Spin-off Presage Flower [Gakkou Roleplay]

Tema en 'Archivo' iniciado por Zireael, 9 Marzo 2023.

  1.  
    Zireael

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    Me estaba acostumbrando al hecho de que el hastío parecía ser la emoción por defecto de este chico, era la que saltaba con casi cualquier cosa, así fuese un instante, y me hacía cierta gracia. Además seguía sin saber que la pobre criatura estaba allí fastidiado por el par de centímetros que le sacaba con las plataformas, aunque en su defecto no habría cambiado mucho nada.

    La tontería de pretender besarlo de nuevo y retroceder fue por dos motivos esenciales; que me gustaba hacer el imbécil y que quería seguir tanteando el terreno, mera supervivencia digamos, o suicidio dependiendo de cómo quisiera uno verlo. Lo que supe fue que se molestó, lo que dejaba claro un par de cosas que quizás no quisiera admitir a viva voz.

    Qué iba a saber yo que me andaba juzgando por la cara de cordero y las chaquetas bordadas.

    Si era mi don, después de todo. Era mi personaje.

    Le había tocado los huevos, así que mandó todo a la mierda, encontró mi nuca con la mano y sus dedos se hicieron con algo de mi cabello con firmeza, rozaba lo brusco, pero en sí no me dolió. Estaba acostumbrado a eso, si era honesto, puede que fuera mi propio awakening de unas semanas atrás pero ya estaba visto que era bastante brat cuando me daba la gana.

    No sería mucho, pero me había inaugurado con un cabrón.

    Tenía poca capacidad de espanto y aprendía peligrosamente rápido.

    No era ningún experto del rollo ni nada aún así, pero intuía que Yashihiro estaba en el lugar que yo había estado hasta hace relativamente poco y quizás me aprovechara un poquito de esa diminuta diferencia. Sonreí contra su boca, lo recibí pero no le di cuerda del todo y colé la mano para volver a sujetarle el rostro, ajustar la posición y finalmente ceder apenas. Abrí un poco los labios pero no le di el gusto completo, fui yo el que coló ligeramente la lengua en su dirección y al final retrocedí. Para separarlo de mí sí puse algo más de fuerza en los dedos que sujetaban su rostro, lo suficiente para dejarle claro los límites del mundo.

    Take it easy, kid —murmuré, si acaso a un par de centímetros de su rostro—. Te recuerdo que seguimos al aire libre y el secreto ahora lo compartes conmigo.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Se podía decir que había perdido el control, ¿No? Sabía que llevaba un tiempo queriendo conseguir algo cómo esto, tantee el terreno con la señorita White, me imaginé el enrollo con la chica que respondía a Ayala, pero terminé corriendo el riesgo con un chiquillo mayor que yo.

    Vamos, ¿Por qué? ¿Solo porque era chico y cagarla me importaba menos que con una chica...?

    No, porque si se tratara de eso lo de Amery no significaría tanto.

    Solo era más precavido con ellas y, al presentarse una especie de oportunidad con Cayden, la mezcla de lo que quería contra lo que él me exigía me llevaron a querer estar con su boca pegada a la mía.

    Eso y que me tomara el pelo como si yo fuera cualquier otro.

    No, querido, jamás. Cuidado con quién te metes.

    Cómo fuera, cuando sentí mi lengua chocando contra la suya mi cuerpo cedió un poco por más que no separara las manos de sus carnes escondidas bajo la ropa. Fue cuando el empujó su lengua contra la mía, entrando en mi propia cavidad, que desinflé el pecho de manera ligera por la nariz, qué decir, cuando se volvió a quitar mis manos no lo obligaron a quedarse conmigo, pero, reitero, se quedaban pegadas sobre él con suavidad aunque sea.

    Entendí lo que dijo, lo entendí mientras lo miraba con precisión, serio, pero algo en esa mirada oscurecida por mi propio flequillo para estar en trance, cómo si no viera nada o viera más que ante mis ojos. Cuando procesé lo que dijo, divido a que el inglés era fácil, mi mano se ciñó más contra su cintura, pegándolo a mí, y la otra sobre la mata de su cabello viajo solo un poco desde la nuca hasta más arriba en su cabeza, dibujando surcos y afianzando el agarre que tenía.

    Mi voz cayó sobre su oído cuánto antes, manteniendo cierta distancia, era un sonido claro y directo que no acariciaba con su respiración los contornos de la oreja.

    ¿A dónde quieres ir, entonces? —comenté con la voz grave y calmada, pero era más intensa que lo normal y parecía vibrar incluso desde mi pecho. No me aguanté y por mero gusto tomé con cuidado su lóbulo entre mis dientes, aplicando una presión pequeña, luego lo succione y bajé para suspirar sobre su cuello. Conseguí lamer un poco sobre, lo sabía, la yugular buscando sumas sensibles, luego besé una parte carnosa entre su mandíbula y el cuello, la que era una zona cercana a la oreja... Besé, comprimí, volví a suspirarle encima acomodando mis manos otra vez sobre su cuerpo solo para pegar su cuerpo al mío, de momento no generaba fricción, pero lo quería cerca.

    Volví a caerle sobre el oído, quería que me escuchara.

    >>Tengo chances de que vayamos a dónde sea que quieras...— Me separé para chocar mi frente con la de él y mirarlo directamente a los ojos, los cuales se veían super serios, pero mi voz salía con tranquilidad—, así que se honesto, que no tengo muchas ganas... de ser considerado contigo. —practicamente bajé el tono de voz de por si calmo para termina susurrando y rotando tan solo un poco la cabeza para encajar mejor sobre esos labios que aún no tocaba.
     
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    Zireael

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    Toda mi vida había sido una chica metiche, sabía que se veía de esa manera, pero se había acentuado luego de la muerte de papá y de que Kaoru me sumara a sus chacales, justamente porque el chico había aprovechado mi personalidad para mantener fracciones del orden muy específicas. Él lo sabía, ¿no? El poder que podía ostentar sobre los hombres, los mismos que me habían privado de tomar el lugar de mi padre en la jerarquía.

    ¿No tenía atados a los pocos chacales sobrevivientes?

    Les había hecho jurarme lealtad.

