Explícito PROHIBIDO (Light x OC)

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Bellapoms, 9 Marzo 2024.

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    Bellapoms

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    Escritora
    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5097
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    SINOPSIS

    Leyre nunca se hubiera imaginado los auténticos sentimientos de su perfecto hermano, Light.
    Acostumbrada a que todas sus amigas se enamorasen de él, estaba resignada a no conservar una amistad demasiado tiempo.
    Pero él tiene otros planes muy diferente con respecto a ella.
    ¿Estará Leyre dispuesta a renunciar a todo por una relación ilícita?

    ~~> PROHIBIDO COPIAS Y/O ADAPTACIONES <~~


    CAPÍTULO 1


    El bullicioso y molesto ruido de la ciudad envuelve en su totalidad al ambiente.

    Los más de treinta grados y el calor húmedo en pleno Tokyo son prácticamente mortales.

    El asfalto rezuma como si estuviese a punto de empezar a derretirse.



    Una joven pelirroja intenta aliviar estas nefastas condiciones bajando la ventanilla del coche en el que va.

    Estaba sentada en los asientos traseros de un Rolls Royce negro de lujo, aunque eso no mejoraba en nada su día.

    Apoyó su cabeza contra el cristal, sintiendo la brisa que se colaba por la pequeña rejilla que dejaba entrar el ruido del exterior, y suspiró.

    Ese no estaba siendo su mejor día.

    Acababa de discutir con su mejor amiga, y no por una tontería.

    Le habían contado que la chica sólo se había acercado a ella por la fortuna de su familia. Y no sólo por eso, si no también por su hermano.

    Sí, la "amiga" llevaba años enamorada del hermano mayor de Leyre, que a parte de ser el heredero de las empresas familiares, era realmente atractivo.

    Encima, para colmo, la joven no se había molestado ni en negarlo, y se había hecho la víctima diciendo que Leyre nunca había intentado que estuviesen juntos.

    Como si ser la mejor amiga de alguien implicase tener que emparejarla con su hermano sí o sí.

    Indignante, simplemente indignante.

    Tras esa discusión, la pelirroja había llamado a Roger, su chofer, para que la llevase a casa enseguida.

    No tenía ánimo para nada más que volver a la seguridad de su hogar.

    No era la primera vez que su hermanito arruinaba alguna de sus amistades.

    A lo largo de su vida, eso había ocurrido bastantes veces a decir verdad.

    Hacía ya algunos meses, el mejor amigo de Leyre había cortado comunicaciones con ella, también por él, ya que al gracioso de Light no se le ocurrió otra cosa mejor que tener una charla tipo "no te acerques a mi hermana" con el pobre chico. Y éste, como es lógico, había salido espantado.



    Y así, infinitas veces.

    Era imposible mantener amistades tanto femeninas como masculinas con un hermano como Light.

    Todas las jóvenes caían rendidas a sus pies, y tarde o temprano terminaban pidiéndole a Leyre que hablase con él para que tuviesen una cita.

    Y en cuanto ésta se negaba, o Light la rechazaba, la amistad acababa.

    Y los hombres huían espantados ante lo protector que era Light con su hermana pequeña, pues casi les hacia un examen militar antes de que entrasen a su casa.

    El claxon de un coche sacó a Leyre de sus pensamientos y cayó de nuevo en la realidad.



    —Lo siento, señorita. Estamos en un atasco— se disculpó Roger con una sonrisa al percatarse de su sobresalto.



    Ella negó con la cabeza, mostrándole una dulce sonrisa, haciéndole ver que no pasaba nada.

    Roger era también el mayordomo de la familia. Alto, pelo blanquecino, delgado y con unas pequeñas gafas que le daban un aspecto amigable.

    Llevaba cuidando de ella y de Light desde que tenían uso de razón, por lo que el cariño que se profesaban era prácticamente familiar.



    —No te preocupes, esto es lo típico del centro—contestó ella con la misma cortesía.



    Tras varios minutos, consiguieron salir del atasco de la urbe y llegar a la hermosa casa donde vivían, más a las afueras.

    Un chalet de tres plantas de estilo moderno y con un amplio y cuidado jardín con piscina.

    Al entrar, la chica fue directa a su habitación, con paso firme, aún molesta por lo ocurrido.

    Justo al doblar una esquina del pasillo principal, ella se chocó con alguien que caminaba igual de rápido.



    —Ouch, qué daño— se quejó la chica acariciando su brazo.



    —Perdón, no sabía que estabas en casa— contestó un chico joven, más alto que ella, de cabellos castaños y ojos color caramelo.



    Su expresión era de sincera disculpa, con un deje de preocupación que le hacía parecer aún más adorable.

    Una imagen así le hubiese quitado el aire a cualquiera, sobre todo a alguien del sexo femenino. Pero Leyre llevaba conviviendo con ese chico desde siempre, así que no la impactó mucho.



    —Acabo de llegar. Menudo día llevo...— se quejó ella con un suspiro que captó aún más la atención de Light.



    —¿Qué ha pasado? ¿Algún problema?— preguntó él enseguida, mirándola a los ojos.



    —Pues sí... Y, al parecer, tú eres la causa— contestó Leyre con cansancio en la voz.



    —¿Yo? ¿Qué he hecho?— volvió a preguntar el aludido con sorpresa.



    —En realidad, nada. Es lo de siempre. A Sara le gustas— sentenció ella como si con eso estuviese todo explicado, ya que había vivido esa conversación con él decenas de veces.

    Light suspiró también, comprendiendo la situación tantas veces vivida ya.



    —Bueno, búscate otra amiga. Algún día darás con una normal— sugirió como si fuese fácil, quitándole importancia al asunto.



    —Normales son todas, lo no-normal es tenerte a ti como hermano. ¡Esto no le pasa a nadie, sólo a mí!— dijo la chica quejándose, como si hablase sola con el mundo, mientras subía las escaleras con sonoros pasos hacia la siguiente planta de la casa.



    —¿Cómo que lo no-normal aquí soy yo? ¿¡Me estás llamado anormal!?— preguntó con indignación el chico, parado en el mismo sitio, entre divertido y ofendido, observando cómo ella se iba. Sólo su hermana le hablaba así, ya que normalmente la gente intentaba agradarlo constantemente.



    —¡No! Te he llamado no-normal, no anormal— le explicó ella como si hubiese una gran diferencia.

    En ese momento una fuerte voz les interrumpió.



    —A ver, criaturas, venid al salón que vuestra madre y yo tenemos que hablar con vosotros.



    Un hombre de unos cincuenta años, de aspecto ejecutivo, con traje y barba bien recortada, acababa de cortar su pequeña discusión.

    Light y Leyre obedecieron, y ya en el salón sus padres comenzaron a explicarles la situación.



    El padre de los dos jóvenes era dueño de un famoso holding farmacéutico, y la madre era experta en biología molecular.

    Al parecer, ambos habían sido invitados a un congreso en Osaka sobre los últimos avances en biomedicina, cosa que interesaba tanto a la mujer como al empresario.

    Allí, la empresa del padre podría intentar adquirir alguna patente innovadora, y la madre se informaría de todas las novedades del mercado para poder asesorar a su marido correctamente.

    Por tanto, ambos iban a pasar dos semanas fuera de casa.



    Eso quería decir que Light y Leyre estarían con la casa vacía catorce días, con sus catorce noches.

    Los padres confiaban plenamente en Light.

    Era increíblemente maduro, y jamás les había dado problemas. Su hijo perfecto.

    Leyre tampoco había hecho nunca nada grave, pero la confianza depositada en ella era menor, ya que ella era la pequeña de la casa.



    —Bueno, en resumen: Light, tú cuidarás estos días de tu hermana. Confiamos en vosotros dos para que todo esté como lo hemos dejado antes de irnos. Roger se va a tomar unas vacaciones, lo que le corresponde en julio, así que vendrá sólo de vez en cuando para echar un vistazo y comprobar que todo está en orden, como favor personal que le hemos pedido— resumió el padre de los dos jóvenes— Saldremos para el aeropuerto mañana temprano.



    Era una buena noticia para Leyre que les dejasen solos todos esos días, así tendría libertad de ir y hacer lo que quisiera.

    Pero, por otro lado, ir y hacer cosas requiere de amigos, y eso era algo que en ese momento le escaseaba.

    Los padres decidieron ir a hacer la compra con Roger para dejarle la nevera llena de comida a los hermanos.

    El mayordomo se ofreció a ir él solo, pero la madre insistió en que quería comprar ella misma lo que les iba a dejar a sus hijos esos días, en un intento de preocuparse por ellos.

    Así que, a las siete de la tarde, Leyre se encontraba sin nada que hacer, sentada en el sofá, con la tele puesta en un canal aleatorio y una expresión entre aburrida y malhumorada.



    —¿No tienes nada que hacer?— preguntó de pronto Light, que caminaba en dirección a la cocina.



    —Pues no... Es que esto de no tener amigos es muy duro, ¿sabes?— le respondió con ironía, sin dirigirle la mirada, lo que provocó que Light se diese ligeramente la vuelta para ver a su enfadada hermana. Le encantaba ver ese mal humor que gastaba.



    —Vamos, no te enfades— Light se acercó a ella y se sentó a su lado, con una sonrisa de disculpa. Aunque, en realidad, él no había hecho nada esta vez. Leyre no quería mirarle, porque sabía que si lo hacía, su enfado desaparecería— Venga, hermanita, que no es para tanto.



    Light pasó su brazo derecho por los hombros de Leyre, acercándola a su pecho y abrazándola con una sonrisa.

    Ella no pudo evitar sonrojarse un poco ante ese cariñoso acto.

    Eran bastante comunes en él, pero ella no terminaba de acostumbrarse cuando eran tan repentinos.



    —¿No es para tanto? ¿Qué pasaría si, por mi culpa, rompes tu amistad con alguien? ¿Y si ahora Alex se enamora de mí, y deja de hablarte porque no quieres que estemos juntos? ¿Te sentaría bien?— replicó ella aún enfurruñada, pero dejando que él la abrazase.



    —Pues, a decir verdad, eso ya me ha pasado. No con Alex, pero sí con otros chicos. Lo que pasa es que a mí me da bastante igual y ni te lo cuento— confesó Light como si no fuese nada.

    Pero Leyre abrió los ojos de par en par y se separó de él, mirándole fijamente con sorpresa.



    —¿Enserio? ¿Quién?— ella quería saberlo de inmediato, ya que muchos amigos de Light eran chicos bastante guapos, y saber que uno de ellos se sentía atraído por ella era una noticia que no podía dejar escapar. Light apartó la mirada, sin intención de responder. Tras un par de segundos, Leyre creyó tener la respuesta— ¿Kenzo? Llevas ya mucho tiempo sin hablar con él. ¿Estoy en la cierto? O puede ser Minato... Lleva varios días sin acompañarte a casa...— empezó a divagar ella. Light siguió en silencio, evitando la pregunta— Vamos, dime quién ha sido. Tengo derecho a saber a quién le gusto— exigió con la mirada suplicante.

    Light la observó con calma, y finalmente suspiró.



    —Con los dos. Me pasó lo mismo con los dos. Por "tu culpa". Y mira, yo no reprocho nada a nadie— terminó diciendo el chico de forma acusadora.



    —Vale, vale.... Qué fuerte— susurró la chica para sí misma. Si no se lo hubiera contado su hermano, ella no se lo habría imaginado nunca. No era consciente de cuando un hombre la deseaba o no, en ese sentido ella era bastante inocentona, y por ello Light siempre quiso protegerla.



    —¿El qué?— Light la miró de reojo, queriendo saber si a ella le interesaba alguno de esos chicos.



    —Que les haya gustado a los dos y no me haya dado ni cuenta— contestó.

    Light sólo sonrió, como si se acabase de contar a sí mismo una broma personal.



    —Tú nunca te das cuenta de esas cosas.

    Un chico podría estar a punto de declararse en tu cara y tú ni lo sospecharías— afirmó Light con absoluta certeza.



    —Mentira. Yo puedo verlo venir de lejos— aseguró ella con orgullo, sonriendo triunfal.

    En el rostro de Light se dibujó una sonrisa muy distinta a todas las anteriores. Una sonrisa llena de picardía, acompañada de una mirada atenta hacia la joven.



    —¿Ah, si?— preguntó con los ojos entrecerrados, como los de un felino a punto de atacar a su presa.

    Leyre, que no le estaba mirando, si no que tenía la mirada puesta en la televisión, no se percataba del inminente peligro que corría.



    —Hombre, cla...



    Justo cuando la chica iba a responder, Light la empujó de forma que ambos quedaron tumbados sobre el sofá.

    El cuerpo de Light quedó sobre el de ella, que por supuesto no había previsto esta reacción del castaño.



    —Vaya, parece que esto no lo has visto venir. Estarás perdiendo facultades— Light había acercado sus labios al oído de la joven.



    Su voz era susurrante, provocando que el corazón de Leyre se acelerase vertiginosamente y su piel se erizase, seguido de un escalofrío que recorrió todo su cuerpo.

    Podía notar cada centímetro del chico sobre ella. Su peso ejercido contra el cuerpo de ella.

    La respiración de Light chocaba con su piel, haciéndola tragar saliva y bloqueando su mente.

    Por un momento, olvidó que eran hermanos y deseó que la besase.

    Por un momento, entendió a todas sus amigas.

    Siempre se había visto atraída por él. Esa era en parte la razón por la que la molestaba tanto que todas las chicas se fijasen en el joven.

    Nuevamente, el chico la sacó de sus pensamientos.

    Estaba pasando una mano por la cintura de la joven, haciendo que un foco de calor se encendiese en esa zona, y sus labios se acercaban peligrosamente a los de ella.



    —Light... ¿Qué haces?— la voz de Leyre apenas era audible, su acelerado pulso no la dejaba pensar con claridad, y el cuerpo de su hermano impedía que se moviese.

    Aunque parte de la mente de ella tampoco la dejaría hacerlo. Light ni siquiera respondió.

    Atrapó los labios de la pelirroja con ansia, como si llevase esperando un momento así toda la vida.



    El chico recorrió la boca de la joven con voracidad, sin miramientos, lamiendo sus labios y mordiéndolos con sensualidad.

    El beso paró en seco el corazón de la chica, dándole un vuelco. Ya le empezaba a faltar el aire.

    Pero pronto, el voraz beso que recorría la boca de la chica dejo de ser el principal problema.

    Light tenía puesta una de sus manos en la cintura de Leyre, y no dudaba ni un segundo en apretarla contra la suya, provocando que la joven cerrase los ojos con fuerza al sentir esa zona del chico contra su cintura, ardiendo.

    De forma instintiva, rodeó la cadera de Light con una de sus piernas, lo que hizo que él pegase aún más su cuerpo al de ella, apretando la piel de la chica con sus dedos, entendido eso como una invitación.

    El calor anterior comenzaba a hervir la piel de Leyre, quien automáticamente buscó aún más contacto entre ellos dos, sin pensar en nada más que ese deseo salvaje que nublaba su mente. Nunca había sentido nada igual.

    Las manos de Leyre pasaron por la espalda de Light, levantando parcialmente su camisa y acariciando la suave piel del chico.

    Light abandonó los labios de la joven y bajó hasta su cuello, concentrándose en un sólo punto que mordía y besaba sin parar, entrecortando la respiración de ella.

    La mano del castaño, que antes estaba en la cintura de Leyre, ahora bajaba peligrosamente por su vientre, debajo de su ropa.

    Parecía que estaba quemando la piel de la chica, y de nuevo su respiración se quebró con un pequeña jadeo que excitó aún más a su hermano.

    Las manos de él estaban colándose ya en la ropa interior de la pelirroja, que ocultaba su rostro entre el cuello y el hombro de Light, sin poder evitar otro jadeo.

    Este último gemido hizo que Light contuviese el aliento un segundo, para después volver a morder el cuello de la chica con intención de marcarlo.

    La mano del chico retiró delicadamente la prenda íntima de la joven y comenzó a acariciar la zona, ahora muy húmeda, sacando un hondo jadeo de ella, que abrió más las piernas como respuesta automática al contacto.

    Por la mente de Leyre pasó entonces una frase. "Esto no esta bien".

    Eran hermanos.

    Sí, ella estaba encantada con todo aquello. Light era el chico más guapo que había conocido, y además, una gran persona.

    Pero, aún así, eran familia. No podían hacer esto por mucho que su cuerpo le pidiese a gritos más.

    Tenían que parar, y si él no paraba, pararía ella. O más tarde se arrepentiría.



    —Light, para, por favor— pidió ella, sin mucho resultado. Tuvo que llevar una mano hasta la de Light y apartarla de su cuerpo, y con la otra hizo que dejase de besar su cuello— Esto no esta bien— las palabras de Leyre hicieron que la expresión de Light se tornase en una mueca de disgusto.



    —No hay nadie, y van a tardar en llegar. Yo quiero y tú quieres. No veo el problema— Light miraba intensamente a la joven, que tragó saliva intentando no autoconvencerse de que su hermano llevaba razón.



    —El problema es que somos hermanos. ¿Te parece poco?— bufó ella intentando incorporarse, recordándole la situación al chico.



    Light suspiró y dejó que se levantase.

    Era una situación incómoda.

    Ella no quería mirarle a los ojos porque si lo hacía, sabía que volvería a caer.

    En ese momento, se escuchó cómo la puerta principal se abría.

    Eran sus padres con la compra.

    Al menos ese silencio incómodo se había roto, y Leyre aprovechó para huir a su habitación.

    Ese había sido un día muy raro.

    Seguía sin hablar con su amiga, su hermano la había besado, y para colmo ella lo había disfrutado demasiado.

    No sabía muy bien qué pensar, ni cómo mirar ahora a Light a los ojos. Ni siquiera sabría si podría mantener una conversación normal con él de nuevo.

    O incluso si, en realidad, deseaba repetirlo.

    Con todo esto en la cabeza, Leyre al final acabó por dormirse.



    A la mañana siguiente, cuando la joven pelirroja se despertó y bajó a la cocina, se encontró con que sus padres ya no estaban en casa.

    Se habían ido sin despedirse.

    Leyre suspiró con resignación. Así eran ellos.

    Luego les escribiría un whatsapp para comprobar que habían llegado bien.



    Estaba haciéndose una tostada cuando alguien más entró en la cocina.

    Ella se giró, y allí estaba Light, con una camisa algo ancha y unos pantalones cortos a modo de ropa de estar por casa.

    Era increíble cómo con unos trapos cutres como esos podía estar terriblemente sexy.

    Light sería el típico modelo de marcas de ropa de lujo, que por muy fea que fuese la prenda, él podría lucirla sin problema.

    Ella apartó la mirada enseguida al encontrarse con estos pensamientos tan temprano.



    —Buenos días— saludó Light con normalidad.



    —Buenos días— contestó ella, algo nerviosa.



    —¿Estás enfadada?— preguntó el joven sin acercarse del todo. Él no tenía miedo de sacar el tema, a diferencia de ella.

    Leyre meditó su pregunta.

    En realidad, enfadada no estaba.

    No sabía cómo reaccionar ante esa situación, eso era todo.



    —En realidad, no... — no pudo seguir hablando, ya que en ese momento se le vino a la cabeza lo que podía ocurrir en una escena como esa, en la cocina, juntos, y a solas. Habiéndose probado ya mutuamente.

    La imagen de Light sentándola en la encimera y besándola de nuevo nubló su mente.

    ¿Cómo podía imaginar esas cosas tan temprano, por la mañana?



    —¿Entonces, no te molestó?— volvió a preguntar Light, quien no se daba cuenta de que la mente de la chica estaba bien lejos de ahí, en una realidad paralela donde ambos vivían una escena bastante picante.



    Al ver que no contestaba, se preocupó, pensando que tal vez no quería hablarle.

    Así que se acercó a ella por la espalda.

    Entonces, se percató de que la chica estaba algo sonrojada, pensando a saber en qué.

    Tenerla así, con un pijama de short y tirantes que dejaba poco a la imaginación, y con un rubor en las mejillas, era algo que Light no podía soportar.

    Que Dios le perdonase, ya se disculparía cien veces si hacía falta con su hermana, pero no podía contenerse.



    Abrazó por la espalda a la despistada chica que no le había oído llegar, y atacó el cuello de la joven, besándolo con mas tranquilidad que el día anterior. Sin las prisas de que alguien les interrumpiese.

    Leyre sólo cerró los ojos, sorprendida de cómo sus pensamientos se estaban volviendo realidad.

    Al parecer, estaba rezando al Dios adecuado.

    Leyre inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que Light besase a gusto su piel.

    La chica seguía algo insegura, y Light lo sabía. Sabía que, en cualquier momento, ella le pediría que parase.

    Las manos del chico volvieron a bajar por el vientre de Leyre, repitiendo el itinerario de la tarde anterior que tan bien le había funcionado. Volviendo a encender ese sofocante calor en ella.

    Un gemido salió de los labios de la joven.

    Esa era la única baza de Light, no podía dejarla pensar con claridad, de ese modo no haría que parasen.

    La mano de Light bajó parcialmente el short de la chica, junto con su ropa interior, y se dispuso a sacar más jadeos de la boca de su hermana.

    Separó lentamente un poco una pierna de la otra para que le diera un mejor acceso a la zona.

    Jugueteó un poco con la piel sensible de la chica, acariciándola, apretando su cuerpo con el de ella, y a su vez empujando más a la chica, que seguía de cara a la encimera.

    Sus dedos de encargaban de recorrer la zona en círculos, provocando pequeñas oleadas de placer, logrando que Leyre jadease y se agarrase con fuerza a la encimera, casi suplicando por más.

    Light terminó los juegos y empezó a moverse en serio.



    Con cada movimiento de sus dedos, la chica perdía la respiración y algo parecido a un gemido entrecortado salía de sus labios.

    Leyre no podía hacer más que seguir agarrándose al borde de la encimera dejando que Light le hiciese lo que quisiera.

    Su voluntad estaba prácticamente anulada.

    Light ganaba la partida y por goleada.

    El castaño estaba disfrutando de lo lindo, y decidió jugar otra de sus bazas.

    Comenzó a hacer movimientos más lentos, dejando respirar más tranquilamente a la joven, y con su otra mano, antes en la encimera, comenzó a subir por el cuerpo de la joven hasta llegar a sus pechos.

    A la vez que apretaba uno, su otra mano de igual forma se metía en la chica, en un ritmo lento y horriblemente placentero. Primero en círculos lentos para acelerarlos precipitadamente.

    Leyre sentía cómo su vientre ardía y cómo la respiración ya entrecortada de Light chocaba con su cuello, mientras el pecho del chico daba acompasadamente contra su espalda.

    Ella seguía regalando jadeos a los oídos del castaño, quien cada vez que escuchaba uno apretaba aún más el agarre.

    Pero el ritmo lento comenzaba a no ser suficiente para ella, quien llevó una de sus manos hasta la que Light ocultaba bajo la ropa interior de la chica, y la cogió, apretándola más contra su cuerpo.

    El roce del cuerpo de la chica contra el suyo sumado a los jadeos de la pelirroja hicieron que Light quisiera pasar a otro nivel rápidamente.

    Sin quitar su mano de los pechos de Leyre, usando sólo la otra libre, bajó como pudo, del todo, los shorts de la chica.

    Esto hizo que ella se echase ligeramente hacia delante.

    Light se quedó unos segundos observando a la chica inclinada frente a su cuerpo.

    Cuántas veces había soñado con esa imagen de la pelirroja en esa postura para él.

    Pasó su mano por la piel de ésta, agarrándola con fuerza.

    Tenía que hacer un gran trabajo de contención para no hacerla suya con brusquedad en ese mismo instante.

    La respiración de Light también era entrecortada, sólo de pensar en lo que estaba a punto de ocurrir.

    Llevaba muchos tiempo esperando este momento, muchos años imaginando cómo sería.

    Light pegó de nuevo la espalda de la chica a su pecho, haciendo que sus labios quedasen rozando el oído de ésta.



    —Esta vez no te me vas a escapar— las palabras provocaron un escalofrío en la espalda de Leyre.



    Y sin decir nada más, Light bajó parcialmente sus pantalones, le quitó la camisa a la joven y volvió a hacer que Leyre se inclinase.

    Ella se apoyaba en la encimera, sabiendo que ya no había vuelta atrás.

    Light bajó más sus pantalones y pegó su cintura a la de ella, de una vez, de forma fuerte y sin miramientos.

    No podía aguantar ni un segundo de espera.

    La primera reacción de Leyre fue gemir y arañar el mueble, ya que llevaba un buen rato esperando a sentirle dentro por fin.

    Una increíble sensación de placer acababa de recorrer su cuerpo. Cerró los ojos intentando controlar su respiración y su pulso, que rozaba ya el infarto.

    Las caderas de Leyre se empezaron a mover, buscando el máximo contacto con impaciencia.

    Light, por su parte, tampoco había podido evitar su primer gemido.

    El joven sujetaba la cadera de la chica y la movía a placer.

    Las embestidas eran fuertes y firmes, comenzando ya rápido desde el principio.

    Esto hacía temblar a la joven, que intentaba seguir el ritmo del castaño y se deshacía en gemidos.

    De pronto, Light hizo que ella se incorporase de nuevo a espaldas de él, provocando una embestida especialmente fuerte, estrechando el contacto, que hizo que ella apoyase la cabeza hacia atrás en el hombro de Light, que acariciaba y besaba todos los rincones de la piel de la chica que podía.

    Entonces, Light hizo que ella se diese la vuelta y besó los labios de la pelirroja por primera vez en ese día.



    La sentó en la encimera, la abrió de piernas y entró en ella de nuevo, continuando con los rítmicos movimientos de antes, esta vez acompañados por largos besos al estar ahora frente a frente.

    Leyre llevó sus manos hasta el trasero del joven, apretándolo aún más contra su cuerpo, jadeando contra la piel del castaño y dándole el máximo espacio entre sus piernas.

    El chico repartía mordiscos y besos por el cuello de la joven, bajando por su hombro.

    Como en esa postura no llegaba más abajo del pecho, decidió cogerla de debajo de los muslos y alzarla más.

    De esa forma, ahora podía alcanzar los pechos de la joven con su boca y comenzó a lamerlos con erotismo, erizando toda esa zona.

    Las manos de Light apretaban la piel de las nalgas de la joven hasta enrojecerla, mientras la mordía con saña.

    Leyre también besaba la piel del chico, teniendo que parar a veces al notar demasiado alguna de las fuertes embestidas del joven, que no se contenía ni un poco.

    Parecía otra persona distinta al joven educado y tierno que era en público.



    De pronto, Light, sin previo aviso, cogió en brazos a su hermana y la sacó de la cocina, con intención de llevarla hasta su habitación.

    Pero enseguida de dio cuenta de que no aguantaría ni un minuto más sin seguir con los movimientos, así que la tumbó en el sofá y él se colocó encima, rodeando su cuerpo con las piernas de la joven.

    Le daba igual dónde se tumbaran, con tal de entrar aún más dentro de ella.

    Comenzó de nuevo con las embestidas, pero de forma más intensa y desesperada. Intentando recuperar el tiempo perdido en el camino de la cocina al salón.

    Los jadeos ya salían de ambas bocas por igual.

    Ese era un ritmo insostenible durante mucho tiempo para ninguno de los dos.

    El sudor comenzaba a salir de la frente de ambos, que se acallaban los gemidos de placer mutuamente con largos besos.

    Leyre pensaba que todo estaba a punto de acabar, que el joven no aguantaría con esos movimientos muchos más tiempo.

    Pero en ese momento, Light se separó ligeramente y la obligó a darse la vuelta.

    Light estaba dispuesto a cumplir todas y cada una de sus fantasías contenidas largo tiempo.

    Estaba decidido a aprovechar ese momento al máximo, así que, tras apartar el pelo de la chica, comenzó a morder el cuello de Leyre como si de un felino se tratase.

    Varios escalofríos recorrieron la espalda de Leyre, y eso que las embestidas habían cesado.

    O eso pensaba ella.

    Con Leyre tumbada boca abajo, Light alzó su cadera para dejarla expuesta e introdujo sus dedos en ella, notando lo húmeda que estaba su hermana.

    Comenzó a moverlos deleitado por los quejidos de placer de la pelirroja, que movía las caderas para profundizar esos movimientos de la mano de Light, pidiendo más.

    Light se situó detrás de la chica, sacó su mano de ella y volvió a pegar su cadera a la de la joven, que se agarró con fuerza al sofá, sintiendo el mayor placer de toda la mañana.

    No tenía ni idea de cómo lo había hecho, pero había dejado a la chica casi sin fuerzas con esa embestida.

    Y tras esa, menos de un segundo después, otra, igual, y así hasta que la chica no podía más que moverse al son que él le marcaba, gimiendo por más, sin imaginar que se podía llegar a sentir algo así en la vida.

    Esa era, desde luego, la mejor postura que el chico podía haber elegido.

    La velocidad volvió a subir estrepitosamente, dejando a ambos sin aire, terminando los dos con poco tiempo de diferencia.

    Light siguió detrás de la espalda de ella, intentando recuperar fuerzas para moverse y respirar con normalidad.

    Leyre acababa de apoyar la cabeza sobre el sofá, derrotada.

    Sentía cómo los numerosos mordiscos de Light ahora ardían sobre su piel.

    Sin duda, ahí tendría más de cinco chupetones.

    Light se tumbó al lado de ella, boca arriba, con el pecho subiendo y bajando de forma entrecortada.



    —Madre mía— susurró la chica, dándole a entender que el joven se habría quedado a gusto. Light sonrió y se giró para mirarla.

    Pasó sus brazos alrededor de la chica y la abrazó, atrayéndola hasta su musculoso pecho.



    —Bueno, me he contenido un poco porque aún tenemos trece días más- dijo el chico, causando que Leyre se riese por el "me he contenido un poco"— Leyre... Yo... Yo te quiero, siempre te he querido, pero no como un hermano... Si no como hombre— el tono serio que de pronto adoptó el chico sorprendió a Leyre, que acariciaba con ternura la piel del joven.



    —Light... Yo también te quiero...— susurró ella, sin querer hablar mucho más del tema.

    La joven ya no sabía si eso estaba bien o mal, pero lo que sí estaba claro es que en esos catorce días lo averiguaría.

    Continuará
     
    Última edición: 9 Marzo 2024
  2.  
    Bellapoms

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    Piscis
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    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5094
    CAPÍTULO 2


    De esa forma había comenzado la mañana del primero de esos catorce intensos días que estaban por llegar.

    Desde luego, a Leyre le había encantado la confesión de su hermano. Ella siempre se había fijado en el joven, pero desechaba rápidamente ese pensamiento, llegando a sentirse mal tan sólo por planteárselo.

    Era difícil no fijarse en él cuando prácticamente parecía un modelo en cada acción cotidiana que realizaba, y además era buena persona e inteligente.

    Pero sabía bien que debía esconder esos pensamientos y guardárselos para siempre, ya que eran hermanos biológicos.

    Hasta ese día.



    Al principio, Leyre creyó que el resto del día predominaría un ambiente tenso entre ambos.

    Pero nada más lejos de la realidad, pues Light se encargaba de que la situación entre ellos pareciese de lo más normal.

    Como si quisiera poner todo su empeño en hacerla sentir bien, y que la culpa no asolase su mente.

    El castaño preparó la comida, y por la tarde, ambos vieron una película en el salón.

    El chico abrazaba a la joven, mientras ella intentaba concentrarse todo lo que podía en la trama, ya que, después de lo de esa mañana, cualquier caricia de Light conseguía despertar un cosquilleo en su vientre, nada inocente.

    Sin darse cuenta, ella empezó a darle vueltas a lo ocurrido entre ellos, y un nudo en el estómago hizo cambiar por completo su expresión facial a una más seria.

    Light se dio cuenta rápidamente de esto, y quiso intervenir.



    —¿En qué piensas?— aunque ya se imaginaba la respuesta.



    —Yo... Me siento un poco mal por lo que hemos hecho...— confesó ella sin mirarle a los ojos.



    —No tienes por qué sentirte mal. No hemos hecho nada malo— Light hablaba con naturalidad, sin darle ninguna importancia.



    —Claro que sí lo hemos hecho. ¿Tú esto se lo podrías contar a mamá y papá? ¿No, verdad? Ahí tienes la respuesta— señaló ella con seriedad.



    —No se lo tienes por qué contar— él seguía con su actitud calmada, encogiéndose de hombros.



    —No me gusta mentir así...— Leyre desvió la mirada hacia el suelo, con una sensación de culpa sobre ella.



    —No tienes que mentirle a nadie. De hecho, no creo que sea un tema de conversación normal. No va a venir papá a preguntarte si nos hemos acostado— se notaba que Light quería dejar esa conversación atrás, pero Leyre no podía parar de darle vueltas a su malestar.



    —¿Ves? Sólo con que lo menciones ya me siento mal— suspiró ella.



    —Te entiendo... Yo también pasé por esa fase... Al principio, cuando me di cuenta de que me gustabas— Light comenzó a mirar hacia el techo, recordando, mientras Leyre le miraba con curiosidad— Cuando empecé a salir con otras chicas, me di cuenta de que, después de pasar una noche con alguna de ellas, perdía todo el interés... Al principio, pensé que el problema era mío. Pero después me di cuenta de que si te veía con algún hombre, me enfadaba mucho y no podía consentirlo... Até cabos rápido— hizo una señal con la mano indicando la obviedad— Mi primera fase fue hace un par de años: la negación total. Empecé a liarme con cualquier mujer, tratando de desmentirme lo que ya sabía— Leyre frunció el ceño sólo de imaginarlo— Cuando vi que no funcionó, empezó mi segunda fase, y me sentía como una mierda por pensar en ti sin que lo supieras... Por desearte... Y así estuve bastante tiempo. Intenté evitarte lo máximo posible, pero era bastante difícil viviendo juntos— relató él con una media sonrisa.



    —¿Y en qué momento dejaste de sentirte mal?— preguntó ella, esperando que su ejemplo pudiera ser el suyo también.



    —Cuando mis amigos empezaron a querer acercarse a ti con segundas intenciones. Ahí fue cuando exploté y me dio todo igual. No iba a permitir que ningún hombre te tocase ni lo más mínimo— sentenció con simpleza.



    —Entonces, puede que me pase a mí igual que a ti...— sopesó ella pensando en las fases que había pasado su hermano.



    —Ten por seguro que la primera fase no la vas a recorrer. No te voy a dejar hacerlo— el chico habló cortante.



    —¿La de liarme con algún chico para ver si esto es algo pasajero?— ella se hizo la inocente, aunque por dentro disfrutaba de ver los celos asomar sobre Light.



    —Ni te lo plantees. Me pienso encargar de que eso nunca ocurra— Light acercó su rostro al de Leyre de forma insinuante, con claras intenciones de besarla de forma posesiva.

    Y así lo hizo.

    Pasaron un largo rato acariciándose y besándose en el sofá del salón.



    Pasadas las doce de la noche, el chico apagó la tele, dando a entender que ya debían acostarse.

    La tensión llegó a ambos, pues Leyre no sabía si levantarse e irse a su habitación, o por el contrario, dormir en la de Light.

    Obviamente, le tentaba mucho más la segunda opción, pero aún no estaba segura de si acostarse con su hermano era una buena idea.

    Tal vez aún estaba ella a tiempo de parar esa locura.



    —Leyre— la voz de Light sacó a la pelirroja de sus divagaciones— No quiero forzarte a nada.

    Si quieres, puedes dormir sola, o conmigo— como si el castaño hubiese leído sus pensamientos, sacó el tema que carcomía a la chica.



    —Light... Si te soy sincera, no lo sé... Quiero dormir contigo, pero...— la joven mostró sus dudas, haciendo que Light sonriese y se acercase lentamente a ella.

    Acarició con suavidad la mejilla de Leyre y acercó su rostro al de ella.



    —Duerme conmigo. Te prometo que me portaré bien— tras estas palabras, depósito un dulce e inocente beso en los labios de la joven, quien le correspondió sin poder evitarlo.



    Los labios del chico tenían un sabor afrutado, dulce. Y, de manera inconsciente, Leyre lamió el labio inferior del castaño con curiosidad.

    Él capturó la lengua de la joven y aprovechó para introducir la suya en la boca de Leyre, profundizando el beso.

    Tras unos segundos, Leyre estuvo a punto de decirle al joven que ella no quería que se portase bien. Quería volver a sentir cómo la posicionaba bajo su cuerpo y comenzaba a tocarla como aquella mañana.

    Pero terminó por aguantarse esa súplica, y ambos fueron a la habitación de Light.

    Allí pasaron la noche juntos.

    Él rodeando la cintura de Leyre, y ésta sintiendo el calor del torso del joven muy cerca suyo.

    Al principio, la cercanía impedía que tanto él como ella pegasen ojo. Pero tras unos minutos, ambos acabaron por dormir plácidamente en esa posición.



    Al día siguiente, Light se levantó temprano para ir a las oficinas de la multinacional donde realizaba sus prácticas de universidad.

    El joven se encontraba en su último año de ingeniería, pero ya le había fichado una importante empresa de telefonía móvil.

    Dejó a Leyre durmiendo, quien ya estaba de vacaciones escolares.

    Tras darle un beso en la mejilla, el joven se fue, dejándola un mensaje en el móvil avisándola de que se marchaba.

    Una hora más tarde, Leyre se despertó tranquilamente entre las sábanas de la cama del castaño.

    Tras ver qué no estaba su hermano en casa, Leyre revisó su móvil.

    Y efectivamente encontró un mensaje.



    "Leyre, hoy tengo prácticas hasta las dos de la tarde. Ayer no me dio tiempo a preparar nada de comer. ¿Qué te parece si salimos los dos a comer algo por ahí? Puede ser divertido ;)"



    La joven sonrío instantáneamente al leer el mensaje de Light.

    Podía imaginarse perfectamente esas palabras saliendo de la boca de su hermano, y eso la hacía sonrojarse levemente.



    "Claro, a las dos estaré allí :)"



    Contestó Leyre, dudando un rato en que carita enviarle al chico. Como si se tratase de su novio del instituto.

    De pronto, Light se conectó.



    "Genial, conozco un restaurante italiano que te va a encantar"



    Ese plan ilusiono aún más a la joven, quien se preguntaba si ese chico de verdad tenía algún tipo de defecto.

    Era el mejor de su promoción en cuanto a notas.

    Le gustaban los animales y además compartía la afición por la cultura italiana con ella.

    Es que ni un lunar mal colocado tenía el chico.

    Ahora entendía por qué todas sus amigas se desesperaban por una palabra de él.

    Leyre pasó la mañana entera arreglándose.

    Si, como si su hermano no la hubiese visto de todas las guisas posibles. Desde enferma hasta recién levantada con resaca.

    Pero, aún así, Leyre se estaba arreglando como si eso fuese su primera cita.

    Que de hecho, oficialmente, eso era.

    A la una de la tarde, Leyre salió de su casa en dirección al centro de la cuidad.

    Llevaba el mejor modelito que tenía, habiéndose maquillado durante una hora y otro tanto dedicado al pelo.

    Decidida a sorprender a Light.

    A la hora acordada, llegó frente al gran rascacielos acristalado, y sacó su móvil para avisar a Light de que ya se encontraba allí.

    En cuanto envió el mensaje, vio cómo las puertas del imponente edificio de abrían.

    Pensó que tal vez sería su hermano, pero se equivocó.

    De éste salió un grupo de ejecutivos que charlaban entre ellos.

    Se percató de que algunos de ellos eran occidentales.

    Tal vez habían llegado para alguna reunión de negocios.

    Light contestó con un whatsapp, indicándola que le esperase en unos sofás que había dentro del hall.

    Era una buena idea, así no tendría que estar parada bajo el sol.

    Al entrar, no pudo evitar fijarse en lo modernizado que estaba todo en ese edificio que prácticamente parecía futurista.

    La chica, sin dejar de mirar a los lados, se dirigió hacia una amplia zona con varios sofás de cuero y una mesa baja de cristal en medio.

    Tan ensimismada iba que no se dio cuenta de que en uno de los sofás ya había alguien sentado. Que de hecho la estaba mirando fijamente.



    Sólo le vio una vez sentado frente a ella.

    Se trataba de un joven que vestía completamente de blanco, con una camisa de botones y un pantalón cómodo. Tenía el pelo negro algo alborotado y era japonés, más o menos de la misma edad que Light.

    La chica no podía negar que era bastante guapo.

    Ambos se mantuvieron la mirada hasta que el joven sonrió socarronamente.



    —¿Vienes a hacer una entrevista o algo?— le preguntó de pronto. Esto sorprendió a Leyre.



    —No, estoy esperando a mi hermano. Está aquí de prácticas— dijo la pelirroja devolviéndole la sonrisa.

    La media sonrisa del chico se volvió aún más dulce cuando éste giró la cabeza hacia un lado.



    —Te pareces a alguien que conozco, sí...— susurró, observándola con más detenimiento, llegando a sentirse la chica analizada.

    El joven se levantó para cambiarse de sofá y sentarse al lado de Leyre, a escasos centímetros— Déjame adivinar... Eres la hermana de Light... Sí, os parecéis— afirmó acercándose a ella aún más con cada palabra, haciendo sonrojar a la chica, que no sabía ni qué decir.



    —¡Kento!— la voz de Light hizo que ambos se sobresaltasen. El castaño acababa de salir del ascensor y se acercaba a ellos junto con un hombre trajeado, de avanzada edad— ¿Qué le haces a mi hermana?



    Ambos se miraron unos segundos. Light con seriedad y Kento aún sonriendo.



