Shinjuku Propiedad Dunn [Casa]

Tema en 'Ciudad' iniciado por Zireael, 11 Agosto 2021.

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    Gigi Blanche

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    Si me detenía a pensarlo pasaba a ser egoísta y también necio, la verdad. Quizá fuera aire, quizá me moviera a mi propio ritmo y pecara de desapegado, pero ¿no era ese un lujo que me daba sobre un montón de cimientos? ¿Mi familia, acaso, no se había encargado de construir un refugio seguro para mí desde el día que nací? Y sus padres antes que ellos, y así hasta quién sabe cuándo. Los Ishikawa llevaban un montón de generaciones establecidos ahí, sobre un monte que antaño sólo fue arbustos, bosque y césped, hasta que un puñado de personas decidieron trabajar la tierra y la madera. Convertirlo en un hogar, un lugar de culto, admiración y respeto. Un refugio.

    Para quienes vivíamos y también para quienes ya se habían ido.

    Podían ser casas materiales, personas o ambos. No tenía idea, claro, pero una idea muy similar a la que Anna tendía a repetir como loro se me había ocurrido de un momento al otro. Y es que tenía que ser una de las cosas más bonitas del mundo servirle de refugio a quienes queríamos, para que regresaran a descansar cuando los golpes dolieran demasiado. No sabía yo si tenía la capacidad, pero Cay sí y yo lo sabía de primera mano.

    Pues el fuego seguía lamiendo las paredes de la cueva donde sea que estuviéramos.

    La tontería del cloudy king me arrancó una risa leve y seguí sus movimientos sin mucho foco, pero en definitiva era lo que más me interesaba que hubiera allí. Vi que agarró unos confites, las gomitas y al reunirse a mi lado le solté lo que se me había ocurrido.

    —Vaya, qué honor~ —En lo que subíamos atendí a su respuesta y sonreí. Cay no hablaba mucho de su padre, nunca, de hecho, y yo tampoco preguntaba; pero un poquito me punzaba cada vez que lo oía nombrar—. ¿Una cámara? ¿Así que ahora tienes nuevo hobby?

    Nada que hacerle, aire o no siempre me había interesado proteger a esta criatura, lo suficiente para ponerme en acción o afectarme ligeramente el estado de ánimo. Y su padre no era una persona que considerara precisamente merecedora de afecto.

    Cinis se acercó a mí apenas nos vio, y luego de quitarme la guitarra de la espalda para apoyarla contra la pared más cercana, me acuclillé y le hice unos mimos. Mientras hacía eso repasé la recámara con la vista, notando que prácticamente nada había cambiado. Fue nostálgico a cagar, los colores palpitaron y ciertas habitaciones, de esas que había asumido tenían las bombillas rotas, parpadearon débilmente. Y me acerqué a verlas.

    Los recuerdos sólo fluían y fluían.

    Luego de erguirme, me adentré en la habitación y no tuve mucho problema de sentarme al borde de la cama. A la pasada dejé las papitas sobre el escritorio, junto al resto de porquería, y me quedé viendo la espalda de Cay mientras escarbaba en el clóset. Su advertencia me arrancó una sonrisa amena.

    —¿Yo? ¿Acabarme las papitas? Creo que te confundiste de persona, ni que me llamara Dunn y fuera un fósforo andante.

    Recibí la muda de ropa con ambas manos y estiré la sonrisa como agradecimiento. Dejé las cosas sobre mi regazo, siguiendo sus movimientos en lo que se acomodaba a mi lado. Sentí que quería decir algo, ni idea, y cuando finalmente lo soltó liberé el aire poco a poco. Las facciones se me suavizaron de forma estúpida y corrí la ropa, la deposité en el colchón y sin medias tintas estiré los brazos para enredarme en torno a su cuello. Lo apreté un poquito, cerrando los ojos.

    —Gracias a ti por invitarme —murmuré, con la sonrisa pegada al rostro—. Había olvidado que tenía una segunda casa, porque soy un imbécil y siempre se me pasa lo importante. Pero tú me lo recuerdas, Cay. Siempre lo haces.
     
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    Zireael

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    Por otro lado también era cierto que una parte de los dilemas o crisis que uno se permitía a veces también se debían a que sabíamos que teníamos lugares a dónde volver, que habían cuevas o fogatas perdidas en el bosque que recorríamos. Que allí, una vez dejábamos de vagar como idiotas, podríamos regresar, recuperar fuerzas y levantarnos. Las cuevas y fogatas eran espacios, eran personas, eran imágenes o las pinturas de nuestra memoria.

    Si estiraba mucho la cuerda esta casa donde no vivía mi padre pero que estaba a su nombre era la propia versión de una cueva para el hombre que no parecía querer verme ni en pintura, como si a pesar de todo no hubiese podido desentenderse por completo así fuese por ley o por sentido de la moral, suponiendo que tuviese algo de eso. Paredes de tierra fría, erguidas en pleno Shinjuku como había sido la casa en Shibuya.

    Había algo reconfortante en saber que uno era el refugio de ciertas personas, que podía levantar paredes, encender fogatas y luminarias para traerlos a casa una y otra vez. Iba más allá de solo sentirse elegido por alguien, era de una naturaleza similar, como si precisamente fuese el lado noble de una misma cosa que otra veces era un completo desastre.

    La respuesta de Kohaku a mi gracia me arrancó una risa floja y asentí con la cabeza a lo de que ahora tenía un nuevo hobby, no lo había pensando, pero así era. Igual yo nunca hablaba de... Lo que sea que pasara con mi padre, todo lo que llegaba a decir era "me envió tal cosa" o "me compró", "me regaló", todo era dar y no existir. Si hubiese sabido que Ko pensaba que el hombre no era merecedor de afecto, no me quedaba más que darle razón.

    Uno no quería a los fantasmas.

    Noté a Ko acuclillarse para hacerle mimos a Cinis, que empezó a ronronear, contento de recibir su atención y yo seguí en mi misión de esculcar mi propio armario. Sentía la mirada de Kohaku en la espalda, obviamente, y su voz no tardó en llegarme también haciendo que soltara otra risa.

    —Es que nunca se sabe, mejor prevenir que curar —contesté en medio de la risa—. Te pintamos el pelo de rojo y listo, dos fósforos andantes. Aunque te queda mejor el celeste, debo admitir.

    Cuando recibió la ropa reflejé su sonrisa antes de sentarme a su lado y acomodar las ideas. Había dejado la vista puesta en cualquier cosa frente a mí, así que no noté el cambio en sus gestos, pero sí el movimiento cuando dejó la ropa a un lado y giré apenas el rostro un segundo antes de que sus brazos se enredaran en mi cuello. Me tomó un poco fuera de base, no conté con que fuese a abrazarme, pero tardé cero segundos en prácticamente derretirme bajo su agarre.

    Correspondí el gesto con algo de delay aún así, me había quedado unos segundos solo disfrutando el calor de su cuerpo y hasta después rodeé su espalda con los brazos, lo apreté contra mí con un poquito de fuerza antes de dedicarle caricias amplias. Su voz suave me alcanzó, su agradecimiento me atravesó el pecho y otra vez sentí que si me daban un empujón me soltaba a llorar.

    —No tienes que agradecerme nada —respondí en voz baja luego de haber tomado aire. Seguí acariciándole la espalda, como si fuese un crío o algo, y así como en el patio pensé de repente en lo pequeñito que podía resultarme su cuerpo de vez en cuando—. Te voy a recordar que tienes un hogar todas las veces que haga falta. Dijiste que me necesitabas y aquí estoy, como lo he estado siempre.

    Esperando para usar el fuego.
     
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    Quizá fuera más cliché que la mierda, pero a veces realmente creía que los límites sólo existían dentro de uno mismo. Que las personas teníamos esta capacidad inmensa, casi mágica, de levantar refugios donde fuera. A veces de la puta nada, a veces sólo bastaba con chasquear los dedos y las paredes aparecían. Otras corríamos con la fortuna de trabajar con un proyecto medio cocinado, y otras directamente caíamos de gratis sobre un montón de plumas. Yo hacía lo que podía con lo que tenía, podía ver de huir hasta encontrar un refugio y ya quedarme allí, pero Cay era de los idiotas de la primera categoría. Tenía el superpoder.

    Un chasquido y el ruido desaparecía.

    Y no sabía si era plenamente consciente, quizá se le olvidara de vez en cuando, y no quería que eso pasara. Tal vez no me diera la neurona para recordárselo siempre, pero en la medida de lo posible ansiaba regresarle todo lo que hacía por mí en forma de recuerdos, de montones de pintura y recordatorios, como pequeños post-it pegados aquí y allá. Quería servirle de espejo, también.

    —Gracias~ —murmuré, la satisfacción del cumplido se me notaba en la voz y una nota de diversión se me coló luego—. A ti te queda mejor el rojo, debo admitir.

    Podía estar jugándola de cabrón otra vez, pero mentira no era. Su cabello brillaba con esa intensidad estúpida, como las auténticas fauces de un dragón, y siempre me había gustado. Desde que entramos a la escuela y vi su cabeza de fuego, los ojos de ámbar. Llevaba desde el día uno pensándolo, ¿verdad?

    Que era bonito.

    Me correspondió al abrazo unos segundos después, como si al pobre se le hubiera reseteado el cerebro o algo, y se me ensanchó la sonrisa apenas me estrechó con fuerza. Qué va, la alegría y satisfacción que tenía pegadas al rostro tenían que ser de antología. Me dedicó caricias amplias, descomprimiendo hasta la última de las tensiones (si es que había alguna), e inhalé para luego exhalar despacio. Era tan tibio.

    Murmuré un sonido afirmativo y me las arreglé para asentir, así fuera poquito.

    —Un montón de post-its —murmuré con cierto aire ausente, casi como si lo dijera en medio de un sueño, y una risa me vibró en el pecho—. Sí, hazlo. Hazlo, e intentaré hacerlo por ti. Lo prometo.

    Me quedé allí un rato más, mira que alguien iba a convencerme de tener algún apuro. Acabé aflojando el cuello y recosté la cabeza contra la suya, con los ojos cerrados, atendiendo al más mínimo sonido. Cuando me separé, deslicé los brazos por sus hombros con premura hasta regresarlos a mi espacio. Tomé aire, pues, le sonreí y me incorporé con ánimos renovados, cazando la muda de ropa limpia al vuelo.

