Pretendientes

Tema en 'Relatos' iniciado por Ruki V, 4 Mayo 2016.

  1.  
    Ruki V

    Ruki V Usuario popular

    Piscis
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    548
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    Escritora
    Título:
    Pretendientes
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    4941
    Las clases iniciaban en verano y los jóvenes universitarios lucían sus playeras más frescas y zapatos más cómodos. Hombres y mujeres pedían indicaciones para moverse de un lado a otro en su nueva escuela, sintiéndose perdidos, aunque emocionados, durante las primeras semanas.

    Cuán emocionado estaba Carl, aunque no lo demostraba. Su quebradizo cabello castaño iba hacia un lado, como la mochila que colgaba de uno sólo de sus hombros, y la casi imperceptible sonrisa asustadiza dibujada en su rostro. Llevaba en la cabeza un par de enormes cascos, enchufados a un viejo reproductor de música que, según sus padres, ya debería haberlo dejado sordo. Además sostenía un mapa de la universidad, con el que el alto y atractivo pero modesto joven caminaba un poco más confiado de lo que se sentía.

    Ah, aquel Carl: Chicos y chicas se habían fascinado casi de manera instantánea con semejante tranquilidad (aparente) caminante. Y aquello lo hizo inmensamente feliz, porque nunca se habría imaginado hacer amigos más que simples compañeros de estudios. Sobre todo no se le había ocurrido que sus grandes ojos marrones podrían gustarle a las chicas.

    Sin embargo, a pesar de tener muy buenos amigos y un par de amigas que le coqueteaban medio en broma, medio en serio, Carl no se había dejado distraer por nada durante los primeros tres meses en la universidad.

    Hasta que conoció a Gabrielle; una chica que estudiaba lo mismo que él, pero que había tenido diferentes horarios por mayor facilidad hasta que tuvo que cambiarlos por el mismo motivo.

    Gabrielle era como cualquier chica que Carl había conocido antes: Bastante atractiva, bastante inteligente, simpática, amigable, responsable y demás atributos positivos que poseían muchas otras buenas amigas (pretendientes) suyas. Pero, por algún azar cruel del destino, él decidió fijarse de un modo diferente en ella.

    Y fue un cruel azar del destino porque, como único detalle que la diferenciaba de manera no física de muchas otras estudiantes de la universidad, ella no tenía el más mínimo interés en Carl.

    El resto de aquel primer semestre, Carl y Gabrielle fuero compañeros de clase y nada más. Y Carl, y sus amigas, no pudieron sentirse más frustrados; hasta que en los primeros tres meses del semestre siguiente se repitió la historia en la que Gabrielle tenía horarios diferentes. La frustración, tanto de Carl como de sus pretendientes, aumentó en proporción.

    Pero, como vieron venir, Gabrielle, igual que el semestre anterior, cambió sus horarios para la segunda mitad de ese semestre.

    Pero esta vez había algo diferente en ella. No precisamente algo físico, pero si notable a la vista de Carl. Ahora que la volvía a ver, la notaba mucho más seria, como si estuviera constantemente preocupada. Notó ese comportamiento durante toda una semana, y cuando no la sintió mejorar en su ánimo decidió intentar hablar con ella, muy a pesar de que no eran realmente amigos.

    —Hola, Gabrielle— se acercó a saludarla con una sonrisa tímida.

    —Oh… Hola, Carl— le respondió desanimada. —¿Tenías alguna duda sobre el reporte?

    —No, no— dijo negando con la cabeza. —No venía a preguntar nada sobre las clases.

    —Oh, bueno, entonces tal vez, ¿podrías…?— Ella no terminó de hablar y volteó a la ventana.

    —¿…Gabrielle?— le llamó Carl tocando su hombro.

    —¿Hmm?— reaccionó algo distraída. —Lo siento, Carl.

    —¿Te sientes bien? Me has parecido algo… decaída estos días.

    —¿Lo… notaste?— preguntó levemente sorprendida.

    —Sí— respondió algo apenado, con la mano tras la cabeza. —Me he preocupado por ti.