    —Así que he acertado. Sois hermanos— concluyó el joven con una dulce sonrisa.



    Leyre se levantó enseguida al ver a Light y le sonrió cariñosamente, haciendo que el chico la indicase con un gesto que se acercase a él.

    Leyre obedeció y Light pasó su brazo por los hombres de la pelirroja.



    —Si, es mi hermana. Se llama Leyre. Leyre, éste es Kento Yamazaki, el hijo del propietario de la empresa. Y este señor de aquí, es Watari, un importante socio que posee gran parte de la marca— aclaró el castaño haciendo las presentaciones.

    Leyre se quedó impresionada.

    No se esperaba para nada que ese chico fuese un niño rico y pijo, ya que parecía de lo más austero.



    —Encantado, Leyre... Ahora que os veo juntos, está aún más claro que sois hermanos... Aunque, lo siento mucho, Light, ella es más guapa— aprovechó Kento para piropear a la joven, que se sonrojó al instante.



    A la pelirroja, el moreno le pareció de lo más mono.

    Por el contrario, Light arqueó una ceja, activando su modo protector al instante.



    —Bueno, nosotros nos tenemos que ir ya. Tengo reservada una mesa en un restaurante a las dos y media, y aún tenemos que coger un taxi— esa era la coartada perfecta para deshacerse de Watari, y sobre todo de Kento, quien había mostrado interés por Leyre demasiado rápido.



    —Vaya, no me digas... ¿Y a qué restaurante vais?— preguntó el joven con curiosidad.



    —He reservado en la Trattoria Dai Paesani— Light, sin querer agregar detalles, cogió a Leyre de la mano, ya prácticamente seguro de que eso era una despedida. Pero Kento le interrumpió.



    —¡Pero qué casualidad! Nosotros dos hemos reservado allí también, pero a las tres, ¿verdad, Watari?— fingió sorpresa el chico, ya que en realidad estaba encantado con la idea de compartir mesa con ellos.



    -Pues sí. De hecho, la limusina está esperándonos fuera para llevarnos ya allí— comunicó el hombre trajeado con una sonrisa.



    Light no se lo podía creer. Su cita romántica acaba de verse frustrada por culpa del hijo de su jefe.

    Y, para colmo, no podía negarse a comer con ellos, ya que quedaría como un necio.



    —Qué bien, pues comemos los cuatro juntos— intervino Leyre al ver la cara de pocos amigos de su hermano, imaginando lo que éste pensaba.

    Y así fue, llegaron al restaurante y pidieron una mesa para cuatro personas.

    Tras leer la carta, cada uno pidió lo que quiso, y a pesar de la gran calidad de todo los platos, Light seguía con el ceño fruncido, mirando a Kento de reojo.

    Fuente de su actual desdicha.



    —Así que estáis solos en casa, ¿no? Eso suena divertido. Yo casi nunca estoy solo... Siempre hay algún guardaespaldas o alguien conmigo— aseguró Kento con una expresión entre triste y resignada que hubiese derretido a cualquier mujer en el mundo.



    —Vaya, no me digas... Bueno, yo tampoco suelo quedarme sola. Siempre está Light o alguien conmigo— aseguró Leyre con una sonrisa dulce y comprensiva.

    Ese gesto hizo que Kento la mirase a los ojos, regalándole una media sonrisa.



    —Podríamos quedar algún día en tu casa, así cambiaríamos de compañía— la frase podría parecer insinuante, pero el tono que usaba el joven era tan encandilador que era imposible decir que no.



    —Claro, puedes venir cuando quieras— respondió Leyre con inocencia.

    Como siempre le solía ocurrir, no pillaba la intención real del moreno.



    Hasta que se percató de la expresión de su hermano, quien jugueteaba con los spaghetti de su plato.

    Leyre se arrepintió de haber sido tan amigable con Kento y, por tanto, haber enfadado a Light.

    Poco después, la chica se levantó para ir al baño.

    Sin saber que, a los pocos segundos, el castaño había hecho el mismo movimiento y la seguía con discreción.

    Antes de que Leyre pudiese entrar a los servicios, Light sujetó la puerta e hizo que ambos entrasen a la vez.



    —¿Pero qué haces? Este es el baño de chicas— se quejó Leyre, preocupada por si alguien llegaba.



    —Lo sé, y he venido porque aquí estaríamos solos. Llevo un rato observando si alguien entraba o salía. No hay nadie más— aseguró el joven con seriedad.



    —¿Y si entra alguien ahora?— dijo la pelirroja mirando la puerta con preocupación.



    —Sólo hay una mujer en todo el restaurante y ha entrado al baño hace cinco minutos. No va a volver a entrar ahora— el castaño, como siempre, lo tenía todo controlado, lo que ya no impresionaba a Leyre— Bueno, ¿a qué venía esa amabilidad con Kento?— casi bufó el chico.



    —Es el hijo de tu jefe, ¿no? ¿Cómo quieres que le hable?— se quejó, defendiéndose.

    Light se acercó más a ella, acorralándola contra los lavabos de mármol.



    —¿O sea que estás siendo así de cariñosa por hacerme un favor a mí?— las palabras sonaban con incredulidad, mientras el castaño no apartaba la mirada de ella. La respiración de Leyre comenzó a acelerarse cuando ya no quedaba espacio entre su hermano y ella, quien apoyaba ahora sus manos en la repisa de los lavabos— No me gusta que seas así de amable con nadie. Ni siquiera con el hijo de mi jefe...— Light susurró esto en el oido de Leyre, consiguiendo que la piel de ella se erizase tan sólo con el tacto de su aliento— Tú eres sólo mía, ¿de acuerdo?— sentenció.



    Tras estas palabras, el castaño lamió el cuello de la joven, para después besarlo y morderlo mientras sentaba a la chica sobre la repisa.

    Abrió las piernas de ella, quien llevaba un vestido algo corto, por lo que iba a ponerle las cosas muy fáciles a su hermano.

    Leyre sólo podía escuchar la fuerte respiración de Light, junto con la suya propia también acelerada.

    La voz autoritaria del joven resonaba en su mente, haciendo que su corazón le oprimiese el pecho y sintiese ya un pequeño calor envolviendo su cuerpo.

    Light bajó su mano hacia uno de los muslos de la chica y comenzó a pasear sus dedos sobre la fina piel de ella, erizándola a su paso.

    Siguió subiendo lentamente hacia su ropa interior, mientras Leyre notaba cómo crecía un intenso cosquilleo en su vientre.

    Light subió así el vestido de la joven por su muslo, hasta dejar la ropa interior de Leyre al descubierto.

    Las miradas de ambos se entrecruzaron unos segundos.

    Ella pensando en la posibilidad de ser descubiertos, él en cuántas cosas podría hacerle en un tiempo limitado.

    Debía aprovechar hasta el último segundo.

    Light puso ahora sus dos manos en la cintura de la joven, en la parte alta del muslo, y pasó sus dedos por debajo de las tiras de la fina lencería de la pelirroja para auparla ligeramente a la vez que se las bajaba.

    Leyre pudo notar el frío mármol bajo su cuerpo, en sus nalgas, siendo el contraste aún más fuerte debido a la excitación a la que ahora ella estaba sometida.

    La primera prenda de la pelirroja cayó al suelo, y Light le volvió a abrir las piernas sin pudor alguno, mientras acercaba sus labios al oído de la joven.



    —Llevo pensado en esto todo el día— su voz sonaba ronca, denotando la ansiedad que tenía por empezar ya— No dejo de recordar lo de ayer, una y otra vez— las palabras del chico la excitaron aún más.



    Leyre, en una situación de cordura, hubiese pensado que eso era una maldita locura, y que sería una vergüenza si eran pillados. Incluso podrían despedir a Light, si Kento les veía.

    Pero el mero hecho de estar a solas con su hermano la estremecía tanto, que ella sólo podía pensar en que la tocase, daba igual el lugar y el momento.

    Y Light, como si hubiese escuchado las plegarias de la pelirroja, llevó dos de sus dedos a la zona más sensible de Leyre, ya húmeda.

    La chica se sobresaltó al instante y con una de sus manos, agarró con fuerza el borde del lavabo de mármol.

    Con la otra, cogió el brazo de Light que la tocaba, sintiendo cómo el chico movía sus dedos en placenteros círculos a un ritmo lento, que les permitiría seguir con esos juegos un buen rato.



    A pesar del escaso tiempo que tenían, Light no quería precipitar el final, si no degustarlo hasta el último momento.

    El castaño sentía cómo Leyre, inconscientemente le apretaba el brazo, pidiendo aún más presión.

    Disfrutaba con las expresiones de la chica, que ya soltaba suspiros y jadeos.

    Light puso su otra mano sobre uno de los pechos de la joven, que aún tenía el vestido puesto.

    Lo apretó con fuerza mientras él mismo suspiraba notando cómo Leyre se retorcía de placer.

    Pero eso no era suficiente para él.

    De pronto, con su otra mano, agarró del trasero a la joven y la pegó más a él, aumentando rápidamente la velocidad de sus caricias, y con ello, la presión que ejercía, introduciendo entonces sus dedos en ella, mientras seguía acariciandola en el punto más placentero.

    Leyre gimió, notando cómo unos latigazos de placer la envolvían por completo.

    Ella no pudo hacer más que pasar sus brazos por la nuca del castaño y envolverle con sus piernas.



    El placer que la joven sentía era tan grande que no podía evitar mover su cintura al ritmo que Light le marcaba con sus dedos.

    Este ritmo también estaba seguido de pequeños gemidos que enloquecían al castaño, quien se preguntaba si conseguiría aguantar lo suficiente para terminar de hacerle todo lo que deseaba.

    Él ya llevaba un buen rato excitado con esa situación.

    Leyre sólo podía pensar en buscar más contacto con el chico, pero éste volvió a bajar la velocidad mientras la besaba, lamiendo los labios de la chica y explorando por completo la boca de ésta.

    Entonces, el chico sacó sus dedos, sabiendo que esa zona estaría aún más sensible y húmeda que al comenzar.

    Light empujó ligeramente a la pelirroja hacia atrás, haciéndola aún más accesible.

    A ella le faltó la respiración de sólo imaginar lo que ahora venía.

    Light le quitó el vestido y lo dejo caer también al suelo.

    Pasó sus manos bajo el sujetador de ella y apretó sus pechos sin miramientos, masajeándolos justo como a ella le gustaba.

    Leyre puso sus manos encima de las de él, indicándole que podía hacerlo más fuerte si quisiera, esperando con ansias lo que planeaba el chico.

    Él sacó sus manos del sujetador de ella y le abrió las piernas a placer.

    Comenzó a besar el vientre de la chica, que ya ardía con intensidad.

    Pero en cuanto el castaño llevó sus besos hasta la zona más húmeda de la joven, Leyre echó la cabeza hacia atrás, disfrutando como nunca.

    La lengua del mayor comenzó a jugar de forma aún más diestra y placentera que sus dedos, sacando más gemidos de la chica, que involuntariamente movía sus caderas, buscando más contacto.



    Con cada segundo, el placer iba creciendo y creciendo, sin parar.

    Leyre sabía que si Light continuaba así, ella acabaría en poco tiempo.

    Pero no tenía fuerzas para pedirle que parase, y de hecho, ella quería comprobar hasta dónde podría llegar ese placer.

    Aunque la joven no lo sabía, el castaño sí tenía muy presente cuál era el límite de Leyre.

    Y quería llevarla justo hasta el borde de ese límite, sin contemplaciones.

    Asomarse al precipicio, sin llegar a caer hasta que él quisiese.

    El cuerpo de la pelirroja ya reaccionaba por si solo. Como si Light hubiese comenzado a introducirse en ella, se movía al son que él imponía.

    Pero no era así, el joven continuaba sólo con sus preliminares, tratando de enloquecer a su hermana.

    Cuando éste supo que a Leyre le quedaba realmente poco para terminar, se incorporó, viendo las gotas de sudor que caían por la frente de la chica mientras jadeaba con sofoco.

    Sólo con una mirada, Light entendió cómo ella le suplicaba que siguiese, que necesitaba más, y eso es lo que él tenía pensado hacer.

    Desabrocho el botón de sus pantalones y los bajó parcialmente, junto con su ropa interior.

    Llevaban ya mucho rato apretándole debido a su excitación.

    Leyre le volvió a rodear con sus piernas, y Light llevó sus manos a las nalgas de la chica.

    El castaño sabía que no quedaba mucho más tiempo, así que, sin previo aviso, él empujó con fuerza a Leyre hacia su cuerpo, escuchando un corto gemido de ésta, seguido de su nombre en labios de la pelirroja.

    Había estado deseando ese momento todo el día y desde luego no estaba decepcionado.

    Acaba de introducirse de nuevo en Leyre, como en el día anterior.

    Sólo que era mucho mejor de lo que recordaba.

    El ritmo era frenético desde el principio.

    Había merecido la pena excitar a la chica hasta ese punto, ya que ahora la primera que pedía más y más era ella.

    La joven pasaba sus manos por debajo de la camisa del chico, apretando la piel de éste entre jadeos.

    Varias veces gimió el nombre de su hermano, haciendo que él aumentase aún más la fuerza con la que entraba en ella. Sacándole jadeos y algún "joder" a él también.

    El tiempo corría en contra de ellos, y Light, aún insatisfecho, quería sentir aún más a su hermana.

    Así que durante unos segundos, cortó las embestidas y dejó que ella bajase de la repisa.

    Sin perder ni un momento más, hizo que ella se diese la vuelta y apoyase su torso por completo sobre el mármol.

    Light tragó saliva, habiendo soñado con esa escena gran parte de su vida adulta.

    Estaba cumpliendo la mayor parte de sus fantasías con Leyre en un tiempo récord.

    La realidad superaba a la ficción con creces, y como si de un lobo hambriento se tratase, Light volvió a introducirse en ella, sin separar demasiado las piernas de la joven, para hacer el contacto más estrecho y placentero.

    De esta forma, ambos podían sentirse el uno al otro con mayor intensidad.

    Ahora los dos jadeaban al unísono, sintiendo cómo el placer les corroía por completo.

    Incluso parecía que Light lo disfrutaba aún más, sin poder dejar de aumentar la velocidad, aunque eso supusiera acabar más rápido.

    De pronto, otro "joder" se escapó de los labios del chico, sobrepasado por tanto deleite que le brindaba su hermana.



    Pero unas voces se comenzaron a escuchar demasiado cerca de la puerta de los aseos.

    Light paró al momento.

    Justo cuando el chico pensaba que todo iba a terminar con el mayor de los placeres, parecía que alguien les iba a interrumpir.

    Rápidamente, el chico cogió la ropa de la joven, quien ya estaba buscando un sitio en el que esconderse.

    En décimas de segundo, ambos entraron a uno de los cubículos de los aseos y cerraron la puerta con pestillo.

    En ese mismo instante, entraron dos mujeres de alto nivel adquisitivo, que dejaron sus bolsos sobre la repisa de los lavabos.



    —Madre mía, qué calor hacía en la calle... Menos mal que aquí tienen un buen aire acondicionado, ¿verdad, Haruko?— preguntó una de ellas, retocándose el maquillaje.



    —Totalmente de acuerdo— corroboró la otra mujer ahuecandose su moño.



    Dentro del cubículo, Light y Leyre se miraban aún con la respiración agitada.

    El castaño no se podía creer que esas dos alcahuetas habían fastidiado su postre.

    Y negándose a admitir su derrota, puso a Leyre contra la puerta.

    Comenzó a besarla lentamente, introduciendo su lengua y jugando con la de ella hasta morder su labio inferior.

    Al terminar el beso, Leyre le miró, instándole a que parase, ya que en esa situación podrían ser descubiertos muy fácilmente.

    Con un sólo gemido o golpe a la puerta, todo habría acabado.

    Pero cuando el castaño pegó su cuerpo al de ella, y de nuevo pasó una de sus manos por su muslo hasta llegar a su zona más íntima, Leyre cambió de parecer.

    Ya no le parecía tan mal intentar acabar lo ya empezado.

    Ella rodeó con una pierna la cintura del joven, y éste se hizo hueco para comenzar de nuevo. Primero masajeando con sus dedos la parte más íntima de la pelirroja, y después con las embestidas, pero esta vez más despacio.

    Con sumo cuidado, sin hacer ruido.

    Aún así, los placenteros latigazos y cosquilleos en el vientre de la chica volvieron de sopetón, inundándola de nuevo.

    Con su pierna, Leyre apretaba a su hermano, para que ni medio milímetro les separase.

    Tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no gemir sonoramente.

    Pero lo que sí que no pudo evitar es moverse al ritmo de Light, instándole a entrar aún más dentro de ella, más fuerte, más rápido.

    El castaño estaba en la misma tesitura que ella, no quería hacer ruido, pero cuando la pelirroja llevó una de las manos del chico hasta sus pechos para que los tocase, a la vez que aumentaban el ritmo de las embestidas ella misma, creyó que no sería capaz de acallar sus propios gemidos.

    Eso era justo lo que él deseaba.

    Para no comenzar a golpear fuertemente la puerta con sus embestidas, Light siguió besando a la joven, conteniéndose, compartiendo su agitada respiración con ella.

    Muy poco después, las dos mujeres salieron del baño.



    Y en cuanto ambos escucharon la puerta de los aseos cerrarse, dieron rienda suelta a todo lo que antes reprimían.

    Light alzó también la otra pierna de la chica para que ambas rodeasen su cintura, apoyando la espalda de ella contra la puerta.

    Esas últimas embestidas hicieron chocar sonoramente la espalda de Leyre contra la puerta, mientras ambos gemían y se movían con fiereza.

    Leyre sentía mil latigazos de placer por lo dentro que estaba llegando su hermano, pensando en que si eso seguía durando, perdería la cabeza.

    Light la devolvió al suelo justo cuando ella iba terminar.

    No iba a dejarla ir tan rápido.

    Puso a la chica mirando contra puerta, y apartando una pierna de ella, volvió con las embestidas. Más lento, pero igual o más placentero que las rápidas y fuertes de antes. Todo debido a que ella terminaría en cuestión de segundos.

    Light paró, viendo su límite muy cercano también.

    Se sentó en el inodoro con la tapa bajada, a modo de taburete, y puso a la chica sobre él, sin esfuerzo, ya que ella misma quería seguir sintiéndole dentro suyo.

    Sentada sobre él, la pelirroja podía manejar el ritmo, y Light pensó que seguiría de forma lenta y ambos terminarían entre besos.

    Pero Leyre se estaba dejando llevar por esa fuerza irracional que la gritaba "más", y casi lejos de seguir con el ritmo lento que quería pautar el castaño, ella se movió con velocidad, arriba y abajo, sacando jadeos de Light como nunca antes.

    Si él pensaba que su límite estaba cerca, con esos movimientos de la chica, su clímax llegó sin previo aviso.

    Ella terminó también en ese momento, cruzando ambos sus gemidos.



    —Casi nos pillan...— dijo Leyre con la respiración entrecortada.



    —Lo tenía todo... Controlado— aseguró Light intentando tomar aire.



    Esto hizo reír a Leyre, quien abrió la puerta del cubículo para encontrarse de nuevo frente a los lavabos.

    Tanto Leyre como Light estaban sofocados y con algo de sudor en sus frentes.

    Desde luego, si salían así al restaurante todos se darían cuenta de que algo había pasado.

    Pero antes de eso los dos se colocaron bien su ropa y trataron de disimular todo lo posible su agudizada fatiga.
     
  3.  
    Bellapoms

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    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    4186
    CAPÍTULO 3


    Tras recomponerse, ambos salieron de los aseos por separado, para no levantar sospechas.

    El primero en llegar a la mesa fue Light, quien se sentó en su sitio con una expresión de completa normalidad. Como si nada hubiera pasado.

    Perfectamente podría haberse dedicado a actor de Hollywood.



    —Tarda mucho tu hermana, ¿no?— preguntó Kento mirándole a los ojos, intentando sonsacarle la verdad, sospechando por los numerosos minutos que habían tardado ambos.

    Pero Light era un maestro en esos términos, y le sostuvo la mirada sin titubear ni un instante.



    —Esta mañana no se encontraba muy bien, será por eso— la excusa sonó convincente de labios del castaño.

    La información justa para dejar pasar el tema.

    Nadie se atrevería a acusarle de nada en su propia cara y sin pruebas:

    Nadie, a excepción de Kento.



    —Pues qué raro... Yo la he visto perfectamente. Tras las palabras de Kento, la tensión se hizo más que evidente entre ambos.



    El chico no quería dejar pasar ese comportamiento tan raro de los hermanos.

    Era una persona bastante perspicaz y, como si de un sabueso se tratase, olía las mentiras a kilómetros.

    Pero, afortunadamente, Leyre llegó a la mesa con una sonrisa en los labios, que captó toda la atención del pudiente joven.



    —Perdón por la tardanza. Me he mareado un poco y hasta que se me ha pasado...— la excusa de la pelirroja corroboraba la de Light, no por nada eran hermanos.



    Terminaron de comer y Kento decidió pagar la cuenta de todos, aún ante las negativas de Light.

    Tras esto, volvieron hasta el gran edificio donde antes se habían encontrado, ya que Kento vivía por esa zona. Los dos hermanos se despidieron del chico y Watari, esperando volver a coincidir y verse en los próximos días.

    Aunque, por supuesto, ya se encargaría Light de que eso no pasara.

    No le había hecho ninguna gracia el interés que había mostrado el joven por su hermana.

    Leyre y él fueron a buscar el coche del castaño, y volvieron a casa para descansar un poco de tan movida comida.

    La tarde pasó, y aunque a Leyre le hubiese gustado hacer algo en ese último día no lectivo, al final acabó durmiendo junto a su hermano. Intentando recuperar las fuerzas que éste le había arrebatado horas atrás.



    Eran las seis y media de la tarde cuando Leyre por fin despertó y se incorporó en la cama que ahora compartía con Light.

    Había sido una siesta muy larga.

    Al mirar a su derecha, comprobó cómo su hermano dormía sin camisa, debido al calor sofocante del verano en la ciudad.

    Su expresión era de profunda tranquilidad, dándole un aspecto inocente, casi aniñado.

    Era en esos momentos cuando Leyre comprendía por qué estaba tan enamorada de él.

    Si se buscaba la palabra perfección en el diccionario, debería salir una foto del joven en esas condiciones.

    A la pelirroja se le dibujó una sonrisa melosa en el rostro, y no pudo evitar pasar suavemente sus dedos por la mejilla del castaño, bajando por el mentón y siguiendo por el cuello, para acariciar también el torso desnudo de Light.

    El chico ni se inmutó, lo que le hizo aún más gracia a Leyre.



    Pero entonces, está cayó en la cuenta de que al día siguiente tenía que ir a clase y, por tanto, sería bueno que se arreglase esa misma tarde o por la mañana llegaría tarde.

    Así que, con mucha pereza, se levanto y buscó algo de ropa para irse a duchar.

    Entró en el baño sin cerrar la puerta tras de sí con pestillo.

    Total, ambos estaban solos y además su hermano dormía plácidamente en la cama.

    Nada podía indicar que se iba a despertar.

    La joven se desnudó y entró en la ducha con calma, sintiendo cómo el agua caliente hacía florecer de nuevo todos los pensamientos relacionados con el de debate sobre la relación con su hermano.

    Ella seguía cuestionando la moralidad de sus actos, pero de alguna extraña forma, cuando el castaño la tocaba, todas sus dudas desaparecían de un plumazo.

    Jamás había sentido con nadie lo que sentía con él, y eso, en cierta forma, la reconfortaba y aliviaba su sentimiento de culpabilidad.

    Comenzó a enjabonar la esponja, ensimismada en sus pensamientos; y eso, junto con el ruido del agua cayendo, hizo que no se percatase de que su hermanito acaba de abrir la puerta del baño y la observaba con una sonrisa en los labios, sin pudor alguno.

    Éste no tardó mucho en quitarse la ropa que le quedaba, y sin que Leyre aún le viese, se acercó a la ducha.

    La joven sintió cómo alguien la abrazaba por la espalda y besaba su cuello.

    Al darse la vuelta, vio a su hermano con el pelo totalmente empapado y una sonrisa socarrona en el rostro.



    —¿Pero qué haces aquí?— se sorprendió ella. No sabía por qué, pero cada vez que pensaba en el chico, éste aparecía como por arte de magia.



    —¿Tú qué crees? Tardabas mucho en acabar, así que he decidido ducharme contigo— le explicó cómo si fuese lo más natural del mundo— Así ahorramos agua.



    —Pues esperas fuera. Esto es una violación grave de mi intimidad— se quejó inútilmente ella haciendo reír a Light.



    —Toquetear a tu hermano mientras duerme también lo es, y no me estoy quejando— le contestó con esa misma sonrisa haciendo que ella se sonrojase al momento. Entonces si que estaba fingiendo estar dormido.



    —S...Sólo quería saber si estabas despierto— afirmó la chica con dignidad, haciendo que él entornase los ojos.



    —Claro...— la ironía del chico, sumado a que cada vez se acercaba más a ella, dejándola contra la pared de la ducha, la dejó sin respiración.

    Light besó los labios mojados de la chica, lamiendo las gotas que aún quedaban por la ducha.

    Después de que él mordiese su labio inferior, Leyre ya no pudo negarse a compartir ducha con su hermanito mayor.



    —¿Te enjabono la espalda?— preguntó, cogiendo la esponja de manos de la pelirroja y pasándola por los hombros de ésta.



    Tras terminar con ellos, hizo que se diese la vuelta, dándole la espalda a él.

    La situación era más que comprometida, recordándole a cierta escena en los aseos del restaurante.

    Enjabonó también la espalda de la chica, suave y lentamente, sin dejarse ni un sólo centímetro de piel sin recorrer.

    El jabón iba desapareciendo a causa del agua que seguía cayendo sobre ellos.

    Light aprovechaba esto para repasar con la mirada todo el cuerpo de la joven, sin que se le escapase ni un detalle, acariciando con su mano libre desde la cintura de la joven hasta el trasero de ésta.

    Si el castaño seguía así, eso estaba muy claro cómo terminaría.

    Pero él disfrutaba de ese juego demasiado como para detenerse.

    Leyre se dio la vuelta y besó al chico, mientras todo el jabón se caía por efecto del agua.



    —Te toca— pidió el castaño dándole la esponja.



    Ella la cogió sin poder apartar la mirada del perfecto y bien formado torso de su hermano.

    En numerosas ocasiones, como en viajes familiares a la playa, o durante los días en la piscina familiar, Leyre no había podido evitar recorrer esos músculos con la mirada, pero siempre apartaba la vista de ellos antes de que nadie pudiese notarlo.

    Sin embargo, ahora podía mirarlos, tocarlos y hacer lo que quisiese.

    Pasó la esponja por la suave piel del chico, dibujando cada músculo de Light, mientras con la otra mano acariciaba la zona de las costillas, sintiendo el cálido y a la vez duro tacto de la zona, en la que se podía apreciar el ritmo de la respiración del joven, algo entrecortada.

    Eso hizo sonreír a Leyre, ya que significaba que esa situación no sólo la afectaba a ella, si no que también le excitaba a él.

    La pelirroja fue bajando la esponja hasta superar el ombligo de Light, sacando ya el primer suspiro roto del joven, quien tuvo que contenerse mucho para no agarrar a la chica y ponerla contra la pared en ese mismo momento.

    Leyre sabía de sobra en lo que estaba pensando su hermano, pero le gustaba la idea de hacerle sufrir un poco más.

    Así que, en cuanto el jabón desapareció del cuerpo del chico, ésta cerró el grifo y le miró con una dulce sonrisa.



    —Bueno, yo ya he acabado. ¿Te pongo el agua fría?— su indirecta hizo que Light pusiera una mueca, mezcla entre divertida y frustrada.

    Intentó coger a la chica, pero ésta se le escapó, yendo a por su toalla y enrollándosela sobre el cuerpo lejos del alcance de su hermano.



    —Ni se te ocurra irte y dejarme así— exigió el castaño entre risas, saliendo de la ducha.



    —Uy que no...— dijo ella corriendo hacia la puerta y abriéndola dispuesta a huir, riendo.

    Pero Light no se iba a quedar atrás, y salió en persecución hacia la chica, sin nada puesto.

    Justo cuando ésta estaba superando ya el marco de la puerta, Light la agarró de la cintura intentando quitarle la toalla a la joven— ¡Pero bueno, pervertido! ¡No me desnudes!— exclamaba la chica entre risas, encantada con ese juego.



    —¡Cómo que no! Quítate ahora mismo esto y vuelve a la ducha conmigo— exigió Light divertido por los juegos de su hermana, agarrando a la chica por la espalda y apretándola contra su cuerpo.



    Esto hizo que un intenso cosquilleo bajase por el vientre de Leyre, notando cómo los cuerpos de ambos se atraían.

    Viendo cómo la chica acababa de bajar la guardia, el castaño aprovechó para atacar el cuello de la joven mordiéndolo y besándolo de forma tentadora, terminando de rendir la voluntad de Leyre.



    —¿No has tenido ya bastante con lo de los baños?— dijo ella entra jadeos mientras Light pasaba ya una mano por dentro de la toalla y apretaba uno de los pechos de la pelirroja. Sacándola más jadeos entrecortados.



    —No, quiero oírte gritar mi nombre pero más fuerte— Light habló en un tentador susurro al oído de ella.



    En ese momento un fuerte ruido metálico les interrumpió.

    Era el sonido de unas llaves al caer al suelo.

    Frente a ellos estaba Roger, el chofer de la familia, que prácticamente les había criado.

    Light y Leyre se quedaron estáticos.

    Petrificados con la imagen del hombre mayor ante ellos.

    Leyre se apartó al instante de Light, colocándose correctamente su toalla.

    El castaño rápidamente entró al baño y cogió otra, tapándose de cintura para abajo.



    —Roger... Esto... Bueno...— Leyre no sabía ni qué decir.

    El típico "no es lo que parece" agravaría aún más la situación.



    —¿Qué haces aquí?— Light fue directo al grano.



    —Yo... Venía de parte de vuestros padres para comprobar que todo... Que todo marchaba bien— susurró estas últimas palabras sin poder casi ni pestañear. Leyre apartó la mirada sonrojada, mientras que Light se la sostenía sin dudarlo— Light, Leyre... ¿Qué estabais haciendo así?— señaló el hombre, refiriéndose a la falta de prendas de ropa de ambos— Y Light... ¿Qué forma es esa de tocar a tu hermana?— el pobre hombre estaba patidifuso, al borde de un ataque cardíaco.



    —Roger... Mira, no ha sido la mejor forma de que te enterases. Pero esto es lo que hay. Yo quiero a Leyre— Light no podría haber sido más directo y conciso, haciendo que la mueca del hombre fuese aún más alarmante. Palideció todavía más y les miraba con los ojos como platos.

    Leyre miró a su hermano también horrorizada. Igual que si acabase de presenciar cómo su hermano les lanzaba por un acantilado a ambos.



    En vez de intentar excusarse, le acaba de contar todo a Roger, quien podía perfectamente llamar en ese instante a sus padres y relatarles lo que acababa de ver entre ellos dos.

    Pero en vez de eso, el hombre se acarició la frente, recorrida por un sudor frío, y caminó hacia el sofá de la casa, para después sentarse, intentando digerir la noticia.

    Ambos jóvenes se pusieron frente a él, preocupados por si le estuviese dando un infarto de verdad.

    Roger no decía ninguna palabra, y esto asustaba más que si hubiese puesto el grito en el cielo.

    A Leyre le preocupaba mucho la reacción del hombre, ya que tenía una cierta edad y no estaba para esos disgustos.

    Se sentó al lado de Roger y le acarició un hombro.



    —Si esto... Si esto ya me lo veía venir yo— dijo el hombre sorprendiendo a los hermanos— De pequeños pasabais todo el día juntos. Siempre queríais dormir juntos, bañaros juntos... En el instituto ninguno ha tenido pareja estable, ni ha consentido que el otro la tuviese tampoco— esto último lo dijo mirando a Light, como si ambos compartiesen un secreto que Leyre no llegaba a comprender.

    Light le devolvió esa mirada, desafiante, prohibiéndole hablar más.



    —Entonces esto no te habrá sorprendido tanto— aclaró el castaño cruzado de brazos.



    —¡Claro que me ha sorprendido! Sois hermanos, por el amor de Dios... ¿Qué pretendéis conseguir con esto? ¿Que vuestros padres os deshereden y os echen de casa?— vaticinó Roger, alarmado.



    —Pues si eso ocurre, asumiré todas las consecuencias— afirmó Light, completamente convencido.

    Mientras que a Leyre le preocupaba realmente lo que sus padres podrían hacer.



    —Roger... ¿Vas a contarle esto a nuestros padres?— la cara de Leyre reflejaba angustia y miedo.

    El hombre pareció pensárselo unos instantes.



    —No lo haré... Os he visto crecer. No os deseo ningún mal... Pero chicos, escuchadme. Esto es una locura. Parad ahora que estáis a tiempo. Encontrad a otra persona que os haga felices y pasad página— les intentó aconsejar el buen hombre, sabiendo por todo lo que tendrían que pasar si seguían adelante.



    Sería un camino tortuoso, lleno de problemas, obstáculos y dolor.

    Pero Light había vivido todos esos años tratando de hacer justamente lo que Roger sugería, y había llegado a la conclusión de que el dolor de vivir ocultando ese amor era mucho peor que todo lo que pudiera venir, estando junto a ella.



    —No es tan fácil, Roger. Nos estás aconsejando que nos condenemos a una vida infeliz, separados de la persona a la que queremos. Viendo cómo el otro intenta amar a otra persona... Te aseguro que no funcionaría, y a la larga traería aún más problemas— le rebatió Light, haciendo suspirar a Roger, que entendió a qué se refería.

    Si Light conseguía encontrar a otra mujer, y se casaba con ella, seguramente acabaría siéndole infiel con Leyre.

    Y si era al revés, que su hermana se casaba con otro hombre, Light no podría soportarlo.



    —Bueno... Esto es algo que tenéis que plantearos bien. Es muy serio... Pero por mi parte estad tranquilos. No diré nada. Tendréis que hacerlo público vosotros cuando estéis preparados— les prometió el hombre con angustia y seriedad.

    De esta forma acabó la conversación.





    Poco después, Roger se marchó para informar a los padres de que en la casa todo iba bien.

    Bien.

    Bien, si se consideraba que "bien" es que acabase de descubrir una relación bastante más que fraternal entre sus dos hijos.

    Aunque Leyre seguía consternada por lo sucedido.

    Las palabras de Roger resonaban en su cabeza: "Parad ahora que estáis a tiempo."

    La joven estaba asustada por si el chofer tenía razón.

    ¿Y si, efectivamente, eso era una locura que les llevaría a la catástrofe?

    A pesar del amor que sentía por su hermano, tenía miedo de lo mal que podría acabar esto para ambos.

    Todas estas dudas hicieron que la joven no pegara ojo esa noche, a pesar de los intentos de Light por reconfortarla, abrazándola, o pidiéndola que dejase de darle vueltas al tema e intentase acallar sus miedos con melosos besos.



    Finalmente, al día siguiente, Leyre se levantó para acudir a clase.

    Light madrugó con ella para llevarla en coche hasta la puerta del instituto.

    La joven no podía evitar estar menos cariñosa con él, ya que la preocupación corroía sus pensamientos en todo momento.

    En realidad, no es que estuviese menos cariñosa, si no que no podía dejar de sentirse mal por todo lo que estaba ocurriendo, y dándole vueltas a lo que podría estar por llegar.

    Cuando ambos llegaron a la entrada del centro escolar, Leyre se dispuso a bajar del coche con un distraído "nos vemos luego".

    Pero Light la detuvo, cogiéndola de la mano.



    —¿Vas a tratarme así mucho tiempo?— exigió saber el castaño, que tras probar lo que era una relación estrecha con ella, no estaba dispuesto a distanciarse tan fácilmente.



    —¿Qué?— contestó ella, haciendo como que no le había entendido bien.



    —No me quieres dar ni un beso— se quejó el chico con el ceño fruncido.



    —¿Aquí? ¿En la puerta del insti? Claramente, no— Leyre habló como si fuese toda una obviedad. Aunque ella misma pensó que estaba siendo demasiado dura, eso no hizo que él se rindiese.



    —Estamos en el coche. Y no hay nadie cerca— le rebatió él con seriedad.

    En ese momento, el chico se acercó a ella y, tomándola de la mejilla, la besó tiernamente en los labios.

    Esto era algo a lo que Leyre no se podía resistir, y dejó que el chico se tomase su tiempo para besarla.

    Lo que no sabían es que, efectivamente, si que había alguien observándoles.

    Una chica que les conocía perfectamente, y que se quedó petrificada al ver el beso entre ambos.

    Cuando Leyre salió del coche de su hermano en dirección al instituto, la chica que les había visto se acercó a ella con una muy falsa sonrisa.



    —¡Sara!— se sorprendió Leyre de que la sonriese, ya que hacía unos días habían acabado discutiendo por su hermano.



    —Hola, Leyre... Oye mira, quería solucionar las cosas contigo. Me comporté muy mal, lo siento, de verdad— fingió la joven rubia, ya que por dentro moría de celos y sólo tenía malas palabras para la pelirroja.



    —Vaya... ¡Me alegra mucho que quieras arreglarlas! Pues, por mí, ya está todo olvidado. No te preocupes— contestó Leyre con sinceridad e inocencia, bastándole lo que creía que eran unas sinceras disculpas.

    Queriendo de verdad mantener su amistad con Sara. Prácticamente su única amistad, a decir verdad.

    Lo que en realidad no sabía eran las oscuras intenciones de la joven para con la pareja.



    —¿Qué tal el puente, Leyre?— sacó tema de conversación su amiga, por dentro interesada en saber cómo había acabado enrollada con su hermano.



    —Pues bastante bien. Mis padres se han ido a Osaka, así que muy tranquila, sola en casa, la verdad— contestó la joven, siendo parcialmente sincera. Muy parcialmente.



    —Hmmm, suena bien...— Sara se imaginó todo lo que podría haber ocurrido en esa casa estando esos dos a solas, y se le revolvió el estómago de puros celos.



    Pero la rubia tenía muy, pero que muy claro, que se cobraría su venganza y separaría a esos dos, fuese como fuese.

    El resto del día en el instituto pasó tranquilo.

    Sara estaba extrañamente amistosa con Leyre, pero la pelirroja en verdad creía que su "amiga" iba con buenas intenciones.



    Por otro lado, Light estaba ya en las oficinas de la empresa, desempeñando sus funciones, aunque, inevitablemente, su mente tendía a divagar sobre todo lo que estaba ocurriendo en su vida actualmente, que no era poco.

    Su amor desde que era pequeño, su hermana, al fin era suya.

    Pero todo estaba yendo demasiado rápido y ya habían sido pillados por Roger.

    Eso se había desviado un poco de su plan previsto.

    Confiaba en la discreción del hombre, ese no era el problema.

    Pero esa cazada le había hecho plantearse más seriamente que inevitablemente, más pronto que tarde, lo mismo pasaría con sus padres.

    En algún momento deberían saber la verdad.

    Y aunque él no tenía tan en cuenta la más que posible discusión con sus progenitores, Leyre parecía muy afectada por la idea, y se preocupaba demasiado.

    Es decir, el castaño estaba más preocupada por la reacción de Leyre a la discusión con sus padres, que a la discusión en sí misma.



    —Buenos días... ¿Pensando en algún amor platónico?— esa voz era inconfundible.

    "El que faltaba" pensó Light con un suspiro, intentando que no se le notase el desagrado que le producía ahora Kento.



    —Puede ser— intentó seguirle la broma con una sonrisa, para no levantar sospechas.



    —Ya veo... Nos parecemos, entonces— el moreno se apoyó en el escritorio de Light— Por cierto, ¿qué tal tu hermana, Leyre? ¿Se encuentra mejor?

    "Y tenía que sacar a Leyre como tema" refunfuñó por dentro el castaño.



    —Pues sí, ya está bien. Hoy ha ido a clase con total normalidad— el chico miró la pantalla del ordenador intentando acabar la conversación en ese punto.

    Pero Kento era alguien tenaz.



    —Qué bien... Entonces seguro que ya podemos quedar otra vez— sonrió como sólo él sabía hacer, con esa inocencia y simpatía, a pesar de que la frase estaba cargada de connotaciones, más bien con segundas intenciones— Bueno, si quieres, puedes venir también, claro— esto último término de sacar de quicio a Light.

    Kento pretendía quedar a solas con su hermana. Y aunque fuese de broma, Light quería pegarle un puñetazo en la cara.

    "¿Pero y este niñato qué se ha creído que es?

    No voy a dejar ni que le mande un tweet"

    Para aparentar, el castaño le rió la broma al chico.

    Fingió perfectamente divertirse con el comentario del hijo del jefe.



    —Yo no quiero desilusionarte... Pero no eres el tipo de Leyre— aseguró el chico, cobrándose su venganza.

    Kento le miró sorprendido.



    —¿No? ¿Y cuál es su tipo?— preguntó, cayendo en las redes de Light.



    —Le gustan los chicos rubios de ojos azules. Así... Rollo surfero australiano...— describió lo inverso a Kento— De hecho, está ahora medio enamorada de un compañero suyo del instituto... Yo te aviso porque te aprecio, y así no pierdes el tiempo— sentenció Light, dejando a un pobre Kento helado y derrotado.

    "Pero qué maligno que soy" se felicitó el chico a sí mismo.

    Acababa de romper toda esperanza en Kento, ya que él era todo lo opuesto al prototipo que acababa de describir Light.