    El paso de los años y las experiencias, terribles, había seguido afilando el filo de mis armas de forma constante hasta hacerme comportarme de forma muy similar a mi padre. Había amor en sus acciones, como lo había en las de mamá, pero papá era un estratega también y ahora como su única representante, como la única que había heredado el mechón blanco Minami encima, el Imperio secreto de Minato crecía y actuaba según reglas muy específicas. Podía dejar a ciertas personas con vida en tanto fuesen necesarias para la supervivencia de los míos.

    Los pilares de mi fuerza yacían no solo en esa capacidad, si no también en la fuerza de mis emociones, las que fuesen, incluso si se convertían en mi debilidad. Contrario a Kaoru y al Hijo del Emperador, no era ninguna mente maestra, no era una genio de ninguna clase, pero lo sensible que era a los cambios de las personas a mi alrededor y la conexión que establecía con las personas me habían dado un instinto poderoso.

    Me movía en función a cambios en el aire, ínfimos.

    Como una verdadera llamarada.

    Sentí las caricias de Momo en el cabello, en la coleta alta, y pensé que era la representación de una noche de luna en sí. El cabello oscuro, liso, cruzado por el haz albino y los ojos de aquel violeta; me había entregado al mundo de sombras, pero eso no me volvía una en todas las de las ley. Incluso allí, en la oscuridad que recordaba a la de una verdadera catacumba, había luz. Poquísimos de nosotros podíamos producirla a conciencia.

    Kaoru era uno de ellos.

    Cayden también, incluso si no era el rey.

    Aunque a su vez existían criaturas que parecían absorbe la poca iluminación de esos espacios, a veces necesitábamos de esos individuos y los adoptábamos. Cada quien, al final del día, tenía su función y eso sabía comprenderlo. Todos éramos diferentes, por eso necesitábamos de conexiones, de hilos que nos ayudaran a crear estructuras capaces de sostenerse.

    Momo habló de esas diferencias, me permití una sonrisa tranquila y cerré los ojos, escuchándola. Puede que hubiese alargado de más algo que podía ser más simple, pero sus palabras también se fusionaron con otras cosas. Recordé el amor sosegado de Kaoru, lo estoico de su personalidad y el hecho de que se emocionaba más bien poco, pero no por ello no nos sentíamos amados.

    ¿Me costaba entenderlo? No, de hecho lo admiraba por ello.

    Tomoki había aflojado apenas el agarre para permitirle movimiento a la castaña, pero permanecía apoyado contra mi cabello y sentí su respiración agitar algunas hebras cerca de mi frente. El cuerpo de ambos estaba tibio, era reconfortante y de repente me entró una correntada de sueño por la tranquilidad que sentía.

    —Gracias, cielo —dije hacia Momoka—. De verdad.

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    Al crío se le había volado la putísima pinza, la pura verdad, de nuevo puede que fuese mi culpa por tensarle los cables así que debía hacerme responsable, más o menos. Lo cierto es que a veces también me hacía un poco el tonto y no atendía las cosas que me correspondían, pues porque le correspondía a la otra persona más que a mí mismo o eso me hacía pensar.

    Era su scapegoat, ¿no? Claro.

    Conmigo podía tirarse al agua sin miedo a cagarse en todo.

    Oh, dear, I know this feeling. Embrace it.


    Su cuerpo cedió con el choque, pero fue cuando invertí la gracia que se desinfló los pulmones, su respiración rebotó en mi rostro y tuve que usar demasiados recursos mentales para no soltar la risa allí. Me dejó separarme, no dejó ir los puntos de contacto y por consecuencia no me soltó, pero cuando le hablé noté su mano adquirió algo más de fuerza en mi cintura. La mano en mi cabello hizo más o menos lo mismo, así que me anticipé a la gracia de turno y le eché un vistazo al espacio, no había nadie de momento.

    La pregunta de mierda me vino en gracia y ahora sí solté la risa, fue un poco más grave y oscura de lo que me hubiese gustado, pero no puede contenerme demasiado bien. El hijo de puta ya estaba ido, me pescó el lóbulo, insistió y solté un suspiro al aire, el imbécil siguió hasta mi cuello montándose el numerito, pegó más su cuerpo y la gracia me lanzó una llamarada encima. Salió de lo profundo de la cueva, me lamió la piel y me jodió algunas conexiones.

    Aunque no las suficientes, sin duda.

    Ahora no tenía alcohol en sangre ni años de confianza haciendo build up.

    Reposé el brazo sobre su hombro, fue un poco inconsciente, el estúpido soltó tan pancho que podíamos ir a donde me diera la gana y me volvió a dar risa. Su frente chocó con la mía, enfrenté sus ojos, siguió hablando mierda y cuando dijo que no tenía ganas de contenerse se quedó a la distancia suficiente para mantener el espectáculo.

    El brazo que había dejado de utilizar, el de la bolsita del mochi, apareció en el campo de visión e interpuse el objeto entre su boca y la mía. Estaba jodidamente lúcido, para su desgracia, y como le diría a mi padre semanas más tarde las últimas estupideces de mi vida las había hecho luego de beberme hasta el agua del florero... el resto, porque me había salido de las pelotas.

    —A ninguna parte —respondí, firme, poniendo distancia—. ¿Te crees que por una media comida de boca ya voy a empezar a pensar con la cabeza de abajo o algo?

    Bajé el brazo, mochi en la bolsita incluido, y le sostuve la mirada porque esperaba que sí entendiera las negativas o íbamos a tener un conflicto bastante importante. Además aquí en pleno parque en cualquier momento podían aparecer sus primos o mis amigos, no le convenía demasiado seguir jugando tanto.

    —Relájate un poco, Yashi. ¿No se supone que el intenso era yo?

    Cayden dejó al Yashi:
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    Kaisa Morinachi

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    Una suave risa brotó cuando exhalé con una sonrisa en mis labios, amplíe la sonrisa, con ese voto de silencio agradecí las palabras de Yuzuki.

    Agradecí su gentileza.

    Me separé con una suave caricia sobre sus brazos y luego coloqué mis manos en las caderas, con una sonrisa animada y un ceño determinado.

    —¡Bueno! Aún nos queda un recuerdo...— Amplié la sonrisa, sagaz, cuando enfrenté la mirada de Yuzuki—, y dos abanicos.