    —¿En serio?

    Su expresión seria y voz cansada hacían parecer que le parecía de lo más extraño, raro, en un mal sentido, que Carl se preocupara por ella. De hecho, se quedó mirándolo durante varios segundos, con los ojos fijos, que no le daban a Carl ninguna explicación.

    Y luego, Gabrielle le sonrió.

    —La verdad es que hay muchas tonterías rondando por mi cabeza— dijo ella. —No es nada de lo qué preocuparse… Es decir, yo me preocupo, pero otros no tienen que hacerlo… Es… Estoy bien.

    —¿Segura?— el ladeó la mirada y le sonrió con más calma y menos timidez. —Puedes hablar conmigo de ello si quieres o si lo necesitas. Sería un placer escucharte, Gabrielle.

    —No lo creo, Carl— dijo ella con una amplia y sincera sonrisa. —Pero gracias. Y llámame Gabi. Mi nombre es bastante largo como para que lo repitas tanto así.

    Un leve sonrojo de vergüenza volvió a las mejillas de Carl, pero no dejó de sonreír, y ella tampoco.

    Entonces se hicieron amigos.

    Cuando terminó el semestre fue cuando Gabrielle decidió explicarle a Carl que había estado preocupada por la situación económica suya y de su madre, su única familia: Le explicó que precisamente hacía los cambios de horario cada tres meses porque era como mejor se le acomodaba para trabajar y ayudar a su mamá con los gastos de la casa y la universidad.

    El siguiente semestre, de hecho, no volvió a ver a Gabrielle durante tres meses, igual que en el primer año. Las amigas de Carl estaban alivianadas de tener de nuevo, a medias, su atención; pero nunca como ellas querrían. De hecho, Carl había decidido, debido a sus sentimientos por Gabrielle, que ahora pasaría más tiempo con sus amigos hombres. Aunque, por mala y buena fortuna, no se había hecho de un mejor amigo que pudiera reclamarle si más delante le quedaba mal por conseguirse novia. Sus amigos lo alentaban bastante (aunque en parte era porque estaban interesados en algunas de sus amigas).

    Cuando Gabrielle volvió a tener horarios que coincidieran con los de Carl, él se esmeró en hacerse aún mejor amigo suyo, pero no su mejor amigo (si era posible): Se convirtió en alguien con quien Gabrielle siempre podía contar y en quien podía confiar. Tanto así que una vez le contó el motivo por el cual ella y su madre estaban solas ante el mundo.

    La madre de Gabrielle se había separado de su esposo incluso antes de que su hija naciera, puesto que el hombre sufría de problemas graves de ira que nunca buscó mantener bajo control. La mujer había sido víctima de sus ataques varias veces durante apenas unos meses de matrimonio, y se escapó justo a tiempo de él para evitar que su hija sufriera por ello. Para su desgracia, su familia no las apoyó y nunca se pudo volver a casar, pero Gabrielle y su madre habían crecido juntas, felices y bien a pesar de las dificultades.

    Cuando ese tercer semestre acabó, Carl se sentía cada vez más unido a Gabrielle. Pero ella simple y sencillamente estaba ciega ante sus bien intencionados sentimientos por ella.

    Y entonces Gabrielle conoció a Jack.

    A la segunda mitad del cuarto semestre que Gabrielle volvió a coincidir sus horarios con los de Carl, como de costumbre, resulta que alguien más hizo lo mismo. Jack había estado estudiando en horarios completamente distintos a los de Gabrielle y Carl durante los primeros semestres, a causa de que se estaba mudando de casa, viviendo antes muy lejos, pero a partir de ese punto se quedaría con los mismos horarios de Carl.

    Jack era un chico universitario algo más bajo de estatura que el promedio; con el cabello rizado y oscuro como sus ojos rasgados, además de una complexión delgada y nada fornida. Tenía una personalidad algo infantil que, para sorpresa de Carl, había hecho a Gabrielle reír a carcajadas como nunca la había oído hacerlo; puesto que era una chica bastante seria.