    Kento era bastante pálido, de pelo moreno y con los ojos oscuros.

    Su mirada dulce ahora se tornaba desilusionada.



    Tras esto, la mañana del castaño fue bastante tranquila.

    A su salida, fue a buscar a Leyre al instituto, y juntos volvieron a casa.

    La pelirroja ya se había despejado bastante gracias al ambiente estudiantil, y parecía más receptiva con su hermano; aunque al entrar en el coche sólo le dio un beso en la mejilla, porque pasaba mucha gente frente a ellos, algunos conocidos, y no quería captar la atención de todos.

    Ninguno se percató de que Sara, montada en su coche, les había seguido, y también se dirigió a la zona donde los hermanos residían.

    Light aparcó el coche dentro de garaje del chalet, y miró a Leyre de reojo, buscando alguna intención cariñosa de la chica, pero nada.

    Ella salió del coche con normalidad y rápidamente, Light hizo lo mismo.

    Se dirigieron en silencio a la entrada de la casa.

    Pero a los pocos pasos, Light rompió ese silencio.



    —¿Vas a estar así hoy también?— exigió saber el castaño ofuscado.

    Se posicionó frente a ella, al lado de la puerta de su vivienda, pero sin llegar a entrar.

    Leyre le miró con fijeza.



    —Light, en la calle no...— le contestó, indicándole que entrasen con la mano.



    —¿Cuánto tiempo pretendes que estemos así? ¿Para siempre? ¿O es que para ti esto es sólo una aventura pasajera? ¿Es que ya lo has decidido así, y no me lo quieres decir— el chico la miró dolido, y entonces, Leyre comprendió lo que el castaño sentía.



    Cada rechazo de ella se clavaba en él como una daga en el pecho.

    Nunca había visto a Light tan afectado por nada.

    Normalmente le daba bastante igual el comportamiento de los demás.

    Pero, al parecer, los sentimientos de ella sí que le importaban, y mucho.

    La joven se arrepintió de su actitud y se acercó más a Light.



    —Claro que no es algo pasajero... Yo te quiero— le dijo la chica, haciendo que Light la mirase con cariño y dulzura de nuevo.



    Sin poder evitarlo, acarició la mejilla de la chica y la besó apasionadamente.

    Ella pasó sus brazos por el cuello del joven y profundizó más el beso.

    Light llevaba sin tocarla desde el día anterior, muy por la mañana, así que ese simple roce le volvió loco, aumentando la temperatura entre ambos rápidamente.

    Llevó una de sus manos al trasero de la chica y apoyó la espalda de ella contra la pared de la fachada con fiereza.

    Con la otra mano, apretó uno de los pechos de la chica, haciendo que en un jadeo ella abriese más la boca, y él pudiera pasear su lengua a sus anchas.

    La pelirroja agarró la camisa del joven, sintiendo cómo un estrepitoso calor subía por su vientre.

    Pero a unos metros de ellos, Sara se disponía a fotografiar toda la escena con su móvil.

    Su plan había comenzado de la mejor de las maneras.

    Había sido realmente fácil.

    Cuando Leyre y Light se separaron por falta de aire, Sara ya había desaparecido, por lo que no pudieron verla.
     
  4.  
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    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    5546
    CAPÍTULO 4


    Entraron a la casa de la mano, sin esa desagradable tensión entre ambos.

    Pero al poco, el teléfono fijo comenzó a sonar.

    Se trataba de Roger, quien les avisaba de que sus padres llegarían en dos días.

    La convención había resultado todo un éxito y no necesitaban quedarse más tiempo ya que todos los negocios que querían hacer ya estaban resueltos.

    Los jóvenes agradecieron que les avisase para no repetir error anteriores.

    Así que pasaron el resto del día dejando la casa en orden para que sus padres no tuviesen queja, dando lugar a distintas escenas cariñosas entre ambos.



    Llegó la noche y ambos se disponían a ver una película juntos.

    Aunque lo que Light deseaba (y Leyre en el fondo también) era que esa película derivase en un entretenimiento más adulto.

    Pero justo cuando ya estaban sentados en el sofá y las palomitas estaban listas, el móvil de Leyre se iluminó dando la señal de un nuevo whatsapp.

    Leyre desbloqueó su móvil despreocupada.

    Pero su expresión cambio completamente al comprobar de quién era el mensaje.



    Sara: No te vas a creer lo que he descubierto *foto*

    La joven le había enviado una foto en la que evidentemente Light la estaba besando, y además le tocaba el culo y el pecho. Y obviamente ella le correspondía.

    Light, quien notó el cambio de humor en la chica, miró junto a ella la pantalla del móvil.

    Al ver la foto, lo comprendió.



    Sara: Quiero que cortes desde ya mismo esa relación enfermiza con tu hermano, o esta foto será difundida por todo el instituto. Te expulsarán por indecente, o tendrás que irte tú misma por el bullying. Tú verás qué te compensa más. Mañana a las ocho en la puerta del instituto te especificaré las condiciones.



    Leyre estaba a punto de llorar por la impotencia.

    Light miró con asco y rabia esos mensajes.

    Fue a quitarle el móvil a Leyre, pero ella se lo impidió.



    —Déjame llamarla— bufó el castaño.



    —¡Claro que no! ¿Quieres empeorarlo todo?

    Si difunde esa foto estamos perdidos— le dijo la chica más que preocupada.



    Dejó el móvil en manos de ella.

    Light se acarició la sien pensativo.

    Poco podían hacer, más que escuchar lo que iba a pedirle a Leyre la rubia.

    Acababa de chafar la noche de ambos.

    De hecho, la joven no pudo casi pegar ojo, sabiendo que una foto tan comprometida estaba en manos de esa arpía.

    Light no distaba mucho de su hermana.

    Le preocupaba cómo podía afectar todo esto a Leyre, llevándola a una presión bastante extrema a la que ella no estaba acostumbrada.



    Al día siguiente, Leyre hizo lo que Sara le pidió, y fue al instituto, a las ocho de la mañana.

    Una hora antes de que empezasen las clases.

    Lo primero que se encontró fue varias copias de la foto impresas, repartidas por el suelo del campus.

    La pelirroja, muy apurada, recogió todas, intentando que cuando los alumnos llegasen al instituto no hubiese ninguna.

    Al ser tan pronto, no había prácticamente nadie por las calles, y menos gente que Leyre conociese.

    Entonces vio a Sara, que la esperaba cruzada de brazos y con una sonrisa triunfal.



    —Pero si ya estás aquí... Espero que te guste mi regalo de buenos días— le dijo con clara ironía, señalando las fotos.

    Leyre la miró con odio acérrimo e impotencia.



    —¿Qué quieres?— la chica quería ir al grano.



    —Muy sencillo... Light es mío. No puede estar contigo, eso es asqueroso. Así que quiero que te mudes a otra ciudad. Que desaparezcas de aquí cuanto antes. Si no lo haces, esta foto aparecerá hasta en las botellas de Coca-Cola— la amenazó señalando su móvil, donde estaba la dichosa foto— Sobra decir que tengo muchas copias en otros dispositivos. Si me quitas este móvil sólo perderás el tiempo.

    Leyre frunció el ceño, pensado rápidamente en qué opciones les quedaban.



    —¿Y dónde quieres que me vaya? Estás mal de la cabeza— el odio y rabia que sentía la chica era palpable.



    —A mí eso me da igual. Simplemente, quiero que mañana a esta hora me enseñes tu billete de ida a un sitio lejos de aquí. Si no lo haces... Tú perderás— se encogió de hombros.



    En otra situación, Leyre la habría plantado cara y arrancado media melena, pero un paso en falso y sería su perdición.

    Con todo el dolor y rabia de su corazón no le quedó otra que agachar la cabeza y aceptar lo que la joven pedía.



    —Perfecto. Mañana a las ocho. No te olvides— dijo la rubia tirando al aire una copia más de esa foto, haciendo que Leyre tuviese que recogerla también.



    Tras esto, se marchó con una sonrisa triunfal, dejando a Leyre totalmente consternada y al borde de un ataque de ansiedad.

    ¿Qué iba a hacer?

    ¿Irse de casa, así, de pronto?

    Eso le daría la victoria a Sara y era algo que ella no podía permitir.

    A parte de que a sus padres les daría un infarto.

    Además, si se iba, no podría volver, ya que eso significaría que la joven difundiría la foto.

    Estaba contra la espada y la pared.

    No tenía fuerzas ni ganas para ir a clase ese día, así que se dio media vuelta y volvió a su casa, ahora vacía ya que Light estaba en las prácticas de su empresa.

    Allí, se tumbó en la cama y derramó algunas lágrimas de rabia y deseparación. Sin encontrar solución a la encrucijada que vivía.

    Estos eran los peligros de los que Roger les advirtió.

    Y en esos momentos la chica pensaba que el hombre tenía razón. Que eso que estaban haciendo era una locura que ahora les pasaba factura.

    Light llamó varias veces al móvil de la joven, pero ella no contestaba.

    Preocupando al castaño hasta el límite de no poder concentrarse en lo que hacía.

    En esas condiciones no podría trabajar, así que pidió permiso para salir antes por asuntos personales.



    Pensó en ir al instituto para buscarla, pero enseguida concluyó que si la joven había sufrido un disgusto grande, seguramente estaría en casa.

    Así que fue el primer sitio que quiso comprobar.

    Y efectivamente allí estaba su hermana.

    Se había quedado dormida en su cama de tanto llorar.

    Tenía el móvil apagado a su lado, por eso no le contestaba.

    Esa escena oprimió el corazón de Light, quien no soportaba ver llorar a la chica.

    Se arrodilló frente a ella y acaricio su mejilla, aún algo húmeda por las lágrimas.

    Entonces Leyre despertó.

    Miró a Light fijamente, con una terrible tristeza en sus ojos.

    Se incorporó y abrazó al chico quien correspondió en el acto.



    —Me ha pedido que me vaya. Que me marche de la cuidad o difunde la foto— dijo ella aún entre sollozos.

    El castaño maldijo una y mil veces a esa arpía que se había propuesto hacerles la vida imposible.



    —Déjame hablar con ella— pidió el castaño como había hecho anteriormente.

    Leyre negó con la cabeza.



    —No... Si haces eso la enviará a todo el mundo y...— Leyre no pudo seguir hablando ya que Light la besó dulcemente en los labios.

    Un beso corto pero que tranquilizó a la chica.



    —Déjame ayudarte— pidió él consolándola.



    Pero Leyre seguía convencida de que hablar con esa loca no arreglaría nada.

    El chico decidió no insistir más, y quedarse junto a Leyre hasta que ésta se quedase dormida.

    En pocos minutos la joven había vuelto a caer rendida. Ese sofoco estaba acabando con sus fuerzas.

    En ese momento, Light aprovechó para guardarse en su móvil el número de Sara.

    El castaño estaba decidido a terminar con eso lo antes posible, ya que sus padres regresaban al día siguiente y no podían ver a Leyre así.

    Rápidamente entenderían que pasaba algo.

    Dejó a la chica dormida en su cuarto y salió al jardín para hablar.



    —¿Si?— contestó la rubia al teléfono. No tenía el número del chico, así que se sorprendió al oírle.



    —Sara, soy Light— dijo el castaño escuetamente.



    —Ya te ha ido Leyre con el cuento...— supuso ésta.



    —No, ella no sabe que estoy hablando contigo... Quiero que nos veamos. Tú y yo solos— pidió esperando que aceptase.



    —Si crees que vas a conseguir algo, estás muy equivocado— le avisó la rubia con suficiencia.



    —Lo único que quiero es llegar a un acuerdo... Sara... Yo saldré contigo, si a cambio no difundes esa foto— la noticia cayó sobre la joven como un jarro de agua fría.



    —¿En serio?— no podía ni creérselo. Su plan salía mejor de lo que pensaba. Había supuesto que presionarle no serviría de nada, pero parecía ser que sí.



    —Sí. ¿Podemos vernos ahora en Akihabara? Frente al Starbucks donde soléis quedar Leyre y tú— pidió el joven, pudiendo imaginar la respuesta.



    —De acuerdo— sentenció sin rebatirle, feliz por esa propuesta. Sería la primera vez que se verían ambos a solas.



    Y, de esa forma, quedaron en el lugar indicado, solos. Sin que Leyre supiese nada.

    El castaño tomó su coche, para conducir hasta el centro de la urbe, dejando su vehículo en un parking cercano al lugar donde había concertado la cita con Sara.

    El joven caminaba con prisa, llegando a la puerta de la cafetería sin entretenerse con nada más.

    Light llegó primero, por lo que tuvo que esperar un poco a Sara.

    Pero ésta no tardó en aparecer con una sonrisa boba en la cara al ver al joven.



    —Bueno, pues hablemos entonces— pidió ella, interesada en la oferta que le había hecho apenas hacía media hora.



    —Bien... El trato es el siguiente: yo salgo contigo, si esa foto es eliminada para siempre. Ha sido todo un error... Una forma de divertirme. Pero ahora que veo que me está trayendo consecuencias, prefiero cortar por lo sano. Dejaré de hablar a Leyre, si es lo que quieres. No me importa mucho, la verdad. Lo que sí me importa es mi reputación y si esa foto sale a luz, seguramente terminarían por despedirme— mintió como un bellaco.

    Pero se le daba tan bien que cualquiera le hubiese tomado en serio.

    Y sobre todo Sara, que llevaba prácticamente un año enamorada de él.

    A la rubia se le iluminó la mirada. Pero antes de aceptar, tenía que proponerle algo más.



    —Si eso es verdad, quiero que la llames y le digas exactamente estas palabras a Leyre. Ahora mismo. Con eso, sabré si mientes o no— exigió ella aprovechando la situación.



    La rubia llevaba esperando una oportunidad así mucho tiempo, por fin podría estar con Light.

    Pero si Light quería que eso saliese bien, tenía que seguirle el juego. Así que asintió.

    El castaño cogió tu teléfono y marcó el número de la chica.

    Después tendría tiempo de explicarle las cosas. Pero ahora tenía que actuar mejor que en toda su vida.

    El pulso de Light se aceleró, ya que, después de hablar con su hermana, seguramente ésta se disgustaría, y tal vez hasta lloraría. Debía ser cruel para satisfacer a Sara.

    Pero tenía un as bajo la manga para que Leyre sospechase de la situación en la que se encontraba él.

    Tras un par de tonos, la pelirroja contestó.



    —¿Light? ¿Dónde estás?



    —No te importa dónde estoy. Sólo quería decirte que te olvides de mí— Leyre contuvo el aire ante las heladoras palabras de su hermano, que hacía unos minutos la había besado con dulzura— No vamos a volver a acercarnos más de lo estrictamente necesario. Nunca más. No te quiero, nunca te he querido. He jugado un poco contigo porque me daba morbo el tema de que nos pudieran pillar— hasta Light se asustó de lo convincente que sonaba. Sara asintió, creyéndole por completo. Y a Leyre comenzaron a rodarle lágrimas por las mejillas. El castaño podía escuchar cómo ésta empezaba a sollozar— Por favor, no montes un drama, ya tengo bastante con haberte aguantado estos días— Leyre sentía un punzante dolor en el pecho.



    ¿Sería eso verdad? ¿Su hermano la había tratado como una mascota con la que entretenerse, y ahora la quería dejar abandonada?



    —Eres un cerdo— las palabras se le entrecortaban con los sollozos.

    A él se le oprimió el corazón al escuchar esas palabras de boca de su hermana.

    Tenía que hacerla entender que estaba mintiendo.



    —Se acabaron las escapadas de fin de semana, ni vernos a escondidas. Me he cansado de este jueguecito— todo lo que él había mencionado era totalmente inventado, nunca habían hecho una escapada juntos ni se habían visto a escondidas de sus padres.

    Llevaban una semana con su relación, pero eso Sara no lo sabía.

    Y el joven rezó por que Leyre comprendiese lo que sucedía y le siguiese el juego.

    Se hizo un silencio durante unos segundos y Leyre habló.



    —Te odio. No quiero que vuelvas a dirigirme la palabra. Para mí has muerto— sentenció la pelirroja y colgó la llamada.

    El plan de él había salido perfecto.

    Sabía que Leyre había fingido eso último, y también sabía que Sara se lo había tragado todo.



    —Listo— el castaño guardó su móvil en el bolsillo.



    —Muy bien...— Sara sonreía dulcemente, como si nunca hubiera roto un plato.



    —Ahora te toca borrar esa foto. No puedo dejar que esto afecte a mi reputación— volvió a pedir el joven con normalidad.

    Ella asintió, enseñándole el móvil al joven y le mostró cómo borraba el archivo desde un sistema de almacenamiento en la nube.



    —Aquí guardaba la foto, en la nube, por si perdía o se me rompía el móvil— relató Sara.



    Al final no era la rubia tonta que parecía ser.

    El archivo estaba borrado.

    Light suspiró, algo más tranquilo.

    Enseguida, Sara se acercó a Light dispuesta a darle un beso de los de película.

    Pero a la pobre joven sólo le dio tiempo a rozarle los labios, ya que de pronto, el chico se apartó.

    Alzó la mano, enseñándole el móvil, el cual acababa de quitarle del bolsillo aprovechando que ella se había acercado.

    La cara de Sara fue todo un poema.



    —¡Dámelo!— exigió alterada.

    Pero Light, lejos de devolvérselo, lo tiró al suelo con rabia, reventándolo por completo.

    Las piezas del móvil se esparcieron por el suelo.



    —Apuesto a que eres tan rubia que de verdad ahí estaba la única copia de la foto— aseguró el joven sabiendo que estaba en lo cierto, al ver la cara de Sara— Y ahora, como vuelvas a dirigirte a mi hermana, te aseguro que vas a sufrir un peor final que tu móvil. Yo la quiero, desde siempre la he querido, y nunca me fijaría en un ser tan rastrero como tú. Olvídate de mí, y olvídate de ella si quieres ahorrarte muchos problemas— los ojos de Light brillaban con odio y desdén.



    Esperaba habérselo dejado lo suficientemente claro, dejando a Sara completamente hundida.

    Sin más recursos.

    Se hizo un silencio entre ambos, y tras unos segundos, el castaño se dio media vuelta y se dirigió a su coche sin ni siquiera mirar a la joven.

    "Un problema menos" se dijo el muchacho, ya arrancando el motor del vehículo para volver a su casa.

    A veces se sorprendía de lo frío e insensible que podía ser. Pero en ese momento esa poca empatía le había sido muy útil.



    Al llegar de nuevo a su casa, le abrió la puerta principal una Leyre con los ojos enrojecidos y las mejillas húmedas, con un puchero.

    Aún en esas condiciones estaba tan mona que, si Light no tuviese que contarle la gran noticia, la hubiese llevado directamente a la cama. Y no para dormir, precisamente.

    Pero tenía cosas importantes que comunicar.

    El castaño entró en la casa y dejó las llaves del coche sobre la mesa.

    Leyre lo seguía con algo de desconfianza.



    —Dime que lo de antes era todo mentira— pidió Leyre con un puchero.



    —Pues claro que lo era. ¿Cómo voy a decir eso en serio?— habló él como si estuviese diciendo una total obviedad.



    —Entonces, ¿qué ha pasado? ¿Dónde estabas?— quiso saber ella.



    —Olvídate de Sara. Está solucionado— dijo Light, dejando a Leyre anonadada.



    —¿CÓMO?— preguntó incrédula.



    —Quedé con ella y le rompí el móvil. No tiene más copias de la foto porque la pobre no da para más. Problema resuelto— sentenció orgulloso de haberlo solucionado en un tiempo récord.

    La chica le miró sin creérselo aún.

    Pero, tras unos pocos segundos, saltó sobre él para abrazarlo, dándole un millón de gracias y otro millón de besos cortos en la mejilla y labios, haciendo reír al chico, quien correspondía los besos y el abrazo.



    Esa noche fue la más tranquila que habían pasado juntos.

    Un peso menos encima.

    Aunque pronto llegaría otro.

    Sus padres estarían de vuelta por la mañana.

    Esa sería la última noche que pasarían solos en bastante tiempo, y Light quería aprovechar el tiempo perdido esos días.



    Poco después de cenar juntos y ver un corto capítulo de una serie que le gustaba a Leyre, Light le propuso a su hermana volver a dormir en la misma cama.

    Ella no vio objeción alguna, ya que habían dormido juntos varios días, y pensaba que sería otra noche más.

    Pero no, los planes de Light eran otros.

    Una vez ambos tumbados sobre el amplio colchón del castaño, y habiéndose arropado con una fina sábana, él abrazó a su hermana por la espalda.

    A ella le reconfortaba mucho ese gesto, y dormir así le parecía un placer de otro mundo que calmaba todas sus inquietudes.

    Poco a poco, despacio, Light comenzó a acariciar el viente de Leyre. Pasando al principio la mano sobre el pijama de esta, para más tarde meter su mano debajo de la camisa de ella.

    El contraste de temperatura le erizó la piel a la pelirroja, que se hacía la dormida, y no se quejaba.

    Esa inquieta mano subió desde el viente hasta el sujetador de ella, y agarró uno de sus pechos por encima de la tela de la lencería.

    La noche era muy larga, y Light quería convencer a su hermanita, poco a poco, de lo buena idea que era aprovecharla.

    Masajeó uno de los pechos, haciendo que el pezón de la joven se notase incluso sobre la tela.

    Esto no sólo la excitaba a ella, si no a él también, que comenzaba a imaginar lo que estaba por llegar, y pegó su cuerpo al de la pelirroja para que pudiera sentir su calor.

    Pronto, pasó de acariciar la tela a pasar por debajo de ésta y buscar la suave piel de los pechos de la joven.

    Por debajo del sujetador, Light apretó fuertemente el pecho de Leyre, sacándole un débil gemido que le invitaba a seguir.

    Con agilidad, comenzó a bajar la mano hacia los pantalones cortos de seda que ella usaba como pijama.

    Acarició la piel a su paso, hasta llegar al ombligo de ella.

    El vientre de Leyre comenzaba a arder como sólo lo hacía cuando él la tocaba.

    Light no paró ahí, si no que continuó su camino, atravesando los pantalones, y bajo la tela de su lencería llegando hasta la zona más íntima de la chica.

    Con dos de sus dedos comenzó a masajear levemente la zona, mientras Leyre seguía sin decirle nada, disfrutando del evidente deseo de Light.

    Éste acercó sus labios al oído de su hermana para morder débilmente el lóbulo de su oreja y susurrarle al oído.



    —Quiero escucharte gemir otra vez— la voz del joven era lo más sexy que ella había escuchado nunca, y más de una mujer se habría derretido sólo con esa frase.



    Los movimientos que Light hacía en la zona sensible de ella, en círculos, se apresuraron más, acrecentando el placer que sentía Leyre, que entreabrió sus piernas para darle un mejor acceso a la mano del chico.

    Ella comenzó a emitir entrecortados suspiros, y notó cómo se humedecía esa misma zona que él masajeaba.

    Light también notaba este cambio en ella, y eso mismo le hizo suspirar a él también, impaciente.

    Pegó más su cuerpo al de ella, haciendo que la chica notase la zona baja de los pantalones de él, endurecida.

    El castaño consideró como suficiente su masaje e introdujo sus dedos dentro de ella. Esto provocó un gemido en Leyre que se entrecortó cuando él comenzó a moverse en su interior.

    Ella no paraba de pensar en que quería más, quería que su hermano entrase ya en ella.

    Se dio la vuelta, para que quedasen ambos cara a cara.

    Y con descaro, ella llevó su mano a la erección de él.

    Esto sorprendió a Light, y a la vez le complació.

    La pelirroja comenzó a acariciar al chico por fuera de sus pantalones, lo que impacientó aún a su hermano.

    El castaño sucumbió a sus deseos y decidió acelerar los acontecimientos.

    Quitó la camisa y el sujetador de ella, y retiró también sus shorts y lencería, dejándola a su merced.



    —Ponte contra el cabecero— ordenó él sin tapujos. Sin darle más opciones a la pelirroja.

    Ésta, que llevaba un largo rato deseando que su hermano comenzase con la acción, le obedeció sin rechistar y se colocó de espaldas a él, sobre la cama, mirando al cabecero.

    Light se puso detrás de ellas, de rodillas sobre el colchón, y se dedicó unos cortos segundos a observar la escena.

    Aún no se creía que todo eso no fuese uno de sus numerosos sueños húmedos con ella.

    Pero no, eso era real.

    Él, con una mano, la hizo agachar la espalda y apoyarse sobre sus rodillas y manos.

    El trasero de ella quedaba en la situación idónea, a la altura de las caderas del castaño, como si sus cuerpos hubieran sido creados por y para ese momento.

    Light acarició las nalgas de Leyre, las repasó a conciencia con sus dos manos, para seguir el recorrido hacia la cara intenta de los muslos de ella.

    Leyre apretó sus manos contra el colchón, agarrando las sábado con fuerza, notando cómo el deseo la obligaba prácticamente a a moverse sola cuando él introdujo dos de sus dedos en ella.

    Light comprobó que su hermana seguía igual o más húmeda, y ella comenzó a moverse entre gemidos, logrando un placentero vaivén con los dedos de él.

    Pero eso no era suficiente para ninguno de los dos.

    Él retiró su mano y sin miramiento entró dentro de ella, sacándola un gemido aún mayor, dejando que un latigazo de placer les recorriese a ambos.

    En esa postura, él podía maneja el ritmo a su gusto, y eso le encantaba.

    Puso sus manos en la cadera de ella y comenzó a moverlas como más le complacía, cerrando los ojos de puro éxtasis.

    No podía creerse que un placer así pudiera existir. No lo había experimentado con nada ni nadie antes.

    Leyre, por su parte, se deshacía en gemidos que contribuían a la excitación de Light.

    Tener a la chica así era algo que le volvía loco.

    Comenzó a acelerar las embestidas, más raudas y más fuertes que antes.

    Con cada una de ellas, la pelirroja gritaba más fuerte, envuelta en un placer indescriptible, notando cómo el chico entraba y salía de ella casi por completo en cada uno de los movimientos.

    Ella no aguantaría mucho así, llevaba demasiado tiempo con las ganas de ese contacto con su hermano, y esas ansias la estaban obligando a dejarse llevar muy rápido por el placer.

    Light lo notaba y se deleitaba con ese estado tan sofocado de su hermana, que se abría para que él entrase incluso más dentro de ella.

    Ella, envuelta en esas descargas que le bajan desde el viente hacia su interior, se movía al ritmo marcado por su hermano mayor, haciendo que éste gimiera igual que ella, mientras perlas de sudor recorrían y llenaban el cuerpo del castaño.

    Leyre gritó el nombre de Light de una forma tan atrayente y exquisita que el propio chico notó cómo el final se precipitaba para él también.

    Ambos aumentaron el ritmo, mientras Leyre se agarraba al cabecero de la cama, hasta que el placer más intenso les hizo terminar a la vez.

    Ella se tumbó en la cama, mientras él seguía de rodillas, mirando la espalda de su hermana, algo enrojecida por el agarre del chico.

    Éste se puso sobre ella, sosteniendo su peso, apoyando sus brazos en el colchón, pero dejando que la chica notase su cuerpo en el de la joven.

    Light la habló muy cerca del oído.



    —Te quiero.



    Esas dos palabras calentaron el fatigado corazón de la chica, que sonrió contra la almohada y se sonrojó.







    A la mañana siguiente, no tardaron en aparecer por la puerta sus padres, junto con Roger, que les había ido a recoger al aeropuerto.

    Afortunadamente, los hermanos eran muy previsores y, desde temprano, ya se habían despertado y estaban listos para recibir a sus progenitores.

    Ambos dejaron las maletas en el salón y comenzaron a saludar a sus queridos hijos.



    —Mis niños, ¿cómo ha ido todo por aquí?— preguntó la madre con dulzura.



    —Todo perfecto, mamá— respondió Light, no sin dejar de mirar de reojo a Roger, quien hizo lo mismo.



    —¿Y vosotros?— evadió el tema Leyre rápidamente.



    —Perfectamente. Hemos encontrado dos socios fabulosos. Pero luego os contamos porque ahora tenemos que deshacer las maletas e ir a comer algo fuera, que habéis dejando la nevera vacía— dijo el padre entre risas.



    —Es que Light come mucho— contestó Leyre siguiendo con las risas de su padre.



    El castaño la miró sorprendido, sin saber si de verdad estaba bromeando con su padre o eso había ido con segundas intenciones, pudiendo entenderlo sólo ellos dos.



    Tras un buen rato, finalmente los padres deshicieron su equipaje y todos se marcharon con Roger a un lujoso restaurante del centro de la ciudad para celebrar su regreso del viaje.

    Todo aparentaba completa normalidad.

    Nadie había variado su comportamiento en absoluto, y esta sensación de familiaridad y calma relajó mucho a Leyre, tras todo lo ocurrido en los días anteriores.

    Todo estaba como siempre.

    Por fin la chica podía respirar tranquila y disfrutar de su vida familiar como si nada.

    Aunque sabía que se trataba de un falso espejismo, ya que ella ya no podía conformarse con un trato meramente cordial con Light.



    Por la tarde, fueron a comprar algo de comida para llenar la nevera.

    Y, por la noche, el padre de los chicos preparó la cena, alardeando de sus dotes culinarias y de que les haría a todos un plato típico de Osaka que había aprendido en esa semana.

    La velada pasaba entre risas y pequeñas anécdotas que contaba el matrimonio sobre su viaje.

    Esto tenía a Leyre embelesada, quien disfrutaba mucho de esas conversaciones tan banales y acogedoras.

    Pero Light, quien ya se aburría un poco de tanta historieta narrada por sus padres, pensó en que amenizar un poco el ambiente con algo de contacto con su hermana no sería mala idea.

    La chica llevaba una falda corta, y eso unido a que el mantel cubriría su mano y su regazo, le dio a Light la idea perfecta.

    Mientras los padres seguían charlando animadamente sobre Osaka, el castaño, que estaba sentado junto a su hermana, pasó su mano por debajo de la mesa hasta el muslo de Leyre, quien, al sentir sus suaves dedos, le miró de reojo sin entender aún qué quería.

    El chico no la miraba, tratando de disimular todo lo posible.

    Cuando los dedos de Light comenzaron a dirigirse a la cara interna del muslo de la pelirroja, y de ahí a subir hacia su ropa interior, ésta entendió por dónde iban los tiros.

    Pensó en apartarse de él, pero esto sería muy brusco y llamaría la atención de sus padres seguramente.

    Así que le miró con cara de "tú estás tonto" y trato de sonreír y asentir hacia sus padres.

    Light, que la observó de soslayo, no pudo evitar sonreír divertido, haciendo creer a sus padres que les escuchaba con atención.

    Nada más lejos de la realidad.

    Los dedos de Light ya habían llegado hasta la ropa interior de Leyre, y habían comenzado a acariciar la zona por encima aún de la prenda íntima.

    Leyre tragó saliva, disfrutando de esas caricias, pero nerviosa por si les descubrían.

    Durante unos segundos, deseó que Light retirase esa prenda e intensificase el roce.

    Deseaba sentir cómo esos dedos la acariciaban más profundamente.

    Y el castaño, quien deseaba lo mismo, y como si leyese la mente de ella, pasó dos de sus dedos por debajo de la prenda, tocando ya la húmeda piel de la chica, abriéndose paso y buscando la zona más sensible de su hermana.

    Esto provocó que Leyre cerrase los ojos durante unos segundos, rindiéndose al placer.



    Light, al notar este gesto de ella, se mordió el labio inferior, notando cómo también él comenzaba a sentir un ardiente calor bajo sus pantalones.

    Las caricias en esa zona comenzaron despacio, en círculos, deleitando a la chica, haciendo que se abriese ligeramente de piernas para darle más espacio, mientras sus progenitores seguían con su charla.

    Pero el chico deseó poner a su hermana en un mayor apuro.

    Deseaba provocarla al máximo.

    Así que aceleró sus caricias haciéndolas más intensas, provocando que está se agarrase a la parte baja del mantel donde nadie podría ver cómo lo sujetaba con fuerza.

    Sólo Light.

    Su cuerpo la pedía gemir, pero en vez de eso debía intentar ahogar todos los sonidos y fingir normalidad.

    Tras unos segundos, los movimientos de Light aumentaron aún más, e introdujo superficialmente otro de sus dedos en el interior de ella, llevando efectivamente a la chica al límite. Por lo que, de sopetón, ésta tuvo que levantarse.



    —Bueno, la cena estaba muy buena— se excusó, esperando que su voz no sonase entrecortada.

    Sus padres iban a levantarse también para recoger la mesa, pero Light les detuvo.



    —Ya la recogemos nosotros. Que debéis estar cansados— dijo el castaño, siendo el hijo modelo a seguir.



    Sus padres le dejaron que llevase todos los platos a la cocina junto con Leyre.

    La chica estaba de espaldas a Light dejando algunos platos en la pila, aún alterada por lo que había pasado.

    El castaño cerró la puerta tras de sí y recibió una mirada acusadora de su hermana.



    —Pero bueno, ¿pretendes que nos pillen o qué?— susurró ella intentando no ser oída por sus padres, que estaban en el salón.



    —Cálmate... ¿No te ha gustado?— le sonrió socarronamente, haciéndola sonrojar. Ella se dio la vuelta, fingiendo enfado, aunque en realidad sí que lo había disfrutado.

    Light se acercó a ella por la espalda, rodeando su cintura con los brazos.

    Pegó su cadera a la de ella, besando el cuello de la chica.

    Leyre notó al momento que el cuerpo del chico le pedía dar un paso más, y eso hizo que el juicio de la joven se nublara, notando cómo su propio cuerpo también reaccionaba al contacto con Light— ¿Acaso no quieres que siga?— susurró en el oído de Leyre de forma provocativa.



    La joven no contestó, esperando a que el joven recapacitase por sí mismo y parase, ya que ella no tenía fuerzas para frenarle.

    Y menos aún cuando Light volvió a pasar una de sus manos por la cara interna de los muslos de Leyre, subiendo ya más rápido hacia su prenda íntima.

    Los suspiros se apoderaron de ambos; mientras el castaño bajaba ligeramente la prenda e introducía de nuevo dos de sus dedos en la joven, recorriendo toda la zona, un escalofrío de placer recorrió el cuerpo de ella.



    —Para... Nos van a ver— pidió ella débilmente, deseando en realidad que llegase aún más lejos.



    Pero Light sabía perfectamente que mentía, ya que cada vez podía notar la zona más húmeda y cómo ella se tensaba en sus brazos.

    No iba a marcharse de allí hasta hacer terminar a la chica, lo tenía claro.

    Pero sabía que debía darse prisa, ya que era cierto que podrían ser descubiertos en cualquier momento.

    Encontró la zona más sensible de la joven y se centró en ella, acariciándola con rapidez.

    Leyre cerró los ojos con fuerza y sostuvo la mano de Light por inercia, ya pidiéndole más.

    Si tuviesen más tiempo, el joven se hubiese desfogado también, pero no lo haría.

    Los padres podrían entrar de un momento a otro.

    Los gemidos de Leyre llegaron rápidamente, sintiendo la joven enormes latigazos de placer que recorrían su vientre y se extendían por su cuerpo.



    Light tapó la boca de la chica, para no hacer ruido, y aumentar aún más la velocidad con la que tocaba esa zona.

    Con su otra mano, introdujo dos de sus dedos en ella, imitando suaves embestidas.

    Los gemidos se transformaron prácticamente en gritos que excitaron al joven de sobremanera, quien sólo deseaba ya hacer acabar a la chica y sabía que estaba muy cerca de conseguirlo ya que notaba humedad en ambas manos .

    Apretó aún más la zona sin bajar la velocidad, y con esto consiguió definitivamente que Leyre terminase, llegando al clímax entre jadeos y casi sin poder respirar.

    El ritmo cardíaco de Light estaba igualmente agitado, excitado por los gemidos de la joven.

    Ayudó a la chica a colocarse la ropa y ambos retomaron aire intentando recomponerse rápidamente.

    Antes de salir de la cocina, Light besó a la joven de forma pasional como guinda de esa cena.



    Pero aún así no era suficiente.

    Light tenía claro que le haría una visita nocturna a su hermanita.
     
  5.  
    Bellapoms

    Bellapoms Iniciado

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    Miembro desde:
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    Escritora
    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    4450
    CAPÍTULO 5

    Cuando ya todos estaba en sus habitaciones, sobre las dos de la madrugada, el castaño se levantó y, sin hacer ningún tipo de ruido, abrió la puerta de su cuarto en dirección a la de Leyre.

    Por su parte, la chica intentaba dormir pero no podía evitar pensar en lo que había sucedido con su hermano en la cocina, y eso la quitaba por completo el sueño.

    De pronto, escuchó el leve crujido de la puerta de su habitación, mientras ésta se abría con lentitud.

    Era Light.

    La chica puso cara de sorpresa, sin saber si echarle con un portazo o hacerle un hueco en su cama.

    Ya decidió el castaño por ella, quien rápidamente cerró la puerta tras de sí y se coló bajo las sábanas de Leyre.



    —¿Qué haces aquí?— intentaba no alzar la voz ella.



    —¿Tú qué crees? Terminar lo empezado— hablaba con un hilo de voz que sólo su hermana podía escuchar, mientras se acomodaba sobre ella.



    La pelirroja estaba tumbada boca arriba, con Light encima de ella, muy cerca de rozar sus labios.

    Ambas respiraciones se entrelazaban, agitadas por la posibilidad de que les pillasen.

    Él la besó apasionadamente, siendo correspondido de igual forma por ella, dándole a entender que se habían despejado todas las dudas de si dormir esa noche juntos o no.

    Ese chico hacía que Leyre perdiese el juicio y no pensase en las consecuencias de ser descubiertos.

    Light terminó el beso lamiendo los labios de ella y bajando su lengua por el cuello de ésta, erizando la piel de la joven a su paso, que ya comenzaba a arder, recordando los roces de la piel del chico contra la suya en la cocina.

    Light, con agilidad, desabotonó la camisa de pijama de la chica, dejando sus pechos, sin sujetador, al descubierto.

    Esto complació mucho al chico, ya que le ahorraba quitar una prenda.

    Comenzó a masajear un pecho, y a lamer el otro con deseo.

    Los pezones de Leyre se erizaron enseguida, rodeando con sus piernas la cintura del joven, invitándole a subir más la temperatura entre ambos.

    Light siguió bajando sus besos por el vientre de ella, hasta darse cuenta de que la joven no llevaba pantalones. Sólo le separaba de su zona íntima la delicada tela de su lencería.



    —¿Sueles dormir así?— preguntó el joven con una sonrisa cargada de deseo.



    —En verano sí— susurró ella, costándole respirar mientras notaba cómo su hermano bajaba su lencería por sus piernas y se deshacía de ella.



    —Tendría que haber venido antes— hablo él como si se regañase a sí mismo por todos esos años perdidos.



    Light se hizo un hueco entre las piernas de su hermana, que ya suspiraba sabiendo lo que el castaño quería hacerle.

    Con dos de sus dedos comenzó a masajear la zona más sensible de ella, pero este mensaje no duró mucho, ya que sus dedos fueron sustituidos por su lengua, que humedecía aún más ese punto tan placentero.

    El chico movía su lengua con tal destreza que rápidamente Leyre estaba ya arqueando su cadera, pidiendo más y ahogando el primer gemido, que luchaba por salir con fuerza.

    Unos latigazos de placer recorrían el interior de la chica, y ella notaba que la piel le ardía.

    Él se deleitaba viendo a su hermana prácticamente rogándole que siguiese.

    Siguió lamiendo la zona cálida y húmeda, jugando con esa zona que tanto placer le brindaba a ella.

    Pequeños gemidos conseguían salir de la boca de la chica, aunque se esforzaba porque fuesen los mínimos.

    Entonces, Light llevó dos de sus dedos al interior de la pelirroja, mientras seguía lamiendo en círculos.

    Eso terminó de extasiar a Leyre, que se movía al ritmo de los dedos de él, que salían y entraban muy húmedos, en un vaivén que ella quería acelerar.

    Light no quería tampoco que les pillasen, así que no aceleraba mucho los movimientos para que ella pudiera controlar sus gemidos.

    Pero tampoco podía evitar querer oírla gritar más, ya que esa situación le excitaba igual que a la joven, y cierta endurecida zona de él lo corroboraba.



    —¿Quieres que vaya más rápido?— preguntó el castaño, jugando con su hermana.



    —S...Sí...— ella no podía prácticamente articular ninguna palabra, mirando los dedos del chico entrar hasta la zona más interna y placentera.



    —Di mi nombre— pidió él, mientras aflojaba sus pantalones, que ya lo incomodaban de sobremanera.

    Ella disfrutaba cada vez más de ese vaivén que le ofrecía Light, pero quería más, más rápido y más fuerte.



    —Light... Más rápido— rogó ella con desesperación y pocas fuerzas.



    Y éste, obediente, aceleró el ritmo y nuevos gemidos comenzaron a salir de la boca de la chica.

    La zona cada vez estaba más húmeda, dando a entender a Light que ella estaba muy cerca de terminar.

    Él cesó los movimientos y terminó de quitarse los pantalones.

    Se situó sobre su hermana, abrió las piernas de ella, y sin miramientos entró en ella.

    Ahora fue Light quien gimió fuertemente, sin cuidado.

    Ella se removió bajo el cuerpo de su hermano, instándole a moverse rápidamente.

    Y así lo hizo. Las embestidas comenzaron con fuerza y velocidad, sacando gemidos de ambos que emitían sin pensar en que sus padres estaban en la habitación de al lado.

