~ Principios. Has dejado una huella en mi

Tema en 'Fanfics abandonados sobre Libros' iniciado por Holly Chantel, 22 Agosto 2012.

  1.  
    Holly Chantel

    Holly Chantel Entusiasta

    Virgo
    Miembro desde:
    3 Marzo 2012
    Mensajes:
    50
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ~ Principios. Has dejado una huella en mi
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    685
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    Estoy nuevamente por aquí, dejandoles una de mis historias, espero que les guste. Es un poco diferente a la que había escrito antes (Ya que esta es un poco más lobuna que la anterior)

    Algunos puntos para que comprendan la historia:

    • Esta historia narrará bajo la siguiente pareja: Seth / ??

    • Se encuentra en el tiempo después de Amanecer. (Un par de años despues)

    • En este fic, Bella quedó embarazada. Pero no tubo una hija, sino un hijo. ¿Alguna vez se imaginaron que habría sucedido si en vez de una Renesmee hubiera sido un EJ? ¿Qué habría pasado con Jake?Si se lo preguntaron igual que yo, este es un fic que demostrará algunas de mis soluciones.

    IMPORTANTE! No existirá Renesmee, pero contaremos con la participación tanto de los Cullens como de nuestro querido Jacob Black.

    • Recuerden que ya ha pasado más de un año y medio desde que fueron los Vulturis. Todos nuestros lobitos también han crecido.

    • Espero poder colocar mi PlayList en algun posteo. O tal vez actualise aquí mismo.

    • Los nuevos personajes que irán conoCiendo. Les pondré la respectiva imagen en cada capitulo. No se preocupen ;D

    Y bueno.. aquí les dejo el Prefacio, haber si les gusta.

    Gracias a todos. Un beso.


    Prefacio




    Traté de acurrucarme en una de las esquinas de esa jaula arrastrando mi cuerpo con las últimas energías que me quedaban.

    Aunque era inútil, sabía que él fácilmente me alcanzaría en un instante. Una fría sombra se acerco a mi cuerpo ovillado y se acuclilló hasta llegar a estar a mi altura.

    —Lo diré por última vez. ¿Dónde están?

    Me limpie las lagrimas con las manos, al verlas contemplé como estas estaban mescladas con las gotas de sangre de las heridas de mi rostro.

    Empecé a jadear de temor, pero no respondí.

    —Bueno, si no quieres hablar por las buenas… tal vez quieras hablar por las malas—.

    De pronto sentí un frio tacto, él me reincorporó del piso para luego introducir una de sus asquerosas manos dentro de mi pollera.

    —Por…favor…—mi suplica sonó débil y rota.

    Soltó una risita de suficiencia.

    —Tal vez haya otra solución. Pero tendrás que cooperar con nosotros

    Al subir mi mirada me encontré con su vista fija en mis ojos, sus pupilas color carmesí indicaban un gran peligro. Sonrió maliciosamente mientras retiraba su mano de mi cuerpo. Entonces entendí que todo estaba perdido.

    Pero iba a morir tranquila si él sobrevivía, era lo menos que podía ofrecerle… él había cuidado de mí en toda mi estancia aquí. Si él vivía, yo estaría feliz.

    Asentí con la cabeza, mientras las últimas lágrimas se derramaban sobre mi fría sonrisa, ahora sí podía entregarme a la muerte segura que me aguardaba.


     
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    4
     
    Palabras:
    3261

    Despegue.


    Los aplausos de la multitud acompañaban el lento descenso del gran telón frente a nosotros. La obra había sido un completo éxito después de todo, la gente estallaba en gritos y silbidos después de haber terminado la presentación. Mi presentación.

    Una sonrisa provocativa se asomó por mi rostro al observar la mirada satisfecha del representante de Julliard en la primera fila.

    Una simultánea reverencia dejo entender al público que la actuación había finalizado, algunos de mis compañeros se acercaron a mi posición y tomaron una de mis manos entre las suyas. Levantándola en lo alto, generando que la multitud alabara mi nombre entre alaridos.

    — ¡Brooke!... ¡Brooke!... ¡Brooke!

    De pronto una pequeña sacudida me trajo a la realidad.

    — ¿Brooke?...— escuché lejanamente—… ¿Brooke? ¿Estás bien?

    Lo primero que vi fueron los ojos preocupados de mi hermano, me sostenía de ambos hombros con expresión confundida. Enarcó una de sus gruesas cejas y me tocó la frente con el dorso de su mano.

    — ¿Has estado tomando otra vez?

    Quité su mano de un manotazo y refunfuñé irritada.

    — ¡Kiram! ¡No digas idioteces!— suspiré— Solo me quedé…media dormida.

    —Bueno, lo mejor será que yo conduzca— agregó— si te vas a quedar así de tarda, lo más posible es que ni lleguemos a la frontera.

    Me froté las sienes suavemente para luego acceder a su petición. No le podía negar nada a mi hermano, cada vez que me miraba con esos ojos verdes que tenía debajo de sus largas pestañas. Era imposible resistirse.

    Abrí la puerta de mi viejo Nissan y salí de allí de un salto. Cruce frente al carro, tratando de no aspirar el olor a petróleo de la gasolinera y tomé asiento del copiloto.

    — ¿Estás seguro de saber hacerlo no?— pregunté

    —Un poco más de confianza, por favor –bromeó— estoy seguro de poder manejar esto, aunque si me hubieras dejado hacerlo con más frecuencia, no lo dudarías.

    —No te acostumbres— exclamé— no dejaré que te subas muy seguido.

    Cerré los ojos y recosté mi cuerpo sobre el respaldar del asiento. Me sentía extrañamente agotada, pero sobre todo que nada. Dolida.

    —Brooke…—me llamó

    — ¿Uhm?

    — ¿Estás segura de esto?

    Abrí mis ojos instantáneamente y los clavé en su mirada.

    —Ya hemos hablado. Mamá nos necesita más que nada ahora. No podemos dejar que viva en las circunstancias en las que se encuentra— suspiré— además, sin Louis…creo que no habrá mayor problema.

    Él me observo por varios segundos, suplicándome con la mirada que regresemos. Pero yo negué, la decisión era definitiva.

    Muchas personas podrían decir una buena cantidad de razones para preferir un pequeño pueblo en vez de una ciudad sobre poblada como la nuestra.