    Solté una risilla animada y me colé con ligereza entre Tomoki y Yuzu-rin, ahora yo tomaba el brazo de cada uno para reanudar la marcha.

    >>¡Luego podemos comer algo!

    upload_2023-4-19_15-50-57.png

    Me gustaron las reacciones que tuvo mi senpai, pero no por eso lo tomé como señal para seguir el camino que había tomado. Me quedé cerca de él, si, ejerciendo cierta presión pero sin llegar a ser duro.

    Colocó la bolsa entre nosotros y escudriñé sus ojos, solo eso, el chico colocó distancias, me erguí como correspondía, manos escondidas en mi yukata y alcé un poco el mentón para verlo con seriedad tosca. Con lo de la comida de boca desvié la mirada a cualquier lugar del suelo, sin cambiar mi postura, entrecerré los ojos y mi rubor aumentó con la tención de mi ceño.

    Que jodida vergüenza

    No lo miré hasta que usó mis propias palabras contra mí, cosa que me desagradaba. Lo miré con ese desagrado, un poco altanero, pero poco sacaba con enojarme yo, incluso me costaba perdonarme por impulsivo. Suspiré pesado a ojos cerrados, por las que apenas y separó mis labios. Me quedé un momento así, callado, luchando por dentro con las ganas de darme contra un árbol...

    Extendí mi mano, le miré directo a los ojos.

    —Mejor dame el mochi.

     
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    Zireael

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    Lo denso del ambiente pareció diluirse rápidamente y lo agradecí, porque aunque no me molestaba sí que era diferente teniendo en cuenta que estábamos a mitad de un festival. Incluso a mí el sentido de privacidad se me despertaba de vez en cuando, aunque pareciera que no lo poseía una mayoría importante del tiempo, y ese momento había sido unos de ellos.

    Asentí a las palabras de Momo, tranquila, noté que Tomoki hizo lo mismo y ambos nos dejamos llevar por la muchacha como si nada. La idea de comer algo tampoco sonaba mal, así que ambos la aceptamos sin decir nada.

    Luego de caminar unos pocos metros, Tomoki reaccionó de repente y le habló a la chica.

    —¿Cómo es tu papá, Ashi-san? Para pensar en qué podemos conseguirle.

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    Me anticipé a que la negativa iba a molestarlo pues porque a todos nos molestaba recibir un no por respuesta, pero el cómo procesáramos esas negativas y las aceptáramos era la que cambiaba todo. Por su reacción, la forma en que desvió la vista al suelo cuando dije lo de la comida de boca y se le subió la sangre a la cara, asumí que su molestia era más vergüenza que otra cosa y la sonrisa que se me escapó fue de ternura, de nuevo.

    Suspiré, resignado, cuando me miró con la molestia de hace un rato y supuse que era por seguir usando sus palabras en su contra. Lo de que el intenso era yo era una espada de dos filos claro, era para obligarlo a él a recatarse y para recordarle que, bueno, la criatura emocional de la dupla era yo. Podía ser su voz de la razón si quería, pero al final lo cierto es que tenía todo tan cruzado de emociones que me volvía un poco caprichoso también.

    Por experiencia podía decirle que castigarse a uno mismo era más bien innecesario.

    No tenía caso ser tan duros con nosotros mismos.

    Cuando me pidió el mochi asentí con la cabeza, tranquilo, y medio saqué el bocadillo de la bolsa para entregárselo. Se lo dejé en la mano, todavía medio envuelto, regresé el brazo a mi espacio pero caminé en su dirección, apenas lo suficiente para cruzar a su lado y luego a su espalda, rodeándolo. Le pasé ambos brazos sobre los hombros, abrazándolo desde atrás en un gesto que no cargó ninguna segunda intención y reposé el mentón sobre mi propio brazo en su hombro derecho.

    Come on —dije bajito, de hecho la voz se me suavizó bastante—. No te enojes, Yashi. Puedo pasar a verte al club cuando quieras, ¿o no?
     
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    Kaisa Morinachi

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    ¿Quién no agradecía la calma? Era una chica muy animada que tenía bastante energía, pero la verdad es que odiaba las cosas descontroladas, porque en parte creaban injusticias. Nací y crecí un poro rezagada, recordando días en soledad que fueron animados, por más increíble que pareciera, gracias a Fujiwara Kenta... Ayudar, lograr que la gente se sintiera bien.

    La alegría, el gozo y la calma, las tres podían permanecer juntas, pero algunos necesitaban unas sobre otras.

    Los guié e incluso tararie una canción animada con mis labios cerrados, fue en ese pequeño momento de distracción que Tomoki llamó mi atención, cosa que se reflejaba conmigo mirándole con ligera sorpresa.

    —¿Mi padre? —pregunté con suavidad, luego miré al suelo siendo muy seria con mi reflexión, algo repentino, pero...

    Cada vez que hablaba de él, me gustaba reflejar lo mucho que significaba para mím

    Luego de pensarlo, aún cabizbaja, sonreí con ternura y compasión, pero cuando volví a dirigirme al chico me veía más entusiasmada e incluso orgullosa que otras veces.

    —¡Es alguien muy trabajador! —exclamé con una sonrisa, aunque luego la nostalgia se reflejó cuando miré cómo mis pies avanzaban, aún cuando la sonrisa seguía sin desvanecerse, aún si debía teñirse de colores amargos—, que quiere mucho a su gente...

    Y miré a Tomoki a los ojos, unos ojos bien abiertos, una sonrisa calmada, pero amplia. Una voz que no reflejaba más que todo un bienestar: Sin dudas, sin lamentos, sin excesos.

    >>Y haría lo imposible por cuidarles...— Y cuando concluí fue que mi rostro se torció en pudo y vergüenza a ojos cerrados—, jejeje— Y la suave sonrisa no hizo más que reflejar el sentimiento.

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    Recibí el mochi y actué un poco en automático, pues no dije gracias ni le miré de más y me centré en abrirlo con cierta agilidad, pero un cuidado absurdo, claramente evitando dañar el papel que lo envolvía. Eso sí, el cabron no demoró en rodearme como un felino depredador o algo y lo miré con un silencio mala hostia increíble, reflejando incluso un poco de desconfianza.

    Claro, me sorprendió cuando me abrazó por los hombros... pocas personas hacían eso...