    La lujuria les había nublado el juicio y ninguno pensaba ya en que podían ser descubiertos.

    Incluso el cabecero de Leyre comenzó a emitir leves golpes contra la pared, lo que terminó por despertar a la madre de los chicos.

    Por suerte, el castaño escuchó cómo unos pasos se aproximaban a ellos.

    Cesó de inmediato y se ocultó bajo las sábanas, muy pegado a Leyre.

    En cuestión de segundos, la madre abrió la puerta de la habitación de su hija.

    Pero no encendió la luz, por lo que no pudo apreciar bien la estancia.



    —¿Leyre? ¿Estás bien? He escuchado algo— preguntó la mujer, sin jamás imaginar la verdad.



    —Es que estoy algo constipada, mamá. Estaba tosiendo... Perdona si te desperté— mintió ella, tan bien como lo hacía Light.



    —No pasa nada cariño. ¿Te traigo algo de leche caliente?— la mujer quería ayudar a su hija.

    Mientras tanto, a Light le pareció divertido seguir tocando la zona íntima de su hermana, en círculos, con mucha velocidad, haciendo que ese placer la sobresaltase.

    Por suerte, en la oscuridad, su madre no pudo notarlo.



    —No, no... Estoy mejor— la chica redujo al máximo el número de palabras que decía, para que no notase tanto lo entrecortado de su respiración.



    —Vale... Buenas noches— dijo la mujer con una sonrisa, cerrando la puerta tras de sí.



    Light siguió tocando así a su hermana, aún incorporada, pero que había echado su cabeza hacia atrás, disfrutando de los roces de su hermano.

    Cuando escucharon cómo su madre cerraba la puerta de la habitación del matrimonio, el castaño salió rápidamente de debajo de las sábanas y volvió a tumbar a Leyre bajo él con fuerza.

    Separó las piernas de la joven y entró en ella con brusquedad, desesperado ya por sentir esa humedad de nuevo.

    El estar a punto de ser pillados había excitado mucho más a ambos, y si antes el ritmo era rápido, ahora las embestidas eran aún más bruscas y violentas, pero Light tapaba la boca de Leyre con una mano, para que ésta no gritase de puro placer.

    Él mismo tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no gritar.

    El miembro del joven entraba y salía de Leyre como nunca antes lo había hecho, y eso la estaba volviendo loca a ella, que se arqueaba y le rodeaba con las piernas, mientras la mano de él seguía tapando su boca.

    Él masajeaba los pechos de la chica con la otra mano, notando cómo su cuerpo le indicaba que el final estaba cerca, llenándole de placer.

    El cabecero chocó varias veces con mucha violencia contra la pared, hasta que el mayor de los placeres recorrió a ambos, haciéndoles terminar a la vez, aunque sin casi emitir ningún sonido.

    El castaño se recostó sobre ella, hasta que se recompuso mínimamente para volver a colocar su ropa.



    —No podemos dormir juntos...— dijo él, mientras ella asentía, aún exhausta.

    Se dieron un apasionado beso, y el chico salió de la habitación de la pelirroja.



    A la mañana siguiente era sábado, y todos se despertaron temprano, ya que era la costumbre. Sobre las nueve todos estaban preparándose para el nuevo día.

    Light estaba tomando un café en la mesa del comedor junto con su padre, quien leía el periódico, Leyre estaba en el sofá, mirando el móvil, y la madre en la cocina, pensando en qué podrían comer hoy.

    De pronto, el timbre de la puerta sonó.

    La mujer, quien se encontraba más cerca de la entrada, se dirigió allí para comprobar de quién se trataba.

    Lo primero que vio al abrir, fue a un joven que sonreía amablemente, junto con un hombre mayor trajeado.



    —Buenos días. Me Llamo Kento Yamazaki y soy compañero de trabajo de Light— se presentó el chico, omitiendo que él era el heredero de la empresa.



    —Oh, encantada. Pasa, por favor— dijo la mujer impresionada por la educación del joven. Y por su delicada belleza.

    Kento miró al hombre que le acompañaba.



    —Bueno, Watari... Luego te aviso para que vengas a recogerme— se despidió del hombre con una sonrisa.

    Leyre, ensimismada con su móvil en el salón, no se había percatado de nada. Pero Light había escuchado todo y casi se le atraganta el café.

    ¿Qué hacía ese pesado ahí?

    Enseguida se levantó, al ver que el joven llegaba al salón junto con su madre.



    —Kento. Qué sorpresa... No te esperaba— dejó caer el morro que tenía el chico de presentarse ahí, sin más.



    —Buenos días, Light. Quise decírtelo el viernes, pero como desapareciste tan de repente y luego no cogías el móvil...- le explicó el joven, recordándole a Light que el día anterior se había marchado antes del trabajo sin dar muchas explicaciones.

    Esto hizo callar al castaño, ya que sus padres no sabían, ni debían saber, nada de todo eso.

    El padre de Light también estrechó la mano del joven.

    En ese momento, Leyre fue a saludar a Kento, muy sorprendida también por la visita.



    —¡Kento! ¿Qué tal? ¿Qué haces aquí?— de nuevo la chica se comportó de forma cariñosa con el moreno, dandole dos besos en la mejilla, haciendo que Light les mirase con desagrado.



    —Pues la verdad es que venía a verte a ti— dijo el chico con una tierna sonrisa dirigida a la pelirroja.



    —¿En serio?— la sorpresa de Leyre creció aún más, ya que no se imaginaba para qué la quería Kento.

    La madre de los hermanos instó al joven a sentarse en el sofá con el resto de los presentes, y le sirvió una taza de café.



    —Bueno... Venía para hacer una proposición... En mi familia me han educado para ir siempre con la verdad por delante y ser sincero. Nuestro país es muy tradicional, y así es cómo hacemos las cosas— explicó el joven, captando la atención de todos— Bueno... Leyre, desde que te conocí en las oficinas no he podido dejar de pensar en ti. Ha sido... Como un flechazo. Me caíste muy bien y me gustaste mucho. Y a pesar de que sé que no soy tu tipo, que te gustan los chicos rubios...— miró entonces a Light, agradecido por su advertencia. El castaño puso una mueca de "tierra trágame" y Leyre les observó sin saber de qué estaba hablando— Quiero que me des una oportunidad y salgamos juntos... Leyre, pensarás que estoy loco y que es muy precipitado. Pero... Sé mi prometida, por favor. Te juro que te haré la mujer más feliz del mundo— Kento hablaba con total y absoluta seriedad, dejando a los padres, a Leyre y hasta a Light sin palabras.



    —Kento... Pero si nos conocemos desde hace una semana. No tienes ni mi móvil. No hemos casi entablado una conversación en condiciones— intentó razonar la chica.



    —Por eso he venido. Quiero que sepas desde el principio lo que siento y ahorrarnos todos los fingimientos— estaba clarísimo que el chico era de ideas fijas y sincero.

    Leyre no supo más que poner una mueca, como si se le estuviese revolviendo el estómago, sabiendo que Light podría saltarle a la yugular y matarlo en cualquier momento.



    —Kento Yamazaki... ¿De qué me suena ese nombre?— susurró el padre, absorto.



    —Mi padre es Daichi Yamazaki— le informó el joven, viendo cómo el hombre intentaba hacer memoria.

    Entonces el padre de la pelirroja cayó en la cuenta de quién era Kento.



    —Eres el hijo del dueño de la empresa— soltó, dejando a la madre de Leyre aún más shockeada.



    El hombre era un aficionado a las finanzas y sabía perfectamente los nombre de los dueños de las empresas que cotizaban en Bolsa.

    Y, por supuesto, el apellido Yamazaki había captado su atención.

    El hijo de uno de los hombres más ricos del mundo se le acababa de declarar a su hija. Prácticamente, le había pedido su mano como en las películas.



    —Leyre, no tienes que contestar ahora. Tómate tu tiempo para pensarlo— el chico la hablaba cariñosamente. Cualquier chica habría caído rendida, pero Leyre sólo pensaba en la cara de circunstancia que ponía Light, malamente disimulada.



    —No te preocupes, Kento, que nosotros nos encargaremos de aconsejar bien a nuestra hija. Déjalo en nuestras manos— le aseguró su madre con una sonrisa encantada.



    —Eso es, enseguida tendrás una respuesta de ella— corroboró el padre, como si la decisión debiese ser consensuada entre sus padres y ella. De pronto, el móvil de Kento comenzó a sonar.



    —Me alegra oír eso. Disculpad, tengo que cogerlo— el joven se levantó y contestó la llamada.

    Los padres miraban a Leyre muy contentos y ésta les sonreía sin saber qué decir.

    Poco después, Kento volvió con ellos.



    —Ha surgido un imprevisto. Me temo que la visita va a ser más corta de lo que pensaba... Leyre, mi propuesta va completamente en serio. Por favor, tenla en cuenta— se despidió el chico mirándola a los ojos, demostrando que decía la verdad.



    Los padres de los hermanos acompañaron al chico a la salida, asegurándole que no se preocupase.

    Light dejó fuertemente su taza de café sobre la mesa, y con evidente rabia en la mirada, observó a Leyre, queriendo darle a entender que debían parar eso.

    Ella, quien no quería discutir en el salón para que sus padres no lo oyesen, fue con su hermano a su habitación.

    El joven cerró la puerta con fuerza tras de sí.



    —Yo no tengo la culpa de esto— comenzó la chica a la defensiva, al verle tan enfadado.



    —No la tienes. Pero sabes cuál es la solución y estoy viéndote en la mirada que no vas hacer nada al respecto— bufó el alterado.



    —Porque esa solución que tú das es aún peor. ¿Cómo demonios quieres contarle lo nuestro a papá y mamá? "Oye, papi, que se me había olvidado comentarte... El otro día me acosté con mi hermana pequeña y me gustó mucho. Más que nada, para que olvidéis el tema de Kento" ¿Te parece bien así?— dramatizó la chica, sacando más de quicio a Light.



    —Pues mejor te casas con Kento, y yo os llevo las arras. ¿Mejor eso?— el chico levantó la voz, por lo que Leyre le instó a que bajase el tono con un gesto de su mano.



    —No voy a casarme con él. Así que, simplemente, olvida esto— le dijo la joven en un susurro.



    —¿Es que no conoces a papá y mamá? Estarán ahora mismo haciendo las cuentas de cuánto dinero tiene ese niñato. Como no hagamos algo, te van a comer la cabeza y acabarás haciéndoles caso. Lo sé— el joven hablaba con rabia y miedo entremezclados, temiendo perder a la chica— O les contamos la verdad o no te dejarán en paz con el tema.



    —No vamos a contarles nada. Porque a mí me enviarían a un convento y a ti, de misionero a Senegal— vaticinó la joven, teniendo muy claro que sus padres serían capaces de eso y de más.

    Light se acarició la sien, sabiendo que Leyre no daría su brazo a torcer.



    —Si tanto miedo tienes, lo haré yo— sentenció el joven, dando por terminada la conversación.



    —Light, ni se te ocurra— le advirtió ella, mientras él salía de la habitación ignorándola.



    Tenía que encontrar el momento perfecto para sacarle el tema a sus padres.

    Sabía que no sería fácil, y que se metería en un lío de tres pares de narices.

    Que seguramente tendría que irse de casa tras eso.

    Pero no quería seguir fingiendo que Leyre era su hermanita y que buscarle un marido rico era buena idea.

    No iba a permitir eso. Ni siquiera iba a dejar que sucedieran esas conversaciones.

    No quería ver cómo vendían a Leyre como si de una yegua se tratase.

    Encontró el momento idóneo cuando su padre estaba solo en el salón, viendo la tele en el sofá.

    Se sentó a su lado y le miró de reojo.

    Tenía que empezar de forma suave para no sobresaltarle mucho.



    —Papá..— el hombre le miró— Mira... Quería decirte algo...— la voz del castaño sonaba resignada.



    —Dime, hijo— siguió viendo la tele el padre, sin darle demasiada importancia a esa conversación.

    Esta era su oportunidad.



    —Verás... Papá... Yo quiero a Leyre— soltó como si ese fuese un peso que se había quitado de encima. Cerró los ojos unos momentos, esperando la reacción del hombre. Pero éste ni se inmutó— ¿Me has oído?- preguntó el castaño, dándole un golpe el brazo.



    —Sí, sí, yo también la quiero. Es una buena chica. Ahora cuando venga, hablaremos de la buena noticia que acaba de recibir— el hombre no se enteraba de nada.



    —No, papá, que yo la amo. Como mujer— intentó decirle más claramente.



    —Tienes razón, ya es una mujer— el hombre estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no entendía las señales de Light.

    Éste se dio un golpe en la frente, desesperado.



    —¡Que no! ¡Que no es eso!— exclamó ya alterado. Pero entonces, llegó Leyre al salón y le miró con mala cara.



    —¿Qué pasa, Light?— le pilló in fraganti.



    —Nada...— disimuló él como pudo, levantándose y yéndose del salón.



    Su plan había fracasado estrepitosamente.

    Ya no tuvo más oportunidades de acercarse a solas a sus padres, pues se centraron en atosigar a Leyre con sus recomendaciones de aceptar la propuesta de Kento.

    Su padre jamás iba a comprender a lo que se refería con palabras.

    Y sentía que con su madre sería igual.

    Por tanto, tuvo que urdir otra plan más astuto y eficaz.

    El castaño lo tenía todo absolutamente maquinado y pensado.

    Si con palabras no podía expresar lo que ocurría con su hermana, se lo mostraría a sus padres más... "gráficamente".

    Llevaban ya un par de días sin haber podido dormir juntos. Apenas tenían oportunidades como las de la cena, donde podían darse un beso y poco más.

    Light le había hecho visitas nocturnas, pero el hecho de no poder hacer absolutamente nada de ruido les ataba de pies y manos.

    Así que el chico estaba seguro de que su hermanita, con poco que le insistiese, como en la cena, caería en sus brazos.

    Y esa tarde era la oportunidad perfecta.

    Light había oído cómo sus padres hablaban de ir a comprar un par de cosas a una tienda cercana. Cosa de diez minutos.

    Pero la chica, afortunadamente, no se enteró de nada. Sólo del ruido de la puerta de la calle al cerrarse.



    —¿Dónde han ido?— preguntó la pelirroja.



    —Al centro comercial... A hacer compra de las grandes— explicó el joven, poniendo en marcha su plan.

    Se puso frente a la joven, de pie ambos. Eso era sinónimo de tardanza.

    Así que Leyre le miró con una mezcla de picardía y deseo.

    Ella pasó sus manos por los hombros de éste, de forma cariñosa.



    —Hacía mucho que no estábamos solos— susurró ella al oído de Light, bajando sus manos por el torso del chico, hasta su cintura.

    Él la captó al instante. Estaba funcionando su pequeña mentirijilla, ya que la joven pensó que si sus padres estaban comprando tardarían al menos una hora en volver.

    Light comenzó a besarla apasionadamente, como no había podido hacer en esos días anteriores.

    Ella deseaba ese roce como si fuese agua en el desierto, y lamió los labios del castaño sin titubear.

    Light tenía ya sus manos en el trasero de la joven y lo apretaba con fuerza.

    Leyre llevaba mucho tiempo deseando que la volviese a tocar de esa manera. Así que enseguida comenzó a sentir ese placentero cosquilleo en su interior, que la pedía más, y más rápido.

    La pelirroja bajó sus manos a los pantalones del chico y los desabrochó, introduciéndolas en ellos, olvidando todo tipo de pudor.

    Esto hizo que la respiración de Light se entrecortase en cuanto sintió la mano de la chica pasando por debajo de su ropa interior, acariciando la zona ya casi despierta en un tiempo récord.

    Pero es que él deseaba también esa situación entre ambos, al igual que ella, desde hacía demasiado tiempo.

    Leyre, con su mano derecha, acarició la mejilla de Light y le besó de forma juguetona, rozando la lengua del chico para después morder su labio inferior. Con la izquierda, empezó a acariciar el miembro del joven; al principio despacio, notando cómo poco a poco el pulso de Light se iba acelerando conforme ella aumentaba la velocidad de sus caricias.

    Light llevó una de sus manos por debajo de la camisa de ella, acariciando sus costillas hasta llegar a un pecho de la joven, masajeándolo por dentro del sujetador, sin poder concentrarse en mucho más debido a los acelerados movimientos que le realizaba la pelirroja bajo sus pantalones.

    Leyre dio un pequeño jadeo cuando Light apretó con mucha fuerza uno de sus pechos, pidiéndole más.

    Esto ayudó a que el propio Light se excitase aún más, mordiéndose el labio inferior para no gemir al sentir cómo Leyre cerraba con más fuerza su mano entorno al miembro de él.

    No quiso esperar más, y puso sus manos en los muslos de ella, levantándola del suelo, haciendo que ella parase de tocarle.

    La llevó en segundos a su cama y la tumbó con brusquedad, quedando él de pie para quitarse los pantalones y la camisa.

    Ella hizo lo mismo con su camiseta.

    Pero cuando Leyre iba a retirar sus shorts, Light se tumbó encima de ella, queriendo quitárselos él mismo.

    Esto hizo reír a la joven, quien le ayudó con la tarea de quitar también el sujetador.

    En cuanto éste cayó al suelo, el castaño comenzó a besar los pechos de la joven con ansia, lamiendo los pezones de la chica y mordiendo su piel, sacándole varios suspiros mientras ella acariciaba el pelo de su hermano.

    Estos besos y mordiscos del chico comenzaron a bajar por el vientre de ella.

    Y Leyre, quien ya se imaginaba las intenciones de él, se removió cogiéndole de los brazos y obligándole a cambiar las posturas.

    Ahora él estaba debajo y ella encima.

    Su hermanita le sonrió con fingida inocencia desde arriba, sentada en la cintura del chico, notando cómo a cierta parte de su cuerpo le urgía empezar cuanto antes con la acción.

    Leyre captó rápido la necesidad del chico, y comenzó a besar su torso, recorriéndolo por completo, lamiendo algunas zonas y dejando algunas partes de la piel del joven debatiéndose entre el calor que sentía y el frío de la humedad de la boca de ella.

    Leyre comenzó a bajar más y más esos besos, haciendo a Light sonreír.



    —¿Qué me vas a hacer?— preguntó él, aunque ya se podía imaginar perfectamente la respuesta cuando ella llegó al final de su cintura y retiró la ropa interior del castaño, dejando al descubierto el miembro del chico que ya reflejaba toda la excitación del joven.



    Leyre estaba dispuesta a sacar más que gemidos de su hermano, así que comenzó a lamer lentamente la zona, notando cómo ya Light apretaba los puños y se esforzaba por llevar el suficiente oxígeno a sus pulmones y no ahogarse.

    Lentamente, lo introdujo casi por completo en su boca, lo que ya si provocó que el joven echase la cabeza más hacia atrás, suspirando con fuerza, disfrutando cada segundo con intensidad.

    Sólo el hecho de tener así a su hermanita hacía más placentera esa experiencia que ninguna otra.

    Un enorme placer recorría ya el cuerpo del joven. Pero lo mejor llegó cuando la chica aceleró esos movimientos, provocando que una oleada aún mayor inundase al joven, quien no pudo más que arquearse y abrir la boca, emitiendo un gemido ronco mientras agarraba las sábanas con fuerza.



    —D...Dios...— no pudo contenerse el chico.

    Y supo que si ella seguía así, le haría terminar de un momento a otro.



    Pero ese no era su plan. Sus padres aún no habían llegado.

    Así que se incorporó con brusquedad debido a la excitación e hizo que Leyre se volviese a tumbar bajo su cuerpo.

    La besó con intensidad, intentando calmarse a sí mismo y no terminar tan aceleradamente.

    Leyre le sonrió con picardía, viendo cómo había logrado alterar a su hermano, el cual tenía gotas de sudor por todo el cuerpo y aún estaba jadeante.

    Esta vez fue él quien llevó la iniciativa y agarró los pechos de la chica, mientras besaba el vientre de ésta, separándole las piernas.

    Tenía que alargar ese momento, y además quería devolverle a su hermana todo el placer que le había dado.

    El castaño comenzó a bajar sus labios hasta llegar a la zona húmeda de la chica.

    Con una de sus manos comenzó a tocar la zona haciendo que Leyre empezase ya a derretirse por dentro.

    Con la ayuda de dos dedos dejó a la vista la parte más sensible de ella, y sabiendo que esto la haría jadear, lamió y jugueteó con ella sacando los primeros gemidos de Leyre.

    La chica estaba tan concentrada en lo que le estaba haciendo Light que no oyó el ruido de las llaves al abrir la puerta de la calle.

    Pero él sí.

    Y tenía un as bajo la manga para asegurarse de que oirían a su hermanita gemir.

    Comenzó a mover el dedo índice con mucha velocidad justo en el punto exacto que hacía perder la cabeza a la chica, y con su lengua lamió todo el resto de la zona, logrando un orgasmo prácticamente instantáneo en ella.

    Sus gemidos eran muy audibles, por lo que obviamente la madre de los chicos, que pasaba por el pasillo, entró al momento en la habitación donde estaban ambos.

    Y se encontró con una escena que jamás hubiese imaginado y jamás olvidaría.
     
  6.  
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    20 Febrero 2024
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    37
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    3871
    CAPÍTULO 6

    Sus hijos desnudos, en una cama. El mayor haciéndole nada bueno y casto a la pequeña.

    Se quedó shockeada unos segundos y al momento llamó a su marido histérica.



    —¿¡PERO QUE ESTO!? ¿¡QUE HACÉIS!? ¡SHIN! ¡VEN AQUÍ, POR DIOS SANTO!— la mujer se había llevado las manos a la cabeza y estaba al borde del colapso.

    El padre de ellos entró al momento.

    Casi sin dar tiempo a que los jóvenes se tapasen con la sábana de la cama.



    —¡¡DIOS BENDITO!! ¿¡¡PERO SE OS HA IDO LA CABEZA!!? ¡¡VESTÍOS AHORA MISMO, ENFERMOS!!— exclamó el padre, encolerizado.

    Light y Leyre obedecieron, y a la velocidad del rayo se pusieron algo de ropa que estaba en el suelo.



    —¡AY SEÑOR, ME VA A DAR ALGO!— seguía gritando la madre con un ataque de pánico— Light, cariño, dime que esto no es lo que parece, por favor— pidió ella con agobio, intentando rascar la última esperanza de que estaba siendo un malentendido, y su hijo no estaba acostándose con su propia hermana.

    Se hizo un silencio.

    Leyre estaba totalmente roja y avergonzada.

    Pero Light miró a su madre con seriedad.

    Todo había salido perfecto.



    —Sí lo es— sentenció rotundo.

    El padre del joven le cogió de la camisa. Durante un momento parecía que le iba propinar un golpe en la cara. Pero se contuvo.



    —¿Qué demonios hemos hecho mal? Estás mal de la cabeza. ¿Cómo has podido hacerle eso a tu hermana— le dijo el hombre con rabia, refiriéndose a la postura en la que habían sido cazados.



    —Te lo intenté decir el otro día. Yo la quiero. Quiero a Leyre. Así que ya os podéis olvidar de Kento— le dijo al padre, desafiante con la mirada.

    Leyre entonces comprendió que todo había sido una treta del castaño para ser descubiertos y precipitar esos acontecimientos.

    Le echó una mirada de reproche y de "ya hablaremos tú y yo" que hizo que Light se viese acorralado por las dos partes.



    —NO VAMOS A PERMITIR UNA LOCURA SEMEJANTE. AHORA MISMO, TÚ TE MARCHAS DE CASA. NO QUIERO VOLVER A VERTE— gritó el padre encolerizado, queriendo echar a Light, que parecía ser el precursor de todo eso.



    —¡NO!— exclamó Leyre, negándose a ello. No era justo que él cargase con la condena cuando ella era igual de culpable.



    —TÚ CÁLLATE, QUE NO VAS A VOLVER A VERLO— siguió el padre enfurecido— Mañana mismo te vas a estudiar a la otra punta del mundo. Pero a él no le vuelves a ver— sentenció firmemente, decidido a dar el mayor de los escarmientos a esos dos.



    —No puedes hacer eso. Ella tiene 17 años y puede decidir perfectamente dónde quiere vivir. Al igual que yo. Y si no queréis vernos juntos, pues nos marcharemos de aquí— rebatió el joven, mirando a Leyre, quien asintió con lágrimas en los ojos por lo tenso de la situación.



    —TÚ NO SALES DE AQUÍ— gritó ahora la madre mirando a la joven.

    Pero Light tomó de la mano a Leyre, cogió sus móviles y cartera, y sin decir nada más, la sacó de la casa dando un portazo.

    El padre había estado a punto de atraparle y seguramente pegarle, pero el chico era rápido, y quiso evitar llegar a las manos con el hombre.

    Hasta que se enfriaran las cosas, era mejor salir de allí cuanto antes.

    Dentro, aún se podían escuchar los gritos de la casa.



    —Light, ¿qué haces? Nuestras cosas...— intentó poner cordura ella.



    —Mañana vendremos a por ellas— terminó de decir él, con seriedad.



    Entraron en el coche del joven, aún sin saber a dónde ir.

    Leyre seguía en shock.

    La cabeza le daba vueltas, pudiendo escuchar en su mente sólo las duras palabras de sus padres, junto con sus miradas de vergüenza y decepción.

    Light, por su parte, sentía una mezcla de emociones extraña.

    Se había disgustado con la discusión, por supuesto, pero todo eso lo había buscado él, ya que sabía que era un desenlace inevitable.

    Un mal trago por el que ambos debían pasar, y mientras antes terminase, mejor.



    —Light, tenemos que volver a casa— intentó razonar Leyre, mientras el chico conducía sin mirarla, con el ceño fruncido.



    —Mamá y papá, ahora mismo, son dos basiliscos. No vas a conseguir nada bueno volviendo— le explicó él, sabiendo lo aterrada que estaba la chica ante tan inesperada situación.

    Acababa de saltar al vacío y estaba arrastrando a su hermana con él.



    —¿Y qué demonios planeas hacer? Esto es una maldita locura— Leyre se tapó los ojos, intentando pensar con claridad.



    —Pasaremos esta noche en un hotel. Y mañana ya veremos qué hacemos...— suspiró el joven sin querer decirle a la joven lo que en realidad deseaba.

    Dejar la casa de sus padres para siempre.

    Tenía dinero de sobra para pagar el alquiler de un buen apartamento en el centro.



    —¿Ya veremos? ¡Sé que has hecho todo esto aposta! Querías contarles todo, y no has encontrado mejor forma que esta. Que nos pillen ahí, desnudos... Eres un completo imbécil— le acusó ella con desdén.

    En el fondo sabía que esto podría pasar, pero el hecho de que su hermano lo hubiera precipitado, la exasperaba.



    —¿Ah, sí? Entonces preferirías vivir escondiendo esto para siempre. Muy acertado, sí— ironizó Light haciendo suspirar a Leyre.



    —Dios... Qué exasperante eres... Bueno, lo hecho, hecho está. Mamá y papá no van a olvidar lo que han visto porque nos pongamos a discutir— intentó calmarse a sí misma la pelirroja, ya que lo último que deseaba ahora era pelearse también con su hermano.



    Llegaron al hotel Four Seasons de Chiyoda, y reservaron una habitación para dos.

    Aunque no volvieron a discutir, el

    ambiente entre ambos sí que era tenso. Entre la discusión con sus padres y la que habían tenido, sumado a la situación delicada que atravesaban, dejaba poco tiempo para los besos y miradas de deseo.

    Aún así, esa noche durmieron juntos, Light abrazándola a ella y dándole las buenas noches, pidiéndola que no se preocupase, que al día siguiente vería todo más claro.

    Y en efecto, dormir en un sitio tranquilo, con Light al lado, le dio tiempo a Leyre para pensar.

    Tras lo que había ocurrido, la joven debía desechar la idea de volver a vivir en casa de sus padres.

    No dejarían jamás que Light viviese bajo el mismo techo que ella.

    La única opción que le quedaba era alquilar un piso y vivir con su hermano.

    Él tenía una buena nómina, así que podrían pagarlo, siempre y cuando sus padres siguieran pagándole a ella los estudios.

    En el peor de los casos, la pelirroja podría buscar un trabajo también para pagarse la matrícula de la universidad al año siguiente.

    Lo que más le preocupaba en ese momento, era que tendría que ir esa misma mañana a buscar sus cosas.

    Y eso, sin duda, no sería una tarea ni fácil ni agradable.

    A la mañana siguente, ya entendiendo la postura de Light, ambos fueron en coche a la casa de los padres.

    Al llegar, el castaño aparcó y se quedó unos segundos mirando a Leyre.



    —Puedo entrar yo solo si quieres. Cogeré todo lo importante— le aseguró el joven, queriendo ahorrarle el mal trago a su querida hermana.



    —No... Te matarían... Además, esto es algo que debemos afrontar juntos— dijo con seguridad la joven.

    Y así, ambos salieron del coche y llamaron al timbre, esperando a ser abiertos.

    Contuvieron la respiración, sin saber cómo reaccionarían sus padres al verlos de nuevo.

    Pero, afortunadamente, quien abrió fue Roger.



    —Light, Leyre... — les miró con seriedad y preocupación, como diciéndoles que no deberían estar ahí.



    —Roger, hemos venido a por nuestras cosas... — habló Light, pidiéndole paso.

    Entraron y se encontraron con sus padres en el salón, que les miraron horrorizados y muy enfadados, como si el tiempo transcurrido desde el día anterior sólo hubiese empeorado las cosas.



    —¡MIRA QUIEN ESTÁ AQUÍ!— exclamó primero el padre mirando solamente a Light— ¿Ya habéis vuelto con el rabo entre las piernas?— el hombre se acercó a Light, cogió una mochila y prácticamente se la tiró a la cara, teniendo que cogerla el joven al vuelo— VETE AHORA MISMO DE MI CASA. AHÍ TIENES TUS COSAS— señaló el hombre la maleta negra del chico ya preparada, junto a la mesa del salón.



    —Pues mira qué bien. Trabajo que me ahorras— le contestó de mala manera el castaño, encogiéndose de hombros y sacando a su padre aún más de sus casillas.



    —Si Light se va, yo también me voy— sentenció Leyre con firmeza.



    —¡Claro que no! ¡¡Tú no vas a ningún sitio!! ¡Y menos con él!— aseguró la madre, tan enfadada como el padre. Pero Leyre consiguió escabullirse de la escena e ir a su cuarto para comenzar a hacer la maleta. Su madre la siguió, gritando su nombre ya casi con lágrimas en los ojos de impotencia— LEYRE, POR DIOS ¡ES TU HERMANO!— la mujer intentó agarrar a Leyre de los brazos para detener su afán por llenar su maleta.



    —¡Suéltame! ¡Mamá, yo le quiero!— las lágrimas comenzaron a salir también de los ojos de Leyre, notando cómo la falta de aire ya le oprimía el pecho.



    —¡No le quieres! ¡Estáis enfermos! ¡Necesitáis ayuda! ¡Basta ya, Leyre!— la madre intentaba deshacerle la maleta a la pelirroja, pero ésta metió todo lo que pudo con desesperación y la cerró. La llevó hasta el salón, siendo seguida por la mujer. Ésta la agarró y la detuvo.

    Cuando Leyre forcejeaba con la mujer entre lágrimas, escuchó cómo Light y su padre discutían muy fuertemente en el salón.



    —¡ERES UN ASQUEROSO DESVIADO! ¿¡¡CÓMO SE TE OCURRE HACERLE ESO A TU HERMANA!!? ¡NO TE LA VAS A LLEVAR! ¡POR ENCIMA DE MI CADÁVER!— el padre, encolerizado, tenía a Light cogido por el cuello de la camisa y le miraba con ira.



    —SE VIENE CONMIGO PORQUE LA QUIERO Y PUNTO— Light gritó esto mirándole a los ojos, lo que provocó que el hombre alzase el puño dispuesto, incluso, a pegar a su hijo.

    Leyre corrió para pararle y le agarró el brazo.



    —¡Basta ya, papa! ¡Light no tiene ninguna culpa de esto! ¡¡Yo le quiero, y quiero irme de esta maldita casa y vivir con él!!— el hombre soltó al joven, empujándole hacia atrás, y miró con odio a Leyre, que hablaba con lágrimas en los ojos— ¿¡Qué clase de padre echa así a su hijo de casa e intenta pegarle!?



    —¡LA CLASE DE PADRE QUE SE NIEGA A QUE SUS HIJOS SE ACUESTEN JUNTOS! ¡¡Y tú te vas a casar con ese Kento. Te guste o no!! ¡¡Y vas a vivir lo más lejos posible de este cerdo!! ¡De eso me voy a encargar yo personalmente!— insultó el padre a Light con gran desdén, haciendo que Leyre se enfadase más que nunca en su vida.



    —¡No insultes a Light! ¡¡Aquí el único cerdo eres tú!!— le espetó la chica, recibiendo al instante un bofetón por parte de su padre.

    El ruido del golpe provocó un silencio durante segundos, que parecieron horas.

    Al momento, el hombre se arrepintió de ello, ya que jamás le había puesto una mano encima a su niña.

    Pero Light no dudó ni un momento en encarar a su padre, posicionándose entre ellos dos, cogiendo al hombre de la camisa ya sí, totalmente dispuesto a terminar esa pelea de la peor de las maneras.



    —Vuelve a tocarla y te daré un motivo para no volver a llamarme hijo en tu vida— Light estuvo a punto de devolverle ese golpe, con más fuerza incluso, pero Leyre le agarró del brazo sin poder contener las lágrimas de impotencia, notando cómo su mejilla comenzaba a enrojecerse.



    —¡Light, para! ¡Por favor, vámonos ya!— la súplica de su hermana le hizo soltar al hombre, pero aún apretando los dientes y mirándole con rabia por lo que había llegado a hacer.

    Caminaron con sus cosas hasta la puerta, pero la madre volvió a intentar retener a Leyre.



    —Por favor, hija, piénsatelo mejor... Tu padre está muy alterado.... Y tú no sabes lo que haces— la miró con evidente agonía por ver marchar a su hija.



    Ella negó con la cabeza, y con todo el dolor de su corazón, atravesó el umbral de la puerta, siguiendo a Light hacia el coche sin poder contener las lágrimas y sintiendo cómo su mejilla le ardía por la bofetada.

    Y así, los jóvenes abandonaron la casa de sus padres y comenzaron ese mismo día la búsqueda de un piso de alquiler en el centro de la ciudad.

    No les costó mucho encontrar uno perfecto, ya que el dinero no les era impedimento.

    Alquilaron un apartamento de dos habitaciones, amueblado completamente y de estilo moderno en un barrio cercano a las oficinas donde trabajaba Light.

    La única condición que pusieron, era poder pasar directamente ya la noche allí, y pagando lo suficiente, ni los dueños ni la inmobiliaria pusieron problema alguno.



    Los dos primeros días no fueron fáciles.

    Leyre aún no sabía si sus padres llegarían a perdonarles algún día.

    Pero el cariño con el que Light la trataba le ayudaba a sobrellevarlo mejor.

    En ese tiempo, la madre de los hermanos llamó al móvil de Leyre en dos ocasiones, pero ella no tuvo fuerzas ni valor para cogérselo.

    En cuanto a su vida social y laboral todo seguía igual.

    Light iba a las oficinas todas las mañanas y Leyre seguía yendo al instituto con normalidad, siendo recogida cada día por su hermano.

    La vida entre ambos era bastante idílica a comparación con la que tenían que llevar en la casa de sus padres.

    Podían hacer lo que quisieran, sin necesidad de esconderse de nadie, y eso era algo que, sobre todo Light, disfrutaban mucho.



    Ese mismo sábado, Light fue a trabajar unas horas por la mañana para ganar algo de dinero extra, mientras Leyre le esperaría en casa para comer juntos.

    Cuando dieron las dos del mediodía, Light salió de las oficinas, suspirando aliviado por haber acabado ya su jornada.

    El joven castaño caminaba distraído hacia su coche, sacando su móvil para avisar a Leyre de que llegaría en un cuarto de hora.

    Mirando la pantalla del móvil, Light notó de pronto que alguien se interponía en su camino.

    Cuando alzó la vista, vio a su padre acompañado de dos tipos altos y fornidos, trajeados de negro como si de dos guardaespaldas se tratase.

    Padre e hijo se miraron mutuamente, sin hablar, imaginándose ya el castaño qué era lo que quería.



    —No me mires así. Aquí el que tiene los problemas no soy yo— la actitud del padre no había variado en absoluto con respecto a él.



    —¿Qué es lo que quieres?— Light quiso ir al grano, con seriedad.



    —Vengo a negociar— ninguno de los dos quería acercarse al otro, notando el evidente odio que crecía entre ambos— Sé perfectamente qué es lo que estás haciendo. Usas a tu hermana para divertirte, la confundes. Y en cuanto te canses de este jueguecito, te olvidarás de ella. Te conozco bien, Light, y siempre has tratado así a las mujeres— el hombre creía saber que su hijo hacía todo por puro morbo y no por amor.



    —Te equivocas. Yo quiero a Leyre— le rebatió con gran seriedad. Tan tranquilo que puso en tensión a su padre.



    —¡Basta! Deja de decir eso. Lo único que quiero es que desaparezcas de su vida. A cambio, puedo darte lo que quieras, Light— dijo el hombre, señalando un maletín que llevaba uno de los guardaespaldas fornidos que le acompañaban, en el que seguramente había mucho dinero— Olvídate de tu hermana, y vivamos como si esto no hubiese ocurrido el resto de nuestra vida— le tendió el maletín, casi tocando el pecho del joven.

    Light parecía sereno, aunque miraba fijamente a su padre a los ojos.

    De pronto, el chico frunció el ceño, apartó de un golpe lo que le ofrecía el guardaespaldas y fijó su mirada sobre su padre, con odio.

    El maletín cayó al suelo, pero fue sujetado a tiempo por el mismo hombre que se lo había ofrecido.

    Esto hizo que los hombres trajeados dieran un paso hacia Light.



    —¿¡Te crees que soy una puta que puedes comprar, o algo así!? No soy tan corrupto como tú, papá. No me vas a comprar con tu sucio dinero— le espetó, mirando a su padre con soberbia y orgullo.



    —Si no haces esto por las buenas, será por las malas. Te arruinaré la vida, y tu hermana se casará con Kento. Eso te lo aseguro yo. Ella está acostumbrada a ciertas comodidades que tú nunca le vas a poder dar, y volverá con el rabo entre las piernas. No voy a permitir que la conviertas en alguien tan degenerado como tú— las palabras enardecidas del hombre sacaron a Light de sus casillas.



    —¡Leyre no va a casarse con quien tú digas! No dejaré que sea tan infeliz como lo eres tú— Light se acercó a su padre, poniendo en alerta a los guardaespaldas— Si eso es lo que deseas para ella, es que eres aún más mierda como padre de lo que pensaba— al decir esto último, Light iba a coger al hombre de la camisa, recordando cómo había pegado a Leyre.

    Pero uno de los guardaespaldas le cogió de ese brazo y con el otro le pegó un puñetazo en el pómulo que le hizo escupir sangre por la boca.



    —BASTA— exclamó el padre, parando al hombre trajeado.



    Cuando Light se recompuso, miró a su padre, reflejando en sus ojos ya no rabia, sino dolor y decepción mientras un hilo de sangre resbalaba desde su labio inferior hasta su barbilla.

    Sin decir nada más, se dio media vuelta y se dirigió hacia su coche, dando la espalda a los tres.

    El padre de quedó mirando al castaño, pensativo, viendo cómo su primer plan había fracaso.

    Pero no se iba a rendir, tenía muchos más ases en la manga.

    Si no podía convencer a Leyre de volver por sí sola, lograría que ella misma huyese de Light y se refugiase en los brazos de Kento.



    Mientras tanto, una hora antes, en la casa que los dos hermanos habían alquilado, Leyre estaba tranquilamente leyendo un libro cuando alguien llamó a la puerta.

    Al abrir se encontró con su madre, que la miró con los ojos suplicantes.



    —Leyre... Por favor, vamos a hablar...— pidió la mujer haciendo que la pelirroja sintiese una profunda punzada de dolor en el pecho al verla en ese estado, consumida por la pena.



    —¿Cómo me has encontrado?— preguntó Leyre, aún sin saber qué hacer.



    —Tu padre tiene muchos recursos... Ya le conoces— explicó la mujer, dándole a entender que habría contratado a alguien para que averiguase dónde estaban. Un detective, básicamente. Finalmente, la chica dejó pasar a la madre al piso y ambas se sentaron en el sofá. Leyre la miraba con gran preocupación, sin saber siquiera cómo comportarse ahora delante de ella— Hija... Todo lo que Light y tú estáis haciendo... No está bien. Tenéis que comprenderlo. Lleváis la misma sangre— la mujer dejó claro a qué había venido. A sembrar dudas en Leyre y lograr que recapacitase.

    Hablaba de forma tranquila, así que ella pensó que podría ser su oportunidad de tener una charla con la mujer.

    Pero ella negó con la cabeza.



    —Mamá, para mí esto no ha sido fácil... Ni tampoco para Light. Pero ambos sabemos que no seremos felices el uno sin el otro— Leyre quería que su madre comprendiese su punto de vista, pero la mujer sólo se tapaba la cara con las manos, desesperada.



    —No puedes decirme eso, Leyre... Claro que puedes ser feliz con otra persona... Es imposible que tú ames a tu hermano, ni él a ti tampoco.

