Pradera Arte

Tema en 'Rutas' iniciado por MrJake, 1 Septiembre 2013.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    No sé cuánto lloré ni mucho menos sé cuando me dormí. Lo último que supe es que debían haber sido minutos pero daba la impresión de haber transcurrido horas. Emily había tratado de calmarme, de consolarme y sus caricias en mi pelo tuvieron un efecto sedante y soporífero. No podía esperar otra cosa.

    Cuando finalmente desperté hallé a Emily estirándose—¿Siempre había tenido unas curvas tan pronunciadas? Si algo no pude evitar fue recorrerla con la vista. Siempre había tenido una figura envidiable. Unas piernas largas y tonificadas fruto de las largas caminatas por la región y un cuerpo atlético y bien formado. Era algo que compartíamos y sin embargo, ella era más sexy que yo.

    Era tan... injusta.

    Me habló pero sus palabras se sintieron lejanas. ¿Ya iba a irse? ¡Pero si...! ¡Pero si acababa de verla desaparecer delante de mis narices! ¿Por qué tanta prisa por todo siempre? ¿Por qué no podíamos pasar ni cinco segundos juntas sin que algo ocurriese o que ella quisiera marcharse?

    Aquel pensamiento me apretó el corazón como una mano helada. Yo no... Yo no quería que se fuese tan pronto. La miré a los ojos y mordiéndome el labio inferior aparté la vista.

    "¿No quieres pasar tiempo conmigo?" Quise preguntarle. "Siempre tienes cosas que hacer. ¿Tan horrible te resulta mi presencia?"

    Primero Justice, luego Tau... había estado a punto de perderla en dos ocasiones. Lo último que quería era separarme de ella tan pronto una tercera vez.

    —Emily—la llamé y sujeté su muñeca suavemente—. Espera. No te vayas todavía. Por favor.

    La miré a los ojos. Las mejillas me ardían y estaba bastante segura de que mis ojos estaban vidriosos y aguados otra vez. La había echado de menos. Arceus, la había echado tantísimo de menos. Quería estar con ella un poco más.

    —Solo esta noche—le pedí—. Mañana podrás ir al Frente. Pero por esta noche... quédate conmigo. Quiero que te quedes.

    >>Cuando ocurrió todo lo de Justice también quise que te quedaras. Necesitaba hacerme a la idea de que realmente estabas viva. Yo... no sabes el miedo que pasé. Llegué a pensar que Justice te había matado o violado o no sé qué demonios... estaba aterrada pensando que te había perdido. ¡Y tú solo te fuiste sin más a Udan y yo...!

    >>Yo...

    Agaché la mirada.

    "Me sentí tan vacía."

    ¿Eso era... normal? ¿Era la única de las dos que se sentía así? En ese momento me di cuenta. Yo era la única que lo veía de esa forma.

    Solté su muñeca.

    —N-no sé qué estoy haciendo—farfullé en voz baja—. Esto es ridículo. No tengo ningún derecho a detenerte... haz lo que quieras hacer.

    Giré sobre mis talones y liberé a mi Braviary. No esperé una respuesta. Me sentía molesta y caprichosa y aquellos sentimientos me frustraban. Estaba molesta con Emily y estaba molesta conmigo misma por ser una maldita egoísta.

    De modo que solo abandoné la pradera.

    Drama (?)
     
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    Graecus

    Graecus uwu7

    Libra
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    Drake Orestes

    Luego de tanta destrucción en las últimas horas, era un alivio tremendo encontrar tanta calma en la Pradera Arte. Uno a uno el resto de los holder fue volviendo a los planes que tenían antes de tener que salvar el mundo, y eso me recordó que yo también tenía cosas que hacer.

    —Muy bien, chicos, hay que volver a nuestras cosas. Tenemos una jungla que terminar de recorrer.

    Crobat sintió, y decidí regresar a sus pokeball a todo mi equipo. Solo Crobat quedó afuera, con quien viajaría por aire hasta llegar a mi destino.

    Era genial estar devuelta en la aventura.
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    La respuesta que recibí, sin duda, no fue la que esperaba. Mimi me agarró de la muñeca y me miró con los ojos vidriosos. Ladeé la cabeza, confusa y preocupada. ¿Había dicho algo que le molestase?

    "Emily. Espera. No te vayas todavía. Por favor. Solo esta noche. Mañana podrás ir al Frente. Pero por esta noche... quédate conmigo. Quiero que te quedes."

    —Va...

    Realmente iba a aceptar, no me molestaba estar descansando un poco más antes de ir a entrenar. ¡Ahora teníamos todo el tiempo del mundo! Solo había pensado que era buena idea aprovechar la luz del día que aun quedaba.

    Mimi siguió hablando, sin embargo, mencionando a Justice y el secuestro. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, mis ojos aguados mientras miraba al suelo.

    >>No lo entiendes... —murmuré, pero de nada sirvió. Ella siguió hablando hasta finalmente soltarme y salir corriendo.