    Lo primero que hice fue suspirar resignado puede que cabizbajo, la verdad la distracción me hizo notar que en verdad no quería comerme el mochi, no de mal humor, al menos. Era desagradable tener que disfrutar una comida estando incómodo, para qué mentirnos.

    Fue entonces que me habló, algo en mí se removió en consecuencia, aún afectado por las hormonas, claro, pero...
    esto era distinto.
    Suspiré de modo que mi alma pareció irse en ese gesto, pero al menos mi cuerpo se relajó en consecuencia y seguro Cayden lo notó por el abrazo.

    Un poco abatido con la mirada perdida más allá del mochi, en el suelo, respondí.

    —No me enojaría...— No contigo, al menos... Luego se me vino a la cabeza la estupidez de turno para sonreírle con sorna buscando sus ojos—, y creo que es más vergonzoso este abrazo que pensar en dos borrachos no distinguiendo si lo que tienen frente es hombre o mujer...

    Y sonreí con una calma no pueril ni que se hacía pasar por buena. Era tan solo eso, tranquilidad mezclada con compresión.

    Aunque lo segundo fue irónico a cagar con el buen tono y la sonrisa en la cara.

    >>Así que sueltame, por favor.
     
    Última edición: 13 Mayo 2023
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  7.  
    Zireael

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    La pregunta la había hecho Kicchan así que guardé silencio, esperando por la respuesta de Momo y vi al muchacho prestarle toda la atención que ameritaba. A veces era un poco lengua suelta, sobre todo con otros hombres porque no se molestaba en ponerse un filtro entre lo que pensaba y lo que decía, pero en general era un buen muchacho.

    Cuando la castaña le respondió sus gestos se suavizaron, supuse que le dio ternura o algo y no interrumpió su tren de pensamiento ni nada. Supe que seguramente se había puesto a pensar en qué podría gustarle a alguien con esa descripción que era bastante general, pero más que eso debía trabajar con lo que decía Momo sin hablar. Lo que había en sus gestos y ademanes.

    Las frases finales hicieron que el chico me mirara de reojo y entendí que ese gesto cargaba cierto tono de "me recuerda a alguien" que no pude ignorar, pero no le dije nada. Seguí dejándolos hacer, estudié el espacio con la mirada un momento y me di cuenta que Cayden había desaparecido del todo y tampoco había rastro de su amigo, así que imaginé que se habrían alejado de esa zona.

    —¿Un daruma, quizás? —preguntó el muchacho medio al aire.

    —No se supone que los daruma se regalen a la ligera —añadí entonces—. Aunque podríamos darle uno para representar que confíe en sus esfuerzos nada más, supongo. No suena mal.

    Cayden.png

    Puede que Yashihiro fuese incluso más receloso que yo y tuviese todo que ver con su entendimiento del poder y tal, cosa que a mí no me llegaba interesar lo suficiente. Tenía que estar demasiado tenso como para ver en mi gesto algo remotamente parecido a la depredación, quería decir, para verlo yo mismo, porque en general me importaba bien poco.

    Siendo que era la presa era casi la totalidad de las veces.

    Contuve el suspiro que sentí la necesidad de liberar al escuchar el suyo y me di cuenta que estaba incómodo antes de que dijera nada, pues porque de por sí este crío se la pasaba brincando del buen al mal humor como quien se cambia la ropa interior. El siguiente suspiro le aflojó el cuerpo, sí, pero dudaba que le hubiese sacado la incomodidad.

    Me fui despegando de él antes de que lo pidiera, noté apenas la sorna de su sonrisa cuando me respondió luego de lo que no se enojaría y me permití una risa baja al escuchar lo que dijo. Me vino bastante en gracia, para qué mentir, pero seguí separándome hasta desperezarme de sus hombros y dejarlo tranquilo, justo cuando pidió directamente que lo soltara.

    —Es un simple abrazo —dije con calma y volví a enderezar los pasos hacia el cerezo—. No es tan complicado para que alcance el terreno de la vergüenza, al menos para mí, pero cada quien con su cosa supongo.

    Rodeé el tronco del árbol despacio, de paso me sirvió para darle tiempo de enfriamiento a Yashihiro o lo que fuese, y le di vueltas a algunos pensamientos no demasiado importantes. El haori que llevaba encima siguió meciéndose al ritmo de mis pasos, los dichosos lirios araña que Yuzu había dicho que debía llevar con más justicia o qué sabía yo.

    —No pretendía incomodarte, perdona —dije cuando el tronco del árbol me ocultó durante unos segundos antes de volver al lado que me dejaba visible y me acuclillé para tomar algunos pétalos caídos—. Los límites de las personas son sagrados después de todo.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Ambos me ayudaron a buscar un regalo en base a lo que yo les conté sobre mi padre, aunque entre todas las cosas sé que un Daruma nunca habría pasado por mi cabeza. Ni siquiera reaccioné en un inicio, me quedé pegada a los ojos de Tomoki y luego miré a Yuzuki cuando habló. No sonaba mal, pero...

    —¿Será buen regalo? —reflexioné mientras llevaba uno de mis dedos a mi mentón, luego intercale mirada entre ambos—, es que un Daruma es para mantener promesas...— Sonreí— o bien prometerte a ti mismo metas...— Fruncí el ceño e hice un mohín mirando al frente—, ¡Papá ya hace todo eso...!

    Y miré el suelo, sonriendo con suavidad, luego le sonreí a Yuzu-rin con ojos cerrados y mi dentadura blanquecina.

    >>Aunque podría funcionar...

    Miré al frente con la sonrisa, aún debatiendome el cómo, pero mi plan, aunque un poco egocéntrico, me parecía bueno...

    De todas formas les sonreí una última vez.

    >>¿Alguna otra opción? —indagué calmada.

    Nunca estaba de más pensarlo otro poco. Una figurilla con algún dios protector no vendría mal, ¡Porque él quería proteger a mucha gente!

    upload_2023-5-13_20-41-17.png

    Le sonreí casi como si mis músculos no pudieran hacer otra cosa, pero poco a poco y a medida que él se alejaba me crucé de brazos y volví a la seriedad más común... Siendo sincero, creo que antes no era así de amargado... aunque si fui siempre medio arisco y me mantuve en las sombras de un chico ansioso y otro que brillaba más que cualquiera de los dos juntos. Observé cómo rodeaba el árbol sin dejar de perder esa gracia delicada y me cuestioné eso de los abrazos, reflexivo...