    Estás confundida. Sientes una atracción física hacia él, y es normal. Es un chico atractivo que te trata bien y sabe cómo engatusar a las mujeres. Pero Light no te quiere. Sólo el hecho de que tú seas su hermana y seas más joven que él, debe de darle una especie de morbo y te está usando para satisfacerlo. Cuando se canse, todo se habrá terminado y tú eres la que más perderá de todos, hija— las palabras de la madre dejaron a Leyre helada, sin poder creerse ni una de ellas.

    La mujer, al ver que su hija no recapacitaba, volvió a llorar con desconsuelo.



    —No, mamá... Te equivocas. Nos queremos. Y queremos estar juntos... Por favor, no nos hagáis esto más difícil— pidió ella también con lágrimas en los ojos.



    —Pero tú debes casarte y tener unos hijos.

    Light no puede darte eso. Piensa en todo lo feliz que podrías ser al lado de alguien como Kento. Él sí te quiere de verdad— la mujer intentaba persuadir a Leyre, pero ésta no quería plantearse otro futuro que no fuese con Light.

    Aunque ver a su madre así, llorando ante ella y suplicándole, era algo que le provocaba un fuerte nudo en el estómago y no la dejaba respirar con normalidad.



    —Mamá, por favor, dime que nos dejareis ser felices— las lágrimas rodaban por las mejillas de Leyre, por la impotencia de ver cómo su madre negaba con la cabeza, sin asumir lo que le pedía.

    Entonces, el móvil de la mujer comenzó a sonar. Era su marido.

    Ésta se levantó y sin siquiera querer darle un abrazo o un beso a su hija, se fue.

    Esto fue casi lo que más le dolió a Leyre, quien rompió a llorar aún más fuertemente cuando la mujer salió por la puerta, viendo perdida la relación con sus padres.



    Al poco rato llegó Light, y Leyre intentó recomponerse para poder contarle lo que había pasado esa mañana con su madre.

    Pero cuando vio al chico magullado y con los ojos enrojecidos, sólo pudo ir corriendo a abrazarle.

    Acarició su rostro, apartándole algunos mechones para ver su pómulo hinchado y su labio con sangre.



    —Light, ¿qué te ha pasado?— preguntó ella, aunque ya se podía hacer una idea.



    —Nuestro estupendo padre ha venido a buscarme a las oficinas para "hablar" conmigo. Me ha amenazado con que arruinará mi vida si seguimos juntos— explicó el chico, apenado.

    Leyre le llevó al baño para intentar curarle las magulladuras. El castaño se sentó sobre un taburete para que ella pudiese ver bien el golpe— También me ha ofrecido dinero a cambio de que me aleje de ti— le contó él, dejando a Leyre pensativa— Le he dicho que no, claramente— las palabras tranquilizaron a la joven, quien tras tratarle la herida del labio, acarició su mejilla con suavidad y le dio un tierno beso que consoló al chico— Luego, un guardaespaldas me ha dado un puñetazo— señaló su enrojecido pómulo.

    Leyre calló unos segundos, mirando al castaño con pena.



    —Mamá también ha venido aquí... Para decirme que en algún momento te cansarás de esto y me dejarás..— le dijo ella sin separarse de Light, en susurros.

    Esto hizo que él frunciese el ceño y tomase el rostro de la chica con sus manos, mirándola fijamente.



    —Eso es mentira. Te amo, Leyre, y no voy a dejarte nunca. ¿Entendido?— el joven lo tenía más que claro, y esto hizo que Leyre le sonriese con gran ternura y volviera a besarle y abrazarle, sintiendo de nuevo fuerzas para atravesar todo eso juntos.
     
    Última edición: 21 Marzo 2024
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    PROHIBIDO (Light x OC)
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    CAPÍTULO 7

    El fin de semana pasó con normalidad.

    No recibieron visitas inesperadas ni llamadas de sus padres.

    Por lo que el lunes, ya más tranquilos, pensaron en ir a comer juntos después de que Light saliese del trabajo.

    Leyre, quien salió antes de sus clases en el instituto, fue a esperarle a la puerta de las oficinas.

    Al poco rato, apareció Light, quien, sin pensárselo y creyendo que nadie les vería, besó a Leyre cogiéndola de la cintura y atrayéndola hacia él.

    Pero de pronto, alguien llamó su atención.



    —¡Light! ¡Leyre!— se trataba de Kento, quien les observaba con absoluta sorpresa— ¿Os estabais besando?— el chico no cabía en su asombro.



    —Mmmm... Bueno...— Leyre miró hacia otro lado. Light le observó, a punto de soltar un "Sí, ¿qué pasa?", pero ese no era el momento de vacilar al hijo de su jefe, ya que necesitaba el puesto de trabajo más que nunca.



    —Madre mía... Qué decepción...— dijo el chico con la mirada perdida— pensaba que te gustaban rubios, pero veo que te gusta Light, que es castaño— Kento dejó a los dos hermanos patidifuso.

    Resultaba que lo que le preocupaba era eso, y no que ambos fuesen familiares directos.



    —Mmm... Kento, Leyre es mi hermana. Eso es lo que te debería sorprender— puntualizó Light, sin entender al chico.



    —Oh bueno, eso... Aquí en Japón tampoco es tan raro. No es lo típico, claro está. Pero en general está bastante aceptado— habló el joven, muy abierto de miras— Pero lo que me preocupa ahora, es que Leyre tenga más dudas sobre si ser mi novia— aclaró el joven.

    Leyre rió, ya que el chico habló como si ella en algún momento hubiese tenido claro serlo.

    Light se cruzó de brazos y le miró con fijeza.

    No se creía del todo la explicación del chico, y su mente desconfiada sospechó si su padre había llegado a hablar con él.

    Aunque esto le parecía tan retorcido, que intentó desecharlo de sus posibilidades de inmediato.



    —Kento, es mejor contártelo ahora. Leyre y yo vivimos juntos. Te agradecería que la dejases en paz— le advirtió el castaño, haciendo sonreír al moreno.



    —Bueno, eso ya lo veremos. Habrá que comprobar a quién se le da mejor conquistar a una mujer— las palabras de Kento sonaban soberbias, dando su partida por ganada.

    Light cogió a su hermana de la mano y la sacó de allí en dirección al coche, visiblemente molesto por las intenciones del chico.



    Llegaron a casa y Light seguía molesto, con el ceño fruncido, preguntándose si en algún país o estado de América, el asesinato de Kento sería legal. Leyre, por su parte, se divertía por la ofuscación de su hermano, resultándole gracioso que éste se molestase tanto por el flirteo del hijo de su jefe hacia ella.

    A excepción de ese pequeño berrinche del castaño, todo fluía con normalidad entre ellos dos.

    El día pasó sin sobresaltos, mientras Leyre se encargaba de dejarle claro a Light que sólo le gustaba él, entre besos y cariñosos abrazos, a él se le fue pasando el enfado y comenzó a disfrutar de un día a solas con su hermana.



    Al día siguiente, cuando Leyre salió del instituto, se dirigió a casa parar encontrarse al fin con Light, quien seguramente ya estaría allí esperándola para comer.

    La joven estaba abriendo la puerta de la vivienda, pero algo pesado le impedía apartar la puerta de su camino.

    La chica tuvo que usar todo el peso de su cuerpo para abrirse paso y entrar por fin en el apartamento.

    Se encontró con todo el recibidor completamente abarrotado de ramos de flores, concretamente de rosas y peonías.

    Eran realmente preciosas, y durante unos segundos, creyó que todo era obra de Light.

    Pero desechó esa idea al ver al castaño al fondo del pasillo, donde acababa la hilera de ramos, hablando por teléfono muy ofuscado.



    —Que vengan ya mismo a recogerlas. No las queremos... No, son un estorbo. Esto debe ser una broma— hablaba con seriedad, y enseguida colgó con un suspiro exasperado. Entonces el castaño miró a Leyre, quien estaba acariciando una de las peonías— Ya te puedes imaginar quién ha hecho esto, ¿no?— el enfado de Light era notable.

    Leyre cogió una tarjeta que estaba en el ramo de la flor que acariciaba y la leyó en voz alta.



    "Leyre, desde el primer momento en que te vi, me di cuenta de que estaba enamorado de ti.

    La vida real ha superado a mis sueños."

    Kento.



    La joven le dio la vuelta a la nota, donde había algo más escrito.



    "PD: Espero no haberme pasado con la cantidad, no sé el tamaño del piso en el que vivís."



    Con esto último, Leyre no pudo más que reírse.

    El chico era demasiado encantador y apasionado.

    Claro, cuarenta ramos de flores caben en cualquier casa común de Tokyo.



    —Ese chaval está enfermo, de verdad. A ver ahora qué hacemos— se quejó su hermano, mirando con desdén la flores.



    —¿Quién le ha dado nuestra dirección? ¿Y cómo sabe que mis flores favoritas son las peonías?— se preguntó la pelirroja, temiendo la posible respuesta.



    —Es obvio que papá y mamá le están apoyando— sentenció Light, sin poder creerse lo bajo que caían sus padres para intentar separarles— No sé qué será lo próximo. Cuarenta osos de peluche a tamaño real, o yo qué sé— vaticinó Light, enardecido, cuando de pronto sonó el timbre de la casa.

    Leyre, quien estaba muy cerca de la puerta, abrió.



    —Buenos días... ¿Vive aquí Leyre?— preguntó un mensajero con un oso peluche de dos metros y medio en los brazos.

    La escena era bastante cómica, ya que el repartidor estaba a punto de ser aplastado por el peluche.



    —Soy yo...— susurró la chica, incrédula.



    —Aquí tiene. Un admirador suyo se lo manda con esta tarjeta— el hombre le dio, con mucho trabajo, el peluche a la joven, el cual era como dos veces ella.

    Cuando cerró la puerta, dejó con dificultad el regalo en el suelo y miró la tarjeta, en forma de corazón.



    "Espero que te gusten los osos"

    Kento.



    Pero no lo leyó en voz alta, ya que bastante crispado estaba ya Light de por sí.

    Decidió quedarse ese mensaje para sí misma.



    —Eres adivino— intentó hacerle reír la chica, pero no lo consiguió— Espero que papá y mamá no le hayan dicho que también me gustan los perros... O tendremos a la Patrulla Canina en casa mañana mismo.



    —Esto no me hace gracia. Como no pare, tendré que hablar con él... Y lo peor es que papá y mamá le estén ayudando— dijo esto último entre dientes.



    La chica dejó todos los obsequios donde estaban, y fue tras Light para abrazarle por la espalda y tranquilizarle.

    A ella le daban igual todos los regalos del mucho. Sólo amaba a Light, y quería hacerle sentir eso mismo, y quitarle todas sus dudas y preocupaciones.

    Los chicos comieron juntos, apartando a un rincón todas las flores juntas, como si de un jardín vertical se tratase.

    Light quiso tirar el oso a la basura pero Leyre se negó, y lo puso sobre el sofá como si fuese un invitado más.

    Por la tarde, otros mensajeros se llevaron gran parte de las flores, para dejar de nuevo la entrada libre.

    Sobre las seis de la tarde, el móvil de Leyre comenzó a sonar, pero la chica estaba en la cama, durmiendo un rato con su hermano, quien descansaba plácidamente, dejando que la joven apoyase su cabeza en su pecho.

    Así que no cogió la llamada, pero si vio el mensaje que había recibido después del último toque.



    "Hola, Leyre, soy Kento. Espero que te hayan gustado los regalos. Pero me gustaría que nos viésemos en persona. ¿Qué tal si quedamos mañana?"



    A ese chico le gustaba ir al grano, estaba clarísimo.

    A Leyre le caía bien, pero sabía que no podía hacerle eso a Light.

    Sin despertar a su hermano, se deslizó por la cama y tomó el móvil entre sus manos.



    "Hola, Kento. Eran muy bonitas. Muchas gracias. El osito un pelín grande. No creo que pueda quedar, pasare el día con Light."



    Con esto, la chica quería darle a entender que ella estaba interesada sólo en su hermano.



    "¿Y no tienes ni un ratito para mí? Conozco la mejor pastelería del centro. Yo invito."



    Leyre sonrió al mensaje, imaginando perfectamente la sonrisa tierna con la que Kento le pediría ir.

    Por un lado, le daba lástima rechazarle tan abiertamente, sabiendo lo amable que era el chico y lo bien que la trataba.

    Además, también sabía que pasaba la mayor parte del tiempo solo, y que tal vez podrían entenderse mejor si hablaba cara a cara con él y no simplemente ignorándole.

    Tal vez esa era una de esas cosas que debía gestionar ella sola y no dejar que su hermano mayor la protegiese, como siempre había hecho.

    Así que, con un hondo suspiro, se armó de valor y contestó a Kento.



    "Bueno... Pues podemos tomar un café mañana ¿Te parece bien?"



    "¡Genial!"



    Y así, Leyre bloqueó el móvil y volvió a dormirse sobre el pecho de su hermano, sin poder evitar pensar la cara que pondría Light al enterarse de que había quedado con Kento.

    Pero su imaginación no hizo justicia a la realidad. Una hora después, cuando ambos estaban ya despiertos, el castaño miraba horrorizado a su hermana pequeña.



    —¿¡Que has quedado con él!? ¿¡Qué es esto!? ¿¡Una broma de mal gusto!?— se quejaba incrédulo.



    —Light, tú y yo sabemos que ignorándole no vamos a conseguir nada. Va a seguir igual porque es muy cabezón. Tengo que hablar con él y aclarar todo de una vez. Podemos ser perfectamente amigos— le explicó ella sin convencerle mucho.

    Light sabía que Leyre era muy ingenua y no se imaginaba lo lejos que podía llegar un hombre enamorado.



    —Va a intentar comprarte de todas las formas posibles— le advirtió Light con un suspiro.



    —Pero yo no me voy a dejar— razonó la chica, mirándole con ternura. Para calmarle, Leyre llevó sus manos a las mejillas de Light y le miró atentamente a los ojos, buscando su comprensión— Yo te quiero a ti y sólo a ti, ¿de acuerdo?— le aseguró ella, haciéndole suspirar.



    Tras esto, el chico se acercó a la pelirroja y la besó dulce y pausadamente en los labios, haciendo que ella le correspondiese de igual manera.

    A pesar del cariñoso gesto de ella, Light seguía pensando en que sus padres no hacían más que ayudar a ese chico a conquistar a Leyre.

    Y se temía que aún guardasen algún as bajo la manga para presionar a la joven.

    Él confiaba en Leyre, pero sabía que ella era más joven y por tanto más susceptible a la opinión de sus progenitores.

    Pero, aún así, no podía impedirla ir. Era su decisión y debía dejar que ella intentase arreglar el asunto por sí sola, como deseaba.

    Así que, al día siguiente, Leyre pasó la mañana, al igual que su hermano, pensando en la cita con Kento.

    No pudo centrarse mucho en sus clases debido a sus nervios por ver al joven moreno.

    Era un chico guapo, atento y amable. En otro momento de su vida, hubiera sido todo un sueño quedar con él a solas. Pero en la actualidad, Leyre sentía una mezcla de nerviosismo y culpabilidad por haber decidido tener ese encuentro.

    Cuando salió del instituto, se dirigió a la boca de metro que la llevaría a casa, donde Light la estaba esperando para comer.

    Ya estaba en su calle, a punto de entrar en su portal, cuando el móvil de la chica comenzó a sonar en su bolso. Ella se apresuró a cogerlo por si era su hermano, pero se sorprendió al ver la procedencia de la llamada.

    Su madre.



    —¿Mamá?— la chica lo cogió con reticencia.



    —Hola, hija... Me alegra que por fin hayas aceptado quedar con Kento— la mujer parecía mucho más tranquila que el otro día. Acaba de confirmar todas las sospechas que tanto ella como Light tenían— Dile que ni se la ocurre faltar— se escuchaba al padre de la joven mucho más enfadado.

    Esto enervó a Leyre, cuya intención no era la de dar a entender a sus padres que habían triunfado.



    —A ver, que yo no he quedado con Kento por placer. He quedado porque es un buen chico y se merece que le diga las cosas a la cara— bufó Leyre sin miramientos— Voy a dejarle claro que yo quiero a Light y que no tiene opciones conmigo— sus palabras sonaban firmes.

    La chica entró en su apartamento, donde Light tenía ya la mesa puesta y la esperaba en el sofá sentado. Cuando ella entró, no pudo evitar sonreír.

    Al verla hablar tan alterada se levantó y observó la situación con el ceño fruncido.



    —¡Dile que como se le ocurra rechazarle, se arrepentirá! ¡Te juro que voy a desheredar a ese par de desviados enfermos!— exclamaba el padre encolerizado al otro lado del teléfono.



    —Leyre, por favor, dale una oportunidad a Kento— rogó la madre.



    —No, mamá. No quiero a Kento, ni le voy a querer nunca. Sólo quiero aclarar todo para que deje de perder su tiempo— Leyre intentaba serenarse, pero de pronto Light le arrebató el móvil y puso el altavoz.



    —¡Leyre! ¡¡Te vas a casar con ese hombre quieras o no!! ¿Me has entendido? OLVÍDATE YA DE LIGHT PORQUE PARA TI ESTO HA TERMINADO— ahora hablaba el padre, furibundo por las negativas de su hija.

    Light notó cómo la furia comenzaba a recorrer sus venas, pero quiso calmarse para no estampar el móvil de la chica contra la pared. Cogió aire y respiró hondo, después intervino.



    —Debería daros vergüenza compincharos con el hijo de mi jefe, y darle detalles sobre nuestra vida privada. Pri-va-da— remarcó esa palabra— Leyre no va a enamorarse de Kento porque así lo queráis. Y mientras antes lo entendáis y lo interioricéis, mejor para vosotros— esto último lo dijo con mucha seguridad, y colgó la llamada sin miramientos, dejando a Leyre helada.



    —Estoy harto ya de estos dos. Están acabando con mi paciencia— Light se acarició la sien y le devolvió el móvil a la pelirroja, quien le sonrió y le dio un abrazo para calmarle— Más vale que tu plan funcione— suspiró Light.

    Leyre asintió, segura de que así sería.

    Al fin y al cabo, Kento era un joven muy agradable que entendería su postura y les dejaría en paz, acabando así con la última baza de sus padres. Así lo creía ella.



    Ambos comieron juntos, y a la hora acordada, la chica se dirigió a una cafetería del centro, donde había quedado con Kento.

    Cuando vio al chico arreglado para la ocasión, con una camisa blanca de botones, y unos pantalones de vestir que le quedaban perfectos, acercándose a ella con una sonrisa tierna en los labios, y saludándola desde lejos, Leyre no pudo evitar sonreír.

    En cualquier otra circunstancia de la vida, seguramente si se habría enamorado de él. Pero, efectivamente, eso tendrían que dejarlo para otra vida.



    —Buenos días— saludó ella dándole dos besos.



    —Buenos días— respondió él con la misma tierna sonrisa, agradado por la cercanía con la que ella le trataba.

    El chico le tendió a Leyre una caja bastante grande de bombones, seguramente muy caros.



    —Ay... Muchas gracias, Kento, pero son muchos— la joven intentó no aceptarlos, ya que había ido allí para terminar con esa clase de gestos.



    —Oh no te preocupes... Yo te ayudo, son mi favoritos— contestó con simpleza, como si los hubiese comprado para él mismo.



    La chica rió por el comentario del joven, y así comenzaron a caminar hacia la pastelería donde Kento quería tomar un café.

    Una vez allí, buscaron una mesa algo alejada del resto y se sentaron.

    El camarero parecía conocer al joven, ya que le preguntó "¿Lo de siempre?", a lo que Kento asintió.

    Leyre se pidió también un pastelito a recomendación del chico y, tomando aire, ella decidió comenzar con el plato fuerte, el tema del matrimonio.



    —Kento... Bueno, yo quería decirte por qué he venido, antes que nada— habló la joven intentando ser delicada.

    El chico se portaba tan bien con ella que no podía evitar sentirse mal por el rotundo rechazo que quería darle.



    —Quieres hablar de lo nuestro, ¿no?— vaticinó Kento dando un sorbo a su café.

    Ella asintió, queriendo introducir el tema.



    —Verás... Kento, tú eres un chico maravilloso, de verdad. Eres guapo y muy atento. Detallista y me has demostrado que vas en serio...— la joven hizo una pausa mirando al joven a los ojos, quien ya se imaginaba que había un "pero" en algún lado— Pero... Yo estoy enamorada de Light... Comprende que mis padres te están usando como comodín para separarnos... Y yo no quiero eso— le explicó intentando no herir al dulce chico, y dando a entender que sabía que hablaba con ellos.



    —Todo lo que he hecho, lo he hecho porque quiero, Leyre— Kento se puso serio, dejando la taza de café en la mesa— Porque, aunque ahora no veas más allá de Light, yo sí que quiero que me tengas presente— aseguró el joven, dejándola anonadada.



    —Ya, pero entiende que es incómodo recibir esas cosas en la casa en la que vivimos nosotros— recalcó eso último, dejándole claro que vivía sola con Light.



    —A Light se debe de molestar, sí...— el chico miró a otro lado, dando a entender que le importaba bien poco. Pero cuando miró a Leyre, suspiró— Bueno... No enviaré nada más a tu casa. Lo prometo— alzó una mano en señal de juramento. Entonces ella sonrió más tranquila, ya tenía su primera pequeña victoria.



    —Y lo siento mucho, pero como comprenderás eso de casarnos no va a poder ser— rió ligeramente la chica, como si fuese un chiste, aunque el chico cambió de expresión a una dramatizada indignación.



    —¿No quieres casarte conmigo?— preguntó preocupado. Ella negó con la cabeza.



    —Si las circunstancias fuesen otras, todo sería diferente... Pero no lo son, y yo quiero a Light— el chico la miró, apenado— Pero me gustaría que fuésemos amigos, Kento. Pocas veces se conoce a alguien tan maravilloso como tú— intentó animarlo ella.

    Pero el pobre chico apoyó un codo en la mesa y puso su mejilla en su mano, mirándola con decepción.



    —O sea, que nada ha surtido efecto... Vaya... Parece que ha ganado Light— suspiró en forma de rendición.

    Leyre sonrió, viendo que el chico al fin lo comprendía.



    Se sentía orgullosa de haber conseguido aclarar las cosas antes de que el chico pudiese salir más herido por involucrarse tanto en los planes de sus padres.

    Aún así, los dos jóvenes pasaron una tarde muy agradable, y sobre las ocho, Leyre volvió a su piso con una sonrisa en los labios, habiendo disfrutado mucho de ese día.

    Por su parte, su hermano había pasado una tarde horrible, llena de nervios y preocupaciones.

    Por su cabeza habían pasado mil posibilidades:



    ¿Y si Leyre decidía darle una oportunidad a Kento?

    ¿Y si no le dejaba las cosas lo suficientemente claras a propósito porque ella también deseaba conocerle?

    ¿Y si ella prefería la comodidad del hogar con sus padres y una vida resuelta con el millonario hijo de su jefe?



    La cabeza de Light daba vueltas a ideas negativas y con un final nefasto para él, que lo había arriesgado todo por ese amor tan complicado.

    Estuvo a punto de llamar a Leyre más de veinte veces al ver su tardanza, pero se contuvo para no presionar a la chica ni condicionar su decisión.

    Cuando Leyre entró en el apartamento, vio que Light estaba sentado en el sofá, y la observaba con reticencia y preocupación por si la joven finamente había cambiado de opinión con respecto a su relación con él.



    —Ya está— sentenció Leyre, orgullosa.

    Él la miró, inquisitivo, algo preocupado por la ambigüedad de su hermana.



    —Arreglado, no volverá a intentar "cortejarme"—rió la joven por la situación, aclarando su primera frase, y relajando a su hermano.

    Light abrió de par en par los ojos, incrédulo.



    —¿Ya? ¿No va a mandar más tonterías a casa?— casi no se podía creer que Kento hubiese razonado tan bien, a diferencia de sus padres.

    Ella asintió feliz y orgullosa de su plan.

    El joven se acercó a ella con unas sonrisa y la besó con pasión, contento de haberla dejado a ella arreglar todo.

    Por fin una cosa menos de la que preocuparse.

    Aunque ambos sabían que sus padres no cederían tan rápido y buscarían otras formas de molestarlos y separarlos.

    Pero, por lo pronto, ambos estaban juntos y nada parecía ser capaz de romper ese vínculo que habían creado desde hacía mucho tiempo.





    Pasaron las semanas y no volvieron a saber de sus progenitores.

    Como si les hubiesen olvidado por completo.

    Ni un mensaje o llamada.

    Cosa que preocupaba mucho a Light, ya que le parecía que era la calma que precedía a la tempestad.

    Sin embargo, Kento se relacionaba con ambos prácticamente igual que siempre, pero sin volver a lanzarle pullas a Light o regalos a Leyre.

    El joven quería respetar la decisión de la pelirroja, aún sin romper su amistad con ella.

    Roger también les visitaba de vez en cuando y llevaba a Leyre al instituto como en los viejos tiempos, sólo cuando sus padres no podían enterarse de que seguía relacionándose con los hermanos.

    Una tarde, Leyre le pidió a Roger que la llevase a hacer unas compras para un trabajo de clase que debía terminar a la semana siguiente, y Light no podía acompañarla debido a que estaba cerrando un importante proyecto.

    El hombre aceptó sin pensárselo, y ambos fueron a una gran calle repleta de tiendas cercana al apartamento donde vivían.

    Roger se fue de vuelta a casa de los padres de ella, diciéndole que cuando terminase, le llamase e iría a buscarla para que no cargase con las bolsas por el metro.

    Ya sola, Leyre entraba a las tiendas de la zona buscando lo que necesitaba.

    Varios compañeros le habían asegurado que allí estaban todos los materiales que iba a necesitar.

    Así que ella, con una lista en la mano, repasaba los estantes muy concentrada, buscando lo que tenía que comprar.

    Tan absorta estaba, que no se dio cuenta de que a su lado había alguien también muy concentrado en su búsqueda entre los estantes de la tienda.

    Ambos, sin querer, terminaron chocándose.



    —Uy, perdona— se disculpó Leyre enseguida, mirando al joven que de pronto le resultó increíblemente familiar.



    —¿Leyre?— el chico estaba igual de sorprendido que ella— ¡No me lo puedo creer! ¡Cuánto tiempo!— el joven sonrió alegremente, dejando a Leyre aún más en shock.



    Se trataba de un chico tan alto como Light, moreno y de piel muy blanca, ojos marrones y cara angelical.

    De hecho, en general, su cuerpo era muy parecido al de Light, aunque su cara era algo más aniñada y su pelo era oscuro.

    Era Kou, inconfundible para Leyre. Fue el mejor amigo de Light en secundaria; no había duda de ello.



    —¿Kou?— la chica sabía ya de sobra que era él.

    Éste asintió, manteniendo la sonrisa, confirmándolo todo.



    Leyre había estado desde muy pequeña enamoradísima de ese joven.

    Era su amor platónico de niñez y parte de su adolescencia.

    Antes de entender sus sentimientos por Light, Kou había sido el único chico con el que la pelirroja había soñado.

    Hasta el día en el que el joven, misteriosamente, cortó toda comunicación con Light y ella.

    Era algo que la pelirroja aún tenía clavado en su pecho. El no saber nunca el por qué de su marcha.

    Esa desaparición tan repentina había hecho mucho daño al corazón de la joven, y desde entonces, ella no había tenido ningún interés en los chicos, a excepción de su hermano.



    —Cómo has crecido, Leyre. Estás guapísima— la piropeó el joven con amabilidad.

    Pero ella no podía decir lo contrario de él.



    Estaba tan o más guapo a cómo le recordaba.

    Si Light y él hubiesen seguido siendo amigos en la universidad, hubieran sido el dúo más famoso de la facultad, prácticamente dos modelos.

    Físicamente muy parecidos, y con una sonrisa encantadora.

    Pero eso no fue así.

    Kou se marchó sin dar explicaciones, y eso causó que ella pasase más de una noche desvelada, con lágrimas de impotencia por no saber la razón de esa desaparición.



    —¡Gracias! Madre mía, ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? ¿Cinco años?— preguntó la pelirroja, sacando el tema de su desaparición.



    —Seis. Seis años— la corrigió él, como si llevase perfectamente la cuenta— El mundo, desde luego, es un pañuelo... Oye, tendrás muchas cosas que contarme. ¿Qué te parece si tomamos algo?— ofreció el joven con una sonrisa a la que nadie en el mundo podría decir que no— Si no tienes nada que hacer, claro— señaló la lista de la compra de ella.

    Leyre asintió, pensando en que ya terminaría después de encontrar lo que le faltaba; y tras pagar lo que había cogido para su proyecto, ambos se fueron a una terraza de verano para poder charlar tranquilamente sobre lo acontecido esos años atrás.

    Una vez sentados en una de las mesas, ambos comenzaron a conversar animadamente.



    —Bueno, Leyre, cuéntame... ¿Qué tal todo?—preguntó primero él.



    —Bueno... Pues ahora estoy en el último año de instituto. De hecho, estaba comprando unas cosas para un proyecto— señaló ella la bolsa.



    —Vaya... Siempre fuiste muy lista. Qué bien— la halagó de nuevo el chico. Ella disfrutaba con eso, pues siempre la había tratado genial; pero una punzada dolorosa en su corazón la recordaba una y otra vez que ese joven se esfumó sin importarle siquiera dar una explicación.



    —¿Qué hay de ti, Kou?— preguntó ahora ella.



    —Acabé arquitectura el año pasado, y ahora estoy trabajando en la empresa de mi padre. Más allá de eso, no hay mucha novedad— afirmó el chico con simpleza, dándole un trago a su tinto.



    —Vaya..— la joven estaba decepcionada.

    Se esperaba una historia del tipo "tuve que irme a vivir a Inglaterra todos estos años por cuestiones serias y he vuelto ahora" o algo que excusase su ausencia.

    Pero no, no había nada.



    —¿Esperabas otra cosa?— preguntó ahora Kou, viéndola pensativa.



    —Bueno... Es que, como de pronto, un día desapareciste de mi vida y de la de Light, pues... Pensé que te había pasado algo grave, la verdad...— la chica intentó quitarle importancia al asunto con una sonrisa, ya que no quería poner al chico en un apuro.



    Todo el mundo tiene derecho a decidir a quién habla y a quién no. Ella no era nadie para reprocharle nada. Pero algo en su corazón se encogía de pena sólo de pensar que simplemente Kou se aburrió de ellos.

    La expresión del joven cambió completamente al escuchar el nombre de Light.

    Leyre se percató de esto, y cayó en la cuenta de que Kou no le había preguntado en ningún momento por su hermano.



    —Leyre, yo no desaparecí por placer. Es una historia muy larga, pero no creo que te guste oírla— de pronto, entre ambos algo había cambiado— Para mí eras alguien muy importante. Si no hubiera sido a la fuerza, yo no me hubiese alejado de ti— las palabras del chico dejaron a la pelirroja anonadada.

    ¿A qué se refería?

    ¿Ella era alguien importante para él?

    Llevaba varios años pensando en todo lo contrario.

    ¿Acaso él también había sentido algo por ella en el pasado?



    —Kou... Para mí también eras muy importante, y me dolió muchísimo que te fueses... Me gustaría saber el por qué— le instó ella a contarlo.

    El joven suspiró y la miró, esperando no arrepentirse de esto.



    —Cuando tu hermano y yo teníamos 16 años, éramos inseparables. Mejores amigos. Yo pasaba casi todas las tardes en tu casa. ¿Te acuerdas? Jugábamos los tres a la PlayStation, íbamos al parque, al cine...— relató el chico con una sonrisa recordando aquellos días— Era inevitable que en algún momento me fijase en lo que habías crecido y lo bonita que estabas. Siempre sonriéndome y a mi lado... Leyre... Yo me enamoré de ti. Fue inevitable— la noticia cayó sobre la pelirroja como un jarro de agua fría. Su amor de infancia la había correspondido todo ese tiempo y ella nunca lo supo.

    El dolor en su pecho se agudizó más, queriendo saber qué había frustrado todo eso. Todas esas noches llorando por él, y él también había sufrido por ella— Se lo conté a Light. Era mi mejor amigo y tu hermano. Tenía que hacerlo.

    Le expliqué lo que sentía y que quería ir en serio contigo. Yo me esperaba reticencias por su parte, después de todo es tu hermano mayor y debe cuidar de ti... Pero no me esperaba que se negase tan en rotundo a todo lo que le conté. Me dijo que me olvidase completamente de ti y que jamás dejaría que estuviésemos juntos... Eso me enfadó, me dio a entender que no confiaba en mí, que no estaba entendiendo mis sentimientos por ti. Pero lo dejé pasar, creyendo que sería el berrinche de la primera impresión. Decidí darle unos días hasta que asimilase mis intenciones... Pero me equivoqué por completo, Leyre— Kou hizo una pausa para comprobar la reacción de ella, quien le miraba fijamente, intuyendo lo que venía a continuación— Una noche, unos amigos y yo salimos de fiesta, entre ellos estaba Light. Él no era muy de salir, pero no sé por qué esa noche decidió beber como un cosaco. No le había visto así nunca. Parecía despechado o algo parecido. Yo, sinceramente, también me pasé con el Tequila, pero tampoco era una gran novedad en mi yo de 17 años— Kou sonrió, haciendo que Leyre le sonriese también— El caso es que, con tanto alcohol en sangre, me dio por volverle a sacar el tema de mis sentimientos hacia ti a Light. Y esa ha sido la peor decisión de mi vida. Él, que ya estaba bastante ebrio, me pegó tal puñetazo que me tiró de espaldas al suelo— las palabras de Kou hicieron que Leyre se llevase las manos a la boca, incrédula. Light no era así— Se pensó que ya estaba K.O. al verme en el suelo, así que se dio media vuelta para irse... Pero, ya te digo, yo había bebido demasiado esa noche y me levanté para devolverle el golpe por dos. Acabamos en el suelo como dos críos, pegándonos. No sé muy bien quién nos separó, pero si nadie lo hubiese hecho podríamos habernos matado ahí mismo... Es increíble teniendo en cuenta que éramos mejores amigos— Kou dio otro sorbo a su tinto, mientras Leyre estaba cada vez más shockeada. Jamás se hubiese imaginado que eso había podido ocurrir entre él y su hermano. Jamás. Eran como uña y carne. Y lo peor de todo es que Light jamás se había dignado a contárselo sabiendo lo que a ella le importaba Kou... Y tal vez por eso mismo jamás se lo contó. Por si acaso a ella se le ocurría salir corriendo a los brazos de Kou.

    Pero eso era una vil traición por parte de Light.



    —De verdad, me estás dejando sin palabras... No tenía ni idea de esto..— le aseguró la joven aún impresionada. Él la sonrió con dulzura.



    —Lo imaginaba... De todas formas, la razón por la que me alejé de vosotros no fue sólo esa. Cuando, al día siguiente, quise ir a hablar con él en clase para arreglar las cosas, ni me dejó hablar. Me advirtió de que, como me viese de nuevo cerca de ti, las cosas acabarían peor aún. E iba en serio, porque varias veces más acabamos a puñetazos a la salida de clase.

    No nos hablábamos, por eso ya no iba a tu casa. Hasta que al final de ese año, mis padres decidieron cambiarme de colegio, ya que todos los días llegaba a casa con moretones, y Light se había encargado de poner a todos nuestros amigos en mi contra. No me quedó más remedio que irme del instituto... Pero, antes de eso, fui a tu casa para hablar contigo. Me abrió Light y me dejó muy claro que tú no querías volver a verme por haber pegado a su hermano mayor, y que era un estúpido por pensar que me corresponderías... No pude volver a acercarme a ti por más que quisiera, Leyre— relató eso último tremendamente apenado— No me podía creer que tú habías dicho eso de mí... Pero tampoco contestabas mis mensajes ni mis llamadas.



    A Leyre le ardieron los ojos, sólo de pensar lo tremendamente cruel que había sido Light con Kou, su mejor amigo.

    Había sido capaz de humillarle, mentirle y pegarle, dejarle sin amigos y martirizarle un año entero sólo para que no se acercase a ella.

    Ella nunca había recibido llamadas ni mensajes de Kou después de eso. Lo más seguro es que su hermano había cogido el móvil de la pelirroja sin permiso y se había encargado de bloquear ese contacto.

    En esos momento odió a su hermano, sintiendo la tremenda injusticia cometida hacia el moreno, que a pesar de todo, la sonreía con dulzura.

    Eso le acababa de demostrar la enorme inseguridad que sentía Light cuando ambos iban al instituto.



    —Lo siento tanto... De verdad. Te mintió. Yo no sabía nada de esto— la joven no sabía ni cómo disculparse ante tal atrocidad.

    Se sentía mal porque, en parte, ella era la causa de aquello.



    —No te preocupes...— el móvil del joven comenzó a vibrar— Mi padre... Voy a tener que irme, Leyre. Pero, de verdad, espero que no sea la última vez que nos veamos— se disculpó Kou, mientras dejaba la cuenta pagada y se disponía a levantarse.

    Ella se levantó también, siguiéndolo aún con una expresión de angustia ahora que sabía la verdad de todo lo sucedido.



    —Claro, podemos ir a tomar algo cuando quieras— aseguró Leyre, ahora sonriéndole como él hacía.



    —Genial... Me ha encantado verte, peque— Kou acarició el pelo de la chica, bajando hasta su mejilla, como tantas veces había hecho en el pasado.



    Leyre notó un cosquilleo en su pecho, notando cómo los sentimientos hacia él, que había dejado dormidos, latentes, volvían a aflorar como si no hubiese pasado el tiempo entre ellos.

    Sólo pasaron unos pocos segundos, pero Leyre debatió en su mente si debería confesar a su antiguo amigo sus sentimientos o, si por el contrario, debía acallar esas dudas de su interior y no decirle nada al joven.

    Pero Light no había consultado con ella si debía o no dejar que Kou contase lo que sentía por ella, y pensó que igual que él hizo lo que quiso, ella también lo haría, aunque se arrepintiese después.



    —Kou... Yo quería contarte algo también— la joven le miró a los ojos, con un sonrojo que sorprendió al joven— Durante esos años... A mí... A mí me gustabas mucho, Kou. Siempre me gustaste mucho. Pero no me atrevía a decirte nada— se confesó ella también, ya no segura de qué sentía en la actualidad— se hizo un pequeño silencio.



    Kou la observó atentamente, como si no quisiera perderse ni un detalle de ese momento.

    Ella le miraba alzando su rostro, ya que él era bastante más alto.

    Entonces, la mueca del chico se suavizó, y acariciando de nuevo su mejilla, comenzó a acercar su rostro al de ella.

    Leyre pensó que sería un beso en la mejilla, pero no.

    La besó en los labios.

    Algo en el interior de Leyre comenzó a oprimirla, dejándola sin aire apenas.

    No se esperaba para nada este gesto del moreno. En otro momento, ese hubiera sido un sueño hecho realidad.

    Leyre luchó en su interior, buscando las fuerzas para apartarse de él, pero no las encontró por ningún lado.

    En cuanto el chico terminó el beso, seguía observándola a unos centímetros de distancia entre ambos, y ella se dio cuenta de que deseaba que la besase de nuevo.

    Los sentimientos del pasado ahora se confundían con los actuales.



    —Nos vemos— susurró Kou con una sonrisa, aún cerca de ella.

    Leyre asintió, sonrojada.

    El chico se marchó, mientras ella le observaba alejarse.

    Todo aquello le parecía completamente irreal.

    Kou siempre la había querido, y se había alejado por culpa de Light, quien jamás le contó nada.

    Leyre estaba tan impresionada por todo, que casi no podía pensar con claridad.

    Lo único que sabía es que quería gritarle cuatro cosas bien dichas a su hermanito del alma.
     
  8.  
    Bellapoms

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    PROHIBIDO (Light x OC)
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    Romance/Amor
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    CAPÍTULO 8

    Leyre cogió el metro y en poquísimo tiempo ya estaba en su casa. No quería llamar a Roger para que la recogiese, en ese momento no quería hablar con nadie.

    Estaba en shock.

    No paraba de dar vueltas a lo que acababan de contarle. Por un lado, su corazón se aceleraba sólo de pensar en su beso con Kou, pero por otro, se sentía mal, ya que, aunque ella no hubiese sido la precursora del delicado beso, tampoco se había negado.

    Pero su culpabilidad desaparecía con sólo pensar en todo lo que su hermano mayor la había ocultado esos años.

    Entró en el apartamento y se dirigió directamente al salón, en busca de Light.

    Allí estaba el chico, leyendo tranquilamente algunos papeles, seguramente del trabajo.

    Leyre le miró con indignación y rabia, sorprendiendo al castaño, que alzó una ceja, sin entender su enfado.



    —Creo que me debes muchas explicaciones. Muchas— el odio que tenía la chica casi no lo podía contener.



    —¿De qué hablas— el castaño la miró dubitativo.



    —¿Sabes a quién me he encontrado? A Kou.

    Y sí, me ha contado toda la verdad. Por qué se fue y lo que le hiciste— los reproches de la pelirroja salían a borbotones, dejando a Light pálido, quien no se veía venir esto tras varios años— Eres el ser más rastrero del mundo... ¿¡Cómo no me contaste nada!?— la furia de Leyre hacía brillar sus ojos más que nunca.

    Si su hermano le hubiese contado la verdad, no estaba segura de qué habría hecho, pero por lo menos le hubiese ahorrado mucho dolor y muchas noches sin dormir, pensando en que Kou se había olvidado de ellos.



    —No te dije nada... Claro que no te dije nada. ¿Qué querías que hiciese? ¿Que me sentase y te contase que estaba dándome palizas con mi mejor amigo por ti? No estaba listo para confesarte mis sentimientos— terminó de decir Light, sin levantarse de su sitio.

