Cuando se subió a ese vagón nuevamente aquel icónico primero de septiembre, supo que su vida volvería a dar un drástico giro de 360°. La sensación no había cambiado en lo absoluto, ese temor persistía en lo poco que le quedaba de inocencia en su interior. Ya era un adulto, por supuesto, pero volvía a embarcarse a lo desconocido como aquel niño de once años que había sido en el pasado: igual de torpe, raro y miedoso que daría todo por no despegarse de las faldas de su abuela. Sin embargo, también recordaba haber estado emocionado por pisar Hogwarts a pesar de haber estado horrorizado con la idea. Eso último aún persistía. Dejó escapar un suspiro tembloroso y apretó con fuerza sus rodillas con sus manos completamente heladas. A ese paso terminaría por tener un ataque de lo nervioso que estaba. Intentó calmarse lo mejor que pudo y se dispuso a distraerse con las pequeñas brujas y pequeños magos ir de un lado a otro en la estación, cargando no sólo con sus equipajes sino con sus grandes sonrisas, encontrándose con sus amigos, despidiéndose de sus familias, dejando atrás sus hogares sin culpa. La situación era bella a través de la ventana de su compartimento, pero se encontró que ni siquiera con eso podía tranquilizarse. ¿Y si lo arruinaba? Por Merlín, pensó negando con la cabeza, nunca se lo perdonaría. Pero tenía una sensación tan extraña e incómoda remover su pecho; no se había imaginado un momento positivo en su primer día como profesor desde que le había llegado la carta de Minerva McGonagall semanas atrás. De hecho, había soñado que explotaba el invernadero la primera noche y en otra situación más extrema, una lazo del diablo lo estrangulaba hasta la muerte una mañana. Pero... ¿Y si se cumplía? ¿Y si moría en su primer día? Volvió a sacudir la cabeza y se pegó un par de veces con la palma de su mano aquella tonta cabeza. De repente, parecía tener una buena imaginación para construir sus propias desgracias y detallar su muerte con perfección. -Contrólate, Neville, no morirás -se dio ánimos en la soledad de su compartimento -. No moriste en la batalla de Hogwarts, no lo harás en una clase de Herbología -sonrió y asintió con seguridad. Pero, al escuchar el pitido del expreso anunciando su partida, su corazón volvió a latir desbocado, el terror regresó, la inseguridad lo invadió y los deseos por bajarse del vagón volvieron de forma brillantes y enteros de los desechos de sus pensamientos y más oscuros sentimientos. Pero ya era tarde, el tren ya se movía y su posibilidad de escapar quedaron varios metros atrás en un borrón uniforme de colores diversos. En un par de horas, en un par de agónicas horas, ya no regresaría a Hogwarts como el pequeño y rechoncho Neville Longbottom sino como el nuevo Profesor Longbottom de Herbología: un novato que ocupaba una página en una nueva edición de la Historia de la Magia, un amigo cercano de Harry Potter que le tenía fobia a, prácticamente, todo. Un hombre con complejos aún hostigándolo. Sería un milagro si regresaba junto a su esposa completamente vivo para las vacaciones de invierno. Un gran milagro.
Qué hermoso! Le va a enseñar a sus alumnos que cualquiera, incluso al que consideran más insignificante, puede ser una gran persona.
No pude dejar de pasar y disfrutar una lectura amena... como siempre un dulce que has sabido reflejar muy bien; Neville en su etapa adulta aún conservando la frescura, inocencia y miedos de un chiquillo. Menos mal que ahora tiene una esposa que lo esperará siempre con una sonrisa, no como su amada abuelita pero sí un apoyo en esos días de grandes responsabilidades para guiar las vidas jóvenes sobre las cuales dejar un legado. Muy bonito como es habitual.