    Acostumbrado a los abrazos, eh, pues yo no era de esos. Con suerte me abrazaba mamá y algunas pocas tías, ni mi prima era tan de piel, creo que ninguno en mi familia lo era y mi mamá solo me abrazaba de pequeño al volver del trabajo o ahora de grande cuando me extrañaba mucho o en ocasiones especiales, pero en general poco relacionado estaba a ellos y eso explicaba la situación actual. De pensarlo exhalé otra vez relajando mis hombros y descansando la vista...

    Los límites son sagrados, decía...

    Caminé despacio y me puse por delante de él con un par de pasos como distancia, le sonreí sin prisas, otra vez juguetón, pero de cualquier forma seguía con los brazos cruzados y, reitero, manteniendo las distancias.

    —Aquello...— No se me ocurrió una manera de aligerar el ambiente al respecto, así que con una suave sonrisa me llevé las manos dentro del yukata, cabizbajo—, dice muchas cosas de ti...— Y alcé la vista, me era un poco antinatural sonreír con tanta tranquilidad, pero bueno, los milagros ocurrían—, cosas buenas.
     
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    —En casa siempre asociamos los daruma a la confianza, quien lo regala confía en que tienes la capacidad de lograr aquello que te propongas —dije deteniéndome un segundo en un puesto con varias figuritas, los dichosos daruma entre ellas—. Pero supongo que eso de alguna forma es una promesa, sí. Igual cada quien decide qué significado darle a los mensajes que pretendemos transmitir.

    —Que ya hagas las cosas no desacredita el hecho de que alguien aparezca para decirte "confío en el poder que posees", ¿es eso lo que quieres decir, Yuzu? —preguntó Tomoki—. Es estirar un poco los significados de las cosas.

    —Cuando tienes una personalidad que busca proteger a veces olvidas el verdadero valor de tus acciones —dije mirando a ambos de reojo—. En un mundo ideal todos deberían tener la fuerza para cuidar de los otros, pero no es así. Todos somos diferentes y atendemos funciones distintas, pero que se nos recuerde que lo que hacemos es importante... Que los otros confían en eso, a veces te alivia el corazón. Los daruma recompensan el sacrificio y la fuerza de voluntad también, pero lo reducimos a sus significados básicos muchas veces.

    —Protección —soltó Kicchan medio de repente, como si se hubiese iluminado y miró a Momo—. Una ofuda del santuario. Encarnan a las entidades a las que les rendimos culto y son para proteger a la familia, no solo al que tiene la ofuda.

    Despegué la atención de las figuritas del puesto y desvié la mirada en dirección al santuario, suponía que la aproximación de Tomoki al recuerdo no estaba mal. De alguna extraña manera parecía algo más general pero a la vez más específico, por razones que eran un poco obvias. Igual al final no nos correspondía a nosotros la decisión, si se adaptaba a la situación eso solo lo podía decidir la castaña.


    Cayden1.png

    Entendía a Yashihiro a pesar de que no pareciera estar dándole muchas vueltas porque en líneas generales no me gustaba que los demás me tocaran, no si no confiaba en ellos quería decir. En el momento en que pasaba a considerar a alguien un amigo esos límites de desdibujaban hasta casi desaparecer y pasaban estas cosas de lo más risibles, en las que entre otros introvertidos parecía ser yo el que tenía el torpedo en el culo.

    El caso era que en mi casa todos eran mano suelta, mamá siempre había sido amorosa y mis tíos también, de ahí que no pusiera demasiadas pegas para acercarme a los otros apenas confirmaba que podía hacerlo. Nakagawa mandaba señales mezcladas a todas horas, cada cinco minutos, de alguna forma era como si anduviese tanteando el mundo y nunca acabara de convencerlo.

    Después de todo, a uno le gustaba la cueva por algo.

    Había recogido unos cuatro pétalos del suelo, los que parecían más intactos, y antes de hacer nada más me las arreglé para guardarlos en la funda del móvil. Al llegar a casa los pondría entre un par de servilletas para que luego pasaran unas semanas bajo algunos libros, hasta secarse en condiciones. Luego de eso pasarían al frasco de pétalos de mamá.

    Me enderecé cuando terminé, justo cuando Yashihiro había caminado hasta alcanzarme de frente, así que lo que me recibió primero fue su sonrisa. Seguía manteniendo las distancias y la mierda, cosa que respete mientras regresaba el teléfono al bolsillo del pantalón, aunque detuve mis movimientos al escuchar lo que me dijo. La mente se me fue a neutro varios segundos, pero se me aflojaron los hombros sin darme cuenta.

    —Pues claro —solté medio en tropel y giré el cuerpo para recostar la espalda en el tronco del árbol—. Me he mandado muchas cagadas en la vida, tantas que ya dejé de contarlas, pero intento crear la mejor versión de mí todavía.

    Me deslicé por el tronco del árbol hasta poder sentarme en el suelo y ya allí flexioné las rodillas para apoyar los brazos. Suspiré con cierta pesadez, pensé en solo quedarme callado, pero al final añadí algo más.

    —Llevo mucho tiempo siendo una pequeña máquina de contradicciones y dudo dejar de serlo alguna vez —dije apenas al volumen suficiente para que mi voz lo alcanzara, pero seguía sin mirarlo, y descansé mi mejilla contra el brazo derecho que tenía apoyado en mi rodilla—. Al final del día esperaría que el filtro de los otros fuese capaz de elegir verme por lo que dice que todavía no he vendido el alma a un fragmento del mundo que no pueda hacerme un reembolso.

    Lo quería así porque había personas que me amaban.

    Que me habían elegido a pesar de tener mejores opciones, muy posiblemente.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Escuché con atención las palabras de Yuzu-rin, no pude ni quise evitar sonreír con ternura al comprender el valor que tenían los Daruma para ella, con la misma sonrisa miré los que ofrecía el puesto posando con suavidad una de mis manos sobre la mesa... Sonreí con más entusiasmo, al final la idea del Daruma si parecía bastante buena. Sonreí más amplio, labios cerrados, cuando Tomoki "tradujo" las palabras de su amiga, no pude evitar reír con bastante ternura cuando dijo lo de estirar significados, me tuve que cubrir la bocaon el dorso de la mano y todo. Aunque, bueno, en el fondo pocos problemas tenía con escuchar lo que la gente que me agradaba tenía para decir, un poco independiente de qué tan interesante fueran a ojos de otros.