    —Bueno —solté al aire, dejándola sobre el espaldar de la silla del escritorio, y me volví hacia Cay como si acabara de recordar algo. La diversión se me coló en la sonrisa—. ¿Te vas a quedar mirando~?


    pedazo de multiverso en el que ando roleando a Kohaku en la era heian y acá

    y pedazo de cabrón es este, u were so sweet boy what happened to u
     
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    Era un bicho arisco, eso se sabía aquí, en China y al otro lado del océano, pero aún así había comenzado a aferrarme poco a poco a la estupidez que me habían soltado Yuzu y también Hikari. Lo del fuego, la capacidad de amar y que si lo intentaba aunque fuese un poco podía detener el círculo, romperlo y cambiar la dirección a la que creía que me dirigía inevitablemente.

    De dejarlos irse a todos sin más y quedarme con la sensación de que ni siquiera me habían recordado al desaparecer.

    Me valía también del espejo de Ko, ese que siempre había sido, para terminar de hacerme a la idea. Había bastado que me lo dijera para que lo hiciera, que chasqueara los dedos e hiciera mi magia, esa que siempre me había dado miedo usar. La movida cargaba la fuerza de otras que se llevaban a cabo con el más vicioso de los fuegos, esas que yo veía pero nunca hacía, era el mismo combustible usado para algo distinto. Más estable, si se quiere, menos volátil y errático.

    El idiota se quedó bien a gusto con el cumplido y cabrón como podía ser, me lo regresó, con la diversión impresa en la voz. No iba a negar que había logrado echarme una satisfacción bastante importante encima, con lo que me gustaba a mí la atención, y me sonreí con ganas aunque ya para cuando me fui a sentar a su lado me había sosegado.

    De cualquier manera, fue apretujarlo en ese abrazo y que me entrara hasta sueño. El calor que me transmitía era suave, como el de los rayos del sol en invierno y adormecía en cosa de segundos, aturdía, calmaba hasta el último de los monstruos y dicotomías, que para efectos prácticos eran lo mismo. Pegado como lo tenía a mí lo sentí respirar, también asentir y su voz me llegó algo embotada.

    Un montón de post-its.

    Dios, eres un bebé cuando te da la gana.

    Sí, hazlo. Hazlo, e intentaré hacerlo por ti.

    Lo prometo.

    Dejé de acariciarlo solo para envolverlo entre mis brazos, lo abracé como si no lo hubiese hecho mil veces ya y fue porque encontré en sus palabras tal honestidad que me resultó casi infantil, como la de un crío que te hace una promesa sin pensarla ni dos segundos y luego se va a seguir correteando por el patio, como si nada.

    —Parece que tenemos un trato entonces —dije y solo aflojé el agarre cuando noté sus intenciones de separarse.

    Lo seguí con la vista cuando se incorporó, pues porque qué iba a hacer si no, así que noté la diversión en su sonrisa incluso antes de que soltara la estupidez. Se me escapó una risa por la nariz, me encogí de hombros y me incorporé porque caí entonces que no había sacado mi cambio de ropa. Volví a abrir el armario para ponerme a escarbar, ya de paso dándole la espalda, y me saqué la corbata para dejarla colgada con el resto antes de seguir a lo mío.

    —¿Te imaginas quedarme mirando al que me comió la boca mientras se cambia? Suena ilegal~ —murmuré, ya incapaz de disimular la diversión que me cayó encima y estuve a nada de reírme—. Y yo que me porto tan bien, no hago esas cosas. Qué va.

    Pesqué una camiseta oscura y me desabotoné la camisa con la mano libre, porque la verdad este jodido ya me había desaparecido cualquiera rastro de vergüenza de esa índole que me quedara. La dejé en el armario, lo mismo el blazer, para acomodar todo más tarde o mañana, y me puse la camiseta antes de girar el cuerpo hacia él de nuevo luego de haber sacado otros pantaloncillos.

    —No, ya de verdad, me salgo si quieres —solté completamente serio de la nada, pues porque mentira no era. Claro que no podía dejar el culo quieto del todo—. Y me pierdo del espectáculo.


    Ko en SS: *shy ko-chan noises con Rengo*
    Ko en Gakkou: *absolute brat mode* bueno, entonces vas a mirar o no?

    qué pedazo de trip es leer a este niño en ambos lados, im so in for it
     
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    Apenas le solté la tontería de la promesa sentí que Cay se aferraba a mi espalda con energías renovadas, suspendiendo las caricias para ello, e incluso antes de que abriera la boca lo tomé como una respuesta. Era su manera, quizá, de decir que estaba bien, que me creía y confiaba en mí. En lo que le estaba prometiendo. Me bastaba con ello. Luego afirmó que teníamos un trato, y así eso hubiera alcanzado para despejar dudas, decidí quedarme con el apretón repentino, casi espontáneo, que probablemente le salió antes del corazón que del cerebro. En esos pequeños gestos era donde más brillaban los colores.

    La mierda de andar de voyeur no la traje a colación por ningún motivo en particular, digamos que no era ni había sido nunca de andar arrojando comentarios con dobles intenciones, o pasivo agresivos y esas mierdas. Podía malinterpretarse considerando lo que ya habíamos hecho y tal, pero no le daba la importancia suficiente para restringirme. Sólo me divertía un poquito con él y ya. Cay no se lo tomó con seriedad, de la forma que fuera, y lo seguí de soslayo en lo que iba al armario y se buscaba una muda de ropa. Lo suyo sí que fue bastante más directo pero, otra vez, no me molestaba ni mucho menos.

    —¿Sí? Yo diría que suena bastante plausible —seguí bromeando, porque con la gracia y todo veía bastante normal tomarte ciertas libertades con el imbécil que, citando, ya te había comido la boca—. Pero claro, si eres un angelito, ¿cómo irías a hacer esas cosas?

    Me había distraído entre la respuesta y tal, y cuando se empezó a desabotonar la camisa regresé a lo mío, pues tan cerdo tampoco era. Me quité el blazer, lo doblé sobre el escritorio y tenía ya la mano en los botones de la camisa cuando su voz me alcanzó de nuevas cuentas. Lo miré de costado, notando que ya llevaba la camiseta oscura, y le sonreí.

    —Qué va, ¿fui alguna vez vergonzoso? —repliqué, en tono ligero, y volví a darle la espalda mientras me abría la camisa—. Tampoco hay mucho espectáculo así que haz como te parezca, Cay Cay.

    Decidí responderle más en serio porque le había notado la seriedad en el tono al pobre niño, y cabrón o no también sabía demarcar límites. De la forma que fuera, yo sólo seguí a lo mío y me quité la camisa, doblándola encima del blazer, para meterme dentro de la camiseta. Olía a suavizante.

    —Así que, ¿tenías algo en mente para iniciar este evento histórico? —pregunté desde mi posición, encargándome del cinto para quitarme los pantalones y cambiármelos. De tonto perdí el equilibrio y me fui contra el escritorio mientras tenía un pie en el aire, lo que me coló una risa en la voz—. Soy todo oídos~
     
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    Por más que redujese el mundo a sus partes más racionales o básicas, con tal de eliminarme a mí mismo del entorno, aún así existían momentos como los de ese abrazo y tantos otros donde mandaba al demonio mis checklists, las telas de araña y los cables. Todo lo que me contenía se desvanecía y en cosa de segundos dejaba ver que, al final del día, era tan emocional o incluso más que cualquier otra persona. El fuego no se alimentaba de ninguna objetividad de por sí, era voluble, pasional y caprichoso.

    Como fuese, ya el otro comentario que soltó Ko y que le respondí pecaba hasta de normal, ¿no habíamos hecho el imbécil también los casilleros a ojos de medio mundo? Y eso había sido incluso antes de la fiesta y mis cagadas, así que ya ni sorprendía cualquier estupidez que hiciéramos o dijéramos. Aún así digamos que aproveché el bug, ya que me había estirado el brazo le agarré el codo, casi hasta el hombro como siempre y de ahí que mi respuesta fuera menos sutil.

    —Solo me falta la... Joder, ¿cómo se llama la cosa esta que tienen los ángeles en la cabeza? —añadí tragándome la gracia, incapaz de encontrar la palabra que estaba buscando—. Como sea, que me falta eso nada más.

    Siguió subido en el tren por supuesto, de forma que dejé salir una risa y cuando me miró de costado estuve a nada de ponerme la cara de borrego degollado sin escalas sin ninguna parte. Al final lo descarté un poco porque sí al notar la seriedad con la que me respondía, que se había acoplado a la que yo también había usado al hablar y lo dejé ser. Tampoco iba a quedármele mirando así como un raro, hombre, era pura joda, así que aproveché para cambiarme los pantalones también.

    Estaba por guardarlos en el clóset cuando vi que el otro idiota perdía el equilibro y se me escapó una risa directo del pecho, estuvo a nada de ser una carcajada. Me llevé la mano a la boca mientras ahora sí guardaba los pantalones, tragándome la gracia para ver si le contestaba sin descojonarme al menos.

    —¿Voy a tener que ayudarte, baby? Que te me vas a comer el piso. —Se me aflojó la risa otra vez, pero de cualquier manera ya habiendo guardado la ropa me acerqué al escritorio—. Respecto a este evento de carácter histórico, esta maravillosa velada que he preparado, la junta de idiotas del año... Eh, todos los títulos que quieras ponerle.

    Hice a un lado las porquerías que dejamos encima del escritorio para buscar la laptop y se me prendió la neurona de repente, lo suficiente para abrir Netflix un momento y revisar si estaba la película que le había dicho. Iba a ser que sí, así que la había descargado un poco sin venir a cuento, pero solía pasarme por imbécil así que nada nuevo bajo el sol. Cerré la laptop, abrí una de las gavetas del escritorio para sacar el control de la tele, rodeé a Ko para seguir en dirección a la cama y me dejé caer allí.

    —Que podemos poner la peli ya o ver otra cosa un rato y dejarla para más tarde, nos traemos la cena arriba, tú me dices. También está la consola y el fact de que podemos comer porquerías media hora. —Total que encendí la televisión, puse Netflix y lo dejé allí en lo que abría el paquete de gomitas. Saqué varias y me las llevé a la boca, sin molestarme en comer despacio porque, bueno, estaba con Ko—. Puedes dejar tus cosas en el armario si quieres, por cierto.
     