    Obviamente no sería muy complicado identificar las más frecuentes. Escuchar las persecuciones policiacas por la mañana y soportar el gran congestionamiento, tanto vehicular como peatonalmente, era realmente irritante para algunos. Pero no para nosotros

    A mí me agradaba despertar junto al sonido de las bocinas de los autos, observar las grandes masas de personas que se movilizaban juntas a lo largo de las pistas me parecía extrañamente excitante. Todos esos grandes inconvenientes para algunos, eran hermosos detalles para mí.

    Mi destino siempre había estado entrelazado con mi ciudad natal. Si quería ser alguien importante en la sociedad del espectáculo, Nueva York me abría puertas que cualquier ciudad no tendría.

    ¿Y saben por qué les digo esto?

    Por masoquismo, puro y maldito masoquismo.

    ¿Para qué recordar las oportunidades que estaba dejado tras mi espalda? ¿Por qué continuar martirizándome con un futuro que desde ahora sería solo una tonta fantasía?
    La pregunta que rodeaba mi cabeza todos los días…

    Ya habían pasado más de dos años desde la última vez que vimos a mamá. Recuerdo hasta ahora el juramento que me hice el día de mi cumpleaños número dieciocho. —Desde que mamá había decidido vivir con el odioso de su novio.

    “Ni bien sea mayor de edad me iré muy lejos de esta casa”— le amenazaba a mi madre— “¡Y me llevaré a Kiram conmigo!”

    Y así lo hice. Una noche de ese año, me escabullí junto con todas las maletas y mi hermano al lado. Lentamente salimos de la casa y tomamos el primer avión en dirección a Nueva York.

    Cuando mamá se enteró aquello, se preocupo mucho por nosotros. Pero como Louis no quería que “nos peleáramos entre familia” nos dejó bajo el cuidado permanente de una tía allá hasta que cumplí los veinte.

    Y ahora…volveríamos a ese lugar. La razón, su repentino divorcio.

    Aún no estaba completamente informada de la razón por la cual ella se había separado de Louis. Pero sea la que sea, me agradaba. Ese hombre nunca supo tratar a mamá, y menos, a nosotros.

    La pesadez de mis ojos venció a las últimas fuerzas que me quedaban, dejándome caer en un profundo sueño. Traté de debatirme entre la oscuridad que me tentaba firmemente, pero era tanto el cansancio que sentía que simplemente me deje llevar por la corriente de sueño que me envolvió.

    Todo era muy oscuro a mí alrededor. Aunque el gran dilema sería explicar en donde me encontraba. Unos cálidos colores envolvían las sombras frente a mí. De una tonalidad rojiza. Parecía fuego…

    ¡Era fuego!

    Mis piernas obligaron a mi cuerpo a cambiar de dirección y correr rápidamente lejos de allí. No sabía dónde me encontraba ni sabía la razón del fuego. Pero por más extraño que suene, sentía una extraña sensación de tristeza y terror dentro de mí.

    Bueno…solo era extraña la sensación de depresión ya que… ¡Vamos! ¿Quién no estaría asustado con tanto fuego alrededor?

    Corrí agitadamente por el césped húmedo de la superficie donde me encontraba, escuchaba jadeos a mis costados. Llantos y sollozos que ignoré completamente hasta escuchar uno que logró captar todos mis sentidos al instante.

    Mis piernas se detuvieron instantáneamente al escuchar el aullido de un lobo a lo lejos. Involuntariamente di unos pasos de vuelta atrás y volví a mi posición antigua.
    Un nuevo aullido llego a mis oídos.

    Caí de rodillas sobre la húmeda hierba y me sostuve el pecho fuertemente. Los gritos espantados de gente a mí alrededor seguían retumbando dentro de mi cabeza.
    Nuevamente escuché un aullido.

    Me ovillé lo más que pude sobre mi misma esperar calmar el sufrimiento que me carcomía por dentro. ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué me sentía así?

    En ese momento, un fuerte crujido se escuchó finalmente. Un rompimiento de huesos y músculos que hiso que un escalofrío recorriera mi cuerpo.

    Entonces, mi corazón se partió.

    Abrí los ojos con la frente empapada en sudor. Había dejado apoyada la mejilla sobre el vidrio de la ventana y la cabeza me daba demasiadas vueltas como para sentirme tranquila.

    — ¿Ya despertaste?— me preguntó Kiram.

    Me froté la frente con el dorso de mi mano y afirmé con la cabeza. Di una rápida ojeada al reloj de la radio y noté que ya habían pasado más de dos horas desde que mi hermano estaba manejando.

    —Estaciónate, te toca descansar— murmuré

    —Ya llegamos a Forks, Brooke. Ya no habrá paradas hasta que estemos en la casa de mamá— su voz sonó claramente enfadada.

    Limpié la niebla que se había formado en mi ventana con mi mano y asomé mi cabeza. El cielo estaba completamente nublado. No había rastro alguno de cielo azul, me reconfortó un poco ya no escuchar el repiqueo de la lluvia al hacer contacto con la superficie del auto. Pero eso no disminuyó mi gran odio hacia el lugar.

    Las calles estaban casi vacías. Solo había algunas personas caminando entre ellas. Mi mente se concentró tanto en observar cada centímetro del bosque que rodeaba al pueblo, que apenas me percaté de la repentina frenada del coche.

    — ¡Mierda!— masculló Kiram— ¡Quién se cree ese tipo para cruzar así!

    Cuando mis ojos fueron al frente de la pista. Me sorprendí un poco con el chico que estaba observando. Era enorme, muy fuerte. Su cabellera era demasiado corta como para considerarla común y llevaba unos pequeños shorts con el dorso descubierto.

    Me miró con cierta curiosidad al principio, pero luego frunció el ceño y cerró los puños fuertemente. Agarró a la chica que lo acompañaba por la mano y jaló de ella hasta terminar de cruzar la pista.

    Me quedé cierto tiempo observándolos sorprendida. Lo cual Kiram notó.

    — ¿Puedes cerrar la boca?— bromeó— Se nota que te agradó el tipo…

    Sacudí mi cabeza y me pasé las manos por el cabello.

    —Solo me preguntaba cómo podía estar vestido de esa forma en esta temporada del año. Hace tanto frio que apenas puedo controlar mis tiriteos.

    Se encogió de hombros.

    —Apostaría que es para presumirle a la gente sus tremendos músculos –lo miré sorprendida.— Yo usaría esas playeras si los tuviera…

    Solté una carcajada y le di un beso en la mejilla. Me encantaba la actitud tan divertida y a veces soñadora de mi hermano.