    Me abracé a mi misma, sin dejar de mirar al suelo. Espeon me rodeó, preocupada. Mimi no entendía nada, de verdad que no lo hacía. ¿Acaso se creía que no era consciente de los peligros que habíamos pasado? Ella ni siquiera sabía lo que había pasado en Udan, no tenía ni idea del miedo que tuve cuando enfrenté a los Ultraentes, a Necrozma... ¿Creía que simplemente me olvidaba de todo y me iba tan contenta como siempre? ¿Nunca había pensado que lo hacía para mi ocupar mi mente e intentar olvidarlo?

    >>Vamos.

    Me limpié los ojos rápidamente, negando con la cabeza. Liberé a Unfezant y guardé a Espeon mientras me montaba en el pokémon volador, sonriendo levemente.

    A la Sede del Campeonato.
     
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    Etihw

    Etihw The Golden Witch Comentarista empedernido

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    Talía Wells~

    ¿Qué era… este sentimiento? ¿O quizá se trataba de la mezcla de varios? Probablemente sí. Tal vez era que nunca había experimentado algo como esto.

    Sí, nunca… nunca me había sentido así. Era… muy incómodo. Me frustraba, me desesperaba. Me hacía agonizar. Me sentía tan desorientada y confusa. Mi mente estaba completamente en blanco, parecía que algún que otro recuerdo quería mostrarse, pero una capa del más puro nada se mostraba en su lugar.

    Mi cuerpo temblaba con violencia, y mi mirada permanecía inmóvil mirando la verde y algo húmeda hierba, brillando con los rayos del sol que habían logrado al fin mostrarse cuando aquellas oscuras nubes se hubieron disipado, mostrándose con gran esplendor. Parecía querer dar buenas noticias, devolver la alegría y la tranquilidad en aquel pacífico lugar.

    Pero para mí… no, para todos los presentes, aquello era simplemente imposible. ¿Cómo podríamos sonreír, celebrar que todo había vuelto a la normalidad y que Galeia y el resto del mundo estaba a salvo, cuando hubo un gran sacrificio en medio para ello? ¿Cómo podía ser feliz cuando sentía que me habían arrancado una parte importante de mi vida? Sentía en mi pecho un continuo desgarre que me asfixiaba, y rápidamente las lagrimas anegaron mis ojos, impidiéndome detenerlas. Caían sin parar hacia la hierba, rodando velozmente por mis rojas mejillas, y mordí con gran fuerza mis labios tratando de contener mis sollozos sin éxito.

    Mis rodillas cedieron ante el gran temblor de mi cuerpo, y caí al suelo, abrazando con fuerza a Chise entre mis brazos. Los hipidos se hicieron insoportables y dolorosos, me impedían respirar con normalidad, pero no podía detenerme por más que lo intentase. Con mi visión nublada veía la figura desesperada de Nikolah que parecía estar cavando con desesperación en la tierra, y sus gritos estrujaban todavía más mi pequeño corazón.

    Odiaba estas sensaciones tan abrumadoras. Las odiaba muchísimo.

    Pero todavía más odiaba el pensamiento de que nunca más podría volver a verlos. Era algo que, simplemente, no podía asimilar. No podía… o más bien, no quería. Aún… quería conocerlos más a todos. Quería viajar con Lizzie, hablar en un ambiente menos estresante con Emily, aprender más cosas con Alpha, conocer más a Mimi… ¿Y aquel muchacho tan amable de antes, Hubert? Quería saber quién era, y aún tenía que agradecerle a Ian cuando impidió que siguiese viendo aquella atrocidad en la Prisión Boceto. Era un pequeño detalle que fue especial para mí.

    Miré al cielo, sintiendo cómo las lágrimas despejaban la visión borrosa, y observé las blancas nubes moverse con lentitud por el firmamento mientras trataba de regularizar mi respiración y que el aire llegase por completo a mis pulmones. Pero, con una mirada que reflejaba sorpresa y miedo por partes iguales, pude divisar cómo unas figuras hechas de pura luz se acercaban con lentitud al lugar en el que nos encontrábamos, y alerta me levanté del suelo, preparándome para cualquier cosa que fuese aquella.

    Pero no me esperaba que, aquellas radiantes siluetas brillantes, fuesen las personas que hacía momentos antes dábamos por muertas. Que fuesen aquellos adolescentes valientes, amables y especiales con los que había luchado en aquella plataforma extraña.

    Que estaban aquí, con vida. ¿Era real? ¿Quizá ya me estaba imaginando cosas? No, probablemente no, porque no era la única que los veía. Nikolah y los demás también lo hacían, incluso nuestros pokémon reaccionaban ante ello.

    Limpiándome las lágrimas con una de mis mangas mientras sorbía por la nariz, aún temblando por el remolino de emociones contradictorias que estaba sintiendo en ese momento, todavía más que incrédula y confundida, vi a nada más ni nada menos que Lucas acercarse a mí. Tenía los ojos rojos pero una sonrisa en su rostro, y me entregó una pokéball que miré con cierta curiosidad, agarrándola con algo de fuerza. Como pude traté de sonreírle, y sin poder lograrlo me mordí con fuerza los labios para impedir derramar más lágrimas.