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    Si a primera vista no poseía dicotomías internas debía ser lisa y llanamente por la misma razón que era capaz de remontarme en el viento, despegar los pies del suelo y navegar el espacio sin límites. No había dicotomías porque de base no existía el conflicto, las fuerzas antagónicas. No había agresividad, violencia ni ego. Mi existencia en sí misma era un cúmulo de tranquilidad, era el mero capricho, transparente como pocos, de pisar y recorrer esta tierra sin pretender dominarla, poseerla o subyugarla. Podía calificar en falta de ambición, claro, de hecho probablemente lo fuera, pero si me daban a elegir... ¿Cambiaría algo?

    ¿Querría reemplazar mi aire por algún otro elemento?

    Alcé las cejas, atento a su voz, y sonreí con una mezcla de ternura y diversión al ver que no le salía una palabra tan sencillita. Igual lo dejé pasar, siendo que habiéndole dado el tiempo para pensarlo luego ya no pareció importarle demasiado. Podría haber apostado un brazo, ya de paso, a que el idiota iba a largar la risa al verme cayendo sobre su escritorio, pero bueno. Cosas que pasaban. Sonreí, levemente contagiado por su gracia, y ya sobre mis dos pies me abroché el pantalón y apoyé las caderas en la madera, buscando sus ojos.

    —Una tentadora oferta, pero gracias, estoy bien.

    Se lo solté con la cara de ángel de toda la vida, obvio, y seguí sus movimientos bastante porque sí al acercarse y enfocarse en la laptop. Me incliné para ver también, ya que no me pesaba andar de chusma, y hablando de aprovechar bugs me posicioné detrás suyo para apoyar la barbilla en su hombro. Entró a Netflix y buscó la peli que habíamos dicho esta mañana, cosa que me hizo vibrar una risa de nada en el pecho. Me había dicho que la había descargado ya ¿y no chequeó antes si estaba en Netflix? Si a veces era tonto y todo, pobre niño.

    En cuanto terminó el trámite volví a erguirme, dejándole su espacio, y lo seguí con la mirada. Se lanzó a la cama con las gomitas y el control remoto, y mientras le hacía caso con dejar la ropa en el ropero le respondí.

    —Podemos ver la peli, sí, me da bastante lo mismo.

    Ya la tenía doblada en una pila, así que fue cosa de transportarla y luego me reuní con él, empujándolo despacito para que me hiciera un lugar. Me recosté en la cama, cruzando los tobillos, y colé la mano dentro de su bolsa de gomitas para llevarme unas pocas a la boca. Mientras masticaba busqué verlo, topando con su perfil, y bastante porque sí le piqué una mejilla.

    —Come más despacio, hombre, pareces una ardilla —anoté luego de haber tragado, sonriendo divertido, aunque por la cercanía me permití hablar en voz baja. Luego regresé la mano a mi espacio y me acomodé con más ganas, desviando mi atención a la tele—. ¿Estás viendo alguna serie, por cierto?

    no sé si quieres que hagamos elipsis o algo en lo que ven la peli JAJAJA y luego podemos seguir con la cena o lo que sea uwu
     
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    La verdad fuese dicha, no era ninguna mente maestra y de hecho pecaba de estúpido una buena parte del tiempo. Si archivaba cosas en la cabeza eran solo las que me interesaran, otro montón se iban a la papelera y por lo mismo a veces no me daba la cabeza para cosas tan sencilla como revisar qué estaba en Netflix y que no. A ver, que si Ko quería juntarse con genios no había elegido al más avispado de la camada, pero bueno al menos no era tan mononeuronal como Arata por decir algo.

    Igual ninguno de los dos era muy listo, como quien dice Dios los crea y el diablo los junta. De ahí también podía venir que luego quedáramos unidos con pegamento industrial, éramos parecidos en un montón de cosas y diferentes en las suficientes para que los engranajes calzaran, las piezas encastraran y funcionáramos casi como complementos a pesar de todo.

    —¿Rechazas una oferta de esta cara? Sacrilegio —dije bastante porque sí, todavía con la diversión en la voz.

    No contaba que el otro aprovechara el momento en que me puse a revisar la laptop para seguir con su kitten mode, así fuera para chusmear lo que estaba haciendo, pero ni una pizca de tensión me cayó en el cuerpo al sentir su barbilla en mi hombro. Es más, cuidadito con esas mierdas, que poco me podía faltar para ronronear por su mera cercanía y no era algo que disimulara ya de por sí.

    Total que accedió a lo primero sin mucha complicación, guardó la ropa en el armario y se acomodó a mi lado, empujándome un poquito para hacerse lugar. Ladeé un poco la mano cuando lo vi acercar la suya a la bolsa, pues para facilitarle el trabajo, y acababa de disponerme a sacar otro poco de gomitas cuando sentí que me picaba la mejilla. Me quedé con el bocado a medio camino cuando me dijo que parecía ardilla, fruncí apenas el ceño y me llevé las golosinas a la boca sin ningún cambio de velocidad.

    —¡Pareceré una ardilla todo lo que me dé la gana! —repliqué con molestia impostada después de tragar, porque tampoco le iba a hablar con la boca llena. Hasta después le contesté la pregunta, obviamente—. La semana pasada me acabé The Hauting of Hill House, la tenía pendiente hace ya rato. Luego no comencé ninguna otra la verdad, así escucho recomendaciones~

    Le había contestado en lo que ponía la peli, pero fue darle play y caer en cuenta de una cosa. Me enderecé, prácticamente el pasé por encima a Ko y le dejé la bolsa de gomitas; desde allí arriba me había detenido en sus ojos un instante, tragándome un poco la gracia antes de seguir a lo mío, que fue traerme el paquete de papitas. Regresé a su lado, me acomodé con ganas y le encajé la cabeza sobre el hombro en lo que abría la bolsa para zambullir la mano, me medio controlé porque había dicho que no iba a dejarlo sin papas y el honor iba primero que el estómago.


    *inserte elipsis indeed*

    Lo corté por ahí para no soltarme un tocho tan de gratis JAJAJS pero ah, la gayness no la controlé como siempre. Pero bueno eso, que whooosh uwu sIGUIENTE TOMA (?
     
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    Que siguiera jugando el papel de cordero de Dios no pudo darme más que gracia porque, venga, si el cabrón aprendía a valerse de eso iba a estar bastante cagado. No que intentara disimularlo mucho pero si no le entregaba en bandeja de plata todas las papeletas para hacer la asociación correcta, pues mejor, ¿verdad? La cosa era que tenía razón, estaba rechazando una oferta de esa carita y a ver, que me dieran pena capital por semejante pecado si querían, me daba igual. Seguro me la merecía.

    —¿Y cuál es la pena, señor juez? —le seguí la broma, sin esperar una respuesta a cambio ni nada.

    Luego me acomodé a su lado, lo molesté con su forma de comer y replicó que se parecería a una ardilla el tiempo que le diera la gana. Sonreí, dejándolo ser, que en definitiva jamás sería mi intención querer cambiarle algo, y alcé un poco las cejas al recibir su respuesta sobre las series.

    —¿Esa no es de terror? ¿Te la viste solo? —inquirí a la carrera, con una cuota de admiración y sorpresa mezcladas en la voz. Había vuelto el rostro para aquello y luego relajé el cuello, distrayéndome en la tele—. Uhm, no he estado viendo nada que valga la pena, pero mamá me dijo que me vea Clickbait. Dijo que es muy buena.

    La peli ya había dado inicio, de modo que entrelacé las manos encima de mi estómago y me quedé bien tranquilito, como un niño educado que llevan al cine. Su movimiento me pilló un poco desprevenido pero sólo lo seguí con la mirada, dando con sus ojos en el momento justo. Parpadeé, su silueta se tragó la luz de la pantalla y sonreí sin más, esperando que acabara su trámite. Fue una tontería, pero sí que me dejó un poco congelado en mi lugar. Sólo un poco.

    Regresé a la normalidad de antes como si nada, se hizo con las papitas y me apoyó la cabeza en el hombro. Me quedé allí, satisfecho con la cercanía como un jodido gato, y metí la mano en la bolsa para llevarme algo de porquería a la boca. Me dio que medio se había controlado para no dejarme sin papitas y en lo que tragaba empujé suavemente la bolsa en su dirección, indicándole que ya podía comer.

    La película resultó que sí estaba buena, la verdad. Tenía un montón de música y el protagonista, pese a lo introvertido que era, se las apañaba para ser muchas veces el centro de atención. Sus bailes por la calle fueron de lo mejor, la verdad. Hacia el final se puso un poco cliché pero, bueno, seguía siendo de Hollywood. Igual me había metido bastante en la historia y me alegró un montón que el ancianito quedara a salvo en el hogar.

    ¿Y Eiza González siempre había estado tan buena?

    Durante la película un poco habré tonteado, digamos que ya me salía del alma. En algún punto alcancé su mano y me puse a trazar caminos distraídos aquí y allá, repasando sus dedos y el dorso, la palma también. Para cuando empezaron los créditos finales ya nos habíamos zampado toda la porquería, como cualquiera habría esperado. Me desperecé, no podía ser de otra manera y dejé caer los brazos a los costados, buscando su rostro de costado.

    —Bueno, final feliz~ —murmuré, aún con algo de sueño, y me acomodé medio sobre mi costado para echarle esta vez yo el peso de mi cabeza sobre el hombro. Bostecé, cubriéndome la boca con la mano—. ¿Y te gustó?


    lo clingy que me imaginé a estos assholes viendo la peli deja en ridículo a cualquier pareja de verdad (???
     
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  10.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Realmente no usaba la cara de cordero degollado con la frecuencia que podría hacerlo, eso en parte porque te me acercabas mucho y te dabas cuenta que con todo y las facciones de crío vivía con cara de moco. En sí no era que pusiera mala cara por gusto, digamos que era mi resting bitch face, al relajar los gestos solo parecía serio al punto de parecer enojado y ya ni le daba muchas vueltas. Era diferente con los chacales, que me volvía mucho más expresivo y de hecho había llegado a sacarle cosas a algunos con la cara de crío en contadísimas veces, pero lo dicho, no usaba el potencial en el resto de gente.

