Entramos a la ruta, Blastoise iba frenando poco a poco, hasta toparnos con Alpha y Skarmory (@Gold-Kun)
—Bueno, casi, tu por que tienes a un volador, y yo bueno, una tortuga cañonera —sonreí mientras me bajaba de Blastoise—
— La supervivencia del mas apto— sonrei. — Ten, lo necesitaras.— le dije mientras le lanzaba la ball de mi Garchomp.— Liberalo y siguenos.— termine al momento de saltar sobre Charizard y empezar a volar hacia las nubes
Blastoise se regresó solito a su ball, y tiré la que me dió Alpha, era su imponente Garchomp, y me monté en él —Bien, sigamos a Charizard —dije, y Garchomp despegó—
Llegamos a la Pradera Arte. A pesar de que no había emitido palabra alguna, el resto de mis pokémon salió de sus pokébolas para después ponerse a corretear y descansar en distintos puntos del paisaje. No podía culparlos, ya que debía ser bastante aburrido pasar tanto tiempo en el interior de los esféricos que formaban parte de mi cinturón. Lapent y Servine, que se habían quedado al lado mío, me observaban. A una mirada mía, supieron que ellos también podían unirse al pequeño alborozo que estaban armando los otros miembros de nuestro equipo, quienes reían, trepaban árboles y jugaban a atraparte la cola (los que tenían). Por mi parte, comencé la búsqueda de un pokémon que fuese tipo hada.
Allá a lo lejos, un Liepard descansaba con majestuosidad. No era lo que buscaba, además de ya había suficientes pokémon siniestros en el equipo.
Unos arbustos cercanos se movieron sospechosamente, pero no encontré nada al revisar en el follaje ¿Quién habrá estado ahí?
Mientras recordaba haber visto muchos Kirlia, mis narices fueron inundadas por las fuertes pestilencias de un Garbodor desorientado.
Presentí que la búsqueda iba a ser larga. Al pararme sobre un roca para analizar mejor el panorama, divisé a Lampent conversando con otro Lampent.
Y más allá, una Miltank. Con su sólida cabeza embestía el tronco de un manzano. La frutas caían a su alrededor.
Entonces me di cuenta que la roca sobre la que me había parado era otro Lairon (¿Es que todas las rocas de la Pradera Arte eran un Lairon dormido?) No hace falta decir que corrí como alma que lleva el diablo.
Casualmente, me había echado a descansar junto al Liepard que había visto instantes atrás. Sintió mi presencia, abrió los ojos y me miró amenazante. Sostuve su mirada sin parpadear, enfrentándome a sus pupilas siniestras. Como vio que no le tenía miedo, simplemente bostezó y posó la cabeza sobre el césped.
Sentí unas risas lejanas. Me incorporé un poco para ver si se trataba de alguno de los míos. No. Un Tauros correteaba enamorado junto a la Miltank.