    —Gra-gr… —respiré entrecortadamente, soltando ese aire en un gran suspiro, buscando relajarme, al menos lo suficiente para poder pronunciar aquella simple palabra—. Gr-gracias…

    Justo después de entregarme aquel esférico se dirigió a hablar con Nikolah, y si no fuese por eso, probablemente ya habría saltado encima de él estrujándolo con fuerza entre mis brazos, más que feliz de verlo. Y es que todavía no me lo creía, ni aunque hubiese sentido a la perfección su tacto cuando me entregó aquella pokéball. La guardé con gran cariño, decidiendo que lo sacaría al exterior en cuanto las cosas se hubiesen normalizado, y me quedé observando el resto del panorama aún sin recuperarme.

    Mi corazón dio un vuelco enorme al ver a Nikolah corriendo… en dirección a Lizzie. Su pelo marrón ondeaba con la suave brisa, y sus preciosos ojos azules estaban inundados de lágrimas. Tapándome la boca cerré los ojos, llorando en silencio en mi sitio sintiendo un enorme alivio. Una inexplicable calidez revoloteaba en mi pecho, tratando de reunir cada cachito quebrado de mi corazón de forma torpe. Curiosamente y para mi desgracia, aquello también era incómodo y frustrante. También dolía. Seguía doliendo tanto.

    Con las piernas débiles, sintiéndome como un flan, caminé como pude para acercarme a Lizzie, ya libre del abrazo de Nikolah. Esta había caído al suelo, probablemente agotada, y vi momentáneamente aquella manta que al parecer Nikolah pudo acabar de coser antes de que mis lágrimas volviesen a nublar mi vista y cayese estrepitosamente al suelo, abrazándola con demasiada fuerza. Restregué mi rostro en su pecho, llorando como la niña pequeña que siempre había sido, y por más que quería hablarle, decirle cuánto me alegraba verla, no pude pronunciar palabra alguna entre aquella maraña de hipidos y sollozos.

    El susto vino cuando, entre mis brazos, esta cayó desplomada, y mi corazón no daba para más disgustos. Su Togekiss, con cariño y mucho cuidado, la cogió en sus brazos, y con un nudo en la garganta vi que respiraba y se encontraba bien. Que solo había caído ante el cansancio extremo que tenía la pobre.

    Sacando un pañuelo de papel de uno de mis bolsillos, me limpié los ojos y me soné la nariz, sorbiendo mientras miraba a la pobre Lizzie alejarse montada en su pokémon. Me daba tanta pena… ella y los demás debían estar más que exhaustos. Debían de sentir muchas más emociones de las que yo sentía. No sabía qué había pasado allí… pero debió de ser muy duro para ellos, y se notaba. Lo bueno era que ahora podían descansar, ya no había más peligro acechando, ¿verdad?

    Mi mirada se dirigió al Sylveon de Liza, que me saludaba sonriente con sus patitas. Le correspondí el gesto, soltando una pequeña risa y cargándola en brazos. Me alegré al ver que se dejaba coger, y además seguía manteniendo aquella sonrisa tranquilizadora suya. ¿Trataba de decirme que Lizzie estará bien, que no tenía que preocuparme por ella? ¡Claro que me preocupaba, era mi amiga! Pero… sí, se fue en buenas manos, y seguro que allá donde fuese también lo estaría. La cuidarían…

    Con Sylveon aún en mis brazos me acerqué esta vez, al fin, a Nikolah. Pup se encontraba levantándolo del suelo, pues parecía que se había caído, y había quedado sentado frente a Glaceon, parecía que trataba de comprender lo que la criaturita quería decirle. Dejé a Sylveon en el suelo y acaricié la cabeza de ambos. Liza y sus pokémon tenían una gran y bonita conexión.

    —Nikolah…

    Lo llamé con suavidad, arrodillándome a su lado, y alcé mi brazo para limpiarle un poco el rostro con mi manga. Cogí con delicadeza una de sus manos, observándola con gran preocupación, y se me hundió nuevamente el corazón al recordar lo desesperado que se encontraba momentos antes. Los sentimientos de tristeza y dolor que nos recorrieron enteros, ahogándonos en el sufrimiento y el no saber qué había sucedido. No sabía que había llegado a tal extremo de dañarse de esa forma las manos.

    Agarré mi mochilita y la abrí, buscando si había alguna cosa entre los objetos que había en ella para las manos de Nikolah, encontrándome con tristeza con solo más pañuelos de papel. Aún así, los mojé con un poco de agua de una botella medio vacía que aún cargaba conmigo, y pasé el trozo de papel por sus lastimadas manos, limpiando como podía la sangre y la tierra, que quedase lo menos sucio posible.

    Al acabar las observé, las heridas de sus uñas parecían realmente dolorosas y me frustraba no poder hacer nada más por él, para aliviar ese dolor que probablemente lo molestará por un buen rato. Pero nada más podía hacer hasta que llegásemos a, quizá, un Centro Pokémon. La próxima vez, y conociendo lo torpe que era Nikolah, debía traer un botiquín conmigo. ¡No debería ser tan despistada!

    Tras eso lo miré a los ojos, sintiendo mis ojos humedecerse levemente. Con suavidad rodeé su cuerpo con mis pequeños brazos y enterré mi rostro en él. Me encontraba tranquila, pero sentía cómo el llanto quería volver a mí una vez más, así que apreté mis ojos y el agarre, no queriendo derramar más lágrimas. Quería… quería sentir la calidez de Nikolah. Quería que la seguridad de estar con mi grandioso hermanito me recorriese.