    Pero Leyre apretó los puños con fuerza y no quiso zanjar el tema tan fácilmente.



    —Eres un egoísta. Como tú no estabas listo, pensaste que era mejor hacerme pensar que Kou nos había abandonado, ¿no? Así, de paso, te asegurabas de que no me volviese a acercar a él— la chica tenía tanta rabia dentro, que prácticamente gritaba a su hermano.



    —Ah, ya veo, o sea que eso es lo que te duele. Que como no sabías que él te quería, no tuviste la oportunidad de correr a sus brazos— Light se rió, irónicamente, pero sintiendo una punzada de dolor en su estómago sólo de imaginar que Leyre prefería a su antiguo amigo.



    —¡Pues claro que me molesta! Me quitaste el derecho a decidir por mí misma si realmente lo que sentía por él era real o no— seguramente, más tarde, ella se arrepentiría de lo que estaba queriéndole decir a Light.



    —Muy bien, perfecto. Ahora tienes la oportunidad, Leyre. Corre a sus brazos y compruébalo. ¿Es lo que quieres? Adelante— Light tapaba toda su inseguridad y ansiedad con su orgullo, e invitó a su hermana a ponerse a prueba.



    —Yo.... Yo no sé lo que quiero ahora mismo. Estoy muy confundida— las palabras de la pelirroja herían gravemente al castaño, que sufría sólo con el hecho de que ella dudase.

    Por otro lado, la chica se sentía mal por ocultarle la verdad, así que tomó aire y le fue sincera— Kou me ha besado. Hace un rato, en una cafetería. Pero yo no me he apartado. Me siento mal por ello, te pido perdón— aclaró la joven.

    Se hizo un silencio incómodo entre ambos.

    A Light se le había parado el corazón.

    Sentía un enorme resquemor por dentro y le costaba respirar por la ansiedad de la situación. Su corazón le dolía como si su hermana estuviese estrujándolo al máximo.

    Desechó las infinitas ganas de llorar que le recorrían ya los ojos, y se levantó sin decir nada.

    Cogió su chaqueta y se dirigió a la puerta del apartamento.



    —Veo que tú necesitas pensar, y yo también.

    Me voy— no le dio tiempo a Leyre a nada, ni a contestarle ni a acercarse a él, ya que dio un fuerte portazo y desapareció.



    Leyre se quedó unos segundo en shock, y después rompió a llorar.

    Era la primera vez que tenía una discusión así con su hermano, sobre sus sentimientos.

    Hasta ahora siempre habían estado seguros de ellos, pero ese día no era así.

    Era irónico que sus padres no hubiesen tenido que intervenir para que tuviesen su primera crisis.

    El móvil de Leyre se iluminó varias veces mientras vibraba, con el nombre de "Roger" en la pantalla.

    Pero ella no descolgó ni una sola vez, sólo se sentó en el sofá de la casa a llorar, sin poder aclarar lo que sentía su corazón.

    Todo era una amalgama de tristeza, rabia y dudas.

    Roger decidió entonces buscar a la chica, por si algo estaba sucediendo.

    El hombre llegó en pocos minutos al apartamento y llamó al timbre, deseando que abriese Light o ella.

    La puerta se abrió y vio cómo Leyre, con los ojos enrojecidos de llorar y con un puchero le miraba con pena.



    —¿Qué ocurre?— preguntó el hombre mayor, mientras entraba al apartamento y ella cerraba la puerta.

    En silencio, ambos se sentaron en el sofá.



    —No te vas a creer lo que me ha pasado... Me he encontrado a Kou, el "amigo" de Light— ironizó lo de "amigo"— Y me ha contado por qué desapareció de nuestras vidas... ¡Light le obligó! Le hizo la vida imposible un curso entero y hasta le pegó... Todo para que no se acercase a mí, porque me quería... Esto es muy fuerte... Sabiendo que yo también quería a Kou— la indignación de Leyre crecía por momentos.

    Roger, en vez de sorprenderse, pareció suspirar como si supiese que ese día llegaría algún día.



    —Esa historia me la conozco... Por eso me imaginaba que algún día el joven Light acabaría por no soportar más llevar todo esto en secreto y acabaría confesándote sus sentimientos— las palabras de Roger dejaron a Leyre aún más incrédula.

    Ahí todo el mundo sabía la verdad, menos ella.



    —¿Y tú cómo lo sabías, Roger?— quiso saber la chica, exigiendo explicaciones.



    —Porque, una noche, hace ya varios años, tu hermano salió de fiesta con sus amigos. A las cinco de la mañana, o algo así, llamó al timbre de mi casa, todo lleno de moretones y magulladuras. Se había pegado con un amigo suyo y no quiso contarme la razón... Pero pensé que tal vez fueron cosas de críos. Me pidió que no le dijese nada a vuestros padres y así fue. Pero al poco tiempo, un día en el que tú estabas en tus clases de piano, yo me encontré con Light en vuestra casa, le iba a llevar a la academia. Pero un amigo suyo, Kou, llamó a la puerta.

    Yo abrí, aunque enseguida Light me puso cara de "muy mal hecho". Les oí discutir sobre ti. Light le decía que tú no querías volver a verle. Que le odiabas y le tenías asco... Yo me sentí algo mal por ese chico, ya que sabía que tú no habías dicho nada de eso. De hecho, solías decir que le echabas de menos. Lo siento mucho, debí habértelo contado, o haber intervenido... Pero Leyre, si hubieras visto a Light esa noche en la que vino a mi casa... Estaba tan abatido y triste... Sólo se desahogaba conmigo, y le vi llorar ese día más que nunca... No quise ver el motivo por el que Light quería separaros; pero en mi interior, yo lo sabía. Por eso, lo que está ocurriendo no me ha pillado tan de improviso como a vuestros padres— las palabras de Roger dejaron a la pelirroja pensativa.

    Por supuesto que ella correspondía ese amor que le profesaba su hermano. Pero le había dolido tanto esa mentira y ese comportamiento hacia Kou, que todas las malas palabras que tenía las había soltado sin pensar.

    De pronto, un profundo arrepentimiento brotó de lo más hondo de su pecho.

    En ese momento, ambos escucharon cómo sonaba la puerta principal, abriéndose.

    Se trataba de Light, que les miraba con los ojos visiblemente enrojecidos por haber estado llorando. El chico no pudo sostener la mirada a ninguno de los dos, dejando claro que estaba abatido.

    Roger se despidió de ambos y se marchó, dejándolos a solas, ya que tenían bastante de lo que hablar.

    Light aún seguía derramando lágrimas de impotencia y miedo por perder a Leyre.

    El joven levantó la mirada, secándose algunas.

    Ella, al verle así, sintió aún más dolor en su pecho, retractándose de cada palabra.



    —Leyre... Lo siento tanto... En ese momento tuve tanto miedo de que te enamorases de él y te perdiese para siempre... Tuve que hacer todo lo posible para que no pasase... Tienes razón, soy un egoísta— el chico se acercó a ella. Hablaba con lágrimas en los ojos y la voz algo quebrada— Pero te quiero tanto... Por favor, no me dejes... No puedo vivir sin ti. No me hagas eso, por favor— el joven la abrazó con fuerza, sin que Leyre le correspondiese aún, sorprendida por ver así de frágil a su hermano mayor. Jamás le había visto llorar o rogar a nadie.

    Pero ahí estaba, frente a ella, abrazándola entre lágrimas y pidiéndole que no le dejase.

    Ella pasó sus brazos por la espalda del chico, enterrando su rostro en el pecho de él y correspondiendo ese abrazo con firmeza.



    —Tonto... Claro que no te voy a dejar. Yo te quiero, Light... Y siento mucho todo lo que dije antes... Estaba enfadada— le confesó ella a modo de disculpa.



    Secó con la yema de sus dedos las lágrimas que aún se acumulaban en la mejilla del joven y le dio un tierno beso en los labios.

    Verle así era algo que la superaba, no quería verlo sufrir de esa forma.

    Le quería, y le perdonaría todo lo que fuera necesario para que pudieran estar siempre juntos, como lo estaban en ese momento.

    El beso comenzó a tornarse más largo y profundo conforme pasaban los segundos, siendo dirigido por Leyre.

    La lengua de Leyre repasaba cada centímetro de la boca de su hermano, jugando con la lengua de él, acariciandola y mordiéndola delicadamente.

    Ambos se separaron por falta de aire, sobre todo Light que aún estaba recomponiendo su respiración del disgusto anterior.

    Él se mordió el labio inferior aún muy cerca de la pelirroja, insinuante. Leyre captó el mensaje al vuelo, y llevó sus manos hasta la camisa del chico, para desabrochar el primer botón de ésta.

    El chico hizo un amago de empezar a quitársela él, pero Leyre le paró.



    —No, déjame a mí esta vez— le ordenó decidida.

    —Vale— contestó con voz algo grave por la excitacion de saber lo que iba a ocurrir ahora entre ambos.



    Leyre, mientras, desabrochaba los botones de la camisa de su hermano, uno a uno, lentamente, deleitándose con la piel que comenzaba a dejarse ver entre la tela.

    Como si lo hubiese estado deseando por horas, la pelirroja agarró la camisa negra ya desabrochada de Light y se la quitó de golpe, dejando visible todo su torso y fuertes brazos.

    Tiró la camisa algo suelo, olvidándose de ella.

    Inconscientemente, se relamió los labios y tragó saliva, sintiendo un fuerte deseo en su interior que hizo arder la piel de su hermano.

    Se acerco a él y comenzó a lamer y morder todo aquello que pillaba a su paso.

    Su cuello, la zona alta de su hombro... Todas ellas fueron recorridas por la joven mientras que, con la yema de sus dedos, dibujaba el bien formado torso del chico. No fueron pocas las marcas que comenzaron a aparecer en el cuerpo del castaño, que dejaba que su hermana se apoderase de su piel sin piedad, conteniendo algunos suspiros.

    Light llevó sus manos al trasero de la joven, acercándola más a él, mientras ella seguía con sus besos.

    Pero antes de que el chico comenzase a quitarle la ropa, Leyre le tomó del brazo y le llevó junto con ella a la habitación, donde le hizo sentarse en la cama.

    La pelirroja se sentó sobre las piernas del joven y le empujó hacia atrás para que se tumbase, mientras ella seguía sentada en las caderas del castaño.

    Las manos de Leyre recorrían todo el cuerpo que se tendía bajo ella, sin cuidado o vergüenza alguna, dejando la huella de sus dedos a su paso, empalideciendo primero la piel de Light para que luego ésta se enrojeciese, provocando unos cosquilleos intensos en el cuerpo del castaño, que le hacían apretar los dientes, deseoso de más.

    Light era tan suave, tan cálido y tan dócil por primera vez en su vida, que Leyre estaba dispuesta a disfrutar de ese momento como nunca antes.

    Estaba dispuesto a dejar que su hermanita le hiciera lo que ella quisiese.

    Pero la chica iba a necesitar más espacio, así que dejó caer los cojines y las almohadas que quedaban en la cama y se acomodó más en el regazo de Light, con las piernas abiertas a sus costados.

    El chico aprovechaba para acariciar los muslos de ella, notando cómo sólo estar en esa postura, con ella encima, le excitaba.

    La joven se movió sobre su hermano lentamente, sobre su cadera, sintiendo cómo los pantalones de éste ya se abultaban, pidiéndole que siguiese.

    La respiración de Light también se comenzaba ya a entrecortar, teniendo que tragar saliva varias veces al sentir su garganta arder.

    Leyre se inclinó sobre él y juntó sus labios ferozmente, desesperada, al ver a su hermano tan receptivo y sumiso.

    Sus lenguas se enredaron en un pasional beso.

    Ambos notaban ya cómo sus vientres ardían y necesitaban llegar más lejos de unos besos voraces.

    Leyre siguió lamiendo su cuello, mordiendo fuertemente y dejando rojas marcas a su paso, mientras que Light la agarraba por el trasero con sus dos manos, como si fueran garras, instando a la chica a continuar con esos movimientos sobre su cadera que le estaban volviendo loco.

    La chica decidió llevarlo un paso más lejos y bajó sus manos a los pantalones del chico para desabrocharlos y bajarlos ligeramente, dejando al descubierto los boxer del joven.

    Después se volvió a colocar sobre él, para mover sus caderas suavemente sobre Light, quien ahora podía notar mucho más los roces de la chica, arqueándose ligeramente mientras abría la boca.

    Leyre, sin dejar de moverse, se quitó su camisa, dejando sus pechos aún bajo el sujetador, a la vista del joven.

    Light trató de incorporarse para retirar la prenda que le quedaba a ella y poder hacer suyos los senos de la joven, pero ella apartó la cabeza del castaño y lamió provocativamente sus labios, despertando todavía más su deseo, sin dejar que continuara el beso.

    Leyre bajó una de sus manos hasta la ropa interior del joven y la metió dentro, sin pudor, para así poder acariciar totalmente el miembro de él.

    Lo sujetó con fuerza desde el principio, por lo que el castaño soltó un fuerte gemido, y todo su cuerpo se agitó, sin poder evitar clavar sus dedos en los muslos de la chica, quien ya notaba cómo su propia ropa interior se humedecía al ver a su hermano tan excitado.

    Leyre se echó hacia atrás para poder quitarle la única prenda que le quedaba, y además quitarse su sujetador y sus shorts, tirándolos al suelo.

    Su hermano ya estaba totalmente excitado, al igual que ella.

    Leyre sintió arder más intensamente su cuerpo al notar cómo el miembro de él se humedecía con sólo un roce de la yema de sus dedos, dejando a Light jadeante.

    Estaba al límite y aún no habían empezado.

    La respiración de Leyre se volvía pesada y conseguir no lanzarse sobre él ya era todo un mérito.

    Ella dio una primera caricia a la parte más íntima de su hermano, mientras contemplaba satisfecha las muecas de placer y a la vez desesperación de Light.

    Leyre comenzó a mover su mano sobre el miembro del chico, primero despacio, abarcándolo todo, para apretar más fuertemente al llegar arriba, haciendo ya gemir totalmente a Light.

    Leyre jadeó en un acto reflejo también, sintiendo su vientre arder y cómo su cuerpo la pedía seguir moviéndose sobre su hermano.

    Leyre puso sus manos sobre los muslos de Light y lamió desde la punta hasta el final, notando cómo Light se incorporaba para apoyarse en sus codos.

    Leyre apretó los labios más fuertemente para que Light volviera a gemir roncamente mientras se le cortaba la respiración; el chico ya comenzaba a agarrar las sábanas con fuerza, sintiendo que acabaría pronto si Leyre seguía llevándole al éxtasis.

    Ella también lo supo cuando comenzó a notar cómo su miembro se humedecía repentinamente. Se separó de su hermano, quien terminó de incorporarse para llevar sus manos a los pechos de la joven, y apretarlos con fuerza, oprimiéndolos para luego aflojar el agarre y volver a empezar.

    Leyre tomó una de las manos que Light tenía en sus pechos y la bajó lentamente hasta que llegó a la última prenda que le quedaba a ella.

    La retiró con prisa y la dejo caer por el suelo, mientras Leyre abría más sus piernas sobre el joven y llevaba la mano de Light hasta la zona húmeda y sensible de ella.

    El chico primero metió un dedo, y al notar que estaba muy húmeda decidió usar dos.

    Busco la parte más sensible y ahí comenzó a mover los dos dedos con rapidez, sabiendo que eso volvería loca a la joven, quien gimió al momento sin poder evitar moverse, simulando las embestidas al ritmo de las caricias de él.

    Leyre le susurraba que apretase más, con más fuerza, acelerando así sus movimientos.

    La pelirroja ya notaba cómo en segundos llegaría al extasis. Latigazos de placer se repartieron desde su vientre hasta el resto de su cuerpo, queriendo acelerar más.

    El castaño también parecía a punto de terminar, a pesar de no haber empezado con lo mejor.

    Así que Leyre retiró la mano del chico y le volvió a obligar a tumbarse.

    Ella acarició de nuevo el miembro del joven, preparándolo para después ponerse sobre él y notar cómo entraba poco a poco, pero completamente.

    Ambos abrieron la boca, sintiendo un enorme placer recorriéndoles.

    Leyre echó la cabeza hacia atrás y comenzó a moverse sobre su hermano, sin poder aguantar ni unos segundos para acelerar los movimientos.

    Habían esperando demasiado y ya ambos estaban desesperados por llegar al final.

    Leyre sentía cómo el sudor se estaba apoderando de ambos, pero el cansancio no dejaba que su cuerpo cesase de moverse con rapidez sobre el castaño, quien había cerrado los ojos y notaba cómo el sudor comenzaba a resbalar por su piel por lo rápido que ella se movía.

    Pero él no podía hacer nada más que dejar que ella impusiera ese vertiginoso ritmo que parecía que le iba a partir en dos.

    El chico jadeaba bajo Leyre sin poder contenerse, y ella gemía también al sentir en su interior cómo Light iba a alcanzar el clímax en muy poco tiempo.

    Leyre se echó para atrás y juntó los cuerpos de ambos todo lo que pudo en esos últimos movimientos.

    Las embestidas se aceleraron aún más al final, haciendo que el castaño terminase poco antes que ella, quien se apoyó en los hombros de él para poder recuperar la respiración.

    Nunca habían acabado tan fatigados, pero habían sido demasiadas emociones en muy poco tiempo.

    Finalmente, Leyre se tumbó al lado de Light y le miró con una sonrisa.

    Éste aún tenía gotas de sudor en su frente y la respiración agitada.

    Pero tras unos segundos, el chico logró tragar saliva y hablar.



    —Leyre... — pronunció su nombre con dificultad— Me da igual... Si este no es el momento más adecuado— por fin la respiración del joven parecía calmarse— Pero quiero pedirte algo— Light se giró para estar cara a cara con la pelirroja— Leyre, cásate conmigo.

    Ella abrió los ojos de par en par.

    De todas las peticiones del mundo, esa era la última que ella se esperaba en ese momento.
     
  9.  
    Bellapoms

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    Piscis
    Miembro desde:
    20 Febrero 2024
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    3294
    CAPÍTULO 9

    —Light... ¿Hablas en serio?— preguntó ella, mirándole con fijeza. Él chico no titubeaba.



    —Por supuesto. Te lo estoy pidiendo en serio— contestó sin dudarlo ni un segundo.

    La joven no podía ni creérselo, así que sin saber muy bien por qué, comenzó a reírse, haciendo que Light la mirase con reproche.



    —¿Te hace gracia?— la observaba carcajearse el joven.



    —No, claro que no... Me hace gracia el momento que has elegido para pedírmelo— se calmó la pelirroja divertida por la situación— Sí que quiero— contestó finalmente, mirando al chico que contenía el aire por la emoción.

    De pronto, le abrazó fuertemente mientras él la correspondía de igual modo, con una sonrisa ilusionada— Claro que quiero casarme contigo... Ojalá pudiésemos, mañana mismo, incluso— susurró la chica, sabiendo de lo imposible de la petición.

    Light se quedó en silencio, acariciando el pelo de la joven que descansaba en sus brazos.

    Puede que casarse con su hermana fuese una tarea complicada, pero no imposible. Y él se encargaría de hacerla realidad.



    Los días de la semana fueron muy tranquilos.

    Había perdonado totalmente a su hermano, y mejor aún, sus padres parecían ignorarles por completo.

    Eso era una buena noticia, pudiendo ser mucho peor que siguiesen intentando separarlos.

    Aunque esa extraña calma no dejaba de ser inquietante para Light, que conocía bien a su padre y sabía que no se iba a rendir tan fácilmente.



    La vida entre ambos era como Leyre había soñado. Aunque siempre la sombra de un pensamiento negativo acechaba cuando la joven intentaba dormir.

    La proposición que Light le había hecho no había conseguido más que abrirla los ojos al futuro que a ambos les deparaba.

    No podrían casarse nunca.

    Tendrían que vivir en una relación encubierta el resto de sus vidas.

    Ni siquiera podrían tener hijos.

    ¿O si podrían?

    Pero Light se negaría.

    Todas esas cosas enturbiaban el sueño de la pelirroja, provocando en ella todo tipo de dudas que no se atrevía a compartir con su hermano.

    Pero por su lado, Light, tenía muy claros sus objetivos y lo que iba a hacer para conseguirlos.

    El cumpleaños de su hermana estaba cerca, y tendría el tiempo suficiente para preparar todo su plan para entonces.

    Y además era la excusa perfecta para que ella no sospechase nada.



    El castaño ya tenía todo previsto.

    Esa misma mañana, el día del cumpleaños de su querida hermana, dejó un sobre en el buzón como si fuese una carta dirigida a ella.

    Tendría que esperar a que la pelirroja llegase a casa al mediodía para que ella descubriese la sorpresa. Aunque no se imaginaría el plan final de todo aquello.



    Leyre llevaba un día de cumpleaños bastante normal. No es que hubiera pasado nada malo pero tampoco nada excesivamente bueno.

    Todos sus compañeros le habían cantado el cumpleaños feliz y le habían llevado una tarta a clase, junto con un regalo. Un bonito bolso.

    Light la había felicitado nada más despertarse, y la prometió ir a cenar fuera para celebrar ese día.

    A ella le gustaba la idea pero ya habían cenado fuera tantas veces que tampoco la emocionaba demasiado.

    Llegó a casa con tranquilidad, y como solía hacer siempre sacó las cartas que había en el buzón.

    Todo era publicidad.

    Ella subía por el ascensor, distraída, haciendo una bola de papel con los folletos de propaganda.

    Pero de pronto se dio cuenta de que había una carta para ella, sin remitente.

    La chica abrió la puerta del apartamento y entró, dejando las llaves y la publicidad en la mesa mientras trataba de abrir la carta.

    Light la había oído llegar, y escuchando cómo abría la carta caminó para llegar al salón y mirarla de reojo esperando su respuesta.

    Dentro del sobre había una carta en la que ponía



    "Leyre, feliz cumpleaños, y no te preocupes por las maletas.

    Te quiero."



    Era de Light, esa era su letra.

    Pero la frase hizo que la chica frunciese el ceño.

    ¿Qué maletas?

    Dentro del sobre había más cosas, la chica las sacó y se quedó boquiabierta.

    Eran dos billetes de avión con destino a Suecia.

    La joven no se lo podía creer. Pero además la hora de salida del vuelo era a las cuatro de la tarde y ya era la una.

    La pelirroja miró a Light con emoción y fue corriendo a abrazarle.

    El chico le había preparado la mejor de las sorpresas. Un viaje para ellos dos solos a un país precioso.

    Ese regalo no podía ser más romántico e idílico.

    Light correspondió el abrazo y besó la frente de Leyre.

    Ella estaba a punto de llorar por esa muestra de amor del castaño.



    —Gracias, gracias, gracias— le repetía la chica aún en el pecho del joven.



    —Me alegra que te haya gustado tanto— el chico sonreía tiernamente mientras la abrazaba con fuerza.

    Pasó sus dedos por la mejilla de la joven para limpiar una lágrima de felicidad que la chica no pudo contener.



    —Pero... el avión sale ya. Tenemos que irnos— dijo ella, apurándose, aún en brazos de su hermano.



    —No te preocupes, las maletas están hechas. He salido antes del trabajo para tenerlo todo a punto. Cuando quieras nos vamos— le explicó él dejándola aún más impresionada.

    ¿Cómo podía ser tan perfecto?

    Leyre se separó ligeramente de él y le dio un beso en los labios que el castaño correspondió gustoso, aún con su mano en la mejilla de la chica.



    Tras esto se separaron y se dispusieron a coger sus maletas e irse al aeropuerto, para allí facturarlas y tomar el avión previsto.

    El vuelo duró casi diecisiete horas. Y durante éste, Light aprovechó para enseñarle a Leyre el hotel en el que estarían y las actividades que podrían hacer, además de dormir para que el tiempo pasase más rápido.

    El castaño había contratado una semana en el Hotel Nobis de Estocolmo. Una suite para ambos que parecía verdaderamente de película.

    Pero durante la semana visitarían también Noruega, hospedándose allí tres noches en el hotel Continental de Oslo que incluía un crucero para visitar los famosos fiordos de Hardanger.

    Leyre cada vez estaba más incrédula, eso parecía un viaje de película más que un regalo de cumpleaños.

    No quería ni imaginarse cuánto dinero llevaba gastado su hermano.

    Llegaron al día siguiente a Estocolmo.

    En la terminal tomaron un taxi para llegar a la ubicación del hotel.

    Por fuera parecía un importante edificio del siglo XIX. Muy elegante.

    Pero al entrar era como si te teletransportases al futuro.

    Todo estaba decorado de forma moderna y exquisita. Se notaba que la gente que allí residía era de alto poder adquisitivo. Y en cuanto llegaron un encargado se ocupó de recibirles e indicarles dónde estaba su suite.

    Subieron por el ascensor para así ya dejar sus maletas en la habitación y bajar a comer.

    Leyre aún estaba en shock. De todas las cosas que podía imaginarse en su cumpleaños, haber acabado en el mejor hotel de Estocolmo no se le había pasado por la cabeza.

    Al entrar en la suite hasta Light se quedó sin palabras.

    Era una habitación muy amplia, de suelos de madera, y una alfombra con elaborados acabados.

    La decoración era moderna, con un sofá negro y una elegante mesa frente a él dando la sensación de mayor amplitud.



    —Madre mía, Light... Te has superado— murmuró la chica paseando su vista por la habitación mientras caminaba hacia la cama.



    —Es más bonita en la realidad que en las fotos— tuvo que admitir el chico con una sonrisa encandilada, siguiendo a su hermana.



    Ella se sentó sobre el colchón, sonriente, sin poder de dejar de mirar a su hermano, quien estaba frente a ella acercándose lentamente para besarla.

    El castaño la empujó ligeramente hacia atrás, para acabar ambos tumbados en ella, mientras seguían con el apasionado beso.

    Leyre pasó sus manos por la espalda del chico, bajo su camisa, correspondiendo el beso que éste dirigía.

    Pero pronto tuvieron que separarse.



    —Deberíamos bajar a comer— sugirió ella sonriendo a su hermano.



    —Sí... Dejemos la cama para luego— el chico miró a Leyre con picardía, quien hizo lo mismo, captando al vuelo la idea.



    Así ambos se cambiaron de ropa y se pusieron algo más elegante. Leyre un bonito y ajustado vestido negro con algunos encajes, y Light una camisa de botones blanca y unos pantalones de vestir negros.

    Tras esto bajaron al comedor del hotel, dispuestos a pasar una velada perfecta.

    El sitio era realmente distinguido y refinado.

    Los camareros iban con traje y corbata, y servían unos platos que parecían sacados de una revista de alta cocina.

    Se sentaron en una mesa y pidieron cada uno lo que deseaba de la carta. Mientras esperaban a que les sirviesen la comida, Leyre se percató de que su hermano no dejaba de mirarla con su ya típica postura, apoyando su mejilla en la palma de su mano.



    —¿Qué ocurre?— preguntó ella sonrojada y con una sonrisa divertida.



    —Nada... Que estás preciosa— le respondió el chico, haciendo que ella se sonrojase más.

    Y eso se lo decía él...

    Él, que había captado las miradas de todas las presentes, e incluso la de de algún hombre.



    —Este es el mejor regalo que me han hecho nunca, Light. De verdad, muchas gracias— la chica se lo agradeció mirándole a los ojos, haciéndole sonreír ahora a él.



    —Sabía que te gustaría... Después de todo lo que hemos pasado creo que nos lo hemos ganado— intentó quitarle importancia, algo sonrojado. Pero Leyre sabía todo el tiempo y esfuerzo que le habría llevado al chico a preparar todo eso para ella.



    No podía dejar de mirar a su hermano y sentir un profundo amor por él, más del que se hubiese imaginado que se podía sentir por alguien.

    La comida llegó y como era de esperar fue exquisita.

    Los jóvenes la pasaron charlando sobre qué podrían hacer ese día.

    Light sugirió ir a visitar la zona cercana al hotel, ya que había muchos lugares turísticos a los que ir por los alrededores.

    A Leyre le pareció muy buena idea, así que acordaron pasar el día por el barrio donde estaba el hotel.

    Tras la comida se fueron a la suite para disfrutar de esa preciosa habitación que Light cuidadosamente había elegido para ellos, y dormir un poco la siesta.

    Al llegar la tarde, los hermanos fueron a pasear por la zona tal y como habían quedado, disfrutando mucho del ambiente sueco.

    Al día siguiente, Light hizo madrugar a Leyre.

    Y a pesar de que ésta quería dormir más tuvo que arreglarse y bajar a desayunar con su hermano al mismo comedor donde habían comido y cenado.

    Tras acabar, llamaron a un taxi que les condujo hasta la zona más turística de la ciudad.

    Primero fueron a visitar Drottningholm Palace y sus jardines.

    Llevaban una cámara que ambos se iban turnando. Leyre hacía fotos a todos los paisajes para no perderse detalle, y le pedía a su hermano que posase en algunas.

    Cuando Light cogía la cámara, hacía también algunas fotos al paisaje, pero sobre todo trataba que saliese siempre su hermana en ellas, sin que ésta se diese cuenta.

    Cuando Leyre tomó la cámara para revisar las fotos, se dio cuenta de ese detalle.

    El carrete estaba lleno de robados que le había hecho el chico.



    —Pero si salgo en todas— le dijo sorprendida y de forma algo acusadora.



    —No hombre, no, en todas no...— Leyre le miró con una ceja alzada, y él sonrió dulcemente- Bueno pero así son más bonitas... A mí me gustan más— respondió encogiéndose de hombros con sinceridad.

    Entonces Leyre no pudo más que sonreírle y darle un corto beso en los labios.



    Después de esto pasearon por las tiendas de las calles principales de Estocolmo hasta llegar al mirador Monteliusvagen.

    Desde allí se podía ver toda la ciudad prácticamente y era realmente precioso.

    Allí se quedaron un rato tomando algo hasta que dieron las once de la mañana.

    A Leyre le dio la impresión de que Light miraba mucho el reloj, pero decidió no darle mucha importancia.



    —Leyre, ¿qué tal si vamos ahora a visitar la catedral de Estocolmo?— sugirió el chico haciendo como que leía un panfleto turístico.

    Ella le sonrió y aceptó encantada, tenía que ser un sitio espectacular, porque aparecía en todos los anuncios de turismo suecos.



    Llegaron allí sobre las once y media.

    Efectivamente por fuera era realmente bonita.

    No demasiado grande ni sobrecargada de decorado como las que había visitado de estilo gótico, pero si muy de cuento.

    Todo cambió cuando entraron dentro.

    El interior era todo dorado, con detalles y figuras engarzadas en todos los rincones de la catedral.

    Desde luego, todo lo que tenía de simple por fuera, lo compensaba por dentro.

    Además, sin saber Leyre muy bien por qué, los bancos de la Iglesia y el altar estaban llenos de peonías y rosas.

    Casualmente sus favoritas.

    La chica caminaba de la mano de Light completamente absorta mirando los detalles de la magnífica obra arquitectónica, cuando de pronto al lado del altar vio a un hombre trajeado que la sonaba muchísimo.

    Tuvo que dar unos pasos más para darse cuenta de quién era.

    Leyre contuvo la respiración unos segundos antes de poder pronunciar el nombre de esa persona.



    —Roger...— la chica miraba al hombre mayor que les sonreía a ambos.



    —¿Te hemos hecho esperar?— preguntó Light con otra sonrisa amable.



    —No, no os preocupéis— respondió educadamente, devolviéndole el gesto con dulzura.



    Leyre, de pronto, se paró en seco, haciendo parar también a Light, y le miró con sorpresa.

    La chica había caído en la cuenta.

    Ahora todo encajaba.

    El viaje elaborado, las prisas de esa mañana, las flores en la iglesia y ahora Roger estaba ahí esperándoles con un traje tan formal...

    Leyre se tapó la boca con las dos manos, notando cómo su pulso se aceleraba en segundos.

    Light la miró y no pudo evitar reírse levemente, apartando la mirada, viéndose descubierto.



    —Leyre... Todo esto no ha sido casualidad— comenzó a decir el castaño, confirmando más las sospechas de la chica— Ya te lo pedí hace unos días... Pero quiero volver a hacerlo más seriamente...— el chico llevó una de sus manos a su chaqueta y sacó una pequeña cajita que sólo podía contener una cosa.

    Leyre comenzó a notar cómo los ojos le ardían y cómo en cuestión de segundos se pondría a llorar. Light abrió el pequeño joyero y se arrodilló, dispuesto a hacerle una pedida formal a su hermana— Leyre, ¿quieres casarte conmigo?— preguntó el chico, mirándola intensamente a los ojos, arrodillado.

    Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de la joven, sintiendo un nudo de emoción en el estómago.

    Leyre se arrodilló frente a Light y le abrazó con fuerza.



    —Claro que quiero— respondió ella entre sollozos, haciendo sonreír a su hermano, quien no podía ser más feliz en ese momento.



    Él la besó en la mejilla y la ayudó a levantarse. Tomó su mano y colocó el precioso anillo en su dedo.

    Tras esto acarició la mejilla de la joven, secando alguna lágrima y llevó su mano hasta la nuca de la pelirroja para besarla apasionadamente sin poder contenerse.

    Hasta Roger, quien los observaba, no pudo evitar derramar algunas lágrimas que tuvo que secar con un pañuelo.



    —Bien... Pues casémonos ahora— pidió el chico mirando a su hermana a los ojos.



    —¿Qué? ¿Ahora? ¿Cómo?— preguntó Leyre sin entender nada.



    —Está todo preparado. Roger ha hablado con el sacerdote, y ha traído los trajes que yo he comprado para este momento— le explicó el castaño.

    Si Leyre pensaba que no podía sorprenderse más se equivocaba.



    —¿Comprado? ¿Has comprado trajes de boda— la chica no podía ni creérselo.

    Él asintió sonriendo, habiendo preparado y previsto cada detalle.



    —Roger será nuestro testigo. Está todo listo... Sólo tienes que decir "sí, quiero"— dijo Light, algo asustado por la posibilidad de que ella se asustase ante tal compromiso y se fuese.



    —Pero... ¿Podemos casarnos aquí? ¿Es legal?— Leyre miraba alternadamente a Light y Roger, buscando una respuesta.



    —Sí, aquí este matrimonio está totalmente permitido— aseguró Roger delatándose cómplice de todo aquello.



    Leyre sentía un cúmulo de emociones tan intensas que no sabía cuál predominaba ahora mismo.

    Por una parte la emoción de estar a punto de casarse en otro país. Por otra parte el amor que sentía al ver todo lo que Light había preparado para ella incluso con la ayuda de Roger.

    Pero también sentía temor, ya que un matrimonio era algo para siempre y que debía pensar bien.

    Pero tan sólo unos segundos después de mirar a los ojos sinceros de Light que sólo sentían amor por ella, finalmente se decidió y asintió.



    —¿Dónde está mi vestido?— Roger y Light sonrieron con alivio y el hombre mayor la llevó hasta un cuarto donde ella pudo cambiarse de ropa.



    Cuando se hubo preparado para la ocasión, salió fuera.

    Y allí estaba Light, más perfecto que nunca, con un traje de chaqueta de boda.

    Al verla aparecer, la miró con ternura y amor, lo que hizo que ella se sonrojase y no pudiese sostenerle la mirada.

    También había aparecido por allí un fotógrafo contratado por Light.

    Y, además, había llegado el sacerdote que ya estaba preparado también para impartir el sagrado sacramento.

    Los dos hermanos se pusieron frente al altar para comenzar la ceremonia.



    —Estás preciosa— le dijo Light a la pelirroja en un susurro mientras el cura comenzaba ya a hablar, haciéndola sonreír.

    Ese desde luego estaba siendo el mejor día de la vida de ambos.

    Roger, por su parte, no podía dejar de llorar al verles juntos en el altar, y se secaba las lágrimas mientras observaba cómo ambos cumplían con lo establecido en la ceremonia.



    —Light, ¿quieres a Leyre como esposa para amarla y respetarla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?— formuló la pregunta el sacerdote.



    —Sí, quiero— contestó el castaño con firmeza, mirando a la chica a los ojos.



    —Leyre, ¿quieres a Light como esposo para amarle y respetarle, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?— formuló la misma pregunta a la chica.

    Ésta miró a Light fijamente, observándole.

    Era tan perfecto y la quería tanto que era imposible que ella se negase a pasar el resto de su vida con él, aunque fuese su hermano.

    Ella le amaba.



    —Sí, quiero— contestó finamente la chica.

    Tras esto cada uno colocó el anillo nupcial en la mano del otro.



    —Yo os declaro marido y mujer... Puede besar a la novia— dio permiso el sacerdote, por lo que Light sin dudarlo un momento se acercó a Leyre y selló el pacto con un tierno beso de amor.

    Tanto el fotógrafo como Rogar aplaudieron emocionados, llorando por lo emotivo de la escena.



    —Yo es que siempre lloro en las bodas— se quejaba el fotógrafo mientras Roger le tendía otro pañuelo de sobra.



    Habiendo acabado la ceremonia, los jóvenes se fueron dispuestos a celebrarlo a comer a uno de los mejores restaurantes de Estocolmo junto con Roger, quien seguía emocionado.

    La joven pareja invitó al hombre a quedarse en el hotel como regalo de agradecimiento, pero él prefirió volver ese mismo día para no levantar sospechas en los padres de ambos y que eso les causase problemas.

    Así que, tras pasar el día juntos festejando la unión, acompañaron a Roger a un taxi que le llevaría hasta el aeropuerto.



    Ambos volvieron así al hotel, a la suite que compartían.

    Habían bebido durante la cena, lo justo para no estar borrachos pero sí para sentir esa embriaguez que hacía que ninguno de los dos se pensase mucho las cosas.
     
  10.  
    Bellapoms

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    PROHIBIDO (Light x OC)
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    CAPÍTULO 10


    A la mañana siguiente comenzaba la luna de miel de ambos.

    Y Light tenía pensado realizar un viaje inolvidable que a Leyre le encantaría.

    Pasarían ese tercer día en Gotemburgo, la segunda ciudad más importante de Suecia después de Estocolmo.

    Era una zona marítima, por lo que tendrían muchos lugares para ver y buenos sitios para comer. Además, el tiempo soleado y cálido, poco común en esa zona, les acompañaba.

    Tomaron un tren de larga distancia y llegaron en una hora a su destino.

    Leyre estaba realmente emocionada, ya que todos esos sitios eran completamente nuevos para ella.



    —¿Qué te apetece visitar primero?— le preguntó el chico enseñándole todas las posibilidades que mostraba la guía turística.



    —Mmmm, me gusta ese jardín botánico, parece muy bonito... ¡O la iglesia de Oscar Fedrik! ¡Mira qué original!— costaba decidirse a la pelirroja.



    —Tenemos más cerca esa iglesia, después iremos al jardín botánico y al parque Slottsskogen que está al lado ¿Qué te parece?— propuso el castaño, haciendo sonreír felizmente a su ya esposa.

    Ésta asintió y juntos se dispusieron a disfrutar de su primer día como recién casados.

    Tras visitar todo lo que se habían propuesto y tomar cientos de fotos, ambos comieron en un restaurante del paseo marítimo de la ciudad.

    Esa zona era realmente tranquila, perfecta para una luna de miel tierna y romántica.



    El resto de la tarde la pasaron visitando monumentos y edificios históricos que había por el casco antiguo, para después tomar un ferri y visitar el archipiélago de la cuidad que era la principal atracción turística.

    Los jóvenes volvieron realmente tarde al hotel, habiendo disfrutado al máximo ese primer día de la luna de miel.



    Pero Light aún se tenía guardado lo mejor, y es que al día siguiente irían en avión a Noruega, que estaba muy cerca.

    Así que por la mañana hicieron el equipaje para trasladarse al hotel Continental de Oslo.

    El viaje en avión fue muy corto, y llegaron esa misma mañana a la habitación que Light había reservado.

    Todo estaba decorado de forma clásica, con muebles elegantes en madera ocre y suelo de mármol, dándole un aspecto sacado del siglo XVIII.

    A Leyre le encantó ese cambio tan destacado, de un hotel moderno a uno más elegante y palaciego, en el que pasarían tres días más para terminar así su viaje.

    Light había contratado un crucero con el cual podrían visitar los fiordos y en la noche podrían ver las auroras boreales.

    La pelirroja estaba más que emocionada.

    La ropa que tuvo que ponerse para esa ocasión era de abrigo, ya que pasarían cerca de los grandes glaciares con los que contaba el Mar del Norte.

    Aún así, la chica se llevó un bonito vestido para la noche, ya que cenarían en el barco mientras volvían al puerto para regresar a Oslo.

    Una vez preparados, tomaron un taxi que condujo hasta el muelle del que salían los cruceros turísticos.

    El barco que cogieron se trataba de un lujoso navío de varias plantas que contaba con salida al exterior y con un bonito salón donde se celebraría la cena de todos los turistas que la hubiesen contratado.

    Leyre y Light embarcaron junto con los demás pasajeros y se dispusieron a disfrutar del viaje mientras tomaban fotos de todos los paisajes que veían.

    Desde la cubierta del barco pudieron ver los fiordos, que era un espectáculo maravilloso de la naturaleza.

    A la hora de comer desembarcaron en una isla turística y allí pudieron buscar un buen restaurante en el que estuvieron hasta que el barco volvió a zarpar.

    Tras esto, visitaron gran parte de los glaciares y algunas otras islas pobladas tan sólo por focas y algunos leones marinos.