    A mí me gustaba y con eso bastaba.

    Eso sí, con la reflexión de Yuzu respecto a lo de proteger y olvidar el por qué la ligera sorpresa me borró la sonrisa, aunque no expresé ninguna emoción negativa o algo, al contrario, me parecía curioso cuanto menos. Era como aprender poco a poco más de lo que significaba el mundo para Yuzuki... sonreí con suavidad. Yo quería entender esa visión, por más que al final no compartiéramos tantas características más allá de cuidar a los nuestros... Aunque eso lo hacía todo el mundo, ¿no? Ayudar, proteger y cuidar a quienes querían por más que a veces el mensaje se perdía o contradecía.

    La cosa es que Tomoki ofreció la idea de una Ofuda y mis ojos se abrieron a medida que mis labios, con ligereza, se separaban. No demoré en sonreír con bastante entusiasmo. Junté mis manos en una palmada mientras ladeaba la cabeza con gracia risueña y suave alegría.

    —¡Creo que ya me decidí!— Luego de eso miré con tranquilidad el puesto, buscando un Daruma que me gustara. Hice un mohín reflexivo tomándome el trabajo con bastante seriedad—, disculpe, llevaré ese —dije apuntando el un daruma no muy grande, luego miré con entusiasmo al par—, ¡Luego podemos buscar un Ofuda para mamá! —sonreí con una alegría resuelta cuando dije eso, cerré los ojos y reí un poco aumentando el sentimiento.

    Why not, más teniendo en cuenta cómo tienen por las nubes el one este par

    [​IMG]

    La sonrisa desapareció cuando se respaldo en el tronco y respondió, no reflejé enfado como tal, ni siquiera desinterés. Al contrario, mantuve una templanza que tal vez a varios no le agradaba por cargar cierta seriedad, pero era mi manera de escuchar a la gente: Sin conmoverme. Los trabajos extra que tenía que hacer mamá, conversar con papá sobre alguna injusticia laboral, escuchar cómo Uchima lloriqueaba porque algo no iba cómo quería y ver a Yamamoto preocupado ya fuera por las pruebas o los matones de turno. El mundo parecía vertiginoso ante mis ojos y yo solo me dejaba arrastrar por mis amigos, obedecía a mis padres y trataba de mantenerme inmutable a todo el caos que me rodeaba y...

    Y no sé cuándo evolucioné a lo que era.
    Imagino que al final no era desinterés.
    Siempre me preocupé.​

    Por mis amigos, mis senpais y, por qué no, muchas veces sacrificaba algunas cosas por brindarles a mis padres una tranquilidad que la vida laboral les arrebataba entre tantas exigencias y presiones...

    ¿Qué más haría aparte de escuchar lo que Dunn estaba confesándome? Todos nos equivocamos, Dunn...

    Y la gran mayoría sigue adelante.
    Sonreí con una calma que, sin saber, reflejaba un orgullo por quién veía bastante sincero, creo que nunca fui bueno para fingir algo que en verdad no sintiera. Eso sí, la seriedad calma volvió cuando el pelirrojo se dejó caer con suavidad respaldado por el árbol, no me moví casi, porque solo ladee un poco la cabeza, curioso. Escuché con atención, pero de todas formas terminé llevando una de mis manos sobre la cadera y otra al mentón, miré las copas rosáceas reflexivo.

    Con suerte entendí un poco de toda la enmaraña de cosas que me entregó en un código morse que no entendía. Suerte y ya tenía experiencia con metáforas. Dejé caer la mano en mi mentón sobre el otro lado de mi cadera, le sonreí con una confianza calma sin acercarme ni alejarme, la voz salió de igual manera, firme, pero relajada.

    —¿Y por qué vender lo que eres, Cayden-senpai?— Me acuclillé frente a él en un sentadilla donde reposaba mis brazos sobre mis rodillas, me tronaron un par de huesos en el proceso, pero yo le miré con la sonrisa confiada y relajada, cada vez más zagas—, por más que lo creas, no tienes deudas de ningún tipo, cualquiera es más bien falsa —dije lo último cerrando los ojos y sonriendo con resignación, suspiré y luego volví a buscar sus ojos con esa calma—, la cosa es que no tienes que cambiar, aquello solo sirve si en verdad cambiar te traerá un beneficio...

    Cerré los ojos, serio. Me erguí, metí las manos en el yukata y miré a cualquier parte del cielo, evitativo.

    >>Yo nunca he cambiado...— Y lo miré otra vez, sonrisa suave—, y me encuentro bastante solo...

    Cerré los ojos, sonrisa calma.

    >>Porque los mayores cambios nacen por querer a otros...— Por un momento la seriedad me bañó el rostro, pero cuando volví a mirar a Cayden le afronté con otra sonrisa calma—, ayudar, quedarnos o demostrarle de lo que somos capaces a otros.
     
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    Zireael

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    No iba a negar que me había ido bastante por las ramas, pero tampoco me interesaba mucho y en sí no me inclinaba demasiado a la vergüenza entre los sentimientos que se revolvían en mi interior. La poseía, claro, pero en una dosis bastante más manejable y en este caso ni siquiera se me pasó por la cabeza a pesar de estar hablando de más. Tomoki tradujo parte de lo que dije y al final lo dejamos quieto cuando se le ocurrió lo de la ofuda.

    Los chicos entendían mi personalidad y mi forma de ver el mundo, al final se habían amoldado a ella, pero sabía que los demás a veces no terminaban de encontrar la coherencia en mis acciones. En los peores días incluso yo era capaz de cuestionar cuál era la verdadera intención detrás de mi forma de actuar, si existía el verdadero altruismo o seguía intentando cobrar la sangre de mi Yako, absorbiendo la vida de otras figuras que ni se le parecían.

    Pero todos dudábamos de nosotros mismos cuando las sombras adquirían colmillos.