    Y así fue. Una gran sonrisa adornó mi rostro mientras mi respiración se normalizaba, sintiéndome aliviada. Sintiendo cómo esos sentimientos de felicidad y bienestar me invadían, dejando atrás aquellas emociones incómodas y dolorosas. No, de hecho, este sentimiento también dolía. Dolía porque se iba a desbordar. Porque lo feliz que me hallaba era difícil de describir, no había manera de expresarlo con palabras.

    Miré desde abajo a Nikolah soltando una pequeña risita, y me puse rápidamente de pie recobrando las energías que aún me quedaban. Estábamos también cansados y se notaba, pero debíamos seguir nuestro camino, quizá ir a descansar al Centro Pokémon más cercano.

    Aquel Machoke… podía esperar, sin duda alguna.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Pude sentir como algo me levantaba por el cuello de la chaqueta, y cuando alcé la mirada, pude ver el rostro de Pupper, severo. Le sonreí, mientras me soltaba y caía sentado al suelo. Miré a mi alrededor. Vaya, la mayor parte de los holders habían desaparecido ya, incluso Liza. Un pensamiento cruzó por mi cabeza, haciendo que me estremezca, pero luego la agité, ahuyéntadolos. Recordaba su abrazo y sus manos contra mi espalda. Y recordaba esa sonrisa. No había sido un sueño o una ilusión. De verdad habían vuelto.

    Incliné mi cabeza hacia un costado, extrañado, mientras veía como un Glaceon se dirigía hacia mí y trataba de decirme algo. Me lo quedé observando, curioso, con las piernas cruzadas y los brazos apoyados en el suelo. ¿Qué me quería decir? ¿Descansar...viaje...pelea...comer? No, eso último quería hacer yo. A ver, piensa. Le prestaba suma atención al pokémon, mientras este gesticulaba. ¿Liza? Creo que había mencionado a Liza. ¿Qué ocurría con ella? Se había ido, sí, podía verlo, ¿pero a dónde? Descansar...¿Liza se había ido a descansar? Me rasqué la barbilla, analizando todo. A ver...¡Ah, ya está!

    — ¡Liza se encontraba extremadamente extenueda después de su viaje por Udán y ahora que volvía tuvo que pelear contra Irvine y sus abominaciones y luego se enfrentó a otra criatura incluso más poderosa, así que Togekiss ahora la lleva hacia el Centro Pokémon de Ciudad Témpera para que se recupere y pueda descansar y comer algo!— dije, golpeando mi palma con el puño, en señal de éxito. Luego miré extrañado al pokémon.— Un segundo...¿qué puñeteras es Udán?

    "Nikolah..."

    ¿Eh? ¡Oh, Tali! Si te preguntas, sí, puedo entender a los pokémon, aunque me cuesta un poco a veces.— dije, con una sonrisa. Ella comenzó a limpiarme el rostro con una manga.— ¿Eh? Te vas a ensuciar la manga, Tali. No te preocupes.

    Sin embargo, ella continuó limpiando. Después, tomó mi mano, y pude notar como se entristecía al ver el daño que me había hecho. Abrí la boca para decirle que no se preocupara, pero de inmediato una sonrisa la cerró. Dejé que ella se encargara de limpiar la tierra y la sangre, suprimiendo todas las expresiones de dolor que me podían llegar a surgir. Recién ahora me daba cuenta del daño que me había hecho a mí mismo. Suspiré. No podía seguir así. Iba a resultar una carga para el resto. Tenía que cuidarme un poco más.

    Me miró a los ojos, y me abrazó, enterrando su cabeza en mi pecho. Podía sentir como luchaba por no llorar, como se aferraba para que las lágrimas no volvieran a salir de sus ojos. Pasé una mano por su cabello, acariciando su cabeza. Y la rodée con mi cuerpo, protegiéndola, mientras sonreía.

    — Ya, ya, Tali. No hace falta que ahogues el llanto. Puedes llorar si quieres hacerlo. Nadie te va a decir nada. Todos lloramos, y yo lo estuve haciendo hasta hace poco. Estoy aquí, no te preocupes.— dije, mientras le seguía acariciando la cabeza, suavemente.

    Me volví a incorporar en mi asiento cuando pude sentir que su respiración se calmaba, y vislumbré su sonrisa, la que le devolví de forma alegre. Soltó una pequeña risita, y se puso de pie de inmediato, con claros ánimos de seguir. Yo me incorporé y me troné la espalda, listo para seguir. Agarré a Talía y la subí a mis hombros, para que pudiera viajar más cómoda.

    >> Muy bien Tali, debemos continuar con nuestro camino. Glaceon me dijo que Liza se había ido a Témpera, y yo le dije que no la iba a dejar marchar así como así. No de nuevo. ¡Así que iremos hacia allá!— dije, apuntando al frente, emocionado. El estómago se me quejó.— ¡Y también comeremos algo!

    Comencé a caminar, de forma alegre y mientras tarareaba, por la Pradera.