    Al final de ese cuarto semestre, Carl se había imaginado que a Jack podría gustarle Gabrielle. O peor: viceversa. Pero se había deshecho totalmente de esa idea sin importancia. Carl conocía a Gabrielle desde hace mucho más tiempo y Jack era un niño mimado no lo suficientemente concentrado en sus estudios que no estaba a la altura de esa chica.

    Sin embargo, al final de las clases un día a inicios del quinto semestre, Jack declaró guerra.

    —Escucha, amigo— le dijo Jack a Carl. —Tú no eres el chico adecuado para ella.

    —Oh, ¿en serio?— replicó Carl con una ceja alzada. —¿Qué te hace creer eso?

    —No lo creo, lo sé— dijo con una sonrisa confiada. —Ustedes empatan en muchas cosas. Ella seguramente no querría salir con alguien igual a ella.

    —Claro, seguro le interesa más un incompetente completamente opuesto a ella, ¿no?

    —¿La has hecho reír como yo? Porque es obvio que ella es especial y no cualquiera la hace reír.

    —¿Te ha contado lo que me ha contado a mí?

    —¿…qué es lo que…?

    —Entonces no— dijo Carl sonriendo con la misma lambisconería que Jack antes.

    —Pues…— Jack lo miró con frustración. —Yo le gusto— afirmó, provocando que Carl reaccionara como si hubiese comido algo con sabor amargo. —Ya lo verás— afirmó con confianza.

    Cuando llegó la mitad de ese quinto semestre y Gabrielle volvió, fue cuando Carl comenzó a tomarse en serio las palabras de Jack. Le carcomía por dentro verlos juntos; ver a Gabrielle sonreír de una manera que nunca había visto antes, pero no sonriéndole a él, sino al que se había declarado su rival. Al irse acabando ese semestre, Jack se encargaba de dedicarle a Carl sonrisas burlonas y triunfantes, y el gruñía para sus adentros en respuesta.

    Carl decidió contraatacar.

    Para sorpresa de Jack, se enteró, por medio de Gabrielle, que para la primera mitad del sexto semestre Carl se había adaptado al horario de ella; lo que significaría que pasarían más tiempo juntos. Jack no había pensado en hacer algo así; y a pesar de que lo hubiera hecho, no hubiera podido pedirle a sus padres estar cambiando de horarios sin una buena excusa.

    Mientras tanto, Carl aprovechó sus tres meses extra de ventaja. Intentó cambiar un poco; ser un poco más como Jack, pero mejor, sin duda. Sabía que le agradaba a Gabrielle; que se habían hecho buenos amigos y que ella era capaz de ver todas las buenas cualidades que él poseía. Lo único que faltaba era encontrar un modo de hacerle ver que serían la pareja perfecta.

    Cuando se le acababa el tiempo y estaban a punto de cambiar de horario, lo que significaría que tendrían atravesado a Jack en sus vidas de nuevo, Carl se armó de valor e invitó a Gabrielle a tomar un café después de la escuela. Y ella aceptó. Y ahí, hablaron.

    —Gabi, ¿puedo decirte algo?

    —Seguro.

    —Bueno… Sabes que llevamos alrededor de tres años de conocernos, ¿no?

    —¿En serio? Wow. El tiempo vuela con compañeros de clase como tú— dijo ella sonriendo.

    —¿Eso crees?— dijo él, sonriendo también, con un leve sonrojo. —Yo lo creo igual… Pero…

    —¿Pero? — Gabrielle no era una chica que se anduviera con titubeos o rodeos.

    —Bueno— Carl se aclaró la garganta. —Creo que eres la mejor compañera de clase, amiga, chica a la que he conocido en esta universidad.

    —Eso es muy amable de tu parte, Carl— dijo ella sonriendo de nuevo. —Tú también eres un excelente chico— añadió y bajó levemente la mirada. —No estoy segura de dónde estaría yo ahora si no me hubieras preguntaba si estaba bien hace más o menos tres años…

    Carl la miró sorprendido. A pesar de que no le estaba mirando a los ojos, notaba que Gabrielle se sentía verdaderamente agradecida de que se hubieran conocido mejor y hubieran llegado hasta ese punto. Y Carl estaba verdaderamente feliz. Hasta rió un poco, haciéndola extrañarse un poco.