    Igual Ko me seguía todos los teatros habidos y por haber, a veces ya ni sabía por qué, pero no hacía que perdieran su gracia y así fue cuando preguntó por la pena. Todo lo que hice fue dedicarle una sonrisa luego de haber soltado una risilla y lo dejé acomodarse en paz. Su reacción a la respuesta de la serie me agarró un poco en curva, porque no sé, me pareció de lo más normal verme una serie de terror solo y ya. Asentí con la cabeza en respuesta a ambas preguntas antes de escucharlo.

    —¿Clickbait? ¿No era una cosa como de suspenso? —pregunté antes de volver la atención a la tele—. Well, me la anoto~ y luego me aparezco en el santuario a decirle a tu mamá que me la vi.

    Me imaginé subiendo las jodidas escaleras solo para llegar, tocar la puerta y soltarle en la cara a la pobre señora que no me veía desde quién sabe cuánto que me había visto Clickbait, así sin venir a cuento. Casi me dio risa la verdad, pero seguí a lo nuestro y luego de haberme acomodado a su lado como un genuino gato el otro empujó la bolsa de papitas en mi dirección. Me bajé un puño en segundos y ya luego tiré la atención a la bolsa de gomitas, sin moverme de donde me había encajado.

    Las cosas había que decirlas, solo la persecución inicial de la película era una putísima joya y así el final fuera tremendo Hollywood moment, tenía otras tantas escenas que se disfrutaban un montón, eso sin mencionar la música. En parte por eso la había terminado descargando sin revisar, sabía de su existencia más por el soundtrack que por otro cosa y quién era yo para negarme una película bien musicalizada. A su manera, si uno hilaba fino, digamos que servía de ejemplo de que no todo era blanco o negro, que habían un montón de grises en medio, pero al final a pesar de ellos tocaba comerse el castigo de lo que habíamos hecho.

    Algo que nos tocaría a todos nosotros el día que nos pescaran, si lo hacían.

    Cada personaje tenía su cosa, la verdad, obvio mi culo introvertido estaba biased con Ansel Elgort como protagonista introvertido y todo el rollo, pero nadie iba a olvidarse de Eiza, había que ser imbécil.

    Ya para este punto de la vida no éramos nosotros si no hacíamos el imbécil, así que cuando Ko alcanzó mi mano lo dejé hacer con la docilidad de perrito de siempre, de tanto en tanto reflejaba sus caricias y movimientos, en algún punto acabé por pegarme más a él porque ni modo, era débil que te cagas. Me entró hasta sueño, no el suficiente para caer redondo con la peli, pero igual estaba jodidamente atontado allí.

    Cuando terminó Kohaku se desperezó y yo le regresé algo de espacio, enjuagándome los ojos con el dorso de la mano. Buscó mi rostro de costado antes de acomodarse y ahora echarme él la cabeza en el hombro. Le sonreí, pues porque se veía que no podía hacer otra cosa con este niño, y asentí con la cabeza, estirando la mano para pellizcarle la mejilla de puro gusto.

    —Bastante de hecho, el inicio es buenísimo. La música te termina de vender la peli si me lo preguntas. I vibed hard, man. —Regresé la mano a mi espacio, puse la neurona en funcionamiento y pesqué parte de la letra de una de las canciones, no que fuera mi ritmo predilecto pero fuck that—. That's why I'm outta here, baby, before these clowns put me down in the ground, baby. I'm running reds 'til I'm out of this town, baby. You want your money back? Chase me.

    Solté una risa baja cuando terminé, regresé la atención a él y esta vez estiré la mano esta vez para hundirla en su cabello, acariciándolo. Me permití una sonrisa de lo más amplia que casi me hizo cerrar los ojos.

    —¿Y a ti? —pregunté sin detener las caricias—. Ah, ¿y seguirás siendo mi compañero de cine en casa o le temes al éxito?

    Me pareció escuchar ruido abajo, asumí que en la cocina, y me dio por pensar que a tío Finn le habría entrado hambre ya o que mamá había bajado a recalentar la cena para ellos. Cualquiera fuese el caso seguí con la atención puesta en Ko.


    istg sus culos clingy hermana JAJAJA i cant

    bueno i PUT MY SHIT TOGETHER and here i am once again uwu
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    —Sí, de un tipo que aparece en un video poniendo que abusó de mujeres y que si llega a las cinco millones de visualizaciones, pues se muere. Eso es todo lo que sé, pero mal no suena, lo admito. —La imagen de Cay apareciéndose en el santuario con la misma naturalidad que yo le ofrecí galletas a Neve me arrancó una risa—. ¿Te montas el teatro? Ah, pero tienes que tomar otro personaje. El boy scout ya no vale~

    Qué va, seguro mamá también se caía de culo.

    Con la película me distraje un par de veces asimilándonos, tanto a Cay como a mí, al protagonista. Quería decir, era el mismo modelo de tipo introvertido que ni de coña arriesgarías que anda metido en mierdas turbias y tipos peligrosos, pero ahí estaba y la vida se hacía de sorpresas. Al menos el crío este había intentado salirse, estaba ahí casi por obligación, si nos preguntaban a nosotros... ¿qué diríamos? ¿Que disfrutábamos de vivir al borde del peligro? ¿Tratando con salidos de mierda, drogadictos y marginados?

    Ni yo sabía responder, honestamente.

    Estábamos hechos unos puto imbéciles y que me preguntaran si me importaba, llevábamos haciendo el tonto en cualquier lugar desde que habíamos vuelto a encontrarnos en el Sakura y probablemente tuviera que caernos una bomba nuclear encima para repensar la situación. Lo hacíamos porque nos nacía, porque nos sentíamos cómodos y lo disfrutábamos, y pues ¿me generaba conflicto? No, la verdad que ya no. Quizá me había costado un poco lo suyo, pero ya había entendido que Cay estaba bastante grandecito para tomar sus propias decisiones y qué mejor para mí, la verdad, con lo que me gustaba tener a este imbécil cerca.

    O pegado a mí, bueno.

    Luego me acomodé encima suyo, me picó la mejilla y solté una risa floja, de nada. Su voz vibró en su pecho, lo sentí contra el rostro y posé la vista en un punto indefinido de la pared, atento a sus palabras. Luego cantó un poco, pensé que andaba cantando un montón en mi presencia y no sé, me hizo feliz. Era de esos detalles que te hacen realmente creer que una persona se siente cómoda contigo, y no que preocupaciones del estilo me comieran la cabeza a diario pero con Cay me importaba. Me importaba que estuviera a gusto en mi presencia, porque le había pedido el fuego prestado y era lo menos que podía otorgarle a cambio.

    Tranquilidad.

    Lo dejé cantar como probablemente hiciera siempre, sólo disfrutando del momento, y sentir sus dedos hundiéndose en mi cabello ya me hizo cerrar los ojos como un gato mimoso. Hasta me removí un poco, acercándome tantito a su cuerpo.

    —¿Hmm? —fue un murmullo de lo más vago que si acaso vibró en mi garganta y asentí, mi voz se escuchó de casualidad—. Me gustó, sí, las partes musicales son las mejores.

    Volví a abrir los ojos, estirando el cuello para encontrar su rostro, y me había quedado tan cerca que por la pura gracia me estiré un poquito más y le dejé un beso en la línea de la mandíbula.

    —Puedo dejarte elegir la próxima película, te ganaste el derecho —bromeé, una risa breve se me coló en la voz y subí un poco para recostar la cabeza en la almohada, cosa de poder seguir viéndolo—. Así que sí, pero sólo si sigue habiendo papitas en el paquete.

    Y un par de cuddles, pero esos venían en la letra chica, digamos.


    welcome back uwu mi fiesta de bienvenida es uN MONTÓN DE GAYNESS
     
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  12.  
    Zireael

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    ¿Que ya el papel de boy scout estaba tomado? Así no se valía, ¿qué iba a llegar a vender entonces? ¿Cosméticos de catálogo? Bueno, nada que hacerle, algo se me ocurriría si es que de verdad me daba por aparecerme en el santuario cualquier día, cosa que siendo honestos era bastante posible. Ya de por sí pasaba metido en Chiyoda como si fuese mi casa, así que solo era de hacer un desvío y listo.

    Más fantasmas saliendo de las tumbas.

    —Me obligas a ponerme creativo. —Fue todo lo que contesté junto a una risa floja.

    Hombre, el asunto de Baby asimilándose a nuestros culos introvertidos metidos en la mierda tenía tela la verdad, porque al menos este se salía... Es decir, lo encerraban pero se salía del desastre, cosa que vete a saber si alguno de nosotros sería capaz de hacer. Tuviéramos o no las sombras fusionadas al corazón, lo cierto es que para esta altura del partido eran parte de nosotros o del paisaje al que estábamos acostumbrados. Al olor de la hierba, a los dones de mierda como las manos ligeras, a los renegados y todos los demonios que se les parecieran.

    No valía la pena pensarlo mucho. Al final los marginados solo teníamos otros marginados a los que volver.

    Por otro lado, si uno lo pensaba en retrospectiva quizás hasta nos habíamos tardado en hacer el imbécil de verdad, siendo que llevábamos de mano suelta desde el día que nos volvimos a ver las caras. ¿No me había recostado en su regazo en el patio, a los ojos de todo Dios? Y luego el espectáculo en los casilleros, como si fuese medio normal. La realidad era que quizás habíamos estado así de idiotas desde críos, como creía recordar haber pensado en la habitación de huéspedes de Akaisa. Ni idea de todas maneras.

    Pedazo de building up de tensión, eso sí.

    También le había dicho en los cubículos la tranquilidad que me transmitía, con aquella palabra gaélica que había aprendido de mi madre, y es que mentira no era. Kohaku siempre había tenido el poder de detener mi ansiedad en seco, redireccionarme y calmarme el corazón solo con su compañía, como un talismán. Me había brindado esa paz incluso antes de que me dijera que necesitaba mi fuego y yo accediera sin pensarlo un solo segundo.