    Al final el discurso pareció ayudar a Momo en su decisión, se puso en movimiento, enérgica, y buscó entre los daruma alguno que le gustaran. Dijo que podríamos buscar una ofuda para su madre y sonreí.

    —¿Además del maneki-neko de antes? —busqué confirmar, en caso de que se le hubiese olvidado o algo, pero a mí no me olvidaba ir por la ofuda también.

    Cayden1.png

    Se me había soltado la lengua otra vez, pero no vi por dónde detenerme y lo dejé estar, ya luego me comería la dosis de vergüenza correspondiente en otro momento. Además, sabía que le estaba hablando a Yashihiro medio en código, como siempre; el camino que había elegido a voluntad era más oscuro de lo que le correspondía al adolescente promedio en tanto fuese, bueno, decente.

    Podría haber vivido tranquilo si me hubiese dado la gana.

    Aquí había que ofrecerle sangre a los demonios.

    El encriptado lo había pillado de forma bastante penosa, me di cuenta cuando se acuclilló y me habló, pero todo lo que hice fue permitirme una risa baja. El núcleo de mis decisiones de mierda, las que habían iniciado todo quería decir, había sido precisamente que no quería cambiar quién era para demostrar que podía recibir la misma atención y reconocimiento que mis contrapartes extrovertidas.

    Que podía resaltar sin modificar la persona que era, al menos en los cimientos.

    Eso no significaba que no hubiese que fragmentarse el alma al mejor estilo de Voldermort creando horrocruxes para no morir y hacerlo no significaba que sintiera que le debía algo a alguien, todo lo contrario. Mis manías me habían hecho demasiado consciente del peso de la deuda en las personas, era por ello que me liberaba de cualquier sensación que se le pareciera remotamente, porque si llegaba a pensar que le debía algo a alguien entonces me tendrían sujeto con un cuchillo en la yugular.

    Y yo tenía la mala costumbre de resistir cualquier intento de control sobre mis acciones, aunque me costara la vida.

    No quería quedarme atascado allí porque de hacerlo debería soltarle toda la sopa y no era el caso. Hasta dónde me era posible no mezclaba el mundo de sombra con las personas que conocía en la escuela, de no ser que me alcanzaran por otros medios como había pasado con Kasun y como pasaba con Arata, Kohaku, Akaisa, Mason e incluso Sonnen.

    —Vivir demostrando quiénes somos también es agotador —resolví mirándolo desde abajo, paciente, porque era lo que llevaba haciendo desde años—, por eso encerrarse en una cueva donde todo permanece estático también es tentador. Sin embargo, cuando uno pasa demasiado tiempo encerrado comienza a escuchar los sonidos de su propio cuerpo... Hasta enloquecer. Al final del día toda decisión conlleva un peso y lo único que nos queda es averiguar si nuestros hombros tienen la fuerza suficiente para soportarlo.
     
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    Kaisa Morinachi

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    ¿Maneki-neko...?

    —¡Ah, es verdad! —exclamé con una sorpresa casi saltarina, luego sonreí pudorosa casi en una disculpa silente. Cómo fuera, les sonreí con suavidad—, ustedes me regalan el daruma y el maneki-neko...— Y entonces la sonrisa, aparte del tono, consiguió más entusiasmo, incluso mi cuerpos se meneaba con suavidad reflejando esa energía que de todas formas se mantenía calma—, ¡Yo compro el ofuda y sus abanicos! Que a todo esto... —miré curiosa los alrededores y pronto les dirigí otra de mis sonrisas risueñas—, podríamos pasar a buscarlos antes de ir por el ofuda, ¿Qué dicen?— Aún con los brotes de energía mi tono se mantenía más bien dulce y calmado.

    upload_2023-5-17_7-25-43.png

    Vivir demostrando quienes somos también es agotador... Claro, ¿Alguien le dijo a este pequeño que los extremos eran malos? Ya sea fingir o expresarte tal cual eras, cualquiera podría llevarte a la locura o enfermedad si no tenías un control sobre ello. Mesurado, creo que era lo que me caracterizaba. Últimamente no se notaba, la pelea con Amery, mi encuentro con la rubia de tercero, ese donde conocí a Cayden y no quedé muy bien parado que digamos...

    Qué decir cuando la ira me había comido las entrañas y el miedo me azotó contra uno de los extremos donde tan tolo me sentí alguien que no era, cuando me dejé llevar por mis pasiones y no logré más que hundirme en un poso que nunca reconocí.

    Todo ese tipo de recuerdos me azotaron cuando senpai mencionó lo agotador de fingir y, por milagro o mero efecto del pelirrojo, mi sonrisa aguantó ese primer round. Eso sí, más que por enojo u otra cosa, cuando volvió a las metáforas lo miré con una seriedad más que nada atenta, curioso de entender aunque sea un poco del sentimiento detrás de aquella precisa selección de palabras. No era sorpresa como tal, pero...

    Cayden parecía tener una gran habilidad para decir cosas con palabras bonitas... malas o buenas, aquel detalle hizo sentir reconfortado a mí corazón...

    Creo... que era esa necesidad de proteger.

    Esa que me hacía levantarme cada mañana por más que la cotidianidad me quitara cualquier ánimo de esforzarme.

    Miré el cielo un momento, parece que distraído, pero creo que entendía más de lo que yo mismo hubiera predicho. Puede que tan solo nos lleváramos algo bien y nos soportaramos el uno al otro porque nos entendíamos, aquello era más que suficiente. Cuando me acucliclle frente a él, ahora más cerca, tras terminar de escucharle una sonrisa casi rozando la suavidad comprensiva fue lo que le dediqué...

    Cerré los ojos, apenado...

    —Qué decir...— Musité lo siguiente mientras miraba el suelo tras mis manos entrelazadas—, solo Atlas es capaz de cargar el mundo sobre sus hombros sin pedir ayuda...— Lo miré.

    Lo miré y en esa sonrisa había una mezcla de melancolía que solo reflejaba mi compasión, mis ganas de que no se quedara solo...

    Cerré los ojos, avergonzados, sin perderla.

    >>Tú puedes pedir ayuda, Cayden.

    Podrías pedírmela.
    Y no tendría problemas en darte todo lo que pueda permitirme... con la mera excusa de que me caes bien, pensé.
     