    Luego de unos minutos más. Kiram estacionó el auto frente a una pequeña no muy alejada del resto. Era blanca y poseía un pequeño jardín en la entrada. Apenas podía reconocer el lugar que había sido mi hogar mis primeros años de vida.

    Ambos bajamos lentamente del coche. Kiram tomó las maletas más pesadas del coche y yo las más livianas. Caminados silenciosamente en dirección al porche, aguardando unos segundos antes de tocar el timbre.

    Suspiré suavemente y subí mi mano para llamar a la puerta.

    —Aguarda…—me interrumpió Kiram— ¿Estás segura de esto?

    Le sonreí tiernamente.

    —Completamente. Desde ahora empieza nuestro nuevo comienzo.

    Kiram resopló ante mi ilusa idea, soltando las maletas sobre el porche y alejándose en dirección al auto.

    —¿A dónde vas?— pregunté

    Él ignoró mi voz y continuó caminando, abrió la maletera unos instantes para luego sacar de allí un paquete nuevo de cervezas. Las sostuvo sobre su brazo derecho, y cerró la puerta. Avanzo hacia mí con el rostro victorioso y me ofreció una.

    —Así que las tenías bien guardadas ¿No?— exclamé— Creía haberte quitado todas…

    Se encogió de hombros.

    —Eso fue el año pasado, tú me dijiste que cuando cumpliera diecinueve no me reclamarías nada ni comentarías algo al respecto.

    Le di un socarrón y le golpeé amistosamente el brazo.

    —Eso era cuando vivíamos en NY. Aquí, las cosas cambian— murmuré mientras extendía una de mis manos, con esperanza de poder quitarle todas las botellas del paquete.

    Pero en ese preciso momento, la puerta principal se abrió de un portazo. Kiram dejó caer rápidamente el six pack de cervezas sobre mis brazos, escondiendo los suyos por detrás de su espalda.

    —Eh…hola mamá— saludó

    ¡Genial! Apostaría que mamá ya se imaginaba lo alcohólica que podía llegar a ser.

    La expresión de ella era casi indescriptible. Tenía los ojos saltones, claramente sorprendida. Pero también una ligera sonrisa se ladeaba por una de las comisuras de su boca.

    —¿Cómo has estado, madre?— mi voz sonó más madura de lo que hubiera querido.

    Silencio.

    Tic…tac…tic…tac… ¿Quién se atrevería a romper el silencio ahora? ¿Kiram? ¿Sabrina? Yo no estaba dispuesta a hacerlo.

    Luego de unos segundos más de sorpresa, mamá se carraspeó la garganta y sujeto las maletas que mi hermano había dejado desparramadas en el suelo.

    —Qué gusto es verlos chicos— respondió— Están enormes, no recordaba cuanto podían llegar a crecer…

    Bueno, no era el reencuentro que alguien hubiera supuesto tener. Pero ese fue un comentario tierno. Eso creo.

    Cuando entramos a la casa, unos fuertes recuerdos llegaron a mi mente. Aunque ahora las paredes estuvieran pintadas de otro color y los muebles sean diferentes a los de esa temporada. Sentía como si nunca me hubiera ido de esa prisión.

    Suspiré y me froté la frente mientras observaba unas viejas fotografías sobre la repisa de recepción.

    En una estaban Louis y Sabrina en una especie de excursión. En la segunda nos encontrábamos los dos –Kiram y yo— cuando apenas tenía doce y él diez.
    Pero la tercera, definitivamente no podía ni imaginármela.

    Era papá. El me sostenía sonriente entre sus brazos cuando yo apenas tenía un mes de nacida. Un día antes de su accidente.

    Una tembladera llegó a mis labios repentinamente.

    —¿Brooke?— me llamó Sabrina— Hija ¿No quieres ver tu habitación?

    Cerré los ojos unos momentos y coloqué la foto en su lugar. Asentí con la cabeza, transmitiéndole una sonrisa de lo más sincera. Pero solo recibí un titubeo de su parte.

    —Bueno, sube por favor.

    Sabrina no era una persona muy comunicativa o cariñosa que digamos. Alguna vez lo fue, pero desde la muerte de Augusto –mi padre– todo dentro de ella había cambiado fugazmente. Entre todo eso, su felicidad destacaba obviamente.

    Cuando llegué al segundo nivel de la casa, un fuerte sonido retumbó entre los cristales de la casa. Kiram ya se encontraba bien plantado dentro de su habitación y apostaría que no saldría de ahí hasta terminar de “decorarla”.

    Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta de mi habitación –la cual me había acompañado todos los años de mi vida– mamá tomó de mi mano y me llevó en dirección a otra puerta.

    Enarqué una ceja confundida.

    — ¿El cuarto de papá?

    —Tu cuarto es muy pequeño, además, allí podremos recibir visitas… ¿No preferirías el cuarto de tu padre? Es mucho más espacioso que el tuyo.

    Sonreí para mí misma.

    —Supongo que eso es correcto.

    Recordaba que pasaba muchas noches en esa alcoba, esperando que papá volviera del “viaje” que había tenido cuando murió. Noches largas y tortuosas llegaron a mi mente como viejas diapositivas al abrir el picaporte de la puerta y observar el gran cuarto.

    Una grande cama de dos plazas ocupaba casi todo el espacio de esta. A un lado había un viejo escritorio –su viejo escritorio— y algunas estanterías llenas de libros en la parte superior. Los grandes ventanales del balcón se encontraban abiertos, generando que el aire circule libremente por todo el entorno.

    —No he movido nada de aquí…—susurró mamá— solo desocupé los estantes para que pongas tus prendas. Todos los libros de él aún se encuentran en la estantería.

    Le sonreí gratamente y tomé asiento en la acolchonada cama del frente, incitándola a que tomara asiento junto a mí.

    —Gracias por todo mamá, enserio. Es muy importante para mí.

    Chasqueó su lengua tres veces.

    —Nada de eso. La única que debe agradecer cosas aquí soy yo. Les estoy arrebatando sus vidas al traerlos aquí. Aún sabiendo que odian este lugar.

    Un brillo de tristeza se profundizó en su mirada. Tomé una de sus manos entre las mías y la froté suavemente.