    Me hizo gracia que cuando hundí la mano en su cabello él cerró los ojos, me recordó a mis gatos y todo, el cabrón hasta se me acercó un poco más cosa que tampoco le iba a impedir. Por mí como si se me quería acurrucar encima, no sé, no planeaba detenerlo. Me respondió bajito y cuando quise acordar ya había estirado el cuello en mi dirección, para luego dejarme un beso en la línea de la mandíbula. El gesto me sacó una sonrisa de idiota y suspiré al escuchar su respuesta a lo de ser mi compañero de cine.

    —¿Solo si hay papitas? A eso se le llama chantaje, espero que lo sepas. Ni modo, ¿con qué cara le negaría algo al cloudy baby? —respondí y me acomodé de costado también, lo miré tragándome un poco la gracia y lo siguiente lo dije casi en un murmuro—. La próxima sale peli de terror~

    Había seguido dedicándole caricias livianas en el cabello, pues porque mano suelta se nacía y eso, así que deslicé la mano hasta su nuca todavía jugando allí con las hebras de nube. Despegué la cabeza de la almohada para acercarme y estamparle un beso en la mejilla sin pensar mucho nada, al pretender regresar a mi espacio anclé la mano en su nuca y me desvié para dejarle un beso en los labios. No cargó particular maña ni nada, un poco fugaz sí que fue y quizás, solo quizás se me notó más de lo que hubiese pretendido que había querido besarlo hace rato, pero ni que pudiese tapar el sol con un dedo.

    Regresé la cabeza a la almohada, reinicié las caricias durante unos segundos y luego deslicé los dedos por la línea de su mandíbula como lo había hecho en el tren, casi con aire distraído. Me prendé a sus ojos, a la resina fría que me hacía las veces de espejo, y volví a sonreírle.


    best fiesta de bienvenida uwuwuwu qué bueno que vengo preparada cON OTRO MONTÓN DE GAYNESS

    no pude detenerlo
    lo habría hecho de haber podido? posiblemente tampoco
    nota mental: no dejarme grandson en loop si me lo avienta shutub
     
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  13.  
    Gigi Blanche

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    Probablemente no me diera la neurona pero ni de coña para dimensionar la envergadura de lo que estaba ocurriendo. Las piezas se movían, los hilos se tensaban y quedaba en manos de pocos la habilidad, puede que incluso el don a secas de apreciar el panorama amplio. Venía de la mano de la abstracción, el pragmatismo y una capacidad de planificación fácilmente confundible con el jodido vaticinio, como si los cabrones se arrancaran de sus cuerpos y pudieran elevarse, metros y metros a nivel del suelo, para observarlo todo al mismo tiempo. ¿A quiénes se lo había visto? A Yako lo sacaba por deducción, aunque por ese entonces aún era demasiado crío. Luego estaba el Krait y si el instinto no me fallaba, Haru. ¿No llevaba un apodo del calibre en el mundo de sombras?

    Ellos podían ver la conexión de todas las cosas.

    Comprender la dirección de los hilos y anticiparla.

    Para evitarla o incentivarla, según el beneficio.

    Era incapaz de asimilar que mi reencuentro con Cay Cay sólo era una pequeña porción de todas las piezas que habían comenzado a moverse, pero siendo honestos, en ese momento tampoco me importaba demasiado. Como si ejercía de peón, incluso de marioneta, podían esperar en la puerta a que decidiera a preocuparme al respecto.

    Incluso entre nosotros puede que los hilos se hubieran ido tensando sin siquiera darnos cuenta, sólo que bajo etiquetas diferentes. Nunca le había dado mucha cabeza pero creía haberme sentido atraído tanto por chicos como por chicas desde siempre, ya luego que pusiera el culo en acción digamos que vino de rebote por toparme con el loco de mierda de Arata, por ser el montón de aire de siempre y seguirle el rollo. Se podría decir que, no lo sé, ¿me activó? A veces pasaban esas mierdas, nadie venía a corromperte ni modificarte desde el núcleo. Sólo te mostraba otras cosas.

    Y resultó que me gustaba.

    Asentí fingiendo pura inocencia a mi condición de las papitas, no porque fuera cierto sino para molestarlo. Tampoco se lo iría a creer, venga. Luego reflejó mi posición y respiré con calma, reparando en sus ojos. No dije nada pues supuse que tenía otra idea estúpida atorada en la cabeza y, de hecho, así fue. Alcé las cejas, fingiendo entre preocupación e indignación, y luego me eché encima la inocencia de antes. La de angelito, vamos, esa con la que negociaba con tíos llenos de tatuajes y perforaciones que me sacaban cabeza y media.

    —¿Hmm? Si quieres que te abrace sólo tienes que pedirlo, Cay Cay.

    En líneas generales no me asustaba de muerte con las pelis de terror, sólo las omitía porque no me llamaban mucho la atención, pero esa falta de experiencia también me llevaba a, no lo sé, no estar entrenado para digerirlas sin riesgo de ataque cardíaco. También dependía la peli, suponía, el tipo de terror y eso.

    En lo que lo molestaba había seguido acariciándome el cabello, fui consciente a todo momento del recorrido que ejecutaba su mano así no lo demostrara o reaccionara al respecto. La cercanía en la nuca me lanzó apenas un cosquilleo por la zona, ni modo, y me quedé quieto. Cay se estiró para dejarme un beso en la mejilla y entrecerré los ojos, simplemente disfrutándolo. Tenía la sonrisa pegada al rostro cuando viró la dirección, cuando me ancló la mano en la nuca y encontró mis labios. No pretendí modificar ninguna de sus intenciones, le correspondí tranquilo y sentí la cuota de satisfacción que me concedió toda la movida como el cabrón que a veces podía ser.

    Busqué sus ojos de inmediato tras haber regresado a su posición inicial, reinició las caricias en mi cabello y esa tontería me reactivó también. La sonrisa me suavizó la mirada.

    —¿Tomando la iniciativa, Cay Cay? Qué osado~ —lo molesté casi en un susurro, mi mano comenzó a vagar en el espacio entre nosotros sin dirección real, rozando de vez en cuando la tela de su camiseta.

    Dios, lo divertido que era molestarlo tendría que ser ilegal. Me quedé allí, con la sonrisita de ángel, así me siguiera lanzando chispazos sutiles de satisfacción aquí y allá. En especial cuando volvió a trazar la línea de mi mandíbula y se prendió a mis ojos, cosa que reflejé sin cuestionármelo mucho. Puede, sólo que puede sin querer, mi mano halla encontrado su cintura brevemente en reacción a sus caricias.

    —Te saqué bueno, ¿a que sí~?
     
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  14.  
    Zireael

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    Hilos, telas de araña, cordones de seda y el tablero encima del vórtice; el mundo era un cuadrado de cincuenta por cincuenta centímetros y aún así debajo de él discurrían las hebras de plata, las doradas y las del más puro vantablack, como algo orgánico.

    Éramos piezas que avanzábamos por el tablero o elementos que nos alazábamos sobre el panorama a mayor o menor altura, para observar el escenario desde el privilegio de las mentes rígidas, más parecidas a máquinas que a corazones capaces de bombear sangre. Leíamos, procesábamos y nos anticipábamos para sobrevivir o conquistar según nos interesara.

    Un don de mierda que alguno ni sabíamos que poseíamos.

    Los hilos se habían esparcido frente a mis ojos, habían cubierto el sol y luego despejaron el cielo de nuevas cuentas. Los vi atravesarme el pecho, abrirme la piel y hacerme picadillo el corazón al avanzar a una velocidad vertiginosa, capaz de alcanzar hasta los huesos y sacarles chispa. Aún así mi visión era limitada en comparación a la de otros o extremadamente selectiva, porque podía ignorarlos el resto del tiempo, al menos hasta que tuvieran algo importante que anunciar.

    Un peligro inminente por ejemplo.

    Con Ko no percibía peligro alguno, no había miedo que reactivara el brillo de la seda y así sintiera la tensión de las hebras que nos unían no reaccionaba con si fuese algo de lo que hubiese que correr o poner distancia. De hecho el vibrar de las cuerdas no hacía más que incentivarme a acercarme, avanzar y pegarme allí, donde más que escuchar las notas pudiese sentirlas repercutir en mi cuerpo. Era una cosa de confianza ciega y ya, como siempre, de comodidad y quizás hasta de capricho si lo rebuscaba mucho.

    De nuevo, nunca fui de piedra, cuando me atraía alguien lo reconocía para mí mismo y vivía con ello antes de dejarlo correr como casi todo lo demás. No lo externalizaba, mucho menos tenía iniciativa de ninguna clase, si acaso picaba un poco cuando andaba con el mood de los negocios y ahí moría la flor en su mayoría de casos. Así que con esta tontería iba dando palos de ciego, pero habían muchas cosas que me iba dando cuenta rozaban lo institivo y de poco o nada servía buscar controlarlas. Igual si en algo tenía razón Discordia era en la mierda de que seguramente me iban más los tíos, pero no que importara mucho.

    Me hizo toda la gracia eso sí que Ko me soltara la estupidez de turno con la cara de angelito, solté una risa baja y le repasé las facciones de puro gusto la verdad.

    —Últimamente si quiero un abrazo solo lo busco —respondí un poco porque sí, con algo de diversión en la voz.

    Me dejó hacer mi movida, me correspondió y cuando regresé a mi posición encontró mis ojos sin mayor complicación. Su comentario me amplió ligeramente la sonrisa y me desinflé los pulmones sin prisa al notar que su mano había empezado a navegar el espacio sin particular dirección.

    —Quizás~ —atajé a lo de la iniciativa y ahora fui yo el que se puso la cara de borrego a medio morir—. Solo quería un poquito de cariño.

    El pecho me vibró en un risa floja en lo que los dedos que habían delineado su mandíbula seguían a su mentón antes de dejarlo quieto con todo y que sentí su mano encontrar mi cintura un instante. De paso me encogí de hombros ante sus siguientes palabras y todavía con los ojos de cordero volví a encontrar su mirada luego de haberme detenido en el recorrido que tracé con la mano. Me lo pensé un segundo y acerqué mi rostro al suyo.

    —Abrázame —pedí en un susurro de lo más diligente de repente, antes de volver a estirarme hacia él, los mechones de fuego se arrastraron por la almohada y uní nuestros labios de nuevo un momento—, que tampoco soy de hacerme el difícil ni nada. Y ya que estamos en horario de peticiones, ¿qué tal si me besas?