    Última edición: 17 Mayo 2023
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    Zireael

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    ¿Qué si había imaginado que a Momo se le había olvidado por completo que cargaba un maneki-neko consigo? Cincuenta y cincuenta, todo era posible a su edad, yo la había tenido alguna vez y de tanto en tanto se olvidaban cosas un poco obvias, pero bueno para eso estaba el recordatorio. De la forma que fuese, Tomoki y yo asentimos con la cabeza cuando dijo lo de la ofuda y los abanicos, porque lo segundo había sido el trato inicial de por sí.

    —Me parece la mejor opción, sí —dije a lo de pasar primero por los abanicos y reinicié la marcha luego de que le entregaran el daruma a Momo—. Podemos comer algo después, ¿qué tal?


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    Por si no había quedado claro desde el inicio, con señalamiento de que yo era el intenso de la dupla, eso de los puntos intermedios se me daba como el culo. La cuestión era sencilla, hacía las cosas a lo grande o no las hacía en lo absoluto, era un aproximación en exceso directa para un introvertido de mierda como yo, pero solo así sabía funcionar. Por eso me la pasaba caminando sobre una cuerda floja, amenazando con dejarme caer al vacío todo el rato con tal de que alguien me mirara.

    A veces era parte de las bestias del circo, ¿no?

    Otros días el director de todas ellas.

    Muy a mi pesar, Yashihiro seguía pescando algunas cosas al revés por mi propia culpa, porque no me refería a fingir en lo más mínimo, hablaba de pasarte la vida justamente recordándole a la gente quién eras o que existías para empezar. El mismo embrollo de siempre, al tener la presencia de un fantasma se adquirían ciertas habilidades, pero se perdían otras y al buscarlas había que hacer demasiado esfuerzo consciente, tanto que resultaba casi mortal. En su defecto, no podía leerle la mente así que mejor para todos.

    Se veía que estaba rozando los límites de su neutralidad con mi forma, quizás excesivamente romántica en todo el sentido histórico de la palabra, de describir el mundo o de pretender leerlo. Igual bastó que la sonrisa le trastabillara para que yo, que a pesar de todo buscaba no incordiar más de la cuenta, tomara todo y lo zambullera de nuevo en la cueva.

    Su mención a Atlas, el titán que cargaba la bóveda celeste, me hizo suspirar con cierta resignación y me anticipé a lo que diría. El mismo cuento de siempre que había creado vete a saber cuántas broncas en casa: sabía que podía acudir a las personas, pero no lo hacía. Tomar las emociones que poseía, inquietas e incapaces de guardar silencio un segundo, para ponerlas sobre la mesa y decirle a alguien "mira, esto es lo que me impide dormir por las noches" no era lo más amigable para una persona que al final de día evitaba cualquier exceso de vulnerabilidad.

    —Ya sé —contesté, tranquilo, ni siquiera fui brusco y sostuve su mirada—, si no lo hago es porque evidentemente hay un issue detrás que no he podido sortear. No me creo Atlas porque me salga de las pelotas, eso sin duda. Who the fuck would choose this?

    Repasé sus facciones anticipándome a cualquier cosa, su cara de moco, disgusto o la mierda que fuese. Seguía con el rostro apoyado en mi brazo, pero el cuerpo me exigió contacto de repente y me contuve solo porque el otro era un pobre desgraciado al que no solían demostrarle afecto físico, así que mucho menos debían pedírselo.

    —Gracias de todas maneras.

    ¿Eso en qué me transformaba?

    A touch-starved bitch?

    Joder, qué puta vergüenza.
     
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  14.  
    Kaisa Morinachi

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    Sonreí y reí con una suavidad melodiosa simple y llanamente porque estaba feliz, esa sonrisa se la dirigí a ambos por igual mientras escuchaba las palabras de Yuzuki. Le sonreí con calma, aunque mis ojos abiertos con una atención increíble, cuando recordé algo.

    —Creo saber dónde hay un puesto con abanicos...— Le miré con ligera sorpresa cuando mencionó lo de comer, luego le sonreí con ese típico entusiasmo mío—, ¡Claro! También había pensado que sería lindo compartir algo como eso.

    Dicho y hecho les guié hasta el puesto con esa calma entusiasta y cantarina. Llegamos y nos atendió una viejita que tenía los ojos tan cerrados que cualquiera dudaría si en verdad veía. Su puesto exhibía, sobre toda las cosas, un montón de abanicos tradicionales y algunos otros pocos ni tan japoneses.

    upload_2023-5-18_7-19-16.png

    Quería brindarle algún tipo de apoyo, solucionar aunque sea algo, no dejarle que sus problemas se lo comieran vivo como parecía, pero qué decir, por más que coinsidieramos en algunas cosas en otras las diferencias se veían bastante marcadas y de algunas ni siquiera era consciente para saber si acortarlas o no... Mi sonrisa vaciló, más que por amargarme se debía a que, bueno, la seriedad era lo que a mí me comía y andar sonriendo con cada palabra que decía no era lo mío... pero esa noche lo último que quería era ser el idiota que poco y nada sabía sobre las emociones y su naturaleza...

    Tenía un punto respecto a lo de Atlas, me dio las gracias y yo me levanté con suavidad, la seriedad en la mirada.

    Le extendí la mano y le sonreí, aunque pronto la duda en esa sonrisa se reflejó en mis cejas.

    —¿Qué quieres, entonces? —dije lo primero que cruzó mi cabeza y, en un intento desesperado, sonreí con una confianza cabrona como si ronroneara tal gato—, no puedo permitir que cargues solo con el mundo, porque ese mundo será mío y no soy de esos cabrones comunitarios que quieren repartir cosas. Lo mío es mío y de nadie más, así que no sé, Cayden, si crees que cargas solo con el mundo, seguro hay treinta mil personas más que jalonean ese mundo para quitartelo de las manos...

    Le extendía mi propia mano para ayudarlo a levantarse, la cosa es que en ese momento miré el cielo con duda.

    >>Aunque tal vez no entiendo lo que te ocurre, porque mi mundo es de pocos metros...

    Lo miré y sonreí amplio, ojos cerrados.

    >>Con suerte 20 metros cuadrados, mi casa nunca fue muy grande~.

    Algo me decía que la estaba cagando.
     
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  1. Zireael
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