    —¿Por qué ríes, Carl?

    —Simplemente porque pienso lo mismo, Gabi— dijo, tranquilizándola. —De hecho, más.

    —¿Más? ¿Más qué?

    —Yo pienso más que eso acerca de ti— dijo y ella ladeó la cabeza confundida. —Te veo como más que una amiga, Gabi. Me gustas mucho.

    Gabrielle se quedó muda, impactada, sin saber en absoluto qué responderle. Balbuceó varias veces tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero simplemente no las tenía.

    —N-no tienes que responderme ahora mismo ¿sabes? — dijo Carl, nervioso pero sonriente.

    —Me has tomado por sorpresa…

    —Sí, sí, me doy cuenta. Lo siento. No era mi intención.

    —Yo sé que no, no te preocupes. Pero necesito pensar antes de responderte.

    —Yo lo entiendo— le dijo Carl sonriendo amablemente y ella le regresó la sonrisa.

    Carl se quedó contento y tranquilo con la idea de que Gabrielle solo tenía que procesar lo que le había dicho: Probablemente ella no había pensado mucho en ello, pero no se trataba de que no quisiera a Carl. Era lógico, obvio para él después de lo que le dijo en el café.

    Cuando tuvo que darle la cara a Jack, fue una mucho más llena de triunfo y satisfacción que cualquier gesto burlón que Jack le hubiese mostrado antes, lo que consiguió preocuparlo.

    —Y… ¿qué tal estuvo la primer mitad de este semestre, Gabi?— le preguntó Jack un día.

    —Oh, bien, como cualquier otra mitad de semestre— dijo con una sonrisa.

    —Apuesto a que es extraño tener que pasar todo el semestre de corrido con Carl.

    —Oh… ¿así lo ves tú?— dijo mirándolo con confusión. —¿No te llevas muy bien con Carl? Porque conmigo, sus otras amigas y sus amigos, es muy amable— dijo sonriendo.

    —A-amable, ¿eh? Pero… también puede llegar a ser algo pesado ¿no?

    —Yo no lo creo. Es bastante responsable, centrado, inteligente— dijo, ampliando cada vez otro poco su sonrisa, aumentando la preocupación de Jack.

    Con el paso del tiempo, Jack vio cómo sus avances con Gabrielle habían sido derribados por Carl sin que él pudiera hacer nada.

    Hasta que a Jack se le atravesó una oportunidad de oro.

    Una de las mejores amigas de Carl, que estudiaba en la misma universidad, pero solo coincidía con él en una materia ese semestre, le pidió ayuda para pasar un examen extraordinario de esa materia, con la que tenía mucha dificultad. Carl aceptó gustoso porque ella había sido siempre una muy buena amiga suya y no veía motivo para decirle que no. Sin embargo, lo que él no había notado era que esta amiga suya había sido siempre bastante sutil en su coquetería, a diferencia de sus otras amigas. Sutil con él, pero mucha gente en la universidad sabía que lo quería. Y ese rumor llegó a oídos de Jack.

    La movida de Jack consistió en espiarlos durante las asesorías que Carl le brindaba ahí mismo en la universidad. Decidió grabarlos, para ver qué le convendría más usar luego; video con audio, sin audio, el puro audio, capturas del video. Lo que sea, pero sería en contra de Carl. Y es que el inocente chico estaba siempre sonriéndole a su amiga, dichoso de serle de ayuda, mientras ella despistadamente acariciaba su brazo, se pegaba a él, se retocaba el labial mientras lo miraba. Carl no prestaba atención a eso y sólo sonreía, pero Jack y su celular estaban más que atentos.

    Jack decidió que sería una gran idea enseñarle personalmente las pobres evidencias a Gabrielle.