    La pregunta, sugerencia, petición o lo que fuese era más por hacer el tonto en realidad. Me acomodé mejor de forma que me las arreglé para pegarme a él un poco más, encajarme debajo de su mentón y buscar el hueco entre su cuello y su hombro como si fuese un gato. Inhalé despacio y exhalé de la misma forma, echándole mi respiración encima sin querer realmente. Su cuerpo se me antojó de lo más cálido y casi por inercia mi mano encontró su cintura, su espalda baja después y terminé por colar la mano bajo su camiseta solo porque se me antojó robarle algo más de calidez directamente.
     
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    Gigi Blanche

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    Me quedé sonriendo con una mezcla de gracia e incredulidad en cuanto decidió por fin usar la cara de cordero degollado. En este hueco del infierno todos podíamos ser unos cabrones y lo sabía, incluso se podría decir que a veces buscaba provocarlo, incentivarlo a pulso. ¿Las razones? Qué más daban. El caso fue que Cay me echó la cara encima y solté el aire en una risa nasal bastante floja, porque si le daba por jugar la carta más seguido probablemente me tuviera lustrándole los zapatos o algo en cero coma. Eran los beneficios de los cara de bebé.

    Si no lo sabría yo.

    ¿Y ahora la usaban conmigo? Pero qué vergüenza.

    —¿Cariño? —más que replicar, tuve ganas de saborear la palabra y ensanché la sonrisa, tranquilo como siempre pese a lo que saliera de mi boca—. Con todo gusto~

    Se siguió aprovechando de su cara, el muy cabrón, no me quitó la mirada de encima y me pregunté adónde coño se había ido el introvertido de cajón que huía como gato arisco. No que lo quisiera de vuelta, pero ¿y esa falta de piedad? ¿Era por haberlo molestado desde la mañana? ¿Karma o algo?

    Abrázame.

    Venga, ya.

    No me separé de sus ojos ni un instante, sentía que su resina era capaz de quemar si le prestaba la suficiente atención y un chispazo ambarino brilló con fuerza, se asemejó a la ligera corriente de tensión bajando rauda por mi espalda. Mi mano alcanzó su cintura casi en automático, deslizándose sobre la tela para afianzar el contacto, y recibí sus labios antes de que se acomodara en mi cuello. Lo dejé allí un par de segundos, entibiándome la piel con su respiración, y por reflejo me pegué un poquito a él cuando coló la mano. Estaba fría y el golpe de temperatura me arrancó una sonrisa, como si hubiera reiniciado los sistemas.

    O los hubiera calentado, ni idea.

    —Abrazo —murmuré, rodeando su cintura con más ganas—, hecho.

    Aproveché la movida para pegarlo a mí, acomodé la barbilla entre su mata de pelo fuego y medio le copié la movida, navegando su espalda hasta colarme por debajo de la camiseta. Sólo que me quedé allí, en la parte baja.

    —Sobre el beso...

    La diversión se me imprimió en la voz y despegué el torso para encontrar sus ojos e inclinarme. Me moví con calma, me acerqué a su rostro y le dejé un beso superficial en los labios. No retrocedí, sin embargo, solté el aire por la nariz y le di otro un poquito más largo. Mi mano presionó la piel de su espalda baja, estaba tibia y mi rodilla rozó la suya al besarlo por tercera vez. Acabé hundiendo la cabeza en la almohada, cosa de ladear el rostro y acentuar el contacto.

    —Perdón, ¿habías pedido solo uno? —susurré contra sus labios, tragándome la gracia—. Porque creo que me pasé.


    MAYBE IM A TOTAL WRECK SO DRAIN MY BLOOD UNTIL THERES NOTHING LEFT
     
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  16.  
    Zireael

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    Ya dicho estaba, no usaba la cara de crío con la frecuencia que podría, pero cuando se me ocurría no me costaba un pelo. Estaba allí prácticamente haciéndole ojitos de cachorro a Ko y poco o nada le importaba a mi orgullo, me salía tan natural que debía hasta dar risa si uno lo pensaba mucho. De hecho él se permitió una risa de lo más floja y se me ocurrió que al pobre le estaba regresando la jugada que debía aplicarle a Dios y diablo, cosa que me echó encima cierta satisfacción.

    Se le ensanchó la sonrisa cuando preguntó lo del cariño y yo, que ya estaba metido en el papel o quién sabe qué cojones, asentí apenas con la cabeza como un chiquillo de lo más educado. Hombre, seguro así cualquiera hasta se creía que no andaba haciendo ilegalidades y todo.

    Me recibió, obviamente, su mano alcanzó mi cintura en lo que me acomodaba en su cuello y la risa baja que me salió del pecho fue más parecida a un ronroneo de lo que me hubiese gustado admitir. Me rodeó la cintura con más ganas, cumpliendo la petición del abrazo y mejor dicho que me derretí allí bajo su tacto. Lo sentí acomodar la barbilla en mi cabello, reflejar mi movida y volví a desinflarme los pulmones sin prisa, sin molestarme en disimular el gusto que encontré al sentir su mano contra mi piel.

    Thanks, sir —murmuré y una risa ligera se me coló en la voz—. Me gustan un montón tus abrazos.

    No puso peros para concederme el resto del deseo, se despegó y se acercó para dejarme un beso de nada en los labios que recibí más que gustoso. No retrocedió y me relamí los labios medio por reflejo, medio por manía antes de recibirlo de nuevas cuentas, fue apenas algo más largo. Ya para cuando me besó la tercera vez me aflojó un par de cables al presionarme la piel, me sonreí contra sus labios y exhalé lentamente cuando lo sentí acentuar el contacto.

    Seguro se me notó en la cara que lo eché en falta en el segundo en que se separó lo suficiente para hablarme, pero que me preguntaran si me importaba.

    —¿Hmh? Yo solo te pedí que me besaras, no dije cuántas veces —respondí en un murmuro también, me prendé a sus ojos y le dediqué una sonrisa que casi rozó lo inocentón—. Me divierto con los vacíos legales~

    La mano que había colado bajo su camiseta navegó su espalda baja, presioné apenas los dedos contra su piel y luego la deslicé hacia su costado, subiendo hacia la cintura. Volví a buscar sus labios entonces, solo que esta vez no vi por dónde romper el contacto y me las arreglé para empujarlo suavemente con mi cuerpo, cosa de que medio echara la espalda en el colchón, y le dejé ir apenas algo de peso encima. Nada loco, vamos.

    Ladeé la cabeza, buscando acentuar el contacto e hice un intento casi tímido de colarme en su boca que no terminó en nada porque retrocedí entonces. Deslicé los labios a su mentón, luego a su mejilla donde le dejé un primer beso ligero, luego otro y otro que me aflojó una risilla, antes de seguir hasta alcanzar su oído.

    —Quiero más —susurré como si fuese una confidencia—. Así que pásate todo lo que quieras.

    Pedazo de doble sentido, madre de Dios, lo peor es que lo solté así de fresco porque no caí en lo ambiguo de la cuestión hasta que ya había abierto la boca. Reí casi para mí mismo todavía cerca de su oído y retrocedí lo suficiente para dejarle un beso en la línea de la mandíbula. De hecho tracé un camino de regreso a sus labios y la verdad es que fue lento a cagar.

    Volví a conectar con su mirada, me tragué la gracia y me quedé a un centímetro de su boca, repasándole las facciones sin prisa ni vergüenza alguna.

    —Con semejante carita de ángel normal que me tengas así de estúpido —solté sin más, bastante entretenido con mi propia confesión.

    You cute little bitch.

    Deslicé la mano fuera de su ropa, rozando su piel en el proceso y alcancé su mejilla con la yema de los dedos, delineé su rostro para finalmente alcanzar sus labios, delineándolos de la misma manera con aire distraído. Obviamente tenía la neurona llena de aire ahora mismo, el suficiente para entregarle un montón de oxígeno a mi fuego y ni idea si era bueno o no.


    MAYBE I WON'T REPENT. LIVE A LIE AND LET THE VULTURES IN
     
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    Gigi Blanche

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    En esencia, nuestra relación nunca se había alterado demasiado. Quería decir, podíamos haberle agregado alguna que otra mierda propia de haber crecido, quizá, pero todo el rollo de la diligencia, la confianza y la complacencia siempre habían estado. Cay nunca me había rechazado en su espacio, yo a él menos, y los recuerdos me resultaban tan difusos al punto de sentir que había sido así desde el segundo cero de conocernos. Ni idea, extraño me sonaba, pero lo dicho: me había quedado grabado así en el corazón y pues, nada que hacerle.

    El cabrón siguió aprovechándose de sus ojos de cachorro y no me molesté demasiado en disimular el efecto que provocaba, la verdad. Nunca había sido un tipo orgulloso, vanidoso aún menos, de modo que alguien devolviéndome la jugada antes de molestarme, digamos que me causaba gracia. Pero si así lo sentía, si me nacía del pecho, no tenía reparos en lanzarme de cabeza. Igual debería recibir una medalla o algo.

    No era tan fácil ganarme de esa manera.

    Estaba hecho un jodido gatito mimoso y cuando confesó que le gustaban mis abrazos me robó una sonrisa de lo más cálida. En respuesta, lo apretujé brevemente. Estaba a gusto que te cagas, yo igual pero viniendo de mí no era tan extraño. Se me ocurrió pensar que Cay nunca me había rechazado en su espacio, eso era cierto, pero ahora buscaba el contacto activamente, lo pedía incluso, y ya no sentí ni en un músculo del cuerpo la culpa de imponerle nada. No sentí nada en absoluto más que una satisfacción estúpida, de esas con el poder de chispear aquí, chispear allá, y activar los circuitos.

    De arrastrarlo de regreso a mi propia cueva.

    Seguí limitándome a responder con sonrisas algo incrédulas, al ver su cara apenas separarme y decir que disfrutaba los vacíos legales. Relajé el cuello en la almohada, no me separé de sus ojos ni un instante y tracé caminos azarosos en la piel de su espalda.

    —Peligroso cuanto menos, viniendo de un tipo de negocios —le seguí la gracia, pues porque sí.