    —Hemos venido por elección propia. No debes sentirte culpable por nada, queremos vivir junto a ti— una nueva ráfaga llegó a mi rostro despeinando mis cabellos. Bufé enojada— bueno… tal vez Forks no sea nuestro lugar favorito, pero nos adaptaremos.

    Me miró con ternura y besó mi coronilla. Luego de aquello, se levantó y salió de la habitación, tal vez otorgándome un poco de privacidad. Supuse que mamá aún recordaba el cariño que le tenía a la soledad.

    Tumbé mi cuerpo sobre el colchón de mi cama. Suspiré mientras formaba dibujos amorfos en el techo e inspiraba el delicioso aroma de papá sobre la cama. Casi todo estaba como lo recordaba. Mamá había sido muy cuidadosa al no dejar que Louis tocara algo de él.

    El sonido de la bocina de un auto aproximándose a la casa generó que saliera de mi ensoñación, el chillido de las llantas al frenar fue tan fuerte que genero que los cristales del balcón de mi habitación retumbaran levemente.

    Me reincorporé ágilmente de la cama y corrí con la vista fija en el cristal de las puertas. Las abrí en menos de un segundo y observé como un viejo Volkswagen aparcaba frente a la casa.
     
  3.  
    Holly Chantel

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    Boo ninguna opinión? Tan fea es la historia

    • Bienvenidos a Forks.

    Apoyé un codo sobre la barandilla del balcón. Ni bien el auto estacionó totalmente, una pareja salió del vehículo. El hombre rodeó la camioneta y sacó de la parte trasera una vieja silla de ruedas.

    — ¡Brooke, Kiram! ¡Bajen por favor!— gritó mamá.

    — ¡Ya voy!— respondí.

    Inmediatamente, la mirada de la mujer se clavó directamente a mí. Me observó detenidamente por unos segundos para luego enviarme una ancha sonrisa. Esa fue una expresión que me pareció muy tierna y gentil.

    Me deslicé rápidamente por los corredizos del segundo nivel –tocando la puerta de Kiram al pasar a su lado— y bajé las escaleras de dos en dos. Por más extraño que suene, tenía una extraña atracción ante nuestros nuevos visitantes.

    Ni bien logré salir al porche de la casa, observé como mamá se carcajeaba junto con la mujer que me había saludado. Detrás de ellas, se acercaban dos hombres. Uno en silla de ruedas y el otro empujándola en nuestra dirección. Justo después de unos segundos, Kiram llegó junto a mí.

    —Brooke, ella es Emily Young— exclamó mamá mientras los otros dos llegaban a nuestro lado— su esposo Sam Uley, y él es Billy, Billy Black.
    Emily dio un paso adelante y tomó una de mis manos entrujándola entre las suyas.

    —Qué bueno es conocerlos al fin— saludó— desde que su mamá dijo que vendrían he tenido mucha curiosidad por conocerte.

    Observé minuciosamente a Sabrina de reojo.

    —Gracias…—respondí.

    Una ancha sonrisa se cruzó por el rostro de Emily. Realmente se veía muy feliz de haberme conocido… Pero cuando volteó en dirección a su esposo, alcance a observar una larga cicatriz en la parte derecha de su rostro.

    “¡Auch!”— pensé

    —Es un gusto para nosotros saber que se quedarán una temporada por aquí— la voz de Billy logró hacer que mi vista pudiera desviarse de aquella herida— ¿Cómo estás Kiram?

    Aprecié como Sam Uley veía preocupado a mi hermano. Pero él, adoptando su típica actitud despistada, solo se encogió de hombros.

    —No me quejo…

    Luego de algunas charlas más, mamá les ofreció cenar en casa. “Lo hice especialmente para ustedes”— aclaró. La verdad yo y Kiram sabíamos que cocinar no era lo mejor que a mamá se le daba, así que al final, fui yo la que terminó cocinando un estofado de carne y verduras.
    Sam y Billy eran realmente muy amigables. Él y mamá charlaron acerca de los últimos acontecimientos del pueblo, mientras Sam y Kiram terminaban de cenar su segunda porción de comida.

    —No puedo creer que vaya por el segundo plato…—le susurré a Emily.

    — ¿Por qué lo dices?

    —En Nueva York apenas comía un poco. Por eso es tan flaco, en cambio aquí…Parece que Forks le abre el apetito— bromeé.

    Emily permaneció con un semblante serio ante mi comentario.

    —Sí, esperemos que sea eso.

    Pasadas las nueve, la reunión tuvo que finalizar ya que Billy se excusó explicándonos que ya era tarde y que su hijo Jake seguramente se preguntaría por su paradero. Además, como Sam lo había traído en su camioneta, los tres se retiraron prometiéndonos que nos veríamos pronto.

    —Si no soy yo, serás tú— me gritó Emily desde la ventana del auto.

    Con mamá permanecimos en el porche, despidiéndonos con la mano hasta perder totalmente de vista a la camioneta. Kiram se encontraba en la cocina comiendo otra porción de estofado, observando un partido de básquet por la televisión.

    — ¿Aún tienes espacio en tu estómago?— pregunté

    Me puso los ojos en blanco.

    —Para que sepas, todo esto se convertirá algún día en musculo— exclamó mientras se palmeaba su plana tripa— o eso fue lo que me dijo Sam, no le entendí mucho.

    Mamá se puso repentinamente seria y le quitó el plato de sus manos. Ambos la miramos confundidos mientras ella restregaba la comida en el fregadero.

    —Aún no— dijo seriamente— no es el tiempo.

    Ambos nos quedamos petrificados por aquella repentina reacción. No entendía la razón por la cual mamá había intervenido de esa manera…y al observar de reojo el semblante de Kiram, parecía que él opinaba exactamente igual que yo.

    Mi hermano señaló levemente a mamá con la cabeza, indicándome que hable con ella. Yo negué instantáneamente. Sabrina y yo aún no teníamos la confianza necesaria como para compartir algún secreto o revelar alguna angustia guardada.

    Me observó receloso y dibujo una sonrisa maliciosa en su rostro. Se sacudió la cabellera con las manos y se reincorporó de la mesa de un salto. Se acercó a la posición de mamá, depositando un tierno beso en su mejilla mientras me quiñaba un ojo. Luego de eso arrastró sus piernas hacía la escalera, subiéndola de dos en dos escalones.

    “Demonios” — pensé

    El agua caía ruidosamente por el fregadero mientras mamá restregaba con ira el sucio plato de mi hermano. Me apoyé al lado de la encimera y empecé a juguetear con mis manos esperando que ella dé el primer paso.