    En dirección completamente contraria a Témpera.
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Suspiré, mientras volvía a pasear la vista por el familiar paisaje de la Pradera. Ya habíamos dejado el pueblo en ruinas bastante atrás, pero la sensación de que algo se encontraba atrás mío seguía latente. Sin embargo, decidí ignorarla, ya que me iba a dar tortícolis si giraba tanto la cabeza hacia atrás. Y no quería tener tortícolis. Ya la había sufrido antes, por dormir en posiciones poco recomendables. No la quería volver a sufrir.

    Me puse a tararear mientras disfrutaba de las caricias del sol sobre mi piel. Todo era...muy raro. Digo, hace tal vez menos de un día este lugar estaba lleno de horribles criaturas con cabeza de niña que chillaban y lloraban como una, tres enormes torres que conducían al núcleo del mundo, y varias personas que necesitaban la ayuda urgente de un terapeuta familiar. Y ahora todo estaba tan...pacífico. Se escuchaban los murmullos de los distintos pokémon, podía verse como varios de ellos jugaban en la lejanía, mientras otros disfrutaban de un descanso al sol. Sonreí, y estuve a punto de tirarme sobre mi espalda en el suave pasto, pero luego recordé que todavía tenía a Talía sobre los hombros. Me recompuse rápidamente y continué caminando, con las mejillas algo enrojecidas de vergüenza. Eso hubiera terminado en desastre.

    — Bueno, Tali. Ya ayudamos a salvar el mundo, ¿ahora qué tienes ganas de hacer? Yo quiero ir a ver a Liza a Témpera, que estoy algo preocupado después de enterarme de que se desmayó por cansancio. Quiero ver que no le pase nada, y si no tiene problemas, tal vez le puedo preguntar que nos acompañe.— dije, y al instante pude sentir como las orejas se me calentaban.— Obviamente, lo digo porque...por cortesía, ¿no? Sería muy feo como que ir hasta allá, y luego marcharse, y no invitar, y bueno, obviamente, quedaría mal...y digo...vos te llevabas bien con ellas, así que alguien más para charlar no viene mal, ¿no?

    Solté una risita nerviosa, para luego toser y aclararme la garganta.

    >> También escuché que se va a abrir un torneo en un lugar llamado Barniz. Nunca voy a entender por qué en esta región tienen todos nombres de pinturas y demás. No sé a quien se le ocurrió, sinceramente. Al menos, fue consistente en todo el tema.— dije, cambiando rápidamente de temática.— Sería interesante participar, ¿qué dices? Podemos hacer amigos nuevos, entrenar a nuestros pokémon, ¡e incluso le podemos pedir a Liza que vaya a vern...! ¡A combatir, obviamente! Que tal vez quiera pelear en un entorno más amigable y más regulado. Digo, no van a haber abominaciones ni hermanos locos allí, ¿eh?

    Otra risa nerviosa siguió a esa sarta de palabras, y bajé la mirada, con las mejillas enrojecidas. Mierda, tenía que dejar de hablar de Liza. Pero estaba difícil dejar de pensar en ella. Tal vez necesitaba hacerme más amigos. Así podría pensar en otra gente. Y no tanto en Liza. Ya estoy pensando de vuelta en ella, ¡maldición! Un rugido grave cortó mis cavilaciones. Miré alrededor, al igual que Pupper, atentos. Otro le siguió. Parpadeé perplejo, y me di cuenta de que era mi estómago el quejoso. Bueno, ahora tenía otra cosa en la cual pensar. ¡Gracias estómago!

    — En fin, creo que lo primero será conseguir un lugar en donde descansar y comer, ¿qué dices?— pregunté, con una sonrisa, mientras me dirigía hacia la caverna que conectaba la Pradera con la Ciudad.

    Me acordaba que en esa caverna había batallado contra dos chicas extrañas, mientras me encontraba al lado de Devan. Y ahí había conocido a Mimo, también. Debería sacarlo afuera, así estira un poco las patas. Y pensar que su nombre está dentro del de nuestra Compañía de Detectives. ¿Le había comentado a Liza de que teníamos una Compañía de Detectives? Creo que sí. Tal vez debería presentarle a Mimo, el otro miembro. Seguro que le agrada.

    Me golpeé la frente con la palma de la mano. ¡Deja de pensar en ella, carajo!
     
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    Tras llegar a la Pradera simplemente logramos encontrar lo que me habían hablado: Un helicóptero esperando por mí.

    --¡Vamos entonces!

    Anuncié de inmediato, alzando ambos brazos en el aire con bastante alegría. Mi energía había sido parcialmente restaurada con esa comida que me di en el camino.

    --E-Espera, ¿cómo que debo ir a por mi inicial? ¡Pero yo quiero volar en helicóptero ya mismo!--N-No era solo por eso por lo que iba, ¿verdad? ¡Sí, yo voy a entrenar como condenado!--. ¡Bien, ya volveré!

    Y nuevamente alcé el vuelo.
     
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    Y aterrizamos nuevamente en la Pradera.

    ¡Listo, ya tengo a mi inicial!—Comenté de inmediato enseñando al pequeño Litten sin nombre entre mis brazos. Ya me encargaría de colocarle un mote adecuado en algún otro momento.—¡Ahora dejadme subir!