    —Carl habla mucho de ti, Gabi— decía Jack con el celular frente al rostro de Gabrielle un día antes de clases. —Alega sobre lo mucho que te quiere, pero esta no es la única amiga de esta clase que él tiene.

    —Yo… No sé qué decir, Jack— dio Gabrielle, acomplejada por lo que veía en la pantalla. —Es decir, ¿de dónde sacaste esto?— preguntó con un gesto de desagrado. —No lo estarías espiando ¿o sí?

    —Por supuesto que no, Gabi— mintió. —Pasé por ahí por casualidad y solo pude pensar en que no es justo— dijo tomando una de sus manos. —Mereces algo mejor que un Don Juan como él.

    —Oh, vamos— ella sonrió. —Carl no es así. Sus amigas serán muy encimadas, pero él no es esa clase de chico. Lo conozco desde hace mucho tiempo. Lo sé.

    Jack mostró una cara larga de frustración y derrota, pero entonces se oyeron unas fuertes risas acercándose al aula y tanto él como Gabrielle voltearon hacia la puerta para ver entrar a Carl y su amiga a la que había ayudado. Parecían divertirse.

    Parecían divertirse tanto que algo dentro de Gabrielle se removió de una manera muy extraña, haciéndola sentir enferma. Nunca antes le había sucedido algo así; de modo que no pudo evitar reflejarlo como una mezcla de molestia y tristeza en sus ojos. Y Jack se dio cuenta, y no pudo evitar sonreír para sus adentros.

    El resto de esa semana, Carl se la pasó muy confundido porque Gabrielle se estaba comportando de una manera extraña con él. Estaba distante, callada, indiferente. Como antes de que fueran más que simples compañeros de clase.

    Cuando iba a terminarse una semana más en que ella se comportara así, decidió hablar con ella.

    —Gabi, ¿por qué me has estado evitando?

    —No te he estado evitando.

    —Tampoco has querido hablarme más de lo necesario.

    —No es nada personal, Carl. Es solo que he estado pensando mucho.

    —¿Estás bien?— le preguntó muy preocupado. —Sabes que puedes hablarme de lo que quieras.

    —Bueno, no quiero hablarte de esto— le espetó sin poder aguantar su enojo.

    —…Está bien—dijo Carl, mirándola con tristeza. —Tampoco te voy a obligar…

    Carl se alejó sin decir mucho más en esa ocasión, pero no había quedado nada más tranquilo, sino todo lo contrario. Y eso que no había visto que, cuando le dio la espalda a Gabrielle, Jack llegó a su lado para “consolarla”. Porque Gabrielle estaba triste; porque a quien quería era a Carl. Y Jack se estaba aprovechando de esa tristeza.

    Cuando ese semestre acabó, Gabrielle logró reunir las fuerzas para disculparse con Carl por su comportamiento, aunque no con total sinceridad. Así podría fingir que las cosas estaban bien entre ellos e irse más tranquila al otro horario a inicios del séptimo semestre.

    A Carl le bastó esa disculpa nada honesta: Se conformó, pero a la vez estaba totalmente destrozado por dentro y empezaba a rendirse. Comenzaba a aceptar la idea de que pudo haberse hecho ilusiones equivocadas al confesarle sus sentimientos a Gabrielle. El pensamiento de que su tiempo en la universidad estaba por concluir, y él se lo había pasado detrás de ella en vano, lo golpeó con fuerza.

    Fue entonces cuando se dio cuenta de que Jack no había iniciado el séptimo semestre con él.

    “Oh no” pensó. “Ese bastardo se cambió a su horario” pensó muy convencido.

    Y tenía razón. Jack iba a rematar su juego sucio contra Carl torturándolo a pensar, cómo a él le sucedió, qué estarían haciendo juntos. Cómo la estarían pasando. Qué pensaría Gabrielle de Carl ahora. Y de Jack.

    Fueron tres meses demasiado duros para Carl. Incluso bajó en sus promedios escolares.

    Cuando Gabrielle y Jack volvieron al horario de Carl para el resto del semestre, Carl no quería ni verlos. No quería ni siquiera imaginárselos tal vez ya de la mano, hombro a hombro, riendo como nunca por la universidad como una pareja de enamorados.