    Poco a poco, el sonido del agua fue disminuyendo hasta silenciarse completamente. Mamá apoyó sus dos manos, secándoselas con un viejo trapo que colgaba de la parte superior de la mesa.

    — ¿Te puedo hacer una pregunta? —inicié.

    Me miró de reojo por un segundo y asintió con la cabeza mientras terminaba de recoger las losetas de la cocina.

    — ¿Por qué actuaste de esa manera?

    Silencio.

    Sabrina se detuvo, dejando el plato que estaba secando sobre la mesa, girando su cabeza en dirección a la pequeña rendija que dejaba entrever la luz de la luna. Me acerqué un poco más a su posición, tratando se seguir el camino que sus ojos había formado.

    —Tu hermano será muy especial aquí— murmuró con una sonrisa en el rostro— te protegerá y cuidará siempre. Pero primero, tú deberás ayudarle.

    Fruncí el ceño mientras posicionaba mis manos sobre mi cadera.

    — ¿De qué hablas?

    Giró sus ojos en dirección al mío y acarició mi mejilla tiernamente. Delineó cada detalle de mi rostro y me besó la coronilla.

    —Aún no me cabe en la cabeza que hayan crecido tanto…— susurró sobre mis cabellos— todo será mucho más rápido…

    Me aparté un poco de ella, buscando su mirada rápidamente. Sus grandes esmeraldas parecían ligeramente húmedas y preocupadas. Me veía orgullosa pero a la vez angustiada.

    Observé el reflejo de mis ojos y me percaté que se veían confundidos.

    Ella aguardó unos segundos en silencio y luego se carraspeó la garganta. Despeinó su pequeña cabellera y volvió a sus quehaceres hogareños.

    —Mañana iré temprano a trabajar a Port Angeles— exclamó— Me he tomado la molestia de conseguirte un empleo hasta poder recaudar el dinero de tu universidad.

    Un escalofrío recorrió todo el contorno de mi columna.

    — ¿Un empleo? — Pregunté aterrada— ¿Aquí? ¿Dónde?

    Tan solo imaginarme la clase de trabajo que tendría que soportar… ¡Y en Forks!

    —El señor Newton ha tenido la amabilidad de brindarte un pequeño espacio en su tienda en el pueblo— respondió— no queda muy lejos de aquí y te darán una buena paga ¿No es genial?

    “Tómalo del lado positivo”—dijo una voz en mi cabeza— “Pudo ser mucho peor”

    Sonreí lo más sinceramente posible y abrasé a mamá agradeciéndole el favor que me había hecho. Por una parte agradecía que fuera allí. Cuando tenía diecisiete recordaba como el pequeño Mike Newton me coqueteaba todos lo días. Aunque, obviamente, nunca le di el lujo de salir con él. ¿Salir con alguien un año menor? ¡Por favor!

    Me mordí la lengua mientras las palabras esperaban ansiosas por salir de mi boca.

    — ¿Cómo anda Mike?

    Mamá me miró confusa, lo más probable es que no esperaba que recuerde a los viejos amigos que había conseguido –con arduo trabajo— cuando vivía en Forks.

    —Él anda bien, está en California— mis ojos se abrieron inmediatamente por aquello— le dieron una beca por basquetbol ¿Recuerdas el talento que tenía?

    Afirmé sorprendida.

    —Vaya…eso no lo esperaba.

    Me miró apenada y palmeó mi hombro dos veces.

    —Muchos de los que conocías ya no están por aquí Brooke, casi todos se van a la ciudad.

    Suspiré enojada y me despedí de mamá antes de subir a mi habitación. Aquella noticia me había alterado un poco. “Muchos de los que conocías ya no están”. Todos se habían ido buscando un mejor futuro, habían dejado al pequeño pueblo abandonado…

    ¿Por qué diablos yo no podía hacer lo mismo?

    Entré al cuarto de Kiram y le di un enorme abraso de buenas noches. Cuando pregunto sobre mamá solo me encogí de hombros. La verdad es que no había entendido absolutamente nada de lo que había dicho.

    Arrastré mis pies adormecidos por todo el pasillo y dejé mi cuerpo caer sobre el colchón. Estaba cansada, mucho en realidad. El viaje había sido agotador y la charla con Emily mucho más.

    Cuando mis parpados empezaron a caer suavemente, una ráfaga de aire me generó un cosquilleo en las mejillas. Refunfuñando me di la vuelta esperando que el aire cesara.

    “Es Forks, aquí el aire nunca para”

    Maldiciendo la vida que me tocaría me levanté de un salto y desperecé mi cuerpo. Caminé lentamente en dirección al balcón, deteniéndome unos minutos a observar las hermosas estrellas sobre mí.

    —Bueno, esto no se ve en Nueva York…—murmuré para mí misma.

    Apoyé mis codos sobre la barandilla y deje que mi mejilla cayera sobre la palma de mi mano. Suspiré levemente mientras formaba figuras amorfas en el cielo, distrayendo mi mente de los problemas que sentía.

    A lo lejos, un ligero sollozo llegó a mis oídos. Mis ojos se desconcertaron por unos segundos y empezaron a buscan por los alrededores al dueño de ese llanto infantil.

    — ¿Hay alguien allí? —pregunté en un siseo.

    Busqué angustiada por todo el entorno. Pero todo lo que podía llegar a observar eran los inmensos árboles que se encontraban al otro lado del camino.

    Nuevamente un sollozo sonó. Pero esta vez pude percatarme que provenía del bosque.

    Nerviosa y preocupada introduje nuevamente mis pies sobre mis viejas botas. Tomé el anorak que me había acompañado desde Nueva York y bajé sigilosamente la escalera.
    Las luces del primer nivel estaban completamente apagadas, así que cuidadosamente me deslicé por la puerta y salí del porche de la casa.

    — ¿Hola? —Llamé— ¿Dónde estás?

    Algunos pasos fueron haciendo eco entre los árboles. Troté en dirección a estos, introduciéndome entre las penumbras del bosque. Cuando me di cuenta que estaba lo suficientemente adentrada como para no ver la casa desde mi posición, bajé la velocidad. Las piernas me dolían, sentía que la respiración me faltaba. Pero continué, extrañamente sentía que debía encontrar al dueño de esos sollozos.