    Y así fue. Me adentré en la parte trasera de la nave y emprendimos el vuelo.

    Por cierto, me hicieron dejar a todos mis pokémon aquí excepto a Litten... Qué tipos tan raros, ¿eh? Bueno, le dejé mi cinturón a Flygon. Seguro podría cuidarlos, digo, cuidaba a Brendan.
     
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    Me encontraba silbando alegre, mientras recorríamos el paisaje alegre de la Pradera.

    — Oye, Tali, ¿todo bien? Estás medio callada. ¿Te dormiste?— pregunté, soltando una risita, y luego miré hacia el frente, haciendo un gesto de sorpresa.— ¡Eh, mira, allí está Alp...!


    De repente, me congelé, como si hubiera visto un fantasma. Todos mis músculos se paralizaron, y mis ojos se abrieron como platos ante la visión que tenía al frente. ¿Acaso...podía llegar a ser? Tembloroso, bajé a Talía de mis hombros, sin dejar de posar mis ojos ni un segundo en aquello que tanto me había perturbado. Le hice señas para que se quedara allí, al igual que a Pupper. Tenía cuentas pendientes por resolver con cierta criatura.

    Me troné los nudillos, a medida que me acercaba, todo mi cuerpo agitándose por la emoción. No, esta vez no se iba a escapar. No iba a tener lugar a dónde huir. Me agaché, agazapándome en el suelo, todos los músculos tensos. Respiré un par de veces, para calmarme, en los cuales el tiempo pareció detenerse. Tenía la mirada en el suelo, concentrada. Me encontraba reuniendo toda mi energía, de todos los lugares posibles. La iba a necesitar, en especial con la batalla que tenía al frente. De improviso, levanté la mirada, completamente decidido, y me lancé a correr, dejando detrás mío nubes de polvo y pasto arrancados. Aprovechaba las inclinaciones del terreno para ganar velocidad, yendo en una estampida hacia mi objetivo.

    Este se encontraba tranquilo, recolectando flores que estaba reuniendo en un manojo, y cada tanto, parecía acomodar según el color. Parecía tener otra flor magenta puesta sobre su cabeza, sobre lo que podría llegar a ser su ¿oreja? Parecía tener un rostro de pura paz, sin embargo, en cuanto notó como me acercaba a toda velocidad hacia él, una sombra cruzó su rostro, y su ceño se frunció. Soltó el manojo de flores, y se puso en posición, acomodando las piernas para recibir el impacto.

    Los dos chocamos, una onda expansiva demostrando la fuerza del impacto, él deteniendo el avance con sus poderosas manos, mientras yo intentaba empujarlo. Estábamos palma con palma, nunca cediendo terreno, nuestros ceños completamente fruncidos. El suelo bajo nuestro comenzó a agrietarse, debido a la presión que ambos nos encontrábamos ejerciendo sobre el terreno. Comenzaron a levantarse nubes de polvo, y algunas piedritas del suelo comenzaron a ser empujadas por la energía despedida.

    Las heridas en mis manos volvieron a abrirse, y la sangre comenzó a brotar de nuevo, haciendo que el agarre se vuelva más resbaladizo. La criatura comenzó a empujar más fuerte, haciendo que mis pies se arrastraran por el suelo. Estaba perdiendo terreno y fuerzas. No podría aguantar mucho más. Ambos seguíamos mirándonos con la cara tensa y el ceño fruncido, pero las gotas de sudor que recorrían mi rostro me demostraban lo cansado que estaba. La falta de comida y todo el estrés pasado se encontraban pasando factura. La criatura me obligó a retroceder otros centímetros. Mierda, esto no se veía bien. Él era demasiado fuerte, y por su gesto, podía notarlo.

    Abrí grande los ojos, al percatarme de algo. La flor en su oreja. No se había caído en ningún momento. ¡Eso es! Dejé de imponer resistencia, y me lancé mi cuerpo hacia atrás, dejándome caer. Esto sorprendió a mi oponente, que debido a la fuerza que estaba imponiendo en ese momento, perdió el equilibrio y cayó hacia adelante. Flexioné mis piernas, y empujando su abdomen, lo lancé a volar por los aires. Y antes de que se diera cuenta, logré quitarle la flor. La criatura cayó al suelo en cuatro patas, y se levantó, decidida a continuar. Sin embargo, pareció percatarse de inmediato que algo le faltaba, pues se llevó la mano a un costado de su cara, y puso cara de desesperación. Llamé su atención con un silbido, para mostrarle la flor que tenía en la mano, y le dediqué una sonrisa terrorífica, mostrando todos los dientes.

    La cara de mi oponente se contrajo de furia, y se lanzó contra mí, enloquecido. Sin embargo, yo estaba preparado. Además de tener práctica encima mío. Viré hacia un costado, esquivando su arremetida. La criatura clavó sus manos en el suelo, dejando surcos en su feroz frenada. Apretó los dientes, y volvió a correr hacia mí, que lo esperaba con una sonrisa engreída en el rostro, altanera. En el último segundo, volví a correrme hacia un costado, e interpuse mi pierna en su camino. Mi oponente, queriendo esquivarla, se enredó con las suyas, y terminó cayendo, arrastrándose varios metros por la velocidad que traía. Yo comencé a correr hacia él, al que ya veía levantándose, mientras gritaba.