    Y, bueno, eso no ocurrió. No exactamente.

    Carl vio entrar por la puerta a la misma Gabrielle de siempre, y suspiró con alivio. Y a Jack lo vio entrar bastante más tarde, con un semblante de indiferencia ante todos, del cual no sabía qué pensar.

    Sin embargo, empezó a tener miedo cuando Gabrielle volvió a comportarse de manera extraña y limitada, por así decirlo, con él; siendo que supuestamente se habían arreglado al acabarse el sexto semestre.

    “¡Maldito seas, Jack!” pensó sin dudar.

    Pasadas tres semanas, un día después de clases, Gabrielle decidió aclarar las cosas con Carl.

    —Carl, lo siento muchísimo— dijo con una expresión todavía más triste que la que Carl había tenido desde que volvió a verla. —Se que te debo una respuesta desde hace casi siete meses y…

    —Y esa respuesta es negativa— la interrumpió él, sonriendo con tristeza. Ella respiró hondo.

    —Carl, yo te tengo muchísimo cariño. Pero simplemente no puedo verte como más que a un amigo.

    —¿Podrías darme la razón?

    —¿La razón? Pues, yo, tú, nosotros…

    —A ti nunca te han gustado los rodeos, Gabi.

    —Lo sé, lo siento…— dijo respirando hondo una vez más. —No quería tener que decírtelo, pero en los últimos meses, Jack…— Carl no pudo ahogar un gruñido, y Gabrielle se sorprendió. —¿Lo sabías?

    —¿Qué, específicamente? ¿Qué le gustas a Jack desde que te conoce? ¿Que seguramente en los últimos meses ha logrado que te fijes en él de la misma manera? ¿Que mucho más seguramente te ha hecho pensar mal de mí para conseguirlo?

    —Carl, esas son acusaciones muy serias…

    —¿Acusaciones? ¿Niegas algo de todo lo que acabo de decir?— Gabrielle cometió el error de guardar silencio. —¿Qué te dijo sobre mí?

    Gabrielle no tuvo más opción que explicárselo todo acerca la amiga de Carl y el examen extraordinario, así como las pruebas de Jack y el día que ambos entraron riendo al aula.

    Carl no pudo evitar reírse.

    —No me conoces en lo absoluto, ¿verdad, Gabi?

    —Carl…

    —No me creíste en lo absoluto… No me tomaste en serio cuando te confesé mis sentimientos.

    —Carl, no… Es decir, no se trata de eso.

    —¿Crees que soy la clase de chico que le haría caso a cualquiera que me tomara constantemente del brazo o se la pasara retocándose el maquillaje en frente de mí?

    —P-por supuesto que no, tú no eres así.

    —Ah, pero seguramente se trata de la palabra de Jack contra la mía: El chico al que conoces casi desde que iniciamos la carrera universitaria; que es amable, inteligente, amigable y siempre dispuesto a ayudar a mis amigos y amigas si lo necesitan.

    —Carl, por favor, para. No me hables así.

    —Tú has sido muy buena ocultándolo, pero él no.

    —¿Qué…?

    —¿Vas a negar su relación a pesar de todo?

    Gabrielle estaba muda y más que impactada. Carl había tardado en notar las lágrimas que corrían por sus propias mejillas. Cuando lo notó, chasqueó la lengua contra los dientes y le dio la espalda a Gabrielle para marcharse, ignorando que ella empezó a gritar su nombre a sus espaldas.

    Al día siguiente (sábado), no pudo ignorar sus mensajes. Gabrielle le pidió que se vieran en el café cerca de la universidad y Carl aceptó. Sin rodeos, como era más usual en ella que el día anterior, le dejó en claro a Carl que ella no tenía una relación formal con Jack. No negó que pasase algo entre ellos, como algunas salidas y algunos besos, pero nada de lo que ella pudiese sentirse avergonzada, excepto por el hecho de haber herido a Carl. Él estaba… conmovido. Gabrielle le repitió que lo quería mucho, pero que no podía negar que en esos momentos estaba bastante confundida. Que le atraía Jack, pero que era un chico muy diferente a lo que ella hubiese imaginado alguna vez como un novio.

