Principio del desarrollo arácnido

Para el cierre de la actividad Sencity.

Principio del desarrollo arácnido
​

El resto del día transcurrió como una mancha difusa de acontecimientos para Cindy. Diversos destellos bombardeaban su mente nublada por la fiebre mientras la muchacha luchaba por abrirse paso entre las sábanas, demasiado extenuada como para brindarle algún pensamiento considerativo al pijama. Después de esa horrible picadura, donde todos sus ánimos habían minado cuesta abajo junto con sus fuerzas, la joven Moon agradecía que toda aquella excursión por fin hubiese acabado para que ahora pudiese centrarse únicamente en descansar en la seguridad de su hogar.

Apenas su cabeza había alcanzado a reposar sobre la mullida y blanda almohada, se desmayó. Y, por el resto de la noche en que duró su inconsciencia, permaneció felizmente ajena al esparcimiento desenfrenado del veneno arácnido por cada milímetro de su sistema, desencadenando así un destructivo proceso de mejora y transformación genética causado por un infortunio accidental.


A la mañana siguiente, Cindy despierta varios minutos antes de lo que realmente acostumbraba, sintiéndose más relajada y a gusto consigo misma como nunca antes lo había estado a su edad. Se despereza, tomándose su tiempo para estirar cada uno de sus músculos y maravillándose en silencio con la flexibilidad de su propio cuerpo.

Dentro aún de esa nube de calma y felicidad, reflexiona por unos momentos acerca del atuendo que vestiría ese día, uno que reflejara los ánimos con los que había amanecido, y sonríe muy satisfecha de sí misma cuando la imagen del conjunto perfecto asalta su mente.

Un extraño crujido brota del piso en cuanto sus desnudos pies se posan en él. Sin embargo, no le presta atención y camina la corta distancia que la separa del ropero. Con un movimiento ya acostumbrado para ella, abre la puerta de un firme tirón para terminar arrancándola del mueble.

—¡Oh! —exclama desconcertada mientras observa el trozo de madera, sosteniéndolo sin comprender. Era cierto que ese mueble era viejo y estaba ya gastado, pero se mantenía tan firme y sólido como el día en que fue comprado por sus padres. Era difícil para Cindy el entender cómo es que se había averiado tan fácilmente en sus manos.

No obstante, antes de que pudiese llegar a alguna explicación coherente, la alarma de su despertador comienza a sonar. El rechinar de las vigas acompaña cada uno de sus pasos mientras se dirige en su dirección, se detiene junto a la mesa de luz y ¡zas! Su brazo desciende con tal fuerza y velocidad que termina triturando el reloj en apenas un instante.

Los trozos del destruido aparato cubriendo la superficie del tocador pronto se ven envueltos por unos finos, delgados y níveos hilos que, entretejidos entre sí, simulaban una especia de red. Más específicamente a una telaraña... ¡Apareciendo desde las puntas de sus propios dedos!


El grito matutino que resonó por toda la residencia Moon resultó más efectivo que cualquier alarma.