    Su mano reaccionó también, fui consciente a cagar del camino que trazaba y la piel se me erizó un poco. De alguna forma leí en sus ojos, en sus movimientos, que iba a volver a besarme y lo recibí con un gusto estúpido. Le dejé recostarme en el colchón, así fuera parcialmente, y la mano que hasta ahora había tenido inútil reemplazó a la otra en su espalda. Subió un par de centímetros, presionó, y la que había liberado la hundí en su cabello. Ladeé el rostro de la misma forma que él, sólo que en espejo, y despegué la cabeza de la almohada un segundo al sentir que iba a colarse en mi boca. No lo hizo, sin embargo, y la tontería vibró en mi pecho, en una especie de risa contenida.

    Ah, ilusionándome y todo, el jodido.

    Volví a dejarme caer, desinflándome los pulmones por la nariz, y permanecí con los ojos cerrados al sentir el camino que fue trazando por mi rostro. El mentón, la mejilla, mi mano en su cabello se entretuvo entre las hebras de fuego y se amoldó sin fuerza en su nuca. Entreabrí los ojos al escucharlo, deslizando la mirada hacia su silueta.

    Quiero más.

    Pero bueno, Cay Cay.

    Sonreí, fue una sonrisa bastante cabrona que quedó a medio camino de convertirse en una risa cuando los besos se reiniciaron. Volví a cerrar los ojos, respirando con cierta pesadez, y busqué su mirada en cuanto se dejó de juegos. La resina con la que topé seguía siendo tan cálida como siempre, pero de mano y lengua suelta como andaba el imbécil no pude evitar pensarlo.

    Que la noche estaba cayendo sobre nosotros.

    Soltó la confesión de turno y con los cables flojos y todo, consiguió imprimirle una ternura diferente a mi sonrisa. Tampoco iba a tapar el sol con un dedo, si al crío lo quería un huevo y medio y encima estaba ahí, haciéndome la fiesta con unas ganas que daban gusto. Su mano delineó mi rostro y parpadeé con pesadez, disfrutando de cada pequeña mierda, hasta que alcanzó mis labios y mi sonrisa se ensanchó. Sólo que con un tinte diferente.

    —Diría que no la aprendiste de mí —susurré liviano, haciendo referencia a su dichosa carita de ángel, mientras mi mano se entretenía en su cabello—, pero igual te sale muy bien~

    Como para negarte algo, anda.

    ¿Querías más, dijiste?

    Sus dedos en mis labios me arrojaron un chispazo de energía por la columna, ni modo, y me tragué las ganas de metérmelos en la boca porque me parecía un poco mucho. Lo dejé hacer su tontería, en reemplazo, y paseé la vista por lo que se me permitía de su silueta. El cabello, los labios, la línea de la mandíbula, su cuello y lo que asomaba de las clavículas. No me decidía, la verdad, pero al final me ganaron las ganas y decidí aprovecharme de los vacíos legales.

    Ya que él los disfrutaba tanto, quería decir.

    Me relamí apenas, y por cómo mi vista se quedó prendada a su cuello supe que se anticiparía la movida. Despegué la cabeza de la almohada, lo suficiente para alcanzar su piel, y mi mano se ancló en su nuca con la fuerza suficiente para mantenerlo en su lugar. No que fuera a escapar, pero por la gracia. Le respiré encima, volví a humedecerme los labios y los presioné con ganas en su cuello, justo debajo de su mandíbula. Fue un beso húmedo, me vacié los pulmones y arrastré los labios en descenso. Me hundí en su curvatura, le clavé la yema de los dedos cerca de la línea del hombro y presioné la lengua directamente. Una, dos veces, hasta que el calor se me pegó al cuerpo y seguí bajando. Mi otra mano, entre tanto, navegó su espalda casi a tientas y cuando me clavé la jugada, cuando lo mordí cerca del hombro con una ligera cuota de fuerza, me afirmé en su espalda baja para pegarlo a mí de un segundo al otro.

    El aire se me escapó de los pulmones en una risa floja y le dejé un beso encima de la mordida, balanceando el peso para terminar de recostarme boca arriba en la cama. Y me lo arrastré conmigo, claro.

    —Ups —murmuré de lo más divertido, relajando el cuello en la almohada para repasar sus facciones—. ¿Ese tipo de vacíos legales, decías?
     
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    Si alguien me ponía a intentar recordar el momento en que dejé a Kohaku entrar a mi espacio o lo acepté dentro de mi cueva posiblemente no lograra llegar a ninguna parte. No había un momento clave, un punto de quiebre ni nada específico que me hubiese grabado el momento en la cabeza con hierro caliente y de ahí venía esa sensación atemporal de que las cosas sencillamente habían sido así siempre. Que este crío había aparecido con sus ojos de resina, su cara de no matar una mosca y yo le había vendido el alma sin fijarme en la letra pequeña del contrato con el Underlord ni nada.

    ¿Qué iba a decir el pedazo de papel de todas formas?

    Había nacido de una bestia de sombras, más jodido que eso no se podía estar.

    Al Infierno me iba por consanguinidad.

    No parecía muy alejado de la realidad tampoco, lo de vender mi alma quería decir, me veías con esta cara de moco pero bastaban dos mimos de la persona correcta para que mi carácter se volviera al revés. Venía de la mano con el fuego suponía, me adaptaba a corrientes de aire exageradamente discretas algunas veces y eso, para la gracia, incluía a Ko que no era más que un cuerpo de aire. No pretendí encerrarlo nunca, porque era imbécil pero no tanto, así que todo lo que hice fue adaptarme y ya luego me llevó el diablo cuando se esfumó, claro, pero eso era culpa mía por quedarme de brazos cruzados.

    Nada que importara demasiado ahora mismo.

    Después de que le soltara que me gustaban sus abrazos me apretujó y seguí allí, viviendo mi mejor vida entre sus brazos. Respiré tranquilo, lo dejé hacer y pensé que quizás estaba haciendo algunas cosas diferente, que podía pecar de estupidez, pero el solo hecho de que pudiese abrir la boca para pedirle a Ko que me abrazara, era un paso en una dirección nueva que quizás me alejara de ese miedo estúpido de dejar a todos irse o no ser elegido por nadie. La verdad también podía ser mucho más sencilla, para qué mentir, porque este idiota tenía un fragmento de mi hogar en el centro del pecho, de allí de donde surgía el hilo plateado que me atravesaba.

    Su comentario respecto a lo de los vacíos legales me hizo soltar una risa por la nariz, fui consciente de los caminos que trazó en mi piel y parpadeé despacio, relajado hasta decir basta.

    —Oye, los vacíos legales aseguran oportunidades y necesito un montón de esas para montarme mis teatros —respondí en voz baja y con todo en la estupidez había algo de cierto.

    Era necio como la mierda después de todo, eso se sabía, y aunque no pareciera había ciertas cosas que perseguía como un puto obseso. Mi dichosa admiración era de esas o si acaso la única, y para conseguir así fuese una fracción de ella me había aprovechado de cientos de huecos en la moral de más de un diablo y en la propia. Con mi juego de luces, las manos largas y los negocios de mierda.

    De cualquier forma Ko me recibió como llevaba haciendo, bueno, desde siempre si ampliábamos el asunto a algo más allá de las comidas de boca. Sentí su mano en la espalda, luego en el cabello y estuve a nada de ahogar un suspiro contra sus labios, pues porque la carne era débil y tal. En todo caso no me pasó desapercibido el hecho de que despegó la cabeza de la almohada por mi gracia, no había sido el plan pero al pobre cabrón hasta lo había emocionado sin venir a cuento y no sé, me dieron ganas hasta de jugar un poquito con él.

    Como si tuviese el derecho o algo.

    De haberle visto la sonrisa la habría encasillado de una sola vez en la caja de sonrisas de mierda que era capaz de permitirse Kohaku, pero estaba ocupado con otras cosas, en dejar las sombras palpitar más o menos al ritmo que les diera la gana o el que dictara el fuego que les permitía existir. Noté que cuando alcancé sus labios la sonrisa se le ensanchó y la reflejé sin siquiera darme cuenta. Me permití cerrar los ojos unos segundos, fue una reacción a su mano entre mi cabello todavía y volví a mirarlo después.

    Otra vez, la movida de haber alcanzado sus labios con los dedos no tenía una razón específica de ser, pero tenía la cantidad suficiente de cables flojos en la cabeza para pensar algunas mierdas y cuando quise darme cuenta tuve la jodida imagen mental de que en vez de dejarme hacer tan pancho se los hubiese llevado a la boca. No reaccioné visiblemente a la estupidez que me cruzó la cabeza porque luego seguro el jodido este no me dejaba tranquilo antes de concederme el deseo, siendo que comenzaba a ser terriblemente consciente de que habrían pocas cosas que Ko me negaría, así que solo lo dejé pasar.

    O lo dejé para después, ni idea.

    Lo noté repasarme con la vista y tampoco hacía falta ser una mente maestra para suponer que estaba sopesando sus opciones, pero bastó que los ojos se le quedaran pegados a mi cuello para que la expectativa me arrojara encima algo de necesidad. Su mano se ancló a mi nuca con cierta cuota de fuerza, imaginé que para mantenerme donde estaba, y un chispazo de mierda me corrió por la columna incluso antes de que me respirara encima, que fue cuando ladeé la cabeza para dejarle todo el espacio que necesitara. Ya cuando sentí sus labios contra la piel pasé saliva, lo mismo cuando descendió y cuando presionó la lengua se me escapó un suspiro pesado.

    El cabrón me tiró encima una oleada de calor con la movida, así que ya para cuando siguió el espectáculo, me encajó la mordida y me pegó a él de repente despegué los labios, lanzando el suspiro al aire. Para terminar de hacerla se permitió una risa floja, me besó la mordida y respiré por la boca, incapaz de poner ninguna resistencia cuando me arrastró consigo, si acaso usé la mano libre para no ir a echarle todo el peso de golpe.

    Su voz me alcanzó después y encontré sus ojos de nuevas cuentas, todavía más atontado que antes. La mano con que no estaba sosteniendo mi peso volvió a su rostro, se ancló a su mejilla para dedicarle una caricia suave y me incliné hacia él ya con las neuronas bastante fritas.

    —Sí. —La respuesta me salió como una exhalación—. Se ve que estamos hablando el mismo idioma.