    Debido a la zona en la que se encontraban, sobre las seis y media de la tarde, ya había anochecido. Así que a las siete, todos los comensales se encontraban ya en el salón principal del crucero para degustar la cena.

    La animación contaba con una pequeña orquesta que tocaba piezas clásicas y tranquilas para amenizar la noche.

    Light y Leyre estaban cenando animadamente, charlando sobre todo lo que habían podido disfrutar ese día.



    —¿Ha sido divertido, eh?— preguntó el joven castaño con una sonrisa en los labios mientras tomaba un sorbo de su copa de vino.

    Ella asintió con otra sonrisa en los labios.



    —Me ha encantado. Es lo más bonito que he visto nunca... ¿Y te acuerdas de los osos polares de ese glaciar? Parecían de peluche...— comentó la chica haciendo reír a su novio.



    —Sí, sí... Seguro que cuando nos fuimos, ese oso se comió a una de las pobres focas de la isla— bromeó Light sonriente.



    —Ay... Tendría que haberme llevado una foca bebé de esas con el pelito blanco— siguió divagando Leyre, volviendo a hacer reír a su hermano.



    —Claro, le pones un collar y la llamas Copito... Y cuando pese 400kg, puedes llamarla Copazo o Copón, como una digievolucion— le siguió el rollo el chico haciéndola reír esta vez a ella.



    Entonces por los altaoveces del barco avisaron de que las auroras boreales estaban a punto de aparecer en el cielo, por lo que todos los pasajeros fueron a cubierta para ver el espectáculo natural.

    Y desde luego ninguna de las fotos que se podían ver hacían justicia a la realidad.

    Las luces del Norte envolvían todo el cielo casi como si ellos pudiesen tocarlas con sólo alzar la mano.

    Era casi mágico.

    Leyre tomó del brazo a Light, y éste se acercó más a la joven, disfrutando juntos de ese bonito broche final del crucero.

    Tras esto, el barco llegó al muelle y de nuevo con un taxi volvieron al hotel.

    Esa noche cayeron rendidos enseguida ya que habían madrugado y no habían parado hasta las tontas.

    A la mañana siguiente, su plan fue mucho más tranquilo, dedicándose a visitar Oslo y sus alrededores.

    Empezaron por el imponente Palacio Real, y después el parque Frogner, el más grande de toda la ciudad.

    Allí pasaron gran parte de la mañana hasta la hora de comer, y aún así no lo visitaron entero.

    En la tarde también visitaron la catedral de la cuidad, bromeado sobre si de nuevo estaría el pobre Roger dentro, y la Ópera de Oslo, tan imponente como el Palacio Real pero de estilo modernista.

    Al volver al hotel bajaron a cenar, sabiendo que pronto su idilio terminaría y deberían volver a Tokyo, pero de una forma muy diferente: Casados.



    A la mañana siguiente, al estar ambos ya cansados de tanto turismo, decidieron quedarse en el hotel a disfrutar de algunas de las comodidades con las que contaba, ya que al día siguiente el vuelo salía temprano y no podían trasnochar demasiado.

    El reservado que había hecho Light contaba con un pase para dos para el espectacular spa del hotel llamado The Well.

    Se podía pasar perfectamente un día entero allí, pues tenía incluso restaurante propio.

    Tenía también varias piscinas de diferentes temperaturas y tipos de agua, jacuzzis, termas, saunas y piscinas de hidromasaje.

    También se dieron varios masajes con piedras de calor y chocolate, quedando al final del día completamente relajados, en una piscina de agua termal totalmente solos.

    Las paredes eran de piedra, y la estancia estaba tenuemente iluminada como si de una curva natural se tratase.

    Todo estaba en silencio, a excepción del sonido del agua que acariciaba las paredes de la piscina, emitiendo un suave ruido de agua cayendo que era realmente relajante.



    —Madre mía, qué maravilla...— susurró Leyre en el quinto cielo.



    —Y que lo digas... Creo que deberíamos repetir esto algún día— susurró también Light, completamente relajado.



    —Te habrás fijado en cómo se hace ese masaje con chocolate, ¿no? Para repetirlo en casa— comentó la pelirroja con una sonrisa pícara, mirando distraídamente el agua.



    El joven la miró de reojo con la misma sonrisa, observando que su hermana estaba levemente sonrojada, no estando seguro de si era por sus pensamientos o por el calor del agua.

    Sin decir nada más, se acercó a ella y la empujó delicadamente contra la pared, besándola mientras pasaba sus manos por la cintura de la chica, subiendo hasta sus pechos.

    Cuando pasó sus manos por debajo del bikini de la joven, ésta abrió la boca más, dándole oportunidad al castaño de profundizar el beso.

    Leyre dudó unos segundos en si dejarse llevar o no, ya que al fin y al cabo se encontraban en un sitio público, aunque estuviesen a solas.

    Pero los intensos intentos de su hermano por hacerla gemir de placer la convencieron de rendirse y dejar que él tomase el control de la situación.

    Light la había dejado apoyada contra la pared de la piscina termal, reteniéndola con su propio cuerpo mientras que ella le rodeaba con las piernas.

    Lo primero que hizo Light fue hacer que el acceso a los pechos, de su ahora mujer, fuese más fácil, desabrochando la parte de arriba del bikini de ésta.

    Leyre se rió con vergüenza y trató de pararle.



    —Oye... Que puede venir alguien— se defendió débilmente ella.



    —No hay nadie en esta zona desde hace un rato. Es casi la hora de comer, se habrán marchado la mayoría. Si viniese alguien, lo veríamos desde lejos— le dijo Light, dándola a entender que él ya había pensado en todo.

    El castaño nunca daba puntada sin hilo.



    Leyre no estaba del todo convencida, pero no se opuso al momento en el que su marido comenzó a masajear con libertad sus pechos, amasándolos mientras apretaba su cadera contra la de la chica, que entreabrió los labios con excitación.

    Light comenzó a besar sensualmente el cuello de Leyre, mientras movía sus caderas sobre las de ella, y masajeaba al mismo ritmo sus pechos.

    El miembro del joven ya empezaba a despertarse,y Leyre podía notarlo perfectamente.

    Él bajó lentamente una de sus manos desde un pecho de ella, siguiendo por su cintura y cadera, hasta llegar a la parte de abajo de su bikini, introduciendo sus dedos en la intimidad de la pelirroja sin pudor alguno, buscando sacar más suspiros a su hermana.

    Ésta, sin dudar ya sobre si dejarle seguir o no, abrió más sus piernas, dejando paso completo a los dedos del chico, ya que dos de ellos masajeaban la zona más sensible de la pelirroja mientras comenzaba a introducir otro dedo en su interior lentamente, moviéndolo en círculos.

    Los jadeos de la chica salían solos, mientras sus caderas se movían de forma involuntaria, buscando que él entrase aún más dentro.

    Esto excitaba mucho al castaño, cuyo bañador le apretaba ahora en demasía.

    No quería aguantar ni un segundo más fuera de su hermana, que emitía pequeños quejidos mientras apoyaba su cadera contra la piel de su hermano, haciendo que se le erizase la piel, viendo cómo ella se mecía al ritmo que él imponía con sus dedos.

    Bajo el agua, retiró hacia un lado la última prenda que tenía su hermana, sin llegar a quitársela, pero dejando el espacio necesario para poder empezar con lo que llevaba un largo rato esperando.

    Un placer inexplicable le envolvió al entrar en su hermana, teniendo que cerrar los ojos de puro éxtasis, notando lo húmeda que estaba ella ya.

    Leyre, por su parte, gimió al sentir el cambio de grosor que acababa de provocar su hermano, notando cada centímetro de él moviéndose dentro de su cuerpo, provocando oleadas de placer que la obligaban a respirar con dificultad mientras empujaba con sus piernas la cadera del joven, instándole a profundizar aún más.

    Light comenzó a moverse a un ritmo acompasado, deleitándose con cada movimiento, comenzando un pequeño vaivén que separaba la espalda de su hermana ligeramente de la pared de la piscina, para luego empujarla contra ésta nuevamente, usándolo de tope para introducirse al completo en su hermana, cosa que a ella la estaba volviendo loca.

    Rápidamente, Leyre comenzó a pedirle más. Más velocidad y más fuerza.

    Light, obediente, decidió darle ese capricho a su hermana, acelerando el ritmo, aunque sabía que esto les haría terminar antes a ambos.

    Al estar en el agua, el esfuerzo de las embestidas era mucho menor, por lo que sus cuerpos se podían mover más rápido y con más agilidad.

    Light se movía rápidamente, entrando y saliendo de ella mientras Leyre se esforzaba por no gritar, y sólo gemir al oído de Light, provocándole más.

    Esto ayudó a que el clímax no tardase en llegar para ambos, que terminaron a la vez, mientras se abrazaban, quedándose en esa misma postura un rato más.

    Light ayudó a su esposa a colocarse de nuevo su ropa, y los dos hermanos se miraron sonrojados y sonriendo.

    Había sido precipitado pero muy intenso, el mejor recuerdo que se podían llevar de aquel lugar.

    Al poco rato salieron del spa, se ducharon y cenaron en ese mismo restaurante.

    Esa noche descansaron como nunca, totalmente relajados con los masajes y el día de spa que habían pasado.



    A la mañana siguiente se levantaron temprano para dirigirse al aeropuerto.

    Así había acabado esa luna de miel que ambos habían disfrutado al máximo y que estaban dispuestos a repetir.

    A Leyre le dio una infinita pena volver a la rutina cotidiana, y pasó los días en clase algo deprimida, recordando los bonitos momentos vividos en Suecia y Noruega.

    No ayudaba tampoco el hecho de que cada dos por tres mirase las fotos en su móvil para reavivar más los recuerdos de aquellos preciosos paisajes, en los que casi siempre aparecía su hermano mejorando aún más la imagen.

    Eso parecía un book de Emporio Armani, y Leyre no podía dejar de mirarlo.

    Light estaba más o menos igual que su hermana, mirando las fotos de vez en cuando en su móvil, sobre todo las de su hermana.

    Siendo acosado alguna vez por Kento para que también se las enseñase.

    La vida entre ambos era totalmente tranquila, apacible.

    La pelirroja disfrutaba de esa cotidianeidad junto a su hermano, pensando que nada podría irrumpir en ella.

    Se le había olvidado todo aquello que podría sacarla de esas realidad idílica en la que vivía.



    Una tarde, después de las clases del instituto, ya estando muy cerca de la época de vacaciones estudiantiles, Leyre se encontraba caminando por el centro de la ciudad.

    Buscaba el regalo ideal para Light, ya que la semana anterior el reloj favorito del castaño se había roto debido a un golpe fortuito que le había dado.

    Y se tenía que dar prisa, ya que el día se estaba nublando y parecía que iba a llover.

    Leyre estaba recorriéndose todas las relojerías de lujo de la ciudad, en busca del reemplazo perfecto.

    Encontró el ideal a media mañana, tras dos largas horas de búsqueda por las calles más céntricas.

    Cuando estaba abriendo en su móvil una aplicación de taxis, dispuesta a pedir uno para volver a su casa, alguien la llamó por su nombre a un par de metros de distancia.



    —¡Leyre!— Kou la saludaba mientras se acercaba con pasos ágiles hacia ella— ¿Qué haces por aquí?



    —¡Kou! Pues mira, de compras— Leyre señaló su bolsa, donde guardaba el reloj recién sacado de la tienda.



    —Vaya, y de compras caras— dijo el moreno, reconociendo la famosa marca que aparecía rotulada en la bolsa.

    Leyre sonrió, dejando que Kou se acercase a ella y le diera un beso en la mejilla, en un gesto cariñoso.

    Ella se quedó quieta, sintiéndose mal por disfrutar de ese pequeño roce.



    —Sí... Es un regalo para Light. El otro día se le rompió su reloj favorito, y he pensado en regalarle uno nuevo— aclaró ella con una sonrisa, dejando a Kou sorprendido por el detalle, tan caro, que ésta tenía con su hermano— ¿Y tú? ¿Qué haces por aquí?— quiso seguir ella la conversación, para despejarse de esa pequeña punzada de culpabilidad.



    —Vivo aquí. Ese de ahí es el portal de mi casa, de hecho— señaló el edificio justo enfrente de ellos.



    —Anda... Vives en una zona muy bonita— sonrió ella. Se hizo un pequeño silencio entre ambos, aunque Kou no dejaba de mirarla, sonriéndola.



    —¿Has estado muy ocupada? Pensé que después de vernos la última vez, me escribirías— a pesar de su sonrisa, se notaba en su tono de voz que estaba apenado.



    —Ah... Pues sí, un poco ocupada sí— la joven dudó en contarle toda la verdad. Acababa de casarse, y encima con su hermano.

    No era algo fácil de contar, y mucho menos a Kou. De pronto, unas pequeñas gotas salpicaron las mejillas de la pelirroja.

    Estaba comenzando a llover.

    Y por lo negro que se había encapotado el cielo, tenía pinta de tormenta de verano— Parece que nos vamos a empapar— susurró Leyre, notando cómo se empezaba a intensificar la lluvia.



    —¿Te parece que subamos a mi piso? Te invito a un café mientras amaina la tormenta— sugirió Kou amablemente, con una preciosa sonrisa que hizo sonrojar a Leyre.

    La chica se lo pensó unos segundos.

    Light aún no estaría en casa, ya que salía del trabajo para la hora de comer, y ella no tenía nada que hacer hasta entonces.



    —Me parece bien— aceptó la pelirroja, no viendo nada de malo en pasar un rato con su amigo.



    Ambos se dirigieron rápidamente al portal del joven, resguardándose de la lluvia.

    Tomaron el ascensor hacia el ático, donde vivía Kou.

    El chico abrió la puerta de su apartamento y ambos entraron.

    Leyre se quedó con la boca abierta, ya que el piso del chico era realmente increíble.

    El salón tenía unos amplios ventanales por donde se podía ver gran parte de la ciudad.

    Estaba decorado en estilo moderno, con tonos grises y blancos.



    —Madre mía... Qué buen gusto tienes para decorar— la chica no escondió su asombro.



    —En realidad lo compré ya así. No he cambiado nada. No se me da muy bien la decoración— dijo con sinceridad él.



    —¿Comprado? Vaya...— con lo joven que era su amigo, pensaba que sería alquilado, porque esa zona era muy cara.



    —Mis padres...— aclaró él, sin dar más detalles.

    Los padres del chico eran adinerados, como los de ella, pero nunca se hubiese imaginado que a ese nivel.

    La pelirroja se sentó en un amplio sofá de cuero que ocupaba parte del salón, mientras el chico se dirigió a la isla de la cocina, que estaba unida a esa misma estancia, para preparar unos cafés para ambos.

    Una vez sentados en el sofá, con sus cafés sobre la mesa, continuaron con su conversación.



    —¿Y qué tal todo? ¿Cómo va el instituto?— quiso romper el silencio Kou, que se había sentado muy cerca de su amiga.



    —Bien, la verdad. Estoy muy contenta con este último curso. Pronto terminaré y de momento tengo buenas notas en todas las asignaturas. Estoy intentando conseguir una beca para la universidad el año que viene— le relató ella, cómoda con la cercanía que mostraba Kou.

    Echaba mucho de menos las tardes junto a él, como cuando eran más jóvenes y pasaban los días en su casa, junto con Light.



    —Me alegro. Siempre fuiste muy buena estudiante. Perfecta en todo— recalcó esto último, halagando a la pelirroja, que se volvió a sonrojar.



    —Gracias...— ella quiso contestar un "tú también eres perfecto en todo", pero la culpa volvió a asolarla, sabiendo que el chico profesaba sentimientos hacia ella, ya que la última vez que se vieron, él la había besado, y estar tan cerca el uno del otro la ponía de nuevo en claro peligro.

    Pero quiso convencerse de que tan sólo estaba tomando un café con un amigo, charlando amenamente de cosas triviales.



    —¿Te ha molestado?— quiso saber él, debido al silencio de la chica tras ese halago.



    —No, no... Para nada...— aseguró ella, quitándole importancia.

    Kou la observaba, embelesado por la belleza de la pelirroja, sin ocultar su atracción por ella.

    Leyre no quería darse cuenta de que cada vez les separaba menos distancia.

    Ella no pudo sostener más tiempo la penetrante mirada de los ojos oscuros de Kou, y desvió sus ojos hacia el café que humeaba sobre la mesa frente a ellos.

    El joven, de pronto, llevó su mano a la mejilla de ella, y la acarició, consiguiendo que volviese a mirarle a los ojos.



    —Siempre me has parecido tan perfecta, Leyre...— susurró su nombre de forma tan atrayente que la chica tuvo que tragar saliva, sin poder articular palabra.



    Sin poder darse cuenta antes, Kou acababa de besar sus labios de nuevo.

    La calidez y suavidad del aliento del joven acarició la boca de ella, que disfrutó con ese dulce beso.

    De pronto, la lengua de Kou comenzó a repasar los labios de Leyre, y la empujó suavemente para dejarla tumbada en el sofá, colocándose él sobre ella.

    Leyre iba a decirle que parase, pero él seguía besándola, mientras le pasaba una mano bajo la camisa, erizándole la piel a su paso, sin darle opción a negarse, embriagada por el placer de las caricias con las que hacía unos años sólo había podido soñar.

    Kou era increíblemente atractivo, dulce y amable.

    Era muy difícil darle un "no" por respuesta a ese comportamiento tan sensual.

    Una parte de la chica reaccionaba irracionalmente a esas caricias y besos de él.

    Su mente se nublaba con cada movimiento del moreno, que ahora acariciaba sus pechos por dejando del sujetador de ella.

    Los besos se intensificaban por segundos, llegando a ser voraces en poco tiempo.

    El chico comenzó entonces a besar el cuello de la pelirroja, colocando las piernas de la chica de forma que rodeasen sus caderas, acomodándose sobre el vientre de ella.

    La respiración de Leyre estaba acelerada, su corazón latía a mil por hora mientras Kou repartía pequeños besos y mordiscos por su cuello.

    En ese momento, ella miró hacia la mesa donde reposaba su café, y además también estaba la bolsa con el reloj que acababa de comprar.

    Lo acababa de comprar como regalo.

    Como regalo para su marido. Para Light.

    Su mente volvió entonces en sí.

    Estaba dejándose llevar por Kou, mientras Light seguramente estaba ya esperándola en su casa.

    Ese golpe de realidad la devolvió de pronto a la realidad. Lo que estaba haciendo estaba horriblemente mal.

    Paró con sus manos los besos de Kou, apartándolo de su cuerpo.



    —Kou... Por favor, para. Yo... No puedo hacer esto... Yo... Quiero a otra persona— dijo Leyre incorporándose, y alejándose de Kou.

    Él la miró, sorprendido, por cómo había cambiado de opinión tan repentinamente.

    Se hizo un silencio incómodo mientras Leyre se colocaba la ropa.

    Entre tanto, el moreno la observaba pensativo, hilando en su cabeza, por todos los detalles en los que se había fijado, lo que estaba ocurriendo realmente: La pelirroja estaba enamorada de su propio hermano.



    —Es por Light...— susurró Kou para sí mismo, llamando la atención de Leyre— A quién quieres, ¿es a... Light? ¿Estás enamorada de tu hermano?— la expresión del chico iba tornándose cada vez más incrédula, mirando a la pelirroja en busca de respuesta a sus dudas.

    Leyre no quiso contestar, logrando únicamente con esto confirmar sus sospechas— ¿Es en serio? ¿Estás saliendo con Light?— el moreno no cabía en su asombro.



    —No estamos saliendo sin más. Es mi marido. Acabamos de casarnos— contestó la chica mirando su alianza con una leve sonrisa— Y por eso mismo, nada de esto está bien, Kou. No tendría que haber ocurrido— la pelirroja sentía la vergüenza invadiendo su mente— Debo irme— concluyó apurada, queriendo salir de ese piso cuanto antes.

    O de lo contrario, podría caer de nuevo en esa tentación que era Kou para ella.



    —Podía esperarme algo así de Light, debido a que fue capaz de arruinarme un año entero de instituto sólo por decirle que me gustabas— afirmó el chico— Pero jamás me hubiera esperado que tú le correspondieras.

    Por el amor de Dios, Leyre... Sois hermanos de sangre.

    Es enfermizo...— Kou no tuvo tiempo de decir nada más, ya que ella se levantó y, tras coger sus pertenencias, salió por la puerta principal.



    La joven prácticamente corrió hacia el ascensor, sintiendo toda la culpabilidad abofetearla.

    Bajó hasta la planta baja del edificio mientras unas lágrimas rodaban por sus mejillas, notando cómo le ardían los ojos de rabia por no haber podido controlar antes la situación.

    Ella amaba a Light por encima de todas las cosas, pero Kou había conseguido desestabilizar su mente, y eso la hacía estar muy decepcionada consigo misma.

    Mientras caminaba apresurada por la calle, decidió borrar el número del chico de su teléfono móvil, jurándose a sí misma que eso jamás volvería a ocurrir.

    Lloró durante todo el camino a su casa

    Cuando llegó, agradeció infinitamente que Light aún no hubiese vuelto, puesto que no había podido verla con los ojos enrojecidos y sin poder siquiera decir una palabra.

    Cuando el castaño entró por la puerta, Leyre ya estaba más recompuesta y no pudo sospechar nada de lo que había acontecido esa mañana.

    La joven le dio el regalo a su marido, quien la abrazó tiernamente, agradeciéndole el detalle por haberse acordado de que su reloj favorito se había estropeado.

    Leyre no tuvo las fuerzas suficientes para contarle que se había encontrado a Kou ese día, ni nada de lo que había ocurrido entre ellos.

    No quería herir a su hermano, y además estaba totalmente segura de que no volvería a ocurrir jamás.
     
  11.  
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    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    3740
    CAPÍTULO 11


    Pasaron las semanas, y todo marchaba bien hasta que llegó cierto día del mes en el que a Leyre tenía que llegarle el periodo. Pero extrañamente eso no ocurrió.

    La chica solía ser un reloj biológico perfecto, así que esas faltas le extrañaban.

    Sobre todo cuando pasó una semana completa desde la fecha señalada.

    La pelirroja estaba de los nervios, aunque no le podía decir nada a su hermano para no alarmarle.

    Pero en su interior, la alarmada era ella.

    No habían sido pocas las veces que se había acostado con su hermano.

    Prácticamente, casi todos los días pasaba algo entre ellos, pero siempre se encargaban de tomar precauciones.

    La chica estaba pasando la mañana preocupada, comiéndose la cabeza entre la posibilidad de estar embarazada o de que sólo se tratase de un mal susto.

    Pero su respiración se cortaba cuando pensaba en la noche de bodas.

    Esa noche no habían tomado precauciones.

    Con tanta emoción y excitación se les había olvidado por completo.

    De todas maneras, ya sería tener tino que, por una vez que se les pasase, les tocase el premio gordo.

    De hecho, Light ya ni siquiera de acordaría del tema.

    Habían pasado cuatro semanas desde entonces, y nada había ocurrido. Que él supiera.



    Leyre daba vueltas a todo esto en clase, por lo que, hasta que el profesor no se despidió, ella no se dio ni cuenta del paso del tiempo.

    Rápidamente, se levantó dispuesta a acabar con esa incertidumbre de una vez.

    La noche anterior ni siquiera había podido dormir con normalidad.

    No es que los niños no le gustasen, al contrario.

    Pero era demasiado joven para esas cosas.

    Y lo más importante: el padre del posible retoño sería su propio hermano.

    Sabía de sobra los riesgos que acarreaba la consanguineidad, y eso la preocupaba.

    Pero mucho más la preocupaba la reacción del hipocondríaco de Light, quien no quería ni hablar del tema de los hijos, dando por hecho que todo saldría mal en un embarazo entre ellos.

    Sabía que, posiblemente, el joven pondría el grito en el cielo si realmente ella estaba esperando un bebé.

    Estaba segura de que la haría someterse a mil exámenes médicos para asegurar que todo estaba perfecto.



    La chica caminó rápidamente por los pasillos para salir del instituto y llegar a la farmacia más cercana.

    Allí, compro el predictor más caro y fiable que había. No podía permitirse un error.

    Mientras caminaba a casa, seguía dándole vueltas a las posibles reacciones de Light.

    No sabía exactamente qué podría pasar.

    Y era esa incertidumbre la que más la preocupaba.



    ¿Y si el joven reaccionaba mal?



    Leyre estaba segura de que ser padre tan joven no entraba en sus planes más próximos.



    ¿Y si se asustaba con tal carga y decidía romper todo lo que tanto esfuerzo les había costado crear?



    No serían la primera pareja divorciada en sus primeros meses de matrimonio.

    Y volver a casa de sus padres, tras un tormento como ese, le parecía el mismísimo infierno.

    Leyre ya estaba en el baño de su casa, desprecintando el predictor para saber de una vez por todas la verdad.

    A la joven le temblaba el pulso.

    Las probabilidades de estar embarazada eran muy altas.

    Una falta, cuando ella jamás tenía una, y esos mareos de esa última semana, aunque pudiesen ser causados por el estrés, ya eran mucha casualidad.

    La joven se disponía a leer las instrucciones cuando alguien llamó a la puerta del baño.



    —Leyre, ¿estás bien?— era Light.



    "¿Cuándo había llegado?"

    La chica soltó el predictor al momento, que cayó al suelo.



    —Sí, sí, perfectamente— mintió como una bellaca, pues estaba al borde de un ataque de pánico.



    —Te he visto ir a la farmacia— siguió interrogándola él.



    "¿Pero qué le pasa a éste? ¿Justo ahora se me vuelve detective?"

    Sufría la chica por dentro.

    A la pelirroja no le quedó más remedio que abrir la puerta del baño y tranquilizarle.



    —Estoy bien. Me dolía la cabeza, así que he comprado aspirinas. Pero déjame sola, que voy a darme una ducha a ver si se me pasa— respondió inventándose excusas la chica sin querer encarar la verdad.

    Lo que no sabía, es que su hermano llevaba notándola rara varios días.

    La conocía tan bien que difícilmente podía engañarle a esas alturas.



    —Hay aspirinas en la cocina— le recordó alzando una ceja. De repente, su vista se fijó en un objeto que había caído en el suelo del baño— ¿Y eso qué es?— preguntó, señalándolo desde el marco de la puerta.

    La chica puso cara de espanto al verse descubierta.



    —Nada. Déjame ducharme ya, pesado— Leyre intentó cerrar la puerta, pero Light puso todo el peso de su cuerpo para forcejear cómicamente.



    —¡Pero, mujer, que me vas a romper la cara con la puerta! ¿Qué escondes?— intentó averiguar, ganándole la partida a la chica y entrando en el baño.

    Se agachó para coger el predictor, pero ella se le echó prácticamente encima.



    —¡Cotilla! ¡Que son cosas de chicas, enfermo! Dame eso— seguía ella intentando arrebatárselo. Pero fue demasiado tarde.

    El chico la miró, sabiendo ya lo que pasaba.



    —Leyre... ¿Estás embarazada?— preguntó el joven anonadado.

    Ella puso cara de circunstancia y miró hacia otro lado.



    —No... No lo sé aún— le aclaró ella temiéndose lo peor.



    —¿Y por qué no me querías decir nada?— exigió saber el castaño.



    —Pues porque lo mismo es una falsa alarma y no quiero preocuparte en vano— explicó ella.



    —¿Y si no lo es? ¿Y si lo estás? Ay Dios mío...

    La que hemos liado...— Light se levantó y se llevó una mano a la cabeza.

    Ella se levantó también.



    —¿Ves? Eso quería evitar... Sabía que te pondrías así— la pelirroja confirmó sus peores sospechas. Él la miró anonadado.



    —¿Así cómo? Leyre, somos hermanos. ¿Tú sabes el riesgo que eso tiene?— contestó éste, preocupado de sobremanera por ella.



    —Lo sé, sí. Pero también sé que quiero ser madre algún día. Y aunque no lo esté ahora, en el futuro deberíamos saber afrontar esto— le espetó la chica con valor.

    Light la miró con gran seriedad, ya que no estaba dispuesto a poner en riesgo a su hermana aunque ésta quisiera.



    —Esto no es un juego o un capricho, Leyre. Estamos hablando de tu vida y de la de un bebé— el castaño hablaba desde su pensamiento más protector hacia ella.



    —Lo sé, pero también cabe la posibilidad de que todo salga bien... De que podamos tener un hijo...— intentó darle esperanzas a él, que ahora guardó silencio con inseguridad.



    —Bueno... Pues sepamos la verdad—suspiró el joven saliendo del baño, indicándola que empezase cuando quisiera.



    Light estaba muy nervioso y esa corta espera se le hizo eterna.

    Claro que quería tener un hijo con su hermana. Quería tener una gran familia con ella.

    Pero su parentesco cercano podría probablemente poner en peligro la vida del bebé y la de ella. Y no estaba dispuesto a permitir que eso pasase.

    La quería demasiado, por mucha ilusión que le hiciese tener un hijo con ella.

    Sus sentimientos estaba divididos.

    En el interior del baño, Leyre finalmente comprobó que salía el símbolo que más se temía: Estaba embarazada.

    Completamente confirmado.

    Tragó saliva, y tras salir del baño miró a Light a los ojos.



    —Estás embarazada— vaticinó el chico al ver la expresión de ella.



    El joven se levantó de su sitio y ella cerró los ojos, esperando algún tipo de reproche.

    Pero al contrario de lo que pensaba, Light la abrazó fuertemente, envolviéndola por completo.

    Esto la dejo sorprendida por lo que tardó un poco en corresponder a ese abrazo.



    —Leyre... Te quiero. Y quiero tener una familia contigo... Quiero a ese bebé... Pero también estoy muy asustado— le explicó él en susurros, haciendo que Leyre borrase de un plumazo todos esos pensamientos sobre un Light enfadado o disgustado.

    Lo que le ocurría al joven es que tenía miedo por ella, por su bienestar.

    Leyre sonrió con ternura y besó al joven en los labios.



    —Todo va a salir bien, ¿vale? No te preocupes. Llevaremos esto los dos juntos— le aseguró ella tranquilizando al chico.



    Éste se sintió, sin saber por qué, más aliviado.

    Aunque eso no quitaba que se encargase de pedir mil citas con todos los médicos de prestigio que encontrase para asegurarse de que todo marchaba perfectamente hasta el último día de ese embarazo.



    Y como era de esperar, esa misma tarde, el castaño encontró en internet a una ginecóloga de bastante renombre. Así que pidió una cita con ella.

    A la mañana siguiente, a Leyre le hicieron un análisis en el hospital con el que se comprobó que realmente estaba esperando un bebé.

    La doctora, una mujer rubia de mediana edad, leía el informe del análisis con detenimiento.



    —Pues muy bien. Enhorabuena. Está embarazada— les felicitó la mujer sonriente.

    Ellos le devolvieron la sonrisa, aunque Light tenía un deje de preocupación en sus ojos—

    Es una buena noticia, ¿no?— preguntó la mujer, viendo los anillos de casados, por lo que supuso que era una pareja seria.



    —Sí, lo es, claro... Pero es que... Hay un problema que nos gustaría consultarle— habló el castaño. La mujer asintió, dándole ánimos para que siguiese hablando— Verá... Es que... Nosotros somos familia— dijo Leyre algo sonrojada y nerviosa.

    La doctora no pareció sorprenderse demasiado.



    —Mmm ya veo... ¿Primos? ¿Primos segundos?— intentó adivinar ella.



    —Hermanos— corrigió el chico, dejando a la doctora boquiabierta.



    —Biológicos— añadió la pelirroja.



    —¿Hermanos de sangre?— la mujer les miraba atónita. Leyre miraba hacia otro lado sonriendo y Light asintió con normalidad— Vaya... Eso me ha dejado... Sorprendida— intentó buscar las palabras adecuadas la doctora.



    —Muy bien. El caso es que necesitamos que le realicéis a Leyre todas las pruebas pertinentes para asegurarnos de que el embarazo sale bien— ignoró por completo Light el asombro de la doctora. Leyre, por su parte, tenía la mirada baja, y estaba algo de sonrojada.



    —Entiendo... Necesitaré entonces empezar con las pruebas cuanto antes. Mañana por la mañana tendréis que volver para realizarle a Leyre un análisis de sangre. Después procederemos a realizar un test de compatibilidad genética también, para descartar que el bebé pueda heredar alguna enfermedad congénita y asegurarnos de que madre e hijo no tienen ninguna incompatibilidad genética...— la doctora comenzó a escribir rápidamente en un volante todas las citas médicas— Pero quiero comentaros que este tipo de embarazos tan... Especiales, suelen realizarse bajo la supervisión de un profesional mucho antes de la concepción del bebé— la doctora casi regañó a la pareja.



    —Claro, si hubiera sido planeado. Pero como es evidente, ese no ha sido el caso— rebatió Light casi con un bufido, dejando la sala en silencio.

    La doctora no volvió a reprocharles nada y la pareja salió con un buen cúmulo de citas médicas para los próximos meses.



    Durante unos días, Leyre se pensó si contarle a sus padres que iban a ser abuelos.

    Aunque, con lo mal que se habían portado con ellos al principio, dudaba cuál sería su reacción ante tal noticia.



    ¿Se alegrarían de saber que pronto tendrían un nieto? ¿O, por el contrario, no querrían saber nada de ese niño?



    Esa última reacción le dolería demasiado.

    Además, en caso de querer comunicar la noticia, sería mejor hacerlo en el segundo trimestre del embarazo, cuando Light y ella estuviesen seguros de que todo marchaba a la perfección.



    De esta forma, la chica no dijo nada a sus padres sobre el tema.

    La pareja se realizó todas las pruebas pertinentes, recomendadas por la doctora, y para alivio de ambos, todos los resultados fueron satisfactorios.

    El bebé y la madre estaban en un perfecto estado de salud.

    Si todo iba bien, sería un embarazo de lo más normal.

    Pasaron las vacaciones estudiantiles y el verano sin ningún percance.

    La pareja, que ya había disfrutado de su luna de miel, hizo un corto viaje de una semana a la playa, a modo de vacaciones veraniegas.

    Nada muy movido, ya que Leyre se levantaba con náuseas todas las mañanas. Además, tenían que dedicar todos sus ahorros a comprar las cosas para el bebé.

    Estaban preparando una bonita habitación, pintada en un color crema clarito, y ya tenían comprada la cuna y algunos muebles que la convertían en una estancia muy acogedora para un bebé.

    Pero lo que ninguno de los dos sabía, es que el padre de ambos aún no se había dado por vencido en su empecinamiento de separarles para siempre.



    Leyre ya había abandonado el primer trimestre del embarazo y comenzaba su segunda etapa. Estaba muy ilusionada ya que pronto sabría el sexo del bebé.

    Había pasado muchas noches hablando con Light sobre el nombre de su futuro hijo, tanto en el caso de que fuese un niño, como en el caso de que fuese una niña.

    No habían decidido aún cuál sería el definitivo, pero esas amenas charlas le encantaban a Leyre.

    En realidad, le encantaba todo lo que tenía que ver con el bebé, pues en cuanto entraba a una tienda de ropa, iba directa a la sección de recién nacidos para escoger algún conjunto, o comprar algún sonajero.

    A Light le pasaba lo mismo, y raro era el día en que llegaba de trabajar y no traía un detalle para el bebé.

    Ese día, la joven había quedado para comer con su hermano en un restaurante que a ambos les gustaba mucho y que habían visitado varias veces.

    El castaño saldría antes del trabajo, y quería celebrar con ella que esa misma tarde sabrían el sexo del bebé, ya que tenían cita con la ginecóloga que les realizaría la ecografía en la que sabrían por fin si el bebé era niño o niña.

    Leyre estaba eufórica, sin caber en su emoción, que no la dejaba ni comer.

    Light, por otra parte, estaba tranquilo, ya que adoraría por igual a su pequeño, feliz sólo de saber que todo iba bien.

    A las cinco de la tarde por fin entraron a la consulta de la doctora, que tenía todo el instrumental médico preparado para realizar la ecografía.



    —¿Padres primerizos?— quiso saber con una sonrisa, notando los nervios de Leyre.

    Ésta asintió, sin poder casi ni hablar de lo emocionada que estaba al saber que por fin podría ponerle el nombre definitivo a su bebé.



    —No os preocupéis, en la inmensa mayoría de casos podemos saber el sexo a estas alturas del embarazo sin problema— aseguró la doctora.

    Enseguida, Leyre estuvo tumbada en la camilla y sintió cómo el gel frío hacía contacto con su piel.

    La doctora comenzó a mover el ecógrafo por la tripa de la chica y se hizo un silencio total en la sala, quedando la pareja expectante, esperando las noticas de la mujer, que seguía concentrada mirando el monitor donde aparecían las imágenes ultrasónicas— Pues tenemos un niño— confirmó por fin, haciendo que tanto Leyre como Light soltasen el aire que habían estando conteniendo. No les dio tiempo a recuperarse de esa emoción cuando la doctora activó el sonido del ecógrafo y comenzaron a escuchar unas rápidas pulsaciones— Este es el sonido del corazón de vuestro hijo— las palabras de la doctora emocionaron a la pareja, y Leyre no pudo más que comenzar a llorar por los sentimientos acumulados que llevaba todo el día reteniendo en su corazón.

    En ese momento sintió una gran liberación, notando cómo las lágrimas de felicidad rodaban por sus mejillas.

    Light la abrazó al instante, para después besar la mano de la chica con ternura.



    —¿Y está todo bien? ¿El latido y todo es normal?— quiso saber el castaño, como siempre preocupándose por que todo fuese seguro para Leyre.



    —Sí, todo perfecto. Podéis quedaros tranquilos, vais a tener un niño precioso— la doctora les sonreía con dulzura, feliz de ver a la pareja tan contenta con la noticia— ¿Sabéis ya el nombre que queréis para él?— quiso preguntar la mujer.



    —Sí, hemos pensado en Sora— habló Light, ya que Leyre seguía emocionada por ese momento tan bonito y especial que estaban viviendo juntos.

    La doctora, después, procedió a limpiar un poco el vientre de Leyre para retirar el gel y les dio cita para el mes siguiente, queriendo revisar cómo proseguía el embarazo.



    La pareja salió de la consulta como en una nube, felices de que todo fuese tan bien y además sabiendo ya el sexo de su bebé, detalle que hacía que todo pareciese más tangible al poder llamar por su nombre a su futuro hijo.

    Pasaron la tarde en el centro comercial que tenían cercano a su urbanización, ya que Leyre ahora podía dar rienda suelta a sus ganas de comprar decenas de nuevos trajes de niño, además de juguetes, biberones y demás instrumental prenatal.

    Light sonreía sólo con verla tan emocionada, como una niña pequeña eligiendo su regalo de navidad.



    Esa noche, ambos pasaron largas horas hablando sobre cómo pensaban que sería su niño. De qué color serían sus ojos, su pelo... Si éste sería pelirrojo, castaño, o incluso un color entre medias, como rubio cobrizo.

    Aunque justo antes de cerrar los ojos, Leyre quiso sacar otro tema de conversación que la llevaba rondando la cabeza varios meses, pero que no se atrevía a materializar en palabras por qué sabía que su hermano no lo tomaría nada bien.

    Ella sentía en su corazón que toda esa felicidad deberían compartirla con sus padres, ahora futuros abuelos, aunque se hubieran portado bastante mal con ellos y no tuviesen relación alguna.

    La joven pensaba que una noticia tan bonita podría mejorar las cosas entre ellos.

    Aunque sabía que Light se opondría de forma rotunda a contarles nada, aferrándose a la idea de protegerla, como siempre.



    A la mañana siguiente, cuando Light se había ido a trabajar, ella estaba de camino al instituto.

    Iba muy bien abrigada, ya que estaba llegando el frío invierno y esto indicaba que pronto sería Navidad.

    La época favorita de la joven.

    Pero una enorme tristeza la invadía sólo de pensar que serían las primeras navidades que pasaría sin poder, tan siquiera, saber nada de sus padres.

    La chica, sentaba en el vagón del metro, miraba dubitativa su teléfono móvil, leyendo en la pantalla el nombre del contacto que tanto deseaba llamar.



    "Mamá"



    Al salir de la estación, casi en la puerta del instituto, no pudo aguantar más y marcó el número que tanto rato había estado en su pantalla del móvil.

    Tras pocos toques, que a Leyre se le hicieron eternos, alguien respondió.



    —¿Leyre?— era la voz de su madre y, por el tono, parecía que había esperado esa llamada con las mismas ansias que ella.



    —Hola, mamá...— la chica notó cómo sus ojos se inundaban de lágrimas sólo por pronunciar el nombre de su madre, temiendo si ella seguiría enfadada o no.



    —Hija... ¿Cómo estás? ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?— la mujer tenía la voz entrecortada de la emoción.



    —Estoy bien... Sólo... Quería ver cómo estabais papá y tú— quiso preguntar primero por ellos, esperando que todo estuviese como siempre, viendo que su madre parecía no querer discutir.



    —Papá y yo estamos bien. Ahora él no está. Estoy sola en casa— aclaró la mujer. Entonces, Leyre entendió por qué podía hablar tranquilamente con su madre, y es que su padre estaba trabajando.



    —Me alegro... Nosotros también estamos bien— Leyre se disponía a desahogarse con su madre y contarle todo lo que llevaba tiempo guardado en secreto— Mamá... Light y yo nos hemos casado. Fue en verano— anunció Leyre, esperando la reacción de su madre.

    Se hizo un silencio total tras el teléfono, y Leyre cerró los ojos, esperando la ira de ella.



    —Bueno, hija, es vuestra decisión. Si ya lo habéis hecho, no tengo nada que añadir— se notaba que la mujer quería mantener la calma en todo momento, cosa que Leyre agradeció— ¿Tú eres feliz?— preguntó de pronto.