    —No voy a lastimarte…—exclamé con la vista entre los árboles— Vengo a ayudar, nada más.

    La fría neblina me llegaba hasta las rodillas. Temerosa seguí avanzando mientras escuchaba como lagunas pisadas iban alejándose frente a mí.
    ¿Cómo me metí en esto? ¿Qué demonios estaba asiendo?

    Nuevamente empecé a trotar, siguiendo el sonido de las pisadas que lograba escuchar. Tropecé algunas veces con varias raíces que sobresalían del suelo, y emití más de un grito por causa del sonido de algún animal. Mi corazón me estaba palpitando a mil, pero sentía mis sentidos medios idos por la falta de energía que sentía.

    Completamente agotada apoyé mi cuerpo en un viejo árbol cubierto de maleza. Mi cuerpo fue cayendo lentamente, quedando tirado sobre la fría hierba.

    Me llevé las manos a la cabeza, esperando poder calmar el dolor que sentía dentro de ella.

    — ¿Estás muerta? — escuché a alguien preguntar.

    Instintivamente abrí los ojos de golpe. Mis piernas se encogieron, ovillando mi cuerpo por el susto que me había dado.

    Era muy bello.

    Frente a mí se encontraba un pequeño niño. Supuse que debía tener cinco años…tal vez seis, no más. Poseía la cabellera lacia castaña, color chocolate. Junto con dos grandes esmeraldas que adornaban su pequeño rostro de adonis.

    —Lamento haberla asustado—se disculpó

    Su voz tintineante me desoriento por unos segundos.

    —No te preocupes, fue mi culpa.

    El pequeño se acercó ligeramente a mi posición y posó una de sus diminutas manos sobre mi frente. Su ropa se encontraba sucia y manchada. Pero me aterré un poco al observar pequeñas gotas de sangre al borde de su manga.

    — ¿Qué haces aquí solo, pequeño? — pregunté lo más amistosamente posible.

    Hiso una mueca al escuchar eso y tomó asiento a mi lado con las piernas cruzadas.

    —No estoy solo, mamá y papá vinieron conmigo.

    Enarqué una ceja mientras él me miraba con cierta curiosidad.

    — ¿Y donde están? — no pude contener las ganas de preguntar aquello.

    Se encogió de hombros y empezó a trazar caminos sobre el suelo con la punta de su dedo.

    —Deben estar por allí, cazando…

    Eso logró confundirme aún más.

    — ¿A estas horas? ¿En la noche?

    El pequeño afirmó, dibujando una perfecta sonrisa que dejaba observar una hilera de dientes perfectos.

    —Es más fácil de noche, así hay menos gente con quien compartir— susurró orgulloso— ¿Cómo te llamas?

    Le sonreí gratamente y estiré mi mano con intensión a realizar una cordial presentación.

    —Brooke Blade.

    —Edward Cullen— respondió mientras sus pequeños dedos apretaban los míos— Junior…—apuntó—aunque puedes decirme EJ, todos lo hacen…excepto papá.

    El pequeño niño era realmente encantador. Su piel era extremadamente pálida al contraste de la mía. Su rostro angelical cautivo mis sentidos, indicándome que debía ayudarlo de inmediato.

    —Deberíamos hallar a tus padres— exclamé mientras volvía a ponerme de pie.

    La sonrisa que tenía sobre el rostro desapareció en un segundo.

    —No—dijo seriamente— no puedes ir.

    Fruncí el ceño confundida mientras apartaba una hoja que había caído sobre su cabellera.

    — ¿Por qué no?

    En ese instante, un fuerte gruñido sonó entre los árboles cerca a nosotros. Inmediatamente retrocedí unos pasos, llamando al EJ con las manos.

    — ¡Tenemos que irnos! — grité

    El negó con una sonrisa en su rostro y se despidió con la mano rápidamente antes de introducirse entre los arbustos donde acabada de salir aquel rugido.

    — ¡No, vuelve aquí! — le llamé.

    Maldiciendo algunas lisuras. Corrí tras él, rompiendo todas las hierbas que se atravesaban en mi camino. La niebla me bloqueada la vista, impidiéndome seguirle. Pero aún así no me detuve, sentía la extraña necesidad de proteger a ese niño.

    — ¡Edward! — Le llamé— ¡EJ!

    Un nuevo gruñido sonó entre los arboles frente a mí. Retrocedí asustada y observé a lo lejos como la figura de un oso caminaba en mi dirección.

    Di unos pasos involuntarios por el terror que sentía, generando que tropezara con una roca del suelo. Mi cuerpo cayó fuertemente sobre el tronco de un árbol, haciendo que mi conciencia poco a poco fuera desvaneciendo.
    Lo último que vi, fueron unos ojos color café.
     
  4.  
    Holly Chantel

    Holly Chantel Entusiasta

    Virgo
    Miembro desde:
    3 Marzo 2012
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    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ~ Principios. Has dejado una huella en mi
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    Género:
    Fantasía
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    4
     
    Palabras:
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    ——¿Sueño o realidad?

    La cabeza me daba vueltas. Me sentía muy mareada… ¿Qué diablos había ocurrido? ¿Dónde me encontraba? ¿Qué había sido del niño?

    EJ…

    Traté de abrir mis ojos pero los parpados me pesaban. Luché contra mi inconsciente y conseguí abrirlos ligeramente.

    Todo era oscuro. No había rastro de nadie cerca. El silencio me llamó la atención, pero cuando empecé a mover mi cuerpo ligeramente, me percaté que estaba sobre una superficie suave y blanda.

    ¿Dónde estaba la fría hierba? ¿Qué había pasado con los fuertes vientos y la gélida niebla?

    Lentamente logré apoyar el peso de mi cuerpo sobre uno de mis brazos y así conseguir sentarme. Me pasé las manos sobre mis cabellos y suavemente abrí mis parpados.

    Estaba en mi habitación, las puertas del balcón estaban completamente cerradas y mis botas junto con mi anorak perfectamente puestos en sus respectivos lugares. Como si nada hubiera pasado…

    Todos los recuerdos, todo lo que sentí ¿Había sido un sueño?

    Apoyé mi frente sobre mis manos, esperando poder deshacerme del dolor de mi cabeza de alguna manera. Pero todo era muy confuso ahora…no lograba entender absolutamente nada.

    Estaba segura de haber salido de casa. Podía jurar haber visto a un niño en el bosque.

    …¿O no?