    Salté y lo tomé por la cintura, tirándolo al suelo por la fuerza misma de mi impulso.

    — ¡SWIFT-O TACKLE!— ¿¡por qué mierda le había puesto un nombre a eso, y por qué lo gritaba!?

    La criatura fue sorprendida por la fuerza del impacto, lo que hizo que perdiera el aire que traía en los pulmones, y cayera rendida bajo mi peso. Me levanté, respirando de manera entrecortadamente por la boca, mientras me limpiaba un poco la boca con la manga. Por alguna razón, la ropa se me había roto, y tenía varios tajos y heridas nuevas. Mirándolo desde arriba, saqué una pokéball de la mochila, y la dejé caer encima del Machoke que yacía inconsciente en el suelo. La bola rebotó sobre su pecho, y absorbió a la criatura. Comenzó a agitarse, bajo la atenta mirada cansada que le dedicaba desde la altura. Recién cuando logró calmarse, suspiré aliviado, y me deje caer en el suelo, exhausto. Me acosté, y agarré la pokéball.

    Escúchenlo desde el minuto que la dejo, 7:20

    Levanté la pokéball en el aire, con aire triunfal. Al fin. Lo había conseguido. Después de tantas tribulaciones, tantos Linoone, tanto Tauros, tantos repelentes, tanta miel, tantos desencuentros. Al fin. Mi misión estaba completada. Podía...descansar en paz. Oh, había pasado tanto tiempo. Me quedé observando la pokéball un rato más, y comencé a reír, para sacarme toda la tensión de encima. Carajo, que feliz estaba.

    — Te voy a llamar Florencio, maldito infeliz.— dije, apoyando la pokéball sobre mi pecho, y exhalando, cansado.

    ...

    Mi estómago volvió a recordarme que no podía quedarme ahí tirado. Me levanté trabajosamente, y con mi aspecto todo desaliñado, me dirigí de vuelta hacia donde se encontraban Talía y Pupper, alzando el puño. Habíamos triunfado.

    No pienso tirar un puto dado más en este lugar
     
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    Etihw

    Etihw The Golden Witch Comentarista empedernido

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    Talía Wells~

    Cuando Nikolah se hubo adentrado en aquellas espeluznantes ruinas, sin dejarme siquiera cuestionarle aquel acto arriesgado, hinché mis mejillas y simplemente me acerqué a Pup rodeándolo con los brazos.

    —Y allí va tu entrenador, con alma de aventurero, adentrándose nuevamente en sitios desconocidos y con mala pinta —murmuré contra su pelaje, suspirando.

    Me mantuve en silencio a su lado, cerrando los ojos, sintiendo aquella fresca brisa que había en la Pradera, haciendo que mis coletas ondeasen con suavidad. Trataba de pensar que nada malo le fuese a pasar, era algo muy poco probable en realidad, pero los eventos anteriores me hacían preocuparme por cualquier cosa ya. Uno nunca sabía… cuándo iba a perder alguien preciado. Y no sucedería un milagro como aquel ni en una eternidad, de eso estaba segura.

    Escuché pasos detrás de mí, y me volteé sonriente al ver que Nikolah había vuelto de una sola pieza de su improvisada exploración, y me había vuelto a subir en sus hombros. Antes de marcharnos levantó su mano en dirección a las ruinas, y con algo de extrañeza hice lo mismo que él, observándolas con atención. ¿Había alguien allí? Podría presentarse con ella también, jo.

    Con calma volvimos por el camino que recorrimos, asegurándonos esta vez de ir por el correcto. Bueno, eso Nikolah, que era el que me llevaba. Este comenzó a hablar durante el recorrido y yo solo me mantenía en silencio, escuchándolo con una pequeña sonrisa. Se notaba que, al igual que yo, se había encariñado con Lizzie. ¡Se notaba un montón! Y me agradaba, porque se veía feliz haciendo planes en los que la incluía de alguna forma u otra.

    Le acaricié con amabilidad el cabello al sentir cómo su rostro emanaba calor, viendo como podía aquel rojizo que se instaló en sus mejillas. Y ver así a Nikolah, a mi propio hermanito, se me hizo la cosa más tierna. Y sin parar mis gestos, escuché el gran sonido que su estómago produjo, riéndome un poquito por lo bajo. Él tenía razón, tenían que ir a comer algo y descansar, les hacía mucha falta. ¡Solo tenían que aguantar un poco más, síp!

    Con un suspiro cansado entrecerré mis ojos, con mi mirada fija en el horizonte, sin mirar realmente a nada en específico. ¿Quizá debería aprovechar el ser cargada para cerrarlos un rato…?

    "Oye, Tali, ¿todo bien? Estás medio callada. ¿Te dormiste?"

    Mientras Nikolah me hablaba, yo me encargaba de dar un gran bostezo, cerrando los ojos. Sus palabras me tomaron por sorpresa, cerrando inmediatamente mi boca mientras mis mejillas empezaban a arder. ¡Qué maleducada que era!

    "¡Eh, mira, allí está Alp...!"