    Carl se fue bastante más aliviado del café aquella vez, pero Gabrielle aún tenía los pensamientos revueltos. Y ninguno de los dos contaba con que alguien estuviera en el café ese día, aunque no fuese capaz de escucharlos por completo.

    No hace falta decir de quién se trataba.

    Al día siguiente, Carl recibió un mensaje de texto de Jack con una fotografía anexa.

    El mensaje decía “Qué mejor modo de haber iniciado el penúltimo semestre”.

    La fotografía anexa (tomada por quién sabe quién) era una imagen en la que Jack y Gabrielle se besaban en una fiesta.

    Carl estaba indignado. No porque aquel beso hubiese ocurrido. No por haber recibido aquella fotografía de Jack con toda intención de provocarle ganas de vomitar. Se sentía más asqueado pensando que aquel debió haber sido un momento íntimo para Gabrielle; le asqueaba ver esa fotografía porque no le correspondía hacerlo, ni al que tomó la fotografía, ¡ni a Jack! A Gabrielle no le gustaría para nada enterarse de que Jack hubiese mandado fotografiarla en ese momento, tuviese las intenciones que fueran. Pero ir y decírselo a Gabrielle no fue lo primero que se le ocurrió a Carl.

    Carl, bruto, quería enseñarle a Jack a ser más respetuoso por sus propios métodos.

    Y el lunes por la mañana, ahí estaba Carl; con el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de adrenalina en aumento. Aquel aspecto iracundo, furioso, rabioso en él era nuevo para sus compañeros de clase, que, desde una distancia segura, lo observaban ahí, de pie en medio del aula, respirando profunda, pausada y ruidosamente por varios segundos; mostraba los dientes como animal salvaje antes de atacar y miraba fijamente a Jack, su presa.

    La ira lo dominaba y Jack, que no podía escapar de su mirada fija, lucía como alguien que no estaba listo para pretender ser un posible superviviente de guerra. No estaba preparado para enfrentar a un Carl furioso: No es algo que hubiera contemplado nunca antes.

    Nadie lo hubiese hecho. Era como si no se tratara de Carl. Como si aquel sujeto que se presentó con semejante furia de manera precipitada y repentina fuera un completo extraño.

    Los sentidos de Carl estaban a flor de piel, y todo el mundo podía percibirlo tan claramente como el subir y bajar de su caja torácica al respirar con pesadez igual que alguien que descansaba de una persecución. Por eso estaban todos alterados, pero eso era lo único que Carl no podía percibir. Su vista y su rabia estaban sobre todo concentradas en Jack.

    Cuando Carl lentamente comenzó a caminar hacia él, el resto de los alumnos dudaban tanto como Jack si sería peor intentar prevenir que toda esa energía negativa se desbordara.

    Jack estaba más que asustado. Se sentía (y sería) además culpable de la miseria que le esperaba, aunque fuese meramente física: Muy en el fondo reconocía que él, y nadie más que él, había dado vida a aquel monstruo. Tras alimentarlo con odio y celos, veía venir una vomitada de patadas a su trasero.

    Pero cuando ninguno de los presentes podía sudar otra sola gota, ni Jack podía ponerse más pálido, ni Carl podía enrojecerse más, ni acercarse más que unos centímetros más a Jack, listo para llegar a sus límites, fue cuando apareció Gabrielle.

    —¡¡CARL!!— gritó con todas sus fuerzas y todos voltearon a verla, todavía más horrorizados que antes al ver que se había atrevido a intervenir.

    Cuando Carl y Jack voltearon a verla, sus expresiones también subieron de tono por un segundo (a más furioso y a más asustado), pero al siguiente momento se transformaron, respectivamente, a una de cierta vergüenza y a una de cierto alivio.