    Leyre se sorprendió por ese repentino cambio de su madre.



    —Sí, soy muy feliz. No podría vivir sin Light... Además, tengo otra noticia— Leyre tomó aire y se preparó para darle la gran noticia— Mamá, vas a ser abuela. Y no te preocupes por nada, estoy de cuatro meses y está todo perfecto— quiso dejar claro la pelirroja para saltarse toda la charla de los peligros del embarazo con consanguinidad.

    De nuevo, se hizo un silencio sepulcral tras el teléfono.

    De pronto, Leyre comenzó a escuchar unos sollozos que provenían de su madre.



    —Hija... Siento tanto lo que ha ocurrido...

    No quiero que Light y tú, mis dos únicos hijos, desparezcáis para siempre de mi lado— la mujer hablaba entre lágrimas, lo que también emocionó a Leyre, quien notó cómo los ojos se le empezaban a inundar— Por favor, hija, perdóname. Acepto vuestra decisión si eso os hace felices— la mujer sollozaba y se le entrecortaba la voz, lo que terminó de romper a Leyre, que comenzó a llorar.



    —No pasa nada, mamá, te perdono. No llores—Leyre se limpiaba las lágrimas mientras hablaba— Es un niño, y se va a llamar Sora— le contó la pelirroja sonriendo, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.



    —Es un nombre precioso, hija— la mujer se recompuso para poder seguir hablando con su niña.



    —¿Crees que papá querrá conocer a su nieto?— Leyre se temía la respuesta, pero deseaba equivocarse.



    —Hija... A tu padre debes darle más tiempo para asumir esto... Ya sabes cómo es...— la mujer no quiso entrar en detalles, pero Leyre captó que su padre no debía saber nada sobre la boda o el bebé.



    —Entiendo... Me da mucha pena. Me gustaría tanto veros a los dos...— suspiró Leyre apenada.



    —Ojalá pudiera ser... Pero hija, por favor, llámame siempre que puedas. Quiero poder oírte y que me cuentes cómo estás. He sufrido mucho todos estos meses sin saber nada de vosotros— prácticamente rogó su madre.



    —No te preocupes. Te llamaré todos los días a esta hora, que estoy sola también— Leyre dio a entender a su madre que no iba a contarle a Light nada sobre esas llamadas.



    De esta forma, Leyre se despidió, colgó la llamada y entró en el instituto habiéndose quitado un gran peso de encima, teniendo la esperanza de que ese podría ser el comienzo para retomar el contacto con sus padres.

    Aunque, por supuesto, Light no lo entendería. Tenía un carácter tan recio y terco como el de su padre, así que no procedería contarle nada aún.

    Lo que ella no sabía, es que el odio de su padre podía llegar muchísimo más lejos de lo que podía imaginar.
     
  12.  
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    PROHIBIDO (Light x OC)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    13
     
    Palabras:
    3328
    CAPÍTULO 12


    Una tranquila mañana de domingo, la madre de Leyre estaba teniendo una conversación con su hija, a escondidas en la cocina.

    El padre de ambos aún no toleraba ni siquiera que saliese el tema de sus hijos, por lo tanto, la mujer había decidido mantener en secreto las llamadas telefónicas a la joven.

    Pero le encantaba saber cómo se encontraba, cómo iba su embarazo y sus pequeñas anécdotas del día a día.



    —Y ahora se me nota bastante la tripita. Tengo que ponerme ropa ancha y pantalones cómodos, tipo mallas— le relataba Leyre al teléfono.



    —Claro, es normal. Y pronto se te empezarán a hinchar los tobillos. Ya verás— vaticinó su madre con una sonrisa.

    Ese acercamiento hacia su hija había logrado que superase el enfado y los reproches.

    La relación entre ambas estaba totalmente arreglada.

    Sin embargo, la mujer no se dio cuenta de que alguien acababa de apoyarse en la puerta de la cocina, entreabriéndola sigilosamente, sospechando que algo le estaba ocultando su esposa.



    —Ay... No quiero pensarlo. Debe de ser incómodo— suspiró la pelirroja, imaginando todos los cambios que vería en su propio cuerpo en muy poco tiempo— Mamá, te tengo que dejar. Ya llega Light— se despidió de su madre con una amplia sonrisa.



    —Claro, hija. Mañana hablamos, como siempre. Un beso— la mujer colgó la llamada, sin percatarse de que su marido la miraba con sorpresa tras la puerta de la cocina.

    De pronto, el hombre abrió la puerta con brusquedad.



    —¿Con quién hablabas?— preguntó con sequedad, sabiendo perfectamente la verdad, ya que había escuchado la parte final de la conversación.



    —Con Natsuko...Me ha llamado para preguntar cómo estamos— contestó la mujer, inventándose la llamada de su amiga.

    Se hizo un silencio incómodo entre ambos, la tensión podría haberse cortado perfectamente con un cuchillo.



    —No me mientas. Sé muy bien con quién hablabas— el hombre hablaba entre dientes, furioso por la traición de su esposa, pues le había prohibido tajantemente la relación con sus hijos, a los que él consideraba unos degenerados.



    —¿Qué dices, Shin? Yo no te estoy mintiendo. Déjame pasar— ella quiso salir de la cocina con prisa, huyendo de la inminente pelea.



    —De aquí no te mueves. Sé que hablabas con tu hija— dijo esas palabras con asco— ¿Cómo te atreves? ¿Acaso pretendes hundirme? ¿Quieres tener contacto con esos indeseables? Pensé que te había dejado claro que no quería saber nada de ellos, y mucho menos del depravado de tu hijo, que encima corrompió a la pequeña— le espetó cada una de sus palabras cargadas de odio hacia Light y Leyre.

    La mujer sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas por la impotencia al verse descubierta, sabiendo que pronto la prohibiría volver a tener contacto con sus hijos y su futuro nieto.



    —Ya ha pasado mucho tiempo. Les hemos castigado bastante, y yo quiero saber sobre mis hijos. No estoy de acuerdo con sus decisiones, pero les quiero— quiso explicarle ella, pero le temblaba la voz del terror que tenía al saber de lo que su marido era capaz cuando se enfadaba.



    —¿Estás apoyando esa unión incestuosa, Ania?— Shin la miraba con seriedad, apretando los puños, conteniendo malamente su furia.



    —No... No es que la apoye... Pero es que ya no podemos hacer nada...— murmuró ella, sin querer dar detalles.



    —¿¡CÓMO QUE NO!? Te prohíbo totalmente la relación con ellos. Dame ese teléfono, me voy a encargar de que su número desparezca— el hombre extendió la mano, casi gritando.



    —¡NO! ¡Yo quiero hablar con mi hija! Estoy en mi derecho de perdonar— contestó la madre con determinación. El hombre comenzó a forcejear con ella, por lo que la mujer hablaba prácticamente gritando— YA NO PODEMOS HACER NADA. SON UN MATRIMONIO FELIZ, OLVÍDATE YA DE ELLOS Y DÉJAME EN PAZ—exigió, sin conseguir zafarse de su marido, que le cogió el móvil y lo tiró al suelo con rabia, rompiéndolo. Y por si aún funcionase, lo pisó con fuerza.



    —¿Matrimonio? ¿Esos dos enfermos se han casado?— preguntó con gran rabia e incredulidad. La mujer se tapó la boca, dándose cuenta de que acababa de hablar de más delante de su marido, y se arrepintió al instante al ver un brillo tétrico en los ojos de él— Con que se han casado... Veo que he sido benevolente con ellos y no se han planteado siquiera volver al buen camino... Se terminó esto de esperar a que recapaciten— el hombre parecía haber tomado alguna decisión importante, y de la misma forma que había entrado a la cocina, se marchó dando un portazo, dejando a su mujer llorando, sintiendo que algo malo iba a ocurrir inminentemente.



    Por otro lado, minutos antes, Leyre acababa de colgar la llamada con su madre y miraba el móvil sonriente, mientras Light entraba al apartamento con unas bolsas de la compra.



    —¿Hablabas con mamá?— quiso saber el chico, sin darle importancia al asunto.



    —Sí, me ha estado preguntando qué tal la última ecografía— le relató ella.



    Hacía un tiempo que le había confesado sus llamadas con su madre, y aunque el castaño al principio se había preocupado por si era una treta de su padre para sonsacarle información, después se había dado cuenta de que Leyre necesitaba apoyarse en su madre en ese momento tan importante de su vida.

    Así que había aceptado esas llamadas como algo normal, aunque él no solía intervenir en esas conversaciones para nada, guardando aún algo de rencor. Y además, no se fiaba del todo.



    —¿Ahí está la comida de hoy?— preguntó la pelirroja, mirando las bolsas de la compra.



    —Exactamente. Te voy a preparar algo sorpresa— aseguró el castaño, dando un beso a su mujer en los labios.

    Ambos sonrieron con felicidad, disfrutando esos pequeños momentos juntos, sin imaginarse lo que estaba ocurriendo en la casa de sus padres.





    A la semana siguiente, Leyre caminaba tranquilamente por la calle paralela a la de su portal.

    Ya no iba al instituto, ya que era temporada de vacaciones. Además, su avanzado embarazo cada vez la hacía cansarse antes y los viajes en el tren se le hacían más tediosos.

    Por lo que procuraba dar paseos por zonas próximas a su casa, sin alejarse demasiado y sin coger transporte público.

    En ese momento estaba volviendo de la farmacia, y se dirigía ya hacia su apartamento para esperar allí a su marido, mientras preparaba la comida como cada mañana.



    Estaba doblando la esquina, divisando el portal de su edificio, a unos cien metros de ella.

    Caminaba con serenidad, sin dar grandes pasos, ya que el calor del verano la estaba sofocando lo suficiente como para encima andar con rapidez.

    La joven pelirroja estaba sumida en sus pensamientos, y no se dio cuenta de que dos fornidos hombres trajeados se acercaban a ella por su espalda.

    La calle estaba vacía, nadie parecía prestar atención a la escena, por lo que ambos hombres aprovecharon para retener a Leyre, sujetándola de los brazos, y metiéndola contra su voluntad en un coche aparcado justamente frente a ellos.

    La joven comenzó a gritar y forcejear, entrando en pánico rápidamente.

    No tenía ni idea de quiénes eran esos hombres, ni de qué querían de ella.

    Intentaba no entrar en el coche con todas sus fuerzas, incluso intentando dar patadas a sus secuestradores. Pero nada parecía funcionar.

    Lo que ella más temía era recibir un golpe en su tripa y que eso dañase al bebé, así que su prioridad era proteger esa zona vulnerable.

    Leyre gritaba con fuerza, intentando ser escuchada por alguien.



    —¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!— pedía auxilio mientras intentaban taparle la boca.



    La calle estaba totalmente vacía, como si hubiesen estando esperando el momento oportuno durante varios días hasta que lo habían encontrado.

    Finalmente, uno de los hombre entró al coche con ella, en la parte de atrás, y mientras la retenía, el otro cerró la puerta con fuerza y se dirigió al asiento del conductor.

    Dentro del coche, el que iba detrás con ella, cogió un pañuelo humedecido con cloroformo y se lo puso en la cara a la fuerza.

    En pocos segundos, Leyre había perdido el conocimiento y reposaba en el asiento del coche, totalmente inconsciente.

    El hombre que estaba en el asiento del conductor arrancó el vehículo y comenzó a moverse por las calles de la ciudad, aparentando normalidad.

    Entonces, marcó un número registrado en su móvil y habló.



    —Ya la tenemos. Vamos hacia el punto acordado— anunció el conductor con seriedad.

    Sin añadir nada más, colgó el teléfono.

    El hombre de atrás se colocó la corbata y la camisa que llevaba, ya que del forcejeo se había descolocado.



    —Primera parte del plan, lista. Qué dinero más fácil— dijo triunfal, dirigiéndose al que conducía.



    —Sí, dinero rápido y fácil... Qué pena que no podamos tocarle ni un pelo. Es guapa— un brillo depravado atravesó los ojos de ambos hombres, sobre todo del que iba junto a Leyre en la parte de atrás.



    —Hombre, está dormida, por tocarla un poco no pasa nada... Mientras no dejemos marcas...— dijo esas palabras mientras tocaba un pecho de la joven inconsciente.



    —No te la juegues. Es mucho dinero. Nuestro trabajo es dejarla en el punto acordado. Nada más— el que conducía habló de forma tajante, pero su compañero hizo como si no le hubiese escuchado y continuó acariciando a la joven, ahora por dentro de la ropa de ella, con un gesto pervertido en el rostro.



    Pasados pocos minutos el coche llegó a su destino, y ambos hombres pararon en un almacén abandonado, frente a una gran nave que parecía en desuso.

    Sacaron a la chica en brazos, ya que ésta seguía desmayada.



    Cuando los ojos de la pelirroja comenzaron a abrirse, muy despacio, comenzó a percibir detalles a su alrededor, y su mente intentó interpretar, a pesar de su visión borrosa, dónde se encontraba en ese momento.

    No era el coche donde la habían raptado.

    Sino un lugar frío y húmedo, que olía fatal.

    Estaba sentada en un suelo sucio, con las manos atadas a la espalda para evitar su posible huida.

    Aunque la verdad era que, incluso sin estar esposada, no sabría a dónde huir.

    El lugar estaba muy mal iluminado, prácticamente a oscuras, por lo que a sus ojos les estaba costando acostumbrarse a la oscuridad y aún no percibía correctamente las formas a su alrededor.

    Pero de pronto escuchó unos pasos aproximarse hacia ella, de forma pausada, pero cada vez más cerca.

    No podía apreciar bien los rasgos, pero veía que era un hombre alto y esbelto quien se acercaba, con paso firme y decidido.

    Ella le observaba con los ojos entrecerrados, tratando de identificar su rostro.



    —¿Ya estás despierta?— esa voz hizo que se le parase el corazón de golpe.



    No se lo podría creer.

    La conocía mejor que nadie en el mundo.

    Su padre la miraba desde arriba, de forma seria y desafiante, sin signos de piedad alguna.

    Una tenue luz iluminaba la aterradora atmósfera del lugar, evidentemente abandonado hacía bastante tiempo.

    Leyre miraba a su progenitor con incredulidad, sin entender que estuviese ahí parado, observándola, mientras ella estaba atada de pies y manos, tirada en el suelo como un pobre animal maltratado.



    —¡Papá, ayúdame!— rogó ella, sin poder creerse que el hombre fuese consentidor de todo lo que estaba ocurriendo.

    Lo que no sabía, es que no sólo era consentidor, sino que todo eso estaba ocurriendo bajo sus estrictas órdenes.

    Era un hombre muy poderoso, que no dudaba en pagar el dinero que fuese a cambio de este tipo de servicios.



    —Leyre... Tú solita has conseguido esto. No has querido escuchar mis advertencias, y has hecho lo que has querido... Incluso te has casado con ese malnacido al que antes llamaba hijo...— el hombre hablaba entre dientes, con palabras cargadas de odio.



    —¿Cómo sabes eso?— la pelirroja no quería pensar que su propia madre la había delatado. Confiaba en ella.



    —A mí no me puedes ocultar nada. Lo sé absolutamente todo— su padre hablaba pausadamente, y Leyre tragó saliva, inquieta sólo de pensar que también sabía lo de su embarazo, y lo que estaba dispuesto a hacer para que perdiese a su bebé.



    —Por favor, no me hagas daño— suplicó ella, temiéndose lo peor.



    —Haré lo que tenga que hacer hasta que recapacites. Estarás aquí encerrada hasta que accedas a olvidarte de Light y de la vida que lleváis juntos. En cuanto pongas un pie fuera de esta nave industrial, cogerás un avión a un país que ni conoces, y te casarás con un hombre de provecho. De los papeles del divorcio con Light ya me encargo yo— el hombre le relató su plan sin que siquiera le temblase la voz, decidido a dejar morir de hambre a su hija si era necesario.

    Si no lo entendía por la buenas, lo entendería por las malas.



    —No pienso hacer eso. Haré que este sitio sea mi tumba si es necesario. Pero nunca me alejarás de Light— le desafió Leyre desde el suelo, sin dudarlo ni un instante, odiando profundamente a su padre.

    El hombre se rió a carcajadas.



    —Ya veremos dentro de una semana, cuando tu propio cuerpo se esté devorando a sí mismo, muerta de sed y de hambre— la sonrisa de su propio padre la asustó, pues le daba a entender que no dudaría en hacer lo que prometía.

    Leyre, en ese momento, se dio cuenta de que su situación era muy peligrosa, no sólo para ella sino para su bebé. No podía pensar sólo en sobrevivir ella, sino que tenía que protegerlo.

    Aún así, la chica se negó en rotundo a acceder al trato que le ofrecía su padre— Muy bien. Volveré mañana a esta hora, a ver cómo estás de ánimos... Y no te molestes en intentar escapar. Tengo cinco guardaespaldas fuera haciendo turnos para controlar que no te mueves de tu sitio— seguía sonriendo malévolamente su padre, dándose media vuelta y dejándola sola en ese oscuro y sucio lugar, tirada en el frío suelo.



    Leyre apenas podía moverse. Ni siquiera para acomodarse y dormir un poco, y sólo rezaba para que alguien la rescatase.

    Durante algunas horas se dedicó a gritar por auxilio, pero evidentemente el sitio era muy apartado y nadie la escuchaba.

    Llegó un momento en que la garganta le dolía ya de sobremanera, y tuvo que dejar de intentarlo.

    Entonces comenzó a llorar desconsoladamente, asolada por la idea de que su propio padre la estaba torturando.

    No entendía cómo había llegado a ese punto de odio el hombre que la vio nacer y la crió junto a su madre.

    Entonces pensó en Light, y en lo preocupado que estaría por ella.

    Y en su madre. En si sabía algo de lo que estaba ocurriendo o, por el contrario, era totalmente inocente de la atrocidad que su padre estaba cometiendo con ella, estando además embarazada.

    Pasó la noche sin dormir, llorando hasta que no le quedaban lágrimas.

    Sabía que había amanecido porque su padre entró de nuevo en la nave industrial, azotando la puerta de metal que la separaba del exterior.



    —Bueno días, hija. Espero que la noche te haya hecho recapacitar— el hombre llegaba fresco como una lechuga, totalmente aseado y listo para un nuevo día de trabajo.

    Leyre no quiso dirigirle la palabra, odiándolo profundamente. Cuando el hombre estaba frente a ella, Leyre sólo le escupió en los pies, dejándole claro que no iba a acceder a ninguna de sus peticiones— Vaya.... Qué pena. Pensé que tendrías hambre y sed, ya que han pasado más de veinte horas desde que te dejé aquí tirada— su padre sacó una botella de agua de su bolsillo y comenzó a beber frente su hija.

    Tras un par de tragos, tiró el resto al suelo.

    Leyre tragó saliva, sintiendo su garganta completamente seca debido a la sed que tenía— En ese caso, me marcho, nos vemos mañana— sin mediar palabra, ni darle oportunidad de replantearse las cosas, su padre se marchó igual que había llegado.



    Leyre pensó en mojar sus secos labios con algo de agua del suelo, pero se resistió a esa tentación, ya que estaba muy sucio y seguramente tendría algo peor que sed si decidía hacerlo.

    Así pasó el día, igual que el anterior, sólo que ahora la joven sentía punzantes dolores en el vientre, a causa seguramente del hambre y la sed.

    También sentía dolores en la espalda, por no poder prácticamente cambiar de postura.

    Sentía que diferentes extremidades crujían bajo su piel, y un hormigueo le recorría los brazos, ya que los grilletes comenzaban a dificultar la circulación de su sangre.

    De nuevo, su padre apareció en escena.

    Pero esta vez, Leyre pudo vislumbrar que era de noche fuera.

    Había perdido la noción del tiempo y no sabía exactamente cuánto llevaba ahí dentro, aunque a ella le parecía una eternidad.



    —Buenas noches, hija mía. Llevas sin comer ni beber cuarenta horas. Espero que en este tiempo hayas podido recapacitar. Tengo preparada una preciosa mansión en Estambul con todo listo para que vivas allí. También estoy seguro de que tu madre querrá acompañarte y vivir contigo una temporada hasta que te adaptes— explicó— Te prometo que vivirás con todos los lujos y comodidades. Incluso más que los que tenías antes bajo mi techo, para compensar todo esto— el hombre hablaba con dulzura, lo que contrastaba mucho con la situación, mirando a Leyre, la cual estaba hecha un ovillo en el suelo, casi sin poder moverse por los dolores. Así que tan sólo pudo negar con la cabeza, dándose cuenta de que hasta ese movimiento la dolía— Hija... Esto me está doliendo más a mí que a ti. Por favor, basta ya. Accede a lo que te pido. Te daré lo que me pidas— rogó el hombre, agachándose a acariciar el pelo de su hija.



    —Yo... Quiero a Light— musitó ella sin fuerzas.

    El hombre negó con la cabeza.



    —Es lo único que no te puedo dar— él frunció el ceño y se levantó, alejándose de nuevo de Leyre— Mañana volveré... Espero que sea la última vez que tenga que verte así— parecía hablar más consigo mismo que con su hija.

    La joven creyó ver una lágrima rodar por la mejilla de su padre, pero enseguida supo que debían de ser imaginaciones suyas a causa del hambre y la sed.



    Leyre dejó de sentir hambre, sed o tristeza, simplemente sentía dolor por todo su cuerpo.

    Especialmente en su vientre, donde sentía puñales clavándose en su interior

    Temiendo que estaba llegando demasiado lejos, se planteó aceptar las condiciones de su padre con tal de salvar la vida de su hijo, que debía de estar sufriendo tanto como ella.

    La pelirroja estaba a punto de rendirse.

    Sentía mucha rabia por ello, pero estaba segura de que en las próximas horas llegaría su fin y su cuerpo no aguantaría más.

    Aún así, la sola idea de no volver a ver a Light la hacía no desear seguir viviendo. Aunque fuese una decisión egoísta hacia su hijo.

    De pronto, notó cómo un espeso líquido manchaba su ropa interior.

    Pensó que tal vez ya no podía contener ni su propia orina por el agotamiento, pero pronto vio que era de un color rosado, casi rojizo, y se alarmó de sobremanera, pensado que algo malo pudiese estar ocurriéndole a su bebé.

    Comenzó a gritar, sacando las últimas fuerzas que le quedaban, vaciando sus pulmones de aire.

    Entonces, entró un guardaespaldas apresurado y la vio rodeada de un charco de sangre y gritando.

    Llamó rápidamente al padre de la pelirroja por teléfono, y éste no tardó en aparecer.



    —Por favor— rogó Leyre— Necesito ir al hospital...— la joven casi no podía hablar— Si no lo haces por mí... Hazlo por tu nieto— las lágrimas rodaban por las mejilla de ella, viéndose a merced de la decisión de su padre.

    El hombre abrió los ojos como platos, sin entender lo que acababa de escuchar.



    —Mi... Mi... ¿Mi nieto?— tartamudeó, asimilando entonces que su hija estaba embarazada y perdiendo sangre, desparramada ahora por el suelo.
     
  13.  
    Bellapoms

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    PROHIBIDO (Light x OC)
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    Romance/Amor
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    CAPÍTULO 13

    El semblante del hombre se tornó totalmente pálido, y enmudeció al completo, mirando horrorizado el charco de sangre que rodeaba a su hija, como si acabase de encontrarla en esa situación y no fuese él quien llevaba encerrándola durante días.



    —¡Llamad a una ambulancia! ¡Ahora!— les gritó a sus hombres, quienes le obedecieron al instante— Dios mío... Qué he hecho... Qué he hecho...— se repetía a sí mismo, tapándose la cara con las manos, arrepentido de la atrocidad que había cometido, pues sabía perfectamente que con toda la sangre que Leyre estaba perdiendo, muy posiblemente llegaría al hospital en un estado crítico y su vida correría peligro.



    En pocos minutos la ambulancia llegó y con sumo cuidado subieron a la pelirroja a la ambulancia, quien, entre la desnutrición y la pérdida de sangre, estaba prácticamente inconsciente.

    A gran velocidad, el vehículo atravesó las calles de la gran ciudad en dirección al hospital, esquivando temerariamente cualquier obstáculo en su camino, ya que cada segundo contaba para salvar la vida tanto del bebé como de la madre.



    Por otro lado, Light se encontraba saliendo de la comisaría de policía de la zona.

    Se le notaban unas profundas ojeras y una pérdida de peso notable.

    Llevaba todos esos largos días sin dormir, llegando a hablar con los policías, cada momento, para presionarlos y que buscasen más arduamente a Leyre.

    Él mismo había recorrido todo Tokio.

    Cada esquina, cada bar, cada tienda... Con una foto de su mujer, preguntando si alguien había visto u oído algo extraño en esa semana.

    Pero nada.

    No había ni rastro de Leyre, y Light estaba al borde de la locura. Aunque se negaba a dejarse llevar por el camino más fácil y abandonarse a su suerte. Quería luchar y encontrar a su mujer y su hijo. Y pagaría el precio que fuese necesario.

    No comía ni dormía. Sólo se centraba en seguir las poquísimas pistas que tenía del paradero de su mujer.



    Light también había dado el paso de llamar a su madre, por si ellos tenían algo que ver en todo lo ocurrido con Leyre. Pensaba que era algo retorcido imaginarse que unos padres podrían llegar al punto de hacer desaparecer a Leyre de su vida así. Pero no podía descartar ninguna posibilidad.

    Su madre le había negado por completo saber nada sobre el paradero de la joven, y parecía igual de preocupada que él.

    Desde que la llamó, todos los días le había estado preguntando si ya sabía algo sobre su hija, por lo que no parecía tener constancia del paradero de Leyre.



    Mientras caminaba por la calle, ensimismado en sus pensamientos, una sirena atronadora llamó su atención, viendo cómo una ambulancia atravesaba a gran velocidad las calles de Tokio.



    "Debe de ser una emergencia gravísima para correr de esa manera"— pensó el castaño.



    Repentinamente, una corazonada le atravesó el corazón, ya que había llamado innumerables veces a los hospitales de medio país preguntando por la pelirroja, y siempre le habían contestado con negativas.

    ¿Pero qué le costaba intentarlo una vez más?

    Total, ya lo tenía todo perdido.

    Así que cambió su rumbo hacia el hospital al que se dirigía la ambulancia, dispuesto a pasar por "información al paciente" y preguntar por su esposa de nuevo.



    A los pocos minutos, cuando ya divisaba el hospital, su móvil comenzó a sonar, avisándole de que tenía una llamada. Y era de un número desconocido.

    Se le hizo un nudo en la garganta sólo de pensar que podría ser la policía con alguna nueva noticia.



    —¿Light Yagami?— una mujer hablaba con seriedad, esperando la respuesta del joven.



    —Soy yo, dígame— Light contuvo el aire, expectante.



    —Le llamo del Hospital Keihan. Es usted el marido de Leyre Yagami, ¿verdad?— la mujer parecía comprobar unos documentos tras el teléfono.



    —¡Sí! Eso es. Dígame qué ocurre, por favor— al escuchar la palabra hospital saltaron todas las alarmas internas del chico. Y además, el hospital Keihan era justo el que tenía frente a él. El hospital al que acudía esa ambulancia.



    —Leyre acaba de ingresar en Urgencias.

    Su estado es grave. La han traído en ambulancia. Al parecer ha tenido algún tipo de accidente y ha perdido mucha sangre— a Light cada vez le iba faltando más el aire con cada palabra de la mujer al teléfono— Por favor, acuda al hospital en cuanto pueda y el doctor le dará más detalles— rogó la mujer, sin saber que Light ya había salido corriendo hacia la puerta del hospital como si su vida le fuese en ello.

    Entró en Urgencias bastante sofocado, por haber corrido doscientos metros en sprint, pero le daba completamente igual.

    Llegó al mostrador de información del hospital al borde de la histeria.

    Era muy poco común que él se comportase así, pero no podía evitarlo.



    —Me acaban de llamar porque ha ingresado en Urgencias mi mujer, Leyre Yagami. Por favor, dígame dónde está— Light intentaba mantener su respiración serena pero no lo conseguía.



    —Sí... Leyre Yagami. Pase por aquella puerta, por favor. Ahora mismo la están interviniendo, pero sus demás familiares también están esperando allí— informó la chica, señalándole el lugar al que debía pasar.



    Sin más dilación, el castaño caminó hacia las puertas que le habían indicado, imaginando que los familiares que esperaban, serían sus padres.

    No tenía ninguna gana de cruzarse con ellos, pero en una situación como esa, era normal que estuviesen allí, apoyando a su hija pequeña.

    Cuando llegó a la sala de espera, vio a su madre llorando desconsoladamente, y algo que le extrañó en demasía, pues la mujer no hacía más que golpear sin fuerzas el pecho de su marido, quien no se defendía.



    —¿Cómo has podido hacer esto? Nuestra hija está a punto de morir por tu culpa— hablaba entre lágrimas cargadas de rabia y dolor.



    —¿Qué está pasando?— preguntó Light con absoluta seriedad y desconfianza.

    Sus padres, que no le habían escuchado entrar en la sala, se giraron para mirarle sorprendidos.

    Se hizo un silencio absoluto e incómodo entre los tres— Respondedme, ¿qué ha pasado?— volvió a preguntar, apretando los puños y mirando fijamente a su padre, que no podía sostenerle la mirada a su hijo.



    —Yo... Light, yo no quería que pasara esto... Yo... No sabía que tu hermana estaba embarazada y...— esas palabras de su padre le sirvieron a Light como prueba más que suficiente de que, fuese lo que fuese lo que le había pasado a Leyre, era culpa de su padre.



    La sangre le hirvió como nunca antes en toda su vida, y una rabia increíble inundó el cuerpo del castaño, el cual se abalanzó contra su padre, sin dejarle acabar tan siquiera su frase, ni explicar nada más, ya que le cogió del cuello de la camisa y le empujó fuertemente contra la pared de la sala en la que se encontraban, apretando contra ésta sin piedad, mirándole a los ojos con ira y profundo odio.



    —¿¡Qué la has hecho!? ¡Contéstame!— gritó Light— Mira... Si le pasa algo a Leyre, te mataré aquí mismo. ¿¡Me oyes!? ¡Aquí mismo!— Light no bromeaba en absoluto. Hubiera quemado todo el hospital entero con tal de salvar a Leyre en ese mismo instante, con lo que matar a su padre no le sería ningún problema.



    —Light, por favor, no empeores las cosas— rogó su madre, entre lágrimas, a sus espaldas, tocando uno de los brazos del chico, intentando tranquilizarlo, pero sin ningún tipo de éxito, ya que Light sólo apretaba más el agarre contra su padre, prácticamente asfixiándolo.



    —¿Familiares de Leyre Yagami?— un médico acababa de entrar en la sala de espera, por

    lo que Light perdió por completo el interés por su padre, y lo soltó al momento.

    El hombre se acomodó el cuello de la camisa y tosió por la falta de aire que había sufrido.



    —¿Cómo está mi mujer, doctor?— preguntó el castaño, impaciente. A sus padres todavía les costaba oír esas dos palabras de los labios del chico en referencia a su hija menor.



    —Afortunadamente, está estable— contestó el médico— Ahora mismo se encuentra en cuidados intensivos, pero pronto la subiremos a planta...— por unos segundos, el castaño respiró aliviado— Pero como ha perdido mucha sangre, el bebé estaba en estado crítico, así que hemos tenido que practicarle una cesárea de urgencia para tratar de salvar la vida del niño— la cara del joven cambió con esta última noticia, pues Leyre estaba sólo de seis meses, y su hijo había nacido muy prematuro. Y él sabía los riesgos que conllevaba esa situación— El bebé está muy débil. Tenemos serias dudas de que sobreviva— anunció el doctor— Estamos haciendo todo lo posible. Ahora mismo estamos realizándole transfusiones de sangre y se encuentra en una incubadora para neonatos. No queremos alarmarles, pero si queremos que estén preparados para lo peor...— explicó— Sin embargo, es aconsejable que no le cuenten la situación a la madre, ya que está también muy débil, y no le conviene tener disgustos. Al menos todavía— sugirió, apesadumbrado por tener que darles esas malas noticias a la familia.

    La madre de Leyre rompió a llorar nuevamente por el posible fatídico desenlace de la vida de su nieto.

    Tras esto, el doctor se marchó, y Light volvió a mirar a su padre, amenazante.



    —¿Esto era lo que buscabas? ¿Hundir a tu hija y matar a tu nieto? Ya estás contento, ¿verdad?— hablaba el castaño con ironía y rencor.



    —Light... Esto es culpa mía. No sabía que estaba esperando un hijo... — el hombre hablaba con un hilo de voz, afectado por la situación que él mismo había provocado.



    —No quiero que te acerques nunca más a ella. Nunca más. Si la tocas, haré que desees no haber nacido— le advirtió con lágrimas de impotencia— Y reza todo lo que sepas para que mi hijo salga de esta, porque de lo contrario vas a saber lo que significa tenerme de enemigo— las amenazas de Light iban completamente en serio. Sin mediar palabra, salió de la sala para esperar en otro sitio el momento en el que subiesen a Leyre a planta.



    Apenas media hora después, una enfermera avisó a Light para decirle el número de habitación de su esposa.

    Light prácticamente salió corriendo hacia la planta del hospital donde le habían comunicado que estaba Leyre.

    En cuanto encontró el número de habitación correcto, abrió la puerta con rapidez. Allí estaba ella, tumbada sobre la camilla del hospital, con varias vías puestas y un monitor que controlaba sus constantes vitales.

    El corazón de Light dio un vuelco.

    Por un lado, una infinita felicidad le invadió por completo al ver que su esposa estaba frente a sus ojos. Algo con lo que llevaba soñando todos esos días.

    Pero por otro, la sola idea de verla rodeada de vías y máquinas le encogía el corazón por la preocupación que no podía evitar sentir.

    Ella, con lentitud, giró la cabeza para mirarle y sonreírle débilmente.

    Light se acercó rápidamente y la abrazó con suma delicadeza.



    —Dios mío... Mi amor, qué preocupado me has tenido todos estos días. No te puedes ni imaginar lo que he sufrido— el castaño notaba cómo las lágrimas brotaban nuevamente de sus ojos, rodando por sus mejillas.



    —Light... Pensé que no te volvería a ver.

    He pasado mucho miedo— la pelirroja hablaba débilmente, y varias lágrimas comenzaron también a resbalar por su rostro, recordando lo horribles que habían sido esos días de cautiverio para ella.



    —Tranquila, ahora todo está bien. Yo estoy aquí, y no voy a volver a dejarte sola nunca más, ¿vale? Nunca más— aseguró el castaño, convencido de sus palabras.



    Tenía millones de preguntas que hacerle a su mujer sobre lo que había ocurrido durante esa última semana, dónde había estado, qué le había ocurrido para estar en ese estado...

    Se la veía con grandes ojeras y muchos de sus huesos se le marcaban demasiado.

    De pronto, alguien más abrió la puerta de la habitación.

    Se trataba de sus padres, que entraban a ver a su hija.

    La madre de la pelirroja corrió hacia su hija y la abrazó con ternura, mientras Leyre le correspondía el abrazo.

    Sin embargo, su padre se había quedado en el umbral de la puerta, sin atreverse a entrar.

    Light le miró con dureza, de forma que entendiese que no debía ni plantearse tan siquiera el acercarse a la chica.



    —Hija mía, estás bien, mi amor. He sufrido mucho por ti— hablaba su madre con cierto alivio y feliz de poder ver a su hija consciente y estable.



    —Estoy bien, mamá, tranquila— quiso relajarla Leyre con dulces palabras.

    Pero el gesto de ella cambió por completo al ver a su padre.

    Sus ojos se llenaron de miedo y su respiración comenzó a agitarse.

    En los monitores se reflejó cómo el corazón de la pelirroja se aceleraba por el terror de los recuerdos de aquella infernal semana que había tenido que soportar.

    Light, quien se dio cuenta de la situación, fue hacia su padre para sacarlo de la habitación de inmediato.

    Pero de pronto, el hombre comenzó a llorar en silencio, mirando a su hija fijamente.



    —Leyre, por favor, perdóname. No hay nada en este mundo que pueda hacer para conseguir que me perdones, lo sé. Soy un padre horrible. Todo esto es culpa mía y no merezco ni que me mires a la cara— las palabras del hombre estaban cargadas de amargura y tristeza.

    Light estaba a punto de obligarle a irse, pero la voz de Leyre le detuvo.



    —Papá... Todavía no puedo perdonarte por lo que ha ocurrido... No puedo, es verdad... Pero no quiero que te vayas— la pelirroja hablaba entre lágrimas, invadida por un cúmulo de sentimientos encontrados que ni siquiera ella comprendía.

    Sentía rencor por su padre, miedo y odio también.

    Pero a la vez, verle llorar y vulnerable frente a ellos, la hacía desear que no se marchase.



    De esta forma, el hombre no se llegó a ir de la habitación, pero tampoco se acercaba mucho a su hija o a Light, ya que el castaño no era tan sentimental como su hermana y no sentía ni un ápice de pena por su padre.

    Lo que reconcomía por dentro al chico en ese instante, era el estado de salud de su hijo, quien estaba crítico en la zona de neonatos.

    Y para más inri, tenía que ocultar una información así de sensible y relevante a Leyre.

    A ella le habían dicho que su bebé estaba perfecto, y que sólo le estaban preparando para que pudiese verle cuanto antes.

    El castaño llevaba mucho rato callado, y Leyre se fijó en ese detalle.



    —¿Ocurre algo?— quiso saber ella, mirando finalmente a Light.

    El chico dudó unos segundos sobre si serle sincero y decirle la verdad, ya que ella sospechaba que algo extraño ocurría.



    —Leyre... Tengo que decirte algo— el semblante de Light era muy serio y evitaba mirarla a los ojos, ya que no podría soportar ver sufrir a su mujer de esa manera.

    Un mal presentimiento recorrió el cuerpo de Leyre.



    —¿Dónde está Sora?— su bebé era en lo único que podía pensar la pelirroja, y el mero hecho de que algo le estuviese pasando la aterrorizaba.



    —Verás... Cuando llegaste al hospital, habías perdido mucha sangre, y tuvieron que realizarte una cesárea de urgencia— Light comenzó a relatarle lo ocurrido poco a poco— Era lo mejor para ti y para Sora, ya que ambos estabais sufriendo mucho... Pero debido a esa pérdida de sangre, y a que es muy muy pequeño...

    Los médicos temen mucho por su vida, Leyre— Light quería explicar todo despacio, intentando no alterar a Leyre, quien ya había comenzado a contener la respiración y notaba cómo su corazón se aceleraba— Leyre... Sora está muy grave y no sabemos que puede pasar... Estas horas son decisivas— explicó— No sabía si contártelo o esperar a que se desarrollaran los acontecimientos, pero me parecía muy injusto ocultarte lo que le ocurre a nuestro hijo... Por favor, no te alteres. Tú estás muy delicada de salud aún— Light se levantó y abrazó a Leyre, viendo cómo ésta se había quedado en shock.



    Por su mente comenzó a pasar la posibilidad de que su pequeño bebé falleciese dramáticamente, sin que ni siquiera hubiese podido verlo.

    Comenzó a llorar desconsoladamente en el pecho de Light, negando con la cabeza y sollozando con tanta impotencia que Light notó cómo su corazón se rompía en mil pedazos.

    Era justo lo que no quería presenciar, a su hermana totalmente abatida y desconsolada.



    —Light, por favor, quiero verlo. Quiero que esté conmigo— rogó la pelirroja notando cómo todo su mundo se desmoronaba a su alrededor.



    —Eso no puede ser, cariño. Está en una incubadora vigilado por los médicos— Light tuvo que negarle esa petición, pues era del todo imposible.



    —Entonces quiero ir a verle donde esté— insistió ella con desasosiego.



    —Leyre... Tú también estás grave, no puedes pasearte por el hospital en tu estado— el castaño quiso que ella entrase en razón. Pero la joven se negaba a rendirse, pues sólo quería estar junto a su hijo en esos momentos tan críticos.



    —Por favor, sólo quiero estar a su lado, por favor— la chica suplicaba a su marido que la dejase intentarlo al menos. Él suspiró profundamente.



    —Déjame hablar con los médicos, a ver si podemos buscar la forma de llevarte hasta allí...— el joven tomó la mano de su hermana y la miró a los ojos, dejando claro que le prometía hacer todo lo posible por cumplir lo que le decía.



    Por otro lado, frente a una gran vidriera que se situaba en la zona de Neonatos, el padre de los jóvenes estaba observando con detenimiento la incubadora donde se encontraba su nieto, en estado crítico por su culpa.

    El hombre se sentía la peor persona del mundo por todos los límites que había pasado como padre y como abuelo, sin saberlo.

    Se arrepentía profundamente de lo sucedido y temía que nadie jamás le perdonase.

    Pero lo que más le preocupaba, eran los terribles remordimientos que sentía por ver a su nieto debatirse entre la vida y la muerte, siendo él absoluto culpable de ello.



    —Lo siento tanto...— susurraba el hombre, apoyado contra la gran cristalera, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas— Siento tanto todo... Por favor... No nos dejes tan rápido... Dame la oportunidad de enmendar mis errores, por favor— tenía la respiración entrecortada y, debido a las lágrimas que brotaban de sus ojos, no podía ver con claridad, pero no apartaba la mirada de la pequeña incubadora rodeada de máquinas donde se encontraba su nieto.

    El hombre suplicaba y rezaba sin cesar, aunque pareciese todo perdido..
     
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  1. Mary Shirou
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