    Cuando iba a decir algo, la exclamación repentina de Nikolah me asustó, agarrándome con un poco más de fuerza a su pelo. Rápidamente me bajó, y sin saber realmente qué miraba, posé mi vista en lo primero que vi al frente.

    Justamente era Alpha, sí.

    Con la boca abierta, sorprendida de ver aquel helicóptero en el que entró, observé su despegue sin despegar ojo de él, ajena a todo, hasta que se alejó. Me parecía algo emocionante y aterrorizante a la vez. ¿Qué sería volar en helicóptero? ¿Se sentiría lo mismo que volar con el Rayquaza de Alpha? ¡No, estaba segura que volar con aquel enooorme pokémon era mil veces mejor! ¡Tres mil veces mejor!

    Vaya, quería montarse encima de él otra vez. ¿Le dejaría Alpha cuando lo volviese a ver? ¡Ojalá que sí!

    Volví a sentir aquellos pasos detrás de mí, como pasó en las ruinas, y supe de inmediato que era Nikolah. ¿Dónde había ido?

    Me giré con rapidez, quería preguntarle si alguna vez había viajado en helicóptero, pero un gran jadeo salió de mí al ver sus manos con sangre nuevamente. Arrugué el ceño más que preocupada, y temí con horror que no pudiese aguantar hasta llegar a la ciudad. ¿Qué podía hacer por él?

    —¿Por qué tus manos están así de nuevo? ¡Tienes que tener más cuidado, jolines, tampoco tengo una montaña de pañuelos de papel ni agua infinita! No puedo... curarte como es debido.

    Hinché mis mejillas, algo molesta porque Nikolah no se cuidaba lo suficiente, ¡y eso estaba mal! ¡Estaba herido y tenía que tener más cuidado que de costumbre! ¿Y si se le infectaban las heridas? ¿Y si se volvía en algo más grave?

    Volví a hacer el mismo procedimiento de antes en sus manos, viendo cómo tristemente me quedaban unos tragos de agua. Esperaba que el camino no fuese muy largo, y que Nikolah no hiciese alguna locura que lo llegase a lastimar más.

    —¿Qué llevas ahí? —Le pregunté al observar aquel esférico que trajo consigo con una expresión de triunfo momentos antes. ¿Era por ello que se lastimó de nuevo?— Tenemos que darnos prisa para curar tus heridas, ¡es lo más importante ahora! ¡Y nada de llevarme en tus hombros, eh!

    Y así seguí caminando, cruzando mis brazos, esperando que Nikolah me alcanzase con una respuesta. Yo solo no quería que se sobreesforzase por mí, ya había hecho más que suficiente desde que nos conocíamos. Me tocaba cuidarlo, pero, ¿sería capaz?
     
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    Graecus

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    Sobrevolamos la Pradera nuevamente, esta vez sin ningun apocalipsis repentino que nos alejara del helicóptero que me llevaría a Udan.

    ...¿cierto?

    El viento fresco siguió su curso normalmente, la calidez de la Pradera se mantuvo estable, y ningunas escaleras gigantes con monstruos mutantes salieron de la tierra. Sip, todo en orden.

    Me despedí de mi equipo, pidiendoles que descansaran en casa, y me subí al helicóptero rumbo a Udan.
     
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    Nyxbel

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    Llegué al lugar bastante ajetreado y con rapidez observando todo mi alrededor, buscando el helicóptero del profesor, a lo lejos podía escuchar el sonido de las hélices, parece que estaba encendido ya desde hacía un rato. Seguí caminando colina arriba y allí se encontraba una hermosa joven que parecía ser la copiloto del vuelo y encima del helicóptero el piloto realizó una seña de saludo con el dedo pulgar, de manera cortés salude a la joven copiloto con un beso de mejilla y al piloto le devolví el saludo. Me monté sobre el helicóptero emocionado y nos fuimos de viaje a la Isla Udán.
     
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    Graecus

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    Al llegar a la Pradera Arte me baje de Crobat y acaricié sus alas. Siempre era triste ir a Udan porque eso significaba alejarme de mi equipo en Galeia por unos días. Como siempre que ocurría, mis Pokémon salieron de sus pokeball para despedirse.

    Luego de acariciar la cabeza de Cyndaquil y entregárselo a Snorlax, le di las llaves del apartamento en Ciudad Acuarela a Sableye y acaricié la cabeza de Arcanine hasta que dejó de gimotear. Pronto podría traer a Galeia a mis Pokémon de Udan, y esperaba que Ark pudiera hacerse amigo de aquel Growlithe azul con su extraña melena de agua, si no es que para entonces ya hubiera evolucionado. Le pedí a Emperador que los protegiera a todos, y el Empoleon asintió, decidido a cumplir su labor.

    No sabía exactamente qué hacían mis pokémon cuando yo no estaba. ¿Dormían todo el día? ¿Jugaban entre ellos? ¿Hiko y Sableye compraban comida por envío usando mi tarjeta de crédito? Prefería no saber la respuesta nunca.

    Mi helicóptero llegó puntual, y luego de que me lanzaran la escalera subí hacia el transporte a mi aventura fuera de Galeia. Esperaba poder avanzar más rápido entre las batallas por las marcas mientras cuidaba a mi equipo en Udan.
     
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