    Tambaleante, arrastré mi cuerpo al cuarto de baño. Lo que más necesitada era remojarme el rostro y aclarar mis ideas.

    —No pudo ser una pesadilla…—me dije a mi misma— definitivamente no pudo haber sido un sueño, no tengo tanta imaginación.

    Aunque, si lo ocurrido sea cierto…no habría una explicación lógica en mi regreso. ¿Quién me habría traído del bosque hasta mi casa?

    Revisé cada milímetro de mi cuerpo, esperando hallar alguna prueba que demuestre lo que había pasado esa noche. Las palmas de mis manos se encontraban rasguñadas, y mi rostro se encontraba cubierto de una pequeña maleza. Pero no era suficiente…necesitaba más pruebas. Más hechos.

    Entonces mis ojos se posaron sobre la frente de mi rostro. Observando como una pequeña gota de sangre se desbordaba por ella.

    Esa era la sangre que EJ tenía en sus manos la vez que me tocó. Eso era prueba suficiente para demostrar que, si había salido al bosque.

    Corrí en dirección al balcón, tropezándome con algunas cosas en el camino. Abrí las dos puertas de un tirón, y observé detenidamente los árboles por donde –según yo— había entrado hace unas horas.
    Permanecí en silencio, expectante. No estaba segura que cosa esperar, ni que cosa creer. Así que volví a mi habitación y tomé una de las sillas de papá. La arrastré de regreso al balcón, y permanecí esperando hasta que algún sonido lograra captar mi atención nuevamente.

    Las horas pasaron y el cielo de Forks se fue alumbrando levemente. Mis ojos seguían bien abiertos, combatiendo contra el cansancio que mi cerebro ordenaba. Solo me moví al escuchar el picaporte de mi habitación abriéndose de golpe.

    — ¿Qué haces afuera Brooke? — Me preguntó Kiram— Son las ocho de la mañana, ¿Acaso no te estás congelando?

    Lo miré sorprendida y luego giré mi visión a mi cuerpo. No me había dado cuenta de que solo llevaba una vieja polera y unos pantalones de algodón. Me pregunté como era posible que no haya sentido frío las últimas horas, aunque luego entendí que, seguramente mi mente estaba tan concentrada en localizar a aquel niño que ni siquiera se percató del clima que me envolvía.

    —No mucho— respondí— ¿Dormiste bien?

    Enarcó una de sus gruesas cejas y dio unos pasos en mi dirección. Me ayudo a levantarme y tomó asiento sobre mi cama, esperando que yo hiciera lo mismo.

    — ¿Qué pasa? — Dijo— Te ves enferma…

    Alcé mi mano a su rostro, y delineé el contorno de la pequeña arruga de preocupación que se había formado entre sus cejas. Kiram me miró más extrañado aún. Sonreí, esperando transmitirle un poco de seguridad.

    —Estoy bien tontuelo. Estás exagerando

    Aguardó unos segundos en silencio, analizando mi conducto. Pero al final se dio por vencido, correspondiéndome la sonrisa con otra.

    —Bueno, tenemos que bajar. Mamá a preparado el desayudo y quiere despedirse de nosotros antes de ir a trabajar.

    Una luz en mi cabeza se iluminó de repente.

    — ¿Estaremos solos todos los días?

    Alzó uno de sus dedos, mandándome a callar.

    —Error— apuntó— me parece haber escuchado que tú empezaras a trabajar dentro de dos días. Así que la expresión correcta sería “Estaré solo todos los días”

    Refunfuñé algunas cosas mientras me ponía de pie y abría una de mis maletas, sacando un jersey de color marrón.

    Mamá parecía titubeante en la idea de dejarnos solos. Solo logró irse tranquila cuando le expliqué que tenía planeado ir a visitar un rato a Emily junto con Kiram. Después, posiblemente iríamos a conocer el pueblo por la tarde.

    —No se metan en problemas por favor— amenazó— no quiero tener problemas con el jefe Swan.

    — ¿Cuántos años crees que tenemos? ¿Trece? —Respondió Kiram— Vamos mamá, un poco más de confianza. No quemaremos la casa, tan solo la derrumbaremos un poco.

    Golpeé su hombro al observar como el semblante de mamá pasaba a una tonalidad más pálida.

    —No habrá problemas. Recuerda que no es la primera vez que vivimos aquí.

    Sabrina sonrió ampliamente y nos dio un beso en la mejilla a cada uno. Le dije que no se preocupara por la cena y que volviera a la hora que pueda.

    Mamá era una trabajadora social en Port Ángeles. No tan buena paga, ni un horario fijo. Pero ella se sentía orgullosa de su empleo, siempre nos decía que no había mejor trabajo que uno que beneficie a la sociedad.

    Aunque yo ya había decidido mi futuro desde hace más de cinco años. La actuación estaba en mis venas. Papá había sido un gran actor en sus tiempos, pero nunca llegó a florecer sus talentos ya que decidió quedarse a vivir en el pequeño pueblo donde nací…

    Genial, un nuevo punto en contra para Forks.

    Deje a mi hermano viendo algo en la televisión y subí a mi habitación a cambiarme de ropa. Una casaca púrpura junto con unos pantalones negros estarían bien para recorrer la ciudad. Peiné mi larga cabellera e introduce mis pies en mis nuevas botas. Mamá me había advertido del variado clima aquí, así que no mejor era prevenir.

    Llegar a la reserva fue un caos. Traté de recordar todas las indicaciones que me había explicado mamá, pero con tantas vueltas, tantos senderos. Era realmente complicado.

    Luego de unos veinte minutos pasamos al lado de una hermosa playa. Kiram la identificó como La Push. A lo lejos se veían grandes acantilados y más haya algunas rocas en la orilla.

    Fue un alivio ver que Emily nos aguardaba en las afueras de su casa. Si no nos hubiera dado el alcance, lo más probable es que nunca habríamos podido hallar su residencia.

    La casa de los Uley era realmente hermosa. Pequeña, pero acogedora. Sus paredes estaban bañadas de pintura blanca, la cual hacía que la luz entrara directamente dentro de ella. Haciéndola más iluminada.

    Inmediatamente me di cuenta que Sam no estaba en la casa.

    — ¿Dónde esta Sam? — se me adelantó mi hermano

    La sonrisa de Emily pareció decaerse un poco por unos segundos.

    —Volverá pronto. Vendrán todos a conocerlos ¿Qué les parece?

