer—. Deberíamos descansar después de hacer las curas. He oído que hay una aldea por aquí cerca, podríamos buscarla mañana... Así pues, no dudé en ponerme manos a la obra con los tratamientos de mis compañeros, aprovechando que era la que probablemente mejor parada había salido de toda aquella situación. Después, sabiéndome refugiada y con el cuerpo pesado por culpa de todo el cansancio del día acumulado, no tuve demasiado problema en quedarme dormida cerca de una de las hogueras.
El Cetoddle correteaba contento por la pradera, muy de vez en cuando se adelantaba y se quedaba expectante a que lo alcanzara y otras veces regresaba apresurado a darme un par de cabezazos esperando que apresurara el paso. Realmente tenía prisa por volver a la aldea o simplemente era un bicho hiperactivo que esta muy feliz de que lo acompañara. Aun con todo, la intriga seguía persiguiéndome un poco, sabía que tenía un poco de suerte para que los Pokémon me tuviesen confianza—a veces—, pero, había algo más con este pequeñín, ¿realmente podía ser todo una coincidencia? Entre preguntas y golpecitos acabamos llegando nuevamente a la entrada, con mucha suerte, ya que en mi estado probablemente correr o pelear hubiese sido un problema. —"Incidencias" es mi segundo nombre, pero regresamos intactos...parcialmente —Mis bromas se interrumpieron al escuchar a uno de los guardias hablar sobre el origen del pequeño cetáceo gélido. Mi sonrisa se desvaneció por un instante—. Disculpe, ¿acaba de decir que este pequeñín vino desde Teselia en uno de los aviones junto con alguien más? Me giré con cierta seriedad hacía mi "nuevo" compañero, antes de soltar un risa nasal y frotarme la cara. —Los chicos tenían razón: A veces soy una mala influencia en los pequeños ¿eh? —me acerqué nuevamente a la criatura y acaricié con cuidado su cabeza antes de dedicarle unas palabras—, tú y yo tenemos mucho de que discutir, pero por ahora supongo que bastara por hoy marcar esto como una misión cumplida. Entregamos la canasta a los guardias para que estos las llevaran a quien correspondiese, creo que el enano y yo ya habíamos hecho suficiente cargando cosas por un día. Nuevamente en los interiores de la aldea me cuestioné pasar por el bar y pedir un trago para aliviar las penas y revisar como estaba Niko, pero el cansancio y el dolor comenzaron a caer sobre mí, después de todo, habían sido unas 12 horas muy agitadas. Seguro que el rubio estaba bien, ya habría tiempo de ponerse al día con él. Lo único que me intranquilizaba era pensar en todas las personas que seguían ahí afuera, pero en estas condiciones sería un suicidio salir de noche, más un estorbo que una ayuda. Lo mejor que podía hacer era tratar de descansar y prepararme mentalmente para mañana. Sabía lo que implicaba unirme a todo este conflicto, solo quedaba esperar que fuese capaz de sobrellevarlo. Justo antes de localizar la sala de curas pude ver a Niko salir del bar, pensé en saludarlo pues parecía estar junto con otra persona, pero a esta apenas le dirijo la palabra, parecía...afligido. Quería acercarme, preguntar que le pasaba, pero no encontraba el valor, después de todo habían sido años los que habían pasado desde la ultima vez que nos sentamos a hablar de nuestras vidas, aunque ahora sentía que ya no tenía las preguntas adecuadas para hacer, mucho menos estaba listo para escuchar las respuestas. Por el momento, sería mejor dejarlo descansar y dirigirme a la sala de curas a dormir. Mañana será otro día.