    Tanto Carl como Jack se habían absuelto tanto en la situación que ninguno de los dos se había dado cuenta de que Carl sostenía a Jack por el cuello de la camisa y lo levantaba un par de centímetros del suelo. Y la reacción de Carl fue tan inmediata que sin quererlo realmente tumbó a Jack al suelo.

    Un profesor tuvo que intervenir, al fin, poco después de que escuchó a Gabrielle gritar. Se llevaron a Carl y a Jack, obligando a los alumnos que habían visto todo a sentarse, calmarse y explicarle todo a otro profesor.

    Cuando Carl salió del aula y acompañó al profesor sin objeción alguna, pasó al lado de Gabrielle y se dio cuenta de que estaba llorando.

    Y lo recordó.

    La madre de Gabrielle se había separado de su esposo incluso antes de que su hija naciera, puesto que el hombre sufría de problemas graves de ira que nunca buscó mantener bajo control.

    Problemas graves de ira.

    A pesar de que Gabrielle nunca conoció a su padre, seguramente debido a su abandono y/o a las dificultades por las que habían pasado su madre y ella (tal vez incluso su madre debió haber pasado por severas depresiones), Gabrielle debió de haberse alterado más que cualquiera al ver a Carl como lo vio.

    “Seguro mañana o en unos días se sentirá aliviada” pensó, triste; “de no haberle dado una oportunidad a alguien similar al sujeto que las abandonó a ella y a su madre”.

    Al llegar a la oficina del director de la universidad, Carl no pudo evitarlo y se dejó venir en llanto. El director y el profesor que los había llevado ahí debieron pensar que quería dar lástima, pero Jack, a pesar de sentirse (y ser) culpable de todo aquello, sabía perfectamente que esas lágrimas no eran por cualquier castigo que la universidad tuviera para él.

    Una vez que se calmó un poco, Carl explicó a medias que tenía problemas personales que involucraban a Jack, pero que estaba en verdad arrepentido de su comportamiento y aceptaría sin objeción cualquier castigo que creyeran que mereciera.

    El director y el profesor los dejaron solos un momento, por arreglar algunos papeles, y Jack le dijo que quería abogar por él, pero Carl veía venir que la universidad les obligara a ambos a buscar ayuda psicológica y le recomendó que no lo hiciera.

    De hecho, Carl le pidió a Jack que, si se creía tan merecedor de Gabrielle y si tanto la quería, cuidara de ella, o de lo contrario, que dejara de confundirla e ilusionarla. Y que se compusiera a sí mismo para ser todavía más merecedor de ella, porque no se trataba de cualquier chica.

    Para buena suerte de Carl, el director no lo suspendió de la universidad, ya que estaba a punto de terminar la carrera. Y también para su buena suerte, sobre todo por precaución extra del director, fue capaz de arreglarse en horarios totalmente distintos a los de Gabrielle y Carl para lo que restaba de sus estudios (es decir, no mucho). Se vio obligado a aceptar la ayuda psicológica, pero no fue del todo un sacrificio.

    A fin de cuentas Carl se quedo deseando que Gabrielle fuese feliz con Jack, con otro, con su madre, sola, con quien ella quisiera, pero feliz.

    Ya vendría alguien más de quien él fuera merecedor en realidad.
     
    Última edición: 6 Octubre 2016
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Un buen chico Carl y los siento por Gabrielle que no lo supo ver. Ella se dejó espantar por lo que vio y juzgó sin ver todo el cuadro completo, la bonita disposición que Carl tenía, su arrepentimiento por haber perdido su buen juicio. Y no, no considero que Carl tenga problemas graves de ira. Una persona que tiene ese problema se encoleriza a cada instante y por todo, pero el motivo que Carl tuvo fue bastante lógico para airarse tal y como lo hizo. El honor de la chica que amaba estaba en entre dicho. ¿Quién le aseguraba a él que así como le envió a él la foto, Jack no se la enviaría a alguien más? Jack demostró jugar sucio y eso molestó a Carl.

    Bien, llegará otra chica que sí sepa ver y valore lo genial que es Carl xD
    Saludos.
     
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