    Reí ante aquello, apoyándome en la encimera de la cocina.

    — ¿Quiénes son “todos”? — insistió Kiram

    Emily sacó algunas cosas del congelador rápidamente. Empezando a lavarlas en el fregadero. Lo observó de reojo y respondió con indiferencia.

    —Luego los conocerás. Estoy seguro que se llevarán, genial—aguardó unos segundos en silencio y luego soltó unas risitas— en especial con Paul… ¡El es tan amistoso!

    Ambos la miramos confundidos mientras Emily terminaba de carcajearse.

    Cuando empezamos a charlar de cosas sin importancia, Kiram no tardó en aburrirse rápidamente. Me dijo que iría a caminar por la playa y que volvería dentro de una hora. No me negué, había estado esperando poder charlar con Emily a solas para poder preguntarle sobre el niño que había visto.

    — ¿Emily? — pregunté nerviosa

    Terminó de cortar algunos vegetales y volteó su cabeza en mi dirección.

    —Dime Brooke.

    Suspiré y tomé un gran sorbo de aire… ¿Por qué estaba tan nerviosa? ¿Acaso temía que me diga que ese tal Edward Cullen no existía?

    — ¿Sabes quien es Edward Cullen?

    Su semblante cambio de tal manera que generó que un escalofrío me recorriera la columna. Frunció el ceño y rodeó mi cuerpo con las manos cruzadas sobre su pecho.

    — ¿Dónde escuchaste de él? — preguntó seriamente.

    De acuerdo… tal vez no fue buena idea tocar el tema.

    Pasé una de mis manos entre mis cabellos y coloqué la otra sobre mi cadera. Esperaba sonar tranquila e indiferente. Tendría que actuar para ocultar los nervios que sentía.

    Pan comido.

    —Hable con él ayer en la noche— las pupilas de Emily se achicaron al escuchar eso— por el bosque…lo escuché llorar y quería ayudarlo.

    Se acercó a mi posición y me examinó rápidamente con la mirada. Deteniendo su vista unos segundos más en mi cuello.

    —Eso fue tonto, irresponsable y peligroso… ¿Cómo se te ocurre ir de noche al bosque? — me reprendió. Luego abrió los ojos como platos y se calló por unos momentos— Aguarda…—susurró— ¿Dijiste que lloraba?

    Enarqué una ceja y afirmé con la cabeza.

    Emily dio unos pasos en dirección a la sala, y dejó caer su cuerpo sobre uno de los sillones. Apoyó su rostro en una de sus manos mientras observaba detenidamente el vacío.

    — ¿Qué tiene que haya visto al niño llorar? — Pregunté mientras tomaba asiento frente a ella.
    Subió su mirada a mi rostro. Clavando sus dos pupilas sobre las mías. Me miró con curiosidad, y luego con angustia. Se frotó la frente con el dorso de la mano mientras hacía sonar un replique con sus uñas.

    — ¿Qué hago?... ¿Qué hago? — murmuró levemente.

    — ¿Qué pasa Emily? — Pregunté nerviosa— ¿Quién era ese niño?

    En ese momento, el sonido de unas risas se escuchó por el porche de la casa. Emily casi se pone de pie de un salto, generando que mi cuerpo saltara por la sorpresa.

    —Demonios…—masculló

    Corrió a la cocina y sacó la estufa del horno. Caminé hacia ella y me quede inmóvil observando como terminaba de servir la comida.

    —Brooke, por favor— me rogó— No digas nada al respecto. Luego hablaremos de ello…no digas nada en frente de Jake.

    Las risas se fueron haciendo cada vez más fuertes y cercanas. El rostro de Emily me observaba preocupado, así que asentí con la cabeza. Me dedicó una sonrisa alentadora y acarició tiernamente mi hombro.

    —Gracias…

    Seis grandes hombres entraron por la puerta de la casa. Detrás de ellos se encontraba el enjuto de mi hermano. Todos con piel rojiza y con cabellera muy corta. Solo reconocí a Sam entre todos.

    —Brooke— me presentó Sam— ellos son Paul, Jared, Embry, Quil…— miró de reojo a Emily y aguardó unos segundos— y Jacob.

    Mire extrañada al último chico que me habían presentado. Tenia la mirada clavada en el piso, pero igual sentía que no era la primera vez que lo veía. Lentamente subió su rostro, clavando sus ojos cafés sobre los míos.

    Los había visto antes…

    — ¡Tú! —respondimos a la vez.

    Uno de los chicos dio un paso adelante y nos miró extrañado a ambos.

    — ¿Se conocían?

    Su mirada era un mar de confusión, llena de ira y rencor. Mi mente divagó entre los últimos recuerdos que aún podía apreciar dentro de mi cabeza. Esperando encontrar una afirmación a lo de anoche de su parte.

    —Casi me atropella ayer por la tarde junto con su hermano…— respondió enojado.

    No esperaba aquello.

    — ¿Tu eras el patán que se cruzó en media pista? — interrumpió mi hermano.

    El le fulminó con la mirada.

    —Y tú el tonto que no sabía usar el freno.
    Estaba totalmente segura que Kiram iba a contradecirle con cualquier otro insulto que se le ocurriese. Así que intervine antes que él cometiera una locura…Tan solo imaginarme al debilucho de mi hermano contra tremenda mole como él…

    —Lo lamento— me disculpé. Cortando la conexión que estaba entablando con mi hermano— no nos fijamos.

    Kiram me miró sorprendido mientras el más grande de todos los hombres se interponía en el camino de Jacob.

    —Déjalo pasar Jake, por favor. Leah ni siquiera lo notó.

    Me observó por detrás de la espalda del chico, sperábamo una mirada de puro odio y malicia.

    Suspiró y cerró los ojos.

    —De acuerdo…

    Rápidamente todos se fueron a la gran mesa del comedor. Sam le dio un tierno beso en los labios a Emily y tomó asiento junto al resto de personas.

    —Gracias…—le susurré al chico frente a mí.

    —No hay cuidado— me sonrió— yo soy Quil. Cualquier problema con Jacob, estaré a tus servicios.

    El nombrado gruñó desde la mesa.

    Bufé irónicamente.

    — ¿Siempre es tan gruñón?

    El semblante de Quil borró totalmente la sonrisa, envolviendo su rostro en una máscara de tristeza.

    —Antes no…—murmuró bajito— antes siempre sonreía.
     

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