    No solté la risa, pero sí que me sonreí con ganas apenas un segundo antes de írmele encima y atrapar sus labios otra vez. Ladeé la cabeza al segundo, impaciente a cagar, y de nuevo hice el intento de colarme en su boca. Esta vez sí fue por la pura gracia, que me había quedado con las ganas de picarlo un poco, pero igual no tardé mucho en culminar la movida. Lo insté a separar los labios con el pulgar aprovechando que tenía la mano cerca y deslicé la lengua despacio, sin nada de la prisa que había en mis movimientos iniciales, pero precisamente por eso posiblemente fue el beso más profundo que le había dado desde que se nos había volado la pinza. Me empujé dentro de su boca, busqué su lengua y ahogué un suspiro en el proceso.

    Despegué la mano de su rostro para deslizarla a su cuello, a sus clavículas después y finalmente la anclé en el colchón junto a la otra.

    Que no se notaran las ganas, qué va.
     
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    Gigi Blanche

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    La oscuridad ni idea de dónde salía, la verdad. Podía comprenderla, incluso rastrearla de casi todos los idiotas que me rodeaban. La familia disfuncional de los Fujiwara, el padre ausente de Cayden, lo mismo con Arata. La sangre yakuza en las venas de los Minami, e incluso, si lo estiraba, podía comprender que Rei hubiera acabado metido en la mierda, entre los dramas ya históricos de las diferentes ramas de los Ishikawa y la relación complicada que llevaba con sus viejos. Anna también estaba sola como la mierda, ¿y yo? El único imbécil que podía equiparar a mi situación estaba ahora bajo tierra.

    Ya no podía preguntarle a Yako de dónde coño había palpitado su oscuridad.

    Llegados a este punto tampoco me la cuestionaba demasiado. Me gustaba, a quién iba a engañar, la disfrutaba y me valía de ella para sacarle algo de provecho a la vida. Puede que fuera el único lugar donde me contradijera a mí mismo, donde suspendía la tranquilidad del día a día para empujarme al borde del puto abismo, para arrojarme a una pira y que me ardieran los pulmones. Para morir, así fuera unos pocos segundos.

    La petite mort.

    —Tú y tus teatros —solté en una especie de suspiro, entre divertido y resignado—. Te iría bien como director de circo, ordenando a un montón de bestias.

    Si escarbaba demasiado la idea resultaba hasta un poco inquietante, pero lo había soltado por la gracia y bueno, digamos que no creía estar del todo errado. Quizá Cayden se empujara al borde del abismo para que un montón de personas lo vieran hacerlo, para robarles una pizca de aliento y forzarlos a reparar en su entera existencia. Puede que fuera su propia muerte, tentando los límites de lo moralmente correcto. De la auto preservación incluso.

    Que yo no lo sabía, pero mira que ir a encerrarse con un loco en una sala privada.

    Igual ahora estábamos ahí, en la misma página como él decía, y realmente llevábamos atascados en ese hueco del infierno desde que me lo arrastré a esa habitación de huéspedes, para protegerlo del mundo y el montón de gente capaz de verlo al borde del risco. Lo alejé de ese abismo sólo para llevármelo a otro, a uno donde el fuego ardía y rezumaba de las profundidades. Donde podía quemarse, probablemente lo hiciera, y allí radicaba la puta gracia del asunto.

    Sus suspiros cayeron uno detrás de otro, provocándome una satisfacción estúpida, y recibí sus caricias en la mejilla como un puto cachorro. Lo vi en sus ojos, vi la cuota de lejanía y se me ocurrió adivinar que el idiota ya estaba cayendo. Que ya se había dejado caer y que sólo era cuestión de tiempo.

    Y cayó.

    Se lanzó a mis labios con bastante impaciencia, su sonrisa de un segundo antes aún palpitaba contra mis párpados cerrados y arrastré los dedos por su cabello con ganas, correspondiéndole. Lo besé con una intensidad estúpida, la misma que él le estaba imprimiendo, y quise pensar que aún no cenábamos, que aún no nos bañábamos siquiera. Que abajo estaban Neve y Finn. Y su pulgar alcanzó mis labios.

    Esa jodida estupidez me lanzó un calor encima que me obligó a soltar el aire de golpe, por la nariz, y obedecí de lo más diligente. Me la veía venir, de hecho la expectativa se había cargado como una bomba y en cuanto coló la lengua, en cuanto la recibí y la presioné contra la mía, despegué las caderas del colchón para pegarme a su cuerpo.

    Para sentirlo.

    Su mano se deslizó, pasó por mi cuello, mis clavículas, y sólo quise que me siguiera tocando. Mantuve aquel ritmo, lento y aún así profundo, lo besé como si tuviéramos todo el jodido tiempo del mundo y es que, en serio, ¿no lo teníamos? Seguí aferrado a su cabello, ya de paso, y si me separé fue sólo porque me entraron estas ganas estúpidas de repasar su rostro.

    —A ver —murmuré, divertido, aún con las sensaciones a flor de piel, y deslicé la mano para quitarle el cabello de la cara. Venga, si es que era precioso el cabrón—. No quiero ser un puto aguafiestas, pero ¿no deberíamos bañarnos y todo eso primero?


    Ko-chan sólo quiere comérselo pero limpito okya
     
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    Con todo y mi naturaleza, con el fuego, con el amor estúpido que podía entregarle a los demás, la verdad era que tenía la oscuridad propia y ajena bastante naturalizada. La veía, la aceptaba y no la cuestionaba demasiado en tanto supiera palpitar al ritmo de mis propias sombras, en tanto pudiese leerla y acompasarme a las corrientes de aire. Yako y Kohaku eran... casos particulares, por decir algo, la oscuridad parecía salida de la nada y aún así era igual de natural, de ahí que no la cuestionara.

    Y me atrajera como la sangre derramada a cualquier canino asilvestrado o un genuino perro de caza.

    Encontraba en las sombras algo placentero, podía ser reconfortante o instigador a secas, cualquiera me venía bien a decir verdad. Caminaba por el borde de un pozo, recibía la ventisca que surgía del fondo como el aliento de un monstruo y dejaba al fuego alzarse al ritmo de esa bocanada de oxígeno venida de lo profundo de la tierra o quién sabe dónde.

    ¿Que si Ko me había abierto las puertas de par en par para disfrutar las sombras de forma distinta? Pues sí.

    Solté el aire por la nariz al escuchar su respuesta a lo de mis teatros, la exhalación se transformó en una risa cuando dijo lo de director de circo y es que tenía su gracia. Si desviaba la cosa lo suficiente el papel me quedaba como anillo al dedo, ya no por lo de ordenar las bestias, si no por llevarme el reflector como un hijo de puta. Que me vieran caminar la cuerda floja sobre el pozo, jugarme la puta carne en el proceso, pero que no despegaran los ojos de mí.

    No les dejaba más elección que esa.

    Mirar, mirar y mirar, hasta que mi cuerpo hiciera combustión y todos se olvidaran de que había sido un fantasma alguna vez. Enseñarle al mismísimo Satanás que nadie tenía derecho a olvidarme, dejarme y seguir como si no hubiese significado una mierda. ¿La lección era para mí mismo o para el resto del mundo? Ambas quizás, con dieciocho años me comencé a dar cuenta que seguramente eso no era ni la punta del iceberg.

    —¿Tú crees? Igual y acabamos de descubrir mi nueva vocación —susurré, bastante entretenido con la tontería a pesar del huevo de cosas que estaba pensando en consecuencia.

    De vez en cuando mi cuerda floja se reventaba y caía al abismo, otras tantas, como esa y las otras que llevábamos clavándonos desde hace ya días, me hacían cortar la cuerda a voluntad y caer sin preocupación alguna en la negrura que me esperaba debajo. Donde me recibía su cuerpo tibio, sus labios y sus dedos se hundían en la mata de fuego.

    Me correspondió el beso, sus dedos se arrastraron por mi cabello y un suspiro de nada fue a morir en su boca como reacción. Cuando me clavé la jugada de instarlo a separar los labios noté que soltaba el aire por la nariz, me cayó de repente la realización de que no solo acababa de pausar cosas como la cena y tal, sino que abajo se escuchaba mi madre y tío Finn. La estupidez en vez de detenerme me jodió un par de conexiones, ni idea, y volví a sonreír en medio del jodido beso que parecía un intento por fusionarme con él.

    El cabrón despegó las caderas del colchón para pegarse a mí y me hizo respirar con pesadez al sentirlo. Me siguió besando como si tuviéramos todo el tiempo sobre la tierra y bueno, a lo mejor lo teníamos, quizás el tiempo era una mariposa y yo acababa de arrancarle las alas para impedirle seguir avanzando. De por sí este idiota seguía aferrado a mi cabello como si fuese su ancla al mundo y mira, ¿cómo iba a negarle yo nada a este crío?

    Cuando se separó parpadeé despacio, casi adormecido, y enfoqué su mirada después de repasar sus facciones con toda la calma del mundo. Cerré los ojos por reflejo cuando me sacó el cabello de la cara y fruncí ligeramente el ceño al escucharlo, fue bastante inconsciente a decir verdad. Ya andaba las conexiones flojas hasta decir basta, así que anclé una rodilla a cada lado de su cuerpo para poder acomodarme encima, en su regazo, e incorporarme.

    No podía pedirle tanto a mi neurona.

    Estiré la mano, le di un toque en el centro de la frente y luego deslicé mi tacto delineando su nariz, pues porque había nacido mano suelta y ya estaba, que lo pusiera en práctica era algo distinto.

    —Supongo que sí —respondí en un murmuro, la voz me había bajado un par de octavas, pero hombre, es que no era de piedra—. Puedo bajar a alistar lo de la cena en lo que te bañas y ya luego cuando salgas voy yo, digo, si no tienes mejores sugerencias~

    Lo dije bastante por hacer el tonto como siempre, ya estaba dicho que no era muy listo y ahora mucho menos. Igual ya me había sentado bien fresco encima suyo, así que cuando me dijera qué quería hacer pues me hacía a un lado y ya. Por ahora estaba viviendo mi mejor vida mirándolo desde arriba, no iba a ocultarlo.

    Ko-chan knows the deal and this child has no self-control anymore
     
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